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GUILLERMO DE SAINT-THIERRY




      CARTA DE ORO

(A LOS HERMANOS DE MONTE DEI)




       TRADUCCIÓN:
       MONJES DE SAN ISIDORO DE DUEÑAS,
       DANIEL GUTIÉRREZ, DE LA OLIVA
DEDICATORIA A LOS NOVICIOS
3



DEDICATORIA A LOS NOVICIOS

          A los señores y hermanos Haymond, Prior1 y
          H., el hermano Guillermo les desea un sábado
          de delicias2.
            1. Carísimos hermanos en Cristo3, tal vez
          soy importuno y me atrevo más de lo debido al
          hablaros con tanta sinceridad. Perdonadme. Es
          que se me ha dilatado el corazón. Abridme
          también el vuestro4, os lo ruego, y
          comprendedme porque soy todo vuestro en las


1
  . Dom Haymond, segundo Prior de Mont-Dieu, comenzó su gobierno
en 1144.
2
  . Is 58, 13. Sábado de delicias = sabbatum delicatum. Es una
expresión frecuente en la literatura monástica medieval. El
simbolismo es vario, pero se llega a una cierta unidad de expresión
que podríamos considerar como perfectamente lograda en la
definición de san Elredo: “Sábado es el sosiego del alma, la paz del
corazón, la tranquilidad del espíritu” (Spec.Cart. III, 2). Este es sin
duda el sentido en que lo usa Guillermo en el saludo de la carta.
     Los diversos autores desarrollaron el tema bajo distintos aspectos
y enriquecieron notablemente su concepto. Se habla de tres clases de
sábados en correspondencia exacta con los tres elementos esenciales
de la vida cenobítica: el individuo, los hermanos, Dios; y de la
preparación para cada uno de ellos durante un número determinado de
años místicos. Se aplica especialmente a la vida contemplativa
(GUILLERMO, De natura et dignitate amoris), que se considera como
el sabbatisimum (GILBERTO DE HOYLAND, In Cant. Ser. XI, 4). Por eso
los contemplativos son los sabatizantes, sabatizan (ibidem). Cf. J.
LECLERCQ, Otia Monástica I, 4 Sabbatum, en Studia Anselmiana, 53,
Roma, 1953, pp. 50-59.
3
  . 2Co 6, 11; Sal 118, 32.
4
    . 2Co 6, 13; 2Co 7, 2.
DEDICATORIA A LOS NOVICIOS                                            4

           entrañas de Aquel en quien nos amamos
           mutuamente5.
             2. Desde que partí de vosotros hasta el
           momento presente me he propuesto dedicar mi
           trabajo diario no a vosotros, que no lo
           necesitáis6, sino al hermano Esteban, a sus
           compañeros los hermanos más jóvenes y a los
           novicios que llegan a vosotros, cuyo maestro
           es solo Dios. Que en esto tomen y lean lo que
           pueda serles de utilidad, como consuelo en su
           soledad y estímulo en su vocación.
             3. Os doy lo que puedo: mi buena voluntad;
           devolvédmela vosotros cargada de frutos.
           David danzando agradó a Dios, no por la
           danza sino por el afecto7. De modo semejante
           la mujer que ungió los pies del Señor, fue
           alabada por él, no por haberlos ungido, sino
           porque amaba8; haciendo lo que podía, fue por
           ello justificada.
            4. He pensado dedicaros también otro
           opúsculo, impulsado a ello más por la
           exigencia insistente y nada reprochable de
5
    . Flp 1, 8.
6
    . Cf. 1Tes 5, 1.
7
  . 2S 6, 14-16.20-23. La Palabra affectus usada en este párrafo tiene
sustancialmente el mismo sentido que en español, es decir, indica un
sentimiento de amor hacia Dios. Es un término técnico en la escuela
cisterciense que connota en general un sentido más profundo que su
correspondiente español. El affectus en los místicos cistercienses tiene
un doble sentido, activo y pasivo a la vez, e indica el movimiento
pasional hacia Dios como consecuencia de haber sido el alma afectada
-tocada- por Dios. Dios mueve; el alma se entrega.
8
  .Lc 7, 28-47; Mc. 14, 6-8.
DEDICATORIA A LOS NOVICIOS
5

          algunos hermanos, para consuelo y estímulo
          de su fe. Su tristeza sería para mí gran gozo si
          no me viera imposibilitado de visitar a los que
          están tristes.
            5. En efecto, la grandeza no ya de su fe
          sino de su amor, hace que sientan horror hacia
          todo lo que parece contrario a la misma; de tal
          modo que si la tentación del espíritu de
          blasfemia o de la carne9 por pequeña que sea,
          les roza o les conturba, como si solo oírlo o
          sentir algún movimiento fuera suficiente, creen
          ya gravemente herida la piedad de su
          conciencia, y se lamentan penosamente como
          si hubieran claudicado en la fe10.
           6. A algunos que pasan de las tinieblas del
          mundo a ejercitarse en una vida más pura, les
          ocurre lo que sucede siempre a los que
          habiendo estado largo tiempo en tinieblas11
          pasan rápidamente a la luz: la misma luz que
          debía permitirles verlo todo, hiere y molesta

9
  . Las tentaciones de blasfemia o de lujuria proceden, según
Guillermo, de la naturaleza misma del primer pecado y, por tanto,
acosan con mayor facilidad al hombre caído que se sorprende con
frecuencia apeteciendo lo que no quiere y pensando de Dios cosas que
no aprueba. Ambas pueden deslizarse insensiblemente en el hombre y
mancillar con gran facilidad el corazón, por lo que se ha de evitar todo
coloquio, oponiéndoles resueltamente el escudo de la fe. (Cf. El
Espejo de la fe, cap.IV. Col. PP. Cist. 8, p. 40 ss.). Esto explica que
tratando de la fe aluda el autor a estas dos tentaciones nacidas de la
acción por la que el demonio quiso cerrar todo acceso a Dios,
inficionando desde el principio la misma raíz de acercamiento a Dios
que es la fe (Cr. ibidem).
10
   . 2Tm 3, 8.
11
     . Imagen tomada de Platón: República, 514a, apólogo de la caverna.
DEDICATORIA A LOS NOVICIOS                                6

           sus ojos enfermos; del mismo modo éstos son
           cegados por las primeras claridades de la fe, y
           no pueden resistir los rayos desacostumbrados
           de esta nueva luz hasta que el mismo amor a la
           luz les acostumbra.
             7. El opúsculo se divide en dos libritos: el
           primero, por ser claro y fácil, lo denomino
           Espejo de la fe12. Al segundo, que contiene en
           síntesis las razones y fórmulas de la fe según
           las afirmaciones y el sentir de los Padres
           católicos, y es algo más oscuro, lo he titulado
           Enigma de la fe13. Deseo dedicarme a este
           estudio, más para huir de la ociosidad -
           enemiga del alma14, puesto que la vejez y los
           achaques me eximen del trabajo común, no
           tanto por méritos cuanto por perezoso e inútil-,
           que por pretender enseñar a los demás. En
           efecto, no es decorosa la instrucción en boca
           del pecador15; solamente conviene a los que
           confirman su doctrina viviendo lo que
           enseñan.
             8. En el primer libro se enseña al lector
           sencillo por dónde ha de caminar; en el
           segundo cuánta cautela ha de poner en el
           camino. En este mismo orden dice el Señor a
           sus discípulos: Ya sabéis a donde voy y
           conocéis el camino16. Y el Profeta: Las

12
     . PL 180, 365B - 398A
13
     . PL 180, 397B - 440D
14
     . RB. c. 48.
15
     . Si 15, 9.
16
     . Jn 14, 4.
DEDICATORIA A LOS NOVICIOS
7

           riquezas de la salvación son sabiduría y
           ciencia17. También el Salmo nos dice en
           primer lugar: El día al día le pasa el mensaje,
           y después: la noche comunica el conocimien-
           to a la noche18.
             9. He escrito también otros opúsculos: dos
           tratados, el primero Sobre la contemplación de
           Dios; el segundo Sobre la naturaleza y la
           dignidad del amor . Un librito sobre el
           Sacramento del Altar; unas Meditaciones,
           útiles para formar a los novicios en la práctica
           de la oración, y un comentario al Cantar de los
           cantares hasta aquel pasaje: Apenas los había
           pasado encontré al Amor de mi alma19
             10. Me impidió terminarlo el tener que
           escribir Contra Pedro Abelardo. En efecto, no
           me parecía lícito completar tan tierno
           comentario en la intimidad de la
           contemplación20, mientras él devastaba fuera

17
   . Is 33, 6. Los textos bíblicos citados por Guillermo revelan una vez
más su pensamiento sobre el proceso del conocimiento teológico.
Espiritualidad y teología se reclaman mutuamente. El proceso que es
el mismo en ambos tiene por base la trilogía anima-animus-spiritus
que sirve de apoyo teológico a la teoría de Guillermo sobre la triple
ciencia que el hombre puede tener de Dios, a medida que el alma pasa
de un estado a otro: a) el arte de creer, es decir, de leer en la Escritura
las obras de Dios; b) el arte de pensar y hablar correctamente de Dios;
c) la ciencia mística o experiencia vital de lo que se cree.
18
   . Sal 18, 3.
19
     . Ct 3, 4.
20
  . “intus vacare otio”. Guillermo de Saint Thierry como san
Bernardo debieron dejar más de una vez la paz del claustro o los
jugosos comentarios de la Sagrada Escritura, para salir en defensa de
la Iglesia, la Esposa del Verbo contra errores doctrinales o de otra
índole.
DEDICATORIA A LOS NOVICIOS                                  8

          con espada desnuda, como se dice, y con tanta
          crueldad los campos de la fe. Lo que contra él
          escribí lo he tomado de los Santos Padres, lo
          mismo para el Comentario a la Carta a los
          Romanos y otros escritos de los que hablaré
          más abajo. En todos ellos poco o muy poco he
          dicho de mi propia cosecha. Mejor es si os
          parece, que borrado mi nombre fueran
          relegados al anonimato para que no suceda
          como a la perdiz, que cubre bajo sus alas
          huevos que ella no puso21.
            11. De los libros de san Ambrosio recopilé
          lo que en ellos se dice sobre el Cantar de los
          Cantares. Tarea ingente y notable; lo mismo
          hice con san Gregorio, pero con más amplitud
          que lo hiciera Beda. Ya que el mismo Beda,
          como bien sabéis, sólo compuso el último libro
          de su comentario al Cantar de los cantares ,
          formado con esa recopilación.
            12. Si lo deseáis, podéis transcribir las
          Sentencias sobre la Fe que he entresacado
          principalmente de los escritos de san Agustín;
          son sólidas sin duda y de gran peso, y
          mantienen una buena relación con la obra
          antes citada que denominé Enigma de la fe.
            13. Tengo además otra obra sobre La
          Naturaleza del Alma, escrita bajo la
          dedicatoria “de Juan a Teófilo”. Deseando
          tratar en ella sobre el hombre en su totalidad,
          he puesto un preámbulo Sobre la naturaleza
          del Cuerpo, por parecerme que así lo pedía el

21
     Jr 17, 11
DEDICATORIA A LOS NOVICIOS
9

          tema. Extractando la materia para éste entre
          los libros que tratan de curar las enfermedades
          del cuerpo, y para aquel de los que tratan la
          cura de las almas.
            14. Así pues, leed todas estas obras. Si no
          sois los primeros en hacerlo, sed al menos los
          últimos. Para que no suceda que, cayendo en
          manos de quienes no haciendo nada útil, se
          dedican a roer y destruir lo ajeno yo mismo no
          quede ileso, encontrándome ya como otro
          Isaac, débil y viejo22. Débil, no tanto en los
          pasos cuanto en el juicio. Finalmente, si estos
          libros no fueran de utilidad, prefiero sean
          consumidos por el fuego de unas manos
          amigas, a que se cebe en ellos la envidia de
          los detractores.
            15. El Señor nos ha llamado a vivir en paz23.
          Procuremos hacer el bien no sólo ante él sino
          también ante los hombres24, para que en
          cuanto de nosotros dependa, tengamos paz con
          todos25. Esto es, en efecto, lo que
          encarecidamente recomienda el Apóstol: que
          no pongamos tropiezo o escándalo al
          hermano26
            16. Quien lea estos escritos con espíritu
          fraternal, si no halla en ellos nada que le
          consuele o edifique, no encontrará al menos
22
     Gn 27, 1-2.
23
     . 1Co 7, 15.
24
     . Rm 12, 17; 2Co 8, 21.
25
     . Rm 12, 18.
26
     . Rm 14, 15.
DEDICATORIA A LOS NOVICIOS                                       10

       nada que le irrite o escandalice, como si se
       tratara de un presuntuoso. Para no hablar de lo
       que en ellos pueda haber de edificante, el
       lector amigo sabrá soportar mi temeridad, si
       hay alguna. No miréis con malos ojos mi
       simplicidad, teniendo en cuenta lo que ya he
       dicho: desconocedor por completo de las obras
       exteriores y quebrantado más por la
       enfermedad27 que por la edad, sin el estímulo
       de este trabajo no hubiera podido evitar la
       violencia de la ociosidad que, como enseña la
       Escritura, es maestra de muchas maldades28




27
   . En el momento de escribir la carta Guillermo debía rondar los
sesenta años. No era, pues, muy viejo, pero sus energías físicas
estaban probablemente agotadas. En varias ocasiones hace alusión a la
falta de salud que le impedía observar algunas prácticas monásticas.
(Vita Bernardi, I, 12).
28
   . Si 33, 28.
PREÁMBULOS
11




             PREÁMBULOS
PREÁMBULOS                                                         13


                                      I
                    FELICITACIÓN Y ESTÍMULOS


           Renovación de la vida solitaria


             1. Corre, apresúrate alma mía, hacia los
           hermanos del Monte de Dios, en el gozo del
           Espíritu Santo29, con un corazón radiante de
           alegría, con la ternura de la piedad y con toda
           la generosidad de una voluntad entregada.
           Ellos han traído la luz de Oriente y aquel
           religioso fervor del antiguo Egipto a las
           tinieblas de Occidente y a los gélidos rigores
           de las Galias. A saber, el modelo de vida
           solitaria, y la forma de practicar la vida
           celestial.
             2. ¿Cómo no regocijarse y alegrarse en el
           Señor30, porque la más preciosa porción de la
           religión cristiana, que parecía poner el cielo a
           nuestro alcance, estaba muerta y ha revivido,
           se había perdido y ha sido encontrada?31.
             3. En efecto, lo habíamos oído, pero no lo
           creíamos32; lo habíamos leído en los libros y

29
     . 1Ts 1, 6.
30
     . Lc 15, 32; Flp 3,1.
31
   . Lc 15, 24.32. Bajo la imagen del hijo pródigo parece indicar que
los cartujos han revivido en Occidente el ideal de la vida solitaria de
los monjes de Egipto.
32
   . Sal 17, 45; Rm 10, 16.
PREÁMBULOS
14
           nos llenaba de admiración la gloria de aquella
           antigua vida solitaria, y la abundancia de la
           gracia de Dios en ella derramada. Y de pronto
           la encontramos en los bosques33, en el Monte
           de Dios, monte ubérrimo, donde abunda la
           grosura del desierto y los valles se llenan de
           alegría34
             4. Esa vida se ofrece ahora a todos por
           medio vuestro; desconocida hasta este
           momento, a todos se hace presente, a todos se
           manifiesta, mediante un puñado de hombres
           sencillos, por aquel que con un pequeño grupo
           de hombres ignorantes subyugó a todo el
           mundo, con asombro del mismo mundo.
             5. Es verdad que el Señor hizo milagros
           grandes y divinos en la tierra, pero éste los
           supera y los esclarece a todos; porque como
           hemos dicho, con unos pocos hombres
           ingenuos puso bajo sus pies todo el mundo y
           toda la altivez de su sabiduría. Y eso mismo ha
           comenzado a realizar ahora en vosotros.
             6. Así, Padre, ha sido de tu agrado. Has
           escondido estas cosas a los sabios y prudentes
           de este mundo, y se las has revelado a los
           pequeñuelos35. No temas, pequeño rebaño,
           dice el Señor, ten plena confianza, porque es
           del agrado de Dios Padre otorgaros el Reino36


33
     . Sal 131, 6.
34
     . Sal 64, 13.
35
     . Mt 11, 25-26.
36
     . Lc 12, 32.
PREÁMBULOS                                              15
             7. Considerad, hermanos quiénes fuisteis
           llamados37. ¿Dónde está el sabio entre
           vosotros? ¿Dónde el letrado? ¿Dónde el
           escrutador de este mundo?38 Aunque hay
           algunos sabios entre vosotros, es a través de
           los sencillos como reúne a los sabios el que en
           otro tiempo conquistó para sí a los reyes y
           filósofos de este mundo por medios de unos
           pescadores.
             8. Dejad, pues, que los sabios del mundo,
           engreídos de espíritu mundano39, que
           imaginan cosas grandes, pero habrán de lamer
           el polvo40, dejadlos que sabiamente se hundan
           en lo profundo del infierno41. Vosotros en
           cambio, mientras se cava una fosa al
           pecador42, os mantenéis como unos insensatos
           por Dios por propia elección, en esa locura de
           Dios que es más sabia que todos los
           hombres43, aceptando, con Cristo como guía,
           el camino de la humildad que sube hasta el
           cielo.
             9. Vuestra simplicidad arrastra ya a muchos
           a imitaros44; vuestra conformidad y gran
           pobreza45 confunde la ambición de muchos;
37
     . 1Co 1, 26.
38
     . 1Co 1,20.
39
     . 1Co 2,12.
40
     . Sal 71, 9.
41
     . Mt 11, 23.
42
     . Sal 93, 13
43
     . 1Co 1, 25.
44
     . 2Co 9, 2.
45
     . 2Co 8, 2.
PREÁMBULOS
16
           vuestro ocultamiento despierta en muchos
           rechazo a todo lo que es ruido bullanguero.
           Por consiguiente, si tenéis en Cristo algún
           poder de consolar, si tenéis un poco de amor,
           si tenéis comunión con el Espíritu, si tenéis
           entrañas de misericordia, colmad mi gozo46 y
           no sólo el mío, sino el de todos los que aman
           el nombre del Señor47. Así, revestidos con el
           oro de la sabiduría de Dios, entre la múltiple
           variedad de hábitos que adornan a la reina
           sentada a la derecha de su Esposo48, sea
           vuestro anhelo y vuestra solicitud instaurar el
           ornamento de esta santa novedad para gloria
           de Dios, para magnífica corona vuestra y para
           alegría de todos los buenos49.
             10. Novedad, digo, por las malas lenguas50,
           de las cuales os guarde Dios bajo la protección
           de su mirada51. Hombres impíos que al no
           poder apagar la luz de la verdad, denigran el
           mismo nombre de novedad; anticuados e
           incapaces de concebir lo nuevo en sus mentes
           envejecidas; odres viejos incapaces de
           contener vino nuevo, que reventarían si en
           ellos se echase52.


46
     . Flp 2, 1-2.
47
     . Sal 118, 132.
48
     . Sal 44, 10.
49
   . En este párrafo elogia Guillermo la novedad de la vida cartujana
que enriquece el ornato multicolor de la Esposa de Cristo, la Iglesia,
con una nueva familia religiosa.
50
   . Si 28, 28.
51
     . Sal 30, 21.
52
     . Mt 9, 17; Mc 2,22; Lc 5, 37.
PREÁMBULOS                                                        17
           11. Ahora bien, esta novedad no tiene nada
         de vanidad; es el núcleo de la religión
         naciente, la plenitud del amor que brotó de
         Cristo, el legado de la Iglesia de Dios;
         prefigurada por los antiguos profetas53, nace y
         se renueva con Juan Bautista al surgir el sol de
         la nueva gracia, la vive íntimamente el mismo
         Señor54 y la desean sus discípulos estando aún
         él presente.
           12. Habiendo visto la gloria de la
         transfiguración del Señor los que con él
         estaban en el monte santo55, Pedro enseguida,
         fuera de sí y sin saber lo que decía,
         contemplando la gloria del Señor, quería pedir
         para sí lo que era un bien de todos. Pero
         estando al mismo tiempo muy consciente de sí
         mismo y sabiendo muy bien lo que decía, y
         gustando cuán dulce es el Señor56, pensaba
         que lo mejor sería permanecer siempre allí, y
         anhelaba estar siempre en intimidad con el
         Señor y los ciudadanos del cielo que veía junto
         a él. Así exclamó: Señor, qué bien estamos
         aquí; hagamos tres tiendas: una para ti, otra
         para Moisés y otra para Elías57. Si se le
         hubiera concedido lo que pedía no hay duda
         que enseguida hubiera levantado otras tres:

53
   . Ya Elías, Eliseo y otros vivieron una vida solitaria que luego
restauraría Juan Bautista y viviría el mismo Jesús. Cf. Mt. 3, 1-4; Mc
1, 3-6; Lc 3, 2-4.
54
     Mt 14, 23; Mc 1, 35; 6, 46; Lc 5,37.
55
   Mt 14, 23; Mc 9, 1; Lc 9, 33.
56
   Sal 33, 9.
57
   Mt 17, 4.
PREÁMBULOS
18
           una para él, otra para Santiago y otra para
           Juan.
             13. Después de la Pasión del Señor, caliente
           aún en el corazón de los fieles el recuerdo de
           aquella sangre hacía poco derramada, los
           desiertos se poblaron de hombres que
           abrazaban la vida solitaria, se ejercitaban en la
           pobreza de espíritu y mutuamente se
           estimulaban y edificaban con ejercicios
           espirituales, en el ocio fecundo58 de la
           contemplación divina. Entre ellos se nos habla
           de los Pablos, los Macarios, Antonio, Arsenio
           y tantos otros59, nobles cónsules en esta
           república santa, nombres egregios y
           dignatarios en la ciudad de Dios, poseedores
           de trofeos conseguidos con la victoria sobre
           este siglo y el príncipe de este mundo, con el
           dominio de su cuerpo, y la entrega al bien de
           su alma y al Señor su Dios60
             14. Callen ya los que desde lo oscuro de sus
           tinieblas censuran la luz y os critican de
           novedad desde su mala voluntad. Sería a ellos
           a los que se les debería acusar de anticuados e
           inconstantes.
             Sin duda, nunca os faltarán aduladores y
           detractores, como los tuvo el mismo Señor.
           Prescindid de los aduladores; o más bien,
           amad en ellos el bien que ellos reconocen en
           vosotros; haced caso omiso de los detractores

58
   . Pingue Otium Es otra expresión sinónima a Sabbatum para indicar
la contemplación espiritual.
59
   . De todos estos monjes nos habla la Historia Lausíaca.
60
     . Cf. Jdt 5, 17.
PREÁMBULOS                                                 19
           y rogad por ellos. Y olvidando lo que queda
           atrás61, esquivando las trampas que siempre
           encontraréis a uno y otro lado62 de vuestro
           camino, lanzaos hacia las cumbres que os
           esperan63. Perderíais el tiempo si pretendierais
           responder a cada propuesta de los aduladores,
           o argumentar las intrigas de los detractores.
           Esto, sin duda, no acontecería sin gran
           detrimento para vuestro santo empeño. En
           efecto, para el que corre de la tierra al cielo ya
           es un gran detrimento entretenerse, aunque no
           se detenga.




61
     . Flp 3, 13.
62
     . Sal 139, 6.
63
     . Flp 3, 13.
PREÁMBULOS
20


                                II
                   LLAMAMIENTO A LA HUMILDAD


            15. No perdáis la ilusión, no os demoréis,
          que os queda mucho camino64. Vuestra
          profesión es altísima, alcanza los cielos, es
          común a los ángeles y se asemeja a la pureza
          angélica. No sólo prometisteis alcanzar la
          santidad; sino la perfección de la santidad y la
          meta de toda consumación65. No corresponde a
          vuestra profesión ser flojos en los
          mandamientos comunes a todos, ni limitaros a
          lo que Dios manda, debéis estar atentos a sus
          deseos, buscando cuál es la voluntad de Dios:
          lo bueno, lo que le agrada, lo perfecto66.
            16. Que otros sirvan a Dios, vosotros debéis
          uniros a él. Que otros crean, conozcan, amen y
          veneren a Dios; vosotros debéis saborearle,
          aprehenderle, compenetraros con él, gozarle.
          Cosa grande, sublime es ésta sin duda; pero
          poderoso y bueno es el que está con vosotros
          como bondadoso prometedor, fiel
          remunerador, y protector infatigable. Él mismo
          concede la firmeza y el deseo conjuntamente a
          quienes por su amor emprenden grandes cosas,
          y con fe y confianza en su gracia asumen

64
     . 2R 19, 7.
65
     . Sal 118, 96.
66
     . Rm 12, 2
PREÁMBULOS                                                        21
          tareas que superan sus fuerzas. En efecto,
          quien se anticipó con la gracia de quererlo,
          otorgó también la fortaleza para seguir
          progresando. Cuando por su amor hace el
          hombre lo que está de su parte, a pesar de las
          calumnias del calumniador, Él mismo hace
          misericordiosamente justicia y causa propia la
          de su pobre siervo, ya que el hombre ha hecho
          todo lo que podía67.
            17. Lejos de vosotros, hermanos, todo
          orgullo; lejos de vuestra pobreza y humildad y
          hasta de vuestra boca todo engreimiento. Es
          mortal presumir de grandes cosas, y
          fácilmente se embota uno magnificándose, con
          peligro de su vida. Sea otro el renombre de
          vuestra profesión, tenga otro calificativo
          vuestro trabajo.
            18. Vosotros llamaos y consideraos más bien
          fieras indómitas, acorraladas en jaulas, bestias
          que no pueden ser domadas por el
          procedimiento común de los hombres.
          Considerad superior a vosotros la valentía y
          admirad la gloria de aquellos valientes
          ambidextros, como Aoth juez de Israel, que
          usaba ambas manos como si fueran la
          derecha68. Ellos, en la medida de lo posible, se
          entregan con íntima devoción a la
          contemplación del amor de la verdad; pero si
67
     . Mc 14, 8.
68
  . Jc 3, 15. Parece que Guillermo alude aquí a la tensión siempre más
o menos latente en la vida consagrada, monástica o apostólica, entre
contemplación y apostolado; vida solitaria o atención al prójimo.
PREÁMBULOS
22
           la necesidad lo reclama o el deber les obliga,
           inmediata-mente salen fuera para realizar la
           verdad del amor.
             19. Guárdate también, siervo de Dios, de
           condenar a los que no quieres imitar. Ya
           quisiera que obrases en tu flaqueza como
           obraba pletórico de salud el que decía: Cristo
           Jesús vino a salvar a los pecadores, de los
           cuales yo soy el primero69. No decía esto
           Pablo arrastrado por la mentira, sino con plena
           convicción. El que con diligencia se examina a
           sí mismo para conocerse debidamente, piensa
           que ningún pecado es tan grave como el suyo,
           puesto que no lo conoce como conoce el suyo
           propio.
             20. No quiero que pienses que la luz del sol,
           que brilla para todos, luce sólo en tu celda.
           Que sólo junto a ti hace buen tiempo. Que sólo
           en tu conciencia actúa la gracia de Dios. ¿Es
           que Dios existe sólo para los que viven en la
           soledad? En manera alguna. Dios es para
           todos. Dios se compadece de todos, y no odia
           nada de lo que ha creado70. Prefiero creas que
           en todas partes hay paz menos en ti, y te
           consideres el peor de todos.
             21. Trabajad por vuestra salvación con
           temor y temblor71. En lo que de vosotros
           depende, no os metáis en lo que son los demás,
69
     . 1Tm 1,15.
70
     . Sb 11, 24-25.
71
     . Flp 2, 12.
PREÁMBULOS                                         23
     sino en lo que pueden llegar a ser por vuestro
     ejemplo. Y no sólo en los que viven
     actualmente, sino en los que os sucederán
     después, que os mirarán como modelos de esta
     santa vocación. En efecto, de vosotros, de
     vuestro ejemplo, de vuestra autoridad
     dependerá el futuro de esta santa orden en esta
     región.
       22. Vuestros sucesores os llamarán padres y
     maestros, imitándoos con gran veneración. Lo
     que vosotros establezcáis, la observancia y las
     costumbres que, vividas por vosotros, les
     transmitáis, las guardarán y custodiarán
     vuestros sucesores sin la más mínima
     mutación. A nadie le será permitido hacer
     cambios. De este modo tendrán para con
     vosotros la misma consideración que tenemos
     nosotros con las leyes de la suma e inmutable
     Verdad. Todos debemos ahondar en ellas y
     conocerlas, pero a nadie es lícito enjuiciarlas.
       23. Demos gracias a Dios, porque lo que
     vosotros vivís con tanto amor y valentía
     redundará en honor vuestro y en provecho de
     vuestros sucesores. Ellos imitarán con
     animosidad lo que ahora vivís vosotros. Y si
     conviniera establecer algo distinto, sea Dios
     quien os lo comunique. Así, aún manteniendo
     por encima de todo lo que corresponde a la
     santidad de la Cartuja, y encomiándolo con
     toda veneración, se requieren más cosas en
     aquellos lugares de los Alpes, azotados por
     fríos continuos y espantosos, que en estas
PREÁMBULOS
24
           regiones, que no parecen tan necesarias a los
           que viven con frugal suficiencia y voluntaria
           pobreza.


           Fervor de Monte de Dios


             24. Ya me entendéis. El Señor os dará luz
           para ello72. Ausente con el cuerpo pero
           presente en espíritu, me congratulo con
           vosotros73 viendo la armonía que mantenéis74,
           el fervor de vuestro espíritu y vuestra paz
           desbordante, el encanto de vuestra sencillez y
           la firmeza de vuestra decisión; en vuestro
           amor mutuo la dulzura misma del Espíritu
           Santo, la mesura de la piedad75 en vuestras
           relaciones mutuas; me transporto de gozo al
           recordar Monte de Dios, y adoro con devoción
           las primicias del Espíritu Santo76 y el don de la
           gracia, con la esperanza de que en todo esto
           crezca vuestra forma de vida religiosa.
             25. El mismo nombre de Monte de Dios es
           ya promesa de buena esperanza. En efecto,
           como dice el salmo refiriéndose al monte de
           Dios, en él morarán los que buscan al Señor,
           los que buscan el rostro del Dios de Jacob, los

72
     . 2Tm 2, 7.
73
     . Rm 16, 19.
74
     . Col 2, 5.
75
     . 2P 3, 11.
76
     . Rm 8, 23.
PREÁMBULOS                                             25
           de manos inocentes y puro corazón, y no han
           recibido en vano su alma77. Esta es
           precisamente vuestra profesión: buscar al Dios
           de Jacob, no como lo busca todo el mundo,
           sino buscar el mismo rostro de Dios que
           contempló Jacob, y dijo: He visto a Dios cara
           a cara y he salvado mi vida78.
             26. Conocer a Dios es buscar su rostro,
           buscar ese cara a cara que contempló Jacob, de
           la cual dice el Apóstol: Entonces conoceré
           como soy conocido. Ahora vemos en espejo y
           oscuramente, entonces le veremos cara a cara,
           como es 79. Debemos buscar ese rostro en la
           presente vida sin descanso80, mediante la
           limpieza de las manos y la pureza de corazón.
           Tal es la piedad que Job llama culto a Dios81.
           El que carece de ella, en vano posee su alma,
           tiene una vida sin sentido. Más aún, carece
           totalmente de vida, puesto que lleva una vida
           para la cual no se le otorgó el alma.




77
     . Sal 23, 3.4.6.
78
     . Gn 32, 30.
79
     . 1Co 13, 12.
80
     . Sal 104, 4.
81
     . Jb 28, 28.
PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL
26




                 PRIMERA          PAR
     TE


          EL HOMBRE
     ANIMAL
PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL                                    27


                            CAPÍTULO I
          LA CELDA Y SUS MORADORES



                            1. LA CELDA82


       La soledad auténtica
         27. Esta piedad consiste en el recuerdo
       constante de Dios, en la solicitud continua de
       la mente por conocerle, en una adhesión
       incansable a su amor, de tal manera que no
       pase un solo día, y ni una hora en que el
       siervo de Dios no esté entregado a la actividad
       espiritual, al empeño de progresar, a la dulzura
       de la vivencia y al gozo de la fruición. Sobre
       esta piedad amonestaba el Apóstol a su
       discípulo más querido: Ejercítate en la piedad
       ya que las prácticas corporales sirven de muy
       poco, mientras que la piedad es útil para toda
       obra buena y tiene la promesa para la vida
       presente y la futura83



82
   . Dirigida la carta a los cartujos, Guillermo habla muy naturalmente
de la celda. En realidad trata de exponer en una síntesis preciosa la
doctrina tradicional sobre el monasterio y ese conjunto de prácticas
ascéticas de la familia monástica.
83
   . 1Tm 4, 7-8.
PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL
28
            28. Vuestro hábito pide y vuestra profesión
          reclama no una piedad de apariencia sino
          sincera. En efecto, como dice de nuevo el
          Apóstol: Hay hombres que, sí, tienen una
          apariencia de piedad, pero en realidad están
          lejos de ella84
            29. Si alguno de vosotros no tiene esta
          piedad en su corazón, no la demuestra en su
          vida y no la practica en su celda, diremos que
          está solo, pero no es un solitario. La celda no
          será para él celda, sino reclusión y cárcel.
          Verdaderamente está solo aquel con quien no
          está Dios. Y está encarcelado el que no goza
          de la libertad de Dios. Soledad y prisión
          significan miseria. La celda nunca deberá ser
          reclusión forzada, sino mansión de paz; la
          puerta cerrada no significará escondrijo sino
          un lugar de intimidad.
            30. Aquel con quien está Dios nunca está
          menos solo que cuando está solo85. Entonces
          se dilata a sus anchas en el gozo. Entonces es
          más él mismo para poder gozar de Dios en sí
          mismo y de sí mismo en Dios. Entonces, a la
          luz de la verdad, aparece la conciencia
          transparente en la hondura de un corazón puro,
          el recuerdo de Dios puede derramarse sin
          impedimento alguno por todo su ser, su mente
          es iluminada, el afecto goza de su propio bien;
84
     . 2Tm 3, 5.
85
  . Cicerón había dicho: “nunquam minus solus quam cum solus
esset” (De Officiis, III, 1). Guillermo completa la frase introduciendo
un elemento nuevo: “Dios”.
PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL                                    29
       o se inclina humildemente ante la conciencia
       de la propia debilidad humana.


       Celda y cielo86
         31. Debido a esto y según vuestra forma de
       vida, moráis más en el cielo que en las celdas;
       arrojando de vosotros todo lo mundano, os
       habéis encerrado totalmente con Dios. En
       efecto, morar en la “celda” y en el “cielo”
       tienen el mismo parentesco; y si cielo y celda
       guardan entre sí cierta relación en el nombre,
       lo mismo en el amor. Ahora bien, cielo y celda
       parece que reciben el nombre de celar
       [guardar escondido] y lo que se guarda en el
       cielo se guarda también en las celdas; lo que se
       hace en el cielo se hace también en las celdas.
       ¿Qué se hace? Dedicarse a Dios, gozar de
       Dios. Cuando esto se hace en las celdas con
       fidelidad y devoción, cumpliendo lo
       establecido, me atreveré a decirlo: los mismos
       ángeles de Dios convierten las celdas en cielo,
       y se regocijan tanto en ellas como en el cielo.
         32. Porque cuando en la celda se viven
       ininterrumpidamente las realidades celestiales,
       el cielo se aproxima a la celda por la

86
  . Todo este párrafo tiene como base un juego de palabras: cella,
coelum; y recoge una de las más bellas tradiciones monásticas. El
primero, el más importante de los temas al que han aplicado los
monjes del medievo el arte literario, es lo que podríamos llamar
devoción al cielo. J. LECLERCQ, Cultura y vida cristiana, Ed.
Sígueme, Salamanca, 1965, p. 71 & 2º). Sobre la correspondencia de
funciones angélicas y monacales a las que se refiere Guillermo, cfr. G.
COLOMBÁS, Paraíso y vida angélica, Montserrat, 1958, pp. 28 y ss.
PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL
30
           semejanza del misterio, por el afecto del amor,
           por la similitud de lo que se hace. Desde ese
           momento ya no será largo ni difícil el camino
           de la celda al cielo para el que ora o incluso
           sale de esta vida, porque hay un movimiento
           frecuente de la celda al cielo, y casi nunca se
           desciende de la celda al infierno, a no ser,
           como dice el salmo: Desciendan en vida, para
           que no desciendan al morir87.
             33. De este modo quienes viven en las
           celdas bajan con frecuencia al infierno. Así
           como por medio de una contemplación asidua
           se complacen en repasar los gozos celestiales
           para desearlos con más ardor, también hacen
           lo mismo con las penas del infierno, para
           espantarse y huir de ellas. Y eso es lo que
           suplican para sus enemigos al decir que
           desciendan vivos al abismo. Al morir casi
           ninguno baja de la celda al infierno, porque es
           casi imposible que persevere en ella hasta la
           muerte el que no está predestinado para el
           cielo.


           Celda y templo
             34. La celda alimenta, abraza y calienta al
           hijo de la gracia, fruto de su seno; lo conduce a
           la plenitud de la perfección y lo hace digno del
           diálogo íntimo con Dios. Al extraño empero y
           al espúreo lo arroja y aleja inmediatamente de
           sí. Como dijo el Señor a Moisés: quítate las
           sandalias de tus pies porque el lugar en que

87
     . Sal 54, 16.
PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL                                  31
           estás es tierra sagrada88 . Un lugar santo, una
           tierra santa no puede soportar por largo
           tiempo un cadáver, víctima de afectos
           mortíferos, o a un hombre que tiene muerto el
           corazón89.
             35. La celda es tierra y lugar santo donde el
           Señor y su siervo tienen frecuentes coloquios
           íntimos, como un amigo con otro amigo90. En
           ella el alma fiel se une frecuentemente al
           Verbo de Dios, la esposa establece alianza con
           el esposo, lo terreno se une a lo celestial, lo
           humano a lo divino91. Ahora bien, como el
           templo es la morada de Dios, del mismo modo
           lo es la celda para el siervo de Dios.
             36. En el templo y en la celda se tratan cosas
           divinas, pero más frecuentemente en la celda.
           En el templo se distribuyen algunas veces de
           modo visible y en figura los sacramentos de la
           vida divina; sin embargo, en la celda al igual
           que en el cielo, se nos ofrece continuamente la
           realidad misma de todos los sacramentos de
           nuestra fe, en toda su verdad y en toda su
           disposición, aunque todavía no con todo el
           esplendor de su pureza, ni con la seguridad de
           la eternidad92.

88
     . Ex 3, 5.
89
     . Sal 30, 13.
90
     . Ex 33, 11.
91
     . Cfr. Exultet, o Pregón de la Vigilia Pascual.
92
 . En un lenguaje atrevido se expone el valor unitivo de la vida
monástica. Solo puede compararse al de los sacramentos de la Iglesia.
PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL
32
             37. Por eso, como se ha dicho, al extraño,
           que no es hijo, la celda lo arroja
           inmediatamente de sí como a un abortivo, lo
           vomita fuera como alimento inútil y nocivo.
           Siendo taller de piedad, la celda no puede
           soportar por mucho tiempo en su intimidad a
           un individuo así. Vendrá el pie de la soberbia y
           se lo llevará; la mano del pecador y lo echará
           fuera. Arrojado, no podrá subsistir93, sino que
           huirá miserable, desnudo y avergonzado de la
           presencia del Señor como Caín94. Expuesto a
           todos los vicios y demonios, el primero que lo
           encuentre matará su alma95. Si acaso
           permanece algún tiempo en la celda, no por la
           firmeza de su virtud sino por su miserable
           obstinación, ella se le convertirá en cárcel, o
           sepultura de un vivo.


           Celda y progreso
             38. El castigo del hombre impío hace más
           sensato al sabio96, y el justo lavará sus manos
           en la sangre del pecador97. Como dice el

Las realidades sobrenaturales se comunican visiblemente en la Iglesia
por los sacramentos, signos sensibles de realidades sobrenaturales.
Los sacramentos, sin embargo, no se pueden recibir en cada momento.
En cambio, en la celda Dios se comunica al alma a cada instante
revelándole sus misterios.
93
   . Cf. Sal 35, 12-13.
94
     . Gn 4, 16.
95
     . Cf. Gn 4, 14.
96
     . Pr 19. 25.
97
     . Sal 57, 11.
PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL                          33
           profeta: Si te conviertes, Israel, conviértete de
           verdad98; esto es, intenta alcanzar la cumbre de
           una conversión sincera. A nadie le es
           permitido permanecer largo tiempo en el
           mismo estado99. El siervo de Dios o progresa o
           retrocede; intenta elevarse a lo alto o es
           arrastrado al abismo.
             39. A todos vosotros, en efecto, se os exige
           la perfección, aunque no a todos de la misma
           manera. Ahora bien, si comienzas, comienza
           de verdad; si estás ya progresando, realiza este
           progreso lo mejor que puedas; si has alcanzado
           ya alguna perfección, mídete bien a ti mismo y
           di con el Apóstol: No es que ya la haya
           alcanzado y me crea perfecto; sigo corriendo
           por si consigo alcanzarla como he sido
           alcanzado. Una cosa es cierta: olvidado de lo
           que queda atrás me lanzo a lo que está
           delante; corro hacia la meta para alcanzar el
           premio de la vocación divina en Cristo
           Jesús100.
             40. Luego añade: Pensemos así los que
           hemos alcanzado la perfección101. Claramente
           nos enseña aquí el Apóstol que la perfección
           del hombre justo en esta vida consiste en
           olvidar completamente el pasado, y lanzarse
           con todas sus fuerzas a lo que se tiene delante:
           ésa es la perfección del hombre justo en esta
           vida. Y la plenitud de esa perfección se logrará
98
     .Jr 4, 1.
99
     . Jb 14, 2.
100
      . Flp 3, 12-14.
101
      . Flp. 3, 15.
PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL
34
          cuando se alcance el premio con la posesión
          plena de la vocación celestial.


            2 . LOS MORADORES DE LAS CELDAS


          Tres estados de la vida espiritual
            41. Como una estrella se distingue de otra
          por el resplandor102, así se diferencia una celda
          de otra conforme a la vida que llevan en ella
          los principiantes, los que van progresando y
          los perfectos. El estado de los principiantes
          puede llamarse animal; el de los que van
          progresando, racional y el de los perfectos
          espiritual. Se tendrá cierta indulgencia en
          algunas cosas con los que se encuentran aún en
          el estado animal; esto no se podrá admitir en
          los que se consideran ya como racionales. Y
          lo que se condesciende con los racionales no
          se podrá consentir en los espirituales, que
          deben ser perfectos en todo y más dignos de
          alabanza e imitación que de reproche103.
            42. Ahora bien, todo el estado religioso está
          constituido por estos tres géneros de hombres
          que se distinguen por sus propios nombres y
          por las distintas aspiraciones. Como hijos de la
          luz e hijos del día104, deben examinar con
          diligencia, a la luz del presente, lo que aún les

102
      . 1Co 15, 41.
103
    . Guillermo sigue en esta doctrina a Orígenes. Cf. ORÍGENES, In
Mat XI, 15; PG 13, 953.
104
    . 1Ts 5, 5.
PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL                          35
           falta, de dónde provienen, hasta dónde han
           llegado, y en qué estado de progreso se ven
           ante su conciencia cada día y en cada
           momento.
             43. Viven como animales los que no actúan
           por sí mismos, ni por la razón ni por amor.
           Arrastrados por mandato ajeno, por lo que
           otros enseñan o atraídos por el ejemplo,
           admiten todo lo bueno que encuentran, y como
           ciegos llevados de la mano siguen e imitan lo
           que otros hacen. Son racionales los que
           guiados por el juicio de la razón, proceden con
           discreción y sentido común; conocen y desean
           hacer el bien, pero carecen aún de amor. Los
           perfectos son los que actúan movidos por el
           espíritu y reciben del Espíritu Santo una
           iluminación superior. Se les llama sabios
           porque saborean el bien hacia el que se sienten
           llevados, y a los revestidos del Espíritu Santo,
           como en otro tiempo lo fue Gedeón105, se les
           llama espirituales como si su vestido fuera el
           Espíritu Santo.


           Perfección propia de cada estado
             44. El primer estado vive más centrado en el
           cuerpo, el segundo se ejercita en el espíritu, el
           tercero sólo en Dios tiene su reposo. Como
           cada uno tiene una motivación para progresar,
           también cada uno tiene una medida de
           perfección.

105
      . Jc 6, 34.
PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL
36
            45. En el estado animal el bien comienza
          con la obediencia perfecta, el progreso se
          consigue dominando el cuerpo y sometiéndolo
          a esclavitud, y la perfección, cuando la
          práctica del bien hace la costumbre gozosa. El
          comienzo del estado racional consiste en
          profundizar las verdades de la fe; el progreso,
          en aceptarlas como se nos proponen; y la
          perfección, cuando el juicio de la razón se
          transforma en movimiento amoroso del alma.
          La perfección de la razón es ya el comienzo
          del hombre espiritual; su progreso, contemplar
          la gloria de Dios a cara descubierta; y la
          perfección, ir transformándose en la misma
          imagen de claridad en claridad, según actúa el
          Espíritu del Señor106.




106
      . 2Co 3, 18.
PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL                  37


                     CAPÍTULO II
             EL HOMBRE ANIMAL O
                 PRINCIPIANTE



       1. COMIENZO DEL HOMBRE ANIMAL:
            LA OBEDIENCIA PERFECTA


      a) La obediencia, antídoto contra el
     orgullo


     La animalidad
       46. Comenzamos con el estado primero: la
     animalidad, que es una forma de vivir
     dependiente de los sentidos corporales. El
     alma sale en cierto modo de sí misma a través
     de los sentidos corporales, es atraída por el
     deleite que le produce todo lo que ama, se
     goza en su fruición y alimenta su sensualidad.
     O entrando dentro de sí y no pudiendo llevar a
     su interior incorpóreo los cuerpos a los que
     está unida por los afectos del amor y la
     costumbre, introduce en su intimidad esas
     imágenes y allí se entretiene amistosamente
     con ellas.
PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL
38
             47. Habituada a ellas se comporta como si
           sólo existiese lo que dejó en el exterior, o lo
           que ha acumulado en su interior, gozando de
           vivir lo más posible según los placeres del
           cuerpo. Al apartarse de ellos sólo acierta a
           vivir construyendo imágenes corpóreas, y
           cuando quiere elevarse a las cosas espirituales
           o divinas, sólo puede percibirlas a la manera
           de los cuerpos o cosas corporales.


           La insensatez
             48. La animalidad volviendo las espaldas a
           Dios se convierte en locura. Y tanto se
           repliega en sí misma que se embrutece y
           pierde hasta la capacidad o el deseo de dejarse
           dirigir. Arrastrada fuera de sí por la soberbia,
           estima que eso es prudencia de la carne y se
           tiene por sabia, cuando en realidad es una
           insensata, como dice el Apóstol: Alardeando
           de sabios se volvieron insensatos107.


           La simplicidad
             49. Ahora bien, cuando la animalidad se
           vuelve hacia Dios, se convierte en santa
           simplicidad, es decir, una voluntad que actúa
           siempre de la misma manera, como era Job,
           hombre recto y justo, temeroso de Dios108. La

107
      . Rm 1, 22.
108
      . Jb 1, 1.
PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL                          39
           simplicidad consiste propiamente en una
           voluntad totalmente dirigida hacia Dios, pide
           una sola cosa al Señor y la busca con
           anhelo109, y evita complicarse con las cosas del
           mundo. Consiste también en llevar una vida
           humilde, es decir, desea la virtud más que la
           fama, porque al hombre sencillo no le importa
           que le consideren necio según el mundo con
           tal de ser sabio ante Dios110. Simplicidad es
           también dirigir la voluntad sólo hacia Dios;
           pues aún no ha sido formada por la razón para
           que se convierta en amor, o en una voluntad
           debidamente formada; ni está aún iluminada,
           para convertirse en caridad, que sería el gozo
           del amor.


           El temor de Dios
             50. La simplicidad es como si tuviera en sí
           misma las primicias de las criaturas de Dios111,
           es decir, una voluntad simple y buena, la
           materia informe del futuro hombre virtuoso en
           el comienzo de su conversión, que entrega a su
           Autor para que él la dé forma. Porque al
           poseer con la buena voluntad el comienzo de
           la sabiduría, o el temor del Señor112, llega a la
           convicción de que no puede formarse por sí

109
      . Sal 26, 4.
110
      . 1Co 3, 18.
111
      . St 1, 18.
112
      . Sal 110, 10.
PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL
40
          misma y que lo mejor para un necio es servir
          al sabio113.
            51. Sometiéndose, pues, a otro hombre por
          amor a Dios, le confía su buena voluntad para
          que la forme según Dios. De este modo
          comienza ya el temor de Dios a obrar en ese
          corazón y espíritu humilde la plenitud de todas
          las virtudes; respeta al superior según la
          justicia, no se fía de sí mismo por prudencia,
          evita todo juicio por templanza, se somete con
          la fortaleza a toda obediencia, y no trata de
          justificarse sino de obedecer.
            52. Esta es la esposa a la que el Señor
          manda; Volverás a tu marido114. Su marido es
          la razón o el espíritu, bien el suyo o el de otro.
          De este modo el hombre sencillo y recto
          obedece debidamente a este marido en su
          propio interior. Pero muchas veces lo hace con
          más rectitud y seguridad apoyándose en otro y
          no en sí mismo.


          La obediencia perfecta
            53. Así pues, por mandato del Señor y por el
          mismo orden natural la esposa debe someterse
          al marido, la parte animal al espíritu, al
          espíritu propio o al de algún varón espiritual,
          con una entrega auténtica, es decir, con
          obediencia perfecta. Y esa obediencia perfecta

113
      . Pr 11, 29.
114
      . Gn 3, 16.
PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL                         41
          no hace juicios, sobre todo en el principiante, y
          no discierne el objeto o la causa del mandato,
          sino que pone todo su empeño en cumplir fiel
          y humildemente lo que manda el superior.
            54. En efecto, el árbol de la ciencia del bien
          y del mal del paraíso es, en la vida, la facultad
          de discernimiento que reside en el padre
          espiritual, que lo juzga todo y a él nadie lo
          juzga115. Es competencia suya discernir, los
          demás deben obedecer. Comió Adán para su
          desgracia del fruto del árbol prohibido,
          aleccionado por la sugestión de quien dijo:
          ¿Por qué os ha mandado Dios que no comáis
          de ese árbol?116. He aquí el acto de discernir:
          ¿Por qué este mandato? Y añadió [la
          serpiente]: Es que sabe [Dios] que el día que
          comáis se os abrirán los ojos y seréis como
          dioses117. Aquí tenemos el objeto del precepto:
          no quiere que seáis como dioses. El hombre
          juzgó, comió, desobedeció y fue arrojado del
          paraíso118. Del mismo modo, es imposible que
          pueda vivir en la celda y perseverar en la
          religión el hombre animal que se las da de
          discreto, el novicio que presume de prudente y
          el principiante que alardea de sabio. Hágase
          necio para llegar a ser sabio119. Que su
          discernimiento consista en esta materia en
115
      . 1Co 2, 15.
116
      . Gn 3, 1.
117
      . Gn 3, 5.
118
      . Gn 3, 6. 24.
119
      . 1Co 3, 18.
PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL
42
           carecer de él. Y toda su sabiduría, en carecer
           de ella.


            b) La obediencia, antídoto contra la
           concupis-cencia.


           La inteligencia y sus frutos
             55. Donde se juntan animalidad y razón, en
           la naturaleza del alma humana, puso el
           Creador en su bondad, el entendimiento y el
           ingenio, y en éste la facultad de obrar el bien;
           de esta manera Dios colocó al hombre por
           encima de todas las obras de sus manos, y
           puso bajo sus pies todas las cosas de este
           mundo120; y con ello testimonió al hombre
           animal , arrastrado por la soberbia, la pérdida
           de su dignidad natural y de la semejanza con
           Dios, y ayudó al sencillo y humilde a
           recuperarla y conservarla.
             56. Lo cognoscible de Dios se ha revelado
           en ellas121 , lo creado da testimonio del
           Creador122 y se revela la justicia divina123,
           pues los que obran el bien merecen la vida, y
           los que obran mal se hacen reos de muerte124.

120
      . Sal 8, 7-8.
121
      .Rm 1,19.
122
      . Rm Ibd y Sb 13, 5-9.
123
      . Rm 1, 17.
124
      . Rm 1, 32.
PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL                                    43
            57. Por eso la creación, que
          espontáneamente sirve al hombre según el
          orden de la naturaleza, se ve como obligada y
          forzada a someterse a la necesidad que viene
          del pecado, a la voluntad y al placer.
            58. Aquí tiene su fundamento, bien conocido
          por todos, el que tantas cosas necesarias para
          la vida, tantas cosas útiles a buenos y malos,
          tantas cosas hermosísimas por su naturaleza,
          sean realizadas o realizables por hombres
          buenos o malos.
            59. De aquí procede, gracias a los
          innumerables inventos del hombre, y a tanta
          diversidad en las letras, oficios y
          construcciones, la inmensa variedad de
          estudios, profesiones y especialidades
          científicas: la oratoria, las dignidades, los más
          variados oficios e innumerables
          investigaciones sobre las cosas de este mundo,
          que utilizan para sus usos y necesidades tanto
          los sabios de este mundo125, como los
          humildes siervos de Dios126. Aquéllos abusan
          de ellas para satisfacer su curiosidad,
          voluptuosidad y soberbia; éstos las utilizan
          para cubrir sus necesidades127. Pero su
          consuelo se halla en otra parte.

125
      . Rm 1, 22.
126
      . Flp 2, 15.
127
   . Guillermo usa el término necessitas, que en san Bernardo y sus
discípulos connota un matiz especial. Se trata de una necesidad natural
que, al ser agravada por el pecado, complica la vida del hombre. Cf. E
PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL
44
            60. Por eso, los primeros, esclavos de sus
          sentidos y de sus cuerpos, producen los frutos
          de la carne que son: fornicación, impureza,
          lujuria, enemistades, pleitos, enojos, ira, riñas,
          disensiones, envidia, embriagueces, comilonas
          y otras cosas parecidas. Los que hacen tales
          cosas no conseguirán el Reino de Dios128. Los
          segundos en cambio producen los frutos del
          espíritu que son: caridad, gozo, paz, paciencia,
          benignidad, grandeza de ánimo, bondad,
          mansedumbre, fe, modestia, castidad,
          continencia y piedad129, que tiene la promesa
          de la vida presente y la futura130.


            61. En la práctica, a los hombres les parecen
          iguales las obras de unos y otros, pero Dios
          penetra las intenciones y sentimientos del
          corazón131. Cuando uno entra en su interior,
          alimenta la conciencia con lo que generan sus
          intenciones. Mas no todos vuelven del mismo
          modo hacia su interior, ya que a nadie le
          agrada entrar dentro de sí después de haber
          realizado algo que no estaba dirigido por una
          intención recta.



GILSON, La théologie Mystique de Saint Bernard, París, 1934, pp.
54-55.
128
    . Ga 5, 19-21.
129
      . Ga 5, 22-23.
130
      . 1Tm 4, 8.
131
      . Hb 4, 12.
PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL                          45
             62. Quien volviendo a su interior advierte
           que no ha dominado todavía la
           concupiscencia, encontrará allí, provocadas
           por la misma, seducciones atractivas y graves
           remordimientos que le agitarán con múltiples
           imaginaciones. Y los que ya dominaron la
           concupiscencia, mientras su espíritu no sienta
           un deseo más ardiente o un placer más fuerte
           del bien, sufrirán una fastidiosa incitación de
           imaginaciones sobre acciones y cosas vistas u
           oídas en otro tiempo.
             63. Unos y otros tienen sus lomos saturados
           de imaginaciones placenteras132, de tal manera
           que cuando quieren elevarse a las cosas
           espirituales o divinas, les falta hasta la luz de
           sus ojos133. Por eso, el que lucha contra sus
           apetitos experimenta resistencias que aún no le
           es posible superar para obrar lo mejor. Quien
           aspira a la libertad, siente la imposibilidad de
           arrojar de sí pegajosas imaginaciones, o
           pensamientos peligrosos, absorbentes o
           inútiles que surgen por doquier.
             64. De aquí se sigue que durante la
           salmodia, la oración y demás ejercicios de
           piedad se levantan en el corazón del siervo de
           Dios, aunque él las rechace y no las quiera,
           multitud de imágenes; van y vienen
           pensamientos fantásticos, que revoloteando a
           modo de pajarracos sucios e insidiosos,

132
      . Sal 37, 8.
133
      . Sal 37, 11.
PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL
46
     arrebatan de las manos del oferente el sacrifico
     de la piedad, o lo contaminan frecuentemente,
     hasta arrancarle lágrimas.
       65. Sobreviene así una división miserable e
     inicua a la desdichada alma: el espíritu y la
     razón por una parte, salen en defensa de la
     voluntad y de la rectitud de corazón, e incluso
     el mismo cuerpo coopera con su sumisión; por
     otra, la malicia animal intenta dominar el
     corazón y la inteligencia, bloqueando con
     frecuencia los frutos del espíritu.
       66. De aquí que en las almas débiles, que
     aún no han mortificado perfectamente la
     concupiscencia de la carne y del mundo,
     pululan alborotadamente los vicios de la
     curiosidad. De ahí que se busquen consuelos
     contrarios a la soledad y al silencio, de manera
     desordenada y consciente; consuelos que en el
     camino real de las observancias comunes
     consisten en furtivas expansiones de la propia
     voluntad, en la atracción por las novedades, en
     la desgana por los ejercicios acostumbrados.
     Tales diversiones, aunque por el momento
     parecen calmar como un sedante el prurito y el
     tedio del alma enferma, en realidad no hacen
     sino aumentar el ardor y encender más el
     fuego, de modo que, pasado algún tiempo, la
     fiebre se torna más perniciosa y el ardor más
     vivo.
      67. Entonces se inventan cada día nuevas
     ocupaciones, nuevas prácticas, trabajos
PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL                                      47
        rebuscados, diversidad de lecturas, no para
        edificación del espíritu sino para burlar el
        tedio en el lento sucederse de los días. Y
        cuando el solitario ha condenado todo lo
        antiguo, ha rechazado todo lo habitual, y
        comienzan a faltar las novedades, sólo le
        queda el horror a la celda y preparar la huida.


        El remedio de la obediencia


          68. Por eso, la piadosa simplicidad, es decir,
        el que comienza la vida religiosa y solitaria y
        carece aún de una razón formada que le
        oriente, de un afecto maduro que le incline y
        de suficiente discernimiento para vencerse a sí
        mismo, es preciso que se someta a ciertos
        mandatos para dejarse moldear por manos
        ajenas como el barro por el alfarero. Se
        ejercitará en toda paciencia bajo el giro de la
        rueda de la obediencia y el fuego de las
        pruebas, sometiéndose al juicio y voluntad de
        su formador y forjador134.
          69. Aunque tenga mucho ingenio, sea un
        artista, y sobresalga por su inteligencia, esas
        cualidades pueden ser instrumentos tanto para

134
    . Guillermo insiste en la necesidad de la obediencia sencilla y llana
para el hombre animal. “Al principio, dice, el amor todavía ciego, no
sabe ni de dónde viene, ni a dónde va” (De Natura et Dignitate
Amoris, IV. PL 184, 385 C). Más adelante será la caridad la rectora de
la vida del monje, y entonces ella misma le indicará el camino a seguir
sin peligro de desviación. Ibidem, 388 C -D.
PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL
48
     los vicios como para las virtudes. En
     consecuencia, admita que se le enseñe a
     utilizar para el bien lo que sirve también para
     el mal; así actúa la virtud. Que el ingenio
     modere el cuerpo, la habilidad ordene la
     naturaleza, el conocimiento lleve al alma hacia
     la humildad, no al engreimiento. Ingenio,
     habilidad, entendimiento y demás cualidades
     se nos conceden gratuitamente, no así la
     virtud. Adquirirla requiere humildad; buscarla,
     esfuerzo; poseerla, amor. Todo esto se merece
     la virtud, y no es posible adquirirla, buscarla o
     poseerla de otra manera.
PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL                        49
            2. PROGRESO DEL HOMBRE ANIMAL:
                     EL CUERPO REDUCIDO A
                         SERVIDUMBRE


            a) Por la mortificación


          La mortificación del espíritu
            70. Lo primero que debe aprender el
          morador inexperto del desierto es, como
          enseña el apóstol Pablo: Ofrecer su cuerpo
          como víctima viva, santa y agradable a Dios;
          éste es su culto espiritual135. Además, para
          moderar el primer fervor del hombre animal,
          que no percibe aún las cosas de Dios136 y se
          precipita en una búsqueda curiosa de las cosas
          espirituales y divinas, añade: Por la gracia que
          me fue dada os digo a todos y a cada uno de
          vosotros: no os estiméis por encima de lo que
          conviene, manteneos más bien en una sobria
          estima137


          La mortificación del cuerpo
           71. La formación del hombre animal se
          centra preferentemente en el cuerpo y la


135
      . Rm 12, 1.
136
      . 1Co 2, 14.
137
      . Rm 12, 3.
PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL
50
          compostura del hombre exterior138. Deberá,
          por tanto, aprender a mortificar
          equilibradamente sus miembros que están en la
          tierra 139, y decidir con juicio equitativo y
          discreto los conflictos entre carne y espíritu
          que constantemente pugnan entre sí140,
          evitando toda acepción de personas141.
            72. Trate a su cuerpo como si fuera un
          enfermo que se le ha confiado; se le negarán
          muchas cosas que, aunque las desee, podrían
          hacerle daño y se le deberá obligar a tomar
          otras que, aunque le repugnen, han de serle
          provechosas. Cuidará del cuerpo, no como si
          fuera suyo sino de aquel que nos rescató a
          costa de tan enorme precio, para que lo
          glorifiquemos en nuestro cuerpo142.


          La firmeza y discreción
           73. Además aprenderá a evitar el reproche
          que hace el Señor a su pueblo por el Profeta:
138
    . Si la sumisión total a los superiores es la mejor prueba de la
pureza del amor y de la perseverancia del novicio, el progreso de este
amor exige del principiante un comportamiento externo adaptado a la
disciplina claustral: “Cultive, pues, la pureza de corazón y la
compostura del cuerpo; sepa guardar silencio y hablar correctamente;
mantenga sus ojos siempre modestos, nunca altivos; no admitan sus
oídos la maledicencia; sea sobrio en la comida y el sueño; lleve sus
manos con dignidad y ande con gravedad; no demuestre ligereza
riendo a carcajadas, sino más bien su bondad sonriendo
graciosamente” (De Natura et Dignitate Amoris III, PL 184, 385 A).
139
    . Col 3, 2.
140
      . Ga 5, 17.
141
      . Rm 2, 11.
142
      . 1Co 6, 20.
PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL                                     51
          Me habéis arrojado detrás de vuestro
          cuerpo143. Pondrá sumo cuidado para que su
          espíritu no sufra detrimento, y bajo pretexto
          de atender a las necesidades o comodidades de
          la vida, no abandone el buen camino de su
          vocación, o se rebaje de la dignidad de su
          naturaleza por honrar y amar a su cuerpo.
            74. Por lo mismo habrá que tratar al cuerpo
          con gran rigor para que no se rebele ni se
          engría sino que esté siempre dispuesto a
          servir, ya que se nos dio para servir al espíritu.
          Tampoco se le ha de considerar como si
          viviéramos para él, sino como algo sin lo que
          no podemos vivir. Porque el pacto que
          tenemos con el cuerpo no lo podemos romper
          cuando nos parece, sino que hemos de esperar
          con paciencia su natural disolución, respetando
          entre tanto todo lo que corresponde a esta
          mutua alianza. Nos comportaremos con él
          como si no debiéramos vivir mucho tiempo
          unidos; y si sucede de otra manera, no le
          obligaremos por ello a abandonarnos144.

143
      . Ez 23, 35.
144
   . Creo oportuno completar esta idea de Guillermo con otros textos
suyos que reflejan bien la flexibilidad de la ascesis monástica, como la
entendió siempre la tradición benedictina. “El amigo de Dios se ama a
sí mismo recta y ordenadamente; cuida de su cuerpo no por
condescender con sus deseos, sino por razón de su espíritu; ama su
espíritu en el Espíritu Santo por Dios. No vivimos, en efecto, para el
cuerpo, pero sin él no podemos vivir. Si, según el dicho del Apóstol:
“Nadie odió jamás su propia carne” (Ef 5, 29), no basta no odiar el
cuerpo, es preciso cuidarlo, pero sin convertirse en esclavos suyos,
para poder dar al espíritu el culto y el amor que le pertenecen, hasta
someter totalmente la carne. Para que el cuerpo viva se necesita cierto
cuidado del mismo por parte del espíritu; para que el espíritu se
desarrolle, se precisa la sujeción total del cuerpo. Dios tiene derecho
PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL
52
       El bien de la obediencia
         75. Esto supone un gran empeño y solicitud,
       ya que se correría el riesgo de frecuentes
       equivocaciones si la ley de la obediencia y el
       reglamento de la celda no ofrecieran al novicio
       una forma completa de disciplina común sobre
       alimentación, vestido, trabajo, descanso,
       silencio, soledad y todo lo que se refiere a la
       conducta y necesidades del hombre exterior; y
       así el hermano obediente, paciente y tranquilo
       pueda vivir a la vez cauto y seguro.
         76. Todo esté ordenado desde el principio
       con suma prudencia. Lo superfluo esté
       restringido y lo necesario se adapte a los
       términos de una justa suficiencia y a los
       límites de una noble continencia, para que los
       fuertes deseen hacer más y los débiles no se
       desanimen145. Que las concesiones hechas a
       quienes lo necesitan no entristezcan a los que
       con buena voluntad disfrutan de ellas dando
       gracias, ni las restricciones impuestas se
       conviertan en manera alguna en tentación para
       el siervo de Dios, acostumbrado a usar con
       sobriedad y buen espíritu las cosas que se le
       permiten.
        77. En todo esto, como dice Salomón: quien
       anda con sencillez, camina seguro, pero el que



sobre uno y sobre otro para que todo el hombre le sirva”. Expositio
altera in Ct. II; PL 180, 518 C - D.
145
    . RB 64, 19.
PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL                          53
           va por caminos torcidos será descubierto146.
           Aunque las cosas necesarias están ordenadas
           de modo que nadie pueda quejarse y se
           erradique totalmente lo superfluo, si por el
           bien común o conveniencia de algunos se
           debiera añadir o reducir algo, quede esto a
           juicio del prior sin que cree escrúpulos o
           peligros al súbdito obediente.


           Las tentaciones
             78. Por tanto, el solitario novel, siguiendo la
           norma común debe aprender a dominar las
           concupiscencias de la carne mediante la
           penitencia continua del pasado, y despreciar
           todo lo demás para llegar al desprecio de sí
           mismo
             79. El eremita deberá renovar
           constantemente su firmeza frente a las
           tentaciones que con más virulencia se ensañan
           en el novicio; porque al servidor fiel que
           espontáneamente sirve a Dios no cesan de
           incitarle los vicios con la recompensa del
           placer que le ofrecen, incentivados por el
           diablo. También Dios nuestro Señor nos tienta
           para ver si le amamos o no147; no como si
           quisiera conocer lo que desconociera, sino
           para que en la misma tentación
           experimentemos con más intensidad ese amor
           divino.

146
      . Pr 10, 9.
147
      . Dt 13, 4.
PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL
54
         80. Pero es fácil vencer esas tentaciones,
       porque la razón las descubre fácilmente como
       sospechosas o advierte su pérfido rostro. Las
       que por el contrario se presentan bajo capa de
       bien son más difíciles de descubrir y más
       peligrosas si se las consiente. ¡Qué difícil es
       mantenerse en el justo medio en aquello que se
       presenta como bueno, cuando no siempre
       estamos seguros que todo deseo del bien es
       correcto!
         b) Por el trabajo manual


       Peligros de la ociosidad
         81. La ociosidad es sentina de todas las
       tentaciones y de todos los pensamientos malos
       e inútiles. No hacer nada148 es lo peor que
       puede sobrevenir a la inteligencia. Nunca esté
       ocioso el siervo de Dios, aunque lo deje todo
       para dedicarse a El149. No podemos aplicar un
       nombre tan sospechoso, vano y muelle a una
       realidad tan cierta, santa y profunda. ¿Es
       ocioso dedicarse a Dios? Todo lo contrario, es
       el negocio de los negocios. Quien en la celda
       no se entrega fiel y fervorosamente a eso, haga

148
    . Otium iners es la expresión que usa aquí Guillermo en oposición
intencionada a otium pingue. Ello demuestra la ambigüedad del
término. Textos como el presente demuestran que el otium es bueno o
malo según se emplee; pero, contrariamente a la otiositas, en sí mismo
es bueno. Cf. J. LECLERCQ, Otia monastica II, cp. V, 2. En Studia
Anselmiana n. 51, p. 71.
149
    . Quamvis ad Deum feriatus sit. Expresión rica en la tradición
monástica pero de difícil traducción.
PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL                                55
       lo que haga, si no lo hace con ese fin, estará
       ocioso150
         82. Es ridículo pretender evitar el ocio
       entregándose a ocupaciones ociosas, porque es
       ocioso todo lo que no ofrece ninguna utilidad o
       no hay intención de que tenga utilidad alguna.
       No se trata sólo de pasar el día disfrutando de
       alguna satisfacción o evitando la mínima
       sensación de hastío; lo que hay que procurar es
       que siempre tenga la conciencia algo que sirva
       al progreso interior, algo que aumente día a día
       los tesoros del corazón. El buen solitario
       estimará día sin vida aquel en el que crea no
       haber hecho nada de aquello por lo que
       precisamente vive en la celda.


       El trabajo manual
         83. ¿Te preguntas qué hacer o en qué
       ocuparte? En primer lugar, además del
       sacrificio cotidiano de las oraciones o la
       dedicación a la lectura, no debes des-cuidar
       una parte del día para el examen de
       conciencia, e irte enmendando y mejorando de
       día en día.
        84. Se ha de hacer también algún trabajo
       manual151 mandado, no tanto para distraer el

150
    . Todo este párrafo es un juego con los términos otium negotium
con el que quiere expresarse la intensa actividad interior del
contemplativo. Si ella faltare, la celda no tiene razón de ser.
151
    . Para huir de la ociosidad recomienda Guillermo el trabajo. La
expresión etiam manibus revela la poca estima que el trabajo manual
PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL
56
          espíritu durante algún tiempo, como para
          alimentar y conservar el gusto por las cosas
          espirituales; así descansa un poco el espíritu
          sin perder el recogimiento y fácilmente puede
          retornar a su interior cuando lo considere
          conveniente, sin resistencia de la voluntad, sin
          el apego a la satisfacción obtenida, ni a los
          recuerdos incentivados por la imaginación.
            85. En efecto, no fue creado el hombre en
          función de la mujer, sino la mujer en función
          del hombre152; no están los ejercicios
          espirituales en función de los corporales, sino
          los corporales para servir a los espirituales. De
          este modo, así como una vez creado el hombre
          se le concedió y asoció una ayuda semejante a
          él, de su misma sustancia153, de igual manera
          son necesarias las cosas materiales para
          dedicarse a lo espiritual; sin embargo, con
          relación a esto, no siempre parecen
          convenientes todas las prácticas corporales,
          sino aquellas que tienen más afinidad y
          semejanza con las cosas espirituales; por
          ejemplo, en orden a la edificación espiritual, se
          medita lo que se va a escribir, o se escribe lo
          que se ha leído.
            86. Es verdad que los ejercicios y trabajos
          del campo distraen los sentidos, y con
          frecuencia agotan también el espíritu; sin

merecía para algunos monjes. Era ya una vieja cuestión. Desde los
orígenes mismos del monacato hubo dos corrientes bien marcadas
sobre el particular.
152
    . 1Co 11, 9.
153
      . Gn 2, 18.
PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL                     57
     embargo, los duros trabajos del campo a la vez
     que producen la fatiga corporal, llevan a la
     contrición y humildad de corazón, el peso del
     cansancio real origina muchas veces un mayor
     afecto de devoción. Lo mismo acontece con
     frecuencia con los ayunos, vigilias y los demás
     ejercicios en los que existe fatiga corporal.


     Ascética y mística del trabajo
       87. Un espíritu serio y prudente acepta
     cualquier trabajo, y lejos de disiparse con él, se
     sirve del mismo para mayor recogimiento
     interior, porque tiene presente no lo que hace,
     sino la intención con que lo hace, mirando al
     fin que lo perfecciona todo. Cuanta mayor
     clarividencia se tiene respecto al fin, mayor
     fidelidad y ahínco se pone en el trabajo manual
     sometiendo en esto el cuerpo al dictamen de la
     voluntad. Los sentidos quedan sometidos a la
     disciplina de la buena voluntad y el peso del
     trabajo no les permite ceder a la lascivia;
     sometidos y humillados en obediencia al
     espíritu, aprenden a conformarse a él
     participando en los trabajos y esperando la
     consolación.


     Vuelta al orden natural
PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL
58
             88. Si la naturaleza, desordenada por el
           pecado y desviada de su rectitud natural154, se
           convierte a Dios, recupera inmediatamente por
           el temor y el amor que tiene a Dios todo lo que
           había perdido al apartarse de él. Y cuando el
           espíritu comienza a reformarse según la
           imagen del Creador inmediatamente comienza
           a florecer también la carne155, y por propia
           voluntad comienza a conformarse con el
           espíritu ya reformado. En contra de sus propias
           tendencias comienza a deleitarse con lo que
           deleita al espíritu. Más aún, cuanto más hondo
           había caído por el pecado más sedienta está de
           Dios156, queriendo a veces incluso aventajar al
           espíritu que es su guía.
             89. En realidad no perdemos los gozos, los
           transferimos del cuerpo al espíritu; de los
           sentidos a la conciencia. Pan con salvado y
           agua clara, legumbres u hortalizas ordinarias
           no son cosas muy deleitables, pero con el amor
           a Cristo y el deseo del gozo interior se tornan
           agradables y satisfacen con gusto al estómago
           morigerado. ¿Cuántos miles de pobres no
           sacian gustosamente su apetito con estos o
           semejantes alimentos? ¡Bien fácil y gustoso
           sería vivir según la naturaleza con el

154
    . Todo este párrafo se basa en la teoría de la Escuela Cisterciense
sobre la imagen de Dios en el hombre. El hombre no puede perder la
imagen de Dios impresa en la creación, pero puede perder su
semejanza. En este caso el hombre se encorva, pierde su rectitud. Cf.
E. GILSON, La Théologie Mystique de Saint Bernard, p. 71 y ss.
155
    . Sal 27, 7.
156
      . Sal 62, 2.
PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL                        59
          condimento del amor de Dios, si nuestra locura
          nos lo permitiera! Una vez ésta curada, la
          naturaleza disfruta con las cosas naturales. Lo
          mismo ocurre con el trabajo. El labrador tiene
          músculos robustos y brazos vigorosos, que ha
          conseguido con el ejercicio. Sin él se
          anquilosarían y quedarían flojos. La voluntad
          impulsa el uso de los miembros, del uso nace
          el ejercicio; el ejercicio comunica energía


            c) Perfección del hombre animal


          Muerte a los placeres
            90. Volvamos a nuestro plan. Por encima de
          todo, sea trabajando o descansando nunca
          estemos ociosos. Que todo nuestro negocio
          consista siempre en realizar a la perfección lo
          que dice el Apóstol de los que están aún en
          estado animal y de los principiantes: Hablo a
          lo humano en atención a la flaqueza de
          vuestra carne. Como pusisteis vuestros
          miembros al servicio de la impureza y de la
          iniquidad para servir a la iniquidad,
          entregadlos ahora para servir a la justicia y a
          la santidad157.
            91. Escuche esto el hombre animal, amigo y
          esclavo hasta el presente de su cuerpo, que ya
          comienza a someter al espíritu, y se prepara

157
      . Rm 6,19.
PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL
60
           para percibir las cosas de Dios; cíñase y
           apresúrese a romper el yugo de una esclavitud
           vergonzosa y la tiranía con que la costumbre
           subyugaba la carne.
             92. Que [el hombre animal] se haga
           violencia estableciendo una necesidad contra
           otra necesidad, y una costumbre contra otra
           costumbre; cree en sí un afecto contra otro
           afecto, hasta que merezca alcanzar una
           satisfacción contra otra satisfacción. Y así,
           según el consejo del Apóstol, llegue a gozarse
           tanto en carecer de los placeres del mundo y
           de la carne, cuanto antes se gozaba en
           poseerlos; se goce tanto en hacer a los
           miembros servir a la justicia y la santificación,
           cuanto antes se gozaba en servirse de la
           corrupción y la iniquidad para la iniquidad.
             93. Esta es la perfección del hombre animal
           en su estado propio, o del novicio en sus
           comienzos. Cuando haya superado este estado
           animal o humano, si no vuelve la vista
           atrás158, y se lanza fielmente a lo que está
           delante159, llegará pronto a aquel estado divino
           en el que comenzará a alcanzar como es
           alcanzado [por Cristo]160 y a conocer como es
           conocido161.Ahora bien, esto no se consigue en
           el momento de la conversión, ni en un solo

158
      . Lc 9, 62.
159
      . Flp 3, 12
160
      . ibid.
161
      . Cf. 1Co 13, 12.
PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL                        61
          día, sino con mucho tiempo, mucho trabajo,
          mucho sudor, a medida que Dios
          misericordioso concede su gracia, y con el
          ahínco del hombre que quiere y corre162.




162
      . Rm 9, 16.
PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL
62



                    CAPÍTULO III
             LOS EJERCICIOS DEL
                 SOLITARIO



                    1. AMBIENTE:
           LA CELDA Y SUS DIFERENTES
                  GUARDIANES


     Necesidad de una regla
       94. El taller de todas estas buenas obras es la
     celda y la permanencia estable en ella. En
     efecto, en ella es rico el que acepta su pobreza,
     y quien tiene buena voluntad posee ya todo lo
     que necesita para ser feliz. Aunque no siempre
     deberá fiarse de la buena voluntad, pues
     deberá moderarla y controlar sus riendas,
     sobre todo el principiante. Que la regla de la
     santa obediencia dirija la buena voluntad, y
     ésta al cuerpo. Que ella le enseñe a perseverar
     en ese lugar, a aceptar la celda, a convivir
     consigo mismo. Todo esto es en el principiante
     señal de buen comportamiento, y garantía
     cierta de buena esperanza.


     Estabilidad
PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL                  63
       95. Es imposible al hombre fijar su espíritu
     fielmente en un objetivo si primero no ha
     fijado con perseverancia su cuerpo en un lugar,
     pues quien pretende evadirse de la
     inestabilidad de su espíritu vagando de un
     lugar para otro, se parece al que quisiera
     escapar de la sombra de su cuerpo. Huye de sí
     mismo, da vueltas alrededor de sí mismo,
     cambia el lugar, pero no el espíritu. Sigue
     siendo el mismo en todas partes, e incluso la
     misma movilidad le hace peor, como acontece
     al enfermo con los golpes que recibe al ser
     llevado de un lado para otro.
       96. Reconózcase, pues, enfermo y cuide las
     causas de su dolencia. Si no interrumpe el
     reposo, pronto notará mejoría con los remedios
     perseverantemente aplicados. Sanado de este
     modo el espíritu de sus divagaciones y
     esclavitudes, se entregará incondicionalmente
     a Dios. Porque la naturaleza no ya manchada
     sino corrompida, necesita grandes cuidados.
     Guarde completo reposo en su enfermería, -
     como suelen llamar los médicos al lugar donde
     se curan las enfermedades- y siga tomando los
     remedios que le han dado, hasta recuperar la
     salud.
       97. Tu enfermería, hombre enfermo y débil,
     es tu celda; y el remedio con el que
     comenzaste la cura es la obediencia, cuando es
     verdadera obediencia. Has de saber que los
     remedios cambiados a menudo dañan,
     perturban la naturaleza y prolongan la
     enfermedad. Quien se dirige a un lugar si toma
     un camino recto llega enseguida donde desea,
     y termina pronto el camino y la fatiga; pero si
PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL
64
     toma varios caminos, se equivoca y no termina
     nunca su fatiga, porque el error no tiene fin.
     Así pues, no cambies de lugar, no tomes un
     remedio por otro, usa el remedio medicinal de
     la obediencia hasta recuperar perfectamente la
     salud. Una vez curado no la rechaces como
     ingrato, antes bien, sigue usándola aunque de
     forma distinta.


     Necesidad de un director
       98. En consecuencia, si deseas recuperar
     pronto la salud cuida mucho no hacer nada o
     muy poco por ti mismo sin consultar con el
     médico; ya que si esperas de él la cura, es
     necesario que no te avergüences de descubrirle
     siempre tus llagas. Aunque te avergüences
     descúbrele todo, no se lo ocultes.
       99. Hay algunos que al confesarse relatan la
     historia de sus pecados como si narrasen un
     cuento, enumerando las dolencias de su alma
     sin rubor, casi sin arrepentimiento y sin dolor;
     en cambio, el que siente verdadero dolor,
     fácilmente derrama lágrimas y se deshace en
     gemidos. Si a la enfermedad maligna se junta
     esa desesperante insensibilidad, la ausencia de
     dolor hará que cuanto más cercana cree la
     curación, más se alejará de ella.
       100. Si el médico se mostrase demasiado
     indulgente queriendo curarlo todo con
     ungüentos y emplastes suaves, actúa por ti
     mismo y, deseoso de una pronta curación,
PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL                        65
          reclama remedios más rápidos y más eficaces;
          pide el hierro y aplícate el cauterio.


          Los guardianes del alma
            101. Siempre tienes al médico disponible y
          preparado. Para que tu soledad no te asuste y
          mores con más seguridad en la celda, se te han
          dado tres guardianes: Dios, tu conciencia y el
          padre espiritual. Con Dios te mostrarás
          piadoso, entregándote a él incondicionalmente;
          con tu conciencia respetuoso, avergonzándote
          de pecar en su presencia; al padre espiritual le
          prestarás obediencia amorosa163, recurriendo a
          él para todo.
           102. Más aún, para serte grato te añadiré
          un cuarto guardián. Mientras eres aún
          muchacho y vas aprendiendo a vivir en la
          presencia divina te recomiendo un pedagogo.
            103. Te aconsejo elijas un hombre cuya
          vida ejemplar se grave de tal manera en tu
          corazón que te inspire respeto, y cuantas veces
          lo recuerdes, su veneración te mueva a la
          disciplina y a la compostura. Al recordarlo
          como si estuviera realmente presente,
          permítele que con afecto de mutua caridad
          corrija en ti todo lo que deba corregirse, sin
          que por ello tu soledad sufra el más mínimo
          daño en su intimidad. Presente, te ayude
          cuanto lo necesites; que pueda acudir frecuen-
          temente, aunque no te guste. El recuerdo de su

163
      . 1P 1, 22.
PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL
66
          santa severidad te hará presentes sus
          reprensiones; su piedad y benignidad, sus
          consuelos; su sinceridad, el ejemplo de la vida
          santa. Pensarás, en efecto, que todos tus
          pensamientos le están tan presentes como si
          los estuviera viendo y corrigiendo; así te
          sentirás obligado a enmendarte.


          La vigilancia
            104. Según el precepto del Apóstol,
          guárdate con cuidado164. Y para que estés
          siempre atento a ti mismo, aparta tus ojos de
          todo lo demás. El ojo es un magnífico
          instrumento del cuerpo. ¡Ojalá pudiera verse a
          sí mismo como ve todo lo demás! Esto se le ha
          concedido al ojo interior, pero si, como los
          ojos exteriores, se descuida de sí mismo y se
          entrega a las cosas externas, al querer
          acaparar mucho será incapaz de volver a su
          interior. Dedícate a ti mismo, porque en tu
          interior tienes materia suficiente de solicitud.
          Deja ya de ver con tus ojos exteriores lo que
          perdiste la costumbre de mirar, y con los ojos
          interiores lo que dejaste de amar, porque nada
          revive con más fuerza que el amor, sobre todo
          en los espíritus más delicados y jóvenes.



               2. LOS EJERCICIOS ESPIRITUALES

          Las dos celdas
164
      . 1Tm 5, 22.
PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL                                       67
            105. Decídete también alguna vez a gustar
          y aspirar a carismas superiores165, siendo para
          ti mismo ejemplo de edificación.
             Una es tu celda exterior y otra la interior. La
          exterior es la casa en que habita tu alma con tu
          cuerpo; la interior es tu conciencia en la que
          debe morar Dios con tu espíritu en lo más
          hondo de tu intimidad166. La puerta de la
          clausura exterior es signo de la puerta del
          mundo interior, de manera que, así como la
          clausura exterior no permite a los sentidos del
          cuerpo andar de un lado para otro, también los
          sentidos interiores se ven obligados a vivir
          más interiormente.
            106. Ama, pues, tu celda interior y
          también la exterior; cuida de cada una de ellas
          como se merecen. Que la celda externa te
          proteja sin ocultarte, no para pecar más a
          escondidas, sino para vivir en mayor
          seguridad. No sabrás, morador inexperto,
          cuánto debes a tu celda si no te das cuenta que
          en ella no sólo te curas de los vicios, sino que
          evitas enfrentarte con extraños. Tampoco
          apreciaras qué consideración merece tu
          conciencia, hasta que experimentes en ella la
          gracia del Espíritu Santo y la dulzura de la
          suavidad interior.


165
      . 1Co 12, 31.
166
    . Si la división entre “celda (morada) externa e interna” es común
a la literatura mística, en Guillermo tiene un aspecto muy suyo. Dios
viene a ser para el espíritu lo que el alma es para el cuerpo: “Dios es la
vida del alma, como el alma es la vida del cuerpo. El alma suspira por
solo Dios; Él es en todo momento su respiración, como el aire lo es de
los cuerpos vivos” (De Natura corporis et animae, II; PL 180, 722 C).
PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL
68
     El examen de conciencia
       107. Honra cada una de tus celdas como se
     merece, y mantén en ellas la primacía que te
     corresponde. Aprende en ellas a disciplinarte
     según las leyes del ordenamiento común:
     organiza la vida, modera las costumbres,
     júzgate a ti mismo, acúsate ante tu misma
     conciencia y condénate sometiendote a algún
     castigo. Siéntese la justicia en su tribunal,
     comparezca la conciencia culpable y
     acusadora de sí misma. Nadie te ama tanto
     como tú mismo; nadie te juzgará con más
     fidelidad.
       108. Por la mañana examínate de la noche
     pasada y haz un plan para el día que comienza.
     Al atardecer exígete cuentas del día
     transcurrido, y toma precauciones para la
     noche que se avecina. Con este control no
     tendrás resquicio para la holganza.
     El Oficio divino
       109. Distribuye a cada hora los ejercicios
     que le corresponden según la norma
     establecida comunitariamente: los ejercicios
     espirituales a su tiempo y lo mismo los
     corporales; de este modo a través de ellos el
     espíritu tributará a Dios lo que le es debido, y
     lo mismo el cuerpo al espíritu; si algo se omite
     o se hace con negligencia o imperfección, no
     deje de repararse o corregirse en el tiempo,
     modo y lugar debidos.
      110. En todo esto, aparte de aquellas horas
     de las que dice el Profeta: Siete veces al día te
PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL                           69
           alabo167, se dará especial relevancia al
           sacrificio de alabanza de la mañana, de la tarde
           y de la media noche. Porque no en vano dice el
           Profeta: Por la mañana estaré ante ti y veré168,
           ya que en ese momento estamos todavía libres
           de preocupaciones exteriores; y añadirás: Suba
           mi oración como incienso en tu presencia, el
           alzar de mis manos como ofrenda de la
           tarde169, porque en esa hora nos vemos ya
           libres de esos impedimentos, habiéndolos
           superado.
             111. Lo mismo haremos en nuestras
           vigilias nocturnas cuando nos levantamos a
           media noche para alabar el nombre del
           Señor170, según el orden establecido por el
           mismo salmista. En el día de mi tribulación
           busqué al Señor, levanté por la noche mis
           manos hacia él o contra él, y no quedé
           defraudado171, y lo que sigue.
            112. En estas horas hemos de sentirnos
           como si estuviéramos cara a cara ante él172,
           envueltos en la luz de su rostro173; seamos
           conscientes que el dolor y la tribulación


167
      . Sal 118, 164.
168
      . Sal 5, 4.
169
      . Sal 140, 2.
170
      . Cf. Sal 118, 62.
171
      . Sal 76, 3.
172
      . Cf. Gn 32, 20.
173
      . Sal 88, 16.
PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL
70
          provienen de nosotros mismos174, e
          invoquemos el nombre del Señor175
          arañando176 nuestro espíritu hasta que se
          incendie, y trayendo a la memoria una y otra
          vez la inmensa bondad del Señor177, hasta que
          llene de dulzura nuestros corazones.
            113. Entonces sobre todo, hemos de poner
          en práctica lo que dice el Apóstol: prefiero
          hablar en la Iglesia cinco palabras para ser
          entendido que diez mil sin que nadie me
          entienda. Y aquello: Cantaré salmos con el
          espíritu, pero los cantaré también
          inteligiblemente. Oraré con el espíritu, pero
          oraré con inteligencia178. En efecto, es en ese
          momento cuando mente y corazón deben
          mezclar sus frutos, para descansar en la
          quietud de la noche con la abundancia de la
          bendición de Dios, o levantarnos para alabarle,
          y que todas nuestras obras queden informadas
          y vivificadas por las mismas alabanzas
          divinas.
           114. Por lo mismo, al celebrar las vigilias
          nocturnas no conviene recargar el

174
      . Cf. Sal 114, 3.
175
      . Sal 114, 3.
176
    . Es significativa por su fuerza la expresión de Guillermo:
scabendo spiritum nostrum. En todo momento pero sobre todo en los
momentos de tribulación, sequedad y dolor es preciso arañar, rascar y
frotar el alma hasta que salte la chispa que la inflame en el amor de
Dios.
177
    . Sal 144, 7.
178
      . 1Co 14, 19. 15.
Carta de oro guillermo de saint thierry
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  • 1. GUILLERMO DE SAINT-THIERRY CARTA DE ORO (A LOS HERMANOS DE MONTE DEI) TRADUCCIÓN: MONJES DE SAN ISIDORO DE DUEÑAS, DANIEL GUTIÉRREZ, DE LA OLIVA
  • 2. DEDICATORIA A LOS NOVICIOS 3 DEDICATORIA A LOS NOVICIOS A los señores y hermanos Haymond, Prior1 y H., el hermano Guillermo les desea un sábado de delicias2. 1. Carísimos hermanos en Cristo3, tal vez soy importuno y me atrevo más de lo debido al hablaros con tanta sinceridad. Perdonadme. Es que se me ha dilatado el corazón. Abridme también el vuestro4, os lo ruego, y comprendedme porque soy todo vuestro en las 1 . Dom Haymond, segundo Prior de Mont-Dieu, comenzó su gobierno en 1144. 2 . Is 58, 13. Sábado de delicias = sabbatum delicatum. Es una expresión frecuente en la literatura monástica medieval. El simbolismo es vario, pero se llega a una cierta unidad de expresión que podríamos considerar como perfectamente lograda en la definición de san Elredo: “Sábado es el sosiego del alma, la paz del corazón, la tranquilidad del espíritu” (Spec.Cart. III, 2). Este es sin duda el sentido en que lo usa Guillermo en el saludo de la carta. Los diversos autores desarrollaron el tema bajo distintos aspectos y enriquecieron notablemente su concepto. Se habla de tres clases de sábados en correspondencia exacta con los tres elementos esenciales de la vida cenobítica: el individuo, los hermanos, Dios; y de la preparación para cada uno de ellos durante un número determinado de años místicos. Se aplica especialmente a la vida contemplativa (GUILLERMO, De natura et dignitate amoris), que se considera como el sabbatisimum (GILBERTO DE HOYLAND, In Cant. Ser. XI, 4). Por eso los contemplativos son los sabatizantes, sabatizan (ibidem). Cf. J. LECLERCQ, Otia Monástica I, 4 Sabbatum, en Studia Anselmiana, 53, Roma, 1953, pp. 50-59. 3 . 2Co 6, 11; Sal 118, 32. 4 . 2Co 6, 13; 2Co 7, 2.
  • 3. DEDICATORIA A LOS NOVICIOS 4 entrañas de Aquel en quien nos amamos mutuamente5. 2. Desde que partí de vosotros hasta el momento presente me he propuesto dedicar mi trabajo diario no a vosotros, que no lo necesitáis6, sino al hermano Esteban, a sus compañeros los hermanos más jóvenes y a los novicios que llegan a vosotros, cuyo maestro es solo Dios. Que en esto tomen y lean lo que pueda serles de utilidad, como consuelo en su soledad y estímulo en su vocación. 3. Os doy lo que puedo: mi buena voluntad; devolvédmela vosotros cargada de frutos. David danzando agradó a Dios, no por la danza sino por el afecto7. De modo semejante la mujer que ungió los pies del Señor, fue alabada por él, no por haberlos ungido, sino porque amaba8; haciendo lo que podía, fue por ello justificada. 4. He pensado dedicaros también otro opúsculo, impulsado a ello más por la exigencia insistente y nada reprochable de 5 . Flp 1, 8. 6 . Cf. 1Tes 5, 1. 7 . 2S 6, 14-16.20-23. La Palabra affectus usada en este párrafo tiene sustancialmente el mismo sentido que en español, es decir, indica un sentimiento de amor hacia Dios. Es un término técnico en la escuela cisterciense que connota en general un sentido más profundo que su correspondiente español. El affectus en los místicos cistercienses tiene un doble sentido, activo y pasivo a la vez, e indica el movimiento pasional hacia Dios como consecuencia de haber sido el alma afectada -tocada- por Dios. Dios mueve; el alma se entrega. 8 .Lc 7, 28-47; Mc. 14, 6-8.
  • 4. DEDICATORIA A LOS NOVICIOS 5 algunos hermanos, para consuelo y estímulo de su fe. Su tristeza sería para mí gran gozo si no me viera imposibilitado de visitar a los que están tristes. 5. En efecto, la grandeza no ya de su fe sino de su amor, hace que sientan horror hacia todo lo que parece contrario a la misma; de tal modo que si la tentación del espíritu de blasfemia o de la carne9 por pequeña que sea, les roza o les conturba, como si solo oírlo o sentir algún movimiento fuera suficiente, creen ya gravemente herida la piedad de su conciencia, y se lamentan penosamente como si hubieran claudicado en la fe10. 6. A algunos que pasan de las tinieblas del mundo a ejercitarse en una vida más pura, les ocurre lo que sucede siempre a los que habiendo estado largo tiempo en tinieblas11 pasan rápidamente a la luz: la misma luz que debía permitirles verlo todo, hiere y molesta 9 . Las tentaciones de blasfemia o de lujuria proceden, según Guillermo, de la naturaleza misma del primer pecado y, por tanto, acosan con mayor facilidad al hombre caído que se sorprende con frecuencia apeteciendo lo que no quiere y pensando de Dios cosas que no aprueba. Ambas pueden deslizarse insensiblemente en el hombre y mancillar con gran facilidad el corazón, por lo que se ha de evitar todo coloquio, oponiéndoles resueltamente el escudo de la fe. (Cf. El Espejo de la fe, cap.IV. Col. PP. Cist. 8, p. 40 ss.). Esto explica que tratando de la fe aluda el autor a estas dos tentaciones nacidas de la acción por la que el demonio quiso cerrar todo acceso a Dios, inficionando desde el principio la misma raíz de acercamiento a Dios que es la fe (Cr. ibidem). 10 . 2Tm 3, 8. 11 . Imagen tomada de Platón: República, 514a, apólogo de la caverna.
  • 5. DEDICATORIA A LOS NOVICIOS 6 sus ojos enfermos; del mismo modo éstos son cegados por las primeras claridades de la fe, y no pueden resistir los rayos desacostumbrados de esta nueva luz hasta que el mismo amor a la luz les acostumbra. 7. El opúsculo se divide en dos libritos: el primero, por ser claro y fácil, lo denomino Espejo de la fe12. Al segundo, que contiene en síntesis las razones y fórmulas de la fe según las afirmaciones y el sentir de los Padres católicos, y es algo más oscuro, lo he titulado Enigma de la fe13. Deseo dedicarme a este estudio, más para huir de la ociosidad - enemiga del alma14, puesto que la vejez y los achaques me eximen del trabajo común, no tanto por méritos cuanto por perezoso e inútil-, que por pretender enseñar a los demás. En efecto, no es decorosa la instrucción en boca del pecador15; solamente conviene a los que confirman su doctrina viviendo lo que enseñan. 8. En el primer libro se enseña al lector sencillo por dónde ha de caminar; en el segundo cuánta cautela ha de poner en el camino. En este mismo orden dice el Señor a sus discípulos: Ya sabéis a donde voy y conocéis el camino16. Y el Profeta: Las 12 . PL 180, 365B - 398A 13 . PL 180, 397B - 440D 14 . RB. c. 48. 15 . Si 15, 9. 16 . Jn 14, 4.
  • 6. DEDICATORIA A LOS NOVICIOS 7 riquezas de la salvación son sabiduría y ciencia17. También el Salmo nos dice en primer lugar: El día al día le pasa el mensaje, y después: la noche comunica el conocimien- to a la noche18. 9. He escrito también otros opúsculos: dos tratados, el primero Sobre la contemplación de Dios; el segundo Sobre la naturaleza y la dignidad del amor . Un librito sobre el Sacramento del Altar; unas Meditaciones, útiles para formar a los novicios en la práctica de la oración, y un comentario al Cantar de los cantares hasta aquel pasaje: Apenas los había pasado encontré al Amor de mi alma19 10. Me impidió terminarlo el tener que escribir Contra Pedro Abelardo. En efecto, no me parecía lícito completar tan tierno comentario en la intimidad de la contemplación20, mientras él devastaba fuera 17 . Is 33, 6. Los textos bíblicos citados por Guillermo revelan una vez más su pensamiento sobre el proceso del conocimiento teológico. Espiritualidad y teología se reclaman mutuamente. El proceso que es el mismo en ambos tiene por base la trilogía anima-animus-spiritus que sirve de apoyo teológico a la teoría de Guillermo sobre la triple ciencia que el hombre puede tener de Dios, a medida que el alma pasa de un estado a otro: a) el arte de creer, es decir, de leer en la Escritura las obras de Dios; b) el arte de pensar y hablar correctamente de Dios; c) la ciencia mística o experiencia vital de lo que se cree. 18 . Sal 18, 3. 19 . Ct 3, 4. 20 . “intus vacare otio”. Guillermo de Saint Thierry como san Bernardo debieron dejar más de una vez la paz del claustro o los jugosos comentarios de la Sagrada Escritura, para salir en defensa de la Iglesia, la Esposa del Verbo contra errores doctrinales o de otra índole.
  • 7. DEDICATORIA A LOS NOVICIOS 8 con espada desnuda, como se dice, y con tanta crueldad los campos de la fe. Lo que contra él escribí lo he tomado de los Santos Padres, lo mismo para el Comentario a la Carta a los Romanos y otros escritos de los que hablaré más abajo. En todos ellos poco o muy poco he dicho de mi propia cosecha. Mejor es si os parece, que borrado mi nombre fueran relegados al anonimato para que no suceda como a la perdiz, que cubre bajo sus alas huevos que ella no puso21. 11. De los libros de san Ambrosio recopilé lo que en ellos se dice sobre el Cantar de los Cantares. Tarea ingente y notable; lo mismo hice con san Gregorio, pero con más amplitud que lo hiciera Beda. Ya que el mismo Beda, como bien sabéis, sólo compuso el último libro de su comentario al Cantar de los cantares , formado con esa recopilación. 12. Si lo deseáis, podéis transcribir las Sentencias sobre la Fe que he entresacado principalmente de los escritos de san Agustín; son sólidas sin duda y de gran peso, y mantienen una buena relación con la obra antes citada que denominé Enigma de la fe. 13. Tengo además otra obra sobre La Naturaleza del Alma, escrita bajo la dedicatoria “de Juan a Teófilo”. Deseando tratar en ella sobre el hombre en su totalidad, he puesto un preámbulo Sobre la naturaleza del Cuerpo, por parecerme que así lo pedía el 21 Jr 17, 11
  • 8. DEDICATORIA A LOS NOVICIOS 9 tema. Extractando la materia para éste entre los libros que tratan de curar las enfermedades del cuerpo, y para aquel de los que tratan la cura de las almas. 14. Así pues, leed todas estas obras. Si no sois los primeros en hacerlo, sed al menos los últimos. Para que no suceda que, cayendo en manos de quienes no haciendo nada útil, se dedican a roer y destruir lo ajeno yo mismo no quede ileso, encontrándome ya como otro Isaac, débil y viejo22. Débil, no tanto en los pasos cuanto en el juicio. Finalmente, si estos libros no fueran de utilidad, prefiero sean consumidos por el fuego de unas manos amigas, a que se cebe en ellos la envidia de los detractores. 15. El Señor nos ha llamado a vivir en paz23. Procuremos hacer el bien no sólo ante él sino también ante los hombres24, para que en cuanto de nosotros dependa, tengamos paz con todos25. Esto es, en efecto, lo que encarecidamente recomienda el Apóstol: que no pongamos tropiezo o escándalo al hermano26 16. Quien lea estos escritos con espíritu fraternal, si no halla en ellos nada que le consuele o edifique, no encontrará al menos 22 Gn 27, 1-2. 23 . 1Co 7, 15. 24 . Rm 12, 17; 2Co 8, 21. 25 . Rm 12, 18. 26 . Rm 14, 15.
  • 9. DEDICATORIA A LOS NOVICIOS 10 nada que le irrite o escandalice, como si se tratara de un presuntuoso. Para no hablar de lo que en ellos pueda haber de edificante, el lector amigo sabrá soportar mi temeridad, si hay alguna. No miréis con malos ojos mi simplicidad, teniendo en cuenta lo que ya he dicho: desconocedor por completo de las obras exteriores y quebrantado más por la enfermedad27 que por la edad, sin el estímulo de este trabajo no hubiera podido evitar la violencia de la ociosidad que, como enseña la Escritura, es maestra de muchas maldades28 27 . En el momento de escribir la carta Guillermo debía rondar los sesenta años. No era, pues, muy viejo, pero sus energías físicas estaban probablemente agotadas. En varias ocasiones hace alusión a la falta de salud que le impedía observar algunas prácticas monásticas. (Vita Bernardi, I, 12). 28 . Si 33, 28.
  • 10. PREÁMBULOS 11 PREÁMBULOS
  • 11. PREÁMBULOS 13 I FELICITACIÓN Y ESTÍMULOS Renovación de la vida solitaria 1. Corre, apresúrate alma mía, hacia los hermanos del Monte de Dios, en el gozo del Espíritu Santo29, con un corazón radiante de alegría, con la ternura de la piedad y con toda la generosidad de una voluntad entregada. Ellos han traído la luz de Oriente y aquel religioso fervor del antiguo Egipto a las tinieblas de Occidente y a los gélidos rigores de las Galias. A saber, el modelo de vida solitaria, y la forma de practicar la vida celestial. 2. ¿Cómo no regocijarse y alegrarse en el Señor30, porque la más preciosa porción de la religión cristiana, que parecía poner el cielo a nuestro alcance, estaba muerta y ha revivido, se había perdido y ha sido encontrada?31. 3. En efecto, lo habíamos oído, pero no lo creíamos32; lo habíamos leído en los libros y 29 . 1Ts 1, 6. 30 . Lc 15, 32; Flp 3,1. 31 . Lc 15, 24.32. Bajo la imagen del hijo pródigo parece indicar que los cartujos han revivido en Occidente el ideal de la vida solitaria de los monjes de Egipto. 32 . Sal 17, 45; Rm 10, 16.
  • 12. PREÁMBULOS 14 nos llenaba de admiración la gloria de aquella antigua vida solitaria, y la abundancia de la gracia de Dios en ella derramada. Y de pronto la encontramos en los bosques33, en el Monte de Dios, monte ubérrimo, donde abunda la grosura del desierto y los valles se llenan de alegría34 4. Esa vida se ofrece ahora a todos por medio vuestro; desconocida hasta este momento, a todos se hace presente, a todos se manifiesta, mediante un puñado de hombres sencillos, por aquel que con un pequeño grupo de hombres ignorantes subyugó a todo el mundo, con asombro del mismo mundo. 5. Es verdad que el Señor hizo milagros grandes y divinos en la tierra, pero éste los supera y los esclarece a todos; porque como hemos dicho, con unos pocos hombres ingenuos puso bajo sus pies todo el mundo y toda la altivez de su sabiduría. Y eso mismo ha comenzado a realizar ahora en vosotros. 6. Así, Padre, ha sido de tu agrado. Has escondido estas cosas a los sabios y prudentes de este mundo, y se las has revelado a los pequeñuelos35. No temas, pequeño rebaño, dice el Señor, ten plena confianza, porque es del agrado de Dios Padre otorgaros el Reino36 33 . Sal 131, 6. 34 . Sal 64, 13. 35 . Mt 11, 25-26. 36 . Lc 12, 32.
  • 13. PREÁMBULOS 15 7. Considerad, hermanos quiénes fuisteis llamados37. ¿Dónde está el sabio entre vosotros? ¿Dónde el letrado? ¿Dónde el escrutador de este mundo?38 Aunque hay algunos sabios entre vosotros, es a través de los sencillos como reúne a los sabios el que en otro tiempo conquistó para sí a los reyes y filósofos de este mundo por medios de unos pescadores. 8. Dejad, pues, que los sabios del mundo, engreídos de espíritu mundano39, que imaginan cosas grandes, pero habrán de lamer el polvo40, dejadlos que sabiamente se hundan en lo profundo del infierno41. Vosotros en cambio, mientras se cava una fosa al pecador42, os mantenéis como unos insensatos por Dios por propia elección, en esa locura de Dios que es más sabia que todos los hombres43, aceptando, con Cristo como guía, el camino de la humildad que sube hasta el cielo. 9. Vuestra simplicidad arrastra ya a muchos a imitaros44; vuestra conformidad y gran pobreza45 confunde la ambición de muchos; 37 . 1Co 1, 26. 38 . 1Co 1,20. 39 . 1Co 2,12. 40 . Sal 71, 9. 41 . Mt 11, 23. 42 . Sal 93, 13 43 . 1Co 1, 25. 44 . 2Co 9, 2. 45 . 2Co 8, 2.
  • 14. PREÁMBULOS 16 vuestro ocultamiento despierta en muchos rechazo a todo lo que es ruido bullanguero. Por consiguiente, si tenéis en Cristo algún poder de consolar, si tenéis un poco de amor, si tenéis comunión con el Espíritu, si tenéis entrañas de misericordia, colmad mi gozo46 y no sólo el mío, sino el de todos los que aman el nombre del Señor47. Así, revestidos con el oro de la sabiduría de Dios, entre la múltiple variedad de hábitos que adornan a la reina sentada a la derecha de su Esposo48, sea vuestro anhelo y vuestra solicitud instaurar el ornamento de esta santa novedad para gloria de Dios, para magnífica corona vuestra y para alegría de todos los buenos49. 10. Novedad, digo, por las malas lenguas50, de las cuales os guarde Dios bajo la protección de su mirada51. Hombres impíos que al no poder apagar la luz de la verdad, denigran el mismo nombre de novedad; anticuados e incapaces de concebir lo nuevo en sus mentes envejecidas; odres viejos incapaces de contener vino nuevo, que reventarían si en ellos se echase52. 46 . Flp 2, 1-2. 47 . Sal 118, 132. 48 . Sal 44, 10. 49 . En este párrafo elogia Guillermo la novedad de la vida cartujana que enriquece el ornato multicolor de la Esposa de Cristo, la Iglesia, con una nueva familia religiosa. 50 . Si 28, 28. 51 . Sal 30, 21. 52 . Mt 9, 17; Mc 2,22; Lc 5, 37.
  • 15. PREÁMBULOS 17 11. Ahora bien, esta novedad no tiene nada de vanidad; es el núcleo de la religión naciente, la plenitud del amor que brotó de Cristo, el legado de la Iglesia de Dios; prefigurada por los antiguos profetas53, nace y se renueva con Juan Bautista al surgir el sol de la nueva gracia, la vive íntimamente el mismo Señor54 y la desean sus discípulos estando aún él presente. 12. Habiendo visto la gloria de la transfiguración del Señor los que con él estaban en el monte santo55, Pedro enseguida, fuera de sí y sin saber lo que decía, contemplando la gloria del Señor, quería pedir para sí lo que era un bien de todos. Pero estando al mismo tiempo muy consciente de sí mismo y sabiendo muy bien lo que decía, y gustando cuán dulce es el Señor56, pensaba que lo mejor sería permanecer siempre allí, y anhelaba estar siempre en intimidad con el Señor y los ciudadanos del cielo que veía junto a él. Así exclamó: Señor, qué bien estamos aquí; hagamos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías57. Si se le hubiera concedido lo que pedía no hay duda que enseguida hubiera levantado otras tres: 53 . Ya Elías, Eliseo y otros vivieron una vida solitaria que luego restauraría Juan Bautista y viviría el mismo Jesús. Cf. Mt. 3, 1-4; Mc 1, 3-6; Lc 3, 2-4. 54 Mt 14, 23; Mc 1, 35; 6, 46; Lc 5,37. 55 Mt 14, 23; Mc 9, 1; Lc 9, 33. 56 Sal 33, 9. 57 Mt 17, 4.
  • 16. PREÁMBULOS 18 una para él, otra para Santiago y otra para Juan. 13. Después de la Pasión del Señor, caliente aún en el corazón de los fieles el recuerdo de aquella sangre hacía poco derramada, los desiertos se poblaron de hombres que abrazaban la vida solitaria, se ejercitaban en la pobreza de espíritu y mutuamente se estimulaban y edificaban con ejercicios espirituales, en el ocio fecundo58 de la contemplación divina. Entre ellos se nos habla de los Pablos, los Macarios, Antonio, Arsenio y tantos otros59, nobles cónsules en esta república santa, nombres egregios y dignatarios en la ciudad de Dios, poseedores de trofeos conseguidos con la victoria sobre este siglo y el príncipe de este mundo, con el dominio de su cuerpo, y la entrega al bien de su alma y al Señor su Dios60 14. Callen ya los que desde lo oscuro de sus tinieblas censuran la luz y os critican de novedad desde su mala voluntad. Sería a ellos a los que se les debería acusar de anticuados e inconstantes. Sin duda, nunca os faltarán aduladores y detractores, como los tuvo el mismo Señor. Prescindid de los aduladores; o más bien, amad en ellos el bien que ellos reconocen en vosotros; haced caso omiso de los detractores 58 . Pingue Otium Es otra expresión sinónima a Sabbatum para indicar la contemplación espiritual. 59 . De todos estos monjes nos habla la Historia Lausíaca. 60 . Cf. Jdt 5, 17.
  • 17. PREÁMBULOS 19 y rogad por ellos. Y olvidando lo que queda atrás61, esquivando las trampas que siempre encontraréis a uno y otro lado62 de vuestro camino, lanzaos hacia las cumbres que os esperan63. Perderíais el tiempo si pretendierais responder a cada propuesta de los aduladores, o argumentar las intrigas de los detractores. Esto, sin duda, no acontecería sin gran detrimento para vuestro santo empeño. En efecto, para el que corre de la tierra al cielo ya es un gran detrimento entretenerse, aunque no se detenga. 61 . Flp 3, 13. 62 . Sal 139, 6. 63 . Flp 3, 13.
  • 18. PREÁMBULOS 20 II LLAMAMIENTO A LA HUMILDAD 15. No perdáis la ilusión, no os demoréis, que os queda mucho camino64. Vuestra profesión es altísima, alcanza los cielos, es común a los ángeles y se asemeja a la pureza angélica. No sólo prometisteis alcanzar la santidad; sino la perfección de la santidad y la meta de toda consumación65. No corresponde a vuestra profesión ser flojos en los mandamientos comunes a todos, ni limitaros a lo que Dios manda, debéis estar atentos a sus deseos, buscando cuál es la voluntad de Dios: lo bueno, lo que le agrada, lo perfecto66. 16. Que otros sirvan a Dios, vosotros debéis uniros a él. Que otros crean, conozcan, amen y veneren a Dios; vosotros debéis saborearle, aprehenderle, compenetraros con él, gozarle. Cosa grande, sublime es ésta sin duda; pero poderoso y bueno es el que está con vosotros como bondadoso prometedor, fiel remunerador, y protector infatigable. Él mismo concede la firmeza y el deseo conjuntamente a quienes por su amor emprenden grandes cosas, y con fe y confianza en su gracia asumen 64 . 2R 19, 7. 65 . Sal 118, 96. 66 . Rm 12, 2
  • 19. PREÁMBULOS 21 tareas que superan sus fuerzas. En efecto, quien se anticipó con la gracia de quererlo, otorgó también la fortaleza para seguir progresando. Cuando por su amor hace el hombre lo que está de su parte, a pesar de las calumnias del calumniador, Él mismo hace misericordiosamente justicia y causa propia la de su pobre siervo, ya que el hombre ha hecho todo lo que podía67. 17. Lejos de vosotros, hermanos, todo orgullo; lejos de vuestra pobreza y humildad y hasta de vuestra boca todo engreimiento. Es mortal presumir de grandes cosas, y fácilmente se embota uno magnificándose, con peligro de su vida. Sea otro el renombre de vuestra profesión, tenga otro calificativo vuestro trabajo. 18. Vosotros llamaos y consideraos más bien fieras indómitas, acorraladas en jaulas, bestias que no pueden ser domadas por el procedimiento común de los hombres. Considerad superior a vosotros la valentía y admirad la gloria de aquellos valientes ambidextros, como Aoth juez de Israel, que usaba ambas manos como si fueran la derecha68. Ellos, en la medida de lo posible, se entregan con íntima devoción a la contemplación del amor de la verdad; pero si 67 . Mc 14, 8. 68 . Jc 3, 15. Parece que Guillermo alude aquí a la tensión siempre más o menos latente en la vida consagrada, monástica o apostólica, entre contemplación y apostolado; vida solitaria o atención al prójimo.
  • 20. PREÁMBULOS 22 la necesidad lo reclama o el deber les obliga, inmediata-mente salen fuera para realizar la verdad del amor. 19. Guárdate también, siervo de Dios, de condenar a los que no quieres imitar. Ya quisiera que obrases en tu flaqueza como obraba pletórico de salud el que decía: Cristo Jesús vino a salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero69. No decía esto Pablo arrastrado por la mentira, sino con plena convicción. El que con diligencia se examina a sí mismo para conocerse debidamente, piensa que ningún pecado es tan grave como el suyo, puesto que no lo conoce como conoce el suyo propio. 20. No quiero que pienses que la luz del sol, que brilla para todos, luce sólo en tu celda. Que sólo junto a ti hace buen tiempo. Que sólo en tu conciencia actúa la gracia de Dios. ¿Es que Dios existe sólo para los que viven en la soledad? En manera alguna. Dios es para todos. Dios se compadece de todos, y no odia nada de lo que ha creado70. Prefiero creas que en todas partes hay paz menos en ti, y te consideres el peor de todos. 21. Trabajad por vuestra salvación con temor y temblor71. En lo que de vosotros depende, no os metáis en lo que son los demás, 69 . 1Tm 1,15. 70 . Sb 11, 24-25. 71 . Flp 2, 12.
  • 21. PREÁMBULOS 23 sino en lo que pueden llegar a ser por vuestro ejemplo. Y no sólo en los que viven actualmente, sino en los que os sucederán después, que os mirarán como modelos de esta santa vocación. En efecto, de vosotros, de vuestro ejemplo, de vuestra autoridad dependerá el futuro de esta santa orden en esta región. 22. Vuestros sucesores os llamarán padres y maestros, imitándoos con gran veneración. Lo que vosotros establezcáis, la observancia y las costumbres que, vividas por vosotros, les transmitáis, las guardarán y custodiarán vuestros sucesores sin la más mínima mutación. A nadie le será permitido hacer cambios. De este modo tendrán para con vosotros la misma consideración que tenemos nosotros con las leyes de la suma e inmutable Verdad. Todos debemos ahondar en ellas y conocerlas, pero a nadie es lícito enjuiciarlas. 23. Demos gracias a Dios, porque lo que vosotros vivís con tanto amor y valentía redundará en honor vuestro y en provecho de vuestros sucesores. Ellos imitarán con animosidad lo que ahora vivís vosotros. Y si conviniera establecer algo distinto, sea Dios quien os lo comunique. Así, aún manteniendo por encima de todo lo que corresponde a la santidad de la Cartuja, y encomiándolo con toda veneración, se requieren más cosas en aquellos lugares de los Alpes, azotados por fríos continuos y espantosos, que en estas
  • 22. PREÁMBULOS 24 regiones, que no parecen tan necesarias a los que viven con frugal suficiencia y voluntaria pobreza. Fervor de Monte de Dios 24. Ya me entendéis. El Señor os dará luz para ello72. Ausente con el cuerpo pero presente en espíritu, me congratulo con vosotros73 viendo la armonía que mantenéis74, el fervor de vuestro espíritu y vuestra paz desbordante, el encanto de vuestra sencillez y la firmeza de vuestra decisión; en vuestro amor mutuo la dulzura misma del Espíritu Santo, la mesura de la piedad75 en vuestras relaciones mutuas; me transporto de gozo al recordar Monte de Dios, y adoro con devoción las primicias del Espíritu Santo76 y el don de la gracia, con la esperanza de que en todo esto crezca vuestra forma de vida religiosa. 25. El mismo nombre de Monte de Dios es ya promesa de buena esperanza. En efecto, como dice el salmo refiriéndose al monte de Dios, en él morarán los que buscan al Señor, los que buscan el rostro del Dios de Jacob, los 72 . 2Tm 2, 7. 73 . Rm 16, 19. 74 . Col 2, 5. 75 . 2P 3, 11. 76 . Rm 8, 23.
  • 23. PREÁMBULOS 25 de manos inocentes y puro corazón, y no han recibido en vano su alma77. Esta es precisamente vuestra profesión: buscar al Dios de Jacob, no como lo busca todo el mundo, sino buscar el mismo rostro de Dios que contempló Jacob, y dijo: He visto a Dios cara a cara y he salvado mi vida78. 26. Conocer a Dios es buscar su rostro, buscar ese cara a cara que contempló Jacob, de la cual dice el Apóstol: Entonces conoceré como soy conocido. Ahora vemos en espejo y oscuramente, entonces le veremos cara a cara, como es 79. Debemos buscar ese rostro en la presente vida sin descanso80, mediante la limpieza de las manos y la pureza de corazón. Tal es la piedad que Job llama culto a Dios81. El que carece de ella, en vano posee su alma, tiene una vida sin sentido. Más aún, carece totalmente de vida, puesto que lleva una vida para la cual no se le otorgó el alma. 77 . Sal 23, 3.4.6. 78 . Gn 32, 30. 79 . 1Co 13, 12. 80 . Sal 104, 4. 81 . Jb 28, 28.
  • 24. PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL 26 PRIMERA PAR TE EL HOMBRE ANIMAL
  • 25. PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL 27 CAPÍTULO I LA CELDA Y SUS MORADORES 1. LA CELDA82 La soledad auténtica 27. Esta piedad consiste en el recuerdo constante de Dios, en la solicitud continua de la mente por conocerle, en una adhesión incansable a su amor, de tal manera que no pase un solo día, y ni una hora en que el siervo de Dios no esté entregado a la actividad espiritual, al empeño de progresar, a la dulzura de la vivencia y al gozo de la fruición. Sobre esta piedad amonestaba el Apóstol a su discípulo más querido: Ejercítate en la piedad ya que las prácticas corporales sirven de muy poco, mientras que la piedad es útil para toda obra buena y tiene la promesa para la vida presente y la futura83 82 . Dirigida la carta a los cartujos, Guillermo habla muy naturalmente de la celda. En realidad trata de exponer en una síntesis preciosa la doctrina tradicional sobre el monasterio y ese conjunto de prácticas ascéticas de la familia monástica. 83 . 1Tm 4, 7-8.
  • 26. PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL 28 28. Vuestro hábito pide y vuestra profesión reclama no una piedad de apariencia sino sincera. En efecto, como dice de nuevo el Apóstol: Hay hombres que, sí, tienen una apariencia de piedad, pero en realidad están lejos de ella84 29. Si alguno de vosotros no tiene esta piedad en su corazón, no la demuestra en su vida y no la practica en su celda, diremos que está solo, pero no es un solitario. La celda no será para él celda, sino reclusión y cárcel. Verdaderamente está solo aquel con quien no está Dios. Y está encarcelado el que no goza de la libertad de Dios. Soledad y prisión significan miseria. La celda nunca deberá ser reclusión forzada, sino mansión de paz; la puerta cerrada no significará escondrijo sino un lugar de intimidad. 30. Aquel con quien está Dios nunca está menos solo que cuando está solo85. Entonces se dilata a sus anchas en el gozo. Entonces es más él mismo para poder gozar de Dios en sí mismo y de sí mismo en Dios. Entonces, a la luz de la verdad, aparece la conciencia transparente en la hondura de un corazón puro, el recuerdo de Dios puede derramarse sin impedimento alguno por todo su ser, su mente es iluminada, el afecto goza de su propio bien; 84 . 2Tm 3, 5. 85 . Cicerón había dicho: “nunquam minus solus quam cum solus esset” (De Officiis, III, 1). Guillermo completa la frase introduciendo un elemento nuevo: “Dios”.
  • 27. PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL 29 o se inclina humildemente ante la conciencia de la propia debilidad humana. Celda y cielo86 31. Debido a esto y según vuestra forma de vida, moráis más en el cielo que en las celdas; arrojando de vosotros todo lo mundano, os habéis encerrado totalmente con Dios. En efecto, morar en la “celda” y en el “cielo” tienen el mismo parentesco; y si cielo y celda guardan entre sí cierta relación en el nombre, lo mismo en el amor. Ahora bien, cielo y celda parece que reciben el nombre de celar [guardar escondido] y lo que se guarda en el cielo se guarda también en las celdas; lo que se hace en el cielo se hace también en las celdas. ¿Qué se hace? Dedicarse a Dios, gozar de Dios. Cuando esto se hace en las celdas con fidelidad y devoción, cumpliendo lo establecido, me atreveré a decirlo: los mismos ángeles de Dios convierten las celdas en cielo, y se regocijan tanto en ellas como en el cielo. 32. Porque cuando en la celda se viven ininterrumpidamente las realidades celestiales, el cielo se aproxima a la celda por la 86 . Todo este párrafo tiene como base un juego de palabras: cella, coelum; y recoge una de las más bellas tradiciones monásticas. El primero, el más importante de los temas al que han aplicado los monjes del medievo el arte literario, es lo que podríamos llamar devoción al cielo. J. LECLERCQ, Cultura y vida cristiana, Ed. Sígueme, Salamanca, 1965, p. 71 & 2º). Sobre la correspondencia de funciones angélicas y monacales a las que se refiere Guillermo, cfr. G. COLOMBÁS, Paraíso y vida angélica, Montserrat, 1958, pp. 28 y ss.
  • 28. PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL 30 semejanza del misterio, por el afecto del amor, por la similitud de lo que se hace. Desde ese momento ya no será largo ni difícil el camino de la celda al cielo para el que ora o incluso sale de esta vida, porque hay un movimiento frecuente de la celda al cielo, y casi nunca se desciende de la celda al infierno, a no ser, como dice el salmo: Desciendan en vida, para que no desciendan al morir87. 33. De este modo quienes viven en las celdas bajan con frecuencia al infierno. Así como por medio de una contemplación asidua se complacen en repasar los gozos celestiales para desearlos con más ardor, también hacen lo mismo con las penas del infierno, para espantarse y huir de ellas. Y eso es lo que suplican para sus enemigos al decir que desciendan vivos al abismo. Al morir casi ninguno baja de la celda al infierno, porque es casi imposible que persevere en ella hasta la muerte el que no está predestinado para el cielo. Celda y templo 34. La celda alimenta, abraza y calienta al hijo de la gracia, fruto de su seno; lo conduce a la plenitud de la perfección y lo hace digno del diálogo íntimo con Dios. Al extraño empero y al espúreo lo arroja y aleja inmediatamente de sí. Como dijo el Señor a Moisés: quítate las sandalias de tus pies porque el lugar en que 87 . Sal 54, 16.
  • 29. PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL 31 estás es tierra sagrada88 . Un lugar santo, una tierra santa no puede soportar por largo tiempo un cadáver, víctima de afectos mortíferos, o a un hombre que tiene muerto el corazón89. 35. La celda es tierra y lugar santo donde el Señor y su siervo tienen frecuentes coloquios íntimos, como un amigo con otro amigo90. En ella el alma fiel se une frecuentemente al Verbo de Dios, la esposa establece alianza con el esposo, lo terreno se une a lo celestial, lo humano a lo divino91. Ahora bien, como el templo es la morada de Dios, del mismo modo lo es la celda para el siervo de Dios. 36. En el templo y en la celda se tratan cosas divinas, pero más frecuentemente en la celda. En el templo se distribuyen algunas veces de modo visible y en figura los sacramentos de la vida divina; sin embargo, en la celda al igual que en el cielo, se nos ofrece continuamente la realidad misma de todos los sacramentos de nuestra fe, en toda su verdad y en toda su disposición, aunque todavía no con todo el esplendor de su pureza, ni con la seguridad de la eternidad92. 88 . Ex 3, 5. 89 . Sal 30, 13. 90 . Ex 33, 11. 91 . Cfr. Exultet, o Pregón de la Vigilia Pascual. 92 . En un lenguaje atrevido se expone el valor unitivo de la vida monástica. Solo puede compararse al de los sacramentos de la Iglesia.
  • 30. PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL 32 37. Por eso, como se ha dicho, al extraño, que no es hijo, la celda lo arroja inmediatamente de sí como a un abortivo, lo vomita fuera como alimento inútil y nocivo. Siendo taller de piedad, la celda no puede soportar por mucho tiempo en su intimidad a un individuo así. Vendrá el pie de la soberbia y se lo llevará; la mano del pecador y lo echará fuera. Arrojado, no podrá subsistir93, sino que huirá miserable, desnudo y avergonzado de la presencia del Señor como Caín94. Expuesto a todos los vicios y demonios, el primero que lo encuentre matará su alma95. Si acaso permanece algún tiempo en la celda, no por la firmeza de su virtud sino por su miserable obstinación, ella se le convertirá en cárcel, o sepultura de un vivo. Celda y progreso 38. El castigo del hombre impío hace más sensato al sabio96, y el justo lavará sus manos en la sangre del pecador97. Como dice el Las realidades sobrenaturales se comunican visiblemente en la Iglesia por los sacramentos, signos sensibles de realidades sobrenaturales. Los sacramentos, sin embargo, no se pueden recibir en cada momento. En cambio, en la celda Dios se comunica al alma a cada instante revelándole sus misterios. 93 . Cf. Sal 35, 12-13. 94 . Gn 4, 16. 95 . Cf. Gn 4, 14. 96 . Pr 19. 25. 97 . Sal 57, 11.
  • 31. PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL 33 profeta: Si te conviertes, Israel, conviértete de verdad98; esto es, intenta alcanzar la cumbre de una conversión sincera. A nadie le es permitido permanecer largo tiempo en el mismo estado99. El siervo de Dios o progresa o retrocede; intenta elevarse a lo alto o es arrastrado al abismo. 39. A todos vosotros, en efecto, se os exige la perfección, aunque no a todos de la misma manera. Ahora bien, si comienzas, comienza de verdad; si estás ya progresando, realiza este progreso lo mejor que puedas; si has alcanzado ya alguna perfección, mídete bien a ti mismo y di con el Apóstol: No es que ya la haya alcanzado y me crea perfecto; sigo corriendo por si consigo alcanzarla como he sido alcanzado. Una cosa es cierta: olvidado de lo que queda atrás me lanzo a lo que está delante; corro hacia la meta para alcanzar el premio de la vocación divina en Cristo Jesús100. 40. Luego añade: Pensemos así los que hemos alcanzado la perfección101. Claramente nos enseña aquí el Apóstol que la perfección del hombre justo en esta vida consiste en olvidar completamente el pasado, y lanzarse con todas sus fuerzas a lo que se tiene delante: ésa es la perfección del hombre justo en esta vida. Y la plenitud de esa perfección se logrará 98 .Jr 4, 1. 99 . Jb 14, 2. 100 . Flp 3, 12-14. 101 . Flp. 3, 15.
  • 32. PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL 34 cuando se alcance el premio con la posesión plena de la vocación celestial. 2 . LOS MORADORES DE LAS CELDAS Tres estados de la vida espiritual 41. Como una estrella se distingue de otra por el resplandor102, así se diferencia una celda de otra conforme a la vida que llevan en ella los principiantes, los que van progresando y los perfectos. El estado de los principiantes puede llamarse animal; el de los que van progresando, racional y el de los perfectos espiritual. Se tendrá cierta indulgencia en algunas cosas con los que se encuentran aún en el estado animal; esto no se podrá admitir en los que se consideran ya como racionales. Y lo que se condesciende con los racionales no se podrá consentir en los espirituales, que deben ser perfectos en todo y más dignos de alabanza e imitación que de reproche103. 42. Ahora bien, todo el estado religioso está constituido por estos tres géneros de hombres que se distinguen por sus propios nombres y por las distintas aspiraciones. Como hijos de la luz e hijos del día104, deben examinar con diligencia, a la luz del presente, lo que aún les 102 . 1Co 15, 41. 103 . Guillermo sigue en esta doctrina a Orígenes. Cf. ORÍGENES, In Mat XI, 15; PG 13, 953. 104 . 1Ts 5, 5.
  • 33. PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL 35 falta, de dónde provienen, hasta dónde han llegado, y en qué estado de progreso se ven ante su conciencia cada día y en cada momento. 43. Viven como animales los que no actúan por sí mismos, ni por la razón ni por amor. Arrastrados por mandato ajeno, por lo que otros enseñan o atraídos por el ejemplo, admiten todo lo bueno que encuentran, y como ciegos llevados de la mano siguen e imitan lo que otros hacen. Son racionales los que guiados por el juicio de la razón, proceden con discreción y sentido común; conocen y desean hacer el bien, pero carecen aún de amor. Los perfectos son los que actúan movidos por el espíritu y reciben del Espíritu Santo una iluminación superior. Se les llama sabios porque saborean el bien hacia el que se sienten llevados, y a los revestidos del Espíritu Santo, como en otro tiempo lo fue Gedeón105, se les llama espirituales como si su vestido fuera el Espíritu Santo. Perfección propia de cada estado 44. El primer estado vive más centrado en el cuerpo, el segundo se ejercita en el espíritu, el tercero sólo en Dios tiene su reposo. Como cada uno tiene una motivación para progresar, también cada uno tiene una medida de perfección. 105 . Jc 6, 34.
  • 34. PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL 36 45. En el estado animal el bien comienza con la obediencia perfecta, el progreso se consigue dominando el cuerpo y sometiéndolo a esclavitud, y la perfección, cuando la práctica del bien hace la costumbre gozosa. El comienzo del estado racional consiste en profundizar las verdades de la fe; el progreso, en aceptarlas como se nos proponen; y la perfección, cuando el juicio de la razón se transforma en movimiento amoroso del alma. La perfección de la razón es ya el comienzo del hombre espiritual; su progreso, contemplar la gloria de Dios a cara descubierta; y la perfección, ir transformándose en la misma imagen de claridad en claridad, según actúa el Espíritu del Señor106. 106 . 2Co 3, 18.
  • 35. PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL 37 CAPÍTULO II EL HOMBRE ANIMAL O PRINCIPIANTE 1. COMIENZO DEL HOMBRE ANIMAL: LA OBEDIENCIA PERFECTA a) La obediencia, antídoto contra el orgullo La animalidad 46. Comenzamos con el estado primero: la animalidad, que es una forma de vivir dependiente de los sentidos corporales. El alma sale en cierto modo de sí misma a través de los sentidos corporales, es atraída por el deleite que le produce todo lo que ama, se goza en su fruición y alimenta su sensualidad. O entrando dentro de sí y no pudiendo llevar a su interior incorpóreo los cuerpos a los que está unida por los afectos del amor y la costumbre, introduce en su intimidad esas imágenes y allí se entretiene amistosamente con ellas.
  • 36. PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL 38 47. Habituada a ellas se comporta como si sólo existiese lo que dejó en el exterior, o lo que ha acumulado en su interior, gozando de vivir lo más posible según los placeres del cuerpo. Al apartarse de ellos sólo acierta a vivir construyendo imágenes corpóreas, y cuando quiere elevarse a las cosas espirituales o divinas, sólo puede percibirlas a la manera de los cuerpos o cosas corporales. La insensatez 48. La animalidad volviendo las espaldas a Dios se convierte en locura. Y tanto se repliega en sí misma que se embrutece y pierde hasta la capacidad o el deseo de dejarse dirigir. Arrastrada fuera de sí por la soberbia, estima que eso es prudencia de la carne y se tiene por sabia, cuando en realidad es una insensata, como dice el Apóstol: Alardeando de sabios se volvieron insensatos107. La simplicidad 49. Ahora bien, cuando la animalidad se vuelve hacia Dios, se convierte en santa simplicidad, es decir, una voluntad que actúa siempre de la misma manera, como era Job, hombre recto y justo, temeroso de Dios108. La 107 . Rm 1, 22. 108 . Jb 1, 1.
  • 37. PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL 39 simplicidad consiste propiamente en una voluntad totalmente dirigida hacia Dios, pide una sola cosa al Señor y la busca con anhelo109, y evita complicarse con las cosas del mundo. Consiste también en llevar una vida humilde, es decir, desea la virtud más que la fama, porque al hombre sencillo no le importa que le consideren necio según el mundo con tal de ser sabio ante Dios110. Simplicidad es también dirigir la voluntad sólo hacia Dios; pues aún no ha sido formada por la razón para que se convierta en amor, o en una voluntad debidamente formada; ni está aún iluminada, para convertirse en caridad, que sería el gozo del amor. El temor de Dios 50. La simplicidad es como si tuviera en sí misma las primicias de las criaturas de Dios111, es decir, una voluntad simple y buena, la materia informe del futuro hombre virtuoso en el comienzo de su conversión, que entrega a su Autor para que él la dé forma. Porque al poseer con la buena voluntad el comienzo de la sabiduría, o el temor del Señor112, llega a la convicción de que no puede formarse por sí 109 . Sal 26, 4. 110 . 1Co 3, 18. 111 . St 1, 18. 112 . Sal 110, 10.
  • 38. PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL 40 misma y que lo mejor para un necio es servir al sabio113. 51. Sometiéndose, pues, a otro hombre por amor a Dios, le confía su buena voluntad para que la forme según Dios. De este modo comienza ya el temor de Dios a obrar en ese corazón y espíritu humilde la plenitud de todas las virtudes; respeta al superior según la justicia, no se fía de sí mismo por prudencia, evita todo juicio por templanza, se somete con la fortaleza a toda obediencia, y no trata de justificarse sino de obedecer. 52. Esta es la esposa a la que el Señor manda; Volverás a tu marido114. Su marido es la razón o el espíritu, bien el suyo o el de otro. De este modo el hombre sencillo y recto obedece debidamente a este marido en su propio interior. Pero muchas veces lo hace con más rectitud y seguridad apoyándose en otro y no en sí mismo. La obediencia perfecta 53. Así pues, por mandato del Señor y por el mismo orden natural la esposa debe someterse al marido, la parte animal al espíritu, al espíritu propio o al de algún varón espiritual, con una entrega auténtica, es decir, con obediencia perfecta. Y esa obediencia perfecta 113 . Pr 11, 29. 114 . Gn 3, 16.
  • 39. PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL 41 no hace juicios, sobre todo en el principiante, y no discierne el objeto o la causa del mandato, sino que pone todo su empeño en cumplir fiel y humildemente lo que manda el superior. 54. En efecto, el árbol de la ciencia del bien y del mal del paraíso es, en la vida, la facultad de discernimiento que reside en el padre espiritual, que lo juzga todo y a él nadie lo juzga115. Es competencia suya discernir, los demás deben obedecer. Comió Adán para su desgracia del fruto del árbol prohibido, aleccionado por la sugestión de quien dijo: ¿Por qué os ha mandado Dios que no comáis de ese árbol?116. He aquí el acto de discernir: ¿Por qué este mandato? Y añadió [la serpiente]: Es que sabe [Dios] que el día que comáis se os abrirán los ojos y seréis como dioses117. Aquí tenemos el objeto del precepto: no quiere que seáis como dioses. El hombre juzgó, comió, desobedeció y fue arrojado del paraíso118. Del mismo modo, es imposible que pueda vivir en la celda y perseverar en la religión el hombre animal que se las da de discreto, el novicio que presume de prudente y el principiante que alardea de sabio. Hágase necio para llegar a ser sabio119. Que su discernimiento consista en esta materia en 115 . 1Co 2, 15. 116 . Gn 3, 1. 117 . Gn 3, 5. 118 . Gn 3, 6. 24. 119 . 1Co 3, 18.
  • 40. PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL 42 carecer de él. Y toda su sabiduría, en carecer de ella. b) La obediencia, antídoto contra la concupis-cencia. La inteligencia y sus frutos 55. Donde se juntan animalidad y razón, en la naturaleza del alma humana, puso el Creador en su bondad, el entendimiento y el ingenio, y en éste la facultad de obrar el bien; de esta manera Dios colocó al hombre por encima de todas las obras de sus manos, y puso bajo sus pies todas las cosas de este mundo120; y con ello testimonió al hombre animal , arrastrado por la soberbia, la pérdida de su dignidad natural y de la semejanza con Dios, y ayudó al sencillo y humilde a recuperarla y conservarla. 56. Lo cognoscible de Dios se ha revelado en ellas121 , lo creado da testimonio del Creador122 y se revela la justicia divina123, pues los que obran el bien merecen la vida, y los que obran mal se hacen reos de muerte124. 120 . Sal 8, 7-8. 121 .Rm 1,19. 122 . Rm Ibd y Sb 13, 5-9. 123 . Rm 1, 17. 124 . Rm 1, 32.
  • 41. PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL 43 57. Por eso la creación, que espontáneamente sirve al hombre según el orden de la naturaleza, se ve como obligada y forzada a someterse a la necesidad que viene del pecado, a la voluntad y al placer. 58. Aquí tiene su fundamento, bien conocido por todos, el que tantas cosas necesarias para la vida, tantas cosas útiles a buenos y malos, tantas cosas hermosísimas por su naturaleza, sean realizadas o realizables por hombres buenos o malos. 59. De aquí procede, gracias a los innumerables inventos del hombre, y a tanta diversidad en las letras, oficios y construcciones, la inmensa variedad de estudios, profesiones y especialidades científicas: la oratoria, las dignidades, los más variados oficios e innumerables investigaciones sobre las cosas de este mundo, que utilizan para sus usos y necesidades tanto los sabios de este mundo125, como los humildes siervos de Dios126. Aquéllos abusan de ellas para satisfacer su curiosidad, voluptuosidad y soberbia; éstos las utilizan para cubrir sus necesidades127. Pero su consuelo se halla en otra parte. 125 . Rm 1, 22. 126 . Flp 2, 15. 127 . Guillermo usa el término necessitas, que en san Bernardo y sus discípulos connota un matiz especial. Se trata de una necesidad natural que, al ser agravada por el pecado, complica la vida del hombre. Cf. E
  • 42. PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL 44 60. Por eso, los primeros, esclavos de sus sentidos y de sus cuerpos, producen los frutos de la carne que son: fornicación, impureza, lujuria, enemistades, pleitos, enojos, ira, riñas, disensiones, envidia, embriagueces, comilonas y otras cosas parecidas. Los que hacen tales cosas no conseguirán el Reino de Dios128. Los segundos en cambio producen los frutos del espíritu que son: caridad, gozo, paz, paciencia, benignidad, grandeza de ánimo, bondad, mansedumbre, fe, modestia, castidad, continencia y piedad129, que tiene la promesa de la vida presente y la futura130. 61. En la práctica, a los hombres les parecen iguales las obras de unos y otros, pero Dios penetra las intenciones y sentimientos del corazón131. Cuando uno entra en su interior, alimenta la conciencia con lo que generan sus intenciones. Mas no todos vuelven del mismo modo hacia su interior, ya que a nadie le agrada entrar dentro de sí después de haber realizado algo que no estaba dirigido por una intención recta. GILSON, La théologie Mystique de Saint Bernard, París, 1934, pp. 54-55. 128 . Ga 5, 19-21. 129 . Ga 5, 22-23. 130 . 1Tm 4, 8. 131 . Hb 4, 12.
  • 43. PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL 45 62. Quien volviendo a su interior advierte que no ha dominado todavía la concupiscencia, encontrará allí, provocadas por la misma, seducciones atractivas y graves remordimientos que le agitarán con múltiples imaginaciones. Y los que ya dominaron la concupiscencia, mientras su espíritu no sienta un deseo más ardiente o un placer más fuerte del bien, sufrirán una fastidiosa incitación de imaginaciones sobre acciones y cosas vistas u oídas en otro tiempo. 63. Unos y otros tienen sus lomos saturados de imaginaciones placenteras132, de tal manera que cuando quieren elevarse a las cosas espirituales o divinas, les falta hasta la luz de sus ojos133. Por eso, el que lucha contra sus apetitos experimenta resistencias que aún no le es posible superar para obrar lo mejor. Quien aspira a la libertad, siente la imposibilidad de arrojar de sí pegajosas imaginaciones, o pensamientos peligrosos, absorbentes o inútiles que surgen por doquier. 64. De aquí se sigue que durante la salmodia, la oración y demás ejercicios de piedad se levantan en el corazón del siervo de Dios, aunque él las rechace y no las quiera, multitud de imágenes; van y vienen pensamientos fantásticos, que revoloteando a modo de pajarracos sucios e insidiosos, 132 . Sal 37, 8. 133 . Sal 37, 11.
  • 44. PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL 46 arrebatan de las manos del oferente el sacrifico de la piedad, o lo contaminan frecuentemente, hasta arrancarle lágrimas. 65. Sobreviene así una división miserable e inicua a la desdichada alma: el espíritu y la razón por una parte, salen en defensa de la voluntad y de la rectitud de corazón, e incluso el mismo cuerpo coopera con su sumisión; por otra, la malicia animal intenta dominar el corazón y la inteligencia, bloqueando con frecuencia los frutos del espíritu. 66. De aquí que en las almas débiles, que aún no han mortificado perfectamente la concupiscencia de la carne y del mundo, pululan alborotadamente los vicios de la curiosidad. De ahí que se busquen consuelos contrarios a la soledad y al silencio, de manera desordenada y consciente; consuelos que en el camino real de las observancias comunes consisten en furtivas expansiones de la propia voluntad, en la atracción por las novedades, en la desgana por los ejercicios acostumbrados. Tales diversiones, aunque por el momento parecen calmar como un sedante el prurito y el tedio del alma enferma, en realidad no hacen sino aumentar el ardor y encender más el fuego, de modo que, pasado algún tiempo, la fiebre se torna más perniciosa y el ardor más vivo. 67. Entonces se inventan cada día nuevas ocupaciones, nuevas prácticas, trabajos
  • 45. PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL 47 rebuscados, diversidad de lecturas, no para edificación del espíritu sino para burlar el tedio en el lento sucederse de los días. Y cuando el solitario ha condenado todo lo antiguo, ha rechazado todo lo habitual, y comienzan a faltar las novedades, sólo le queda el horror a la celda y preparar la huida. El remedio de la obediencia 68. Por eso, la piadosa simplicidad, es decir, el que comienza la vida religiosa y solitaria y carece aún de una razón formada que le oriente, de un afecto maduro que le incline y de suficiente discernimiento para vencerse a sí mismo, es preciso que se someta a ciertos mandatos para dejarse moldear por manos ajenas como el barro por el alfarero. Se ejercitará en toda paciencia bajo el giro de la rueda de la obediencia y el fuego de las pruebas, sometiéndose al juicio y voluntad de su formador y forjador134. 69. Aunque tenga mucho ingenio, sea un artista, y sobresalga por su inteligencia, esas cualidades pueden ser instrumentos tanto para 134 . Guillermo insiste en la necesidad de la obediencia sencilla y llana para el hombre animal. “Al principio, dice, el amor todavía ciego, no sabe ni de dónde viene, ni a dónde va” (De Natura et Dignitate Amoris, IV. PL 184, 385 C). Más adelante será la caridad la rectora de la vida del monje, y entonces ella misma le indicará el camino a seguir sin peligro de desviación. Ibidem, 388 C -D.
  • 46. PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL 48 los vicios como para las virtudes. En consecuencia, admita que se le enseñe a utilizar para el bien lo que sirve también para el mal; así actúa la virtud. Que el ingenio modere el cuerpo, la habilidad ordene la naturaleza, el conocimiento lleve al alma hacia la humildad, no al engreimiento. Ingenio, habilidad, entendimiento y demás cualidades se nos conceden gratuitamente, no así la virtud. Adquirirla requiere humildad; buscarla, esfuerzo; poseerla, amor. Todo esto se merece la virtud, y no es posible adquirirla, buscarla o poseerla de otra manera.
  • 47. PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL 49 2. PROGRESO DEL HOMBRE ANIMAL: EL CUERPO REDUCIDO A SERVIDUMBRE a) Por la mortificación La mortificación del espíritu 70. Lo primero que debe aprender el morador inexperto del desierto es, como enseña el apóstol Pablo: Ofrecer su cuerpo como víctima viva, santa y agradable a Dios; éste es su culto espiritual135. Además, para moderar el primer fervor del hombre animal, que no percibe aún las cosas de Dios136 y se precipita en una búsqueda curiosa de las cosas espirituales y divinas, añade: Por la gracia que me fue dada os digo a todos y a cada uno de vosotros: no os estiméis por encima de lo que conviene, manteneos más bien en una sobria estima137 La mortificación del cuerpo 71. La formación del hombre animal se centra preferentemente en el cuerpo y la 135 . Rm 12, 1. 136 . 1Co 2, 14. 137 . Rm 12, 3.
  • 48. PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL 50 compostura del hombre exterior138. Deberá, por tanto, aprender a mortificar equilibradamente sus miembros que están en la tierra 139, y decidir con juicio equitativo y discreto los conflictos entre carne y espíritu que constantemente pugnan entre sí140, evitando toda acepción de personas141. 72. Trate a su cuerpo como si fuera un enfermo que se le ha confiado; se le negarán muchas cosas que, aunque las desee, podrían hacerle daño y se le deberá obligar a tomar otras que, aunque le repugnen, han de serle provechosas. Cuidará del cuerpo, no como si fuera suyo sino de aquel que nos rescató a costa de tan enorme precio, para que lo glorifiquemos en nuestro cuerpo142. La firmeza y discreción 73. Además aprenderá a evitar el reproche que hace el Señor a su pueblo por el Profeta: 138 . Si la sumisión total a los superiores es la mejor prueba de la pureza del amor y de la perseverancia del novicio, el progreso de este amor exige del principiante un comportamiento externo adaptado a la disciplina claustral: “Cultive, pues, la pureza de corazón y la compostura del cuerpo; sepa guardar silencio y hablar correctamente; mantenga sus ojos siempre modestos, nunca altivos; no admitan sus oídos la maledicencia; sea sobrio en la comida y el sueño; lleve sus manos con dignidad y ande con gravedad; no demuestre ligereza riendo a carcajadas, sino más bien su bondad sonriendo graciosamente” (De Natura et Dignitate Amoris III, PL 184, 385 A). 139 . Col 3, 2. 140 . Ga 5, 17. 141 . Rm 2, 11. 142 . 1Co 6, 20.
  • 49. PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL 51 Me habéis arrojado detrás de vuestro cuerpo143. Pondrá sumo cuidado para que su espíritu no sufra detrimento, y bajo pretexto de atender a las necesidades o comodidades de la vida, no abandone el buen camino de su vocación, o se rebaje de la dignidad de su naturaleza por honrar y amar a su cuerpo. 74. Por lo mismo habrá que tratar al cuerpo con gran rigor para que no se rebele ni se engría sino que esté siempre dispuesto a servir, ya que se nos dio para servir al espíritu. Tampoco se le ha de considerar como si viviéramos para él, sino como algo sin lo que no podemos vivir. Porque el pacto que tenemos con el cuerpo no lo podemos romper cuando nos parece, sino que hemos de esperar con paciencia su natural disolución, respetando entre tanto todo lo que corresponde a esta mutua alianza. Nos comportaremos con él como si no debiéramos vivir mucho tiempo unidos; y si sucede de otra manera, no le obligaremos por ello a abandonarnos144. 143 . Ez 23, 35. 144 . Creo oportuno completar esta idea de Guillermo con otros textos suyos que reflejan bien la flexibilidad de la ascesis monástica, como la entendió siempre la tradición benedictina. “El amigo de Dios se ama a sí mismo recta y ordenadamente; cuida de su cuerpo no por condescender con sus deseos, sino por razón de su espíritu; ama su espíritu en el Espíritu Santo por Dios. No vivimos, en efecto, para el cuerpo, pero sin él no podemos vivir. Si, según el dicho del Apóstol: “Nadie odió jamás su propia carne” (Ef 5, 29), no basta no odiar el cuerpo, es preciso cuidarlo, pero sin convertirse en esclavos suyos, para poder dar al espíritu el culto y el amor que le pertenecen, hasta someter totalmente la carne. Para que el cuerpo viva se necesita cierto cuidado del mismo por parte del espíritu; para que el espíritu se desarrolle, se precisa la sujeción total del cuerpo. Dios tiene derecho
  • 50. PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL 52 El bien de la obediencia 75. Esto supone un gran empeño y solicitud, ya que se correría el riesgo de frecuentes equivocaciones si la ley de la obediencia y el reglamento de la celda no ofrecieran al novicio una forma completa de disciplina común sobre alimentación, vestido, trabajo, descanso, silencio, soledad y todo lo que se refiere a la conducta y necesidades del hombre exterior; y así el hermano obediente, paciente y tranquilo pueda vivir a la vez cauto y seguro. 76. Todo esté ordenado desde el principio con suma prudencia. Lo superfluo esté restringido y lo necesario se adapte a los términos de una justa suficiencia y a los límites de una noble continencia, para que los fuertes deseen hacer más y los débiles no se desanimen145. Que las concesiones hechas a quienes lo necesitan no entristezcan a los que con buena voluntad disfrutan de ellas dando gracias, ni las restricciones impuestas se conviertan en manera alguna en tentación para el siervo de Dios, acostumbrado a usar con sobriedad y buen espíritu las cosas que se le permiten. 77. En todo esto, como dice Salomón: quien anda con sencillez, camina seguro, pero el que sobre uno y sobre otro para que todo el hombre le sirva”. Expositio altera in Ct. II; PL 180, 518 C - D. 145 . RB 64, 19.
  • 51. PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL 53 va por caminos torcidos será descubierto146. Aunque las cosas necesarias están ordenadas de modo que nadie pueda quejarse y se erradique totalmente lo superfluo, si por el bien común o conveniencia de algunos se debiera añadir o reducir algo, quede esto a juicio del prior sin que cree escrúpulos o peligros al súbdito obediente. Las tentaciones 78. Por tanto, el solitario novel, siguiendo la norma común debe aprender a dominar las concupiscencias de la carne mediante la penitencia continua del pasado, y despreciar todo lo demás para llegar al desprecio de sí mismo 79. El eremita deberá renovar constantemente su firmeza frente a las tentaciones que con más virulencia se ensañan en el novicio; porque al servidor fiel que espontáneamente sirve a Dios no cesan de incitarle los vicios con la recompensa del placer que le ofrecen, incentivados por el diablo. También Dios nuestro Señor nos tienta para ver si le amamos o no147; no como si quisiera conocer lo que desconociera, sino para que en la misma tentación experimentemos con más intensidad ese amor divino. 146 . Pr 10, 9. 147 . Dt 13, 4.
  • 52. PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL 54 80. Pero es fácil vencer esas tentaciones, porque la razón las descubre fácilmente como sospechosas o advierte su pérfido rostro. Las que por el contrario se presentan bajo capa de bien son más difíciles de descubrir y más peligrosas si se las consiente. ¡Qué difícil es mantenerse en el justo medio en aquello que se presenta como bueno, cuando no siempre estamos seguros que todo deseo del bien es correcto! b) Por el trabajo manual Peligros de la ociosidad 81. La ociosidad es sentina de todas las tentaciones y de todos los pensamientos malos e inútiles. No hacer nada148 es lo peor que puede sobrevenir a la inteligencia. Nunca esté ocioso el siervo de Dios, aunque lo deje todo para dedicarse a El149. No podemos aplicar un nombre tan sospechoso, vano y muelle a una realidad tan cierta, santa y profunda. ¿Es ocioso dedicarse a Dios? Todo lo contrario, es el negocio de los negocios. Quien en la celda no se entrega fiel y fervorosamente a eso, haga 148 . Otium iners es la expresión que usa aquí Guillermo en oposición intencionada a otium pingue. Ello demuestra la ambigüedad del término. Textos como el presente demuestran que el otium es bueno o malo según se emplee; pero, contrariamente a la otiositas, en sí mismo es bueno. Cf. J. LECLERCQ, Otia monastica II, cp. V, 2. En Studia Anselmiana n. 51, p. 71. 149 . Quamvis ad Deum feriatus sit. Expresión rica en la tradición monástica pero de difícil traducción.
  • 53. PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL 55 lo que haga, si no lo hace con ese fin, estará ocioso150 82. Es ridículo pretender evitar el ocio entregándose a ocupaciones ociosas, porque es ocioso todo lo que no ofrece ninguna utilidad o no hay intención de que tenga utilidad alguna. No se trata sólo de pasar el día disfrutando de alguna satisfacción o evitando la mínima sensación de hastío; lo que hay que procurar es que siempre tenga la conciencia algo que sirva al progreso interior, algo que aumente día a día los tesoros del corazón. El buen solitario estimará día sin vida aquel en el que crea no haber hecho nada de aquello por lo que precisamente vive en la celda. El trabajo manual 83. ¿Te preguntas qué hacer o en qué ocuparte? En primer lugar, además del sacrificio cotidiano de las oraciones o la dedicación a la lectura, no debes des-cuidar una parte del día para el examen de conciencia, e irte enmendando y mejorando de día en día. 84. Se ha de hacer también algún trabajo manual151 mandado, no tanto para distraer el 150 . Todo este párrafo es un juego con los términos otium negotium con el que quiere expresarse la intensa actividad interior del contemplativo. Si ella faltare, la celda no tiene razón de ser. 151 . Para huir de la ociosidad recomienda Guillermo el trabajo. La expresión etiam manibus revela la poca estima que el trabajo manual
  • 54. PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL 56 espíritu durante algún tiempo, como para alimentar y conservar el gusto por las cosas espirituales; así descansa un poco el espíritu sin perder el recogimiento y fácilmente puede retornar a su interior cuando lo considere conveniente, sin resistencia de la voluntad, sin el apego a la satisfacción obtenida, ni a los recuerdos incentivados por la imaginación. 85. En efecto, no fue creado el hombre en función de la mujer, sino la mujer en función del hombre152; no están los ejercicios espirituales en función de los corporales, sino los corporales para servir a los espirituales. De este modo, así como una vez creado el hombre se le concedió y asoció una ayuda semejante a él, de su misma sustancia153, de igual manera son necesarias las cosas materiales para dedicarse a lo espiritual; sin embargo, con relación a esto, no siempre parecen convenientes todas las prácticas corporales, sino aquellas que tienen más afinidad y semejanza con las cosas espirituales; por ejemplo, en orden a la edificación espiritual, se medita lo que se va a escribir, o se escribe lo que se ha leído. 86. Es verdad que los ejercicios y trabajos del campo distraen los sentidos, y con frecuencia agotan también el espíritu; sin merecía para algunos monjes. Era ya una vieja cuestión. Desde los orígenes mismos del monacato hubo dos corrientes bien marcadas sobre el particular. 152 . 1Co 11, 9. 153 . Gn 2, 18.
  • 55. PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL 57 embargo, los duros trabajos del campo a la vez que producen la fatiga corporal, llevan a la contrición y humildad de corazón, el peso del cansancio real origina muchas veces un mayor afecto de devoción. Lo mismo acontece con frecuencia con los ayunos, vigilias y los demás ejercicios en los que existe fatiga corporal. Ascética y mística del trabajo 87. Un espíritu serio y prudente acepta cualquier trabajo, y lejos de disiparse con él, se sirve del mismo para mayor recogimiento interior, porque tiene presente no lo que hace, sino la intención con que lo hace, mirando al fin que lo perfecciona todo. Cuanta mayor clarividencia se tiene respecto al fin, mayor fidelidad y ahínco se pone en el trabajo manual sometiendo en esto el cuerpo al dictamen de la voluntad. Los sentidos quedan sometidos a la disciplina de la buena voluntad y el peso del trabajo no les permite ceder a la lascivia; sometidos y humillados en obediencia al espíritu, aprenden a conformarse a él participando en los trabajos y esperando la consolación. Vuelta al orden natural
  • 56. PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL 58 88. Si la naturaleza, desordenada por el pecado y desviada de su rectitud natural154, se convierte a Dios, recupera inmediatamente por el temor y el amor que tiene a Dios todo lo que había perdido al apartarse de él. Y cuando el espíritu comienza a reformarse según la imagen del Creador inmediatamente comienza a florecer también la carne155, y por propia voluntad comienza a conformarse con el espíritu ya reformado. En contra de sus propias tendencias comienza a deleitarse con lo que deleita al espíritu. Más aún, cuanto más hondo había caído por el pecado más sedienta está de Dios156, queriendo a veces incluso aventajar al espíritu que es su guía. 89. En realidad no perdemos los gozos, los transferimos del cuerpo al espíritu; de los sentidos a la conciencia. Pan con salvado y agua clara, legumbres u hortalizas ordinarias no son cosas muy deleitables, pero con el amor a Cristo y el deseo del gozo interior se tornan agradables y satisfacen con gusto al estómago morigerado. ¿Cuántos miles de pobres no sacian gustosamente su apetito con estos o semejantes alimentos? ¡Bien fácil y gustoso sería vivir según la naturaleza con el 154 . Todo este párrafo se basa en la teoría de la Escuela Cisterciense sobre la imagen de Dios en el hombre. El hombre no puede perder la imagen de Dios impresa en la creación, pero puede perder su semejanza. En este caso el hombre se encorva, pierde su rectitud. Cf. E. GILSON, La Théologie Mystique de Saint Bernard, p. 71 y ss. 155 . Sal 27, 7. 156 . Sal 62, 2.
  • 57. PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL 59 condimento del amor de Dios, si nuestra locura nos lo permitiera! Una vez ésta curada, la naturaleza disfruta con las cosas naturales. Lo mismo ocurre con el trabajo. El labrador tiene músculos robustos y brazos vigorosos, que ha conseguido con el ejercicio. Sin él se anquilosarían y quedarían flojos. La voluntad impulsa el uso de los miembros, del uso nace el ejercicio; el ejercicio comunica energía c) Perfección del hombre animal Muerte a los placeres 90. Volvamos a nuestro plan. Por encima de todo, sea trabajando o descansando nunca estemos ociosos. Que todo nuestro negocio consista siempre en realizar a la perfección lo que dice el Apóstol de los que están aún en estado animal y de los principiantes: Hablo a lo humano en atención a la flaqueza de vuestra carne. Como pusisteis vuestros miembros al servicio de la impureza y de la iniquidad para servir a la iniquidad, entregadlos ahora para servir a la justicia y a la santidad157. 91. Escuche esto el hombre animal, amigo y esclavo hasta el presente de su cuerpo, que ya comienza a someter al espíritu, y se prepara 157 . Rm 6,19.
  • 58. PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL 60 para percibir las cosas de Dios; cíñase y apresúrese a romper el yugo de una esclavitud vergonzosa y la tiranía con que la costumbre subyugaba la carne. 92. Que [el hombre animal] se haga violencia estableciendo una necesidad contra otra necesidad, y una costumbre contra otra costumbre; cree en sí un afecto contra otro afecto, hasta que merezca alcanzar una satisfacción contra otra satisfacción. Y así, según el consejo del Apóstol, llegue a gozarse tanto en carecer de los placeres del mundo y de la carne, cuanto antes se gozaba en poseerlos; se goce tanto en hacer a los miembros servir a la justicia y la santificación, cuanto antes se gozaba en servirse de la corrupción y la iniquidad para la iniquidad. 93. Esta es la perfección del hombre animal en su estado propio, o del novicio en sus comienzos. Cuando haya superado este estado animal o humano, si no vuelve la vista atrás158, y se lanza fielmente a lo que está delante159, llegará pronto a aquel estado divino en el que comenzará a alcanzar como es alcanzado [por Cristo]160 y a conocer como es conocido161.Ahora bien, esto no se consigue en el momento de la conversión, ni en un solo 158 . Lc 9, 62. 159 . Flp 3, 12 160 . ibid. 161 . Cf. 1Co 13, 12.
  • 59. PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL 61 día, sino con mucho tiempo, mucho trabajo, mucho sudor, a medida que Dios misericordioso concede su gracia, y con el ahínco del hombre que quiere y corre162. 162 . Rm 9, 16.
  • 60. PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL 62 CAPÍTULO III LOS EJERCICIOS DEL SOLITARIO 1. AMBIENTE: LA CELDA Y SUS DIFERENTES GUARDIANES Necesidad de una regla 94. El taller de todas estas buenas obras es la celda y la permanencia estable en ella. En efecto, en ella es rico el que acepta su pobreza, y quien tiene buena voluntad posee ya todo lo que necesita para ser feliz. Aunque no siempre deberá fiarse de la buena voluntad, pues deberá moderarla y controlar sus riendas, sobre todo el principiante. Que la regla de la santa obediencia dirija la buena voluntad, y ésta al cuerpo. Que ella le enseñe a perseverar en ese lugar, a aceptar la celda, a convivir consigo mismo. Todo esto es en el principiante señal de buen comportamiento, y garantía cierta de buena esperanza. Estabilidad
  • 61. PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL 63 95. Es imposible al hombre fijar su espíritu fielmente en un objetivo si primero no ha fijado con perseverancia su cuerpo en un lugar, pues quien pretende evadirse de la inestabilidad de su espíritu vagando de un lugar para otro, se parece al que quisiera escapar de la sombra de su cuerpo. Huye de sí mismo, da vueltas alrededor de sí mismo, cambia el lugar, pero no el espíritu. Sigue siendo el mismo en todas partes, e incluso la misma movilidad le hace peor, como acontece al enfermo con los golpes que recibe al ser llevado de un lado para otro. 96. Reconózcase, pues, enfermo y cuide las causas de su dolencia. Si no interrumpe el reposo, pronto notará mejoría con los remedios perseverantemente aplicados. Sanado de este modo el espíritu de sus divagaciones y esclavitudes, se entregará incondicionalmente a Dios. Porque la naturaleza no ya manchada sino corrompida, necesita grandes cuidados. Guarde completo reposo en su enfermería, - como suelen llamar los médicos al lugar donde se curan las enfermedades- y siga tomando los remedios que le han dado, hasta recuperar la salud. 97. Tu enfermería, hombre enfermo y débil, es tu celda; y el remedio con el que comenzaste la cura es la obediencia, cuando es verdadera obediencia. Has de saber que los remedios cambiados a menudo dañan, perturban la naturaleza y prolongan la enfermedad. Quien se dirige a un lugar si toma un camino recto llega enseguida donde desea, y termina pronto el camino y la fatiga; pero si
  • 62. PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL 64 toma varios caminos, se equivoca y no termina nunca su fatiga, porque el error no tiene fin. Así pues, no cambies de lugar, no tomes un remedio por otro, usa el remedio medicinal de la obediencia hasta recuperar perfectamente la salud. Una vez curado no la rechaces como ingrato, antes bien, sigue usándola aunque de forma distinta. Necesidad de un director 98. En consecuencia, si deseas recuperar pronto la salud cuida mucho no hacer nada o muy poco por ti mismo sin consultar con el médico; ya que si esperas de él la cura, es necesario que no te avergüences de descubrirle siempre tus llagas. Aunque te avergüences descúbrele todo, no se lo ocultes. 99. Hay algunos que al confesarse relatan la historia de sus pecados como si narrasen un cuento, enumerando las dolencias de su alma sin rubor, casi sin arrepentimiento y sin dolor; en cambio, el que siente verdadero dolor, fácilmente derrama lágrimas y se deshace en gemidos. Si a la enfermedad maligna se junta esa desesperante insensibilidad, la ausencia de dolor hará que cuanto más cercana cree la curación, más se alejará de ella. 100. Si el médico se mostrase demasiado indulgente queriendo curarlo todo con ungüentos y emplastes suaves, actúa por ti mismo y, deseoso de una pronta curación,
  • 63. PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL 65 reclama remedios más rápidos y más eficaces; pide el hierro y aplícate el cauterio. Los guardianes del alma 101. Siempre tienes al médico disponible y preparado. Para que tu soledad no te asuste y mores con más seguridad en la celda, se te han dado tres guardianes: Dios, tu conciencia y el padre espiritual. Con Dios te mostrarás piadoso, entregándote a él incondicionalmente; con tu conciencia respetuoso, avergonzándote de pecar en su presencia; al padre espiritual le prestarás obediencia amorosa163, recurriendo a él para todo. 102. Más aún, para serte grato te añadiré un cuarto guardián. Mientras eres aún muchacho y vas aprendiendo a vivir en la presencia divina te recomiendo un pedagogo. 103. Te aconsejo elijas un hombre cuya vida ejemplar se grave de tal manera en tu corazón que te inspire respeto, y cuantas veces lo recuerdes, su veneración te mueva a la disciplina y a la compostura. Al recordarlo como si estuviera realmente presente, permítele que con afecto de mutua caridad corrija en ti todo lo que deba corregirse, sin que por ello tu soledad sufra el más mínimo daño en su intimidad. Presente, te ayude cuanto lo necesites; que pueda acudir frecuen- temente, aunque no te guste. El recuerdo de su 163 . 1P 1, 22.
  • 64. PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL 66 santa severidad te hará presentes sus reprensiones; su piedad y benignidad, sus consuelos; su sinceridad, el ejemplo de la vida santa. Pensarás, en efecto, que todos tus pensamientos le están tan presentes como si los estuviera viendo y corrigiendo; así te sentirás obligado a enmendarte. La vigilancia 104. Según el precepto del Apóstol, guárdate con cuidado164. Y para que estés siempre atento a ti mismo, aparta tus ojos de todo lo demás. El ojo es un magnífico instrumento del cuerpo. ¡Ojalá pudiera verse a sí mismo como ve todo lo demás! Esto se le ha concedido al ojo interior, pero si, como los ojos exteriores, se descuida de sí mismo y se entrega a las cosas externas, al querer acaparar mucho será incapaz de volver a su interior. Dedícate a ti mismo, porque en tu interior tienes materia suficiente de solicitud. Deja ya de ver con tus ojos exteriores lo que perdiste la costumbre de mirar, y con los ojos interiores lo que dejaste de amar, porque nada revive con más fuerza que el amor, sobre todo en los espíritus más delicados y jóvenes. 2. LOS EJERCICIOS ESPIRITUALES Las dos celdas 164 . 1Tm 5, 22.
  • 65. PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL 67 105. Decídete también alguna vez a gustar y aspirar a carismas superiores165, siendo para ti mismo ejemplo de edificación. Una es tu celda exterior y otra la interior. La exterior es la casa en que habita tu alma con tu cuerpo; la interior es tu conciencia en la que debe morar Dios con tu espíritu en lo más hondo de tu intimidad166. La puerta de la clausura exterior es signo de la puerta del mundo interior, de manera que, así como la clausura exterior no permite a los sentidos del cuerpo andar de un lado para otro, también los sentidos interiores se ven obligados a vivir más interiormente. 106. Ama, pues, tu celda interior y también la exterior; cuida de cada una de ellas como se merecen. Que la celda externa te proteja sin ocultarte, no para pecar más a escondidas, sino para vivir en mayor seguridad. No sabrás, morador inexperto, cuánto debes a tu celda si no te das cuenta que en ella no sólo te curas de los vicios, sino que evitas enfrentarte con extraños. Tampoco apreciaras qué consideración merece tu conciencia, hasta que experimentes en ella la gracia del Espíritu Santo y la dulzura de la suavidad interior. 165 . 1Co 12, 31. 166 . Si la división entre “celda (morada) externa e interna” es común a la literatura mística, en Guillermo tiene un aspecto muy suyo. Dios viene a ser para el espíritu lo que el alma es para el cuerpo: “Dios es la vida del alma, como el alma es la vida del cuerpo. El alma suspira por solo Dios; Él es en todo momento su respiración, como el aire lo es de los cuerpos vivos” (De Natura corporis et animae, II; PL 180, 722 C).
  • 66. PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL 68 El examen de conciencia 107. Honra cada una de tus celdas como se merece, y mantén en ellas la primacía que te corresponde. Aprende en ellas a disciplinarte según las leyes del ordenamiento común: organiza la vida, modera las costumbres, júzgate a ti mismo, acúsate ante tu misma conciencia y condénate sometiendote a algún castigo. Siéntese la justicia en su tribunal, comparezca la conciencia culpable y acusadora de sí misma. Nadie te ama tanto como tú mismo; nadie te juzgará con más fidelidad. 108. Por la mañana examínate de la noche pasada y haz un plan para el día que comienza. Al atardecer exígete cuentas del día transcurrido, y toma precauciones para la noche que se avecina. Con este control no tendrás resquicio para la holganza. El Oficio divino 109. Distribuye a cada hora los ejercicios que le corresponden según la norma establecida comunitariamente: los ejercicios espirituales a su tiempo y lo mismo los corporales; de este modo a través de ellos el espíritu tributará a Dios lo que le es debido, y lo mismo el cuerpo al espíritu; si algo se omite o se hace con negligencia o imperfección, no deje de repararse o corregirse en el tiempo, modo y lugar debidos. 110. En todo esto, aparte de aquellas horas de las que dice el Profeta: Siete veces al día te
  • 67. PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL 69 alabo167, se dará especial relevancia al sacrificio de alabanza de la mañana, de la tarde y de la media noche. Porque no en vano dice el Profeta: Por la mañana estaré ante ti y veré168, ya que en ese momento estamos todavía libres de preocupaciones exteriores; y añadirás: Suba mi oración como incienso en tu presencia, el alzar de mis manos como ofrenda de la tarde169, porque en esa hora nos vemos ya libres de esos impedimentos, habiéndolos superado. 111. Lo mismo haremos en nuestras vigilias nocturnas cuando nos levantamos a media noche para alabar el nombre del Señor170, según el orden establecido por el mismo salmista. En el día de mi tribulación busqué al Señor, levanté por la noche mis manos hacia él o contra él, y no quedé defraudado171, y lo que sigue. 112. En estas horas hemos de sentirnos como si estuviéramos cara a cara ante él172, envueltos en la luz de su rostro173; seamos conscientes que el dolor y la tribulación 167 . Sal 118, 164. 168 . Sal 5, 4. 169 . Sal 140, 2. 170 . Cf. Sal 118, 62. 171 . Sal 76, 3. 172 . Cf. Gn 32, 20. 173 . Sal 88, 16.
  • 68. PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL 70 provienen de nosotros mismos174, e invoquemos el nombre del Señor175 arañando176 nuestro espíritu hasta que se incendie, y trayendo a la memoria una y otra vez la inmensa bondad del Señor177, hasta que llene de dulzura nuestros corazones. 113. Entonces sobre todo, hemos de poner en práctica lo que dice el Apóstol: prefiero hablar en la Iglesia cinco palabras para ser entendido que diez mil sin que nadie me entienda. Y aquello: Cantaré salmos con el espíritu, pero los cantaré también inteligiblemente. Oraré con el espíritu, pero oraré con inteligencia178. En efecto, es en ese momento cuando mente y corazón deben mezclar sus frutos, para descansar en la quietud de la noche con la abundancia de la bendición de Dios, o levantarnos para alabarle, y que todas nuestras obras queden informadas y vivificadas por las mismas alabanzas divinas. 114. Por lo mismo, al celebrar las vigilias nocturnas no conviene recargar el 174 . Cf. Sal 114, 3. 175 . Sal 114, 3. 176 . Es significativa por su fuerza la expresión de Guillermo: scabendo spiritum nostrum. En todo momento pero sobre todo en los momentos de tribulación, sequedad y dolor es preciso arañar, rascar y frotar el alma hasta que salte la chispa que la inflame en el amor de Dios. 177 . Sal 144, 7. 178 . 1Co 14, 19. 15.