1. Samy y yo
Argentina, 2001
Dirigida por Eduardo Milewicz, con Ricardo Darín, Angie Cepeda, Henny
Trayles, Cristina Banegas, Alejandra Flechner, Rita Cortese, Alejandra Darín y
Carolina Peleritti.
“Sufro y en los ratos libres escribo”, así es como describe Samy a qué se
dedica. Es que Samuel Goldstein, este nuevo personaje de Eduardo Milewicz,
es introvertido, inseguro, fóbico y, básicamente, judío. A la manera de un
Woody Allen porteño, Ricardo Darín recrea a este guionista de televisión que
tiene cierto talento -aunque nadie parece darse cuenta y aunque se le hayan
agotado “los 70 chistes” de su repertorio- pero se siente un fracasado. Samy
quiere ser otro: quiere escribir una novela, quiere tener una mejor vida sexual
con su novia, quiere hacer reir con sus libretos, quiere... quiere... pero no
puede.
Él mismo es su peor enemigo y -bajo su oscuro punto de vista- las
circunstancias tampoco ayudan. Además, ser hijo de un padre que un día se
hartó de todo y “se mandó a mudar”; tener una hermana amargada y solterona
que le exige que pague la fiesta de bar-mitzva de su sobrino; y una madre
moishe (Henny Trayles) que camina con patines por toda la casa para no rayar
los pisos mientras le recrimina a Samy cada paso que da y nunca deja de
preguntarle si comió, no es tarea fácil.
Samuel vive en un mundo de mujeres que rigen su existencia y entre las que
se reparten sus conflictos: las de su familia, su pareja (Alejandra Flechner), las
amigas de ella, su jefa (Rita Cortese). Pero el rumbo de su vida comienza a
torcerse cuando fortuitamente conoce a Mary (Angie Cepeda) -otra mujer-, una
atractiva colombiana que es completamente opuesta a él. Toda entusiasta,
positiva, sonriente, llena de color y belleza por donde se la mire, Mary es la
única que parece ver en Samy a alguien con potencial. Y así, como siempre,
sin querer y casi sin saber cómo, el pequeño, anteojudo y sombrío hombrecito
gris se ve envuelto en un programa de TV del que la extranjera es flamante
productora. El mismísimo Samy y sus paranoias son los protagonistas de “El
show de Samy“.
El éxito del show -que incluye a su madre-, el nuevo e inesperado romance con
alguien tan diferente y ajena a su mundo, y las ideas y vueltas con su antigua
pareja superan al atormentado Samy, quien no logra disfrutar de nada. Todo lo
contrario, quiere salir corriendo pero no puede y, para colmo, cuánto más
deprimido está, más seguidores tiene. Ambos tonos, el de la comedia
romántica y el del humor logrado a través de la caracterización estereotipada
de los personajes (el judío fóbico, la linda y superficial, la intelectual y
superada, la idishe mame, etc.) y sus circunstancias adversas conviven y se
complementan perfectamente en este film de novedosa mezcla.
La suma de esos aciertos, más el sostén actoral de Darín como protagonista y
un guión sólido y entretenido hacen de este film una muy grata sorpresa. Por
2. un lado porque Milewicz había realizado el drama La vida según Muriel y ahora
se luce con una comedia muy fuera de lo común. Por otro lado porque el cine
argentino ofrece películas muy buenas sólo de vez en cuando: El hijo de la
novia (aunque no compartí la devoción que despertó en general); últimamente
Herencia, con sus toques graciosos pero definitivamente más nostálgica y
conmovedora; y ahora Samy y yo.
Yvonne Yolis