El documento compara a los creyentes con vasijas o instrumentos, algunos para usos honrosos y otros para usos viles. Indica que si uno se limpia de estas cosas, será un instrumento útil para Dios. También habla de Pablo como un instrumento escogido por Dios para llevar su nombre a los gentiles, reyes e hijos de Israel. Finalmente, menciona que así como el alfarero puede volver a hacer una vasija echada a perder, Dios puede hacer lo mismo con la casa de Israel.