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MAQUIAVELO
Y EL ANTIMAQUIAVELISMO EN ESPAÑA
…………………….
"Porque de los hombres en general se puede afirmar esto: que son
desagradecidos, veleidosos, falsos, cobardes, codiciosos, y en la medida en que te
vaya bien son tuyos por completo".
Nicoló Maquiavelo
Esta frase, y frases similares sacadas de su contexto, han sido causa de molestia e
irritación en las mentes de los hombres durante más de cuatrocientos años: las
palabras de un inofensivo y callado patriota florentino en retiro, ocupado en cortar
árboles y conversar con campesinos en su magra propiedad.
Maquiavelo ha sido el tormento de jesuitas y calvinistas, el ídolo de los Napoleones y
los Nietzsches, una figura de suministro para el drama isabelino, y el modelo de un
Mussolini o un Lenin.
Napoleón Nietzsche
2
Mussolini y Hitler V. I. Lenin
A Maquiavelo se le ha llamado cínico; pero no podría haber mayor fuente de
inspiración para el "cinismo" que la historia de la reputación de Maquiavelo. Nada
como la historia de la reputación de Maquiavelo podría ilustrar mejor la trivialidad y
la irrelevancia de la influencia.
Desde su muerte, un persistente romanticismo ha falsificado su mensaje.
Maquiavelo ha contribuido a las trapacerías de cada siglo. Pero a ningún hombre tan
grande se le ha malentendido tan completamente. Siempre se le ve con cierto desdén.
Su lugar no está con Aristóteles, o con Dante, en teoría política; Maquiavelo intentó
algo diferente. Su lugar no está con Napoleón, y mucho menos con Nietzsche. Sus
observaciones sirven por sí mismas a cualquier teoría moderna del Estado, pero no
pertenecen a ninguno.
“El sanguinario Maquiavelo”, como Shakespeare lo llamó (Ricardo III), nunca ha
dejado de ser un objeto de odio para moralistas de todas las tendencias, tanto
conservadores como progresistas, para católicos como protestantes.
Edmund Burke decía entrever “las odiosas máximas de la política maquiavélica”
subyacentes a la “tiranía democrática de la Revolución Francesa.
Edmund Burke (1729-1797)
Escritor y pensador político británico whig (progresista)
pero de su rama liberal-conservadora, que él llamaba
“Old whigs”
- Old whig – facción conservadora, contrarios a la
Revolución Francesa
- New whig – facción progresista, apoyaban a la
Revolución
Spinoza
3
Spinoza le calificaba de “acutissimus florentinus” (ingenioso).
Marx y Engels pensaban que los exponentes de la política maquiavélica intentaban
“paralizar las energías democráticas”. Sin embargo, luego veremos como la visión de
un marxista destacado como Gramsci, es totalmente distinta.
Antonio Gramsci
Carl Marx y Friedrich Engels
Tal es la notoriedad asociada al nombre de Maquiavelo que la acusación de
maquiavélico continúa siendo algo serio en los debates políticos actuales.
Kissinger lo negó rápida y rotundamente cuando se lo sugirieron en una entrevista
en 1972; Alan García le acusaba de ello a su antecesor Fujimori, mientras que Dick
Morris, asesor de Clinton en las elecciones de 1994, escribió un libro con el revelador
título de “El nuevo príncipe”.
Incluso su nombre ha pasado al diccionario. Si miramos el de la RAE leemos,
maquiavelismo: que actúa con astucia y doblez. El de María Moliner: astuto o hábil
para conseguir su objeto con engaño o malignidad.
Maquiavelo es, ante todo, el creador de la ciencia política moderna al despojarla o
separarla de la teología y de la moral a las que se hallaba sometida hasta entonces.
También es dramaturgo, poeta y uno de los más grandes prosistas de la literatura
italiana y universal.
Nicolás Maquiavelo nació en Florencia el 3 de mayo de 1469 y murió en la misma
ciudad en 1527. Era hijo de Bernardo dei Niccolo Machiavelli, jurisconsulto, y de
Bartolommea dei Nelli, una dama muy bella e instruida.
Las primeras noticias que tenemos nos lo muestran tomando parte activa en los
asuntos de su ciudad natal en 1498, el año que Savonarola, el prior dominico de S.
Marcos, dominador de la política florentina durante los cuatro años precedentes, fue
arrestado como hereje y quemado en la hoguera*
4
Girolamo Savonarola
Sus partidarios fueron destituidos de sus cargos de gobierno y entre ellos, Alejandro
Braccesi, el jefe de la Segunda Cancillería.
El prestigio que ya se había ganado Nicolas, hizo que pese a tener sólo 29 años y
ninguna experiencia administrativa, fuese elegido para sustituirle. Entonces, para
entrar en la Cancillería, a sus oficiales mayores se les pedía una probada experiencia
diplomática y una buena educación humanista. Dicha educación, que derivaba de
fuentes romanas, especialmente Cicerón, y que los humanistas del s. XIV reavivaron,
partía del dominio del latín primero, luego práctica de la retórica y la imitación de los
clásicos más estilistas, para completar sus estudios con la historia antigua y la
filosofía moral. Estos humanistas popularizaron también la idea de que este tipo de
entrenamiento era la mejor preparación para la vida política.
A medida que los florentinos se imbuían de estas creencias fueron llamando a sus
más destacados humanistas para ocupar los altos cargos en el gobierno de su ciudad.
Esa práctica había comenzado ya en 1375 con la designación de Coluccio Salutati
como Canciller. Esos ideales explican, en gran parte, la designación de Maquiavelo a
edad tan temprana.
Su familia no era rica ni pertenecía a la alta aristocracia, pero sí estaba relacionada
con los círculos humanistas de la ciudad. El padre, Bernardo, que se ganaba la vida
como abogado, era un estudioso de las humanidades. Mantenía estrechas relaciones
con diversos humanistas, incluido Bartolomeo Scala que le había hecho
coprotagonista en una de sus obras y que había ocupado la Primera Cancillería unos
años antes. Bernardo tenía en casa algunos libros, entre ellos la Historia de Tito
Livio*, el texto que unos 50 años después habría de servir de entramado para los
Discursos (Discursos sobre la primera década de Tito Livio) de su hijo, su más larga
y ambiciosa obra de filosofía política.
*Historia de Roma desde su fundación hasta el año 9 a.C. conocida como las Décadas. La obra constaba de 142 libros,
divididos en décadas o grupos de 10 libros. De ellos sólo nos han llegado 35.
5
A través del diario de su padre sabemos que se preocupó de darle unos excelentes
fundamentos en los studia humanitatis. A los 7 años inició sus estudios de latín; a los
12 comenzó la segunda etapa bajo la tutela de un famoso maestro, mandándole
después a estudiar a la universidad de Florencia.
El cargo oficial le suponía dos tipos de obligaciones. La Segunda Cancillería,
creada en 1437, tenía que ver principalmente con la correspondencia referente a la
administración de los territorios florentinos. Como cabeza de esta sección era
también uno de los 6 secretarios afectos a la Primera Cancillería y en su calidad de tal
se le asignó la tarea adicional de servir a los Diez para la Libertad, el comité
responsable de las relaciones extranjeras y diplomáticas de la República. Esto
significaba que podía actuar en el extranjero como secretario de los embajadores y
ayudar a enviar detallados informes sobre asuntos exteriores.
Su primera misión fue en julio de 1500 cuando, con Francesco de la Casa, fue
enviado a la Corte de Luis XII ante el desastre del sitio de Pisa por la deserción de los
mercenarios gascones.
Luis XII de Francia
Se casó al volver de Francia con Marieta Corsini que permaneció en la sombra a lo
largo de la vida de Maquiavelo, pero las cartas de éste dan a entender que nunca dejó
de amarla, mientras que ella por su parte le dio 6 hijos, llevó sus infidelidades con
paciencia y, finalmente, le sobrevivió un cuarto de siglo.
Marieta Corsini
6
Su siguiente misión le llevó ante César Borgia, nombrado duque de la Romaña por
su padre el papa Alejandro VI, César se lanzó a conseguir para sí y su flamante título
un territorio. Después de varias conquistas pidió una alianza formal con Florencia
para lo que pidió que se le mandase un mensajero para oír sus condiciones.
César Borgia
Maquiavelo se presentó en Imola dos días después, ante el duque. A lo largo de los 4
meses que estuvo con él, le impresionó vivamente. Reconocía que no era un
condottiero presuntuoso sino alguien que debía ser visto como un nuevo poder en
Italia. Sus observaciones sobre Cesar, enviadas a Florencia, se han hecho célebres
pues se repiten casi al pie de la letra en el capítulo VII de El Príncipe.
Al ser enviado a Roma en 1503 ante la crisis suscitada por la muerte de Alejandro
VI y la de su sucesor Pío III* Maquiavelo pudo observar otra vez a Cesar Borgia y
constatar sus limitaciones.
*Pío III fue papa durante 26 días (+18-10-1503). Encarceló a Cesar
Borgia. Se dedicó a reformar la Iglesia pero su muerte
sospechosamente rápida, impidió continuar las reformas
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El papa elegido, Julio II, fue el siguiente caudillo que Maquiavelo pudo observar y
valorar de primera mano, en varias audiencias de entonces y después en dos misiones
en 1506 y 1510. El espíritu bélico del nuevo Papa que no dudó en coger las armas
para expulsar a los “bárbaros” de Italia le impresionó primeramente, pero al avanzar
la campaña se volvió más crítico aunque sin atreverse a condenarle. Pero empezaba a
compartir un dicho de Robertet (Secretario del rey francés Luis XII): “que Julio II
parecía haber sido destinado por el Todopoderoso para la destrucción del mundo”, y
añadía que el Papa parecía empeñado en la ruina de la Cristiandad y el colapso de
Italia.
Julio II
Entre ambas legaciones ante el Papa, Maquiavelo tuvo que cumplir otra misión
fuera, lo que le permitió conocer y valorar a otro prominente hombre de gobierno: el
emperador Maximiliano. La impresión que le produce se puede leer en el capítulo
XIII del Príncipe que trata sobre la necesidad de escuchar los buenos consejos. Pero
Maximiliano escucha tanto que es un hombre “manejable” y cambiante.
Definitivamente, un inepto.
Maximiliano de Austria
8
El análisis de estos grandes gobernantes de su tiempo le lleva a una de sus
máximas.
La debilidad que todos compartían era la fatal inflexibilidad ante las cambiantes
circunstancias. César Borgia era demasiado arrogante por la excesiva confianza en sí
mismo. Julio II, impetuoso y sobreexcitado, Maximiliano, precavido y
extremadamente dubitativo. Lo que fallaba en todos era el acomodar sus
personalidades a las exigencias de los tiempos. Maquiavelo colocará este juicio en el
auténtico corazón del análisis sobre el caudillaje político. La necesitá.
Fernando el católico
En 1511, Julio II suscribió con Fernando el Católico la Santa Alianza (Estados
Pontificios, España, Venecia, Suiza, el Imperio e Inglaterra), logrando su apoyo
contra Francia. Al año siguiente la infantería española marchó sobre Italia y después
de hacer retroceder a los franceses se volvió contra Florencia, aliada histórica de
Francia.
La infantería ciudadana, reclutada y preparada por Maquiavelo organizó la defensa en
Prato donde fue fácilmente desarbolada por la española.
Soderini marchó al destierro, los Médicis toman otra vez el poder en la ciudad y unas
semanas más tarde la República fue disuelta.
La suerte de Maquiavelo siguió el curso de la República. Fue relevado de su puesto
y se le sentenció al confinamiento dentro del territorio florentino, previa la fianza de
la enorme suma de mil florines. Un año más tarde, aunque inocente, fue acusado de
conspiración contra los Médicis, sufrió cárcel, tortura y el pago de una fuerte multa.
Giovanni era el segundo hijo de Lorenzo el Magnífico.
Fue elegido Papa de 1513 a 1521, con el nombre de León
X. Cardenal a los 13 años, no estaba espacialmente
interesado en los asuntos eclesiásticos. Sus grandes gastos
en política, mecenazgo y la construcción de S. Pedro le
llevaron a la venta de indulgencias lo que dio alas al
movimiento reformista. Condenó las tesis de Lutero en
1520 y un año después lo excomulgó
9
Ese mismo año, 1513, un Médicis, Giovanni fue elegido Papa con el nombre de
León X, a la muerte de Julio II, lo que llevó al gobierno florentino a decretar una
amnistía que puso a Maquiavelo en libertad.
Intentó obtener un cargo y cuando vio la imposibilidad se retiró a su pequeña granja
en Sant`Andrea. Allí contempla la política, ya como analista. En sus largas cartas a
Vettori le explica como distrae su forzado ocio con la reflexión sistemática sobre su
experiencia diplomática, las lecciones de la historia y el papel del gobierno. En la
carta citada le cuenta a su amigo que “he compuesto un pequeño libro sobre los
principados”. Este “pequeño libro” era El Príncipe, escrito en la segunda mitad de
1513.
Vettori era un aristócrata florentino, compañero de Maquiavelo en la ya lejana
primera legación ante el emperador (1507-1509), y con el que había contraído una
cierta amistad. Vettori, además, había jugado un importante papel en la
deposición y salida de Florencia de P. Soderini y su cargo de embajador en Roma era
un indicio de su vinculación con los Medici.
La dedicatoria se la hace primero a Giuliano y después a Lorenzo, ambos
gobernantes de Florencia y de la familia Médicis, para mostrar su lealtad y su
capacidad para ocupar un puesto.
El Príncipe se puede dividir en cuatro grandes partes:
- Primera Parte: se ocupa de los tipos de principados y la forma de
conseguirlos (cap. I al IX)
- Segunda parte: trata de los temas militares ( XII al XIV)
- Tercera parte: trata sobre las capacidades y virtudes que tiene que tener el
príncipe (XV al XXIII).
- Cuarta parte: y una última (XXIV al XXVI) donde todos esos asuntos los
traslada a la Italia de su tiempo con un último capítulo que se puede
entender como un anhelo de unidad italiana.
Se centra Maquiavelo en los principados nuevos y hace una distinción fundamental:
los adquiridos y mantenidos “por medio de las propias armas y de la propia virtú” o
por medio de la fuerza de otros y gracias a la fortuna.
Para Maquiavelo los primeros son los conseguidos por los gobernantes más
admirables: Moisés, Ciro, Rómulo, Teseo…pero no puede poner ningún ejemplo
italiano de la actualidad. Se centra pues en los adquiridos por la fortuna y las tropas
extranjeras.
Aquí si halla ejemplos en la Italia de su tiempo, como Cesar Borgia y además llega a
donde quería: los Médicis y la Florencia de su tiempo. Su vuelta al poder se debía a
un golpe de fortuna y las armas de Fernando el Católico.
10
Maquiavelo igual que sus contemporáneos reflexiona sobre el poder de la Fortuna.
Lo trata fundamentalmente en el penúltimo capítulo, recogiendo la actitud de los
humanistas del quinientos, que es una versión clásica de la diosa Fortuna. Es muy
poderosa dice, y dueña de la mitad de nuestras acciones. La Fortuna es mujer y, por
tanto, fácilmente atraída por las cualidades viriles. Al mismo tiempo que reitera esta
versión clásica Maquiavelo le da un sesgo erótico. Arguye que la Fortuna puede
experimentar placer al tratarla con rudeza (ya Séneca y otros lo habían dicho),
permitiendo ser dominada por hombres que procedan ruda y fríamente.
¿Pero cómo podemos atraerla? Maquiavelo desarrolla la idea de que se siente más
excitada y sensible a la virtus del verdadero vir (varón, hombre).
Y si el hombre es capaz de domeñar a la Fortuna y así alcanzar sus más altos
propósitos, ¿cuales han de ser éstos?. Dando de lado los preceptos cristianos, puestos
de relieve por Tomás de Aquino en su “Régimen de príncipes”, sigue a los moralistas
romanos y dice que conseguir una forma de gobierno que le procure honor y gloria,
igual que pensaron Cicerón y Tito Livio. Así expresa su admiración por Fernando de
Aragón (el gobernante de su época que más respeta), porque ha realizado grandes
cosas que le dan “fama y gloria” en muy alto grado.
Se presenta ahora la siguiente y crucial cuestión, ¿qué máximas ha de seguir el
príncipe para conseguir esto?
El consejo de Maquiavelo a los nuevos príncipes se divide en dos partes:
1 – La tesis primera y fundamental es que “los cimientos principales en todos los
Estados son las buenas leyes y los buenos ejércitos y éstos además han de ser milicias
ciudadanas.
2 – la tesis segunda es que el príncipe debe cultivar las cualidades propias del
gobierno principesco.
Se ha lamentado con frecuencia que Maquiavelo no ofrezca ninguna definición de
virtú. Pero lo que sí es verdad es que usa el término con completa consistencia.
Los moralistas romanos nos han legado las características de un hombre virtuoso.
El que posee tres tipos de cualidades:
I – Las cuatro virtudes cardinales: prudencia, justicia, fortaleza y templanza
II - Las principescas por naturaleza: honestidad, magnanimidad, liberalidad
III – Comportamiento moral que conllevará la racionalidad.
Este análisis fue adoptado de nuevo por los escritores de consejos para príncipes del
Renacimiento.
Pero Maquiavelo el aspecto de la moralidad humanística lo trastoca drásticamente.
Rechaza totalmente el supuesto humanista de que esas son las virtudes que un
gobernante necesita para alcanzar los más altos fines. Está de acuerdo con ellos
acerca de los fines perseguidos: mantener su Estado y obtener gloria para sí mismo.
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Pero objeta que, si es preciso obtener estos objetivos, ningún gobernante puede
quizás “poseer o practicar íntegramente” todas las cualidades normalmente “vistas
como buenas”. Un príncipe debe proteger sus intereses en un mundo sombrío en el
que la mayoría de los hombres no son “buenos”. Si pretende ser bueno en medio de
tantos que no lo son, no solamente fracasará, sino que será destruido seguramente.
La crítica del humanismo clásico y del contemporáneo que hace Maquiavelo es
devastadora. Un gobernante no siempre debe considerar racional el ser moral, por el
contrario, la práctica seria de aquellas cosas vistas como buenas se convertirá en una
desastrosa e irracional política.
Sobre las objeciones cristianas a esto, Maquiavelo nada dice. Su silencio es
elocuente. En realidad hace época; su eco resuena en toda Europa, recibiendo un
consternado silencio como respuesta primera, y luego un grito de execración que aun
no se ha extinguido del todo.
Si el príncipe no debe guiarse por la moral convencional ¿que les debe conducir?.
La respuesta está en el capitulo XV: la necesitá. Si un príncipe quiere gozar de buena
fortuna debe ser lo suficientemente prudente como para acomodarse a los tiempos.
Resulta ya evidente que la revolución de Maquiavelo entre los libros de consejos
para príncipes se basaba en la redefinición del concepto de virtú. Él suscribía la
acepción convencional: conjunto de cualidades que hacen posible la alianza con la
fortuna y alcanzar fama, honor y gloria. Pero separa el sentido del término de
cualquier conexión necesaria con las virtudes cardinales y principescas.
En lugar de ello argumenta que la característica que define a un príncipe
verdaderamente virtuoso debe ser la disposición a hacer siempre lo que la necesidad
dicta para alcanzar sus más altos fines.
Sus conclusiones abren una sima infranqueable entre él y toda la tradición del
pensamiento político humanista y Maquiavelo lo hace notar de forma irónica. Para
los humanistas clásicos obrar bajo la virtud moral definía a la humanidad.
Por eso abandonar la virtud era obrar irracionalmente pero también dejar el status de
hombre y descender al nivel de las bestias.
Para Cicerón de dos maneras se podía hacer el mal, por la fuerza o por el engaño
ambas propias de las bestias e indignas del hombre: la fuerza tipifica al león y el
engaño a la zorra.
En contraste a Maquiavelo le parecía que con la virilidad no es suficiente. Hay dos
maneras de obrar (cap. XVIII): la del hombre y la de los animales. Si con la primera
no es suficiente, el príncipe debe acudir a la segunda. Por tanto debe saber a qué
animales imitar y los mejores son, precisamente, el león y la zorra que aportan a la
caballerosidad la fuerza y la astucia.
12
Maquiavelo es consciente de que sus novedosos análisis de la virtú principesca
suscitan algunas dificultades. Plantea el dilema principal en el cap. XV: por un lado,
un príncipe debe “adquirir el poder de no ser bueno” y ejercerlo siempre que la
necesidad lo exija; pero también debe evitar la reputación de perverso porque pondría
en peligro su posición en lugar de consolidarse. El dilema es más agudo porque
necesita además alcanzar honor y gloria. Para ello, el príncipe aunque no necesita
poseer todas las cualidades generalmente consideradas como buenas, es “muy
necesario aparentar tenerlas”. Y ello porque dice, la mayoría de los hombres son
cándidos y proclives al autoengaño, de forma que toman por real lo que sólo es
apariencia y en el caso del príncipe, además, está protegido por la “majestad del
gobierno”, aislado, de forma que muy pocos perciben lo que es y la gran mayoría,
sólo lo que aparenta ser.
Maquiavelo afirma que todo el mundo constata cuan digno de alabanza es que un
caudillo “viva con sinceridad y no con engaño” y continúa insistiendo en que un
príncipe no debe simplemente aparecer convencionalmente virtuoso, sino que debe
“serlo realmente” cuanto esté en su mano, “observando lo que es recto cuando pueda”
y dando de lado las virtudes cuando lo dicte la necesidad.
Y es que Maquiavelo se muestra un tanto burlón y dice que aquellas cualidades
que se tienen como buenas pero que llevan al desastre “parecen virtudes”; y puesto
que sus opuestas parecen más aptas para dar “seguridad y bienestar” prefiere decir
que “parecen vicios”.
Unos apuntes sobre el tema religioso, principal coadyuvante para su condena.
Es evidente que Maquiavelo no fue un hombre religioso ni parece que la
experiencia religiosa haya formado parte de su evolución personal, aunque a veces se
puede leer el cuento de que, ante la muerte, pidió la confesión, bueno, sólo parece
eso, el cuento típico.
Maquiavelo hace un tratamiento socio-político de la religión. La considera
necesaria como aglutinante, para cohesionar al pueblo y a éste con sus gobernantes.
Así la religión sería un instrumento más del Estado. Pero igual que Rousseau más
adelante, rechaza el Cristianismo, porque se ocupa sólo de las cosas del cielo (aunque
la critica más fuerte que hace a la Iglesia es en su dimensión histórica, en su constante
mal ejemplo) haciendo débil al ciudadano.
En su lugar él piensa en la religión como la vivían los clásicos, como en la Roma
republicana, una religión civil, que sirva de aglutinante y fortalezca los deberes
cívicos.
- El filósofo de la libertad
Maquiavelo con la conclusión del Príncipe tenía esperanzas de volver a la vida
pública. Deseaba entregárselo personalmente a Giuliano de Médicis, en Roma, a
través de su amigo Vettori, embajador en el Vaticano. Pronto llegó la desilusión; tras
mandarle una hermosa copia a su amigo, cuando éste la leyó le respondió con el
silencio. Nunca más volvió a mencionarla.
13
Desengañado empezó a acudir a las reuniones de un grupo de humanistas en los
jardines de Cósimo Rucellai, en parte, de carácter literario. Fruto de ello fue el deseo
de escribir una comedia. El resultado fue “La Mandrágora”, una brillante comedia en
cinco actos con un prólogo en verso que trata sobre la seducción de la hermosa y
joven mujer de un viejo juez.
También de éstas reuniones surgió la idea de su famoso tratado "El arte de la
Guerra” publicado en 1521. Los debates más intensos eran, no obstante, de política,
donde la mayoría de ellos se mostraban como ardientes republicanos. Fruto de ello
fue la decisión de escribir sus “Discursos sobre la primera Década de Tito Livio”, su
más larga y, en muchos aspectos, su más acabada obra de filosofía política.
Su paralelismo con El Príncipe es evidente, pero veamos algunas diferencias
aunque no trastocan su unidad de pensamiento. Su idea de virtú es la misma pero si
en El Príncipe la asocia a los gobernantes y grandes líderes políticos y militares, en
los Discursos dice que si una ciudad quiere alcanzar grandeza es esencial que tal
cualidad sea poseída por el cuerpo ciudadano como un todo. La diferencia más
importante es que se centra en el gobierno republicano, pudiendo verse la obra como
una defensa de la superioridad de la República en relación con valores como la
libertad, el bien común, la igualdad, la ley, el patriotismo...
Realmente en los Discursos es donde encontramos el Maquiavelo más auténtico.
El Príncipe refleja sus ideas pero puestas al servicio de un príncipe, porque la llegada
de los Médicis le ha dejado sin trabajo y sin medios de vida. Así las expresa ya
libremente en los “Discursos” y en “El Arte de la Guerra” donde defiende una idea de
patriotismo y de república democrática. Los ciudadanos deben participar todos en la
política y deben colaborar en su defensa organizándose en las milicias ciudadanas.
Al poco de terminar los Discursos en 1519 (se publicó en 1531), Lorenzo, a quién
había dirigió la nueva dedicatoria de El Príncipe después de la muerte de Juliano,
murió también.
14
LORENZO II: Nieto de Lorenzo el Magnífico fue el Señor de
Florencia entre 1516 al suceder a su tío Juliano y 1519 cuando
murió. Su hija sería la famosa Catalina de Médicis, esposa de
Enrique II y reina de Francia.
Le sucedió en el gobierno de Florencia su primo, el cardenal Julio, que pronto sería
elegido Papa con el nombre de Clemente VII.
JULIO DE MÉDICIS = CLEMENTE VII (Papa entre
1523 y 1534), Hijo natural de Juliano y sobrino de
Lorenzo el Magnífico. Fracasó en el campo político y
religioso, (el más desgraciado de los Papas).
Empujó a Francisco I a romper sus obligaciones tras
Pavía por lo que sufrió el Sacco de Roma. Aliado luego
de Carlos V, le coronó y negó el divorcio a Enrique
VIII de Catalina, le excomulgó y se produjo el cisma
anglicano. Aliado otra vez con el rey francés, casó a su
sobrina Catalina con el Delfín. No convocó nunca, pese
a las presiones de Carlos el concilio que luego sería el
de Trento. Murió en 1534.
Sus relaciones a través de Lorenzo Strozzi, al que dedicó “El Arte de la Guerra”, hizo
que el nuevo Papa le encargara escribir una historia de Florencia.
Su historia le ocupó el resto de su vida. Es su obra más larga y sosegada y en la
que sigue con más cuidado los preceptos literarios de sus autores clásicos favoritos.
Aunque sigue también los fundamentos de la historiografía clásica (y por ende la
humanista), sobre las lecciones morales a extraer y su función didáctica, al llegar en
su ultimo libro, al análisis del siglo anterior, dice que las acciones de sus príncipes no
son admirables y que les han llevado a un mundo crecientemente corrupto.
La crítica a la familia Médicis es despiadada, pese a ser los autores del encargo.
Maquiavelo, en lugar de contar una historia que incite a la imitación, espera
estimular a los espíritus libres a evitar y librarse de los presentes abusos.
15
En 1527, tras el “Sacco di Roma” y la huida de Clemente VII de Roma, el
gobierno mediceo de Florencia se desplomó y el 16 de mayo se proclamó la
república.
Restablecido el Gran Consejo, tuvo una vida efímera. En 1530 las tropas de Carlos V
asediaron y tomaron Florencia, restableciendo a los Médicis
Carlos I
Para Maquiavelo dadas sus firmes simpatías republicanas, fue un momento de viva
esperanza. Pero para la nueva generación de republicanos su momento había pasado,
además de que los seis años precedentes había cobrado de los Médicis. Esta ironía
parece que quebró su ánimo, y poco después contrajo una enfermedad de la que no se
recuperó. Murió el 21 de junio, siendo enterrado en la iglesia de la Santa Croce, al día
siguiente y allí siguen sus restos.
En sus últimos días, en su enfermedad, contaba aquel sueño que había tenido con
frecuencia y que le retrataba muy bien. Así se despidió del mundo diciendo que
prefería ir al infierno en compañía de los grandes de la Antigüedad, y conversar con
ellos sobre las grandes cosas de la política, a ir al Paraíso entre beatos y santos.
Los ataques contra él y su doctrina comenzaron muy pronto y continúan hasta hoy.
Algunos de sus primeros críticos, como Francis Bacón, fue capaz de reconocer que
“estamos en deuda con Maquiavelo por decir lo que los hombres hacen y no lo que
deben hacer”. Pero la mayoría de sus lectores originales lo vieron como el viejo
Belcebú, el mismo diablo. Fue incluido ya en el Índice de la Iglesia en 1559 por
Paulo IV.
En el siglo XVIII se inició la reivindicación de la figura y la doctrina del
florentino, con figuras como Herder, Fichte y Hegel. Hoy la mayoría de los
comentadores de Maquiavelo se han enfrentado incluso con sus más hirientes
doctrinas con un espíritu mundano, aunque algunos como Leo Strauss y sus
discípulos mantienen la postura tradicional, viendo a Maquiavelo sólo como “el
maestro del mal”.
16
ANTONIO GRAMSCI (1891 – 1937)
Político, pedagogo, filósofo y teórico marxista italiano.
Uno de los fundadores del PCI, en 192.
En 1926, Mussolini disuelve los partidos de la oposición
y encarcela a Gramsci para “impedir que este cerebro
funcione”.
Allí escribe sus “Cuadernos desde la cárcel”, donde se
hallan sus “Notas sobre Maquiavelo, sobre la política y
sobre el Estado moderno”.
Enfermo, por la presión exterior, en 1934, le conceden la
libertad condicional.
El 21 de abril de 1937 adquiere la plena libertad, pero ya
está gravísimo en el Hospital. Muere el 27 de ese mismo
mes.
Termino esta parte, antes de entrar en el antimaquiavelismo, con Gramsci.
Maquiavelo dice, recreó la ciencia política al independizarla de la teología a la que
estaba subordinadamente unida. Pero su descubrimiento, ¿tenía fines políticos o
moralistas?, ¿no habrá sido Maquiavelo poco maquiavélico al enseñar el juego?
Croce afirma que, siendo el maquiavelismo una ciencia, sirve tanto a los
reaccionarios como a los demócratas. Esta afirmación en abstracto es verdad.
BENEDETTO CROCE 1866 – 1952,
Escritor, filósofo, historiador y político italiano.
Figura destacada del liberalismo. Su obra influyó en
pensadores italianos tan diversos como Gramsci o el ideólogo
fascista Giovanni Gentile.
Pero Gramsci opina que Maquiavelo sabe que sus presupuestos sobre el uso de
medios propios de tiranos para determinados fines, los poderosos, los que ocupan los
aledaños del gobierno, los grandes líderes de la historia los conocían, los conocen y
los practican. Por consiguiente ¿quién no sabe?, las clases revolucionarias, el pueblo
y la nación italiana en su caso. Sabino Fernández Campos hizo un análisis parecido
sobre la obra de nuestro autor.
17
Es verdad que el maquiavelismo ha servido para mejorar la técnica política
tradicional de los grupos conservadores; pero esto no debe enmascarar su carácter
esencialmente revolucionario que aun hoy es sentido y que explica todo el
antimaquiavelismo, desde el expresado por los jesuitas hasta el pietista de Pasquale
Villari.
PASQUALE VILLARI 1827 – 1917,
Historiador y político italiano,
Diputado, senador y ministro.
Escribió varias obras sobre Maquiavelo.
Para Gramsci, Maquiavelo no es el “político en general”, el “científico de la política”
de plena actualidad siempre. Hay que ver al florentino como expresión necesaria de
su tiempo, vinculado a las condiciones y exigencias de su época, caracterizada por las
luchas internas de su ciudad; las luchas entre los Estados italianos en busca de un
equilibrio obstaculizado por la existencia del papado y sus estados, por los residuos
feudales y las formas estatales ciudadanas y no territoriales; y por fin, por las luchas
por la hegemonía de los nuevos Estados europeos que se desarrollan en territorio
italiano.
Maquiavelo es así un autor histórico, lo que le niegan sus más encendidos críticos
convirtiéndole en intemporal y haciendo de sus máximas principios eternos para
mejor satanizarlos y condenarlos.
No es así, Maquiavelo es un hombre de su tiempo y su ciencia política, impregnada
de sus experiencias diplomáticas, representa la filosofía de su época que tiende a la
organización de las monarquías nacionales absolutas como formas políticas que
permiten y facilitan un desarrollo ulterior de las fuerzas productivas.
Había un lingüista conocido (no recuerdo su nombre) que decía que un texto tiene
dos momentos históricos: el de su escritura y el de su publicación. Cuando en el siglo
XVI y XVII se denostan los textos de Maquiavelo se malinterpretan porque no se
tiene en cuenta eso. Había pasado ya mucho tiempo desde que Maquiavelo los
escribiera, fruto de sus reflexiones y de sus experiencias. Su análisis exigía y exige
tener en cuenta su momento de creación.
El cap. XXVI y último es el que contiene una clara llamada a la unidad italiana y a
la expulsión de ella de los bárbaros. Se mantiene una vieja discusión sobre si es un
añadido retórico o bien la explosión auténtica de un sentimiento contenido durante
mucho tiempo.
18
Mi impresión bebe un poco de ambas. Yo creo que Maquiavelo envidiaba los
grandes estados territoriales conseguidos por España y Francia (en la corte de Luis
XII le habían “mostrado” la pequeñez de Florencia). Pero la unidad italiana para la
cual se necesitaba un gran líder (en dicho capítulo anima a los Médicis a serlo), no
creo que fuera la Italia que hoy conocemos, sino ciertas “provincias” entre ellas
Florencia. Pero Nápoles era un Estado muy consolidado que pertenecía a la Corona
de Aragón y había dos repúblicas comerciales muy importantes y con una vieja
rivalidad comercial, como eran Génova y Venecia.
Termino con otro florentino universal nacido 412 años más tarde que su
conciudadano, Giovanni Papini:
“La gran culpa de Maquiavelo fue su franqueza y valentía, virtudes que tienen un
valor moral bien superior al que se encuentra en los librillos de ética para las
escuelas y en los sermones virtuosos de los filósofos. La verdad siempre hace libres y
era preciso un toscano del XVI, agudo y sin prejuicios, para decirla clara y
desnuda...Que él aspiraba a una especie de ciudad perfecta, habitada por un pueblo
libre y virtuoso, sin amos ni tiranos, sin sectas, sin batallas, se ve en muchos pasos
de sus obras. ¿Es preciso acusarle porque tuvo el buen sentido de comprender que la
República de Platón estaba más bien lejana y que Cesar Borgia se hallaba cerca?”.
MAQUIAVELO EN ESPAÑA
¿Qué pasaba en España cuando llega Maquiavelo?
Estamos en el tránsito del feudalismo a la modernidad. Las relaciones sociales,
económicas, políticas, se amplían y necesitan unas nuevas estructuras, unas nuevas
instituciones que den respuesta a las nuevas necesidades.
19
Aunque ya en la Edad Media se puede hablar de la existencia del Estado, es en el
s. XVI cuando se camina hacia una dimensión del Estado que provoca una reflexión
interna sobre éste que produce una literatura específica importante, tanto en calidad
como en cantidad como hasta entonces no se había dado.
En España esta literatura es especialmente significativa porque, entre otras cosas,
se basaba en un Estado con una enorme extensión territorial repartida por todo el
mundo conocido, la Monarquía Hispánica que por su propio peso tenía que estar en el
centro de la reflexión política.
Durante la primera mitad del XVI esta reflexión política estuvo conducida
fundamentalmente por teólogos, catedráticos universitarios, siendo el más destacado
Vitoria, no sólo por su obra, sino porque revolucionó los estudios teológicos. Éstos se
basaban anteriormente en el “Libro de las sentencias” de Pedro Lombardo; no sin
esfuerzos y gracias a la apertura de España a las influencias humanistas, ya desde los
Reyes Católicos y más aun con el príncipe renacentista que fue Carlos I.
Ello supuso un impulso al aristotelismo, en general, no sólo al político, en la
interpretación que de él hizo Tomás de Aquino. Es el llamado neotomismo,
importante también por sus aportaciones a las nuevas teorías económicas.
Estos teólogos iniciaron una reflexión sobre los nuevos problemas que, además,
planteaba el descubrimiento de América, desde una perspectiva jurídica que
culminará en la obra de Suárez, el Doctor Eximius, ya en los inicios del XVII. La
originalidad y novedad de estos tratados permitió una gran difusión de sus libros y
con ello una enorme influencia en Europa.
¿Y Maquiavelo? Muere en 1527 con una cierta fama que le han dado sus comedias
y El Arte de la Guerra y en 1532 se publican en Roma el resto de sus grandes obras.
Ese mismo año sufre el primer ataque serio a través del cardenal Pole.
Reginald Pole (1500 – 1558), Arzobispo de
Canterbury y cardenal de la Iglesia Romana.
Abandonó su país al proclamar Enrique VIII la
Iglesia Anglicana.
Exiliado en Roma fue nombrado cardenal.
Presidió Trento como delegado del Vaticano.
Al llegar María Tudor al trono volvió a
Inglaterra, muriendo el mismo día que la reina.
20
El Papa Paulo IV (1555-1559) cambió la fortuna histórica del florentino. Dictó
sentencia contra sus escritos (1559) y el Concilio de Trento (1545-1563) la confirmó
y se incluyó en el Índice de 1564.
En España, a diferencia del resto del mundo cristiano, Maquiavelo circula
libremente. En nuestro país la altura del debate político va acompañada de una
libertad que no se da en otros países.
Hay pocas traducciones en el XVI español de su obra. En Alcalá de Henares se
publicó en 1536 un tratado “De re militari” que era evidentemente, “El Arte de la
Guerra” de Maquiavelo.
En 1552 se editó en Medina del Campo, “los Discursos”, que debió tener cierto
éxito pues se reeditó en 1555. La primera edición llevaba un privilegio real en el que
Carlos I declara que la ha hecho examinar por su Consejo Real y concede licencia
para su publicación y venta durante diez años. El privilegio declara la obra como muy
útil y provechosa para cualquier príncipe y le parece muy bien que se haya traducido
para ofrecérsela a su hijo Felipe.
Esas pocas traducciones no significan que no se le conozca. Las élites españolas
viajan constantemente por motivos militares, diplomáticos, artísticos…a la Italia
española e incluso al resto. Buena parte de ellos lo pueden leer además en su propia
lengua.
Todo ello cambia a finales del siglo. Las guerras de religión francesas en las que
Felipe II interviene a través del partido católico del Duque de Guisa y que desangran
al país vecino mueven a un grupo de escritores, Bodino y los llamados “politiqués” a
buscar una tercera vía, un entendimiento a partir de la tolerancia religiosa.
Una serie de autores españoles que no entienden ni aceptan dicha tolerancia
buscan el origen de esas perniciosas propuestas de los politiqués y lo encuentran en
las teorías de Maquiavelo.
A partir de ahí Maquiavelo es introducido en el Índice de Quiroga de 1583,
debido, en buena manera, al celo incansable del padre Mariana que interviene en su
redacción, y se convierte en el centro de la polémica sobre el Estado y la
problemática de la Razón de Estado.
Es de notar que pese a la prohibición, los libros de Maquiavelo siguen circulando,
pues para esas élites traerlos de suelo italiano es fácil. Prueba de ellos son los
inventarios de sus bibliotecas donde aparecen profusamente. Aun así, según el Duque
de Sessa se echan de menos sus obras, particularmente los libros que intitula
Discursos, Príncipe, Diálogos del Arte de la Guerra e Historia de la República de
Florencia...por tratar dichos libros de materias de Estado y de Gobierno con mucha
erudición y curiosidad por lo que solicita publicarlos a su costa, expurgados y
eliminando el nombre del autor. No se le permitió.
21
Los ataques se centran en la Razón de Estado maquiavélica y su “satánica” doctrina.
Maquiavelo nunca mencionó “razón de Estado” aunque en él se hallan todos los
elementos que permiten pensarla; se dice que sólo un ateo que no conocía el miedo al
infierno podía, con serenidad clásica reflexionar sobre la esencia de la razón de
Estado.
Surge así un antimaquiavelismo español, atribuido por algunos, a la típica
hipocresía jesuítica, pues de esta orden son sus principales autores, apoyándose en el
italiano Giovanni Botero, cuyo libro sobre la razón de Estado traducido a muchas
lenguas y exitoso en toda Europa, se inventa una razón de Estado que fundamenta un
firme dominio sobre los pueblos, una ciencia de la seguridad, un ejercicio del poder
que no se aleje de los principios de la moral cristiana.
Diez libros de la Razón de Estado, de
Giovanni Botero, traducción de Antonio
de Herrera, edición de Burgos 1601
En ella rechaza los principios del florentino, aunque sus “recetas” para la acción
práctica están rociadas de un amoralismo que apenas tiene que envidiar a
Maquiavelo.
La obra de Giovanni Botero fue traducida rápidamente al castellano por Antonio
de Herrera a petición de Felipe II y fue publicada en 1593 con el título Diez libros de
la Razón de Estado.
La traducción tuvo gran resonancia y sirvió, a la vez que introducía de modo
explícito la distinción entre la «buena» y la «mala» razón de Estado, para dar una
definición de ésta que fue tomada como base por la mayor parte de los tratadistas
españoles.
Así, no sólo desvirtúan la “razón de Estado” maquiavélica sino toda su doctrina a
través de una imagen convencional de la tiranía que le es atribuida.
22
Felipe II se hizo un antimaquiavelista militante y los tratadistas españoles, a partir
de entonces, buena parte de ellos a sueldo de la Corona, mostraron gran interés en
refutar al florentino. El Imperio adquiría pleno sentido por Dios y con Dios y los
teóricos, políticos e intelectuales de tal alianza ponen un énfasis especial en atacar a
Maquiavelo aunque luego en la casuística particular sean tan maquiavélicos como él.
El pensamiento político tradicional, católico español de raigambre tomista,
mantenía una teórica armonía entre fe y razón. Incluso Suárez, como buen
escolástico, aunque el de más altura y el más moderno de todos, seguía defendiendo
la supremacía de la Iglesia sobre el Estado.
La secularización completa de la política afirmada por Maquiavelo socavaba pues,
los fundamentos en que se apoyaba la política de la monarquía felipista.
Así, el carácter subversivo del maquiavelismo no era tanto el recurso a medios
reprobables como el fraude o el engaño sino la emancipación de la política respecto a
restricciones religiosas y la instrumentalización de la religión por el Estado.
El papel de estos intelectuales, como señaló Maravall, fue de acatamiento,
obediencia y colaboración con el poder. No pudo así surgir una línea tolerante,
pluriconfesional y moderna que siguiendo y desarrollando aspectos democráticos que
sí surgieron sobre los fundamentos, límites y naturaleza del poder, nos habrían
colocado en la línea de las nuevas ideas políticas que florecieron en el XVII europeo.
En lugar de ello nos aislamos en una defensa de los ideales religiosos
contrarreformistas provocando lo que Ortega llamaría “tibetanización”. Todavía hoy
sufrimos las consecuencias.
El problema que plantea en España y en Europa la llegada de Maquiavelo es que
colocaba al pensamiento político en un serio dilema: por una parte separaba la
política de la teología y la situaba en un marco ético que ofendía la sensibilidad
cristiana. Pero por otra parte, ante las nuevas realidades era evidente la imposibilidad
de ignorarle.
La confrontación se produce en torno a la razón de Estado convertida en una
técnica de adquisición, conservación e incremento del poder del Estado y copará el
debate político entre 1550 y 1650 aproximadamente.
La obra de Maquiavelo fue interpretada como una apología de la razón de Estado.
Se vio en él una teorización de la fuerza y de la voluntad de poder expresado en la
máxima: “el fin justifica los medios”. Como decía Elliot en el artículo inicial, la
historia de la influencia de Maquiavelo es la historia de los diversos modos en que se
le ha malentendido.
En España, Maquiavelo será el gran punto de referencia. Todos le atacan en
mayor o menor medida ya que nadie se atreve a defender sus posiciones, pero la
complejidad de actitudes es enorme y, en un momento dado, se hechará mano de
Tácito* para justificar tesis ya insoslayables para muchos pero peligrosas por su
cercanía a Maquiavelo.
23
Cornelio Tácito (55-120): Uno de los más grandes historiadores
romanos, senador cónsul y gobernador del Imperio. Refleja en sus
obras la nostalgia por los tiempos de la República, su concepto de
libertad y las grandezas romanas. En las traducciones modernas
interesaba particularmente el punto de vista político. Por ello se
incluían aforismos y comentarios. La más influyente en España
fue la traducción de Álamo de Barrientos, “Tácito español
ilustrado con aforismos”. Madrid 1614. Fue el descubridor del
naturalismo político. Llegó a tener popularidad en nuestro país
que español y tacitista fueron sinónimos en Europa.
La relación de los autores españoles con Maquiavelo no es nada homogénea y a veces
un tanto variopinta. Un ejemplo de ello es el jesuita padre Mariana (1535-1624).
Padre Mariana
Mariana sostiene la tesis de la procedencia del poder político en el pueblo. Ello
implicaba límites a la potestad del príncipe, por lo tanto, dice, es lícito el tiranicidio si
se comete con intención de salvar a la patria.
Si el príncipe practicara la tolerancia religiosa, ello sería motivo suficiente para matar
a tal príncipe. La coincidencia entre Mariana y Maquiavelo son evidentes lo que no
quita para que se muestre muy crítico con el florentino.
Hace unos años, Fernández Santamaría agrupó a los autores españoles que
escribieron sobre la razón de Estado en 3 escuelas, sistematización que con ligeras
variantes ha tenido éxito pues permite ordenar tan complejas y variadas aportaciones
y entender mejor el universo ideológico de aquella España, tan importante para
comprender la actual.
24
Las tres “escuelas” son: eticistas, idealistas y realistas.
I) Los eticistas defienden la Providencia en contra de la secularización
maquiavélica. Apela a la razón cristiana tomista sobre la base de la armonía
entre la fe y el intelecto, con una ideología contrarreformista. Por último,
atacan la doctrina de Maquiavelo muy deformada por las condiciones en
que llegó a nuestro país, afirmando que lleva a la destrucción del poder, o
sea, a la tiranía.
Como no pueden ignorar la aportación de Maquiavelo aceptan la razón de
Estado pero dicen que hay dos: la maquiavélica, la de los “políticos”,
fundada en humanos y ruines medios y otra que estriba en Dios y en los
medios que El, con su paternal providencia descubre a los príncipes. Una
falsa y otra verdadera.
Su máximo representante es el jesuita Pedro de Ribadeneira (1527-
1611) que escribe su “Tratado de la religión y virtudes que debe tener el
príncipe cristiano para gobernar y conservar sus estados, contra lo que
Nicolas Maquiavelo y los políticos de ese tiempo enseñan ”Madrid, 1595.
En este grupo entraría Quevedo (1580- 1645) y su “Política de Dios” donde
se ataca la razón de Estado con tanta o mayor virulencia que ningún otro
autor contemporáneo.
II) Los idealistas comparten los parámetros de los eticistas y su verdadera
razón de Estado. Se distinguen de estos por la exaltación de la monarquía
de los Austrias. Más que en Maquiavelo, se centran en los “políticos”,
intentando demostrar que es posible hacer una política guiada por
principios cristianos como lo demuestra la Monarquía Hispánica a la que
consideran el resultado final en un proceso final de selección natural y al
español, el nuevo pueblo elegido de Dios. Su más alto representante es
Juan de Salazar.
III) La escuela realista; mayoritaria en el s. XVII, todos ellos son intelectuales
que intentan conciliar la tradición cristiana con la finalidad utilitaria sin
separar la política de la raíz cristiana pero anteponiendo la política. Esa
componenda les lleva a contradicciones insalvables en las que cae también
su autor más importante y posiblemente el más celebrado del Barroco
español, Saavedra Fajardo*.
Saavedra Fajardo (1584-1648): Escritor y diplomático.
Destaca como pensador político siendo su obra principal
“Idea de un príncipe cristiano representada en
cien empresas” (1640) donde condena a Maquiavelo pero
luego desarrolla en sus empresas una doctrina maquiavélica
en buena medida.
25
Abogan como los eticistas, por una verdadera razón de Estado que no ponga en
peligro la base ética pero son conscientes, a diferencia de aquellos, de que los medios
a emplear por el Estado no pueden estar impregnados totalmente por la ética
tradicional.
Entre los realistas podríamos situar también a Baltasar Gracián que por su pesimismo
antropológico se aproximó notablemente a las tesis de Maquiavelo. Le critica pero a
continuación suscribe bastantes ideas del florentino, mostrando así la incoherencia de
que hablábamos antes.
Baltasar Gracián (1601-1658): Escritor del Siglo de Oro que
cultivó la prosa didáctica y la filosófica. Autor de El Criticón,
una de las grandes novelas de la
literatura española. Su pensamiento es pesimista, como
corresponde al Barroco e impregnado de la conciencia de una
España en decadencia.
En El Político señala las grandes dotes de Fernando el Católico al que describe como
el mayor rey de la monarquía española aunque el libro no es una biografía sino que se
enmarca en la línea de los “espejos para príncipes”.
Buscando una alternativa a la crisis de la moral comunitaria del seiscientos.
Proponía una especie de “razón de estado de ti mismo” que le permitiera
desenvolverse en el mundo civil sin que sus reglas estuvieran determinadas
totalmente por imperativos de orden religioso. Como el mismo recogía en un
conocido aforismo, se habían de procurar “los medios humanos como si no hubiese
divinos, y los divinos como si no hubiese humanos.
Los que más se apoyaron en Tácito, entre los que destacan Mártir Rizo y su traductor
en España, Álamo de Barrientos, presentan una mayor coherencia al tratar la razón de
Estado en sí misma, sin otras mediaciones trascendentes. Acogieron el concepto de
soberanía de Bodino, al tiempo que hacen una relectura de Maquiavelo a través de
Tácito.
Jean Bodin o Bodino (1529/30-1596): Intelectual francés que
escribió sobre filosofía, derecho, teoría política y economía.
Destacan sus aportes a la teoría del Estado, en particular su
concepto de soberanía
26
El poder político debe ser resultado de un pacto entre las élites de la sociedad. La
persona, luego, que ostente la autoridad deberá tener toda el poder. Para Bodin, Dios
es el fundamento de la razón y la naturaleza humana.
Y luego los hombres se ponen de acuerdo para buscar una autoridad. Por tanto Dios
no es fundamento del Estado de modo directo, aunque sí de modo indirecto. Por ello
el Estado no ha de estar determinado por la Iglesia, pero sí ha de respetarla.
Bodin escribe en el contexto de las guerras de religión en Francia del s. XVI.
Son los llamados a veces, maquiavelistas escondidos y los únicos que con su análisis
autónomo de la política, se pueden relacionar con el pensamiento político
moderno europeo.
Hay que decir que ninguna escuela política de la Europa del Barroco y la
Contrarreforma conciben el Estado completamente divorciado de la religión. Lo que
si existe es la tendencia a centrar el interés en la razón de Estado pasando por alto el
lado trascendental de la ecuación religiosa
-política.
Ya en el siglo XVIII, Maquiavelo no pierde actualidad. Felipe V lo leía con
frecuencia y el padre Feijoo le ataca duramente, le niega originalidad pues el
maquiavelismo, afirma, ya se practicaba por los príncipes más antiguos.
El antimaquiavelismo sirvió más a la divulgación de Maquiavelo que a su
extirpación. Incluso en 1800 se prohibió la obra de un ex- jesuita, Antonio Eximeno,
“Espíritu de Maquiavelo” pues aunque en ella se impugna su doctrina, “hay ocasión
de hablar de ella al tiempo de rebatirla”.
La verdad es que algunos capítulos no son más que un resumen de los de El
Príncipe. Los inquisidores, hasta el final de tan funesta institución, ya en el XIX,
mantuvieron su más tenaz prohibición.
José Antonio Maravall (1911-1986): Historiador y
ensayista. Fue discípulo de Ortega y Gasset. Se le
considera uno de los introductores en España de
la Historia de las ideas y una de las máximas autoridades
en el Antiguo Régimen.
Ya vimos como Maravall se lamentaba de que en España no surgiera una línea
integradora y pluriconfesional entre nuestros intelectuales y escritores políticos lo que
nos llevó a la “tibetanización”, entendida como el alejamiento de las modernas
corrientes del pensamiento en Europa.
27
Esto también lo apreciaban los contemporáneos de más allá de los Pirineos. En torno
a 1685, Adrián Baillet (biógrafo contemporáneo de Descartes), en su “Jugements des
.savants” hablaba de la excentricidad cuando no la oscuridad como marca distintiva
de un pensamiento cuya teología, filosofía, política y moral (especialmente esta
última) aparecían envueltas en forma de parábolas y fábulas. Montesquieu hablaba de
la incapacidad de los ibéricos para acceder a la modernidad.
Termino con otro florentino universal nacido 412 años más tarde que su
conciudadano, Giovanni Papini:
La gran culpa de Maquiavelo fue su franqueza y valentía, virtudes que tienen
un valor moral bien superior al que se encuentra en los librillos de ética para las
escuelas y en los sermones virtuosos de los filósofos. La verdad siempre hace libres y
era preciso un toscano del XVI, agudo y sin prejuicios, para decirla clara y
desnuda...Que él aspiraba a una especie de ciudad perfecta, habitada por un pueblo
libre y virtuoso, sin amos ni tiranos, sin sectas, sin batallas, se ve en muchos pasos
de sus obras. ¿Es preciso acusarle porque tuvo el buen sentido de comprender que la
República de Platón estaba más bien lejana y que Cesar Borgia se hallaba cerca?

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Maquiavelo y el antimaquiavelismo en España

  • 1. 1 MAQUIAVELO Y EL ANTIMAQUIAVELISMO EN ESPAÑA ……………………. "Porque de los hombres en general se puede afirmar esto: que son desagradecidos, veleidosos, falsos, cobardes, codiciosos, y en la medida en que te vaya bien son tuyos por completo". Nicoló Maquiavelo Esta frase, y frases similares sacadas de su contexto, han sido causa de molestia e irritación en las mentes de los hombres durante más de cuatrocientos años: las palabras de un inofensivo y callado patriota florentino en retiro, ocupado en cortar árboles y conversar con campesinos en su magra propiedad. Maquiavelo ha sido el tormento de jesuitas y calvinistas, el ídolo de los Napoleones y los Nietzsches, una figura de suministro para el drama isabelino, y el modelo de un Mussolini o un Lenin. Napoleón Nietzsche
  • 2. 2 Mussolini y Hitler V. I. Lenin A Maquiavelo se le ha llamado cínico; pero no podría haber mayor fuente de inspiración para el "cinismo" que la historia de la reputación de Maquiavelo. Nada como la historia de la reputación de Maquiavelo podría ilustrar mejor la trivialidad y la irrelevancia de la influencia. Desde su muerte, un persistente romanticismo ha falsificado su mensaje. Maquiavelo ha contribuido a las trapacerías de cada siglo. Pero a ningún hombre tan grande se le ha malentendido tan completamente. Siempre se le ve con cierto desdén. Su lugar no está con Aristóteles, o con Dante, en teoría política; Maquiavelo intentó algo diferente. Su lugar no está con Napoleón, y mucho menos con Nietzsche. Sus observaciones sirven por sí mismas a cualquier teoría moderna del Estado, pero no pertenecen a ninguno. “El sanguinario Maquiavelo”, como Shakespeare lo llamó (Ricardo III), nunca ha dejado de ser un objeto de odio para moralistas de todas las tendencias, tanto conservadores como progresistas, para católicos como protestantes. Edmund Burke decía entrever “las odiosas máximas de la política maquiavélica” subyacentes a la “tiranía democrática de la Revolución Francesa. Edmund Burke (1729-1797) Escritor y pensador político británico whig (progresista) pero de su rama liberal-conservadora, que él llamaba “Old whigs” - Old whig – facción conservadora, contrarios a la Revolución Francesa - New whig – facción progresista, apoyaban a la Revolución Spinoza
  • 3. 3 Spinoza le calificaba de “acutissimus florentinus” (ingenioso). Marx y Engels pensaban que los exponentes de la política maquiavélica intentaban “paralizar las energías democráticas”. Sin embargo, luego veremos como la visión de un marxista destacado como Gramsci, es totalmente distinta. Antonio Gramsci Carl Marx y Friedrich Engels Tal es la notoriedad asociada al nombre de Maquiavelo que la acusación de maquiavélico continúa siendo algo serio en los debates políticos actuales. Kissinger lo negó rápida y rotundamente cuando se lo sugirieron en una entrevista en 1972; Alan García le acusaba de ello a su antecesor Fujimori, mientras que Dick Morris, asesor de Clinton en las elecciones de 1994, escribió un libro con el revelador título de “El nuevo príncipe”. Incluso su nombre ha pasado al diccionario. Si miramos el de la RAE leemos, maquiavelismo: que actúa con astucia y doblez. El de María Moliner: astuto o hábil para conseguir su objeto con engaño o malignidad. Maquiavelo es, ante todo, el creador de la ciencia política moderna al despojarla o separarla de la teología y de la moral a las que se hallaba sometida hasta entonces. También es dramaturgo, poeta y uno de los más grandes prosistas de la literatura italiana y universal. Nicolás Maquiavelo nació en Florencia el 3 de mayo de 1469 y murió en la misma ciudad en 1527. Era hijo de Bernardo dei Niccolo Machiavelli, jurisconsulto, y de Bartolommea dei Nelli, una dama muy bella e instruida. Las primeras noticias que tenemos nos lo muestran tomando parte activa en los asuntos de su ciudad natal en 1498, el año que Savonarola, el prior dominico de S. Marcos, dominador de la política florentina durante los cuatro años precedentes, fue arrestado como hereje y quemado en la hoguera*
  • 4. 4 Girolamo Savonarola Sus partidarios fueron destituidos de sus cargos de gobierno y entre ellos, Alejandro Braccesi, el jefe de la Segunda Cancillería. El prestigio que ya se había ganado Nicolas, hizo que pese a tener sólo 29 años y ninguna experiencia administrativa, fuese elegido para sustituirle. Entonces, para entrar en la Cancillería, a sus oficiales mayores se les pedía una probada experiencia diplomática y una buena educación humanista. Dicha educación, que derivaba de fuentes romanas, especialmente Cicerón, y que los humanistas del s. XIV reavivaron, partía del dominio del latín primero, luego práctica de la retórica y la imitación de los clásicos más estilistas, para completar sus estudios con la historia antigua y la filosofía moral. Estos humanistas popularizaron también la idea de que este tipo de entrenamiento era la mejor preparación para la vida política. A medida que los florentinos se imbuían de estas creencias fueron llamando a sus más destacados humanistas para ocupar los altos cargos en el gobierno de su ciudad. Esa práctica había comenzado ya en 1375 con la designación de Coluccio Salutati como Canciller. Esos ideales explican, en gran parte, la designación de Maquiavelo a edad tan temprana. Su familia no era rica ni pertenecía a la alta aristocracia, pero sí estaba relacionada con los círculos humanistas de la ciudad. El padre, Bernardo, que se ganaba la vida como abogado, era un estudioso de las humanidades. Mantenía estrechas relaciones con diversos humanistas, incluido Bartolomeo Scala que le había hecho coprotagonista en una de sus obras y que había ocupado la Primera Cancillería unos años antes. Bernardo tenía en casa algunos libros, entre ellos la Historia de Tito Livio*, el texto que unos 50 años después habría de servir de entramado para los Discursos (Discursos sobre la primera década de Tito Livio) de su hijo, su más larga y ambiciosa obra de filosofía política. *Historia de Roma desde su fundación hasta el año 9 a.C. conocida como las Décadas. La obra constaba de 142 libros, divididos en décadas o grupos de 10 libros. De ellos sólo nos han llegado 35.
  • 5. 5 A través del diario de su padre sabemos que se preocupó de darle unos excelentes fundamentos en los studia humanitatis. A los 7 años inició sus estudios de latín; a los 12 comenzó la segunda etapa bajo la tutela de un famoso maestro, mandándole después a estudiar a la universidad de Florencia. El cargo oficial le suponía dos tipos de obligaciones. La Segunda Cancillería, creada en 1437, tenía que ver principalmente con la correspondencia referente a la administración de los territorios florentinos. Como cabeza de esta sección era también uno de los 6 secretarios afectos a la Primera Cancillería y en su calidad de tal se le asignó la tarea adicional de servir a los Diez para la Libertad, el comité responsable de las relaciones extranjeras y diplomáticas de la República. Esto significaba que podía actuar en el extranjero como secretario de los embajadores y ayudar a enviar detallados informes sobre asuntos exteriores. Su primera misión fue en julio de 1500 cuando, con Francesco de la Casa, fue enviado a la Corte de Luis XII ante el desastre del sitio de Pisa por la deserción de los mercenarios gascones. Luis XII de Francia Se casó al volver de Francia con Marieta Corsini que permaneció en la sombra a lo largo de la vida de Maquiavelo, pero las cartas de éste dan a entender que nunca dejó de amarla, mientras que ella por su parte le dio 6 hijos, llevó sus infidelidades con paciencia y, finalmente, le sobrevivió un cuarto de siglo. Marieta Corsini
  • 6. 6 Su siguiente misión le llevó ante César Borgia, nombrado duque de la Romaña por su padre el papa Alejandro VI, César se lanzó a conseguir para sí y su flamante título un territorio. Después de varias conquistas pidió una alianza formal con Florencia para lo que pidió que se le mandase un mensajero para oír sus condiciones. César Borgia Maquiavelo se presentó en Imola dos días después, ante el duque. A lo largo de los 4 meses que estuvo con él, le impresionó vivamente. Reconocía que no era un condottiero presuntuoso sino alguien que debía ser visto como un nuevo poder en Italia. Sus observaciones sobre Cesar, enviadas a Florencia, se han hecho célebres pues se repiten casi al pie de la letra en el capítulo VII de El Príncipe. Al ser enviado a Roma en 1503 ante la crisis suscitada por la muerte de Alejandro VI y la de su sucesor Pío III* Maquiavelo pudo observar otra vez a Cesar Borgia y constatar sus limitaciones. *Pío III fue papa durante 26 días (+18-10-1503). Encarceló a Cesar Borgia. Se dedicó a reformar la Iglesia pero su muerte sospechosamente rápida, impidió continuar las reformas
  • 7. 7 El papa elegido, Julio II, fue el siguiente caudillo que Maquiavelo pudo observar y valorar de primera mano, en varias audiencias de entonces y después en dos misiones en 1506 y 1510. El espíritu bélico del nuevo Papa que no dudó en coger las armas para expulsar a los “bárbaros” de Italia le impresionó primeramente, pero al avanzar la campaña se volvió más crítico aunque sin atreverse a condenarle. Pero empezaba a compartir un dicho de Robertet (Secretario del rey francés Luis XII): “que Julio II parecía haber sido destinado por el Todopoderoso para la destrucción del mundo”, y añadía que el Papa parecía empeñado en la ruina de la Cristiandad y el colapso de Italia. Julio II Entre ambas legaciones ante el Papa, Maquiavelo tuvo que cumplir otra misión fuera, lo que le permitió conocer y valorar a otro prominente hombre de gobierno: el emperador Maximiliano. La impresión que le produce se puede leer en el capítulo XIII del Príncipe que trata sobre la necesidad de escuchar los buenos consejos. Pero Maximiliano escucha tanto que es un hombre “manejable” y cambiante. Definitivamente, un inepto. Maximiliano de Austria
  • 8. 8 El análisis de estos grandes gobernantes de su tiempo le lleva a una de sus máximas. La debilidad que todos compartían era la fatal inflexibilidad ante las cambiantes circunstancias. César Borgia era demasiado arrogante por la excesiva confianza en sí mismo. Julio II, impetuoso y sobreexcitado, Maximiliano, precavido y extremadamente dubitativo. Lo que fallaba en todos era el acomodar sus personalidades a las exigencias de los tiempos. Maquiavelo colocará este juicio en el auténtico corazón del análisis sobre el caudillaje político. La necesitá. Fernando el católico En 1511, Julio II suscribió con Fernando el Católico la Santa Alianza (Estados Pontificios, España, Venecia, Suiza, el Imperio e Inglaterra), logrando su apoyo contra Francia. Al año siguiente la infantería española marchó sobre Italia y después de hacer retroceder a los franceses se volvió contra Florencia, aliada histórica de Francia. La infantería ciudadana, reclutada y preparada por Maquiavelo organizó la defensa en Prato donde fue fácilmente desarbolada por la española. Soderini marchó al destierro, los Médicis toman otra vez el poder en la ciudad y unas semanas más tarde la República fue disuelta. La suerte de Maquiavelo siguió el curso de la República. Fue relevado de su puesto y se le sentenció al confinamiento dentro del territorio florentino, previa la fianza de la enorme suma de mil florines. Un año más tarde, aunque inocente, fue acusado de conspiración contra los Médicis, sufrió cárcel, tortura y el pago de una fuerte multa. Giovanni era el segundo hijo de Lorenzo el Magnífico. Fue elegido Papa de 1513 a 1521, con el nombre de León X. Cardenal a los 13 años, no estaba espacialmente interesado en los asuntos eclesiásticos. Sus grandes gastos en política, mecenazgo y la construcción de S. Pedro le llevaron a la venta de indulgencias lo que dio alas al movimiento reformista. Condenó las tesis de Lutero en 1520 y un año después lo excomulgó
  • 9. 9 Ese mismo año, 1513, un Médicis, Giovanni fue elegido Papa con el nombre de León X, a la muerte de Julio II, lo que llevó al gobierno florentino a decretar una amnistía que puso a Maquiavelo en libertad. Intentó obtener un cargo y cuando vio la imposibilidad se retiró a su pequeña granja en Sant`Andrea. Allí contempla la política, ya como analista. En sus largas cartas a Vettori le explica como distrae su forzado ocio con la reflexión sistemática sobre su experiencia diplomática, las lecciones de la historia y el papel del gobierno. En la carta citada le cuenta a su amigo que “he compuesto un pequeño libro sobre los principados”. Este “pequeño libro” era El Príncipe, escrito en la segunda mitad de 1513. Vettori era un aristócrata florentino, compañero de Maquiavelo en la ya lejana primera legación ante el emperador (1507-1509), y con el que había contraído una cierta amistad. Vettori, además, había jugado un importante papel en la deposición y salida de Florencia de P. Soderini y su cargo de embajador en Roma era un indicio de su vinculación con los Medici. La dedicatoria se la hace primero a Giuliano y después a Lorenzo, ambos gobernantes de Florencia y de la familia Médicis, para mostrar su lealtad y su capacidad para ocupar un puesto. El Príncipe se puede dividir en cuatro grandes partes: - Primera Parte: se ocupa de los tipos de principados y la forma de conseguirlos (cap. I al IX) - Segunda parte: trata de los temas militares ( XII al XIV) - Tercera parte: trata sobre las capacidades y virtudes que tiene que tener el príncipe (XV al XXIII). - Cuarta parte: y una última (XXIV al XXVI) donde todos esos asuntos los traslada a la Italia de su tiempo con un último capítulo que se puede entender como un anhelo de unidad italiana. Se centra Maquiavelo en los principados nuevos y hace una distinción fundamental: los adquiridos y mantenidos “por medio de las propias armas y de la propia virtú” o por medio de la fuerza de otros y gracias a la fortuna. Para Maquiavelo los primeros son los conseguidos por los gobernantes más admirables: Moisés, Ciro, Rómulo, Teseo…pero no puede poner ningún ejemplo italiano de la actualidad. Se centra pues en los adquiridos por la fortuna y las tropas extranjeras. Aquí si halla ejemplos en la Italia de su tiempo, como Cesar Borgia y además llega a donde quería: los Médicis y la Florencia de su tiempo. Su vuelta al poder se debía a un golpe de fortuna y las armas de Fernando el Católico.
  • 10. 10 Maquiavelo igual que sus contemporáneos reflexiona sobre el poder de la Fortuna. Lo trata fundamentalmente en el penúltimo capítulo, recogiendo la actitud de los humanistas del quinientos, que es una versión clásica de la diosa Fortuna. Es muy poderosa dice, y dueña de la mitad de nuestras acciones. La Fortuna es mujer y, por tanto, fácilmente atraída por las cualidades viriles. Al mismo tiempo que reitera esta versión clásica Maquiavelo le da un sesgo erótico. Arguye que la Fortuna puede experimentar placer al tratarla con rudeza (ya Séneca y otros lo habían dicho), permitiendo ser dominada por hombres que procedan ruda y fríamente. ¿Pero cómo podemos atraerla? Maquiavelo desarrolla la idea de que se siente más excitada y sensible a la virtus del verdadero vir (varón, hombre). Y si el hombre es capaz de domeñar a la Fortuna y así alcanzar sus más altos propósitos, ¿cuales han de ser éstos?. Dando de lado los preceptos cristianos, puestos de relieve por Tomás de Aquino en su “Régimen de príncipes”, sigue a los moralistas romanos y dice que conseguir una forma de gobierno que le procure honor y gloria, igual que pensaron Cicerón y Tito Livio. Así expresa su admiración por Fernando de Aragón (el gobernante de su época que más respeta), porque ha realizado grandes cosas que le dan “fama y gloria” en muy alto grado. Se presenta ahora la siguiente y crucial cuestión, ¿qué máximas ha de seguir el príncipe para conseguir esto? El consejo de Maquiavelo a los nuevos príncipes se divide en dos partes: 1 – La tesis primera y fundamental es que “los cimientos principales en todos los Estados son las buenas leyes y los buenos ejércitos y éstos además han de ser milicias ciudadanas. 2 – la tesis segunda es que el príncipe debe cultivar las cualidades propias del gobierno principesco. Se ha lamentado con frecuencia que Maquiavelo no ofrezca ninguna definición de virtú. Pero lo que sí es verdad es que usa el término con completa consistencia. Los moralistas romanos nos han legado las características de un hombre virtuoso. El que posee tres tipos de cualidades: I – Las cuatro virtudes cardinales: prudencia, justicia, fortaleza y templanza II - Las principescas por naturaleza: honestidad, magnanimidad, liberalidad III – Comportamiento moral que conllevará la racionalidad. Este análisis fue adoptado de nuevo por los escritores de consejos para príncipes del Renacimiento. Pero Maquiavelo el aspecto de la moralidad humanística lo trastoca drásticamente. Rechaza totalmente el supuesto humanista de que esas son las virtudes que un gobernante necesita para alcanzar los más altos fines. Está de acuerdo con ellos acerca de los fines perseguidos: mantener su Estado y obtener gloria para sí mismo.
  • 11. 11 Pero objeta que, si es preciso obtener estos objetivos, ningún gobernante puede quizás “poseer o practicar íntegramente” todas las cualidades normalmente “vistas como buenas”. Un príncipe debe proteger sus intereses en un mundo sombrío en el que la mayoría de los hombres no son “buenos”. Si pretende ser bueno en medio de tantos que no lo son, no solamente fracasará, sino que será destruido seguramente. La crítica del humanismo clásico y del contemporáneo que hace Maquiavelo es devastadora. Un gobernante no siempre debe considerar racional el ser moral, por el contrario, la práctica seria de aquellas cosas vistas como buenas se convertirá en una desastrosa e irracional política. Sobre las objeciones cristianas a esto, Maquiavelo nada dice. Su silencio es elocuente. En realidad hace época; su eco resuena en toda Europa, recibiendo un consternado silencio como respuesta primera, y luego un grito de execración que aun no se ha extinguido del todo. Si el príncipe no debe guiarse por la moral convencional ¿que les debe conducir?. La respuesta está en el capitulo XV: la necesitá. Si un príncipe quiere gozar de buena fortuna debe ser lo suficientemente prudente como para acomodarse a los tiempos. Resulta ya evidente que la revolución de Maquiavelo entre los libros de consejos para príncipes se basaba en la redefinición del concepto de virtú. Él suscribía la acepción convencional: conjunto de cualidades que hacen posible la alianza con la fortuna y alcanzar fama, honor y gloria. Pero separa el sentido del término de cualquier conexión necesaria con las virtudes cardinales y principescas. En lugar de ello argumenta que la característica que define a un príncipe verdaderamente virtuoso debe ser la disposición a hacer siempre lo que la necesidad dicta para alcanzar sus más altos fines. Sus conclusiones abren una sima infranqueable entre él y toda la tradición del pensamiento político humanista y Maquiavelo lo hace notar de forma irónica. Para los humanistas clásicos obrar bajo la virtud moral definía a la humanidad. Por eso abandonar la virtud era obrar irracionalmente pero también dejar el status de hombre y descender al nivel de las bestias. Para Cicerón de dos maneras se podía hacer el mal, por la fuerza o por el engaño ambas propias de las bestias e indignas del hombre: la fuerza tipifica al león y el engaño a la zorra. En contraste a Maquiavelo le parecía que con la virilidad no es suficiente. Hay dos maneras de obrar (cap. XVIII): la del hombre y la de los animales. Si con la primera no es suficiente, el príncipe debe acudir a la segunda. Por tanto debe saber a qué animales imitar y los mejores son, precisamente, el león y la zorra que aportan a la caballerosidad la fuerza y la astucia.
  • 12. 12 Maquiavelo es consciente de que sus novedosos análisis de la virtú principesca suscitan algunas dificultades. Plantea el dilema principal en el cap. XV: por un lado, un príncipe debe “adquirir el poder de no ser bueno” y ejercerlo siempre que la necesidad lo exija; pero también debe evitar la reputación de perverso porque pondría en peligro su posición en lugar de consolidarse. El dilema es más agudo porque necesita además alcanzar honor y gloria. Para ello, el príncipe aunque no necesita poseer todas las cualidades generalmente consideradas como buenas, es “muy necesario aparentar tenerlas”. Y ello porque dice, la mayoría de los hombres son cándidos y proclives al autoengaño, de forma que toman por real lo que sólo es apariencia y en el caso del príncipe, además, está protegido por la “majestad del gobierno”, aislado, de forma que muy pocos perciben lo que es y la gran mayoría, sólo lo que aparenta ser. Maquiavelo afirma que todo el mundo constata cuan digno de alabanza es que un caudillo “viva con sinceridad y no con engaño” y continúa insistiendo en que un príncipe no debe simplemente aparecer convencionalmente virtuoso, sino que debe “serlo realmente” cuanto esté en su mano, “observando lo que es recto cuando pueda” y dando de lado las virtudes cuando lo dicte la necesidad. Y es que Maquiavelo se muestra un tanto burlón y dice que aquellas cualidades que se tienen como buenas pero que llevan al desastre “parecen virtudes”; y puesto que sus opuestas parecen más aptas para dar “seguridad y bienestar” prefiere decir que “parecen vicios”. Unos apuntes sobre el tema religioso, principal coadyuvante para su condena. Es evidente que Maquiavelo no fue un hombre religioso ni parece que la experiencia religiosa haya formado parte de su evolución personal, aunque a veces se puede leer el cuento de que, ante la muerte, pidió la confesión, bueno, sólo parece eso, el cuento típico. Maquiavelo hace un tratamiento socio-político de la religión. La considera necesaria como aglutinante, para cohesionar al pueblo y a éste con sus gobernantes. Así la religión sería un instrumento más del Estado. Pero igual que Rousseau más adelante, rechaza el Cristianismo, porque se ocupa sólo de las cosas del cielo (aunque la critica más fuerte que hace a la Iglesia es en su dimensión histórica, en su constante mal ejemplo) haciendo débil al ciudadano. En su lugar él piensa en la religión como la vivían los clásicos, como en la Roma republicana, una religión civil, que sirva de aglutinante y fortalezca los deberes cívicos. - El filósofo de la libertad Maquiavelo con la conclusión del Príncipe tenía esperanzas de volver a la vida pública. Deseaba entregárselo personalmente a Giuliano de Médicis, en Roma, a través de su amigo Vettori, embajador en el Vaticano. Pronto llegó la desilusión; tras mandarle una hermosa copia a su amigo, cuando éste la leyó le respondió con el silencio. Nunca más volvió a mencionarla.
  • 13. 13 Desengañado empezó a acudir a las reuniones de un grupo de humanistas en los jardines de Cósimo Rucellai, en parte, de carácter literario. Fruto de ello fue el deseo de escribir una comedia. El resultado fue “La Mandrágora”, una brillante comedia en cinco actos con un prólogo en verso que trata sobre la seducción de la hermosa y joven mujer de un viejo juez. También de éstas reuniones surgió la idea de su famoso tratado "El arte de la Guerra” publicado en 1521. Los debates más intensos eran, no obstante, de política, donde la mayoría de ellos se mostraban como ardientes republicanos. Fruto de ello fue la decisión de escribir sus “Discursos sobre la primera Década de Tito Livio”, su más larga y, en muchos aspectos, su más acabada obra de filosofía política. Su paralelismo con El Príncipe es evidente, pero veamos algunas diferencias aunque no trastocan su unidad de pensamiento. Su idea de virtú es la misma pero si en El Príncipe la asocia a los gobernantes y grandes líderes políticos y militares, en los Discursos dice que si una ciudad quiere alcanzar grandeza es esencial que tal cualidad sea poseída por el cuerpo ciudadano como un todo. La diferencia más importante es que se centra en el gobierno republicano, pudiendo verse la obra como una defensa de la superioridad de la República en relación con valores como la libertad, el bien común, la igualdad, la ley, el patriotismo... Realmente en los Discursos es donde encontramos el Maquiavelo más auténtico. El Príncipe refleja sus ideas pero puestas al servicio de un príncipe, porque la llegada de los Médicis le ha dejado sin trabajo y sin medios de vida. Así las expresa ya libremente en los “Discursos” y en “El Arte de la Guerra” donde defiende una idea de patriotismo y de república democrática. Los ciudadanos deben participar todos en la política y deben colaborar en su defensa organizándose en las milicias ciudadanas. Al poco de terminar los Discursos en 1519 (se publicó en 1531), Lorenzo, a quién había dirigió la nueva dedicatoria de El Príncipe después de la muerte de Juliano, murió también.
  • 14. 14 LORENZO II: Nieto de Lorenzo el Magnífico fue el Señor de Florencia entre 1516 al suceder a su tío Juliano y 1519 cuando murió. Su hija sería la famosa Catalina de Médicis, esposa de Enrique II y reina de Francia. Le sucedió en el gobierno de Florencia su primo, el cardenal Julio, que pronto sería elegido Papa con el nombre de Clemente VII. JULIO DE MÉDICIS = CLEMENTE VII (Papa entre 1523 y 1534), Hijo natural de Juliano y sobrino de Lorenzo el Magnífico. Fracasó en el campo político y religioso, (el más desgraciado de los Papas). Empujó a Francisco I a romper sus obligaciones tras Pavía por lo que sufrió el Sacco de Roma. Aliado luego de Carlos V, le coronó y negó el divorcio a Enrique VIII de Catalina, le excomulgó y se produjo el cisma anglicano. Aliado otra vez con el rey francés, casó a su sobrina Catalina con el Delfín. No convocó nunca, pese a las presiones de Carlos el concilio que luego sería el de Trento. Murió en 1534. Sus relaciones a través de Lorenzo Strozzi, al que dedicó “El Arte de la Guerra”, hizo que el nuevo Papa le encargara escribir una historia de Florencia. Su historia le ocupó el resto de su vida. Es su obra más larga y sosegada y en la que sigue con más cuidado los preceptos literarios de sus autores clásicos favoritos. Aunque sigue también los fundamentos de la historiografía clásica (y por ende la humanista), sobre las lecciones morales a extraer y su función didáctica, al llegar en su ultimo libro, al análisis del siglo anterior, dice que las acciones de sus príncipes no son admirables y que les han llevado a un mundo crecientemente corrupto. La crítica a la familia Médicis es despiadada, pese a ser los autores del encargo. Maquiavelo, en lugar de contar una historia que incite a la imitación, espera estimular a los espíritus libres a evitar y librarse de los presentes abusos.
  • 15. 15 En 1527, tras el “Sacco di Roma” y la huida de Clemente VII de Roma, el gobierno mediceo de Florencia se desplomó y el 16 de mayo se proclamó la república. Restablecido el Gran Consejo, tuvo una vida efímera. En 1530 las tropas de Carlos V asediaron y tomaron Florencia, restableciendo a los Médicis Carlos I Para Maquiavelo dadas sus firmes simpatías republicanas, fue un momento de viva esperanza. Pero para la nueva generación de republicanos su momento había pasado, además de que los seis años precedentes había cobrado de los Médicis. Esta ironía parece que quebró su ánimo, y poco después contrajo una enfermedad de la que no se recuperó. Murió el 21 de junio, siendo enterrado en la iglesia de la Santa Croce, al día siguiente y allí siguen sus restos. En sus últimos días, en su enfermedad, contaba aquel sueño que había tenido con frecuencia y que le retrataba muy bien. Así se despidió del mundo diciendo que prefería ir al infierno en compañía de los grandes de la Antigüedad, y conversar con ellos sobre las grandes cosas de la política, a ir al Paraíso entre beatos y santos. Los ataques contra él y su doctrina comenzaron muy pronto y continúan hasta hoy. Algunos de sus primeros críticos, como Francis Bacón, fue capaz de reconocer que “estamos en deuda con Maquiavelo por decir lo que los hombres hacen y no lo que deben hacer”. Pero la mayoría de sus lectores originales lo vieron como el viejo Belcebú, el mismo diablo. Fue incluido ya en el Índice de la Iglesia en 1559 por Paulo IV. En el siglo XVIII se inició la reivindicación de la figura y la doctrina del florentino, con figuras como Herder, Fichte y Hegel. Hoy la mayoría de los comentadores de Maquiavelo se han enfrentado incluso con sus más hirientes doctrinas con un espíritu mundano, aunque algunos como Leo Strauss y sus discípulos mantienen la postura tradicional, viendo a Maquiavelo sólo como “el maestro del mal”.
  • 16. 16 ANTONIO GRAMSCI (1891 – 1937) Político, pedagogo, filósofo y teórico marxista italiano. Uno de los fundadores del PCI, en 192. En 1926, Mussolini disuelve los partidos de la oposición y encarcela a Gramsci para “impedir que este cerebro funcione”. Allí escribe sus “Cuadernos desde la cárcel”, donde se hallan sus “Notas sobre Maquiavelo, sobre la política y sobre el Estado moderno”. Enfermo, por la presión exterior, en 1934, le conceden la libertad condicional. El 21 de abril de 1937 adquiere la plena libertad, pero ya está gravísimo en el Hospital. Muere el 27 de ese mismo mes. Termino esta parte, antes de entrar en el antimaquiavelismo, con Gramsci. Maquiavelo dice, recreó la ciencia política al independizarla de la teología a la que estaba subordinadamente unida. Pero su descubrimiento, ¿tenía fines políticos o moralistas?, ¿no habrá sido Maquiavelo poco maquiavélico al enseñar el juego? Croce afirma que, siendo el maquiavelismo una ciencia, sirve tanto a los reaccionarios como a los demócratas. Esta afirmación en abstracto es verdad. BENEDETTO CROCE 1866 – 1952, Escritor, filósofo, historiador y político italiano. Figura destacada del liberalismo. Su obra influyó en pensadores italianos tan diversos como Gramsci o el ideólogo fascista Giovanni Gentile. Pero Gramsci opina que Maquiavelo sabe que sus presupuestos sobre el uso de medios propios de tiranos para determinados fines, los poderosos, los que ocupan los aledaños del gobierno, los grandes líderes de la historia los conocían, los conocen y los practican. Por consiguiente ¿quién no sabe?, las clases revolucionarias, el pueblo y la nación italiana en su caso. Sabino Fernández Campos hizo un análisis parecido sobre la obra de nuestro autor.
  • 17. 17 Es verdad que el maquiavelismo ha servido para mejorar la técnica política tradicional de los grupos conservadores; pero esto no debe enmascarar su carácter esencialmente revolucionario que aun hoy es sentido y que explica todo el antimaquiavelismo, desde el expresado por los jesuitas hasta el pietista de Pasquale Villari. PASQUALE VILLARI 1827 – 1917, Historiador y político italiano, Diputado, senador y ministro. Escribió varias obras sobre Maquiavelo. Para Gramsci, Maquiavelo no es el “político en general”, el “científico de la política” de plena actualidad siempre. Hay que ver al florentino como expresión necesaria de su tiempo, vinculado a las condiciones y exigencias de su época, caracterizada por las luchas internas de su ciudad; las luchas entre los Estados italianos en busca de un equilibrio obstaculizado por la existencia del papado y sus estados, por los residuos feudales y las formas estatales ciudadanas y no territoriales; y por fin, por las luchas por la hegemonía de los nuevos Estados europeos que se desarrollan en territorio italiano. Maquiavelo es así un autor histórico, lo que le niegan sus más encendidos críticos convirtiéndole en intemporal y haciendo de sus máximas principios eternos para mejor satanizarlos y condenarlos. No es así, Maquiavelo es un hombre de su tiempo y su ciencia política, impregnada de sus experiencias diplomáticas, representa la filosofía de su época que tiende a la organización de las monarquías nacionales absolutas como formas políticas que permiten y facilitan un desarrollo ulterior de las fuerzas productivas. Había un lingüista conocido (no recuerdo su nombre) que decía que un texto tiene dos momentos históricos: el de su escritura y el de su publicación. Cuando en el siglo XVI y XVII se denostan los textos de Maquiavelo se malinterpretan porque no se tiene en cuenta eso. Había pasado ya mucho tiempo desde que Maquiavelo los escribiera, fruto de sus reflexiones y de sus experiencias. Su análisis exigía y exige tener en cuenta su momento de creación. El cap. XXVI y último es el que contiene una clara llamada a la unidad italiana y a la expulsión de ella de los bárbaros. Se mantiene una vieja discusión sobre si es un añadido retórico o bien la explosión auténtica de un sentimiento contenido durante mucho tiempo.
  • 18. 18 Mi impresión bebe un poco de ambas. Yo creo que Maquiavelo envidiaba los grandes estados territoriales conseguidos por España y Francia (en la corte de Luis XII le habían “mostrado” la pequeñez de Florencia). Pero la unidad italiana para la cual se necesitaba un gran líder (en dicho capítulo anima a los Médicis a serlo), no creo que fuera la Italia que hoy conocemos, sino ciertas “provincias” entre ellas Florencia. Pero Nápoles era un Estado muy consolidado que pertenecía a la Corona de Aragón y había dos repúblicas comerciales muy importantes y con una vieja rivalidad comercial, como eran Génova y Venecia. Termino con otro florentino universal nacido 412 años más tarde que su conciudadano, Giovanni Papini: “La gran culpa de Maquiavelo fue su franqueza y valentía, virtudes que tienen un valor moral bien superior al que se encuentra en los librillos de ética para las escuelas y en los sermones virtuosos de los filósofos. La verdad siempre hace libres y era preciso un toscano del XVI, agudo y sin prejuicios, para decirla clara y desnuda...Que él aspiraba a una especie de ciudad perfecta, habitada por un pueblo libre y virtuoso, sin amos ni tiranos, sin sectas, sin batallas, se ve en muchos pasos de sus obras. ¿Es preciso acusarle porque tuvo el buen sentido de comprender que la República de Platón estaba más bien lejana y que Cesar Borgia se hallaba cerca?”. MAQUIAVELO EN ESPAÑA ¿Qué pasaba en España cuando llega Maquiavelo? Estamos en el tránsito del feudalismo a la modernidad. Las relaciones sociales, económicas, políticas, se amplían y necesitan unas nuevas estructuras, unas nuevas instituciones que den respuesta a las nuevas necesidades.
  • 19. 19 Aunque ya en la Edad Media se puede hablar de la existencia del Estado, es en el s. XVI cuando se camina hacia una dimensión del Estado que provoca una reflexión interna sobre éste que produce una literatura específica importante, tanto en calidad como en cantidad como hasta entonces no se había dado. En España esta literatura es especialmente significativa porque, entre otras cosas, se basaba en un Estado con una enorme extensión territorial repartida por todo el mundo conocido, la Monarquía Hispánica que por su propio peso tenía que estar en el centro de la reflexión política. Durante la primera mitad del XVI esta reflexión política estuvo conducida fundamentalmente por teólogos, catedráticos universitarios, siendo el más destacado Vitoria, no sólo por su obra, sino porque revolucionó los estudios teológicos. Éstos se basaban anteriormente en el “Libro de las sentencias” de Pedro Lombardo; no sin esfuerzos y gracias a la apertura de España a las influencias humanistas, ya desde los Reyes Católicos y más aun con el príncipe renacentista que fue Carlos I. Ello supuso un impulso al aristotelismo, en general, no sólo al político, en la interpretación que de él hizo Tomás de Aquino. Es el llamado neotomismo, importante también por sus aportaciones a las nuevas teorías económicas. Estos teólogos iniciaron una reflexión sobre los nuevos problemas que, además, planteaba el descubrimiento de América, desde una perspectiva jurídica que culminará en la obra de Suárez, el Doctor Eximius, ya en los inicios del XVII. La originalidad y novedad de estos tratados permitió una gran difusión de sus libros y con ello una enorme influencia en Europa. ¿Y Maquiavelo? Muere en 1527 con una cierta fama que le han dado sus comedias y El Arte de la Guerra y en 1532 se publican en Roma el resto de sus grandes obras. Ese mismo año sufre el primer ataque serio a través del cardenal Pole. Reginald Pole (1500 – 1558), Arzobispo de Canterbury y cardenal de la Iglesia Romana. Abandonó su país al proclamar Enrique VIII la Iglesia Anglicana. Exiliado en Roma fue nombrado cardenal. Presidió Trento como delegado del Vaticano. Al llegar María Tudor al trono volvió a Inglaterra, muriendo el mismo día que la reina.
  • 20. 20 El Papa Paulo IV (1555-1559) cambió la fortuna histórica del florentino. Dictó sentencia contra sus escritos (1559) y el Concilio de Trento (1545-1563) la confirmó y se incluyó en el Índice de 1564. En España, a diferencia del resto del mundo cristiano, Maquiavelo circula libremente. En nuestro país la altura del debate político va acompañada de una libertad que no se da en otros países. Hay pocas traducciones en el XVI español de su obra. En Alcalá de Henares se publicó en 1536 un tratado “De re militari” que era evidentemente, “El Arte de la Guerra” de Maquiavelo. En 1552 se editó en Medina del Campo, “los Discursos”, que debió tener cierto éxito pues se reeditó en 1555. La primera edición llevaba un privilegio real en el que Carlos I declara que la ha hecho examinar por su Consejo Real y concede licencia para su publicación y venta durante diez años. El privilegio declara la obra como muy útil y provechosa para cualquier príncipe y le parece muy bien que se haya traducido para ofrecérsela a su hijo Felipe. Esas pocas traducciones no significan que no se le conozca. Las élites españolas viajan constantemente por motivos militares, diplomáticos, artísticos…a la Italia española e incluso al resto. Buena parte de ellos lo pueden leer además en su propia lengua. Todo ello cambia a finales del siglo. Las guerras de religión francesas en las que Felipe II interviene a través del partido católico del Duque de Guisa y que desangran al país vecino mueven a un grupo de escritores, Bodino y los llamados “politiqués” a buscar una tercera vía, un entendimiento a partir de la tolerancia religiosa. Una serie de autores españoles que no entienden ni aceptan dicha tolerancia buscan el origen de esas perniciosas propuestas de los politiqués y lo encuentran en las teorías de Maquiavelo. A partir de ahí Maquiavelo es introducido en el Índice de Quiroga de 1583, debido, en buena manera, al celo incansable del padre Mariana que interviene en su redacción, y se convierte en el centro de la polémica sobre el Estado y la problemática de la Razón de Estado. Es de notar que pese a la prohibición, los libros de Maquiavelo siguen circulando, pues para esas élites traerlos de suelo italiano es fácil. Prueba de ellos son los inventarios de sus bibliotecas donde aparecen profusamente. Aun así, según el Duque de Sessa se echan de menos sus obras, particularmente los libros que intitula Discursos, Príncipe, Diálogos del Arte de la Guerra e Historia de la República de Florencia...por tratar dichos libros de materias de Estado y de Gobierno con mucha erudición y curiosidad por lo que solicita publicarlos a su costa, expurgados y eliminando el nombre del autor. No se le permitió.
  • 21. 21 Los ataques se centran en la Razón de Estado maquiavélica y su “satánica” doctrina. Maquiavelo nunca mencionó “razón de Estado” aunque en él se hallan todos los elementos que permiten pensarla; se dice que sólo un ateo que no conocía el miedo al infierno podía, con serenidad clásica reflexionar sobre la esencia de la razón de Estado. Surge así un antimaquiavelismo español, atribuido por algunos, a la típica hipocresía jesuítica, pues de esta orden son sus principales autores, apoyándose en el italiano Giovanni Botero, cuyo libro sobre la razón de Estado traducido a muchas lenguas y exitoso en toda Europa, se inventa una razón de Estado que fundamenta un firme dominio sobre los pueblos, una ciencia de la seguridad, un ejercicio del poder que no se aleje de los principios de la moral cristiana. Diez libros de la Razón de Estado, de Giovanni Botero, traducción de Antonio de Herrera, edición de Burgos 1601 En ella rechaza los principios del florentino, aunque sus “recetas” para la acción práctica están rociadas de un amoralismo que apenas tiene que envidiar a Maquiavelo. La obra de Giovanni Botero fue traducida rápidamente al castellano por Antonio de Herrera a petición de Felipe II y fue publicada en 1593 con el título Diez libros de la Razón de Estado. La traducción tuvo gran resonancia y sirvió, a la vez que introducía de modo explícito la distinción entre la «buena» y la «mala» razón de Estado, para dar una definición de ésta que fue tomada como base por la mayor parte de los tratadistas españoles. Así, no sólo desvirtúan la “razón de Estado” maquiavélica sino toda su doctrina a través de una imagen convencional de la tiranía que le es atribuida.
  • 22. 22 Felipe II se hizo un antimaquiavelista militante y los tratadistas españoles, a partir de entonces, buena parte de ellos a sueldo de la Corona, mostraron gran interés en refutar al florentino. El Imperio adquiría pleno sentido por Dios y con Dios y los teóricos, políticos e intelectuales de tal alianza ponen un énfasis especial en atacar a Maquiavelo aunque luego en la casuística particular sean tan maquiavélicos como él. El pensamiento político tradicional, católico español de raigambre tomista, mantenía una teórica armonía entre fe y razón. Incluso Suárez, como buen escolástico, aunque el de más altura y el más moderno de todos, seguía defendiendo la supremacía de la Iglesia sobre el Estado. La secularización completa de la política afirmada por Maquiavelo socavaba pues, los fundamentos en que se apoyaba la política de la monarquía felipista. Así, el carácter subversivo del maquiavelismo no era tanto el recurso a medios reprobables como el fraude o el engaño sino la emancipación de la política respecto a restricciones religiosas y la instrumentalización de la religión por el Estado. El papel de estos intelectuales, como señaló Maravall, fue de acatamiento, obediencia y colaboración con el poder. No pudo así surgir una línea tolerante, pluriconfesional y moderna que siguiendo y desarrollando aspectos democráticos que sí surgieron sobre los fundamentos, límites y naturaleza del poder, nos habrían colocado en la línea de las nuevas ideas políticas que florecieron en el XVII europeo. En lugar de ello nos aislamos en una defensa de los ideales religiosos contrarreformistas provocando lo que Ortega llamaría “tibetanización”. Todavía hoy sufrimos las consecuencias. El problema que plantea en España y en Europa la llegada de Maquiavelo es que colocaba al pensamiento político en un serio dilema: por una parte separaba la política de la teología y la situaba en un marco ético que ofendía la sensibilidad cristiana. Pero por otra parte, ante las nuevas realidades era evidente la imposibilidad de ignorarle. La confrontación se produce en torno a la razón de Estado convertida en una técnica de adquisición, conservación e incremento del poder del Estado y copará el debate político entre 1550 y 1650 aproximadamente. La obra de Maquiavelo fue interpretada como una apología de la razón de Estado. Se vio en él una teorización de la fuerza y de la voluntad de poder expresado en la máxima: “el fin justifica los medios”. Como decía Elliot en el artículo inicial, la historia de la influencia de Maquiavelo es la historia de los diversos modos en que se le ha malentendido. En España, Maquiavelo será el gran punto de referencia. Todos le atacan en mayor o menor medida ya que nadie se atreve a defender sus posiciones, pero la complejidad de actitudes es enorme y, en un momento dado, se hechará mano de Tácito* para justificar tesis ya insoslayables para muchos pero peligrosas por su cercanía a Maquiavelo.
  • 23. 23 Cornelio Tácito (55-120): Uno de los más grandes historiadores romanos, senador cónsul y gobernador del Imperio. Refleja en sus obras la nostalgia por los tiempos de la República, su concepto de libertad y las grandezas romanas. En las traducciones modernas interesaba particularmente el punto de vista político. Por ello se incluían aforismos y comentarios. La más influyente en España fue la traducción de Álamo de Barrientos, “Tácito español ilustrado con aforismos”. Madrid 1614. Fue el descubridor del naturalismo político. Llegó a tener popularidad en nuestro país que español y tacitista fueron sinónimos en Europa. La relación de los autores españoles con Maquiavelo no es nada homogénea y a veces un tanto variopinta. Un ejemplo de ello es el jesuita padre Mariana (1535-1624). Padre Mariana Mariana sostiene la tesis de la procedencia del poder político en el pueblo. Ello implicaba límites a la potestad del príncipe, por lo tanto, dice, es lícito el tiranicidio si se comete con intención de salvar a la patria. Si el príncipe practicara la tolerancia religiosa, ello sería motivo suficiente para matar a tal príncipe. La coincidencia entre Mariana y Maquiavelo son evidentes lo que no quita para que se muestre muy crítico con el florentino. Hace unos años, Fernández Santamaría agrupó a los autores españoles que escribieron sobre la razón de Estado en 3 escuelas, sistematización que con ligeras variantes ha tenido éxito pues permite ordenar tan complejas y variadas aportaciones y entender mejor el universo ideológico de aquella España, tan importante para comprender la actual.
  • 24. 24 Las tres “escuelas” son: eticistas, idealistas y realistas. I) Los eticistas defienden la Providencia en contra de la secularización maquiavélica. Apela a la razón cristiana tomista sobre la base de la armonía entre la fe y el intelecto, con una ideología contrarreformista. Por último, atacan la doctrina de Maquiavelo muy deformada por las condiciones en que llegó a nuestro país, afirmando que lleva a la destrucción del poder, o sea, a la tiranía. Como no pueden ignorar la aportación de Maquiavelo aceptan la razón de Estado pero dicen que hay dos: la maquiavélica, la de los “políticos”, fundada en humanos y ruines medios y otra que estriba en Dios y en los medios que El, con su paternal providencia descubre a los príncipes. Una falsa y otra verdadera. Su máximo representante es el jesuita Pedro de Ribadeneira (1527- 1611) que escribe su “Tratado de la religión y virtudes que debe tener el príncipe cristiano para gobernar y conservar sus estados, contra lo que Nicolas Maquiavelo y los políticos de ese tiempo enseñan ”Madrid, 1595. En este grupo entraría Quevedo (1580- 1645) y su “Política de Dios” donde se ataca la razón de Estado con tanta o mayor virulencia que ningún otro autor contemporáneo. II) Los idealistas comparten los parámetros de los eticistas y su verdadera razón de Estado. Se distinguen de estos por la exaltación de la monarquía de los Austrias. Más que en Maquiavelo, se centran en los “políticos”, intentando demostrar que es posible hacer una política guiada por principios cristianos como lo demuestra la Monarquía Hispánica a la que consideran el resultado final en un proceso final de selección natural y al español, el nuevo pueblo elegido de Dios. Su más alto representante es Juan de Salazar. III) La escuela realista; mayoritaria en el s. XVII, todos ellos son intelectuales que intentan conciliar la tradición cristiana con la finalidad utilitaria sin separar la política de la raíz cristiana pero anteponiendo la política. Esa componenda les lleva a contradicciones insalvables en las que cae también su autor más importante y posiblemente el más celebrado del Barroco español, Saavedra Fajardo*. Saavedra Fajardo (1584-1648): Escritor y diplomático. Destaca como pensador político siendo su obra principal “Idea de un príncipe cristiano representada en cien empresas” (1640) donde condena a Maquiavelo pero luego desarrolla en sus empresas una doctrina maquiavélica en buena medida.
  • 25. 25 Abogan como los eticistas, por una verdadera razón de Estado que no ponga en peligro la base ética pero son conscientes, a diferencia de aquellos, de que los medios a emplear por el Estado no pueden estar impregnados totalmente por la ética tradicional. Entre los realistas podríamos situar también a Baltasar Gracián que por su pesimismo antropológico se aproximó notablemente a las tesis de Maquiavelo. Le critica pero a continuación suscribe bastantes ideas del florentino, mostrando así la incoherencia de que hablábamos antes. Baltasar Gracián (1601-1658): Escritor del Siglo de Oro que cultivó la prosa didáctica y la filosófica. Autor de El Criticón, una de las grandes novelas de la literatura española. Su pensamiento es pesimista, como corresponde al Barroco e impregnado de la conciencia de una España en decadencia. En El Político señala las grandes dotes de Fernando el Católico al que describe como el mayor rey de la monarquía española aunque el libro no es una biografía sino que se enmarca en la línea de los “espejos para príncipes”. Buscando una alternativa a la crisis de la moral comunitaria del seiscientos. Proponía una especie de “razón de estado de ti mismo” que le permitiera desenvolverse en el mundo civil sin que sus reglas estuvieran determinadas totalmente por imperativos de orden religioso. Como el mismo recogía en un conocido aforismo, se habían de procurar “los medios humanos como si no hubiese divinos, y los divinos como si no hubiese humanos. Los que más se apoyaron en Tácito, entre los que destacan Mártir Rizo y su traductor en España, Álamo de Barrientos, presentan una mayor coherencia al tratar la razón de Estado en sí misma, sin otras mediaciones trascendentes. Acogieron el concepto de soberanía de Bodino, al tiempo que hacen una relectura de Maquiavelo a través de Tácito. Jean Bodin o Bodino (1529/30-1596): Intelectual francés que escribió sobre filosofía, derecho, teoría política y economía. Destacan sus aportes a la teoría del Estado, en particular su concepto de soberanía
  • 26. 26 El poder político debe ser resultado de un pacto entre las élites de la sociedad. La persona, luego, que ostente la autoridad deberá tener toda el poder. Para Bodin, Dios es el fundamento de la razón y la naturaleza humana. Y luego los hombres se ponen de acuerdo para buscar una autoridad. Por tanto Dios no es fundamento del Estado de modo directo, aunque sí de modo indirecto. Por ello el Estado no ha de estar determinado por la Iglesia, pero sí ha de respetarla. Bodin escribe en el contexto de las guerras de religión en Francia del s. XVI. Son los llamados a veces, maquiavelistas escondidos y los únicos que con su análisis autónomo de la política, se pueden relacionar con el pensamiento político moderno europeo. Hay que decir que ninguna escuela política de la Europa del Barroco y la Contrarreforma conciben el Estado completamente divorciado de la religión. Lo que si existe es la tendencia a centrar el interés en la razón de Estado pasando por alto el lado trascendental de la ecuación religiosa -política. Ya en el siglo XVIII, Maquiavelo no pierde actualidad. Felipe V lo leía con frecuencia y el padre Feijoo le ataca duramente, le niega originalidad pues el maquiavelismo, afirma, ya se practicaba por los príncipes más antiguos. El antimaquiavelismo sirvió más a la divulgación de Maquiavelo que a su extirpación. Incluso en 1800 se prohibió la obra de un ex- jesuita, Antonio Eximeno, “Espíritu de Maquiavelo” pues aunque en ella se impugna su doctrina, “hay ocasión de hablar de ella al tiempo de rebatirla”. La verdad es que algunos capítulos no son más que un resumen de los de El Príncipe. Los inquisidores, hasta el final de tan funesta institución, ya en el XIX, mantuvieron su más tenaz prohibición. José Antonio Maravall (1911-1986): Historiador y ensayista. Fue discípulo de Ortega y Gasset. Se le considera uno de los introductores en España de la Historia de las ideas y una de las máximas autoridades en el Antiguo Régimen. Ya vimos como Maravall se lamentaba de que en España no surgiera una línea integradora y pluriconfesional entre nuestros intelectuales y escritores políticos lo que nos llevó a la “tibetanización”, entendida como el alejamiento de las modernas corrientes del pensamiento en Europa.
  • 27. 27 Esto también lo apreciaban los contemporáneos de más allá de los Pirineos. En torno a 1685, Adrián Baillet (biógrafo contemporáneo de Descartes), en su “Jugements des .savants” hablaba de la excentricidad cuando no la oscuridad como marca distintiva de un pensamiento cuya teología, filosofía, política y moral (especialmente esta última) aparecían envueltas en forma de parábolas y fábulas. Montesquieu hablaba de la incapacidad de los ibéricos para acceder a la modernidad. Termino con otro florentino universal nacido 412 años más tarde que su conciudadano, Giovanni Papini: La gran culpa de Maquiavelo fue su franqueza y valentía, virtudes que tienen un valor moral bien superior al que se encuentra en los librillos de ética para las escuelas y en los sermones virtuosos de los filósofos. La verdad siempre hace libres y era preciso un toscano del XVI, agudo y sin prejuicios, para decirla clara y desnuda...Que él aspiraba a una especie de ciudad perfecta, habitada por un pueblo libre y virtuoso, sin amos ni tiranos, sin sectas, sin batallas, se ve en muchos pasos de sus obras. ¿Es preciso acusarle porque tuvo el buen sentido de comprender que la República de Platón estaba más bien lejana y que Cesar Borgia se hallaba cerca?