1. No lo dejes crecer
Lectura:
Hebreos 12:14-25
“Mirad bien, no sea que . . . brotando
alguna raíz de amargura, os estorbe, y
por ella muchos sean contaminados”
— Hebreos 12:15
2. En junio de 1966, Rubin «el Huracán» Carter, un celebrado boxeador, junto con un
conocido fueron declarados culpables de asesinato en un juicio muy publicitado y
cargado de racismo. El boxeador mantuvo su inocencia y se convirtió en su propio
abogado en la cárcel. Después de purgar sentencia por 19 años, Carter fue liberado
cuando el veredicto fue anulado. Ya siendo un hombre libre, reflexionó: «¿Acaso alguien
bajo dichas circunstancias tiene derecho a la amargura? . . . he aprendido que la
amargura sólo consume al recipiente que lo contiene. Y para mí, permitir que la amargura
controle o infecte mi vida de cualquier manera, por pequeña que sea, sería permitir que
aquellos que me encarcelaron me quiten incluso más . . . de lo que ya se han llevado».
Creo que la amargura es lo que el autor de Hebreos tenía en mente cuando escribió sus
advertencias. En el texto de hoy, puede que algunos de los cristianos hubiesen estado
considerando regresar al judaísmo debido a la persecución y la injusticia. Como una
pequeña raíz que crece hasta convertirse en un gran árbol, la amargura pudo haber
brotado en sus corazones y ensombrecer sus relaciones cristianas más profundas
(12:15).
Cuando nos aferramos a la decepción, una venenosa raíz de amargura comienza a
crecer. Permitamos que el Espíritu nos llene para que Él pueda sanar el dolor que causa
la amargura.
4. Lectura Bíblica: Hebreos 12
Los que rechazan la gracia de Dios
L
14
S
Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor. 15 Mirad bien, no sea que
alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella
a
muchos sean contaminados; 16 no sea que haya algún fornicario, o profano, como Esaú, que por una
m
s
sola comida vendió su primogenitura. 17 Porque ya sabéis que aun después, deseando heredar la
bendición, fue desechado, y no hubo oportunidad para el arrepentimiento, aunque la procuró con
lágrimas. 18 Porque no os habéis acercado al monte que se podía palpar, y que ardía en fuego, a la
o
oscuridad, a las tinieblas y a la tempestad, 19 al sonido de la trompeta, y a la voz que hablaba, la cual los
q
que la oyeron rogaron que no se les hablase más, 20 porque no podían soportar lo que se ordenaba: Si
a
aun una bestia tocare el monte, será apedreada, o pasada con dardo; 21 y tan terrible era lo que se veía,
q
que Moisés dijo: Estoy espantado y temblando; 22 sino que os habéis acercado al monte de Sion, a la
c
ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial, a la compañía de muchos millares de ángeles, 23 a la
congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos, a Dios el Juez de todos, a los
e
espíritus de los justos hechos perfectos, 24 a Jesús el Mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada
que habla mejor que la de Abel. 25 Mirad que no desechéis al que habla. Porque si no escaparon
a
aquellos que desecharon al que los amonestaba en la tierra, mucho menos nosotros, si desecháremos
al que amonesta desde los cielos.
Reina Valera Revisada (1960). 1998 (electrónica ed.) . Sociedades Bíblicas Unidas: Miami
5. Biblia del diario vivir.
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12.15 Así como una raíz pequeña crece hasta convertirse en un gran árbol,
la amargura brota en nuestro corazón y eclipsa aun nuestras más profundas
relaciones cristianas. Una «raíz de amargura» se apodera de nosotros
cuando permitimos que los desacuerdos crezcan hasta volverse
resentimiento, o cuando alimentamos rencores por heridas pasadas. La
amargura trae consigo celos, disensiones e inmoralidad. Cuando el Espíritu
Santo llena nuestra vida, puede sanar la herida que causa la amargura.