Este documento describe la evolución de la escuela desde su origen en la revolución industrial hasta la actualidad como una institución en la sociedad del conocimiento. Originalmente, la escuela se creó para formar trabajadores y moralizar a la población, pero ahora su función es enseñar a las personas a aprender de forma permanente para que puedan adaptarse a un mundo en constante cambio. La escuela debe proporcionar habilidades analíticas y capacidad de aprendizaje continuo más que conocimientos específicos. También debe aprovechar las nuevas tecnolog
Prueba de evaluación Geografía e Historia Comunidad de Madrid 2º de la ESO
Sentido educación
1. Una escuela para la sociedad del conocimiento. El sentido
de la educación escolar1
La escuela que conocemos hoy en día nace al calor de la revolución industrial y la
consiguiente necesidad de una institución que asumiera la doble función de formar
trabajadores –labor que acometían las familias- y moralizar a la población –tarea de
la que se encargaban la iglesia y toda una legión de predicadores ambulantes-. Se
trata de incorporar, de grado o por la fuerza, al grueso de la población al mundo de la
producción industrial, el cual separa radicalmente el ámbito familiar del laboral.
Hasta entonces el campesino aprendía su trabajo conviviendo con sus familiares y el
artesano lo hacía en otra familia. De la formación de los funcionarios del Estado –
desde burócratas a militares- y del clero se encargaban unas universidades muy
distintas de las actuales.
Todo este panorama cambia radicalmente cuando hay que incorporar al
nuevo escenario productivo de las fábricas a gentes habituadas a trabajar al aire
libre siguiendo la secuencia natural de los ciclos del día y de la noche y de las cuatro
estaciones anuales. La escuela anticipa el mundo de disciplina, de horarios, de
atención, de control, de encierro en un espacio físico al que casi todo el mundo está
destinado.
Es una escuela construida a imagen y semejanza de la clase ascendente, de la
burguesía (propietarios o altos profesionales, varones y de raza blanca), cuyos
valores de frugalidad, individualismo posesivo y de posposición de las gratificaciones
permean el espíritu de la institución escolar. Para el resto de la sociedad –clases
trabajadoras, mujeres, minorías étnicas- la escuela no iba más allá de la
alfabetización básica o su posible derivación hacia la formación profesional o para el
matrimonio burgués. Esto es lo que explica su fuerte carácter segregador y a ello
contribuye sobremanera el hecho de que cada nivel educativo es concebido en
función del siguiente.
Hoy en día esta circunstancia se aprecia de forma extrema en segundo de
bachillerato, curso que, lejos de servir para aprender, se ha convertido en una suerte
de academia para aprobar la selectividad. La mayoría de los aprendizajes de la
educación obligatoria se conciben desde la óptica del estudiante que
1
Este texto ha sido elaborado por Rafael Feito Alonso, Doctor y Profesor de Sociología en la Facultad de
Ciencias Políticas de la Universidad Complutense de Madrid, por encargo de la Dirección de FUHEM, para
contribuir a promover el debate en torno a los distintos aspectos englobados en el Libro Blanco de la
Educación en FUHEM
2. presumiblemente va a llegar a la universidad. Solo así se explican tantos
conocimientos academicistas y descontextualizados y muy posiblemente poco
útiles. El resultado es la segregación. La principal preocupación de la escuela –y esto
es muy claro en la secundaria obligatoria- parece ser la de cómo librarse de los
alumnos menos académicos. Incluso allí donde este nivel es comprehensivo hay mil
y una vías para desprenderse de ellos: desde la repetición de curso a la pre-
formación profesional pasando por la agrupación de niveles o la diversificación
curricular y los inevitables programas de compensación escolar -¿de qué hay que
compensar?-. Lo que sea, salvo pensar en el éxito escolar para todos.
Pero, y al mismo tiempo, la escuela es heredera del espíritu de la ilustración,
del atrévete a saber, del transcender las fronteras del aquí y del ahora y de aspirar a
la universalidad. En este sentido es una institución liberadora que pretende sacar a
la gente de su ignorancia y hacerla partícipe de los avances científicos y tecnológicos.
Una película como La lengua de las mariposas muestra a la perfección el modo en
que un maestro lleva a una pequeña aldea rural conocimientos maravillosos que de
otro modo los niños y niñas no alcanzarían jamás.
Las exigencias de la sociedad del conocimiento.
Esto es algo que ha cambiado radicalmente en las últimas décadas, en este
tipo de sociedad a la que podemos llamar del conocimiento, de la información, de la
modernidad tardía, reflexiva o líquida. La mente de los niños y niñas que acceden
hoy a la escuela está muy lejos de ser una tabla rasa, si es que alguna vez lo fue.
Ahora los menores llegan al colegio con muchos conocimientos, fruto de haberse
asomado a muchas pantallas, desde la ya cada vez más obsoleta televisión a
Internet, los móviles, los videojuegos, etc. Por otro lado, cada vez más familias son
ellas mismas instituciones educadoras, por su nivel educativo y por sus consumos
culturales (desde viajes a la posibilidad de aprender idiomas pasando por visitas a
unos museos que desde hace unos cuantos años cada vez están más abiertos al
público general).
En la sociedad del conocimiento la escuela cobra cada vez más importancia
tanto para los individuos como para la sociedad en su conjunto. Hasta hace unas
cuantas décadas –más o menos cuando los padres y madres de los actuales
alumnos de secundaria eran adolescentes- resultaba factible abandonar el sistema
educativo con una credencial inferior a la de secundaria superior (bachillerato o ciclos
formativos de grado intermedio) y albergar la posibilidad de acceder a buenos
empleos. Se podía entrar de botones en un banco y terminar siendo un oficinista, un
3. informático o un jefe de sucursal (o incluso presidente como en el caso de Alfonso
Escámez). Hoy en día, esto es prácticamente imposible. De hecho, carecer del
mínimo de una credencial de secundaria superior equivale a una condena a vagar por
el infierno de lo peor del mercado laboral o, aún más grave, por la exclusión de este.
De modo que, salvo que la familia sea capaz de proporcionar un empleo –caso de, por
ejemplo, los propietarios de pequeños negocios o de empresas en general- o un nivel
de renta vitalicia suficiente, la inmensa mayoría de los mortales se ve obligada a
confiar el pasaporte de su futuro laboral a la escuela.
Los tiempos actuales requieren una ciudadanía informada y participativa ante
los innumerables retos sobre los que ha de tener una opinión elaborada. En tanto
que ciudadanos somos inquiridos en torno a cuestiones cada vez más complicadas,
desde el cambio climático al uso de las células madre. En cualquier contexto laboral
o en un vecindario o en una reunión de padres y madres en la escuela nos
encontramos con gentes de distintas culturas con los que hemos de aprender a
relacionarnos. Nuestros hogares y nuestra vida cotidiana se han visto invadidos por
un sinfín de nuevos aparatos que facilitan nuestra existencia pero cuyo uso requiere
una cierta predisposición hacia lo nuevo. Nuestra esperanza de vida es cada vez
mayor, lo que se traduce en que cada cual se ve forzado a emprender nuevos
proyectos vitales al acceder a una jubilación cada vez más prolongada.
Sabemos que la producción científica se duplica cada pocos años, que la
mayor parte de los científicos –y seguramente de los literatos y artistas en general-
que ha habido a lo largo de toda la historia de la humanidad están vivos y están
trabajando en este momento.
El mensaje para la escuela parece claro. Más allá de la alfabetización básica –
leer, escribir, sumar, etc.- no se sabe muy bien qué conocimientos hay que impartir o
si se deben seguir impartiendo los mismos que hasta ahora. Más bien, la escuela
debe suministrar los utillajes analíticos que permitan a la gente salir de la etapa
obligatoria con la capacidad de aprender permanentemente. Es un mensaje de
humildad y de ensalzamiento para la escuela. Por un lado, la escuela no agota los
aprendizajes, pero por otro debe formar personas con capacidad para aprender
permanentemente: lectores inquietos, ciudadanos preocupados, madres y padres
implicados, trabajadores innovadores y responsables. En definitiva, personas que se
reinventan.
Las economías más eficaces son aquellas que además de producir más
conocimiento e información son capaces de hacerlos disponibles al mayor número
de personas y de empresas. Por eso, ya en 2000 la Unión Europea se propuso el
4. objetivo de conseguir que al menos el 85% de los jóvenes obtuviera como mínimo el
título de educación secundaria superior (en nuestro caso bachiller o ciclos formativos
de grado medio). La gente tiene que salir de la secundaria preparada como si fuera ir
a la universidad aunque finalmente no vaya allí ya que las destrezas precisas para
desenvolverse en la universidad se parecen mucho a las que se requieren para
desenvolverse en el mundo del trabajo. Ya no nos vale, si es que alguna vez así fue,
con los aprendizajes meramente académicos, abstractos y descontextualizados cuya
función era más bien jerarquizar socialmente. Si queremos una educación hasta la
secundaria superior que tenga un carácter inclusivo, para todos, son muchas las
cosas que hemos de cambiar.
La sociedad del conocimiento supone un conjunto de cambios que afectan
muy directamente a la escuela. Citaré los tres que pudieran ser considerados más
importantes: la necesidad de aprender a aprender, la eclosión de instituciones
educativas y las nuevas tecnologías.
a) Aprender a aprender.
Son varias las razones que abonan esta necesidad de aprender a aprender, de
aprender permanente. Los países que cosechan mejores resultados en los informes
PISA se están apartando de un currículo de contenidos en favor del aprender a
aprender. Se trata de alejarse del énfasis sobre hechos y conocimientos y entrelazar
el conocimiento, las competencias y el desarrollo de la personalidad. En la sociedad
del conocimiento la principal materia prima en los procesos productivos no es ni el
carbón ni el acero sino el conocimiento, la capacidad de innovación, de producción de
valor añadido. Los empleos y sus contenidos cambian constantemente. De hecho
buena parte de los empleos que más crecen en los últimos tiempos no existían hace
unos años y lo mismo ocurrirá más adelante. Es decir, no sabemos qué empleos
terminarán por ocupar los niños a los que estamos formando hoy. Ya no cabe
esperar que con la formación inicial adquirida en la escuela – da igual que se trate de
un ciclo formativo o un grado universitario- uno pueda bandearse a lo largo de toda
su vida activa. Se calcula que un graduado universitario habrá de dedicar a su
formación permanente como mínimo el equivalente a las seis mil horas de trabajo
que supone obtener un grado. Sin duda, uno de los indicadores del desarrollo de un
país y de su capacidad para no quedarse atrasado es el número de horas que su
población activa dedica a la formación permanente. Si a esto añadimos que el
conocimiento científico se duplica cada pocos años el aprender a aprender está lejos
de ser mera retórica.
5. No obstante, algunos centros educativos han entendido este mensaje y
trabajan por lograr que sus alumnos desarrollen competencias más genéricas y
estratégicas, aprendan en colaboración con los otros y sean capaces de valorar los
aprendizajes con un sentido más crítico, yendo mucho más allá del conocimiento
enciclopédico o la reproducción de contenidos, pero no es menos cierto que los
currículos escolares siguen ensalzando en exceso los contenidos y que la propia
administración educativa parece estar lejos de entender la importancia del
aprendizaje de destrezas relacionadas con la propia competencia para aprender.
b) Más instituciones educativas.
Cada vez hay más instituciones que son educativas pese a que su función
principal sea otra. El caso más llamativo es el de entidades financieras que cuentan
con una o varias fundaciones dedicadas a exposiciones, conferencias, fomento de la
investigación, etc. Hoy en día cualquier institución que se precie es a su vez
educativa. Pero no solo eso. Cualquier descubrimiento, y siempre y cuando sea
posible, se ofrece al conjunto de la sociedad. El caso de Atapuerca es paradigmático.
Un proverbio africano dice que se necesita a toda una tribu para educar a un niño y
esto es más cierto y deseable que nunca. No puede ser que la escuela actúe de
espaldas a su entorno, un entorno cada día más rico no solo por la existencia de
museos, exposiciones, instalaciones diversas sino de gente –desde abuelos a
personas gustosas de compartir sus conocimientos en lo que hacen- que podrían
colaborar en los quehaceres educativos. Experiencias como las de los grupos
cooperativos en los que personas ajenas al aula –desde familiares a estudiantes
universitarios- colaboran en la docencia cotidiana deberían ser el pan nuestro de
cada día.
c) Las nuevas tecnologías.
La revolución informática ha llegado a buena parte de los hogares y de los
sectores productivos. Por desgracia, la escuela no siempre se cuenta entre ellos.
Internet se ha convertido en una enorme e insuperable enciclopedia fácil de
consultar y en la que es posible encontrar respuesta para todos los temas que se
abordan en la escuela incluyendo vídeos con explicaciones impartidas por profesores
rebosantes de didactismo. Las pizarras digitales o la simple proyección sobre una
pantalla de contenidos desde un ordenador abre infinitas posibilidades para una
enseñanza más eficaz y más apasionante. Ya no haría falta tener que escribir un
cuadro entero de datos en la pizarra o tener la habilidad artística de dibujar una
6. circunferencia en el encerado, los datos se pueden actualizar constantemente,
muchas dudas se pueden disipar en cuestión de segundos, etc. Para los profesores y
profesoras que trabajan en contextos en los que se ha apostado por la presencia
masiva de las tecnologías esta evidencia no constituye ya ninguna novedad: cada día
experimentan en sus aulas nuevas posibilidades para sacar partido de estas
herramientas paulatinamente más versátiles.
Sin embargo, posiblemente las nuevas tecnologías apenas se asoman a
muchas otras escuelas por una cuestión de poder. Permitir que entre en el aula el
aire fresco de Internet o de variadas fuentes de información puede considerarse
como un menoscabo del poder del profesor y de la propia escuela sobre la
determinación de qué sea o deje de ser conocimiento válido. Muchos profesores
pueden sentirse inseguros ante una generación de nativos digitales mucho más
duchos que ellos en el manejo de las nuevas tecnologías o desconfiados hacia sus
propias posibilidades de aprendizaje en un medio que les desborda. Hoy en día,
cualquier afirmación u opinión es fácilmente contrastable con los buscadores de
Internet, lo que sin duda significa una inédita democratización del conocimiento que
permitiría contrarrestar ciertos abusos del poder, desde los que pudieran cometer
los libros de texto a los de la clase política.
El modo en que se enseña
Esto nos lleva a preguntarnos por qué la metodología didáctica apenas ha
cambiado de forma generalizada, por qué la docencia sigue centrada en muchos
casos en la palabra del profesor o del libro de texto o de los apuntes. Cuando el
profesor era la principal - si no única - fuente de aproximación al conocimiento,
podría tener sentido la centralidad de su palabra. Al fin y al cabo el profesor es el que
sabe, el que puede estar al tanto de los últimos avances en su campo. De hecho, las
investigaciones e informes sobre el caso español constatan que lo que muchos
profesores exigen a sus alumnos es que memoricen los contenidos de su asignatura
para poder aprobar los exámenes. Especialmente en secundaria, el estilo docente no
suele ir más allá de que el profesor hable frente a los alumnos sin preocuparse por si
estos entienden.
El problema muy posiblemente derive de que en realidad la docente no puede
ser considerada una profesión en el pleno sentido del término. Para que exista una
profesión es preciso que esta se dote de una práctica, más o menos delimitada, y que
se establezcan criterios de acceso y de salida. No sería de recibo, por ejemplo, que un
médico recetase a un paciente con congestión bronquial sanguijuelas que le chupen
7. la sangre. Da la impresión de que, en no pocas ocasiones, el pacto de la profesión
docente con sus empleadores consiste en que en su aula, de puertas adentro, el
profesor puede hacer, en tanto que docente, lo que le plazca. En estos casos, el
contrato implícito vendría a decir: rellenaré todos los formularios, acudiré a tus
reuniones con tal de que dejes hacer lo que me apetece en clase.
En buena medida esto es consecuencia del sistema de selección del
profesorado. Este es públicamente conocido en la escuela estatal, no así en la
privada, donde pueden reinar, para bien o para mal, todos los particularismos
posibles. Pese a los recientes cambios introducidos en el acceso a la función pública
docente, la parte del león a la hora de valorar a los futuros candidatos sigue
correspondiendo a los contenidos disciplinares. Hoy en día habría que conceder
mayor importancia a la empatía y las habilidades para guiar a los alumnos. Las
escuelas que han decidido trabajar en esta línea, las que buscan en sus docentes,
ante todo, un compromiso con el aprendizaje que tenga en cuenta todos los
factores- personales, emocionales, familiares, sociales- con los que deberán
organizar las experiencias de aprendizaje, han podido experimentar, seguramente,
un nivel de gratificación y de satisfacción mayor en su profesorado, familias y
alumnado.
En un informe dirigido por Michel Rocard2
se manifestaba que las prácticas
pedagógicas basadas en los métodos de investigación son más eficaces que las
tradicionales. Los datos empíricos muestran una estrecha conexión entre las
actitudes hacia la ciencia y el modo como se enseña. La enseñanza debiera centrarse
más en los conceptos y en los métodos científicos en lugar de en la simple
memorización. En el informe se confrontan dos enfoques pedagógicos en la
enseñanza de las ciencias. El primero, denominado deductivo o de transmisión de
arriba a abajo, es el usado habitualmente en la escuela. Aquí el profesor presenta los
conceptos, sus implicaciones lógicas –deductivas- y suministra ejemplos de
aplicaciones.
Por contra, el segundo enfoque, denominado inductivo –o de abajo a arriba-,
concede más espacio a la observación, a la experimentación y la construcción –
guiada por el profesor- por parte del alumno de su propio conocimiento. Por
definición, la investigación es un proceso intencional en el que se diagnostican
2
Michel Rocard (Chair), Science education now: a renewed pedagogy for the future of Europe, en
http://ec.europa.eu/research/science-society/document_library/pdf_06/report-rocard-on-science-
education_en.pdf
8. problemas, se investigan conjeturas, se busca información, se construyen modelos,
se debate con los compañeros y se construyen argumentos coherentes.
La mayor parte del tiempo enseñamos, especialmente en la secundaria,
diferentes fragmentos del universo divididos en asignaturas escolares. En algunas
escuelas innovadoras en lugar de aprender sobre literatura en la clase de Lengua e
Historia en clases separadas, los alumnos abordan una temática, como por ejemplo,
la Revolución Francesa, de tal manera que analizan el modo en que la literatura, el
arte, la actividad política, las hojas informativas y demás describen el periodo. En
lugar de simplemente hablar, los profesores organizan equipos de trabajo, indicando
a los alumnos cuáles son los documentos o los libros claves que permiten
interpretar tan agitado y crucial periodo.
Se aprende mucho más cuando nos centramos en unos pocos ejes temáticos
y analizamos sus entresijos. En definitiva, paradójicamente menos es más. No solo
se trata de aprender en profundidad sobre determinados temas, sino de que el
pensamiento analítico desplegado se aplica a muchos otros temas, se hayan
aprendido o no en la escuela.
Contenidos curriculares
Si mucho dejan que desear los estilos docentes más habituales no quedan
mejor parados los contenidos curriculares. Es cierto que los conocimientos
socialmente valorados siempre han sido una arbitrariedad impuesta por las clases
dominantes. Así, en el siglo XIV, tanto en China como en Europa, los grupos
privilegiados valoraban el versificar, el tiro con arco, la hípica, etc. Ese era el modelo
de hombre cultivado. El problema que se plantea ahora es que esas arbitrariedades
se pretenden imponer a todos y, lo que es peor, se hace a costa de no aprender otras
cosas. En la escuela podemos oír hablar sobre las talofitas o las briofitas y no saber
distinguir un árbol de otro.
El currículo escolar sitúa en su cúspide las denominadas materias
instrumentales, es decir, la lengua, las ciencias y las matemáticas –justo lo que hasta
ahora valoran los informes PISA-. Más abajo estarían las humanidades y las artes
ocuparían el último plano. La concepción de inteligencia que maneja la escuela es
excluyente y tiende a perjudicar a los estudiantes que proceden de los medios
sociales menos favorecidos. Como réplica, el psicólogo de Harvard Howard Gardner
desarrolló su famosa teoría de las inteligencias múltiples. Básicamente lo que
Gardner planteaba era que nuestra escuela entroniza dos tipos de inteligencia: la
lógico-matemática y la lingüística. Y esto lo hace al precio de negar otros tipos de
9. inteligencia por lo menos tan importantes como aquellas dos. La teoría de las
inteligencias múltiples propone que existen diferentes tipos de inteligencia que la
gente posee en distintos grados. Además de las dos citadas Gardner habla de las
inteligencias musical, espacial, natural, cinética-corporal, intrapersonal e
interpersonal.
Esta concepción de la inteligencia permite apreciar virtudes que la escuela
tradicionalmente desdeña. Así, por ejemplo, un estudiante puede ser muy bueno en
Física y conseguir bajos resultados en Música. Es tarea de la escuela conseguir un
desarrollo armónico y equilibrado de las distintas inteligencias.
La inteligencia no es estática. No se nace torpe en alguna actividad y ya no
hay nada que hacer. Las últimas investigaciones sobre el cerebro van en esta línea.
Hasta la mitad del siglo pasado había áreas del cerebro por completo desconocidas
de las que se podía escribir el hic sunt leones –tierra ignota- de los antiguos
mapamundi, áreas en las que experimentalmente no ocurría nada, ni con estímulos
ni con lesiones.
Si queremos que la escuela sea acogedora para todo el mundo no queda más
remedio que partir de los conocimientos previos de los niños, de su entorno, de su
lenguaje, de su medio familiar. Esto lo explicaba muy bien Lionni3
en un cuento en el
que narraba la amistad de un pececito y una rana. En un momento dado aquel pide a
su amiga anfibia que le explique como es el mundo en la superficie terrestre. La rana,
como buena amiga, le cuenta que hay vacas y el pececito imagina que las vacas son
como peces pero con grandes ubres. Le dice que hay aves y se las imagina como
peces con alas. La rana –al igual que la escuela- cumple con su función de amiga. Sin
embargo, no es consciente de que el pececito interpreta las nuevas realidades a
partir del mundo animal que conoce. La rana y la escuela no asumen la tarea de
partir de los esquemas interpretativos del pececito.
Para el enfoque convencional (o tradicional) sobre la enseñanza el
conocimiento existe fuera de la conciencia humana, de tal modo que el aprendizaje
se reduce a la absorción y la memorización de aquel por parte de unos estudiantes a
los que se considera maleables. El conocimiento se aprende con el propósito de
hacer que la gente dé continuidad a la cultura y a la sociedad tal y como es.
Por el contrario, para la educación progresiva el conocimiento se crea y
estructura individual y colectivamente. Aprender es un proceso en el que el
3
Leo Lionni, Fish is fish, Nueva York, Panteón Books, 1970. Citado en Linda Darling-Hammond y
John Bransford, Preparing Teachers for a Changing World. What Teachers Should Learn and Be
Able to Do, San Francisco, Jossey-Bass, 2005.
10. conocimiento se construye y en el que los individuos son consecuentemente
construidos y se desarrollan.
El conocimiento escolar se presenta a menudo como un conjunto de hechos
que han de ser memorizados hasta el extremo de que para los libros de texto,
hegemónicos en nuestra vida escolar, aprender consiste en reproducir fielmente lo
que ellos mismos dicen. De este modo, el libro de texto puede explicar que la
romanización hispana supuso que los romanos trajeron hasta la península su
lengua, su forma de vida y sus creencias. Más abajo se plantea la actividad
consistente en indicar cuáles fueron las tres cosas más importantes que trajeron los
romanos a la Península Ibérica. La respuesta correcta no deja lugar a dudas: ya está
escrita en el propio enunciado del libro. Recuerda, en un ejercicio en el que la realidad
imita al arte, a una de las escenas de La vida de Brian en la que el líder del Frente
Judaico de Liberación se dirige a una asamblea y pregunta sarcásticamente: ¿qué nos
han traído los romanos? Tras un breve silencio dubitativo un militante señala que el
acueducto, a continuación otro añade que el vino, el siguiente el orden público y así
sucesivamente. Nuestro libro de texto pretende ser el líder que espera la reiteración
pasiva y mecánica de sus opiniones.
En su afán por abarcar todos los contenidos posibles, muchos libros de texto
llegan al extremo de la presentación telegráfica a la par que ininteligible de
acontecimientos o personajes. Como botón de muestra en un libro de texto de
tercero de la ESO se habla de los principales autores de la generación del 27 –unos
quince- de manera que cuando se llega, por ejemplo, a Gerardo Diego se dice de él
única y exclusivamente lo siguiente: “su extensa obra poética se caracteriza por su
variedad formal y temática. En ella conviven el vanguardismo ultraísta y creacionista,
el neopopularismo, el gongorismo y los moldes clásicos. Algunos títulos son Imagen,
Manual de espumas, Fábula de Equis y Zeda, Alondra de verdad, etc.”. En ningún
lugar del libro de texto se explica en qué pueda consistir esta abstrusa jerga que, sin
embargo, el alumno ha de memorizar.
El problema es que, además, estos textos, que podrían cumplir un papel no
desdeñable como objeto de consulta o incluso de guía para el trabajo personal, son
utilizados de forma mayoritaria como el eje central en torno al que han de girar las
actividades de aprendizaje- en clase y en casa- e incluso las de evaluación “examen
de la página 15 a la 37”.
Cada vez más docentes parecen ser conscientes de esta perversión y han
optado por generar, seleccionar y compartir otro tipo de recursos didácticos, más o
11. menos sofisticados desde el punto de vista tecnológico, arrinconando al libro de
texto al lugar secundario en el que probablemente le corresponda estar.
El diálogo creativo
En este escenario apenas hay espacio para la creatividad, para el surgimiento
de nuevas ideas. La creatividad no tiene lugar solo, como a veces se piensa, en las
artes, sino que es consustancial a las ciencias. De hecho, Andre Geim y Konstantin
Novoselov decían que el hallazgo sobre el grafeno que les llevó a la concesión del
Nobel de Física en 2010 surgió de lo que ellos llaman los experimentos de los viernes
cuando, una vez finalizadas las actividades científicas más convencionales, se ponen
a jugar con la ciencia, a hacer “locuras”, cosas imprevistas antes de irse a tomar una
cervezas. En definitiva, según declaraban, lo esencial es que la ciencia les divierte. En
este sentido, Gabriel García Márquez decía que lo fundamental en la enseñanza es
encontrar el juguete que todo niño lleva dentro.
Algo similar cabría decir con respecto al caso de la pequeña Islandia. Cuando
la gobernaban los hombres la economía se centraba en la producción de aluminio.
Cuando son las mujeres las que ocupan las posiciones del poder los islandeses se
dan cuenta de que las artes —en especial la música y la literatura— aportan tanto
dinero al país como la extracción de aluminio.
En un estudio realizado en los Estados Unidos se detectó que para los
profesores de Universidad el 70% de los estudiantes no comprende el material de
lectura, el 60% no piensa analíticamente, el 62% escribe mal. Como se ve nada que
tenga que ver con nuestras bizantinas batallas sobre las horas de latín o de filosofía.
¿Dónde quedan las inquietudes del alumnado en este escenario? A diferencia
de lo que ocurre con la empresa privada en la que se pueden consumir ingentes
cantidades de dinero en tratar de averiguar lo que al consumidor le gusta –sin duda,
parte del secreto del éxito de Zara- la escuela es indiferente a lo que pueda ser
resultar más atrayente para el alumnado. Aquí tenemos a una profesión que decide
lo que le conviene a su público –por lo demás, no se olvide, cautivo-. No resulta
extraño que una encuesta tras otra ponga de manifiesto que la mayor parte de los
estudiantes se aburre en clase.
En nuestra escuela faltan, clamorosamente, escenarios deliberativos que
permitan al alumnado expresar y contrastar sus puntos de vista, construir su
personalidad en diálogo con el otro al tiempo que se es capaz de conocerlo y
valorarlo. La organización del aula es, se quiera o no, una opción moral. En educación
infantil siguen siendo habituales escenarios como la moqueta, los cuales permiten
12. que los niños se conozcan entre sí y se construyan con el lenguaje. Son
excepcionales las clases de primaria, no digamos ya de secundaria, que dan
continuidad a este tipo de asambleas. Muchas veces las asambleas consisten en
exponer y debatir noticias –frecuentemente extraídas de la prensa- de las
previamente el alumnado a hablado en casa con sus padres y madres.
Justamente una de las graves carencias de nuestra escuela es lo reacia que es
a la implicación de las familias pese a que la Constitución consagra su participación
en el control y gestión de los centros sostenidos con fondos públicos, es decir, la
mayoría. Se trata de una participación decisoria a través de los consejos escolares de
los centros que en la práctica ha quedado reducida a convalidar lo ya decidido en el
claustro de profesores. Es decir, en todo caso, tendríamos una participación
consultiva, a la que se añade la informativa en las reuniones de comienzo de curso
con todas las familias y en las individuales a lo largo de este. Sin embargo, se debería
promover la participación educativa, es decir, la implicación de las familias en
actividades en el horario lectivo. No parece que los nuevos vientos legislativos vayan
a potenciar este papel.
A modo de conclusión
Se diga lo que se diga, nuestro profesorado –y así lo dicen los recientes
barómetros del Centro de Investigaciones Sociológicas- goza de amplio
reconocimiento social –sin duda ganado a pulso- lo que debiera incentivar a la
escuela a buscar un mayor contacto con las familias y con su entorno. Familias y
entorno son una enorme fuente de recursos de los que escuela ha de aprovecharse.
Por otro lado, nunca hemos tenido unas familias tan sumamente preocupadas por la
educación de sus retoños.
Es un escenario en que proliferan hasta lo caótico las fuentes de la
información y las instituciones que difunden el conocimiento –fundaciones, museos,
centros de investigación,…- la escuela y la labor del profesorado adquieren mayor
importancia que nunca. Jamás hasta ahora a lo largo de la historia la humanidad ha
sabido tanto sobre sí misma –lo que dio lugar a que Giddens hablara de la
modernidad reflexiva-. Pese a que aún nos queda mucho camino por recorrer cada
vez sabemos más sobre cómo funciona la mente, cómo se aprende mejor, cómo
evoluciona la inteligencia, el papel de los sentimientos y un largo etcétera. Estamos
en las mejores condiciones para que la escuela contribuya de un modo decisivo en la
construcción de un mundo mejor, en la formación de ciudadanos participativos y
13. solidarios guiados por la prudencia y la sabiduría. Es una oportunidad que no
podemos desperdiciar porque tenemos los medios para hacerlo.
En este mundo crecientemente interconectado se hace cada vez más
necesario desarrollar la conciencia de la ciudadanía universal, de que toda la
humanidad comparte los mismos intereses y preocupaciones básicos, que lo que
acontece en un rincón remoto del planeta nos afecta a todos. Sin duda, la cuestión
del posible agotamiento de ciertos recursos clave del planeta o nuestra posible
extinción como especie debido al calentamiento global debiera ser un poderoso
incentivo en favor de esta nueva conciencia ciudadana.
La escuela deber ser un sólido referente para las nuevas generaciones. Esto
ya en parte ocurre en las visitas que los chicos o chicas hacen a sus antiguos
maestros cuando están en la muchas veces confusa educación secundaria o la que
hacen los universitarios desde el no menos nebuloso mundo de la universidad a sus
profesores de secundaria. Todos precisamos de personas capaces de orientarnos en
este mundo de incertidumbres que nos ha tocado vivir. Si bien es cierto que los
familiares o amigos tienen mucho que aportar solo la escuela ofrece profesionales
capaces de acometer con conocimiento de causa tan difícil labor. No se olvide que
ahora llega a la escuela hasta los dieciséis años todo el mundo, lo que significa que
no hay problema social que no pase por ella.
Madrid, Noviembre de 2012