AFICHE EL MANIERISMO HISTORIA DE LA ARQUITECTURA II
"El misterio blanco", por Pedro de la Fuente Serrano
1. El misterio blanco
por Pedro de la Fuente Serrano
Martes. Sonó el despertador, eran las ocho. Las mañanas de los últimos quince
años eran siempre iguales, así que durante esos primeros diez minutos actuaba
como un robot, todo automático. Una primera visita al cuarto de baño, cocina,
desayuno y vuelta al cuarto de baño. Y todo listo para salir a la calle a ver qué
deparaba el día.
Se cruzó en la calle con su vecina, y fue la que se lo dijo. "Límpiate, un pájaro, ahí,
por encima de la oreja, en el pelo". Rápidamente, con un pañuelo de papel, se
limpió. ¡Vaya manera de empezar aquel martes!
Miércoles. La semana se hacía eterna y cada vez parecía que el despertador sonara
más temprano. Pero no, todo igual. Algo llovía al salir, así que directamente fue
abriendo el paraguas conforme iba saliendo a la calle. Corrió hasta el coche, le daba
igual los salpicones que provocaban los pisotones en las charcas que se iban
formando.
Entró, se abrochó el cinturón de seguridad, adaptó el espejo retrovisor y lo vio. Ahí
estaba, por encima de su oreja, en el pelo. Dos días seguidos, imposible. Además,
hoy estaba lloviendo, y bajo el paraguas. ¿Dónde estaba ese pájaro? No podía ser
de un pájaro.
Jueves. El maldito despertador parecía sonar cada vez más alto. Hizo todo como de
costumbre y, efectivamente, diez minutos y en la calle.
"Imposible", se dijo a sí mismo, "¡otra vez!". Al pasar por el escaparate de la tienda
de ropa se lo vio. Por encima de la oreja, en el pelo. Y se lo quitó con la mano, no
tenía ningún pañuelo. Era una sustancia difícil de explicar, blanca, en apariencia
viscosa pero reseca. Llegó a la conclusión de que no podía ser el regalo de un
pájaro, pero no entendía de dónde provenía.
Por la noche, antes de acostarse se miró al espejo. Nada, limpio.
Y viernes. Como siempre, avisado por el despertador se levantó. En la primera
visita al cuarto de baño se revisó el pelo, todo bien. Esta vez no se le escapaba una
explicación, eso sí, siempre y cuando volviera la dichosa mancha en el pelo.
Llegó a la cocina, echó la leche en un vaso y la calentó en el microondas. Un
minuto, le añadió el cacao, y con dos madalenas se dio por desayunado. Nervioso
se apresuró de nuevo al cuarto de baño. Miró en el espejo. Nada de nada, ni rastro
de aquello blanco en el pelo.
Siguió con lo de siempre, terminar de acicalarse y lavarse los dientes. Pilló su
cepillo, le echó la pasta y, como siempre, se dio un primer enjuague de boca.
Y apareció, ahí estaba aquella sustancia, en el pelo, por encima de la oreja.
Entonces lo vio claro. "¡Es la última vez que bebo agua directamente del grifo con el
cepillo de dientes en la mano!".
Sí, fin.