1. Barriendo heridas
Es un cuento y (como cuento que es) todo es imaginario, un relato
para cambiar la realidad por un instante.
Estos tiempos corren inciertos con dudas -muchas dudas- y sin saber
todavía cómo prevenir muertes y contagios, y cómo seguir con
nuestra vida de antes.
Aquella vida donde los abrazos, los
gestos de acercamiento y los besos
eran nuestro motor, ahora paralizado;
un motor gripado que habrá que
sustituir por otro o bien inventar
alguna otra máquina similar.
Volvamos para atrás…
No uno ni dos años… Retrocedamos treinta y cinco, una época donde
hubo otra epidemia, que barrió vidas rápida y fríamente -al igual que se
barre el patio de nuestra casa- como si fuese la cosa más natural. Vidas
que se fueron de la noche a la mañana sin saber el porqué. Sucumbían
drogadictos, homosexuales y prostitutas, personas que se iban y
continuaban yéndose en silencio y sin hacer ruido, nada de ruido…
No hubo tanto revuelo, tanta preocupación, se tapó la realidad. Nadie fue
consciente de la verdadera enfermedad por la cual tanta gente moría. La
2. sociedad, en general, no sintió ninguna pena y mucha gente se quedó
más tranquila, incluso lo vivió aliviada por no encontrarse en ese grupo;
un grupo que, como muchos pensaban, “se merecía ese final”.
Personas estigmatizadas, difamadas y calumniadas… Primero en sus
trabajos, después, en sus relaciones de parejas, ultrajados y
desacreditados. Sus familiares no debían ni podían hablar; en caso de
hacerlo serían señalados y sufrirían el mismo acoso y derribo que ellos.
Pasaron los meses, los años y esa realidad no cambió. La enfermedad del
silencio” siguió estando oculta; si no se nombraba, no existía. ¡Qué lejos
de la realidad! ¡Qué poco acierto en ello! Todos
sabemos que los silencios pueden carcomer, pudrir,
corroer o consumir cualquier superficie hasta llegar
al alma y doblegar cualquier voluntad.
Personas que aprendieron a esconderse y a
ocultarse detrás de las ventanas, a refugiarse en sus
casas y a encerrarse tras las puertas para intentar
desaparecer, refugiarse de tanto daño y de tanto
adjetivo dañino.
Años después, bastantes años después, se lograron
grandes avances científicos. Sin embargo, no hubo
tanta suerte en el comportamiento de la sociedad.
Esto –ya lo sabemos- es más lento de trabajar. Es
3. muy complicado cambiar los comportamientos ya adquiridos y empatizar
y entender al otro.
Hoy, gracias al VIH y sus investigaciones, esos avances científicos han
servido para conocer antes las debilidades del CoVid19. No son
enfermedades iguales, pero sí parecidas. Ambas trabajan para minar y
atacar el sistema inmunológico de las personas. Ambas devoran el
sistema respiratorio, con tal facilidad que asusta.
Ahora vamos a imaginar, porque la mente es
libre…
Mañana, dentro de poco ¡por fin! la vacuna del
CoVid19 o, al menos, un antiviral que ayude a
aminorar sus consecuencias, suavizar los síntomas y o paliar la
enfermedad.
Además, empezaremos a oír, a escuchar, que la llave maestra puede estar
en manos de los llamados “supervivientes del VIH”y los recién
diagnosticados.
Personas a quienes su propio cuerpo -su sistema inmunológico- ha
creado una sustancia para cortar el virus y ayudar a que éste sea menos
virulento.
Sigamos imaginando, porque la mente es libre…
Esta buena noticia poco a poco se convierte en una realidad y, de repente,
la televisión, la prensa y todos los medios empiezan a hablar de nuevo de
4. aquellas personas a quienes no trataron bien en el pasado. Ya en esos
tiempos sintieron y sufrieron los bulos que hoy día están tan de
actualidad.
De nuevo, se vuelve a escuchar el nombre de aquellas personas
estigmatizadas, difamadas y calumniadas que vivieron esos días oscuros.
Les piden que salgan del anonimato;
toda la sociedad les implora que
ayuden porque tienen la llave
maestra. Sin dudar, aquellas personas
que “se merecían ese final”dejan de ocultarse y vuelven a la calle como
guerreros.
Su arma más poderosa es saber adaptarse a los
cambios, transformarse y ayudar con la eterna
esperanza de poder romper esos muros de silencio,
muros que no son fáciles de destruir.
Se empiezan a sentir útiles, un elemento esencial
para ver la luz al final del túnel, queridos y
comprendidos; una herramienta esencial para seguir respirando con
gratitud.
Saben que la vida da muchas vueltas, saben que es bueno intentar
ponerse en la piel del otro, saben que la vida es larga y cambiamos de
posiciones en el tablero de manera más frecuente de lo que pensamos.
Hoy pueden soñar con un mundo mejor y más justo.
5. Y colorín y colorado este cuento se ha acabado, porque debo abrir las
puertas y ventanas que llevan muchos años cerradas.
Almudena García Grande.
Abril 2020