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Mi vida, mi revoluciĂłn
La vida de un obrero llamado Luis
Fisher
Editor: Lenin Fisher
N 923.2 F533m Mi vida, mi revoluciĂłn: la vida de un
obrero llamado Luis Fisher/Luis Fisher; editor: Lenin
Fisher. - - LeĂłn, Nic.: Editorial Universitaria,
UNAN-LeĂłn, 2010. 111 p.
ISBN: 978-99924-56-95-8
1. FISHER, LUIS-VIDA Y OBRA 2. OBREROS
NICARAGĂśENSES-TESTIMONIOS HISTĂ“RICOS
3. NICARAGUA-HISTORIA-FSLN-1961-1979
I. Fisher, Lenin, ed.
© Lenin Fisher © Editorial Universitaria, UNAN - León. 2010
ISBN: 978-99924-56-95-8
Diseño y Diagramación: Editorial Universitaria, UNAN -León
Derechos reservados conforme a la leyes de la RepĂşblica de Nicaragua
Editorial Universitaria, UNAN-LeĂłn Dir. Iglesia La RecolecciĂłn 85 vrs. al
Oeste. PBX: +505 311 5013 ext. 1061 - 1062 - 1063 Fax 311 - 5013 ext.
1051 e-mail: editorial@unanleon.edu.ni
“…un pueblo ´olvida` cuando la
generaciĂłn poseedora del pasado
no lo transmite a la siguiente,
o cuando Ă©sta rechaza lo que recibiĂł
o cesa de transmitirlo a su vez, lo que
viene a ser lo mismo.”
Yosef Hayim Yerushalmi
Reflexiones sobre el olvido
Agradecimiento a:
Jilma Romero Arrechavala, por todas
las sugerencias hechas.
Edgar Tijerino Mantilla, por obsequiarme el libro “La
epopeya de la insurrección”.
JesĂşs Inocente Cerda, por
regalarme el libro “La saga de los Somoza”.
Rodolfo Mairena Baca,
por su apoyo incondicional.
El editor.
ĂŤndice
IntroducciĂłn .................................................. 7
Testimonio: Mi vida, mi revoluciĂłn....... 11
EpĂ­logo ....................................................... 103
IntroducciĂłn
“Mi vida, mi revolución. La vida de un obrero llamado Luis
Fisher”, es la experiencia vital de un obrero nicaragüense,
un ciudadano comĂşn y corriente, alejado de las esferas del
poder, que participĂł en la lucha contra la dictadura
somocista, formando parte de la guerrilla que antecediĂł y
originĂł al Frente Sandinista de LiberaciĂłn Nacional (FSLN).
Luis Fisher naciĂł en Bonanza, el 10 de abril de 1936. Su
padre: Malcolm Fisher. Su madre: Juana PĂ©rez. El origen
inglés de su apellido se remonta a la migración
relacionada con la fiebre del oro en California. Su
bisabuelo no hizo el viaje completo, desde la zona
fronteriza con Canadá -a través de “La ruta del tránsito”-,
sino que se radicó en la Costa Atlántica, en
ese tiempo llamada La Mosquitia.
La principal motivaciĂłn para escribir este testimonio
autobiográfico de Luis Fisher, fue el interés de
transmitir y registrar su importante vivencia, contribuyendo
asĂ­, con la memoria histĂłrica del pueblo
de Nicaragua. Porque, en definitiva, su testimonio no
sĂłlo pertenece a su familia, sino que es patrimonio de todo
el pueblo nicaragĂĽense y en consecuencia
de la humanidad. Y es que este testimonio refleja la
historia real, de carne y hueso; y no necesariamente la
historia de estatuas de bronce, académica.
De acuerdo a Romero Arrechavala, la transmisiĂłn de la
historia oral “…implica inquirir a las personas acerca de su
pasado, sus experiencias y su participaciĂłn en la gestaciĂłn
de un hecho histórico.”
1
Eso es lo que revela este testimonio:
la vida de un obrero dentro
de una revolución armada. Contemporáneos de Luis
Fisher que pueden respaldar o negar cualquier cosa
escrita en este testimonio son: Tomás Borge Martínez, Edén
Pastora GĂłmez, Bayardo Altamirano, Francisco
Jarquín y José Reyes Monterrey.
La metodologĂ­a empleada fue la siguiente: primero, en los
meses de marzo y abril de 2007, le hice una entrevista de
tipo abierta a Luis Fisher que permitiĂł
grabar en siete cassettes el relato espontáneo. Segundo,
transcribĂ­ la entrevista en los meses de noviembre y
diciembre del año 2009. Tercero, imprimí un borrador en
enero de 2010, el cual fue revisado por ambos
durante ese mismo mes. Cuarto, se incorporaron
todas las correcciones. Quinto, el entrevistado hizo una
Ăşltima revisiĂłn en el mes de mayo de 2010. Sexto, se
hicieron las Ăşltimas correcciones.
El lenguaje grabado en la cinta magnetofĂłnica es
espontáneo. La transcripción, si bien respetó la esencia del
relato, incluyĂł algunas modificaciones
1
Jilma Romero Arrechavala. Historia oral: un proyecto inconcluso
en Nicaragua en la década de los ochenta. Voces Recobradas. Buenos
Aires, Argentina. Año 12; No. 26. 16-25
leves, de estilo, sobre todo para facilitar la redacciĂłn
y la lectura. Algunos hechos son contrastados con
fuentes escritas.
Con su testimonio, Luis Fisher aporta elementos
histĂłricos sobre la forma en que sucedieron algunos hechos,
tales como: la rendiciĂłn del Frente Revolucionario Sandino
(FRS) ante el ejército hondureño; el origen del primer himno
del FSLN; la
primera fusiĂłn, en Cuba, del FRS con el Movimiento
Nueva Nicaragua – Frente de Liberación Nacional
(MNN-FLN); la primera escuela polĂ­tico-militar del
MNN dentro de Nicaragua; el entrenamiento de
guerrilleros nicaragĂĽenses en Cuba persiguiendo
a los contrarrevolucionarios en las montañas del Escambray;
las torturas y las condiciones de las
cárceles de la dictadura somocista; y el destierro en
San Juan del Norte.
El testimonio de este obrero, escrito a partir de una
historia oral, confirma, contrasta y a veces refuta
algunos aspectos enunciados en fuentes escritas (casi
oficiales), lo cual lo vuelve más interesante. “Desde
el comienzo de la historia de la humanidad –según
Laura Benadiba-, la transmisiĂłn oral ha sido la forma
de conservar la memoria colectiva.”
2
Testimonio e historia
oral individual y a la vez colectiva, social,
porque el hombre es un ser social, la sociedad está
formada por individuos y por lo tanto, hablar de un
2
Laura Benadiba. ¿Qué es la historia
oral? Historia oral, relatos y memorias. Maipue.
Buenos Aires. 2007: 17
individuo es en cierta manera hablar de la sociedad. Eso es
el presente testimonio, que no fue transcrito por un
historiador profesional o académico, sino
por un espontáneo aficionado que experimentó la
indagaciĂłn de omisiones y olvidos, y el encuentro con
detalles dispersos e incompletos en lo ya escrito.
Agradezco, al personaje viviente de este valioso
testimonio, el esfuerzo hecho y las horas dedicadas a la
entrevista, a la lectura y a la revisiĂłn del texto. Y me
disculpo pĂşblicamente por haber dejado pasar tanto tiempo
entre la grabaciĂłn de la entrevista y la transcripciĂłn.
Satisfecho por haber concluido la publicaciĂłn de
este testimonio, estoy seguro de que será útil y que
estimulará a otros a recopilar y publicar su historia
oral, que es la memoria histĂłrica de todos.
Mi vida, mi revoluciĂłn
(La vida de un obrero llamado Luis Fisher)
Antecedentes familiares
Los antecedentes del apellido Fisher, del autor de este
testimonio, asĂ­ como su lugar de nacimiento en
la zona minera de Bonanza, están relacionados con la
migraciĂłn desde el norte del continente hacia el sur, a su vez
vinculada a fenĂłmenos econĂłmicos y sociales.
En la segunda mitad del siglo XIX el capitalismo mundial
alcanzĂł la etapa industrial liberal. Potencias europeas,
Inglaterra en primer lugar, encabezaron
este desarrollo para lo cual necesitaron, además de
mercados para sus productos, fuentes de materias
primas para la industria mecanizada. En América,
los estados del norte de Estados Unidos, alcanzaron este
desarrollo capitalista burgués, que se extendió por todo el
país, en la década de 1860, después de la Guerra de
SecesiĂłn.3
3
Jilma Romero Arrechavala. Consideraciones socioeconĂłmicas
acerca del desarrollo regional de Nicaragua (siglo XVI-1893). Universidad
Central de Las Villas. Cuba. 1988: 79. Tesis de MaestrĂ­a en Historia de
Nicaragua.
El desarrollo capitalista acelerado, sobre todo, en la costa
Este de los Estados Unidos, demandĂł la existencia de una
infraestructura para abaratar los costos, asĂ­ como agilizar y
facilitar todas las operaciones mercantiles. Por ello, Estados
Unidos e Inglaterra concretaron sus aspiraciones de unir la
ruta
Atlántico – Pacífico mediante una ruta interoceánica
a través de Nicaragua. Poco después de descubiertas las
minas de oro californianas, esta necesidad fue
mayor para Estados Unidos que, en 1949, firmĂł
con Nicaragua un tratado de paz y amistad, y una
convenciĂłn para la ejecuciĂłn del canal.4
El descubrimiento de minas de oro en California, desatĂł en
1848, la fiebre del oro. Estados Unidos ya
le habĂ­a robado a MĂ©xico la mitad de su territorio. Los
gringos viajaban desde la costa este hacia la costa oeste; para
evadir el ataque de los indios y las
dificultades de atravesar a todo lo ancho la América del
Norte, pasaban del océano Atlántico al Pacífico por medio
del rĂ­o San Juan y el lago Cocibolca de Nicaragua, utilizando
“La ruta del tránsito” (New York, Océano Atlántico, San
Juan del Norte, RĂ­o San Juan, Lago Cocibolca, puerto La
Virgen, recorrido
por tierra en carruajes tirados por caballos a través
del istmo de Rivas, San Juan del Sur, Océano Pacífico y
California), segĂşn Reyes Monterrey. 5
4
J. Romero Arrechavala. op., cit.
5
José Reyes Monterrey. Apuntamientos básicos para el estudio de la
historia general de Nicaragua. Universitaria. LeĂłn, Nicaragua. 1989: 117
En 1850, Inglaterra y Estados Unidos firmaron el tratado
Clayton-Bulwer con el cual, ambas potencias
decidieron unirse para construir un canal por Nicaragua,
sobre el que ninguna de las dos ejercerĂ­a control exclusivo.6
Los conquistadores españoles llamaron “el
desaguadero” al río San Juan, desagüe del Cocibolca.
El descubrimiento, conquista y colonizaciĂłn de Nicaragua,
en 1524, estuvieron determinados por la
búsqueda de una ruta interoceánica, que comunicara el
océano Pacífico con el Atlántico; el mítico “estrecho
dudoso”, es decir, el paso marítimo desconocido que
buscĂł CristĂłbal ColĂłn para alcanzar las costas de China y
JapĂłn, una vez que supo que no estaba en las
Indias Orientales.
7
Los ingleses desde el siglo XVIII promovieron una mo-
narquía indígena con la cual establecieron una amañada
base local para extender su frontera colonialista sobre la
costa oriental de Nicaragua, lo que ellos llamaban La
Mosquitia. En 1894, el gobierno nacionalista, de corte liberal,
del general José Santos Zelaya reincorporó La Mosquitia al
territorio nacional, aunque sĂłlo fuera de manera formal. En
1895, la denominada reserva de La Mosquitia, una inmensa
franja territorial, fue incorporada a Nicaragua con el nombre
de Zelaya, en honor al presidente de ese momento.8
6,7
J. R. Monterrey. op., cit., 117
8
Sandra Centeno Rojas. Propuesta para un estudio regional de
Nicaragua a partir del análisis general de sus estructuras económicas y
sociales contemporáneas (1893-1979). Universidad Central de Las Villas.
Cuba. 1980; 30. Tesis de MaestrĂ­a en Historia de Nicaragua.
El transporte de los aventureros era el rentable
negocio de “La Compañía Accesoria del Tránsito”
propiedad del magnate yanqui, el comodoro
Cornelius Vanderbilt, quien nunca pagĂł impuestos
a Nicaragua, empresa que después fue un objetivo de
William Walker. Los buscadores de oro tenĂ­an dos
opciones más: el estrecho de Magallanes -en el cono sur-, y
el ferrocarril transoceánico de Panamá. Sin embargo, la ruta
más corta, era evidentemente, la de
Nicaragua. 9
La empresa de Vanderbilt monopolizĂł el transporte de
mercancĂ­as y pasajeros, transportaba 200 mil viajeros
mensualmente, y se comprometiĂł con el gobierno
nicaragüense a pagar 10 mil pesos anualmente más
el 10% de las ganancias lĂ­quidas, compromiso que cumpliĂł
únicamente el primer año.10
“La fiebre del oro, llamada gold rush en inglés, trajo a mi
bisabuelo desde la frontera de Estados
Unidos-Canadá hasta Nicaragua, donde terminó
estableciéndose. Mi bisabuelo, Roberto Fisher, fue un
buscador de oro. Luego, mi abuelo también llamado
Roberto Fisher descubriĂł la mina de oro La
Primavera, cerca de Monte Carmelo, en la zona que hoy se
conoce como el triángulo minero.”
9
J. R. Monterrey. op., cit., 117
10
J. Romero Arrechavala. op., cit., 80.
“En La Primavera, posteriormente, también trabajó
mi papá. Nací en Bonanza, Zelaya, Nicaragua, el 10 de
abril de 1936, como resultado de la uniĂłn de Malcolm Fisher
y Juana Pérez; mis padres me llamaron Luis Fisher Pérez.”
El apellido Fisher llegĂł, entonces, como una casualidad
histĂłrica relacionada con la
ruta del tránsito, la fiebre del oro y la migración del
norte hacia el sur.”
“Mi abuelo Roberto y mi abuela Jenny Gómez tuvieron ocho
hijos en total, dos varones y seis mujeres: Malcolm, FĂ©lix,
Guadalupe, Paulina, Magdalena,
Amalia, Matilde e Irma. FĂ©lix peleĂł contra Sandino
porque era soldado, traductor de los marines yanquis; Ă©l
muriĂł en un combate contra los guerrilleros de
Sandino. Félix tuvo un hijo que se llamaba Sebastián.
Pero casi 30 años después, yo, un sobrino de Félix, dentro
del Movimiento Revolucionario Sandino seguĂ­
la bandera del HĂ©roe Nacional, fui cofundador del
Frente Sandinista de LiberaciĂłn Nacional y todavĂ­a enarbolo
la bandera roja y negra como militante del FSLN.”
Mi infancia y adolescencia
“Fui el primer nieto que tuvo mi abuelo. Según me dijo mi
tĂ­a Lupe, yo fui el primero, Ăşnico y Ăşltimo nieto que mi
abuelo Roberto habĂ­a chineado; yo tuve ese
privilegio. Cuando mi papá se separó de mi mamá, se
casĂł con otra mujer (MarĂ­a Lidia Sotomayor), quien me criĂł
como a un hijo, desde la edad de siete años. Mi primera
hermana fue Evelyn, luego nacieron mis otros hermanos:
Jenny, Gina, Malcolm, Roberto,
Manuel y María. Era el hijo mayor de mi papá. Ayudé
a criar a los niños, a cuidarlos, a chinearlos. Yo quería
mucho a mi madrastra. Mi papá y doña María Lidia
vivieron sus últimos años en Estados Unidos, donde
murieron. Ellos se fueron de Nicaragua durante la
Revolución. También tengo una hermana, por parte de
padre, llamada MarĂ­a Elsa. Roberto, mi hermano, fue el
Ăşltimo que estuvo trabajando en la explotaciĂłn de la mina
La Primavera hasta 1979.”
“Mi papá estudió cursos de electricidad por
correspondenciaenelAmericanSchool,desdedondele
enviaron los libros necesarios y su respectivo diploma.
Con mi papá, mi mamá y mis hermanos, cuando yo era
hijo de dominio, vivimos en diferentes departamentos.
Primero, cuando tenía como siete años vivimos en la recién
descubierta Mina El LimĂłn. Luego, vivimos en EstelĂ­, de
donde salí de 15 años; después, en Managua
donde, me separé de la familia al irme a Matagalpa -a rodar
fortuna decĂ­a uno-de manera escondida; ellos
supieron al ver que no llegaba a la casa ni a dormir ni a
comer. En Matagalpa busqué a un primo de mi mamá
María Lidia, él se alegró al verme y le expliqué que andaba
huyendo de mis padres, quienes no me habĂ­an hecho nada
malo.”
“El primo de mi mamá María Lidia me dijo que no me
afligiera. Me consiguiĂł trabajo en la casa distribuidora
de los cigarros de la Tabacalera Nicaragüense, donde laboré
casi un año. Estaba haciendo y entregando un paquete de
cigarros para un cliente de origen chino, cuando de repente
sentĂ­ una mano en la
espalda, volteé a ver y miré la cara de mi papá; él me
vio la cara de asustado. Pensé que iba a reaccionar
violentamente porque su carácter era fuerte. Mi papá me
dijo: no te pongás nervioso, concentrate en lo que estás
haciendo, después vamos a platicar. Eso
me tranquilizó. Guardé el dinero en el maletín y nos fuimos
a la agencia distribuidora que manejaba un señor apellido
Mansel en su propia casa. La familia Mansel me estimaba y
decĂ­an que yo era responsable con mi trabajo a pesar de ser
un adolescente.”
El tuno
“Por la tarde platiqué con mi papá en un parque. Me
dijo que me buscaba porque me necesitaba, ya que tenĂ­a una
concesiĂłn para explotar la madera llamada tuno (que
produce una savia lechosa para hacer chiclet o goma de
mascar). Ya se habĂ­a agotado la
fuente anterior que eran los árboles de níspero. Era
el turno del tuno. La regiĂłn donde se trabajarĂ­a era la parte
norte del departamento de Zelaya (hoy RegiĂłn
Autónoma del Atlántico Norte, R.A.A.N.).”
“Hablamos con el señor Mansel y su esposa; les presenté a
mi papá. Ellos le dijeron que confiaban
mucho en mĂ­; yo manejaba mucho dinero cuando cobraba
durante la distribuciĂłn de cigarros El Gallito
y Montecarlo (que los fumaban los más pobres), Valencia
(que lo compraba más que todo la clase media) y Esfinge (el
más refinado y caro); todos eran cigarros que no tenían
filtro. A veces andaba hasta
cinco mil pesos en el maletĂ­n, lo que en esos tiempos era
mucho dinero.”
“Una semana después regresó mi papá y nos fuimos
a Managua. En una semana salimos para Bonanza
mi papá, mi mamá, mis hermanas Evelyn y Jeny. Allá
encontramos a mi tĂ­a Matilde porque su marido
ahĂ­ trabajaba. Tomamos un aviĂłn que iba a Monte
Carmelo donde se cargaba de cal para la mina de Bonanza.
Yo tenía entre 15 y 16 años. Monte Carmelo
era una pista de aterrizaje rĂşstica, ocho casitas, una
quebrada y lluvias tremendas; le habĂ­an hecho a mi
papá una casa de bambú para que ahí funcionara un
comisariato. Para mí fue un cambio brusco.”
“Cuando llegamos, realmente había mucha madera.
Trabajamos en esa zona durante dos años y medio.
Mi papá dirigía a 300 trabajadores y tenía como 12
mulas. Nos metíamos a la montaña a sacar la materia prima
obtenida de la leche de tuno para hacer chiclet.
Le sacábamos la savia al árbol de tuno, le hacíamos
un corte como collar o un corte en forma de “V” para
que saliera la leche del árbol. Cada 60 cm., se hacía un collar
en el tronco del árbol, dependiendo de
su altura y grosor, se hacĂ­a un canalito en la misma corteza;
abajo se ponía un saco bañado con leche de
hule para que no se saliera la leche del árbol que el hombre
iba picando de abajo para arriba. Al saco le
decĂ­an el chulero; con cada saco se recogĂ­an 60, 80 Ăł
90 libras de leche de hule. Cuajaban la savia lechosa y
nosotros llegábamos a recogerla. Yo hacía la orden de
pago y me encargaba de la otra etapa que consistĂ­a en
cocinar la materia prima. Siempre los campamentos se
hacían a la orilla de un río, quebrada o caño y
buscábamos una poza donde el agua nos llegara a la
rodilla porque cocĂ­amos cuatro veces el producto y
lo lavábamos varias veces para después meterlo, en
forma de trenza, en una caja hasta llenarla y dejarlo asĂ­
durante tres dĂ­as para que se escurriera el agua.
Trabajábamos día y noche en eso. Durante un mes
recogíamos el producto y lo trasladábamos a Monte
Carmelo en mulas y bueyes.”
“Mi papá alquilaba cada mes un avión, en vuelo tipo
charter, desde Monte Carmelo hasta Managua, para
enviar tres mil o cuatro mil libras de hule a la empresa
norteamericana que le compraba, la Really Company. AhĂ­,
lo pesaban y medĂ­an el grado de humedad porque entre
más seco estuviera el producto era mejor.”
“Sólo una vez se le sacaba la savia al tuno. Dependía mucho
de la habilidad del cortador para que sĂłlo
cortara la corteza del árbol y no llegar a la profundidad
o cuerpo del árbol. Algunos árboles morían. Los árboles que
no morĂ­an podĂ­an volver a dar la savia
después de dos años, mientras se curaban los collares que se
le hacían. Nunca reforestamos con tuno.”
“Después de dos años y medio de trabajo, se
comenzĂł a agotar el tuno. Cada vez tenĂ­amos que
internarnos mucho más en la montaña para conseguir más
árboles de tuno. En esos tiempos, 1951, eran
unas montañas espesas y había muchos animales: culebras,
tigres, lagartos, leones, dantos, venados y chanchos de
monte. Estos Ăşltimos nos servĂ­an de alimento, pero eran
realmente peligrosĂ­simos cuando
encontrábamos a la manada. Los dantos pasaban cerca de
los campamentos nuestros. Mirábamos
huellas de todo tipo de animales y por supuesto a los
animales. Los tigres llegaban a acechar a los campamentos
por la noche.”
“En la noche nos iluminábamos con seis lámparas de
carburo. Mientras estábamos trabajando en la poza, lavando
el producto, mirábamos pasar
repentinamente en el rĂ­o, nadando, a culebras que
iban velozmente a morder a las lámparas; la luz
las atraĂ­a; al sentir que no podĂ­an hacerle nada a la
lámpara se alejaban. Así nos asustaban las culebras.
Si uno se movĂ­a y se le atravesaba en el camino a la culebra,
seguro que la culebra le picaba. Eran culebras venenosas;
era un riesgo como otros:
las plagas, la lluvia, el lodazal, el ején. Cuando estábamos
dormidos en el campamento, dejábamos
seis o siete mulas amarradas, y de repente oĂ­amos
el relincho de las mulas y simultáneamente oíamos el rugido
del tigre. Era un alboroto. Disparábamos. Nos levantábamos
para calmar a las mulas. Cuando
el tigre pasaba cerca, se sentía un tufo como a sarna.”
“Cuando se desataba un temporal se desbordaban
los ríos y los caños; los ríos crecidos no te permitían volver
ni podĂ­as hacer nada; te tenĂ­as que quedar en el
campamento y esperar a que los rĂ­os bajaran. El temporal
nos podĂ­a echar a perder la provisiĂłn de
alimentos que llevábamos para una semana y nos
podĂ­amos quedar comiendo sĂłlo pinol. Durante un
temporal era difĂ­cil hasta cazar, tirar animales. Al finalizar
las lluvias, entonces sĂ­, podĂ­as buscar un
pavĂłn o un venado; eran unas grandes comilonas las
que armábamos. Un pavón es un chompipe del monte.
Cuando los alimentos escaseaban, cazábamos monos;
cocĂ­amos la carne de mono con sal y la comĂ­amos con
guineo cocido.”
“En esos tiempos eran verdaderas montañas
boscosas, espesas, montañas de verdad. Había toda clase de
pájaros, reptiles, pavones. Era tal el bosque, la abundancia
de árboles, que a veces a las 3 ó 4 de
la tarde ya no mirabas a corta distancia, sobre todo cuando
se desataba el invierno infernal, lluvioso.”
“Al pasar del tiempo, la producción bajó, se tenía que entrar
mucho más montaña adentro; se le tenía que pagar más a la
gente. Un día que llegó de Bonanza mi papá, le dijo a mi
mamá, que le habían ofrecido un
trabajo en la mina de Bonanza, pero que necesitaba tres
meses para dejar en orden todo lo relacionado con
la concesión del tuno. Mi papá puso como condición
vivir en el staff.”
Bonanza y el staff
“El staff era una zona donde vivían los jefes que
normalmente eran extranjeros, gringos casi todos; aunque
habĂ­a algunos chilenos, rusos y canadienses. El staff era un
lugar donde habĂ­a todo tipo de comodidades: muebles,
electrodomésticos, lavadora, refrigeradora, agua fría y
caliente en el baño, etc. En el staff había un club-hotel,
piscina grande, billares para chavalos y para adultos,
diversiones. Yo tenĂ­a derecho de ir al club y a la piscina. Mis
hermanas, Evelyn y Jenny, como estaban pequeñas, iban a
piñatas y yo las acompañaba. En el staff se celebraba
la navidad el 4 de julio; en esos dĂ­as eran unas grandes
bebederas y bailes, y llevaban conjuntos
musicales de Managua. A estos fiestones sĂłlo asistĂ­a la gente
que vivía en el staff. Hacían fiestas por el cumpleaños del
gerente, por cualquier cosa hacĂ­an
fiestas.”
“Todo, todo lo que se consumía en el staff era importado,
venĂ­a desde Estados Unidos. En ese tiempo, 1951, en el norte
se endulzaban los refrescos con atado de dulce, dulce de
caña, producido en los
trapiches; en Bonanza no conocĂ­an el azĂşcar refinada.
Todos esos productos entraban por los rĂ­os de cierto caudal
que eran navegables en lanchas pequeñas de
motor, las cuales los recibían de barcos más grandes.
Después, en la pista de macadán de Bonanza
aterrizaban aviones que venían de Estados Unidos.”
“El staff era cercado con malla ciclón y tenía vigilantes
civiles en los portones; ahĂ­ sĂłlo entraban las empleadas
domésticas, el tren de aseo y el camión del comisariato que
llevaba la provisiĂłn a todos los extranjeros los dĂ­as
miércoles (provisión para 15 días). Un empleado del
comisariato recogĂ­a la lista de necesidades de cada casa con
anticipaciĂłn. Nosotros vivĂ­amos en el staff; yo vivĂ­ en el staff
durante dos
años. Era una vida tranquila, de abundancia; mi papá
trabajaba ahĂ­ y ganaba bien; pero el pueblo no vivĂ­a asĂ­, los
trabajadores no vivían de esa manera.”
“Mi papá era el segundo jefe del departamento
eléctrico. El tenía que atender la transmisión y distribución
de la energía eléctrica; había una planta eléctrica en la presa
El Salto, desde donde traían la corriente eléctrica y tenían
que poner transformadores.
También mi papá tenía que atender la parte industrial del
taller; cuando el gerente de dicha área viajaba a Estados
Unidos, mi papá quedaba de responsable. Entonces, mi
papá tenía mucho trabajo, ganaba bien y era reconocido
como un gringo más en el staff. Mi papá hablaba bien el
inglés, lo traducía y lo leía. Además, su biotipo físico era de
un típico anglosajón. Después de haber vivido en medio de
las dificultades
de trabajar buscando tuno, pasé a vivir con muchas
comodidades en el staff.”
“Había un comando de la Guardia Nacional (G.N.)
en Bonanza, que velaba por la seguridad de los intereses de los
gringos, o sea, vigilaba el staff y el comisariato. La guardia
siempre estaba cerca del staff, como a una cuadra de distancia.
El jefe del cuartel era un teniente y mantenĂ­an un posta
vigilando afuera. Yo iba mucho al pueblo porque a mĂ­ me
gustaba ir. Iba a dejar a mi hermanita a su casa, en el pueblo, y
regresaba. TenĂ­a muchas amistades y novias en Bonanza. Iba al
pueblo muy frecuentemente por la tarde, regresaba al staff a
las 9 Ăł 10 de la noche. Los
sábados y domingos iba después del almuerzo. Una
tarde, como a las cinco, pasaba por el cuartel de la G.N.;
regresaba del pueblo. Un gringo pasaba por
el cuartel, venĂ­a del comisariato, ebrio. Cerca del
cuartel, estaba un campesino de los que trabajaban en la
mina, ebrio también y como todo bolo, necio, le habló al
gringo, queriéndole saludar. El gringo se apartaba del
campesino bolito. El yanqui se enojĂł, le dio un golpe en la
cabeza al campesino. Este cayĂł al suelo y el gringo agarrĂł a
patadas al campesino.”
“Todo eso ocurrió como a 50 metros de distancia del cuartel
de la G.N. Los guardias estaban de frente a los hechos,
vieron, se rieron y no actuaron porque era un gringo el que
golpeaba a un trabajador nicaragĂĽense.
El gringo se fue y los guardias no hicieron nada. A mĂ­
me dio mucho pesar la situaciĂłn del trabajador nica,
independientemente de que estaba ebrio (“bolito” como
decimos en Nicaragua). Sentí mucho malestar y empecé a
sentir algo diferente; se me quedĂł grabada aquella imagen
en la mente. Para mĂ­ ya no habĂ­a
tranquilidad en el staff. Entonces, más salía para el
pueblo, para Bonanza.”
“Mi papá me reclamaba que yo ya no iba a la piscina,
que no iba al club; yo le respondĂ­a que no me interesaba. El
me reclamaba que mucho iba al pueblo. Eso fue parte de mi
proceso de transformaciĂłn de un
joven rebelde en contra de la injusticia. Además, de que mi
papá trabajaba como un obrero, como obrero calificado, yo
trabajaba en el taller eléctrico bajo el
mando de otra persona que a su vez era subordinada
de mi papá. Porque a la semana de haber llegado al staff, le
dije a mi papá que yo quería trabajar. Así que,
yo recibĂ­a un sueldo por mi trabajo. Eso me permitĂ­a
ir al pueblo con mis reales sin molestar a mi papá.”
“Decidí irme a Managua; le dije a mi padre que no me sentía
tranquilo. Le conté lo que había sucedido con el campesino
golpeado y pateado por el gringo y le dije que pensaba que eso
no era correcto. No estaba bien que golpearan a un trabajador
nicaragĂĽense. El campesino, aunque estaba bolo, no
estaba peleando;más bien, quería saludar y platicar con el
gringo. Este era más alto, más fuerte y mejor alimentado. Me
fui a Managua. Mi papá y mi mamá
se quedaron viviendo en el staff. VivĂ­a en casa de
mi tía Matilde. Comencé a trabajar en la empresa
Luz y Fuerza. Tuve posiciones polĂ­ticas diferentes al gobierno
de Somoza porque habĂ­a desempleo, falta de libertad de
expresión y de prensa, y porque ya se habían adueñado de
toda Nicaragua. La G.N., causaba inquietud porque habĂ­a
asesinado a muchos
jóvenes o políticos. Eso me motivó a una reflexión.”
MokorĂłn
“En aquellos tiempos, los años 50 del siglo XX, los Somoza
buscaban como hacer algo para que el pueblo olvidara los
problemas polĂ­ticos y sociales existentes; inventaban
cualquier cosa para distraer al pueblo, por ejemplo, el caso
de MokorĂłn, en la
frontera con Honduras, diciendo que los hondureños
atacarían.” El conflicto fronterizo por el territorio
en litigio estallĂł el 1 de mayo de 1957, el mismo dĂ­a que
asumiĂł la presidencia Luis Somoza Debayle.11
11
Humberto Ortega Saavedra. La epopeya de la
insurrección. Lea. Tibás, Costa Rica. 2004: 99
“Después de la jornada de trabajo, cuando llegamos a
descansar, encontramos a la guardia que nos dijo
que los jóvenes nos montáramos al camión; ahí me
llevaron; tenía como 18 años; no nos preguntaron si
querĂ­amos ir o no; y nos llevaron al Estadio Nacional; ahĂ­
nos encerraron, nos dieron instrucciĂłn militar durante 22
dĂ­as; y nos decĂ­an que Ă­bamos a defender a la patria; pero no
hubo nada, no hubo guerra, porque
era un show propagandístico del gobierno.”
1959
Este fue el año del triunfo de la Revolución Cubana, el 1 de
enero, hecho que estimuló mucho más las acciones
rebeldes contra la dictadura de la familia Somoza.
El 31 de mayo, se produjo el desembarco aéreo en
Mollejones, Chontales; el 1 de junio ocurriĂł otro
desembarco en Olama, Boaco; ambos procedentes
desde Costa Rica y encabezados por Pedro JoaquĂ­n
Chamorro Cardenal. El 24 de junio de 1959, en El Chaparral,
en territorio que hoy pertenece a Honduras,
sucediĂł el combate, cerco y masacre del movimiento
guerrillero conocido como El Chaparral, donde fue herido
en su pulmĂłn derecho Carlos Fonseca Amador,
quien formó parte de la columna “Rigoberto López Pérez”,
dirigida por Rafael Somarriba. En junio, la
columna dirigida por Julio Alonso Leclaire, no pudo
actuar por fallas de comunicaciĂłn y coordinaciĂłn con
la guerrilla de El Chaparral. 12
12
H. Ortega Saavedra. op., cit., 104-117
Desde junio hasta noviembre, en las montañas de
Matagalpa (Las Bayas, Pancasán, El Bijao), surgió
espontáneamente la conocida guerrilla de Carlos “Chale”
Haslam. Entre el 24 de julio y el 7 de agosto incursionĂł
desde Honduras la columna “Augusto
C. Sandino” al mando de Manuel Díaz y Sotelo. En octubre
de 1959, la “Columna 15 de Septiembre”, al mando del
capitán Julio Alonso Leclaire, se
coordinĂł con el Frente Revolucionario Sandino y
atacaron Susucayán y Quilalí. Sucedieron algunos
movimientos armados en el sur del paĂ­s, escaramuzas
aisladas, como el ataque a Los Sábalos, donde participó
RĂłger Deshon ArgĂĽello. 13
La decisiĂłn. 23 de julio de 1959: masacre
estudiantil.
“Lo que a mí me consolidó el antisomocismo que tenía por
dentro, fue la masacre de los estudiantes en LeĂłn, el 23 de
julio de 1959, lo cual me causĂł un impacto tremendo. Yo era
un obrero, nunca habĂ­a estado en la universidad; pero los
masacrados eran jĂłvenes como yo. Eso me hacĂ­a sentir un
rechazo rotundo; algo
estaba explotando o aclarándose dentro de mí.”
“Fue entonces, cuando decidí hacer algo para combatir a la
dictadura. 14
Renuncié al trabajo en Luz y Fuerza, y me fui a
EstelĂ­. Yo habĂ­a vivido en EstelĂ­
13
H. Ortega Saavedra. op., cit., 104-117
14
Lenin Fisher. Fernando Gordillo: a 50 años de la
masacre del 23 de julio. La revoluciĂłn antineoliberal. Editronic.
2009: 147
cuando tenía siete años; ahí me crié, ahí pasé de la niñez a la
adolescencia hasta los 16 años.”
Hacia Honduras
“En Estelí tuve muchas amistades, estudié en la escuela
pĂşblica de varones; en el tiempo en que sĂłlo habĂ­a dos
escuelas en EstelĂ­, que era un pueblo
pequeño. En ese tiempo, mi papá era el encargado de
manejar todo el sistema eléctrico de Estelí. Me contacté con
unos amigos. Los movimientos insurreccionales eran
fronterizos, en el norte o en el sur. Me dieron la respuesta
positiva dos semanas después. El enlace con el movimiento
guerrillero situado en la frontera
con Honduras, era un señor, del cual no recuerdo el nombre,
perteneciente al Partido Conservador, que
era antisomocista y tenĂ­a una camioneta de pasajeros con la
que viajaba diariamente a Ocotal. Preparé una maleta
pequeña y me fui.”
“Ese señor me llevó, me dio las instrucciones. Pasamos por
Ocotal, luego de cumplir su rutina de transportista, nos
dirigimos por la carretera a Dipilto y Las Manos. En el
trayecto nos detuvimos en una hacienda cafetalera y ahĂ­ me
dieron un guía.”
“El terreno fronterizo, formado por serranías, estaba
sembrado de café, tanto en el lado de Nicaragua como en
Honduras. El guĂ­a iba adelante y subĂ­a y subĂ­a; cuando
llegamos al filo de la montaña, me dijo: bueno, aquí lo dejo.
Allá a lo lejos, se miraba una carretera de macadán o tierra,
ya en territorio hon
dureño. Mientras iba en busca de la carretera, debía tomar
medidas de seguridad como parte del clandestinaje. Al
comenzar a bajar la montaña, todo corría por mi cuenta.
Caminé como una hora bajando, ba
jando.”
El Movimiento o Frente Revolucionario
Sandino (FRS)
“Aunque estaba en la montaña, no debía confiar en
nadie; tenĂ­a que evitar encontrarme con personas
nicaragüenses u hondureñas; los pasos que tenía que dar
debían ser en solitario. Escuché que venía un camión
cargado de cortadores de café y me escondí para que no me
vieran. Tenía que tomar la carretera a El Paraíso y llegué a
este pueblo, como a las seis y media de la tarde. En una casa
esquinera, de barro, donde habĂ­a un pozo, yo debĂ­a entrar
en contacto con los compañeros del movimiento guerrillero.
Fui
a pedir agua y pregunté si vendían comida. Cerca
del pozo estaban dos muchachos jĂłvenes que me quedaron
viendo. Les di la contraseña. Ellos eran los compañeros del
Movimiento o Frente Revolucionario Sandino (FRS). Uno de
ellos era Pedro Pablo Ruiz,
“El Negro”. El otro era Faustino Ruiz, “El Cuje”. Nos
saludamos, nos abrazamos. Me dijeron que tenĂ­an dos
semanas de estar esperando.”
El FRS fue fundado en 1959, por los hermanos Alejandro y
Harold MartĂ­nez sobrevivientes del movimiento guerrillero
comandado por los coroneles RamĂłn Raudales y Heriberto
Reyes (1958), asĂ­ como de El Chaparral (1959), bajo el mando
de Rafael Somarriba (ex–teniente de la G.N.). Estando en
Honduras, Alejandro MartĂ­nez, HĂ©ctor Zelaya, el argentino
Che Basante y otros nicaragĂĽenses, que sumaban 12 en total,
combaten defendiendo al gobierno constitucional del
presidente hondureño Ramón Villeda y Morales
(1957-1963), que sufriĂł un intento de golpe de estado. Con las
mismas armas antigolpistas se introdujeron en Nicaragua, en la
región de El Capire, en los márgenes del río Poteca. En el sector
de Las Trojes formaron el campamento que llamaron La
Culebra, a 10 Km., de la frontera con Honduras, donde, junto a
los coroneles de Sandino, Lázaro Salinas, Heriberto Reyes y
Santos López, así como el capitán Chavarría de la caballería de
Sandino, fundaron el Frente Revolucionario Sandino (FRS). En
la asamblea de fundaciĂłn se acordĂł que el FRS sacarĂ­a del
anonimato al
General Sandino. A inicios de 1960 atacaron Las Tro
jes y tras un combate de cuatro horas (desde las 10 p.m.,
hasta las 2 a.m.,) capturaron al gringo Thomas
DeCapt, asesor del gobierno. Al campamento de La Culebra
llegĂł un primer grupo de estudiantes desde MĂ©xico
(Bayardo Altamirano, HĂ©ctor Zelaya y Carlos Medina); en
un segundo grupo llegaron Edén Pastora y Pedro José
MartĂ­nez. El primer destacamento de combate del FRS se
llamĂł RamĂłn Raudales. 15
El FRS operĂł entre noviembre de
1959 y marzo de 1960 en la zona de El Dorado y Las Trojes,
en el antiguo territorio en litigio con Honduras. 16
15
JesĂşs Miguel BlandĂłn. Entre Sandino y Fonseca.
2da. ed., Segovia, Managua, Nicaragua. 2008: 495-499
16
H.
Ortega Saavedra. op. cit. 117
“Un jeep llegó a medianoche; teníamos que irnos; el
mensajero hablĂł con el contacto de la casa; y salimos en el
jeep como una hora después. Viajamos como tres
o cuatro horas. Llegamos a la orilla de un rĂ­o, se bajĂł
el conductor, observó; hizo señas con las luces. Al rato
llegaron dos muchachos campesinos, como a las cinco
de la mañana; nos cruzamos el río y entramos a su finca.
Nos dieron café. Como a las 11 de la mañana, ba
jaron unos guerrilleros; Ă©stos sacaron provisiones que
tenĂ­an guardadas en la finca. AsĂ­ que nosotros entra
mos cargados; fue la primera experiencia en la lucha
guerrillera. Llegamos a un campamento intermedio como a
las seis de la tarde y muy de mañana salimos para llegar
como a las 12 del día al campamento central, montaña
adentro, en la regiĂłn llamada territorio
en litigio, en disputa entre Honduras y Nicaragua. Los
Somoza cedieron el territorio en litigio para quitarle zonas
de entrenamiento y vĂ­as de acceso a los movimientos
guerrilleros invasionistas que acampaban en Honduras.”
“El Negro y El Cuje encontraron a amigos o conocidos de
Ocotal. Yo encontré a ex-compañeros de primaria en Estelí,
entre ellos a Bayardo Altamirano, quien
fungĂ­a como secretario del jefe del grupo guerrillero,
Alejandro MartĂ­nez. Nos entrenaron. Nos dieron
uniformes. Todo era escaso. No habĂ­a abundancia ni de
armas, ni de municiones, ni de alimentos. Era poco lo que
llegaba y la columna guerrillera iba creciendo. Ese era el
campamento del Movimiento Revolucionario Sandino.
Eramos los tres nuevos y
doce compañeros más; éramos como quince. Luego
llegaron otros grupos.”
“Como a los 4 ó 5 meses de estar en ese campamento,
llegó Edén Pastora. El venía de México, donde estudiaba
segundo año de Medicina, pero decidió dejar sus estudios y
combatir a la dictadura. LlegĂł con
el doctor Hugo Cuadra. La experiencia de trabajar en las
montañas del norte de la Costa Atlántica
recolectando la materia prima del chiclet, a partir del tuno,
me sirviĂł para adaptarme y sobrevivir en la guerrilla; y
entre otras cosas, para cazar monos y comer carne de
mono.”
“Al cabo de siete meses, la columna creció hasta 36
compañeros, la alimentación era más difícil, teníamos que
cazar animales con mucho cuidado. Bajábamos a combatir a
la guardia en Nueva Segovia. Atacamos
el cuartel de Las Trojes dos veces y otro comando
en Teotecacinte. Bajábamos hasta el río Patuca.
Eran ataques en la madrugada y en la mañana llegaba la
aviaciĂłn de Somoza a bombardearnos para luego entrar las
patrullas de refuerzo. En una ocasiĂłn, les quitamos el
comando de Las Trojes a los guardias, nos tomamos ese
comando, como a la una o dos de la mañana. Los guardias
dejaron radios de comunicaciĂłn, huyeron, dejaron rastros de
sangre. Hablamos con los campesinos de alrededor,
los estuvimos concientizando; les explicamos el
motivo de la lucha. Alrededor de las tres y media,
empezamos a retirarnos porque sabĂ­amos que vendrĂ­a la
aviación.”
“En Las Trojes fue mi bautizo de fuego guerrillero; ahí
comencé a sentir la satisfacción de poder combatir a la
dictadura somocista. Esos fueron mis primeros granitos de
arena para la posterior formaciĂłn de lo que se llamarĂ­a Frente
Sandinista de LiberaciĂłn Nacional. En el campamento
teníamos la bandera roja y negra del Ejército Defensor de la
SoberanĂ­a Nacional de Nicaragua (EDSNN) de Sandino.
Fuimos el primer grupo guerrillero, de todos los grupos que
ingresaron por el norte y el sur, que levantĂł la bandera
del General de los Hombres Libres.” De acuerdo a las
memorias de Alejandro Martínez Sáenz, citadas por Chuno
BlandĂłn, en Las Trojes fue el bautizo de fuego
de Edén Pastora Gómez. 17
En el libro “Entre Sandino y Fonseca” capítulo XXII
titulado El Frente Revolucionario Sandino (1958
1961), se encuentra una fotografĂ­a de guerrilleros del Frente
Revolucionario Sandino, donde aparece Luis Fisher, sentado
a la derecha; así como Edén Pastora,
Alejandro MartĂ­nez, Modesto Duarte, Bayardo Altamirano,
Leónidas Rodríguez, el internacionalista cubano Renán
Montero y otros. 18
Esa misma foto fue publicada en el libro
“Un pueblo alumbra su historia” editado durante la
RevoluciĂłn Popular Sandinista; pero con el apellido Fisher
mal escrito
19
(decĂ­a Chischer).
17, 18
J. M. BlandĂłn. op. cit. 499 y 505
19
Departamento de
Propaganda y EducaciĂłn PolĂ­tica del FSLN. Un pueblo alumbra
su historia. Managua. 1981: 10
Según Edén Pastora, para el combate en el cerro El
Capire, en 1960, ya eran 70 guerrilleros, entre los cuales
estaban: Heriberto Rodríguez, el coronel Lázaro Salinas (que
habían sido del ejército de Sandino), Faustino Ruiz, Bayardo
Altamirano, Luis Fisher, Chico Toribio, Luciano VĂ­lchez,
Pedro JoaquĂ­n
RĂ­os y Pepe MartĂ­nez.20
“Cuando estuvimos durante un año en el campamento
guerrillero, causábamos preocupación a la Guardia
Nacional, porque nosotros permanecĂ­amos en Nicaragua y
no salíamos del territorio nacional.”
“Pedro José Martínez (El Chino Zapador) era un compañero
muy hábil manejando los explosivos
y minas. Era nuestro zapador. Un dĂ­a, cuando preparaba el
minado defensivo del campamento
guerrillero, ya casi finalizando dicha tarea, resultĂł
gravemente herido al explotarle una carga de
dinamita. Cuando oĂ­mos la explosiĂłn, todos pensamos en
“El Chino Zapador” y lo encontramos
vivo y muy ensangrentado. Lo cargamos hasta DanlĂ­, hasta
donde llegaba la carretera; lo llevamos a la casa de los
colaboradores, cerca del rĂ­o, los siguientes
compañeros: “El Cuje”, Edén Pastora, Pedro Pablo Ruiz,
Daniel GarcĂ­a (WiwilĂ­), Santiago Mateo JirĂłn y
yo.”
20
J. M. BlandĂłn. op., cit., 506
“Luego, la Cruz Roja se lo llevó y cinco días después las
tropas del Condeca estaban rodeando
nuestro campamento. Seguramente la red de
contrainteligencia hondureña recabó información
a partir de que la Cruz Roja trasladĂł a un herido
que necesitaba atención médica urgente y que fue
posteriormente hospitalizado.”
“Decidieron atacarnos con el Condeca, la alianza de
ejércitos centroamericanos, porque nos habíamos
vuelto un dolor de cabeza para la G.N. AsĂ­ fue como en
febrero-marzo de 1960, tuvimos momentos
críticos hasta enfrentarnos con el ejército hondureño con el
cual negociamos cuando nos rodearon y un fuerte
contingente de soldados catrachos, incluyendo a su jefe,
cayĂł en la trampa que nosotros habĂ­amos preparado en el
campamento central: un campo minado. Les advertimos que
si atacaban se morirĂ­an porque estaban en un campo
minado, lo cual se lo
demostramos. AsĂ­ pudimos negociar. Esto sucediĂł
15 días después que atacamos por segunda vez al comando
de Las Trojes, a las dos de la madrugada; ahĂ­ desalojamos a
los guardias, pero no pudimos capturar a ningún guardia”.
“En este segundo combate de Las Trojes, Edén Pastora y yo
avanzamos para atacar por sorpresa a la guardia.
Pastora llevaba un fusil Garand y yo un Springfield;
además, yo llevaba una bomba de mecha (dinamita
en una lata envuelta en papel). Era una madrugada oscura,
oscura; con una brisa persistente.”
“Avanzábamos con dificultad hacia el cuartel de la
G.N., cuando de repente nos dimos cuenta de que
estábamos dentro de un chiquero, entre los chanchos
que los guardias criaban. Los cerdos comenzaron a gruñir y
nos delataron; perdimos asĂ­, el factor sorpresa. Los guardias
comenzaron a dispararnos y yo no tuve tiempo de encender
la mecha de la bomba.
Corrimos, bajamos y se entabló el combate. Después,
nos causaba mucha risa recordar ese episodio.”
“Pues entonces, cuando el ejército hondureño nos atacó y
nosotros hicimos que su exploraciĂłn, conformada por al
menos 12 soldados, cayera en el campo minado, obligamos a
los mandos catrachos a
negociar. Nuestro plan ante la embestida del Condeca era
dirigirnos al Kilambé; pero el accidente del Chino
Zapador nos obligĂł a decidirnos quedarnos ahĂ­, en el
campamento central y no ir al Kilambé. Mientras
negociábamos con los catrachos, en medio de mucha
tensión, Edén Pastora Gómez tuvo el valor de pasar una
parte del campo minado, lenta y cautelosamente, para
demostrarles a los exploradores del ejército hondureño que
era totalmente cierto que habĂ­an caĂ­do en una trampa, el
campo minado.”
“Pastora Gómez fue hasta donde estaba la caja con 10
candelas de dinamita y se las mostrĂł. Yo tenĂ­a en mis manos
dos cables con sus extremos pelados para hacer contacto con
una baterĂ­a de carro y hacer explotar esa caja con las
candelas de dinamita cuando me dieran la señal o los
hondureños dispararan.”
Prisioneros en Honduras
“Se pidió, entonces, que llamaran a la Cruz Roja, la
cual nos llevĂł a Tegucigalpa, al primer batallĂłn de infanterĂ­a
del ejército hondureño, cerca de Toncontín, donde
estuvimos como un mes. De esa manera fuimos capturados,
no evacuando heridos como se señala en el libro “La
epopeya de la insurrección”.21
Luego el ejército nos entregó a
la policĂ­a porque comenzaban las protestas de los
estudiantes. Nos llevaron a la comisarĂ­a San Francisco,
donde estuvimos como mes y medio. En ambos sitios
estuvimos incomunicados.
Hicimos huelga de hambre. Los estudiantes
universitarios hondureños continuaron haciendo presión.
Logramos que entrara una delegaciĂłn de los estudiantes con
un periodista y conversamos con ellos. Los estudiantes
decĂ­an que nuestra causa era una causa noble. El gobierno
hondureño nos ofrecía mandarnos al exilio a otros países
como El Salvador
o Guatemala, lo que era similar a ser enviados a Nicaragua.”
Estudiantes hondureños: salvavidas
“En esos días, hubo un congreso de estudiantes en
Cuba donde asistieron estudiantes centroamericanos.
El caso nuestro habĂ­a llegado a conocimiento del canciller
hondureño. Los estudiantes
centroamericanos regresarĂ­an de Cuba. En Costa Rica,
se dio una reuniĂłn de cancilleres, donde acudieron
21
H. Ortega Saavedra. op., cit.
los cancilleres de Cuba y Honduras. El canciller
hondureño le planteó el caso nuestro al canciller
cubano Roa (llamado el “Canciller de la Dignidad”
por los cubanos).”
“El canciller hondureño le propuso que se podía
aprovechar el aviĂłn en que se regresaban de Cuba los
estudiantes centroamericanos. Todo revolucionario
era bienvenido en Cuba, fue la respuesta del canciller
Roa. Ellos acordaron la salida nuestra desde
Honduras hacia Cuba. Entonces, en el mismo aviĂłn
en que regresaron los estudiantes centroamericanos
desde Cuba, nosotros viajamos a la isla de Cuba. No todos
los guerrilleros viajamos a Cuba; algunos se quedaron en
Honduras.”
Hacia Cuba
“Viajamos a Cuba, a inicios de 1960, los siguientes
compañeros: Daniel García (Wiwilí), Bayardo Altamirano,
Francisco Toribio, Alejandro MartĂ­nez,
Leopoldo Rodríguez Membreño, Leónidas
RodrĂ­guez, Faustino Ruiz (El Cuje), Pedro Pablo Ruiz,
Heriberto Rodríguez, Leonel Montoya, Tomás Palacios,
Antonio LĂłpez, Modesto Duarte, Gustavo
Vílchez y yo. Eramos como veinte.”
“El Frente Revolucionario Sandino estaba formado
por más combatientes; pero algunos no quisieron viajar a
Cuba y se quedaron en Honduras, entre ellos: Hugo Cuadra,
el sobrino de Alejandro MartĂ­nez,
los norteamericanos Jack Nordin y John Rigsbee,
el dominicano Antonio Reu, Edén Pastora, Héctor Zelaya
(hondureño), José (Chepe) Matey y otro puertorriqueño,
Fanor RodrĂ­guez (ex-GN, quien era nuestro radio-operador
y que habĂ­a sobrevivido, herido, en la jornada de El
Chaparral), asĂ­ como
Luciano VĂ­lchez (El LeĂłn del Dorado) y su hijo
Victorino (Toyanito) VĂ­lchez. Asimismo, viajĂł a Cuba, Pedro
J. MartĂ­nez (El Chino Zapador) cuya
condición era de prisionero hospitalizado –y quien
perdiĂł una mano-, por lo cual nosotros exigimos que
se fuera con todo el grupo. Es importante aclarar que
en esta etapa no estuvo con nosotros Harold MartĂ­nez
Sáenz, hermano de Alejandro Martínez Sáenz, ya que él
habĂ­a sido herido en El Chaparral y se estaba recuperando
en Costa Rica.”
Edén Pastora Gómez
“Edén Pastora era un compañero muy valiente, temerario en
el combate; muy sincero, que daba todo lo que podĂ­a, muy
solidario para compartir. El era del
Partido Conservador. TenĂ­a mucho odio a la Guardia
Nacional porque le habĂ­an asesinado a su padre para robarle
tierras, una propiedad. ProvenĂ­a de una familia cĂłmoda, con
buen estatus econĂłmico, el cual
se deterioró por el asesinato del papá.”
“Parece que en aquél momento influyó en su decisión de no
viajar a Cuba, la propaganda negativa hecha por el imperio
que calificaba de comunista a la RevoluciĂłn; a pesar de que
la RevoluciĂłn Cubana
no se habĂ­a declarado socialista, pero sĂ­ estaba impulsando
la reforma agraria, la nacionalizaciĂłn de
empresas y de los ingenios azucareros, etc. A Edén Pastora y
al doctor Cuadra yo les enseñé a comer mono en la
montaña. Al inicio, Pastora se resistía a comer mono. Conocí
a Edén Pastora en Estelí, cuando
teníamos como 18 años porque una hermana de él vivía
enfrente de la casa de mi familia y fue madrina de mi
hermano Malcolm.”
Sobrevivientes del FRS en 2006
“En el año 2006, Bayardo Altamirano, Edén Pastora, Chico
Toribio y yo escribimos una lista de los
compañeros que estuvimos en ese movimiento guerrillero,
la cual es como sigue: Modesto Duarte,
Faustino Ruiz (El Cuje), Alejandro Martínez Sáenz, Bayardo
Altamirano, Edén Pastora Gómez, Daniel García (Wiwilí),
Dr. Hugo Cuadra, Francisco (Chico) Toribio, coronel Lázaro
Fajardo Salinas (ex-combatiente de Sandino), Rurfilio (de
WiwilĂ­),
Jimmy Rodríguez, Leopoldo Rodríguez Membreño,
Leonidas RodrĂ­guez (combatiente de la guerrilla del
coronel RamĂłn Raudales), Antonio Reu, Pedro Pablo Ruiz,
Heriberto RodrĂ­guez (que anduvo en la guerrilla de
Raudales), Leo, JoaquĂ­n Basanta (argentino, el Che
Basanta), Fanor RodrĂ­guez (radioperador), el sobrino
de Alejandro MartĂ­nez, Manuel Montoya, HĂ©ctor Zelaya,
Tomás Palacios, Antonio López, José (Chepe)
Matey, Luciano Vílchez, “El Puertorriqueño”, Victorino
VĂ­lchez, Jack Nordin (gringo), John Rigsbee (otro gringo),
Gustavo VĂ­lchez, Manuel Pastrana, Manuel Gamero, VĂ­ctor
Urbina, Santiago Mateo Jirón (salvadoreño), Eduardo
Medina, Pedro José Martínez
(El Chino Zapador) y Luis Fisher PĂ©rez. En total,
logramos reconstruir una lista de 38 combatientes
guerrilleros del Movimiento o Frente Revolucionario
Sandino (FRS).”
“El Che Basanta, nosotros teníamos nuestro che
argentino, estaba encargado de apoyo logĂ­stico (dinero,
provisiĂłn, contactos polĂ­ticos, armas, municiones, etc). Parte
del avituallamiento que Ă©l nos llevaba incluĂ­a: arroz, azĂşcar
y leche condensada.
Con estos tres elementos, LeĂłnidas RodrĂ­guez hacĂ­a
arroz con leche que resultaba un plato exquisito para todos
nosotros.”
En Cuba
“Estuvimos en Cuba como año y medio, hasta
mediados de 1961, cuando regresé clandestinamente a
Nicaragua. El gobierno cubano nos acogiĂł; nos dieron
asistencia médica porque todo movimiento
guerrillero de lo que más padece es de desnutrición; el
primer hotel donde nos alojaron fue en el Habana
Milton, que pocos días después fue nacionalizado
pasando a llamarse Habana Libre, aunque cuando esto
ocurrió ya estábamos alojados en el Hotel
Nacional, donde ocupamos varias habitaciones durante mes
y medio.”
“En el Hotel Nacional durante la dictadura de Batista
se practicaba el racismo. Todo el personal era blanco; nadie
podĂ­a ser negro. En ese hotel se hospedĂł
Winston Churchill y durante la RevoluciĂłn todavĂ­a
se conservaba ese lobby donde habĂ­a estado el primer
ministro inglés fumando puros cubanos; con eso
promovĂ­an el turismo, a pesar de que Churchill era
uno de los líderes imperialistas del mundo.”
“Pasamos un período de recuperación como de tres meses.
Después, nos encontramos con otros grupos
de nicaragüenses revolucionarios. Ahí conocí a Tomás
Borge, Silvio Mayorga, Noel Guerrero y por Ăşltimo a Carlos
Fonseca Amador.”
“Meses después, llegó el coronel Santos López, quien
sobreviviĂł al asesinato de Sandino, Francisco Estrada, Juan
Pablo Umanzor y SĂłcrates Sandino el 21 de febrero de 1934
en Managua, y que segĂşn Ă©l mismo nos relatĂł fue ayudado
por un grupo de cuatreros que lo encontraron herido y
armado en la periferia de la capital. Para ese entonces, se
empezĂł
a hablar de la unidad. Nos unimos. Estábamos en
unos apartamentos del barrio llamado Miramar. En
esos dĂ­as, Carlos Fonseca Amador llevĂł a ese hotel a
Blanca Segovia Sandino, la hija de Sandino, con sus
familiares; ahí los conocimos.”
“Nos trasladamos a una quinta muy grande, de
dos manzanas de extensión, con árboles frutales, propiedad
de un terrateniente. En ese lugar estábamos
todos los grupos. Nuestro grupo, el del FRS era el mayor.
Fuimos el primer contingente guerrillero del Movimiento
Nueva Nicaragua (MNN) que después formó el Frente
Sandinista de LiberaciĂłn Nacional. RecibĂ­amos preparaciĂłn
política, académica, militar.
Nos formábamos con escobas, palos, haciendo
ejercicios. Luego nos dieron unas pocas armas. Nos asistĂ­a
un joven campesino cubano, de raza negra,
con grado de capitán, que había sido de la columna
guerrillera del Che Guevara.”
“En esta etapa de entrenamiento conocí a Germán
Pomares Ordóñez, cuando todavía no lo llamaban El
Danto”, sobrenombre que posteriormente le pusieron el
coronel Santos LĂłpez y VĂ­ctor Tirado LĂłpez, en el
transcurso de la guerrilla de Bocay, en 1963, de acuerdo a
Ortega Saavedra.22
El Himno “Luchar y Vencer”(I)
“En esa quinta estábamos unidos los miembros del
FRS y del MNN y pasamos a ser MNN; en esta misma
quinta fue donde el FRS entregĂł el disco de vinilo con la
grabación del himno “Luchar y vencer”. En esta misma fase
conocí al compañero Francisco Jarquín
(Camilo), de quien soy vecino en Sutiaba y a quien
veo con alguna frecuencia en León.”
22
H. Ortega Saavedra. op., cit., 131
UniĂłn MNN-FRS: dos momentos
AsĂ­ que, la primera uniĂłn MNN-FRS ocurriĂł en Cuba, en
1960. A mediados de 1962, en la montaña,
sucediĂł lo que podrĂ­a llamarse la segunda fusiĂłn
MNN-FRS, es decir, el proceso de fusiĂłn MNN-Frente de
LiberaciĂłn Nacional (FLN)-FRS. Esta
fracciĂłn del FRS, formada por sobrevivientes de la columna
“Ramón Raudales”, fue la reorganizada
por Edén Pastora y Harold Martínez apoyados por el
general del EDSNN Simeón González, su hijo Remigio
González, Luciano Vílchez, Jaime Alfaro, el mexicano
Doradoña y el baquiano Cipriano. Proceso que comenzó con
las conversaciones en Piedra Chata (desembocadura del rĂ­o
Guineo, afluente del rĂ­o Patuca). Carlos Fonseca Amador, el
coronel Santos LĂłpez y un tercero por el MNN-FLN
iniciaron las pláticas con Edén Pastora Gómez, Luciano
VĂ­lchez
y Doradoña, en representación del FRS para formar lo que
después se llamaría FSLN, según Ortega Saavedra
.22
El
segundo acompañante de Fonseca
Amador fue VĂ­ctor Tirado LĂłpez, de acuerdo a J. M.
Blandón, quien cita a Edén Pastora Gómez.23
Para esos dĂ­as, Luis Fisher estaba preso en Managua.
Pastora Gómez ha señalado que el FRS asumió el nombre de
Sandino para su movimiento y retomĂł la bandera roja y
negra del EDSNN, fundado y dirigido por Sandino, en
tiempos en que hasta los coroneles Santos LĂłpez y RamĂłn
Raudales dudaban retomar
23
H. Ortega Saavedra. op., cit., 127
la bandera roja y negra. Probablemente los coroneles del
EDSNN no querĂ­an atemorizar ni alejar a los posibles
colaboradores y resto de la población ya que la campaña de
desprestigio y desinformaciĂłn promovida por la dictadura
somocista en contra de todo sĂ­mbolo sandinista, desde el
asesinato de Sandino y su Estado Mayor, habĂ­a sido
continua,
venenosa. Como se sabe, Fonseca Amador aceptĂł
incorporar el apellido de Sandino a las siglas del FLN para
formar, después de un proceso de discusiones y
contradicciones internas, el FSLN.24
Defensa de La Habana
“Ya se sentían los aires de una invasión yanqui. El gobierno
cubano advertĂ­a de la amenaza. Una madrugada, se oyeron
explosiones poderosas. Nos levantamos todos. Nosotros no
sabĂ­amos nada.
Alguien nos explicĂł que los mercenarios estaban
atacando los aeropuertos cubanos. Por la tarde nos enviaron
a una base militar donde nos uniformaron y armaron.
Nuestra misiĂłn era formar parte del cordĂłn
defensivo de La Habana. AhĂ­ estuvimos durante toda
la invasiĂłn y pasamos mes y medio en esa misiĂłn.
Los mercenarios no aguantaron ni la arrancada. A lo
largo de dos o tres meses el plan de alerta se mantuvo, a
pesar de la victoria de las fuerzas armadas cubanas y de que
ya había una gran cantidad de mercenarios presos.”
24
J. M. BlandĂłn. op., cit., 509
El Escambray
“Nos sacaron del cordón defensivo de La Habana
y nos encomendaron la misiĂłn de incorporarnos a la
persecución de los contrarrevolucionarios en las montañas
de El Escambray. TenĂ­amos que buscarlos; capturamos a
algunos; la derrota de la invasiĂłn de Playa GirĂłn los habĂ­a
desmoralizado. Nos ordenaron subir hasta la cima de El
Escambray para luego venir arriando, de arriba hacia abajo,
a los contrarrevolucionarios. Pasamos tres meses
combatiendo a “los contras” cubanos en El Escambray,
zona que es frĂ­a por su altura. HacĂ­amos emboscadas donde
pasábamos dos o tres días esperando a los
contras.”
El Himno “Luchar y Vencer” (II)
“Cuando estábamos en Miramar, nos asistía un
muchacho cubano, blanco, pelo crespo, amarillento, cuyo
aspecto era de clase media, que probablemente habĂ­a sido
del frente interno del Movimiento 26 de Julio. Los grupos
todavĂ­a no nos habĂ­amos unido; pero
nos reunĂ­amos a platicar. Alguien dijo, no recuerdo si fue
Modesto Duarte, que nosotros necesitábamos un himno.
Como Modesto era medio poeta, entonces Bayardo
Altamirano le dijo: vos que sos medio pueta
hacé la letra. Todos tomamos en serio el tema del himno.”
“Esperamos la llegada del cubano que nos asistía y visitaba
dos o tres veces a la semana; ese joven cubano llegaba en un
carro Oldsmobile, colores rosado y blanco. En ese carro nos
sacaba a pasear y a comer
sandwichs en algunos kioscos. A Ă©l le planteamos
la idea del himno, le gustĂł; se llevĂł algunas estrofas escritas
por Modesto Duarte; dijo que platicarĂ­a con gente que podĂ­a
ayudar.”
“Un día, el cubano nos visitó, llevó una grabadora con un
cassette, y nos reuniĂł para escuchar el primer himno del
FSLN; aquél titulado “Luchar y vencer” que dice: “Luchar,
luchar, luchar/es nuestro grito de guerra/ vencer, vencer, vencer/es
nuestro ideal…” Años después,
Radio Sandino lo ponĂ­a en sus transmisiones clandestinas.
Esa es la historia del primer himno del FSLN. El
Movimiento o Frente Revolucionario Sandino (FRS) tuvo la
idea y el compañero cubano le puso mucho dinamismo
porque consiguió coro y orquesta para grabarlo.”
“Cuando el FRS se unió al grupo del Movimiento Nueva
Nicaragua (MNN), donde estaban Carlos Fonseca Amador,
Tomás Borge Martínez, Silvio
Mayorga Delgado y Noel Guerrero, el FRS llevĂł grabado el
himno “Luchar y vencer” en un disco de vinilo de 33
revoluciones por minuto, es decir, en un long play. Dicho
himno se convirtió en el primer himno del Ejército Popular
Sandinista (EPS). El segundo himno del FSLN ya fue escrito
y musicalizado por
Carlos Mejía Godoy en 1979.”
“De tal manera que, no es cierto que el himno “Luchar y
vencer” surgió de las guerrillas del valiente Julio
Alonso Leclaire y que después el FRS adoptó como
propio, como señala el general Ortega Saavedra.25
El himno
“Luchar y vencer” fue escrito, musicalizado y
grabado en Cuba cuando el MNN y el FRS se unieron allá,
en 1961.”
Alejandro Martínez Sáenz y Bayardo
Altamirano
“Bayardo Altamirano a veces hacía de nuestro jefe,
sustituyendo a Alejandro Martínez Sáenz, quien era nuestro
jefe en la montaña. Alejandro tuvo problemas en Cuba
porque violĂł algunas normas; no se podĂ­a
acumular armas, municiones o pertrechos para no
dar pretextos a la CIA. Alejandro era el Ăşnico que
dormĂ­a sĂłlo en un cuarto. El tenĂ­a un paracaĂ­das con
la marca de la Unión Soviética. Cayó preso en Cuba.
Lo juzgaron y lo condenaron. Entonces, Bayardo asumiĂł la
jefatura del grupo e hizo las negociaciones
con el grupo de Carlos Fonseca y Tomás Borge.” Años
después, las autoridades cubanas liberaron a Alejandro
Martínez considerándolo inocente, según
documentación presentada en “Entre Sandino y Fonseca” por
Jesús Miguel Blandón, quien además, describe que Martínez
Sáenz se integró al Frente Sur
del FSLN para la Ofensiva Final de 1979. 26
25
H. Ortega Saavedra. op., cit., 133
26
J. M. BlandĂłn. op., cit., 507, 508, 510
Entrenamiento militar
“Iniciaron en serio las prácticas militares: con disciplina,
horario, táctica militar, tiro y triangulación con morteros. A
los dos meses, le pedíamos al capitán cubano tener prácticas
de tiro. En un camiĂłn militar
nos llevaron a un polígono. En el grupo habían compañeros
con alto nivel académico: Modesto
Duarte, era bachiller; Tomás Borge y Silvio Mayorga,
estudiantes de leyes. Ellos captaban las enseñanzas
teóricas para hacer los cálculos. Estuvimos una
semana disparando morteros de 82mm. Luego, continuamos
con el entrenamiento de armas de
infanterĂ­a: Garand, Thompson, carabina M-1, fusiles Fal,
ametralladoras 30 y 50. Pasábamos al terreno; nos
arrastrábamos debajo de una alambrada de púas
mientras nos disparaba una ametralladora calibre
30mm.; llevábamos mochila y no podíamos dejar que el
cañón del fusil se llenara de lodo. Disparábamos a
los blancos.”
“Tomás Borge me llamaba El Gato porque con frecuencia lo
sorprendĂ­a o lo capturaba, durante
los entrenamientos, sin hacer mucho ruido (Tomás
siempre tuvo una gran facilidad de palabra, lo que
le permitĂ­a enamorar sin dificultad a las mujeres; y
con esa labia conquistaba mujeres muy hermosas).
Después, nos dividieron en grupos. Hacíamos
ejercicios en la madrugada, corrĂ­amos. Entre las clases
teĂłricas recibimos clases de clandestinaje (el tiempo
prudencial que puede pasarse en una casa de seguridad,
como viajar de un lugar a otro con
pasaporte falsificado, como trabajar en células de 3 a
5 personas, conservar la seguridad de la célula, como resistir
las torturas).”
En el clandestinaje, el tiempo de vida promedio del
guerrillero sandinista era de sĂłlo seis meses.
Regreso clandestino a Nicaragua
“El regreso a Nicaragua se caracterizó por la desaparición
repentina de compañeros. De repente
no veíamos a alguien y nos preguntábamos entre
nosotros mismos. Después que desaparecieron los primeros
dos, nos convencimos de que nuestro
turno tenĂ­a que llegar. Carlos Fonseca Amador fue el
primero que desapareció.”
“Un día, me llegó el turno a mí; me dijo Noel Guerrero:
Fisher te quedás conmigo en la tarde. Ya había desaparecido
“Wiwilí”, que era muy amigo mío, yo
le preguntaba muchas cosas. Entonces, me llevaron
a una casa en La Habana, me sacaron a pasear. Al dĂ­a
siguiente tenĂ­a que salir para Honduras con un
pasaporte de un estudiante universitario hondureño.
Pasé practicando la firma del estudiante durante 3 ó 4 días;
sólo interrumpía la práctica para comer y
bañarme. Memoricé la edad, dirección y todos los
datos del estudiante. A los diez días de estar ahí, salí.”
“La ruta que me dieron los compañeros era: Cuba, México,
Honduras; el viaje era por aviĂłn; salĂ­ de Cuba
un poco después de la una de la tarde; iba de traje, llevaba
una valija, varios pantalones y una cobija en
la valija. Yo traĂ­a el libro de Gregorio Selser llamado
“Sandino, General de Hombres Libres”, envuelto en una
sábana. A partir de ese momento todo estaba bajo
mi responsabilidad. Llegué al aeropuerto de México como a
las cinco de la tarde, habĂ­a mucha neblina. Todos los aviones
que aterrizaban ahĂ­ iban a una zona comĂşn donde habĂ­a por
lo menos dos aviones; pero
el de Cubana de AviaciĂłn no iba a esa zona. Cuando
comenzamos a bajar en el andén ancho y de concreto que te
llevaba desde el aviĂłn hasta migraciĂłn, nos recibiĂł una
baterĂ­a de fotĂłgrafos gringos, que te
retrataban desde todos los ángulos mientras recorrías el
andén hasta que entrabas al edificio.”
“No podía demostrar nerviosismo, tenía que demostrar una
actitud normal. Estaba advertido de
que esos fotĂłgrafos eran de la Agencia Central de
Inteligencia (CIA). Mostré el pasaporte; abrieron la
valija; saliĂł el libro de Selser; no podĂ­an cerrar la valija;
pregunté por el libro y me respondieron que lo tenía que
reclamar en una procuradurĂ­a; por supuesto que no fui a
reclamarlo. Pasé la prueba.”
“Mientras estaba en el salón de espera, caminaba para que
me vieran; de repente apareciĂł una muchacha; ella me dijo
la contraseña y yo respondí; me preguntó sobre el viaje y
dijo que me guiarĂ­a; me llevĂł en un carrito a un hotelito, me
llevĂł a comer y me dijo que no saliera del hotelito para
nada, ni que abriera la puerta, que no hablara con nadie
porque era peligroso por los ladrones. Dos días después,
llegĂł una persona a traerme; yo tenĂ­a que estar siempre listo.
Me llevĂł al
aeropuerto con el boleto para Honduras. En la aduana de
Honduras logré pasar; ahí fue lo más crítico,
porque los mismos guardias que nos chequearon
cuando íbamos para Cuba estaban ahí otra vez. Nada más
que yo regresaba rasurado, sin bigotes.”
“En la sala de espera, del aeropuerto hondureño, cuando yo
estaba viendo una vitrina, apareciĂł un muchacho, al que le
di la contraseña y me llevó en un microbús a una casa de
seguridad donde encontré a
“Wiwilí”y Tomás Borge; en esa casa estuvimos cinco
días.”
“Una tarde, Tomás Borge nos dijo que ingresaríamos a
Nicaragua en pareja, “Wiwilí” y yo; que nos iríamos
con un baquiano nicaragĂĽense. Salimos en un jeep Land
Rover como a las 8 de la noche, viajamos a través de un
camino difĂ­cil, hasta que llegamos a las 12 de la noche a la
casa de un campesino, donde dormimos
dos horas. A las dos de la madrugada, iniciamos a caminar
hacia Nicaragua. Como a las cinco de la
mañana caminamos a través de una serranía con
muchos pinos. Al rato, el campesino nos dijo: aquĂ­
estamos en Nicaragua. SĂłlo van a subir y bajar este
cerro, ¡pero qué cerro!; allá abajo, está una hacienda; hablen
con el señor de esa hacienda. Así fue, el señor
nos recibiĂł, nos dio unas alforjas y un sombrero de palma.
Nos dijo: aquélla es la carretera vieja que va
para Ocotal; a 50 metros está la pavimentada; a las seis pasa
un microbĂşs para Managua. Al ratito pasĂł
el microbús y nos montamos.”
Clandestino, miré a mi papá
“A las 7:30 – 8:00 a.m., pasamos por Estelí porque en ese
tiempo no habĂ­a by-pass, desvĂ­o o carretera
de circunvalaciĂłn; asĂ­ que, pasamos por el centro de
la ciudad. Cuando pasamos por el parque central, el
microbús iba lento buscando pasajeros. “Wiwilí” iba
sentado adelante y yo atrás, con algunos asientos de
distancia. Yo ví a mi papá caminar en la acera del Parque
Central en el mismo sentido en que Ă­bamos nosotros. Yo no
sabía cuánto quería a mi papá; me
di cuenta hasta ese momento; yo estuve a punto, a un pelito
de violar las medidas de seguridad del clandestinaje; casi
me bajo; querĂ­a bajarme del bus y
darle un abrazo a mi papá, sentirlo cerca de mí; pero
no lo hice; me bajé el sombrero para cubrirme la cara
y evitar que mi papá me viera cuando pasáramos
enfrente de Ă©l; y me fui con esa congoja durante todo el viaje
hasta llegar a Managua. SĂłlo recordaba
a mis hermanitas, a mi mamá. Se me chorrearon las
lágrimas. Lloré, claro que lloré, pero en silencio.”
“Llegamos a Managua y nos bajamos en la carretera
norte. Pagamos un taxi para ir por Campo Bruce por
donde era la tercera compañía de la Guardia Nacional; yo
me orientaba porque ya conocĂ­a Managua; era la
Managua antes del terremoto de 1972. “Wiwilí” no se
orientaba porque era campesino de verdad. Esa acera
de la tercera compañía era como la cárcel “La 21” o de la
AviaciĂłn en Managua. Fui a la casa esquinera que
me habían indicado, eran como las diez de la mañana, toqué
la puerta y quien me abrió fue, una señora que
después supe que era la mamá de Silvio Mayorga,
quien se parecía mucho a Silvio; me preguntó qué desean, le
dije que tenía que esperar a un compañero y le di la
contraseña (que era la mitad de un billete de
un córdoba). Nos dijo que pasáramos, nos atendió.
Ella fue a traer la contraseña, la otra mitad del billete.
Ahí estuvimos todo ese día.”
“La orden era que “Wiwilí” tenía que quedarse ahí y que a
mĂ­ me llegarĂ­an a traer en la tarde. AsĂ­ fue. Como a las cinco
y media, se apareció Germán Gaitán, a
quien yo no conocĂ­a. Me preguntĂł si yo era Fisher. Vos
te venís conmigo. Me fui con Germán Gaitán. El iba
platicando con el conductor del taxi, que para mĂ­ era un
colaborador. Pasamos por el centro de Managua,
luego pasamos por Altagracia; ya como a las seis de la tarde
llegamos a una quinta. Se bajó Germán, habló con la gente
de la casa y me dijo que entrara. AhĂ­ en
esa casa, que era de una familia apellido Baltodano,
encontré a Carlos Fonseca Amador con quien estuve
durante una semana compartiendo el mismo cuarto.
Carlos leía mucho; fumábamos los dos; cuando no platicaba,
Carlos estaba leyendo.”
Carlos Fonseca Amador
“¿Cómo era Carlos?...Desde que yo lo conocí en Cuba,
cuando ocurrió la unión y lo mirábamos varios
dĂ­as a la semana por el trabajo que tenĂ­a que hacer, entre
otras cosas, conseguir logĂ­stica, era de hablar pausado.
Nosotros cometĂ­amos errores, discutĂ­amos
y Ă©l nos aconsejaba. Cuando nos daban pase en la noche y
llegábamos muy tarde, nos anotaban esas faltas. El leía las
faltas y te llamaba. A mĂ­ me llamĂł como tres veces. El no te
insultaba. Con una mirada te castigaba. Una mirada de
Carlos decĂ­a mucho. Cuando te quedaba viendo firmemente
con sus ojos azules, ese era el más fuerte llamado de
atenciĂłn. Era
miope, nunca le faltaban sus anteojos. Su hablar era
pausado. Siempre estaba hablando de la lucha, de la moral,
del comportamiento del revolucionario.”
“Una vez, Carlos Fonseca Amador dijo que a pesar de todos
los sacrificios que hacĂ­amos y que harĂ­amos
en el futuro, ningĂşn revolucionario tenĂ­a excusa para
olvidarse de su familia, su mujer e hijos. Algunos
compañeros toman esa actitud, pero estar en la lucha
revolucionaria no es pretexto para no querer a sus
familiares, decía.”
Casa Colorada: primera escuela militar del
MNN
“En abril de 1962, Carlos Fonseca me dijo que yo
estarĂ­a en el clandestinaje y que trabajarĂ­a con Ă©l
directamente; que Ă©l serĂ­a mi responsable. Mi tarea
serĂ­a formar la primera escuela polĂ­tico-militar del
movimiento, del MNN, que posteriormente serĂ­a el Frente
Sandinista. Le dije que sĂ­, que no habĂ­a problema y que
estaba entrenado para eso. Nueve
días después, llegó a traerme Germán Gaitán, quien me
llevĂł a Casa Colorada, El Crucero, Managua,
sobre la carretera sur, a una casa abandonada de su
papá.”
“En esa casa no había luz. El agua la sacábamos de
un pozo. Una señora con dos chavalitos vivían ahí.
Gaitán me enseñó los diagramas de las armas; me
insistió mucho en que debía enseñar sobre el Garand.
Me dejó ahí y se fue. Al día siguiente, comencé a
arreglar todo.”
“Dos días después, llegó Germán con un muchacho, a
quien no debĂ­a preguntarle nombre ni nada; pasaron
entrenándose conmigo como 20 muchachos durante
dos días cada uno –entre ellos Oscar Benavides Lanuza, que
caerĂ­a en combate en Nueva Guinea,
en mayo de 1979 junto a otros 129 guerrilleros-, ellos
fortalecerĂ­an la guerrilla de los rĂ­os Patuca y Coco.
Les enseñé arme y desarme; a triangular; arrastre; consejos
para la montaña; explicaciones sobre cómo operaba la G.N.”
“Pasaron los días. Pasó más de un mes. Una norma del
clandestinaje decía que no podíamos pasar más de un
mes en un mismo lugar; talvez un mes y una semana
más. Le dije preocupado a Gaitán: estamos violando las
normas de seguridad; mirá, a la izquierda, a 150
metros, tengo el cuartel de la Guardia Nacional; a la
derecha, tengo la mansiĂłn de Luis Somoza con
toda su seguridad y el Batallón Somoza. A Gaitán le dije que
yo necesitaba bajar para hablar con Carlos
Fonseca. Me autorizó para bajar y así fue. Le expliqué
a Carlos la situaciĂłn, un dĂ­a domingo. Carlos me dijo
que dentro de una semana conseguirĂ­an una casa para
pasarnos ahĂ­ porque estarĂ­amos con mejores condiciones. El
martes a las siete de la noche llegĂł la G.N., a la casa; llegaron
los guardias cercanos. Yo tenĂ­a un Garand, pero con sĂłlo
dos tiros; y tenĂ­a un
rifle Springfield; la pistola 45 sĂłlo tenĂ­a dos balas para
el entrenamiento.”
Mi captura
“Ellos sospechaban porque miraban esa casa sola,
dijeron. A mí me capturan, me “enchachan”, es decir,
me esposan y me tienen ahĂ­; llamaron a la Seguridad.
A las ocho de la noche llegĂł la Seguridad y me
aventaron a la parte posterior del jeep. Me llevaron a la
Loma de Tiscapa, la Presidencia de la RepĂşblica,
debajo de la cual estaban las oficinas de tortura de la
Seguridad. Gaitán es capturado posteriormente,
porque llegĂł a la casa, al igual que otro muchacho que
trabajaba con Ă©l. Miembros de la Oficina de Seguridad
Nacional (OSN), habĂ­an quedado emboscados en la
casa para capturar a más guerrilleros.” La captura
fue aproximadamente en junio de 1962.
Prisionero en La Loma de Tiscapa
“Estuve en las cárceles de la Loma de Tiscapa durante
25 dĂ­as, sufriendo torturas, dĂ­a y noche; luego, sĂłlo
era de noche y de madrugada. Al inicio yo creĂ­a que
era el único preso en Nicaragua y el mundo; después supe
que otros compañeros habían sido capturados.
Ahí me torturaron Gonzalo Lacayo y uno que le decían “El
Coto”. Cuando te decían que ibas a la sala
de investigación, era en realidad la sala de tortura.”
“Amí me tenían en la zona de la planta eléctrica, donde
habĂ­a una escalera debajo de la cual habĂ­an hecho la
cárcel llamada “La chiquita” que tenía el ancho de una
escalera. Arriba, tenĂ­an unos leones africanos y
una pantera negra; te obligaban a pasar pegadito a la jaula,
corriendo el riesgo de un arañazo.”
“El carcelero llegaba a la una de la mañana a sonarte las
llaves y se iba. Te hacĂ­an esperar para torturarte
sicolĂłgicamente. Te encapuchaban, te golpeaban en el
estĂłmago, espalda y costillas. Te levantaban. Te
ponían un palo detrás de las rodillas y te sentaban en
cuclillas; cuando tenĂ­as 15 minutos de estar sentado
en esa forma, no aguantabas y te ibas para atrás y te
caĂ­as. Luego te levantaban a patadas. Mojaban el piso con
agua y te ponían descargas eléctricas con cables pelados
colocados en los testículos.”
“Te metían la cabeza en un tanque con agua salada hasta
casi ahogarte. Y el maltrato verbal, insultos, vulgaridades,
hijo de tal por cual, etc. No sé como se me zafó la palabra
compañero al responder: “yo no conozco a ese
compañero”…estábamos acostumbrados
a tratarnos de compañeros en los campamentos en
Cuba; entonces, un guardia dijo al oĂ­r la palabra
compañero: ¡eh!...es comunista, este es comunista,
dale más duro a este hijo de tal… que no quiere decir
nada.”
Prisionero en el Campo Marte
“A los 25 días me sacaron de ahí para enviarme al Campo
Marte. AhĂ­, la misiĂłn militar de los Estados
Unidos en Nicaragua, como parte de su lucha anticomunista
asesorando a la Guardia Nacional, en
ese tiempo, construyó una cárcel con ocho celdas en fila con
una puerta cada una. La primera puerta tenĂ­a
la ventanilla arriba, la segunda la tenĂ­a abajo, y asĂ­ se
alternaban. Una sola tuberĂ­a de aguas negras para las ocho
celdas. Todo era de puro concreto, arriba, abajo
y a los lados. Arriba, habĂ­a una bujĂ­a empotrada, de 500
watts, encendida toda la noche y todo el dĂ­a;
entonces sentĂ­as un calor sofocante y si te mojabas era peor
con el vapor. Para respirar sacabas la nariz por la ventanilla
de la puerta. Yo fui el primero que llegué a esas celdas, las
estrené.”
“Cinco días después, metieron a otro; llevaron
después a 6 ó 7 compañeros. Nunca platiqué con ellos, no
nos sacaban al sol. Se hablaban entre ellos. Para mĂ­
eran extraños. A las cinco de la tarde, los guardias
taqueaban la tuberĂ­a de las aguas negras para que se
inundaran todas las celdas con heces, orina, etc. Un
mes estuve en el Campo de Marte.”
Prisionero en La AviaciĂłn
“Una madrugada, nos montaron en un bus y nos
llevaron a La Aviación. Me metieron en la cárcel donde
habían estado, años atrás, Edwin Castro, Cornelio Silva y
Ausberto Narváez -asesinados, el 18 de mayo
de 1960, el dĂ­a del 65 aniversario del nacimiento de
Sandino-, por estar vinculados a Rigoberto LĂłpez PĂ©rez, el
ajusticiador del dictador Anastasio Somoza
García, el 21 de septiembre de 1956.”
“El mismo sargentón nos llevó, nos dijo que
entráramos; que íbamos a estar mucho tiempo ahí; que no
intentáramos fugarnos porque el que intentaba
eso se moría; y para que creyéramos, nos mencionó
los nombres de los tres héroes y mártires; quisieron hacer
eso y miren donde están, dijo.”
“En La Aviación vi a Gaitán, a quien ya conocía. También
miré al joven Constantino Baltodano, de la casa de
seguridad de Carlos Fonseca. A los demás, no los conocía.
Ya en la celda de La Aviación conocí a René Pérez Sandoval,
Julio Corrales, Denis
Barquero y un joven farmacéutico de Masaya de
quien no recuerdo el nombre.” El Comandante de la
Revolución Tomás Borge Martínez lo describió así: “El
MNN realizĂł una primera escuela polĂ­tico-militar en Casa
Colorada, en abril de 1962. Al ser localizada
por el enemigo, fueron a la prisiĂłn de San Juan del
Norte Germán Gaitán, Julio Corrales, Luis Fisher,
Constantino Baltodano, Denis Barquero y René Pérez
Sandoval.” En julio de 1961, Carlos Fonseca fundó el
Movimiento Nueva Nicaragua (MNN), antecedente
fundamental del FSLN, señaló Borge Martínez.27
27
Tomás Borge Martínez. La paciente impaciencia. Vanguardia.
Managua. 4ta. ed., 1990. p. 172
Antecedente inmediato de lo que inicialmente se conocerá
como Frente de LiberaciĂłn Nacional (FLN) y que
posteriormente pasará a ser conocido como
FSLN, segĂşn Ortega Saavedra.28
La descripciĂłn de Borge MartĂ­nez es citada por el
también Comandante de la Revolución, General Humberto
Ortega Saavedra, quien agrega lo siguiente:
“…Los miembros y colaboradores del MNN realizaron
jornadas agotadoras para transportar a los primeros cuadros
clandestinos que ingresaron a las ciudades
del PacĂ­fico de Nicaragua, tanto desde Honduras como de
Costa Rica.” Y continúa Ortega Saavedra:
“…En las Sierras de Managua, en abril de 1962, se monta la
primera escuela de instrucciĂłn militar como parte de los
esfuerzos para la implementaciĂłn de la
guerrilla del Patuca-Río Coco,…”29
“Sin embargo, debe aclararse que los capturados
en Casa Colorada no fuimos detenidos juntos o
simultáneamente, sino que uno por uno, en diferentes
momentos. El primero de los capturados fui yo, luego
Germán Gaitán; después los demás compañeros,
porque los agentes de la OSN los estaban esperando,
escondidos, en la casa realmente “colorada”, ubicada
en Casa Colorada.”
28
H. Ortega Saavedra. op., cit., 124, 125
29
Idem. 126
“Estuvimos presos en La Aviación durante un mes.
Estábamos aislados, sin ver a nadie. Las cárceles eran
seguidas. Nuestra cárcel era muy especial. Siempre
teníamos un posta, a diferencia de la cárcel de los
presos comunes; es que nosotros Ă©ramos comunistas,
guerrilleros.”
“Comíamos gallopinto y un banano en el almuerzo y
la cena; en la mañana, comíamos un pedazo de pan
y una taza de café. Nos hablábamos entre nosotros,
cuando el posta se alejaba, lo cual nos relajaba un poco. La
orden era que no podíamos hablarnos entre nosotros.”
Confinados en San Juan del Norte
“A las tres de la mañana llegó el sargentón y nos despertó;
nos formó y nos dijo: ya ustedes están juzgados y
condenados; van confinados a San Juan del Norte. Aunque
en realidad, no habĂ­amos sido
ni juzgados ni condenados por ningĂşn tribunal de justicia
civil o militar. La condena era de siete años
de confinamiento.”
“Yo le agradezco al locutor deportivo Evelio Areas
Mendoza porque con su carro, un lanchĂłn, se apareciĂł con
tres madres de presos, entre ellas venĂ­a mi tĂ­a Lupe. Por lo
menos, la vi. Nos montaron en un bus,
nos dijeron que agacháramos la cabeza y la levantamos
hasta llegar a la carretera. Un pelotĂłn de guardias del
BatallĂłn Somoza, con un teniente de jefe nos vigilaban,
porque nosotros éramos peligrosísimos.”
“Los guardias iban con nosotros hasta San Juan del Norte.
Llegamos a Granada como a las seis de la
mañana. Era una carretera de macadán hasta cierto punto.
En el muelle del lago Cocibolca habĂ­a una lancha
esperándonos. Al ratito, llegó el carro de Evelio Areas
Mendoza. Mi tĂ­a llevaba pinolillo, pan. ComĂ­ pan y bebĂ­
pinolillo. TenĂ­a mucho tiempo de no
tomar ningún tipo de fresco.”
“Nos fuimos en la lancha. Fuimos condenados a
confinamiento en San Juan del Norte por siete años; pero
estuvimos seis meses. Llegamos a El Castillo.
Los guardias nos dijeron que siempre andaban bala en boca,
que cuidado. Nos montaron en otro
lanchĂłn. A un lado, nosotros; enfrente, al otro lado, todos
los guardias encañonándonos con los Garand.
Nos disparaban sobre la cabeza. ¡Vamos a ver qué
nervios tienen ustedes! dijo el teniente. AsĂ­ fue todo
el viaje en ese lanchĂłn de puro hierro, que navegaba
lentamente.”
“Un día después llegamos a San Juan del Norte temprano,
como a las tres de la tarde. El pueblo lo formaban pocas
casitas habitadas. En una de ellas vivĂ­a un hermano del
jugador de béisbol Mundo
Robert, quien era lanzador del equipo Cinco Estrellas
(novena patrocinada por la G.N., y cuyo nombre era en
honor de las cinco estrellas del grado militar de
general, es decir de Somoza). A los pocos habitantes
del lugar les habĂ­an dicho que nosotros Ă©ramos violadores,
asesinos, ladrones, los peores criminales. VivirĂ­amos en una
casa de tambo de dos pisos, de las casas antiguas, de las
ruinas del viejo San Juan del Norte, con el zinc del techo
sarroso, tan deteriorado
que parecía pascón. Nos pusieron en fila.”
“El teniente puso a cuatro guardias en los puntos
cardinales y nos dijo: si ustedes dan un paso más allá de
donde está cada guardia, se mueren. Pasamos el resto del
dĂ­a sin comer. Al dĂ­a siguiente fuimos al
pueblito, pero todas las casas estaban cerradas; o nos
cerraban las puertas cuando nos miraban. Durante quince
días no nos dejaron salir de la casa en ruinas.”
“Un día, miramos a un pescador y nos acercamos a él, que
resultĂł ser el hermano de Mundo Robert, el cual
estaba dándole de comer carne de tortuga carey a los
perros y nos preguntĂł si habĂ­amos comido. Nosotros le
preguntamos si esa carne la podĂ­amos comer los seres
humanos. Nos dijo que sĂ­; que ellos estaban aburridos de
comerla; y que a Ă©l sĂłlo le interesaba
el carey. Nos regalĂł la carne, toda la tortuga. AsĂ­,
pasamos tres meses continuos comiendo carne de tortuga.”
“A los tres meses, los guardias sintieron el rigor
de las condiciones porque ellos estaban sufriendo,
a su manera, el confinamiento: no miraban a sus
familiares, no se escribĂ­an, se terminaba la provisiĂłn,
no sabían cuándo los relevarían, no salían de pase,
etc. Todo eso hizo que la tropa empezara a ablandarse con
nosotros.”
“Decía el teniente: cada quien tiene sus ideas. Y nos
preguntaban los guardias: Âży es cierto que ustedes son
asesinos, violadores?...No, no es cierto, les
respondíamos, y les explicábamos las razones por
las cuales nos habĂ­an capturado. Se desarrollĂł una
camaradería con la tropa de guardias; íbamos a bañarnos
juntos al mar; los guardias hasta dejaban los fusiles en la
arena sin nadie que los cuidara.”
“En San Juan del Norte me encontré a una señora que había
trabajado para mis tĂ­as en Bonanza, cuando era joven, y al
oĂ­r el apellido Fisher se acercĂł y platicamos; ella vivĂ­a con el
guardia encargado del telégrafo del lugar y me regalaba
pescado para llevarle a mis compañeros. Ya la gente nos
abría las puertas, nos daba una tacita de café o carne de
tortuga cocinada por una mujer.”
AmnistĂ­a: fin del confinamiento
“Se dieron elecciones y el candidato de Somoza era René
Schick Gutiérrrez, abogado y alcohólico anónimo; que en su
campaña electoral prometió una amnistía para los presos
polĂ­ticos. Schick ganĂł
y cumpliĂł su palabra. Eso nos beneficiĂł a nosotros los
confinados y a los guardias mismos. Estábamos
en el confĂ­n del mundo, sin ley, ni nada. Pasamos
dos meses más allá, a pesar de que ya habían dado la
orden de regresarnos, segĂşn nos dijeron los mismos
guardias. Estos pasaban enojados e insultando a los
coroneles que no se preocupaban por ellos porque sĂłlo
pasaban en los casinos militares. En el viaje
de regreso por el lago Cocibolca, los fusiles de los
guardias venĂ­an amontonados. Ya no nos apuntaban, ni nos
disparaban, ni traían bala en boca.”
“Ala mitad del recorrido del río San Juan encontramos otra
lancha donde iba mi mamá y mi hermana Evelyn
con familiares de otros compañeros. Se detuvieron las dos
lanchas. Nos encontramos. Iban preocupadas porque no
sabían si nos habían matado después de dos meses del
decreto de amnistĂ­a polĂ­tica. Todo era alegrĂ­a, comimos,
batimos pinol y compartimos con
los guardias. Llegamos a San Carlos donde estuvimos otro
día más. Salimos para Granada en una lancha
que traía ganado. Llegamos a Granada.”
“Los guardias decían que se tomarían sus cervecitas
bien frĂ­as en el Casino Militar (pero en el de clases y
soldados, no en el de la alta oficialidad). Y de ahĂ­ nos
llevaron otra vez a Campo Marte en Managua. Los
guardias se despidieron de nosotros. El teniente nos
dijo: hablé con el oficial de día y parece que a ustedes no los
van a soltar tan fácil; nosotros ya nos vamos; lo sentimos
mucho; es una lástima porque sabemos cuánto han sufrido.
Pero ya los familiares estaban
con nosotros.”
“Llegaron reporteros, periodistas de La Prensa. Al
siguiente dĂ­a en la tarde, nos sacaron; pero primero, otros
guardias nos sentenciaron: por esta vez, se salvaron; en la
segunda, no salen vivos. Me fui
con mi mamá, María Lidia, y Evelyn a Estelí al día siguiente.
En Estelí estuve recuperándome porque
habĂ­a comido muy mal en San Juan del Norte y habĂ­a
muchas plagas en ese lugar.”
Oscar Benavides Lanuza: contacto en EstelĂ­
“Un día salí a dar una vuelta en Estelí y me encontré en el
parque central a Oscar Benavides Lanuza, uno de los que yo
habĂ­a entrenado en la primera escuela
polĂ­tico-militar del FSLN, situada en Casa Colorada, El
Crucero, Managua. Me dijo que Ă©l tenĂ­a un contacto
para apoyar a la guerrilla en la montaña, dentro de una
semana, para dirigirnos a Matagalpa. Yo sabĂ­a que esa era la
columna a la que yo pertenecĂ­a, desde que
estaba en Cuba, y que venĂ­a entrando por Jinotega.
El me preguntĂł si querĂ­a participar y le respondĂ­ que estaba
dispuesto.”
En el cerro Kilambé: Raití-Bocay 1963
“Una mañana salí con el compañero Oscar Benavides
Lanuza y fuimos a Matagalpa, en la casa de seguridad habĂ­a
ocho jóvenes; el dueño de la casa era un
zapatero colaborador. A la tercera noche, nos llevaron
montaña adentro. Llegamos hasta el cerro Kilambé;
viajamos en un jeep largo, de doble transmisiĂłn, hasta cierto
punto. Pasamos todo un día enmontañados.
Continuamos en las faldas del Kilambé; subimos
durante dos horas para ubicarnos. El muchacho lĂ­der,
apellido Navarro, pelo liso, bajo, tenĂ­a mucha
conciencia revolucionaria. Llevábamos provisión y
esperamos 20 días en el Kilambé a los compañeros de la
columna. Eramos 11 jĂłvenes, la comida se habĂ­a agotado dos
dĂ­as antes, el invierno era intenso, llovĂ­a mucho y hacĂ­a
mucho frío. Navarro tuvo que ir a Matagalpa.”
“Esperamos. A los 10 días, Navarro regresó desde
Matagalpa y nos dijo la verdad: la guardia detectĂł a los
compañeros y les causó muchas bajas; tendremos que salir
poco a poco para que ustedes estén listos para un siguiente
llamado. Salimos de cuatro en cuatro; yo me quedé de
último. Me fui a Managua desde donde hablé a mi casa en
EstelĂ­. Eso correspondiĂł al fracaso
del movimiento guerrillero en RaitĂ­-Bocay en 1963, donde
murió Faustino Ruiz, “El Cuje”, que era un
gran amigo mío. Ellos no pudieron llegar hasta el Kilambé a
traernos a nosotros.”
“Yo siempre estuve dispuesto a engrosar las filas
guerrilleras. Ya tenĂ­a mucha conciencia revolucionaria. No
era sĂłlo el odio contra la dictadura como cuando me
incorporé al Movimiento Revolucionario Sandino. Ya tenía
conciencia de clase, de obrero, tenĂ­a un norte
bien definido para luchar.”
“Conocí el quetzal en el cerro Kilambé; ahí vi volar
a varios quetzales, verdes; en esa Ă©poca se miraba el quetzal
ahĂ­; el quetzal es de tierra helada, frĂ­a; en ese tiempo en el
Kilambé se formaba una neblina impenetrable, todo se
mantenía húmedo. En el Kilambé también oí cantar al
jilguero, que es un
pájaro chiquito, que se para en la punta del árbol más alto y
comienza a cantar con su tremendo trinar; está
tan alto y es tan pequeño que vos no lo ves, sólo oís su
canto.”
Agente OSN intentĂł asesinarme
“Regresé a Estelí, donde mi papá era el jefe de la
planta eléctrica y el sistema eléctrico de la ciudad.
El me consiguiĂł trabajo como operador. A los tres
meses, salí con un amigo, hermano del dueño de la planta
eléctrica de Estelí, a beber cervezas. En el bar, un informante
u oreja de la G.N., que yo conocĂ­a y
que era un tipo flaquito, se dirigiĂł a la mesa donde
yo estaba, pero no de frente sino a mi espalda,
golpeándome la cara con su pistola 45. Yo quedé
aturdido por el golpe; me fracturĂł un diente, me
aflojĂł otro; yo sangraba del rostro, me disparĂł 3 Ăł 4
veces sin pegarme ninguno, pero hiriĂł gravemente a mi
amigo, quien se levantĂł de la mesa, caminĂł como veinte
pasos, salió por la puerta y cayó al suelo.”
“Luego, todo el alboroto: un muerto, un muerto. La gente
me lavó la cara. Se cerró el bar. La dueña de la casa le dijo a
una muchacha que me sacaran por lo ribera del rĂ­o EstelĂ­.
Uno de los disparos pegĂł cerca del dedo gordo de mi pie
derecho y la onda expansiva me provocĂł hinchazĂłn y dolor
por varios dĂ­as. El soplĂłn de la G.N., querĂ­a matarme a mĂ­;
pero no tuvo el valor, salió huyendo.”
“La gente me conocía. No querían pasarme por el centro del
pueblo porque yo vivĂ­a en direcciĂłn de la carretera a Ocotal.
Y ellos asumiendo el riesgo, me
llevaron por la ribera del río. Hasta que llegué a la casa de
mi papá a quien le platiqué lo sucedido; ahí
estuve encerrado y esperé que la guardia llegara; pero talvez
como habĂ­a un muerto de por medio, no
llegaron. Días después, Ulises González Hernández,
odontĂłlogo, me tratĂł el diente fracturado (el incisivo
derecho), pero a escondidas por el peligro. El doctor
González Hernández había sido compañero mío en la
escuela primaria; Ă©l llegarĂ­a a ser alcalde y diputado del
FSLN en la década de los noventa.”
Hacia LeĂłn
“Cuando mi papá estuvo trabajando en Mina La India, antes
de casarse con mi mamá María Lidia,
tuvo una relaciĂłn amorosa con una muchacha muy
hermosa, hermana de Antonio “Toño” Alvarado. Esa
muchacha le pidió a mi papá que le enseñara algo a
su hermano, Toño.”
“Mi papá entonces, le enseñó a su cuñado Toño, el oficio de
electricista. Toño inició como ayudante de mi papá; pero él
continuó aprendiendo más, se superó. Por eso es que Toño
Alvarado le agradecía mucho a mi papá; decía que le
agradecía como un hijo. Toño Alvarado después llegó a ser
un gran electricista,
tuvo su taller de embobinado de motores, durante la década
de los años 70, en el centro histórico de León,
en la Calle Real, frente al costado sur de la iglesia San
Francisco, cuando los campos fértiles leoneses eran
algodonales para la exportación. Cuando Toño se fue
a El Salvador, después del triunfo de la Revolución
Sandinista, se fue donde su hermana que vivía allá. Al final,
mi papá se enamoró de María Lidia y se casó con ella. Mi
papá me mandó a traer para vivir con
ellos en Mina El Limón.”
“Después que el oreja intentó asesinarme en Estelí, me fui a
León; llevaba una carta de recomendación del dueño de la
planta eléctrica de Estelí y la dirección de
Toño Alvarado. Fui donde Toño quien me recibió muy bien,
expresando agradecimiento a mi papá y me dijo
que su casa era mi casa. Me sugiriĂł que descansara algunos
dĂ­as, que no trabajara. Yo necesitaba hacer algo para
distraerme y dejar de pensar en mi situaciĂłn
política. Quería estar en un lugar más seguro, por
eso escogĂ­ LeĂłn; deseaba preservar mi vida porque yo tenĂ­a
la idea de continuar en la lucha dentro del Frente
Sandinista.”
Trabajando en LeĂłn
“Tres días después, un jueves, fui a la empresa eléctrica
de LeĂłn, Celsa, con mi carta de recomendaciĂłn. Me
recibió un ingeniero, le entregué la carta y le expliqué en
qué me podía desempeñar. Me aceptó, me dijo que
regresara el lunes siguiente para comenzar la
semana. No había un área de trabajo definida; un
dĂ­a podĂ­as trabajar en la colocaciĂłn de medidores o traslado
de los mismos y otro dĂ­a, en construcciĂłn y
línea. Como a los dos meses, me pasaron al área de
traslado de medidores o instalación de medidores nuevos.”
Miriam Esperanza ChavarrĂ­a, mis hijos: mi
familia.
“Un día, hice el traslado del medidor de la casa donde
vivía Miriam Esperanza Chavarría, que después sería
mi compañera y esposa. Ella se trasladó, dentro del mismo
barrio San Luis que limita con San Felipe, a dos cuadras de
distancia. Ella vivĂ­a en el barrio San Luis y yo me llamaba
Luis; pura coincidencia. En esa ocasiĂłn, hice el traslado y me
quedé platicando
un rato con ella, quizá una media hora; la camioneta
pasó por mí al poco tiempo y me fui.”
“Tres meses después hice otro traslado de medidor
de Miriam E. ChavarrĂ­a; siempre dentro del mismo barrio,
pero más cerca de San Felipe. En tres meses se
cambiĂł de casa dos veces. Yo trasladaba el medidor,
valoraba la instalación eléctrica, probaba la corriente
eléctrica, instalaba el medidor en su nuevo sitio y me
aseguraba de que las luces de la casa encendieran.
Hice mi trabajo y esperé que la camioneta pasara
trayéndome. La camioneta se dilató, se tardó bastante. Ya
Ă©ramos conocidos, habĂ­amos platicado. Ella me ofreciĂł una
silla y empezamos a platicar otra vez. Ella me dijo que tenĂ­a
hijos, pero que no tenĂ­a
marido. Estaban ahí Harold (de 6 ó 7 años) y Yader
(de 4 ó 5 años). Entonces yo la enamoré. Ella fue a traer
fresco de naranja, muy sabroso, y me regalĂł. Yo seguĂ­
esperando la camioneta, aunque yo querĂ­a
que se atrasara más tiempo. Quedamos en que la visitaría el
fin de semana. Ella me aceptó. Llegué el fin de semana
siguiente. Era el año 1964.”
“El siguiente traslado de casa lo asumí yo; ese traslado fue a
Sutiaba, yo hice el traslado, yo lo pagué; ella iba
embarazada. Nos trasladamos de la gasolinera Texaco
Guido, 20 varas al sur, a mano izquierda,
yendo al sur. Era una casa de dos habitaciones. AhĂ­
fue donde nació mi hijo Luis. La dueña era una
señora de apellido Centeno. Viviendo en esa casa, un
día me llegó a buscar Edén Pastora, como en 1964, y me dejó
razĂłn con Miriam: que me querĂ­a ver, que no bebiera guaro,
que la lucha venĂ­a; se despidiĂł de
ella y siguió adentrándose en Sutiaba. Vivimos ahí
hasta que nació Luis; la casa resultaba pequeña. Yo
continuaba trabajando en Celsa. Nos trasladamos al barrio
El Coyolar. Ella buscĂł la casa, tenĂ­a mucha
habilidad para buscar casa. Vivimos entonces de la
esquina donde actualmente es la oficina de Western
Union, tres y media cuadras hacia al este (arriba), a mano
izquierda. En esa otra casa naciĂł mi hijo Malcolm. En el
punto donde vivĂ­amos, hasta ahĂ­ llegaba la calle en esa
época, era la ronda de la calle y después seguían patios,
solares.”
El afiche de Sandino
“Luego nos trasladamos, siempre en El Coyolar, una
cuadra y media hacia al oeste (abajo), a mano derecha, frente
a la quinta Dunia. Esta era una mejor casa, en
una mejor posiciĂłn. AhĂ­ naciĂł mi hijo Vladimir. En esta casa,
yo pegaba en la pared de la cocina el afiche de Sandino;
afiche que publicaba cada año, cada 21 de febrero, Pedro
JoaquĂ­n Chamorro Cardenal en La
Prensa; ese día, la foto de Sandino ocupaba toda una página
entera y Pedro JoaquĂ­n escribĂ­a un editorial. Esa vez, yo
recorté la página30
y le dije a Miriam: este retrato es peligroso,
pero lo vamos a poner al fondo, en la cocina. Yo me acuerdo
cuando le dije
a Harold quién era el hombre del retrato; le dije que era
Augusto CĂ©sar Sandino, el General de Hombres
Libres; que a ese hombre por haber luchado contra los
yanquis, Anastasio Somoza GarcĂ­a lo asesinĂł y que
por él, el FSLN llevaba su nombre. Y clavé el retrato que
estuvo varios años ahí.31
Con el paso del tiempo el retrato se
puso pálido, le afectaba el humo de la
cocina. Pero el retrato de Sandino siguiĂł pegado en la pared.
Nos fuimos de esa casa y yo lo dejé pegado en el mismo
lugar.”
SĂłcrates Flores
“Yo después le expliqué a Miriam cosas de la historia de
Nicaragua. Miriam fue tomando conciencia.
Claro, al hablar de política hablábamos bajito para
que no oyeran los vecinos. En esos dĂ­as yo estaba
desconectado de la organizaciĂłn del FSLN. Miriam tenĂ­a un
radio pequeño con el que oía frecuentemente
Radio Circuito, situada en la esquina opuesta a la
esquina norte de la Universidad de León.”
30
Lenin Fisher. Sandino. Antisistémico. Universitaria. 2006: 202
31
Idem.
“Un día anunciaron a Sócrates Flores, en un programa de
noticias y mĂşsica transmitido entre 11 a.m., y 12 meridiano.
Entonces, yo le dije a Miriam que ese
compañero había estado conmigo en Cuba. Sócrates
nos daba clases, era el encargado de la formaciĂłn
académica. Sócrates llegó a Cuba como delegado
estudiantil y estuvo con nuestro grupo durante dos meses.”
“Fui a buscar a Sócrates Flores al día siguiente. Solicité una
entrevista con él; llegué un poco antes de las 12 del día.
Esperé porque él estaba en la cabina de transmisión.
Sócrates se acordó de mí; yo le recordé
que en Cuba nos daba clases; me preguntĂł si vivĂ­a
en León y le dije que sí. Le expliqué que estaba
desorientado, desconectado del FSLN y que querĂ­a
restablecer los contactos.”
“Le conté que había estado preso, que fui sometido
a torturas, que me habían confinado y que intenté
incorporarme a la guerrilla en el cerro Kilambé. El me dijo
que sĂ­ tenĂ­a contactos, pero que desde hacĂ­a un tiempo no
tenĂ­a conversaciones con nadie. Dijo que me avisarĂ­a y le di
mi dirección.”
“Yo continué trabajando. A los dos meses, cuando
llegué a almorzar a la casa, me dijo Miriam que Sócrates
Flores me habĂ­a llegado a buscar. El querĂ­a que llegara a la
radio a las 6 de la tarde. SĂłcrates estudiaba Medicina y era
lĂ­der estudiantil. Yo fui esa tarde. SĂłcrates se habĂ­a
recontactado con los compañeros. Me dijo que me cuidara
porque venĂ­a trabajo que hacer y que de un momento a otro
me
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Mi vida, mi revolucion. version pdf luis fisher

  • 1.
  • 2. Mi vida, mi revoluciĂłn La vida de un obrero llamado Luis Fisher Editor: Lenin Fisher
  • 3. N 923.2 F533m Mi vida, mi revoluciĂłn: la vida de un obrero llamado Luis Fisher/Luis Fisher; editor: Lenin Fisher. - - LeĂłn, Nic.: Editorial Universitaria, UNAN-LeĂłn, 2010. 111 p. ISBN: 978-99924-56-95-8 1. FISHER, LUIS-VIDA Y OBRA 2. OBREROS NICARAGĂśENSES-TESTIMONIOS HISTĂ“RICOS 3. NICARAGUA-HISTORIA-FSLN-1961-1979 I. Fisher, Lenin, ed. © Lenin Fisher © Editorial Universitaria, UNAN - LeĂłn. 2010 ISBN: 978-99924-56-95-8 Diseño y DiagramaciĂłn: Editorial Universitaria, UNAN -LeĂłn Derechos reservados conforme a la leyes de la RepĂşblica de Nicaragua Editorial Universitaria, UNAN-LeĂłn Dir. Iglesia La RecolecciĂłn 85 vrs. al Oeste. PBX: +505 311 5013 ext. 1061 - 1062 - 1063 Fax 311 - 5013 ext. 1051 e-mail: editorial@unanleon.edu.ni
  • 4. “…un pueblo ´olvida` cuando la generaciĂłn poseedora del pasado no lo transmite a la siguiente, o cuando Ă©sta rechaza lo que recibiĂł o cesa de transmitirlo a su vez, lo que viene a ser lo mismo.” Yosef Hayim Yerushalmi Reflexiones sobre el olvido
  • 5. Agradecimiento a: Jilma Romero Arrechavala, por todas las sugerencias hechas. Edgar Tijerino Mantilla, por obsequiarme el libro “La epopeya de la insurrecciĂłn”. JesĂşs Inocente Cerda, por regalarme el libro “La saga de los Somoza”. Rodolfo Mairena Baca, por su apoyo incondicional. El editor.
  • 6. ĂŤndice IntroducciĂłn .................................................. 7 Testimonio: Mi vida, mi revoluciĂłn....... 11 EpĂ­logo ....................................................... 103
  • 7. IntroducciĂłn “Mi vida, mi revoluciĂłn. La vida de un obrero llamado Luis Fisher”, es la experiencia vital de un obrero nicaragĂĽense, un ciudadano comĂşn y corriente, alejado de las esferas del poder, que participĂł en la lucha contra la dictadura somocista, formando parte de la guerrilla que antecediĂł y originĂł al Frente Sandinista de LiberaciĂłn Nacional (FSLN). Luis Fisher naciĂł en Bonanza, el 10 de abril de 1936. Su padre: Malcolm Fisher. Su madre: Juana PĂ©rez. El origen inglĂ©s de su apellido se remonta a la migraciĂłn relacionada con la fiebre del oro en California. Su bisabuelo no hizo el viaje completo, desde la zona fronteriza con Canadá -a travĂ©s de “La ruta del tránsito”-, sino que se radicĂł en la Costa Atlántica, en ese tiempo llamada La Mosquitia. La principal motivaciĂłn para escribir este testimonio autobiográfico de Luis Fisher, fue el interĂ©s de transmitir y registrar su importante vivencia, contribuyendo asĂ­, con la memoria histĂłrica del pueblo de Nicaragua. Porque, en definitiva, su testimonio no sĂłlo pertenece a su familia, sino que es patrimonio de todo el pueblo nicaragĂĽense y en consecuencia de la humanidad. Y es que este testimonio refleja la
  • 8. historia real, de carne y hueso; y no necesariamente la historia de estatuas de bronce, acadĂ©mica. De acuerdo a Romero Arrechavala, la transmisiĂłn de la historia oral “…implica inquirir a las personas acerca de su pasado, sus experiencias y su participaciĂłn en la gestaciĂłn de un hecho histĂłrico.” 1 Eso es lo que revela este testimonio: la vida de un obrero dentro de una revoluciĂłn armada. Contemporáneos de Luis Fisher que pueden respaldar o negar cualquier cosa escrita en este testimonio son: Tomás Borge MartĂ­nez, EdĂ©n Pastora GĂłmez, Bayardo Altamirano, Francisco JarquĂ­n y JosĂ© Reyes Monterrey. La metodologĂ­a empleada fue la siguiente: primero, en los meses de marzo y abril de 2007, le hice una entrevista de tipo abierta a Luis Fisher que permitiĂł grabar en siete cassettes el relato espontáneo. Segundo, transcribĂ­ la entrevista en los meses de noviembre y diciembre del año 2009. Tercero, imprimĂ­ un borrador en enero de 2010, el cual fue revisado por ambos durante ese mismo mes. Cuarto, se incorporaron todas las correcciones. Quinto, el entrevistado hizo una Ăşltima revisiĂłn en el mes de mayo de 2010. Sexto, se hicieron las Ăşltimas correcciones. El lenguaje grabado en la cinta magnetofĂłnica es espontáneo. La transcripciĂłn, si bien respetĂł la esencia del relato, incluyĂł algunas modificaciones 1 Jilma Romero Arrechavala. Historia oral: un proyecto inconcluso en Nicaragua en la dĂ©cada de los ochenta. Voces Recobradas. Buenos Aires, Argentina. Año 12; No. 26. 16-25
  • 9. leves, de estilo, sobre todo para facilitar la redacciĂłn y la lectura. Algunos hechos son contrastados con fuentes escritas. Con su testimonio, Luis Fisher aporta elementos histĂłricos sobre la forma en que sucedieron algunos hechos, tales como: la rendiciĂłn del Frente Revolucionario Sandino (FRS) ante el ejĂ©rcito hondureño; el origen del primer himno del FSLN; la primera fusiĂłn, en Cuba, del FRS con el Movimiento Nueva Nicaragua – Frente de LiberaciĂłn Nacional (MNN-FLN); la primera escuela polĂ­tico-militar del MNN dentro de Nicaragua; el entrenamiento de guerrilleros nicaragĂĽenses en Cuba persiguiendo a los contrarrevolucionarios en las montañas del Escambray; las torturas y las condiciones de las cárceles de la dictadura somocista; y el destierro en San Juan del Norte. El testimonio de este obrero, escrito a partir de una historia oral, confirma, contrasta y a veces refuta algunos aspectos enunciados en fuentes escritas (casi oficiales), lo cual lo vuelve más interesante. “Desde el comienzo de la historia de la humanidad –segĂşn Laura Benadiba-, la transmisiĂłn oral ha sido la forma de conservar la memoria colectiva.” 2 Testimonio e historia oral individual y a la vez colectiva, social, porque el hombre es un ser social, la sociedad está formada por individuos y por lo tanto, hablar de un 2 Laura Benadiba. ÂżQuĂ© es la historia oral? Historia oral, relatos y memorias. Maipue. Buenos Aires. 2007: 17
  • 10. individuo es en cierta manera hablar de la sociedad. Eso es el presente testimonio, que no fue transcrito por un historiador profesional o acadĂ©mico, sino por un espontáneo aficionado que experimentĂł la indagaciĂłn de omisiones y olvidos, y el encuentro con detalles dispersos e incompletos en lo ya escrito. Agradezco, al personaje viviente de este valioso testimonio, el esfuerzo hecho y las horas dedicadas a la entrevista, a la lectura y a la revisiĂłn del texto. Y me disculpo pĂşblicamente por haber dejado pasar tanto tiempo entre la grabaciĂłn de la entrevista y la transcripciĂłn. Satisfecho por haber concluido la publicaciĂłn de este testimonio, estoy seguro de que será Ăştil y que estimulará a otros a recopilar y publicar su historia oral, que es la memoria histĂłrica de todos.
  • 11. Mi vida, mi revoluciĂłn (La vida de un obrero llamado Luis Fisher) Antecedentes familiares Los antecedentes del apellido Fisher, del autor de este testimonio, asĂ­ como su lugar de nacimiento en la zona minera de Bonanza, están relacionados con la migraciĂłn desde el norte del continente hacia el sur, a su vez vinculada a fenĂłmenos econĂłmicos y sociales. En la segunda mitad del siglo XIX el capitalismo mundial alcanzĂł la etapa industrial liberal. Potencias europeas, Inglaterra en primer lugar, encabezaron este desarrollo para lo cual necesitaron, además de mercados para sus productos, fuentes de materias primas para la industria mecanizada. En AmĂ©rica, los estados del norte de Estados Unidos, alcanzaron este desarrollo capitalista burguĂ©s, que se extendiĂł por todo el paĂ­s, en la dĂ©cada de 1860, despuĂ©s de la Guerra de SecesiĂłn.3 3 Jilma Romero Arrechavala. Consideraciones socioeconĂłmicas acerca del desarrollo regional de Nicaragua (siglo XVI-1893). Universidad Central de Las Villas. Cuba. 1988: 79. Tesis de MaestrĂ­a en Historia de Nicaragua.
  • 12. El desarrollo capitalista acelerado, sobre todo, en la costa Este de los Estados Unidos, demandĂł la existencia de una infraestructura para abaratar los costos, asĂ­ como agilizar y facilitar todas las operaciones mercantiles. Por ello, Estados Unidos e Inglaterra concretaron sus aspiraciones de unir la ruta Atlántico – PacĂ­fico mediante una ruta interoceánica a travĂ©s de Nicaragua. Poco despuĂ©s de descubiertas las minas de oro californianas, esta necesidad fue mayor para Estados Unidos que, en 1949, firmĂł con Nicaragua un tratado de paz y amistad, y una convenciĂłn para la ejecuciĂłn del canal.4 El descubrimiento de minas de oro en California, desatĂł en 1848, la fiebre del oro. Estados Unidos ya le habĂ­a robado a MĂ©xico la mitad de su territorio. Los gringos viajaban desde la costa este hacia la costa oeste; para evadir el ataque de los indios y las dificultades de atravesar a todo lo ancho la AmĂ©rica del Norte, pasaban del ocĂ©ano Atlántico al PacĂ­fico por medio del rĂ­o San Juan y el lago Cocibolca de Nicaragua, utilizando “La ruta del tránsito” (New York, OcĂ©ano Atlántico, San Juan del Norte, RĂ­o San Juan, Lago Cocibolca, puerto La Virgen, recorrido por tierra en carruajes tirados por caballos a travĂ©s del istmo de Rivas, San Juan del Sur, OcĂ©ano PacĂ­fico y California), segĂşn Reyes Monterrey. 5 4 J. Romero Arrechavala. op., cit. 5 JosĂ© Reyes Monterrey. Apuntamientos básicos para el estudio de la historia general de Nicaragua. Universitaria. LeĂłn, Nicaragua. 1989: 117
  • 13. En 1850, Inglaterra y Estados Unidos firmaron el tratado Clayton-Bulwer con el cual, ambas potencias decidieron unirse para construir un canal por Nicaragua, sobre el que ninguna de las dos ejercerĂ­a control exclusivo.6 Los conquistadores españoles llamaron “el desaguadero” al rĂ­o San Juan, desagĂĽe del Cocibolca. El descubrimiento, conquista y colonizaciĂłn de Nicaragua, en 1524, estuvieron determinados por la bĂşsqueda de una ruta interoceánica, que comunicara el ocĂ©ano PacĂ­fico con el Atlántico; el mĂ­tico “estrecho dudoso”, es decir, el paso marĂ­timo desconocido que buscĂł CristĂłbal ColĂłn para alcanzar las costas de China y JapĂłn, una vez que supo que no estaba en las Indias Orientales. 7 Los ingleses desde el siglo XVIII promovieron una mo- narquĂ­a indĂ­gena con la cual establecieron una amañada base local para extender su frontera colonialista sobre la costa oriental de Nicaragua, lo que ellos llamaban La Mosquitia. En 1894, el gobierno nacionalista, de corte liberal, del general JosĂ© Santos Zelaya reincorporĂł La Mosquitia al territorio nacional, aunque sĂłlo fuera de manera formal. En 1895, la denominada reserva de La Mosquitia, una inmensa franja territorial, fue incorporada a Nicaragua con el nombre de Zelaya, en honor al presidente de ese momento.8 6,7 J. R. Monterrey. op., cit., 117 8 Sandra Centeno Rojas. Propuesta para un estudio regional de Nicaragua a partir del análisis general de sus estructuras econĂłmicas y sociales contemporáneas (1893-1979). Universidad Central de Las Villas. Cuba. 1980; 30. Tesis de MaestrĂ­a en Historia de Nicaragua.
  • 14. El transporte de los aventureros era el rentable negocio de “La Compañía Accesoria del Tránsito” propiedad del magnate yanqui, el comodoro Cornelius Vanderbilt, quien nunca pagĂł impuestos a Nicaragua, empresa que despuĂ©s fue un objetivo de William Walker. Los buscadores de oro tenĂ­an dos opciones más: el estrecho de Magallanes -en el cono sur-, y el ferrocarril transoceánico de Panamá. Sin embargo, la ruta más corta, era evidentemente, la de Nicaragua. 9 La empresa de Vanderbilt monopolizĂł el transporte de mercancĂ­as y pasajeros, transportaba 200 mil viajeros mensualmente, y se comprometiĂł con el gobierno nicaragĂĽense a pagar 10 mil pesos anualmente más el 10% de las ganancias lĂ­quidas, compromiso que cumpliĂł Ăşnicamente el primer año.10 “La fiebre del oro, llamada gold rush en inglĂ©s, trajo a mi bisabuelo desde la frontera de Estados Unidos-Canadá hasta Nicaragua, donde terminĂł estableciĂ©ndose. Mi bisabuelo, Roberto Fisher, fue un buscador de oro. Luego, mi abuelo tambiĂ©n llamado Roberto Fisher descubriĂł la mina de oro La Primavera, cerca de Monte Carmelo, en la zona que hoy se conoce como el triángulo minero.” 9 J. R. Monterrey. op., cit., 117 10 J. Romero Arrechavala. op., cit., 80.
  • 15. “En La Primavera, posteriormente, tambiĂ©n trabajĂł mi papá. NacĂ­ en Bonanza, Zelaya, Nicaragua, el 10 de abril de 1936, como resultado de la uniĂłn de Malcolm Fisher y Juana PĂ©rez; mis padres me llamaron Luis Fisher PĂ©rez.” El apellido Fisher llegĂł, entonces, como una casualidad histĂłrica relacionada con la ruta del tránsito, la fiebre del oro y la migraciĂłn del norte hacia el sur.” “Mi abuelo Roberto y mi abuela Jenny GĂłmez tuvieron ocho hijos en total, dos varones y seis mujeres: Malcolm, FĂ©lix, Guadalupe, Paulina, Magdalena, Amalia, Matilde e Irma. FĂ©lix peleĂł contra Sandino porque era soldado, traductor de los marines yanquis; Ă©l muriĂł en un combate contra los guerrilleros de Sandino. FĂ©lix tuvo un hijo que se llamaba Sebastián. Pero casi 30 años despuĂ©s, yo, un sobrino de FĂ©lix, dentro del Movimiento Revolucionario Sandino seguĂ­ la bandera del HĂ©roe Nacional, fui cofundador del Frente Sandinista de LiberaciĂłn Nacional y todavĂ­a enarbolo la bandera roja y negra como militante del FSLN.” Mi infancia y adolescencia “Fui el primer nieto que tuvo mi abuelo. SegĂşn me dijo mi tĂ­a Lupe, yo fui el primero, Ăşnico y Ăşltimo nieto que mi abuelo Roberto habĂ­a chineado; yo tuve ese privilegio. Cuando mi papá se separĂł de mi mamá, se casĂł con otra mujer (MarĂ­a Lidia Sotomayor), quien me criĂł como a un hijo, desde la edad de siete años. Mi primera hermana fue Evelyn, luego nacieron mis otros hermanos: Jenny, Gina, Malcolm, Roberto,
  • 16. Manuel y MarĂ­a. Era el hijo mayor de mi papá. AyudĂ© a criar a los niños, a cuidarlos, a chinearlos. Yo querĂ­a mucho a mi madrastra. Mi papá y doña MarĂ­a Lidia vivieron sus Ăşltimos años en Estados Unidos, donde murieron. Ellos se fueron de Nicaragua durante la RevoluciĂłn. TambiĂ©n tengo una hermana, por parte de padre, llamada MarĂ­a Elsa. Roberto, mi hermano, fue el Ăşltimo que estuvo trabajando en la explotaciĂłn de la mina La Primavera hasta 1979.” “Mi papá estudiĂł cursos de electricidad por correspondenciaenelAmericanSchool,desdedondele enviaron los libros necesarios y su respectivo diploma. Con mi papá, mi mamá y mis hermanos, cuando yo era hijo de dominio, vivimos en diferentes departamentos. Primero, cuando tenĂ­a como siete años vivimos en la reciĂ©n descubierta Mina El LimĂłn. Luego, vivimos en EstelĂ­, de donde salĂ­ de 15 años; despuĂ©s, en Managua donde, me separĂ© de la familia al irme a Matagalpa -a rodar fortuna decĂ­a uno-de manera escondida; ellos supieron al ver que no llegaba a la casa ni a dormir ni a comer. En Matagalpa busquĂ© a un primo de mi mamá MarĂ­a Lidia, Ă©l se alegrĂł al verme y le expliquĂ© que andaba huyendo de mis padres, quienes no me habĂ­an hecho nada malo.” “El primo de mi mamá MarĂ­a Lidia me dijo que no me afligiera. Me consiguiĂł trabajo en la casa distribuidora de los cigarros de la Tabacalera NicaragĂĽense, donde laborĂ© casi un año. Estaba haciendo y entregando un paquete de cigarros para un cliente de origen chino, cuando de repente sentĂ­ una mano en la espalda, volteĂ© a ver y mirĂ© la cara de mi papá; Ă©l me
  • 17. vio la cara de asustado. PensĂ© que iba a reaccionar violentamente porque su carácter era fuerte. Mi papá me dijo: no te pongás nervioso, concentrate en lo que estás haciendo, despuĂ©s vamos a platicar. Eso me tranquilizĂł. GuardĂ© el dinero en el maletĂ­n y nos fuimos a la agencia distribuidora que manejaba un señor apellido Mansel en su propia casa. La familia Mansel me estimaba y decĂ­an que yo era responsable con mi trabajo a pesar de ser un adolescente.” El tuno “Por la tarde platiquĂ© con mi papá en un parque. Me dijo que me buscaba porque me necesitaba, ya que tenĂ­a una concesiĂłn para explotar la madera llamada tuno (que produce una savia lechosa para hacer chiclet o goma de mascar). Ya se habĂ­a agotado la fuente anterior que eran los árboles de nĂ­spero. Era el turno del tuno. La regiĂłn donde se trabajarĂ­a era la parte norte del departamento de Zelaya (hoy RegiĂłn AutĂłnoma del Atlántico Norte, R.A.A.N.).” “Hablamos con el señor Mansel y su esposa; les presentĂ© a mi papá. Ellos le dijeron que confiaban mucho en mĂ­; yo manejaba mucho dinero cuando cobraba durante la distribuciĂłn de cigarros El Gallito y Montecarlo (que los fumaban los más pobres), Valencia (que lo compraba más que todo la clase media) y Esfinge (el más refinado y caro); todos eran cigarros que no tenĂ­an filtro. A veces andaba hasta cinco mil pesos en el maletĂ­n, lo que en esos tiempos era mucho dinero.”
  • 18. “Una semana despuĂ©s regresĂł mi papá y nos fuimos a Managua. En una semana salimos para Bonanza mi papá, mi mamá, mis hermanas Evelyn y Jeny. Allá encontramos a mi tĂ­a Matilde porque su marido ahĂ­ trabajaba. Tomamos un aviĂłn que iba a Monte Carmelo donde se cargaba de cal para la mina de Bonanza. Yo tenĂ­a entre 15 y 16 años. Monte Carmelo era una pista de aterrizaje rĂşstica, ocho casitas, una quebrada y lluvias tremendas; le habĂ­an hecho a mi papá una casa de bambĂş para que ahĂ­ funcionara un comisariato. Para mĂ­ fue un cambio brusco.” “Cuando llegamos, realmente habĂ­a mucha madera. Trabajamos en esa zona durante dos años y medio. Mi papá dirigĂ­a a 300 trabajadores y tenĂ­a como 12 mulas. Nos metĂ­amos a la montaña a sacar la materia prima obtenida de la leche de tuno para hacer chiclet. Le sacábamos la savia al árbol de tuno, le hacĂ­amos un corte como collar o un corte en forma de “V” para que saliera la leche del árbol. Cada 60 cm., se hacĂ­a un collar en el tronco del árbol, dependiendo de su altura y grosor, se hacĂ­a un canalito en la misma corteza; abajo se ponĂ­a un saco bañado con leche de hule para que no se saliera la leche del árbol que el hombre iba picando de abajo para arriba. Al saco le decĂ­an el chulero; con cada saco se recogĂ­an 60, 80 Ăł 90 libras de leche de hule. Cuajaban la savia lechosa y nosotros llegábamos a recogerla. Yo hacĂ­a la orden de pago y me encargaba de la otra etapa que consistĂ­a en cocinar la materia prima. Siempre los campamentos se hacĂ­an a la orilla de un rĂ­o, quebrada o caño y buscábamos una poza donde el agua nos llegara a la rodilla porque cocĂ­amos cuatro veces el producto y
  • 19. lo lavábamos varias veces para despuĂ©s meterlo, en forma de trenza, en una caja hasta llenarla y dejarlo asĂ­ durante tres dĂ­as para que se escurriera el agua. Trabajábamos dĂ­a y noche en eso. Durante un mes recogĂ­amos el producto y lo trasladábamos a Monte Carmelo en mulas y bueyes.” “Mi papá alquilaba cada mes un aviĂłn, en vuelo tipo charter, desde Monte Carmelo hasta Managua, para enviar tres mil o cuatro mil libras de hule a la empresa norteamericana que le compraba, la Really Company. AhĂ­, lo pesaban y medĂ­an el grado de humedad porque entre más seco estuviera el producto era mejor.” “SĂłlo una vez se le sacaba la savia al tuno. DependĂ­a mucho de la habilidad del cortador para que sĂłlo cortara la corteza del árbol y no llegar a la profundidad o cuerpo del árbol. Algunos árboles morĂ­an. Los árboles que no morĂ­an podĂ­an volver a dar la savia despuĂ©s de dos años, mientras se curaban los collares que se le hacĂ­an. Nunca reforestamos con tuno.” “DespuĂ©s de dos años y medio de trabajo, se comenzĂł a agotar el tuno. Cada vez tenĂ­amos que internarnos mucho más en la montaña para conseguir más árboles de tuno. En esos tiempos, 1951, eran unas montañas espesas y habĂ­a muchos animales: culebras, tigres, lagartos, leones, dantos, venados y chanchos de monte. Estos Ăşltimos nos servĂ­an de alimento, pero eran realmente peligrosĂ­simos cuando encontrábamos a la manada. Los dantos pasaban cerca de los campamentos nuestros. Mirábamos huellas de todo tipo de animales y por supuesto a los animales. Los tigres llegaban a acechar a los campamentos por la noche.”
  • 20. “En la noche nos iluminábamos con seis lámparas de carburo. Mientras estábamos trabajando en la poza, lavando el producto, mirábamos pasar repentinamente en el rĂ­o, nadando, a culebras que iban velozmente a morder a las lámparas; la luz las atraĂ­a; al sentir que no podĂ­an hacerle nada a la lámpara se alejaban. AsĂ­ nos asustaban las culebras. Si uno se movĂ­a y se le atravesaba en el camino a la culebra, seguro que la culebra le picaba. Eran culebras venenosas; era un riesgo como otros: las plagas, la lluvia, el lodazal, el ejĂ©n. Cuando estábamos dormidos en el campamento, dejábamos seis o siete mulas amarradas, y de repente oĂ­amos el relincho de las mulas y simultáneamente oĂ­amos el rugido del tigre. Era un alboroto. Disparábamos. Nos levantábamos para calmar a las mulas. Cuando el tigre pasaba cerca, se sentĂ­a un tufo como a sarna.” “Cuando se desataba un temporal se desbordaban los rĂ­os y los caños; los rĂ­os crecidos no te permitĂ­an volver ni podĂ­as hacer nada; te tenĂ­as que quedar en el campamento y esperar a que los rĂ­os bajaran. El temporal nos podĂ­a echar a perder la provisiĂłn de alimentos que llevábamos para una semana y nos podĂ­amos quedar comiendo sĂłlo pinol. Durante un temporal era difĂ­cil hasta cazar, tirar animales. Al finalizar las lluvias, entonces sĂ­, podĂ­as buscar un pavĂłn o un venado; eran unas grandes comilonas las que armábamos. Un pavĂłn es un chompipe del monte. Cuando los alimentos escaseaban, cazábamos monos;
  • 21. cocĂ­amos la carne de mono con sal y la comĂ­amos con guineo cocido.” “En esos tiempos eran verdaderas montañas boscosas, espesas, montañas de verdad. HabĂ­a toda clase de pájaros, reptiles, pavones. Era tal el bosque, la abundancia de árboles, que a veces a las 3 Ăł 4 de la tarde ya no mirabas a corta distancia, sobre todo cuando se desataba el invierno infernal, lluvioso.” “Al pasar del tiempo, la producciĂłn bajĂł, se tenĂ­a que entrar mucho más montaña adentro; se le tenĂ­a que pagar más a la gente. Un dĂ­a que llegĂł de Bonanza mi papá, le dijo a mi mamá, que le habĂ­an ofrecido un trabajo en la mina de Bonanza, pero que necesitaba tres meses para dejar en orden todo lo relacionado con la concesiĂłn del tuno. Mi papá puso como condiciĂłn vivir en el staff.” Bonanza y el staff “El staff era una zona donde vivĂ­an los jefes que normalmente eran extranjeros, gringos casi todos; aunque habĂ­a algunos chilenos, rusos y canadienses. El staff era un lugar donde habĂ­a todo tipo de comodidades: muebles, electrodomĂ©sticos, lavadora, refrigeradora, agua frĂ­a y caliente en el baño, etc. En el staff habĂ­a un club-hotel, piscina grande, billares para chavalos y para adultos, diversiones. Yo tenĂ­a derecho de ir al club y a la piscina. Mis hermanas, Evelyn y Jenny, como estaban pequeñas, iban a piñatas y yo las acompañaba. En el staff se celebraba
  • 22. la navidad el 4 de julio; en esos dĂ­as eran unas grandes bebederas y bailes, y llevaban conjuntos musicales de Managua. A estos fiestones sĂłlo asistĂ­a la gente que vivĂ­a en el staff. HacĂ­an fiestas por el cumpleaños del gerente, por cualquier cosa hacĂ­an fiestas.” “Todo, todo lo que se consumĂ­a en el staff era importado, venĂ­a desde Estados Unidos. En ese tiempo, 1951, en el norte se endulzaban los refrescos con atado de dulce, dulce de caña, producido en los trapiches; en Bonanza no conocĂ­an el azĂşcar refinada. Todos esos productos entraban por los rĂ­os de cierto caudal que eran navegables en lanchas pequeñas de motor, las cuales los recibĂ­an de barcos más grandes. DespuĂ©s, en la pista de macadán de Bonanza aterrizaban aviones que venĂ­an de Estados Unidos.” “El staff era cercado con malla ciclĂłn y tenĂ­a vigilantes civiles en los portones; ahĂ­ sĂłlo entraban las empleadas domĂ©sticas, el tren de aseo y el camiĂłn del comisariato que llevaba la provisiĂłn a todos los extranjeros los dĂ­as miĂ©rcoles (provisiĂłn para 15 dĂ­as). Un empleado del comisariato recogĂ­a la lista de necesidades de cada casa con anticipaciĂłn. Nosotros vivĂ­amos en el staff; yo vivĂ­ en el staff durante dos años. Era una vida tranquila, de abundancia; mi papá trabajaba ahĂ­ y ganaba bien; pero el pueblo no vivĂ­a asĂ­, los trabajadores no vivĂ­an de esa manera.”
  • 23. “Mi papá era el segundo jefe del departamento elĂ©ctrico. El tenĂ­a que atender la transmisiĂłn y distribuciĂłn de la energĂ­a elĂ©ctrica; habĂ­a una planta elĂ©ctrica en la presa El Salto, desde donde traĂ­an la corriente elĂ©ctrica y tenĂ­an que poner transformadores. TambiĂ©n mi papá tenĂ­a que atender la parte industrial del taller; cuando el gerente de dicha área viajaba a Estados Unidos, mi papá quedaba de responsable. Entonces, mi papá tenĂ­a mucho trabajo, ganaba bien y era reconocido como un gringo más en el staff. Mi papá hablaba bien el inglĂ©s, lo traducĂ­a y lo leĂ­a. Además, su biotipo fĂ­sico era de un tĂ­pico anglosajĂłn. DespuĂ©s de haber vivido en medio de las dificultades de trabajar buscando tuno, pasĂ© a vivir con muchas comodidades en el staff.” “HabĂ­a un comando de la Guardia Nacional (G.N.) en Bonanza, que velaba por la seguridad de los intereses de los gringos, o sea, vigilaba el staff y el comisariato. La guardia siempre estaba cerca del staff, como a una cuadra de distancia. El jefe del cuartel era un teniente y mantenĂ­an un posta vigilando afuera. Yo iba mucho al pueblo porque a mĂ­ me gustaba ir. Iba a dejar a mi hermanita a su casa, en el pueblo, y regresaba. TenĂ­a muchas amistades y novias en Bonanza. Iba al pueblo muy frecuentemente por la tarde, regresaba al staff a las 9 Ăł 10 de la noche. Los sábados y domingos iba despuĂ©s del almuerzo. Una tarde, como a las cinco, pasaba por el cuartel de la G.N.; regresaba del pueblo. Un gringo pasaba por el cuartel, venĂ­a del comisariato, ebrio. Cerca del cuartel, estaba un campesino de los que trabajaban en la mina, ebrio tambiĂ©n y como todo bolo, necio, le hablĂł al gringo, queriĂ©ndole saludar. El gringo se apartaba del campesino bolito. El yanqui se enojĂł, le dio un golpe en la cabeza al campesino. Este cayĂł al suelo y el gringo agarrĂł a patadas al campesino.”
  • 24. “Todo eso ocurriĂł como a 50 metros de distancia del cuartel de la G.N. Los guardias estaban de frente a los hechos, vieron, se rieron y no actuaron porque era un gringo el que golpeaba a un trabajador nicaragĂĽense. El gringo se fue y los guardias no hicieron nada. A mĂ­ me dio mucho pesar la situaciĂłn del trabajador nica, independientemente de que estaba ebrio (“bolito” como decimos en Nicaragua). SentĂ­ mucho malestar y empecĂ© a sentir algo diferente; se me quedĂł grabada aquella imagen en la mente. Para mĂ­ ya no habĂ­a tranquilidad en el staff. Entonces, más salĂ­a para el pueblo, para Bonanza.” “Mi papá me reclamaba que yo ya no iba a la piscina, que no iba al club; yo le respondĂ­a que no me interesaba. El me reclamaba que mucho iba al pueblo. Eso fue parte de mi proceso de transformaciĂłn de un joven rebelde en contra de la injusticia. Además, de que mi papá trabajaba como un obrero, como obrero calificado, yo trabajaba en el taller elĂ©ctrico bajo el mando de otra persona que a su vez era subordinada de mi papá. Porque a la semana de haber llegado al staff, le dije a mi papá que yo querĂ­a trabajar. AsĂ­ que, yo recibĂ­a un sueldo por mi trabajo. Eso me permitĂ­a ir al pueblo con mis reales sin molestar a mi papá.”
  • 25. “DecidĂ­ irme a Managua; le dije a mi padre que no me sentĂ­a tranquilo. Le contĂ© lo que habĂ­a sucedido con el campesino golpeado y pateado por el gringo y le dije que pensaba que eso no era correcto. No estaba bien que golpearan a un trabajador nicaragĂĽense. El campesino, aunque estaba bolo, no estaba peleando;más bien, querĂ­a saludar y platicar con el gringo. Este era más alto, más fuerte y mejor alimentado. Me fui a Managua. Mi papá y mi mamá se quedaron viviendo en el staff. VivĂ­a en casa de mi tĂ­a Matilde. ComencĂ© a trabajar en la empresa Luz y Fuerza. Tuve posiciones polĂ­ticas diferentes al gobierno de Somoza porque habĂ­a desempleo, falta de libertad de expresiĂłn y de prensa, y porque ya se habĂ­an adueñado de toda Nicaragua. La G.N., causaba inquietud porque habĂ­a asesinado a muchos jĂłvenes o polĂ­ticos. Eso me motivĂł a una reflexiĂłn.” MokorĂłn “En aquellos tiempos, los años 50 del siglo XX, los Somoza buscaban como hacer algo para que el pueblo olvidara los problemas polĂ­ticos y sociales existentes; inventaban cualquier cosa para distraer al pueblo, por ejemplo, el caso de MokorĂłn, en la frontera con Honduras, diciendo que los hondureños atacarĂ­an.” El conflicto fronterizo por el territorio en litigio estallĂł el 1 de mayo de 1957, el mismo dĂ­a que asumiĂł la presidencia Luis Somoza Debayle.11 11 Humberto Ortega Saavedra. La epopeya de la insurrecciĂłn. Lea. Tibás, Costa Rica. 2004: 99
  • 26. “DespuĂ©s de la jornada de trabajo, cuando llegamos a descansar, encontramos a la guardia que nos dijo que los jĂłvenes nos montáramos al camiĂłn; ahĂ­ me llevaron; tenĂ­a como 18 años; no nos preguntaron si querĂ­amos ir o no; y nos llevaron al Estadio Nacional; ahĂ­ nos encerraron, nos dieron instrucciĂłn militar durante 22 dĂ­as; y nos decĂ­an que Ă­bamos a defender a la patria; pero no hubo nada, no hubo guerra, porque era un show propagandĂ­stico del gobierno.” 1959 Este fue el año del triunfo de la RevoluciĂłn Cubana, el 1 de enero, hecho que estimulĂł mucho más las acciones rebeldes contra la dictadura de la familia Somoza. El 31 de mayo, se produjo el desembarco aĂ©reo en Mollejones, Chontales; el 1 de junio ocurriĂł otro desembarco en Olama, Boaco; ambos procedentes desde Costa Rica y encabezados por Pedro JoaquĂ­n Chamorro Cardenal. El 24 de junio de 1959, en El Chaparral, en territorio que hoy pertenece a Honduras, sucediĂł el combate, cerco y masacre del movimiento guerrillero conocido como El Chaparral, donde fue herido en su pulmĂłn derecho Carlos Fonseca Amador, quien formĂł parte de la columna “Rigoberto LĂłpez PĂ©rez”, dirigida por Rafael Somarriba. En junio, la columna dirigida por Julio Alonso Leclaire, no pudo actuar por fallas de comunicaciĂłn y coordinaciĂłn con la guerrilla de El Chaparral. 12 12 H. Ortega Saavedra. op., cit., 104-117
  • 27. Desde junio hasta noviembre, en las montañas de Matagalpa (Las Bayas, Pancasán, El Bijao), surgiĂł espontáneamente la conocida guerrilla de Carlos “Chale” Haslam. Entre el 24 de julio y el 7 de agosto incursionĂł desde Honduras la columna “Augusto C. Sandino” al mando de Manuel DĂ­az y Sotelo. En octubre de 1959, la “Columna 15 de Septiembre”, al mando del capitán Julio Alonso Leclaire, se coordinĂł con el Frente Revolucionario Sandino y atacaron Susucayán y QuilalĂ­. Sucedieron algunos movimientos armados en el sur del paĂ­s, escaramuzas aisladas, como el ataque a Los Sábalos, donde participĂł RĂłger Deshon ArgĂĽello. 13 La decisiĂłn. 23 de julio de 1959: masacre estudiantil. “Lo que a mĂ­ me consolidĂł el antisomocismo que tenĂ­a por dentro, fue la masacre de los estudiantes en LeĂłn, el 23 de julio de 1959, lo cual me causĂł un impacto tremendo. Yo era un obrero, nunca habĂ­a estado en la universidad; pero los masacrados eran jĂłvenes como yo. Eso me hacĂ­a sentir un rechazo rotundo; algo estaba explotando o aclarándose dentro de mĂ­.” “Fue entonces, cuando decidĂ­ hacer algo para combatir a la dictadura. 14 RenunciĂ© al trabajo en Luz y Fuerza, y me fui a EstelĂ­. Yo habĂ­a vivido en EstelĂ­ 13 H. Ortega Saavedra. op., cit., 104-117 14 Lenin Fisher. Fernando Gordillo: a 50 años de la masacre del 23 de julio. La revoluciĂłn antineoliberal. Editronic. 2009: 147
  • 28. cuando tenĂ­a siete años; ahĂ­ me criĂ©, ahĂ­ pasĂ© de la niñez a la adolescencia hasta los 16 años.” Hacia Honduras “En EstelĂ­ tuve muchas amistades, estudiĂ© en la escuela pĂşblica de varones; en el tiempo en que sĂłlo habĂ­a dos escuelas en EstelĂ­, que era un pueblo pequeño. En ese tiempo, mi papá era el encargado de manejar todo el sistema elĂ©ctrico de EstelĂ­. Me contactĂ© con unos amigos. Los movimientos insurreccionales eran fronterizos, en el norte o en el sur. Me dieron la respuesta positiva dos semanas despuĂ©s. El enlace con el movimiento guerrillero situado en la frontera con Honduras, era un señor, del cual no recuerdo el nombre, perteneciente al Partido Conservador, que era antisomocista y tenĂ­a una camioneta de pasajeros con la que viajaba diariamente a Ocotal. PreparĂ© una maleta pequeña y me fui.” “Ese señor me llevĂł, me dio las instrucciones. Pasamos por Ocotal, luego de cumplir su rutina de transportista, nos dirigimos por la carretera a Dipilto y Las Manos. En el trayecto nos detuvimos en una hacienda cafetalera y ahĂ­ me dieron un guĂ­a.” “El terreno fronterizo, formado por serranĂ­as, estaba sembrado de cafĂ©, tanto en el lado de Nicaragua como en Honduras. El guĂ­a iba adelante y subĂ­a y subĂ­a; cuando llegamos al filo de la montaña, me dijo: bueno, aquĂ­ lo dejo. Allá a lo lejos, se miraba una carretera de macadán o tierra, ya en territorio hon
  • 29. dureño. Mientras iba en busca de la carretera, debĂ­a tomar medidas de seguridad como parte del clandestinaje. Al comenzar a bajar la montaña, todo corrĂ­a por mi cuenta. CaminĂ© como una hora bajando, ba jando.” El Movimiento o Frente Revolucionario Sandino (FRS) “Aunque estaba en la montaña, no debĂ­a confiar en nadie; tenĂ­a que evitar encontrarme con personas nicaragĂĽenses u hondureñas; los pasos que tenĂ­a que dar debĂ­an ser en solitario. EscuchĂ© que venĂ­a un camiĂłn cargado de cortadores de cafĂ© y me escondĂ­ para que no me vieran. TenĂ­a que tomar la carretera a El ParaĂ­so y lleguĂ© a este pueblo, como a las seis y media de la tarde. En una casa esquinera, de barro, donde habĂ­a un pozo, yo debĂ­a entrar en contacto con los compañeros del movimiento guerrillero. Fui a pedir agua y preguntĂ© si vendĂ­an comida. Cerca del pozo estaban dos muchachos jĂłvenes que me quedaron viendo. Les di la contraseña. Ellos eran los compañeros del Movimiento o Frente Revolucionario Sandino (FRS). Uno de ellos era Pedro Pablo Ruiz, “El Negro”. El otro era Faustino Ruiz, “El Cuje”. Nos saludamos, nos abrazamos. Me dijeron que tenĂ­an dos semanas de estar esperando.” El FRS fue fundado en 1959, por los hermanos Alejandro y Harold MartĂ­nez sobrevivientes del movimiento guerrillero comandado por los coroneles RamĂłn Raudales y Heriberto Reyes (1958), asĂ­ como de El Chaparral (1959), bajo el mando de Rafael Somarriba (ex–teniente de la G.N.). Estando en Honduras, Alejandro MartĂ­nez, HĂ©ctor Zelaya, el argentino Che Basante y otros nicaragĂĽenses, que sumaban 12 en total, combaten defendiendo al gobierno constitucional del
  • 30. presidente hondureño RamĂłn Villeda y Morales
  • 31. (1957-1963), que sufriĂł un intento de golpe de estado. Con las mismas armas antigolpistas se introdujeron en Nicaragua, en la regiĂłn de El Capire, en los márgenes del rĂ­o Poteca. En el sector de Las Trojes formaron el campamento que llamaron La Culebra, a 10 Km., de la frontera con Honduras, donde, junto a los coroneles de Sandino, Lázaro Salinas, Heriberto Reyes y Santos LĂłpez, asĂ­ como el capitán ChavarrĂ­a de la caballerĂ­a de Sandino, fundaron el Frente Revolucionario Sandino (FRS). En la asamblea de fundaciĂłn se acordĂł que el FRS sacarĂ­a del anonimato al General Sandino. A inicios de 1960 atacaron Las Tro jes y tras un combate de cuatro horas (desde las 10 p.m., hasta las 2 a.m.,) capturaron al gringo Thomas DeCapt, asesor del gobierno. Al campamento de La Culebra llegĂł un primer grupo de estudiantes desde MĂ©xico (Bayardo Altamirano, HĂ©ctor Zelaya y Carlos Medina); en un segundo grupo llegaron EdĂ©n Pastora y Pedro JosĂ© MartĂ­nez. El primer destacamento de combate del FRS se llamĂł RamĂłn Raudales. 15 El FRS operĂł entre noviembre de 1959 y marzo de 1960 en la zona de El Dorado y Las Trojes, en el antiguo territorio en litigio con Honduras. 16 15 JesĂşs Miguel BlandĂłn. Entre Sandino y Fonseca. 2da. ed., Segovia, Managua, Nicaragua. 2008: 495-499 16 H. Ortega Saavedra. op. cit. 117
  • 32. “Un jeep llegĂł a medianoche; tenĂ­amos que irnos; el mensajero hablĂł con el contacto de la casa; y salimos en el jeep como una hora despuĂ©s. Viajamos como tres o cuatro horas. Llegamos a la orilla de un rĂ­o, se bajĂł el conductor, observĂł; hizo señas con las luces. Al rato llegaron dos muchachos campesinos, como a las cinco de la mañana; nos cruzamos el rĂ­o y entramos a su finca. Nos dieron cafĂ©. Como a las 11 de la mañana, ba jaron unos guerrilleros; Ă©stos sacaron provisiones que tenĂ­an guardadas en la finca. AsĂ­ que nosotros entra mos cargados; fue la primera experiencia en la lucha guerrillera. Llegamos a un campamento intermedio como a las seis de la tarde y muy de mañana salimos para llegar como a las 12 del dĂ­a al campamento central, montaña adentro, en la regiĂłn llamada territorio en litigio, en disputa entre Honduras y Nicaragua. Los Somoza cedieron el territorio en litigio para quitarle zonas de entrenamiento y vĂ­as de acceso a los movimientos guerrilleros invasionistas que acampaban en Honduras.” “El Negro y El Cuje encontraron a amigos o conocidos de Ocotal. Yo encontrĂ© a ex-compañeros de primaria en EstelĂ­, entre ellos a Bayardo Altamirano, quien fungĂ­a como secretario del jefe del grupo guerrillero, Alejandro MartĂ­nez. Nos entrenaron. Nos dieron uniformes. Todo era escaso. No habĂ­a abundancia ni de armas, ni de municiones, ni de alimentos. Era poco lo que llegaba y la columna guerrillera iba creciendo. Ese era el campamento del Movimiento Revolucionario Sandino. Eramos los tres nuevos y doce compañeros más; Ă©ramos como quince. Luego llegaron otros grupos.”
  • 33. “Como a los 4 Ăł 5 meses de estar en ese campamento, llegĂł EdĂ©n Pastora. El venĂ­a de MĂ©xico, donde estudiaba segundo año de Medicina, pero decidiĂł dejar sus estudios y combatir a la dictadura. LlegĂł con el doctor Hugo Cuadra. La experiencia de trabajar en las montañas del norte de la Costa Atlántica recolectando la materia prima del chiclet, a partir del tuno, me sirviĂł para adaptarme y sobrevivir en la guerrilla; y entre otras cosas, para cazar monos y comer carne de mono.” “Al cabo de siete meses, la columna creciĂł hasta 36 compañeros, la alimentaciĂłn era más difĂ­cil, tenĂ­amos que cazar animales con mucho cuidado. Bajábamos a combatir a la guardia en Nueva Segovia. Atacamos el cuartel de Las Trojes dos veces y otro comando en Teotecacinte. Bajábamos hasta el rĂ­o Patuca. Eran ataques en la madrugada y en la mañana llegaba la aviaciĂłn de Somoza a bombardearnos para luego entrar las patrullas de refuerzo. En una ocasiĂłn, les quitamos el comando de Las Trojes a los guardias, nos tomamos ese comando, como a la una o dos de la mañana. Los guardias dejaron radios de comunicaciĂłn, huyeron, dejaron rastros de sangre. Hablamos con los campesinos de alrededor, los estuvimos concientizando; les explicamos el motivo de la lucha. Alrededor de las tres y media, empezamos a retirarnos porque sabĂ­amos que vendrĂ­a la aviaciĂłn.”
  • 34. “En Las Trojes fue mi bautizo de fuego guerrillero; ahĂ­ comencĂ© a sentir la satisfacciĂłn de poder combatir a la dictadura somocista. Esos fueron mis primeros granitos de arena para la posterior formaciĂłn de lo que se llamarĂ­a Frente Sandinista de LiberaciĂłn Nacional. En el campamento tenĂ­amos la bandera roja y negra del EjĂ©rcito Defensor de la SoberanĂ­a Nacional de Nicaragua (EDSNN) de Sandino. Fuimos el primer grupo guerrillero, de todos los grupos que ingresaron por el norte y el sur, que levantĂł la bandera del General de los Hombres Libres.” De acuerdo a las memorias de Alejandro MartĂ­nez Sáenz, citadas por Chuno BlandĂłn, en Las Trojes fue el bautizo de fuego de EdĂ©n Pastora GĂłmez. 17 En el libro “Entre Sandino y Fonseca” capĂ­tulo XXII titulado El Frente Revolucionario Sandino (1958 1961), se encuentra una fotografĂ­a de guerrilleros del Frente Revolucionario Sandino, donde aparece Luis Fisher, sentado a la derecha; asĂ­ como EdĂ©n Pastora, Alejandro MartĂ­nez, Modesto Duarte, Bayardo Altamirano, LeĂłnidas RodrĂ­guez, el internacionalista cubano Renán Montero y otros. 18 Esa misma foto fue publicada en el libro “Un pueblo alumbra su historia” editado durante la RevoluciĂłn Popular Sandinista; pero con el apellido Fisher mal escrito 19 (decĂ­a Chischer). 17, 18 J. M. BlandĂłn. op. cit. 499 y 505 19 Departamento de Propaganda y EducaciĂłn PolĂ­tica del FSLN. Un pueblo alumbra su historia. Managua. 1981: 10
  • 35. SegĂşn EdĂ©n Pastora, para el combate en el cerro El Capire, en 1960, ya eran 70 guerrilleros, entre los cuales estaban: Heriberto RodrĂ­guez, el coronel Lázaro Salinas (que habĂ­an sido del ejĂ©rcito de Sandino), Faustino Ruiz, Bayardo Altamirano, Luis Fisher, Chico Toribio, Luciano VĂ­lchez, Pedro JoaquĂ­n RĂ­os y Pepe MartĂ­nez.20 “Cuando estuvimos durante un año en el campamento guerrillero, causábamos preocupaciĂłn a la Guardia Nacional, porque nosotros permanecĂ­amos en Nicaragua y no salĂ­amos del territorio nacional.” “Pedro JosĂ© MartĂ­nez (El Chino Zapador) era un compañero muy hábil manejando los explosivos y minas. Era nuestro zapador. Un dĂ­a, cuando preparaba el minado defensivo del campamento guerrillero, ya casi finalizando dicha tarea, resultĂł gravemente herido al explotarle una carga de dinamita. Cuando oĂ­mos la explosiĂłn, todos pensamos en “El Chino Zapador” y lo encontramos vivo y muy ensangrentado. Lo cargamos hasta DanlĂ­, hasta donde llegaba la carretera; lo llevamos a la casa de los colaboradores, cerca del rĂ­o, los siguientes compañeros: “El Cuje”, EdĂ©n Pastora, Pedro Pablo Ruiz, Daniel GarcĂ­a (WiwilĂ­), Santiago Mateo JirĂłn y yo.” 20 J. M. BlandĂłn. op., cit., 506
  • 36. “Luego, la Cruz Roja se lo llevĂł y cinco dĂ­as despuĂ©s las tropas del Condeca estaban rodeando nuestro campamento. Seguramente la red de contrainteligencia hondureña recabĂł informaciĂłn a partir de que la Cruz Roja trasladĂł a un herido que necesitaba atenciĂłn mĂ©dica urgente y que fue posteriormente hospitalizado.” “Decidieron atacarnos con el Condeca, la alianza de ejĂ©rcitos centroamericanos, porque nos habĂ­amos vuelto un dolor de cabeza para la G.N. AsĂ­ fue como en febrero-marzo de 1960, tuvimos momentos crĂ­ticos hasta enfrentarnos con el ejĂ©rcito hondureño con el cual negociamos cuando nos rodearon y un fuerte contingente de soldados catrachos, incluyendo a su jefe, cayĂł en la trampa que nosotros habĂ­amos preparado en el campamento central: un campo minado. Les advertimos que si atacaban se morirĂ­an porque estaban en un campo minado, lo cual se lo demostramos. AsĂ­ pudimos negociar. Esto sucediĂł 15 dĂ­as despuĂ©s que atacamos por segunda vez al comando de Las Trojes, a las dos de la madrugada; ahĂ­ desalojamos a los guardias, pero no pudimos capturar a ningĂşn guardia”. “En este segundo combate de Las Trojes, EdĂ©n Pastora y yo avanzamos para atacar por sorpresa a la guardia. Pastora llevaba un fusil Garand y yo un Springfield; además, yo llevaba una bomba de mecha (dinamita en una lata envuelta en papel). Era una madrugada oscura, oscura; con una brisa persistente.”
  • 37. “Avanzábamos con dificultad hacia el cuartel de la G.N., cuando de repente nos dimos cuenta de que estábamos dentro de un chiquero, entre los chanchos que los guardias criaban. Los cerdos comenzaron a gruñir y nos delataron; perdimos asĂ­, el factor sorpresa. Los guardias comenzaron a dispararnos y yo no tuve tiempo de encender la mecha de la bomba. Corrimos, bajamos y se entablĂł el combate. DespuĂ©s, nos causaba mucha risa recordar ese episodio.” “Pues entonces, cuando el ejĂ©rcito hondureño nos atacĂł y nosotros hicimos que su exploraciĂłn, conformada por al menos 12 soldados, cayera en el campo minado, obligamos a los mandos catrachos a negociar. Nuestro plan ante la embestida del Condeca era dirigirnos al KilambĂ©; pero el accidente del Chino Zapador nos obligĂł a decidirnos quedarnos ahĂ­, en el campamento central y no ir al KilambĂ©. Mientras negociábamos con los catrachos, en medio de mucha tensiĂłn, EdĂ©n Pastora GĂłmez tuvo el valor de pasar una parte del campo minado, lenta y cautelosamente, para demostrarles a los exploradores del ejĂ©rcito hondureño que era totalmente cierto que habĂ­an caĂ­do en una trampa, el campo minado.” “Pastora GĂłmez fue hasta donde estaba la caja con 10 candelas de dinamita y se las mostrĂł. Yo tenĂ­a en mis manos dos cables con sus extremos pelados para hacer contacto con una baterĂ­a de carro y hacer explotar esa caja con las candelas de dinamita cuando me dieran la señal o los hondureños dispararan.”
  • 38. Prisioneros en Honduras “Se pidiĂł, entonces, que llamaran a la Cruz Roja, la cual nos llevĂł a Tegucigalpa, al primer batallĂłn de infanterĂ­a del ejĂ©rcito hondureño, cerca de ToncontĂ­n, donde estuvimos como un mes. De esa manera fuimos capturados, no evacuando heridos como se señala en el libro “La epopeya de la insurrecciĂłn”.21 Luego el ejĂ©rcito nos entregĂł a la policĂ­a porque comenzaban las protestas de los estudiantes. Nos llevaron a la comisarĂ­a San Francisco, donde estuvimos como mes y medio. En ambos sitios estuvimos incomunicados. Hicimos huelga de hambre. Los estudiantes universitarios hondureños continuaron haciendo presiĂłn. Logramos que entrara una delegaciĂłn de los estudiantes con un periodista y conversamos con ellos. Los estudiantes decĂ­an que nuestra causa era una causa noble. El gobierno hondureño nos ofrecĂ­a mandarnos al exilio a otros paĂ­ses como El Salvador o Guatemala, lo que era similar a ser enviados a Nicaragua.” Estudiantes hondureños: salvavidas “En esos dĂ­as, hubo un congreso de estudiantes en Cuba donde asistieron estudiantes centroamericanos. El caso nuestro habĂ­a llegado a conocimiento del canciller hondureño. Los estudiantes centroamericanos regresarĂ­an de Cuba. En Costa Rica, se dio una reuniĂłn de cancilleres, donde acudieron 21 H. Ortega Saavedra. op., cit.
  • 39. los cancilleres de Cuba y Honduras. El canciller hondureño le planteĂł el caso nuestro al canciller cubano Roa (llamado el “Canciller de la Dignidad” por los cubanos).” “El canciller hondureño le propuso que se podĂ­a aprovechar el aviĂłn en que se regresaban de Cuba los estudiantes centroamericanos. Todo revolucionario era bienvenido en Cuba, fue la respuesta del canciller Roa. Ellos acordaron la salida nuestra desde Honduras hacia Cuba. Entonces, en el mismo aviĂłn en que regresaron los estudiantes centroamericanos desde Cuba, nosotros viajamos a la isla de Cuba. No todos los guerrilleros viajamos a Cuba; algunos se quedaron en Honduras.” Hacia Cuba “Viajamos a Cuba, a inicios de 1960, los siguientes compañeros: Daniel GarcĂ­a (WiwilĂ­), Bayardo Altamirano, Francisco Toribio, Alejandro MartĂ­nez, Leopoldo RodrĂ­guez Membreño, LeĂłnidas RodrĂ­guez, Faustino Ruiz (El Cuje), Pedro Pablo Ruiz, Heriberto RodrĂ­guez, Leonel Montoya, Tomás Palacios, Antonio LĂłpez, Modesto Duarte, Gustavo VĂ­lchez y yo. Eramos como veinte.” “El Frente Revolucionario Sandino estaba formado por más combatientes; pero algunos no quisieron viajar a Cuba y se quedaron en Honduras, entre ellos: Hugo Cuadra, el sobrino de Alejandro MartĂ­nez, los norteamericanos Jack Nordin y John Rigsbee,
  • 40. el dominicano Antonio Reu, EdĂ©n Pastora, HĂ©ctor Zelaya (hondureño), JosĂ© (Chepe) Matey y otro puertorriqueño, Fanor RodrĂ­guez (ex-GN, quien era nuestro radio-operador y que habĂ­a sobrevivido, herido, en la jornada de El Chaparral), asĂ­ como Luciano VĂ­lchez (El LeĂłn del Dorado) y su hijo Victorino (Toyanito) VĂ­lchez. Asimismo, viajĂł a Cuba, Pedro J. MartĂ­nez (El Chino Zapador) cuya condiciĂłn era de prisionero hospitalizado –y quien perdiĂł una mano-, por lo cual nosotros exigimos que se fuera con todo el grupo. Es importante aclarar que en esta etapa no estuvo con nosotros Harold MartĂ­nez Sáenz, hermano de Alejandro MartĂ­nez Sáenz, ya que Ă©l habĂ­a sido herido en El Chaparral y se estaba recuperando en Costa Rica.” EdĂ©n Pastora GĂłmez “EdĂ©n Pastora era un compañero muy valiente, temerario en el combate; muy sincero, que daba todo lo que podĂ­a, muy solidario para compartir. El era del Partido Conservador. TenĂ­a mucho odio a la Guardia Nacional porque le habĂ­an asesinado a su padre para robarle tierras, una propiedad. ProvenĂ­a de una familia cĂłmoda, con buen estatus econĂłmico, el cual se deteriorĂł por el asesinato del papá.” “Parece que en aquĂ©l momento influyĂł en su decisiĂłn de no viajar a Cuba, la propaganda negativa hecha por el imperio que calificaba de comunista a la RevoluciĂłn; a pesar de que la RevoluciĂłn Cubana no se habĂ­a declarado socialista, pero sĂ­ estaba impulsando la reforma agraria, la nacionalizaciĂłn de
  • 41. empresas y de los ingenios azucareros, etc. A EdĂ©n Pastora y al doctor Cuadra yo les enseñé a comer mono en la montaña. Al inicio, Pastora se resistĂ­a a comer mono. ConocĂ­ a EdĂ©n Pastora en EstelĂ­, cuando tenĂ­amos como 18 años porque una hermana de Ă©l vivĂ­a enfrente de la casa de mi familia y fue madrina de mi hermano Malcolm.” Sobrevivientes del FRS en 2006 “En el año 2006, Bayardo Altamirano, EdĂ©n Pastora, Chico Toribio y yo escribimos una lista de los compañeros que estuvimos en ese movimiento guerrillero, la cual es como sigue: Modesto Duarte, Faustino Ruiz (El Cuje), Alejandro MartĂ­nez Sáenz, Bayardo Altamirano, EdĂ©n Pastora GĂłmez, Daniel GarcĂ­a (WiwilĂ­), Dr. Hugo Cuadra, Francisco (Chico) Toribio, coronel Lázaro Fajardo Salinas (ex-combatiente de Sandino), Rurfilio (de WiwilĂ­), Jimmy RodrĂ­guez, Leopoldo RodrĂ­guez Membreño, Leonidas RodrĂ­guez (combatiente de la guerrilla del coronel RamĂłn Raudales), Antonio Reu, Pedro Pablo Ruiz, Heriberto RodrĂ­guez (que anduvo en la guerrilla de Raudales), Leo, JoaquĂ­n Basanta (argentino, el Che Basanta), Fanor RodrĂ­guez (radioperador), el sobrino de Alejandro MartĂ­nez, Manuel Montoya, HĂ©ctor Zelaya, Tomás Palacios, Antonio LĂłpez, JosĂ© (Chepe) Matey, Luciano VĂ­lchez, “El Puertorriqueño”, Victorino VĂ­lchez, Jack Nordin (gringo), John Rigsbee (otro gringo), Gustavo VĂ­lchez, Manuel Pastrana, Manuel Gamero, VĂ­ctor Urbina, Santiago Mateo JirĂłn (salvadoreño), Eduardo Medina, Pedro JosĂ© MartĂ­nez
  • 42. (El Chino Zapador) y Luis Fisher PĂ©rez. En total, logramos reconstruir una lista de 38 combatientes guerrilleros del Movimiento o Frente Revolucionario Sandino (FRS).” “El Che Basanta, nosotros tenĂ­amos nuestro che argentino, estaba encargado de apoyo logĂ­stico (dinero, provisiĂłn, contactos polĂ­ticos, armas, municiones, etc). Parte del avituallamiento que Ă©l nos llevaba incluĂ­a: arroz, azĂşcar y leche condensada. Con estos tres elementos, LeĂłnidas RodrĂ­guez hacĂ­a arroz con leche que resultaba un plato exquisito para todos nosotros.” En Cuba “Estuvimos en Cuba como año y medio, hasta mediados de 1961, cuando regresĂ© clandestinamente a Nicaragua. El gobierno cubano nos acogiĂł; nos dieron asistencia mĂ©dica porque todo movimiento guerrillero de lo que más padece es de desnutriciĂłn; el primer hotel donde nos alojaron fue en el Habana Milton, que pocos dĂ­as despuĂ©s fue nacionalizado pasando a llamarse Habana Libre, aunque cuando esto ocurriĂł ya estábamos alojados en el Hotel Nacional, donde ocupamos varias habitaciones durante mes y medio.” “En el Hotel Nacional durante la dictadura de Batista se practicaba el racismo. Todo el personal era blanco; nadie podĂ­a ser negro. En ese hotel se hospedĂł
  • 43. Winston Churchill y durante la RevoluciĂłn todavĂ­a se conservaba ese lobby donde habĂ­a estado el primer ministro inglĂ©s fumando puros cubanos; con eso promovĂ­an el turismo, a pesar de que Churchill era uno de los lĂ­deres imperialistas del mundo.” “Pasamos un perĂ­odo de recuperaciĂłn como de tres meses. DespuĂ©s, nos encontramos con otros grupos de nicaragĂĽenses revolucionarios. AhĂ­ conocĂ­ a Tomás Borge, Silvio Mayorga, Noel Guerrero y por Ăşltimo a Carlos Fonseca Amador.” “Meses despuĂ©s, llegĂł el coronel Santos LĂłpez, quien sobreviviĂł al asesinato de Sandino, Francisco Estrada, Juan Pablo Umanzor y SĂłcrates Sandino el 21 de febrero de 1934 en Managua, y que segĂşn Ă©l mismo nos relatĂł fue ayudado por un grupo de cuatreros que lo encontraron herido y armado en la periferia de la capital. Para ese entonces, se empezĂł a hablar de la unidad. Nos unimos. Estábamos en unos apartamentos del barrio llamado Miramar. En esos dĂ­as, Carlos Fonseca Amador llevĂł a ese hotel a Blanca Segovia Sandino, la hija de Sandino, con sus familiares; ahĂ­ los conocimos.” “Nos trasladamos a una quinta muy grande, de dos manzanas de extensiĂłn, con árboles frutales, propiedad de un terrateniente. En ese lugar estábamos todos los grupos. Nuestro grupo, el del FRS era el mayor. Fuimos el primer contingente guerrillero del Movimiento Nueva Nicaragua (MNN) que despuĂ©s formĂł el Frente Sandinista de LiberaciĂłn Nacional. RecibĂ­amos preparaciĂłn polĂ­tica, acadĂ©mica, militar.
  • 44. Nos formábamos con escobas, palos, haciendo ejercicios. Luego nos dieron unas pocas armas. Nos asistĂ­a un joven campesino cubano, de raza negra, con grado de capitán, que habĂ­a sido de la columna guerrillera del Che Guevara.” “En esta etapa de entrenamiento conocĂ­ a Germán Pomares Ordóñez, cuando todavĂ­a no lo llamaban El Danto”, sobrenombre que posteriormente le pusieron el coronel Santos LĂłpez y VĂ­ctor Tirado LĂłpez, en el transcurso de la guerrilla de Bocay, en 1963, de acuerdo a Ortega Saavedra.22 El Himno “Luchar y Vencer”(I) “En esa quinta estábamos unidos los miembros del FRS y del MNN y pasamos a ser MNN; en esta misma quinta fue donde el FRS entregĂł el disco de vinilo con la grabaciĂłn del himno “Luchar y vencer”. En esta misma fase conocĂ­ al compañero Francisco JarquĂ­n (Camilo), de quien soy vecino en Sutiaba y a quien veo con alguna frecuencia en LeĂłn.” 22 H. Ortega Saavedra. op., cit., 131
  • 45. UniĂłn MNN-FRS: dos momentos AsĂ­ que, la primera uniĂłn MNN-FRS ocurriĂł en Cuba, en 1960. A mediados de 1962, en la montaña, sucediĂł lo que podrĂ­a llamarse la segunda fusiĂłn MNN-FRS, es decir, el proceso de fusiĂłn MNN-Frente de LiberaciĂłn Nacional (FLN)-FRS. Esta fracciĂłn del FRS, formada por sobrevivientes de la columna “RamĂłn Raudales”, fue la reorganizada por EdĂ©n Pastora y Harold MartĂ­nez apoyados por el general del EDSNN SimeĂłn González, su hijo Remigio González, Luciano VĂ­lchez, Jaime Alfaro, el mexicano Doradoña y el baquiano Cipriano. Proceso que comenzĂł con las conversaciones en Piedra Chata (desembocadura del rĂ­o Guineo, afluente del rĂ­o Patuca). Carlos Fonseca Amador, el coronel Santos LĂłpez y un tercero por el MNN-FLN iniciaron las pláticas con EdĂ©n Pastora GĂłmez, Luciano VĂ­lchez y Doradoña, en representaciĂłn del FRS para formar lo que despuĂ©s se llamarĂ­a FSLN, segĂşn Ortega Saavedra .22 El segundo acompañante de Fonseca Amador fue VĂ­ctor Tirado LĂłpez, de acuerdo a J. M. BlandĂłn, quien cita a EdĂ©n Pastora GĂłmez.23 Para esos dĂ­as, Luis Fisher estaba preso en Managua. Pastora GĂłmez ha señalado que el FRS asumiĂł el nombre de Sandino para su movimiento y retomĂł la bandera roja y negra del EDSNN, fundado y dirigido por Sandino, en tiempos en que hasta los coroneles Santos LĂłpez y RamĂłn Raudales dudaban retomar 23 H. Ortega Saavedra. op., cit., 127
  • 46. la bandera roja y negra. Probablemente los coroneles del EDSNN no querĂ­an atemorizar ni alejar a los posibles colaboradores y resto de la poblaciĂłn ya que la campaña de desprestigio y desinformaciĂłn promovida por la dictadura somocista en contra de todo sĂ­mbolo sandinista, desde el asesinato de Sandino y su Estado Mayor, habĂ­a sido continua, venenosa. Como se sabe, Fonseca Amador aceptĂł incorporar el apellido de Sandino a las siglas del FLN para formar, despuĂ©s de un proceso de discusiones y contradicciones internas, el FSLN.24 Defensa de La Habana “Ya se sentĂ­an los aires de una invasiĂłn yanqui. El gobierno cubano advertĂ­a de la amenaza. Una madrugada, se oyeron explosiones poderosas. Nos levantamos todos. Nosotros no sabĂ­amos nada. Alguien nos explicĂł que los mercenarios estaban atacando los aeropuertos cubanos. Por la tarde nos enviaron a una base militar donde nos uniformaron y armaron. Nuestra misiĂłn era formar parte del cordĂłn defensivo de La Habana. AhĂ­ estuvimos durante toda la invasiĂłn y pasamos mes y medio en esa misiĂłn. Los mercenarios no aguantaron ni la arrancada. A lo largo de dos o tres meses el plan de alerta se mantuvo, a pesar de la victoria de las fuerzas armadas cubanas y de que ya habĂ­a una gran cantidad de mercenarios presos.” 24 J. M. BlandĂłn. op., cit., 509
  • 47. El Escambray “Nos sacaron del cordĂłn defensivo de La Habana y nos encomendaron la misiĂłn de incorporarnos a la persecuciĂłn de los contrarrevolucionarios en las montañas de El Escambray. TenĂ­amos que buscarlos; capturamos a algunos; la derrota de la invasiĂłn de Playa GirĂłn los habĂ­a desmoralizado. Nos ordenaron subir hasta la cima de El Escambray para luego venir arriando, de arriba hacia abajo, a los contrarrevolucionarios. Pasamos tres meses combatiendo a “los contras” cubanos en El Escambray, zona que es frĂ­a por su altura. HacĂ­amos emboscadas donde pasábamos dos o tres dĂ­as esperando a los contras.” El Himno “Luchar y Vencer” (II) “Cuando estábamos en Miramar, nos asistĂ­a un muchacho cubano, blanco, pelo crespo, amarillento, cuyo aspecto era de clase media, que probablemente habĂ­a sido del frente interno del Movimiento 26 de Julio. Los grupos todavĂ­a no nos habĂ­amos unido; pero nos reunĂ­amos a platicar. Alguien dijo, no recuerdo si fue Modesto Duarte, que nosotros necesitábamos un himno. Como Modesto era medio poeta, entonces Bayardo Altamirano le dijo: vos que sos medio pueta hacĂ© la letra. Todos tomamos en serio el tema del himno.”
  • 48. “Esperamos la llegada del cubano que nos asistĂ­a y visitaba dos o tres veces a la semana; ese joven cubano llegaba en un carro Oldsmobile, colores rosado y blanco. En ese carro nos sacaba a pasear y a comer sandwichs en algunos kioscos. A Ă©l le planteamos la idea del himno, le gustĂł; se llevĂł algunas estrofas escritas por Modesto Duarte; dijo que platicarĂ­a con gente que podĂ­a ayudar.” “Un dĂ­a, el cubano nos visitĂł, llevĂł una grabadora con un cassette, y nos reuniĂł para escuchar el primer himno del FSLN; aquĂ©l titulado “Luchar y vencer” que dice: “Luchar, luchar, luchar/es nuestro grito de guerra/ vencer, vencer, vencer/es nuestro ideal…” Años despuĂ©s, Radio Sandino lo ponĂ­a en sus transmisiones clandestinas. Esa es la historia del primer himno del FSLN. El Movimiento o Frente Revolucionario Sandino (FRS) tuvo la idea y el compañero cubano le puso mucho dinamismo porque consiguiĂł coro y orquesta para grabarlo.” “Cuando el FRS se uniĂł al grupo del Movimiento Nueva Nicaragua (MNN), donde estaban Carlos Fonseca Amador, Tomás Borge MartĂ­nez, Silvio Mayorga Delgado y Noel Guerrero, el FRS llevĂł grabado el himno “Luchar y vencer” en un disco de vinilo de 33 revoluciones por minuto, es decir, en un long play. Dicho himno se convirtiĂł en el primer himno del EjĂ©rcito Popular Sandinista (EPS). El segundo himno del FSLN ya fue escrito y musicalizado por Carlos MejĂ­a Godoy en 1979.”
  • 49. “De tal manera que, no es cierto que el himno “Luchar y vencer” surgiĂł de las guerrillas del valiente Julio Alonso Leclaire y que despuĂ©s el FRS adoptĂł como propio, como señala el general Ortega Saavedra.25 El himno “Luchar y vencer” fue escrito, musicalizado y grabado en Cuba cuando el MNN y el FRS se unieron allá, en 1961.” Alejandro MartĂ­nez Sáenz y Bayardo Altamirano “Bayardo Altamirano a veces hacĂ­a de nuestro jefe, sustituyendo a Alejandro MartĂ­nez Sáenz, quien era nuestro jefe en la montaña. Alejandro tuvo problemas en Cuba porque violĂł algunas normas; no se podĂ­a acumular armas, municiones o pertrechos para no dar pretextos a la CIA. Alejandro era el Ăşnico que dormĂ­a sĂłlo en un cuarto. El tenĂ­a un paracaĂ­das con la marca de la UniĂłn SoviĂ©tica. CayĂł preso en Cuba. Lo juzgaron y lo condenaron. Entonces, Bayardo asumiĂł la jefatura del grupo e hizo las negociaciones con el grupo de Carlos Fonseca y Tomás Borge.” Años despuĂ©s, las autoridades cubanas liberaron a Alejandro MartĂ­nez considerándolo inocente, segĂşn documentaciĂłn presentada en “Entre Sandino y Fonseca” por JesĂşs Miguel BlandĂłn, quien además, describe que MartĂ­nez Sáenz se integrĂł al Frente Sur del FSLN para la Ofensiva Final de 1979. 26 25 H. Ortega Saavedra. op., cit., 133 26 J. M. BlandĂłn. op., cit., 507, 508, 510
  • 50. Entrenamiento militar “Iniciaron en serio las prácticas militares: con disciplina, horario, táctica militar, tiro y triangulaciĂłn con morteros. A los dos meses, le pedĂ­amos al capitán cubano tener prácticas de tiro. En un camiĂłn militar nos llevaron a un polĂ­gono. En el grupo habĂ­an compañeros con alto nivel acadĂ©mico: Modesto Duarte, era bachiller; Tomás Borge y Silvio Mayorga, estudiantes de leyes. Ellos captaban las enseñanzas teĂłricas para hacer los cálculos. Estuvimos una semana disparando morteros de 82mm. Luego, continuamos con el entrenamiento de armas de infanterĂ­a: Garand, Thompson, carabina M-1, fusiles Fal, ametralladoras 30 y 50. Pasábamos al terreno; nos arrastrábamos debajo de una alambrada de pĂşas mientras nos disparaba una ametralladora calibre 30mm.; llevábamos mochila y no podĂ­amos dejar que el cañón del fusil se llenara de lodo. Disparábamos a los blancos.” “Tomás Borge me llamaba El Gato porque con frecuencia lo sorprendĂ­a o lo capturaba, durante los entrenamientos, sin hacer mucho ruido (Tomás siempre tuvo una gran facilidad de palabra, lo que le permitĂ­a enamorar sin dificultad a las mujeres; y con esa labia conquistaba mujeres muy hermosas). DespuĂ©s, nos dividieron en grupos. HacĂ­amos ejercicios en la madrugada, corrĂ­amos. Entre las clases teĂłricas recibimos clases de clandestinaje (el tiempo prudencial que puede pasarse en una casa de seguridad, como viajar de un lugar a otro con pasaporte falsificado, como trabajar en cĂ©lulas de 3 a
  • 51. 5 personas, conservar la seguridad de la cĂ©lula, como resistir las torturas).” En el clandestinaje, el tiempo de vida promedio del guerrillero sandinista era de sĂłlo seis meses. Regreso clandestino a Nicaragua “El regreso a Nicaragua se caracterizĂł por la desapariciĂłn repentina de compañeros. De repente no veĂ­amos a alguien y nos preguntábamos entre nosotros mismos. DespuĂ©s que desaparecieron los primeros dos, nos convencimos de que nuestro turno tenĂ­a que llegar. Carlos Fonseca Amador fue el primero que desapareciĂł.” “Un dĂ­a, me llegĂł el turno a mĂ­; me dijo Noel Guerrero: Fisher te quedás conmigo en la tarde. Ya habĂ­a desaparecido “Wiwilí”, que era muy amigo mĂ­o, yo le preguntaba muchas cosas. Entonces, me llevaron a una casa en La Habana, me sacaron a pasear. Al dĂ­a siguiente tenĂ­a que salir para Honduras con un pasaporte de un estudiante universitario hondureño. PasĂ© practicando la firma del estudiante durante 3 Ăł 4 dĂ­as; sĂłlo interrumpĂ­a la práctica para comer y bañarme. MemoricĂ© la edad, direcciĂłn y todos los datos del estudiante. A los diez dĂ­as de estar ahĂ­, salĂ­.” “La ruta que me dieron los compañeros era: Cuba, MĂ©xico, Honduras; el viaje era por aviĂłn; salĂ­ de Cuba un poco despuĂ©s de la una de la tarde; iba de traje, llevaba una valija, varios pantalones y una cobija en
  • 52. la valija. Yo traĂ­a el libro de Gregorio Selser llamado “Sandino, General de Hombres Libres”, envuelto en una sábana. A partir de ese momento todo estaba bajo mi responsabilidad. LleguĂ© al aeropuerto de MĂ©xico como a las cinco de la tarde, habĂ­a mucha neblina. Todos los aviones que aterrizaban ahĂ­ iban a una zona comĂşn donde habĂ­a por lo menos dos aviones; pero el de Cubana de AviaciĂłn no iba a esa zona. Cuando comenzamos a bajar en el andĂ©n ancho y de concreto que te llevaba desde el aviĂłn hasta migraciĂłn, nos recibiĂł una baterĂ­a de fotĂłgrafos gringos, que te retrataban desde todos los ángulos mientras recorrĂ­as el andĂ©n hasta que entrabas al edificio.” “No podĂ­a demostrar nerviosismo, tenĂ­a que demostrar una actitud normal. Estaba advertido de que esos fotĂłgrafos eran de la Agencia Central de Inteligencia (CIA). MostrĂ© el pasaporte; abrieron la valija; saliĂł el libro de Selser; no podĂ­an cerrar la valija; preguntĂ© por el libro y me respondieron que lo tenĂ­a que reclamar en una procuradurĂ­a; por supuesto que no fui a reclamarlo. PasĂ© la prueba.” “Mientras estaba en el salĂłn de espera, caminaba para que me vieran; de repente apareciĂł una muchacha; ella me dijo la contraseña y yo respondĂ­; me preguntĂł sobre el viaje y dijo que me guiarĂ­a; me llevĂł en un carrito a un hotelito, me llevĂł a comer y me dijo que no saliera del hotelito para nada, ni que abriera la puerta, que no hablara con nadie porque era peligroso por los ladrones. Dos dĂ­as despuĂ©s, llegĂł una persona a traerme; yo tenĂ­a que estar siempre listo. Me llevĂł al aeropuerto con el boleto para Honduras. En la aduana de Honduras logrĂ© pasar; ahĂ­ fue lo más crĂ­tico,
  • 53. porque los mismos guardias que nos chequearon cuando Ă­bamos para Cuba estaban ahĂ­ otra vez. Nada más que yo regresaba rasurado, sin bigotes.” “En la sala de espera, del aeropuerto hondureño, cuando yo estaba viendo una vitrina, apareciĂł un muchacho, al que le di la contraseña y me llevĂł en un microbĂşs a una casa de seguridad donde encontrĂ© a “Wiwilí”y Tomás Borge; en esa casa estuvimos cinco dĂ­as.” “Una tarde, Tomás Borge nos dijo que ingresarĂ­amos a Nicaragua en pareja, “Wiwilí” y yo; que nos irĂ­amos con un baquiano nicaragĂĽense. Salimos en un jeep Land Rover como a las 8 de la noche, viajamos a travĂ©s de un camino difĂ­cil, hasta que llegamos a las 12 de la noche a la casa de un campesino, donde dormimos dos horas. A las dos de la madrugada, iniciamos a caminar hacia Nicaragua. Como a las cinco de la mañana caminamos a travĂ©s de una serranĂ­a con muchos pinos. Al rato, el campesino nos dijo: aquĂ­ estamos en Nicaragua. SĂłlo van a subir y bajar este cerro, ¡pero quĂ© cerro!; allá abajo, está una hacienda; hablen con el señor de esa hacienda. AsĂ­ fue, el señor nos recibiĂł, nos dio unas alforjas y un sombrero de palma. Nos dijo: aquĂ©lla es la carretera vieja que va para Ocotal; a 50 metros está la pavimentada; a las seis pasa un microbĂşs para Managua. Al ratito pasĂł el microbĂşs y nos montamos.”
  • 54. Clandestino, mirĂ© a mi papá “A las 7:30 – 8:00 a.m., pasamos por EstelĂ­ porque en ese tiempo no habĂ­a by-pass, desvĂ­o o carretera de circunvalaciĂłn; asĂ­ que, pasamos por el centro de la ciudad. Cuando pasamos por el parque central, el microbĂşs iba lento buscando pasajeros. “Wiwilí” iba sentado adelante y yo atrás, con algunos asientos de distancia. Yo vĂ­ a mi papá caminar en la acera del Parque Central en el mismo sentido en que Ă­bamos nosotros. Yo no sabĂ­a cuánto querĂ­a a mi papá; me di cuenta hasta ese momento; yo estuve a punto, a un pelito de violar las medidas de seguridad del clandestinaje; casi me bajo; querĂ­a bajarme del bus y darle un abrazo a mi papá, sentirlo cerca de mĂ­; pero no lo hice; me bajĂ© el sombrero para cubrirme la cara y evitar que mi papá me viera cuando pasáramos enfrente de Ă©l; y me fui con esa congoja durante todo el viaje hasta llegar a Managua. SĂłlo recordaba a mis hermanitas, a mi mamá. Se me chorrearon las lágrimas. LlorĂ©, claro que llorĂ©, pero en silencio.” “Llegamos a Managua y nos bajamos en la carretera norte. Pagamos un taxi para ir por Campo Bruce por donde era la tercera compañía de la Guardia Nacional; yo me orientaba porque ya conocĂ­a Managua; era la Managua antes del terremoto de 1972. “Wiwilí” no se orientaba porque era campesino de verdad. Esa acera de la tercera compañía era como la cárcel “La 21” o de la AviaciĂłn en Managua. Fui a la casa esquinera que me habĂ­an indicado, eran como las diez de la mañana, toquĂ© la puerta y quien me abriĂł fue, una señora que despuĂ©s supe que era la mamá de Silvio Mayorga,
  • 55. quien se parecĂ­a mucho a Silvio; me preguntĂł quĂ© desean, le dije que tenĂ­a que esperar a un compañero y le di la contraseña (que era la mitad de un billete de un cĂłrdoba). Nos dijo que pasáramos, nos atendiĂł. Ella fue a traer la contraseña, la otra mitad del billete. AhĂ­ estuvimos todo ese dĂ­a.” “La orden era que “Wiwilí” tenĂ­a que quedarse ahĂ­ y que a mĂ­ me llegarĂ­an a traer en la tarde. AsĂ­ fue. Como a las cinco y media, se apareciĂł Germán Gaitán, a quien yo no conocĂ­a. Me preguntĂł si yo era Fisher. Vos te venĂ­s conmigo. Me fui con Germán Gaitán. El iba platicando con el conductor del taxi, que para mĂ­ era un colaborador. Pasamos por el centro de Managua, luego pasamos por Altagracia; ya como a las seis de la tarde llegamos a una quinta. Se bajĂł Germán, hablĂł con la gente de la casa y me dijo que entrara. AhĂ­ en esa casa, que era de una familia apellido Baltodano, encontrĂ© a Carlos Fonseca Amador con quien estuve durante una semana compartiendo el mismo cuarto. Carlos leĂ­a mucho; fumábamos los dos; cuando no platicaba, Carlos estaba leyendo.” Carlos Fonseca Amador “¿CĂłmo era Carlos?...Desde que yo lo conocĂ­ en Cuba, cuando ocurriĂł la uniĂłn y lo mirábamos varios dĂ­as a la semana por el trabajo que tenĂ­a que hacer, entre otras cosas, conseguir logĂ­stica, era de hablar pausado. Nosotros cometĂ­amos errores, discutĂ­amos y Ă©l nos aconsejaba. Cuando nos daban pase en la noche y llegábamos muy tarde, nos anotaban esas faltas. El leĂ­a las faltas y te llamaba. A mĂ­ me llamĂł como tres veces. El no te insultaba. Con una mirada te castigaba. Una mirada de Carlos decĂ­a mucho. Cuando te quedaba viendo firmemente con sus ojos azules, ese era el más fuerte llamado de
  • 57. miope, nunca le faltaban sus anteojos. Su hablar era pausado. Siempre estaba hablando de la lucha, de la moral, del comportamiento del revolucionario.” “Una vez, Carlos Fonseca Amador dijo que a pesar de todos los sacrificios que hacĂ­amos y que harĂ­amos en el futuro, ningĂşn revolucionario tenĂ­a excusa para olvidarse de su familia, su mujer e hijos. Algunos compañeros toman esa actitud, pero estar en la lucha revolucionaria no es pretexto para no querer a sus familiares, decĂ­a.” Casa Colorada: primera escuela militar del MNN “En abril de 1962, Carlos Fonseca me dijo que yo estarĂ­a en el clandestinaje y que trabajarĂ­a con Ă©l directamente; que Ă©l serĂ­a mi responsable. Mi tarea serĂ­a formar la primera escuela polĂ­tico-militar del movimiento, del MNN, que posteriormente serĂ­a el Frente Sandinista. Le dije que sĂ­, que no habĂ­a problema y que estaba entrenado para eso. Nueve dĂ­as despuĂ©s, llegĂł a traerme Germán Gaitán, quien me llevĂł a Casa Colorada, El Crucero, Managua, sobre la carretera sur, a una casa abandonada de su papá.”
  • 58. “En esa casa no habĂ­a luz. El agua la sacábamos de un pozo. Una señora con dos chavalitos vivĂ­an ahĂ­. Gaitán me enseñó los diagramas de las armas; me insistiĂł mucho en que debĂ­a enseñar sobre el Garand. Me dejĂł ahĂ­ y se fue. Al dĂ­a siguiente, comencĂ© a arreglar todo.” “Dos dĂ­as despuĂ©s, llegĂł Germán con un muchacho, a quien no debĂ­a preguntarle nombre ni nada; pasaron entrenándose conmigo como 20 muchachos durante dos dĂ­as cada uno –entre ellos Oscar Benavides Lanuza, que caerĂ­a en combate en Nueva Guinea, en mayo de 1979 junto a otros 129 guerrilleros-, ellos fortalecerĂ­an la guerrilla de los rĂ­os Patuca y Coco. Les enseñé arme y desarme; a triangular; arrastre; consejos para la montaña; explicaciones sobre cĂłmo operaba la G.N.” “Pasaron los dĂ­as. PasĂł más de un mes. Una norma del clandestinaje decĂ­a que no podĂ­amos pasar más de un mes en un mismo lugar; talvez un mes y una semana más. Le dije preocupado a Gaitán: estamos violando las normas de seguridad; mirá, a la izquierda, a 150 metros, tengo el cuartel de la Guardia Nacional; a la derecha, tengo la mansiĂłn de Luis Somoza con toda su seguridad y el BatallĂłn Somoza. A Gaitán le dije que yo necesitaba bajar para hablar con Carlos Fonseca. Me autorizĂł para bajar y asĂ­ fue. Le expliquĂ© a Carlos la situaciĂłn, un dĂ­a domingo. Carlos me dijo que dentro de una semana conseguirĂ­an una casa para pasarnos ahĂ­ porque estarĂ­amos con mejores condiciones. El martes a las siete de la noche llegĂł la G.N., a la casa; llegaron los guardias cercanos. Yo tenĂ­a un Garand, pero con sĂłlo dos tiros; y tenĂ­a un
  • 59. rifle Springfield; la pistola 45 sĂłlo tenĂ­a dos balas para el entrenamiento.” Mi captura “Ellos sospechaban porque miraban esa casa sola, dijeron. A mĂ­ me capturan, me “enchachan”, es decir, me esposan y me tienen ahĂ­; llamaron a la Seguridad. A las ocho de la noche llegĂł la Seguridad y me aventaron a la parte posterior del jeep. Me llevaron a la Loma de Tiscapa, la Presidencia de la RepĂşblica, debajo de la cual estaban las oficinas de tortura de la Seguridad. Gaitán es capturado posteriormente, porque llegĂł a la casa, al igual que otro muchacho que trabajaba con Ă©l. Miembros de la Oficina de Seguridad Nacional (OSN), habĂ­an quedado emboscados en la casa para capturar a más guerrilleros.” La captura fue aproximadamente en junio de 1962. Prisionero en La Loma de Tiscapa “Estuve en las cárceles de la Loma de Tiscapa durante 25 dĂ­as, sufriendo torturas, dĂ­a y noche; luego, sĂłlo era de noche y de madrugada. Al inicio yo creĂ­a que era el Ăşnico preso en Nicaragua y el mundo; despuĂ©s supe que otros compañeros habĂ­an sido capturados. AhĂ­ me torturaron Gonzalo Lacayo y uno que le decĂ­an “El Coto”. Cuando te decĂ­an que ibas a la sala de investigaciĂłn, era en realidad la sala de tortura.”
  • 60. “AmĂ­ me tenĂ­an en la zona de la planta elĂ©ctrica, donde habĂ­a una escalera debajo de la cual habĂ­an hecho la cárcel llamada “La chiquita” que tenĂ­a el ancho de una escalera. Arriba, tenĂ­an unos leones africanos y una pantera negra; te obligaban a pasar pegadito a la jaula, corriendo el riesgo de un arañazo.” “El carcelero llegaba a la una de la mañana a sonarte las llaves y se iba. Te hacĂ­an esperar para torturarte sicolĂłgicamente. Te encapuchaban, te golpeaban en el estĂłmago, espalda y costillas. Te levantaban. Te ponĂ­an un palo detrás de las rodillas y te sentaban en cuclillas; cuando tenĂ­as 15 minutos de estar sentado en esa forma, no aguantabas y te ibas para atrás y te caĂ­as. Luego te levantaban a patadas. Mojaban el piso con agua y te ponĂ­an descargas elĂ©ctricas con cables pelados colocados en los testĂ­culos.” “Te metĂ­an la cabeza en un tanque con agua salada hasta casi ahogarte. Y el maltrato verbal, insultos, vulgaridades, hijo de tal por cual, etc. No sĂ© como se me zafĂł la palabra compañero al responder: “yo no conozco a ese compañero”…estábamos acostumbrados a tratarnos de compañeros en los campamentos en Cuba; entonces, un guardia dijo al oĂ­r la palabra compañero: ¡eh!...es comunista, este es comunista, dale más duro a este hijo de tal… que no quiere decir nada.”
  • 61. Prisionero en el Campo Marte “A los 25 dĂ­as me sacaron de ahĂ­ para enviarme al Campo Marte. AhĂ­, la misiĂłn militar de los Estados Unidos en Nicaragua, como parte de su lucha anticomunista asesorando a la Guardia Nacional, en ese tiempo, construyĂł una cárcel con ocho celdas en fila con una puerta cada una. La primera puerta tenĂ­a la ventanilla arriba, la segunda la tenĂ­a abajo, y asĂ­ se alternaban. Una sola tuberĂ­a de aguas negras para las ocho celdas. Todo era de puro concreto, arriba, abajo y a los lados. Arriba, habĂ­a una bujĂ­a empotrada, de 500 watts, encendida toda la noche y todo el dĂ­a; entonces sentĂ­as un calor sofocante y si te mojabas era peor con el vapor. Para respirar sacabas la nariz por la ventanilla de la puerta. Yo fui el primero que lleguĂ© a esas celdas, las estrenĂ©.” “Cinco dĂ­as despuĂ©s, metieron a otro; llevaron despuĂ©s a 6 Ăł 7 compañeros. Nunca platiquĂ© con ellos, no nos sacaban al sol. Se hablaban entre ellos. Para mĂ­ eran extraños. A las cinco de la tarde, los guardias taqueaban la tuberĂ­a de las aguas negras para que se inundaran todas las celdas con heces, orina, etc. Un mes estuve en el Campo de Marte.” Prisionero en La AviaciĂłn “Una madrugada, nos montaron en un bus y nos llevaron a La AviaciĂłn. Me metieron en la cárcel donde habĂ­an estado, años atrás, Edwin Castro, Cornelio Silva y Ausberto Narváez -asesinados, el 18 de mayo de 1960, el dĂ­a del 65 aniversario del nacimiento de
  • 62. Sandino-, por estar vinculados a Rigoberto LĂłpez PĂ©rez, el ajusticiador del dictador Anastasio Somoza GarcĂ­a, el 21 de septiembre de 1956.” “El mismo sargentĂłn nos llevĂł, nos dijo que entráramos; que Ă­bamos a estar mucho tiempo ahĂ­; que no intentáramos fugarnos porque el que intentaba eso se morĂ­a; y para que creyĂ©ramos, nos mencionĂł los nombres de los tres hĂ©roes y mártires; quisieron hacer eso y miren donde están, dijo.” “En La AviaciĂłn vi a Gaitán, a quien ya conocĂ­a. TambiĂ©n mirĂ© al joven Constantino Baltodano, de la casa de seguridad de Carlos Fonseca. A los demás, no los conocĂ­a. Ya en la celda de La AviaciĂłn conocĂ­ a RenĂ© PĂ©rez Sandoval, Julio Corrales, Denis Barquero y un joven farmacĂ©utico de Masaya de quien no recuerdo el nombre.” El Comandante de la RevoluciĂłn Tomás Borge MartĂ­nez lo describiĂł asĂ­: “El MNN realizĂł una primera escuela polĂ­tico-militar en Casa Colorada, en abril de 1962. Al ser localizada por el enemigo, fueron a la prisiĂłn de San Juan del Norte Germán Gaitán, Julio Corrales, Luis Fisher, Constantino Baltodano, Denis Barquero y RenĂ© PĂ©rez Sandoval.” En julio de 1961, Carlos Fonseca fundĂł el Movimiento Nueva Nicaragua (MNN), antecedente fundamental del FSLN, señalĂł Borge MartĂ­nez.27 27 Tomás Borge MartĂ­nez. La paciente impaciencia. Vanguardia. Managua. 4ta. ed., 1990. p. 172
  • 63. Antecedente inmediato de lo que inicialmente se conocerá como Frente de LiberaciĂłn Nacional (FLN) y que posteriormente pasará a ser conocido como FSLN, segĂşn Ortega Saavedra.28 La descripciĂłn de Borge MartĂ­nez es citada por el tambiĂ©n Comandante de la RevoluciĂłn, General Humberto Ortega Saavedra, quien agrega lo siguiente: “…Los miembros y colaboradores del MNN realizaron jornadas agotadoras para transportar a los primeros cuadros clandestinos que ingresaron a las ciudades del PacĂ­fico de Nicaragua, tanto desde Honduras como de Costa Rica.” Y continĂşa Ortega Saavedra: “…En las Sierras de Managua, en abril de 1962, se monta la primera escuela de instrucciĂłn militar como parte de los esfuerzos para la implementaciĂłn de la guerrilla del Patuca-RĂ­o Coco,…”29 “Sin embargo, debe aclararse que los capturados en Casa Colorada no fuimos detenidos juntos o simultáneamente, sino que uno por uno, en diferentes momentos. El primero de los capturados fui yo, luego Germán Gaitán; despuĂ©s los demás compañeros, porque los agentes de la OSN los estaban esperando, escondidos, en la casa realmente “colorada”, ubicada en Casa Colorada.” 28 H. Ortega Saavedra. op., cit., 124, 125 29 Idem. 126
  • 64. “Estuvimos presos en La AviaciĂłn durante un mes. Estábamos aislados, sin ver a nadie. Las cárceles eran seguidas. Nuestra cárcel era muy especial. Siempre tenĂ­amos un posta, a diferencia de la cárcel de los presos comunes; es que nosotros Ă©ramos comunistas, guerrilleros.” “ComĂ­amos gallopinto y un banano en el almuerzo y la cena; en la mañana, comĂ­amos un pedazo de pan y una taza de cafĂ©. Nos hablábamos entre nosotros, cuando el posta se alejaba, lo cual nos relajaba un poco. La orden era que no podĂ­amos hablarnos entre nosotros.” Confinados en San Juan del Norte “A las tres de la mañana llegĂł el sargentĂłn y nos despertĂł; nos formĂł y nos dijo: ya ustedes están juzgados y condenados; van confinados a San Juan del Norte. Aunque en realidad, no habĂ­amos sido ni juzgados ni condenados por ningĂşn tribunal de justicia civil o militar. La condena era de siete años de confinamiento.” “Yo le agradezco al locutor deportivo Evelio Areas Mendoza porque con su carro, un lanchĂłn, se apareciĂł con tres madres de presos, entre ellas venĂ­a mi tĂ­a Lupe. Por lo menos, la vi. Nos montaron en un bus, nos dijeron que agacháramos la cabeza y la levantamos hasta llegar a la carretera. Un pelotĂłn de guardias del BatallĂłn Somoza, con un teniente de jefe nos vigilaban, porque nosotros Ă©ramos peligrosĂ­simos.”
  • 65. “Los guardias iban con nosotros hasta San Juan del Norte. Llegamos a Granada como a las seis de la mañana. Era una carretera de macadán hasta cierto punto. En el muelle del lago Cocibolca habĂ­a una lancha esperándonos. Al ratito, llegĂł el carro de Evelio Areas Mendoza. Mi tĂ­a llevaba pinolillo, pan. ComĂ­ pan y bebĂ­ pinolillo. TenĂ­a mucho tiempo de no tomar ningĂşn tipo de fresco.” “Nos fuimos en la lancha. Fuimos condenados a confinamiento en San Juan del Norte por siete años; pero estuvimos seis meses. Llegamos a El Castillo. Los guardias nos dijeron que siempre andaban bala en boca, que cuidado. Nos montaron en otro lanchĂłn. A un lado, nosotros; enfrente, al otro lado, todos los guardias encañonándonos con los Garand. Nos disparaban sobre la cabeza. ¡Vamos a ver quĂ© nervios tienen ustedes! dijo el teniente. AsĂ­ fue todo el viaje en ese lanchĂłn de puro hierro, que navegaba lentamente.” “Un dĂ­a despuĂ©s llegamos a San Juan del Norte temprano, como a las tres de la tarde. El pueblo lo formaban pocas casitas habitadas. En una de ellas vivĂ­a un hermano del jugador de bĂ©isbol Mundo Robert, quien era lanzador del equipo Cinco Estrellas (novena patrocinada por la G.N., y cuyo nombre era en honor de las cinco estrellas del grado militar de general, es decir de Somoza). A los pocos habitantes del lugar les habĂ­an dicho que nosotros Ă©ramos violadores, asesinos, ladrones, los peores criminales. VivirĂ­amos en una casa de tambo de dos pisos, de las casas antiguas, de las ruinas del viejo San Juan del Norte, con el zinc del techo sarroso, tan deteriorado
  • 66. que parecĂ­a pascĂłn. Nos pusieron en fila.” “El teniente puso a cuatro guardias en los puntos cardinales y nos dijo: si ustedes dan un paso más allá de donde está cada guardia, se mueren. Pasamos el resto del dĂ­a sin comer. Al dĂ­a siguiente fuimos al pueblito, pero todas las casas estaban cerradas; o nos cerraban las puertas cuando nos miraban. Durante quince dĂ­as no nos dejaron salir de la casa en ruinas.” “Un dĂ­a, miramos a un pescador y nos acercamos a Ă©l, que resultĂł ser el hermano de Mundo Robert, el cual estaba dándole de comer carne de tortuga carey a los perros y nos preguntĂł si habĂ­amos comido. Nosotros le preguntamos si esa carne la podĂ­amos comer los seres humanos. Nos dijo que sĂ­; que ellos estaban aburridos de comerla; y que a Ă©l sĂłlo le interesaba el carey. Nos regalĂł la carne, toda la tortuga. AsĂ­, pasamos tres meses continuos comiendo carne de tortuga.” “A los tres meses, los guardias sintieron el rigor de las condiciones porque ellos estaban sufriendo, a su manera, el confinamiento: no miraban a sus familiares, no se escribĂ­an, se terminaba la provisiĂłn, no sabĂ­an cuándo los relevarĂ­an, no salĂ­an de pase, etc. Todo eso hizo que la tropa empezara a ablandarse con nosotros.” “DecĂ­a el teniente: cada quien tiene sus ideas. Y nos preguntaban los guardias: Âży es cierto que ustedes son asesinos, violadores?...No, no es cierto, les
  • 67. respondĂ­amos, y les explicábamos las razones por las cuales nos habĂ­an capturado. Se desarrollĂł una camaraderĂ­a con la tropa de guardias; Ă­bamos a bañarnos juntos al mar; los guardias hasta dejaban los fusiles en la arena sin nadie que los cuidara.” “En San Juan del Norte me encontrĂ© a una señora que habĂ­a trabajado para mis tĂ­as en Bonanza, cuando era joven, y al oĂ­r el apellido Fisher se acercĂł y platicamos; ella vivĂ­a con el guardia encargado del telĂ©grafo del lugar y me regalaba pescado para llevarle a mis compañeros. Ya la gente nos abrĂ­a las puertas, nos daba una tacita de cafĂ© o carne de tortuga cocinada por una mujer.” AmnistĂ­a: fin del confinamiento “Se dieron elecciones y el candidato de Somoza era RenĂ© Schick GutiĂ©rrrez, abogado y alcohĂłlico anĂłnimo; que en su campaña electoral prometiĂł una amnistĂ­a para los presos polĂ­ticos. Schick ganĂł y cumpliĂł su palabra. Eso nos beneficiĂł a nosotros los confinados y a los guardias mismos. Estábamos en el confĂ­n del mundo, sin ley, ni nada. Pasamos dos meses más allá, a pesar de que ya habĂ­an dado la orden de regresarnos, segĂşn nos dijeron los mismos guardias. Estos pasaban enojados e insultando a los coroneles que no se preocupaban por ellos porque sĂłlo pasaban en los casinos militares. En el viaje de regreso por el lago Cocibolca, los fusiles de los guardias venĂ­an amontonados. Ya no nos apuntaban, ni nos disparaban, ni traĂ­an bala en boca.”
  • 68. “Ala mitad del recorrido del rĂ­o San Juan encontramos otra lancha donde iba mi mamá y mi hermana Evelyn con familiares de otros compañeros. Se detuvieron las dos lanchas. Nos encontramos. Iban preocupadas porque no sabĂ­an si nos habĂ­an matado despuĂ©s de dos meses del decreto de amnistĂ­a polĂ­tica. Todo era alegrĂ­a, comimos, batimos pinol y compartimos con los guardias. Llegamos a San Carlos donde estuvimos otro dĂ­a más. Salimos para Granada en una lancha que traĂ­a ganado. Llegamos a Granada.” “Los guardias decĂ­an que se tomarĂ­an sus cervecitas bien frĂ­as en el Casino Militar (pero en el de clases y soldados, no en el de la alta oficialidad). Y de ahĂ­ nos llevaron otra vez a Campo Marte en Managua. Los guardias se despidieron de nosotros. El teniente nos dijo: hablĂ© con el oficial de dĂ­a y parece que a ustedes no los van a soltar tan fácil; nosotros ya nos vamos; lo sentimos mucho; es una lástima porque sabemos cuánto han sufrido. Pero ya los familiares estaban con nosotros.” “Llegaron reporteros, periodistas de La Prensa. Al siguiente dĂ­a en la tarde, nos sacaron; pero primero, otros guardias nos sentenciaron: por esta vez, se salvaron; en la segunda, no salen vivos. Me fui con mi mamá, MarĂ­a Lidia, y Evelyn a EstelĂ­ al dĂ­a siguiente. En EstelĂ­ estuve recuperándome porque habĂ­a comido muy mal en San Juan del Norte y habĂ­a muchas plagas en ese lugar.”
  • 69. Oscar Benavides Lanuza: contacto en EstelĂ­ “Un dĂ­a salĂ­ a dar una vuelta en EstelĂ­ y me encontrĂ© en el parque central a Oscar Benavides Lanuza, uno de los que yo habĂ­a entrenado en la primera escuela polĂ­tico-militar del FSLN, situada en Casa Colorada, El Crucero, Managua. Me dijo que Ă©l tenĂ­a un contacto para apoyar a la guerrilla en la montaña, dentro de una semana, para dirigirnos a Matagalpa. Yo sabĂ­a que esa era la columna a la que yo pertenecĂ­a, desde que estaba en Cuba, y que venĂ­a entrando por Jinotega. El me preguntĂł si querĂ­a participar y le respondĂ­ que estaba dispuesto.” En el cerro KilambĂ©: RaitĂ­-Bocay 1963 “Una mañana salĂ­ con el compañero Oscar Benavides Lanuza y fuimos a Matagalpa, en la casa de seguridad habĂ­a ocho jĂłvenes; el dueño de la casa era un zapatero colaborador. A la tercera noche, nos llevaron montaña adentro. Llegamos hasta el cerro KilambĂ©; viajamos en un jeep largo, de doble transmisiĂłn, hasta cierto punto. Pasamos todo un dĂ­a enmontañados. Continuamos en las faldas del KilambĂ©; subimos durante dos horas para ubicarnos. El muchacho lĂ­der, apellido Navarro, pelo liso, bajo, tenĂ­a mucha conciencia revolucionaria. Llevábamos provisiĂłn y esperamos 20 dĂ­as en el KilambĂ© a los compañeros de la columna. Eramos 11 jĂłvenes, la comida se habĂ­a agotado dos dĂ­as antes, el invierno era intenso, llovĂ­a mucho y hacĂ­a mucho frĂ­o. Navarro tuvo que ir a Matagalpa.”
  • 70. “Esperamos. A los 10 dĂ­as, Navarro regresĂł desde Matagalpa y nos dijo la verdad: la guardia detectĂł a los compañeros y les causĂł muchas bajas; tendremos que salir poco a poco para que ustedes estĂ©n listos para un siguiente llamado. Salimos de cuatro en cuatro; yo me quedĂ© de Ăşltimo. Me fui a Managua desde donde hablĂ© a mi casa en EstelĂ­. Eso correspondiĂł al fracaso del movimiento guerrillero en RaitĂ­-Bocay en 1963, donde muriĂł Faustino Ruiz, “El Cuje”, que era un gran amigo mĂ­o. Ellos no pudieron llegar hasta el KilambĂ© a traernos a nosotros.” “Yo siempre estuve dispuesto a engrosar las filas guerrilleras. Ya tenĂ­a mucha conciencia revolucionaria. No era sĂłlo el odio contra la dictadura como cuando me incorporĂ© al Movimiento Revolucionario Sandino. Ya tenĂ­a conciencia de clase, de obrero, tenĂ­a un norte bien definido para luchar.” “ConocĂ­ el quetzal en el cerro KilambĂ©; ahĂ­ vi volar a varios quetzales, verdes; en esa Ă©poca se miraba el quetzal ahĂ­; el quetzal es de tierra helada, frĂ­a; en ese tiempo en el KilambĂ© se formaba una neblina impenetrable, todo se mantenĂ­a hĂşmedo. En el KilambĂ© tambiĂ©n oĂ­ cantar al jilguero, que es un pájaro chiquito, que se para en la punta del árbol más alto y comienza a cantar con su tremendo trinar; está tan alto y es tan pequeño que vos no lo ves, sĂłlo oĂ­s su canto.”
  • 71. Agente OSN intentĂł asesinarme “RegresĂ© a EstelĂ­, donde mi papá era el jefe de la planta elĂ©ctrica y el sistema elĂ©ctrico de la ciudad. El me consiguiĂł trabajo como operador. A los tres meses, salĂ­ con un amigo, hermano del dueño de la planta elĂ©ctrica de EstelĂ­, a beber cervezas. En el bar, un informante u oreja de la G.N., que yo conocĂ­a y que era un tipo flaquito, se dirigiĂł a la mesa donde yo estaba, pero no de frente sino a mi espalda, golpeándome la cara con su pistola 45. Yo quedĂ© aturdido por el golpe; me fracturĂł un diente, me aflojĂł otro; yo sangraba del rostro, me disparĂł 3 Ăł 4 veces sin pegarme ninguno, pero hiriĂł gravemente a mi amigo, quien se levantĂł de la mesa, caminĂł como veinte pasos, saliĂł por la puerta y cayĂł al suelo.” “Luego, todo el alboroto: un muerto, un muerto. La gente me lavĂł la cara. Se cerrĂł el bar. La dueña de la casa le dijo a una muchacha que me sacaran por lo ribera del rĂ­o EstelĂ­. Uno de los disparos pegĂł cerca del dedo gordo de mi pie derecho y la onda expansiva me provocĂł hinchazĂłn y dolor por varios dĂ­as. El soplĂłn de la G.N., querĂ­a matarme a mĂ­; pero no tuvo el valor, saliĂł huyendo.” “La gente me conocĂ­a. No querĂ­an pasarme por el centro del pueblo porque yo vivĂ­a en direcciĂłn de la carretera a Ocotal. Y ellos asumiendo el riesgo, me llevaron por la ribera del rĂ­o. Hasta que lleguĂ© a la casa de mi papá a quien le platiquĂ© lo sucedido; ahĂ­ estuve encerrado y esperĂ© que la guardia llegara; pero talvez como habĂ­a un muerto de por medio, no
  • 72. llegaron. DĂ­as despuĂ©s, Ulises González Hernández, odontĂłlogo, me tratĂł el diente fracturado (el incisivo derecho), pero a escondidas por el peligro. El doctor González Hernández habĂ­a sido compañero mĂ­o en la escuela primaria; Ă©l llegarĂ­a a ser alcalde y diputado del FSLN en la dĂ©cada de los noventa.” Hacia LeĂłn “Cuando mi papá estuvo trabajando en Mina La India, antes de casarse con mi mamá MarĂ­a Lidia, tuvo una relaciĂłn amorosa con una muchacha muy hermosa, hermana de Antonio “Toño” Alvarado. Esa muchacha le pidiĂł a mi papá que le enseñara algo a su hermano, Toño.” “Mi papá entonces, le enseñó a su cuñado Toño, el oficio de electricista. Toño iniciĂł como ayudante de mi papá; pero Ă©l continuĂł aprendiendo más, se superĂł. Por eso es que Toño Alvarado le agradecĂ­a mucho a mi papá; decĂ­a que le agradecĂ­a como un hijo. Toño Alvarado despuĂ©s llegĂł a ser un gran electricista, tuvo su taller de embobinado de motores, durante la dĂ©cada de los años 70, en el centro histĂłrico de LeĂłn, en la Calle Real, frente al costado sur de la iglesia San Francisco, cuando los campos fĂ©rtiles leoneses eran algodonales para la exportaciĂłn. Cuando Toño se fue a El Salvador, despuĂ©s del triunfo de la RevoluciĂłn Sandinista, se fue donde su hermana que vivĂ­a allá. Al final, mi papá se enamorĂł de MarĂ­a Lidia y se casĂł con ella. Mi papá me mandĂł a traer para vivir con ellos en Mina El LimĂłn.”
  • 73. “DespuĂ©s que el oreja intentĂł asesinarme en EstelĂ­, me fui a LeĂłn; llevaba una carta de recomendaciĂłn del dueño de la planta elĂ©ctrica de EstelĂ­ y la direcciĂłn de Toño Alvarado. Fui donde Toño quien me recibiĂł muy bien, expresando agradecimiento a mi papá y me dijo que su casa era mi casa. Me sugiriĂł que descansara algunos dĂ­as, que no trabajara. Yo necesitaba hacer algo para distraerme y dejar de pensar en mi situaciĂłn polĂ­tica. QuerĂ­a estar en un lugar más seguro, por eso escogĂ­ LeĂłn; deseaba preservar mi vida porque yo tenĂ­a la idea de continuar en la lucha dentro del Frente Sandinista.” Trabajando en LeĂłn “Tres dĂ­as despuĂ©s, un jueves, fui a la empresa elĂ©ctrica de LeĂłn, Celsa, con mi carta de recomendaciĂłn. Me recibiĂł un ingeniero, le entreguĂ© la carta y le expliquĂ© en quĂ© me podĂ­a desempeñar. Me aceptĂł, me dijo que regresara el lunes siguiente para comenzar la semana. No habĂ­a un área de trabajo definida; un dĂ­a podĂ­as trabajar en la colocaciĂłn de medidores o traslado de los mismos y otro dĂ­a, en construcciĂłn y lĂ­nea. Como a los dos meses, me pasaron al área de traslado de medidores o instalaciĂłn de medidores nuevos.”
  • 74. Miriam Esperanza ChavarrĂ­a, mis hijos: mi familia. “Un dĂ­a, hice el traslado del medidor de la casa donde vivĂ­a Miriam Esperanza ChavarrĂ­a, que despuĂ©s serĂ­a mi compañera y esposa. Ella se trasladĂł, dentro del mismo barrio San Luis que limita con San Felipe, a dos cuadras de distancia. Ella vivĂ­a en el barrio San Luis y yo me llamaba Luis; pura coincidencia. En esa ocasiĂłn, hice el traslado y me quedĂ© platicando un rato con ella, quizá una media hora; la camioneta pasĂł por mĂ­ al poco tiempo y me fui.” “Tres meses despuĂ©s hice otro traslado de medidor de Miriam E. ChavarrĂ­a; siempre dentro del mismo barrio, pero más cerca de San Felipe. En tres meses se cambiĂł de casa dos veces. Yo trasladaba el medidor, valoraba la instalaciĂłn elĂ©ctrica, probaba la corriente elĂ©ctrica, instalaba el medidor en su nuevo sitio y me aseguraba de que las luces de la casa encendieran. Hice mi trabajo y esperĂ© que la camioneta pasara trayĂ©ndome. La camioneta se dilatĂł, se tardĂł bastante. Ya Ă©ramos conocidos, habĂ­amos platicado. Ella me ofreciĂł una silla y empezamos a platicar otra vez. Ella me dijo que tenĂ­a hijos, pero que no tenĂ­a marido. Estaban ahĂ­ Harold (de 6 Ăł 7 años) y Yader (de 4 Ăł 5 años). Entonces yo la enamorĂ©. Ella fue a traer fresco de naranja, muy sabroso, y me regalĂł. Yo seguĂ­ esperando la camioneta, aunque yo querĂ­a que se atrasara más tiempo. Quedamos en que la visitarĂ­a el fin de semana. Ella me aceptĂł. LleguĂ© el fin de semana siguiente. Era el año 1964.”
  • 75. “El siguiente traslado de casa lo asumĂ­ yo; ese traslado fue a Sutiaba, yo hice el traslado, yo lo paguĂ©; ella iba embarazada. Nos trasladamos de la gasolinera Texaco Guido, 20 varas al sur, a mano izquierda, yendo al sur. Era una casa de dos habitaciones. AhĂ­ fue donde naciĂł mi hijo Luis. La dueña era una señora de apellido Centeno. Viviendo en esa casa, un dĂ­a me llegĂł a buscar EdĂ©n Pastora, como en 1964, y me dejĂł razĂłn con Miriam: que me querĂ­a ver, que no bebiera guaro, que la lucha venĂ­a; se despidiĂł de ella y siguiĂł adentrándose en Sutiaba. Vivimos ahĂ­ hasta que naciĂł Luis; la casa resultaba pequeña. Yo continuaba trabajando en Celsa. Nos trasladamos al barrio El Coyolar. Ella buscĂł la casa, tenĂ­a mucha habilidad para buscar casa. Vivimos entonces de la esquina donde actualmente es la oficina de Western Union, tres y media cuadras hacia al este (arriba), a mano izquierda. En esa otra casa naciĂł mi hijo Malcolm. En el punto donde vivĂ­amos, hasta ahĂ­ llegaba la calle en esa Ă©poca, era la ronda de la calle y despuĂ©s seguĂ­an patios, solares.” El afiche de Sandino “Luego nos trasladamos, siempre en El Coyolar, una cuadra y media hacia al oeste (abajo), a mano derecha, frente a la quinta Dunia. Esta era una mejor casa, en una mejor posiciĂłn. AhĂ­ naciĂł mi hijo Vladimir. En esta casa, yo pegaba en la pared de la cocina el afiche de Sandino; afiche que publicaba cada año, cada 21 de febrero, Pedro JoaquĂ­n Chamorro Cardenal en La Prensa; ese dĂ­a, la foto de Sandino ocupaba toda una página entera y Pedro JoaquĂ­n escribĂ­a un editorial. Esa vez, yo recortĂ© la página30 y le dije a Miriam: este retrato es peligroso, pero lo vamos a poner al fondo, en la cocina. Yo me acuerdo cuando le dije
  • 76. a Harold quiĂ©n era el hombre del retrato; le dije que era Augusto CĂ©sar Sandino, el General de Hombres Libres; que a ese hombre por haber luchado contra los yanquis, Anastasio Somoza GarcĂ­a lo asesinĂł y que por Ă©l, el FSLN llevaba su nombre. Y clavĂ© el retrato que estuvo varios años ahĂ­.31 Con el paso del tiempo el retrato se puso pálido, le afectaba el humo de la cocina. Pero el retrato de Sandino siguiĂł pegado en la pared. Nos fuimos de esa casa y yo lo dejĂ© pegado en el mismo lugar.” SĂłcrates Flores “Yo despuĂ©s le expliquĂ© a Miriam cosas de la historia de Nicaragua. Miriam fue tomando conciencia. Claro, al hablar de polĂ­tica hablábamos bajito para que no oyeran los vecinos. En esos dĂ­as yo estaba desconectado de la organizaciĂłn del FSLN. Miriam tenĂ­a un radio pequeño con el que oĂ­a frecuentemente Radio Circuito, situada en la esquina opuesta a la esquina norte de la Universidad de LeĂłn.” 30 Lenin Fisher. Sandino. AntisistĂ©mico. Universitaria. 2006: 202 31 Idem.
  • 77. “Un dĂ­a anunciaron a SĂłcrates Flores, en un programa de noticias y mĂşsica transmitido entre 11 a.m., y 12 meridiano. Entonces, yo le dije a Miriam que ese compañero habĂ­a estado conmigo en Cuba. SĂłcrates nos daba clases, era el encargado de la formaciĂłn acadĂ©mica. SĂłcrates llegĂł a Cuba como delegado estudiantil y estuvo con nuestro grupo durante dos meses.” “Fui a buscar a SĂłcrates Flores al dĂ­a siguiente. SolicitĂ© una entrevista con Ă©l; lleguĂ© un poco antes de las 12 del dĂ­a. EsperĂ© porque Ă©l estaba en la cabina de transmisiĂłn. SĂłcrates se acordĂł de mĂ­; yo le recordĂ© que en Cuba nos daba clases; me preguntĂł si vivĂ­a en LeĂłn y le dije que sĂ­. Le expliquĂ© que estaba desorientado, desconectado del FSLN y que querĂ­a restablecer los contactos.” “Le contĂ© que habĂ­a estado preso, que fui sometido a torturas, que me habĂ­an confinado y que intentĂ© incorporarme a la guerrilla en el cerro KilambĂ©. El me dijo que sĂ­ tenĂ­a contactos, pero que desde hacĂ­a un tiempo no tenĂ­a conversaciones con nadie. Dijo que me avisarĂ­a y le di mi direcciĂłn.” “Yo continuĂ© trabajando. A los dos meses, cuando lleguĂ© a almorzar a la casa, me dijo Miriam que SĂłcrates Flores me habĂ­a llegado a buscar. El querĂ­a que llegara a la radio a las 6 de la tarde. SĂłcrates estudiaba Medicina y era lĂ­der estudiantil. Yo fui esa tarde. SĂłcrates se habĂ­a recontactado con los compañeros. Me dijo que me cuidara porque venĂ­a trabajo que hacer y que de un momento a otro me