1. Lectura: 2 Corintios 4:1-7 Para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros 2 Corintios 4:7
2. En los días de Juan Wesley, los que algunas veces dirigían los servicios en las iglesias eran predicadores laicos con una educación muy limitada. Un hombre usó Lucas 19:21 como su texto: "Porque tuve miedo de ti, por cuanto eres hombre severo". Al no conocer la palabra siervo, pensó que el texto hablaba de "un hombre ostra" (en inglés las dos palabras suenan igual). Basándose en una comprensión de dicha palabra, detalló cómo un submarinista debía buscar a tientas en las aguas oscuras y congeladas para atrapar ostras. En su intento por hacerlo, se corta las manos con los bordes afilados de las conchas. Después de obtener una ostra, nada hasta la superficie, aferrándola "con sus manos rotas y sangrantes". El predicador añadía, "Cristo descendió de la gloria al cielo a... la pecaminosa sociedad humana, a fin de atrapar humanos y llevarlos de vuelta hacia arriba con Él a la gloria del cielo. Sus manos rotas y sangrantes son una señal del valor que Él le ha dado al objeto de Su búsqueda“. Después, 12 hombres recibieron a Cristo. Más tarde, alguien se acercó a Wesley para quejarse de cómo los pescadores sin instrucción eran demasiado ignorantes incluso para conocer el significado de los textos sobre los cuales predicaban. El predicador Wesley, quien había sido educado en Oxford, simplemente dijo: No importa. El Señor recibió una docena de ostras esta noche“. Puede que nuestro mejor esfuerzo no siempre esté a la altura de los estándares de los demás. Pero Dios toma nuestras ineptitudes y humildes esfuerzos y los usa para Su gloria.
3. Haz lo que puedas donde estés y con lo que tengas.
4. Lectura Bíblica: 2 Corintios 4:1 al 12 1 Por lo cual, teniendo nosotros este ministerio según la misericordia que hemos recibido, no desmayamos. 2 Antes bien renunciamos a lo oculto y vergonzoso, no andando con astucia, ni adulterando la palabra de Dios, sino por la manifestación de la verdad recomendándonos a toda conciencia humana delante de Dios. 3 Pero si nuestro evangelio está aún encubierto, entre los que se pierden está encubierto; 4 en los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios. 5 Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo como Señor, y a nosotros como vuestros siervos por amor de Jesús. 6 Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, a es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo. Viviendo por la fe 7 Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros, 8 que estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados; 9 perseguidos, mas no desamparados; derribados, pero no destruidos; 10 llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos. 11 Porque nosotros que vivimos, siempre estamos entregados a muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal. 12 De manera que la muerte actúa en nosotros, y en vosotros la vida. Reina Valera Revisada (1960) . 1998 (electronic ed.) . Sociedades Biblicas Unidas: Miami
5. Biblia del diario vivir . 4.7 El mensaje invalorable de salvación en Jesucristo ha sido confiado por Dios a hombres frágiles y falibles («vasos de barro»). El enfoque de Pablo, sin embargo, no era en un envase perecedero sino en su valioso contenido: el poder de Dios obrando en nosotros. Aun siendo débiles, Dios nos usa para difundir las buenas nuevas y nos da poder para cumplir con la obra. Si sabemos que el poder es suyo, no nuestro, podemos evitar que el orgullo se apodere de nosotros y esto nos motiva a mantener un contacto diario con Dios, nuestra fuente de poder. Nuestra responsabilidad es dejar que la gente vea a Dios por medio nuestro. 4.8-12 Pablo nos recuerda que aunque podamos estar al final de nuestra soga, nunca estaremos al final de la esperanza. Nuestros cuerpos perecederos están sujetos al pecado y al sufrimiento pero Dios nunca nos abandona. Como Cristo obtuvo la victoria sobre la muerte, tenemos vida eterna. Todos nuestros riesgos, humillaciones y pruebas son oportunidades para demostrar el poder y la presencia de Cristo en y a través de nosotros.