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¿Qué fue de la Revolución Sandinista?



                                                                             Oscar Wingartz Plata
                                                                            Facultad de Filosofía
                                                                                     UAQ



                                                 No podemos atender la liberación nacional y social
                                                 al mismo tiempo. Sería muy difícil. Primero
                                                 debemos cubrir una etapa de independencia, de
                                                 liberación nacional, con profundo contenido
                                                 popular. Los cambios que estamos haciendo son
                                                 los que objetivamente podemos hacer.1


                                                                                 Tomás Borge Martínez




      I. Consideraciones previas


       Quiero agradecerle a los compañeros profesores de la UACM, la amable invitación
    que me hicieron para venir a comentar este trabajo sobre la Revolución nicaragüense
    que, dicho sea de paso, es un proceso que en este momento está pasando por una
    situación compleja y nada envidiable, entre otras razones, porque, se mantiene como
    en alguna ocasión lo comenté en un trabajo previo: “a mitad de camino”, que le da una
    imagen y un rostro, nada deseable. Otros dirán que está más que sepultada esta
    experiencia, pero, considero sumamente pertinente reflexionar sobre este proceso por
    las implicaciones que tuvo para nuestra América, al ser considerado una luz en el
    camino de la liberación continental. También se debe decir que, este proceso está en
    una fase de recomposición y reestructuración severa, y en extremo urgente, porque de
    ello depende su propia sobre vivencia.
       Por otro lado, el seguimiento que he hecho de esta revolución ya tiene una data
    prolongada, que se inicia desde sus primeras manifestaciones, allá por 1977, lo que ha

   Trabajo presentando en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, ciudad de México, junio del
2008.

   Doctor en Estudios Latinoamericanos por la UNAM. Profesor/investigador en la Facultad de Filosofía en la
 Universidad Autónoma de Querétaro.
 1
   Carlos Invernizzi Pisan, Sandinistas, Managua, Editorial Vanguardia, 1985. p. 48.


                                                    1
generado cercanía y adhesión. Algunos camaradas pueden decir que eso es
incorrecto, porque, uno debe mantener esa “pertinente distancia” respecto del objeto de
estudio, para ser lo más “objetivo” posible. Bueno, eso dicen los “puritas”, pero,
considero, que eso es, más bien, una cortada ideológica más, para no involucrarse
social y teóricamente con el conocimiento generado. También hay que decir que, no se
pretenden hacer “revelaciones atronadoras”, ni excederse en la exposición, sino, más
bien, dar una idea general de este proceso de manera ponderada e ir haciendo las
matizaciones pertinentes. Porque en repetidas ocasiones uno se ve tentando a decir
cosas que, objetivamente, no fueron como uno quisiera exponerlas. En este sentido, lo
que se desea es desarrollar un análisis equilibrado sobre este proceso desde diversos
ángulos, sin llegar a los extremos.
     Otro punto que debe ser consignado, es que, la realidad nicaragüense de la
Revolución al presente se ha movido de manera vertiginosa, esto quiere decir, que en
muchos sentidos, ha cambiado enormemente el espectro socio-político e histórico, que
pareciera que estamos ante realidades totalmente diferentes; sólo, y, a manera de
ejemplo, planteo lo siguiente, si ustedes van a Nicaragua hoy, verán un panorama
social, político e ideológico realmente contrastante, por no decir, contradictorio, por los
avatares histórico y sociales que ha vivido este país, y que es complejo definirlo o
ubicarlo de golpe. A este cuadro le debemos añadir, el cambio de escenario
internacional, que va de la llamada “caída del socialismo real” y el “fin de la Guerra fría”
al “ascenso del neoliberalismo y su consolidación con la globalización. Es decir, la
realidad nicaragüense muestra de manera muy clara, los avatares del tiempo y los
cambios de época.
   En estas consideraciones que se vienen haciendo, también, se debe decir que, la
situación política de Nicaragua es para Kafka, porque, en menos de veinte años, ha
habido una serie de cambios, retrueques, componendas, “arreglos”, y como diría
Sergio Ramírez, ex presidente de la República durante el periodo revolucionario, una
serie de “coimas” de todo tipo, que hacen del asunto político nicaragüense, una tarea
en extremo intrincada y difícil de asir.
   Una cuestión debe estar presente en todo momento al analizar este proceso, es la
historia pasada y presente de Nicaragua. Esto lo afirmo, porque, en muchos sentidos,
nos vemos seducidos a “analizar” nuestros procesos sin una previa visualización, es
decir, debemos contextualizar nuestros procesos para obtener respuestas más claras y
precisas; y para el caso que estamos comentando, es absolutamente indispensable.
Este asunto se puede mostrar de la siguiente forma, y lo vamos a formular a manera de


                                            2
pregunta: ¿qué ha sido de Nicaragua después de su revolución? Pregunta harto
compleja, por la manera en que se ha movido la historia nicaragüense en las dos
últimas décadas. Esta es parte de la discusión en relación con esta realidad, y más, si
deseamos hacer un juicio sobre su historia reciente.
   Uno de los rasgos más agudos y crudos de la historia reciente de Nicaragua fue la
manera como concluyó el llamado “movimiento de masas”, como también se le
denominó al proceso revolucionario. Adelantándonos en la reflexión se debe decir que,
la Revolución “terminó” de manera abrupta y tajante, porque en términos muy
concretos no hubo lo que llamaríamos “una fase estricta de transición” o “un periodo de
cambio o reacomodo”, sino, que todo fue vertiginoso, es decir, cae el sandinismo, y con
él, gran parte del proceso revolucionario, con todo lo que ello implicó en el orden social,
político, ideológico y cultural. Esto se puede mostrar de manera gráfica en términos
pugilísticos, como si estuviéramos viendo una pelea de box donde viene un: “cruzado
de derecha a la mandíbula, y knock out, fulminante”. Parece duro, y lo fue. No hubo
nada quehacer, si no tratar de asimilar “el cruzado de derecha”.


  II. Cambio de signo y de época


   En esta parte de la exposición deseo mostrar una las vertientes de esta revolución
que no se ha abordado del todo por considerarla “poco relevante”, esta vertiente la
podemos ubicar en el orden de la subjetividad, que considero es la parte más ruda de
toda esta experiencia, por los saldos que dejó en la conciencia y en el ánimo de la
población en su conjunto. Un eminente psicólogo y teólogo nicaragüense José María
Vigil que acompañó consecuente y generosamente el camino seguido por esta
revolución, al final de esa noche aciaga de las elecciones la presentó de la siguiente
forma. Me voy a permitir citarlo in extenso:


            La noche del 25 de febrero de 1990, al compás del recuento de los
            resultados electorales, supuso un “shok” para toda Nicaragua. La
            noche de aquel día pareció ser la noche de los tiempos.
            Amaneceríamos, desvelados, a un día nuevo, que despedía el
            aroma desconcertante de su incerteza, su rara novedad. Managua
            entera y toda Nicaragua exteriorizaron su extrañeza. No hubo
            celebraciones de la victoria electoral. Nadie salió a la calle. Un
            silencio elocuente cubrió sus calles desiertas. Todos nos hacíamos



                                               3
las mismas preguntas: ¿qué va a pasar?, ¿se acabó la
              revolución?,   ¿continuará?,     ¿”aquí   no    ha   pasado    nada”?,
              ¿entramos en una etapa nueva? […] Aunque los primeros análisis
              que se hicieron –intentando digerir la novedad de la situación- que
              “la revolución sigue”, que “sólo ha cambiado el gobierno”, que
              ahora vamos a pasar a “gobernar desde abajo” (o sea: “se ha
              perdido el gobierno, no el poder [popular]”), la verdad es que
              pronto nos daríamos cuenta de que la derrota electoral, la pérdida
              de las elecciones iba a comportar el desmoronamiento de muchas
              realidades. Y, al socaire de la sorpresa doméstica, en Nicaragua
              nos fuimos haciendo a la idea de que también en todo el mundo
              las cosas habían cambiando profundamente. 2


      En ese contexto, se levantaron las siguientes consignas que calaron hondo en la
conciencia y en el ánimo de los que habían perdido, entre otras: “Se acabó la era de los
bloques: hemos llegado a un mundo unipolar, sin contrincante”; “Se acabó el ciclo de
las revoluciones antiimperialistas. Hay que convivir con el imperio. Ya no tiene sentido
hablar de “imperio”, ni de “imperialismo”; “Se desmoronó el socialismo real. No hay
alternativa al capitalismo. Fuera del capitalismo no hay salvación”; “Triunfó el
capitalismo, en el neoliberalismo. Es el único que produce riqueza. Es el que va a
salvar al mundo por el tradicional “efecto cascada”, que primero exige un tiempo de
almacenamiento de riqueza “arriba”, antes de que rebose y se derrame hacia abajo…”
Como expresaba José María Vigil: “No era sólo Nicaragua; era todo el mundo el que
giraba a la derecha, olvida la memoria y quemaba las utopías. La atmósfera se hacía
irrespirable para todos los que estábamos acostumbrados a un determinado mundo […]
transformación de la historia, soberanía nacional, antiimperialismo, liberación de los
pobres, revolución…3 Ante este panorama los datos se constituyen en un ingrediente
todavía más complejo de asimilar y digerir. Propongo algunos elementos que dieron la
nota de la caída de la revolución y su impacto en la conciencia social.
     Con el cambio de gobierno, la entonces presidenta Violeta Barrios viuda de
Chamarro hizo el anuncio de la reducción sustancial del Ejército Popular Sandinista,
que en ese momento era de 100 000 efectivos, una enorme carga fiscal para un
gobierno que en términos objetivos estuvo durante todo el periodo revolucionario en
permanente estado de guerra, el anuncio era bajar hasta un 45% sus efectivos en seis
2
   José María Vigil, Aunque sea de noche. La “hora espiritual” de América Latina en los 90, Nicaragua,
Editorial Envío, 1996. pp. 12-13.
3
  Ibíd., p. 15.


                                                 4
meses, es decir, dejar en el desempleo a más de 45 000 soldados, lo que generó una
pérdida, no sólo de salario, sino, también significó el derrumbe de una determinada
visión del mundo, porque, el EPS se había constituido en una expresión emanada del
proceso revolucionario, es decir, fue una exigencia misma de la Revolución, con una
alta conciencia política y patriótica. En este cuadro, el Estado revolucionario se había
constituido en el “Estado-patrón”, porque, gestionaba en gran medida la economía
nacional, a la vez, que era, la única instancia que empleaba. Con el nuevo gobierno se
“adelgazaba” su aparato, y lanzó a la calle a otro tanto de la población
económicamente activa.
  Después de la derrota electoral se expresó algo que ya venía perfilándose al interior
del sandinismo, su propia fragmentación. La otrora solidez y fortaleza del FSLN, que
llegó a considerase en su momento una organización política con una enorme fuerza y
disciplina, que incluso se le temía por el poder que había adquirido, ahora se debilitaba
vertiginosamente, desde la cúpula hasta su base, algo sumamente grave, esto es, la
Dirección Nacional fue perdiendo el “brillo y resplandor” de sus años mozos, su solidez
programática, social, ideológica y ética cayeron estrepitosamente. La división interna no
pudo ser detenida, y más bien, se agravó, hasta llegar a la ruptura en un ambiente de
descalificaciones y agresiones mutuas que, rayaron en lo estrictamente personal. En
este orden, uno de los eventos que más dañaron a la Revolución fue la corrupción, y
particularmente, el “piñatazo”, donde todos los “miembros” del partido se “despacharon
una tajada” del aparato del Estado. Esto fue generalizado, desde el propio presidente
de la República hasta el empleado más modesto.
  La corrupción se hizo presente como una pandemia nunca antes vista en un proceso
revolucionario, que se había preciado de ser un modelo de ética, valores, generosidad
y utopía, todo esto se había sintetizado en el lema: “La construcción del hombre y
mujer nuevos”. El mayor daño infringido a esta revolución fue de orden moral, porque,
de un “plumazo”, se desdibujó su carácter humanista, que fue uno de sus estandartes y
consignas más expresivas y preclaras. José María Vigil en su momento desarrolló una
metáfora para tratar de explicar este derrumbe, y la mención como “La segunda
derrota”, e incluso hacía un paralelismo con “la segunda muerte” mencionada en el libro
del Apocalipsis, al decir, que la segunda muerte, es peor que la primera, y lo planteaba
así:


            La primera (muerte) fue la electoral, que no dejaba de ser una
            derrota –en algún sentido al menos- externa al individuo. La


                                           5
segunda derrota es la interior: interior a la persona, psicológica,
                    moral, espiritual; es una derrota sin ruido que acaece cuando un
                    militante en su corazón arroja la toalla y dice: “no puedo más, me
                    rindo”. En Nicaragua, primero fue el susto y el desconcierto, el no
                    poder dar crédito a la derrota electoral de la revolución. Después
                    fueron los lloros y la angustia. Luego la búsqueda de culpables.
                    Más tarde, la autoculpabilización. Finalmente, la desmovilización,
                    la   disgregación,   la   huida,   la   amargura…   Y     al   final,   la
                    “reinterpretación psicológica, para poder sobrevivir”.4


      Quiero apuntalar este planteamiento con un suceso que me tocó vivir en una ocasión
que viajaba de la ciudad de Estelí, la llamada “cuna de la Revolución”, a la capital
Managua: Iba en autobús, en el asiento de adelante estaba un capitán del EPS, muy
joven, me acerqué, y comencé a platicar con él, sobre todo, con la intención de que me
comentara sus puntos de vista sobre el proceso en marcha, la impresión que me dejó
nunca la voy a olvidar, porque, hubo un momento de la charla en que expresó su
desesperación, su enojo, su frustración. Una de las tantas cosas que intercambiamos
fue ¿de dónde venía?, porque se cuidaban mucho de comentar sus cosas; otra, que
había estado en el FSLN desde sus primeras manifestaciones como organización
político-militar, desde los 14 años, que le tocó junto con algunos amigos y vecinos
iniciar la insurrección final en Estelí contra la Guardia Nacional. Es decir, era un
combatiente fogueado, generoso, plenamente convencido de que la revolución era la
gran obra que iba a transformar a Nicaragua.
       Lo más dramático de este evento fue cuando incursionó en su valoración sobre la
revolución, en ese momento, no se contuvo, y de manera llana, contundente, con un
gesto de rabia, dijo: “Todo esto ya se lo llevó el carajo. Todo por lo que luchamos, todo
por lo que nos sacrificamos, no tuvo ningún sentido. Mis familiares, mis amigos, mis
vecinos, muertos; con una guerra de agresión y con la “contra” acechándonos
permanentemente. Todo esto se acabó. Tanto sacrificio, tantas penas, tantos muertos,
para nada”. Desde esta perspectiva Vigil concluye con un planteamiento que es
inquietante en extremo al decir:


                    Un vía crucis continental… Una avalancha de la derecha. Pero, (lo
                    más desconcertante), una avalancha y un vía crucis que proceden
                    “democráticamente”.       […] La democracia,     mal que sea la
4
    Ibíd., p. 24.


                                                       6
democracia formal, electoral, burguesa, se ha implantado en
                    prácticamente todo el Continente […] En este sentido, el
                    neoliberalismo no está siendo impuesto: está siendo elegido. Los
                    pobres votan neoliberal. […] ¿Cómo interpretar esta hora?5


       Esta es una dimensión inocultable, no sólo de esta revolución, que llevó hasta lo
último a un país, con tal de hacer efectivos sus postulados de justicia, fraternidad, amor
y generosidad, sino, de toda nuestra América.


      III. Una propuesta interpretativa


      Continuando con la exposición quiero plantear una propuesta interpretativa de esta
revolución y mostrar algunas de sus consecuencias, que desde mi punto de vista
requiere mayor estudio, tratamiento, análisis más cuidadoso. Entre otras razones,
porque, son contadas las ocasiones en que podemos ver en un mismo espacio una
enorme cantidad acontecimientos y fenómenos de diverso orden y rango, que no sólo
son teóricos o analíticos, sino, también, de orden vivencial. Porque, vivir y participar en
un proceso de la envergadura y magnitud de una revolución social y su fase posterior,
no es un dato menor, es un acontecimiento que en muchos sentidos nos rebasa y nos
coloca ante situaciones límite, como el preguntarse por el sentido mismo de la vida, de
la existencia.
       También es razonable, afirmar que, adentrarse en un intento como el que voy a
proponer puede y tiene implicaciones de diverso nivel, porque, no todos ven los
procesos y sus desenlaces desde el mismo ángulo o bajo las mismas coordenadas
teóricas, conceptuales, existenciales o de clase, es decir, ante un fenómeno de esta
magnitud, la pluralidad interpretativa se muestra como una condición necesaria del
mismo. Este dato es la conditio sine qua non de la misma historia. Esto es, el proceso
histórico se nutre, se alimenta de esta condición, porque, si no fuera de esa manera, la
historia misma sería plana, chata, sin mayor relevancia que lo acontecido. En este
orden, retomaría un planteamiento del maestro Adolfo Sánchez Vázquez sobre el
contenido que guarda la propia naturaleza del hombre y de la historia, al decir que: “El
hombre es igualmente un ser consciente, pero la conciencia que tiene de su actividad,
de sus productos y de las relaciones con los demás adopta formas histórico-concretas,
como las que adopta en el obrero cuando su trabajo reviste el carácter de trabajo

5
    Ibíd., p. 36.


                                                    7
enajenado, o en la conciencia ordinaria que, en la sociedad enajenada, sólo puede ver
al hombre como creación divina”.6
    Esta afirmación está en absoluta concordancia con lo que se viene comentando, en
cuanto que, nosotros mismos somos producto de esas formas histórico-concretas que
nos definen e identifican, pero, a su vez, esto tiene su contrapartida en el sentido de
que esas formas pueden llegar a cobrar un carácter enajenante y mistificador, como el
considerar que, no hay más historia o más interpretación de la misma, que a partir, de
un solo y único modelo o patrón interpretativo, como fue el caso de la concepción
occidentalizante impuesta por Hegel, y voy a parafrasear a Leopoldo Zea sobre este
punto al decir que: “Los únicos pueblos que merecen ser sujetos de la historia, son
aquellos que han llegado a la cumbre de su autorreflexión como sociedades, es decir,
todos aquellos que tienen filosofía propia. Los demás son objetos de la naturaleza,
simple y llanamente”.7 He propuestos estos elementos, porque, considero nos ubica
con mayor cuidado ante el fenómeno que deseamos exponer, sin caer en excesos,
estridencias, ni mistificaciones; y más, si tomamos en cuenta que tiene cierta cercanía
con nuestro propio tiempo cronológico. En consecuencia, se puede afirmar que: la
historia reciente de Nicaragua, es de esos casos excepcionales que se pueden
analizar, reflexionar y profundizar a partir de sí misma por los avatares que la
conformaron y la están conformando.
    Estos avatares los podemos ir exponiendo de manera muy precisa como: el haber
pasado de una prolongada dictadura militar, con características cuasi hereditarias,
donde una de sus notas centrales fue la llamada “gobernabilidad de hacienda”, esto es,
“el señor o patrón” era dueño de vida y muerte, sin mayores restricciones que su propia
conducta; de ahí, a una insurrección popular que se constituye en una revolución social
con un claro contenido de clase, o pretendiendo que fuera así. Continuando con una
contrarrevolución, auspiciada, patrocinada, financiada y atizada por un personaje que
por fortuna ya salió de la escena histórica, me estoy refiriendo, al fanático, tenebroso,
ignorante y maniaco Ronald Reagan, que significó para Nicaragua un desgaste y una
sangría impresionante, no sólo en términos humanos, sino, también materiales, hasta
el punto en que, la Revolución terminó por rendirse; dentro de este somero recuento,
“un traspaso” de poder, vía unas elecciones presidenciales inéditas, en cuanto que, se
llegó al poder por las armas, y por la vía electoral se entrega ese poder obtenido en la
lucha popular.
6
  Adolfo Sánchez Vázquez, El joven Marx. Los manuscritos de 1844, México, FFyL/UNAM/Ediciones La
Jornada/Ediciones Itaca, 2003. p. 246.
7
  Leopoldo Zea, Discurso desde la marginación y la barbarie, Barcelona, Editorial Anthropos, 1988. p. 226.


                                                   8
Como ya se ha comentando, la Revolución nicaragüense se fue desarrollando en un
complejo y abigarrado contexto, por el número de acontecimientos que se fueron dando
en y en torno a ella. Uno de los eventos centrales fue la participación e intervención
nada velada de los Estados Unidos, no sólo en Nicaragua, sino en toda la región
centroamericana, donde se actuación definió de forma sustancial                   el rumbo de los
acontecimientos en contra de la Revolución y sus posibles desenlaces. En este sentido,
se debe decir que, las políticas en su carácter global, y específicamente, en el orden
regional, implementadas por Estados Unidos siempre han estado y estarán en
consonancia con su concepción geopolítica, y por la función estratégica que cobra o
puede cobrar para sus intereses.
    En este orden, podemos decir que el Gobierno norteamericano ha actuado y actúa
como verdadero hampón internacional, al no respetar el derecho internacional y sus
leyes respectivas, casos concretos: Nicaragua e Irak. Porque, a pesar de la sanción
impuesta por la Corte Internacional de La Haya, en el litigio que tuvo con Nicaragua, y
solicitándole las reparaciones de guerra correspondientes, ¿que hizo el gobierno
norteamericano? “Hacerse el ofendido”, y declararse en “rebeldía”, porque consideraba
que se habían “lesionado sus legítimos intereses”. ¡Esta es una clara muestra del
cinismo y la desvergüenza más increíble!
    Una idea que complementa esta puntualización va en el sentido de que, no es nada
sencillo conjugar soberanía con imposición, aspiraciones con ambiciones geopolíticas,
derecho a la autonomía versus intervensionismo. Aquí cabe muy bien una cita explícita
y contundente de Heinz Dieterich que dicho sea de paso, puede aplicarse
perfectamente al gobierno panista y su presidente:


              El análisis riguroso de nuestras sociedades […] presenta una
              radiografía del proceso histórico de los últimos setenta años, que
              nos permite entender las grandes líneas del desarrollo futuro de la
              sociedad mundial [en nuestro caso, regional] y de sus mayorías
              martirizadas. Estas mayorías no tienen nada que esperar del
              capitalismo, que las ha excluido guante doscientos años y las
              excluirá hasta el resto de su vida, porque el capitalismo es, por
              naturaleza, elitista.8




8
 Noah Chomsky y Heinz Stefan Dieterich, Los Vencedores. Una ironía de la vida, México, Joaquín Mortiz,
1997. p. 9.


                                                 9
Es decir, la geopolítica norteamericana se vio fuertemente cuestionada con el triunfo
de la Revolución nicaragüense, que sin temor a exagerar se constituyó en la prioridad
del gobierno reaganiano a escala mundial. Este evento modificó en muchos sentidos su
política hacia el continente, entre otros aspectos, porque les impuso retomar “el control”
sobre el área centroamericana, porque sus coordenadas políticas, estratégicas e
ideológicas, al menos, durante esta coyuntura los había puesto a la defensiva, sobre
todo, en el nivel diplomático. Por cierto, la definición que le merecía Centroamérica y el
Caribe era de: “una región con problemas y situaciones de bajo perfil”, fácilmente
manejables para los intereses norteamericanos.
      El amplio espectro que fue la Revolución sandinista, la política norteamericana en
términos generales se mostró errática y contradictoria, por la emergencia de una serie
de factores “impredecibles” a escala internacional. Ante esta situación, y a fin de
“recuperar la iniciativa político-ideológica y diplomática”, perdida desde el gobierno de
James Carter se impulsó una doble línea de acción: a) La defensa de los derechos
humanos y b) La promoción de los procesos de democratización en América Latina,
con el objetivo primordial de garantizar la estabilidad regional y poner a “salvo sus
intereses”. Ante el inminente derrumbe de la dictadura somocista, la “salida lógica” era
la negociación entre la burguesía y la dictadura con el propósito explícito de cerrarle el
paso al movimiento popular encabezado por su vanguardia político-militar, el FSLN. El
resultado de estas “maniobras” era predecible, un rotundo fracaso, entre otras razones,
porque, el mismo Anastasio Somoza se negó sistemáticamente a pactar con la
“oposición”.9 El final de esta coyuntura fue el triunfo del movimiento revolucionario; la
respuesta por parte de Estados Unidos se dio al reintegrar los aspectos estratégicos y
de seguridad militar en el manejo de las relaciones diplomáticas y del intercambio
económico.
      En este esquema, los elementos de orden militar fueron adquiriendo mayor peso y
relevancia, no sólo para Nicaragua, sino, para toda el área. Se trataba de definir y
asegurar los mecanismos básicos que sirvieran para la estabilización económica y
política de la región, como ya se ha mencionado, incluso al precio que fuera necesario
pagar. Con esto, se trataba de recuperar la hegemonía perdida durante los años de “la
distensión y la “Guerra fría”, a su vez, se “pretendía contener” y “enfrentar el avance del
expansionismo soviético en la región”. Estos elementos, en sentido estricto, se
constituyeron en los fundamentos de la política exterior global del gobierno reaganiano.
La interpretación que hacía el gobierno norteamericano de este suceso, era “ir puliendo
9
    Jorge Castañeda, “¿Qué hacemos en Centroamérica?”, en Nexos, México, octubre, N° 94, 1985. p. 21.


                                                   10
la ofensiva contra Nicaragua y El Salvador”. Esto estaba enmarcado en el famoso
Documento de Santa Fe10, que se convirtió en la guía y la matriz ideológica de la
política estadounidense, y que tenía su definición más acabada en la “Doctrina de
Contención al Comunismo”, donde pretendían hacer ver esta conflagración como un
enfrentamiento entre el este y el oeste, lo cual, y a todas luces era una pantalla y una
farsa ideológica más del gobierno norteamericano, con la intención explícita de cerrarle
el paso, a los movimientos populares y de liberación nacional que estaban surgiendo
en la América Latina.
     Un aspecto relevante de esta “estrategia” fue poner en práctica la “regionalización
restringida de la crisis”, o también llamada: “Centroamericanización del Conflicto”,
donde Nicaragua y El Salvador eran vistos por igual; y se proponía una solución militar
simultánea para ambos países. La centroamericanización del conflicto tuvo como
consecuencia directa, el incremento de la ayuda y asesoría militar a los “regimenes
amigos”: Guatemala, El Salvador, Honduras y Costa Rica. Otra consecuencia fue
revivir el CONDECA (Consejo de Defensa Centroamericana), organismo ideado y
ejecutado por Estados Unidos, donde el propósito fundamental era, en caso de
emergencia, convocar a los países del área para que intervinieran militarmente en
cualquiera de las naciones, sin más, trámite que, “salvaguardar la integridad regional”.
Ahora bien, el resultado final de esa política fue la intensificación de la agresiones
contra los países considerados enemigos y hostiles, mediante la ejecución de acciones
encubiertas, de desestabilización y con conatos de invasión directa. 11 Estos son
algunos de los elementos que fueron el telón de fondo, de esta historia, que como
muchas otras, han tenido un desenlace tormentoso y desgarrador.


     IV. ¿Queda algo de la esperanza?


      En esta parte propongo una serie de reflexiones que intentan ser un aporte a la
comprensión del proceso, de entrada se debe decir que, en muchos aspectos se
presenta como confuso, contradictorio, inasible y paradójico. Al respecto hay una
afirmación de Sergio Ramírez que decía:


              … una de las herencias indelebles de la Revolución, más allá de
              los espejismos ideológicos que entonces nos deslumbraron, de los
10
   “Estados Unidos”, en Cuadernos Semestrales. Perspectiva Latinoamericana, México, CIDE, N° 9, Primer
Semestre, 1981.
11
   Luis Maira, La política de Reagan y la crisis centroamericana, San José, EDUCA, 1982.


                                                11
excesos burocráticos y de las carencias del marxismo practicante,
              de las inexperiencias y de las improvisaciones, de las poses, las
              imitaciones y la retórica. Los pobres siguen siendo la huella
              humanista del proyecto que se fue despedazando por el camino,
              en su viaje desde las catacumbas hasta la pérdida del poder y la
              catástrofe ética; un sentimiento soterrado y postergado, pero vivo y
              a la espera de expresarse nuevamente.12


      Para amplios sectores de la sociedad nicaragüense, la Revolución significó una
esperanza, un acercamiento, un intento de ver cumplidas sus aspiraciones y sus
sueños de igualdad y justicia. Esta aspiración como muchas otras, siempre van
acompañadas de sus costos históricos y sociales, y para el caso que estamos tratando,
significó embarcarse en una experiencia que tuvo una fuerte dosis de paradojas o
contradicciones flagrantes. Una de ellas, fueron las declaraciones que hiciera en su
momento Daniel Ortega al inicio de su campaña electoral en 1997 en Puerto Cabezas,
en el Caribe nicaragüense, al afirmar que: “La Revolución no tenía viabilidad”. Esta
declaración era para infartarse.
     Por otra parte, hay que decir que, la Revolución transformó de manera consecuente,
a muchos de los protagonistas, en su forma de ver el mundo, su país, su propia vida, al
tratar de crear la identidad y la dignidad nacionales, dándole un contenido nuevo y
diferente al pueblo y la lucha liberación nacional. Esto se había perdido, por efecto de
una prolongada dictadura, que los había envilecido y despojado de esos valores. Se
pretendió forjar una nueva generación de hombres y mujeres que se entregaran a esta
experiencia de manera plena, y a la que, le apostaron todo.
     A la vuelta de una década, la Revolución entregaba el poder, y con la entrega del
poder, se iniciaba una nueva etapa de esta historia, lo que algunos han llamado: “La
noche de la involución o el retroceso de la historia”, entre otros aspectos, dejaba una
secuela impresionante de heridas materiales, sociales y espirituales, de pobreza,
marginación y confrontación ideológica, que todavía está presente en la sociedad
nicaragüense. La desilusión y el desencanto más profundo que vivó la generación que
participó en la Revolución fue que ella misma habiendo tomado el poder, trató de crear
un orden nuevo, buscó por todos los medios a su alcance la materialización de esos
anhelos y proyectos, donde la población los viviera como suyos, como frutos y logros
del llamado “pueblo revolucionario”, “artífice de su liberación”.
12
  Sergio Ramírez, Adiós Muchachos. Una memoria de la Revolución sandinista, México, Editorial Aguilar,
1999. p. 225.


                                                12
Con el paso de los años, cayeron en la cuenta de que no era posible, o sólo a
medias, lo que había soñado, el hacer concretas las promesas de justicia a los pobres
y oprimidos. Esta es quizás, una de las lecciones más impactantes de esta Revolución,
y otras que han pasado inadvertidas, así, como otras promesas más que exigen su real
y cabal cumplimiento. En relación con este punto, cabe de manera muy precisa una
afirmación de Marx que cobra la fuerza de una ley histórica al decir que: “La humanidad
se propone siempre y únicamente los objetivos que puede alcanzar, pues, bien vistas
las cosas, siempre esos objetivos, o por lo menos, se están gestando, las condiciones
materiales para su realización”.13
     Un punto que es fundamental en estas consideraciones es que, ni la sola conciencia,
ni el ánimo, ni la sola voluntad pueden suplantar o anular las condiciones materiales de
existencia de una sociedad. Se requiere de logros tangibles, concretos, claros, porque
de lo contrario, se va desgastando el empuje y la energía de los actores sociales. La
sola retórica no es suficiente, por muy brillante que sea.
      En consecuencia, se puede decir que la Revolución sandinista, y con ella, el
sandinismo en su conjunto entraron en crisis mucho antes de la pérdida del poder. Esta
historia ha tenido claro-oscuros, indefiniciones y bandazos muy marcados y virulentos,
sobre todo, para los sectores sociales que fueron considerados su base social. Esta
crisis se ha visto abonada por una serie de incidentes y coyunturas que, en definitiva,
significaron la derrota electoral y la perdida del poder, así como el consiguiente
colapso. Todos estos acontecimientos han significado para la Revolución, ir otorgando
espacios a la llamada restauración conservadora, lo que ha implicado rupturas y
desencuentros dolorosos y profundos para el sandinismo y el movimiento popular. En
este tenor hay un planteamiento que es contundente:


               La extrema derecha se había beneficiado políticamente de las
               medidas económicas tan impopulares, y es el sandinismo quien
               está pagando el costo político más alto en los sectores populares,
               y con ello ir perdiendo base social, aunque continúe siendo el
               principal partido político en Nicaragua. La mayoría de la población
               expresa no tener opción política definida, se ha transformado en
               indecisa, puede votar por cualquiera. Los indecisos son el objetivo
               político de la derecha. Los tecnócratas son los que han
               “desrevolucionado”     al país, acabando         con el paternalismo

 Karl Marx y Frederich Engels, “Prólogo de la Contribución a la Crítica de la Economía Política”, en Obras
13

Escogidas, Madrid, Editorial Fundamentos, 1997. p. 373. T. I.


                                                  13
gubernamental de antaño, sin mucha retórica, de esa manera
                prepararon sin pretenderlo, el regreso al pasado somocista.14


     A partir de estas rupturas, mucha de su base ha tenido la sensación de abandono y
orfandad; y de ahí un sentimiento de desesperanza, que tiene que ser superado; y a
partir de eso, rehacer el camino, empezando por la recuperación y rearticulación de las
promesas dejadas o aplazadas durante esta travesía. Algunos de los factores que
confluyeron para que se generara esta crisis fueron: a) el derrumbe del campo
socialista, el rompimiento ideológico del marxismo, esto es, la pérdida de horizonte
histórico, lo que también significa, la pérdida de la weltanschaung, y con ella, la ruptura
de las coordenadas socio-históricas en las que se había estructurado el movimiento
revolucionario; b) la reestructuración del capitalismo a escala mundial –asentada en el
supuesto- modelo único de desarrollo económico-social, y en la generación de la
riqueza, todo esto expresado en el neoliberalismo. Es decir, la batalla en términos
económicos y estratégicos fue perdida en esta fase por el campo socialista, y con él
arrastró a todos los países que, de una forma u otra se inscribían en dicho campo.
      Por otra parte, esto generó en ciertos sectores del sandinismo incapacidad e
imposibilidad para rearticularse en función de las nuevas exigencias históricas y
sociales. Esto en términos muy concretos ha significado un bregar a contracorriente al
interior del movimiento revolucionario, sobre todo, para los sectores más críticos del
propio sandinismo, que los dejó desarmados, sin ánimo, ni ideales para retomar la
lucha social.
     En este recuento que se viene haciendo, hay un factor que ha pesado de manera
determinante en el sesgo que han tomado los acontecimientos, es la “avalancha
neoliberal”, que ha arrasado con todo lo que se le ha puesto a su paso. No es fortuito,
ni casual que muchos de los movimientos de liberación nacional o social, así como, sus
posibilidades de reestructuración, resurgimiento o recomposición, al menos en nuestro
contexto, le hayan paso a una serie de “estrategias”, que más bien, se han expresado
como retrocesos; y en algunos casos, como estruendosas claudicaciones, caso
concreto, El Salvador. Esto también, puede ser visto como involuciones difícilmente
reversibles; esto, sólo será posible, hasta que venga una nueva oleada que levante
valores, objetivos y programas renovados y alternativos capaces de superar la actual
fase histórica que se muestra como de estancamiento y confusión.

14
  Óscar Wingartz Plata, Nicaragua ante su historia (¿Esperanza o frustración?), México, Universidad
Autónoma de Querétaro, 2003. p. 155. Serie Humanidades.


                                                14
Ante este cuadro, hay que decir que, el FSLN sacrificó puntos importantes de su
programa histórico en nombre del “realismo político y económico” que benefició a unos
cuantos miembros del partido, después de la perdida de la elecciones, para mantener
los beneficios económicos individuales de algunos los principales dirigentes, éstos
influyeron en el partido para que no se hiciera ninguna reivindicación social y política
que pudiera ser considerada radical. La tendencia de los dirigentes, fue poder llegara
establecer mayores puntos de coincidencia con la recién clase política llegada al poder.
No sólo perjudicaron al partido al amasar propiedades, sino, también por seguir en
puestos de mando ante el desprestigio moral y ético que le habían causado a la
población por su inconsistencia política y personal.
     Con la restauración conservadora en marcha, ello ha implicado una serie de
cuestionamientos críticos y agudos para los sectores progresistas de diverso cuño a
nivel continental, entre ellos el propio FSLN, que ha tenido que plantearse seria y
profundamente: ¿cuál debe ser su proceder como organización política en los diversos
niveles y escenarios? Sobre este punto expongo lo siguiente:


            Para que se de el resurgimiento del FSLN, como alternativa de
            futuro, son necesarios los relevos y cambios en la dirección
            política, con el objetivo de recuperar la confianza perdida de sus
            bases y para modernizar su funcionamiento. Las razones
            principales que se plantean para realizar un relevo generacional,
            así   como   los   cambios   en   la   dirección   política   son:   La
            responsabilidad de ciertos dirigentes políticos, en diferentes
            posiciones y cargos, a quienes se les considera partícipes del
            deterioro moral y ético. Por eso amplios sectores de la sociedad
            nicaragüense reclaman el surgimiento de una nueva dirección
            política dentro del FSLN, que luche por sanear la vida pública y
            partidaria, que ataque las desigualdades sociales, que proponga
            nuevas formas de lucha […] Dirigentes que se distinguieron por ser
            implacables a la hora de cualquier crítica que se hiciera en la
            década anterior, ahora se muestran condescendientes con
            personas ligadas a los abusos del periodo de transición. […] Otro
            de los problemas que más ha dañado al FSLN, hasta llevarlo a una
            situación de inmovilismo y falta de iniciativa, es haberse alejado de
            los problemas sociales. […] Los dirigentes políticos no quieren
            comprender las voces de la calle. Dejaron que se impusiera como



                                              15
vencedor, un modelo económico, que se ha revelado, en otros
               países, como ilusorio para resolver profundos problemas sociales,
               como los de Nicaragua.15


       En la actual coyuntura, se le plantea una prioridad ineludible e insoslayable, la
recuperación de los principios que le dieron origen y fundamento al movimiento
revolucionario, entre otros: la igualdad, la solidaridad, la justicia, la búsqueda de
equidad. Es en este punto donde la izquierda, si es que se puede hablar en esos
términos, lo que requiere entre otros elementos, de un proyecto político-social de largo
aliento que articule y lleve adelante las propuestas de renovación y transformación
social, siempre prometidas, y siempre medio cumplidas, o de plano incumplidas. En
estas consideraciones cabe el planteamiento que hacía Ruy Mauro Marini al decir que:
“… la lucha por la democracia, es la lucha contra la dominación y la explotación de
muchos, por unos cuantos, es la lucha por un orden social que tienda a la justicia y a la
igualdad, es en suma […] la lucha por el socialismo sin adjetivos”.16 Lo que se desea
enfatizares que, la lucha por la democracia, o más, la lucha por la consolidación
democrática, todavía tiene un trecho muy largo que cumplir entre nosotros. Sobre todo,
si tomamos en cuenta que, su implementación o puesta en práctica no pasa por una
concepción unívoca, o que se constituya por su sola mención en una idea y en una
práctica “universalmente” aceptada y puesta en acto en cualquier tiempo y lugar de la
misma forma.
     Esto es, su noción y práctica, no tiene una sola y exclusiva dirección, ni siquiera en el
orden semántico, Edelberto Torres-Rivas en relación con este punto afirmaba: “La
transición se así puede hablarse, constituye en consecuencia un largo procesos de
luchas que se exacerban desde 1975-77, y significaron enfrentamientos armados,
violencia estatal, así como respuestas populares de diverso alcance […] La guerra civil
se convirtió en una de las modalidades de la transición a la democracia. La victoria del
sandinismo es parte de esa búsqueda”.17 Para el caso nicaragüense, a estas alturas de
la historia, se ha pretendido crear un “nuevo pacto social”, partiendo de una perspectiva
diametralmente opuesta, a la que trató de instaurar la Revolución, este es, quitarle
peso político, social, económico e ideológico a las organizaciones sociales de diverso
cuño y rango; y de ahí instaurar el poder de la derecha sin contrapesos, ni conflictos, ni
15
   Ibíd., pp. 157-158.
16
   Ruy Mauro Marini, América Latina: Democracia e integración, Caracas, Nueva Sociedad, 1993. p. 12.
17
   Edelberto Torres-Rivas, “Centroamérica: La transición autoritaria hacia la democracia”, en Los Sistemas
Políticos en América Latina. Teoría y Práctica, México, Editorial Siglo XXI/UNU, 1992. p 353. Biblioteca
América Latina.


                                                  16
oposiciones. Este ha sido, uno de los saldos más amargos de esta revolución, la
reinstauración del neosomocismo en la persona de los tecnócratas, que se quieren
hacer pasar por “modernizadores”, y apelar, a una noción de “ciudadano” en abstracto,
donde la organización social y popular es vista como una reminiscencia del pasado, por
considerarla obsoleta, inoperante, violenta y autoritaria.
  Otro de los saldos han sido “las alianzas” que se han pactado entre el gobierno y la
dirección sandinista, y ha dado como resultado: la atomización, la desmoralización y el
desmantelamiento de la lucha social, así como la imposición de una correlación de
fuerzas francamente desfavorable para el movimiento popular. Por ello, y retomando lo
que en líneas más arriba se mencionaba, sin principios claros e incaudicables, como la
dimensión ética en el quehacer político, es muy complejo impulsar un proyecto social
de gran envergadura y profundidad histórica. Esto quiere decir, en términos muy
concretos, rehacer el camino con propósitos y fines claros, que no sognifique
imposiciones, ni panfletarismo, ni pura retórica como instrumento privilegiado de lucha,
o activismo frenético, es ir creando las condiciones y las bases orgánicas de un
movimiento social de largo aliento, con propuesta sólida y seria, que articule la
dimensión ética con la política, buscando siempre, la superación de las contradicciones
históricas; y así lograr el sueño más anhelado: la construcción de una sociedad
cualitativamente diferente. El reflujo político, social e ideológico, no es, o no debe ser
visto como el abandono de la tradición de lucha de nuestros pueblos, sino, más bien,
como el reacomodo a la coyuntura y al momento que se está viviendo.
   El sandinismo necesita sanearse, remozarse, hacerse viable y creíble. Los pobres
necesitan una nueva esperanza, sin los escollos y los errores del pasado, y con una
nueva dirigencia congruente y rectificadora, que no renuncie a sus principios, con el
objetivo de establecer un nuevo consenso social para transformarse una real y efectiva
opción para las mayorías. Así se encuentra el sandinismo, ante una situación
profundamente contradictoria. Factores sociales (el deterioro del nivel de vida de la
población) crean la posibilidad de una victoria electoral del FSLN (como ya sucedió en
las últimas elecciones); sin embargo, hay factores políticos (la falta de renovación de su
dirección política), y factores ético-morales excluyen la posibilidad de que remonte
como una real opción político-social que reconfigure la situación de abandono y
empobreciendo que vive actualmente Nicaragua. Óscar René Vargas, un crítico
despiadado del sandinismo expresó las siguientes consideraciones sobre la situación
que vivía Nicaragua después de dos derrotas electorales consecutivas, y que
mostraban la tónica en la cual estaba hundido el FSLN al decir que de:


                                            17
Mantener la política pendular del pasado, sólo ha llevado a varias
              derrotas en el campo electoral y en el terreno de los movimientos
              sociales, más la sustentación de métodos anticuados para
              solucionar las diferencias (autoritarismo, verticalismo, “pureza
              revolucionaria”, exclusión de los cuadros que no piensan igual,
              etc.), ha renovado la desconfianza de la población sandinista y no
              sandinista sobre la capacidad política de la dirección sandinista
              para dar respuesta de consenso a las nuevas condiciones del país.
              […] Si la nueva coyuntura no origina un ascenso social ni una
              victoria de las fuerzas progresistas, entonces, Nicaragua va a
              retroceder a las condiciones políticas de finales de los años treinta
              y principios de los cuarenta. Si todo lo anterior se mantiene,
              entonces,    la   sociedad     nicaragüense,     inevitablemente    se
              degradará, y el retroceso y la descomposición social generalizada
              pueden poner, nuevamente, la violencia política a la orden del día
              como el único medio para hacer las correcciones necesarias.18


     Por esto, insisto en la necesidad y la urgencia de estudiar con mayor rigor, cuidado y
profundidad nuestros procesos, porque el momento que estamos atravesando, así lo
exige y lo demanda, sobre todo, para no caer en espejismos, falsas ilusiones, y lo más
doloroso, luchar de manera desigual y a contracorriente, que no es otra cosa que,
caminar contra la esperanza y contra flujo de las expectativas sociales. Por ello es
pertinente recordar el siguiente planteamiento, no con ánimo de mediatizarnos, sino, de
recuperar la iniciativa, y actuar con mayor fuerza y lucidez, dice: “En un ambiente de
desmoralización política, social y espiritual, y de decadencia moral, bajo las actuales
circunstancias históricas, las fuerzas populares y progresistas no deben provocar un
enfrentamiento con la derecha, y menos en esta coyuntura donde la correlación de
fuerzas le es desfavorable, sobre todo, tomando en cuenta que se está viviendo el
ascenso de la reacción”.19
     Concluyo esta exposición proponiendo una síntesis de esta historia, que de ninguna
forma puede ser vista como la negación de todo, sino, como un momento de la
dialéctica histórica reciente de nuestra América con sus avances, retrocesos y
contradicciones. También hay que decir que no es tarea fácil recuperar la iniciativa,

18
   Óscar René Vargas, “Desconfianza renovada y soluciones a la antigua”, en El Nuevo Diario, Managua,
28-V-1994.
19
   Óscar Wingartz Plata, op. cit., p. 27.


                                                18
sobre todo, si tomamos en cuenta que el repliegue, como se ha expuesto, ha sido
profundo y doloroso, todo esto, ante una situación que literalmente rebasó y apabulló a
los actores de esta revolución. Mucha de esta historia estuvo marcada por las
concepciones, las visiones y las proyecciones que se tenían en ese momento, con el
paso del tiempo se puede tener una valoración más precisa, pero, que en su momento
no había más que eso, el planteamiento que propongo considero es certero y
penetrante, que en el fondo responde con el análisis desarrollado, dice así:


              Mucha      de    la    conflictividad   estuvo     marcada      por    el
              desmoronamiento que fue viviendo la Revolución en sus diversos
              órdenes y niveles, como la pésima gestión gubernamental, los
              excesos burocráticos, políticos y morales, así como el haberse
              confrontando de manera innecesaria, entre otros actores, con la
              Iglesia jerárquica. Todo esto fue minado social, política e
              ideológicamente a la Revolución hasta llevarla a un callejón sin
              salida, lo que a su vez, le restó consenso y legitimidad delante de
              su base social y afectó su dimensión internacional. Con todo esto a
              cuestas, el régimen sandinista no pudo contrarrestar su derrumbe
              con acciones claras y contundentes. Otro factor que fue
              determinante en el curso de los acontecimientos fue el cerco que
              le tendió la oposición interna y externa encabezada por el
              Gobierno norteamericano; este cerco atravesó todos los frentes
              posibles, que iban desde lo estrictamente militar hasta lo
              religioso.20




 Oscar Wingartz Plata, De las catacumbas a los ríos de leche y miel (Iglesia y Revolución en Nicaragua),
20

México, Universidad Autónoma de Querétaro, 2008. p. 228. Serie Humanidades.


                                                 19

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Oscar Wingartz Que Fue De La Revolucion Sandinista

  • 1. ¿Qué fue de la Revolución Sandinista? Oscar Wingartz Plata Facultad de Filosofía UAQ No podemos atender la liberación nacional y social al mismo tiempo. Sería muy difícil. Primero debemos cubrir una etapa de independencia, de liberación nacional, con profundo contenido popular. Los cambios que estamos haciendo son los que objetivamente podemos hacer.1 Tomás Borge Martínez I. Consideraciones previas Quiero agradecerle a los compañeros profesores de la UACM, la amable invitación que me hicieron para venir a comentar este trabajo sobre la Revolución nicaragüense que, dicho sea de paso, es un proceso que en este momento está pasando por una situación compleja y nada envidiable, entre otras razones, porque, se mantiene como en alguna ocasión lo comenté en un trabajo previo: “a mitad de camino”, que le da una imagen y un rostro, nada deseable. Otros dirán que está más que sepultada esta experiencia, pero, considero sumamente pertinente reflexionar sobre este proceso por las implicaciones que tuvo para nuestra América, al ser considerado una luz en el camino de la liberación continental. También se debe decir que, este proceso está en una fase de recomposición y reestructuración severa, y en extremo urgente, porque de ello depende su propia sobre vivencia. Por otro lado, el seguimiento que he hecho de esta revolución ya tiene una data prolongada, que se inicia desde sus primeras manifestaciones, allá por 1977, lo que ha  Trabajo presentando en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, ciudad de México, junio del 2008.  Doctor en Estudios Latinoamericanos por la UNAM. Profesor/investigador en la Facultad de Filosofía en la Universidad Autónoma de Querétaro. 1 Carlos Invernizzi Pisan, Sandinistas, Managua, Editorial Vanguardia, 1985. p. 48. 1
  • 2. generado cercanía y adhesión. Algunos camaradas pueden decir que eso es incorrecto, porque, uno debe mantener esa “pertinente distancia” respecto del objeto de estudio, para ser lo más “objetivo” posible. Bueno, eso dicen los “puritas”, pero, considero, que eso es, más bien, una cortada ideológica más, para no involucrarse social y teóricamente con el conocimiento generado. También hay que decir que, no se pretenden hacer “revelaciones atronadoras”, ni excederse en la exposición, sino, más bien, dar una idea general de este proceso de manera ponderada e ir haciendo las matizaciones pertinentes. Porque en repetidas ocasiones uno se ve tentando a decir cosas que, objetivamente, no fueron como uno quisiera exponerlas. En este sentido, lo que se desea es desarrollar un análisis equilibrado sobre este proceso desde diversos ángulos, sin llegar a los extremos. Otro punto que debe ser consignado, es que, la realidad nicaragüense de la Revolución al presente se ha movido de manera vertiginosa, esto quiere decir, que en muchos sentidos, ha cambiado enormemente el espectro socio-político e histórico, que pareciera que estamos ante realidades totalmente diferentes; sólo, y, a manera de ejemplo, planteo lo siguiente, si ustedes van a Nicaragua hoy, verán un panorama social, político e ideológico realmente contrastante, por no decir, contradictorio, por los avatares histórico y sociales que ha vivido este país, y que es complejo definirlo o ubicarlo de golpe. A este cuadro le debemos añadir, el cambio de escenario internacional, que va de la llamada “caída del socialismo real” y el “fin de la Guerra fría” al “ascenso del neoliberalismo y su consolidación con la globalización. Es decir, la realidad nicaragüense muestra de manera muy clara, los avatares del tiempo y los cambios de época. En estas consideraciones que se vienen haciendo, también, se debe decir que, la situación política de Nicaragua es para Kafka, porque, en menos de veinte años, ha habido una serie de cambios, retrueques, componendas, “arreglos”, y como diría Sergio Ramírez, ex presidente de la República durante el periodo revolucionario, una serie de “coimas” de todo tipo, que hacen del asunto político nicaragüense, una tarea en extremo intrincada y difícil de asir. Una cuestión debe estar presente en todo momento al analizar este proceso, es la historia pasada y presente de Nicaragua. Esto lo afirmo, porque, en muchos sentidos, nos vemos seducidos a “analizar” nuestros procesos sin una previa visualización, es decir, debemos contextualizar nuestros procesos para obtener respuestas más claras y precisas; y para el caso que estamos comentando, es absolutamente indispensable. Este asunto se puede mostrar de la siguiente forma, y lo vamos a formular a manera de 2
  • 3. pregunta: ¿qué ha sido de Nicaragua después de su revolución? Pregunta harto compleja, por la manera en que se ha movido la historia nicaragüense en las dos últimas décadas. Esta es parte de la discusión en relación con esta realidad, y más, si deseamos hacer un juicio sobre su historia reciente. Uno de los rasgos más agudos y crudos de la historia reciente de Nicaragua fue la manera como concluyó el llamado “movimiento de masas”, como también se le denominó al proceso revolucionario. Adelantándonos en la reflexión se debe decir que, la Revolución “terminó” de manera abrupta y tajante, porque en términos muy concretos no hubo lo que llamaríamos “una fase estricta de transición” o “un periodo de cambio o reacomodo”, sino, que todo fue vertiginoso, es decir, cae el sandinismo, y con él, gran parte del proceso revolucionario, con todo lo que ello implicó en el orden social, político, ideológico y cultural. Esto se puede mostrar de manera gráfica en términos pugilísticos, como si estuviéramos viendo una pelea de box donde viene un: “cruzado de derecha a la mandíbula, y knock out, fulminante”. Parece duro, y lo fue. No hubo nada quehacer, si no tratar de asimilar “el cruzado de derecha”. II. Cambio de signo y de época En esta parte de la exposición deseo mostrar una las vertientes de esta revolución que no se ha abordado del todo por considerarla “poco relevante”, esta vertiente la podemos ubicar en el orden de la subjetividad, que considero es la parte más ruda de toda esta experiencia, por los saldos que dejó en la conciencia y en el ánimo de la población en su conjunto. Un eminente psicólogo y teólogo nicaragüense José María Vigil que acompañó consecuente y generosamente el camino seguido por esta revolución, al final de esa noche aciaga de las elecciones la presentó de la siguiente forma. Me voy a permitir citarlo in extenso: La noche del 25 de febrero de 1990, al compás del recuento de los resultados electorales, supuso un “shok” para toda Nicaragua. La noche de aquel día pareció ser la noche de los tiempos. Amaneceríamos, desvelados, a un día nuevo, que despedía el aroma desconcertante de su incerteza, su rara novedad. Managua entera y toda Nicaragua exteriorizaron su extrañeza. No hubo celebraciones de la victoria electoral. Nadie salió a la calle. Un silencio elocuente cubrió sus calles desiertas. Todos nos hacíamos 3
  • 4. las mismas preguntas: ¿qué va a pasar?, ¿se acabó la revolución?, ¿continuará?, ¿”aquí no ha pasado nada”?, ¿entramos en una etapa nueva? […] Aunque los primeros análisis que se hicieron –intentando digerir la novedad de la situación- que “la revolución sigue”, que “sólo ha cambiado el gobierno”, que ahora vamos a pasar a “gobernar desde abajo” (o sea: “se ha perdido el gobierno, no el poder [popular]”), la verdad es que pronto nos daríamos cuenta de que la derrota electoral, la pérdida de las elecciones iba a comportar el desmoronamiento de muchas realidades. Y, al socaire de la sorpresa doméstica, en Nicaragua nos fuimos haciendo a la idea de que también en todo el mundo las cosas habían cambiando profundamente. 2 En ese contexto, se levantaron las siguientes consignas que calaron hondo en la conciencia y en el ánimo de los que habían perdido, entre otras: “Se acabó la era de los bloques: hemos llegado a un mundo unipolar, sin contrincante”; “Se acabó el ciclo de las revoluciones antiimperialistas. Hay que convivir con el imperio. Ya no tiene sentido hablar de “imperio”, ni de “imperialismo”; “Se desmoronó el socialismo real. No hay alternativa al capitalismo. Fuera del capitalismo no hay salvación”; “Triunfó el capitalismo, en el neoliberalismo. Es el único que produce riqueza. Es el que va a salvar al mundo por el tradicional “efecto cascada”, que primero exige un tiempo de almacenamiento de riqueza “arriba”, antes de que rebose y se derrame hacia abajo…” Como expresaba José María Vigil: “No era sólo Nicaragua; era todo el mundo el que giraba a la derecha, olvida la memoria y quemaba las utopías. La atmósfera se hacía irrespirable para todos los que estábamos acostumbrados a un determinado mundo […] transformación de la historia, soberanía nacional, antiimperialismo, liberación de los pobres, revolución…3 Ante este panorama los datos se constituyen en un ingrediente todavía más complejo de asimilar y digerir. Propongo algunos elementos que dieron la nota de la caída de la revolución y su impacto en la conciencia social. Con el cambio de gobierno, la entonces presidenta Violeta Barrios viuda de Chamarro hizo el anuncio de la reducción sustancial del Ejército Popular Sandinista, que en ese momento era de 100 000 efectivos, una enorme carga fiscal para un gobierno que en términos objetivos estuvo durante todo el periodo revolucionario en permanente estado de guerra, el anuncio era bajar hasta un 45% sus efectivos en seis 2 José María Vigil, Aunque sea de noche. La “hora espiritual” de América Latina en los 90, Nicaragua, Editorial Envío, 1996. pp. 12-13. 3 Ibíd., p. 15. 4
  • 5. meses, es decir, dejar en el desempleo a más de 45 000 soldados, lo que generó una pérdida, no sólo de salario, sino, también significó el derrumbe de una determinada visión del mundo, porque, el EPS se había constituido en una expresión emanada del proceso revolucionario, es decir, fue una exigencia misma de la Revolución, con una alta conciencia política y patriótica. En este cuadro, el Estado revolucionario se había constituido en el “Estado-patrón”, porque, gestionaba en gran medida la economía nacional, a la vez, que era, la única instancia que empleaba. Con el nuevo gobierno se “adelgazaba” su aparato, y lanzó a la calle a otro tanto de la población económicamente activa. Después de la derrota electoral se expresó algo que ya venía perfilándose al interior del sandinismo, su propia fragmentación. La otrora solidez y fortaleza del FSLN, que llegó a considerase en su momento una organización política con una enorme fuerza y disciplina, que incluso se le temía por el poder que había adquirido, ahora se debilitaba vertiginosamente, desde la cúpula hasta su base, algo sumamente grave, esto es, la Dirección Nacional fue perdiendo el “brillo y resplandor” de sus años mozos, su solidez programática, social, ideológica y ética cayeron estrepitosamente. La división interna no pudo ser detenida, y más bien, se agravó, hasta llegar a la ruptura en un ambiente de descalificaciones y agresiones mutuas que, rayaron en lo estrictamente personal. En este orden, uno de los eventos que más dañaron a la Revolución fue la corrupción, y particularmente, el “piñatazo”, donde todos los “miembros” del partido se “despacharon una tajada” del aparato del Estado. Esto fue generalizado, desde el propio presidente de la República hasta el empleado más modesto. La corrupción se hizo presente como una pandemia nunca antes vista en un proceso revolucionario, que se había preciado de ser un modelo de ética, valores, generosidad y utopía, todo esto se había sintetizado en el lema: “La construcción del hombre y mujer nuevos”. El mayor daño infringido a esta revolución fue de orden moral, porque, de un “plumazo”, se desdibujó su carácter humanista, que fue uno de sus estandartes y consignas más expresivas y preclaras. José María Vigil en su momento desarrolló una metáfora para tratar de explicar este derrumbe, y la mención como “La segunda derrota”, e incluso hacía un paralelismo con “la segunda muerte” mencionada en el libro del Apocalipsis, al decir, que la segunda muerte, es peor que la primera, y lo planteaba así: La primera (muerte) fue la electoral, que no dejaba de ser una derrota –en algún sentido al menos- externa al individuo. La 5
  • 6. segunda derrota es la interior: interior a la persona, psicológica, moral, espiritual; es una derrota sin ruido que acaece cuando un militante en su corazón arroja la toalla y dice: “no puedo más, me rindo”. En Nicaragua, primero fue el susto y el desconcierto, el no poder dar crédito a la derrota electoral de la revolución. Después fueron los lloros y la angustia. Luego la búsqueda de culpables. Más tarde, la autoculpabilización. Finalmente, la desmovilización, la disgregación, la huida, la amargura… Y al final, la “reinterpretación psicológica, para poder sobrevivir”.4 Quiero apuntalar este planteamiento con un suceso que me tocó vivir en una ocasión que viajaba de la ciudad de Estelí, la llamada “cuna de la Revolución”, a la capital Managua: Iba en autobús, en el asiento de adelante estaba un capitán del EPS, muy joven, me acerqué, y comencé a platicar con él, sobre todo, con la intención de que me comentara sus puntos de vista sobre el proceso en marcha, la impresión que me dejó nunca la voy a olvidar, porque, hubo un momento de la charla en que expresó su desesperación, su enojo, su frustración. Una de las tantas cosas que intercambiamos fue ¿de dónde venía?, porque se cuidaban mucho de comentar sus cosas; otra, que había estado en el FSLN desde sus primeras manifestaciones como organización político-militar, desde los 14 años, que le tocó junto con algunos amigos y vecinos iniciar la insurrección final en Estelí contra la Guardia Nacional. Es decir, era un combatiente fogueado, generoso, plenamente convencido de que la revolución era la gran obra que iba a transformar a Nicaragua. Lo más dramático de este evento fue cuando incursionó en su valoración sobre la revolución, en ese momento, no se contuvo, y de manera llana, contundente, con un gesto de rabia, dijo: “Todo esto ya se lo llevó el carajo. Todo por lo que luchamos, todo por lo que nos sacrificamos, no tuvo ningún sentido. Mis familiares, mis amigos, mis vecinos, muertos; con una guerra de agresión y con la “contra” acechándonos permanentemente. Todo esto se acabó. Tanto sacrificio, tantas penas, tantos muertos, para nada”. Desde esta perspectiva Vigil concluye con un planteamiento que es inquietante en extremo al decir: Un vía crucis continental… Una avalancha de la derecha. Pero, (lo más desconcertante), una avalancha y un vía crucis que proceden “democráticamente”. […] La democracia, mal que sea la 4 Ibíd., p. 24. 6
  • 7. democracia formal, electoral, burguesa, se ha implantado en prácticamente todo el Continente […] En este sentido, el neoliberalismo no está siendo impuesto: está siendo elegido. Los pobres votan neoliberal. […] ¿Cómo interpretar esta hora?5 Esta es una dimensión inocultable, no sólo de esta revolución, que llevó hasta lo último a un país, con tal de hacer efectivos sus postulados de justicia, fraternidad, amor y generosidad, sino, de toda nuestra América. III. Una propuesta interpretativa Continuando con la exposición quiero plantear una propuesta interpretativa de esta revolución y mostrar algunas de sus consecuencias, que desde mi punto de vista requiere mayor estudio, tratamiento, análisis más cuidadoso. Entre otras razones, porque, son contadas las ocasiones en que podemos ver en un mismo espacio una enorme cantidad acontecimientos y fenómenos de diverso orden y rango, que no sólo son teóricos o analíticos, sino, también, de orden vivencial. Porque, vivir y participar en un proceso de la envergadura y magnitud de una revolución social y su fase posterior, no es un dato menor, es un acontecimiento que en muchos sentidos nos rebasa y nos coloca ante situaciones límite, como el preguntarse por el sentido mismo de la vida, de la existencia. También es razonable, afirmar que, adentrarse en un intento como el que voy a proponer puede y tiene implicaciones de diverso nivel, porque, no todos ven los procesos y sus desenlaces desde el mismo ángulo o bajo las mismas coordenadas teóricas, conceptuales, existenciales o de clase, es decir, ante un fenómeno de esta magnitud, la pluralidad interpretativa se muestra como una condición necesaria del mismo. Este dato es la conditio sine qua non de la misma historia. Esto es, el proceso histórico se nutre, se alimenta de esta condición, porque, si no fuera de esa manera, la historia misma sería plana, chata, sin mayor relevancia que lo acontecido. En este orden, retomaría un planteamiento del maestro Adolfo Sánchez Vázquez sobre el contenido que guarda la propia naturaleza del hombre y de la historia, al decir que: “El hombre es igualmente un ser consciente, pero la conciencia que tiene de su actividad, de sus productos y de las relaciones con los demás adopta formas histórico-concretas, como las que adopta en el obrero cuando su trabajo reviste el carácter de trabajo 5 Ibíd., p. 36. 7
  • 8. enajenado, o en la conciencia ordinaria que, en la sociedad enajenada, sólo puede ver al hombre como creación divina”.6 Esta afirmación está en absoluta concordancia con lo que se viene comentando, en cuanto que, nosotros mismos somos producto de esas formas histórico-concretas que nos definen e identifican, pero, a su vez, esto tiene su contrapartida en el sentido de que esas formas pueden llegar a cobrar un carácter enajenante y mistificador, como el considerar que, no hay más historia o más interpretación de la misma, que a partir, de un solo y único modelo o patrón interpretativo, como fue el caso de la concepción occidentalizante impuesta por Hegel, y voy a parafrasear a Leopoldo Zea sobre este punto al decir que: “Los únicos pueblos que merecen ser sujetos de la historia, son aquellos que han llegado a la cumbre de su autorreflexión como sociedades, es decir, todos aquellos que tienen filosofía propia. Los demás son objetos de la naturaleza, simple y llanamente”.7 He propuestos estos elementos, porque, considero nos ubica con mayor cuidado ante el fenómeno que deseamos exponer, sin caer en excesos, estridencias, ni mistificaciones; y más, si tomamos en cuenta que tiene cierta cercanía con nuestro propio tiempo cronológico. En consecuencia, se puede afirmar que: la historia reciente de Nicaragua, es de esos casos excepcionales que se pueden analizar, reflexionar y profundizar a partir de sí misma por los avatares que la conformaron y la están conformando. Estos avatares los podemos ir exponiendo de manera muy precisa como: el haber pasado de una prolongada dictadura militar, con características cuasi hereditarias, donde una de sus notas centrales fue la llamada “gobernabilidad de hacienda”, esto es, “el señor o patrón” era dueño de vida y muerte, sin mayores restricciones que su propia conducta; de ahí, a una insurrección popular que se constituye en una revolución social con un claro contenido de clase, o pretendiendo que fuera así. Continuando con una contrarrevolución, auspiciada, patrocinada, financiada y atizada por un personaje que por fortuna ya salió de la escena histórica, me estoy refiriendo, al fanático, tenebroso, ignorante y maniaco Ronald Reagan, que significó para Nicaragua un desgaste y una sangría impresionante, no sólo en términos humanos, sino, también materiales, hasta el punto en que, la Revolución terminó por rendirse; dentro de este somero recuento, “un traspaso” de poder, vía unas elecciones presidenciales inéditas, en cuanto que, se llegó al poder por las armas, y por la vía electoral se entrega ese poder obtenido en la lucha popular. 6 Adolfo Sánchez Vázquez, El joven Marx. Los manuscritos de 1844, México, FFyL/UNAM/Ediciones La Jornada/Ediciones Itaca, 2003. p. 246. 7 Leopoldo Zea, Discurso desde la marginación y la barbarie, Barcelona, Editorial Anthropos, 1988. p. 226. 8
  • 9. Como ya se ha comentando, la Revolución nicaragüense se fue desarrollando en un complejo y abigarrado contexto, por el número de acontecimientos que se fueron dando en y en torno a ella. Uno de los eventos centrales fue la participación e intervención nada velada de los Estados Unidos, no sólo en Nicaragua, sino en toda la región centroamericana, donde se actuación definió de forma sustancial el rumbo de los acontecimientos en contra de la Revolución y sus posibles desenlaces. En este sentido, se debe decir que, las políticas en su carácter global, y específicamente, en el orden regional, implementadas por Estados Unidos siempre han estado y estarán en consonancia con su concepción geopolítica, y por la función estratégica que cobra o puede cobrar para sus intereses. En este orden, podemos decir que el Gobierno norteamericano ha actuado y actúa como verdadero hampón internacional, al no respetar el derecho internacional y sus leyes respectivas, casos concretos: Nicaragua e Irak. Porque, a pesar de la sanción impuesta por la Corte Internacional de La Haya, en el litigio que tuvo con Nicaragua, y solicitándole las reparaciones de guerra correspondientes, ¿que hizo el gobierno norteamericano? “Hacerse el ofendido”, y declararse en “rebeldía”, porque consideraba que se habían “lesionado sus legítimos intereses”. ¡Esta es una clara muestra del cinismo y la desvergüenza más increíble! Una idea que complementa esta puntualización va en el sentido de que, no es nada sencillo conjugar soberanía con imposición, aspiraciones con ambiciones geopolíticas, derecho a la autonomía versus intervensionismo. Aquí cabe muy bien una cita explícita y contundente de Heinz Dieterich que dicho sea de paso, puede aplicarse perfectamente al gobierno panista y su presidente: El análisis riguroso de nuestras sociedades […] presenta una radiografía del proceso histórico de los últimos setenta años, que nos permite entender las grandes líneas del desarrollo futuro de la sociedad mundial [en nuestro caso, regional] y de sus mayorías martirizadas. Estas mayorías no tienen nada que esperar del capitalismo, que las ha excluido guante doscientos años y las excluirá hasta el resto de su vida, porque el capitalismo es, por naturaleza, elitista.8 8 Noah Chomsky y Heinz Stefan Dieterich, Los Vencedores. Una ironía de la vida, México, Joaquín Mortiz, 1997. p. 9. 9
  • 10. Es decir, la geopolítica norteamericana se vio fuertemente cuestionada con el triunfo de la Revolución nicaragüense, que sin temor a exagerar se constituyó en la prioridad del gobierno reaganiano a escala mundial. Este evento modificó en muchos sentidos su política hacia el continente, entre otros aspectos, porque les impuso retomar “el control” sobre el área centroamericana, porque sus coordenadas políticas, estratégicas e ideológicas, al menos, durante esta coyuntura los había puesto a la defensiva, sobre todo, en el nivel diplomático. Por cierto, la definición que le merecía Centroamérica y el Caribe era de: “una región con problemas y situaciones de bajo perfil”, fácilmente manejables para los intereses norteamericanos. El amplio espectro que fue la Revolución sandinista, la política norteamericana en términos generales se mostró errática y contradictoria, por la emergencia de una serie de factores “impredecibles” a escala internacional. Ante esta situación, y a fin de “recuperar la iniciativa político-ideológica y diplomática”, perdida desde el gobierno de James Carter se impulsó una doble línea de acción: a) La defensa de los derechos humanos y b) La promoción de los procesos de democratización en América Latina, con el objetivo primordial de garantizar la estabilidad regional y poner a “salvo sus intereses”. Ante el inminente derrumbe de la dictadura somocista, la “salida lógica” era la negociación entre la burguesía y la dictadura con el propósito explícito de cerrarle el paso al movimiento popular encabezado por su vanguardia político-militar, el FSLN. El resultado de estas “maniobras” era predecible, un rotundo fracaso, entre otras razones, porque, el mismo Anastasio Somoza se negó sistemáticamente a pactar con la “oposición”.9 El final de esta coyuntura fue el triunfo del movimiento revolucionario; la respuesta por parte de Estados Unidos se dio al reintegrar los aspectos estratégicos y de seguridad militar en el manejo de las relaciones diplomáticas y del intercambio económico. En este esquema, los elementos de orden militar fueron adquiriendo mayor peso y relevancia, no sólo para Nicaragua, sino, para toda el área. Se trataba de definir y asegurar los mecanismos básicos que sirvieran para la estabilización económica y política de la región, como ya se ha mencionado, incluso al precio que fuera necesario pagar. Con esto, se trataba de recuperar la hegemonía perdida durante los años de “la distensión y la “Guerra fría”, a su vez, se “pretendía contener” y “enfrentar el avance del expansionismo soviético en la región”. Estos elementos, en sentido estricto, se constituyeron en los fundamentos de la política exterior global del gobierno reaganiano. La interpretación que hacía el gobierno norteamericano de este suceso, era “ir puliendo 9 Jorge Castañeda, “¿Qué hacemos en Centroamérica?”, en Nexos, México, octubre, N° 94, 1985. p. 21. 10
  • 11. la ofensiva contra Nicaragua y El Salvador”. Esto estaba enmarcado en el famoso Documento de Santa Fe10, que se convirtió en la guía y la matriz ideológica de la política estadounidense, y que tenía su definición más acabada en la “Doctrina de Contención al Comunismo”, donde pretendían hacer ver esta conflagración como un enfrentamiento entre el este y el oeste, lo cual, y a todas luces era una pantalla y una farsa ideológica más del gobierno norteamericano, con la intención explícita de cerrarle el paso, a los movimientos populares y de liberación nacional que estaban surgiendo en la América Latina. Un aspecto relevante de esta “estrategia” fue poner en práctica la “regionalización restringida de la crisis”, o también llamada: “Centroamericanización del Conflicto”, donde Nicaragua y El Salvador eran vistos por igual; y se proponía una solución militar simultánea para ambos países. La centroamericanización del conflicto tuvo como consecuencia directa, el incremento de la ayuda y asesoría militar a los “regimenes amigos”: Guatemala, El Salvador, Honduras y Costa Rica. Otra consecuencia fue revivir el CONDECA (Consejo de Defensa Centroamericana), organismo ideado y ejecutado por Estados Unidos, donde el propósito fundamental era, en caso de emergencia, convocar a los países del área para que intervinieran militarmente en cualquiera de las naciones, sin más, trámite que, “salvaguardar la integridad regional”. Ahora bien, el resultado final de esa política fue la intensificación de la agresiones contra los países considerados enemigos y hostiles, mediante la ejecución de acciones encubiertas, de desestabilización y con conatos de invasión directa. 11 Estos son algunos de los elementos que fueron el telón de fondo, de esta historia, que como muchas otras, han tenido un desenlace tormentoso y desgarrador. IV. ¿Queda algo de la esperanza? En esta parte propongo una serie de reflexiones que intentan ser un aporte a la comprensión del proceso, de entrada se debe decir que, en muchos aspectos se presenta como confuso, contradictorio, inasible y paradójico. Al respecto hay una afirmación de Sergio Ramírez que decía: … una de las herencias indelebles de la Revolución, más allá de los espejismos ideológicos que entonces nos deslumbraron, de los 10 “Estados Unidos”, en Cuadernos Semestrales. Perspectiva Latinoamericana, México, CIDE, N° 9, Primer Semestre, 1981. 11 Luis Maira, La política de Reagan y la crisis centroamericana, San José, EDUCA, 1982. 11
  • 12. excesos burocráticos y de las carencias del marxismo practicante, de las inexperiencias y de las improvisaciones, de las poses, las imitaciones y la retórica. Los pobres siguen siendo la huella humanista del proyecto que se fue despedazando por el camino, en su viaje desde las catacumbas hasta la pérdida del poder y la catástrofe ética; un sentimiento soterrado y postergado, pero vivo y a la espera de expresarse nuevamente.12 Para amplios sectores de la sociedad nicaragüense, la Revolución significó una esperanza, un acercamiento, un intento de ver cumplidas sus aspiraciones y sus sueños de igualdad y justicia. Esta aspiración como muchas otras, siempre van acompañadas de sus costos históricos y sociales, y para el caso que estamos tratando, significó embarcarse en una experiencia que tuvo una fuerte dosis de paradojas o contradicciones flagrantes. Una de ellas, fueron las declaraciones que hiciera en su momento Daniel Ortega al inicio de su campaña electoral en 1997 en Puerto Cabezas, en el Caribe nicaragüense, al afirmar que: “La Revolución no tenía viabilidad”. Esta declaración era para infartarse. Por otra parte, hay que decir que, la Revolución transformó de manera consecuente, a muchos de los protagonistas, en su forma de ver el mundo, su país, su propia vida, al tratar de crear la identidad y la dignidad nacionales, dándole un contenido nuevo y diferente al pueblo y la lucha liberación nacional. Esto se había perdido, por efecto de una prolongada dictadura, que los había envilecido y despojado de esos valores. Se pretendió forjar una nueva generación de hombres y mujeres que se entregaran a esta experiencia de manera plena, y a la que, le apostaron todo. A la vuelta de una década, la Revolución entregaba el poder, y con la entrega del poder, se iniciaba una nueva etapa de esta historia, lo que algunos han llamado: “La noche de la involución o el retroceso de la historia”, entre otros aspectos, dejaba una secuela impresionante de heridas materiales, sociales y espirituales, de pobreza, marginación y confrontación ideológica, que todavía está presente en la sociedad nicaragüense. La desilusión y el desencanto más profundo que vivó la generación que participó en la Revolución fue que ella misma habiendo tomado el poder, trató de crear un orden nuevo, buscó por todos los medios a su alcance la materialización de esos anhelos y proyectos, donde la población los viviera como suyos, como frutos y logros del llamado “pueblo revolucionario”, “artífice de su liberación”. 12 Sergio Ramírez, Adiós Muchachos. Una memoria de la Revolución sandinista, México, Editorial Aguilar, 1999. p. 225. 12
  • 13. Con el paso de los años, cayeron en la cuenta de que no era posible, o sólo a medias, lo que había soñado, el hacer concretas las promesas de justicia a los pobres y oprimidos. Esta es quizás, una de las lecciones más impactantes de esta Revolución, y otras que han pasado inadvertidas, así, como otras promesas más que exigen su real y cabal cumplimiento. En relación con este punto, cabe de manera muy precisa una afirmación de Marx que cobra la fuerza de una ley histórica al decir que: “La humanidad se propone siempre y únicamente los objetivos que puede alcanzar, pues, bien vistas las cosas, siempre esos objetivos, o por lo menos, se están gestando, las condiciones materiales para su realización”.13 Un punto que es fundamental en estas consideraciones es que, ni la sola conciencia, ni el ánimo, ni la sola voluntad pueden suplantar o anular las condiciones materiales de existencia de una sociedad. Se requiere de logros tangibles, concretos, claros, porque de lo contrario, se va desgastando el empuje y la energía de los actores sociales. La sola retórica no es suficiente, por muy brillante que sea. En consecuencia, se puede decir que la Revolución sandinista, y con ella, el sandinismo en su conjunto entraron en crisis mucho antes de la pérdida del poder. Esta historia ha tenido claro-oscuros, indefiniciones y bandazos muy marcados y virulentos, sobre todo, para los sectores sociales que fueron considerados su base social. Esta crisis se ha visto abonada por una serie de incidentes y coyunturas que, en definitiva, significaron la derrota electoral y la perdida del poder, así como el consiguiente colapso. Todos estos acontecimientos han significado para la Revolución, ir otorgando espacios a la llamada restauración conservadora, lo que ha implicado rupturas y desencuentros dolorosos y profundos para el sandinismo y el movimiento popular. En este tenor hay un planteamiento que es contundente: La extrema derecha se había beneficiado políticamente de las medidas económicas tan impopulares, y es el sandinismo quien está pagando el costo político más alto en los sectores populares, y con ello ir perdiendo base social, aunque continúe siendo el principal partido político en Nicaragua. La mayoría de la población expresa no tener opción política definida, se ha transformado en indecisa, puede votar por cualquiera. Los indecisos son el objetivo político de la derecha. Los tecnócratas son los que han “desrevolucionado” al país, acabando con el paternalismo Karl Marx y Frederich Engels, “Prólogo de la Contribución a la Crítica de la Economía Política”, en Obras 13 Escogidas, Madrid, Editorial Fundamentos, 1997. p. 373. T. I. 13
  • 14. gubernamental de antaño, sin mucha retórica, de esa manera prepararon sin pretenderlo, el regreso al pasado somocista.14 A partir de estas rupturas, mucha de su base ha tenido la sensación de abandono y orfandad; y de ahí un sentimiento de desesperanza, que tiene que ser superado; y a partir de eso, rehacer el camino, empezando por la recuperación y rearticulación de las promesas dejadas o aplazadas durante esta travesía. Algunos de los factores que confluyeron para que se generara esta crisis fueron: a) el derrumbe del campo socialista, el rompimiento ideológico del marxismo, esto es, la pérdida de horizonte histórico, lo que también significa, la pérdida de la weltanschaung, y con ella, la ruptura de las coordenadas socio-históricas en las que se había estructurado el movimiento revolucionario; b) la reestructuración del capitalismo a escala mundial –asentada en el supuesto- modelo único de desarrollo económico-social, y en la generación de la riqueza, todo esto expresado en el neoliberalismo. Es decir, la batalla en términos económicos y estratégicos fue perdida en esta fase por el campo socialista, y con él arrastró a todos los países que, de una forma u otra se inscribían en dicho campo. Por otra parte, esto generó en ciertos sectores del sandinismo incapacidad e imposibilidad para rearticularse en función de las nuevas exigencias históricas y sociales. Esto en términos muy concretos ha significado un bregar a contracorriente al interior del movimiento revolucionario, sobre todo, para los sectores más críticos del propio sandinismo, que los dejó desarmados, sin ánimo, ni ideales para retomar la lucha social. En este recuento que se viene haciendo, hay un factor que ha pesado de manera determinante en el sesgo que han tomado los acontecimientos, es la “avalancha neoliberal”, que ha arrasado con todo lo que se le ha puesto a su paso. No es fortuito, ni casual que muchos de los movimientos de liberación nacional o social, así como, sus posibilidades de reestructuración, resurgimiento o recomposición, al menos en nuestro contexto, le hayan paso a una serie de “estrategias”, que más bien, se han expresado como retrocesos; y en algunos casos, como estruendosas claudicaciones, caso concreto, El Salvador. Esto también, puede ser visto como involuciones difícilmente reversibles; esto, sólo será posible, hasta que venga una nueva oleada que levante valores, objetivos y programas renovados y alternativos capaces de superar la actual fase histórica que se muestra como de estancamiento y confusión. 14 Óscar Wingartz Plata, Nicaragua ante su historia (¿Esperanza o frustración?), México, Universidad Autónoma de Querétaro, 2003. p. 155. Serie Humanidades. 14
  • 15. Ante este cuadro, hay que decir que, el FSLN sacrificó puntos importantes de su programa histórico en nombre del “realismo político y económico” que benefició a unos cuantos miembros del partido, después de la perdida de la elecciones, para mantener los beneficios económicos individuales de algunos los principales dirigentes, éstos influyeron en el partido para que no se hiciera ninguna reivindicación social y política que pudiera ser considerada radical. La tendencia de los dirigentes, fue poder llegara establecer mayores puntos de coincidencia con la recién clase política llegada al poder. No sólo perjudicaron al partido al amasar propiedades, sino, también por seguir en puestos de mando ante el desprestigio moral y ético que le habían causado a la población por su inconsistencia política y personal. Con la restauración conservadora en marcha, ello ha implicado una serie de cuestionamientos críticos y agudos para los sectores progresistas de diverso cuño a nivel continental, entre ellos el propio FSLN, que ha tenido que plantearse seria y profundamente: ¿cuál debe ser su proceder como organización política en los diversos niveles y escenarios? Sobre este punto expongo lo siguiente: Para que se de el resurgimiento del FSLN, como alternativa de futuro, son necesarios los relevos y cambios en la dirección política, con el objetivo de recuperar la confianza perdida de sus bases y para modernizar su funcionamiento. Las razones principales que se plantean para realizar un relevo generacional, así como los cambios en la dirección política son: La responsabilidad de ciertos dirigentes políticos, en diferentes posiciones y cargos, a quienes se les considera partícipes del deterioro moral y ético. Por eso amplios sectores de la sociedad nicaragüense reclaman el surgimiento de una nueva dirección política dentro del FSLN, que luche por sanear la vida pública y partidaria, que ataque las desigualdades sociales, que proponga nuevas formas de lucha […] Dirigentes que se distinguieron por ser implacables a la hora de cualquier crítica que se hiciera en la década anterior, ahora se muestran condescendientes con personas ligadas a los abusos del periodo de transición. […] Otro de los problemas que más ha dañado al FSLN, hasta llevarlo a una situación de inmovilismo y falta de iniciativa, es haberse alejado de los problemas sociales. […] Los dirigentes políticos no quieren comprender las voces de la calle. Dejaron que se impusiera como 15
  • 16. vencedor, un modelo económico, que se ha revelado, en otros países, como ilusorio para resolver profundos problemas sociales, como los de Nicaragua.15 En la actual coyuntura, se le plantea una prioridad ineludible e insoslayable, la recuperación de los principios que le dieron origen y fundamento al movimiento revolucionario, entre otros: la igualdad, la solidaridad, la justicia, la búsqueda de equidad. Es en este punto donde la izquierda, si es que se puede hablar en esos términos, lo que requiere entre otros elementos, de un proyecto político-social de largo aliento que articule y lleve adelante las propuestas de renovación y transformación social, siempre prometidas, y siempre medio cumplidas, o de plano incumplidas. En estas consideraciones cabe el planteamiento que hacía Ruy Mauro Marini al decir que: “… la lucha por la democracia, es la lucha contra la dominación y la explotación de muchos, por unos cuantos, es la lucha por un orden social que tienda a la justicia y a la igualdad, es en suma […] la lucha por el socialismo sin adjetivos”.16 Lo que se desea enfatizares que, la lucha por la democracia, o más, la lucha por la consolidación democrática, todavía tiene un trecho muy largo que cumplir entre nosotros. Sobre todo, si tomamos en cuenta que, su implementación o puesta en práctica no pasa por una concepción unívoca, o que se constituya por su sola mención en una idea y en una práctica “universalmente” aceptada y puesta en acto en cualquier tiempo y lugar de la misma forma. Esto es, su noción y práctica, no tiene una sola y exclusiva dirección, ni siquiera en el orden semántico, Edelberto Torres-Rivas en relación con este punto afirmaba: “La transición se así puede hablarse, constituye en consecuencia un largo procesos de luchas que se exacerban desde 1975-77, y significaron enfrentamientos armados, violencia estatal, así como respuestas populares de diverso alcance […] La guerra civil se convirtió en una de las modalidades de la transición a la democracia. La victoria del sandinismo es parte de esa búsqueda”.17 Para el caso nicaragüense, a estas alturas de la historia, se ha pretendido crear un “nuevo pacto social”, partiendo de una perspectiva diametralmente opuesta, a la que trató de instaurar la Revolución, este es, quitarle peso político, social, económico e ideológico a las organizaciones sociales de diverso cuño y rango; y de ahí instaurar el poder de la derecha sin contrapesos, ni conflictos, ni 15 Ibíd., pp. 157-158. 16 Ruy Mauro Marini, América Latina: Democracia e integración, Caracas, Nueva Sociedad, 1993. p. 12. 17 Edelberto Torres-Rivas, “Centroamérica: La transición autoritaria hacia la democracia”, en Los Sistemas Políticos en América Latina. Teoría y Práctica, México, Editorial Siglo XXI/UNU, 1992. p 353. Biblioteca América Latina. 16
  • 17. oposiciones. Este ha sido, uno de los saldos más amargos de esta revolución, la reinstauración del neosomocismo en la persona de los tecnócratas, que se quieren hacer pasar por “modernizadores”, y apelar, a una noción de “ciudadano” en abstracto, donde la organización social y popular es vista como una reminiscencia del pasado, por considerarla obsoleta, inoperante, violenta y autoritaria. Otro de los saldos han sido “las alianzas” que se han pactado entre el gobierno y la dirección sandinista, y ha dado como resultado: la atomización, la desmoralización y el desmantelamiento de la lucha social, así como la imposición de una correlación de fuerzas francamente desfavorable para el movimiento popular. Por ello, y retomando lo que en líneas más arriba se mencionaba, sin principios claros e incaudicables, como la dimensión ética en el quehacer político, es muy complejo impulsar un proyecto social de gran envergadura y profundidad histórica. Esto quiere decir, en términos muy concretos, rehacer el camino con propósitos y fines claros, que no sognifique imposiciones, ni panfletarismo, ni pura retórica como instrumento privilegiado de lucha, o activismo frenético, es ir creando las condiciones y las bases orgánicas de un movimiento social de largo aliento, con propuesta sólida y seria, que articule la dimensión ética con la política, buscando siempre, la superación de las contradicciones históricas; y así lograr el sueño más anhelado: la construcción de una sociedad cualitativamente diferente. El reflujo político, social e ideológico, no es, o no debe ser visto como el abandono de la tradición de lucha de nuestros pueblos, sino, más bien, como el reacomodo a la coyuntura y al momento que se está viviendo. El sandinismo necesita sanearse, remozarse, hacerse viable y creíble. Los pobres necesitan una nueva esperanza, sin los escollos y los errores del pasado, y con una nueva dirigencia congruente y rectificadora, que no renuncie a sus principios, con el objetivo de establecer un nuevo consenso social para transformarse una real y efectiva opción para las mayorías. Así se encuentra el sandinismo, ante una situación profundamente contradictoria. Factores sociales (el deterioro del nivel de vida de la población) crean la posibilidad de una victoria electoral del FSLN (como ya sucedió en las últimas elecciones); sin embargo, hay factores políticos (la falta de renovación de su dirección política), y factores ético-morales excluyen la posibilidad de que remonte como una real opción político-social que reconfigure la situación de abandono y empobreciendo que vive actualmente Nicaragua. Óscar René Vargas, un crítico despiadado del sandinismo expresó las siguientes consideraciones sobre la situación que vivía Nicaragua después de dos derrotas electorales consecutivas, y que mostraban la tónica en la cual estaba hundido el FSLN al decir que de: 17
  • 18. Mantener la política pendular del pasado, sólo ha llevado a varias derrotas en el campo electoral y en el terreno de los movimientos sociales, más la sustentación de métodos anticuados para solucionar las diferencias (autoritarismo, verticalismo, “pureza revolucionaria”, exclusión de los cuadros que no piensan igual, etc.), ha renovado la desconfianza de la población sandinista y no sandinista sobre la capacidad política de la dirección sandinista para dar respuesta de consenso a las nuevas condiciones del país. […] Si la nueva coyuntura no origina un ascenso social ni una victoria de las fuerzas progresistas, entonces, Nicaragua va a retroceder a las condiciones políticas de finales de los años treinta y principios de los cuarenta. Si todo lo anterior se mantiene, entonces, la sociedad nicaragüense, inevitablemente se degradará, y el retroceso y la descomposición social generalizada pueden poner, nuevamente, la violencia política a la orden del día como el único medio para hacer las correcciones necesarias.18 Por esto, insisto en la necesidad y la urgencia de estudiar con mayor rigor, cuidado y profundidad nuestros procesos, porque el momento que estamos atravesando, así lo exige y lo demanda, sobre todo, para no caer en espejismos, falsas ilusiones, y lo más doloroso, luchar de manera desigual y a contracorriente, que no es otra cosa que, caminar contra la esperanza y contra flujo de las expectativas sociales. Por ello es pertinente recordar el siguiente planteamiento, no con ánimo de mediatizarnos, sino, de recuperar la iniciativa, y actuar con mayor fuerza y lucidez, dice: “En un ambiente de desmoralización política, social y espiritual, y de decadencia moral, bajo las actuales circunstancias históricas, las fuerzas populares y progresistas no deben provocar un enfrentamiento con la derecha, y menos en esta coyuntura donde la correlación de fuerzas le es desfavorable, sobre todo, tomando en cuenta que se está viviendo el ascenso de la reacción”.19 Concluyo esta exposición proponiendo una síntesis de esta historia, que de ninguna forma puede ser vista como la negación de todo, sino, como un momento de la dialéctica histórica reciente de nuestra América con sus avances, retrocesos y contradicciones. También hay que decir que no es tarea fácil recuperar la iniciativa, 18 Óscar René Vargas, “Desconfianza renovada y soluciones a la antigua”, en El Nuevo Diario, Managua, 28-V-1994. 19 Óscar Wingartz Plata, op. cit., p. 27. 18
  • 19. sobre todo, si tomamos en cuenta que el repliegue, como se ha expuesto, ha sido profundo y doloroso, todo esto, ante una situación que literalmente rebasó y apabulló a los actores de esta revolución. Mucha de esta historia estuvo marcada por las concepciones, las visiones y las proyecciones que se tenían en ese momento, con el paso del tiempo se puede tener una valoración más precisa, pero, que en su momento no había más que eso, el planteamiento que propongo considero es certero y penetrante, que en el fondo responde con el análisis desarrollado, dice así: Mucha de la conflictividad estuvo marcada por el desmoronamiento que fue viviendo la Revolución en sus diversos órdenes y niveles, como la pésima gestión gubernamental, los excesos burocráticos, políticos y morales, así como el haberse confrontando de manera innecesaria, entre otros actores, con la Iglesia jerárquica. Todo esto fue minado social, política e ideológicamente a la Revolución hasta llevarla a un callejón sin salida, lo que a su vez, le restó consenso y legitimidad delante de su base social y afectó su dimensión internacional. Con todo esto a cuestas, el régimen sandinista no pudo contrarrestar su derrumbe con acciones claras y contundentes. Otro factor que fue determinante en el curso de los acontecimientos fue el cerco que le tendió la oposición interna y externa encabezada por el Gobierno norteamericano; este cerco atravesó todos los frentes posibles, que iban desde lo estrictamente militar hasta lo religioso.20 Oscar Wingartz Plata, De las catacumbas a los ríos de leche y miel (Iglesia y Revolución en Nicaragua), 20 México, Universidad Autónoma de Querétaro, 2008. p. 228. Serie Humanidades. 19