N 20151118 dentro de pocos años encontraremos vida fuera de la tierra (x)
N 20130215 don paulino diez cos con añoranza escolar
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Don Paulino Díez de Cos añora su infancia escolar
y su escuela en Celucos.
Esto nos escribe:
“ MI ESCUELA Y YO”
“Siempre he tenido la idea de contar a la gente cómo era mi escuela, pero
la pereza, más que otra cosa, es lo que me ha impedido el hacerlo y como el
tiempo pasa, o ahora o nunca. Pues ahora….
Lo primero que tengo que decir es que en mi pueblo, Celucos, Cantabria,
hasta aproximadamente el año 1933 no había escuela pública. Fue creada por la
República en la campaña que emprendió para la alfabetización del país [1].
Anteriormente había una escuela en La Herrería para todo el concejo; es decir,
para los pueblos de Celis, Celucos, Riclones y barrios aledaños [2] y [3].
Don Paulino añora…. su pupitre escolar en Celucos y, su pizarra y pizarrínes
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En el logo de mi correo electrónico tengo la fotografía del “palacio” por el
hecho de que en ese edificio que se ve en la fotografía estaba el pequeño salón
que albergó la escuela.
No, no ocupaba todo el edificio, ni mucho menos; ocupaba el arco pequeño y
la ventana que está a su izquierda (según se mira la fotografía). En el resto de la
casona vivían los dueños de todo el edificio, incluida la escuela. Por la fachada
de la parte izquierda, perpendicular a la que se ve, tenía otra ventana igual a la
que vemos de frente. En total era un salón de unos nueve por nueve metros;
¡claro, no tenía water, ni calefacción!; ni nada de nada. Por el invierno cuando hacía
mucho frío llevábamos un brasero y así nos apañábamos. Las paredes estaban
bien revocadas y pintadas de blanco. El piso era de madera de castaño y el
techo lo mismo.
La puerta de arco tenía una puerta de cuarterón y en la esquina izquierda,
entre dos piedras, había metida una herradura de un burro (¿sería una indirecta?)
y en ella metíamos el asta de la bandera. La bandera republicana, claro. Entre la
Esta era la Escuela Pública en Celucos en tiempos de la I República
Española y, después, con el Régimen de Franco.
Escudo de la República
Española
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puerta y la ventana estaba puesto el escudo de la república. Era un óvalo de
hojalata embutida y policromada con el eje mayor en sentido vertical. Era bonito.
He logrado una fotografía que adjunto.
Los pupitres eran biplazas de haya barnizada con los respaldos
curvados y los asientos abatibles, y como eran nuevos tenían un aspecto muy
agradable. Eran de dos tamaños, unos eran un poco más grandes para los niños
mayores. Me parece que en total eran doce, que a dos plazas por pupitre daban
veinticuatro plazas. Además había una mesa grande, con un banco a cada lado,
en la que estaban los más pequeños; los recién llegados a la escuela. Le
llamábamos el Pelotón de los Torpes. Como es natural, estaba la mesa del Sr.
Maestro con su sillón de madera curvada, y un armario que hacía de biblioteca.
Entonces los pueblos estaban muy poblados y además había muchos críos,
así que se necesitaban muchas plazas escolares. Hay que tener en cuenta que
el pueblo tenía unos veinticuatro vecinos y unos ciento veintitantos habitantes.
Cuando yo comencé en la escuela tuve suerte, no pasé por el Pelotón de los
torpes, como era preceptivo; no sé por qué, me pusieron el primer día en uno de
los pupitres, al lado de Sabelita, que tenía mi misma edad, pero que ya había ido
a la escuela antes que yo. Yo no quería ir a la escuela, tuvo que llevarme mi
madre arrastrando, yo daba unos gritos que se enteró todo el pueblo que habían
llevado a Paulino a la escuela. Entre mi madre y el Sr. maestro (D. Gregorio),
que salió al oír los gritos que yo daba, lograron meterme dentro. Una vez que me
calmé un poco el maestro me dio un papel y un lápiz y me acuerdo que hice
unas letronas mayúsculas muy grandes. Para aquellos tiempos, la escuela
estaba muy bien dotada; claro, los libros entonces duraban para siempre, hasta
que se caían a pedazos. Más aún, los libros editados por la república siguieron
usándose durante el franquismo sin ningún escrúpulo. Entonces no había los
problemas que hay hoy con el precio de los libros ni había que encargarlos a las
librerías con dos meses de antelación ni nada de eso. Los libros valían para este
año, para el que viene, para el otro y para siempre. Íbamos a la escuela con las
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manos en los bolsillos, allí nos daban de todo; de todo quiere decir de todo lo
que entonces se consideraba indispensable. Lo primero que nos daban era la
cartilla. De la cartilla se pasaba al Catón, que era como una cartilla de segundo
grado.
Voy a ver si me acuerdo de toda la dotación de la escuela, además del
mobiliario que ya he descrito. Había dos encerados rígidos y además uno
enrollable que le llamábamos de hule, que casi nunca se usaba. Teníamos una
colección, bastante buena, de mapas enrollables. Constaba de dos mapas de
España (político y físico); dos de Europa, político y físico; de Asia, de África, de
América y de Oceanía. De estos últimos no me acuerdo si los había físicos o
eran sólo los políticos. Ah, entre los mapas también había un planisferio. Los
mapas, en general, eran de aproximadamente de 0,80 m por 1 m. También
había un globo terráqueo.
En cuanto a libros había seis enciclopedias de segundo grado y seis de primer
grado; de lecturas en general había seis Primeras lecturas; seis Lecturas
Infantiles; seis Lecturas de Oro; seis Fábulas Educativas; seis Primer Manuscrito
y seis Segundo Manuscrito. También teníamos unos libros de cuentos, que no
me acuerdo del título, pero tenían Caperucita Roja, Barba Azul, Perico el
embustero y otros cuentos que no recuerdo. Hasta había unos tebeos con unos
personajes que se llamaban Rin Rin el zorro viejo y Cuchifritín. Había también
algún ejemplar de poesía de Rubén Darío y algún otro más que no me acuerdo
sobre que versaban. Lo que no había era el Quijote. Yo sería el único crío que le
conocía porque le tenía en casa. Había también una regla graduada de un
metro, un cartabón, una escuadra y un compás de madera de grandes
dimensiones, para dibujar en el encerado.
Se me olvidaba una cosa: también habían dotado a la escuela de un buen
lote de cuadernos de caligrafía, porque entonces se ejercitaba la caligrafía en la
escuela y se comenzaba por hacer palotes. El escribir entonces era un
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verdadero arte. Las plumas que usábamos contaban de tres piezas; palillero,
portaplumas y pluma. Todo el conjunto era lo más elemental que se puede
imaginar. El escribir con este artefacto repito era como un verdadero arte. La
pluma tenía una punta completamente afilada y cuando se empujaba hacia
delante tenía que ir rozando el papel pero sin que se clavase en él, cuando se
desplazaba hacia atrás era más fácil. Nada comparable al bolígrafo de hoy que
no hay nada más que rodar una bola hacia atrás y adelante.
Encima de la mesa del maestro había un tintero grande de cristal con una
canal para poner la pluma, y una carpeta negra. No había ningún símbolo
político ni religioso. A su tiempo llegó el crucifijo acompañado de Franco y José
Antonio y alguna Historia Sagrada.
De maestros antes de la guerra, sólo me acuerdo de D. Gregorio y
de D. Domingo, pero el recuerdo ya es un poco borroso. // Creo que D. Gregorio
fue el primer maestro que hubo en Celucos. Después de la guerra me acuerdo
de Doña Elvira y D. Justo y hubo algún curso en que no se abrió la escuela por
falta de maestro. Me acuerdo de haber ido a Celis con Doña Mercedes. Al cabo
de tantos años el recuerdo que tengo es que todos ellos tenían buena voluntad,
aunque los resultados no fuesen muy brillantes. El maestro, generalmente, tenía
al lado de la mesa una vara y en algunas ocasiones hacía uso de ella. Tampoco
quiero decir que la usasen con mucha frecuencia. Era más un objeto de
intimidación que de acción. Algunas veces también te daban un cachete. Si
teníamos algún castigo o algún sopapo no lo contábamos en casa por si acaso
en casa nos daban otro. Si contábamos en casa que nos habían castigado
jamás nos daban la razón, se limitaban a decir: “por algo sería”. Lo que no
puedo menos de hacer notar, según mi opinión, que los maestros y maestras
después de la guerra, tenían un celo religioso casi enfermizo. Nos hacían
sentirnos a los críos terribles pecadores y todos deseábamos ser misioneros
para ir a salvar a los chinos y a los africanos, y llegar al martirio para alcanzar la
gloria sin pasar por el purgatorio. Pero la cosa era muy difícil, pues según el
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baremo que tenían, por ejemplo, el no ir a misa un domingo era pecado mortal, y
con un pecado mortal no entraba en el Cielo ni el Tato. El coger una manzana
del manzano del vecino era un pecado venial; pero si morías con un pecado
venial te podía acarrear unos cuantos años en el purgatorio, y el estar en el
purgatorio no eran precisamente unas vacaciones en Benidorm.
La edad escolar era de seis a doce años y los cursos duraban más o
menos como ahora. El horario de clases era de nueve a doce y de tres a cinco,
los jueves por la tarde no había clase, pero los sábados por la tarde si. En la
jornada de la mañana había media hora de recreo. La empleábamos en jugar a
cualquier juego que se nos ocurriese. Los muchachos jugábamos mucho a Pie
derecho; o en una portilla de “trencas” que había junto a la escuela, que daba a
la mies, con una “trenca” que poníamos sobre otra nos fabricábamos un
columpio. También jugábamos mucho Al milano que le dan; este juego era muy
socorrido porque jugábamos niños y niñas juntos, o a la tía Mari Buena. También
jugábamos a Cruz en raya y al Aeroplano. Este último juego era más de las
niñas. No hacía falta que los profesores nos enseñasen a jugar, como ahora.
Nos inventábamos nosotros los juegos. Ah, cuando pisaban el sayal los de casa
Mesia, lo colgaban del corredor y nos dejaban columpiarnos colgándonos de la
tela para que estirase. Junto a la puerta de entrada, debajo de la ventana que se
ve y que ahora se ve un banco de madera, había un banco de piedra, en él
dibujábamos con tiza el Cruz y Raya el día que decidíamos jugar a ese juego.
Los dueños de la casa entraban por el arco grande que está a la derecha
del pequeño, que era la entrada de la escuela, y según se entraba por el portón
grande había un portalón muy grande y de frente, al fondo del portal, una puerta
de estilo gótico que daba a las cuadras. A la derecha había otra puerta que daba
a un pequeño vestíbulo donde estaban los cloques con los calderos del agua y
una herrada y un cangilón de latón para beber. Cuando salíamos al recreo todos
los críos íbamos a beber agua con el cangilón. Los dueños de la casa eran
gente muy tolerante y muy afable y no nos ponían ningún problema. De ese
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mismo vestíbulo arrancaba la escalera para subir al piso superior y al desván y
otra puerta que daba a una cocina muy grande con una ventana muy pequeña.
Las divisiones entre unos locales y otros eran unas paredes de piedra de
sesenta centímetros de gruesas. En el portalón también había un banco de
carpintero y allí hacía muebles de castaño un ebanista muy anciano que era de
Pedreo. Algunos días los niños nos daba por insultar al anciano. Fuera del
portón, donde se ve leña apilada, había un horno de cocer pan y al lado había
un árbol de “copos de nieve.” No sé cual es el nombre real del árbol. Daba unas
flores blancas muy grandes que generalmente usaban para adornar la capilla en
el mes de mayo. El día que nos daba por jugar al escondite o algo así, igual nos
metíamos en el horno a escondernos, pero no daba muy buen resultado porque
allí era donde primero miraba el que se quedaba.
Cuando salíamos de la escuela, salíamos a la carrera y cuando
llegábamos casi a la puerta decíamos a toda prisa: usted lo pase biennn... Era la
despedida a la maestra o al maestro y cuando salíamos a la calle levantamos los
brazos y gritábamos…¡Vuaaaaa ¡ (Fin) // Divulgación
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1) Se impuso la tarea de crear 27.151 escuelas, a razón de 5.000 anuales, sobre las 32.680 que
había.
2) Esta escuela fue fundada y costeada por el coronel don Juan Gutiérrez Rubín de Celis.
Existe la escritura de su fundación con fecha 23 de febrero de 1746. También costeó la
construcción del Puente de La Herrería, la construcción de la Iglesia de San Roque y San
Jacinto en Celis, y la traída de agua de La Toja a Celis.
3) El día 9 de marzo de 1949 se firmo en la Lastra el contrato de construcción de una escuela y
casa para el maestro, por parte de Saltos del Nansa y D. Delfín Rubín González (presidente),
para el pueblo de Celucos, a cambio de terrenos para el paso del canal y escombreras.
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La
Escuela de Primeras Letras en el barrio de La Herrería se inició en el año 1761 y se
terminó a últimos del año 1766, la cual estuvo en activo hasta julio de 1937. Ciento
ochenta y un años prestando un servicio para los niños y niñas del Concejo de Celis.
Generaciones enteras se iniciaron en la lectura y escritura en estas Escuelas: en ella
aprendieron a leer y escribir; las cuatro reglas numéricas; doctrina cristiana con la
ayuda catecismo de Padre Astete y un código con rígidas reglas a cumplir, dentro y
Pizarra
78 + 81 = 159
245 x 21 = 5.145
1024 / 12 = 85,3333334
(24/3)+(32/8) = 12
1 pie = 27,863 cm.
1 vara = 3 pies = 83,59 cm.
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fuera de clase. Todo un tratado de buenas costumbres, éticas y religiosa, que los
maestros y sus pupilos estaba obligados a impartir y a ejercitar.
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Trazas de la Historia de Celis // Oviedo, 26 de febrero de 2013
Víctor Manuel Cortijo Rubín de Celis