Fragmento del libro con autorización de los autores

1. El mundo después del coronavirus
Un libro sobre la pandemia en pleno desarrollo llega a las librerías de Iberoamérica y
las plataformas digitales.
teleSUR ofrece en exclusiva un fragmento del libro «El Mundo después del
coronavirus» de los autores Félix López y Arístides Hernández (ARES) que acaba de
publicar la editorial andaluza Samarcanda-Lantia Publishing, de España (primera
edición), y la editorial Arte Cubano, de Cuba (segunda edición). Con la pandemia en
pleno desarrollo, el escritor y el caricaturista se unieron para responder las preguntas
recurrentes que todos nos hacemos hoy sobre el mundo post coronavirus. Cada uno
ofrece su opinión desde una óptica artística diferente. Todavía con la tinta fresca, una
de los caricaturas del libro ha ganado el Gran Prix del Concurso Internacional UYACC
2020, en China, al que se presentaron más de siete mil obras de todos los continentes.
Percepciones virales
Ares y yo nos enfrascamos a lo largo de un mes para compartirles estas reflexiones que
ya llegan a puerto. Caricaturas y opiniones que llevan la impronta de un momento
difícil para la humanidad. La pandemia nos trajo incertidumbre y muerte. Nos sacudió
las simientes de los sueños, del horizonte, de la esperanza y del futuro. Las cuatro
columnas que sostienen la espiritualidad del hombre. Se movió bajo nuestros pies el
piso que sostiene a la medicina, la economía, el empleo, la política, las relaciones
internacionales y los valores humanos. Un virus que ha sido como un terremoto global.
Una crisis sanitaria que genera una crisis social. Antes de iniciar la desescalada de la
cuarentena, ya los políticos, economistas, sociólogos y filósofos comenzaron a
preguntarse cómo sería el mundo que habitaríamos después del coronavirus. Ese
ejercicio comenzó a traer luces, incógnitas y una coincidencia unánime: van a cambiar
muchísimas cosas. Como diría Serrat «todo pasa y todo queda», pero para salir al
camino debemos escoger bien el próximo sendero. Inspirado en un trance como el
nuestro, Albert Camus dejó una idea que debería ser la primera oración de nuestro
plan colectivo: «Todo lo que el hombre puede ganar al juego de la peste y de la vida es
el conocimiento y el recuerdo». ¡Allá vamos!

2. Quizás estamos tan golpeados por las circunstancias que todavía no sabemos por
dónde vamos a comenzar el arreglo del mundo. Eduardo Galeano se inventó una
fórmula útil para estos casos: «Hay un único lugar donde ayer y hoy se encuentran y se
reconocen y se abrazan. Ese lugar es mañana». Esto quiere decir que, al terminar este
libro, lo mejor que puedes hacer es sentarte y escribir qué te gustaría hacer para
reinventarte y superar lo que vamos a dejar atrás. Pero ya sabes, tiene que ser mañana
mismo. Los científicos nos avisan sin rodeo alguno de la existencia de otros ciento
ochenta virus que andan al acecho de las megas urbes del planeta. Es como si un
ejército nos tuviera cercados y la única forma posible de ganar esa batalla es con
inteligencia, con respeto por la naturaleza, pero sobre todo con conciencia de lo que
está en juego. Ojalá que millones de personas elijan un lugar tranquilo y remoto donde
pasar a partir de ahora el resto de sus vidas. Wuhan, New York, Londres o Madrid no
son hoy ciudades más seguras que los pequeños pueblos rurales, donde la tierra
generosa nos espera. El retorno de pobladores de las grandes urbes al interior de los
países ayudaría a terminar, por ejemplo, con «la España vaciada», pero también
liberaría a Madrid y a Barcelona de la contaminación ambiental, el hacinamiento y la
fiebre desmedida del consumo. Es solo una idea: ¡Piénsalo!
Una de las bajas más notables de esta contienda ha sido la política. A gritos pide ganar
en altura y en compromiso con los verdaderos problemas de la humanidad. La
pandemia es una crisis sanitaria, pero también un hecho social total. Lo primero se
enfrenta con medicina y los segundo con ideas. El coronavirus nos llevó a un escenario
donde lo que importa no es el lugar que ocuparán las potencias en el mapa de finales
de 2020, sino en qué sitio colocará cada país las prioridades relacionadas con la salud
pública, el medio ambiente y el manejo de las crisis. No exageramos si decimos que
existe una convulsión de las relaciones sociales, los valores humanos y las
instituciones. El contagio en esta materia ha sido colectivo. A la luz de los
acontecimientos habrá que repensar el mundo, las ideologías y las estructuras de
gobierno. Al escuchar a la canciller Angela Merkel subordinando al capitalismo alemán

3. a la solidaridad, uno no puede más que pensar que un cambio está en marcha. Lo
ignoto es si vamos a ir a una sociedad más participativa o una más autoritaria.
Políticos, economistas y filósofos tendrán que sentarse y encontrar juntos el camino
más rápido y menos doloroso a la desglobalización, porque con ella solo se logró la
acumulación obscena de las riquezas en muy pocas manos. ¿Estarán listos los
políticos? Ares y yo no estamos seguros. Pero quienes más pronto lo están
entendiendo son los pueblos. Es decir, la mayoría.
Cuando hablamos de la necesidad de un mundo con nuevos valores, o en el que se
rescaten los más ancestrales de la humanidad, no estamos soñando. Lo que han hecho
los médicos y trabajadores de la salud a lo largo del mundo para enfrentar la pandemia
debe ser el espejo en que nos miremos en lo adelante: valor, entrega, solidaridad,
compasión, compromiso y sentido del deber. Todo eso estaba ahí, como un reservorio
de dignidad. Pero una peste fue quien nos sacudió la conciencia y la vergüenza.
Vivimos en un mundo donde el hombre de éxito es el que atesora millones de dólares
o euros en los bancos, no importa si bien o mal ganados. No nos importaban los
médicos, los maestros, los científicos y los trabajadores que empujan la rueda que
mueve a la Tierra. Todos estaban ahí, pisoteados y subvalorados. Ahora son nuestros
héroes. Tomemos nota de esa gesta anónima, o preguntémonos porqué en la Italia
colapsada no había una brigada médica de Alemania, pero sí de una pequeña isla
pobre llamada Cuba. Las evidencias dicen casi siempre más que los medios.
Averigüemos cómo hace una nación bloqueada por un imperio para tener más de
treinta mil médicos desplegados por sesenta y seis países. Ahora que la palabra
solidaridad se puso de moda, pasemos por allí a preguntar de qué se trata ese loco
concepto.
La cuarentena ha sido otra de las grandes moralejas de la pandemia. No es fácil decir
que se ha logrado confinar al mundo. Eso es como detener la vida. Sin embargo, hay
mucho que aprender de esta experiencia. Fue como sentarnos a presenciar una clase
de supervivencia. Y de paso regresamos a los tiempos en que existían los vecinos y se

4. vivía en comunidad, preocupados los unos por los otros. Gracias a la hora de los
aplausos pudimos conocer a quienes viven al otro lado de nuestra pared, pero antes
no nos importaba saber quiénes eran, qué hacen o cuáles problemas tienen. Este ha
sido el primer eslabón de la solidaridad y de la responsabilidad colectiva. Ojalá no
tenga que volver a ocurrir, pero no olvidemos las cosas que nos enseñó. José Ortega y
Gasset escribió una vez: «He reducido el mundo a mi jardín y ahora veo la intensidad
de todo lo que existe». Casi todos podemos confirmar que es una expresión real y no
literaria. Desde un balcón también se puede observar el mundo.
En el balance de ganancias y pérdidas, la revolución digital debe proclamarse
vencedora. Ya es un hecho irreversible que el mundo después de la pandemia pasa por
la conectividad, el teletrabajo, los teleclases y el gobierno on line. Algunos países ya
realizan hasta controles médicos a distancias, auxiliados en la tecnología. Esa nueva
manera de vivir, de trabajar y de estudiar necesita de reglas y normas jurídicas, para
que la modernidad no se convierta en el nuevo lobo del hombre y se terminen de
borrar las frágiles fronteras de la libertad, la privacidad y el sentido común. Es este el
momento propicio para que los dueños de las grandes fortunas y los tanques
pensantes se pongan en función de desarrollar la revolución digital en marcha, pero en
beneficio de la salud pública, del progreso y la educación. Cada uno de nosotros se los
agradecería.
Cuando la pandemia pase vamos a quitarnos todas las máscaras. Las sanitarias y las
que nos ciegan desde hace mucho tiempo. Se necesita regresar a un mundo menos
hipócrita, que no viva de espaldas a las pandemias históricas y estacionarias: el
hambre, la pobreza, la droga, el machismo, la mentira, el odio, la xenofobia y el
racismo. Vienen tiempos difíciles que nos pondrán frente a escenarios tan duros como
la epidemia. La Organización Internacional del Trabajo calcula que en el 2020
desaparecerán 196.000.000 de empleos. Tendremos similar cifra de familias en
problemas. No podemos pasar de esa cruda realidad con una mascarilla. Hemos
hablado de desarticulación de la globalización como un hecho, pero no sabemos de

5. qué forma el neoliberalismo intentará defenderse o regenerarse, o si la nueva
hegemonía mundial se definirá a través de enfrentamientos bélicos. No se puede
seguir con el rostro cubierto en un mundo donde se esperan otras catástrofes que
reforzarán la presencia de la desigualdad y del hambre. Solidaridad es también darles
la cara a esos problemas.
Que la muerte no nos sea jamás indiferente. El luto durará lo que perdure esta
pandemia en nuestros recuerdos. El mejor epitafio colectivo que podemos escribir en
memoria de los que ya no están, es el de lograr un planeta más justo, más humano,
donde no se pierda una vida por falta de un respirador artificial, un médico o un
medicamento. La vacuna puede que aparezca más temprano que tarde. Sería un
despropósito que alguien, ya sea un país o un magnate, quiera hacerse con su control y
convertirla en objeto de lucro. La humanidad no se lo merece. ¿Qué estaríamos
enseñándoles a nuestros hijos si eso sucede? A la generación de los niños de la
pandemia debemos mostrarle lo frágil que es la vida cuando no se hacen bien las
cosas. Es nuestra responsabilidad inmunizarlos con valores como el amor, el respeto a
los seres humanos y a la naturaleza, la solidaridad y la compasión. Esas vacunas existen
en el corazón del hombre desde tiempos inmemoriales y no es necesario que un
científico las invente y las patente. No los engañemos más haciéndoles creer la fábula
de que el destino nuestro descansa en las rodillas de los dioses, cuando la única
responsabilidad de ese camino por andar está en la conciencia de ellos mismos.
Enseñémoslos a creer y crear un mundo mejor.
En 2020 el Apocalipsis dejó de ser una referencia bíblica para convertirse en una
posibilidad muy real. Nunca antes fue más fina la cuerda que une a la catástrofe y la
supervivencia. Por allí acabamos de cruzar los afortunados. Otros no lo lograron. Desde
hace muchos años la naturaleza estaba acosada por la irresponsabilidad de la especie
humana. Ahora se invirtió el papel y nos convertimos en víctimas. Ella ha sido la gran
ganadora de la pandemia. Pero no lo asume con arrogancia. Se conformó con
mostrarnos la atmósfera descontaminada, el cielo limpio, las aguas transparentes y los

6. animales paseando en los territorios marcados para uso exclusivo del hombre. Esta ha
sido una gran enseñanza. Nos han demostrado cómo puede ser el planeta si reducimos
nuestro tren de vida y de consumo. ¿Dejaremos pasar la oportunidad de ser mejores y
reparar todo lo que hemos dañado al medio ambiente? Por favor, que la respuesta no
llegue empujada por la próxima pandemia.
La sensibilidad es un antídoto contra todas las epidemias sociales. Lo saben los
intelectuales y artistas que nos dieron una gran lección de humanismo y solidaridad en
cuarentena. Que perdure esa bonita experiencia de sanar el dolor del prójimo a través
del arte. El mundo no puede moverse solo por la maquinaria del dinero. ¿Dónde
dejamos la espiritualidad, los valores y el pensar en el otro? Justo en el momento en
que cerramos este libro, 6 de mayo de 2020, el periódico Le Monde ha publicado un
manifiesto firmado por doscientos notables artistas de todo el mundo, con ideas que
impulsan un cambio de la sociedad global: «Las tragedias tienen la virtud de invitarnos
a afrontar cuestiones esenciales para reinventar nuestro modo de vida y consumo. Los
ajustes no van a ser suficientes. El problema es sistémico. El consumismo nos ha
conducido a negar el valor de la vida en sí misma». En esencia, exigen una refundación
de los objetivos, los valores y las economías. Algo que ellos mismos iniciaron durante la
pandemia.
Las grandes potencias han sido el escenario de la peor debacle de la pandemia. Se
acabaron los mitos y las leyendas. Estados Unidos ya no es un modelo de enseñanza
para nadie. No puede serlo un país donde están las peores cifras de la epidemia y el
peor manejo de la crisis sanitaria. Un murciélago ha demostrado en medio año lo que
la ciencia económica ha defendido erróneamente durante siglos. Han salido a la luz
pública las deficiencias del sistema liberal, cuya premisa es privatizarlo todo. Las
naciones con Estados fuertes son las que han sacado la cara, pero los imperios
gobernados por empresarios y tecnócratas han convertido a sus países en una
caricatura del Titanic. Preocupa dos veces, porque estamos a las puertas de la otra
pandemia: la gran depresión de 2020, que ya tiene repercusiones en la economía

7. doméstica, de los países y del mundo. Tiempos duros que obligan a repensarlo todo, al
ahorro, la austeridad y la planificación de la vida desde una perspectiva humanista y
comunitaria. Pero estas dos últimas palabras no aparecen en los manuales del
capitalismo. Habrá que luchar para que se incluyan.
Los medios de comunicación, como los hospitales, no cerraron durante la pandemia.
Hubo un regreso significativo de público a los periódicos, la radio y los telediarios
tradicionales. La gente entendió que las redes sociales son para socializar y pasarla
bien, pero no para creer todo lo que en ellas se publica. Aprovechemos esa realidad e
impulsemos unos medios enfocados en la formación de valores sociales, de cara a los
retos del medio ambiente y de la creación de una sociedad más solidaria y menos
egoísta. Es hora de vacunarnos también contra la frivolidad, la incultura y la pobreza
espiritual. Cuando la emergencia sanitaria nos obliga a un largo periodo de
distanciamiento físico, son los medios de comunicación quienes más pueden contribuir
al acercamiento social. Hoy son más fuertes que las iglesias. Tanto así, que en medio
de la pandemia el Papa Francisco recitó el Angelus de los domingos vía streaming. La
vida y el futuro del mundo también corren a través de los medios. Después de la
borrasca debería pasar por ellos la corriente sanadora de los cambios.
La historia continuará más allá de nosotros. No nos quedemos varados en la desgracia
y en los números fatales que nos deja. Metabolicemos las estadísticas como una forma
de aprender y no olvidar. Las dolorosas pérdidas humanas y materiales deben
convertirse en conocimiento para superar próximas emergencias globales. Luchemos
con todas nuestras fuerzas para que el mundo tenga más hospitales que portaviones y
más médicos que soldados. Ya es suficiente con unos virus que nos han declarado la
guerra. Busquemos la luz al final del túnel armados de resiliencia. En ella está la
capacidad para superar adversidades y convertir el dolor en un motor para avanzar.
Inculquemos ese espíritu en nuestros hijos. Quiero que el mío pueda seguir
coleccionando esas pequeñas campanitas de los pueblos que visita. Y me gustaría que

8. un día buscara una en Wuhan. Esas, con seguridad, tienen un eco especial que evoca
los sonidos de aviso y alerta de la naturaleza.
Disponible en:
Disponible Ebook en:
El Corte Inglés: https://www.elcorteingles.es/ebooks/tagus-9788417904494-el-
mundo-despues-del-coronavirus-ebook/
Casa del Libro: https://www.casadellibro.com/?gclid=Cj0KCQjwuJz3BRDTARIsAMg-
HxXzGOzsHFjUd8hSWtOFWEGB_l7sQjdWP5DbfD3mIiPZkw1iPM5BnSIaAkNAEALw_wcB
&q=el+mundo+despues+del+coronavirus
Books.Google: https://url2.cl/3rQ3G
Disponible en papel en:
Amazon: https://www.amazon.es/El-mundo-despu%C3%A9s-del-
coronavirus/dp/8417941126
Libros.cc: https://libros.cc/El-mundo-despues-del-coronavirus.htm