1) Con la muerte de Fernando VII en 1833, se inicia la construcción del Estado Liberal en España, estableciéndose una monarquía constitucional y parlamentaria que reconoce la soberanía nacional y la separación de poderes. 2) Sin embargo, la implantación del nuevo régimen liberal no fue sencilla, enfrentándose a la oposición de los absolutistas y excluyendo a grandes masas de campesinos. 3) A lo largo del siglo XIX se sucedieron diferentes constituciones que intentaban ajustar el sistema a los intereses de los partidos
1. LA CONSTRUCCIÓN Y CONSOLIDACIÓN DEL ESTADO LIBERAL (1833-1874)
La organización política: monarquía constitucionalismo y partidos políticos
El Régimen Liberal
Con la muerte de Fernando VII se inicia en España la construcción del Estado Liberal. El
triunfo del Liberalismo supone profundos cambios en las estructuras políticas y socio-
económicas del país.
A nivel político la monarquía absoluta se transforma en una monarquía constitucional
y parlamentaria, en la que se reconoce la soberanía nacional, la separación de poderes y la
configuración de partidos políticos que participan en el libre juego de las elecciones.
A nivel económico la propiedad señorial da paso a la propiedad privada plena,
iniciándose el desarrollo del capitalismo, basado en la libertad de comercio e industria.
A nivel social, las estructuras estamentales cerradas, se convierten en una sociedad de
clases, con una teórica igualdad y movilidad social. Surgirá una nueva clase dirigente fruto de
la alianza entre la antigua nobleza terrateniente y la burguesía capitalista, que controlará el
sistema político y económico.
La implantación de este sistema Liberal, no resultó sencilla en nuestro país. Antiguos
privilegiados absolutistas siempre se mostraron hostiles al nuevo Régimen y la gran masa
social española, constituida por campesinos y otros grupos sin instrucción, permanecieron al
margen de los asuntos políticos.
Además una serie de problemas dificultaron la consolidación de un régimen
verdaderamente representativo: el favoritismo de la reina hacia los moderados no permitió
una verdadera alternancia en el poder; las constituciones duran muy poco porque cada grupo
intenta elaborarla a su medida, se recurre continuamente a golpes de Estado y
pronunciamientos militares, con lo que el ejército tiene una gran intromisión en la política; los
grupos políticos estuvieron dirigidos por militares; el sistema político quedó en manos de una
minoría debido al sufragio censitario y a la manipulación de las elecciones.
Las diferentes opciones del Liberalismo. Los partidos políticos
Los partidos políticos del siglo XIX, fueron diferentes a los actuales, no eran grupos
compactos y homogéneos con una ideología y un programa bien definidos; sino agrupaciones
de personalidades en torno a algún notable (muchas veces un militar) o “camarillas” de
personas pudientes vinculadas por relaciones personales o intereses económicos. Los partidos
protagonistas del siglo XIX fueron:
Moderados: Grupo heterogéneo formado por terratenientes, antigua nobleza y alto
clero, mandos militares, intelectuales muy conservadores, gran burguesía capitalista.
Son la oligarquía del Liberalismo. Imponen los principios de autoridad y orden social; y
desconfían de la participación de las masas en política. Defienden el sufragio
restringido según la riqueza, la soberanía compartida entre el monarca y las Cortes,
dejando al rey amplios poderes para intervenir en la vida política; limitan los derechos
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2. individuales y sobre todo los colectivos. Son partidarios de un estado centralista y
confesional, donde la Iglesia mantiene su gran influencia social. Sus principales líderes
fueron Francisco Bravo Murillo y Narváez.
Progresistas: Integrados por la mediana y pequeña burguesía, oficiales medios del
ejército y gente de las profesiones liberales. Defienden la soberanía nacional con el
predominio de las Cortes en la política, dejando al monarca solo un papel moderador;
la ampliación de los derechos individuales y colectivos y la ampliación también del
sufragio. Proponen la necesidad de una reforma agraria que pusiera fin a la propiedad
vinculada. Tratan de robustecer los poderes locales frente al centralismo y quieren
limitar la influencia social de la Iglesia. Entre sus líderes destacan Mendizábal,
Espartero y Prim.
Unión Liberal: Partido fundado en 1854; nace como una escisión de los moderados y
atrajo también a los grupos más conservadores del progresismo; por lo que se
presenta como una opción de centro. Ideológicamente no aporta ninguna novedad.
Sus dirigentes más relevantes fueron O´Donell y Serrano.
Demócratas: Surgen en 1849 como una escisión de los progresistas. Defienden la
soberanía popular, el sufragio universal masculino y la ampliación de los derechos y
libertades. Son apoyados por las clases populares urbanas y los grados bajos de la
Milicia.
Republicanos: Con el desprestigio de Isabel II surgirá el partido Republicano, que
apuesta por la República como única opción verdaderamente democrática. Goza de los
mismos apoyos que los demócratas, con un fuerte carácter social y popular.
El proceso constitucional
El principal objetivo de la revolución liberal es el establecimiento de un régimen
parlamentario y constitucional. Lo cual significa la implantación de una Constitución, ley
fundamental que regula la estructura y el funcionamiento político del Estado, elaborada por
los representantes de los ciudadanos. En España, tras los fallidos intentos de las Cortes de
Cádiz (1812) y del Trienio Liberal (1820-1823), el cambio se consiguió a partir del reinado de
Isabel II. No obstante la implantación del constitucionalismo en España no resultó sencilla; las
constituciones se mantenían durante poco tiempo en vigor debido a los intereses particulares
de cada partido. Asistimos de esta forma a la sucesión de textos constitucionales a lo largo de
todo el periodo:
Estatuto Real 1834: En realidad no es una constitución. Se limita a una serie de
modificaciones en las Cortes, que seguían siendo las del Antiguo Régimen. Pretendió
actuar como una solución de compromiso entre absolutismo y liberalismo.
Constitución de 1837: Con ella se implanta definitivamente el régimen constitucional
en España. Se trata de una constitución de consenso, para que pudiera ser aceptada
de igual modo por progresistas y moderados.
Constitución de 1845: Establece el modelo de constitución conservadora. Se presenta
como una simple reforma de la constitución de 1837, pero su verdadero objetivo es
ajustar el sistema político a las pretensiones del partido Moderado. Supone el control
del país por parte de la oligarquía agraria y financiara.
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3. Proyecto Constitución 1856. Era de carácter progresista; se le denomina “non nata” ya
que no llegó a entrar en vigor.
Constitución 1869: Establecida tras la revolución de 1868, considerada por muchos
historiadores como la primera constitución verdaderamente democrática de nuestra
historia. Se anticipa en varias décadas a otros países europeos en cuanto a conquistas
políticas y sociales.
Proyecto Constitución de 1873: Convertía a España en una República Federal. No llegó
a estar vigente.
El reinado de Isabel II: Construcción y evolución del Estado Liberal
La minoría de edad e Isabel II (1833-2843). Las Regencias
A la muerte de Fernando VI su hija y heredera Isabel tenía solo tres años. Los sectores
más absolutistas apoyaron los derechos al trono del hermano de Fernando VII, don Carlos.
Para defender los derechos de su hija su madre María Cristina, que era la regente, buscó el
apoyo de los liberales. Se inició así una guerra civil que, bajo la forma de un conflicto dinástico
significaba el enfrentamiento entre absolutistas o carlistas y liberales o isabelinos.
Los partidarios del carlismo (nobleza agraria, clero y campesinado del nordeste
español) eran los defensores del Antiguo Régimen: monarquía absoluta, preeminencia social
de la Iglesia Católica, conservación de un sistema legal particularista (fueros) y formas de
propiedad tradicional de la tierra.
Frente a ellos, los isabelinos presentaban un conglomerado de intereses. La propia
monarquía y la nobleza cortesana tenían como interés esencial la defensa del trono y sus
privilegios, pero vieron en la unión con los sectores liberales la única forma de enfrentarse al
carlismo. Al bando isabelino también se sumaron la burguesía, las clases populares urbanas y
el campesinado del centro y sur peninsular; partidarios de un cambio de régimen basándose
en las ideas del liberalismo: monarquía constitucional, libertad de la propiedad, movilidad
social.
La guerra se prolongó durante siete años (1833-1840). Los focos más importantes de la
insurrección carlista surgieron en el País Vasco, Navarra, Cataluña, Aragón y Valencia. Pero los
carlistas no consiguieron ocupar ninguna ciudad importante a pesar de sitiar en varias
ocasiones Bilbao y el ejército liberal impuso claramente su dominio en las batallas de Luchana
(1836) y Mendigorría (1837). El Convenio de Vergara (agosto 1839); establecido entre el
general carlista Maroto y el isabelino Espartero; puso fin a la guerra, pero el Carlismo se
mantuvo a lo largo de todo el siglo XIX.
Los liberales se hallaban divididos en dos facciones: los moderados, partidarios de
reformas más limitadas y los progresistas, que querían desmantelar toda la estructura del
Antiguo Régimen. María Cristina impulsó la formación de un gobierno liberal. Primero intentó
hacerlo con los moderados, con Martínez de la Rosa al frente, pero una serie de
levantamientos militares (motín de los Sargentos de La Granja, 1936) y populares la forzaron a
llamar a los progresistas al gobierno.
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4. Entre 1835 y 1837, los progresistas, encabezados por Mendizábal, avanzaron en la
implantación del Régimen Liberal. Un conjunto de leyes permitieron la disolución del Régimen
Señorial, la desvinculación de la propiedad y la desamortización de las propiedades del clero;
con lo que se liberalizó la propiedad agraria. Otras leyes decretaron la supresión de las
aduanas interiores y la extinción de los gremios, que se oponían al libre ejercicio de la industria
y el comercio.
Este proceso culminó con la Constitución de 1837; el nuevo texto reconocía la
soberanía nacional y los derechos individuales pero aceptaba el papel moderador de la Corona
a la que concedía amplios poderes (derecho a vetar las leyes, a disolver el Parlamento) y el
sistema electoral era censitario.
En 1837, los moderados, con el apoyo de María Cristina, accedieron al gobierno e
intentaron dar un giro conservador al proceso de revolución liberal. Un movimiento de
oposición se alzó contra la regente, en 1940 el general progresista Espartero protagoniza un
pronunciamiento que obligada a María Cristina a dimitir.
El propio Espartero fue nombrado regente, pero las medidas librecambistas, que
perjudicaron a la naciente industria española, y el autoritarismo con que gobernó le valieron la
oposición de buena parte del país. En 1843, Espartero dimitió y las Cortes, para evitar otra
regencia, adelantaron la mayoría de edad de Isabel II (trece años) y la proclamaron reina
La Década Moderada (1844-1854)
Durante el reinado de Isabel II, el partido liberal Moderado estuvo, con breves
excepciones, al frente del gobierno con el apoyo de la monarquía. En esta etapa se consolidó el
liberalismo en España, pero con un carácter conservador y centralista. Así, impusieron el
sufragio censitario, una gran intervención de la Corona en la política y la limitación de
libertades. Además el ejército continuó teniendo una enorme influencia, pues todos los grupos
recurrían a él para intentar hacerse con el poder (pronunciamientos) y la administración del
estado se configuró de manera centralista y autoritaria. El nuevo régimen se apoyaba en los
grupos poderosos: aristocracia, Iglesia y burguesía conservadora. Todos ellos aceptaban el
nuevo orden liberal pero querían mantener intacto su predominio social y alejar del poder a
los sectores progresistas y populares.
En los diez primeros años de la mayoría de Isabel II y bajo los gobiernos del general
Narváez, se promulgó la Constitución de 1845, que establecía un sufragio muy restringido y la
soberanía compartida entre las Cortes y el rey. También se firmó un concordato con la Santa
Sede que configuraba un Estado Confesional. La administración estatal y local fue reorganizada
desde una óptica uniformista y centralizadora para lo cual se fortalecieron los gobiernos civiles
y militares en cada provincia. Sólo el País Vasco y Navarra conservaron sus antiguos derechos
forales, ante el temor al carlismo. En este periodo estalló la Segunda Guerra Carlista (1846-
1848), conflicto situado en Cataluña con un carácter de guerra de guerrillas; los carlistas
acaudillados por Cabrera no obtuvieron ningún triunfo relevante ni lograron extender la
revuelta; finalmente el propio Cabrera huyó a Francia.
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5. Otras reformas moderadas fueron la de la Hacienda, que centralizó los impuestos en
manos del Estado, y la elaboración de un Código penal (1851), que unificó las leyes anteriores.
También se disolvió la Milicia Nacional y se creó la Guardia Civil (1844) para mantener la ley en
el medio rural. No obstante, la administración cada vez más autoritaria de Narváez hizo que
aumentara la oposición hacia su gobierno
El Bienio Progresista (1854-1856)
En 1854 triunfó un pronunciamiento militar (Vicálvaro), apoyado por progresistas y por
moderados descontentos que habían fundado la Unión Liberal, dirigida por el general
O´Donell. Entre 1854 y 1856 los progresistas de Espartero intentaron restaurar los principios
del sistema constitucional de 1837 y realizar reformas económicas. Así Madoz, llevó a cabo
una nueva desamortización que afectó a los bienes de los Ayuntamientos, y también se
impulsó la construcción del ferrocarril. Se redactó una nueva Constitución (1856), que no llegó
a entrar en vigor, ya que en un ambiente de gran inestabilidad política y creciente
conflictividad social, Espartero presentó su renuncia en 1856.
La descomposición del Sistema Isabelino (1856-1868)
La última etapa del reinado de Isabel II (1856-1868) fue una alternancia en el poder
entre los Moderados (Narváez) y la Unión Liberal (O´Donell). Ante las dificultades internas, se
impulsó una política colonialista, de prestigio internacional, que tuvo en la Guerra de África
(Marruecos, 1859-1860) su máximo exponente. En el interior la actuación del gobierno fue
muy autoritaria y ejerció una fuerte represión. La oposición al régimen fue en aumento y
surgieron nuevos grupos políticos como los demócratas, que pedían el sufragio universal
masculino; y los republicanos, que abogaban por la abolición de la monarquía. En 1866 se
produjo el levantamiento de los sargentos del cuartel de San Gil, cuyo fracaso significó muchas
sentencias de muerte.
El Sexenio Democrático (1968-1874): La revolución, el reinado de Amadeo I y la Primera
República
A lo largo de seis años se intentó la construcción en España de un régimen
democrático. Esto significaba superar el liberalismo conservador de la etapa anterior e
introducir los principios democráticos: sufragio universal masculino, amplios derechos políticos
y reformas sociales para avanzar en la igualdad (reforma fiscal, enseñanza pública…)
La revolución de 1868
A partir de 1866 se produjo una grave crisis económica (agrícola, industrial y
financiera) que, unida al desgaste político del orden isabelino (sobre todo tras la muerte de
Narváez); desencadenó una revolución contra la monarquía. Los sublevados fueron aquellos
grupos marginados del poder: progresistas, demócratas y republicanos que se unieron para
presentar una alternativa al sistema, basada en la democratización de la vida política y en la
recuperación económica (Pacto de Ostende), a ellos se sumó la Unión Liberal con su nuevo
líder Serrano.
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6. El movimiento, encabezado por los militares Prim (progresista) y Serrano (unionista),
estalló en septiembre de 1868 con la sublevación de la escuadra del brigadier Topete en la
bahía de Cádiz. El pronunciamiento fue seguido por revueltas en las principales ciudades,
donde se formaron Juntas Revolucionarias. Las tropas fieles al gobierno y a la reina fueron
vencidas en Alcolea e Isabel II marchó al exilio.
Se formó un Gobierno Provisional, a cuyo frente se colocaron Prim y Serrano, que
impulsó un programa de reformas. Se reconocieron los derechos fundamentales (imprenta,
reunión, asociación, libertad de cultos…) y el sufragio universal masculino; se reformó la
enseñanza y se democratizaron los ayuntamientos. Finalmente, se eligieron unas nuevas
Cortes, que aprobaron la Constitución de 1869, de carácter democrático y progresista.
La monarquía de Amadeo I (1871-1873)
La Constitución de 1869 establecía la monarquía como forma de gobierno y hubo que
buscar un rey entre las monarquías europeas. El elegido fue Amadeo de Saboya, de la casa real
italiana, con una concepción democrática del papel de la monarquía, el cual llegó a España en
diciembre de 1870; el mismo día fue asesinado Prim, su principal valedor.
Pero Amadeo contó siempre con la oposición de los moderados, los carlistas y la
Iglesia, que se mantuvieron fieles a los Borbones. Por su lado, muchos demócratas se
proclamaron republicanos y algunos promovieron insurrecciones a favor de la República.
Además el nuevo rey tuvo que hacer frente al estallido de dos conflictos armados: una
insurrección en la isla de Cuba (1868) y una nueva guerra carlista, que se inició en 1872. Falto
de apoyos y con demasiados problemas por resolver, Amadeo de Saboya renunció al trono en
febrero de 1873.
La Primera República (1873-1874)
Ante la abdicación del rey, las Cortes españolas votaron por una gran mayoría la
proclamación de la República (febrero de 1873). Pero ese resultado no reflejaba un apoyo real
a la nueva forma de gobierno, ya que la mayoría de los diputados de la Cámara eran
monárquicos. La República nació, pues, con escasas posibilidades de éxito, aunque fue recibida
con entusiasmo por los sectores populares de las ciudades. Se redactó un proyecto de
Constitución (1873) que reflejaba un amplio programa de reformas sociales y, por primera vez,
se pretendió organizar el Estado de forma federal, repartiendo las competencias legislativas
entre el gobierno federal, las repúblicas federadas (se proyectaron 15) y los municipios.
Pero la República tuvo que enfrentarse a un buen número de problemas: las guerras
carlista y cubana crecieron en importancia; las divisiones entre los propios republicanos
dificultaron la actuación de los gobiernos y, finalmente, los republicanos más radicales
precipitaron revueltas sociales y levantamientos como el de Cartagena, que se proclamó
cantón independiente. Se sucedieron cuatro presidentes en apenas once meses: Figueras, Pi y
Margall, Salmerón y Castelar. Además los monárquicos no aceptaron el régimen republicano y
empezaron a organizarse para restaurar la monarquía en Alfonso, el hijo de Isabel II.
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7. En enero de 1874, un golpe de Estado protagonizado por el general Pavía disolvió las
Cortes y entregó la presidencia del ejecutivo al general Serrano. Este último intentó estabilizar
un régimen republicano de carácter conservador y presidencialista, pero la base social que
podía apoyarle optó por el regreso de la monarquía.
El 29 de diciembre de 1874 el pronunciamiento militar del general Martínez Campos
en Sagunto proclamó rey de España a Alfonso XII.
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