Del mal baudelariano a la intemperie. Historia y alegoría en Las flores del frío, de Luis García Montero
1. Del mal baudelaireano a la intemperie: historia y
alegoría en Las flores del frío, de Luis García
Montero
Margarita García Candeira
Universidad de Huelva
2. La ciudad se configura como territorio de la modernidad
poética porque es el lugar en el que se descubre la
velocidad, la aceleración de la historia, pero en un
movimiento sin sentido, que separa a la conciencia y a
sus verdades del trayecto determinante de los dogmas
Luis García Montero, Los dueños del vacío, 2006, p. 103.
3. Como en el caso de las justificaciones sobrenaturales, la
melancolía moderna nos hace depender de una realidad
que no existe. Convivir literariamente con esta fugacidad
significa convivir con la ausencia, la ausencia de una
mentira. Baudelaire necesita pasear por un asfalto
alegórico. Más que descripciones minuciosas, el eco y las
correspondencias se imponen como la piel literaria de una
intuición. La cultura urbana justifica la síntesis y la nueva
lógica del simbolismo (2006b:105).
Luis García Montero, Los dueños del vacío, 2006, p. 105.
4. A partir de los románticos, el lector se acostumbró a la necesidad de alejarse, a la
intención de buscar un más allá que descubrir y desde el que cantar cualquier mensaje,
como quien tira una botella al mar. Pero fueron quizá los poetas malditos quienes
delimitaron definitivamente el tema del viaje, rodeándolo de una humareda especial
que todavía sigue hoy vigente. Basta recordar algunos poemas de Baudelaire, algunos
de sus títulos memorables: “Bohemiens en voyage”, “L’homme et la mer”, “Un
voyage à Cythère”, “Le Voyage”. Son poemas que, aparte de la semejanza superficial
de sus temas, guardan una similitud interna más allá de lo anecdótico: no sólo la huida
o la lejanía, sino el regreso a uno mismo. Es decir, el viaje como forma de encuentro
con la propia subjetividad aparecida siempre, único puerto de llegada (1987b:12-3).
Luis García Montero, Poesía, cuartel de invierno, 1987, p.p 12-3.
5. .
Dans ton île, ô Venus! je n’ai trouvé debout
Qu’un gibet symbolique où pendait mon image…
- Ah! Seigneur! donnez-moi la force et le courage
De contempler mon coeur et mon corps sans dégoùt!
Charles Baudelaire, Les fleurs du mal, ed. 1997, pp. 450
Las palabras finales de “Un voyage è Cythère” resumen la paradoja de un mundo ideológico
nacido con referencia a la Metrópoli (por tanto, también a la mentira). Lo que queda flotando
en todo caso es una inevitable escisión. Si la docilidad del escritor se realiza en el tumultuoso
paisaje del bulevar urbano, sólo lejos de él podría serle devuelta su docilidad salvaje.
Luis García Montero, Poesía, cuartel de invierno, 1987, p. 13.
6. .
There is something in the nature of the existing reality that makes it unbearable
and requires radical change. The symbolist poet starts from the acute awareness
of an essential separation between his own being and the being of whatever is not
himself: the world of natural objects, of other human beings, society, or God. He
lives in a world that has been split and in which his consciousness is pitted, as it
were, against its object in an attempt to seize something which is unable to reach.
In terms of poetic language -which as an agent of consciousness is on the side of
the subject (or the poet)- this means that he is no longer close enough to things
to name them as they are, that the light and the grass and the skies which appear
in his poems remain essentially other than actual light or grass or sky. The word,
the logos, no longer coincides with the universe but merely reaches out for it in a
language which is unable to be what it names -which, in other words, is merely a
symbol
Paul de Man, Romanticism and Contemporary Criticism, 1992, p. 150
.
7. Fourier et Swedenborg, l’un avec ses analogies, l’autre avec ses correspondances,
se sont incarnés dans le vegetal et l’animal qui tombent sous votre regard, et,
au lieu d’enseigner par la voix, ils vous endoctrinent par la forme et par la couleur.
L’intelligence de l’allégorie prend en vous des proportions à vous-même
inconnues; nous noterons, en passant, que l’allégorie, ce genre si spirituel, que
les peinares maladroits nous ont accoutumés à mépriser, mais qui est vraiment
l’une des formes primitives et les plus naturelles de la poésie, reprend
sa domination légimtime dans l’intelligence illuminée par l’ivresse (1968:579)
Charles Baudelaire, “Poème du haschisch”, Obra poética completa, 1968, p. 579.
8. La forma poética restituida de la alegoría, lejos de cerrar de nuevo el abismo entre
hombre y naturaleza, proporciona ante todo, de modo agudamente doloroso, la
conciencia de la alienación de la naturaleza humana y de la naturaleza cósmica
Hans Robert Jauss, “El recurso de Baudelaire a la alegoría”, 1995, p. 153.
9. Canción ofendida
Parece que se queman las heridas
de un siglo envenenado,
Baudelaire.
Nadie siente tu llaga. Pasa el tiempo
y el dolor envejece,
Baudelaire.
…
De sentido común se hacen los puentes,
las noches de autopista,
Baudelaire.
Hoy puede levantarse un rascacielos.
El mundo es otra cosa,
Baudelaire.
10. A veces la norma social se convierte en la única manera viable de identidad personal, y
los individuos se homologan, se definen como ciudadanos modélicos de un Estado
concreto, y pierden su condición particular y crítica. Este proceso de homologación
supone una violencia, sigilosa o sonora, mientras borra las experiencias históricas
concretas (hombre, mujer, blanco, negro, gitano, pobre, rico, andaluz, vasco, viejo,
joven, feo, guapo) a favor del ideal de que todos somos iguales ante la ley. Ser iguales
ante la ley abre, por lo menos, un campo de dudas y una inquietud que nos interroga,
puesto que no somos iguales en la realidad
Luis García Montero, Los dueños del vacío, 2006, pp. 20-1
11. “Canción ofendida”
Pero el yo no ha encontrado todavía
su lugar en la frase,
Baudelaire.
Y también puede abrirse una ventana
encima del abismo,
Baudelaire.
Los miserables pasan como libros
sin título en la frente,
Baudelaire.
12. Mira el muchacho blanco, aquel muchacho
de los labios honrados,
Baudelaire.
Para su despedida, en un bolsillo,
los versos del poeta
Baudelaire.
No son las flores del mal lo que ha vivido.
Son las flores del frío,
Baudelaire.