De todas formas, llevar la biografía con uno, no encima de los hombros aplastando el presente sino en el sitio que le corresponde, es un antídoto contra la conocida tendencia a repetir precisamente lo que más nos gustaría erradicar.
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La Importancia de la Niñez en la Vida Adulta
1. Publicado en: http://mariaclararuiz.com
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La Importancia de la Niñez en la Vida Adulta
“Todo esto debe entenderse no en el sentido de que las vivencias infantiles son la causa de las
vivencias emocionales adultas, sino en el sentido de que las vivencias infantiles constituyen
el modo con el que ya de adultos vivimos las experiencias de nuestra vida emocional” (U. Galimberti)
¿Realmente es importante trasladarse en el tiempo para recordar los eventos de la niñez?
¿Acaso no es cierto que la vida son dos días y hay que aprovecharla al máximo dejando atrás
lo que ya no está? ¿No es el “aquí y ahora” el momento más adecuado para vivir?
Alguna vez alguien me dijo que deseaba tener una goma de borrar, de esas que se usan en el
colegio, pero no para borrar los deberes mal hechos sino para hacer desaparecer las penas
del corazón. La imagen siempre me ha parecido preciosa, especialmente por la cara triste e
inocente de su joven creadora.
Pero hasta el momento el borrador mágico brilla por su ausencia. Y en cambio sí abundan las
caras tristes –inocentes o no– de quienes ignoran por qué la vida les ha traído tantos
sinsabores. “Mala suerte”, dicen algunos. “La culpa es de los ricos”, dicen los otros. Y cuando
las relaciones afectivas fallan sistemáticamente o cuando los proyectos suelen acabar en el
cubo de la basura, los lamentos y las culpas bailan burlonamente alrededor, oprimiendo con
su soga las últimas fuerzas hasta casi ahogar a su pobre víctima.
Y después de la culpa viene más culpa, por ser incapaz de desatar la soga. Por desconocer los
pasos para lograr lo que se quiere en la vida, cuando se supone que uno lo tiene todo. Por
ignorar “la respuesta” a pesar de los intentos de la mente para encontrarla. En el lado
opuesto, están quienes entran en una espiral de recuerdos que ya no se sabe si son reales o
imaginarios, pretendiendo, otra vez, forzar la mente para comprender qué pasó y por qué.
¡Cómo nos gustan los extremos! ¡Y cómo malinterpretamos tantas veces el legado de los
maestros! Fue Sigmund Freud quien estructuró en los tratamientos psicológicos la
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importancia de la historia infantil y sus implicaciones conscientes e inconscientes en la vida
adulta. A partir de su teoría psicoanalítica han surgido algunas otras posturas, incluido el
paradigma reichiano.
En resumen, se podría decir que la historia infantil afecta la vida emocional adulta, ya que es
la base sobre la que se asientan las experiencias actuales. Pero esta frase corta y
desmesuradamente incompleta está muy lejos de reflejar una verdad absoluta e inamovible.
Si fuera así, hace mucho tiempo alguien habría inventado una calculadora de causas-efectos,
o una app para autoanalizarse (aunque no faltará quien se lo plantee).
La cosa es algo más compleja. El desarrollo infantil tiene connotaciones biológicas,
psicológicas y sociales, implicando un entramado tan particular que nos permite encontrar
tanta variedad como seres humanos en el mundo.
Para entenderlo mejor, imaginemos la situación de un niño abandonado por sus padres.
Abandonado puede significar literalmente dejado de lado, como también inmerso en una
constante ausencia mezclada con una falsa presencia, lo cual no es difícil de encontrar en los
tiempos actuales. Es absurdo asegurar que, de adulto, ese niño va a ser un delincuente o un
psicópata. Tal vez sí, tal vez no. Puede haber tenido la suerte de ser acogido por una madre
sustituta adecuada y/o por una figura masculina con suficiente capacidad de contacto
estructurante, siendo estos últimos los modelos que llevará consigo durante su vida.
Se suele crear preocupación cuando hablamos de delincuentes y de psicópatas. Si uno no lo
es, entonces parece que no hay problema. Pero ¿qué pasa con tanto fracaso afectivo? ¿Y con
la infelicidad laboral? ¿Y qué sucede con la apatía, el desasosiego y la desmotivación que
están a la orden del día?
Sea como haya sido la historia, también vale la pena recordar la inmensa capacidad de
resiliencia que nuestra naturaleza nos ha otorgado, es decir la posibilidad de curar, de
restañar heridas a la hora de sobreponernos a situaciones emocionales adversas. Pero para
eso es necesario estar presentes en la propia vida, para poder ver las oportunidades de
cambio que se presentan cada día.
De todas formas, llevar la biografía con uno, no encima de los hombros aplastando el
presente sino en el sitio que le corresponde, es un antídoto contra la conocida tendencia a
repetir precisamente lo que más nos gustaría erradicar.
Tomar en cuenta las experiencias infantiles tampoco quiere decir acordarse
milimétricamente de lo que pasó, cómo y cuándo exactamente. Recordemos que en la vida
intrauterina o a la edad de dos meses o de dos años, es imposible que el cerebro funcione
como a los veinte o a los treinta. Está fuera de toda lógica pedir a nuestras funciones
cerebrales que traigan a la memoria recuerdos de los primeros tiempos, como si se tratara de
recordar una película. Pero sí podemos encontrarnos con las sensaciones guardadas en el
cuerpo, a veces bien escondidas detrás de una rígida coraza, que nos darán claves
valiosísimas y certeras sobre la historia infantil. La película se puede inventar, pero como
diría Alice Miller, el cuerpo nunca miente.