2. El profesor de francés de nuestro instituto, Domingo Ramírez Jiménez, nos comenta al
respecto:
"La actividad que nos ocupa pretende fomentar el gusto por la lectura y escritura de los alumnos
situados en una franja de edad que va de los dieciséis a los diecisiete años. Hablamos, pues, de un nivel
educativo equiparable a 1º de Bachillerato.
Perseguimos que la lectura de breves cuentos y narraciones de reconocidos y prestigiosos autores
constituyan un buen acicate de la creatividad e imaginación literarias, aún en ciernes, de muchos de
nuestros alumnos, que verán recompensando su esfuerzo con la publicación en este blog de sus
escritos”.
3. EL MESETARIO.
Aquel viejo campesino octogenario burgalés
de la villa de Lerma jamás imaginó que la
inabarcable tierra rojiza de su Meseta castellana
tuviese una hermana gemela que en ese
momento recibía como tributo las saladas
lágrimas que manaban quedamente de sus ojos
formando el breve caudal de unas arrugas
excavadas en las mejillas durante muchos años
de sufrimiento personal.
Únicamente la mujer madura que acariciaba
el hombro del padre anciano comprendía la
emoción del labriego ante aquella primera y
sublime visión de algo desconocido para el
hombre estepario: la mar.
Domingo Ramírez Jiménez.
4. VICTORIA.
Llueve mansamente y sin parar, llueve sin ganas pero con una infinita
paciencia, como toda la vida. Y sabes que ni Van Gogh habría sido capaz de
dibujar el caos con tanta perfección. Que ni las melodías de Bach habrían
podido hacerte soñar con los recuerdos del futuro que se desdibujaban en el roto
cielo. Que ni las profundas declaraciones de Bécquer habrían hecho que las
golondrinas no observasen las lágrimas caer.
Era como cualquier otro momento en la historia donde se crea una brecha y
lo une todo, donde se crea una nueva mente, una nueva idea que nace. Y es
entonces cuando el llanto lo rompe todo, ahí está; ella ya la sujeta entre sus
brazos, exhausta. La niña abre los ojos, dejando paso al silencio ruidoso. Jamás
había visto unos ojos negros tan hermosos. Victoria. Por fin había dejado de
llover.
María Mena García