1. Espectaculos<br />De todas las cuestiones que puede designar el título genérico de quot;
Música y escenaquot;
, las que están relacionadas con el mundo de la tecnología son, a menudo, de las menos pensadas. No es que falten libros, artículos o conferencias sobre las transformaciones que, en la música, son imputables al desarrollo tecnológico. Hay toda una literatura que se ocupa de describirnos las máquinas , sus funcionamientos, sus posibilidades, sus efectos en entornos conocidos y desconocidos. Pero las preguntas de fondo, las preguntas que se refieren al sentido general del uso de ciertas tecnologías y a las razones de sus modos de presentación, quedan esquivadas. <br />En nuestra experiencia como espectadores podemos identificar dos tipos de espectáculos en los que la tecnología tiene un rol determinante: el concierto de música contemporánea en el que se emplean medios electroacústicos y el concierto pop. Utilizaré este último término para designar de un modo genérico toda la música popular actual.<br />Todo el mundo considera que se trata de dos formas de representación musical absolutamente antitéticas. ¿Lo son realmente? Si nos fijamos, por ejemplo, en los instrumentos que se utilizan en uno y otro caso, veremos que coinciden en gran medida. En general, los mismos altavoces lanzan al aire sonidos producidos por los mismos ordenadores y los mismos sintetizadores. En ambos casos, por otra parte, la tecnología constituye una razón de ser fundamental. Ni las música electroacústica ni la música pop existirían sin la electrónica. Han nacido gracias a ella, y en estrecha concomitancia con ella se desarrollan. Hemos de pensar, por lo tanto, que la tecnología constituye un fondo común a las dos formas de espectáculo y que las diferencias son de orden más bien ideal. Para intentar dilucidar cuales son estas diferencias vamos a hacer un breve análisis del papel que juega la tecnología en una y otra música.<br />ntentemos ahora considerar esta situación bajo un punto de vista más general. Respecto a la cuestión tecnológica, el artista, el compositor en este caso, ocupa el lugar del científico. De hecho, éste es la única otra figura de nuestra sociedad que mantiene con la tecnología una relación creativa y, al menos en teoría, desinteresada. Es una creencia común que el científico descubre e inventa libremente, desarrollando y utilizando a la vez la tecnología. El artista se pone en el lugar del científico y crea y ordena un mundo donde la tecnología tiene exactamente el lugar que le corresponde: el de instrumento. Este mundo parece más conciliado, más vivible, que el mundo científico. De hecho, a todos nos queda la duda de que la reducción de toda la realidad a cantidades medibles, llevada a cabo por la ciencia, deja escapar algo esencial de lo humano, llámense sentimientos o sensibilidad o creatividad. El compositor realiza entonces, al menos en el espacio de su obra, la utopía del Progreso. El mundo que nos indica está controlado a través de la tecnología por un Hombre entero, con cerebro y corazón. El mundo irónico y apolíneo de la música contemporánea se presta perfectamente a la realización de esta imagen. Su campo de acción, al igual que la ciencia, es el de las apariencias, de lo sensible. No hay ningún simbolismo activo más allá del aspecto formal de la obra. No hay psicología ni biografía detrás de la música. No hay expresión. Así el círculo utópico que muestra esta música contemporánea es perfecto: del fenómeno sonoro sensible en su pura presencia, al intérprete, a las máquinas, al director, y al compositor, encarnación de una imagen ideal del hombre moderno.<br />Los cuerpos emotivos y expresivos de los músicos son el núcleo de todo el espectáculo pop. No se trata sin embargo de una emotividad o de una expresividad personal. El trance que nos muestran, nos indica que están poseídos. Encarnan y transmiten el ideal báquico de la pérdida de sí mismo en el seno de una masa indiferenciada de individuos exaltados. Todo el que ha estado alguna vez en un concierto pop ha sentido la presencia, turbadora y seductora, a la vez del gran Pan. La eficacia de la imagen báquica queda aún reforzada por el hecho que, en general, los intérpretes son los compositores. De este modo el público siente que todo viene de lo que está viendo en escena, y que no hay influencia de ningún elemento externo. <br />