El documento describe una noche de baile en la que la persona que narra salió con alguien que apenas conocía. Cuando su acompañante se alejó de la pista de baile, un hombre cubano la invitó a bailar y la hizo girar rápidamente. Cuando su acompañante original volvió borracho y celoso, ella le dijo que tenía sed y se fue con el cubano a tomar daiquiris de frutilla mientras reían juntos.
1. III. Adorada madurez
Pico seco
Salimos a bailar un sábado de octubre. Ya nos habíamos visto pero siempre en reuniones de amigos
y esta vez él me había llamado para salir sólo los dos. Me pasó a buscar, la verdad que me caía bien aunque
no veía que tuviésemos puntos en común. De todas maneras, no tenía mucho para hacer esa noche y, por
otra parte, hacía rato que no iba a bailar. El se apuró a entrar porque antes de las dos de la mañana las
damas no pagaban, así que siendo menos diez, ingresamos. El lugar era lindo y ya estaba bastante lleno de
gente, yo me puse a bailar y todo parecía ir diez puntos. Me acuerdo que estaban pasando música de los
ochenta y que habían cambiado a latina. En ese momento, al ritmo de Celia Cruz, él se empezó a ir hacia el
borde de la pista. Yo lo seguí porque no sabía qué estaba haciendo. Se dio vuelta y me dijo que ya volvía. Yo
me quedé ahí parada y me sacó a bailar enseguida un cubano que me revoleó para todos lados y tuve que
improvisar pasos porque otra cosa no me quedaba. Me preocupaba que él volviera y me encontrara con este
encantador caribeño, así que bailé dos temas más y le dije que estaba con alguien. Me sonrió y me dijo si el
hombre con el que estaba era el que se encontraba en la barra. Miré, aunque muy bien no se veía por el
humo y las luces. Tardé un rato en dilucidar quién era, pero sí, era él, no había dudas. Estaba de espaldas,
apoyado con sus codos sobre la barra bebiendo unos tragos y hablando con un grupo de personas, riendo
jocosamente. Volví mi mirada sobre la pista y estaba sonando un merengue. Me fui dando mil vueltas hacia el
fondo de la pista con el cubano hasta que él volvió, medio tomado, buscándome e increpándome cuando me
vió bailando con otro. No se le entendía bien lo que decía, se ve que había tomado bastante. Me dijo que
dejara de bailar y que me fuera con él. Le pedí que se corriera que me estaba entorpeciendo el ritmo.
El cubano, soñadísimo como él solo, me preguntó si quería que se fuera. “De ningún modo”, le
respondí. Lo agarré de la mano y empezamos a irnos de la pista de baile. El otro me agarró de la otra mano y
me dijo qué es lo que estaba haciendo. Le contesté muy firme:
- Tengo el pico seco, voy a tomar un daiquiri de frutilla.
Y así fue, tomé más de uno con el cubano que me hacía reir de todas las anécdotas que me contaba.
Cuando se me desparramó el tercer trago sobre la mesa, me percaté que era hora de retirarse, no sin antes
besar a mi acompañante caribeño de esa noche.