Claves Para El Desarrollo De La Educación E Investigación Tecnológicas
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CLAVES PARA EL DESARROLLO DE LA EDUCACIÓN
E INVESTIGACIÓN TECNOLÓGICAS
M.A. José Antonio Carranza Palacios*
La cultura tecnológica fundamento del desarrollo de los pueblos
El propósito de nuestros anhelos como personas y como comunidades es
alcanzar una mejor calidad de vida. Dado nuestro carácter gregario, estas
aspiraciones solo se obtienen trabajando en colaboración.
Desde la Prehistoria la humanidad ha transitado por diversos estadios, y en
cada uno de ellos desarrolló técnicas que le procuraron alimento, seguridad y
confort, hasta llegar al presente, donde la multiplicidad de herramientas
desplegadas ha dado una caracterización a la evolución del hombre como
animal creador de cultura. Sin embargo, a pesar del desarrollo tecnológico,
persisten el hambre, las enfermedades, las guerras, la pobreza, la violencia, la
injusticia y la desigualdad. Paradójicamente, pareciera que a mayores logros
tecnológicos para buscar el bienestar colectivo, éste se aleja más.
Además del progreso tecnológico, el avance de la civilización se distingue por
un conjunto de características que integradas identifican al ser humano. A esta
construcción colectiva de la humanidad se le llama Cultura, siendo la
tecnología, parte de ella, pero lo relevante para el crecimiento sano de una
comunidad es la cohesión entre todos los componentes culturales.
El propósito de la tecnología no debe ser sólo la promoción de la economía ya
que “el crecimiento económico origina desequilibrios manifestados en
inadaptación del hombre a su medio de vida por considerar objetivo primordial
el progreso cuantitativo en lugar del mejoramiento de la calidad de vida”
(UNESCO, Declaración de Helsinki 1972).
Desarrollo Cultural y Tecnológico de México con perspectiva histórica
La existencia y quehaceres de nuestros antepasados prehispánicos nos
aportaron experiencias científicas muy valiosas que van desde las expresiones
más profundas del espíritu hasta los más diversos avances en astronomía, la
herbolaria y las obras hidráulicas. Y en los aspectos culturales magníficas
construcciones, esculturas y la pintura donde las representaciones de su
cosmovisión maravillan aún hoy a propios y extraños.
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Su forma de vida respetuosa les permitía convivir con la naturaleza más que
explotarla sin consideración.
Los códices y textos antiguos expresan la concepción que nuestros ancestros
tenían de la educación de sus niños y jóvenes, los cuales se preparaban para el
arte de la guerra; recibían los conocimientos más elevados de su cultura y
aprendían el canto, la danza y la música1
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Jacques Soustelle escribió: “Es admirable que en una época y en ese
continente un pueblo indígena de América haya practicado la educación
obligatoria para todos y que no hubiera un solo niño mexicano a principios del
siglo XVI, cualquiera que fuese su origen social, que estuviera privado de la
escuela”.
Mesoamérica se desarrolló de una manera original al contrario del llamado
viejo mundo, el cual aceleró su progreso por la enorme cantidad de
intercambios que se produjeron entre sus diferentes culturas. Acá, solo se
contó con el esporádico intercambio con las culturas de la región incaica.
Al llegar los españoles, sólo los misioneros se percataron del enorme valor del
progreso cultural en estas tierras, y trataron de registrarlo y practicarlo,
mientras otra corriente de fuerza propugnaba por entorpecer su asimilación a
la cultura y religión españolas. Imaginemos por un momento si vencen los
aztecas, y tal como era su costumbre, toman todo lo positivo de la cultura y
tecnología española para enriquecimiento mutuo.
A pesar de la imposición de lo español, la cultura y en particular la ciencia y la
tecnología siguieron prosperando en la Nueva España. En el siglo XVII
sobresalen Juan Ruiz de Alarcón, Carlos de Sigüenza y Góngora y Sor Juana
Inés de la Cruz, personajes del Siglo de Oro de la Literatura Española, esta
última, sin duda, el personaje novohispano más destacado de dicho siglo.
Francisco Javier Clavijero, sacerdote jesuita es figura emblemática del siglo
XVIII, distinguiéndose por sus estudios e investigaciones en Filosofía, Historia
y Ciencias.
Un dato poco conocido es el alto desarrollo literario, científico y tecnológico que
floreció en la Nueva España, en buena medida impulsado por la orden de la
Compañía de Jesús, expulsada de los territorios “españoles” en 1767. Parte de
estos jesuitas se incorporaron a las nacientes universidades como Yale,
Princeton, Columbia y Harvard. En el siglo XVIII se percibía la decadencia del
imperio español, opuesto a la ciencia newtoniana, la filosofía de Descartes, la
era de las enciclopedias, de las revoluciones norteamericana y francesa, así
como de la revolución industrial que cambiarían al mundo y anunciaban la
nueva era. Cuando ya bullían en México las ideas independentistas estimuladas
por los cambios profundos que estaban cimbrando al mundo, la Corona
Española obstruyó el promisorio impulso que la ciencia y la tecnología habían
adquirido en México.
Durante los primeros 50 años de vida independiente, el país se debatió en una
persistente lucha de fuerzas entre lo antiguo y lo nuevo que alumbraba el
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León-Portilla, Miguel (1980). Toltecayotl aspectos de la cultura náhuatl. Fondo de Cultura Económica p. 190.
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horizonte de México, aunque con un siglo de retraso respecto de las potencias
europeas.
A Juárez le correspondió, no sin librar arduos problemas, establecer los
fundamentos del México moderno.
En esta época afloran los Institutos de Ciencias y Artes, la Escuela Nacional de
Comercio y Administración, y comienzan a consolidarse, las escuelas de
Ingeniería, Medicina y Leyes, semillas de la orgullosamente centenaria
Universidad Nacional Autónoma de México, del Instituto Politécnico Nacional y
de gran parte de las actuales universidades autónomas estatales, instituciones
creadas bajo el impulso de grandes hombres a los que la Nación nunca podrá
pagarles su aporte al desarrollo cultural y profesional de México.
Mención aparte merece el ingeniero Víctor Bravo Ahuja impulsor del sistema de
educación e investigación tecnológica cuyas escuelas de nivel medio y superior
cubren toda la geografía del país.
Regresando a nuestra historia, terminadas la guerra de Reforma, y la
intervención francesa, corresponde a Porfirio Díaz Mori imponer en México un
gobierno fuerte, y centralista, que le llevó a darle orden e iniciar una ruta de
progreso, explotando las riquezas nacionales con el uso de los ferrocarriles y la
electricidad, y utilizando la inversión y tecnologías extranjeras. Esta etapa no
estuvo ajena a las contradicciones para evolucionar hacia un estado superior
de vanguardia, y Díaz no fue capaz de retirarse a tiempo, sumiendo a México
de nueva cuenta en una guerra civil de más de 10 años. Dejó, sí, una herencia
de progreso material, pero legó al país una tasa de analfabetismo del 80%
cuando los países desarrollados, ya habían generalizado la educación para
todos.
De la Revolución Mexicana, surgió un nuevo proyecto de país que sin
abandonar los principios liberales del juarismo le imprimió al nuevo régimen un
profundo carácter social. Muestra de ello es el acceso a la educación básica
garantizado a toda la población, y el que en el 2010 asisten a nuestras
universidades e instituciones de educación superior un número de estudiantes
equivalentes al 30% de los que están en edad de hacerlo, y donde la educación
tecnológica ha jugado un papel de enorme relevancia en el desarrollo de la
educación y del país mismo.
Actualmente contamos con un sólido sistema de investigación encabezado por
la UNAM, el IPN, la UAM y un número creciente de centros de investigación en
las universidades estatales, el Instituto Mexicano del Petróleo, el de
Investigaciones Eléctricas, los institutos de Salud, los centros coordinados por
el Conacyt, el Colegio de Posgraduados de la Universidad Autónoma de
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Chapingo, El Colegio de México, los colegios de los estados y algunas
instituciones privadas.
Desafortunadamente la actual dirigencia no se percata del grave error que
significa el traer y depender del know-how extranjero, importar tecnología
desarticulada por completo de nuestra sabiduría conlleva a un desequilibrio
aberrante de la necesaria e indispensable integración cultural, a la pérdida de
capacidades profesionales, al desperdicio de conocimientos y tecnología con
raíces milenarias, y al permanente pago de derechos de uso.
Debemos ser capaces de organizarnos y colaborar para impulsar el desarrollo y
articular nuestra cultura y conocimientos con las aportaciones tecnológicas
extranjeras, cuando sea necesario, para mejorarlas en beneficio de nuestro
entorno. El país precisa renovar su proyecto y articularlo a una idea-fuerza; un
proyecto generador de confianza que motive a la población a unirse en un
propósito único, para, de una manera solidaria, seguirla y fortalecerla.
Lo realizado con anterioridad, con aciertos y fallas es punto de partida para
seguir construyendo y consolidarnos como nación; no es momento para
destruirnos a nosotros mismos.
Panorama internacional, ejemplos de países que han accedido al
desarrollo
En la historia muchos países han alcanzado el desarrollo y otorgado a la
mayoría de sus ciudadanos una adecuada calidad de vida. Es frecuente extraer
recetas que aplicamos de manera superficial, descontextualizadas, y sin
adaptarlas a nuestra realidad, dando lugar a sonoros fracasos en el desarrollo
social y pérdidas económicas.
Valoremos lo hecho por otros países, y sus técnicas, pero analicemos las
condiciones culturales, sociales y políticas en que se desarrollaron y si esas
tecnologías pueden adaptarse a nuestro medio y condiciones.
Hacer un análisis exhaustivo del éxito de los principales países que en poco
tiempo se han convertido en desarrollados, está fuera del alcance de esta
exposición, sin embargo, aportaré algunos elementos que considero
importantes para entender que la superación de estos países no está desligada
del apoyo procedente de sus raíces culturales y de la concepción del desarrollo
más como un asunto social que como un proceso de compra de tecnología.
En el caso japonés los factores culturales desempeñaron un papel
fundamental; su desarrollo se dio cuando vieron al exterior y reconocieron su
rezago frente a las potencias del siglo XIX. A partir de la era Meiji (1868-
1912), se inspiraron en la idea-fuerza para lograr lo mismo que los países
industrializados occidentales, iniciando su transformación. Hubo un cambio
total en lo educativo, lo económico y lo político.
La modernización económica se logró contratando a miles de maestros,
profesionales y técnicos de Europa y los Estados Unidos para que impulsaran la
industria e instruyeran a los japoneses en las tecnologías de Occidente, y en la
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aplicación de la ciencia a la producción, el planeamiento, la organización y el
uso disciplinado de las habilidades, sin desentenderse de la cultura propia.
El sistema educativo japonés destaca a nivel mundial, caracterizado por ser
altamente competitivo y por asignar una rigurosa formación de tipo teórico que
proporciona flexibilidad y capacidad de adaptación al cambio de tareas que la
industria moderna exige.
El estímulo a la actitud solidaria y a la colaboración tiene su origen en raíces de
tipo cultural, derivadas de la filosofía confuciana a lo que responden otros
países asiáticos como China y Corea del Sur.
La filosofía milenaria de Confucio es una de las más fuertes raíces de la cultura
de Corea del Sur. Un antiguo refrán dice: “No debes pisar ni siquiera la sombra
del maestro.” Así en este país, el respeto a los maestros, sumado,
paradójicamente, a una serie de reformas dieron como resultado un sistema
educativo de alto nivel.
Los porcentajes de presupuesto con respecto al PIB que destinan México y
Corea del Sur a educación son similares, sin embargo dicha nación se sitúa
entre los tres primeros lugares del examen PISA y México en los últimos. Sin
embargo mientras el país oriental invierte en investigación y desarrollo más o
menos el 3%, México solo destina el 0.5%. En 1970 México tenía un ingreso
per cápita superior a Corea del Sur, ahora dicha nación tiene 2.5 veces el PIB
per cápita mexicano.
Otro dato contundente: en tanto en Corea del Sur hay 8 investigadores por
cada 1,000 empleados, en México tan solo hay uno; en Corea del Sur hay más
de 800 patentes anuales por millón de habitantes, mientras que en nuestra
patria casi no existen, habiendo partido ambos países de cifras similares en los
ochenta.
México inició su sistema de educación tecnológica y la creación de su Consejo
de Ciencia y Tecnología, y de los institutos nacionales de investigación antes
que los coreanos sureños hicieran lo equivalente, sin embargo, este país fue
más consistente y toda su organización en educación, ciencia y tecnología
asentada en un sólido proyecto nacional ha desencadenado un rápido
desarrollo económico y social.
Presentamos algunos datos adicionales que reflejan el rezago de México con
respecto de otras naciones que avanzan fincadas en su cultura y raíces. Los
países desarrollados tienen una cobertura promedio del 70% en educación
superior, Argentina y Uruguay rondan el 50%, mientras México apenas alcanza
el 30%.
La diferencia de la inversión en investigación, medida en dólares per cápita,
que destinan otros países con respecto a la asignada por México es
abrumadora: Suecia 1,250, Estados Unidos 1,094, Canadá 665, España 306,
Portugal 144 y México 54.
Japón, Corea del Sur, China, India y demás países emergentes, no han fincado
su progreso en el uso de mano de obra barata, ni en el capital y tecnología
extranjera. Lo han utilizado como un primer paso para luego proteger sus
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industrias. Mediante ingeniería inversa y apoyadas en sus propios centros de
investigación han desarrollado su tecnología, productos y marcas propias,
mejorando de forma continua su calidad y canales de comercialización. México
exporta mucho según reza la propaganda oficial, pero, ¿cuánto de lo vendido
corresponde a marcas, industrias o tecnología mexicanas? Permanecer como
país maquilador es aceptar que bajamos a ligas inferiores. La tecnología se
puede comprar en cualquier mercado mundial, los valores, la confianza y la
voluntad, no.
La sociedad del conocimiento
El actual impulsor del desarrollo es la innovación y su base se encuentra en el
conocimiento, por lo que haremos un comentario al respecto.
La UNESCO ha apoyado la expresión sociedad del conocimiento en el marco de
sus políticas institucionales. Se trata de una concepción más amplia a la de
sociedad de la información, incluye una dimensión de transformación social,
cultural, económica, política e institucional, así como una perspectiva más
pluralista y desarrolladora.
Existe un consenso bastante generalizado sobre la necesidad de que las
administraciones públicas intervengan activamente en promover el tránsito
hacia la Sociedad de la Información, así como en considerar a Corea del Sur,
Estados Unidos, Singapur, Finlandia o Suecia, como los referentes positivos de
la puesta en práctica de políticas públicas adecuadas que fomentan el uso de
las TIC`s entre su población. Sin embargo, del mismo modo que los modelos
de la sociedad de la información en esos países son distintos, también lo son
las políticas públicas puestas en práctica por las respectivas administraciones.
Una parte del éxito de dichas políticas puede atribuirse no sólo a su buena
adaptación a los requisitos de las tecnologías, sino también a su adecuación a
las condiciones particulares del entorno social y económico en el que se
diseñaron y pusieron en práctica.
México, catalogado en los años setenta como uno de los países con mayor
potencial para desplegar tecnologías de la información, ha cedido terreno en
este campo. Por las características propias del mexicano, nuestra ubicación
geográfica e infraestructura académica y técnica, es posible, a partir de
políticas públicas claras, tornarnos en una potencia mundial en software.
Diversidad cultural base del desarrollo
La Convención sobre la Protección y Promoción de la Diversidad Cultural de la
UNESCO (2005), reafirma que “la diversidad cultural crea un mundo rico y
variado que acrecienta la gama de posibilidades y nutre las capacidades y los
valores humanos, y por tanto constituye, uno de los principales motores del
desarrollo sostenible de las comunidades, los pueblos y las naciones”.
El país es multicultural, y cuando hablamos de cultura en México nos referimos
al mosaico de sabidurías que significan las diferentes etnias de los pueblos
primigenios, por las características que a lo largo de los siglos han diferenciado
a unas regiones de otras, por las aportaciones de nuestra raíz negra y la de las
inmigraciones de los últimos dos siglos: europeos, orientales, árabes, judíos,
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sin dejar de mencionar los méxico-americanos que regresan con una nueva
experiencia civilizatoria.
Desde hace 45 años la UNESCO ha hecho énfasis en el enfoque cultural para
diseñar los planes de desarrollo, afinándolo durante este período para proponer
en los últimos años la interculturalidad como la manera más efectiva, rica y
respetuosa de abordar los temas del desarrollo y de la calidad de vida.
Entendemos por interculturalidad el diálogo sinérgico entre las diferentes
culturas en términos respetuosos, equitativos, propositivos y de
enriquecimiento y crecimiento mutuos.
La incorporación de tecnología sin diálogo con las culturas y tecnologías
propias, significa una negación de nuestra sabiduría tradicional y una falta de
respeto a nosotros mismos; la renuncia a la adaptación a nuestras
características y al mejoramiento con los conocimientos propios limita nuestro
enriquecimiento científico, tecnológico y cultural.
Cuando volteemos al extranjero para ver su tecnología, miremos también hacia
dentro de nosotros para ver lo nuestro, la conjunción de ambas visiones
generará el avance.
Síntesis
El mejoramiento de la calidad de vida a partir del desarrollo tecnológico, debe
incorporar un fuerte componente intrínseco cimentado en la historia y la
cultura nacionales. Para que el progreso del país sea sólido se requiere el
intercambio tecnológico con enfoque de interculturalidad.
Las decisiones tecnológicas basadas en criterios económicos sin considerar los
factores culturales y los intereses superiores de la nación constituyen un grave
riesgo para el desarrollo social equitativo.
En síntesis, los puntos clave que se deben atender para aprovechar al máximo
la educación e investigación tecnológica y su aplicación son:
Considerar que la tecnología forma parte de la cultura y es fundamento del
avance de la sociedad. Imponer una tecnología ajena sin aclimatarla e
incorporarla de manera inadecuada a la cultura local crea distorsiones en las
formas de vida, con resultados por lo general nada saludables.
La tecnología de México debe conservar y respetar sus raíces históricas,
renunciar a ellas es dislocar la cohesión cultural que nos soporta como
individuos gregarios y nos impide el desarrollo humano integral, es truncar
nuestro desarrollo cultural.
Es preciso identificar los principios sobre los que México puede sustentar su
desarrollo y para ello hay que analizar el proceso que han seguido otros
países:
no renunciaron a su historia y forma de ser, es decir a su cultura.
construyeron una visión de futuro de país, que siguieron con férrea
voluntad.
fueron honestos en la autocrítica, enmendaron errores y ajustaron
planes a la cambiante realidad.
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enriquecieron su tecnología y su cultura con los intercambios que
efectuaron con las demás culturas, pero siempre atentos a adecuar las
tecnologías e influencias externas, corrigiéndolas para satisfacer de
mejor forma sus necesidades.
no vieron la inversión en Ciencia y Tecnología sólo como un negocio
rentable, sino también como un motor para el desarrollo económico,
social y cultural.
optimizaron la distribución del producto de su desarrollo.
La cultura no es estática ni pieza de museo. Se construye todos los días y nos
ayuda a enfrentarnos a nuevos retos. La globalización impuesta por el
desarrollo tecnológico nos ha llevado a inaugurar una nueva época la de “La
sociedad del conocimiento” debemos abordarla, tenemos elementos para
hacerlo, no podemos quedarnos al margen de la historia.
Convertir a la multiculturalidad del país, que implica múltiples saberes, es el
principal recurso para abordar la era del conocimiento. Empecemos por
conocernos más nosotros mismos y a las culturas que nos fortalecen; el
diálogo, el respeto y la interacción entre nosotros, y con el mundo global,
generarán los nuevos conocimientos que impulsen el desarrollo de México.
Fortalecer la infraestructura científica y tecnológica del país para que sea la
plataforma que interactúe con las demás naciones y con las múltiples culturas
propias, con el propósito de incorporarnos a la sociedad del conocimiento,
potenciando las capacidades que nos hacen únicos en el concierto global.
Octubre 6, 2010
México D.F.