La narradora tenía miedo de una habitación negra en la casa de su abuela debido a los extraños ruidos que provenían de ella. Una noche escuchó el llanto de un bebé viniendo de la habitación e insistió a su abuela y hermano en que la acompañaran, pero no oyeron nada. Más tarde, la narradora decidió investigar sola y al subir las escaleras dentro de la habitación negra, el llanto se hizo más fuerte y ella temblaba de miedo esperando ver alguna aparición.
2. Esta historia me ocurrió cuando
era más pequeña, más o menos
como vosotros. Me encantaba
ir a casa de mi abuela, era muy
divertido estar con la abuela
y sus extrañas historias, pero
había dos cosas que me
aterraban de ir a su casa.
Una era que no había baño, eso
significaba tener que bajar a
las cuadras entre el ganado, y
3. no era nada comparado
con el miedo que me daba
la espeluznante habitación
negra que había en la casa.
4. Cuando pasaba el día con mi abuela y tenía que pasar por delante de la
puerta verde que daba acceso a la habitación negra, me provocaba
escalofríos. Afortunadamente, aunque hay que pasar por delante de
la maldita puerta cada vez que entras en casa, solía estar cerrada, mi
madre siempre me decía: “ habrá culebras, ratones y todo tipo de
animalejos, no dejes la puerta abierta hija”.
5. La habitación negra, era un
desagradable enigma para mí, ¿Por
qué tendría ese color?, que extraño
maleficio la habría puesto así, el
negro impregnaba las piedras, no
era pintura, era algo
pegajoso, sentía pánico solo de
pensarlo. Lo cierto, es que
conseguía olvidarme de la
terrorífica habitación la mayor
parte del tiempo, entre la
abuela, los vecinos y sus raras
costumbres. Algunas de estas
costumbres eran para mí un
6. Cuando alguna noche dormía
en casa de mi
abuela, siempre miraba de
reojo si la maldita puerta
estaba cerrada, pero con
mucho disimulo, por nada
del mundo quería que mi
hermano se enterase del
miedo que me daba. Lo
cierto es que al acostarme
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8. -No ha sido nada –me dijo mi
abuela-. No hay de qué
asustarse. Algo se habrá
caído. A veces pasa.
Me creí un poco la
explicación de mi abuela….
Pero solo un poco, mire la
terrorífica puerta de la
habitación negra, estaba
cerrada y eso me
tranquilizo un poco
9. Al día siguiente las risas de mi hermano eran infinitas y para colmo cuando me levante la maldita
puerta estaba abierta, casi me muero del susto. La tentación me pudo y no pude evitar echar un
vistazo dentro de la habitación, tal como la recordaba era escalofriante, toda negra, con las
paredes de piedra negra, entre las piedras había agujeros negros y profundos, eran perfectas
guaridas para todo tipo de extraños animales. Ya casi no recordaba las escaleras, pero allí
seguían, como si fuese poco siniestra la habitación negra, encima había unas escaleras viejas e igual
de negras que la habitación, que parecían conducir al mismísimo infierno, un lugar
oscuro, frio, donde las arañas tenían auténticos palacios. Esas malditas escaleras, que parecían
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12. Pero yo no me creía que fuesen ratones, menudos ratones tenían que ser para
hacer tanto ruido. No señor, estaba segura de que era cosa de espíritus.
Desde ese día cada vez que pasaba por la terrorífica puerta que conducía a la
habitación negra, miraba de reojo por una rendija para ver si salía alguna luz
como en las películas.
Por más que miraba, no se veía ninguna luz extraña. No, lo único extraño es que al
final de la negra escalera se oían ruidos extraños. Cuando esos sonidos
pasaron a ser los de un bebe que lloraba ya no me cupo la menor duda de que
se trataba de fantasmas.
13. Y mientras, mi abuela me decía, vamos, vamos, seguro que son imaginaciones
tuyas, y claro, mi hermano no aguantaba la risa.
Yo insistí en que me acompañase a mi habitación para que pudiese escuchar el
llanto del bebe y, tras mucho rogarle, mi abuela accedió, con mi hermano de
rabo tocando las narices. Mi abuela se sentó en mi cama y espero. Y siguió
esperando….
Pero allí no se oía nada: ni cosas cayendo, ni bebes llorando, ni nada a parte de
14. Al poco rato el llanto volvió a
aparecer, cuando mi abuela ya no
estaba y todavía retumbaban en mis
oídos las risas de mi
hermano, entonces pensé que no
permitiría que mi hermano me
siguiese llamando bebe profesional
y no dejaría que todos se riesen de
mi, estaba segura de que había un
fantasma y lo demostraría.
Me levante, cogí una linterna y me
detuve ante la aterradora
puerta, tomé aire y sin pensarlo la
abrí. Enfoque con mi linterna la
15. Estaba decida a demostrar que había
fantasmas, volví a tomar aire, y
puse un pie en el primer
escalón, que como era de esperar
crujió bajo mi peso. Un escalofrío
recorrió todo mi cuerpo.
Luego, despacio, subí los demás
peldaños, hasta llegar a la parte
superior de la habitación negra.
Allí, el llanto era más fuerte y yo
estaba temblando de miedo.
Encogida esperaba la aparición de
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17. ¿Por qué decían que iban a tirar los
pantalones y volvían con ellos
puestos?
¿Por qué era negra esa habitación?
¿Qué eran esos ruidos?
¿Qué me ocurrio?