4. Había una vez… un circo y muchos personajes mágicos.
Un circo, que recorría todas las ciudades del país llenando de alegría a todos
los niños y niñas.
Cada otoño, el circo llegaba a nuestra ciudad. Ese día era especial, veíamos
pasar las caravanas, con tanto colorido, que todos los niños y niñas corríamos tras
ellas.
El montaje del circo era espectacular, con esa carpa de colores, tan grande y
llena de banderines, que era visible desde cualquier lugar.
Todos esperábamos el fin de semana con mucha impaciencia, porque por fin
podríamos ir a disfrutar de todos los maravillosos personajes del circo.
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6. Cargados con palomitas, corríamos a buscar nuestras butacas y
gritábamos: ¡Qué empiece ya! ¡Qué empiece ya!
El espectáculo no tardaría mucho tiempo en empezar, las luces
se apagaban y todos gritábamos de nervios ¿Quién sorprendería pri-
mero?
¡Ahí estaban, eran los Payasos!
Con sus narices rojas, pantalones anchos y pelos desgreñados,
conseguían sacarnos una gran sonrisa.
7. Contaban chistes, inflaban globos, tocaban la guitarra y
bromeaban con el público…eran geniales.
Algunos niños pequeños se asustaban al principio al verlos, con
esas caras tan pintadas, pero pronto sonreían cuando los payasos se
acercaban y les regalaban una flor.
8. De pronto, unas luces de muchos colores anunciaban la entrada de los malabaristas.
¡Eran fantásticos! La gente aplaudía con mucho entusiasmo.
Los malabaristas hacían volar pelotas de diferentes tamaños y jamás caían al suelo.
Cada vez las lanzaban más alto, pero siempre las cogían, era mágico.
A veces lanzaban discos, platos y bastones. También nos sorprendía subiéndose so-
bre bicicletas de una rueda o en zancos.
El público los despedía con un fuerte aplauso.
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10. Los tambores resonaban con gran intensidad, todos esperábamos con intriga…. ¿Qué iba a pasar?
De pronto, un grupo de acróbatas ocupaba la pista central del circo dando saltos y mostrando sus
más complejas volteretas.
Llegaban a formar figuras humanas de hasta diez personas, todos subidos unos encima de otros,
nos ponían la piel de gallina.
Todos los acróbatas estaban muy fuertes y muy ágiles. Lo que más me gustaba era el color con el
que decoraban sus caras y sus cuerpos.
Utilizaban cintas largas que colgaban desde el techo, balancines, trapecios y aros.
La gente se levantaba y gritaba: ¡Bravo, bravo!
Era fantástico.
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12. Durante el descanso muchos aprovechaban para comprar más palomitas,
pipas y algún que otro refresco.
Otros, permanecían en sus butacas, cantando canciones junto con la
orquesta del circo que nunca dejaba de tocar.
Otros, comentaban sus actuaciones favoritas y deseaban que volviera a
empezar pronto y seguir disfrutando del espectáculo.
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14. El público esperaba impaciente la entrada de los animales.
Nuestra ciudad no tenía zoo y era el único momento del año en el que los niños
y niñas podíamos disfrutar de ellos y verlos de cerca. ¡Qué ilusión!
De pronto anunciaban: ¡Señoras y señores, niños y niñas. Con todos vosotros…
los animales del circo!
Y todos los niños se levantaban de sus butacas, aplaudiendo y
gritando: ¡Bien, bien!
15. Una música muy graciosa
acompañaba la entrada de los chimpancés.
Todos ellos, muy pequeñitos, entraban cogidos de la mano.
Los chimpancés se acercaban al público y los niños y niñas
los acariciaban, los cogían al brazo y se hacían fotos con ellos.
Eran muy bonitos.
Algunos llevaban corbatas, otros pajaritas y los más
grandes llevaban sombrero.
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17. La entrada de los elefantes era espectacular. Eran
gigantes e iban decorados con unas telas muy bonitas.
Los domadores hacían gestos y los elefantes levanta-
ban sus patas al ritmo de la música.
Subían sobre cubos, andaban en fila y hacían sonar
bien fuerte sus trompas.
Era muy emocionante.
18. Por fin, hacían su entrada los temibles leones. Tenían un pelo precioso, con una gran melena y
una larga cola.
El público permanecía en silencio y ellos paseaban por la pista acompañados de sus domadores.
Dentro de la jaula, los domadores, con el látigo marcaban el paso a los leones que saltaban de
cubo en cubo y atravesaban aros de diferentes colores.
Los leones no se podían acariciar porque eran peligrosos, así que los veíamos desde lejos con
mucha expectación.
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20. La función había llegado a su fin y todos los artistas salían a la pista cogidos de
la mano.
El público se ponía en pie, aplaudía y gritaba: ¡Bravo, bravo, fenomenal!
Otro año más, el circo había sido maravilloso.
Todos, regresábamos a casa muy felices, con nuestros globos y comentando en
familia todas las sensaciones que el circo nos había hecho sentir.
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22. El circo cerraba sus puertas y de noche, los artistas descansaban en sus caravanas.
Pero… la magia del circo seguía viva y, en la oscuridad de la noche, otros nuevos personajes
llenarían de vida la pista del circo.