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2.1.- CONCEPTO DE COMUNIDAD, ORGANIZACIÓN SOCIAL Y
PARTICIPACIÓN
COMUNIDAD
El concepto de comunidad viene siendo empleado por los operadores sociales y
en particular por los trabajadores sociales, (asistentes sociales) en su sentido más
específico, para designar el ámbito de la intervención barrial y/o vecinal.
El concepto de comunidad tiene diferentes acepciones, que se corresponden con
diferentes enfoques teóricos y necesidades prácticas.
Algunas definiciones ponen el acento en lo relacional
‘La comunidad es fundamentalmente un modo de relación social, es un modelo de
acción intersubjetivo construido sobre el afecto, la comunidad de fines y de valores
y la incontestable esperanza de la lealtad, de la reciprocidad; la comunidad es un
acabado ejemplo de tipo ideal de la acción social, una construcción teórica de
alguna manera extraña de la propia realidad que acostumbra ser algo más sentido
que sabido, más emocional que racional.’
G. González, Fuertes. Psicología Comunitaria. Editorial Visor. España, l988. Pág.
13.
G. Murray define la comunidad como:
‘.....un grupo de personas ocupando una determinada área de sociedad, la cual
participa de un sistema de intereses y actividades bastante amplio como para
poder incluir casi todas sus relaciones sociales.’
Introducción a la Sociología. Citado por C. Gómez Gavazzo, l959, pág. 12.
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Otras definiciones sin dejar de poner el énfasis en lo relacional (interacciones
hombre-hombre), ponen énfasis en el espacio, en tanto este es el soporte en
donde transcurre la vida, la convivencia, la comunicación (interacciones hombre-
suelo).
‘El espacio es el continente de todos los objetos que coexisten en un lugar o sitio’.
Kisnerman, N. y colab. Teoría y Práctica del Trabajador Social. Comunidad. Tomo
V. Editorial Hvmanitas, l986
C. Gómez Gavazzo, en su definición de comunidad, considera cuatro elementos
básicos, destacando la importancia de poder determinar la forma y extensión de
las áreas físicas y humanas. Para este autor comunidad es:
‘...la relación hombre-suelo que se caracteriza por la posesión de los elementos
básicos siguientes:
1. Grupo de personas directamente localizadas en un área geográfica, como
resultado de una interacción social en el mismo grupo y entre éste y el medio
físico.
2. Área geográfica continua.
3. Concentración de intereses funcionales comunes, de los cuales no es suficiente
la vecindad.
4. Unidad funcional, como forma expresiva de la solidaridad entre sus
componentes.
Gómez Gavazzo C., l959, Pág. 12
Aproximarse a un término como comunidad es algo complejo, y las ciencias
sociales se le han enfrentado desde diferentes disciplinas. Posiblemente, sin este
acercamiento interdisciplinar (geografía, sociología, antropología, economía,
derecho…), nuestra visión de la comunidad y la propia construcción del concepto
serían insuficientes.
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La discusión sobre el uso del concepto de comunidad en Trabajo Social está lejos
de ser reciente. Se suele mencionar como origen de la preocupación por la
comunidad, en el sentido moderno y actual, toda una serie de experiencias en
Estados Unidos, a caballo entre los siglos XIX y XX, que son consideradas como
los orígenes de la intervención comunitaria.
Un concepto multidimensional
Diversos autores nos hablan del concepto de comunidad como un concepto que
tiene varias dimensiones, que son útiles para el trabajo cotidiano de los y las
trabajadores sociales. Por un lado, tendríamos una dimensión teórica o simbólica
y, por el otro, una dimensión operativa, que es útil y efectiva para el Trabajo
Social.
La primera, la dimensión teórica (Lillo y Roselló, 2001, p. 75), se refiere a cualquier
definición que partiendo de una base teórica con una u otra influencia desde
cualquiera de las ciencias sociales, trata de definir comunidad. Sancho (2009, p.
57) la llama a su vez dimensión simbólica. La llama así porque dice que, como
buen símbolo, tiene flexibilidad y cierto grado de indeterminación, pero permite a
los trabajadores sociales y a los teóricos de nuestra disciplina entenderse
hablando teóricamente y dar una cierta unidad a los discursos profesionales,
aunque señala que es casi imposible una única definición teórica.
La segunda dimensión sería la operativa, aquélla que se basa en los elementos
que son esenciales para la práctica cotidiana, para la intervención comunitaria.
Estos elementos, varían según autores.
Siguiendo el análisis histórico de Hillery (1955) éstos serían tres:
(i) Espacio o territorio compartido,
(ii) relaciones y
(iii) pautas de interacción. Revisando otras definiciones como las de
Marchioni (2004) o Nogueiras (1996) podríamos ampliar estos
elementos clave con los
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(iv) recursos que posee la comunidad y las
(v) demandas que surgen en su propio seno.
Lo que sí parece claro es que actualmente la comunidad es algo más que la
población o el territorio que la contiene y cobija. Hoy las claves están en lo
relacional y en las interacciones que se producen, además, entre una pluralidad de
agentes y actores sociales que interactúan en una comunidad.
Siguiendo a Marchioni (2004), estos actores, que él denomina protagonistas,
serían:
(i) las administraciones (sobre todo la local por ser la más cercana al territorio y la
población),
(ii) los recursos técnicos y profesionales (no sólo públicos, también privados) y,
(iii) la población, con su participación canalizada especialmente a través de sus
organizaciones y asociaciones.
ORGANIZACIÓN SOCIAL
La organización social es un sistema inserto en otro más amplio, que es la
sociedad con la cual interactúa; ambas se influyen mutuamente. La organización
está constituida por un grupo de individuos que unen actuaciones para alcanzar
determinados propósitos.
Lo que caracteriza a las organizaciones sociales es que, para alcanzar sus
objetivos, cada uno de sus integrantes debe desempeñar una función o cumplir un
papel particular que, de alguna manera, es diferente de los demás y que los roles
del resto de sus integrantes demandan, con el fin de llevar a cabo las funciones
propias.
La organización social se constituye, entonces, en una red de relaciones de
interdependencia entre sus componentes que cumplen funciones diferentes, lo
que se denomina Patrón Sinérgico.
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Los contratos entre las partes de la organización son el instrumento por medio del
cual se definen y delimitan las relaciones de interdependencia que se desarrollan
entre ellas como resultado de la división del trabajo. En la medida en que una
organización tiene más diversidad de tipos de contratos y más transacciones, su
complejidad será mayor.
Origen del concepto
La noción de organización social fue en sus orígenes acuñada en buena medida
para dar respuesta a la toma de conciencia metodológica según la cual el mundo
social, como el mundo de la naturaleza, también está sujeto a una forma. Hablar
de organización social era, así, una manera de reivindicar que la vida social está
estructurada, ordenada, sujeta a leyes y, por lo tanto, es susceptible de ser
abordada de manera objetiva.
Es significativo dentro de este contexto llamar la atención sobre el hecho de que la
noción de organización social fue fruto del pensamiento social anglosajón
empiricista. Fue dentro de esa escuela de pensamiento, filosóficamente naive y
distanciada de la filosofía crítica, que postulaba el carácter por necesidad
organizado de lo social, en donde la noción de organización apareció como
problemática. En efecto, el origen de ese concepto está vinculado con la historia
de la antropología británica y con la sociología norteamericana. Aparece, dentro
de esa perspectiva, como un concepto central que permite la sistematización
ordenada de la percepción científica de la vida social y cultural.
Desde otro ángulo, la historia del concepto está asociada a la propia evolución
epistemológica de las ciencias sociales y en particular a la transición de una
perspectiva sintética e históricamente orientada, a otra analítica y
comparativamente orientada.
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Mientras que la primera habla de sociedades concretas, la segunda perspectiva
encontró en el concepto de organización social la forma de lidiar en términos
analíticos y abstractos con el estudio comparativo de diversas sociedades.
PARTICIPACIÓN
Participación es hoy un término con muchos significados, tal como queda
evidenciado en las definiciones comentadas. Por eso, intentar elaborar una
definición única podría resultar en un listado de características tan general que
incluyese otros procesos distintos a la participación, o bien se podría concluir en
una enunciación tan restringida que dejara fuera rasgos del proceso considerados
importantes desde otros criterios.
Me parece entonces más conveniente hablar de “una idea de...”, para utilizar la
expresión de Rappaport (1984) con respecto al concepto de fortalecimiento. En
este caso se trata de una idea de participación, que tiene la ventaja de sugerir que
el concepto está en elaboración, por lo tanto abierto a cambios y nuevas
formulaciones.
Cuando se comparan las definiciones de los investigadores con las de los
participantes, se encuentran similitudes y diferencias. Así, se coincide en que la
participación no es un estado estable, sino un proceso constituido en varios
momentos, durante los cuales los sujetos involucrados se forman y forman a otros
en el manejo de conocimientos y destrezas que dependen de la naturaleza de la
experiencia participativa. También se está de acuerdo en que la participación tiene
fines que la orientan, esto es, el logro de metas sobre las cuales el grupo
establece acuerdos sobre la base de la importancia que tienen para satisfacer
intereses vitales; me refiero a intereses que por su importancia movilizan a sus
miembros a la realización de acciones que requieren permanencia en el tiempo y
diversidad en su contenido.
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Además, dada la tensión existente entre las necesidades y valores de los
ciudadanos y el control de los recursos para su satisfacción por parte del estado,
que aplica su propia valoración para resolver aquéllas, por medio de la
participación los ciudadanos aspiran influir en la toma de decisiones. Por esto
mismo y por el carácter grupal de los objetivos que se persiguen, la participación
no puede ser un proceso individual sino colectivo, organizado de cierta manera.
La participación también, y esto es un elemento que señala sólo los participantes,
es un acto voluntario, lo cual posiblemente expresa la toma de conciencia de los
sujetos acerca del valor de las acciones participativa, por tanto de la necesidad de
solidarizarse con sus pares. No obstante, se aspira que tal discernimiento se
generalice de modo que todos los miembros del grupo se involucren. En este
sentido, la participación es, adicionalmente, un proceso inclusivo.
Afirmar que la participación no es una entidad estable, sino un proceso, implica
reconocer su variabilidad en función de los componentes que caracterizan el
contexto y momento en que ocurre. Dicho de otro modo, el proceso de
participación se construye en función de la interacción que se establece entre las
características del grupo que participa (su experiencia en participación, su nivel y
forma de organización, su liderazgo, los recursos con que cuenta para enfrentar la
solución del problema que lo moviliza), la naturaleza del proyecto en que se
involucra (modificación de un sistema de representación en organismos
deliberantes del estado, injerencia en la formulación de una política de seguridad
social, autoconstrucción de viviendas, remodelación de un barrio, gestión de
servicios de salud o de educación, etc.), el acceso a y control de los recursos
necesarios y las condiciones políticas del ambiente hacia la participación.
En esta relación son los propios participantes quienes, en interacción permanente
entre sí y con las otras partes constituyentes del proceso, van construyendo lo que
es la participación.
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El significado de participación que se desarrolla y que está en concordancia con
las acciones que se realizan, estará marcado, en consecuencia, por la calidad de
la experiencia participativa y por ende será diferente de una experiencia a otra. La
participación no es, entonces, “algo” de carácter universal, sino una construcción
social, múltiple, sujeta a valores y circunstancias contextuales que surgen en un
determinado momento.
El carácter construido de la participación me conduce a otra precisión. Dije antes
que con la participación se pretende intervenir en decisiones que son relevantes al
colectivo, pero esto no significa que la participación es una cuestión de “todo o
nada”, es decir, que es posible diferenciar con claridad cuándo y cuánto una
actividad o acción determinada influye o no en los procesos de decisiones. Es el
mismo desarrollo del proceso el que va determinando el peso particular que una
contribución tiene para tales decisiones. Dentro de este razonamiento, puede ser
tan importante la sola asistencia del vecino a la reunión de su barrio, alfabetizar a
otros para que por sí mismos accedan a la información escrita que circula en su
comunidad relacionada con el problema que se enfrenta o proveer ideas de cómo
ser más eficiente para el logro de los objetivos acordados. Por otro lado, la
experiencia revela que no todo proceso de participación se inicia con un máximo
de influencia de los participantes en la toma de decisiones, sino más bien que
gradualmente, dependiendo de la eficacia de aquéllos, van ganando control sobre
las decisiones.
Susskind y Elliot (1983) ilustran muy bien esta variabilidad con el análisis de
diferentes experiencias participativas en Europa. Los autores examinaron los
casos de Bélgica, Dinamarca, España, Francia, Holanda, Inglaterra, Suiza,
encontrando que la participación oscilaba entre tres patrones: una participación
paternalista, una conflictiva y una co-productiva.
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En la primera, los ciudadanos tenían alguna influencia, pero el mayor control de
las decisiones descansaba en las autoridades municipales de los países
investigados.
En la segunda, también las decisiones estaban centralizadas en las autoridades,
pero la confrontación de los ciudadanos con éstas por obtener más control
caracterizaba las relaciones entre ambos. El conflicto podría ser permanente o
resolverse mediante transacciones entre ambas partes. En el patrón co-productivo
la gestión para las decisiones se realizaba conjuntamente entre los decisores y los
miembros de las comunidades. Adicionalmente, los autores afirman que los tres
patrones mencionados podían darse en una misma experiencia, formando un
continuo en el cual se pasaba de uno a otro tipo, dependiendo de la dinámica que
en aquélla se estructurase en un momento determinado.
En resumen, la PC es también un proceso que conduce a intervenir en las
decisiones públicas, aun cuando éste no sea el fin que inicialmente movilice a la
comunidad. Se podría decir que el motivo original que acciona a la comunidad es
la solución de un problema concreto, un fin reivindicativo, pero es precisamente a
través del proceso de reflexión estimulado por la participación de la comunidad
redefine sus necesidades iniciales y las formas de satisfacción. Estas nuevas
construcciones que están matizadas por la especificidad de sus valores, no
corresponden a la concepción general, en serie, que el estado imprime a sus
políticas y programas. De allí que, en relación con las agencias decisoras, la
comunidad debe gestionar los cambios necesarios para aquéllos. Así, la
participación ofrece la oportunidad para que lo alterno de su visión pueda
realizarse. La siguiente cita es elocuente al respecto:
Mira, es que la participación no es pura cuestión reivindicativa..., así comienza...,
¿qué crees tú que uno... que la gente no piensa?
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Mira, la gente habla, discute, hace reuniones, discuten en las familias y hasta los
chamos dan su opinión, este..., se discute de todo: que si el problema es la
inseguridad, que si la celebración del día de las madres... Mira ¿tú crees que si
nosotros no hubiéramos discutido, pensado y luchado por nuestras cosas
tendríamos Casalta? No, seguramente estaríamos en una barraca como
damnificados que es lo que el gobierno nos ofrecía... y que temporalmente. Está lo
reivindicativo, pero lo otro, la reflexión viene también, eso es la participación
(entrevistado de Casalta) . Finalmente, se ha insistido en varias de las definiciones
que la participación y la PC suponen la intervención en la toma de decisiones,
pero aún no se ha definido lo que se entiende como tal.
Tanto en la primera revisión de la teoría de las decisiones que se hace en la
literatura psicológica en 1954 por Edwards (1967), hasta su conceptualización
actual en el campo de la gerencia, el concepto de toma de decisiones es
entendido como el proceso mediante el cual se escogen alternativas deseables
para enfrentar una situación o resolver un problema. Esto implica identificar lo que
necesita hacerse, desarrollar criterios para formular cursos de acción, evaluar las
alternativas existentes respecto a esos criterios e identificar los riesgos que se
toman al seleccionar algunas de ellas (Kepner y Tregoe, 1990).
De acuerdo con esta definición de toma de decisiones, la participación representa
entonces un cuestionamiento a los agentes decisores, bien sea porque las
opciones que ofrecen no cumplen los requisitos que la comunidad define o bien
porque desconfían desde un inicio en su competencia para tomar en cuenta los
valores del grupo al momento de la elección de la decisión.
La participación aparece además muy relacionada con el concepto de
fortalecimiento (Empowerment), con el cual algunas veces se confunde.