2. En esta vida la perfección es imposible. Si la pudieras alcanzar no tendrías necesidad de un Salvador. Su amor jamás terminaría de consumarse. Son tus imperfecciones las que le motivan a amarte más. Lo necesitas, y al igual que un niño que depende de su padre para llevar a cabo lo que está fuera de su alcance, es justamente esa imperfección la que te impulsa hacia Él.
3. Sin imperfecciones no habría errores. Sin errores no habría forma de aprender y madurar. Si no aprendieras nada ni maduraras, la vida no tendría sentido alguno. Si sientes la tentación de enfadarte por los defectos de los demás que te molestan y exasperan, piensa en el desastre que parecerías si los demás fueran perfectos.
4. Dios te creó tal como eres, con tus defectos, errores y todo lo demás. Esos son los tesoros reales del Cielo. Aunque esos bultos desagradables que mantienes envueltos en harapos te parezcan cargas embarazosas y hasta desalentadoras, dentro llevan perlas de humildad, integridad, compasión y clemencia.
5. Agradece tus debilidades... ...ya que de ellas sacas las enseñanzas más valiosas de amor y humildad. Y cuando veas a otro llevando sus cargas de faltas, ruega por él y échale una mano, y puede que vislumbres las preciosas perlas ocultas tras la rústica fachada externa.
6. Por eso, ten paciencia con las obras humanas en construcción. Puede que un día sean la vía que Dios determine para que llegues a lugares que jamás habrías encontrado de otro modo. PARA COMPARTIR