2. El 17 de febrero dijo en su homilía:
“Hoy nos sentará bien pensar no si mi alma está limpia
o sucia, sino pensar en lo que está en mi corazón, lo
que llevo dentro,
lo que yo se que llevo pero ninguno lo sabe”.
3. “Decirnos la verdad a nosotros mismos,
esto no es fácil porque siempre tratamos de
cubrirnos cuando vemos algo que no encaja en
nosotros.
¿Qué hay en nuestro corazón? ¿Hay amor?...
¿Hay odio?... ¿Odio a alguien? …
Yo amo a todos, excepto a éste o a ésta.
Y eso es odio ¿no?”.
4. “¿Qué hay en mi corazón… perdón? ¿Hay una
actitud de perdonar a los que me han ofendido, o
hay una actitud de venganza? Tenemos que
preguntarnos qué hay dentro, porque lo que está
dentro sale y hace el mal, si es malo,
y si es bueno, también sale y hace el bien.
Y es muy hermoso decirnos la verdad a nosotros
mismos,
y avergonzarnos cuando estamos en una situación
5. Jesús decía:
‘Habéis oído que fue
dicho a vuestros padres:
‘No matarás’. Pero yo os
digo que cualquiera que
se enoje contra su
hermano,
lo mata en su corazón’.
‘Y el que insulta a su
hermano lo mata en su
corazón;
el que odia a su hermano
lo mata en su corazón;
cualquier persona que
habla mal de su hermano,
lo mata en su corazón.
6. Quizás no nos damos cuenta, chismorreamos de
éste o de aquel. Y esto es matar al hermano...
Por eso,
es importante saber lo que hay dentro de mí, lo
que pasa en mi corazón. Si uno entiende a su
hermano, a la gente, ama porque perdona:
7. “Debemos pedir al Señor dos gracias: La
primera,
saber lo que hay en mi corazón para no vivir
engañados.
La segunda: hacer el bien que está en nuestros
corazones,
y no hacer el mal que hay en nuestros
corazones.
8. Y hablando de ‘matar’ , recordad que las palabras
matan. Incluso los malos deseos matan... Parece
cómo si el pecado de calumnia, el pecado de
difamación hubieran sido eliminados del Decálogo.
Y hablar mal de una persona es pecado”.
9. "Pidamos siempre al Señor que nos ayude a amar a
los demás. Y si no puedo amar a una persona,
¿por qué no puedo? Recemos por esta persona, para
que el Señor me haga quererla. Y seguir así,
recordando que lo que ensucia nuestra vida es lo
malo que sale de nuestro corazón”.
10. En su homilía en la casa de Santa Marta dijo:
el cristiano debe ser paciente como es
paciente Dios con cada uno de sus hijos,
porque “la persona que no tiene paciencia es
una persona que no crece” y se queda en los
caprichos de niño.
11. “La paciencia no es resignación, es otra cosa”:
Pensando en la carta de Santiago donde está
escrito: “alégrense profundamente cuando se vean
sometidos a cualquier clase de pruebas”. Dijo:
“Parece una invitación a volverse faquir” pero no
es así. La paciencia, soportar las pruebas, ‘las cosas
que nosotros no queremos’, hace madurar nuestra
vida”.
12. “Quien no tiene
paciencia quiere todo de
inmediato, todo de
prisa.
Quien no conoce esta
sabiduría de la paciencia
es una persona
caprichosa, como los
niños que son
caprichosos”
y ninguna cosa les está
bien.
13. “La persona que no
tiene paciencia es una
persona que no crece,
que se queda en los
caprichos del niño, que
no sabe tomar la vida
como viene:
o esto o nada.
Ésta es una de las
tentaciones:
volverse caprichosos”.
14. “Otra tentación de aquellos que no tienen paciencia
es la omnipotencia” de querer de inmediato una cosa,
como sucedió a los fariseos que piden a Jesús un signo
del cielo: “querían un espectáculo, un milagro”.
15. “Confunden el modo de actuar de Dios con el
modo de actuar de un brujo. Y Dios no actúa
como un brujo,
Dios tiene su modo de ir adelante.
16. La paciencia de Dios.
También Él tiene
paciencia.
Cada vez que nos
dirigimos al sacramento
de la reconciliación,
¡cantamos un himno a
la paciencia de Dios!
Con cuánta paciencia el
Señor nos lleva sobre su
espalda,
¡con cuánta paciencia!"
17. "La vida cristiana debe desenvolverse sobre esta
música de la paciencia, porque es precisamente la
música de nuestros padres, del pueblo de Dios, de
aquellos que han creído en la Palabra de Dios,
que han seguido el mandamiento que el Señor
había dado a nuestro padre Abraham:
‘Camina delante de mí y se irreprensible’”.
18. “Ésta es la paciencia” que “nosotros debemos
tener en las pruebas: la paciencia de una persona
adulta,
la paciencia de Dios” que nos lleva sobre la
espalda.
Y ésta es “la paciencia de nuestro pueblo”.
19. “¡Cuán paciente es nuestro pueblo! ¡Aún hoy!
Cuando vamos a las parroquias y encontramos a
aquellas personas que sufren, que tienen problemas,
que tienen un hijo minusválido o tienen una
enfermedad,
pero llevan adelante la vida con paciencia.
20. No piden signos, como aquellos del Evangelio,
que pretendían una señal. Decían: ‘¡Danos un
signo!’.
No, no piden, pero saben leer los signos de los
tiempos: saben que cuando el higo florece, llega la
primavera;
saben distinguir aquello.
21. En cambio, estos impacientes del Evangelio,
que querían una señal, no sabían leer los signos de
los tiempos, y por eso no reconocieron a Jesús”.
22. “La gente de nuestro pueblo, gente que sufre,
que sufre tantas cosas, pero que no pierde la
sonrisa de la fe, que tiene la alegría de la fe”.
“Y esta gente, nuestro pueblo, en nuestras
parroquias,
en nuestras instituciones –tanta gente– es aquella
que lleva adelante a la Iglesia, con su santidad,
de todos los días, de cada día.
23. ‘Hermanos, alégrense profundamente cuando se
vean sometidos a cualquier clase de pruebas,
sabiendo que la fe, al ser probada, produce la
paciencia.
Y la paciencia debe ir acompañada de obras
perfectas,
a fin de que ustedes lleguen a la perfección y a la
24. Que el Señor, “nos dé a todos nosotros la
paciencia,
la paciencia alegre, la paciencia del trabajo, de la
paz,
nos de la paciencia de Dios, ésa que Él tiene,
y nos de la paciencia de nuestro pueblo fiel,
25. El 18 de febrero en su homilía dijo:
La tentación se manifiesta como una atracción
inocua y termina por transformarse en una jaula,
de la que a menudo más que buscar evitarla se
intenta minimizar su esclavitud, sordos a la Palabra
de Dios.
26. La verdad es que jamás es Dios quien tienta al
hombre,
sino sus pasiones. La secuencia es aquella
producida por las mismas pasiones las cuales, dice
el Apóstol,
“conciben y generan el pecado.
Y el pecado, una vez cometido, produce la
27. “la tentación, ¿de dónde viene? ¿Cómo actúa
dentro de nosotros? El apóstol nos dice que no
viene de Dios,
sino de nuestras pasiones, de nuestras debilidades
interiores, de las heridas que ha dejado en nosotros
el pecado original: las tentaciones vienen de allí, de
estas pasiones.
28. Es curioso, la tentación
tiene tres características:
crece, contagia y se justifica.
Crece:
comienza como si nada, y
crece…
El mismo Jesús decía esto,
cuando habló de la parábola
del grano y de la cizaña: el
grano crecía,
pero también la cizaña
sembrada por el enemigo.
Y la tentación crece: crece,
crece…
Y si uno no la detiene, ocupa
todo”.
29. La tentación “busca otro para hacerse compañía,
contagia”
y “en este crecer y contagiar, la tentación nos
encierra en un ambiente de donde no se puede
salir con facilidad”.
30. “Cuando estamos
tentados, no
escuchamos la Palabra
de Dios: no escuchamos.
No entendemos….
la tentación nos
encierra,
nos quita toda
capacidad de previsión,
nos cierra todo
horizonte, y así nos
lleva al pecado”.
31. “Cuando estamos tentados, solo la Palabra de
Dios,
la Palabra de Jesús nos salva. Escuchar aquella
Palabra que nos abre el horizonte… Él siempre
está dispuesto a enseñarnos cómo salir de la
tentación.
Y Jesús es grande porque no solo nos hace salir de
la tentación, sino que nos da más confianza”.
32. Esta confianza, es “una fuerza grande,
cuando somos tentados: el Señor nos
espera”,
“se fía de nosotros tentados, pecadores”,
“abre siempre horizontes”.
33. Por el contario, el diablo con
“la tentación, encierra, cierra, cierra”. “Pidamos
al Señor que siempre, como hizo con los
discípulos, con su paciencia, cuando somos
tentados nos diga:
34. ‘Detente, estate tranquilo.
Acuérdate que hice contigo en aquel momento,
en aquel tiempo: acuérdate. Alza los ojos, mira
el horizonte, no te cierres, va adelante’.
Y esta Palabra nos salvará de caer en el pecado
en el momento de la tentación”.
35. Resistir a la
seducción de las
tentaciones es
posible solamente
“cuando se escucha
la Palabra de
Jesús”.
36.
El 20 de febrero en su homilía dijo:
Tantas veces”, “Jesús se dirige a nosotros
y nos pregunta: ‘¿Quién soy yo para ti?’”
37. “Esta primera pregunta a Pedro
‘¿Quién es Jesús para ti?’
se entiende solo a lo largo de un camino,
después de un largo camino de gracia y de
pecado, un camino de discípulo.
38. Jesús no dijo a Pedro y a sus Apóstoles
'¡Conóceme!' dijo ‘¡Sígueme!’. Y este seguir
a Jesús nos hace conocer a Jesús. Seguir a
Jesús con nuestras virtudes, también con
nuestros pecados, seguir siempre a Jesús.
No es un estudio de cosas lo que es
necesario,
sino una vida de discípulo”
39. Es necesario, “un encuentro cotidiano con el
Señor, todos los días, con nuestras victorias y
nuestras debilidades”.
Pero, es también “un camino que nosotros no
podemos realizar solos”.
Es necesaria la intervención del Espíritu Santo.
40. “Conocer a Jesús es un
don del Padre,
es Él que nos hace
conocer a Jesús; es una
obra del Espíritu Santo,
que es un gran
trabajador.
No es un sindicalista,
es un gran trabajador y
trabaja en nosotros,
siempre.
Hace este trabajo de
explicar el misterio de
Jesús de darnos este
sentido de Cristo”.
41. “Miremos a Jesús, a Pedro, a los apóstoles y
sintamos en nuestro corazón esta pregunta: ‘¿Para ti
quien soy yo?’.
Y como discípulos pidamos al Padre que nos dé el
conocimiento de Cristo en el Espíritu Santo,
que nos explique este misterio”.
42. El 21 de febrero dijo en su homilía en la Casa
Santa Marta: El mundo está lleno de cristianos
que recitan mucho las palabras del Credo y las
ponen muy poco en práctica.
O de eruditos que encasillan la teología en una
serie de posibilidades, sin que tal sabiduría tenga
después reflejos concretos en la vida. La
afirmación del apóstol Santiago es clara "la fe sin
el fruto en la vida,
43. "También nosotros nos equivocamos a veces sobre
esto: 'Pero yo tengo mucha fe', escuchamos decir.
'Yo creo todo, todo...' Y quizá esta persona que
dice eso tiene una vida tibia, débil. Su fe es como
una teoría,
pero no está viva en su vida”.
44. “El apóstol Santiago, cuando habla de fe,
habla precisamente de la doctrina,
de lo que es el contenido de la fe.
Pero ustedes pueden conocer todos los
mandamientos, todas las profecías, todas las
verdades de fe, pero si esto no se pone en
práctica, no va a las obras, no sirve.
45. Podemos recitar el Credo
teóricamente,
también sin fe, y hay
tantas personas que lo
hacen así. ¡También los
demonios!
Los demonios conocen
bien lo que se dice en el
Credo
y saben que es verdad".
46. La afirmación de Santiago: "¿Tú crees que hay un
solo Dios?": “Haces bien; también los demonios lo
creen y tiemblan".
La diferencia es que los demonios "no tienen fe",
porque "tener fe no es tener un conocimiento",
sino "recibir el mensaje de Dios" traído por Cristo.
47. En el Evangelio se encuentran dos signos reveladores
de quien "sabe lo que se debe creer pero no tiene
fe".
El primer signo, es la "casuística" representada por
aquellos que preguntaban a Jesús si era lícito pagar
las tasas
o cuál de los siete hermanos del marido debía
48. El segundo signo es
"la ideología".
"Los cristianos que
piensan la fe como un
sistema de ideas,
ideológico: también en
el tiempo de Jesús los
había.
El apóstol Juan dice de
ellos que son el
anticristo,
los ideólogos de la fe,
de cualquier signo que
sean. ‘En aquel tiempo
había gnósticos,
pero había muchos...
49. Y así, estos que caen en la casuística o estos
que caen en la ideología son cristianos que
conocen la doctrina pero sin fe, como los
demonios.
Con la diferencia que ellos tiemblan,
estos no: viven tranquilos’”.
50. “Por otro lado, en el Evangelio hay también
ejemplos de personas que no conocen la doctrina
pero tienen mucha fe. Como el episodio de la
Cananea,
que con su fe llora la sanación de la hija víctima
de una posesión, y la Samaritana que abre su
corazón porque
"ha encontrado no verdades abstractas" sino a
"Jesucristo".
51. Así como también el ciego curado por Jesús
y que por esto es interrogado por fariseos
y doctores de la ley hasta que se arrodilla con
sencillez y adora a quien lo ha sanado. Tres
personas
"que demuestran como fe y testimonio son
indisolubles".
52. "la fe lleva siempre al testimonio. La fe es un
encuentro con Jesucristo, con Dios, y de allí nace
y te lleva al testimonio.
Y esto que el apóstol quiere decir: una fe sin
obras,
una fe que no te implique, que no te lleve al
testimonio,
53. El 23 de febrero dijo:
El Espíritu Santo vivifica la Iglesia y el alma,
“con su fuerza creadora y renovadora, el Espíritu
sostiene siempre la esperanza del Pueblo de Dios
en camino a lo largo de la historia, y sostiene
siempre, como Paráclito,
el testimonio de los cristianos”.
54. En la Primera Lectura de hoy “ha resonado el
llamamiento del Señor a su pueblo: ‘Sean santos,
porque yo,
su Señor Dios, soy santo’. Y Jesús, en el
Evangelio, replica: ‘Sean perfectos, como su Padre
celestial es perfecto’.
Estas palabras nos interpelan a todos nosotros,
55. “Imitar la santidad
y la perfección de Dios
puede parecer una meta
inalcanzable. Sin
embargo,
la Primera Lectura
y el Evangelio sugieren
ejemplos concretos de
cómo el comportamiento
de Dios puede convertirse
en la regla de nuestras
acciones.
Pero recordemos,
todos nosotros
recordemos, que,
sin el Espíritu Santo,
nuestro esfuerzo sería
vano”.
56. La santidad cristiana, “no es en primer
término un logro nuestro, sino fruto de la
docilidad – querida y cultivada – al Espíritu
del Dios, tres veces Santo”.
57. “El Levítico dice: ‘No odiarás de corazón a tu
hermano... No te vengarás, ni guardarás
rencor... sino que amarás a tu prójimo…'. Estas
actitudes nacen de la santidad de Dios.
Nosotros, sin embargo, somos tan diferentes,
tan egoístas y orgullosos...; pero la bondad y la
belleza de Dios nos atraen, y el Espíritu Santo
nos puede purificar, nos puede transformar, nos
puede modelar día a día”.
58. “Jesús nos habla en el Evangelio de la
santidad,
y nos explica la nueva ley, la suya. Lo hace
mediante algunas antítesis entre la justicia
imperfecta de los escribas y los fariseos
y la más alta justicia del Reino de Dios”.
59. “La primera antítesis se refiere a la venganza.
‘Han oído que se les dijo: ‘Ojo por ojo, diente por
diente’. Pues yo les digo: …si uno te abofetea en
la mejilla derecha, preséntale la otra’. No sólo no
se ha de devolver al otro el mal que nos ha hecho,
sino que debemos de esforzarnos por hacer el bien
con largueza”.
60. “refiere a los enemigos:
‘Han oído que se dijo:
‘Amarás a tu prójimo y
aborrecerás a tu enemigo’.
Yo, en cambio, les digo:
‘Amen a sus enemigos y
recen por los que los
persiguen’. A quien quiere
seguirlo,
Jesús le pide amar a los
que no lo merecen, sin
esperar recompensa, para
colmar los vacíos de amor
que hay en los corazones,
en las relaciones humanas,
en las familias, en las
comunidades, en el
mundo”.
61. Jesús no ha venido para enseñarnos los buenos
modales,
las formas de cortesía. Para esto no era necesario
que bajara del cielo y muriera en la cruz. Cristo
vino para salvarnos, para mostrarnos el camino, el
único camino para salir de las arenas movedizas
del pecado, y este camino es la misericordia”.
62. “Este camino que Él ha hecho y que cada día hace
con nosotros.
Ser santos no es un lujo, es necesario para la
salvación del mundo. Es esto lo que el Señor nos
pide a nosotros”.
63. “amemos a quienes nos contrarían; bendigamos a
quien habla mal de nosotros; saludemos con una
sonrisa al que tal vez no lo merece; no
pretendamos hacernos valer, contrapongamos más
bien la mansedumbre a la prepotencia; olvidemos
las humillaciones recibidas”.
64. “Dejémonos guiar siempre por el Espíritu de Cristo,
que se sacrificó a sí mismo en la cruz,
para que podamos ser ‘cauces’ por los que fluye su
caridad…”.
65. “El Espíritu Santo nos habla hoy por las palabras
de san Pablo: ‘Son templo de Dios...;
En este templo, que somos nosotros, se celebra
una liturgia existencial: la de la bondad, del
perdón, del servicio;
en una palabra, la liturgia del amor”.
66. “este templo nuestro resulta como profanado si
descuidamos los deberes para con el prójimo.
Cuando en nuestro corazón hay cabida para el
más pequeño de nuestros hermanos,
es el mismo Dios quien encuentra puesto”.
67. “Cuando a ese hermano se le deja fuera, el que no
es bien recibido es Dios mismo. Un corazón vacío
de amor es como una iglesia desconsagrada,
sustraída al servicio divino y destinada a otra
cosa”.
68. El 20 de febrero dijo:
“existe la tiranía de una lógica económica que
excluye y a veces mata, y de la que muchas
personas hoy en día son víctimas, comenzando por
las personas mayores”.
Esta cultura del “residuo”, hace que a los excluidos
ya no se les explote, sino que pasen a ser desechos,
“sobras”.
69. “La salud no determina el valor de la persona. La
salud no es una garantía de felicidad: ésta, de
hecho, puede abundar incluso en presencia de
problemas de salud... Por lo tanto, la falta de
salud y la discapacidad no son una buena razón
para excluir, o peor aún, para quitar de en medio
a una persona”
70. La privación más grave que las personas mayores
sufren no es el debilitamiento del cuerpo y la
discapacidad que puedan tener, sino el abandono,
la exclusión y la privación de amor”.
71. “La familia enseña a no caer en el individualismo
y a equilibrar el yo con el nosotros. Ahí es
donde el ‘cuidar’ se convierte en la base de la
existencia humana y en una actitud moral que
promover, a través de los valores de compromiso
y solidaridad”.
72. Una sociedad es realmente acogedora frente a la
vida cuando reconoce que ésta es valiosa, incluso
en la vejez,
en la discapacidad, en la enfermedad grave e
incluso cuando se está apagando;
73. Cuando enseña que la llamada a la realización
humana no excluye el sufrimiento, sino que,
enseña que la persona que está enferma y que sufre
es un regalo para toda la comunidad, una
presencia que llama a la solidaridad
y la responsabilidad”, este es el “Evangelio de la
Vida”,
trabajo “a menudo cansado porque implica ir a
contra corriente pero siempre precioso”
74. En twitter dijo:
Queridos hermanos enfermos,
no pierdan la esperanza, ni siquiera en los
momentos de mayor dificultad. Cristo está a
su lado.
76. ¡No perdamos nunca la esperanza!
Dios nos ama siempre, incluso con
nuestros errores y nuestros pecados.
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