2. Don Quijote es viejo, pero su temperamento es el de
un joven. No es un padre de familia, sino un solitario
enajenado, rodeado de mujeres que no le entienden.
Sale de su casa en busca de una vida diferente. Va a
viajar y a ver su país, y a escuchar a todos los que
tienen algo que contar. Don Quijote enseña también
que el que tiene ideales, y está dispuesto a sufrir y si
es necesario incluso a morir por estos ideales, puede
obligar a la sociedad a una respuesta. El país y el
mundo padecen muchos males, y se necesitan tanto
ideas como manos de obra para resolverlos. Lo que
falta en el gobierno es buena voluntad.
3. En Don Quijote vemos también que las
mujeres no tienen que quedarse en casa.
Igual que los hombres, desean escaparse
del control de sus padres y descubrir el
mundo con sus propios ojos. Quieren y
pueden decidir sus propias vidas. El peligro
particular de las mujeres, que no ha
desaparecido en absoluto, es el embarazo.
Las promesas de enamorados, nos recuerda
Cervantes, son fáciles de dar y muy pesadas
de cumplir.
4. Aunque le hubiera encantado saber que alcanzaría la fama perpetua de Homero o Virgilio,
Cervantes escribía para lectores de su tiempo y no para nosotros. Su novela supone unos
puntos de vista, unas bases culturales que ya no recibimos en la niñez. Por ejemplo, el lector
para quien Cervantes escribía leía libros de caballerías, o al menos conocía cómo eran. Estos
libros han muerto, debido en parte significativa al mismo Cervantes. Que yo sepa, no ha habido
desde hace más de dos siglos nadie que haya leído ningún libro de caballerías español con
anterioridad a su conocimiento del Quijote. Por ello, este aspecto del Quijote suele entenderse
mal.
El libro mismo nos dice con la máxima claridad su propósito: acabar con la "máquina mal
fundada" de los libros de caballerías. Los contemporáneos de Cervantes no sentían ninguna
vacilación en tomar estas repetidas afirmaciones al pie de la letra. Pero debido a la evolución
social y literaria desde el siglo XVII, a ciertas contradicciones dentro de la obra y también al
tropel de criticastros que rodea cualquier obra maestra, ha surgido una tremenda controversia
sobre la interpretación del Quijote.
Por decirlo con otras palabras, Don Quijote es una obra que ahora precisa de unos datos
externos para su interpretación. Estos datos los obtenemos en primer lugar del estudio de los
libros de caballerías, que son el punto de partida del Quijote y la lectura favorita de su
protagonista. También se hallan en otras obras literarias y culturales, en documentos y en
especial en las otras obras de Cervantes, por lo general menos susceptibles de interpretaciones
conflictivas.
6. ¿QUÉ ES UN PRÓLOGO?
Es un discurso que se efectúa antes de
empezar una obra y sirve como introducción.
La palabra Prólogo viene del griego
prólogos, formado del prefijo pro (antes) y
logos (palabra, expresión). De ahí prólogo
como introducción escrita al comienzo de un
libro y sus derivadas: prologar, escribir un
prólogo y prologuista, el que escribe un
prólogo.
7. DESOCUPADO LECTOR…
Al dedicarse al lector como “desocupado”, se está sugiriendo que si
tomó el libro para leerlo es porque tenía tiempo libre, y tal vez no
porque necesariamente estuviera muy interesado. Ya se plantea desde
aquí una postura de humildad por parte del autor, y asumiendo que el
lector no va a prestar demasiada atención a la obra, y va a ser más
bien distraído en la lectura. Esto es irónico, ya que “El Quijote” es una
obra para necesariamente ser leída con atención, debido a su
complejidad. Además la obra es uno de los mejores libros de la
humanidad, la primera novela moderna, y el mejor libro de la historia
de España, aunque Cervantes no contemplara tanto, era plenamente
consciente de la calidad de su obra, por lo que interpretamos su actitud
como una FALSA MODESTIA.
“quisiera que este libro, como hijo del entendimiento, fuera el más
hermoso, el más gallardo y más discreto que pudiera imaginarse. Pero
no he podido yo contravenir al orden de naturaleza; que en ella cada
cosa engendra su semejante”.
8. Continúa aquí la actitud de modestia. Se está sosteniendo que
todo hijo va a ser similar a sus padres en la naturaleza, y
aunque él quisiera que su libro fuera el mejor, él como mediocre
no va a poder escribir un libro que no sea otra cosa que
mediocre. Está presente aquí la metáfora del libro como hijo, por
ser fruto de su creación, por el cariño que le tiene, y por ser dos
de los elementos con que una persona puede lograr la
trascendencia, y seguir de alguna manera presente después de
la muerte.
Y así, ¿qué podrá engendrar el estéril y mal cultivado ingenio
mío, sino la historia de un hijo seco, avellanado, antojadizo y
lleno de pensamientos varios y nunca imaginados de otro
alguno, bien como quien se engendró en una cárcel, donde toda
incomodidad tiene su asiento y donde todo triste ruido hace su
habitación?
9. Se supone que que Cervantes concibió la idea del
Quijote en su tiempo en prisión. Se extiende aquí
sobre la idea anterior, diciendo que su ingenio poco
creativo y mal educado nunca podría crear otra cosa
que un hijo seco y poco interesante, con el agravante
que la prisión es un lugar muy poco propicio para
concebir un hijo.
El sosiego, el lugar apacible, la amenidad de los
campos, la serenidad de los cielos, el murmurar de
las fuentes, la quietud del espíritu son grande parte
para que las musas más estériles se muestren
fecundas y ofrezcan partos al mundo que le colmen
de maravilla y de contento.
10. Es muy distinto a concebirlo en un entorno
natural, como el campo, sostiene que lo que se
produzca en los campos siempre
necesariamente será bello, afirmando que el
ambiente influye en la creación, y la determina
Acontece tener un padre un hijo feo y sin gracia
alguna, y el amor que le tiene le pone una
venda en los ojos para que no vea sus faltas,
antes las juzga por discreciones y lindezas y las
cuenta a sus amigos por agudezas y donaires.
11. Cervantes muestra aquí la imagen de los padres que tienen hijos
feos y sin gracia, pero el amor no les permite darse cuenta de
esto, y no ven sus errores, y los cuentan como logros.
Pero yo, que, aunque parezco padre, soy padrastro de Don
Quijote, no quiero irme con la corriente del uso, ni suplicarte, casi
con las lágrimas en los ojos, como otros hacen, lector carísimo,
que perdones o disimules las faltas que en este mi hijo vieres; y
ni eres su pariente ni su amigo, y tienes tu alma en tu cuerpo y tu
libre albedrío como el más pintado, y estás en tu casa, donde
eres señor de ella, como el rey de sus alcabalas (impuestos), y
sabes lo que comúnmente se dice: "que debajo de mi manto, al
rey mato“(se refiere a un refrán: “cada uno piensa lo que quiere”).
Todo lo cual te exenta y hace libre de todo respecto y obligación;
y así, puedes decir de la historia todo aquello que te pareciere,
sin temor que te calumnien por el mal ni te premien por el bien
que dijeres de ella.
12. Sin embargo, el narrador le dice aquí a su lector que él no será uno de esos
padres, pues además él es “padrastro” del Quijote. Aquí empieza a elaborarse una
serie intrincada de niveles de ficción que crea Cervantes en el Quijote. Él cuenta la
historia como si fuera verdadera y ya varios la hubieran contado antes, además de
esto, en el capítulo IX de la primera parte, la narración se interrumpe porque el
narrador anuncia tener que ir a un mercado a buscar el resto del manuscrito, y
como lo encuentra en árabe lo tiene que hacer traducir para seguirlo narrando.
Además sucederá que en la segunda parte del libro hay personajes que leyeron la
primera, e incluso un personaje que leyó la falsa segunda parte.
Volviendo al prólogo, el narrador sostiene que no le pedirá al lector que ignore los
errores de su libro, pues el mismo tiene su libertad y puede juzgarlo de la manera
que quiera, pues “ni eres su pariente ni su amigo”, y está en su casa donde es amo
y puede pensar lo que quiera.
Solo quisiera dártela monda y desnuda, sin el ornato de prólogo, ni de la
inumerabilidad y catálogo de los acostumbrados sonetos, epigramas y elogios que
al principio de los libros suelen ponerse. Porque te sé decir que, aunque me costó
algún trabajo componerla, ninguno tuve por mayor que hacer esta prefación que
vas leyendo. Muchas veces tomé la pluma para escribille, y muchas la dejé, por no
saber lo que escribiría
13. El narrador dice aquí que sólo desea poder entregar el libro sin
tener que cumplir con las convenciones de poner sonetos y otros
elementos al principio, escritos por personas ilustres, como se
acostumbraba en la época, y mucho más le está costando
cumplir con estas normas que lo que le costó escribir la obra.
Narra luego que cuando estaba con todos esos pensamientos
llegó un amigo, al que le comentó sobre su angustia de no poder
publicar el libro, por no poder cumplir con todas las convenciones
de llevar acotaciones en los márgenes y citas a filósofos ilustres,
pues no tiene a quién citar ni qué poner, se hace una crítica a
esas costumbres, señalando lo inútiles y decorativas que son, y
que no le aportan a la obra en sí, sino que son meras
formalidades sin sentido. También carecerá su obra de sonetos y
otros elementos aportados por nobles u otra gente distinguida.
14. Es de destacar que se inserta en el propio lugar del prólogo la narración
sobre cómo este fue creado, otro elemento de ficción dentro de la
ficción, y escritura sobre la escritura.
El amigo responde prontamente que esos problemas que está teniendo
responden a la pereza, y afirma que son fácilmente solucionables. En
cuanto a los sonetos los debe escribir él y atribuírselos a personas de
renombre inventados por él, que si algún crítico minucioso lo notara, ya
tarde sería y el libro ya estaría publicado. En cuanto a las citas al
margen, sugiere recurrir a frases en latín ya sabidas de memoria, o de
fácil acceso. Dice lo mismo sobre las notas al final, recurrir al
conocimiento general, o en su defecto a la propia invención cuando sea
necesario. Y sobre citar filósofos el amigo propone buscar cualquier
índice de filósofos y citarlos todos, pues nadie pensará realmente
afirmar que no se leyó uno u otro. Se hace una aguda crítica sobre
todas estas costumbres, su inutilidad, y lo fácilmente que pueden ser
falseadas, y que probablemente lo sean.
15. Se pone en boca del amigo aquí cuál es el objetivo del libro, criticar las
novelas de caballerías, por lo que no necesitará citar ningún filósofo que
sobre ellas nada escribieron, tampoco tiene que ostentar ningún
conocimiento al hablar de ellas, pues no hay en ellas lógica, ni
conocimientos astrológicos ni geométricos, ni de ningún tipo; se señala
el carácter de descabelladas y ridículas de estas obras que excedían
siempre los límites de la lógica, la ciencia y la coherencia en su
fantasía. Señala después que para hacerles burla sólo es necesario
imitarlas, cuánto más perfecta la imitación, mejor, pues caen por su
propio peso, la ridiculez en ellas es obvia.
no hay para qué andéis mendigando sentencias de filósofos, consejos
de la Divina Escritura, fábulas de poetas, oraciones de retóricos,
milagros de santos, sino procurar que a la llana, con palabras
significantes, honestas y bien colocadas, salga vuestra oración y
período sonoro y festivo ... Procurad también que, leyendo vuestra
historia, el melancólico se mueva a risa, el risueño la acreciente, el
simple no se enfade, el discreto se admire de la invención, el grave no
la desprecie, ni el prudente deje de alabarla.
16. Se hace con estas pocas palabras casi que un tratado de
poética. No es necesario para que una obra sea valiosa citar
sabios ni ostentar conocimiento, ni llenarla de convenciones
formales, sino que las palabras deben ser significativas, honestas
y bien manejadas. Además se debe apuntar al lector, procurando
hacer reír al melancólico, hacer reír más al risueño, crear algo
que sea comprendido por aquellos que tienen menos recursos
intelectuales, pero sin descuidar a los inteligentes, logrando su
admiración. En pocas palabras y como si fuera nada, se resumió
todo lo que el arte lucha hasta hoy por lograr, que es alcanzar a
la mayor parte del público posible sin perder el valor artístico.
Luego de estas palabras del amigo, el narrador se muestra muy
aliviado de poder presentar su obra sin todos los decorativos
formales, pues lo importante en ella es el contenido.