1. Es evidente, que el calendario de la memoria no
funciona con la exactitud del calendario Gregoriano,
pero es mucho más sorprendente.
Las distorsiones o los fallos de la memoria, la
fantasía, la imaginación, pueden crear un mundo
que oscila entre el “Realismo Mágico” de Gabo y
“La Tía Julia y el Escribidor” de Vargas Llosa.
Estos textos no son cuentos novelados ni ficciones
premeditadas. Simplemente son relatos de un
“Tiempo de Vida” y un pedazo de “Historia de
Barrio”, vistos a través del cristal de recuerdos muy
lejanos sobre “la vida y sus circunstancias” de los
protagonistas. “Todo está guardado en la
memoria…” de quienes tenemos la fortuna de poder
contarlo. Único registro existente.
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2. En aquel verano, el nobel potrero de Duvimioso Terra 1220 tuvo
un destino poco imaginable. De donde o de quien surgió la
idea, nunca lo sabré. En el carnaval de ese febrero recién iba a
estrenar mis primeros catorce años, y quienes se prestaban a
llevar adelante la aventura, eran serios, adustos y formales
señores, que me inspiraban una mezcla de respeto y temor.
Entre ellos se encontraba mi viejo. No fue necesario que pasara
mucho tiempo para percatarme que ese carácter serio, austero
y formal, era solo una máscara construida quien sabe en
cuantos carnavales y peringundines.
Lo cierto es, que como quien no quiere la cosa, el baldío se
transformó en escenario carnavalero.
Es decir; un tablado que adquiría status.
Seguramente nunca se sospechó el resultado que iba a tener
este emprendimiento. El éxito fue total. De todas partes venían,
colmaban el predio y agotaban cada noche los chorizos y las
bebidas.
3. Lindando con el tablado, vivía una figura política,
periodista de Acción, el diario de la lista 15 del
Batllismo, a la sazón gobierno de la época. Lo
recuerdo como el “cabezón” Álvarez, quien cada
día hacía referencia en el diario a la actividad del
tablado. Imagino que esto debe haber sido un factor
importante en el éxito obtenido.
Llegó el día en que el dios Momo se retiró a su
aposento y el barrio retomó su rutina habitual.
Pero la aventura había dejado atesorados unos pesos
fuertes de los últimos coletazos del país de las vacas
gordas, la “Suiza de América”. Pasó muy poco
tiempo, el necesario para acondicionar la casa
recién alquilada por aquellos “emprendedores
inversores”. Duvimioso Terra 1175, una casa antigua,
grande y con un gran fondo, a media cuadra del
baldío que había retomado su condición de potrero.
Nacía el “Club Social La Cambiche”.
4. “El Rancho e´la Cambicha” era una canción
folklórica que adquirió una popularidad inusitada
por el 52 y 53 y que dio origen al nombre del Club,
que durante algunos años también supo de una
popularidad que iba más allá de su zona de
influencia barrial.
La sala comedor pasó a ser la cantina, y allí
aquellos veteranos (hoy serían jóvenes), con sus
oficios y habilidades artesanales, levantaron un
simulacro de rancho con troncos y quincho, que
oficiaba de mostrador y despacho de bebidas y
comidas.
El terreno del fondo fue hormigonado, iluminado y
convertido en cancha de basquetbol, que los
sábados veraniegos mutaba en pista de baile. Y
justamente, fue con un baile amenizado por la
Orquesta Típica de Nicolás Agapios que se inauguró
oficialmente “La Cambiche”. El tango pasaba a
integrar la tríada infaltable en la llamada cultura
popular; Tango, Carnaval y Fútbol.
5. Mi amor por el tango lo acuné desde niño. En esos
mismos años veía a Don Edmundo Rivero en la
fonoplatea del Palacio Salvo mientras seguía
descubriendo nuevas facetas de mis padres; eran
milongueros viejos.
Como no recordar aquella noche de verano, en que la
apertura del baile fue un cortejo amatorio de dos gatos
negros sobre uno de los muros linderos del fondo, con el
telón musical del tango “A media luz”. Los felinos eran;
Tabares, el vecino del 1175 y mi viejo.
Durante mucho tiempo, a los familiares bailes acudía
muchachada de otros barrios de Montevideo. Casi
inexorablemente se iban integrando y conformando una
comunidad socio-familiar de jóvenes y veteranos, damas
y caballeros, familias y vecinos. Al ritmo del 2 x 4, al son
de una rumba o una conga, o en el abrazo de un bolero,
se anudaron amores, se forjaron amistades, que
compartieron el disfrute de horas de ocio. No faltaron los
ensayos de teatro, las tertulias o los juegos de mesa,
truco, conga o rummy, ping pon y billar.
6. Como olvidar las noches de campeonatos de
básquet y los “picados” futboleros de los domingos
en el fondo iluminado y con los dos baños
construidos por aquellos pioneros. El “flaco” Héctor,
mi viejo y el “viejo” Peña, Dante, Becoña, Manolo,
que pasó a vivir con su Sra. en las piezas –altillos- en
los altos del patio trasero y que se convirtió en el
casero poco a poco encargado de todo. Y tantos
otros.
La constitución de un equipo para ingresar a la en
ese entonces prestigiosa Liga Amateur de Fútbol, fue
quizás el mayor aglutinador de almas. Los de la
Primera, los de la Reserva y los más “pataduras” que
esperaban ansiosos una oportunidad. Las novias,
madres, padres y los seguidores infaltables cuidando
todos los detalles, el botiquín, las pelotas infladas, los
equipos lavados, la bolsa de agua caliente pero con
agua fría.
7. El ingreso a la Liga exigía sacar la Personería Jurídica. El
inconveniente fue que el Rancho de la Cambicha, no gozaba
de buena reputación. Los códigos morales de la época nos
exigieron cambiar de nombre. Su nuevo nombre: Cambridge.
Así rezaba en la chapa y en los papeles membretados. Salvo
eso, nunca dejó de ser La Cambiche.
El fútbol nos llevó un día a compartir con el Club Williman una
selección que ofició de preliminar de un partido internacional;
Nacional e Independiente argentino. En el Estadio Centenario
sesenta mil personas.
Durante los dos primeros años de vida del club, frente a su local
se levantaron tablados. Uno de ellos participó en el tradicional
concurso oficial de Tablados. Los monigotes los hizo mi viejo y
los pintamos Jorge Muzio, yo y algún otro gurí que no recuerdo.
Casi una década en donde “La Cambiche” fue una
circunstancia que cambió un pedazo de barrio. Fue la
gestación de un entramado social, parte de un proceso de
relacionamiento humano en el cotidiano vínculo vecinal y que
la modernidad paulatinamente fue transformando.
Infinidad de estas pequeñas circunstancias atravesando la
historia han ido imperceptiblemente y sin proponérselo
construyendo lo que hoy somos.
Luis Scarpa Brusco - Montevideo 2014
8. Nota:
Pocos días después de escribir esto,
inesperadamente y gracias a la cortesía de
una señora que reside en la casa que fuera el
local del club, tuve la oportunidad de entrar y
recorrer la misma.
La emoción fue mayúscula, tanto como la
sorpresa de constatar que la vivienda estaba
prácticamente igual. Mi mayor
agradecimiento a esta Sra. que mientras barría
la vereda, muy amablemente escuchó mi
atrevido abordaje y sin ningún prejuicio ni
temor me permitió pasar a recorrer la casa.
¡Qué maravilla! Fue, como transportarse
sesenta años atrás en el tiempo.
Luis Scarpa Brusco - Montevideo 2015
9. Siempre, siempre en mi barrio,
Y aunque un día me fueron,
Yo, como Pichuco, nunca me fui.
Corría el año 1954 o 55, Jorge
Muzio y yo estaríamos pisando
los 16 años, cuando nos
disponíamos a pintar el telón de
fondo del tablado, frente al
Club “La Cambiche”