Los primeros cristianos creían que el infierno era un lugar de eterno tormento consciente, basándose en las enseñanzas explícitas de las Escrituras. Los primeros líderes de la iglesia como Clemente de Roma, Ignacio de Antioquía e Ireneo de Lyon enseñaban que el infierno implicaba un castigo eterno en fuego para los que rechazaron a Dios, mientras que los justos recibirían vida eterna en el cielo. Algunos detalles como la naturaleza exacta del tormento eran
Que pensaban-los-primeros-creyentes-acerca-del-infierno
1. ¿Qué pensaban los primeros cristianos acerca del infierno?
¿Creían ellos que era un lugar de eterno tormento consciente?
Las primeras enseñanzas
Para tratar de entender lo que la Biblia enseña acerca del infierno, puede ayudar mucho el entender lo
que los primeros creyentes creían y enseñaban. Las enseñanzas de los primeros creyentes han sido
preservadas para nosotros en los escritos de los primeros líderes de la iglesia (conocidos como los
padres de la iglesia primitiva), Mientras que sus escritos no son canónicos (no están a la par de las
palabras de la Biblia), sí nos ayudan a considerar lo que aquellos más cercanos a los apóstoles
entendieron primero como la verdad bíblica.
A medida que vayamos revisando las enseñanzas de estos primeros líderes de la iglesia, surgirán varios
patrones relativos a la naturaleza del infierno. Los padres de la iglesia primitiva, con muy pocas
excepciones, concuerdan con la enseñanza de la Biblia en la forma en que se describe el infierno.
1. El infierno es un lugar de juicio para aquellos que han rechazado a Dios y han negado a
Jesús como su salvador.
2. El infierno es un lugar de separación de Dios
3. El infierno es un lugar de tormento en el que los rebeldes están en dolor y angustia.
4. El infierno es un lugar donde los rebeldes son atormentados para siempre y están
CONSCIENTES de este tormento por toda la eternidad (De hecho, la duración eterna de su
tormento con frecuencia es comparada con la eterna duración de la recompensa de los
salvos)
Al mismo tiempo, los padres de la iglesia primitiva, son ambiguos en aquellas áreas donde la Biblia
TAMBIÉN es ambigua.
1. La exacta naturaleza del tormento de los rebeldes es desconocida
2. La manera en la que los rebeldes son mantenidos vivos a pesar de su „mortal‟ angustia,
tampoco es descrita.
Los padres de la iglesia primitiva, simplemente reflejaban las enseñanzas más claras de la Biblia
relacionadas a la naturaleza del infierno. Ellos creían que el infierno era un lugar de eterno tormento
consciente, reflejando las explícitas enseñanzas de las Escrituras (más sobre esto en ¿HAY UN
INFIERNO ETERNO CONSCIENTE?).
Lo que ellos escribieron
Desde los primeros días del cristianismo, los primeros creyentes escribieron acerca de la naturaleza del
infierno. Esta es una muy breve evaluación de su comprensión relativa a la última morada de los
condenados:
De “La Epístola de Bernabé” (70-130 dC)
El autor de la epístola de Bernabé es desconocido, pero muchos consideran que él fue
1
2. quien dijo ser, Bernabé, el compañero de Pablo que es mencionado en el libro de los Hechos. La carta
fue escrita a los nuevos convertidos al cristianismo:
El camino de las tinieblas es torcido, y está lleno de maldición. Es el camino de la muerte eterna con
castigo. (“Epístola de Bernabé”)
Ignacio de Antioquía (110 dC)
Ignacio fue un estudiante del apóstol Juan, y sucedió al apóstol Pedro como obispo de
Antioquía. Escribió un importante número de cartas a los creyentes en las iglesias del
área:
Los adúlteros no heredarán el reino de Dios. Pues si los que obraron esto según la carne murieron
¿Cuánto más si corrompe en mala doctrina la fe de Dios por la que Jesucristo fue crucificado? Éste,
por ser impuro, irá al fuego inextinguible, así como el que lo escucha. (Carta a los Efesios 16:1-2)
De Clemente de Roma (150 dC)
Clemente fue obispo de Roma del 88 al 98 dC., y su enseñanza refleja las primeras
tradiciones de la iglesia. La “Segunda Clemente” según se informa, trata del registro de un
sermón, donde Clemente analiza sobre la naturaleza del infierno:
Si hacemos la voluntad de Cristo, obtendremos reposo; pero si no observamos sus mandamientos, nada
nos rescatará del castigo eterno (“Segunda Clemente” 5:5)
Pero cuando ellos vean cómo aquellos que han pecado y quienes han negado a Jesús por sus palabras
o por sus hechos, sean castigados con terrible tortura y fuego inextinguible, los justos, quienes han
hecho el bien, y quienes han soportado torturas y han odiado los lujos de la vida, darán gloria a su
Dios diciendo, „¡Habrá esperanza para aquel que ha servido a Dios con todo su corazón!‟ (“Segunda
Clemente” 17:7)
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De “El martirio de Policarpo” (155 dC)
Esta obra fue escrita por uno de los padres de la iglesia primitiva (autor desconocido) y
data de los primeros años de la historia del cristianismo. Describe la muerte de Policarpo,
un discípulo del apóstol Juan, y también describe las primeras enseñanzas de la iglesia:
Fiándose de la gracia de Cristo, [los mártires] despreciaban los tormentos terrenales,
librándose del castigo eterno, por medio de una sola hora. Para ellos, el fuego de sus crueles verdugos
les era indiferente, pues tenían ante sus ojos el haberse librado del fuego eterno que nunca se apaga
(“Martirio de Policarpo” 2:3)
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De Taciano (160 dC)
Taciano fue uno de los primeros creyentes de Asiria, quien se mudó a Roma siendo un
pagano y eventualmente se convirtió al Cristianismo. Curiosamente, leyó las Escrituras
judías y por éstas, se convenció de que las otras ideas paganas acerca del mundo, eran
simplemente falsas. Él fue un discípulo de Justino Mártir y escribió acerca de la
irracionalidad del paganismo y la verdad del Cristianismo:
2
3. Nosotros, los que ahora somos fácilmente susceptibles a morir, recibiremos después la inmortalidad
con gozo o con dolor.
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De Atenágoras de Atenas (175 dC)
Atenágoras fue un filósofo y ciudadano de Atenas quien se convirtió al cristianismo
(posiblemente del platonismo) y escribió dos importantes obras apologéticas: “Apología”
o “Embajada por los cristianos”, y un “Tratado de la resurrección.”
Estamos persuadidos de que salidos de esta vida, viviremos otra vida, mejor que la
presente… o, si ellos caen con los demás, soportarán una peor vida, en el fuego (porque Dios no nos
creó como ovejas o bestias de carga, quienes solo están de paso, porque los animales mueren y son
aniquilados). En estos asuntos, no es conveniente que deseemos hacer el mal.” (“Apología”)
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De Teófilo de Antioquía (181 dC)
Teófilo fue el patriarca de Antioquía del 169 al 183 dC. Él nació como pagano y se
convirtió al cristianismo después de haber leído las Escrituras. Era muy celoso en cuanto
a proteger la ortodoxia de los primeros creyentes, y escribió una defensa de la fe a un
hombre llamado Autólico:
Prestad atención a los escritos proféticos (la Biblia) y ellos os guiarán a un camino más claro para
escapar del castigo eterno y obtener las buenas cosas eternas de Dios… [Dios] examinará todo y
juzgará con justicia, otorgando la recompensa a cada cual según su merecer. Para aquellos que
buscan la inmortalidad por el paciente ejercicio de las buenas obras, él les dará la vida eterna, el gozo,
la paz, el reposo, y todas las cosas buenas... Para los incrédulos y despreciativos, y para los que no se
someten a la verdad, sino que se recrean en la iniquidad, cuando se han involucrado en adulterios, y
fornicaciones, y homosexualidad, y avaricia, y en idolatrías sin ley, habrá ira e indignación, tribulación
y angustia; y al final, los hombres como estos, serán retenidos en el fuego eterno (“Para Autólico”
1:14)
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De Irineo de Lyon (189 dC)
Irineo fue obispo de Lugdunum en Galia (ahora Lyon, Francia) al final del segundo siglo.
Fue discípulo de Policarpo y un notable apologista por la fe. Escribió varios volúmenes
defendiendo la fe en contra del gnosticismo y otras herejías de la iglesia y con frecuencia
comparaba el castigo eterno con la recompensa eterna, llegando a la conclusión que una
duraría tanto como la otra:
… Cristo Jesús, nuestro Señor, y Dios, y salvador, y rey, de acuerdo a la voluntad del Padre invisible,
„cada rodilla se doblará, de los que están en el cielo, y los que están en la tierra, y debajo la tierra, y
que toda lengua lo confesará,‟ a él y que él ejecutará un juicio justo sobre todos; que él puede enviar
„males espirituales‟, y a los ángeles que se rebelaron y se convirtieron en apóstatas, junto con los
impíos, y los injustos, y los malvados, y profanos entre los hombres, al fuego eterno; pero puede, en el
ejercicio de su gracia, conferir inmortalidad a los justos, y santos, y a aquellos que han guardado sus
mandamientos, y han perseverado en su amor, algunos desde el principio de su camino cristiano, y
otros desde el momento de su arrepentimiento, y puede rodearlos con gloria eterna (“Contra los
herejes” 1:10:10)
De esta manera se amplió también el castigo para aquellos que no creen en la Palabra de Dios, que
desprecian su venida… pues [esto] ya no será temporal sino eterno. A tales personas el Señor dirá:
3
4. “Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno” y serán para siempre condenados (“Contra los herejes”
4:28:2)
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De Clemente de Alejandría (195 dC)
Tito Flavio Clemente fue el primer cristiano significativo registrado de la iglesia de
Alejandría, Egipto. Sus padres fueron griegos y fue criado con una sólida y formal
educación griega. Mientras que tuvo una tendencia a mezclar las filosofías griegas y
cristianas, su postura sobre el tema del Infierno fue derivada de las Escrituras:
Todas las almas son inmortales, aún aquellas que son impías. Con todo, sería mejor para ellos si no
fueran inmortales. Porque ellos son castigados con la venganza interminable del fuego que nunca se
apaga. Puesto que ellos no mueren, es imposible para ellos poner un fin a su miseria. (del fragmento
de un manuscrito post-Nicea)
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De Tertuliano (197 dC)
Quinto Septimio Florente Tertuliano fue un ciudadano del Africa romanizada quien nació
en Cartago (ahora Tunes). Él se hizo cristiano y fue un poderoso e influyente apologista
por la fe, escribiendo prolíficamente en defensa de las doctrinas de la ortodoxia:
Estos han expuesto aún antes que nosotros las pruebas que él ha dado de su majestad en
juicios por inundaciones y fuegos, las normas designadas por él para asegurar su favor, así como la
retribución reservada para los negligentes, abandonándolos y guardándolos, ya que se acerca el fin de
todo para considerar a sus adoradores para la vida eterna, y a los impíos para la condenación en el
fuego que nunca termina y nunca se apaga, levantando de nuevo a todos los muertos desde el principio,
reformándolos y renovándolos con el objeto de concederles cualquier recompensa correspondiente.
(“Apologético” 18:3)
Entonces, toda la raza del hombre será restaurada para recibir su justa retribución de acuerdo a lo que
haya merecido en este período del bien y del mal, y para posteriormente obtener el pago por una
inmensurable e interminable eternidad. Entonces no habrá ni muerte ni resurrección de nuevo, sino
que seremos siempre los mismos como somos ahora, sin ningún cambio. Los adoradores de Dios
siempre estarán con Dios, vestidos en la substancia apropiada de la eternidad. Pero los impíos y
aquellos que no se han vuelto totalmente a Dios, serán castigados en el fuego igualmente interminable,
y tendrán a partir de la propia naturaleza de este fuego, divino, por así decirlo, una fuente
incorruptibilidad. (“Apologético” 44:12-13)
Por tanto, después de esto, ya no hay ni muerte ni repetidas resurrecciones, sino que seremos lo mismo
que ahora somos, y aún sin cambiar – los siervos de Dios, para siempre con Dios revestidos con la
substancia propia de la eternidad; pero el profano, y todos los que no son verdaderos adoradores de
Dios, de la misma manera serán consignados al castigo del fuego eterno – ese fuego que, por su
naturaleza misma, ministra directamente para su incorruptibilidad. (“Apologético” 48:12)
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De Hipólito de Roma (212 dC)
Hipólito fue uno de los escritores más prolíficos de la Iglesia primitiva, y tuvo frecuentes
desacuerdos teológicos con los primeros papas y líderes de la iglesia de su tiempo. Él
parece haber sido un estudiante de Irineo, y escribió MUCHOS volúmenes de historia,
apologética y enseñanza bíblica:
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5. Estando ante el juicio [de Cristo], todos ellos, hombres, ángeles, y demonios, gritando a una sola voz,
dirán: „¡Justo es tu juicio!‟ Y la justicia de ese grito será manifestada en la recompensa hecha para
cada uno. Para aquellos que han hecho el bien, les será dado el gozo perpetuo; mientras a los amantes
del mal, les será dado el castigo eterno. El fuego inextinguible e interminable aguarda a estos últimos,
y un cierto gusano ardiente que no muere y que no desgasta el cuerpo pero que continuamente brota
del cuerpo con incesante dolor. Ningún sueño les dará reposo; ninguna noche los calmará; ninguna
muerte los librará del castigo; ningún ruego intercesor de amigos los beneficiará (”Contra los griegos
3”)
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De Minucio Félix (226 dC)
Minucio Marcos Félix es quizá el primer latino apologista por la fe cristiana que se haya
conocido. Él escribió “Octavius,” un diálogo sobre el cristianismo entre un incrédulo
llamado Cecilio Natalis y un cristiano llamado Octavio Januarius (quien era un abogado,
amigo y estudiante de Minucio Félix:
No ignoro el hecho de que muchos, en la conciencia de lo que ellos merecen, deberían mejor esperar a
realmente creer que no hay nada para ellos después de la muerte. Ellos preferirían ser aniquilados en
vez de ser restaurados para el castigo. Tampoco hay ni medida ni fin para esos tormentos. Ese fuego
inteligente quema los miembros y los restaura, los desgasta y sin embargo los sostiene, como rayos
ardientes que golpean los cuerpos pero no los consumen (“Octavius” 34:12-5:3).
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De Cipriano de Cartago (252 dC)
Thaschus Caecilius Cyprianus fue obispo de Cartago. Él tuvo una educación griega
excelente y escribió varias cartas y tratados fundamentales en los que los que discutió las
doctrinas de la iglesia:
Un siempre-ardiente Gehena y el castigo de ser devorado por llamas vivas consumirá a
los condenados; tampoco habrá ahí ninguna forma en la que los atormentados puedan jamás tener un
respiro o llegar a un término. Las almas junto con sus cuerpos serán preservadas para sufrir en
ilimitadas agonías… El dolor ante el castigo será entonces sin el fruto del arrepentimiento; el llanto
será inútil y la oración inefectiva. Demasiado tarde creerán en el castigo eterno, quienes no creyeron
en la vida eterna, (“A Demetriano” 24)
¡Oh, qué grandioso será cuando llegue aquel día, hermanos amados, cuando el Señor comience a
contar a su pueblo, y reconocer los méritos de cada uno por la inspección de su divino conocimiento,
para enviar al culpable al Gehena, y quemar a nuestros perseguidores con el ardiente fuego de un
castigo eterno, pero también para pagarnos la recompensa a nuestra fe y devoción! (“A Thibaris”
55:10)
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De Lactancio (307dC)
Lucio Cecilio (o Celio) Firmiano Lactancio era un latín-hablante del norte de África. Era
un experto en retórica y enseñó la materia en la ciudad de Nicomedia a petición del
emperador Diocleciano. También escribió varias obras apologéticas y doctrinales:
Pero, sin embargo, las Sagradas Escrituras nos informan de qué manera los impíos serán
sometidos al castigo. Por haber cometido ellos pecados en sus cuerpos; se revestirán de nuevo de la carne,
para expiar sus crímenes en los cuerpos; y, sin embargo, esa carne que va a poner Dios de nuevo sobre el
hombre no es semejante a la carne terrenal, sino que es una carne indisoluble y eterna, para que pueda ser
pasto de los tormentos y del fuego eterno,… El mismo fuego divino, por tanto, con la misma fuerza y poder,
quemará a los impíos y los volverá a formar de nuevo, y reemplazará tanto como haya consumido de sus
5
6. cuerpos, y los equipará con sustento eterno… Entonces aquellos cuya piedad haya sido aprobada, recibirán la
recompensa de la inmortalidad; pero aquellos cuyos pecados y crímenes hayan sido traídos a la luz no se
levantarán de nuevo, sino que serán escondidos en las mismas tinieblas con los impíos, siendo destinados a
cierto castigo.(Instituciones divinas” 7:21)
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De Cirilo de Jerusalén (350 dC)
Cirilo fue un teólogo muy respetado de la iglesia primitiva y obispo de la iglesia en
Jerusalén. Él escribió veintitrés conferencias sobre la enseñanza de las doctrinas de la
iglesia y se entregó a estas conferencias mientras era presbítero en Jerusalén:
Resucitaremos, pues, teniendo todos cuerpos eternos, pero no todos semejantes: si alguien es justo,
recibirá un cuerpo celestial para que pueda tratar libremente con los ángeles; pero si alguien es
pecador, recibirá un cuerpo eterno capaz de sufrir el castigo de sus pecados de modo que, ardiendo en
el fuego eterno, nunca se consuma….(“Catequesis” 18:19)
Así pues, el Padre es real y verdaderamente vida, y por el Hijo derrama a todos, como de una fuente, y
en el Espíritu Santo, los dones celestiales. Por su benignidad nos han sido prometidos también a los
hombres de modo veraz los dones de la vida eterna. Y a esto no se le puede negar, como si fuese cosa
imposible, la fe: debemos creer, no mirando a nuestra debilidad, sino en atención a su poder: «Para
Dios todo es posible». Que ello es posible y que esperamos la vida eterna lo dice Daniel: «Los que
enseñaron a la multitud la justicia (brillarán) como las estrellas, por toda la eternidad». Y Pablo dice:
«Y así estaremos siempre con el Señor». Este «estar siempre con el Señor» designa a la vida eterna.
Muy claramente lo dice también el Salvador en los evangelios: «E irán éstos a un castigo eterno, y los
justos a una vida eterna». (“Catequesis” 18:29)
Una horrible verdad descrita por los primeros creyentes
Si bien este estudio de las primeras enseñanzas sobre la naturaleza del infierno puede parecer un poco
largo y laborioso, nos ayuda a entender lo que los primeros creyentes aprendieron y enseñaron sobre la
naturaleza del eterno tormento consciente de aquellos que rechazan a Cristo. Una y otra vez, vemos que
los padres de la iglesia primitiva creían que aquellos que entran en el infierno NO son aniquilados o
destruidos. En resumen, estos primeros creyentes entendieron las Escrituras para enseñar que:
1 Las almas siguen viviendo después de la tumba. Aún aquellas que son asignadas al infierno son
“inmortales,” “indestructibles,” y “permanecen para siempre” Aquellos asignados al infierno, serán
“guardados en el fuego eterno” por un período de tiempo que es “igualmente perpetuo e
interminable,” como lo es la vida eterna para aquellos que estén en el cielo.
2 Los rebeldes estarán en el infierno con un “cuerpo eterno, apropiado para soportar la pena por los
pecados” Ellos “arderán eternamente en el fuego” y nunca “serán consumidos” Aquellos
atormentados en el infierno, nunca “tendrán un respiro” y su tormento nunca “tendrá un final” “Las
almas junto con sus cuerpos serán preservadas para sufrimiento en ilimitadas agonías”.
3 A las almas en el infierno NO se les permitirá morir o dejar de existir. “Ellas preferirían ser
aniquiladas en vez de ser restauradas para el castigo”, pero sencillamente este no es el caso. El fuego
del infierno es “inteligente” y “quema los miembros y los restaura; los deteriora y sin embargo los
sostiene, como rayos ardientes que golpean los cuerpos pero no los consumen”.
4 El tormento sufrido por aquellos en el infierno será increíblemente insoportable. Se sentirá como si
“un cierto gusano de fuego que no muere, y que no desgasta el cuerpo” pero que brotará
continuamente del cuerpo “con incesante dolor”.
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7. Esta descripción de eterno tormento consciente en el infierno es ciertamente horrible. Es difícil de creer
y aún más difícil de aceptar. No es algo que le deseemos ni a nuestro peor enemigo, y no es algo que
nosotros, como creyentes, podamos ignorar. Los padres de la iglesia primitiva confirman la verdad
bíblica relativa a la doctrina ortodoxa del infierno. Es un lugar de eterno tormento consciente y un lugar
que debe motivarnos a alcanzar a otros con la verdad, así como motivarnos a vivir una vida que sea
digna del Dios que nos creó. C.S. Lewis nos exhortó a ver el infierno no sólo como la perspectiva para
aquellos que no creen, sino también para nuestra propia preocupación y cautelosa posición como
creyentes:
“En todas las discusiones sobre el infierno, debemos mantener ante nuestros ojos la posible
condenación, no de nuestros enemigos ni de nuestros amigos… sino la nuestra” (C.S. Lewis en “El
problema del dolor”)
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