Jornada de oracion fiesta fundador svp 2013

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“YO TE MOSTRARÉ MI FE POR MIS OBRAS” SANTIAGO 2,18
“DADME UNA PERSONA DE ORACIÓN, Y SERÁ CAPAZ DE TODO” SVP.
JORNADA DE ORACIÓN CON MOTIVO DE LA FIESTA DE SAN VICENTE DE PAÚL
REFLEXIONES SOBRE LAS TRES VIRTUDES QUE NOS HEREDÓ NUESTRO
FUNDADOR:
Primer Día. Miércoles 25 de Septiembre de 2013
Eucaristía.
Reflexión (personal o en grupo) sobre LA HUMILDAD.
Oración Inicial:
Dios todopoderoso y eterno, que llenaste de caridad el corazón de San Vicente de
Paúl, escucha nuestra oración y danos tu amor. A ejemplo suyo, haznos descubrir y
servir a Jesucristo, tu Hijo, en nuestros hermanos pobres y desdichados. Que en su
escuela aprendamos a amarte a Ti con el sudor de nuestro rostro y la fuerza de
nuestros brazos. Por sus oraciones, libra nuestras almas del odio y del egoísmo; haz
que todos recordemos que un día seremos juzgados sobre el amor. Oh Dios, que
quieres la salvación de todos, danos los sacerdotes, las religiosas y las Voluntarias
Vicentinas que tanto necesitamos. Que sean entre nosotros los primeros testigos
de tu amor.
Virgen de los pobres y Reina de la Paz, obtén para nuestro mundo dividido y
angustiado, el amor y la paz. AMEN.
HUMILDAD:
Para San Vicente la Humildad debe comprenderse y vivirse sobre todo, en relación con
la evangelización y el servicio de los pobres. Se trata nada menos que de la cualidad
profesional por excelencia de la voluntaria, que permite “adaptarse”, situarse en
relación con nuestros “amos y señores” que son los pobres.
La Humildad es la virtud del equilibrio, la virtud del servicio, una virtud tan amplia, tan
difícil y tan necesaria que nunca pensaremos bastante en ella. La Humildad para San
Vicente es la gran virtud de Jesucristo (XI, 745)
¿Será necesario hablar aún hoy en día sobre la humildad?
En un siglo en el que se trata de valorarse y de despojarse de complejos, esa palabra
parece de otros tiempos y no tiene muy buena aceptación; sin embargo, es preciso
promoverla en todos los ambientes, a través de los medios de comunicación posibles.

Actualmente, igual que en el siglo del Señor Vicente, quienes no aplastan a los demás
con su superioridad y los que se mantienen en lo que son, poniendo sus talentos al
servicio de sus hermanos, son reconocidos y apreciados. La gran virtud que se le exige
a quien quiere consagrarse al Señor, es la Humildad. El que se dedica a continuar la
misión de Cristo, debe ponerse a disposición suya para dejarse llenar de Él y dejarle
obrar en sí mismo.
Algunas citas evangélicas que nos hablan de la Humildad:
“El que sea el mayor entre ustedes que se haga como el menor, y el que manda que
sea como el que sirve” (Marcos 10,43).
“Porque quien se ensalza será humillado y el que se humilla será ensalzado” “Ya que
si no se hacen como niños, no pueden entrar en el reino de los cielos” (Mateo 23,12;
18,3)
Sobre todo, mírenme a mí, “que no he venido a ser servido, sino a servir” (Marcos
10,45).
“Porque me llaman Maestro y Señor, y dicen bien, puesto que lo soy. Pues si yo, el
Señor, les he lavado los pies, ya saben lo que tienen que hacer los unos con los otros”
(Jn.13, 13)
Oración final:
Oh Dios, que has llamado a todos los hombres a cooperar en el plan inmenso de la
creación, haz que en el esfuerzo común por construir un mundo nuevo, más justo y
más fraterno, se consiga que todo hombre, humildemente, encuentre el puesto
que su dignidad pide, para que realice con plenitud su vocación y contribuya al
progreso de todos los demás hombres, según la Buena Nueva que nos predicó tu
Hijo, Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Segundo Día: jueves 26 de septiembre de 2013
Eucaristía.
Reflexión (personal o en grupo) sobre LA SENCILLEZ.
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Oración Inicial:
Dios todopoderoso y eterno, que llenaste de caridad el corazón de San Vicente de Paúl,
escucha nuestra oración y danos tu amor. A ejemplo suyo, haznos descubrir y servir a
Jesucristo, tu Hijo, en nuestros hermanos pobres y desdichados. Que en su escuela
aprendamos a amarte a Ti con el sudor de nuestro rostro y la fuerza de nuestros
brazos. Por sus oraciones, libra nuestras almas del odio y del egoísmo; haz que todos
recordemos que un día seremos juzgados sobre el amor. Oh Dios, que quieres la
salvación de todos, danos los sacerdotes, las religiosas y las Voluntarias Vicentinas que
tanto necesitamos. Que sean entre nosotros los primeros testigos de tu amor.
SENCILLEZ
¡Qué agradable a Dios es la sencillez! La Escritura dice que se deleita tratando con los
más sencillos, con los sencillos de corazón, que proceden con toda sencillez y bondad
(Prov. 3, 32). ¿Quieres encontrar a Dios? Está con los sencillos.
La sencillez en general equivale a la verdad, o a la pureza de intención: A la verdad, en
cuanto que hace que nuestro pensamiento sea conforme con las palabras y con los
otros signos que nos sirven de expresión; a la pureza de intención, en cuanto que hace
que todos nuestros actos de virtud tiendan rectamente hacia Dios.
Pero cuando se toma la sencillez por una virtud especial y propiamente dicha,
comprende no sólo la pureza y la verdad, sino también esa propiedad que tiene de
apartar de nuestras palabras y acciones toda falsedad, doblez y astucia.
La sencillez que se refiere a las palabras consiste en decir las cosas como las sentimos
en el corazón, como las pensamos. Todo lo que no es esto, es doblez, apariencia,
falsedad, que son contrarias a la virtud de que estamos hablando, la cual quiere que se
digan las cosas como son, sin dar muchas vueltas, hablando ingenuamente y sin
malicia, y además con la pura intención de agradar a Dios.
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En cuanto a la otra parte de la sencillez que se refiere a las acciones, consiste en
obrar normalmente, con rectitud y siempre teniendo a Dios ante los ojos, en los
negocios, en los cargos y en los ejercicios de piedad, excluyendo toda clase de
hipocresía, de artificios y de vanas pretensiones.
Oración final.
Oh misericordioso Jesús, tú viniste al mundo a enseñarnos la sencillez, para
destruir el vicio contrario y educarnos con prudencia divina. Concédenos, Señor,
una parte de esta virtud que tú tuviste en un grado eminente. Llénanos a cada uno
de nosotros de ese deseo de ser sencillos y hacernos prudentes con la prudencia
cristiana. Amén.
Tercer Día: viernes 27 de septiembre de 2013
Eucaristía.
Reflexión (personal o en grupo) sobre LA CARIDAD.
Oración Inicial:
Dios todopoderoso y eterno, que llenaste de caridad el corazón de San Vicente de
Paúl, escucha nuestra oración y danos tu amor. A ejemplo suyo, haznos descubrir y
servir a Jesucristo, tu Hijo, en nuestros hermanos pobres y desdichados. Que en su
escuela aprendamos a amarte a Ti con el sudor de nuestro rostro y la fuerza de
nuestros brazos. Por sus oraciones, libra nuestras almas del odio y del egoísmo; haz
que todos recordemos que un día seremos juzgados sobre el amor. Oh Dios, que
quieres la salvación de todos, danos los sacerdotes, las religiosas y los apóstoles
seglares que tanto necesitamos. Que sean entre nosotros los primeros testigos de
tu amor.
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CARIDAD:
La esencia de la caridad la encontramos en Mt 7, 12 y es comúnmente llamada “La
Regla de Oro”:
“Por tanto, todo cuanto quieran que los hombres hagan con ustedes, háganlo
también ustedes con ellos; porque esto es la ley y los profetas.” (Mt 7,12)
Aplicando la Regla de Oro no sólo nos transformaríamos a nosotras mismas, sino
que podrían transformarse todos aquellos que nos rodean: Podrían terminar los
malos entendidos, las discordias, los egoísmos, resentimientos, protagonismos, etc.
Si realmente reconocemos a Jesucristo como nuestro Señor, su “Regla de Oro”
gobernará nuestra vida.
Esta caridad es de obligación; es un precepto divino que abarca otros. Todos saben que
en el amor de Dios y del prójimo están comprendidos toda la ley y los profetas. Todo se
condensa en ellos; todo se dirige ahí; y este amor tiene tanta fuerza y primacía que el que
lo posee cumple las leyes de Dios, ya que todas se refieren a este amor, y este amor es el
que nos hace hacer todo lo que Dios pide de nosotros. Pues bien, esto no se refiere
únicamente al amor a Dios, sino a la caridad con el prójimo; esto es tan grande que el
entendimiento humano no lo puede comprender; es menester que nos eleven las luces
de lo alto para hacernos ver la altura y la profundidad.
¿Es verdad que yo le hago al prójimo lo que deseo de él? ¡Es un examen muy serio el que
tenemos que hacer! Pero, ¿cuántas de nosotras tenemos esta disposición interior? El que
tiene este amor al prójimo, ¿podrá hablar mal de él? ¿Podrá hacer algo que le disguste? Si
tiene estos sentimientos en el corazón, ¿podrá ver a su hermano sin demostrarle su
amor?
De la abundancia del corazón habla la boca; de ordinario, las acciones exteriores son un
testimonio de lo interior; los que tienen verdadera caridad por dentro, la demuestran por
fuera. Es propio del fuego iluminar y calentar, y es propio del amor respetar y complacer a
la persona amada.
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Oración Final:
¡Oh Salvador, que viniste a traernos esta ley de amar al prójimo como a sí mismo, que tan
perfectamente la practicaste entre los hombres de una manera incomparable! Recibe Señor,
nuestro agradecimiento por habernos llamado a este estado de vida de estar continuamente
amando al prójimo. Amén.
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