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   VIII. DIOS TAMBIÉN ESTABA ALLÁ: Exilio en Babilonia.

Introducción
En este octavo bloque temático usted descubrirá que Dios siempre fue fiel a su pueblo, a pesar de que,
como todos los pueblos, tuvo altibajos y vivió momentos de crisis y falta de identidad. Uno de los
períodos más difíciles y dolorosos fue el exilio, cuando Jerusalén y el Templo fueron destruidos, el
pueblo perdió la tierra y fue deportado. Los cinco temas de este bloque temático abordan ese período de
la historia bíblica, que trajo tanto sufrimiento, pero que también fue motivo de renovación y retoma de
la fidelidad a Dios.

El primer tema el “Migrante y exiliado, el pueblo sufre de nostalgia de Dios”, y muestra por qué y
cómo la población del reino del Sur fue llevada a Babilonia y lo que aconteció en la vida de los
exiliados, sin el Templo y sin liturgia.

“En la angustia por la destrucción surge la esperanza de sobrevivir en la tierra”, es el segundo tema.
Aborda la experiencia que tuvieron los que permanecieron en la tierra del reino del Sur. Ellos
percibieron que lo esencial para poder sobrevivir en un momento tan difícil era la fidelidad a Dios por
medio de la herencia recibida de los antepasados. Así, se formaron comunidades en las sinagogas
alrededor del libro de la Torá, que en parte sustituyeron al Templo destruido.

“Identidad de Israel: el amor a la Torá de Moisés”, es el tercer tema, que estudia el período del exilio
no sólo en Babilonia. Si los exiliados sufrían por la distancia de Jerusalén, los que se quedaron sufrían
aún más por ver las ruinas de todo lo que tenían como sagrado. Pero, tanto en un lugar como en el otro,
consiguieron descubrir que Dios no los abandonó.

El cuarto tema, “La Biblia nació de una mirada iluminada sobre la historia”, presenta los libros bíblicos
que fueron escritos durante el período del exilio. Con la ayuda de los profetas y de sus líderes, el
pueblo dejó de mirar hacia atrás y comenzó a repensar toda la historia de su fe, desde el tiempo de los
primeros patriarcas y matriarcas. De esa mirada reflexiva nacieron los escritos de la Biblia.

La esperanza de los exiliados es retratada en el quinto tema, “Dios hará de las ruinas un jardín; escritos
del exilio en Babilonia”. Ellos, animados por los profetas, tenían la certeza de que Dios no sería
insensible a su esfuerzo de fidelidad y los reuniría nuevamente en Jerusalén, como un pueblo renovado.

Entre frustraciones y esperanzas, incredulidad y fidelidad, el pueblo del Sur vive su amarga experiencia
de exilio y se afirma en la identidad de pueblo guardián de la fe y de los escritos de la Biblia.


8.1 MIGRANTE Y EXILIADO: EL PUEBLO SUFRE DE NOSTALGIA DE DIOS

Todo cambio causa una cierta inseguridad. Lo nuevo asusta. No se sabe lo que sucederá. ¿Cómo se
sientes las personas, familias y pueblos enteros obligados a dejar sus tierras, sea por la necesidad de
supervivencia, sea por haber sido despojados muchas veces por la opresión y por la injusticia de los
poderosos de ayer y de hoy?

Retomando el camino hecho
Con el exilio en Babilonia concluyó el período de la monarquía en Israel. Hubo un tiempo en que la
monarquía se extendía sobre las doce tribus de Israel. Este período es conocido como Monarquía Unida
bajo los reyes de Saúl, David y Salomón. Duró casi un siglo, de 1030 a 931 a. C. Después de la muerte
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de Salomón, el reino de Israel, al norte, formado por diez tribus, tuvo sucesivamente tres ciudades
como capitales: Siquén, Tirsá y Samaria. Duró poco más de dos siglos y terminó con la invasión de
Asiria en 722 a. C.

El reino de Judá duró de 931 a 587/6 a. C. Tenía su sede en Jerusalén. Estaba formado por apenas dos
tribus: Judá, Simeón y parte del territorio de la tribu de Benjamín. Era conocido como reino de Judá
absorbió a las demás. Este reino era menor que el de Israel, pero duró casi tres siglos y medio. Terminó
en 587/6 a. C. bajo el dominio de Babilonia. La experiencia del exilio por el reino del Sur fue más
fuerte y determinante que la experiencia similar vivida, mucho antes, por Israel, el reino del Norte. La
experiencia de la dispersión de los israelitas por el imperio asirio acabó perdiéndose, pero la
experiencia del exilio en Babilonia fue conservada en la memoria del pueblo de Judá hasta hoy, por
medio de sus escritos.

Muchas fueron las causas de las exilios del pueblo de Israel en el transcurso de su historia: el clima, la
posición geográfica, la expansión territorial de los pueblos vecinos, el servicio militar, la búsqueda de
mejores condiciones económicas, la persecución, entre otras. El clima obligó muchas veces al pueblo a
salir de su tierra en busca de mejores condiciones de vida, sobre todo durante las épocas de hambre (Gn
12, 10; Rt 1, 1.6). La posición geográfica de Israel -como corredor de paso- favorecía el intercambio
con otros pueblos y continentes (Ex. 3, 8). Con la expansión territorial, los imperios vecinos ejercieron
sucesivamente su dominio político sobre la región de Canaán: Asiria (722-605), Babilonia (605-538),
el período que nos interesa, Persia (538-333), Grecia (333-305), los Lágidas de Egipto (305-198), los
Seléucidas de Siria (198-63) y, finalmente, Roma (63 a.C. a 135 d.C.). Todos estos imperios expulsaron
y deportaron parte de la población. El servicio militar obligatorio como mercenarios era exigido por los
imperios extranjeros. De algunos recibían como recompensa favores y tierras en su territorio. Por
ejemplo, la colonia Elefantina, en Egipto, pertenecía a militares judíos jubilados. La búsqueda de
mejores condiciones económicas en otros países. Muchas familias consiguieron, de esta manera, una
buena posición económica. Finalmente, la persecución religiosa, sobre todo en el período de los
Seléucidas, llevó a muchos israelitas a salir de su tierra.

El exilio espontáneo o forzado es una experiencia que marca no sólo a Israel, sino a gran parte de la
población de todos lo pueblos y tiempos en contextos similares. ¿Se ha vivido o se vive una realidad
similar en Colombia? ¿Las personas que viven cerca de usted, han vivido toda su vida allí o provienen
de otros lugares? ¿Por qué se han desplazado de un lugar a otro? ¿Es producto de conflicto armado
interno, del narcotráfico, la extorsión, la persecución? ¿Cuál es el número de personas desplazadas en
Colombia hasta la fecha? ¿Cuál es la realidad que viven las personas desplazadas, las que viven estos
exilios forzados? ¿Cuántas personas colombianas han tenido que abandonar su país? ¿Realmente el
gobierno se preocupa por las personas que emigran dentro y fuera del país? ¿Cuál ha sido la actitud y
actuación de la Iglesia Católica ante esta realidad? ¿Sabía usted que sólo el año pasado, 2008, entraron
cerca de 40,000 personas desplazadas a la ciudad de Bogotá? ¿Encontrarán las condiciones para una
vida digna en dicha ciudad? ¿Cuál es la lectura que desde la fe cristiana se hace respecto a esta realidad
de los desplazados forzados?

La experiencia del exilio marcó al pueblo de Israel y continúa marcando al pueblo de hoy como forma
de violencia que desarraiga a las personas de su contexto y las traspone en una realidad desconocida y
no menos desafiante. Veamos cómo el pueblo de la Biblia enfrentó y sobrevivió a la experiencia del
exilio.
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La potencia babilónica destruye el reino de Judá
Después de Asiria, Babilonia comenzó a destacarse en el escenario internacional. Ya en 597 a.C.,
Nabucodonosor sitió a Jerusalén, la capital del reino de Judá, y la tomó el 16 de marzo del mismo año.
Apresó al rey Jeconías, sus familiares y toda la corte. Además de ellos, deportó a Babilonia a todos los
herreros y artesanos y dejó en Judá sólo la población más pobre. Saqueó el Templo de Jerusalén y el
palacio real (2 Re 24, 10-17) y se llevó los utensilios sagrados. Sustituyó al rey Jeconías por su tío
Matanías, cuyo nombre cambió por el de Sedecías.

Había en Judá una gran división interna donde, de los diversos partidos, unos estaban a favor de Egipto
(2 Re 23, 31; Jr 37, 6-7) y otros de Babilonia (2 Re 24, 17; Jr 38, 19; 19, 11-12). Sedecías y el profeta
Jeremías se pusieron a favor de Babilonia. Jeremías tenía conciencia de que el pueblo no podía morir,
porque tenía una misión por cumplir. Sedecías y el profeta Jeremías se pusieron a favor de Babilonia.
Jeremías tenía conciencia de que el pueblo no podía morir, porque tenía una misión por cumplir. Por
esto, pedía al pueblo que no hiciese resistencia (Jr 27, 10-12). Esto no quería decir que Jeremías
aprobase la política de Babilonia, pues también ella un día sería subyugada (Jr 27, 7), sino que quería
impedir un mal mayor, el exterminio del pueblo. Además de esto, en la memoria de todos se
conservaban dos traumas: la destrucción de Samaría, en 722, que intentó resistir a Asiria pero fue
aniquilada y nunca más se rehizo (2 Re 17, 5-6), y la muerte del rey Josías, en 609 a.C., al oponerse al
paso del ejército egipcio por su territorio (2 Re 23, 29-30). Ante estos dos hechos, el pueblo quedó
desorientado, sin saber qué posición tomar (Jr 26, 11.16.24).

E incluso cuando Sedecías, el último rey de Judá, adoptó la línea babilónica, no tenía seguridad de sus
actos. En diversos momentos consultó a Jeremías para saber lo que debía hacer (Jr 37-38). Justamente
por ser indeciso salvó la vida del profeta. Por otra parte, era incapaz de impedir que fuese hecho algún
mal a Jeremías y ni él mismo consiguió convencer a los grupos divididos de adoptar su opción política.
Insatisfecho con la sumisión a Babilonia, formó una coalición antibabilónica instigado por Egipto, que
deseaba alcanzar Asia. El plan no tuvo éxito. Sedecías temió una represión mayor y, antes de que
Babilonia llegase a exigir sus derechos, envió una embajada al rey para renovar su sumisión (Jr 29,
3-25).

No se demoró mucho Sedecías, incluso en rebeldía contra los consejos de Jeremías, para iniciar una
segunda tentativa de coalición antibabilónica con Egipto y los países vecinos de Tiro, Amón y Edom
(Ez 17, 12-18; 21, 24-25). Otra vez el plan no tuvo éxito. El ejército de Babilonia cercó a Jerusalén en
587 y la invadió antes de que llegase apoyo de Egipto. Sedecías fue derrotado en las proximidades de
Jerusalén. La ciudad, las murallas y las fortalezas fueron destruidas y saqueadas. El Templo fue
incendiado y la misma suerte tuvieron muchas localidades de Judá.

Sedecías intentó huir con su familia, pero fue capturado (Jr 39, 1-7; 52, 6-11; 2 Re 25, 3-7). Sus
familiares fueron muertos y él fue cegado y llevado a Babilonia, donde desapareció. Con el rey fue
deportado un pequeño grupo, mucho menor del de 597, pues muchos habían muerto en combate, otros
de hambre o por la peste y un gran número había sido decapitado. Alrededor de 582 el profeta Jeremías
se refiere a otra deportación de la cual tenemos conocimiento por medio de su libro (Jr 52, 30).

La política de Babilonia era menos violenta que la de Asiria
Toda forma de dominación atenta contra la dignidad y la libertad humanas. Pero existen algunos
métodos que son más violentos que otros. Babilonia, con relación a Asiria, fue menos violenta con los
países que dominaba1.
1
     Documentos de cronistas asirios revelan la práctica de torturas como desolladura en vida, empalamiento, amputación de orejas, de la 
    nariz, de los órganos genitales y aprisionamiento de las víctimas mutiladas en jaulas en las ciudades que aun no se habían rendido. La 
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Asiria imponía severas sanciones a los países vasallos, y variaban según las faltas. En la primera
rebelión, el castigo era hecho con el aumento de tributos. En el caso de una nueva tentativa de rebelión,
los asirios intervenían con la fuerza militar. En la tercera tentativa, el soberano local era depuesto y
substituido por un gobernador asirio. Se deportaba un número elevado de la población nativa para
evitar nuevos focos de rebeliones. Los deportados eran esparcidos por las ciudades del imperio y otros
pueblos eran traídos al territorio. Esto fue lo que sucedió con los israelitas del reino del Norte (2 Re 17,
24).

Los babilonios, al contrario de los asirios, nombraron en lugar del rey Sedecías un gobernador de la
nobleza local de Judá llamado Godolías. Él fue constituido gobernador de la provincia de Judá (2 Re
25, 22; Jr 40, 7 ss.).

¿Y Jeremías? Las informaciones respecto a su suerte no coinciden. Las narraciones presentan
inconsistencias, pues en su libro, en 39, 14, Jeremías es liberado en Jerusalén “del patio de la guardia”
y en seguida, en 41, 1, aparece nuevamente entre los prisioneros en la ciudad de Ramá que estaban
siendo llevados para el cautiverio en Babilonia. Según las informaciones de Je 39, 11-12, le fue dada la
posibilidad de escoger entre quedarse en Judá o ir a Babilonia. Él escogió la permanencia junto a
Godolías, el gobernador de la región, y vivió con él en Mispá (Jr 40, 6). Con la muerte de Godolías la
situación empeoró. El texto no deja claro cuál fue el paradero de Jeremías. La tradición nos informa
que habría sido llevado a Egipto, donde terminó su vida.




   Biblia no hace referencia a esas torturas porque los exiliados del reino de Israel no conservaron por escrito  la memoria de la 
   experiencia de su exilio. O tal vez no ha llegado hasta nosotros.
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2. EN LA ANGUSTIA DE LA DESTRUCCIÓN SURGE LA ESPERANZA DE SOBREVIVIR EN
LA TIERRA

El, autor del libro de Lamentaciones describe así la situación de Judá después de la destrucción:
"¡Qué solitaria ha quedado la ciudad populosa! Se ha convertido en una viuda la que era grande
entre las naciones. La princesa de las provincias ha sido reducida a esclavitud. Llora sin cesar por la
noche y las lágrimas bañan sus mejillas. Ninguno de sus amantes puede consolarla. La han
traicionado todos sus amigos, y ya son sus enemigos. Humillada y oprimida, Judá se encamina al
destierro; habita entre las naciones sin encontrar tranquilidad; todos sus perseguidores la ponen en
peligro"        (Lm 1,1-3).

La esperanza de sobrevivir en la tierra
La situación vivida por el pueblo durante el sitio de Jerusalén y después de la caída de la ciudad y de la
destrucción del Templo fue terrible: falta de comida (Lm 1,11); canibalismo (Lm 2,20; 4,10);
sufrimiento de los niños (Lm2,11-12.19); violación de las mujeres (Lm 5,11 ); asesinato de sacerdotes
y profetas (Lm 2,6.14); ahorcamiento de hombres respetables (Lm 5,12); imposición de trabajos
forzados y de impuestos por parte del imperio babilónico: "Nuestra herencia ha
pasado a extranjeros, nuestras casas a desconocidos. Somos huérfanos, sin padre; y nuestras madres
son como viudas. Tenemos que pagar el agua que bebemos nuestra leña la tenemos que comprar. Nos
persiguen, los tenemos encima; nos agotamos y no tenemos descanso" (Lm 5,2-5).
La destrucción no había perdonado ninguna ciudad importante de Judá. Las áreas que quedaron
desocupadas con la salida de los deportados fueron pobladas no sólo por la población campesina que
quedó en Judá sino también por los pueblos vecinos La región montañosa central de Judá fue ocupada
gradualmente por los édomitas, presionados por las tribus árabes, que sacaron la ventaja de la
desgracia y ocuparon la región del Negueb, saqueando las ciudades de Judá (Ez 25,12-14;Ab 19;Lm
4,21 ss; Sal 137,7).

Los sobrevivientes comenzaron lentamente a poblar y reconstruir las ciudades. Los asentamientos
Judaicos se concentraron en las regiones periféricas y en algunas distantes, causando probablemente la
separación de Judá después de la primera deportación en 597 A.C; Los nombres de esas ciudades
fueron conservados en la lista del "resto de Israel", en el libro de Nehemías (Ne 11,20.25-36). Él cita,
de hecho, muchas localidades situadas en las regiones de Benjamín, del Negueb y de Sefelá, fuera del
territorio de Judá.

Godolías inició su gobierno con un programa de reconstrucción, invitando a los sobrevivientes de la
catástrofe a repoblar las ciudades y a retomar las actividades cotidianas. . Para eso distribuyó las tierras
de los deportados entre los moradores de la ciudad y del campo. Creó así una pequeña clase de
propietarios locales, cuyo derecho no se fundamentaba en la herencia ni en la compra, sino en la orden
dada por el emperador de Babilonia. Ese acto fue considerado válido y digno de fe y suscitó esperanzas
en el pueblo. Sin embargo, la situación fue muy difícil para los que permanecieron en Judá, pues todos
los días las ruinas de los lugares sagrados estaban ante sus ojos.

Godolías estaba apenas en el inicio de su gobierno cuando fue muerto a traición en Mispá (2R 25,25; Jr
40-44). Con su muerte la situación se volvió más difícil aún y la pobreza mayor. Sobrevivir en ese
contexto era muy penoso. Con miedo de una represión mayor. Muchas familias judías huyeron a
Egipto. Se refugiaron predominantemente en la colonia de Elefantina (o Yeb). Hay quien les atribuye
su fundación, habiendo sido transformada posteriormente en colonia militar dé judíos jubilados.
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Jeremías también huyó a Egipto (Jr 42), donde probablemente concluyó sus días (2R 25,22-26;
Jr40-44).

De la crisis de fe a una vida nueva

El pueblo vivió una gran crisis de fe. Ante los acontecimientos tuvo actitudes diferentes: oró como
rebelión contra Dios; oró en reconocimiento de su culpa y, oró pidiendo ayuda. El primer sentimiento
que invadió al pueblo fue de revuelta contra Dios, como si Él fuese el responsable de la desgracia: "El
Señor decidió destruir el muro de la hija de Sión: extendió la plomada, no retiró su mano destructora;
enlutó baluarte y muro: juntos se desmoronaron... El Señor realizó su designio, ejecutó su palabra
decretada desde los días antiguos; destruyó sin piedad; hizo al enemigo alegrarse a tu costa, exaltó el
vigor de tus adversarios" (Lm 2,8.17).

La desesperación del pueblo era tan grande que llegó a sentirse con el derecho de llamar la atención de
Dios: "Mira, Señor, y considera que jamás trataste a nadie así. ¡Las madres se comen el fruto de sus
entrañas, los hijos que antes cuidaban! ¡Sacerdotes y profetas han sido degollados en el santuario del
Señor!" (Lm 2,20). Pasado el impacto inicial otro sentimiento invadió el corazón del pueblo, no más de
revuelta contra Dios por la destrucción, sino de reconocimiento de la culpa del propio pueblo. Éste
evaluó la desgracia como consecuencia de su infidelidad a Dios: "Elevemos sinceramente nuestra
oración al Dios del cielo. Nosotros nos rebelamos y pecamos, pero tú nos perdonaste... Nuestros
antepasados pecaron, y ya no existen, pero nosotros cargamos con sus culpas. La culpa fue de sus
profetas que pecaron y de sus sacerdotes que hicieron el mal, derramando sangre inocente en medio de
ella (Jerusalén)" (Lm 3,41ss; 5,7;4,13).

Pero el pueblo recobró sus fuerzas y renovó la confianza en Dios. El pueblo podía estar derrotado, pero
Dios no, que continuaba inconmovible en su trono. Si Dios continuaba firme, el pueblo podía confiar
en su poder. Él podía hacer brotar la vida en un contexto de muerte: "Pero tú, Señor, permaneces para
siempre; tu reinado dura eternamente. ¿Por qué nos olvidas para siempre, por qué nos abandonas de por
vida?" (Lm 5,19-20). El pueblo recobró el ánimo y renovó su fe: "El Señor es bueno para quien confía
en Él, para aquel que lo busca. Es bueno esperar en silencio la salvación del Señor" (Lm 3,25ss).

La fe pura en el Dios de Israel no murió. El lugar donde estuvo el Templo continuó siendo un sitio
sagrado y en el que se ofrecían sacrificios, según la afirmación de Jeremías (Jr 41,4-5). Después de la
destrucción del año 70 d.C., parte de los muros del Templo quedaron en pie y continúa hasta hoy, como
"El Muro de las Lamentaciones", lugar de oraciones y de peregrinación (IR 8,33). De acuerdo con el
profeta Zacarías, estos ritos debían ser observados cuatro veces al año: en el cuarto mes (junio/ julio)
por causa de la conquista de Jerusalén; en el quinto mes (Julio / agosto) por causa del incendio del
Templo; en el séptimo mes (septiembre/octubre) por causa del asesinato de Godolías; en el décimo mes
(diciembre/enero) por causa del cerco de Jerusalén (Zc 8,19; cf 2R 25,1.8-9.25). El pueblo imprimió en
sus acontecimientos históricos un carácter religioso y celebrativo.

El "resto" elegido: un brote en el tronco seco

Inicialmente la idea del "resto de Israel" estaba ligada a las invasiones de otros pueblos, cuyas
consecuencias destructivas podrían ser fatales, pues ninguno sobreviviría a la desgracia. Era el miedo a
la desaparición total. Así mismo, en algunos profetas aparece la convicción de que un "resto" se salvará
de la catástrofe, porque Dios ama a su pueblo (Is 4,3). Creían que Dios no permitiría su completa
destrucción; como ya aparece en el siglo VIII en Amós (Am 3,12)13,. A partir de ese "resto,” la nación
podría reencontrar la propia supervivencia, porque la destrucción no llegaría a toda la casa de Jacob
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(Am 9,8-10). Un grupo allí que fuese de proporciones reducidas, purificado y de ahora en adelante fiel,
sería la simiente de un pueblo nuevo (Am 5,15). De ese resto nacería una nación fuerte y poderosa.
Después de la destrucción del reino de Judá en 587, nació la conciencia de ser ellos el resto que fue
disperso por Dios entre las naciones: "... no somos más que un resto en medio de las naciones donde
nos dispersaste" (Ba 2,13; cf. Ez 12,16). Y en ese contexto, fuera y distante de su tierra, Israel se
convertirá y "los sobrevivientes se acordarán de mí en medio de las naciones adonde sean llevados
cautivos, cuando yo restaure su corazón adúltero que se apartó de mí, y sus ojos adúlteros que se fueron
detrás de sus ídolos. Tendrán asco de sí mismos las maldades y abominaciones que cometieron. Y
sabrán que yo, el Señor, no los amenacé en vano" (Ez 6,9-10). Dios reunirá ese resto purificado para la
restauración mesiánica: "Yo mismo reuniré el resto de mis ovejas de todos los países por donde las
dispersé..., suscitaré a David un retoño legítimo, que reinará con sabiduría, que practicará el derecho y
la justicia en esta tierra. En sus días se salvará Judá e Israel vivirá en paz... "(Jr 23,3.5-6).

Pero después del exilio el "resto" será nuevamente infiel y será nuevamente diezmado y purificado,
como lo expresa bien el profeta Zacarías: "Y acontecerá en toda la tierra -oráculo del Señor- que dos
tercios serán exterminados y que otro tercio será dejado. Haré a ese tercio entrar en el fuego, lo
purificaré como se purifica la plata, lo probaré como se prueba el oro. Él invocará mi nombre y yo le
responderé; diré: '¡Es mi pueblo!'. Y él dirá: “¡El Señor es mi Dios!” (Zc 13,8-9)15. De ese resto fiel
nacerá el rey Mesías o Emmanuel comparado con una piedra angular (Is 28,16¬17)16 Y con el brote o
retoño de un pueblo santo (Is 6,1'3, 11,1.10). La comunidad cristiana retorna a esa misma idea y relee a
Jesucristo como ese "Retoño" del nuevo y santificado Israel (Mt 1,6.16).
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                                     5
3. LA IDENTIDAD DE ISRAEL: EL AMOR A LA TORÁ DE MOISÉS

Los exiliados de ayer y de hoy reviven, fuera de su tierra, la nostalgia de la tierra, de las costumbres, de
la fe que los unía. “Junto a los ríos de Babilonia nos sentábamos a llorar acordándonos de Sión; en los
sauces de la orilla colgábamos nuestras cítaras. Los que allí nos deportaron nos pedían canciones, y
nuestros opresores, alegría: “¡Canten para nosotros una “canción de Sión!” ¿Cómo cantar una canción
al Señor en tierra extranjera? Si me olvido de ti, Jerusalén, que se me seque la mano derecha... " (Sal
137,1-5)

El pueblo de Dios prosperó y creció, aun en el exilio

El exilio en Babilonia dejó marcas no sólo en el pueblo que quedó en la tierra de Judá, sino también en
los que fueron deportados. Los que se quedaron tenían la realidad de la destrucción ante sus ojos. Los
que fueron deportados cargaron consigo las imágenes de la ciudad destruida, del pueblo disperso y
masacrado, del culto deshecho. Estaban lejos de su tierra, sin Templo, sin culto y sin sus dirigentes.
Muchos sueños construidos a lo largo de los años fueron deshechos.

La solución era entrar en el nuevo ritmo de vida, pues todavía tenían suerte. Los babilonios no
dispersaron a los exiliados, como hicieron los asirios. Fueron asentados en núcleos en las proximidades
del río Quebar, en las ciudades de Neppur, Susa, Uruk y otras (Ez 1,lss; Ne 7,61). Algunos debieron
vivir en régimen de servidumbre (Is 42,22), y gran parte de ellos fue asentada en comunidades
agrícolas (Ez 3,24; 33,30). Esto favoreció la conservación del patrimonio espiritual, religioso y cultural.
Podían hablar su propia lengua, observar sus costumbres y sus prácticas religiosas. Poco a poco fueron
aculturándose, adoptaron nombres, el calendario y la lengua de Babilonia (el arameo). Podían
libremente reunirse, comprar tierras, construir casas y comunicarse con Judá, su patria (Jr 29,5).

No sufrieron la misma suerte de sus hermanos del reino del Norte en el plano ético y político, que
fueron totalmente asimilados por los pueblos entre los cuales fueron dispersados. En realidad, en
Babilonia consiguieron una cierta prosperidad económica en un tiempo relativamente corto, la cual fue
comprobada por las pesquisas arqueológicas mediante documentos descubiertos en la ciudad de
Neppur. Son documentos de bancos, casas de comercio, contratos de compra y venta, contratos
matrimoniales en los cuales aparecen muchos nombres de origen hebraico. No hay indicios en esos
documentos de que los deportados de esa región hubiesen sido reducidos a esclavitud.

El profeta Ezequiel vivía entre los exiliados. Los ayudaba a superar las dificultades y a alimentar la
esperanza del retorno a la Tierra Prometida. En una de sus visiones llegó a describir una nueva
distribución de la tierra santa entre las doce tribus de Israel, en una convivencia de perfecta unidad (Ez
48, 1-29). La descripción de sus confines corresponde a los antiguos límites de la tierra de Canaán que
aparece en el libro de los Números (cf. Nm 34,1-12). Ezequiel añadió en esa descripción nombres
geográficos contemporáneos, incluyendo provincias de la Babilonia de su tiempo (Ez 47,13-23).
Incluso si los deportados tuvieron la posibilidad de reconstruir sus vidas, vivieron la experiencia del
exilio como una gran catástrofe.

La nostalgia de Dios alimentaba la fe y la esperanza

Con el exilio, el pueblo pensó que todas las promesas de Dios habían fallado: tierra, descendencia y un
gran nombre. Vivió una enorme crisis de Fe en el Señor, su Dios. El dios de Babilonia, Marduc, había
vencido al Dios de Israel, tenía más poder que él. Por eso, muchos exiliados se adhirieron a la religión
del Marduc., No sólo porque él había sido más poderoso, sino también porque podían obtener algunos
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privilegios de sus señores babilonios (Ez 14,1-11). Después de todo, las festividades religiosas
dedicadas a Marduc eran muy suntuosas, con liturgias y procesiones solemnes, que llevaban a los
exiliados a creer que, de hecho; el Señor había sido vencido junto con su pueblo. Sin embargo, había
los que permanecían fieles al Dios de Israel y el sentimiento y la sensación dominante que los afligía
era con respecto a la retribución individual y nacional, es decir, ¿Quién es el culpable de tanta
desgracia que cayó sobre nosotros? ¿Estamos pagando por nuestros pecados o los de nuestros
antepasados? ¿Estamos pagando por nuestros pecados individuales o colectivos? (Ez18,2; 23,32).

Ezequiel y el Segundo Isaías no ahorraron esfuerzos para que el pueblo mantuviera viva la fe en el Dios
de la Promesa y la esperanza de una restauración en la propia tierra: Por eso Ezequiel intentó presentar
un extenso programa de reconstrucción del Templo, del culto (Ez 40,46) y del propio Estado con sus
límites y con distribución de tierra (Ez 47,13-48,29). El jefe de la nueva tierra no sería más un rey, sino
un príncipe (Ez 48,21ss).
En el exilio reafirmaron la identidad israelita mediante algunas prácticas culturales y religiosas, como
la circuncisión, la observancia del sábado y de la ley mosaica. El referente no era más el Templo, sino
el Libro de la Ley, las escrituras sagradas. Ellas eran anunciadas principalmente por los profetas del
exilio, Ezequiel y el Segundo Isaías (Is 40-55). La "religión del Libro" fue tomando importancia cada
vez mayor en el exilio; en él surgieron muchos escritos y otros fueron reescritos. Los exiliados
mantuvieron viva la fe por las oraciones litúrgicas, oraciones y cánticos, aunque no consiguieron
olvidar a Sión (Sal 137). Conservaron la firme esperanza de retornar a ella, pues Dios la había
prometido a ellos, que se consideraban descendientes de Abrahán (Gn 12,7). Isaías vio el retorno del
exilio como un nuevo éxodo en cuyo desierto habría abundancia de agua y toda especie de plantas (Is
41,18-20).

La Torá de Moisés

Los exiliados, lejos de la tierra, buscaron solidificar su identidad por medio de algunas prácticas que ya
existían entre ellos antes del exilio y que perduran hasta hoy: la circuncisión, la observancia del sábado,
las normas alimenticias y, fundamentalmente, la lectura de la Ley de Moisés a Torá. Esos signos
externos los identificaban ante los otros pueblos.

- No más el culto, sino la Palabra

Antes del exilio eran los sacerdotes quienes congregaban al pueblo alrededor del culto en el Templo de
Jerusalén. Ahora, en el exilio, son principalmente los profetas Ezequiel y el Segundo Isaías los
referentes para el pueblo. Ezequiel gozaba de gran reputación (Ez 33,30ss; 14,1) Y reunía al pueblo
alrededor de la Palabra, en pequeños grupos en su casa (Ez 3,23-24; 8,1). Los profetas animaban a las
familias reflexionando con ellas sobre la Palabra de una forma libre y espontánea. Tal vez fuese en la
forma de círculos bíblicos, como sucede hoy en nuestras comunidades. Es muy probable que, de la
experiencia de reunirse en casas de familia, poco a poco el espacio quedó estrecho y surgió la
necesidad de reservar un lugar mayor y específico para las reuniones de la comunidad, lo que había
dado inicio a la sinagoga.

- Sinagoga: la casa de la asamblea del pueblo judío

La palabra sinagoga es de origen griego y significa "asamblea"; en hebreo Beit Knésset (casa de la
asamblea). No sabemos cuándo y dónde tuvo inicio la primera sinagoga judía. Algunos estudiosos
dicen que fue en el tiempo entre, el Edicto de Ciro (538 a.C.) y la llegada del gobernador Nehemías a
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Judá (445 a.C.). Lo cierto es que su propagación entre los judíos fue rápida, sobre todo en la diáspora,
esto es, en las comunidades judías que estaban esparcidas fuera de su tierra.

En Egipto la sinagoga es conocida ya en el siglo III a.c., lo que lleva a pensar que surgió mucho antes
de la destrucción del segundo templo, en el año 70 d. C. Se cree que tanto en Egipto como en
Babilonia, en Persia y en otros lugares, ya se desarrollaba en ella el culto religioso, porque el templo
quedaba muy distante. Para la mayoría de los judíos de la diáspora era imposible ir a Jerusalén varias
veces al año para las celebraciones de las fiestas religiosas. La sinagoga continúa siendo hasta hoy el
lugar por excelencia de la reunión de los judíos y mucho contribuye para consolidar sus tradiciones
religiosas y culturales. En los grandes centros urbanos es posible encontrar más de una.

- Sinagoga: lugar de la identidad

La sinagoga, en poco tiempo, se convirtió en una institución característica del pueblo judío. Ella servía
y sirve aún hoy para diversos servicios: el culto, la oración, el canto, la lectura, el estudio de las
escrituras y de otros escritos del judaísmo. Diversas personas son responsables de diferentes funciones
dentro de la comunidad sinagogal; como el rabino, el lector de la Torá, el cantor, el organizador de la
asamblea y el hasán. El rabino desempeña la función de enseñar y de juzgar casos civiles y de derecho
penal; el hasán es un profesional del canto. A falta del rabino y del hasán, cualquier persona puede hoy
presidir la oración. En , el judaísmo liberal la mujer puede también ejercer la función de rabina y de
hasanit. Junto a la sinagoga hay normalmente otras dependencias que sirven para sesiones culturales,
reuniones sociales y de diversión.

En el interior de la sinagoga brilla la luz eterna

El centro de la sinagoga es la Torá, guardada en un "armario sagrado". Es como el Santísimo
Sacramento guardado en el sagrario de las iglesias católicas. Sobre el "armario sagrado" se encuentra
una lámpara encendida día y noche que se llama "luz eterna". Hay también una mesa de apoyo para la
lectura de los textos sagrados y un pequeño palco con un púlpito. En la parte de la asamblea se
encuentran las bancas donde normalmente los hombres ocupan un lado y las mujeres el otro, o los
hombres la parte de abajo y las mujeres la de arriba. En las sinagogas liberales no existe esa división y
las mujeres son contadas para completar el número de diez personas necesarias para abrir una nueva
sinagoga; en las sinagogas más conservadoras sólo se cuentan los hombres.

En la sinagoga se desarrollan actividades diarias como la oración y la lectura de textos sagrados, y
actividades semanales como el culto que se inicia en la tarde del viernes y termina el sábado. Hay
algunas fiestas religiosas anuales solemnes que son las fiestas de peregrinación (Dt 16,16): la Pascua
(pessach) que dura una semana; Pentecostés (shavu ot) que dura dos días; y la fiesta de los
Tabemáculos o de las Tiendas y Cabañas (suco) que dura ocho días. En el octavo día se celebra el
Regocijo de la Torá (simchát Torá); mientras el rabino porta el libro de la Ley jóvenes y viejos danzan
a su alrededor (Ne 8;13). Existen otras dos fiestas de cuño más popular: la primera es la fiesta del inicio
del año agrícola (Roshhashanáh; Lv 23,23-25) y la segunda es el Día de la Expiación (Yom Kippúr; Est
9,20-32); Finalmente, dos fiestas que son posteriores al exilio (538 a.c.): la fiesta de la Dedicación o de
las Luces (Hanukah), en la mitad del mes de agosto, y la fiesta de Purim o fiesta de la suerte, porque el
pueblo 'fue salvo a tiempo' del enemigo. Algunas de estas fiestas son celebradas en la sinagoga.
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4. LA BIBLIA NACIÓ DE LA MIRADA ILUMINADA SOBRE LA HISTORIA

El exilio en Babilonia dividió la población de Judá en dos contextos geográficos distintos: Judá y
Babilonia. En los dos contextos floreció la literatura bíblica. En Judá nació la Tradición
Deuteronomista, Jeremías, Lamentaciones y la relectura de los profetas; mientras en Babilonia nacieron
los escritos de Ezequiel, Segundo Isaías, Tradición Sacerdotal, Levítico 8-1O; 17.-26 Y algunos
Salmos: 42; 43; 70;137

Escritos bíblicos de la época en Judá

En el contexto del exilio, en Judá son compilados los escritos de la Tradición Deuteronornista de la
cual hacen parte los libros: Deuteronomio, Josué, Jueces, 1 y 2 de Samuel, 1 y 2 de Reyes.
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Tradición Deuteronomista: la certeza de que Dios es fiel

La palabra Deuteronomista viene del libro del Deuteronomio que significa "segunda ley". El
Deuteronornio recibió este nombre porque en él se habla de que el rey, al asumir el trono, debía recibir
"una copia de esa ley dictada por los sacerdotes levitas" (Dt 17,18). De hecho, en el libro del
Deuteronomio (Dt5,6-22) encontramos una copia del decálogo que está en el libro del Éxodo (Ex
20,2-17). El tema de la Alianza es central ya en su compilación en la época de Josías y fue asumido por
toda la obra deuteronomista que comprende seis libros: Josué, Jueces, 1 y 2 Samuel y 1 Y 2 Reyes.
Los compiladores de la Tradición Deuteronomista, en el período del Exilio, no escribieron estos seis
libros, pero se sirvieron de fuentes ya existentes venidas de muchas regiones, como también. del reino
del Norte. A veces las fuentes son divergentes entre sí, pero ellos no las modificaron. Las respetaron
aunque tuviesen mucha libertad en disponer y reorganizar los textos, llegando algunas veces a alterar el
orden cronológico de los acontecimientos. Todo indica que el mayor interés de este grupo era describir
la trayectoria de los reyes de Israel y de Judá conforme a 1 y 2 Samuel y 1 Y 2 Reyes. Los otros tres
libros Deuteronomio, Josué y Jueces- son considerados una introducción a la monarquía. La Obra
Deuteronomista se inicia en el primer capítulo del libro del Deuteronomio y termina con el capítulo 25
de 2 Reyes, con la narración de la destrucción de Jerusalén en 587 a.e.

La homogeneidad del proceso de redacción encuentra confirmación, según Martín Noth, en la
coincidencia de los datos cronológicos: 1 R 6,1 habla de que el rey Salomón comenzó a construir el
templo 480 años después de la fuga del grupo de Moisés de Egipto. Calculando los varios períodos de
los cuales hablan los demás libros de la Tradición Deuteronomista, se obtiene exactamente la suma de
480 años, Otros elementos convergen para afirmar la unidad de ese bloque literario, como el estilo y el
mensaje teológico. En todos estos libros encontramos expresiones típicas como: "amar a Dios", "servir,
andar atrás, volverse a otros dioses", "obtener larga vida, largos días"; "tierra, ciudad que tu Dios te dio
como herencia"; "la tierra ante la cual estás para entrar y tomar posesión ... ". Palabras y sinónimos:
Ley, norma, estatuto, instrucción, prescripción. E incluso, trae frases largas y muchas repeticiones. El
mensaje teológico presente en estos libros es la fidelidad de Dios a su Alianza con el pueblo de Israel.
Dios lo escogió e hizo con él un pacto. Pero el pueblo y sus representantes no siempre fueron fieles al
pacto y escogieron la propia infelicidad.

Muchos estudiosos dicen que la mayor parte de la Tradición Deuteronomista fue compilada en el
período del exilio, en tomo al año 550 a.c. y fue retocada en dos momentos sucesivos en el pos-exilio.
Otros ubican la primera redacción de esta Tradición en el período de Josías (640-609 a.C.); por tanto
antes del exilio, con apenas una revisión en el período del exilio. Otros incluso admiten la posibilidad
de una redacción y reorganización antes, durante y después del exilio. De hecho, el primer núcleo del
libro del Deuteronomio (capítulos 12-26) fue escrito probablemente en el reino del Norte, antes de año
722 a.C. Después de la caída de Samaría, en 722 a.c., estos escritos probablemente fueron llevados al
Sur y compilados por el grupo deuteronomista durante el reinado de Josías. La redacción y la
compilación del núcleo mayor fueron hechas en el período del exilio y la finalización y la fusión de las
cuatro grandes tradiciones, alrededor de 445 a.c., cuando Israel estaba bajo el dominio persa.

Deuteronomio: la herencia de Moisés para los exiliados

El libro del Deuteronornio es una colección de homilías centradas en el amor a la ley de Dios, en la
pasión por su observancia y en el agradecimiento por el don de la tierra de Canaán. No es un manual
árido lleno de leyes. Se parece más a una predicación o una catequesis sobre la Torá que debe envolver
a toda la persona, por esto insiste sobre determinadas expresiones: ve, mira, presta atención, observa,
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oye. Muchas veces aparece escucha: "Escucha, oh Israel, los estatutos y las normas que hoy proclamo a
tus oídos. Los aprenderás y cuidarás de ponerlos en práctica" (Dt 5,1). Usa con frecuencia la expresión
"hoy" como forma de actualización de la Torá.

El libro puede ser estudiado de diferentes modos. Uno de ellos es analizado en grandes bloques según
los tres grandes discursos de Moisés. Comienza con una introducción que sitúa los discursos en el
tiempo y lugar, haciendo una conexión con el libro de Números (Nm 21,21-35).

El primer discurso de Moisés (Dt 1,6--4,4) trae un resumen de la historia de Israel, desde, su
permanencia en el Sinaí hasta su llegada a Transjordania, frente al Jordán. El segundo discurso (Dt
4,44¬28,69) comienza también con una breve indicación de tiempo y lugar (Dt 4,44-49; 1,1-5), después
presenta el Decálogo, sus exigencias y el Código Deuteronómico (Dt 12,1¬26,15), que reúne diversas
colecciones de diferentes orígenes de los reinos del Norte y del Sur. Tal vez este sea el libro de la Ley
encontrado en el Templo bajo el reinado de Josías (2R 22,8-9). Sigue una larga conclusión (Dt
26,1'6-28,69). El tercer discurso (Dt 29-30) recuerda: el pasado salvífico de Israel (Dt 29,1-8); el
empeño por la fidelidad a la Alianza como fuente de bendiciones y la infidelidad, de maldiciones (Dt
29,9-28); el exilio como castigo de la infidelidad y el retorno como señal del perdón divino (Dt
30,1-10). Finalmente, hace una llamada a una opción por la fidelidad a la Alianza (Dt 30,11-20). Los
capítulos 30-34 forman una especie de conclusión general no sólo del Deuteronomio, sino de todo el
Pentateuco. elementos de origen y épocas diversas que fueron incorporados en el libro del
deuteronornio en la redacción final de la Tradición Deuteronornista, alrededor de 445 a.C. Por esta
época el libro fue separado del conjunto original de la obra deuteronomista para hacer parte del bloque
del Pentateuco.

Josué: la bendición de Dios es la tierra

El tema central del libro de Josué es la tierra. Dios prometió a los antepasados dar una tierra al pueblo
de Israel. El libro de Josué muestra la realización de esa promesa. Después del prólogo (Jos,1), el libro
comprende tres grandes partes: la conquista de la tierra (Jos 2-12), la distribución de la tierra (Jos
13-21) y las conclusiones (Jos 22-24): El capítulo 22 presenta el asentamiento de las tribus orientales
en Transjordania, y el conflicto cultual entre el santuario de Silo y las tribus de Transjordania, que
según ellos vivían fuera de la Tierra Prometida. El capítulo 23 presenta el testamento de Josué, sucesor
de Moisés, y el 24 la alianza firmada por Josué en Siquén, sellando la liga de las doce tribus.

Jueces: Dios tiene paciencia con los errores del pueblo

El libro de los Jueces en una primera introducción (Jc 1,1¬2,5) retorna, en síntesis, la instalación de las
tribus en Canaán, con sus fracasos y éxitos descritos largamente en el libro de Josué del 1 al 12. En
seguida, después de algunas, consideraciones generales sobre el sentido religioso del período tribal (Je
2,6-3,6), presenta, en secuencia narrativa detallada, el período de Josué como tiempo de fidelidad al
Señor y el período de los jueces como el de la infidelidad (Jc 3,7-16,31). El libro termina con dos
conclusiones (Jc 17-18 Y 19-21). La primera narra la migración de la tribu de Dan al norte y habla de
su santuario. La segunda conclusión habla del crimen de los habitantes de Guibea y de la guerra de las
tribus contra la tribu de Benjamín que rechazaba castigar a los responsables de la muerte de la
concubina de un levita de Efraín.

Primero y Segundo de Samuel: los libros del "Nombre de Dios"
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Los dos libros constituían una sola obra en la Biblia hebrea. Fueron divididos en dos por la Biblia
griega, que los llamó Primero y Segundo de los Reyes. Así, los actuales Primero y Segundo de los
Reyes pasaron a ser llamados Tercero y Cuarto de los Reyes. Esta división fue seguida también por las
traducciones latinas. Hoy, con la valoración de las lenguas Originales, se volvió a llamar el libro de
Samuel conforme al texto hebreo, conservando, sin embargo, su división en Primero y Segundo de
Samuel, y el Tercero y Cuarto de los Reyes volvieron a llamarse Primero y Segundo de los Reyes. Es
de esta forma que aparecen en las traducciones de las Biblias actuales.

Samuel, en lengua hebrea, significa "nombre de Dios". El libro presenta una justificación popular del
nombre: Ana dio a luz un hijo a quien llamó Samuel porque, dice ella, "yo lo pedí al Señor". El nombre
de Samuel está aquí asociado al verbo hebreo "pedir" (Sha 'al). El libro habla largamente de la infancia,
de la vocación y de la misión de Samuel (1S 1-7), quien ejerce la misión de juez en medio de las tribus
de Israel y hace la transición del sistema de gobierno tribal al sistema monárquico, eligiendo a Saúl
como primer rey de Israel (lS 8-15).

Justo cuando Saúl es rey, Samuel lo rechaza y unge a David como su sucesor. David se fue
proyectando como escudero del rey, pero éste comienza a perseguirlo (lS 16¬21). David ya había
conquistado la confianza de las tribus del Sur antes de la muerte de Saúl (lS 22,31) y, cuando ella
ocurre, fue ungido como rey (2S 2;4). Siete años después asumió también el gobierno de las tribus del
Norte (2S 5-8). La habilidad política de David hizo que en su tiempo el reino llegase a la mayor
expansión. Al final de su vida tuvo que enfrentar el problema de la sucesión al trono. Muchas intrigas
fueron provocadas por sus generales y por sus propios hijos (2S 9-20). Con los capítulos 21,-24 del
Segundo Libro de Samuel aparece una interrupción de la secuencia de la historia de la familia de David
y de la sucesión al trono, que continuará en el Primer Libro de los Reyes, en los capítulos 1 y 2.

Los capítulos finales del Segundo Libro de Samuel (21¬24) son un apéndice o adición posterior
presentado en forma de narraciones paralelas: el hambre de tres años (2S 21,1-14) Y la peste de los
tres días (2S 24,10-17); dos series de anécdotas heroicas: los cuatro gigantes filisteos (2S 21,15¬22) y
los valientes de David (2S 23,8;-39); y dos piezas poéticas: el cántico de David (2S 22) y las últimas
palabras de David (2S 23,1-7).

1 Y 2 de Reyes: una mirada iluminada sobre la historia

Ya vimos que los dos primeros capítulos (IR 1-2) son continuación de 2S 20. Hablan de la sucesión al
trono de David. El período que abarcan los dos libros va de la sucesión de Salomón al trono de David
hasta la destrucción de Jerusalén y el inicio del exilio babilónico en 587 a.C. Presenta, por tanto, tres
grandes períodos:
    • La historia de Salomón y la división del reino en dos: Israel y Judá (IR 1-13), pues los
        compiladores de cronologías en la época de los escritos bíblicos hicieron una sincronía entre los
        reyes del reino del Norte y los del reino del Sur.
    • Las narraciones sobre los dos reinos continúan en paralelo hasta la caída del reino del Norte, en
        724 (IR 14-2R 17).
    • La narración prosigue hablando sólo del reino del Sur, hasta su caída en 587 a.C. (2R 18-25).

La Tradición Deuteronomista condena a todos los reyes del Norte por la adhesión al culto de Baal, que
había venido de Tiro (IR 16,31-32). El Sur también es acusado de haber participado del culto de las
alturas o al menos de haberlo tolerado (2R 8,18.27; 16,2-4) Y de haber introducido divinidades
extrajeras (2R 21). Apenas dos reyes, Ezequías y Josías, son considerados fieles, como lo fue David
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(2R 18,3; 22,2), por causa de las reformas religiosas que ambos emprendieron. Esta evaluación
corresponde a la doctrina del libro del Deuteronomio que defiende un solo Dios y rechaza toda
idolatría; defiende un solo Templo y exige el rechazo de todos los otros santuarios, incluso los de Dan
y Betel (Dt 12-13).

Valor del escrito Deuteronomista

La abundancia y la variedad del material recolectado por el grupo deuteronomista, constituye, por una
parte, una riqueza y, por otra, una dificultad.

Riqueza por las tradiciones diferentes que llegaron hasta nosotros. Dificultad para una comprensión
justa de las narraciones en el contexto en que ellas fueron insertadas. La yuxtaposición confirma el
trabajo respetuoso y atento de la tradición deuteronomista de no armonizarlas, sino de conservarlas y
anexarlas a la obra. La revisión deuteronomista insertó 1 y 2 Samuel en las grandes líneas de la historia
del pueblo. Ella abarca el período desde la muerte de Moisés hasta el exilio. Pocos retoques fueron
hechos. El retoque más importante fue la integración de la alianza davídica en la alianza mosaica (2S
7,1-29), cuyas exigencias son recordadas al pueblo (IS 7,3-4; 12,6-11) y a los reyes (IS 10,25 que evoca
Dt 17,18¬19).

Se vuelve difícil determinar el valor histórico del escrito Deuteronomista en cuanto a sus
informaciones, pues no existen escritos extrabíblicos que puedan servir de confrontación. Un estudio
atento de los propios textos nos puede ofrecer la comprensión de sus objetivos y su relación con la
historia. Las narraciones sobre el arca, por ejemplo desde el punto de vista religioso, revelan que no
siempre el pueblo era fiel a Dios. Las narraciones sobre el profetismo naciente y los profetas Natán,
Gad y Samuel procuran apuntar hacia el sentido divino de su misión y de su autoridad frente al poder
político. Así mismo, el rey está en el centro de estas narraciones
Jeremías: escritor por voluntad de Dios

Como el profeta y sus discípulos actuaron en el reino del Sur, no. hay razones para situar el libro fuera
de Judá. Éste no se presenta tan unitario como parece a primera vista. Muchas personas, en el decurso
de la formación del libro, participaron de su elaboración.

La historia de la formación del libro es muy compleja. Para facilitar su comprensión vamos a
considerarla en dos fases: la que fue escrita durante la vida de Jeremías y la que fue escrita después de
su muerte.

La primera fase va de 627 a 580 a.c., que son los años de su predicación y de la trascripción parcial de
su discurso. En el año 605 jeremías recibió la orden del Señor de colocar por escrito sus oráculos:
"Toma un rollo de pergamino y escribe en él todas las palabras que yo te he dicho sobre Jerusalén, Judá
y todas las naciones, desde el día en que comencé a hablarte, en tiempos de Josías, hasta hoy" (Jr36,2).
Este escrito hace parte del primer rollo redactado por Baruc, su secretario, pero que fue quemado por el
rey Joaquín de Judá (Jr 36,22-23).

En el año 604 a.c., Jeremías recibió una nueva orden del Señor para escribir otro rollo: "Toma otro
rollo de pergamino y escribe en él las mismas palabras que había en el rollo anterior quemado por
Joaquín, rey de Judá (…). Jeremías tomó otro rollo de pergamino y se lo dio a su secretario Baruc, hijo
de Nerías, que escribió en él, al dictado de Jeremías, todas las palabras el libro que había quemado
Joaquín, rey de Judá. Posteriormente se añadieron muchas otras parecidas" (Jr 36,28.32). A este escrito
equivaldrían los capítulos 2 a 19 y 30 Y 31.
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Después del año 598 a.C. son añadidos al segundo rollo los capítulos de Jr 21,11 hasta 24,10. En ellos
el profeta se dirige a la casa de Judá y profiere oráculos contra diversos reyes: Joacaz, Joaquín y
Jeconías y contra los falsos profetas. En el capítulo 24, Jeremías tiene una visión de dos cestos de
higos. Uno contenía higos buenos que representaban los que habían ido primero al exilio en 597 a.C., y
el otro contenía higos podridos, que simbolizaban al rey y al pueblo que habían quedado en Judá. Esta
profecía es normalmente datada en el año 593 a.c., en el tiempo de Sedecías.

La segunda fase de los escritos es datada después de la muerte de Jeremías. Por el año 580 a.c., Baruc,
el escriba, añadió a los textos algunos relatos biográficos sobre Jeremías. En el inicio del segundo
exilio, alrededor de 587 a 570 a.c., fueron añadidas las reflexiones de la Tradición Deuteronomista, que
hablan sobre la necesidad del arrepentimiento y de la toma de un nuevo camino. Más tarde, entre los
años 570 y 555 a.c., nació la esperanza de la unificación de Israel y Judá como el pueblo mesiánico en
Sión (Jr 3,14-18)
        ,      ,
La misma temática es retomada por el profeta Ezequiel, en el exilio de Babilonia al hablar de la
unificación de los dispersos de la casa de Jacob y Judá (Ez 37, 15-28). Ya al final del exilio, alrededor
de 555 a 540 a. C.; son añadidos al libro de Jeremías los textos que hablan de la salvación que está
próxima, porque Babilonia será destruida y todas las naciones van a ser liberadas (Jr 16,14-15;
50-51), Y sobre los ídolos (Jr 10,1-10). Estos textos se aproximan mucho a la visión del Segundo
Isaías que habla de un nuevo éxodo, oráculos contra Babilonia (Is 43,16-21; 47) y oráculos contra los
ídolos (Is 40,19-21).




El libro de Jeremías, en su elaboración u organización, no sigue criterios literarios ni cronológicos (cf..
Jr 21,1-2 con Jr 24, 1; 44,1) Y ni siquiera una división lógica e ideal. Parece que hay una preocupación
mayor por conservar el material que fue encontrado y organizado bajo temas y palabras clave


La obra no es sólo de Jeremías, sino que pasó por diversas manos. Al profeta Jeremías se le atribuye la
parte poética, a Baruc la parte biográfica y el resto al deuteronomista

Abdías: el amor apasionado por Sión
El libro del profeta Abdías es el libro más corto del Antiguo Testamento. Contiene apenas 21
versículos, que expresan toda la amargura del pueblo judío contra los edomitas que invadieron Judá
después de la desgracia del exilio, agravando aun más la situación de sufrimiento (vv.1-15).Edom,
según la Biblia, está habitada por los descendientes de Esaú, quienes, por tanto, son parientes de los
judíos. Abdías insiste en la restauración de la realeza universal del Señor, en la justicia de Dios, en el
amor apasionado por Sión y en la restauración del Reino de Dios en el día del Señor. El libro, si bien
pequeño, trae los temas clásicos del profetismo de Israel (vv. 16-21).

Lamentaciones: el dolor del abandono y de la destrucción
El segundo libro de las Crónicas dice que Jeremías compuso una lamentación sobre Josías, el rey de
Judá que había muerto (2Cro 35,25). Con base en esta afirmación, la Biblia griega atribuyó el1ibro de
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las Lamentaciones al profeta Jeremías, pero esto es poco probable. El libro retrata la catástrofe nacional
de 587 a.e.: la toma de Jerusalén, la destrucción del Templo y la deportación de gran parte de la
población de Judá a Babilonia. Hay divergencias entre Jeremías y Lamentaciones en la interpretación
de la doctrina sobre la retribución. Para Lamentaciones los hijos pagan por el pecado de los padres, lo
que Jeremías ya no aprueba “Pero cada uno morirá por su propia falta" (comparar Lm 5,7 con Jr
31,29-30). Todo indica que los cinco cantos de Lamentaciones no son de Jeremías, aunque hayan sido
escritos en Jerusalén y no en Babilonia. Se acostumbra a clasificarlos en cantos fúnebres (capítulos 1,2
y 4); cantos de lamentación individual (capítulo 3); y cantos de lamentación colectiva (capítulo 5). Si
bien son cantos de lamentación, revelan un sentimiento de confianza inconmovible en Dios y de
arrepentimiento profundo por la infidelidad humana a El.

Relectura de los profetas: una linterna en las manos de los exiliados
En el exilio los libros de los profetas comenzaron a ser leídos e interpretados y pasaron por
actualizaciones y relecturas. Ya vimos el del profeta Jeremías que pasó por revisiones del grupo
deuteronomista, de tal forma que en algunos textos es difícil saber con certeza 1o que es de Jeremías y
lo que fue añadido por otras manos. Otros libros proféticos también tuvieron relecturas, adiciones y
alteraciones en su disposición interna. Ciertamente esto sucedió cuando los libros proféticos pasaron de
un uso restringido al círculo profético al uso de la comunidad. Fueron leídos en comunidad, en las
celebraciones y en las reuniones, siendo asumidos por todo Israel. De aquí las adiciones; como, por
ejemplo, el Salmo de Isaías (Is 12); el cambio de visión sobre las naciones extranjeras: antes como
"instrumento del juicio de Dios" en relación al 'pueblo de Israel, y después rechazadas por los oráculos
profético (Jr 50-51).

Antes del exilio la palabra profética estaba cargada de amenazas y advertencias (1r 8,4-17; Os 5,8-6,6).
En el exilio y después de él la situación había cambiado y se hacía necesaria una palabra de ánimo y
esperanza, de estímulo y aliciente como la de Isaías 40,1-31, Antes la palabra profética se dirigía
específicamente a Israel y a Judá en el exilio, pero en el posexilio tomó dimensiones que traspasaron
las fronteras nacionales, como lo indica la relectura de algunos profetas (Am 1-2; Is 24-27).

La relectura de los textos proféticos parece no haber sido hecha antes del exilio, pues se cree que
dichos textos aún no estaban en circulación. Ni siquiera fueron releídos en el ámbito del Templo y de la
corte, como aparece bien en Jeremías, capítulo 36, cuando el rey de Judá reacciona con violencia
quemando el rollo que contenía las palabras del profeta. Pero estas palabras fueron leídas, conservadas
y protegidas en los círculos proféticos y en medio del pueblo del campo, como aparece en Miqueas de
Moréset (Jr 26, 17-19), en la región de Judá.
15               ESCUELA BÍBLICA – CAPÍTULO 8
                                                    5




5. DIOS HARÁ DE LAS RUINAS UN JARDIN: ESCRITOS DEL EXILIO EN BABILONIA

Durante el exilio en Babilonia surgieron importantes escritos como el de Ezequiel, el Segundo Isaías,
partes del Levítico y de los Salmos. Ellos infundieron la esperanza del retorno, de un nuevo éxodo en
el que Dios mismo iba a reunir a su pueblo como el pastor reúne a su rebaño (Is 40,10-11).

Tradición Sacerdotal: los sacerdotes animan a la comunidad que sufre
En el exilio de Babilonia los sacerdotes y teólogos, formados en Jerusalén, interpretaron a su modo las
antiguas tradiciones patriarcales con la intención de infundir fe en los exiliados sometidos por la apatía
y la dispersión. Las promesas de una numerosa descendencia y de posesión de la tierra se realizarían
porque la Palabra de Dios es infalible.

En el contexto del exilio nació la Tradición Sacerdotal, la más reciente de los cuatro documentos que
formaron el Pentateuco: las Tradiciones Yavista (por ejemplo, Gn 2,4b. 25), Elohista (por ejemplo, Gn
20,1-17) y Deuteronomista (Dt, Jos, Jc, 1 y 2 S Y 1 Y 2 R), seguidas por la Sacerdotal. Normalmente
ésta es indicada por la abreviatura P (Priester = "sacerdote" en la lengua alemana). Un grupo de
sacerdotes trabajó en esta tradición, cuyo interés se dirigió de modo especial hacia los textos
legislativos que constituyen gran parte del libro del Levítico. Tuvo también interés por las genealogías
que aparecen principalmente en Gn 1-11 y por los textos narrativos esparcidos en los libros de Génesis,
Éxodo, Números y en algunos versículos del Deuteronomio y Josué.

La Tradición Sacerdotal tiene algunas características que la distinguen de las demás. El estilo es seco,
el vocabulario es técnico, priman las cronologías, cifras, elencos, listas y genealogías no sólo del
género humano, sino también del cielo y de la tierra (Gn 2,4). La obra tiene su origen en el exilio en
Babilonia, cuando ya no existían las instituciones que hasta entonces fueron centrales, como el Templo,
el sacerdocio, el culto, la tierra, el rey. No existía nada de esto. Los judíos estaban lejos de su tierra y
buscaban en el pasado referencias para alimentar su propia fe. Los sacerdotes aparecen como
animadores de la comunidad que incentivaban algunas prácticas como la circuncisión y el sábado, para
indicar la pertenencia al pueblo de Israel, el pueblo escogido por Dios.

La reflexión del grupo sacerdotal quería ayudar a la comunidad desanimada e infeliz a entender los
designios de Dios. Y procuró mostrar que la situación en la cual gran parte del pueblo se encontraba no
15             ESCUELA BÍBLICA – CAPÍTULO 8
                                                  6
contradecía las promesas divinas. También los patriarcas habían experimentado la migración (Gn 23;
33,18-20) y, aún así, la tierra había sido concedida a sus descendientes. El grupo sacerdotal tenía la
preocupación de mostrar que Dios fue fiel a las alianzas que hizo con su pueblo en el pasado, desde
Noé, Abrahán, Moisés... y continuará siendo fiel (Ex 19,3-8).

Levítico (8 -10; 17-26): la invitación a la santidad
El libro del Levítico en gran parte fue escrito en el período del exilio en Babilonia. Los capítulos que
fueron redactados en ese período comprenden la parte que corresponde a la investidura de los
sacerdotes (Lv 8-10), describen los pormenores de las ceremonias de investidura sacerdotal de Aarón y
de sus hijos. Estos tres capítulos, en su origen, tal vez estuvieron a continuación del capítulo 29 del
Éxodo, pues detallan las referencias sobre las prescripciones de la purificación, de la investidura y de la
unción de los sacerdotes. Éstos aparecen como mediadores entre Dios y el pueblo; de ahí la exigencia
de santidad, porque Dios es santo.

La función de intermediación entre Dios y el pueblo debía ser ejercida en la santidad de vida, por eso,
el grupo sacerdotal que desempeñaba esa función estableció sus leyes de santidad (Lv 17-26), Todo
indica que las leyes estaban inspiradas en la experiencia sacerdotal del Templo de Jerusalén, ya al final
del período de la monarquía. Hay muchas semejanzas con algunos textos de Ezequiel, sacerdote, que
presenta la santidad como atributo esencial del Dios de Israel. La idea primera es la de separación, de
inaccesibilidad, de una trascendencia que inspira temor religioso (Ex 33,20).

El grupo sacerdotal tenía conciencia de la enorme distancia que hay entre la santidad de Dios y la
indignidad humana. Creía que el ser humano no podía ver a Dios y continuar vivo (Ex 19,21), sino
apenas oído (Ex 20,19). Como ejemplos tenemos a Elías (1 R 19,13) y Moisés (Ex 3,6) que cubren el
rostro ante la revelación del Señor. En otros textos, el hecho de haber visto a Dios y no haber muerto
llevó a las personas que pasaron por esa experiencia a una profunda gratitud (Dt 5,24-27) por la gracia
recibida (Ex 24,9-11), en particular Moisés, que hablaba con Él cara a cara, como si lo hiciese con otro
hombre (Ex 33,11).

La santidad se comunica a lo que se aproxima a Dios o le es consagrado, como los lugares (Ex 19,12),
los tiempos (Ex 16,23; Lv 23,4), el arca (2S 6,7), los objetos (Ex 30,29; Nm 18,9), en particular las
personas (Ex 19,6) y, especialmente, los sacerdotes (Lv 21,6). Éstos se relacionaban con Dios por
medio del culto, por eso, observaban las leyes de santidad que, a su vez, estaban relacionadas con las
leyes de pureza ritual. Los sacerdotes debían buscar todo lo que facilitase la comunión con Dios y
evitar todo lo que, física o moralmente, colocase obstáculos a esa comunión vital. Por eso, no podían
consumir sangre, porque era considerada la sede de la vida dada por Dios. Debían rechazar cualquier
relación sexual anormal, aceptar a Dios como uno, respetar al ser humano como creatura de Dios,
garantizar la dignidad del sacerdocio y de los sacrificios, celebrar fielmente las fiestas, los años santos
y otras leyes menores.

Ezequiel: la certeza de que Dios es fuerte
Ezequiel en hebreo significa "Dios es fuerte". Poca cosa sabemos sobre su vida: era sacerdote, hijo de
Buzi (Ez 1,3), casado y amaba a su esposa (Ez 24,16). Como Ezequiel recibió su misión profética en la
tierra de los caldeos, junto al río Quebar, hacia el año 593 a.C. (Ez 1,3), no se sabe a ciencia cierta si
fue deportado a Babilonia en 597 a.C. con el primer grupo o en 587 a.C. Se sabe que estuvo en la
ciudad de Tel Aviv (Ez 3,15) y que era propietario de una casa donde los ancianos de Judá se reunían
(Ez 3,23-24; 8,1; 14,1; 20,1).
15               ESCUELA BÍBLICA – CAPÍTULO 8
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Las opiniones sobre la personalidad de Ezequiel son muy divergentes por causa de sus visiones,
acciones simbólicas y gestos. Unos lo consideran con una personalidad enfermiza, otros un
esquizofrénico, otros incluso lo defienden porque consideran que no fue entendido en su lenguaje y
expresión simbólica y se ignoran los retoques posteriores hechos en la obra, como por ejemplo Ez
4,4-8. El profeta, como muchos otros, recibe visiones y realiza acciones simbólicas: bate palmas,
danza, se acuesta y queda inmóvil en la plaza pública y pierde la voz con la muerte de su esposa (Ez
6,11; 4,4; 24,17-19).

En cuanto al lugar de su misión profética, las opiniones también divergen. Para muchos estudiosos
Ezequiel nació en Jerusalén, fue deportado en 597 a.c., a Babilonia en donde, recibió la misión
profética (Ez 1,3). Para otros, actuó como profeta en Jerusalén (Ez 2,1-3,9), después fue deportado y
recibió nueva misión profética entre los exiliados (Ez 1,3). Es difícil llegar a datos más precisos,
porque las fuentes son los propios escritos bíblicos. El libro de Ezequiel presenta la vocación del
profeta (Ez 1,1-3,21), los oráculos contra Judá y Jerusalén (Ez 3,22-24,27), los oráculos contra las
naciones (Ez 25,32), la restauración del pueblo aniquilado (Ez 33-39) y, en los últimos capítulos, la
reconquista de la tierra y un plano de reconstrucción del Templo (Ez 40-48). Aparentemente es simple
y lógica la presentación de la obra en esa estructura. Pero estudiándola más a fondo, es posible percibir
que algunos oráculos no encajan bien en su contexto: Ez 3,2,2-27; 4,4-8; 24,15-27 Y 33,21-22. Muchos
atribuyen ese trabajo a sus discípulos.

Ezequiel retoma cuestiones importantes de la historia de Israel como la de la tierra (Ez 47,13-48,35),
del Templo en Sión (Ez 40-47,12), del Nueva Éxodo (37,1-27), de la Nueva Alianza (Ez 36,28) y del
Nuevo David justo y dedicado al pueblo, sobre todo a los pobres (Ez 34), y otras que vamos a estudiar
más adelante.

Segundo Isaías (40 -55): un camino florido en el desierto
El Segundo Isaías ejerció su misión profética entre los exiliados de Babilonia. Es un profeta anónimo
del final del exilio. Muchos creen que él habría sido un orador oficial del culto, tal vez jefe de sinagoga
durante las asambleas religiosas de los exiliados o incluso un cantor y heraldo en las celebraciones
litúrgicas.

Comenzó a escribir entre los años 550 y 539 a.C., con la decadencia de Babilonia y la ascensión de
Persia. Estos hechos favorecieron el optimismo del autor, que llega a llamar al rey Ciro "pastor" (ls
44,28) y "ungido del Señor" (Is 45,1-8), títulos que estaban reservados a los reyes de Israel. El título
dado a los escritos del Segundo Isaías es "Libro de la Consolación de Israel", inspirado en el primer
versículo del capítulo 40: "Consuelen, consuelen a mi pueblo", que es también el tema central de toda
la obra. En esto contrasta con el Primer Isaías (1-39), lleno de oráculos amenazadores.

Es el primer profeta que habla de la salvación universal de todos los pueblos y no sólo del pueblo de
Israel, en la primera parte de la obra, (ls 40,12-48,22), y de la reunión de todos los pueblos en Sión, en
la segunda parte de la obra (49,1-54,17). Inicia con un prólogo (Is 40, 1-11) Y finaliza con el epílogo
(ls 55,1-13).

El Nuevo Éxodo es uno de los temas centrales del Segundo Isaías. Él se realizará con la liberación
traída por un rey pagano, Ciro Será nuevo: no una repetición del primer éxodo; sino su superación. Será
triunfal, sin prisa como el primero, y no será guiado por un hombre, sino por Dios, que vencerá las
dificultades como venció al Dragón en la creación. Será una "vía gloriosa" que atravesará el desierto de
Babilonia y llegará a la tierra de Israel. A lo largo de ese trayecto florecerán las plantas de toda clase,
brotarán las fuentes y nada se marchitará.
15               ESCUELA BÍBLICA – CAPÍTULO 8
                                                   8
Nueva será también la restauración de Sión, que será salva primero y se tomará heraldo entre las
naciones (ls 51,3-7). La Nueva Sión no será otra Ninive ni Babilonia, sino que en ella serán estables la
justicia y el derecho. Israel será el misionero de esa justicia (Is,12,6-7) y deberá llevar la salvación a
todos los pueblos (Is 42, 10ss), haciéndolos conocer al único Dios (Is 43,11). El resto de Israel es el
"siervo del Señor" (Is 44,1), raza santa de Jacob (Is 44,3), el pueblo del Señor (ls 49,13), que tiene la
ley en el corazón (Is 51,7) y que espera en el Señor (Is 40,31). Por esto, las naciones correrán detrás del
siervo para conocer al Señor (Is 55,5; 45;14) y harán procesiones para subir a Sión (ls, 49,22-23;
52,1-2); por medio de Israel llegará la salvación (ls 42,10-13) y se someterán al Señor (ls 55,1-5).

El Segundo Isaías trae los cuatro cantos del siervo sufriente, que retratan la experiencia del pueblo de
Israel. En ellos, la comunidad cristiana hace la relectura de la experiencia de Jesús, el nuevo siervo
sufriente, y de todo aquel que se pone en su seguimiento.

Salmos 42, 43, 69, 70, 137: la nostalgia de Dios se vuelve oración
Los salmos eran la oración del pueblo, tanto de los que quedaron en la tierra de Judá como de los que
fueron deportados. Estos salmos parecen retratar la experiencia del pueblo que fue al exilio. Los salmos
42 y 43 muestran la nostalgia del fiel "que vive exiliado lejos del Señor", lejos del santuario donde
Dios mora y lejos de las fiestas que reúnen a su pueblo. Los salmos 42, 43, 69 y 70 son de oración
individual. El fiel invoca el nombre del Señor, expone su situación, suplica y espera, confiando en ser
atendido. El salmo 69 reúne dos lamentaciones, cada una formada por una queja y una petición. La
primera (vv. 2-7 y 14-16) habla del tema del agua infernal y de los enemigos. La segunda (vv. 8-13 y
17-30) habla del grito de angustia del fiel víctima del propio celo. El salmo termina con un himno de
carácter nacionalista (vv. 31-37). El salmo 70 igualmente lanza un grito de angustia porque el fiel se
siente "pobre e indigente": "¡Oh Dios, date prisa, tú eres mi socorro y mi liberación, Señor, no tardes"
(70,6).

El salmo 137 evoca la caída de Jerusalén en 587 a.C. y el exilio en Babilonia. Recuerda en el dolor los
hechos vividos cuando los caldeos abrieron la brecha en los muros de Jerusalén, la invasión de los
edomitas y la acción arrasadora de Babilonia. Al mismo tiempo que recuerda con nostalgia a Sión,
desea venganza de los enemigos.

Conclusión
El exilio marcó profundamente al pueblo de Israel, aunque su duración fue relativamente corta: de 587
a 538 a.e. Israel no conocerá más la independencia. El reino del Norte ya había desaparecido en 722
a.C. con la destrucción de la capital, Samaria. y la mayor parte de la población se dispersó entre otros
pueblos dominados por Asiria. El reino del Sur también terminó trágicamente en 587 a.C. con la
destrucción de la capital, Jerusalén, y la deportación de parte de la población de Babilonia.

Tanto los que permanecieron en Judá como los que partieron para el exilio llevaron la imagen de una
ciudad destruida y de las instituciones deshechas: el Templo, el culto, la monarquía, la clase sacerdotal.
Unos y otros de forma diversa, vivieron la experiencia del dolor, de la nostalgia, de la indignación, y la
conciencia de culpa por la catástrofe que se abatió sobre el reino de Judá.

Los escritos que surgieron en Judá en el período del exilio revelan la intensidad del sufrimiento y de la
desolación que el pueblo vivió. Son los libros de Lamentaciones, Jeremías y Abdías. Los exiliados en
Babilonia igualmente recordaron en el dolor lo que vivieron: "A la orilla de los canales de Babilonia
nos sentamos y lloramos con nostalgia de Sión; en los sauces que allí había colgamos nuestras arpas.
15               ESCUELA BÍBLICA – CAPÍTULO 8
                                                 9
Allá, los que nos exiliaron pedían canciones, nuestros raptores querían alegría: ' Canten para nosotros
una canción de Sión!' ¿Cómo cantar una canción al Señor en tierra extranjera?" (Sal 137,3¬4).

La experiencia fue vivida por los que quedaron y por los que salieron como prueba, castigo y
reconocimiento de la propia infidelidad a la alianza con Dios. Poco a poco fueron retomando la
confianza en Dios que puede salvar a su pueblo y los conducirá en el Nuevo Éxodo de vuelta a Sión,
conforme afirma, el Segundo Isaías. Dios nuevamente devolverá la tierra al pueblo como la dio en el
pasado (Ez 48).

De hecho, en el Segundo Isaías ya se entrevé la liberación del pueblo que vendrá por medio de Ciro,
rey de Persia. Él será el nuevo dominador no sólo de Judá e Israel, sino de todo el Oriente. ¿Ciro será
de hecho el "ungido' el salvador del pueblo de Judá y de los exiliados? Es lo que veremos en el
próximo estudio.




Para continuar la reflexión

      ¿Hemos vivido alguna situación en la que nos ha parecido que todo está, en ruinas?
   •   ¿Hemos sentido la fidelidad de Dios en esa situación?
   •   Leer Is 51,1-3 y comentar: ¿Cuáles son las flores y plantas que hoy nos muestran que el amor
       de Dios es fiel?

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Exilio en Babilonia: Dios con su pueblo en la adversidad

  • 1. 13 ESCUELA BÍBLICA – CAPÍTULO 8 8 VIII. DIOS TAMBIÉN ESTABA ALLÁ: Exilio en Babilonia. Introducción En este octavo bloque temático usted descubrirá que Dios siempre fue fiel a su pueblo, a pesar de que, como todos los pueblos, tuvo altibajos y vivió momentos de crisis y falta de identidad. Uno de los períodos más difíciles y dolorosos fue el exilio, cuando Jerusalén y el Templo fueron destruidos, el pueblo perdió la tierra y fue deportado. Los cinco temas de este bloque temático abordan ese período de la historia bíblica, que trajo tanto sufrimiento, pero que también fue motivo de renovación y retoma de la fidelidad a Dios. El primer tema el “Migrante y exiliado, el pueblo sufre de nostalgia de Dios”, y muestra por qué y cómo la población del reino del Sur fue llevada a Babilonia y lo que aconteció en la vida de los exiliados, sin el Templo y sin liturgia. “En la angustia por la destrucción surge la esperanza de sobrevivir en la tierra”, es el segundo tema. Aborda la experiencia que tuvieron los que permanecieron en la tierra del reino del Sur. Ellos percibieron que lo esencial para poder sobrevivir en un momento tan difícil era la fidelidad a Dios por medio de la herencia recibida de los antepasados. Así, se formaron comunidades en las sinagogas alrededor del libro de la Torá, que en parte sustituyeron al Templo destruido. “Identidad de Israel: el amor a la Torá de Moisés”, es el tercer tema, que estudia el período del exilio no sólo en Babilonia. Si los exiliados sufrían por la distancia de Jerusalén, los que se quedaron sufrían aún más por ver las ruinas de todo lo que tenían como sagrado. Pero, tanto en un lugar como en el otro, consiguieron descubrir que Dios no los abandonó. El cuarto tema, “La Biblia nació de una mirada iluminada sobre la historia”, presenta los libros bíblicos que fueron escritos durante el período del exilio. Con la ayuda de los profetas y de sus líderes, el pueblo dejó de mirar hacia atrás y comenzó a repensar toda la historia de su fe, desde el tiempo de los primeros patriarcas y matriarcas. De esa mirada reflexiva nacieron los escritos de la Biblia. La esperanza de los exiliados es retratada en el quinto tema, “Dios hará de las ruinas un jardín; escritos del exilio en Babilonia”. Ellos, animados por los profetas, tenían la certeza de que Dios no sería insensible a su esfuerzo de fidelidad y los reuniría nuevamente en Jerusalén, como un pueblo renovado. Entre frustraciones y esperanzas, incredulidad y fidelidad, el pueblo del Sur vive su amarga experiencia de exilio y se afirma en la identidad de pueblo guardián de la fe y de los escritos de la Biblia. 8.1 MIGRANTE Y EXILIADO: EL PUEBLO SUFRE DE NOSTALGIA DE DIOS Todo cambio causa una cierta inseguridad. Lo nuevo asusta. No se sabe lo que sucederá. ¿Cómo se sientes las personas, familias y pueblos enteros obligados a dejar sus tierras, sea por la necesidad de supervivencia, sea por haber sido despojados muchas veces por la opresión y por la injusticia de los poderosos de ayer y de hoy? Retomando el camino hecho Con el exilio en Babilonia concluyó el período de la monarquía en Israel. Hubo un tiempo en que la monarquía se extendía sobre las doce tribus de Israel. Este período es conocido como Monarquía Unida bajo los reyes de Saúl, David y Salomón. Duró casi un siglo, de 1030 a 931 a. C. Después de la muerte
  • 2. 13 ESCUELA BÍBLICA – CAPÍTULO 8 9 de Salomón, el reino de Israel, al norte, formado por diez tribus, tuvo sucesivamente tres ciudades como capitales: Siquén, Tirsá y Samaria. Duró poco más de dos siglos y terminó con la invasión de Asiria en 722 a. C. El reino de Judá duró de 931 a 587/6 a. C. Tenía su sede en Jerusalén. Estaba formado por apenas dos tribus: Judá, Simeón y parte del territorio de la tribu de Benjamín. Era conocido como reino de Judá absorbió a las demás. Este reino era menor que el de Israel, pero duró casi tres siglos y medio. Terminó en 587/6 a. C. bajo el dominio de Babilonia. La experiencia del exilio por el reino del Sur fue más fuerte y determinante que la experiencia similar vivida, mucho antes, por Israel, el reino del Norte. La experiencia de la dispersión de los israelitas por el imperio asirio acabó perdiéndose, pero la experiencia del exilio en Babilonia fue conservada en la memoria del pueblo de Judá hasta hoy, por medio de sus escritos. Muchas fueron las causas de las exilios del pueblo de Israel en el transcurso de su historia: el clima, la posición geográfica, la expansión territorial de los pueblos vecinos, el servicio militar, la búsqueda de mejores condiciones económicas, la persecución, entre otras. El clima obligó muchas veces al pueblo a salir de su tierra en busca de mejores condiciones de vida, sobre todo durante las épocas de hambre (Gn 12, 10; Rt 1, 1.6). La posición geográfica de Israel -como corredor de paso- favorecía el intercambio con otros pueblos y continentes (Ex. 3, 8). Con la expansión territorial, los imperios vecinos ejercieron sucesivamente su dominio político sobre la región de Canaán: Asiria (722-605), Babilonia (605-538), el período que nos interesa, Persia (538-333), Grecia (333-305), los Lágidas de Egipto (305-198), los Seléucidas de Siria (198-63) y, finalmente, Roma (63 a.C. a 135 d.C.). Todos estos imperios expulsaron y deportaron parte de la población. El servicio militar obligatorio como mercenarios era exigido por los imperios extranjeros. De algunos recibían como recompensa favores y tierras en su territorio. Por ejemplo, la colonia Elefantina, en Egipto, pertenecía a militares judíos jubilados. La búsqueda de mejores condiciones económicas en otros países. Muchas familias consiguieron, de esta manera, una buena posición económica. Finalmente, la persecución religiosa, sobre todo en el período de los Seléucidas, llevó a muchos israelitas a salir de su tierra. El exilio espontáneo o forzado es una experiencia que marca no sólo a Israel, sino a gran parte de la población de todos lo pueblos y tiempos en contextos similares. ¿Se ha vivido o se vive una realidad similar en Colombia? ¿Las personas que viven cerca de usted, han vivido toda su vida allí o provienen de otros lugares? ¿Por qué se han desplazado de un lugar a otro? ¿Es producto de conflicto armado interno, del narcotráfico, la extorsión, la persecución? ¿Cuál es el número de personas desplazadas en Colombia hasta la fecha? ¿Cuál es la realidad que viven las personas desplazadas, las que viven estos exilios forzados? ¿Cuántas personas colombianas han tenido que abandonar su país? ¿Realmente el gobierno se preocupa por las personas que emigran dentro y fuera del país? ¿Cuál ha sido la actitud y actuación de la Iglesia Católica ante esta realidad? ¿Sabía usted que sólo el año pasado, 2008, entraron cerca de 40,000 personas desplazadas a la ciudad de Bogotá? ¿Encontrarán las condiciones para una vida digna en dicha ciudad? ¿Cuál es la lectura que desde la fe cristiana se hace respecto a esta realidad de los desplazados forzados? La experiencia del exilio marcó al pueblo de Israel y continúa marcando al pueblo de hoy como forma de violencia que desarraiga a las personas de su contexto y las traspone en una realidad desconocida y no menos desafiante. Veamos cómo el pueblo de la Biblia enfrentó y sobrevivió a la experiencia del exilio.
  • 3. 14 ESCUELA BÍBLICA – CAPÍTULO 8 0 La potencia babilónica destruye el reino de Judá Después de Asiria, Babilonia comenzó a destacarse en el escenario internacional. Ya en 597 a.C., Nabucodonosor sitió a Jerusalén, la capital del reino de Judá, y la tomó el 16 de marzo del mismo año. Apresó al rey Jeconías, sus familiares y toda la corte. Además de ellos, deportó a Babilonia a todos los herreros y artesanos y dejó en Judá sólo la población más pobre. Saqueó el Templo de Jerusalén y el palacio real (2 Re 24, 10-17) y se llevó los utensilios sagrados. Sustituyó al rey Jeconías por su tío Matanías, cuyo nombre cambió por el de Sedecías. Había en Judá una gran división interna donde, de los diversos partidos, unos estaban a favor de Egipto (2 Re 23, 31; Jr 37, 6-7) y otros de Babilonia (2 Re 24, 17; Jr 38, 19; 19, 11-12). Sedecías y el profeta Jeremías se pusieron a favor de Babilonia. Jeremías tenía conciencia de que el pueblo no podía morir, porque tenía una misión por cumplir. Sedecías y el profeta Jeremías se pusieron a favor de Babilonia. Jeremías tenía conciencia de que el pueblo no podía morir, porque tenía una misión por cumplir. Por esto, pedía al pueblo que no hiciese resistencia (Jr 27, 10-12). Esto no quería decir que Jeremías aprobase la política de Babilonia, pues también ella un día sería subyugada (Jr 27, 7), sino que quería impedir un mal mayor, el exterminio del pueblo. Además de esto, en la memoria de todos se conservaban dos traumas: la destrucción de Samaría, en 722, que intentó resistir a Asiria pero fue aniquilada y nunca más se rehizo (2 Re 17, 5-6), y la muerte del rey Josías, en 609 a.C., al oponerse al paso del ejército egipcio por su territorio (2 Re 23, 29-30). Ante estos dos hechos, el pueblo quedó desorientado, sin saber qué posición tomar (Jr 26, 11.16.24). E incluso cuando Sedecías, el último rey de Judá, adoptó la línea babilónica, no tenía seguridad de sus actos. En diversos momentos consultó a Jeremías para saber lo que debía hacer (Jr 37-38). Justamente por ser indeciso salvó la vida del profeta. Por otra parte, era incapaz de impedir que fuese hecho algún mal a Jeremías y ni él mismo consiguió convencer a los grupos divididos de adoptar su opción política. Insatisfecho con la sumisión a Babilonia, formó una coalición antibabilónica instigado por Egipto, que deseaba alcanzar Asia. El plan no tuvo éxito. Sedecías temió una represión mayor y, antes de que Babilonia llegase a exigir sus derechos, envió una embajada al rey para renovar su sumisión (Jr 29, 3-25). No se demoró mucho Sedecías, incluso en rebeldía contra los consejos de Jeremías, para iniciar una segunda tentativa de coalición antibabilónica con Egipto y los países vecinos de Tiro, Amón y Edom (Ez 17, 12-18; 21, 24-25). Otra vez el plan no tuvo éxito. El ejército de Babilonia cercó a Jerusalén en 587 y la invadió antes de que llegase apoyo de Egipto. Sedecías fue derrotado en las proximidades de Jerusalén. La ciudad, las murallas y las fortalezas fueron destruidas y saqueadas. El Templo fue incendiado y la misma suerte tuvieron muchas localidades de Judá. Sedecías intentó huir con su familia, pero fue capturado (Jr 39, 1-7; 52, 6-11; 2 Re 25, 3-7). Sus familiares fueron muertos y él fue cegado y llevado a Babilonia, donde desapareció. Con el rey fue deportado un pequeño grupo, mucho menor del de 597, pues muchos habían muerto en combate, otros de hambre o por la peste y un gran número había sido decapitado. Alrededor de 582 el profeta Jeremías se refiere a otra deportación de la cual tenemos conocimiento por medio de su libro (Jr 52, 30). La política de Babilonia era menos violenta que la de Asiria Toda forma de dominación atenta contra la dignidad y la libertad humanas. Pero existen algunos métodos que son más violentos que otros. Babilonia, con relación a Asiria, fue menos violenta con los países que dominaba1. 1  Documentos de cronistas asirios revelan la práctica de torturas como desolladura en vida, empalamiento, amputación de orejas, de la  nariz, de los órganos genitales y aprisionamiento de las víctimas mutiladas en jaulas en las ciudades que aun no se habían rendido. La 
  • 4. 14 ESCUELA BÍBLICA – CAPÍTULO 8 1 Asiria imponía severas sanciones a los países vasallos, y variaban según las faltas. En la primera rebelión, el castigo era hecho con el aumento de tributos. En el caso de una nueva tentativa de rebelión, los asirios intervenían con la fuerza militar. En la tercera tentativa, el soberano local era depuesto y substituido por un gobernador asirio. Se deportaba un número elevado de la población nativa para evitar nuevos focos de rebeliones. Los deportados eran esparcidos por las ciudades del imperio y otros pueblos eran traídos al territorio. Esto fue lo que sucedió con los israelitas del reino del Norte (2 Re 17, 24). Los babilonios, al contrario de los asirios, nombraron en lugar del rey Sedecías un gobernador de la nobleza local de Judá llamado Godolías. Él fue constituido gobernador de la provincia de Judá (2 Re 25, 22; Jr 40, 7 ss.). ¿Y Jeremías? Las informaciones respecto a su suerte no coinciden. Las narraciones presentan inconsistencias, pues en su libro, en 39, 14, Jeremías es liberado en Jerusalén “del patio de la guardia” y en seguida, en 41, 1, aparece nuevamente entre los prisioneros en la ciudad de Ramá que estaban siendo llevados para el cautiverio en Babilonia. Según las informaciones de Je 39, 11-12, le fue dada la posibilidad de escoger entre quedarse en Judá o ir a Babilonia. Él escogió la permanencia junto a Godolías, el gobernador de la región, y vivió con él en Mispá (Jr 40, 6). Con la muerte de Godolías la situación empeoró. El texto no deja claro cuál fue el paradero de Jeremías. La tradición nos informa que habría sido llevado a Egipto, donde terminó su vida. Biblia no hace referencia a esas torturas porque los exiliados del reino de Israel no conservaron por escrito  la memoria de la  experiencia de su exilio. O tal vez no ha llegado hasta nosotros.
  • 5. 14 ESCUELA BÍBLICA – CAPÍTULO 8 2 2. EN LA ANGUSTIA DE LA DESTRUCCIÓN SURGE LA ESPERANZA DE SOBREVIVIR EN LA TIERRA El, autor del libro de Lamentaciones describe así la situación de Judá después de la destrucción: "¡Qué solitaria ha quedado la ciudad populosa! Se ha convertido en una viuda la que era grande entre las naciones. La princesa de las provincias ha sido reducida a esclavitud. Llora sin cesar por la noche y las lágrimas bañan sus mejillas. Ninguno de sus amantes puede consolarla. La han traicionado todos sus amigos, y ya son sus enemigos. Humillada y oprimida, Judá se encamina al destierro; habita entre las naciones sin encontrar tranquilidad; todos sus perseguidores la ponen en peligro" (Lm 1,1-3). La esperanza de sobrevivir en la tierra La situación vivida por el pueblo durante el sitio de Jerusalén y después de la caída de la ciudad y de la destrucción del Templo fue terrible: falta de comida (Lm 1,11); canibalismo (Lm 2,20; 4,10); sufrimiento de los niños (Lm2,11-12.19); violación de las mujeres (Lm 5,11 ); asesinato de sacerdotes y profetas (Lm 2,6.14); ahorcamiento de hombres respetables (Lm 5,12); imposición de trabajos forzados y de impuestos por parte del imperio babilónico: "Nuestra herencia ha pasado a extranjeros, nuestras casas a desconocidos. Somos huérfanos, sin padre; y nuestras madres son como viudas. Tenemos que pagar el agua que bebemos nuestra leña la tenemos que comprar. Nos persiguen, los tenemos encima; nos agotamos y no tenemos descanso" (Lm 5,2-5). La destrucción no había perdonado ninguna ciudad importante de Judá. Las áreas que quedaron desocupadas con la salida de los deportados fueron pobladas no sólo por la población campesina que quedó en Judá sino también por los pueblos vecinos La región montañosa central de Judá fue ocupada gradualmente por los édomitas, presionados por las tribus árabes, que sacaron la ventaja de la desgracia y ocuparon la región del Negueb, saqueando las ciudades de Judá (Ez 25,12-14;Ab 19;Lm 4,21 ss; Sal 137,7). Los sobrevivientes comenzaron lentamente a poblar y reconstruir las ciudades. Los asentamientos Judaicos se concentraron en las regiones periféricas y en algunas distantes, causando probablemente la separación de Judá después de la primera deportación en 597 A.C; Los nombres de esas ciudades fueron conservados en la lista del "resto de Israel", en el libro de Nehemías (Ne 11,20.25-36). Él cita, de hecho, muchas localidades situadas en las regiones de Benjamín, del Negueb y de Sefelá, fuera del territorio de Judá. Godolías inició su gobierno con un programa de reconstrucción, invitando a los sobrevivientes de la catástrofe a repoblar las ciudades y a retomar las actividades cotidianas. . Para eso distribuyó las tierras de los deportados entre los moradores de la ciudad y del campo. Creó así una pequeña clase de propietarios locales, cuyo derecho no se fundamentaba en la herencia ni en la compra, sino en la orden dada por el emperador de Babilonia. Ese acto fue considerado válido y digno de fe y suscitó esperanzas en el pueblo. Sin embargo, la situación fue muy difícil para los que permanecieron en Judá, pues todos los días las ruinas de los lugares sagrados estaban ante sus ojos. Godolías estaba apenas en el inicio de su gobierno cuando fue muerto a traición en Mispá (2R 25,25; Jr 40-44). Con su muerte la situación se volvió más difícil aún y la pobreza mayor. Sobrevivir en ese contexto era muy penoso. Con miedo de una represión mayor. Muchas familias judías huyeron a Egipto. Se refugiaron predominantemente en la colonia de Elefantina (o Yeb). Hay quien les atribuye su fundación, habiendo sido transformada posteriormente en colonia militar dé judíos jubilados.
  • 6. 14 ESCUELA BÍBLICA – CAPÍTULO 8 3 Jeremías también huyó a Egipto (Jr 42), donde probablemente concluyó sus días (2R 25,22-26; Jr40-44). De la crisis de fe a una vida nueva El pueblo vivió una gran crisis de fe. Ante los acontecimientos tuvo actitudes diferentes: oró como rebelión contra Dios; oró en reconocimiento de su culpa y, oró pidiendo ayuda. El primer sentimiento que invadió al pueblo fue de revuelta contra Dios, como si Él fuese el responsable de la desgracia: "El Señor decidió destruir el muro de la hija de Sión: extendió la plomada, no retiró su mano destructora; enlutó baluarte y muro: juntos se desmoronaron... El Señor realizó su designio, ejecutó su palabra decretada desde los días antiguos; destruyó sin piedad; hizo al enemigo alegrarse a tu costa, exaltó el vigor de tus adversarios" (Lm 2,8.17). La desesperación del pueblo era tan grande que llegó a sentirse con el derecho de llamar la atención de Dios: "Mira, Señor, y considera que jamás trataste a nadie así. ¡Las madres se comen el fruto de sus entrañas, los hijos que antes cuidaban! ¡Sacerdotes y profetas han sido degollados en el santuario del Señor!" (Lm 2,20). Pasado el impacto inicial otro sentimiento invadió el corazón del pueblo, no más de revuelta contra Dios por la destrucción, sino de reconocimiento de la culpa del propio pueblo. Éste evaluó la desgracia como consecuencia de su infidelidad a Dios: "Elevemos sinceramente nuestra oración al Dios del cielo. Nosotros nos rebelamos y pecamos, pero tú nos perdonaste... Nuestros antepasados pecaron, y ya no existen, pero nosotros cargamos con sus culpas. La culpa fue de sus profetas que pecaron y de sus sacerdotes que hicieron el mal, derramando sangre inocente en medio de ella (Jerusalén)" (Lm 3,41ss; 5,7;4,13). Pero el pueblo recobró sus fuerzas y renovó la confianza en Dios. El pueblo podía estar derrotado, pero Dios no, que continuaba inconmovible en su trono. Si Dios continuaba firme, el pueblo podía confiar en su poder. Él podía hacer brotar la vida en un contexto de muerte: "Pero tú, Señor, permaneces para siempre; tu reinado dura eternamente. ¿Por qué nos olvidas para siempre, por qué nos abandonas de por vida?" (Lm 5,19-20). El pueblo recobró el ánimo y renovó su fe: "El Señor es bueno para quien confía en Él, para aquel que lo busca. Es bueno esperar en silencio la salvación del Señor" (Lm 3,25ss). La fe pura en el Dios de Israel no murió. El lugar donde estuvo el Templo continuó siendo un sitio sagrado y en el que se ofrecían sacrificios, según la afirmación de Jeremías (Jr 41,4-5). Después de la destrucción del año 70 d.C., parte de los muros del Templo quedaron en pie y continúa hasta hoy, como "El Muro de las Lamentaciones", lugar de oraciones y de peregrinación (IR 8,33). De acuerdo con el profeta Zacarías, estos ritos debían ser observados cuatro veces al año: en el cuarto mes (junio/ julio) por causa de la conquista de Jerusalén; en el quinto mes (Julio / agosto) por causa del incendio del Templo; en el séptimo mes (septiembre/octubre) por causa del asesinato de Godolías; en el décimo mes (diciembre/enero) por causa del cerco de Jerusalén (Zc 8,19; cf 2R 25,1.8-9.25). El pueblo imprimió en sus acontecimientos históricos un carácter religioso y celebrativo. El "resto" elegido: un brote en el tronco seco Inicialmente la idea del "resto de Israel" estaba ligada a las invasiones de otros pueblos, cuyas consecuencias destructivas podrían ser fatales, pues ninguno sobreviviría a la desgracia. Era el miedo a la desaparición total. Así mismo, en algunos profetas aparece la convicción de que un "resto" se salvará de la catástrofe, porque Dios ama a su pueblo (Is 4,3). Creían que Dios no permitiría su completa destrucción; como ya aparece en el siglo VIII en Amós (Am 3,12)13,. A partir de ese "resto,” la nación podría reencontrar la propia supervivencia, porque la destrucción no llegaría a toda la casa de Jacob
  • 7. 14 ESCUELA BÍBLICA – CAPÍTULO 8 4 (Am 9,8-10). Un grupo allí que fuese de proporciones reducidas, purificado y de ahora en adelante fiel, sería la simiente de un pueblo nuevo (Am 5,15). De ese resto nacería una nación fuerte y poderosa. Después de la destrucción del reino de Judá en 587, nació la conciencia de ser ellos el resto que fue disperso por Dios entre las naciones: "... no somos más que un resto en medio de las naciones donde nos dispersaste" (Ba 2,13; cf. Ez 12,16). Y en ese contexto, fuera y distante de su tierra, Israel se convertirá y "los sobrevivientes se acordarán de mí en medio de las naciones adonde sean llevados cautivos, cuando yo restaure su corazón adúltero que se apartó de mí, y sus ojos adúlteros que se fueron detrás de sus ídolos. Tendrán asco de sí mismos las maldades y abominaciones que cometieron. Y sabrán que yo, el Señor, no los amenacé en vano" (Ez 6,9-10). Dios reunirá ese resto purificado para la restauración mesiánica: "Yo mismo reuniré el resto de mis ovejas de todos los países por donde las dispersé..., suscitaré a David un retoño legítimo, que reinará con sabiduría, que practicará el derecho y la justicia en esta tierra. En sus días se salvará Judá e Israel vivirá en paz... "(Jr 23,3.5-6). Pero después del exilio el "resto" será nuevamente infiel y será nuevamente diezmado y purificado, como lo expresa bien el profeta Zacarías: "Y acontecerá en toda la tierra -oráculo del Señor- que dos tercios serán exterminados y que otro tercio será dejado. Haré a ese tercio entrar en el fuego, lo purificaré como se purifica la plata, lo probaré como se prueba el oro. Él invocará mi nombre y yo le responderé; diré: '¡Es mi pueblo!'. Y él dirá: “¡El Señor es mi Dios!” (Zc 13,8-9)15. De ese resto fiel nacerá el rey Mesías o Emmanuel comparado con una piedra angular (Is 28,16¬17)16 Y con el brote o retoño de un pueblo santo (Is 6,1'3, 11,1.10). La comunidad cristiana retorna a esa misma idea y relee a Jesucristo como ese "Retoño" del nuevo y santificado Israel (Mt 1,6.16).
  • 8. 14 ESCUELA BÍBLICA – CAPÍTULO 8 5 3. LA IDENTIDAD DE ISRAEL: EL AMOR A LA TORÁ DE MOISÉS Los exiliados de ayer y de hoy reviven, fuera de su tierra, la nostalgia de la tierra, de las costumbres, de la fe que los unía. “Junto a los ríos de Babilonia nos sentábamos a llorar acordándonos de Sión; en los sauces de la orilla colgábamos nuestras cítaras. Los que allí nos deportaron nos pedían canciones, y nuestros opresores, alegría: “¡Canten para nosotros una “canción de Sión!” ¿Cómo cantar una canción al Señor en tierra extranjera? Si me olvido de ti, Jerusalén, que se me seque la mano derecha... " (Sal 137,1-5) El pueblo de Dios prosperó y creció, aun en el exilio El exilio en Babilonia dejó marcas no sólo en el pueblo que quedó en la tierra de Judá, sino también en los que fueron deportados. Los que se quedaron tenían la realidad de la destrucción ante sus ojos. Los que fueron deportados cargaron consigo las imágenes de la ciudad destruida, del pueblo disperso y masacrado, del culto deshecho. Estaban lejos de su tierra, sin Templo, sin culto y sin sus dirigentes. Muchos sueños construidos a lo largo de los años fueron deshechos. La solución era entrar en el nuevo ritmo de vida, pues todavía tenían suerte. Los babilonios no dispersaron a los exiliados, como hicieron los asirios. Fueron asentados en núcleos en las proximidades del río Quebar, en las ciudades de Neppur, Susa, Uruk y otras (Ez 1,lss; Ne 7,61). Algunos debieron vivir en régimen de servidumbre (Is 42,22), y gran parte de ellos fue asentada en comunidades agrícolas (Ez 3,24; 33,30). Esto favoreció la conservación del patrimonio espiritual, religioso y cultural. Podían hablar su propia lengua, observar sus costumbres y sus prácticas religiosas. Poco a poco fueron aculturándose, adoptaron nombres, el calendario y la lengua de Babilonia (el arameo). Podían libremente reunirse, comprar tierras, construir casas y comunicarse con Judá, su patria (Jr 29,5). No sufrieron la misma suerte de sus hermanos del reino del Norte en el plano ético y político, que fueron totalmente asimilados por los pueblos entre los cuales fueron dispersados. En realidad, en Babilonia consiguieron una cierta prosperidad económica en un tiempo relativamente corto, la cual fue comprobada por las pesquisas arqueológicas mediante documentos descubiertos en la ciudad de Neppur. Son documentos de bancos, casas de comercio, contratos de compra y venta, contratos matrimoniales en los cuales aparecen muchos nombres de origen hebraico. No hay indicios en esos documentos de que los deportados de esa región hubiesen sido reducidos a esclavitud. El profeta Ezequiel vivía entre los exiliados. Los ayudaba a superar las dificultades y a alimentar la esperanza del retorno a la Tierra Prometida. En una de sus visiones llegó a describir una nueva distribución de la tierra santa entre las doce tribus de Israel, en una convivencia de perfecta unidad (Ez 48, 1-29). La descripción de sus confines corresponde a los antiguos límites de la tierra de Canaán que aparece en el libro de los Números (cf. Nm 34,1-12). Ezequiel añadió en esa descripción nombres geográficos contemporáneos, incluyendo provincias de la Babilonia de su tiempo (Ez 47,13-23). Incluso si los deportados tuvieron la posibilidad de reconstruir sus vidas, vivieron la experiencia del exilio como una gran catástrofe. La nostalgia de Dios alimentaba la fe y la esperanza Con el exilio, el pueblo pensó que todas las promesas de Dios habían fallado: tierra, descendencia y un gran nombre. Vivió una enorme crisis de Fe en el Señor, su Dios. El dios de Babilonia, Marduc, había vencido al Dios de Israel, tenía más poder que él. Por eso, muchos exiliados se adhirieron a la religión del Marduc., No sólo porque él había sido más poderoso, sino también porque podían obtener algunos
  • 9. 14 ESCUELA BÍBLICA – CAPÍTULO 8 6 privilegios de sus señores babilonios (Ez 14,1-11). Después de todo, las festividades religiosas dedicadas a Marduc eran muy suntuosas, con liturgias y procesiones solemnes, que llevaban a los exiliados a creer que, de hecho; el Señor había sido vencido junto con su pueblo. Sin embargo, había los que permanecían fieles al Dios de Israel y el sentimiento y la sensación dominante que los afligía era con respecto a la retribución individual y nacional, es decir, ¿Quién es el culpable de tanta desgracia que cayó sobre nosotros? ¿Estamos pagando por nuestros pecados o los de nuestros antepasados? ¿Estamos pagando por nuestros pecados individuales o colectivos? (Ez18,2; 23,32). Ezequiel y el Segundo Isaías no ahorraron esfuerzos para que el pueblo mantuviera viva la fe en el Dios de la Promesa y la esperanza de una restauración en la propia tierra: Por eso Ezequiel intentó presentar un extenso programa de reconstrucción del Templo, del culto (Ez 40,46) y del propio Estado con sus límites y con distribución de tierra (Ez 47,13-48,29). El jefe de la nueva tierra no sería más un rey, sino un príncipe (Ez 48,21ss). En el exilio reafirmaron la identidad israelita mediante algunas prácticas culturales y religiosas, como la circuncisión, la observancia del sábado y de la ley mosaica. El referente no era más el Templo, sino el Libro de la Ley, las escrituras sagradas. Ellas eran anunciadas principalmente por los profetas del exilio, Ezequiel y el Segundo Isaías (Is 40-55). La "religión del Libro" fue tomando importancia cada vez mayor en el exilio; en él surgieron muchos escritos y otros fueron reescritos. Los exiliados mantuvieron viva la fe por las oraciones litúrgicas, oraciones y cánticos, aunque no consiguieron olvidar a Sión (Sal 137). Conservaron la firme esperanza de retornar a ella, pues Dios la había prometido a ellos, que se consideraban descendientes de Abrahán (Gn 12,7). Isaías vio el retorno del exilio como un nuevo éxodo en cuyo desierto habría abundancia de agua y toda especie de plantas (Is 41,18-20). La Torá de Moisés Los exiliados, lejos de la tierra, buscaron solidificar su identidad por medio de algunas prácticas que ya existían entre ellos antes del exilio y que perduran hasta hoy: la circuncisión, la observancia del sábado, las normas alimenticias y, fundamentalmente, la lectura de la Ley de Moisés a Torá. Esos signos externos los identificaban ante los otros pueblos. - No más el culto, sino la Palabra Antes del exilio eran los sacerdotes quienes congregaban al pueblo alrededor del culto en el Templo de Jerusalén. Ahora, en el exilio, son principalmente los profetas Ezequiel y el Segundo Isaías los referentes para el pueblo. Ezequiel gozaba de gran reputación (Ez 33,30ss; 14,1) Y reunía al pueblo alrededor de la Palabra, en pequeños grupos en su casa (Ez 3,23-24; 8,1). Los profetas animaban a las familias reflexionando con ellas sobre la Palabra de una forma libre y espontánea. Tal vez fuese en la forma de círculos bíblicos, como sucede hoy en nuestras comunidades. Es muy probable que, de la experiencia de reunirse en casas de familia, poco a poco el espacio quedó estrecho y surgió la necesidad de reservar un lugar mayor y específico para las reuniones de la comunidad, lo que había dado inicio a la sinagoga. - Sinagoga: la casa de la asamblea del pueblo judío La palabra sinagoga es de origen griego y significa "asamblea"; en hebreo Beit Knésset (casa de la asamblea). No sabemos cuándo y dónde tuvo inicio la primera sinagoga judía. Algunos estudiosos dicen que fue en el tiempo entre, el Edicto de Ciro (538 a.C.) y la llegada del gobernador Nehemías a
  • 10. 14 ESCUELA BÍBLICA – CAPÍTULO 8 7 Judá (445 a.C.). Lo cierto es que su propagación entre los judíos fue rápida, sobre todo en la diáspora, esto es, en las comunidades judías que estaban esparcidas fuera de su tierra. En Egipto la sinagoga es conocida ya en el siglo III a.c., lo que lleva a pensar que surgió mucho antes de la destrucción del segundo templo, en el año 70 d. C. Se cree que tanto en Egipto como en Babilonia, en Persia y en otros lugares, ya se desarrollaba en ella el culto religioso, porque el templo quedaba muy distante. Para la mayoría de los judíos de la diáspora era imposible ir a Jerusalén varias veces al año para las celebraciones de las fiestas religiosas. La sinagoga continúa siendo hasta hoy el lugar por excelencia de la reunión de los judíos y mucho contribuye para consolidar sus tradiciones religiosas y culturales. En los grandes centros urbanos es posible encontrar más de una. - Sinagoga: lugar de la identidad La sinagoga, en poco tiempo, se convirtió en una institución característica del pueblo judío. Ella servía y sirve aún hoy para diversos servicios: el culto, la oración, el canto, la lectura, el estudio de las escrituras y de otros escritos del judaísmo. Diversas personas son responsables de diferentes funciones dentro de la comunidad sinagogal; como el rabino, el lector de la Torá, el cantor, el organizador de la asamblea y el hasán. El rabino desempeña la función de enseñar y de juzgar casos civiles y de derecho penal; el hasán es un profesional del canto. A falta del rabino y del hasán, cualquier persona puede hoy presidir la oración. En , el judaísmo liberal la mujer puede también ejercer la función de rabina y de hasanit. Junto a la sinagoga hay normalmente otras dependencias que sirven para sesiones culturales, reuniones sociales y de diversión. En el interior de la sinagoga brilla la luz eterna El centro de la sinagoga es la Torá, guardada en un "armario sagrado". Es como el Santísimo Sacramento guardado en el sagrario de las iglesias católicas. Sobre el "armario sagrado" se encuentra una lámpara encendida día y noche que se llama "luz eterna". Hay también una mesa de apoyo para la lectura de los textos sagrados y un pequeño palco con un púlpito. En la parte de la asamblea se encuentran las bancas donde normalmente los hombres ocupan un lado y las mujeres el otro, o los hombres la parte de abajo y las mujeres la de arriba. En las sinagogas liberales no existe esa división y las mujeres son contadas para completar el número de diez personas necesarias para abrir una nueva sinagoga; en las sinagogas más conservadoras sólo se cuentan los hombres. En la sinagoga se desarrollan actividades diarias como la oración y la lectura de textos sagrados, y actividades semanales como el culto que se inicia en la tarde del viernes y termina el sábado. Hay algunas fiestas religiosas anuales solemnes que son las fiestas de peregrinación (Dt 16,16): la Pascua (pessach) que dura una semana; Pentecostés (shavu ot) que dura dos días; y la fiesta de los Tabemáculos o de las Tiendas y Cabañas (suco) que dura ocho días. En el octavo día se celebra el Regocijo de la Torá (simchát Torá); mientras el rabino porta el libro de la Ley jóvenes y viejos danzan a su alrededor (Ne 8;13). Existen otras dos fiestas de cuño más popular: la primera es la fiesta del inicio del año agrícola (Roshhashanáh; Lv 23,23-25) y la segunda es el Día de la Expiación (Yom Kippúr; Est 9,20-32); Finalmente, dos fiestas que son posteriores al exilio (538 a.c.): la fiesta de la Dedicación o de las Luces (Hanukah), en la mitad del mes de agosto, y la fiesta de Purim o fiesta de la suerte, porque el pueblo 'fue salvo a tiempo' del enemigo. Algunas de estas fiestas son celebradas en la sinagoga.
  • 11. 14 ESCUELA BÍBLICA – CAPÍTULO 8 8 4. LA BIBLIA NACIÓ DE LA MIRADA ILUMINADA SOBRE LA HISTORIA El exilio en Babilonia dividió la población de Judá en dos contextos geográficos distintos: Judá y Babilonia. En los dos contextos floreció la literatura bíblica. En Judá nació la Tradición Deuteronomista, Jeremías, Lamentaciones y la relectura de los profetas; mientras en Babilonia nacieron los escritos de Ezequiel, Segundo Isaías, Tradición Sacerdotal, Levítico 8-1O; 17.-26 Y algunos Salmos: 42; 43; 70;137 Escritos bíblicos de la época en Judá En el contexto del exilio, en Judá son compilados los escritos de la Tradición Deuteronornista de la cual hacen parte los libros: Deuteronomio, Josué, Jueces, 1 y 2 de Samuel, 1 y 2 de Reyes.
  • 12. 14 ESCUELA BÍBLICA – CAPÍTULO 8 9 Tradición Deuteronomista: la certeza de que Dios es fiel La palabra Deuteronomista viene del libro del Deuteronomio que significa "segunda ley". El Deuteronornio recibió este nombre porque en él se habla de que el rey, al asumir el trono, debía recibir "una copia de esa ley dictada por los sacerdotes levitas" (Dt 17,18). De hecho, en el libro del Deuteronomio (Dt5,6-22) encontramos una copia del decálogo que está en el libro del Éxodo (Ex 20,2-17). El tema de la Alianza es central ya en su compilación en la época de Josías y fue asumido por toda la obra deuteronomista que comprende seis libros: Josué, Jueces, 1 y 2 Samuel y 1 Y 2 Reyes. Los compiladores de la Tradición Deuteronomista, en el período del Exilio, no escribieron estos seis libros, pero se sirvieron de fuentes ya existentes venidas de muchas regiones, como también. del reino del Norte. A veces las fuentes son divergentes entre sí, pero ellos no las modificaron. Las respetaron aunque tuviesen mucha libertad en disponer y reorganizar los textos, llegando algunas veces a alterar el orden cronológico de los acontecimientos. Todo indica que el mayor interés de este grupo era describir la trayectoria de los reyes de Israel y de Judá conforme a 1 y 2 Samuel y 1 Y 2 Reyes. Los otros tres libros Deuteronomio, Josué y Jueces- son considerados una introducción a la monarquía. La Obra Deuteronomista se inicia en el primer capítulo del libro del Deuteronomio y termina con el capítulo 25 de 2 Reyes, con la narración de la destrucción de Jerusalén en 587 a.e. La homogeneidad del proceso de redacción encuentra confirmación, según Martín Noth, en la coincidencia de los datos cronológicos: 1 R 6,1 habla de que el rey Salomón comenzó a construir el templo 480 años después de la fuga del grupo de Moisés de Egipto. Calculando los varios períodos de los cuales hablan los demás libros de la Tradición Deuteronomista, se obtiene exactamente la suma de 480 años, Otros elementos convergen para afirmar la unidad de ese bloque literario, como el estilo y el mensaje teológico. En todos estos libros encontramos expresiones típicas como: "amar a Dios", "servir, andar atrás, volverse a otros dioses", "obtener larga vida, largos días"; "tierra, ciudad que tu Dios te dio como herencia"; "la tierra ante la cual estás para entrar y tomar posesión ... ". Palabras y sinónimos: Ley, norma, estatuto, instrucción, prescripción. E incluso, trae frases largas y muchas repeticiones. El mensaje teológico presente en estos libros es la fidelidad de Dios a su Alianza con el pueblo de Israel. Dios lo escogió e hizo con él un pacto. Pero el pueblo y sus representantes no siempre fueron fieles al pacto y escogieron la propia infelicidad. Muchos estudiosos dicen que la mayor parte de la Tradición Deuteronomista fue compilada en el período del exilio, en tomo al año 550 a.c. y fue retocada en dos momentos sucesivos en el pos-exilio. Otros ubican la primera redacción de esta Tradición en el período de Josías (640-609 a.C.); por tanto antes del exilio, con apenas una revisión en el período del exilio. Otros incluso admiten la posibilidad de una redacción y reorganización antes, durante y después del exilio. De hecho, el primer núcleo del libro del Deuteronomio (capítulos 12-26) fue escrito probablemente en el reino del Norte, antes de año 722 a.C. Después de la caída de Samaría, en 722 a.c., estos escritos probablemente fueron llevados al Sur y compilados por el grupo deuteronomista durante el reinado de Josías. La redacción y la compilación del núcleo mayor fueron hechas en el período del exilio y la finalización y la fusión de las cuatro grandes tradiciones, alrededor de 445 a.c., cuando Israel estaba bajo el dominio persa. Deuteronomio: la herencia de Moisés para los exiliados El libro del Deuteronornio es una colección de homilías centradas en el amor a la ley de Dios, en la pasión por su observancia y en el agradecimiento por el don de la tierra de Canaán. No es un manual árido lleno de leyes. Se parece más a una predicación o una catequesis sobre la Torá que debe envolver a toda la persona, por esto insiste sobre determinadas expresiones: ve, mira, presta atención, observa,
  • 13. 15 ESCUELA BÍBLICA – CAPÍTULO 8 0 oye. Muchas veces aparece escucha: "Escucha, oh Israel, los estatutos y las normas que hoy proclamo a tus oídos. Los aprenderás y cuidarás de ponerlos en práctica" (Dt 5,1). Usa con frecuencia la expresión "hoy" como forma de actualización de la Torá. El libro puede ser estudiado de diferentes modos. Uno de ellos es analizado en grandes bloques según los tres grandes discursos de Moisés. Comienza con una introducción que sitúa los discursos en el tiempo y lugar, haciendo una conexión con el libro de Números (Nm 21,21-35). El primer discurso de Moisés (Dt 1,6--4,4) trae un resumen de la historia de Israel, desde, su permanencia en el Sinaí hasta su llegada a Transjordania, frente al Jordán. El segundo discurso (Dt 4,44¬28,69) comienza también con una breve indicación de tiempo y lugar (Dt 4,44-49; 1,1-5), después presenta el Decálogo, sus exigencias y el Código Deuteronómico (Dt 12,1¬26,15), que reúne diversas colecciones de diferentes orígenes de los reinos del Norte y del Sur. Tal vez este sea el libro de la Ley encontrado en el Templo bajo el reinado de Josías (2R 22,8-9). Sigue una larga conclusión (Dt 26,1'6-28,69). El tercer discurso (Dt 29-30) recuerda: el pasado salvífico de Israel (Dt 29,1-8); el empeño por la fidelidad a la Alianza como fuente de bendiciones y la infidelidad, de maldiciones (Dt 29,9-28); el exilio como castigo de la infidelidad y el retorno como señal del perdón divino (Dt 30,1-10). Finalmente, hace una llamada a una opción por la fidelidad a la Alianza (Dt 30,11-20). Los capítulos 30-34 forman una especie de conclusión general no sólo del Deuteronomio, sino de todo el Pentateuco. elementos de origen y épocas diversas que fueron incorporados en el libro del deuteronornio en la redacción final de la Tradición Deuteronornista, alrededor de 445 a.C. Por esta época el libro fue separado del conjunto original de la obra deuteronomista para hacer parte del bloque del Pentateuco. Josué: la bendición de Dios es la tierra El tema central del libro de Josué es la tierra. Dios prometió a los antepasados dar una tierra al pueblo de Israel. El libro de Josué muestra la realización de esa promesa. Después del prólogo (Jos,1), el libro comprende tres grandes partes: la conquista de la tierra (Jos 2-12), la distribución de la tierra (Jos 13-21) y las conclusiones (Jos 22-24): El capítulo 22 presenta el asentamiento de las tribus orientales en Transjordania, y el conflicto cultual entre el santuario de Silo y las tribus de Transjordania, que según ellos vivían fuera de la Tierra Prometida. El capítulo 23 presenta el testamento de Josué, sucesor de Moisés, y el 24 la alianza firmada por Josué en Siquén, sellando la liga de las doce tribus. Jueces: Dios tiene paciencia con los errores del pueblo El libro de los Jueces en una primera introducción (Jc 1,1¬2,5) retorna, en síntesis, la instalación de las tribus en Canaán, con sus fracasos y éxitos descritos largamente en el libro de Josué del 1 al 12. En seguida, después de algunas, consideraciones generales sobre el sentido religioso del período tribal (Je 2,6-3,6), presenta, en secuencia narrativa detallada, el período de Josué como tiempo de fidelidad al Señor y el período de los jueces como el de la infidelidad (Jc 3,7-16,31). El libro termina con dos conclusiones (Jc 17-18 Y 19-21). La primera narra la migración de la tribu de Dan al norte y habla de su santuario. La segunda conclusión habla del crimen de los habitantes de Guibea y de la guerra de las tribus contra la tribu de Benjamín que rechazaba castigar a los responsables de la muerte de la concubina de un levita de Efraín. Primero y Segundo de Samuel: los libros del "Nombre de Dios"
  • 14. 15 ESCUELA BÍBLICA – CAPÍTULO 8 1 Los dos libros constituían una sola obra en la Biblia hebrea. Fueron divididos en dos por la Biblia griega, que los llamó Primero y Segundo de los Reyes. Así, los actuales Primero y Segundo de los Reyes pasaron a ser llamados Tercero y Cuarto de los Reyes. Esta división fue seguida también por las traducciones latinas. Hoy, con la valoración de las lenguas Originales, se volvió a llamar el libro de Samuel conforme al texto hebreo, conservando, sin embargo, su división en Primero y Segundo de Samuel, y el Tercero y Cuarto de los Reyes volvieron a llamarse Primero y Segundo de los Reyes. Es de esta forma que aparecen en las traducciones de las Biblias actuales. Samuel, en lengua hebrea, significa "nombre de Dios". El libro presenta una justificación popular del nombre: Ana dio a luz un hijo a quien llamó Samuel porque, dice ella, "yo lo pedí al Señor". El nombre de Samuel está aquí asociado al verbo hebreo "pedir" (Sha 'al). El libro habla largamente de la infancia, de la vocación y de la misión de Samuel (1S 1-7), quien ejerce la misión de juez en medio de las tribus de Israel y hace la transición del sistema de gobierno tribal al sistema monárquico, eligiendo a Saúl como primer rey de Israel (lS 8-15). Justo cuando Saúl es rey, Samuel lo rechaza y unge a David como su sucesor. David se fue proyectando como escudero del rey, pero éste comienza a perseguirlo (lS 16¬21). David ya había conquistado la confianza de las tribus del Sur antes de la muerte de Saúl (lS 22,31) y, cuando ella ocurre, fue ungido como rey (2S 2;4). Siete años después asumió también el gobierno de las tribus del Norte (2S 5-8). La habilidad política de David hizo que en su tiempo el reino llegase a la mayor expansión. Al final de su vida tuvo que enfrentar el problema de la sucesión al trono. Muchas intrigas fueron provocadas por sus generales y por sus propios hijos (2S 9-20). Con los capítulos 21,-24 del Segundo Libro de Samuel aparece una interrupción de la secuencia de la historia de la familia de David y de la sucesión al trono, que continuará en el Primer Libro de los Reyes, en los capítulos 1 y 2. Los capítulos finales del Segundo Libro de Samuel (21¬24) son un apéndice o adición posterior presentado en forma de narraciones paralelas: el hambre de tres años (2S 21,1-14) Y la peste de los tres días (2S 24,10-17); dos series de anécdotas heroicas: los cuatro gigantes filisteos (2S 21,15¬22) y los valientes de David (2S 23,8;-39); y dos piezas poéticas: el cántico de David (2S 22) y las últimas palabras de David (2S 23,1-7). 1 Y 2 de Reyes: una mirada iluminada sobre la historia Ya vimos que los dos primeros capítulos (IR 1-2) son continuación de 2S 20. Hablan de la sucesión al trono de David. El período que abarcan los dos libros va de la sucesión de Salomón al trono de David hasta la destrucción de Jerusalén y el inicio del exilio babilónico en 587 a.C. Presenta, por tanto, tres grandes períodos: • La historia de Salomón y la división del reino en dos: Israel y Judá (IR 1-13), pues los compiladores de cronologías en la época de los escritos bíblicos hicieron una sincronía entre los reyes del reino del Norte y los del reino del Sur. • Las narraciones sobre los dos reinos continúan en paralelo hasta la caída del reino del Norte, en 724 (IR 14-2R 17). • La narración prosigue hablando sólo del reino del Sur, hasta su caída en 587 a.C. (2R 18-25). La Tradición Deuteronomista condena a todos los reyes del Norte por la adhesión al culto de Baal, que había venido de Tiro (IR 16,31-32). El Sur también es acusado de haber participado del culto de las alturas o al menos de haberlo tolerado (2R 8,18.27; 16,2-4) Y de haber introducido divinidades extrajeras (2R 21). Apenas dos reyes, Ezequías y Josías, son considerados fieles, como lo fue David
  • 15. 15 ESCUELA BÍBLICA – CAPÍTULO 8 2 (2R 18,3; 22,2), por causa de las reformas religiosas que ambos emprendieron. Esta evaluación corresponde a la doctrina del libro del Deuteronomio que defiende un solo Dios y rechaza toda idolatría; defiende un solo Templo y exige el rechazo de todos los otros santuarios, incluso los de Dan y Betel (Dt 12-13). Valor del escrito Deuteronomista La abundancia y la variedad del material recolectado por el grupo deuteronomista, constituye, por una parte, una riqueza y, por otra, una dificultad. Riqueza por las tradiciones diferentes que llegaron hasta nosotros. Dificultad para una comprensión justa de las narraciones en el contexto en que ellas fueron insertadas. La yuxtaposición confirma el trabajo respetuoso y atento de la tradición deuteronomista de no armonizarlas, sino de conservarlas y anexarlas a la obra. La revisión deuteronomista insertó 1 y 2 Samuel en las grandes líneas de la historia del pueblo. Ella abarca el período desde la muerte de Moisés hasta el exilio. Pocos retoques fueron hechos. El retoque más importante fue la integración de la alianza davídica en la alianza mosaica (2S 7,1-29), cuyas exigencias son recordadas al pueblo (IS 7,3-4; 12,6-11) y a los reyes (IS 10,25 que evoca Dt 17,18¬19). Se vuelve difícil determinar el valor histórico del escrito Deuteronomista en cuanto a sus informaciones, pues no existen escritos extrabíblicos que puedan servir de confrontación. Un estudio atento de los propios textos nos puede ofrecer la comprensión de sus objetivos y su relación con la historia. Las narraciones sobre el arca, por ejemplo desde el punto de vista religioso, revelan que no siempre el pueblo era fiel a Dios. Las narraciones sobre el profetismo naciente y los profetas Natán, Gad y Samuel procuran apuntar hacia el sentido divino de su misión y de su autoridad frente al poder político. Así mismo, el rey está en el centro de estas narraciones Jeremías: escritor por voluntad de Dios Como el profeta y sus discípulos actuaron en el reino del Sur, no. hay razones para situar el libro fuera de Judá. Éste no se presenta tan unitario como parece a primera vista. Muchas personas, en el decurso de la formación del libro, participaron de su elaboración. La historia de la formación del libro es muy compleja. Para facilitar su comprensión vamos a considerarla en dos fases: la que fue escrita durante la vida de Jeremías y la que fue escrita después de su muerte. La primera fase va de 627 a 580 a.c., que son los años de su predicación y de la trascripción parcial de su discurso. En el año 605 jeremías recibió la orden del Señor de colocar por escrito sus oráculos: "Toma un rollo de pergamino y escribe en él todas las palabras que yo te he dicho sobre Jerusalén, Judá y todas las naciones, desde el día en que comencé a hablarte, en tiempos de Josías, hasta hoy" (Jr36,2). Este escrito hace parte del primer rollo redactado por Baruc, su secretario, pero que fue quemado por el rey Joaquín de Judá (Jr 36,22-23). En el año 604 a.c., Jeremías recibió una nueva orden del Señor para escribir otro rollo: "Toma otro rollo de pergamino y escribe en él las mismas palabras que había en el rollo anterior quemado por Joaquín, rey de Judá (…). Jeremías tomó otro rollo de pergamino y se lo dio a su secretario Baruc, hijo de Nerías, que escribió en él, al dictado de Jeremías, todas las palabras el libro que había quemado Joaquín, rey de Judá. Posteriormente se añadieron muchas otras parecidas" (Jr 36,28.32). A este escrito equivaldrían los capítulos 2 a 19 y 30 Y 31.
  • 16. 15 ESCUELA BÍBLICA – CAPÍTULO 8 3 Después del año 598 a.C. son añadidos al segundo rollo los capítulos de Jr 21,11 hasta 24,10. En ellos el profeta se dirige a la casa de Judá y profiere oráculos contra diversos reyes: Joacaz, Joaquín y Jeconías y contra los falsos profetas. En el capítulo 24, Jeremías tiene una visión de dos cestos de higos. Uno contenía higos buenos que representaban los que habían ido primero al exilio en 597 a.C., y el otro contenía higos podridos, que simbolizaban al rey y al pueblo que habían quedado en Judá. Esta profecía es normalmente datada en el año 593 a.c., en el tiempo de Sedecías. La segunda fase de los escritos es datada después de la muerte de Jeremías. Por el año 580 a.c., Baruc, el escriba, añadió a los textos algunos relatos biográficos sobre Jeremías. En el inicio del segundo exilio, alrededor de 587 a 570 a.c., fueron añadidas las reflexiones de la Tradición Deuteronomista, que hablan sobre la necesidad del arrepentimiento y de la toma de un nuevo camino. Más tarde, entre los años 570 y 555 a.c., nació la esperanza de la unificación de Israel y Judá como el pueblo mesiánico en Sión (Jr 3,14-18) , , La misma temática es retomada por el profeta Ezequiel, en el exilio de Babilonia al hablar de la unificación de los dispersos de la casa de Jacob y Judá (Ez 37, 15-28). Ya al final del exilio, alrededor de 555 a 540 a. C.; son añadidos al libro de Jeremías los textos que hablan de la salvación que está próxima, porque Babilonia será destruida y todas las naciones van a ser liberadas (Jr 16,14-15; 50-51), Y sobre los ídolos (Jr 10,1-10). Estos textos se aproximan mucho a la visión del Segundo Isaías que habla de un nuevo éxodo, oráculos contra Babilonia (Is 43,16-21; 47) y oráculos contra los ídolos (Is 40,19-21). El libro de Jeremías, en su elaboración u organización, no sigue criterios literarios ni cronológicos (cf.. Jr 21,1-2 con Jr 24, 1; 44,1) Y ni siquiera una división lógica e ideal. Parece que hay una preocupación mayor por conservar el material que fue encontrado y organizado bajo temas y palabras clave La obra no es sólo de Jeremías, sino que pasó por diversas manos. Al profeta Jeremías se le atribuye la parte poética, a Baruc la parte biográfica y el resto al deuteronomista Abdías: el amor apasionado por Sión El libro del profeta Abdías es el libro más corto del Antiguo Testamento. Contiene apenas 21 versículos, que expresan toda la amargura del pueblo judío contra los edomitas que invadieron Judá después de la desgracia del exilio, agravando aun más la situación de sufrimiento (vv.1-15).Edom, según la Biblia, está habitada por los descendientes de Esaú, quienes, por tanto, son parientes de los judíos. Abdías insiste en la restauración de la realeza universal del Señor, en la justicia de Dios, en el amor apasionado por Sión y en la restauración del Reino de Dios en el día del Señor. El libro, si bien pequeño, trae los temas clásicos del profetismo de Israel (vv. 16-21). Lamentaciones: el dolor del abandono y de la destrucción El segundo libro de las Crónicas dice que Jeremías compuso una lamentación sobre Josías, el rey de Judá que había muerto (2Cro 35,25). Con base en esta afirmación, la Biblia griega atribuyó el1ibro de
  • 17. 15 ESCUELA BÍBLICA – CAPÍTULO 8 4 las Lamentaciones al profeta Jeremías, pero esto es poco probable. El libro retrata la catástrofe nacional de 587 a.e.: la toma de Jerusalén, la destrucción del Templo y la deportación de gran parte de la población de Judá a Babilonia. Hay divergencias entre Jeremías y Lamentaciones en la interpretación de la doctrina sobre la retribución. Para Lamentaciones los hijos pagan por el pecado de los padres, lo que Jeremías ya no aprueba “Pero cada uno morirá por su propia falta" (comparar Lm 5,7 con Jr 31,29-30). Todo indica que los cinco cantos de Lamentaciones no son de Jeremías, aunque hayan sido escritos en Jerusalén y no en Babilonia. Se acostumbra a clasificarlos en cantos fúnebres (capítulos 1,2 y 4); cantos de lamentación individual (capítulo 3); y cantos de lamentación colectiva (capítulo 5). Si bien son cantos de lamentación, revelan un sentimiento de confianza inconmovible en Dios y de arrepentimiento profundo por la infidelidad humana a El. Relectura de los profetas: una linterna en las manos de los exiliados En el exilio los libros de los profetas comenzaron a ser leídos e interpretados y pasaron por actualizaciones y relecturas. Ya vimos el del profeta Jeremías que pasó por revisiones del grupo deuteronomista, de tal forma que en algunos textos es difícil saber con certeza 1o que es de Jeremías y lo que fue añadido por otras manos. Otros libros proféticos también tuvieron relecturas, adiciones y alteraciones en su disposición interna. Ciertamente esto sucedió cuando los libros proféticos pasaron de un uso restringido al círculo profético al uso de la comunidad. Fueron leídos en comunidad, en las celebraciones y en las reuniones, siendo asumidos por todo Israel. De aquí las adiciones; como, por ejemplo, el Salmo de Isaías (Is 12); el cambio de visión sobre las naciones extranjeras: antes como "instrumento del juicio de Dios" en relación al 'pueblo de Israel, y después rechazadas por los oráculos profético (Jr 50-51). Antes del exilio la palabra profética estaba cargada de amenazas y advertencias (1r 8,4-17; Os 5,8-6,6). En el exilio y después de él la situación había cambiado y se hacía necesaria una palabra de ánimo y esperanza, de estímulo y aliciente como la de Isaías 40,1-31, Antes la palabra profética se dirigía específicamente a Israel y a Judá en el exilio, pero en el posexilio tomó dimensiones que traspasaron las fronteras nacionales, como lo indica la relectura de algunos profetas (Am 1-2; Is 24-27). La relectura de los textos proféticos parece no haber sido hecha antes del exilio, pues se cree que dichos textos aún no estaban en circulación. Ni siquiera fueron releídos en el ámbito del Templo y de la corte, como aparece bien en Jeremías, capítulo 36, cuando el rey de Judá reacciona con violencia quemando el rollo que contenía las palabras del profeta. Pero estas palabras fueron leídas, conservadas y protegidas en los círculos proféticos y en medio del pueblo del campo, como aparece en Miqueas de Moréset (Jr 26, 17-19), en la región de Judá.
  • 18. 15 ESCUELA BÍBLICA – CAPÍTULO 8 5 5. DIOS HARÁ DE LAS RUINAS UN JARDIN: ESCRITOS DEL EXILIO EN BABILONIA Durante el exilio en Babilonia surgieron importantes escritos como el de Ezequiel, el Segundo Isaías, partes del Levítico y de los Salmos. Ellos infundieron la esperanza del retorno, de un nuevo éxodo en el que Dios mismo iba a reunir a su pueblo como el pastor reúne a su rebaño (Is 40,10-11). Tradición Sacerdotal: los sacerdotes animan a la comunidad que sufre En el exilio de Babilonia los sacerdotes y teólogos, formados en Jerusalén, interpretaron a su modo las antiguas tradiciones patriarcales con la intención de infundir fe en los exiliados sometidos por la apatía y la dispersión. Las promesas de una numerosa descendencia y de posesión de la tierra se realizarían porque la Palabra de Dios es infalible. En el contexto del exilio nació la Tradición Sacerdotal, la más reciente de los cuatro documentos que formaron el Pentateuco: las Tradiciones Yavista (por ejemplo, Gn 2,4b. 25), Elohista (por ejemplo, Gn 20,1-17) y Deuteronomista (Dt, Jos, Jc, 1 y 2 S Y 1 Y 2 R), seguidas por la Sacerdotal. Normalmente ésta es indicada por la abreviatura P (Priester = "sacerdote" en la lengua alemana). Un grupo de sacerdotes trabajó en esta tradición, cuyo interés se dirigió de modo especial hacia los textos legislativos que constituyen gran parte del libro del Levítico. Tuvo también interés por las genealogías que aparecen principalmente en Gn 1-11 y por los textos narrativos esparcidos en los libros de Génesis, Éxodo, Números y en algunos versículos del Deuteronomio y Josué. La Tradición Sacerdotal tiene algunas características que la distinguen de las demás. El estilo es seco, el vocabulario es técnico, priman las cronologías, cifras, elencos, listas y genealogías no sólo del género humano, sino también del cielo y de la tierra (Gn 2,4). La obra tiene su origen en el exilio en Babilonia, cuando ya no existían las instituciones que hasta entonces fueron centrales, como el Templo, el sacerdocio, el culto, la tierra, el rey. No existía nada de esto. Los judíos estaban lejos de su tierra y buscaban en el pasado referencias para alimentar su propia fe. Los sacerdotes aparecen como animadores de la comunidad que incentivaban algunas prácticas como la circuncisión y el sábado, para indicar la pertenencia al pueblo de Israel, el pueblo escogido por Dios. La reflexión del grupo sacerdotal quería ayudar a la comunidad desanimada e infeliz a entender los designios de Dios. Y procuró mostrar que la situación en la cual gran parte del pueblo se encontraba no
  • 19. 15 ESCUELA BÍBLICA – CAPÍTULO 8 6 contradecía las promesas divinas. También los patriarcas habían experimentado la migración (Gn 23; 33,18-20) y, aún así, la tierra había sido concedida a sus descendientes. El grupo sacerdotal tenía la preocupación de mostrar que Dios fue fiel a las alianzas que hizo con su pueblo en el pasado, desde Noé, Abrahán, Moisés... y continuará siendo fiel (Ex 19,3-8). Levítico (8 -10; 17-26): la invitación a la santidad El libro del Levítico en gran parte fue escrito en el período del exilio en Babilonia. Los capítulos que fueron redactados en ese período comprenden la parte que corresponde a la investidura de los sacerdotes (Lv 8-10), describen los pormenores de las ceremonias de investidura sacerdotal de Aarón y de sus hijos. Estos tres capítulos, en su origen, tal vez estuvieron a continuación del capítulo 29 del Éxodo, pues detallan las referencias sobre las prescripciones de la purificación, de la investidura y de la unción de los sacerdotes. Éstos aparecen como mediadores entre Dios y el pueblo; de ahí la exigencia de santidad, porque Dios es santo. La función de intermediación entre Dios y el pueblo debía ser ejercida en la santidad de vida, por eso, el grupo sacerdotal que desempeñaba esa función estableció sus leyes de santidad (Lv 17-26), Todo indica que las leyes estaban inspiradas en la experiencia sacerdotal del Templo de Jerusalén, ya al final del período de la monarquía. Hay muchas semejanzas con algunos textos de Ezequiel, sacerdote, que presenta la santidad como atributo esencial del Dios de Israel. La idea primera es la de separación, de inaccesibilidad, de una trascendencia que inspira temor religioso (Ex 33,20). El grupo sacerdotal tenía conciencia de la enorme distancia que hay entre la santidad de Dios y la indignidad humana. Creía que el ser humano no podía ver a Dios y continuar vivo (Ex 19,21), sino apenas oído (Ex 20,19). Como ejemplos tenemos a Elías (1 R 19,13) y Moisés (Ex 3,6) que cubren el rostro ante la revelación del Señor. En otros textos, el hecho de haber visto a Dios y no haber muerto llevó a las personas que pasaron por esa experiencia a una profunda gratitud (Dt 5,24-27) por la gracia recibida (Ex 24,9-11), en particular Moisés, que hablaba con Él cara a cara, como si lo hiciese con otro hombre (Ex 33,11). La santidad se comunica a lo que se aproxima a Dios o le es consagrado, como los lugares (Ex 19,12), los tiempos (Ex 16,23; Lv 23,4), el arca (2S 6,7), los objetos (Ex 30,29; Nm 18,9), en particular las personas (Ex 19,6) y, especialmente, los sacerdotes (Lv 21,6). Éstos se relacionaban con Dios por medio del culto, por eso, observaban las leyes de santidad que, a su vez, estaban relacionadas con las leyes de pureza ritual. Los sacerdotes debían buscar todo lo que facilitase la comunión con Dios y evitar todo lo que, física o moralmente, colocase obstáculos a esa comunión vital. Por eso, no podían consumir sangre, porque era considerada la sede de la vida dada por Dios. Debían rechazar cualquier relación sexual anormal, aceptar a Dios como uno, respetar al ser humano como creatura de Dios, garantizar la dignidad del sacerdocio y de los sacrificios, celebrar fielmente las fiestas, los años santos y otras leyes menores. Ezequiel: la certeza de que Dios es fuerte Ezequiel en hebreo significa "Dios es fuerte". Poca cosa sabemos sobre su vida: era sacerdote, hijo de Buzi (Ez 1,3), casado y amaba a su esposa (Ez 24,16). Como Ezequiel recibió su misión profética en la tierra de los caldeos, junto al río Quebar, hacia el año 593 a.C. (Ez 1,3), no se sabe a ciencia cierta si fue deportado a Babilonia en 597 a.C. con el primer grupo o en 587 a.C. Se sabe que estuvo en la ciudad de Tel Aviv (Ez 3,15) y que era propietario de una casa donde los ancianos de Judá se reunían (Ez 3,23-24; 8,1; 14,1; 20,1).
  • 20. 15 ESCUELA BÍBLICA – CAPÍTULO 8 7 Las opiniones sobre la personalidad de Ezequiel son muy divergentes por causa de sus visiones, acciones simbólicas y gestos. Unos lo consideran con una personalidad enfermiza, otros un esquizofrénico, otros incluso lo defienden porque consideran que no fue entendido en su lenguaje y expresión simbólica y se ignoran los retoques posteriores hechos en la obra, como por ejemplo Ez 4,4-8. El profeta, como muchos otros, recibe visiones y realiza acciones simbólicas: bate palmas, danza, se acuesta y queda inmóvil en la plaza pública y pierde la voz con la muerte de su esposa (Ez 6,11; 4,4; 24,17-19). En cuanto al lugar de su misión profética, las opiniones también divergen. Para muchos estudiosos Ezequiel nació en Jerusalén, fue deportado en 597 a.c., a Babilonia en donde, recibió la misión profética (Ez 1,3). Para otros, actuó como profeta en Jerusalén (Ez 2,1-3,9), después fue deportado y recibió nueva misión profética entre los exiliados (Ez 1,3). Es difícil llegar a datos más precisos, porque las fuentes son los propios escritos bíblicos. El libro de Ezequiel presenta la vocación del profeta (Ez 1,1-3,21), los oráculos contra Judá y Jerusalén (Ez 3,22-24,27), los oráculos contra las naciones (Ez 25,32), la restauración del pueblo aniquilado (Ez 33-39) y, en los últimos capítulos, la reconquista de la tierra y un plano de reconstrucción del Templo (Ez 40-48). Aparentemente es simple y lógica la presentación de la obra en esa estructura. Pero estudiándola más a fondo, es posible percibir que algunos oráculos no encajan bien en su contexto: Ez 3,2,2-27; 4,4-8; 24,15-27 Y 33,21-22. Muchos atribuyen ese trabajo a sus discípulos. Ezequiel retoma cuestiones importantes de la historia de Israel como la de la tierra (Ez 47,13-48,35), del Templo en Sión (Ez 40-47,12), del Nueva Éxodo (37,1-27), de la Nueva Alianza (Ez 36,28) y del Nuevo David justo y dedicado al pueblo, sobre todo a los pobres (Ez 34), y otras que vamos a estudiar más adelante. Segundo Isaías (40 -55): un camino florido en el desierto El Segundo Isaías ejerció su misión profética entre los exiliados de Babilonia. Es un profeta anónimo del final del exilio. Muchos creen que él habría sido un orador oficial del culto, tal vez jefe de sinagoga durante las asambleas religiosas de los exiliados o incluso un cantor y heraldo en las celebraciones litúrgicas. Comenzó a escribir entre los años 550 y 539 a.C., con la decadencia de Babilonia y la ascensión de Persia. Estos hechos favorecieron el optimismo del autor, que llega a llamar al rey Ciro "pastor" (ls 44,28) y "ungido del Señor" (Is 45,1-8), títulos que estaban reservados a los reyes de Israel. El título dado a los escritos del Segundo Isaías es "Libro de la Consolación de Israel", inspirado en el primer versículo del capítulo 40: "Consuelen, consuelen a mi pueblo", que es también el tema central de toda la obra. En esto contrasta con el Primer Isaías (1-39), lleno de oráculos amenazadores. Es el primer profeta que habla de la salvación universal de todos los pueblos y no sólo del pueblo de Israel, en la primera parte de la obra, (ls 40,12-48,22), y de la reunión de todos los pueblos en Sión, en la segunda parte de la obra (49,1-54,17). Inicia con un prólogo (Is 40, 1-11) Y finaliza con el epílogo (ls 55,1-13). El Nuevo Éxodo es uno de los temas centrales del Segundo Isaías. Él se realizará con la liberación traída por un rey pagano, Ciro Será nuevo: no una repetición del primer éxodo; sino su superación. Será triunfal, sin prisa como el primero, y no será guiado por un hombre, sino por Dios, que vencerá las dificultades como venció al Dragón en la creación. Será una "vía gloriosa" que atravesará el desierto de Babilonia y llegará a la tierra de Israel. A lo largo de ese trayecto florecerán las plantas de toda clase, brotarán las fuentes y nada se marchitará.
  • 21. 15 ESCUELA BÍBLICA – CAPÍTULO 8 8 Nueva será también la restauración de Sión, que será salva primero y se tomará heraldo entre las naciones (ls 51,3-7). La Nueva Sión no será otra Ninive ni Babilonia, sino que en ella serán estables la justicia y el derecho. Israel será el misionero de esa justicia (Is,12,6-7) y deberá llevar la salvación a todos los pueblos (Is 42, 10ss), haciéndolos conocer al único Dios (Is 43,11). El resto de Israel es el "siervo del Señor" (Is 44,1), raza santa de Jacob (Is 44,3), el pueblo del Señor (ls 49,13), que tiene la ley en el corazón (Is 51,7) y que espera en el Señor (Is 40,31). Por esto, las naciones correrán detrás del siervo para conocer al Señor (Is 55,5; 45;14) y harán procesiones para subir a Sión (ls, 49,22-23; 52,1-2); por medio de Israel llegará la salvación (ls 42,10-13) y se someterán al Señor (ls 55,1-5). El Segundo Isaías trae los cuatro cantos del siervo sufriente, que retratan la experiencia del pueblo de Israel. En ellos, la comunidad cristiana hace la relectura de la experiencia de Jesús, el nuevo siervo sufriente, y de todo aquel que se pone en su seguimiento. Salmos 42, 43, 69, 70, 137: la nostalgia de Dios se vuelve oración Los salmos eran la oración del pueblo, tanto de los que quedaron en la tierra de Judá como de los que fueron deportados. Estos salmos parecen retratar la experiencia del pueblo que fue al exilio. Los salmos 42 y 43 muestran la nostalgia del fiel "que vive exiliado lejos del Señor", lejos del santuario donde Dios mora y lejos de las fiestas que reúnen a su pueblo. Los salmos 42, 43, 69 y 70 son de oración individual. El fiel invoca el nombre del Señor, expone su situación, suplica y espera, confiando en ser atendido. El salmo 69 reúne dos lamentaciones, cada una formada por una queja y una petición. La primera (vv. 2-7 y 14-16) habla del tema del agua infernal y de los enemigos. La segunda (vv. 8-13 y 17-30) habla del grito de angustia del fiel víctima del propio celo. El salmo termina con un himno de carácter nacionalista (vv. 31-37). El salmo 70 igualmente lanza un grito de angustia porque el fiel se siente "pobre e indigente": "¡Oh Dios, date prisa, tú eres mi socorro y mi liberación, Señor, no tardes" (70,6). El salmo 137 evoca la caída de Jerusalén en 587 a.C. y el exilio en Babilonia. Recuerda en el dolor los hechos vividos cuando los caldeos abrieron la brecha en los muros de Jerusalén, la invasión de los edomitas y la acción arrasadora de Babilonia. Al mismo tiempo que recuerda con nostalgia a Sión, desea venganza de los enemigos. Conclusión El exilio marcó profundamente al pueblo de Israel, aunque su duración fue relativamente corta: de 587 a 538 a.e. Israel no conocerá más la independencia. El reino del Norte ya había desaparecido en 722 a.C. con la destrucción de la capital, Samaria. y la mayor parte de la población se dispersó entre otros pueblos dominados por Asiria. El reino del Sur también terminó trágicamente en 587 a.C. con la destrucción de la capital, Jerusalén, y la deportación de parte de la población de Babilonia. Tanto los que permanecieron en Judá como los que partieron para el exilio llevaron la imagen de una ciudad destruida y de las instituciones deshechas: el Templo, el culto, la monarquía, la clase sacerdotal. Unos y otros de forma diversa, vivieron la experiencia del dolor, de la nostalgia, de la indignación, y la conciencia de culpa por la catástrofe que se abatió sobre el reino de Judá. Los escritos que surgieron en Judá en el período del exilio revelan la intensidad del sufrimiento y de la desolación que el pueblo vivió. Son los libros de Lamentaciones, Jeremías y Abdías. Los exiliados en Babilonia igualmente recordaron en el dolor lo que vivieron: "A la orilla de los canales de Babilonia nos sentamos y lloramos con nostalgia de Sión; en los sauces que allí había colgamos nuestras arpas.
  • 22. 15 ESCUELA BÍBLICA – CAPÍTULO 8 9 Allá, los que nos exiliaron pedían canciones, nuestros raptores querían alegría: ' Canten para nosotros una canción de Sión!' ¿Cómo cantar una canción al Señor en tierra extranjera?" (Sal 137,3¬4). La experiencia fue vivida por los que quedaron y por los que salieron como prueba, castigo y reconocimiento de la propia infidelidad a la alianza con Dios. Poco a poco fueron retomando la confianza en Dios que puede salvar a su pueblo y los conducirá en el Nuevo Éxodo de vuelta a Sión, conforme afirma, el Segundo Isaías. Dios nuevamente devolverá la tierra al pueblo como la dio en el pasado (Ez 48). De hecho, en el Segundo Isaías ya se entrevé la liberación del pueblo que vendrá por medio de Ciro, rey de Persia. Él será el nuevo dominador no sólo de Judá e Israel, sino de todo el Oriente. ¿Ciro será de hecho el "ungido' el salvador del pueblo de Judá y de los exiliados? Es lo que veremos en el próximo estudio. Para continuar la reflexión  ¿Hemos vivido alguna situación en la que nos ha parecido que todo está, en ruinas? • ¿Hemos sentido la fidelidad de Dios en esa situación? • Leer Is 51,1-3 y comentar: ¿Cuáles son las flores y plantas que hoy nos muestran que el amor de Dios es fiel?