1. GUILLERMO DE SAINT-THIERRY
CARTA DE ORO
(A LOS HERMANOS DE MONTE DEI)
TRADUCCIÓN:
MONJES DE SAN ISIDORO DE DUEÑAS,
DANIEL GUTIÉRREZ, DE LA OLIVA
2. DEDICATORIA A LOS NOVICIOS
3
DEDICATORIA A LOS NOVICIOS
A los señores y hermanos Haymond, Prior1 y
H., el hermano Guillermo les desea un sábado
de delicias2.
1. Carísimos hermanos en Cristo3, tal vez
soy importuno y me atrevo más de lo debido al
hablaros con tanta sinceridad. Perdonadme. Es
que se me ha dilatado el corazón. Abridme
también el vuestro4, os lo ruego, y
comprendedme porque soy todo vuestro en las
1
. Dom Haymond, segundo Prior de Mont-Dieu, comenzó su gobierno
en 1144.
2
. Is 58, 13. Sábado de delicias = sabbatum delicatum. Es una
expresión frecuente en la literatura monástica medieval. El
simbolismo es vario, pero se llega a una cierta unidad de expresión
que podríamos considerar como perfectamente lograda en la
definición de san Elredo: “Sábado es el sosiego del alma, la paz del
corazón, la tranquilidad del espíritu” (Spec.Cart. III, 2). Este es sin
duda el sentido en que lo usa Guillermo en el saludo de la carta.
Los diversos autores desarrollaron el tema bajo distintos aspectos
y enriquecieron notablemente su concepto. Se habla de tres clases de
sábados en correspondencia exacta con los tres elementos esenciales
de la vida cenobítica: el individuo, los hermanos, Dios; y de la
preparación para cada uno de ellos durante un número determinado de
años místicos. Se aplica especialmente a la vida contemplativa
(GUILLERMO, De natura et dignitate amoris), que se considera como
el sabbatisimum (GILBERTO DE HOYLAND, In Cant. Ser. XI, 4). Por eso
los contemplativos son los sabatizantes, sabatizan (ibidem). Cf. J.
LECLERCQ, Otia Monástica I, 4 Sabbatum, en Studia Anselmiana, 53,
Roma, 1953, pp. 50-59.
3
. 2Co 6, 11; Sal 118, 32.
4
. 2Co 6, 13; 2Co 7, 2.
3. DEDICATORIA A LOS NOVICIOS 4
entrañas de Aquel en quien nos amamos
mutuamente5.
2. Desde que partí de vosotros hasta el
momento presente me he propuesto dedicar mi
trabajo diario no a vosotros, que no lo
necesitáis6, sino al hermano Esteban, a sus
compañeros los hermanos más jóvenes y a los
novicios que llegan a vosotros, cuyo maestro
es solo Dios. Que en esto tomen y lean lo que
pueda serles de utilidad, como consuelo en su
soledad y estímulo en su vocación.
3. Os doy lo que puedo: mi buena voluntad;
devolvédmela vosotros cargada de frutos.
David danzando agradó a Dios, no por la
danza sino por el afecto7. De modo semejante
la mujer que ungió los pies del Señor, fue
alabada por él, no por haberlos ungido, sino
porque amaba8; haciendo lo que podía, fue por
ello justificada.
4. He pensado dedicaros también otro
opúsculo, impulsado a ello más por la
exigencia insistente y nada reprochable de
5
. Flp 1, 8.
6
. Cf. 1Tes 5, 1.
7
. 2S 6, 14-16.20-23. La Palabra affectus usada en este párrafo tiene
sustancialmente el mismo sentido que en español, es decir, indica un
sentimiento de amor hacia Dios. Es un término técnico en la escuela
cisterciense que connota en general un sentido más profundo que su
correspondiente español. El affectus en los místicos cistercienses tiene
un doble sentido, activo y pasivo a la vez, e indica el movimiento
pasional hacia Dios como consecuencia de haber sido el alma afectada
-tocada- por Dios. Dios mueve; el alma se entrega.
8
.Lc 7, 28-47; Mc. 14, 6-8.
4. DEDICATORIA A LOS NOVICIOS
5
algunos hermanos, para consuelo y estímulo
de su fe. Su tristeza sería para mí gran gozo si
no me viera imposibilitado de visitar a los que
están tristes.
5. En efecto, la grandeza no ya de su fe
sino de su amor, hace que sientan horror hacia
todo lo que parece contrario a la misma; de tal
modo que si la tentación del espíritu de
blasfemia o de la carne9 por pequeña que sea,
les roza o les conturba, como si solo oírlo o
sentir algún movimiento fuera suficiente, creen
ya gravemente herida la piedad de su
conciencia, y se lamentan penosamente como
si hubieran claudicado en la fe10.
6. A algunos que pasan de las tinieblas del
mundo a ejercitarse en una vida más pura, les
ocurre lo que sucede siempre a los que
habiendo estado largo tiempo en tinieblas11
pasan rápidamente a la luz: la misma luz que
debía permitirles verlo todo, hiere y molesta
9
. Las tentaciones de blasfemia o de lujuria proceden, según
Guillermo, de la naturaleza misma del primer pecado y, por tanto,
acosan con mayor facilidad al hombre caído que se sorprende con
frecuencia apeteciendo lo que no quiere y pensando de Dios cosas que
no aprueba. Ambas pueden deslizarse insensiblemente en el hombre y
mancillar con gran facilidad el corazón, por lo que se ha de evitar todo
coloquio, oponiéndoles resueltamente el escudo de la fe. (Cf. El
Espejo de la fe, cap.IV. Col. PP. Cist. 8, p. 40 ss.). Esto explica que
tratando de la fe aluda el autor a estas dos tentaciones nacidas de la
acción por la que el demonio quiso cerrar todo acceso a Dios,
inficionando desde el principio la misma raíz de acercamiento a Dios
que es la fe (Cr. ibidem).
10
. 2Tm 3, 8.
11
. Imagen tomada de Platón: República, 514a, apólogo de la caverna.
5. DEDICATORIA A LOS NOVICIOS 6
sus ojos enfermos; del mismo modo éstos son
cegados por las primeras claridades de la fe, y
no pueden resistir los rayos desacostumbrados
de esta nueva luz hasta que el mismo amor a la
luz les acostumbra.
7. El opúsculo se divide en dos libritos: el
primero, por ser claro y fácil, lo denomino
Espejo de la fe12. Al segundo, que contiene en
síntesis las razones y fórmulas de la fe según
las afirmaciones y el sentir de los Padres
católicos, y es algo más oscuro, lo he titulado
Enigma de la fe13. Deseo dedicarme a este
estudio, más para huir de la ociosidad -
enemiga del alma14, puesto que la vejez y los
achaques me eximen del trabajo común, no
tanto por méritos cuanto por perezoso e inútil-,
que por pretender enseñar a los demás. En
efecto, no es decorosa la instrucción en boca
del pecador15; solamente conviene a los que
confirman su doctrina viviendo lo que
enseñan.
8. En el primer libro se enseña al lector
sencillo por dónde ha de caminar; en el
segundo cuánta cautela ha de poner en el
camino. En este mismo orden dice el Señor a
sus discípulos: Ya sabéis a donde voy y
conocéis el camino16. Y el Profeta: Las
12
. PL 180, 365B - 398A
13
. PL 180, 397B - 440D
14
. RB. c. 48.
15
. Si 15, 9.
16
. Jn 14, 4.
6. DEDICATORIA A LOS NOVICIOS
7
riquezas de la salvación son sabiduría y
ciencia17. También el Salmo nos dice en
primer lugar: El día al día le pasa el mensaje,
y después: la noche comunica el conocimien-
to a la noche18.
9. He escrito también otros opúsculos: dos
tratados, el primero Sobre la contemplación de
Dios; el segundo Sobre la naturaleza y la
dignidad del amor . Un librito sobre el
Sacramento del Altar; unas Meditaciones,
útiles para formar a los novicios en la práctica
de la oración, y un comentario al Cantar de los
cantares hasta aquel pasaje: Apenas los había
pasado encontré al Amor de mi alma19
10. Me impidió terminarlo el tener que
escribir Contra Pedro Abelardo. En efecto, no
me parecía lícito completar tan tierno
comentario en la intimidad de la
contemplación20, mientras él devastaba fuera
17
. Is 33, 6. Los textos bíblicos citados por Guillermo revelan una vez
más su pensamiento sobre el proceso del conocimiento teológico.
Espiritualidad y teología se reclaman mutuamente. El proceso que es
el mismo en ambos tiene por base la trilogía anima-animus-spiritus
que sirve de apoyo teológico a la teoría de Guillermo sobre la triple
ciencia que el hombre puede tener de Dios, a medida que el alma pasa
de un estado a otro: a) el arte de creer, es decir, de leer en la Escritura
las obras de Dios; b) el arte de pensar y hablar correctamente de Dios;
c) la ciencia mística o experiencia vital de lo que se cree.
18
. Sal 18, 3.
19
. Ct 3, 4.
20
. “intus vacare otio”. Guillermo de Saint Thierry como san
Bernardo debieron dejar más de una vez la paz del claustro o los
jugosos comentarios de la Sagrada Escritura, para salir en defensa de
la Iglesia, la Esposa del Verbo contra errores doctrinales o de otra
índole.
7. DEDICATORIA A LOS NOVICIOS 8
con espada desnuda, como se dice, y con tanta
crueldad los campos de la fe. Lo que contra él
escribí lo he tomado de los Santos Padres, lo
mismo para el Comentario a la Carta a los
Romanos y otros escritos de los que hablaré
más abajo. En todos ellos poco o muy poco he
dicho de mi propia cosecha. Mejor es si os
parece, que borrado mi nombre fueran
relegados al anonimato para que no suceda
como a la perdiz, que cubre bajo sus alas
huevos que ella no puso21.
11. De los libros de san Ambrosio recopilé
lo que en ellos se dice sobre el Cantar de los
Cantares. Tarea ingente y notable; lo mismo
hice con san Gregorio, pero con más amplitud
que lo hiciera Beda. Ya que el mismo Beda,
como bien sabéis, sólo compuso el último libro
de su comentario al Cantar de los cantares ,
formado con esa recopilación.
12. Si lo deseáis, podéis transcribir las
Sentencias sobre la Fe que he entresacado
principalmente de los escritos de san Agustín;
son sólidas sin duda y de gran peso, y
mantienen una buena relación con la obra
antes citada que denominé Enigma de la fe.
13. Tengo además otra obra sobre La
Naturaleza del Alma, escrita bajo la
dedicatoria “de Juan a Teófilo”. Deseando
tratar en ella sobre el hombre en su totalidad,
he puesto un preámbulo Sobre la naturaleza
del Cuerpo, por parecerme que así lo pedía el
21
Jr 17, 11
8. DEDICATORIA A LOS NOVICIOS
9
tema. Extractando la materia para éste entre
los libros que tratan de curar las enfermedades
del cuerpo, y para aquel de los que tratan la
cura de las almas.
14. Así pues, leed todas estas obras. Si no
sois los primeros en hacerlo, sed al menos los
últimos. Para que no suceda que, cayendo en
manos de quienes no haciendo nada útil, se
dedican a roer y destruir lo ajeno yo mismo no
quede ileso, encontrándome ya como otro
Isaac, débil y viejo22. Débil, no tanto en los
pasos cuanto en el juicio. Finalmente, si estos
libros no fueran de utilidad, prefiero sean
consumidos por el fuego de unas manos
amigas, a que se cebe en ellos la envidia de
los detractores.
15. El Señor nos ha llamado a vivir en paz23.
Procuremos hacer el bien no sólo ante él sino
también ante los hombres24, para que en
cuanto de nosotros dependa, tengamos paz con
todos25. Esto es, en efecto, lo que
encarecidamente recomienda el Apóstol: que
no pongamos tropiezo o escándalo al
hermano26
16. Quien lea estos escritos con espíritu
fraternal, si no halla en ellos nada que le
consuele o edifique, no encontrará al menos
22
Gn 27, 1-2.
23
. 1Co 7, 15.
24
. Rm 12, 17; 2Co 8, 21.
25
. Rm 12, 18.
26
. Rm 14, 15.
9. DEDICATORIA A LOS NOVICIOS 10
nada que le irrite o escandalice, como si se
tratara de un presuntuoso. Para no hablar de lo
que en ellos pueda haber de edificante, el
lector amigo sabrá soportar mi temeridad, si
hay alguna. No miréis con malos ojos mi
simplicidad, teniendo en cuenta lo que ya he
dicho: desconocedor por completo de las obras
exteriores y quebrantado más por la
enfermedad27 que por la edad, sin el estímulo
de este trabajo no hubiera podido evitar la
violencia de la ociosidad que, como enseña la
Escritura, es maestra de muchas maldades28
27
. En el momento de escribir la carta Guillermo debía rondar los
sesenta años. No era, pues, muy viejo, pero sus energías físicas
estaban probablemente agotadas. En varias ocasiones hace alusión a la
falta de salud que le impedía observar algunas prácticas monásticas.
(Vita Bernardi, I, 12).
28
. Si 33, 28.
11. PREÁMBULOS 13
I
FELICITACIÓN Y ESTÍMULOS
Renovación de la vida solitaria
1. Corre, apresúrate alma mía, hacia los
hermanos del Monte de Dios, en el gozo del
Espíritu Santo29, con un corazón radiante de
alegría, con la ternura de la piedad y con toda
la generosidad de una voluntad entregada.
Ellos han traído la luz de Oriente y aquel
religioso fervor del antiguo Egipto a las
tinieblas de Occidente y a los gélidos rigores
de las Galias. A saber, el modelo de vida
solitaria, y la forma de practicar la vida
celestial.
2. ¿Cómo no regocijarse y alegrarse en el
Señor30, porque la más preciosa porción de la
religión cristiana, que parecía poner el cielo a
nuestro alcance, estaba muerta y ha revivido,
se había perdido y ha sido encontrada?31.
3. En efecto, lo habíamos oído, pero no lo
creíamos32; lo habíamos leído en los libros y
29
. 1Ts 1, 6.
30
. Lc 15, 32; Flp 3,1.
31
. Lc 15, 24.32. Bajo la imagen del hijo pródigo parece indicar que
los cartujos han revivido en Occidente el ideal de la vida solitaria de
los monjes de Egipto.
32
. Sal 17, 45; Rm 10, 16.
12. PREÁMBULOS
14
nos llenaba de admiración la gloria de aquella
antigua vida solitaria, y la abundancia de la
gracia de Dios en ella derramada. Y de pronto
la encontramos en los bosques33, en el Monte
de Dios, monte ubérrimo, donde abunda la
grosura del desierto y los valles se llenan de
alegría34
4. Esa vida se ofrece ahora a todos por
medio vuestro; desconocida hasta este
momento, a todos se hace presente, a todos se
manifiesta, mediante un puñado de hombres
sencillos, por aquel que con un pequeño grupo
de hombres ignorantes subyugó a todo el
mundo, con asombro del mismo mundo.
5. Es verdad que el Señor hizo milagros
grandes y divinos en la tierra, pero éste los
supera y los esclarece a todos; porque como
hemos dicho, con unos pocos hombres
ingenuos puso bajo sus pies todo el mundo y
toda la altivez de su sabiduría. Y eso mismo ha
comenzado a realizar ahora en vosotros.
6. Así, Padre, ha sido de tu agrado. Has
escondido estas cosas a los sabios y prudentes
de este mundo, y se las has revelado a los
pequeñuelos35. No temas, pequeño rebaño,
dice el Señor, ten plena confianza, porque es
del agrado de Dios Padre otorgaros el Reino36
33
. Sal 131, 6.
34
. Sal 64, 13.
35
. Mt 11, 25-26.
36
. Lc 12, 32.
13. PREÁMBULOS 15
7. Considerad, hermanos quiénes fuisteis
llamados37. ¿Dónde está el sabio entre
vosotros? ¿Dónde el letrado? ¿Dónde el
escrutador de este mundo?38 Aunque hay
algunos sabios entre vosotros, es a través de
los sencillos como reúne a los sabios el que en
otro tiempo conquistó para sí a los reyes y
filósofos de este mundo por medios de unos
pescadores.
8. Dejad, pues, que los sabios del mundo,
engreídos de espíritu mundano39, que
imaginan cosas grandes, pero habrán de lamer
el polvo40, dejadlos que sabiamente se hundan
en lo profundo del infierno41. Vosotros en
cambio, mientras se cava una fosa al
pecador42, os mantenéis como unos insensatos
por Dios por propia elección, en esa locura de
Dios que es más sabia que todos los
hombres43, aceptando, con Cristo como guía,
el camino de la humildad que sube hasta el
cielo.
9. Vuestra simplicidad arrastra ya a muchos
a imitaros44; vuestra conformidad y gran
pobreza45 confunde la ambición de muchos;
37
. 1Co 1, 26.
38
. 1Co 1,20.
39
. 1Co 2,12.
40
. Sal 71, 9.
41
. Mt 11, 23.
42
. Sal 93, 13
43
. 1Co 1, 25.
44
. 2Co 9, 2.
45
. 2Co 8, 2.
14. PREÁMBULOS
16
vuestro ocultamiento despierta en muchos
rechazo a todo lo que es ruido bullanguero.
Por consiguiente, si tenéis en Cristo algún
poder de consolar, si tenéis un poco de amor,
si tenéis comunión con el Espíritu, si tenéis
entrañas de misericordia, colmad mi gozo46 y
no sólo el mío, sino el de todos los que aman
el nombre del Señor47. Así, revestidos con el
oro de la sabiduría de Dios, entre la múltiple
variedad de hábitos que adornan a la reina
sentada a la derecha de su Esposo48, sea
vuestro anhelo y vuestra solicitud instaurar el
ornamento de esta santa novedad para gloria
de Dios, para magnífica corona vuestra y para
alegría de todos los buenos49.
10. Novedad, digo, por las malas lenguas50,
de las cuales os guarde Dios bajo la protección
de su mirada51. Hombres impíos que al no
poder apagar la luz de la verdad, denigran el
mismo nombre de novedad; anticuados e
incapaces de concebir lo nuevo en sus mentes
envejecidas; odres viejos incapaces de
contener vino nuevo, que reventarían si en
ellos se echase52.
46
. Flp 2, 1-2.
47
. Sal 118, 132.
48
. Sal 44, 10.
49
. En este párrafo elogia Guillermo la novedad de la vida cartujana
que enriquece el ornato multicolor de la Esposa de Cristo, la Iglesia,
con una nueva familia religiosa.
50
. Si 28, 28.
51
. Sal 30, 21.
52
. Mt 9, 17; Mc 2,22; Lc 5, 37.
15. PREÁMBULOS 17
11. Ahora bien, esta novedad no tiene nada
de vanidad; es el núcleo de la religión
naciente, la plenitud del amor que brotó de
Cristo, el legado de la Iglesia de Dios;
prefigurada por los antiguos profetas53, nace y
se renueva con Juan Bautista al surgir el sol de
la nueva gracia, la vive íntimamente el mismo
Señor54 y la desean sus discípulos estando aún
él presente.
12. Habiendo visto la gloria de la
transfiguración del Señor los que con él
estaban en el monte santo55, Pedro enseguida,
fuera de sí y sin saber lo que decía,
contemplando la gloria del Señor, quería pedir
para sí lo que era un bien de todos. Pero
estando al mismo tiempo muy consciente de sí
mismo y sabiendo muy bien lo que decía, y
gustando cuán dulce es el Señor56, pensaba
que lo mejor sería permanecer siempre allí, y
anhelaba estar siempre en intimidad con el
Señor y los ciudadanos del cielo que veía junto
a él. Así exclamó: Señor, qué bien estamos
aquí; hagamos tres tiendas: una para ti, otra
para Moisés y otra para Elías57. Si se le
hubiera concedido lo que pedía no hay duda
que enseguida hubiera levantado otras tres:
53
. Ya Elías, Eliseo y otros vivieron una vida solitaria que luego
restauraría Juan Bautista y viviría el mismo Jesús. Cf. Mt. 3, 1-4; Mc
1, 3-6; Lc 3, 2-4.
54
Mt 14, 23; Mc 1, 35; 6, 46; Lc 5,37.
55
Mt 14, 23; Mc 9, 1; Lc 9, 33.
56
Sal 33, 9.
57
Mt 17, 4.
16. PREÁMBULOS
18
una para él, otra para Santiago y otra para
Juan.
13. Después de la Pasión del Señor, caliente
aún en el corazón de los fieles el recuerdo de
aquella sangre hacía poco derramada, los
desiertos se poblaron de hombres que
abrazaban la vida solitaria, se ejercitaban en la
pobreza de espíritu y mutuamente se
estimulaban y edificaban con ejercicios
espirituales, en el ocio fecundo58 de la
contemplación divina. Entre ellos se nos habla
de los Pablos, los Macarios, Antonio, Arsenio
y tantos otros59, nobles cónsules en esta
república santa, nombres egregios y
dignatarios en la ciudad de Dios, poseedores
de trofeos conseguidos con la victoria sobre
este siglo y el príncipe de este mundo, con el
dominio de su cuerpo, y la entrega al bien de
su alma y al Señor su Dios60
14. Callen ya los que desde lo oscuro de sus
tinieblas censuran la luz y os critican de
novedad desde su mala voluntad. Sería a ellos
a los que se les debería acusar de anticuados e
inconstantes.
Sin duda, nunca os faltarán aduladores y
detractores, como los tuvo el mismo Señor.
Prescindid de los aduladores; o más bien,
amad en ellos el bien que ellos reconocen en
vosotros; haced caso omiso de los detractores
58
. Pingue Otium Es otra expresión sinónima a Sabbatum para indicar
la contemplación espiritual.
59
. De todos estos monjes nos habla la Historia Lausíaca.
60
. Cf. Jdt 5, 17.
17. PREÁMBULOS 19
y rogad por ellos. Y olvidando lo que queda
atrás61, esquivando las trampas que siempre
encontraréis a uno y otro lado62 de vuestro
camino, lanzaos hacia las cumbres que os
esperan63. Perderíais el tiempo si pretendierais
responder a cada propuesta de los aduladores,
o argumentar las intrigas de los detractores.
Esto, sin duda, no acontecería sin gran
detrimento para vuestro santo empeño. En
efecto, para el que corre de la tierra al cielo ya
es un gran detrimento entretenerse, aunque no
se detenga.
61
. Flp 3, 13.
62
. Sal 139, 6.
63
. Flp 3, 13.
18. PREÁMBULOS
20
II
LLAMAMIENTO A LA HUMILDAD
15. No perdáis la ilusión, no os demoréis,
que os queda mucho camino64. Vuestra
profesión es altísima, alcanza los cielos, es
común a los ángeles y se asemeja a la pureza
angélica. No sólo prometisteis alcanzar la
santidad; sino la perfección de la santidad y la
meta de toda consumación65. No corresponde a
vuestra profesión ser flojos en los
mandamientos comunes a todos, ni limitaros a
lo que Dios manda, debéis estar atentos a sus
deseos, buscando cuál es la voluntad de Dios:
lo bueno, lo que le agrada, lo perfecto66.
16. Que otros sirvan a Dios, vosotros debéis
uniros a él. Que otros crean, conozcan, amen y
veneren a Dios; vosotros debéis saborearle,
aprehenderle, compenetraros con él, gozarle.
Cosa grande, sublime es ésta sin duda; pero
poderoso y bueno es el que está con vosotros
como bondadoso prometedor, fiel
remunerador, y protector infatigable. Él mismo
concede la firmeza y el deseo conjuntamente a
quienes por su amor emprenden grandes cosas,
y con fe y confianza en su gracia asumen
64
. 2R 19, 7.
65
. Sal 118, 96.
66
. Rm 12, 2
19. PREÁMBULOS 21
tareas que superan sus fuerzas. En efecto,
quien se anticipó con la gracia de quererlo,
otorgó también la fortaleza para seguir
progresando. Cuando por su amor hace el
hombre lo que está de su parte, a pesar de las
calumnias del calumniador, Él mismo hace
misericordiosamente justicia y causa propia la
de su pobre siervo, ya que el hombre ha hecho
todo lo que podía67.
17. Lejos de vosotros, hermanos, todo
orgullo; lejos de vuestra pobreza y humildad y
hasta de vuestra boca todo engreimiento. Es
mortal presumir de grandes cosas, y
fácilmente se embota uno magnificándose, con
peligro de su vida. Sea otro el renombre de
vuestra profesión, tenga otro calificativo
vuestro trabajo.
18. Vosotros llamaos y consideraos más bien
fieras indómitas, acorraladas en jaulas, bestias
que no pueden ser domadas por el
procedimiento común de los hombres.
Considerad superior a vosotros la valentía y
admirad la gloria de aquellos valientes
ambidextros, como Aoth juez de Israel, que
usaba ambas manos como si fueran la
derecha68. Ellos, en la medida de lo posible, se
entregan con íntima devoción a la
contemplación del amor de la verdad; pero si
67
. Mc 14, 8.
68
. Jc 3, 15. Parece que Guillermo alude aquí a la tensión siempre más
o menos latente en la vida consagrada, monástica o apostólica, entre
contemplación y apostolado; vida solitaria o atención al prójimo.
20. PREÁMBULOS
22
la necesidad lo reclama o el deber les obliga,
inmediata-mente salen fuera para realizar la
verdad del amor.
19. Guárdate también, siervo de Dios, de
condenar a los que no quieres imitar. Ya
quisiera que obrases en tu flaqueza como
obraba pletórico de salud el que decía: Cristo
Jesús vino a salvar a los pecadores, de los
cuales yo soy el primero69. No decía esto
Pablo arrastrado por la mentira, sino con plena
convicción. El que con diligencia se examina a
sí mismo para conocerse debidamente, piensa
que ningún pecado es tan grave como el suyo,
puesto que no lo conoce como conoce el suyo
propio.
20. No quiero que pienses que la luz del sol,
que brilla para todos, luce sólo en tu celda.
Que sólo junto a ti hace buen tiempo. Que sólo
en tu conciencia actúa la gracia de Dios. ¿Es
que Dios existe sólo para los que viven en la
soledad? En manera alguna. Dios es para
todos. Dios se compadece de todos, y no odia
nada de lo que ha creado70. Prefiero creas que
en todas partes hay paz menos en ti, y te
consideres el peor de todos.
21. Trabajad por vuestra salvación con
temor y temblor71. En lo que de vosotros
depende, no os metáis en lo que son los demás,
69
. 1Tm 1,15.
70
. Sb 11, 24-25.
71
. Flp 2, 12.
21. PREÁMBULOS 23
sino en lo que pueden llegar a ser por vuestro
ejemplo. Y no sólo en los que viven
actualmente, sino en los que os sucederán
después, que os mirarán como modelos de esta
santa vocación. En efecto, de vosotros, de
vuestro ejemplo, de vuestra autoridad
dependerá el futuro de esta santa orden en esta
región.
22. Vuestros sucesores os llamarán padres y
maestros, imitándoos con gran veneración. Lo
que vosotros establezcáis, la observancia y las
costumbres que, vividas por vosotros, les
transmitáis, las guardarán y custodiarán
vuestros sucesores sin la más mínima
mutación. A nadie le será permitido hacer
cambios. De este modo tendrán para con
vosotros la misma consideración que tenemos
nosotros con las leyes de la suma e inmutable
Verdad. Todos debemos ahondar en ellas y
conocerlas, pero a nadie es lícito enjuiciarlas.
23. Demos gracias a Dios, porque lo que
vosotros vivís con tanto amor y valentía
redundará en honor vuestro y en provecho de
vuestros sucesores. Ellos imitarán con
animosidad lo que ahora vivís vosotros. Y si
conviniera establecer algo distinto, sea Dios
quien os lo comunique. Así, aún manteniendo
por encima de todo lo que corresponde a la
santidad de la Cartuja, y encomiándolo con
toda veneración, se requieren más cosas en
aquellos lugares de los Alpes, azotados por
fríos continuos y espantosos, que en estas
22. PREÁMBULOS
24
regiones, que no parecen tan necesarias a los
que viven con frugal suficiencia y voluntaria
pobreza.
Fervor de Monte de Dios
24. Ya me entendéis. El Señor os dará luz
para ello72. Ausente con el cuerpo pero
presente en espíritu, me congratulo con
vosotros73 viendo la armonía que mantenéis74,
el fervor de vuestro espíritu y vuestra paz
desbordante, el encanto de vuestra sencillez y
la firmeza de vuestra decisión; en vuestro
amor mutuo la dulzura misma del Espíritu
Santo, la mesura de la piedad75 en vuestras
relaciones mutuas; me transporto de gozo al
recordar Monte de Dios, y adoro con devoción
las primicias del Espíritu Santo76 y el don de la
gracia, con la esperanza de que en todo esto
crezca vuestra forma de vida religiosa.
25. El mismo nombre de Monte de Dios es
ya promesa de buena esperanza. En efecto,
como dice el salmo refiriéndose al monte de
Dios, en él morarán los que buscan al Señor,
los que buscan el rostro del Dios de Jacob, los
72
. 2Tm 2, 7.
73
. Rm 16, 19.
74
. Col 2, 5.
75
. 2P 3, 11.
76
. Rm 8, 23.
23. PREÁMBULOS 25
de manos inocentes y puro corazón, y no han
recibido en vano su alma77. Esta es
precisamente vuestra profesión: buscar al Dios
de Jacob, no como lo busca todo el mundo,
sino buscar el mismo rostro de Dios que
contempló Jacob, y dijo: He visto a Dios cara
a cara y he salvado mi vida78.
26. Conocer a Dios es buscar su rostro,
buscar ese cara a cara que contempló Jacob, de
la cual dice el Apóstol: Entonces conoceré
como soy conocido. Ahora vemos en espejo y
oscuramente, entonces le veremos cara a cara,
como es 79. Debemos buscar ese rostro en la
presente vida sin descanso80, mediante la
limpieza de las manos y la pureza de corazón.
Tal es la piedad que Job llama culto a Dios81.
El que carece de ella, en vano posee su alma,
tiene una vida sin sentido. Más aún, carece
totalmente de vida, puesto que lleva una vida
para la cual no se le otorgó el alma.
77
. Sal 23, 3.4.6.
78
. Gn 32, 30.
79
. 1Co 13, 12.
80
. Sal 104, 4.
81
. Jb 28, 28.
25. PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL 27
CAPÍTULO I
LA CELDA Y SUS MORADORES
1. LA CELDA82
La soledad auténtica
27. Esta piedad consiste en el recuerdo
constante de Dios, en la solicitud continua de
la mente por conocerle, en una adhesión
incansable a su amor, de tal manera que no
pase un solo día, y ni una hora en que el
siervo de Dios no esté entregado a la actividad
espiritual, al empeño de progresar, a la dulzura
de la vivencia y al gozo de la fruición. Sobre
esta piedad amonestaba el Apóstol a su
discípulo más querido: Ejercítate en la piedad
ya que las prácticas corporales sirven de muy
poco, mientras que la piedad es útil para toda
obra buena y tiene la promesa para la vida
presente y la futura83
82
. Dirigida la carta a los cartujos, Guillermo habla muy naturalmente
de la celda. En realidad trata de exponer en una síntesis preciosa la
doctrina tradicional sobre el monasterio y ese conjunto de prácticas
ascéticas de la familia monástica.
83
. 1Tm 4, 7-8.
26. PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL
28
28. Vuestro hábito pide y vuestra profesión
reclama no una piedad de apariencia sino
sincera. En efecto, como dice de nuevo el
Apóstol: Hay hombres que, sí, tienen una
apariencia de piedad, pero en realidad están
lejos de ella84
29. Si alguno de vosotros no tiene esta
piedad en su corazón, no la demuestra en su
vida y no la practica en su celda, diremos que
está solo, pero no es un solitario. La celda no
será para él celda, sino reclusión y cárcel.
Verdaderamente está solo aquel con quien no
está Dios. Y está encarcelado el que no goza
de la libertad de Dios. Soledad y prisión
significan miseria. La celda nunca deberá ser
reclusión forzada, sino mansión de paz; la
puerta cerrada no significará escondrijo sino
un lugar de intimidad.
30. Aquel con quien está Dios nunca está
menos solo que cuando está solo85. Entonces
se dilata a sus anchas en el gozo. Entonces es
más él mismo para poder gozar de Dios en sí
mismo y de sí mismo en Dios. Entonces, a la
luz de la verdad, aparece la conciencia
transparente en la hondura de un corazón puro,
el recuerdo de Dios puede derramarse sin
impedimento alguno por todo su ser, su mente
es iluminada, el afecto goza de su propio bien;
84
. 2Tm 3, 5.
85
. Cicerón había dicho: “nunquam minus solus quam cum solus
esset” (De Officiis, III, 1). Guillermo completa la frase introduciendo
un elemento nuevo: “Dios”.
27. PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL 29
o se inclina humildemente ante la conciencia
de la propia debilidad humana.
Celda y cielo86
31. Debido a esto y según vuestra forma de
vida, moráis más en el cielo que en las celdas;
arrojando de vosotros todo lo mundano, os
habéis encerrado totalmente con Dios. En
efecto, morar en la “celda” y en el “cielo”
tienen el mismo parentesco; y si cielo y celda
guardan entre sí cierta relación en el nombre,
lo mismo en el amor. Ahora bien, cielo y celda
parece que reciben el nombre de celar
[guardar escondido] y lo que se guarda en el
cielo se guarda también en las celdas; lo que se
hace en el cielo se hace también en las celdas.
¿Qué se hace? Dedicarse a Dios, gozar de
Dios. Cuando esto se hace en las celdas con
fidelidad y devoción, cumpliendo lo
establecido, me atreveré a decirlo: los mismos
ángeles de Dios convierten las celdas en cielo,
y se regocijan tanto en ellas como en el cielo.
32. Porque cuando en la celda se viven
ininterrumpidamente las realidades celestiales,
el cielo se aproxima a la celda por la
86
. Todo este párrafo tiene como base un juego de palabras: cella,
coelum; y recoge una de las más bellas tradiciones monásticas. El
primero, el más importante de los temas al que han aplicado los
monjes del medievo el arte literario, es lo que podríamos llamar
devoción al cielo. J. LECLERCQ, Cultura y vida cristiana, Ed.
Sígueme, Salamanca, 1965, p. 71 & 2º). Sobre la correspondencia de
funciones angélicas y monacales a las que se refiere Guillermo, cfr. G.
COLOMBÁS, Paraíso y vida angélica, Montserrat, 1958, pp. 28 y ss.
28. PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL
30
semejanza del misterio, por el afecto del amor,
por la similitud de lo que se hace. Desde ese
momento ya no será largo ni difícil el camino
de la celda al cielo para el que ora o incluso
sale de esta vida, porque hay un movimiento
frecuente de la celda al cielo, y casi nunca se
desciende de la celda al infierno, a no ser,
como dice el salmo: Desciendan en vida, para
que no desciendan al morir87.
33. De este modo quienes viven en las
celdas bajan con frecuencia al infierno. Así
como por medio de una contemplación asidua
se complacen en repasar los gozos celestiales
para desearlos con más ardor, también hacen
lo mismo con las penas del infierno, para
espantarse y huir de ellas. Y eso es lo que
suplican para sus enemigos al decir que
desciendan vivos al abismo. Al morir casi
ninguno baja de la celda al infierno, porque es
casi imposible que persevere en ella hasta la
muerte el que no está predestinado para el
cielo.
Celda y templo
34. La celda alimenta, abraza y calienta al
hijo de la gracia, fruto de su seno; lo conduce a
la plenitud de la perfección y lo hace digno del
diálogo íntimo con Dios. Al extraño empero y
al espúreo lo arroja y aleja inmediatamente de
sí. Como dijo el Señor a Moisés: quítate las
sandalias de tus pies porque el lugar en que
87
. Sal 54, 16.
29. PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL 31
estás es tierra sagrada88 . Un lugar santo, una
tierra santa no puede soportar por largo
tiempo un cadáver, víctima de afectos
mortíferos, o a un hombre que tiene muerto el
corazón89.
35. La celda es tierra y lugar santo donde el
Señor y su siervo tienen frecuentes coloquios
íntimos, como un amigo con otro amigo90. En
ella el alma fiel se une frecuentemente al
Verbo de Dios, la esposa establece alianza con
el esposo, lo terreno se une a lo celestial, lo
humano a lo divino91. Ahora bien, como el
templo es la morada de Dios, del mismo modo
lo es la celda para el siervo de Dios.
36. En el templo y en la celda se tratan cosas
divinas, pero más frecuentemente en la celda.
En el templo se distribuyen algunas veces de
modo visible y en figura los sacramentos de la
vida divina; sin embargo, en la celda al igual
que en el cielo, se nos ofrece continuamente la
realidad misma de todos los sacramentos de
nuestra fe, en toda su verdad y en toda su
disposición, aunque todavía no con todo el
esplendor de su pureza, ni con la seguridad de
la eternidad92.
88
. Ex 3, 5.
89
. Sal 30, 13.
90
. Ex 33, 11.
91
. Cfr. Exultet, o Pregón de la Vigilia Pascual.
92
. En un lenguaje atrevido se expone el valor unitivo de la vida
monástica. Solo puede compararse al de los sacramentos de la Iglesia.
30. PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL
32
37. Por eso, como se ha dicho, al extraño,
que no es hijo, la celda lo arroja
inmediatamente de sí como a un abortivo, lo
vomita fuera como alimento inútil y nocivo.
Siendo taller de piedad, la celda no puede
soportar por mucho tiempo en su intimidad a
un individuo así. Vendrá el pie de la soberbia y
se lo llevará; la mano del pecador y lo echará
fuera. Arrojado, no podrá subsistir93, sino que
huirá miserable, desnudo y avergonzado de la
presencia del Señor como Caín94. Expuesto a
todos los vicios y demonios, el primero que lo
encuentre matará su alma95. Si acaso
permanece algún tiempo en la celda, no por la
firmeza de su virtud sino por su miserable
obstinación, ella se le convertirá en cárcel, o
sepultura de un vivo.
Celda y progreso
38. El castigo del hombre impío hace más
sensato al sabio96, y el justo lavará sus manos
en la sangre del pecador97. Como dice el
Las realidades sobrenaturales se comunican visiblemente en la Iglesia
por los sacramentos, signos sensibles de realidades sobrenaturales.
Los sacramentos, sin embargo, no se pueden recibir en cada momento.
En cambio, en la celda Dios se comunica al alma a cada instante
revelándole sus misterios.
93
. Cf. Sal 35, 12-13.
94
. Gn 4, 16.
95
. Cf. Gn 4, 14.
96
. Pr 19. 25.
97
. Sal 57, 11.
31. PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL 33
profeta: Si te conviertes, Israel, conviértete de
verdad98; esto es, intenta alcanzar la cumbre de
una conversión sincera. A nadie le es
permitido permanecer largo tiempo en el
mismo estado99. El siervo de Dios o progresa o
retrocede; intenta elevarse a lo alto o es
arrastrado al abismo.
39. A todos vosotros, en efecto, se os exige
la perfección, aunque no a todos de la misma
manera. Ahora bien, si comienzas, comienza
de verdad; si estás ya progresando, realiza este
progreso lo mejor que puedas; si has alcanzado
ya alguna perfección, mídete bien a ti mismo y
di con el Apóstol: No es que ya la haya
alcanzado y me crea perfecto; sigo corriendo
por si consigo alcanzarla como he sido
alcanzado. Una cosa es cierta: olvidado de lo
que queda atrás me lanzo a lo que está
delante; corro hacia la meta para alcanzar el
premio de la vocación divina en Cristo
Jesús100.
40. Luego añade: Pensemos así los que
hemos alcanzado la perfección101. Claramente
nos enseña aquí el Apóstol que la perfección
del hombre justo en esta vida consiste en
olvidar completamente el pasado, y lanzarse
con todas sus fuerzas a lo que se tiene delante:
ésa es la perfección del hombre justo en esta
vida. Y la plenitud de esa perfección se logrará
98
.Jr 4, 1.
99
. Jb 14, 2.
100
. Flp 3, 12-14.
101
. Flp. 3, 15.
32. PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL
34
cuando se alcance el premio con la posesión
plena de la vocación celestial.
2 . LOS MORADORES DE LAS CELDAS
Tres estados de la vida espiritual
41. Como una estrella se distingue de otra
por el resplandor102, así se diferencia una celda
de otra conforme a la vida que llevan en ella
los principiantes, los que van progresando y
los perfectos. El estado de los principiantes
puede llamarse animal; el de los que van
progresando, racional y el de los perfectos
espiritual. Se tendrá cierta indulgencia en
algunas cosas con los que se encuentran aún en
el estado animal; esto no se podrá admitir en
los que se consideran ya como racionales. Y
lo que se condesciende con los racionales no
se podrá consentir en los espirituales, que
deben ser perfectos en todo y más dignos de
alabanza e imitación que de reproche103.
42. Ahora bien, todo el estado religioso está
constituido por estos tres géneros de hombres
que se distinguen por sus propios nombres y
por las distintas aspiraciones. Como hijos de la
luz e hijos del día104, deben examinar con
diligencia, a la luz del presente, lo que aún les
102
. 1Co 15, 41.
103
. Guillermo sigue en esta doctrina a Orígenes. Cf. ORÍGENES, In
Mat XI, 15; PG 13, 953.
104
. 1Ts 5, 5.
33. PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL 35
falta, de dónde provienen, hasta dónde han
llegado, y en qué estado de progreso se ven
ante su conciencia cada día y en cada
momento.
43. Viven como animales los que no actúan
por sí mismos, ni por la razón ni por amor.
Arrastrados por mandato ajeno, por lo que
otros enseñan o atraídos por el ejemplo,
admiten todo lo bueno que encuentran, y como
ciegos llevados de la mano siguen e imitan lo
que otros hacen. Son racionales los que
guiados por el juicio de la razón, proceden con
discreción y sentido común; conocen y desean
hacer el bien, pero carecen aún de amor. Los
perfectos son los que actúan movidos por el
espíritu y reciben del Espíritu Santo una
iluminación superior. Se les llama sabios
porque saborean el bien hacia el que se sienten
llevados, y a los revestidos del Espíritu Santo,
como en otro tiempo lo fue Gedeón105, se les
llama espirituales como si su vestido fuera el
Espíritu Santo.
Perfección propia de cada estado
44. El primer estado vive más centrado en el
cuerpo, el segundo se ejercita en el espíritu, el
tercero sólo en Dios tiene su reposo. Como
cada uno tiene una motivación para progresar,
también cada uno tiene una medida de
perfección.
105
. Jc 6, 34.
34. PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL
36
45. En el estado animal el bien comienza
con la obediencia perfecta, el progreso se
consigue dominando el cuerpo y sometiéndolo
a esclavitud, y la perfección, cuando la
práctica del bien hace la costumbre gozosa. El
comienzo del estado racional consiste en
profundizar las verdades de la fe; el progreso,
en aceptarlas como se nos proponen; y la
perfección, cuando el juicio de la razón se
transforma en movimiento amoroso del alma.
La perfección de la razón es ya el comienzo
del hombre espiritual; su progreso, contemplar
la gloria de Dios a cara descubierta; y la
perfección, ir transformándose en la misma
imagen de claridad en claridad, según actúa el
Espíritu del Señor106.
106
. 2Co 3, 18.
35. PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL 37
CAPÍTULO II
EL HOMBRE ANIMAL O
PRINCIPIANTE
1. COMIENZO DEL HOMBRE ANIMAL:
LA OBEDIENCIA PERFECTA
a) La obediencia, antídoto contra el
orgullo
La animalidad
46. Comenzamos con el estado primero: la
animalidad, que es una forma de vivir
dependiente de los sentidos corporales. El
alma sale en cierto modo de sí misma a través
de los sentidos corporales, es atraída por el
deleite que le produce todo lo que ama, se
goza en su fruición y alimenta su sensualidad.
O entrando dentro de sí y no pudiendo llevar a
su interior incorpóreo los cuerpos a los que
está unida por los afectos del amor y la
costumbre, introduce en su intimidad esas
imágenes y allí se entretiene amistosamente
con ellas.
36. PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL
38
47. Habituada a ellas se comporta como si
sólo existiese lo que dejó en el exterior, o lo
que ha acumulado en su interior, gozando de
vivir lo más posible según los placeres del
cuerpo. Al apartarse de ellos sólo acierta a
vivir construyendo imágenes corpóreas, y
cuando quiere elevarse a las cosas espirituales
o divinas, sólo puede percibirlas a la manera
de los cuerpos o cosas corporales.
La insensatez
48. La animalidad volviendo las espaldas a
Dios se convierte en locura. Y tanto se
repliega en sí misma que se embrutece y
pierde hasta la capacidad o el deseo de dejarse
dirigir. Arrastrada fuera de sí por la soberbia,
estima que eso es prudencia de la carne y se
tiene por sabia, cuando en realidad es una
insensata, como dice el Apóstol: Alardeando
de sabios se volvieron insensatos107.
La simplicidad
49. Ahora bien, cuando la animalidad se
vuelve hacia Dios, se convierte en santa
simplicidad, es decir, una voluntad que actúa
siempre de la misma manera, como era Job,
hombre recto y justo, temeroso de Dios108. La
107
. Rm 1, 22.
108
. Jb 1, 1.
37. PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL 39
simplicidad consiste propiamente en una
voluntad totalmente dirigida hacia Dios, pide
una sola cosa al Señor y la busca con
anhelo109, y evita complicarse con las cosas del
mundo. Consiste también en llevar una vida
humilde, es decir, desea la virtud más que la
fama, porque al hombre sencillo no le importa
que le consideren necio según el mundo con
tal de ser sabio ante Dios110. Simplicidad es
también dirigir la voluntad sólo hacia Dios;
pues aún no ha sido formada por la razón para
que se convierta en amor, o en una voluntad
debidamente formada; ni está aún iluminada,
para convertirse en caridad, que sería el gozo
del amor.
El temor de Dios
50. La simplicidad es como si tuviera en sí
misma las primicias de las criaturas de Dios111,
es decir, una voluntad simple y buena, la
materia informe del futuro hombre virtuoso en
el comienzo de su conversión, que entrega a su
Autor para que él la dé forma. Porque al
poseer con la buena voluntad el comienzo de
la sabiduría, o el temor del Señor112, llega a la
convicción de que no puede formarse por sí
109
. Sal 26, 4.
110
. 1Co 3, 18.
111
. St 1, 18.
112
. Sal 110, 10.
38. PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL
40
misma y que lo mejor para un necio es servir
al sabio113.
51. Sometiéndose, pues, a otro hombre por
amor a Dios, le confía su buena voluntad para
que la forme según Dios. De este modo
comienza ya el temor de Dios a obrar en ese
corazón y espíritu humilde la plenitud de todas
las virtudes; respeta al superior según la
justicia, no se fía de sí mismo por prudencia,
evita todo juicio por templanza, se somete con
la fortaleza a toda obediencia, y no trata de
justificarse sino de obedecer.
52. Esta es la esposa a la que el Señor
manda; Volverás a tu marido114. Su marido es
la razón o el espíritu, bien el suyo o el de otro.
De este modo el hombre sencillo y recto
obedece debidamente a este marido en su
propio interior. Pero muchas veces lo hace con
más rectitud y seguridad apoyándose en otro y
no en sí mismo.
La obediencia perfecta
53. Así pues, por mandato del Señor y por el
mismo orden natural la esposa debe someterse
al marido, la parte animal al espíritu, al
espíritu propio o al de algún varón espiritual,
con una entrega auténtica, es decir, con
obediencia perfecta. Y esa obediencia perfecta
113
. Pr 11, 29.
114
. Gn 3, 16.
39. PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL 41
no hace juicios, sobre todo en el principiante, y
no discierne el objeto o la causa del mandato,
sino que pone todo su empeño en cumplir fiel
y humildemente lo que manda el superior.
54. En efecto, el árbol de la ciencia del bien
y del mal del paraíso es, en la vida, la facultad
de discernimiento que reside en el padre
espiritual, que lo juzga todo y a él nadie lo
juzga115. Es competencia suya discernir, los
demás deben obedecer. Comió Adán para su
desgracia del fruto del árbol prohibido,
aleccionado por la sugestión de quien dijo:
¿Por qué os ha mandado Dios que no comáis
de ese árbol?116. He aquí el acto de discernir:
¿Por qué este mandato? Y añadió [la
serpiente]: Es que sabe [Dios] que el día que
comáis se os abrirán los ojos y seréis como
dioses117. Aquí tenemos el objeto del precepto:
no quiere que seáis como dioses. El hombre
juzgó, comió, desobedeció y fue arrojado del
paraíso118. Del mismo modo, es imposible que
pueda vivir en la celda y perseverar en la
religión el hombre animal que se las da de
discreto, el novicio que presume de prudente y
el principiante que alardea de sabio. Hágase
necio para llegar a ser sabio119. Que su
discernimiento consista en esta materia en
115
. 1Co 2, 15.
116
. Gn 3, 1.
117
. Gn 3, 5.
118
. Gn 3, 6. 24.
119
. 1Co 3, 18.
40. PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL
42
carecer de él. Y toda su sabiduría, en carecer
de ella.
b) La obediencia, antídoto contra la
concupis-cencia.
La inteligencia y sus frutos
55. Donde se juntan animalidad y razón, en
la naturaleza del alma humana, puso el
Creador en su bondad, el entendimiento y el
ingenio, y en éste la facultad de obrar el bien;
de esta manera Dios colocó al hombre por
encima de todas las obras de sus manos, y
puso bajo sus pies todas las cosas de este
mundo120; y con ello testimonió al hombre
animal , arrastrado por la soberbia, la pérdida
de su dignidad natural y de la semejanza con
Dios, y ayudó al sencillo y humilde a
recuperarla y conservarla.
56. Lo cognoscible de Dios se ha revelado
en ellas121 , lo creado da testimonio del
Creador122 y se revela la justicia divina123,
pues los que obran el bien merecen la vida, y
los que obran mal se hacen reos de muerte124.
120
. Sal 8, 7-8.
121
.Rm 1,19.
122
. Rm Ibd y Sb 13, 5-9.
123
. Rm 1, 17.
124
. Rm 1, 32.
41. PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL 43
57. Por eso la creación, que
espontáneamente sirve al hombre según el
orden de la naturaleza, se ve como obligada y
forzada a someterse a la necesidad que viene
del pecado, a la voluntad y al placer.
58. Aquí tiene su fundamento, bien conocido
por todos, el que tantas cosas necesarias para
la vida, tantas cosas útiles a buenos y malos,
tantas cosas hermosísimas por su naturaleza,
sean realizadas o realizables por hombres
buenos o malos.
59. De aquí procede, gracias a los
innumerables inventos del hombre, y a tanta
diversidad en las letras, oficios y
construcciones, la inmensa variedad de
estudios, profesiones y especialidades
científicas: la oratoria, las dignidades, los más
variados oficios e innumerables
investigaciones sobre las cosas de este mundo,
que utilizan para sus usos y necesidades tanto
los sabios de este mundo125, como los
humildes siervos de Dios126. Aquéllos abusan
de ellas para satisfacer su curiosidad,
voluptuosidad y soberbia; éstos las utilizan
para cubrir sus necesidades127. Pero su
consuelo se halla en otra parte.
125
. Rm 1, 22.
126
. Flp 2, 15.
127
. Guillermo usa el término necessitas, que en san Bernardo y sus
discípulos connota un matiz especial. Se trata de una necesidad natural
que, al ser agravada por el pecado, complica la vida del hombre. Cf. E
42. PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL
44
60. Por eso, los primeros, esclavos de sus
sentidos y de sus cuerpos, producen los frutos
de la carne que son: fornicación, impureza,
lujuria, enemistades, pleitos, enojos, ira, riñas,
disensiones, envidia, embriagueces, comilonas
y otras cosas parecidas. Los que hacen tales
cosas no conseguirán el Reino de Dios128. Los
segundos en cambio producen los frutos del
espíritu que son: caridad, gozo, paz, paciencia,
benignidad, grandeza de ánimo, bondad,
mansedumbre, fe, modestia, castidad,
continencia y piedad129, que tiene la promesa
de la vida presente y la futura130.
61. En la práctica, a los hombres les parecen
iguales las obras de unos y otros, pero Dios
penetra las intenciones y sentimientos del
corazón131. Cuando uno entra en su interior,
alimenta la conciencia con lo que generan sus
intenciones. Mas no todos vuelven del mismo
modo hacia su interior, ya que a nadie le
agrada entrar dentro de sí después de haber
realizado algo que no estaba dirigido por una
intención recta.
GILSON, La théologie Mystique de Saint Bernard, París, 1934, pp.
54-55.
128
. Ga 5, 19-21.
129
. Ga 5, 22-23.
130
. 1Tm 4, 8.
131
. Hb 4, 12.
43. PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL 45
62. Quien volviendo a su interior advierte
que no ha dominado todavía la
concupiscencia, encontrará allí, provocadas
por la misma, seducciones atractivas y graves
remordimientos que le agitarán con múltiples
imaginaciones. Y los que ya dominaron la
concupiscencia, mientras su espíritu no sienta
un deseo más ardiente o un placer más fuerte
del bien, sufrirán una fastidiosa incitación de
imaginaciones sobre acciones y cosas vistas u
oídas en otro tiempo.
63. Unos y otros tienen sus lomos saturados
de imaginaciones placenteras132, de tal manera
que cuando quieren elevarse a las cosas
espirituales o divinas, les falta hasta la luz de
sus ojos133. Por eso, el que lucha contra sus
apetitos experimenta resistencias que aún no le
es posible superar para obrar lo mejor. Quien
aspira a la libertad, siente la imposibilidad de
arrojar de sí pegajosas imaginaciones, o
pensamientos peligrosos, absorbentes o
inútiles que surgen por doquier.
64. De aquí se sigue que durante la
salmodia, la oración y demás ejercicios de
piedad se levantan en el corazón del siervo de
Dios, aunque él las rechace y no las quiera,
multitud de imágenes; van y vienen
pensamientos fantásticos, que revoloteando a
modo de pajarracos sucios e insidiosos,
132
. Sal 37, 8.
133
. Sal 37, 11.
44. PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL
46
arrebatan de las manos del oferente el sacrifico
de la piedad, o lo contaminan frecuentemente,
hasta arrancarle lágrimas.
65. Sobreviene así una división miserable e
inicua a la desdichada alma: el espíritu y la
razón por una parte, salen en defensa de la
voluntad y de la rectitud de corazón, e incluso
el mismo cuerpo coopera con su sumisión; por
otra, la malicia animal intenta dominar el
corazón y la inteligencia, bloqueando con
frecuencia los frutos del espíritu.
66. De aquí que en las almas débiles, que
aún no han mortificado perfectamente la
concupiscencia de la carne y del mundo,
pululan alborotadamente los vicios de la
curiosidad. De ahí que se busquen consuelos
contrarios a la soledad y al silencio, de manera
desordenada y consciente; consuelos que en el
camino real de las observancias comunes
consisten en furtivas expansiones de la propia
voluntad, en la atracción por las novedades, en
la desgana por los ejercicios acostumbrados.
Tales diversiones, aunque por el momento
parecen calmar como un sedante el prurito y el
tedio del alma enferma, en realidad no hacen
sino aumentar el ardor y encender más el
fuego, de modo que, pasado algún tiempo, la
fiebre se torna más perniciosa y el ardor más
vivo.
67. Entonces se inventan cada día nuevas
ocupaciones, nuevas prácticas, trabajos
45. PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL 47
rebuscados, diversidad de lecturas, no para
edificación del espíritu sino para burlar el
tedio en el lento sucederse de los días. Y
cuando el solitario ha condenado todo lo
antiguo, ha rechazado todo lo habitual, y
comienzan a faltar las novedades, sólo le
queda el horror a la celda y preparar la huida.
El remedio de la obediencia
68. Por eso, la piadosa simplicidad, es decir,
el que comienza la vida religiosa y solitaria y
carece aún de una razón formada que le
oriente, de un afecto maduro que le incline y
de suficiente discernimiento para vencerse a sí
mismo, es preciso que se someta a ciertos
mandatos para dejarse moldear por manos
ajenas como el barro por el alfarero. Se
ejercitará en toda paciencia bajo el giro de la
rueda de la obediencia y el fuego de las
pruebas, sometiéndose al juicio y voluntad de
su formador y forjador134.
69. Aunque tenga mucho ingenio, sea un
artista, y sobresalga por su inteligencia, esas
cualidades pueden ser instrumentos tanto para
134
. Guillermo insiste en la necesidad de la obediencia sencilla y llana
para el hombre animal. “Al principio, dice, el amor todavía ciego, no
sabe ni de dónde viene, ni a dónde va” (De Natura et Dignitate
Amoris, IV. PL 184, 385 C). Más adelante será la caridad la rectora de
la vida del monje, y entonces ella misma le indicará el camino a seguir
sin peligro de desviación. Ibidem, 388 C -D.
46. PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL
48
los vicios como para las virtudes. En
consecuencia, admita que se le enseñe a
utilizar para el bien lo que sirve también para
el mal; así actúa la virtud. Que el ingenio
modere el cuerpo, la habilidad ordene la
naturaleza, el conocimiento lleve al alma hacia
la humildad, no al engreimiento. Ingenio,
habilidad, entendimiento y demás cualidades
se nos conceden gratuitamente, no así la
virtud. Adquirirla requiere humildad; buscarla,
esfuerzo; poseerla, amor. Todo esto se merece
la virtud, y no es posible adquirirla, buscarla o
poseerla de otra manera.
47. PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL 49
2. PROGRESO DEL HOMBRE ANIMAL:
EL CUERPO REDUCIDO A
SERVIDUMBRE
a) Por la mortificación
La mortificación del espíritu
70. Lo primero que debe aprender el
morador inexperto del desierto es, como
enseña el apóstol Pablo: Ofrecer su cuerpo
como víctima viva, santa y agradable a Dios;
éste es su culto espiritual135. Además, para
moderar el primer fervor del hombre animal,
que no percibe aún las cosas de Dios136 y se
precipita en una búsqueda curiosa de las cosas
espirituales y divinas, añade: Por la gracia que
me fue dada os digo a todos y a cada uno de
vosotros: no os estiméis por encima de lo que
conviene, manteneos más bien en una sobria
estima137
La mortificación del cuerpo
71. La formación del hombre animal se
centra preferentemente en el cuerpo y la
135
. Rm 12, 1.
136
. 1Co 2, 14.
137
. Rm 12, 3.
48. PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL
50
compostura del hombre exterior138. Deberá,
por tanto, aprender a mortificar
equilibradamente sus miembros que están en la
tierra 139, y decidir con juicio equitativo y
discreto los conflictos entre carne y espíritu
que constantemente pugnan entre sí140,
evitando toda acepción de personas141.
72. Trate a su cuerpo como si fuera un
enfermo que se le ha confiado; se le negarán
muchas cosas que, aunque las desee, podrían
hacerle daño y se le deberá obligar a tomar
otras que, aunque le repugnen, han de serle
provechosas. Cuidará del cuerpo, no como si
fuera suyo sino de aquel que nos rescató a
costa de tan enorme precio, para que lo
glorifiquemos en nuestro cuerpo142.
La firmeza y discreción
73. Además aprenderá a evitar el reproche
que hace el Señor a su pueblo por el Profeta:
138
. Si la sumisión total a los superiores es la mejor prueba de la
pureza del amor y de la perseverancia del novicio, el progreso de este
amor exige del principiante un comportamiento externo adaptado a la
disciplina claustral: “Cultive, pues, la pureza de corazón y la
compostura del cuerpo; sepa guardar silencio y hablar correctamente;
mantenga sus ojos siempre modestos, nunca altivos; no admitan sus
oídos la maledicencia; sea sobrio en la comida y el sueño; lleve sus
manos con dignidad y ande con gravedad; no demuestre ligereza
riendo a carcajadas, sino más bien su bondad sonriendo
graciosamente” (De Natura et Dignitate Amoris III, PL 184, 385 A).
139
. Col 3, 2.
140
. Ga 5, 17.
141
. Rm 2, 11.
142
. 1Co 6, 20.
49. PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL 51
Me habéis arrojado detrás de vuestro
cuerpo143. Pondrá sumo cuidado para que su
espíritu no sufra detrimento, y bajo pretexto
de atender a las necesidades o comodidades de
la vida, no abandone el buen camino de su
vocación, o se rebaje de la dignidad de su
naturaleza por honrar y amar a su cuerpo.
74. Por lo mismo habrá que tratar al cuerpo
con gran rigor para que no se rebele ni se
engría sino que esté siempre dispuesto a
servir, ya que se nos dio para servir al espíritu.
Tampoco se le ha de considerar como si
viviéramos para él, sino como algo sin lo que
no podemos vivir. Porque el pacto que
tenemos con el cuerpo no lo podemos romper
cuando nos parece, sino que hemos de esperar
con paciencia su natural disolución, respetando
entre tanto todo lo que corresponde a esta
mutua alianza. Nos comportaremos con él
como si no debiéramos vivir mucho tiempo
unidos; y si sucede de otra manera, no le
obligaremos por ello a abandonarnos144.
143
. Ez 23, 35.
144
. Creo oportuno completar esta idea de Guillermo con otros textos
suyos que reflejan bien la flexibilidad de la ascesis monástica, como la
entendió siempre la tradición benedictina. “El amigo de Dios se ama a
sí mismo recta y ordenadamente; cuida de su cuerpo no por
condescender con sus deseos, sino por razón de su espíritu; ama su
espíritu en el Espíritu Santo por Dios. No vivimos, en efecto, para el
cuerpo, pero sin él no podemos vivir. Si, según el dicho del Apóstol:
“Nadie odió jamás su propia carne” (Ef 5, 29), no basta no odiar el
cuerpo, es preciso cuidarlo, pero sin convertirse en esclavos suyos,
para poder dar al espíritu el culto y el amor que le pertenecen, hasta
someter totalmente la carne. Para que el cuerpo viva se necesita cierto
cuidado del mismo por parte del espíritu; para que el espíritu se
desarrolle, se precisa la sujeción total del cuerpo. Dios tiene derecho
50. PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL
52
El bien de la obediencia
75. Esto supone un gran empeño y solicitud,
ya que se correría el riesgo de frecuentes
equivocaciones si la ley de la obediencia y el
reglamento de la celda no ofrecieran al novicio
una forma completa de disciplina común sobre
alimentación, vestido, trabajo, descanso,
silencio, soledad y todo lo que se refiere a la
conducta y necesidades del hombre exterior; y
así el hermano obediente, paciente y tranquilo
pueda vivir a la vez cauto y seguro.
76. Todo esté ordenado desde el principio
con suma prudencia. Lo superfluo esté
restringido y lo necesario se adapte a los
términos de una justa suficiencia y a los
límites de una noble continencia, para que los
fuertes deseen hacer más y los débiles no se
desanimen145. Que las concesiones hechas a
quienes lo necesitan no entristezcan a los que
con buena voluntad disfrutan de ellas dando
gracias, ni las restricciones impuestas se
conviertan en manera alguna en tentación para
el siervo de Dios, acostumbrado a usar con
sobriedad y buen espíritu las cosas que se le
permiten.
77. En todo esto, como dice Salomón: quien
anda con sencillez, camina seguro, pero el que
sobre uno y sobre otro para que todo el hombre le sirva”. Expositio
altera in Ct. II; PL 180, 518 C - D.
145
. RB 64, 19.
51. PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL 53
va por caminos torcidos será descubierto146.
Aunque las cosas necesarias están ordenadas
de modo que nadie pueda quejarse y se
erradique totalmente lo superfluo, si por el
bien común o conveniencia de algunos se
debiera añadir o reducir algo, quede esto a
juicio del prior sin que cree escrúpulos o
peligros al súbdito obediente.
Las tentaciones
78. Por tanto, el solitario novel, siguiendo la
norma común debe aprender a dominar las
concupiscencias de la carne mediante la
penitencia continua del pasado, y despreciar
todo lo demás para llegar al desprecio de sí
mismo
79. El eremita deberá renovar
constantemente su firmeza frente a las
tentaciones que con más virulencia se ensañan
en el novicio; porque al servidor fiel que
espontáneamente sirve a Dios no cesan de
incitarle los vicios con la recompensa del
placer que le ofrecen, incentivados por el
diablo. También Dios nuestro Señor nos tienta
para ver si le amamos o no147; no como si
quisiera conocer lo que desconociera, sino
para que en la misma tentación
experimentemos con más intensidad ese amor
divino.
146
. Pr 10, 9.
147
. Dt 13, 4.
52. PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL
54
80. Pero es fácil vencer esas tentaciones,
porque la razón las descubre fácilmente como
sospechosas o advierte su pérfido rostro. Las
que por el contrario se presentan bajo capa de
bien son más difíciles de descubrir y más
peligrosas si se las consiente. ¡Qué difícil es
mantenerse en el justo medio en aquello que se
presenta como bueno, cuando no siempre
estamos seguros que todo deseo del bien es
correcto!
b) Por el trabajo manual
Peligros de la ociosidad
81. La ociosidad es sentina de todas las
tentaciones y de todos los pensamientos malos
e inútiles. No hacer nada148 es lo peor que
puede sobrevenir a la inteligencia. Nunca esté
ocioso el siervo de Dios, aunque lo deje todo
para dedicarse a El149. No podemos aplicar un
nombre tan sospechoso, vano y muelle a una
realidad tan cierta, santa y profunda. ¿Es
ocioso dedicarse a Dios? Todo lo contrario, es
el negocio de los negocios. Quien en la celda
no se entrega fiel y fervorosamente a eso, haga
148
. Otium iners es la expresión que usa aquí Guillermo en oposición
intencionada a otium pingue. Ello demuestra la ambigüedad del
término. Textos como el presente demuestran que el otium es bueno o
malo según se emplee; pero, contrariamente a la otiositas, en sí mismo
es bueno. Cf. J. LECLERCQ, Otia monastica II, cp. V, 2. En Studia
Anselmiana n. 51, p. 71.
149
. Quamvis ad Deum feriatus sit. Expresión rica en la tradición
monástica pero de difícil traducción.
53. PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL 55
lo que haga, si no lo hace con ese fin, estará
ocioso150
82. Es ridículo pretender evitar el ocio
entregándose a ocupaciones ociosas, porque es
ocioso todo lo que no ofrece ninguna utilidad o
no hay intención de que tenga utilidad alguna.
No se trata sólo de pasar el día disfrutando de
alguna satisfacción o evitando la mínima
sensación de hastío; lo que hay que procurar es
que siempre tenga la conciencia algo que sirva
al progreso interior, algo que aumente día a día
los tesoros del corazón. El buen solitario
estimará día sin vida aquel en el que crea no
haber hecho nada de aquello por lo que
precisamente vive en la celda.
El trabajo manual
83. ¿Te preguntas qué hacer o en qué
ocuparte? En primer lugar, además del
sacrificio cotidiano de las oraciones o la
dedicación a la lectura, no debes des-cuidar
una parte del día para el examen de
conciencia, e irte enmendando y mejorando de
día en día.
84. Se ha de hacer también algún trabajo
manual151 mandado, no tanto para distraer el
150
. Todo este párrafo es un juego con los términos otium negotium
con el que quiere expresarse la intensa actividad interior del
contemplativo. Si ella faltare, la celda no tiene razón de ser.
151
. Para huir de la ociosidad recomienda Guillermo el trabajo. La
expresión etiam manibus revela la poca estima que el trabajo manual
54. PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL
56
espíritu durante algún tiempo, como para
alimentar y conservar el gusto por las cosas
espirituales; así descansa un poco el espíritu
sin perder el recogimiento y fácilmente puede
retornar a su interior cuando lo considere
conveniente, sin resistencia de la voluntad, sin
el apego a la satisfacción obtenida, ni a los
recuerdos incentivados por la imaginación.
85. En efecto, no fue creado el hombre en
función de la mujer, sino la mujer en función
del hombre152; no están los ejercicios
espirituales en función de los corporales, sino
los corporales para servir a los espirituales. De
este modo, así como una vez creado el hombre
se le concedió y asoció una ayuda semejante a
él, de su misma sustancia153, de igual manera
son necesarias las cosas materiales para
dedicarse a lo espiritual; sin embargo, con
relación a esto, no siempre parecen
convenientes todas las prácticas corporales,
sino aquellas que tienen más afinidad y
semejanza con las cosas espirituales; por
ejemplo, en orden a la edificación espiritual, se
medita lo que se va a escribir, o se escribe lo
que se ha leído.
86. Es verdad que los ejercicios y trabajos
del campo distraen los sentidos, y con
frecuencia agotan también el espíritu; sin
merecía para algunos monjes. Era ya una vieja cuestión. Desde los
orígenes mismos del monacato hubo dos corrientes bien marcadas
sobre el particular.
152
. 1Co 11, 9.
153
. Gn 2, 18.
55. PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL 57
embargo, los duros trabajos del campo a la vez
que producen la fatiga corporal, llevan a la
contrición y humildad de corazón, el peso del
cansancio real origina muchas veces un mayor
afecto de devoción. Lo mismo acontece con
frecuencia con los ayunos, vigilias y los demás
ejercicios en los que existe fatiga corporal.
Ascética y mística del trabajo
87. Un espíritu serio y prudente acepta
cualquier trabajo, y lejos de disiparse con él, se
sirve del mismo para mayor recogimiento
interior, porque tiene presente no lo que hace,
sino la intención con que lo hace, mirando al
fin que lo perfecciona todo. Cuanta mayor
clarividencia se tiene respecto al fin, mayor
fidelidad y ahínco se pone en el trabajo manual
sometiendo en esto el cuerpo al dictamen de la
voluntad. Los sentidos quedan sometidos a la
disciplina de la buena voluntad y el peso del
trabajo no les permite ceder a la lascivia;
sometidos y humillados en obediencia al
espíritu, aprenden a conformarse a él
participando en los trabajos y esperando la
consolación.
Vuelta al orden natural
56. PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL
58
88. Si la naturaleza, desordenada por el
pecado y desviada de su rectitud natural154, se
convierte a Dios, recupera inmediatamente por
el temor y el amor que tiene a Dios todo lo que
había perdido al apartarse de él. Y cuando el
espíritu comienza a reformarse según la
imagen del Creador inmediatamente comienza
a florecer también la carne155, y por propia
voluntad comienza a conformarse con el
espíritu ya reformado. En contra de sus propias
tendencias comienza a deleitarse con lo que
deleita al espíritu. Más aún, cuanto más hondo
había caído por el pecado más sedienta está de
Dios156, queriendo a veces incluso aventajar al
espíritu que es su guía.
89. En realidad no perdemos los gozos, los
transferimos del cuerpo al espíritu; de los
sentidos a la conciencia. Pan con salvado y
agua clara, legumbres u hortalizas ordinarias
no son cosas muy deleitables, pero con el amor
a Cristo y el deseo del gozo interior se tornan
agradables y satisfacen con gusto al estómago
morigerado. ¿Cuántos miles de pobres no
sacian gustosamente su apetito con estos o
semejantes alimentos? ¡Bien fácil y gustoso
sería vivir según la naturaleza con el
154
. Todo este párrafo se basa en la teoría de la Escuela Cisterciense
sobre la imagen de Dios en el hombre. El hombre no puede perder la
imagen de Dios impresa en la creación, pero puede perder su
semejanza. En este caso el hombre se encorva, pierde su rectitud. Cf.
E. GILSON, La Théologie Mystique de Saint Bernard, p. 71 y ss.
155
. Sal 27, 7.
156
. Sal 62, 2.
57. PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL 59
condimento del amor de Dios, si nuestra locura
nos lo permitiera! Una vez ésta curada, la
naturaleza disfruta con las cosas naturales. Lo
mismo ocurre con el trabajo. El labrador tiene
músculos robustos y brazos vigorosos, que ha
conseguido con el ejercicio. Sin él se
anquilosarían y quedarían flojos. La voluntad
impulsa el uso de los miembros, del uso nace
el ejercicio; el ejercicio comunica energía
c) Perfección del hombre animal
Muerte a los placeres
90. Volvamos a nuestro plan. Por encima de
todo, sea trabajando o descansando nunca
estemos ociosos. Que todo nuestro negocio
consista siempre en realizar a la perfección lo
que dice el Apóstol de los que están aún en
estado animal y de los principiantes: Hablo a
lo humano en atención a la flaqueza de
vuestra carne. Como pusisteis vuestros
miembros al servicio de la impureza y de la
iniquidad para servir a la iniquidad,
entregadlos ahora para servir a la justicia y a
la santidad157.
91. Escuche esto el hombre animal, amigo y
esclavo hasta el presente de su cuerpo, que ya
comienza a someter al espíritu, y se prepara
157
. Rm 6,19.
58. PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL
60
para percibir las cosas de Dios; cíñase y
apresúrese a romper el yugo de una esclavitud
vergonzosa y la tiranía con que la costumbre
subyugaba la carne.
92. Que [el hombre animal] se haga
violencia estableciendo una necesidad contra
otra necesidad, y una costumbre contra otra
costumbre; cree en sí un afecto contra otro
afecto, hasta que merezca alcanzar una
satisfacción contra otra satisfacción. Y así,
según el consejo del Apóstol, llegue a gozarse
tanto en carecer de los placeres del mundo y
de la carne, cuanto antes se gozaba en
poseerlos; se goce tanto en hacer a los
miembros servir a la justicia y la santificación,
cuanto antes se gozaba en servirse de la
corrupción y la iniquidad para la iniquidad.
93. Esta es la perfección del hombre animal
en su estado propio, o del novicio en sus
comienzos. Cuando haya superado este estado
animal o humano, si no vuelve la vista
atrás158, y se lanza fielmente a lo que está
delante159, llegará pronto a aquel estado divino
en el que comenzará a alcanzar como es
alcanzado [por Cristo]160 y a conocer como es
conocido161.Ahora bien, esto no se consigue en
el momento de la conversión, ni en un solo
158
. Lc 9, 62.
159
. Flp 3, 12
160
. ibid.
161
. Cf. 1Co 13, 12.
59. PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL 61
día, sino con mucho tiempo, mucho trabajo,
mucho sudor, a medida que Dios
misericordioso concede su gracia, y con el
ahínco del hombre que quiere y corre162.
162
. Rm 9, 16.
60. PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL
62
CAPÍTULO III
LOS EJERCICIOS DEL
SOLITARIO
1. AMBIENTE:
LA CELDA Y SUS DIFERENTES
GUARDIANES
Necesidad de una regla
94. El taller de todas estas buenas obras es la
celda y la permanencia estable en ella. En
efecto, en ella es rico el que acepta su pobreza,
y quien tiene buena voluntad posee ya todo lo
que necesita para ser feliz. Aunque no siempre
deberá fiarse de la buena voluntad, pues
deberá moderarla y controlar sus riendas,
sobre todo el principiante. Que la regla de la
santa obediencia dirija la buena voluntad, y
ésta al cuerpo. Que ella le enseñe a perseverar
en ese lugar, a aceptar la celda, a convivir
consigo mismo. Todo esto es en el principiante
señal de buen comportamiento, y garantía
cierta de buena esperanza.
Estabilidad
61. PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL 63
95. Es imposible al hombre fijar su espíritu
fielmente en un objetivo si primero no ha
fijado con perseverancia su cuerpo en un lugar,
pues quien pretende evadirse de la
inestabilidad de su espíritu vagando de un
lugar para otro, se parece al que quisiera
escapar de la sombra de su cuerpo. Huye de sí
mismo, da vueltas alrededor de sí mismo,
cambia el lugar, pero no el espíritu. Sigue
siendo el mismo en todas partes, e incluso la
misma movilidad le hace peor, como acontece
al enfermo con los golpes que recibe al ser
llevado de un lado para otro.
96. Reconózcase, pues, enfermo y cuide las
causas de su dolencia. Si no interrumpe el
reposo, pronto notará mejoría con los remedios
perseverantemente aplicados. Sanado de este
modo el espíritu de sus divagaciones y
esclavitudes, se entregará incondicionalmente
a Dios. Porque la naturaleza no ya manchada
sino corrompida, necesita grandes cuidados.
Guarde completo reposo en su enfermería, -
como suelen llamar los médicos al lugar donde
se curan las enfermedades- y siga tomando los
remedios que le han dado, hasta recuperar la
salud.
97. Tu enfermería, hombre enfermo y débil,
es tu celda; y el remedio con el que
comenzaste la cura es la obediencia, cuando es
verdadera obediencia. Has de saber que los
remedios cambiados a menudo dañan,
perturban la naturaleza y prolongan la
enfermedad. Quien se dirige a un lugar si toma
un camino recto llega enseguida donde desea,
y termina pronto el camino y la fatiga; pero si
62. PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL
64
toma varios caminos, se equivoca y no termina
nunca su fatiga, porque el error no tiene fin.
Así pues, no cambies de lugar, no tomes un
remedio por otro, usa el remedio medicinal de
la obediencia hasta recuperar perfectamente la
salud. Una vez curado no la rechaces como
ingrato, antes bien, sigue usándola aunque de
forma distinta.
Necesidad de un director
98. En consecuencia, si deseas recuperar
pronto la salud cuida mucho no hacer nada o
muy poco por ti mismo sin consultar con el
médico; ya que si esperas de él la cura, es
necesario que no te avergüences de descubrirle
siempre tus llagas. Aunque te avergüences
descúbrele todo, no se lo ocultes.
99. Hay algunos que al confesarse relatan la
historia de sus pecados como si narrasen un
cuento, enumerando las dolencias de su alma
sin rubor, casi sin arrepentimiento y sin dolor;
en cambio, el que siente verdadero dolor,
fácilmente derrama lágrimas y se deshace en
gemidos. Si a la enfermedad maligna se junta
esa desesperante insensibilidad, la ausencia de
dolor hará que cuanto más cercana cree la
curación, más se alejará de ella.
100. Si el médico se mostrase demasiado
indulgente queriendo curarlo todo con
ungüentos y emplastes suaves, actúa por ti
mismo y, deseoso de una pronta curación,
63. PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL 65
reclama remedios más rápidos y más eficaces;
pide el hierro y aplícate el cauterio.
Los guardianes del alma
101. Siempre tienes al médico disponible y
preparado. Para que tu soledad no te asuste y
mores con más seguridad en la celda, se te han
dado tres guardianes: Dios, tu conciencia y el
padre espiritual. Con Dios te mostrarás
piadoso, entregándote a él incondicionalmente;
con tu conciencia respetuoso, avergonzándote
de pecar en su presencia; al padre espiritual le
prestarás obediencia amorosa163, recurriendo a
él para todo.
102. Más aún, para serte grato te añadiré
un cuarto guardián. Mientras eres aún
muchacho y vas aprendiendo a vivir en la
presencia divina te recomiendo un pedagogo.
103. Te aconsejo elijas un hombre cuya
vida ejemplar se grave de tal manera en tu
corazón que te inspire respeto, y cuantas veces
lo recuerdes, su veneración te mueva a la
disciplina y a la compostura. Al recordarlo
como si estuviera realmente presente,
permítele que con afecto de mutua caridad
corrija en ti todo lo que deba corregirse, sin
que por ello tu soledad sufra el más mínimo
daño en su intimidad. Presente, te ayude
cuanto lo necesites; que pueda acudir frecuen-
temente, aunque no te guste. El recuerdo de su
163
. 1P 1, 22.
64. PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL
66
santa severidad te hará presentes sus
reprensiones; su piedad y benignidad, sus
consuelos; su sinceridad, el ejemplo de la vida
santa. Pensarás, en efecto, que todos tus
pensamientos le están tan presentes como si
los estuviera viendo y corrigiendo; así te
sentirás obligado a enmendarte.
La vigilancia
104. Según el precepto del Apóstol,
guárdate con cuidado164. Y para que estés
siempre atento a ti mismo, aparta tus ojos de
todo lo demás. El ojo es un magnífico
instrumento del cuerpo. ¡Ojalá pudiera verse a
sí mismo como ve todo lo demás! Esto se le ha
concedido al ojo interior, pero si, como los
ojos exteriores, se descuida de sí mismo y se
entrega a las cosas externas, al querer
acaparar mucho será incapaz de volver a su
interior. Dedícate a ti mismo, porque en tu
interior tienes materia suficiente de solicitud.
Deja ya de ver con tus ojos exteriores lo que
perdiste la costumbre de mirar, y con los ojos
interiores lo que dejaste de amar, porque nada
revive con más fuerza que el amor, sobre todo
en los espíritus más delicados y jóvenes.
2. LOS EJERCICIOS ESPIRITUALES
Las dos celdas
164
. 1Tm 5, 22.
65. PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL 67
105. Decídete también alguna vez a gustar
y aspirar a carismas superiores165, siendo para
ti mismo ejemplo de edificación.
Una es tu celda exterior y otra la interior. La
exterior es la casa en que habita tu alma con tu
cuerpo; la interior es tu conciencia en la que
debe morar Dios con tu espíritu en lo más
hondo de tu intimidad166. La puerta de la
clausura exterior es signo de la puerta del
mundo interior, de manera que, así como la
clausura exterior no permite a los sentidos del
cuerpo andar de un lado para otro, también los
sentidos interiores se ven obligados a vivir
más interiormente.
106. Ama, pues, tu celda interior y
también la exterior; cuida de cada una de ellas
como se merecen. Que la celda externa te
proteja sin ocultarte, no para pecar más a
escondidas, sino para vivir en mayor
seguridad. No sabrás, morador inexperto,
cuánto debes a tu celda si no te das cuenta que
en ella no sólo te curas de los vicios, sino que
evitas enfrentarte con extraños. Tampoco
apreciaras qué consideración merece tu
conciencia, hasta que experimentes en ella la
gracia del Espíritu Santo y la dulzura de la
suavidad interior.
165
. 1Co 12, 31.
166
. Si la división entre “celda (morada) externa e interna” es común
a la literatura mística, en Guillermo tiene un aspecto muy suyo. Dios
viene a ser para el espíritu lo que el alma es para el cuerpo: “Dios es la
vida del alma, como el alma es la vida del cuerpo. El alma suspira por
solo Dios; Él es en todo momento su respiración, como el aire lo es de
los cuerpos vivos” (De Natura corporis et animae, II; PL 180, 722 C).
66. PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL
68
El examen de conciencia
107. Honra cada una de tus celdas como se
merece, y mantén en ellas la primacía que te
corresponde. Aprende en ellas a disciplinarte
según las leyes del ordenamiento común:
organiza la vida, modera las costumbres,
júzgate a ti mismo, acúsate ante tu misma
conciencia y condénate sometiendote a algún
castigo. Siéntese la justicia en su tribunal,
comparezca la conciencia culpable y
acusadora de sí misma. Nadie te ama tanto
como tú mismo; nadie te juzgará con más
fidelidad.
108. Por la mañana examínate de la noche
pasada y haz un plan para el día que comienza.
Al atardecer exígete cuentas del día
transcurrido, y toma precauciones para la
noche que se avecina. Con este control no
tendrás resquicio para la holganza.
El Oficio divino
109. Distribuye a cada hora los ejercicios
que le corresponden según la norma
establecida comunitariamente: los ejercicios
espirituales a su tiempo y lo mismo los
corporales; de este modo a través de ellos el
espíritu tributará a Dios lo que le es debido, y
lo mismo el cuerpo al espíritu; si algo se omite
o se hace con negligencia o imperfección, no
deje de repararse o corregirse en el tiempo,
modo y lugar debidos.
110. En todo esto, aparte de aquellas horas
de las que dice el Profeta: Siete veces al día te
67. PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL 69
alabo167, se dará especial relevancia al
sacrificio de alabanza de la mañana, de la tarde
y de la media noche. Porque no en vano dice el
Profeta: Por la mañana estaré ante ti y veré168,
ya que en ese momento estamos todavía libres
de preocupaciones exteriores; y añadirás: Suba
mi oración como incienso en tu presencia, el
alzar de mis manos como ofrenda de la
tarde169, porque en esa hora nos vemos ya
libres de esos impedimentos, habiéndolos
superado.
111. Lo mismo haremos en nuestras
vigilias nocturnas cuando nos levantamos a
media noche para alabar el nombre del
Señor170, según el orden establecido por el
mismo salmista. En el día de mi tribulación
busqué al Señor, levanté por la noche mis
manos hacia él o contra él, y no quedé
defraudado171, y lo que sigue.
112. En estas horas hemos de sentirnos
como si estuviéramos cara a cara ante él172,
envueltos en la luz de su rostro173; seamos
conscientes que el dolor y la tribulación
167
. Sal 118, 164.
168
. Sal 5, 4.
169
. Sal 140, 2.
170
. Cf. Sal 118, 62.
171
. Sal 76, 3.
172
. Cf. Gn 32, 20.
173
. Sal 88, 16.
68. PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL
70
provienen de nosotros mismos174, e
invoquemos el nombre del Señor175
arañando176 nuestro espíritu hasta que se
incendie, y trayendo a la memoria una y otra
vez la inmensa bondad del Señor177, hasta que
llene de dulzura nuestros corazones.
113. Entonces sobre todo, hemos de poner
en práctica lo que dice el Apóstol: prefiero
hablar en la Iglesia cinco palabras para ser
entendido que diez mil sin que nadie me
entienda. Y aquello: Cantaré salmos con el
espíritu, pero los cantaré también
inteligiblemente. Oraré con el espíritu, pero
oraré con inteligencia178. En efecto, es en ese
momento cuando mente y corazón deben
mezclar sus frutos, para descansar en la
quietud de la noche con la abundancia de la
bendición de Dios, o levantarnos para alabarle,
y que todas nuestras obras queden informadas
y vivificadas por las mismas alabanzas
divinas.
114. Por lo mismo, al celebrar las vigilias
nocturnas no conviene recargar el
174
. Cf. Sal 114, 3.
175
. Sal 114, 3.
176
. Es significativa por su fuerza la expresión de Guillermo:
scabendo spiritum nostrum. En todo momento pero sobre todo en los
momentos de tribulación, sequedad y dolor es preciso arañar, rascar y
frotar el alma hasta que salte la chispa que la inflame en el amor de
Dios.
177
. Sal 144, 7.
178
. 1Co 14, 19. 15.