Un hombre y una mujer se encuentran en la playa a las 8:30 pm y comparten un abrazo espontáneo. Comparten una cena romántica iluminada por velas donde cruzan miradas cómplices y risas mientras la adrenalina recorre sus cuerpos. Intercambian caricias y miradas insinuantes que los guían a un beso apasionado donde exploran nuevos límites de la pasión. El autor concluye que enamorarse ha sido la experiencia más bella de su vida.

1. Canción para un amor que será
Un abrazo espontáneo de nuestros cuerpos a unos cuantos pasos del mar pasadas las ocho y
treinta de la noche, hora que marcaba el reloj, tiempo que se reflejaba en las estrellas.
Un abrazo entre dos almas, compañeras en tantas vidas pasadas, que reconocen la esencia de
la otra a dimensiones de distancia, en planos diferentes.
Almas fundidas en un cálido encuentro, una cita a la luz de las velas, familiares aromas de la
comida se mezclan con el aroma de las flores que adornan la mesa elegida de esta romántica
velada.
Miradas cómplices se cruzan, risas entre dientes se sueltan, y la adrenalina recorre poco a
poco cada rincón de nuestros cuerpos.
Las primeras caricias se hacen notar, dejando la piel de gallina en cada centímetro recorrido.
Miradas insinuantes como mensajes escondidos entre frases sin sentido, alumbran el camino
hacia el tan ansiado momento.
Me acerco hacia ella suavemente, ella hace una sutil mueca con sus labios, y antes de que
pueda advertir lo que está ocurriendo, nuestros labios se acarician entre sí creando un
intercambio energético que nos ata el uno al otro, el calor se concentra, mientras la pasión de
ambos explora nuevos límites.
No sé ustedes, pero para mí…enamorarme ha sido la experiencia más bella de mi vida.
Mauricio Nicolás Vega