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GERHART NIEMEYER
EL PRECIO DE LA VERDAD
EN TIEMPOS DE IDEOLOGÍAS
EDICIÓN Y ESTUDIO PRELIMINAR
GABRIEL MORA-RESTREPO
Marcial Pons
MADRID | BARCELONA | BUENOS AIRES | SÃO PAULO
2015
A la memoria de dos excepcionales personas:
Gerhart Niemeyer (1907-1997)
y Charles E. Rice (1931-2015)
9
PRESENTACIÓN
En 2010, un grupo de profesores de Filosofía del Derecho y Teoría Jurídica
de más de diez universidades hispanoamericanas convenimos en conformar la
que llamamos entonces «Biblioteca Internacional de Derecho Natural y Filosofía
Jurídica», con el propósito de renovar y acrecentar los estudios de la tradición
jurídica y política clásica. Ante el atosigamiento de tantas doctrinas multiformes
que se inmiscuyen como modas (algunas pasajeras) y, sobre todo, ante la profusa
difusión de un adoctrinamiento neomarxista que ha tomado las principales libre-
rías y facultades de Derecho durante las últimas décadas, un regreso al derecho
natural clásico parece, por decir lo menos, tanto refrescante como necesario y
significativo. La afortunada expresión de Heinrich Rommen en la década de los
treinta sobre el «eterno retorno» del derecho natural encuentra también en nues-
tro tiempo una singular vigencia, reclamada por los numerosos intentos de forjar
legitimidades aparentes para problemas complejos que nos interpelan hoy y que,
muy lastimosamente, parecen no encontrar respuestas plausibles y respetuosas de
la condición humana.
La primera tarea que nos propusimos fue la de seleccionar textos de autores
comúnmente llamados «iusnaturalistas», no traducidos todavía al español, que
posibilitaran una fructífera interlocución con la academia del mundo hispano.
Al pasar los años, la idea original se fue ampliando, en el sentido de incorporar
también a diversos autores de Hispanoamérica cuyos aportes al Derecho natural
están suficientemente demostrados, pero que, por diversos motivos, han tenido
muy poca difusión en el mundo académico, o el acceso a ellos no siempre ha
resultado fácil. De ahí que, en sucesivas entregas, los lectores irán encontrando
en esta Colección tanto una propuesta como la otra, y siempre con la antesala de
un estudio preliminar de la obra y del autor respectivo.
Asimismo, y sin perder la rigurosidad prevista en los objetivos iniciales, algu-
nos sugirieron un cambio en la denominación original por razones estrictamente
«comerciales» para buscar un diálogo más fluido en el contexto actual de la
ciencia jurídica, el constitucionalismo contemporáneo y la filosofía del derecho.
La expresión «derechos humanos» cobró la fuerza necesaria para hacer algunas
concesiones, aunque no siempre de manera pacífica (qué tanto hay de derecho
natural en los derechos humanos, o viceversa, es y sigue siendo una cuestión
10
GABRIEL MORA-RESTREPO
problemática). En efecto, esa rigurosidad no siempre será del todo apreciable,
con toda razón, cuando se pasa revista a lo que, en el lenguaje contemporá-
neo, algunos llaman «derechos humanos» o a las evidentes inconsistencias que
el iusnaturalismo encuentra en una expresión fuertemente cargada de intereses
e ideologías de toda índole. Por eso, se propuso acompañarla de la expresión
«fundamentación jurídica» para evadir así (al menos) una línea de pensamiento
jurídico bastante ingenua de los derechos humanos que los ha vaciado de todo
arraigo ontológico y los ha transformado en meras estructuras de poder y en el
juego político de los tribunales de justicia de turno. El tiempo dirá —sobre todo,
al evaluarse la calidad y rigurosidad de los autores elegidos en las sucesivas entre-
gas— si las concesiones terminaron desviando (¡ideologizando!) los objetivos ini-
cialmente formulados.
* * *
En mi condición de profesor e investigador de la Universidad de La Sabana
(Colombia), propuse un trabajo que abordara problemas de fundamentación crí-
tica sobre el estado contemporáneo de la cultura, que sirviera como posible telón
de fondo para entender el rechazo al derecho natural y sus sustitutos actuales,
las construcciones politizadas de los derechos fundamentales o ese mundo de
ensueño que esconden las ideologías de turno. Ese trabajo es el que ahora se
presenta al público, relativo a una selección de escritos del profesor emérito de
la Universidad de Notre Dame (Estados Unidos), Gerhart Niemeyer. Si bien su
aporte está más centrado en la filosofía política, Niemeyer posibilita una com-
prensión de las dificultades por las que atraviesa el derecho natural en nuestro
tiempo y de las motivaciones de quienes rechazan todo rastro de objetividad del
bien humano. Su inmersión en el fenómeno de las ideologías contemporáneas,
que comprende los primeros siete capítulos del libro, brinda un invaluable marco
conceptual de referencia para entender por qué y cómo hemos llegado al estado
de nuestra cultura, y para saber de qué estamos hablando —o de qué no estamos
hablando— cuando mencionamos al derecho natural, lo que se verá plenamente
reflejado en el capítulo final de la obra.
Los temas que Niemeyer aborda no son siempre del todo accesibles para un
contexto académico como el nuestro, encargado de combatir, por más de tres
siglos, herramientas esenciales de diálogo con la realidad en todos sus frentes. A
esto se suma que la traducción de los textos constituyó un verdadero reto desde
el comienzo. Acostumbrados quizás a un estilo más retórico y menos lineal, en
ocasiones se podrán sentir ausencias explicativas que, a los ojos del lector his-
panoamericano, podrían dificultar la comprensión de algunos de los temas. Es
posible que este no vaya a ser el efecto que la traducción cause en lectores avan-
zados y entrenados en filosofía, sobre todo, en quienes hayan «vivido» (en sentido
platónico) experiencias filosóficas, aunque muy seguramente algunos echarán de
menos que el autor no remita a explicaciones ulteriores o que haya dado por
sentado que el lector tiene de antemano incorporado un marco histórico y con-
ceptual, por mínimo que fuera. En cualquier caso, esta eventual desventaja se
EL PRECIO DE LA VERDAD EN TIEMPOS DE IDEOLOGÍAS
11
compensa con una lectura sucesiva de la obra, en la cual Niemeyer se encarga de
reiterar y profundizar muchos de los temas previamente analizados, y de retornar
a ellos, particularmente, a los elementos que conforman la estructura argumental
de la obra y el pensamiento del autor. Por otra parte, aunque fue motivo de diá-
logo con el traductor, convenimos en dejar intacto el estilo original junto con las
referencias en el texto o a pie de página, según el caso, tal y como aparecen en
los textos publicados en inglés. Sólo se hicieron algunas adiciones breves, muy
puntuales, cuando fueron requeridas.
La selección de los ocho artículos que componen la presente edición no fue
fácil, y siempre he sentido que debí incorporar varios otros artículos de la extensa
y rica producción académica de Niemeyer. Sin embargo, el haberlo tenido como
profesor durante algunos veranos constituyó una obligada referencia, ya que él
mismo nos dio estos textos —la mayoría al menos— como parte de las lecturas
complementarias de sus clases y ya que, desde 2010, yo mismo los he venido
discutiendo y analizando con los estudiantes de tercer año del The Phoenix Ins-
titute, en el marco del Gerhart Niemeyer Graduation Seminar, en la Universidad
de Notre Dame. Son artículos que encuentro cercanos a su pensamiento maduro
y más elaborado, o que reflejan —como aquellos en los que directamente aborda
la vida y obra de Eric Voegelin— sus derroteros intelectuales más importantes e
interesantes, además de su recurrente diálogo con determinados autores.
Aun así, el criterio más importante para haberlos elegido es que en ellos se
van mostrando los lineamientos centrales de lo que producen las ideologías y
el correlativo impacto en las instituciones, sus causas históricas y culturales, la
ausencia de realidad y la pérdida de la verdad, las pseudointerpretaciones del
mundo, los sueños de poder de ciertas élites, la promesa del «hombre nuevo»,
conjuntamente con las premisas que dificultan retornar al fundamento del orden,
a la apertura del alma, al ejercicio de virtudes que reclaman tanto la vida política
y la judicatura como a la experiencia personal del bien humano. Confío en que la
lectura de estos textos de Niemeyer provoque vías alternativas para luchar por la
verdad, el bien humano y la justicia, en estos tiempos difíciles de ideologización.
* * *
Este libro no habría sido posible sin el apoyo de varias instituciones y perso-
nas. En primer lugar, deseo expresar mi agradecimiento a los profesores Rodolfo
L. Vigo, Carlos I. Massini, José Chávez-Fernández, Rafael Santa María, Alfredo
de Jesús Flores, Giancarlo M. de Almeida, Hugo Saúl Ramírez, Javier Saldaña,
Liliana Irizar, Raúl Madrid, Daniel Herrera, Aarón Adrián Castillo y Bradley
Lewis por dar ese impulso inicial y continuo al proyecto de la Biblioteca. A la
Universidad de La Sabana, por los avales correspondientes al proyecto de inves-
tigación, especialmente, cuando perdí buena parte del recorrido en la inundación
del campus. Al querido y paciente traductor Carlos Domínguez. A Mary Vela
McCarthy, Aarón Adrián Castillo y Jaime Fernández de Zubiría, por las sugeren-
cias para algunas partes de la traducción. A los profesores José Rodríguez-Iturbe,
12
Jaime Fernández de Zubiría y Aarón Adrián Castillo, por sus invaluables apor-
taciones al estudio preliminar. A Walter Nicgorski, Bruce Fingerhut, Dennis
Moran, Bradley Lewis, John Evans, Robert Smith y Paul V. Niemeyer, por sus
orientaciones o autorizaciones en relación con los permisos para la traducción y
publicación de los artículos. A Rebecca Ryskind Teti, por orientarme en algunos
aspectos de la política y de la cultura estadounidense cuando lo requerí. A Jack
y Rosemarie Evans por tantas alegrías e intercambios, en incontables tertulias,
alrededor de este proyecto y de la vida de Niemeyer. Y muy especialmente a Wal-
ter Nicgorski, tanto por estar siempre atento a este trabajo proporcionándome
bibliografía y ofreciéndome sugerencias como por su gentileza al escribir el pre-
facio para esta edición en español.
Gabriel Mora-Restrepo
Houston, junio de 2015.
GABRIEL MORA-RESTREPO
13
NOTA DEL EDITOR
Los escritos de Gerhart Niemeyer incluidos en este volumen se han tomado
de dos obras de recopilación publicadas por el autor: la primera es Aftersight and
Foresight. Selected Essays (Lanham, The Intercollegiate Studies Institute - Univer-
sity Press of America, 1988); y la segunda, Within and Above Ourselves. Essays in
Political Analysis (Wilmington, The Intercollegiate Studies Institute, 1996).
Las respectivas fuentes originales de publicación son las siguientes:
1) «The “Autonomous” Man», en The Intercollegiate Review, vol. 9, no
3,
verano de 1974, pp. 131-137.
2) «This Terrible Century», en The Intercollegiate Review, vol. 29, no
1, otoño
de 1993, pp. 3-10.
3) «Loss of Reality: Gnosticism and Modern Nihilism», en Modern Age,
vol. 22, no
4, otoño de 1978, pp. 338-345.
4) «“Enlightenment to Ideology”: The Apotheosis of the Human Mind»
(parte 1), en Modern Age, vol. 35, no
1, otoño de 1992, pp. 35-43; «“Enli-
ghtenment to Ideology”: The Apotheosis of the Human Mind» (parte 2),
en Modern Age, vol. 35, no
2, invierno de 1992, pp. 116-125.
5) «Reconstituting Political Theory», en Religion and Society 2, 1969,
pp. 42-46.
6) «Greatness in Political Science: Eric Voegelin (1901-1985)», en Modern
Age, vol. 29, no
2, primavera de 1985, pp. 104-110.
7) «God and Man, World and Society: The Last Work of Eric Voegelin», en
The Review of Politics, vol. 51, no
1, invierno de 1989, pp. 107-123.
8) «What Price “Natural Law”?», en The American Journal of Jurisprudence,
vol. 27, 1982, pp. 1-13.
14
Todos los artículos, en su versión traducida al español,  se han publicado con
autorización expresa de sus editores y de los titulares de los derechos de autor:
el Review of Politics; la Universidad de Notre Dame y el Intercollegiate Studies
Institute, en los Estados Unidos, y Paul V. Niemeyer.
Traductor: Carlos Domínguez
Revisor: Gabriel Mora-Restrepo
GABRIEL MORA-RESTREPO
15
PREFACIO
Qué oportuno y digno de agradecimiento es contar con una selección de los
notables ensayos de Gerhart Niemeyer traducidos al español. Después de Alema-
nia, España fue el primer país donde despuntó el trabajo filosófico de Niemeyer.
En su calidad de estudiante y asistente de Hermann Heller, Niemeyer lo acom-
pañó a España cuando el dominio del totalitarismo nazi se hacía cada vez más
férreo en su tierra natal. Más adelante en su vida, después de su retiro formal
del cuerpo docente de la Universidad de Notre Dame, y aún en la plenitud de
su capacidad intelectual y espiritual, Niemeyer instruyó a muchos estudiantes y
jóvenes profesionales de habla hispana, especialmente, de Colombia y de México,
durante un programa de verano que hoy se conoce como el The Phoenix Insti-
tute, el mismo que él ayudó a llevar a Notre Dame y que, al día de hoy, prospera
tanto en esta universidad como en Viena. El doctor Gabriel Mora-Restrepo, edi-
tor y cotraductor de esta recopilación, formó parte de un puñado de magníficos
estudiantes particularmente atraídos por las enseñanzas de Niemeyer durante los
primeros años del The Phoenix Institute.
Lo que hace especialmente oportuno el surgimiento de esta recopilación es
que la comprensión y sabiduría que Niemeyer vino a encarnar como profesor
se hace ahora accesible al mundo de habla hispana. Esto es posible gracias al
generoso esfuerzo de Mora-Restrepo por difundir la experiencia de Niemeyer
entre quienes han escuchado de él o han percibido su impacto en sus estudiantes
y desean saber más al respecto. Como es propio de aquellos a los que llama-
mos «grandes maestros», Niemeyer se preocupó primordialmente por guiar a
las personas hacia el descubrimiento de quiénes son en realidad, así como de
su ubicación específica en el desarrollo de la investigación y de la experiencia
humana. El autoconocimiento se busca, entonces, como principal defensa con-
tra las cerrazones y confusiones del mundo moderno y contemporáneo, y como
fundamento de la esperanza en la recuperación de la realidad y el camino de lo
humano. Niemeyer fue conducido por esta senda, no de forma acrítica, por su
amigo y maestro Eric Voegelin. Un número considerable de los ensayos de esta
recopilación reflejan la fuerza explicativa de Niemeyer respecto del pensamiento
y de los escritos de Voegelin, lo que será de gran utilidad para todos aquellos que
se enfrenten al formidable reto de comprenderlo.
16
Resulta igualmente oportuno tener acceso por medio de estos ensayos a las
ricas y amplias enseñanzas de Niemeyer como recurso adicional para la compren-
sión de los desastres masivos de aquel «siglo terrible», término que él utilizaba
para describir el siglo xx. Nuestra necesidad de un diagnóstico certero sobre la
situación no se reduce a contar con una versión correcta de la historia —política,
cultural e intelectual—. Es más bien un asunto de urgencia continua porque los
terroristas que acechan nuestro mundo en el siglo xxi llevan en su mismo nombre
y en su despiadado desprecio de la vida humana inocente las marcas de origen
de ese «terrible» o terrorífico siglo. Se ven asistidos por la ceguera ante la reali-
dad y ante el orden genuino del alma que marca a tantos líderes intelectuales y
culturales de nuestro tiempo. Nuestros problemas prácticos de hoy, desde los de
nuestras comunidades locales hasta los muy discutidos problemas de naturaleza
global, se ven así iluminados por los esfuerzos que realizó Niemeyer en su propio
tiempo.
Escribiendo en 1982 sobre la afinidad que encontró con Aleksandr Solzhe-
nitsyn, Niemeyer comentaba sobre la similitud que advirtió entonces con este
autor y con las luchas del pueblo ruso en la generación anterior. En palabras de
Niemeyer, tomadas del ensayo final de esta recopilación: «Aun cuando no esta-
mos en el mismo sentido trabajando bajo un “silencio forzado”, en otros aspectos
nuestra situación es similar porque nuestros pensamientos están dispersos “en
todas las direcciones posibles e imposibles”, de modo que hemos “perdido el
contacto entre nosotros”». En 2015, por más que intentemos escapar de las som-
bras del «siglo terrible», debemos, sin embargo, decir que esto mismo es cierto
a lo largo y a lo ancho de nuestro problemático mundo, el mismo que en buena
medida se encuentra conformado por el ámbito de habla hispana.
Guiado por su fe cristiana y por la esperanza de que todo estaría bien, Nie-
meyer no era dado a abandonarse a la desesperación ante lo que parecía amena-
zante. Derivada de la gracia, semejante disposición fundamental lo llamaba a no
renunciar y a dirigir sus mayores esfuerzos a la tarea de educarnos en el deber de
hacer nuestra parte como individuos convirtiendo a nuestros gobiernos en alia-
dos, antes que en obstáculos, para la sensata ordenación de los asuntos humanos.
Esta recopilación y su ensayo introductorio, dirigido a mostrar la naturaleza y el
entorno del pensamiento de Niemeyer, son un testimonio de cómo él supo com-
partir eficazmente su sabiduría con uno de sus mejores estudiantes.
Walter Nicgorski
Profesor emérito, Universidad de Notre Dame
Editor emérito, The Review of Politics
WALTER NICGORSKI
17
ESTUDIO PRELIMINAR
RESTAURANDO CAMINOS:
LA VIDA Y OBRA DE GERHART NIEMEYER
«Llamamos hombres proféticos a quienes han mantenido erguido
el soporte de la verdad en los drenajes de situaciones históricas,
desde las cuales bajan corrientes en direcciones opuestas:
corrientes de agua viva, en una de ellas, y corrientes de sangre, en la otra».
Gerhart Niemeyer
«Recovering History and Redeeming the Time»
Presentar al público hispano la obra y vida de Gerhart Niemeyer ha sido una
tarea que me propuse hace varios años. Pero cuento con la desventaja de haber
pasado algunos veranos a su lado aprendiendo de él y, sobre todo, atestiguando
su riquísima vida y ejemplaridad. Esa desventaja se explica porque me cuesta
desligar su «obra académica» de su personalidad. Sin embargo, he encontrado
esa misma característica como nota común entre sus estudiantes que han escrito
sobre él: no pueden separar un aspecto del otro. Si la vida de Niemeyer se hubiese
destacado solamente en la intelectualidad del mundo académico, esta explicación
sería innecesaria. Pero, precisamente por lo que produjo entre sus estudiantes, la
desventaja se justifica: su vida fue plenamente integrada (vivía como pensaba y
pensaba como vivía), y nosotros —sus estudiantes— no sólo lo atestiguábamos,
sino que también nos sumergíamos en lo que enseñaba. De ese modo, éramos
conscientes de lo que enseñaba; pero también nosotros mismos nos «confrontá-
bamos» con lo que enseñaba. Sus explicaciones, por lo tanto, nos interpelaron en
nuestra propia cotidianidad.
De eso voy a hablar en la primera parte de este estudio preliminar: intentaré
forjar un perfil de Niemeyer desde la perspectiva del estudiante que paulatina-
mente se ve interpelado a «desaprender» lugares comunes y necesitado de hacerlo
—un relato personal de lo que muchos también experimentaron con él—. A ese
ineludible relato le sigue una segunda parte mucho más centrada en su obra, el
detalle de algunos datos biográficos del autor, en sus intereses, en su trayectoria y
en el fondo de sus explicaciones.
18
PARTE I
1.  DESAPRENDIENDO LUGARES COMUNES
Niemeyer fue profesor de Gobierno de la Universidad de Notre Dame, en
los Estados Unidos, donde enseñó, por casi cuarenta años, sobre las ideologías y
los desórdenes políticos del mundo buscando desentrañar sus causas —de todo
tipo— y los medios para restaurar o recuperar los elementos del orden que con-
trastaran y le hicieran frente a esas ideologías. En dicho empeño, su propia vida
fue testigo tanto de lo uno como de lo otro: experimentó el desorden por causas
ajenas a él (el nacionalsocialismo de su patria de origen), abrazó él mismo algún
«elemento» que años después identificaría como constitutivo del desorden (su
ateísmo) y sufrió cambios profundos que lo llevaron por caminos de conversión y
recuperación del sentido de la vida y del orden humano.
Cuando en 2002 The Political Science Reviewer dedicó la edición de otoño a
rememorar su obra, la mayoría de los participantes optaron por hacer un perfil
de Niemeyer donde sobresalían anécdotas de tipo personal. Casi todos habían
sido sus estudiantes en algún momento de sus vidas. Incluso quienes optaron por
escribir cuestiones de mayor fondo no lograron desgarrar desde un comienzo la
historia completa, esto es, hacerla según los estándares modernos. Por el contra-
rio, se dedicaron a resaltar su trato personal y la huella, tan profunda, que marcó
en sus vidas para siempre.
Quizás esto sea lo que distingue a un profesor, digamos, normal —el que
deja muchas y muy valiosas enseñanzas—, de un profesor de quien, además, o
sobre todo, se aprende algo importante para «vivir». No hay duda de que había
mucho que aprender de Niemeyer desde el punto de vista intelectual. Lo que lo
hacía tan especial ​era, sin embargo, el carácter y la personalidad de un profesor
que buscaba hacer viable ese ideal de enseñar, de veras, desde la amistad y desde
el cuidado de las almas 1
. Antes que tener «discípulos» —no le gustaba llamarlos
así—, quería más bien una «comunión de mentes y almas enamoradas de la ver-
dad» 2
. Uno de sus estudiantes lo retrata de este modo: «Creo que se trataba de
un alma grande y santa, que humildemente permitía que la luz de Dios iluminara
a través de él» 3
.
A Niemeyer habría que presentarlo, justamente, a partir de su personalidad,
que tanto impactaba dentro o fuera del salón de clase. Con una talla intelectual
1 
Cfr. M. Henry, «Gerhart Niemeyer as Educator: The Defense of Western Culture in an Ideologi-
cal Age», en J. von Heyking y L. Trepanier (eds.), Teaching in an Age of Ideology, Lanham, Lexington
Books, 2013, p. 115.
2 
Ibidem, p. 116.
3 
J. Rhodes, «Gerhart Niemeyer: Seeker for the Way», en Logos: A Journal of Catholic Thought and
Culture, vol. 10, nº 2, primavera de 2007, p. 113.
GABRIEL MORA-RESTREPO
EL PRECIO DE LA VERDAD EN TIEMPOS DE IDEOLOGÍAS
19
altísima, estaba, sin embargo, a la «altura» de sus estudiantes, por «menores» que
fueran. Toda pregunta formulada por ellos era importante. Solía decir que las
que más le gustaban eran las «más obvias» y «básicas», aquellas que a muchos les
daba temor hacer: «el comienzo» y «el más allá», «de dónde», «hacia dónde» y
«por qué». Según Niemeyer, son preguntas básicas porque se refieren a nosotros,
a nuestras vidas y a las cosas que nos rodean, además de ser las más urgentes y
necesarias para cualquiera 4
. Un alma cerrada a ellas vive en un letargo que apri-
siona, en la superficialidad y el bullicio de una vida incapacitada para el asombro.
Por eso, las preguntas básicas son una buena seña de que hay algo inusual, por
lo demás muy importante, en quien las formula. Denotan un atisbo de «apertura
del alma» que bien podría ser el comienzo de un largo camino para encontrar
un tesoro: el sentido de la propia existencia, conjuntamente con lo misterioso.
Y aunque Niemeyer buscaba que sus estudiantes llegaran siempre al «core» del
asunto y a la regla de aprender a cuestionar 5
, insistía frecuentemente en que una
de las más importantes condiciones era tener el «alma abierta» —el open soul, en
el sentido acuñado por Henri Bergson 6
—, indispensable para forjar un camino
por el que solamente transitan los que, apaciblemente, «creen y quieren creer»
en la verdad. A un alma así, bien dispuesta, se le atraviesan tarde o temprano
esas «grandes» preguntas de siempre, que un «pensamiento disciplinado» sabrá
aprovechar.
El impacto que causaba el primer encuentro con el profesor Niemeyer era
revelador. «No era sólo la luminosidad de su mente y la anchura y profundidad de
sus conocimientos» 7
, escribe Michael Henry, sino, además, la «inequívoca autori-
dad y centro de convicción» de sus frases y escritos, como también se ha dicho, la
seguridad y la seriedad con la que afirmaba lo que consideraba verdadero 8
. «Yo
mismo estaba en el Departamento de Filosofía —continúa Henry— cuando me
inscribí en la primavera de 1970 en un curso de posgrado que Niemeyer daba
4 
Cfr. «This Terrible Century», en Within and Above Ourselves. Essays of Political Analysis, Wilmin-
gton, Intercollegiate Studies Institute, 1996, pp. 61-62; idem, «God, Man, World and Society: The Last
Work of Eric Voegelin», en Within and Above Ourselves…, op. cit., p. 155. Una conferencia de Niemeyer
(Achievement of Eric Voegelin), en la que menciona su gusto por las preguntas básicas, está disponible en
http://www.podcasts.com/isi_lecture_podcast/episode/achievement_of_eric_voegelin [Consulta: 29 de
septiembre de 2014].
5 
Sobre estas características de su pedagogía, vid. J. A. Gueguen, «A Student’s Teacher: Gerhart
Niemeyer (February 15, 1907 - June 23, 1997)», en The Political Science Reviewer, vol. 31, 2002, pp. 1-10;
B. Fingerhut, «Look for the Lift: A Biographical Essay of Gerhart Niemeyer», en The Political Science
Reviewer, vol. 31, 2002, pp. 32-40.
6 
Cfr. The Two Sources of Morality and Religion, Londres, Macmillan, 1935, pp. 25-40. Bergson
utiliza la expresión, sobre todo, para relacionarla con la «liberación» que tienen los místicos y los santos.
7 
Cfr. «Gerhart Niemeyer as Educator…», op. cit., p. 116.
8 
Cfr. P. Niemeyer, A Path Remembered. The Lives of Gerhart and Lucie Niemeyer, Wilmington,
Intercollegiate Studies Institute, 2006, p. 176. Allí relata que, siendo Niemeyer un profesor muy joven,
causaba esa misma impresión, como se lee en la presentación de una entrevista que le hizo un estudiante
en 1940: «Lo que lo hace destacar en la memoria, sin embargo, es la mirada fija en los ojos y la seriedad y
la seguridad con la que él le dice a uno lo que cree que es verdad».
20
sobre el “Concepto de la Historia”; y, después de que hubiera dicho quizás dos o
tres frases, supe que era el profesor que tanto había buscado» 9
.
Otro estudiante, quien se estaba formando por esos días como químico,
cuenta también cómo su vida dio un giro radical cuando se inscribió «como sin
ganas» en un curso de Teoría Política dictado por (un tal) Niemeyer:
«Cuando iba camino de convertirme en químico, fui irresistiblemente llevado a la fi-
losofía política. Este profesor pensaba luminosamente sobre las preguntas fundamentales
de la existencia humana —algo que nunca había experimentado antes—. Me di cuenta
rápidamente de que quería pasar mis años haciendo lo que él hacía, en la forma en que
lo hacía» 10
.
Aunque mi primer encuentro con el profesor Niemeyer, en el verano de 1991,
fue en el cenit de su vida —tenía 84 años—, el impacto que produjo en mi for-
mación fue sintomático de lo que varios de sus estudiantes suelen narrar: «Sabía
que había que comenzar de nuevo» 11
. Mi formación jurídica universitaria —algo
avanzada para la época— y mis intentos aficionados por conocer la filosofía se
toparon con un mundo completamente nuevo, que yo también expresaría luego
como «luminoso» y que forjaba en mí una angustiosa crisis intelectual encaminada
a revisar y a desaprender tantos lugares comunes de la academia contemporánea.
Tuve que regresar el verano siguiente para tomar un nuevo curso impartido por
él y, posteriormente —hasta su retiro definitivo en 1995—, pude visitarlo inconta-
bles tardes en su casa de South Bend para preguntarle todo lo que me fuera posi-
ble y escucharlo todo lo que pudiera. Desde entonces no he dejado de retornar a
sus lectures y a sus escritos, o a la memoria de sus consejos 12
.
2.  EL MAYOR LEGADO
Esa experiencia, tan marcadamente común entre sus estudiantes, se entiende
bastante mejor cuando se hace un repaso por la vida y por las ideas centrales del
pensamiento de Niemeyer. Pero antes de llegar a ello, basta con adelantar que eso
que lograba era el reflejo tanto de sus numerosas luchas interiores, sus creencias
y las revisiones de dichas creencias como de una inusual capacidad docente para
9 
«Gerhart Niemeyer as Educator...», op. cit., p. 116.
10 
J. Rhodes, «Gerhart Niemeyer: Seeker...», op. cit., p. 113.
11 
B. Fingerhut, «Look for the Lift: A Biographical Essay…», op. cit., p. 34. El autor relata que,
después de escuchar a Niemeyer dando una conferencia en Washington, supo que «debía enviar una soli-
citud de ingreso a Notre Dame» y que, una vez allí, en su primera clase, se había dado cuenta de que su
educación previa «había servido sólo para que entrara en ese salón con ese hombre. Tenía que comenzar
de nuevo. Comenzar de nuevo parecía ser una forma de vida para los estudiantes de Niemeyer».
12 
En 1998, un año después de la muerte de Niemeyer, el fundador del The Phoenix Institute,
John X. Evans, me sugirió que presentara una lecture in memoriam de Niemeyer, lo que aconteció en
el verano de 1998, en el campus de la Universidad de Notre Dame. Ese escrito, que condensa los desa-
rrollos teóricos de los cursos de Niemeyer durante los veranos de 1991 a 1993, fue luego publicado: G.
Mora-Restrepo, «The Political Philosophy of Gerhart Niemeyer (1907-1997)», Pensamiento y Cultura,
vol. 2, nº1, 1999, pp. 135-147.
GABRIEL MORA-RESTREPO
EL PRECIO DE LA VERDAD EN TIEMPOS DE IDEOLOGÍAS
21
lograr movimientos, a veces bruscos, en las mentes y en los corazones de sus estu-
diantes. Como la Pastoral, de Beethoven —que tanto apreciaba—, con sus bajos
fuertes y sublimes elevaciones que rompen el clásico molde de los movimientos,
Niemeyer pasaba por el «entorno» de varias centurias recorriendo los detalles
sin dejar de advertir el conjunto, penetrando los episodios con sus bajos y altos
también, y moviendo a sus estudiantes a ese mismo compás. La crisis que podía
generar en el marco de unas pocas semanas de clase partía, por supuesto, de la
propia pérdida del sentido, en tan diversos e incontables frentes, de la humani-
dad, con el contraste de las sutilezas —tan políticamente correctas— de querer
fijar derroteros dogmáticos como si todo lo demás no importara. Teníamos la
fortuna de tomar conciencia de los elementos tortuosos por los que atraviesa
el mundo mediante los símbolos y conceptos que nos explicaba, o el relato de
«las pequeñas historias» de la filosofía extendida por siglos, junto con las claves
para penetrar en los movimientos gnósticos y vislumbrar, de cuando en cuando,
alguna famosa canción pop que los pudiera evocar. Su detallada inmersión al
«siglo terrible», el siglo xx, cuya prolongación hasta nuestros días sigue siendo
paradigmática del desorden y de la gran afrenta contra la humanidad, generaba
una suerte de conciencia colectiva de una tragedia que atestiguábamos todos.
Con cifras y datos en la mano, fácilmente ajustables a lo que escriben los diarios
de hoy, Niemeyer nos sumergía en los padecimientos humanos que crecían con el
correr de un siglo tormentoso.
Pero esto eran meros preludios, siempre o en todo caso, académicos. Allí
aparecían las figuras de barro que representaban los nombres de quienes se pro-
clamaron «dioses» o «liberadores» de la tragedia humana y que suelen perdurar
en los pedestales de algunas universidades (se me vienen a la cabeza personajes
tan reiterados como Marx o Comte, o tan sombríos como Kinsey o Sanger).
La preocupación que Niemeyer tenía por la educación y por su crisis estaba más
que justificada porque buena parte de los derroteros dogmáticos los encontrá-
bamos en ese mundillo académico, hoy no superado, que se ha encerrado entre
linderos sistematizados, autoconstruidos y presentados con mucha sofisticación y
enredo. Niemeyer apuntaba siempre una crítica muy fuerte al empobrecimiento
moral e intelectual de la universidad. Embriagada de tantos prejuicios que han
hecho carrera en las humanidades y en las ciencias, sin poder divisar espacios por
fuera de sus propias coordenadas «científicas», articula una serie de adoctrina-
mientos por medio de dogmas bien conocidos: la prohibición de la metafísica;
la prohibición de mencionar a Dios —o alguna dimensión de la espiritualidad
humana— en un salón de clase; el tono (arrogante) con el que se hace referencia
a las tradiciones; la historia arbitrariamente fijada en «eras» o «etapas», algunas
consideradas como «excelsas», mientras que otras como «oscuras»; el rechazo
—generalmente, erudito— a lo que no puede ser objeto de comprobación o
verificación según un modelo de estandarización; el dogma de la ductilidad de
la moralidad en todos sus frentes (incluidos los principios), que no tienen ya
más límites que los que los profesores de moda quieran fijar; la «sacralidad» de
los tiempos futuros, que siempre traen mejores cosas cuando menos ataduras
22
tengamos; la expansión, voluntaria y gradual, de los poderes humanos, califica-
dos en las escuelas de leyes como «derechos» que conquistamos; «el hombre
nuevo» para un «mundo nuevo» y liberado; las fórmulas esotéricas de dar cuenta
de los problemas constitucionales, fijados en un pedestal comprensible por un
puñado de selectos juristas, y así sucesivamente. Por suerte, nosotros gozábamos
de una libertad académica plena: podíamos preguntar sobre lo que quisiéramos
sin miedo a que nos llevaran delante de acusadores o ante un tribunal.
En alguno de sus escritos, Niemeyer señaló así a la universidad como una de
las causas de esta época marcada por «especímenes de una raza superior»:
«Cuando nos topemos con uno y tengamos curiosidad de saber de dónde pudo haber
venido, todo lo que tenemos que hacer es rastrear sus pasos hasta un aula de clase, donde
se enseña una libertad humana sin límites, como si fuera la verdad, en una gran variedad
de conferencias. En ese sentido, las escuelas superiores y universidades de nuestra socie-
dad son esos hervideros infecciosos en los que, con seguridad, deben concentrarse los más
grandes esfuerzos terapéuticos» 13
.
Niemeyer encaraba los fenómenos de desorden sin concesiones, por fuera
de ese molde de quedar «bien con todos». Esto explica en parte la «lumino-
sidad» que los estudiantes veíamos en sus exposiciones. En lugar de hacer un
relato erudito y dramático de las ideologías —como si se tratara de un tiempo ya
superado—, confrontaba sus motivaciones para ver si algo de ellas estaba pre-
sente en fenómenos políticos contemporáneos y, además, si también lo estaba en
«nosotros» y en nuestra forma de ver el mundo. Acá dejábamos por entero los
preludios. Y ya no podíamos buscar un resguardo entre los mundanales muros
universitarios señalando culpables. En alguna ocasión lo dijo de frente: «También
nosotros somos “hijos de la Ilustración”», soñadores de una superioridad que
fluye sin tiempo porque nos «sabemos» más capaces que la naturaleza. E inquiría
si, como tales (ilustrados), operábamos con los mismos ideales que allí se forjaron
y que han resultado en esos prejuicios y dogmas antes mencionados. La fe en Dios
que pudiéramos tener pasaba a un segundo plano en esta confrontación. Porque
de alguna manera nosotros, sin reconocerlo pero sabiéndolo silenciosamente,
aplaudíamos esa «libertad erigida como un pedestal del hombre moderno», tan
vacía y formal, que rellenábamos como queríamos y que nos hacía sentir supe-
riores no sólo a nuestros congéneres de épocas pasadas, sino también a aquellos
que, a nuestro alrededor, no fueran conscientes de ello. La arrogancia que hacía
carrera en las universidades ahora nos confrontaba: ¿no éramos también aquello
que tanto habíamos criticado?
Pero nuestra «ideologización» se hacía más clara con la confrontación entre
premisas meramente intelectuales y las realidades profundas —e inefables— de
la condición humana, en las que nos envolvíamos con las explicaciones de Nieme-
yer: las experiencias místicas de los filósofos o de los santos, cuyo entendimiento
13 
«The Autonomous Man», en Aftersight and Foresight. Selected Essays, Lanham, The Intercolle-
giate Studies Institute - The University Press of America, 1988, p. 13.
GABRIEL MORA-RESTREPO
EL PRECIO DE LA VERDAD EN TIEMPOS DE IDEOLOGÍAS
23
se nos escapaba por nuestra incapacidad de identificar la «prueba» (más tarde
nos daríamos cuenta de que era simplemente por nuestra ignorancia, producto
de un alma cerrada). Entraba también en escena la «certeza» que inconsciente-
mente compartíamos acerca de la llegada de un final feliz para todos en un futuro
intramundano y gracias a los avances de la tecnología y a la racionalidad de los
consensos morales que, muy seguramente, se irían dando con el paso de los años.
Ilustrados y, hasta cierto punto, receptores del nihilismo de nuestros compañeros
de clase y de los profesores que habíamos tenido. Y, si queríamos retornar a «lo
bueno» —porque quizás había algo en nuestra formación que protestaba ante esa
acusación—, lo primero que se nos venía a la cabeza era agarrar un buen puñado
de libros clásicos (¡los clásicos!) que seguramente nos darían la instrumentación
(siempre intelectual) para ganar las batallas. Es decir, ¡completamente ideologi-
zados!
En un escrito sobre derecho natural, Niemeyer es punzante con advertencias
de ese corte y muestra cómo nos quedamos completamente mudos durante una
conversación con alguno de los tantos nihilistas que viven a nuestro alrededor
porque no hemos incorporado las «experiencias» fundamentales que nos corres-
ponden:
«Nada arroja una luz más clara sobre nuestra situación que la indefensión de quienes
“saben” que hay un orden del bien, pero no tienen la capacidad de defenderlo cuando
alguien, en la inocencia del nihilismo, les pregunta con los ojos bien abiertos: “¿Por qué
no?”. Esta indefensión se ve combinada con la falsa concepción de que el bien deriva
lógicamente de principios que uno tiene que haber aprendido. El nihilista admite su total
ignorancia de estos supuestos principios, a la vez que nosotros descubrimos que no los
tenemos incorporados, y nos quedamos mudos» 14
.
Poco a poco, Niemeyer lograba despertar esa sensación de darnos cuenta de
los fondos espirituales en los que se forjan las crisis de la humanidad. Algunos
estudiantes podían sentir que llevaban años renegando de los restos que quedaban
de la civilización occidental hasta que, en algún momento, aparecía dibujada esa
instrumentación simbólica en sus mentes con la cual podían ir «comprendiendo»
los altos y los bajos, los síntomas y las causas del desorden moral y político a lo
largo de la historia humana. Esa instrumentación, es decir, esos «conceptos» que
permiten una teorización adecuada es quizás uno de los aportes más valiosos
de Niemeyer como profesor. Aunque no necesariamente fueron todos creación
suya, en su pluma y en sus explicaciones lograban una articulación capaz de ver,
entre la bruma de los vastos desafíos actuales, ese entorno de «pensamiento y
actividad desde el que rezuma una espesa niebla del sinsentido» 15
. La descrip-
ción de un «siglo terrible» no era meramente para dar cuenta de los registros de
los diarios y del juego sucio de la política o de la cultura contemporánea, sino
también para suscitar una confrontación en lo más íntimo del estudiante, quien,
gradualmente, iba pasando de un estado de perplejidad, tristeza y conmiseración
14 
«What Price “Natural Law”?», en Aftersight and Foresight…, op. cit., p. 259.
15 
Ibidem.
24
a uno de comprensión de la inercia mental que producen los esquemas culturales
arraigados en la educación de nuestro tiempo. Como destinatarios suyos, sabía-
mos que también habíamos heredado muchas de las características a las que Nie-
meyer aludía cuando hablaba de las ideologías porque poseíamos «una confusión
de conceptos filosóficos o sus derivados», o «una defectuosa percepción de las
instituciones políticas y sus interrelaciones», o una «confusión respecto de lo que
es digno de adoración y de lo que no lo es tanto» 16
.
La sensación de tener que comenzar de nuevo significaba que los cursos con
Niemeyer producían una verdadera catarsis. Eran de esos cursos en los que uno se
retrata con las exposiciones de las grandes tragedias de la humanidad porque en
verdad nos sentíamos cómplices de muchas maneras. Eric Voegelin había dicho,
sin embargo, que nadie está obligado a tomar parte de la crisis espiritual y del
desorden que nos ha tocado presenciar, sino a tomar conciencia de su insensatez
y a recuperar el sentido ordenado de la vida 17
. La propia miseria personal experi-
mentada se traducía paulatinamente en un verdadero «sacudón» interior, el cual
nos ofrecía la instrumentación para esa toma de conciencia. Una revuelta interior
comenzaba en lo más hondo de cada uno, una suerte de acto de rebeldía, muy de
la mano —aunque sea forzoso decirlo— de uno de los sentidos que Albert Camus
señala en los inicios de The Rebel, y que Niemeyer nos daba como lectura. Como
se sabe, allí el rebelde se harta. Se sacude interiormente para afirmar, con todas
sus fuerzas, que no puede tolerar más el mal que lo acecha, los «crímenes lógicos»
que se justifican con una considerable variedad de «argumentos». Nos dábamos
cuenta de que, al igual que su tiempo de la segunda posguerra, el nuestro tam-
bién era uno de «premeditación y de crimen perfecto» 18
que racionalizaba, a gran
escala, el asesinato de seres humanos mediante sentencias judiciales arropadas
con el sello de las democracias constitucionales. Sabíamos que quienes caían pri-
mero eran los más débiles, los no nacidos y los de edad avanzada, y que luego
vendrían otros ámbitos de la vida humana, hasta alcanzar las creencias o la propia
libertad. Cuando se llega al punto en que disfrazan la verdad y voluntariamente la
esconden, y en que a la persona se la reduce a un «cero intercambiable», afloran
cosas extraordinarias. Lejos estábamos de experimentar los sufrimientos a los que
Niemeyer aludía cuando presentaba el caso de Aleksandr Solzhenitsyn en los
campos soviéticos de trabajos forzados 19
. Pero sí que éramos conscientes de que
el mal nos había tocado en el fondo también 20
. Lo que surgía era una fuerza inte-
rior para resistir a los ideólogos porque habíamos comprendido que hay límites
que nadie tiene el derecho a traspasar o porque teníamos la voluntad obstinada
16 
Cfr. «This Terrible Century», en Within and Above Ourselves…, op. cit., p. 53.
17 
Cfr. Science, Politics and Gnosticism, Washington, Regnery Gateway, 1990, pp. 22-23.
18 
Nueva York, Random House, 1956, p. 4.
19 
Cfr. «What Price “Natural Law”?», op. cit., 1988, passim.
20 
D. Walsh, After Ideology. Recovering the Spiritual Foundations of Freedom, Nueva York, Harper-
Collins, 1990, p. 45.
GABRIEL MORA-RESTREPO
EL PRECIO DE LA VERDAD EN TIEMPOS DE IDEOLOGÍAS
25
de saber que había cosas por las que valía la pena luchar, la «súbita percepción»
de que había «algo valioso en el hombre» con lo que podíamos identificarnos 21
.
El mayor legado que los estudiantes de Niemeyer encontramos en sus clases
fue precisamente ese «hartarnos» del sinsentido y de nuestra propia complicidad
con este siglo terrible. La toma de conciencia fue al mismo tiempo liberadora y
forjadora de un camino que debíamos seguir, ese camino para encontrar la ver-
dad en tiempos en los que parecen dominarnos por entero las ideologías, que
hoy vemos insertadas en casi todo cuanto nos rodea. Ya lejos parecen estar los
«sistemas» políticos que podían identificarse geográficamente como modelos del
mal porque la globalización los ha asimilado perversamente en casi todos los fren-
tes de la cultura. Y sin embargo, la luminosidad de la verdad y del bien sigue y
seguirá atrayendo con fuerza, aunque tengamos que pagar un precio por ello. La
vida y obra de Niemeyer nos ayudó a muchos a comprender ese precio. Pero tam-
bién atestigua que ese camino de recuperación de la verdad y de encuentro con
ella es posible. Desde luego, atestigua por qué algunos profesores dejan huellas
indelebles en la vida de sus estudiantes.
PARTE II
1.  ENTRE TENSIONES POLÍTICAS Y LUCHAS INTERIORES
Quizás nuestro conocimiento «hispanoparlante» de Niemeyer provenga,
lejanamente, de la edición y del prefacio que escribió para la obra de Hermann
Heller Teoría del Estado (1934) 22
, con la que muchos estudiantes de Derecho y
de Ciencias Políticas están familiarizados. Heller era el «mentor» de Niemeyer
y, por aquella época, ambos residían en España, con motivo de la llegada de Hit-
ler al poder en 1933. Luego de que Heller muriera intempestivamente a fines
de ese mismo año, Niemeyer se encargó de la edición y publicación de la obra
Staatslehre 23
de su maestro. Ambos hechos —el período de la Alemania nazi y su
cercanía a Heller—, así como su conversión al cristianismo y su encuentro con
Voegelin hacia 1947 marcaron hitos definitivos en su vida, como se irá viendo
en lo sucesivo.
Niemeyer nació en Essen, Alemania, en 1907. Siguiendo el ejemplo y los con-
sejos de su padre, un prestigioso abogado, estudió Derecho en las universida-
des de Cambridge (1925-1926), Múnich (1926-1927) y Kiel (1927-1930), donde
21 
A. Camus, The Rebel..., op. cit., p. 14.
22 
Para una edición relativamente reciente, donde aparece todavía la presentación de Niemeyer, vid.
H. Heller, Teoría del estado, México, Fondo de Cultura Económica, 2010.
23 
Paul Niemeyer relata que su padre mantenía una conversación a diario con Heller sobre los
pormenores del libro. Cfr. A Path Remembered…, op. cit., p. 145.
159
ÍNDICE GENERAL
PRESENTACIÓN ........................................................................................... 	9
NOTA DEL EDITOR ..................................................................................... 	13
PREFACIO ....................................................................................................... 	15
ESTUDIO PRELIMINAR.   RESTAURANDO CAMINOS:
LA VIDA Y OBRA DE GERHART NIEMEYER ..................................... 	17
CAPÍTULO I.   EL HOMBRE «AUTÓNOMO» .......................................... 	49
CAPÍTULO II.   ESTE SIGLO TERRIBLE .................................................. 	59
CAPÍTULO III.   PÉRDIDA DE LA REALIDAD: GNOSTICISMO
Y NIHILISMO MODERNO ...................................................................... 	71
CAPÍTULO IV.   DE LA ILUSTRACIÓN A LA IDEOLOGÍA ................... 	85
CAPÍTULO V.   RECONSTRUYENDO LA TEORÍA POLÍTICA ............. 	111
CAPÍTULO VI.   GRANDEZA EN LA CIENCIA POLÍTICA:
ERIC VOEGELIN (1901-1985) .................................................................. 	117
CAPÍTULO VII.   DIOS Y EL HOMBRE, EL MUNDO
Y LA SOCIEDAD: LA ÚLTIMA OBRA DE ERIC VOEGELIN ............. 	127
CAPÍTULO VIII.   ¿A QUÉ PRECIO LA «LEY NATURAL»? ................... 	145
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EL PRECIO DE LA VERDAD EN TIEMPOS DE IDEOLOGÍAS, Gerhart Niemeyer. ISBN 9789871775293

  • 1. GERHART NIEMEYER EL PRECIO DE LA VERDAD EN TIEMPOS DE IDEOLOGÍAS EDICIÓN Y ESTUDIO PRELIMINAR GABRIEL MORA-RESTREPO Marcial Pons MADRID | BARCELONA | BUENOS AIRES | SÃO PAULO 2015
  • 2. A la memoria de dos excepcionales personas: Gerhart Niemeyer (1907-1997) y Charles E. Rice (1931-2015)
  • 3. 9 PRESENTACIÓN En 2010, un grupo de profesores de Filosofía del Derecho y Teoría Jurídica de más de diez universidades hispanoamericanas convenimos en conformar la que llamamos entonces «Biblioteca Internacional de Derecho Natural y Filosofía Jurídica», con el propósito de renovar y acrecentar los estudios de la tradición jurídica y política clásica. Ante el atosigamiento de tantas doctrinas multiformes que se inmiscuyen como modas (algunas pasajeras) y, sobre todo, ante la profusa difusión de un adoctrinamiento neomarxista que ha tomado las principales libre- rías y facultades de Derecho durante las últimas décadas, un regreso al derecho natural clásico parece, por decir lo menos, tanto refrescante como necesario y significativo. La afortunada expresión de Heinrich Rommen en la década de los treinta sobre el «eterno retorno» del derecho natural encuentra también en nues- tro tiempo una singular vigencia, reclamada por los numerosos intentos de forjar legitimidades aparentes para problemas complejos que nos interpelan hoy y que, muy lastimosamente, parecen no encontrar respuestas plausibles y respetuosas de la condición humana. La primera tarea que nos propusimos fue la de seleccionar textos de autores comúnmente llamados «iusnaturalistas», no traducidos todavía al español, que posibilitaran una fructífera interlocución con la academia del mundo hispano. Al pasar los años, la idea original se fue ampliando, en el sentido de incorporar también a diversos autores de Hispanoamérica cuyos aportes al Derecho natural están suficientemente demostrados, pero que, por diversos motivos, han tenido muy poca difusión en el mundo académico, o el acceso a ellos no siempre ha resultado fácil. De ahí que, en sucesivas entregas, los lectores irán encontrando en esta Colección tanto una propuesta como la otra, y siempre con la antesala de un estudio preliminar de la obra y del autor respectivo. Asimismo, y sin perder la rigurosidad prevista en los objetivos iniciales, algu- nos sugirieron un cambio en la denominación original por razones estrictamente «comerciales» para buscar un diálogo más fluido en el contexto actual de la ciencia jurídica, el constitucionalismo contemporáneo y la filosofía del derecho. La expresión «derechos humanos» cobró la fuerza necesaria para hacer algunas concesiones, aunque no siempre de manera pacífica (qué tanto hay de derecho natural en los derechos humanos, o viceversa, es y sigue siendo una cuestión
  • 4. 10 GABRIEL MORA-RESTREPO problemática). En efecto, esa rigurosidad no siempre será del todo apreciable, con toda razón, cuando se pasa revista a lo que, en el lenguaje contemporá- neo, algunos llaman «derechos humanos» o a las evidentes inconsistencias que el iusnaturalismo encuentra en una expresión fuertemente cargada de intereses e ideologías de toda índole. Por eso, se propuso acompañarla de la expresión «fundamentación jurídica» para evadir así (al menos) una línea de pensamiento jurídico bastante ingenua de los derechos humanos que los ha vaciado de todo arraigo ontológico y los ha transformado en meras estructuras de poder y en el juego político de los tribunales de justicia de turno. El tiempo dirá —sobre todo, al evaluarse la calidad y rigurosidad de los autores elegidos en las sucesivas entre- gas— si las concesiones terminaron desviando (¡ideologizando!) los objetivos ini- cialmente formulados. * * * En mi condición de profesor e investigador de la Universidad de La Sabana (Colombia), propuse un trabajo que abordara problemas de fundamentación crí- tica sobre el estado contemporáneo de la cultura, que sirviera como posible telón de fondo para entender el rechazo al derecho natural y sus sustitutos actuales, las construcciones politizadas de los derechos fundamentales o ese mundo de ensueño que esconden las ideologías de turno. Ese trabajo es el que ahora se presenta al público, relativo a una selección de escritos del profesor emérito de la Universidad de Notre Dame (Estados Unidos), Gerhart Niemeyer. Si bien su aporte está más centrado en la filosofía política, Niemeyer posibilita una com- prensión de las dificultades por las que atraviesa el derecho natural en nuestro tiempo y de las motivaciones de quienes rechazan todo rastro de objetividad del bien humano. Su inmersión en el fenómeno de las ideologías contemporáneas, que comprende los primeros siete capítulos del libro, brinda un invaluable marco conceptual de referencia para entender por qué y cómo hemos llegado al estado de nuestra cultura, y para saber de qué estamos hablando —o de qué no estamos hablando— cuando mencionamos al derecho natural, lo que se verá plenamente reflejado en el capítulo final de la obra. Los temas que Niemeyer aborda no son siempre del todo accesibles para un contexto académico como el nuestro, encargado de combatir, por más de tres siglos, herramientas esenciales de diálogo con la realidad en todos sus frentes. A esto se suma que la traducción de los textos constituyó un verdadero reto desde el comienzo. Acostumbrados quizás a un estilo más retórico y menos lineal, en ocasiones se podrán sentir ausencias explicativas que, a los ojos del lector his- panoamericano, podrían dificultar la comprensión de algunos de los temas. Es posible que este no vaya a ser el efecto que la traducción cause en lectores avan- zados y entrenados en filosofía, sobre todo, en quienes hayan «vivido» (en sentido platónico) experiencias filosóficas, aunque muy seguramente algunos echarán de menos que el autor no remita a explicaciones ulteriores o que haya dado por sentado que el lector tiene de antemano incorporado un marco histórico y con- ceptual, por mínimo que fuera. En cualquier caso, esta eventual desventaja se
  • 5. EL PRECIO DE LA VERDAD EN TIEMPOS DE IDEOLOGÍAS 11 compensa con una lectura sucesiva de la obra, en la cual Niemeyer se encarga de reiterar y profundizar muchos de los temas previamente analizados, y de retornar a ellos, particularmente, a los elementos que conforman la estructura argumental de la obra y el pensamiento del autor. Por otra parte, aunque fue motivo de diá- logo con el traductor, convenimos en dejar intacto el estilo original junto con las referencias en el texto o a pie de página, según el caso, tal y como aparecen en los textos publicados en inglés. Sólo se hicieron algunas adiciones breves, muy puntuales, cuando fueron requeridas. La selección de los ocho artículos que componen la presente edición no fue fácil, y siempre he sentido que debí incorporar varios otros artículos de la extensa y rica producción académica de Niemeyer. Sin embargo, el haberlo tenido como profesor durante algunos veranos constituyó una obligada referencia, ya que él mismo nos dio estos textos —la mayoría al menos— como parte de las lecturas complementarias de sus clases y ya que, desde 2010, yo mismo los he venido discutiendo y analizando con los estudiantes de tercer año del The Phoenix Ins- titute, en el marco del Gerhart Niemeyer Graduation Seminar, en la Universidad de Notre Dame. Son artículos que encuentro cercanos a su pensamiento maduro y más elaborado, o que reflejan —como aquellos en los que directamente aborda la vida y obra de Eric Voegelin— sus derroteros intelectuales más importantes e interesantes, además de su recurrente diálogo con determinados autores. Aun así, el criterio más importante para haberlos elegido es que en ellos se van mostrando los lineamientos centrales de lo que producen las ideologías y el correlativo impacto en las instituciones, sus causas históricas y culturales, la ausencia de realidad y la pérdida de la verdad, las pseudointerpretaciones del mundo, los sueños de poder de ciertas élites, la promesa del «hombre nuevo», conjuntamente con las premisas que dificultan retornar al fundamento del orden, a la apertura del alma, al ejercicio de virtudes que reclaman tanto la vida política y la judicatura como a la experiencia personal del bien humano. Confío en que la lectura de estos textos de Niemeyer provoque vías alternativas para luchar por la verdad, el bien humano y la justicia, en estos tiempos difíciles de ideologización. * * * Este libro no habría sido posible sin el apoyo de varias instituciones y perso- nas. En primer lugar, deseo expresar mi agradecimiento a los profesores Rodolfo L. Vigo, Carlos I. Massini, José Chávez-Fernández, Rafael Santa María, Alfredo de Jesús Flores, Giancarlo M. de Almeida, Hugo Saúl Ramírez, Javier Saldaña, Liliana Irizar, Raúl Madrid, Daniel Herrera, Aarón Adrián Castillo y Bradley Lewis por dar ese impulso inicial y continuo al proyecto de la Biblioteca. A la Universidad de La Sabana, por los avales correspondientes al proyecto de inves- tigación, especialmente, cuando perdí buena parte del recorrido en la inundación del campus. Al querido y paciente traductor Carlos Domínguez. A Mary Vela McCarthy, Aarón Adrián Castillo y Jaime Fernández de Zubiría, por las sugeren- cias para algunas partes de la traducción. A los profesores José Rodríguez-Iturbe,
  • 6. 12 Jaime Fernández de Zubiría y Aarón Adrián Castillo, por sus invaluables apor- taciones al estudio preliminar. A Walter Nicgorski, Bruce Fingerhut, Dennis Moran, Bradley Lewis, John Evans, Robert Smith y Paul V. Niemeyer, por sus orientaciones o autorizaciones en relación con los permisos para la traducción y publicación de los artículos. A Rebecca Ryskind Teti, por orientarme en algunos aspectos de la política y de la cultura estadounidense cuando lo requerí. A Jack y Rosemarie Evans por tantas alegrías e intercambios, en incontables tertulias, alrededor de este proyecto y de la vida de Niemeyer. Y muy especialmente a Wal- ter Nicgorski, tanto por estar siempre atento a este trabajo proporcionándome bibliografía y ofreciéndome sugerencias como por su gentileza al escribir el pre- facio para esta edición en español. Gabriel Mora-Restrepo Houston, junio de 2015. GABRIEL MORA-RESTREPO
  • 7. 13 NOTA DEL EDITOR Los escritos de Gerhart Niemeyer incluidos en este volumen se han tomado de dos obras de recopilación publicadas por el autor: la primera es Aftersight and Foresight. Selected Essays (Lanham, The Intercollegiate Studies Institute - Univer- sity Press of America, 1988); y la segunda, Within and Above Ourselves. Essays in Political Analysis (Wilmington, The Intercollegiate Studies Institute, 1996). Las respectivas fuentes originales de publicación son las siguientes: 1) «The “Autonomous” Man», en The Intercollegiate Review, vol. 9, no 3, verano de 1974, pp. 131-137. 2) «This Terrible Century», en The Intercollegiate Review, vol. 29, no 1, otoño de 1993, pp. 3-10. 3) «Loss of Reality: Gnosticism and Modern Nihilism», en Modern Age, vol. 22, no 4, otoño de 1978, pp. 338-345. 4) «“Enlightenment to Ideology”: The Apotheosis of the Human Mind» (parte 1), en Modern Age, vol. 35, no 1, otoño de 1992, pp. 35-43; «“Enli- ghtenment to Ideology”: The Apotheosis of the Human Mind» (parte 2), en Modern Age, vol. 35, no 2, invierno de 1992, pp. 116-125. 5) «Reconstituting Political Theory», en Religion and Society 2, 1969, pp. 42-46. 6) «Greatness in Political Science: Eric Voegelin (1901-1985)», en Modern Age, vol. 29, no 2, primavera de 1985, pp. 104-110. 7) «God and Man, World and Society: The Last Work of Eric Voegelin», en The Review of Politics, vol. 51, no 1, invierno de 1989, pp. 107-123. 8) «What Price “Natural Law”?», en The American Journal of Jurisprudence, vol. 27, 1982, pp. 1-13.
  • 8. 14 Todos los artículos, en su versión traducida al español,  se han publicado con autorización expresa de sus editores y de los titulares de los derechos de autor: el Review of Politics; la Universidad de Notre Dame y el Intercollegiate Studies Institute, en los Estados Unidos, y Paul V. Niemeyer. Traductor: Carlos Domínguez Revisor: Gabriel Mora-Restrepo GABRIEL MORA-RESTREPO
  • 9. 15 PREFACIO Qué oportuno y digno de agradecimiento es contar con una selección de los notables ensayos de Gerhart Niemeyer traducidos al español. Después de Alema- nia, España fue el primer país donde despuntó el trabajo filosófico de Niemeyer. En su calidad de estudiante y asistente de Hermann Heller, Niemeyer lo acom- pañó a España cuando el dominio del totalitarismo nazi se hacía cada vez más férreo en su tierra natal. Más adelante en su vida, después de su retiro formal del cuerpo docente de la Universidad de Notre Dame, y aún en la plenitud de su capacidad intelectual y espiritual, Niemeyer instruyó a muchos estudiantes y jóvenes profesionales de habla hispana, especialmente, de Colombia y de México, durante un programa de verano que hoy se conoce como el The Phoenix Insti- tute, el mismo que él ayudó a llevar a Notre Dame y que, al día de hoy, prospera tanto en esta universidad como en Viena. El doctor Gabriel Mora-Restrepo, edi- tor y cotraductor de esta recopilación, formó parte de un puñado de magníficos estudiantes particularmente atraídos por las enseñanzas de Niemeyer durante los primeros años del The Phoenix Institute. Lo que hace especialmente oportuno el surgimiento de esta recopilación es que la comprensión y sabiduría que Niemeyer vino a encarnar como profesor se hace ahora accesible al mundo de habla hispana. Esto es posible gracias al generoso esfuerzo de Mora-Restrepo por difundir la experiencia de Niemeyer entre quienes han escuchado de él o han percibido su impacto en sus estudiantes y desean saber más al respecto. Como es propio de aquellos a los que llama- mos «grandes maestros», Niemeyer se preocupó primordialmente por guiar a las personas hacia el descubrimiento de quiénes son en realidad, así como de su ubicación específica en el desarrollo de la investigación y de la experiencia humana. El autoconocimiento se busca, entonces, como principal defensa con- tra las cerrazones y confusiones del mundo moderno y contemporáneo, y como fundamento de la esperanza en la recuperación de la realidad y el camino de lo humano. Niemeyer fue conducido por esta senda, no de forma acrítica, por su amigo y maestro Eric Voegelin. Un número considerable de los ensayos de esta recopilación reflejan la fuerza explicativa de Niemeyer respecto del pensamiento y de los escritos de Voegelin, lo que será de gran utilidad para todos aquellos que se enfrenten al formidable reto de comprenderlo.
  • 10. 16 Resulta igualmente oportuno tener acceso por medio de estos ensayos a las ricas y amplias enseñanzas de Niemeyer como recurso adicional para la compren- sión de los desastres masivos de aquel «siglo terrible», término que él utilizaba para describir el siglo xx. Nuestra necesidad de un diagnóstico certero sobre la situación no se reduce a contar con una versión correcta de la historia —política, cultural e intelectual—. Es más bien un asunto de urgencia continua porque los terroristas que acechan nuestro mundo en el siglo xxi llevan en su mismo nombre y en su despiadado desprecio de la vida humana inocente las marcas de origen de ese «terrible» o terrorífico siglo. Se ven asistidos por la ceguera ante la reali- dad y ante el orden genuino del alma que marca a tantos líderes intelectuales y culturales de nuestro tiempo. Nuestros problemas prácticos de hoy, desde los de nuestras comunidades locales hasta los muy discutidos problemas de naturaleza global, se ven así iluminados por los esfuerzos que realizó Niemeyer en su propio tiempo. Escribiendo en 1982 sobre la afinidad que encontró con Aleksandr Solzhe- nitsyn, Niemeyer comentaba sobre la similitud que advirtió entonces con este autor y con las luchas del pueblo ruso en la generación anterior. En palabras de Niemeyer, tomadas del ensayo final de esta recopilación: «Aun cuando no esta- mos en el mismo sentido trabajando bajo un “silencio forzado”, en otros aspectos nuestra situación es similar porque nuestros pensamientos están dispersos “en todas las direcciones posibles e imposibles”, de modo que hemos “perdido el contacto entre nosotros”». En 2015, por más que intentemos escapar de las som- bras del «siglo terrible», debemos, sin embargo, decir que esto mismo es cierto a lo largo y a lo ancho de nuestro problemático mundo, el mismo que en buena medida se encuentra conformado por el ámbito de habla hispana. Guiado por su fe cristiana y por la esperanza de que todo estaría bien, Nie- meyer no era dado a abandonarse a la desesperación ante lo que parecía amena- zante. Derivada de la gracia, semejante disposición fundamental lo llamaba a no renunciar y a dirigir sus mayores esfuerzos a la tarea de educarnos en el deber de hacer nuestra parte como individuos convirtiendo a nuestros gobiernos en alia- dos, antes que en obstáculos, para la sensata ordenación de los asuntos humanos. Esta recopilación y su ensayo introductorio, dirigido a mostrar la naturaleza y el entorno del pensamiento de Niemeyer, son un testimonio de cómo él supo com- partir eficazmente su sabiduría con uno de sus mejores estudiantes. Walter Nicgorski Profesor emérito, Universidad de Notre Dame Editor emérito, The Review of Politics WALTER NICGORSKI
  • 11. 17 ESTUDIO PRELIMINAR RESTAURANDO CAMINOS: LA VIDA Y OBRA DE GERHART NIEMEYER «Llamamos hombres proféticos a quienes han mantenido erguido el soporte de la verdad en los drenajes de situaciones históricas, desde las cuales bajan corrientes en direcciones opuestas: corrientes de agua viva, en una de ellas, y corrientes de sangre, en la otra». Gerhart Niemeyer «Recovering History and Redeeming the Time» Presentar al público hispano la obra y vida de Gerhart Niemeyer ha sido una tarea que me propuse hace varios años. Pero cuento con la desventaja de haber pasado algunos veranos a su lado aprendiendo de él y, sobre todo, atestiguando su riquísima vida y ejemplaridad. Esa desventaja se explica porque me cuesta desligar su «obra académica» de su personalidad. Sin embargo, he encontrado esa misma característica como nota común entre sus estudiantes que han escrito sobre él: no pueden separar un aspecto del otro. Si la vida de Niemeyer se hubiese destacado solamente en la intelectualidad del mundo académico, esta explicación sería innecesaria. Pero, precisamente por lo que produjo entre sus estudiantes, la desventaja se justifica: su vida fue plenamente integrada (vivía como pensaba y pensaba como vivía), y nosotros —sus estudiantes— no sólo lo atestiguábamos, sino que también nos sumergíamos en lo que enseñaba. De ese modo, éramos conscientes de lo que enseñaba; pero también nosotros mismos nos «confrontá- bamos» con lo que enseñaba. Sus explicaciones, por lo tanto, nos interpelaron en nuestra propia cotidianidad. De eso voy a hablar en la primera parte de este estudio preliminar: intentaré forjar un perfil de Niemeyer desde la perspectiva del estudiante que paulatina- mente se ve interpelado a «desaprender» lugares comunes y necesitado de hacerlo —un relato personal de lo que muchos también experimentaron con él—. A ese ineludible relato le sigue una segunda parte mucho más centrada en su obra, el detalle de algunos datos biográficos del autor, en sus intereses, en su trayectoria y en el fondo de sus explicaciones.
  • 12. 18 PARTE I 1.  DESAPRENDIENDO LUGARES COMUNES Niemeyer fue profesor de Gobierno de la Universidad de Notre Dame, en los Estados Unidos, donde enseñó, por casi cuarenta años, sobre las ideologías y los desórdenes políticos del mundo buscando desentrañar sus causas —de todo tipo— y los medios para restaurar o recuperar los elementos del orden que con- trastaran y le hicieran frente a esas ideologías. En dicho empeño, su propia vida fue testigo tanto de lo uno como de lo otro: experimentó el desorden por causas ajenas a él (el nacionalsocialismo de su patria de origen), abrazó él mismo algún «elemento» que años después identificaría como constitutivo del desorden (su ateísmo) y sufrió cambios profundos que lo llevaron por caminos de conversión y recuperación del sentido de la vida y del orden humano. Cuando en 2002 The Political Science Reviewer dedicó la edición de otoño a rememorar su obra, la mayoría de los participantes optaron por hacer un perfil de Niemeyer donde sobresalían anécdotas de tipo personal. Casi todos habían sido sus estudiantes en algún momento de sus vidas. Incluso quienes optaron por escribir cuestiones de mayor fondo no lograron desgarrar desde un comienzo la historia completa, esto es, hacerla según los estándares modernos. Por el contra- rio, se dedicaron a resaltar su trato personal y la huella, tan profunda, que marcó en sus vidas para siempre. Quizás esto sea lo que distingue a un profesor, digamos, normal —el que deja muchas y muy valiosas enseñanzas—, de un profesor de quien, además, o sobre todo, se aprende algo importante para «vivir». No hay duda de que había mucho que aprender de Niemeyer desde el punto de vista intelectual. Lo que lo hacía tan especial ​era, sin embargo, el carácter y la personalidad de un profesor que buscaba hacer viable ese ideal de enseñar, de veras, desde la amistad y desde el cuidado de las almas 1 . Antes que tener «discípulos» —no le gustaba llamarlos así—, quería más bien una «comunión de mentes y almas enamoradas de la ver- dad» 2 . Uno de sus estudiantes lo retrata de este modo: «Creo que se trataba de un alma grande y santa, que humildemente permitía que la luz de Dios iluminara a través de él» 3 . A Niemeyer habría que presentarlo, justamente, a partir de su personalidad, que tanto impactaba dentro o fuera del salón de clase. Con una talla intelectual 1  Cfr. M. Henry, «Gerhart Niemeyer as Educator: The Defense of Western Culture in an Ideologi- cal Age», en J. von Heyking y L. Trepanier (eds.), Teaching in an Age of Ideology, Lanham, Lexington Books, 2013, p. 115. 2  Ibidem, p. 116. 3  J. Rhodes, «Gerhart Niemeyer: Seeker for the Way», en Logos: A Journal of Catholic Thought and Culture, vol. 10, nº 2, primavera de 2007, p. 113. GABRIEL MORA-RESTREPO
  • 13. EL PRECIO DE LA VERDAD EN TIEMPOS DE IDEOLOGÍAS 19 altísima, estaba, sin embargo, a la «altura» de sus estudiantes, por «menores» que fueran. Toda pregunta formulada por ellos era importante. Solía decir que las que más le gustaban eran las «más obvias» y «básicas», aquellas que a muchos les daba temor hacer: «el comienzo» y «el más allá», «de dónde», «hacia dónde» y «por qué». Según Niemeyer, son preguntas básicas porque se refieren a nosotros, a nuestras vidas y a las cosas que nos rodean, además de ser las más urgentes y necesarias para cualquiera 4 . Un alma cerrada a ellas vive en un letargo que apri- siona, en la superficialidad y el bullicio de una vida incapacitada para el asombro. Por eso, las preguntas básicas son una buena seña de que hay algo inusual, por lo demás muy importante, en quien las formula. Denotan un atisbo de «apertura del alma» que bien podría ser el comienzo de un largo camino para encontrar un tesoro: el sentido de la propia existencia, conjuntamente con lo misterioso. Y aunque Niemeyer buscaba que sus estudiantes llegaran siempre al «core» del asunto y a la regla de aprender a cuestionar 5 , insistía frecuentemente en que una de las más importantes condiciones era tener el «alma abierta» —el open soul, en el sentido acuñado por Henri Bergson 6 —, indispensable para forjar un camino por el que solamente transitan los que, apaciblemente, «creen y quieren creer» en la verdad. A un alma así, bien dispuesta, se le atraviesan tarde o temprano esas «grandes» preguntas de siempre, que un «pensamiento disciplinado» sabrá aprovechar. El impacto que causaba el primer encuentro con el profesor Niemeyer era revelador. «No era sólo la luminosidad de su mente y la anchura y profundidad de sus conocimientos» 7 , escribe Michael Henry, sino, además, la «inequívoca autori- dad y centro de convicción» de sus frases y escritos, como también se ha dicho, la seguridad y la seriedad con la que afirmaba lo que consideraba verdadero 8 . «Yo mismo estaba en el Departamento de Filosofía —continúa Henry— cuando me inscribí en la primavera de 1970 en un curso de posgrado que Niemeyer daba 4  Cfr. «This Terrible Century», en Within and Above Ourselves. Essays of Political Analysis, Wilmin- gton, Intercollegiate Studies Institute, 1996, pp. 61-62; idem, «God, Man, World and Society: The Last Work of Eric Voegelin», en Within and Above Ourselves…, op. cit., p. 155. Una conferencia de Niemeyer (Achievement of Eric Voegelin), en la que menciona su gusto por las preguntas básicas, está disponible en http://www.podcasts.com/isi_lecture_podcast/episode/achievement_of_eric_voegelin [Consulta: 29 de septiembre de 2014]. 5  Sobre estas características de su pedagogía, vid. J. A. Gueguen, «A Student’s Teacher: Gerhart Niemeyer (February 15, 1907 - June 23, 1997)», en The Political Science Reviewer, vol. 31, 2002, pp. 1-10; B. Fingerhut, «Look for the Lift: A Biographical Essay of Gerhart Niemeyer», en The Political Science Reviewer, vol. 31, 2002, pp. 32-40. 6  Cfr. The Two Sources of Morality and Religion, Londres, Macmillan, 1935, pp. 25-40. Bergson utiliza la expresión, sobre todo, para relacionarla con la «liberación» que tienen los místicos y los santos. 7  Cfr. «Gerhart Niemeyer as Educator…», op. cit., p. 116. 8  Cfr. P. Niemeyer, A Path Remembered. The Lives of Gerhart and Lucie Niemeyer, Wilmington, Intercollegiate Studies Institute, 2006, p. 176. Allí relata que, siendo Niemeyer un profesor muy joven, causaba esa misma impresión, como se lee en la presentación de una entrevista que le hizo un estudiante en 1940: «Lo que lo hace destacar en la memoria, sin embargo, es la mirada fija en los ojos y la seriedad y la seguridad con la que él le dice a uno lo que cree que es verdad».
  • 14. 20 sobre el “Concepto de la Historia”; y, después de que hubiera dicho quizás dos o tres frases, supe que era el profesor que tanto había buscado» 9 . Otro estudiante, quien se estaba formando por esos días como químico, cuenta también cómo su vida dio un giro radical cuando se inscribió «como sin ganas» en un curso de Teoría Política dictado por (un tal) Niemeyer: «Cuando iba camino de convertirme en químico, fui irresistiblemente llevado a la fi- losofía política. Este profesor pensaba luminosamente sobre las preguntas fundamentales de la existencia humana —algo que nunca había experimentado antes—. Me di cuenta rápidamente de que quería pasar mis años haciendo lo que él hacía, en la forma en que lo hacía» 10 . Aunque mi primer encuentro con el profesor Niemeyer, en el verano de 1991, fue en el cenit de su vida —tenía 84 años—, el impacto que produjo en mi for- mación fue sintomático de lo que varios de sus estudiantes suelen narrar: «Sabía que había que comenzar de nuevo» 11 . Mi formación jurídica universitaria —algo avanzada para la época— y mis intentos aficionados por conocer la filosofía se toparon con un mundo completamente nuevo, que yo también expresaría luego como «luminoso» y que forjaba en mí una angustiosa crisis intelectual encaminada a revisar y a desaprender tantos lugares comunes de la academia contemporánea. Tuve que regresar el verano siguiente para tomar un nuevo curso impartido por él y, posteriormente —hasta su retiro definitivo en 1995—, pude visitarlo inconta- bles tardes en su casa de South Bend para preguntarle todo lo que me fuera posi- ble y escucharlo todo lo que pudiera. Desde entonces no he dejado de retornar a sus lectures y a sus escritos, o a la memoria de sus consejos 12 . 2.  EL MAYOR LEGADO Esa experiencia, tan marcadamente común entre sus estudiantes, se entiende bastante mejor cuando se hace un repaso por la vida y por las ideas centrales del pensamiento de Niemeyer. Pero antes de llegar a ello, basta con adelantar que eso que lograba era el reflejo tanto de sus numerosas luchas interiores, sus creencias y las revisiones de dichas creencias como de una inusual capacidad docente para 9  «Gerhart Niemeyer as Educator...», op. cit., p. 116. 10  J. Rhodes, «Gerhart Niemeyer: Seeker...», op. cit., p. 113. 11  B. Fingerhut, «Look for the Lift: A Biographical Essay…», op. cit., p. 34. El autor relata que, después de escuchar a Niemeyer dando una conferencia en Washington, supo que «debía enviar una soli- citud de ingreso a Notre Dame» y que, una vez allí, en su primera clase, se había dado cuenta de que su educación previa «había servido sólo para que entrara en ese salón con ese hombre. Tenía que comenzar de nuevo. Comenzar de nuevo parecía ser una forma de vida para los estudiantes de Niemeyer». 12  En 1998, un año después de la muerte de Niemeyer, el fundador del The Phoenix Institute, John X. Evans, me sugirió que presentara una lecture in memoriam de Niemeyer, lo que aconteció en el verano de 1998, en el campus de la Universidad de Notre Dame. Ese escrito, que condensa los desa- rrollos teóricos de los cursos de Niemeyer durante los veranos de 1991 a 1993, fue luego publicado: G. Mora-Restrepo, «The Political Philosophy of Gerhart Niemeyer (1907-1997)», Pensamiento y Cultura, vol. 2, nº1, 1999, pp. 135-147. GABRIEL MORA-RESTREPO
  • 15. EL PRECIO DE LA VERDAD EN TIEMPOS DE IDEOLOGÍAS 21 lograr movimientos, a veces bruscos, en las mentes y en los corazones de sus estu- diantes. Como la Pastoral, de Beethoven —que tanto apreciaba—, con sus bajos fuertes y sublimes elevaciones que rompen el clásico molde de los movimientos, Niemeyer pasaba por el «entorno» de varias centurias recorriendo los detalles sin dejar de advertir el conjunto, penetrando los episodios con sus bajos y altos también, y moviendo a sus estudiantes a ese mismo compás. La crisis que podía generar en el marco de unas pocas semanas de clase partía, por supuesto, de la propia pérdida del sentido, en tan diversos e incontables frentes, de la humani- dad, con el contraste de las sutilezas —tan políticamente correctas— de querer fijar derroteros dogmáticos como si todo lo demás no importara. Teníamos la fortuna de tomar conciencia de los elementos tortuosos por los que atraviesa el mundo mediante los símbolos y conceptos que nos explicaba, o el relato de «las pequeñas historias» de la filosofía extendida por siglos, junto con las claves para penetrar en los movimientos gnósticos y vislumbrar, de cuando en cuando, alguna famosa canción pop que los pudiera evocar. Su detallada inmersión al «siglo terrible», el siglo xx, cuya prolongación hasta nuestros días sigue siendo paradigmática del desorden y de la gran afrenta contra la humanidad, generaba una suerte de conciencia colectiva de una tragedia que atestiguábamos todos. Con cifras y datos en la mano, fácilmente ajustables a lo que escriben los diarios de hoy, Niemeyer nos sumergía en los padecimientos humanos que crecían con el correr de un siglo tormentoso. Pero esto eran meros preludios, siempre o en todo caso, académicos. Allí aparecían las figuras de barro que representaban los nombres de quienes se pro- clamaron «dioses» o «liberadores» de la tragedia humana y que suelen perdurar en los pedestales de algunas universidades (se me vienen a la cabeza personajes tan reiterados como Marx o Comte, o tan sombríos como Kinsey o Sanger). La preocupación que Niemeyer tenía por la educación y por su crisis estaba más que justificada porque buena parte de los derroteros dogmáticos los encontrá- bamos en ese mundillo académico, hoy no superado, que se ha encerrado entre linderos sistematizados, autoconstruidos y presentados con mucha sofisticación y enredo. Niemeyer apuntaba siempre una crítica muy fuerte al empobrecimiento moral e intelectual de la universidad. Embriagada de tantos prejuicios que han hecho carrera en las humanidades y en las ciencias, sin poder divisar espacios por fuera de sus propias coordenadas «científicas», articula una serie de adoctrina- mientos por medio de dogmas bien conocidos: la prohibición de la metafísica; la prohibición de mencionar a Dios —o alguna dimensión de la espiritualidad humana— en un salón de clase; el tono (arrogante) con el que se hace referencia a las tradiciones; la historia arbitrariamente fijada en «eras» o «etapas», algunas consideradas como «excelsas», mientras que otras como «oscuras»; el rechazo —generalmente, erudito— a lo que no puede ser objeto de comprobación o verificación según un modelo de estandarización; el dogma de la ductilidad de la moralidad en todos sus frentes (incluidos los principios), que no tienen ya más límites que los que los profesores de moda quieran fijar; la «sacralidad» de los tiempos futuros, que siempre traen mejores cosas cuando menos ataduras
  • 16. 22 tengamos; la expansión, voluntaria y gradual, de los poderes humanos, califica- dos en las escuelas de leyes como «derechos» que conquistamos; «el hombre nuevo» para un «mundo nuevo» y liberado; las fórmulas esotéricas de dar cuenta de los problemas constitucionales, fijados en un pedestal comprensible por un puñado de selectos juristas, y así sucesivamente. Por suerte, nosotros gozábamos de una libertad académica plena: podíamos preguntar sobre lo que quisiéramos sin miedo a que nos llevaran delante de acusadores o ante un tribunal. En alguno de sus escritos, Niemeyer señaló así a la universidad como una de las causas de esta época marcada por «especímenes de una raza superior»: «Cuando nos topemos con uno y tengamos curiosidad de saber de dónde pudo haber venido, todo lo que tenemos que hacer es rastrear sus pasos hasta un aula de clase, donde se enseña una libertad humana sin límites, como si fuera la verdad, en una gran variedad de conferencias. En ese sentido, las escuelas superiores y universidades de nuestra socie- dad son esos hervideros infecciosos en los que, con seguridad, deben concentrarse los más grandes esfuerzos terapéuticos» 13 . Niemeyer encaraba los fenómenos de desorden sin concesiones, por fuera de ese molde de quedar «bien con todos». Esto explica en parte la «lumino- sidad» que los estudiantes veíamos en sus exposiciones. En lugar de hacer un relato erudito y dramático de las ideologías —como si se tratara de un tiempo ya superado—, confrontaba sus motivaciones para ver si algo de ellas estaba pre- sente en fenómenos políticos contemporáneos y, además, si también lo estaba en «nosotros» y en nuestra forma de ver el mundo. Acá dejábamos por entero los preludios. Y ya no podíamos buscar un resguardo entre los mundanales muros universitarios señalando culpables. En alguna ocasión lo dijo de frente: «También nosotros somos “hijos de la Ilustración”», soñadores de una superioridad que fluye sin tiempo porque nos «sabemos» más capaces que la naturaleza. E inquiría si, como tales (ilustrados), operábamos con los mismos ideales que allí se forjaron y que han resultado en esos prejuicios y dogmas antes mencionados. La fe en Dios que pudiéramos tener pasaba a un segundo plano en esta confrontación. Porque de alguna manera nosotros, sin reconocerlo pero sabiéndolo silenciosamente, aplaudíamos esa «libertad erigida como un pedestal del hombre moderno», tan vacía y formal, que rellenábamos como queríamos y que nos hacía sentir supe- riores no sólo a nuestros congéneres de épocas pasadas, sino también a aquellos que, a nuestro alrededor, no fueran conscientes de ello. La arrogancia que hacía carrera en las universidades ahora nos confrontaba: ¿no éramos también aquello que tanto habíamos criticado? Pero nuestra «ideologización» se hacía más clara con la confrontación entre premisas meramente intelectuales y las realidades profundas —e inefables— de la condición humana, en las que nos envolvíamos con las explicaciones de Nieme- yer: las experiencias místicas de los filósofos o de los santos, cuyo entendimiento 13  «The Autonomous Man», en Aftersight and Foresight. Selected Essays, Lanham, The Intercolle- giate Studies Institute - The University Press of America, 1988, p. 13. GABRIEL MORA-RESTREPO
  • 17. EL PRECIO DE LA VERDAD EN TIEMPOS DE IDEOLOGÍAS 23 se nos escapaba por nuestra incapacidad de identificar la «prueba» (más tarde nos daríamos cuenta de que era simplemente por nuestra ignorancia, producto de un alma cerrada). Entraba también en escena la «certeza» que inconsciente- mente compartíamos acerca de la llegada de un final feliz para todos en un futuro intramundano y gracias a los avances de la tecnología y a la racionalidad de los consensos morales que, muy seguramente, se irían dando con el paso de los años. Ilustrados y, hasta cierto punto, receptores del nihilismo de nuestros compañeros de clase y de los profesores que habíamos tenido. Y, si queríamos retornar a «lo bueno» —porque quizás había algo en nuestra formación que protestaba ante esa acusación—, lo primero que se nos venía a la cabeza era agarrar un buen puñado de libros clásicos (¡los clásicos!) que seguramente nos darían la instrumentación (siempre intelectual) para ganar las batallas. Es decir, ¡completamente ideologi- zados! En un escrito sobre derecho natural, Niemeyer es punzante con advertencias de ese corte y muestra cómo nos quedamos completamente mudos durante una conversación con alguno de los tantos nihilistas que viven a nuestro alrededor porque no hemos incorporado las «experiencias» fundamentales que nos corres- ponden: «Nada arroja una luz más clara sobre nuestra situación que la indefensión de quienes “saben” que hay un orden del bien, pero no tienen la capacidad de defenderlo cuando alguien, en la inocencia del nihilismo, les pregunta con los ojos bien abiertos: “¿Por qué no?”. Esta indefensión se ve combinada con la falsa concepción de que el bien deriva lógicamente de principios que uno tiene que haber aprendido. El nihilista admite su total ignorancia de estos supuestos principios, a la vez que nosotros descubrimos que no los tenemos incorporados, y nos quedamos mudos» 14 . Poco a poco, Niemeyer lograba despertar esa sensación de darnos cuenta de los fondos espirituales en los que se forjan las crisis de la humanidad. Algunos estudiantes podían sentir que llevaban años renegando de los restos que quedaban de la civilización occidental hasta que, en algún momento, aparecía dibujada esa instrumentación simbólica en sus mentes con la cual podían ir «comprendiendo» los altos y los bajos, los síntomas y las causas del desorden moral y político a lo largo de la historia humana. Esa instrumentación, es decir, esos «conceptos» que permiten una teorización adecuada es quizás uno de los aportes más valiosos de Niemeyer como profesor. Aunque no necesariamente fueron todos creación suya, en su pluma y en sus explicaciones lograban una articulación capaz de ver, entre la bruma de los vastos desafíos actuales, ese entorno de «pensamiento y actividad desde el que rezuma una espesa niebla del sinsentido» 15 . La descrip- ción de un «siglo terrible» no era meramente para dar cuenta de los registros de los diarios y del juego sucio de la política o de la cultura contemporánea, sino también para suscitar una confrontación en lo más íntimo del estudiante, quien, gradualmente, iba pasando de un estado de perplejidad, tristeza y conmiseración 14  «What Price “Natural Law”?», en Aftersight and Foresight…, op. cit., p. 259. 15  Ibidem.
  • 18. 24 a uno de comprensión de la inercia mental que producen los esquemas culturales arraigados en la educación de nuestro tiempo. Como destinatarios suyos, sabía- mos que también habíamos heredado muchas de las características a las que Nie- meyer aludía cuando hablaba de las ideologías porque poseíamos «una confusión de conceptos filosóficos o sus derivados», o «una defectuosa percepción de las instituciones políticas y sus interrelaciones», o una «confusión respecto de lo que es digno de adoración y de lo que no lo es tanto» 16 . La sensación de tener que comenzar de nuevo significaba que los cursos con Niemeyer producían una verdadera catarsis. Eran de esos cursos en los que uno se retrata con las exposiciones de las grandes tragedias de la humanidad porque en verdad nos sentíamos cómplices de muchas maneras. Eric Voegelin había dicho, sin embargo, que nadie está obligado a tomar parte de la crisis espiritual y del desorden que nos ha tocado presenciar, sino a tomar conciencia de su insensatez y a recuperar el sentido ordenado de la vida 17 . La propia miseria personal experi- mentada se traducía paulatinamente en un verdadero «sacudón» interior, el cual nos ofrecía la instrumentación para esa toma de conciencia. Una revuelta interior comenzaba en lo más hondo de cada uno, una suerte de acto de rebeldía, muy de la mano —aunque sea forzoso decirlo— de uno de los sentidos que Albert Camus señala en los inicios de The Rebel, y que Niemeyer nos daba como lectura. Como se sabe, allí el rebelde se harta. Se sacude interiormente para afirmar, con todas sus fuerzas, que no puede tolerar más el mal que lo acecha, los «crímenes lógicos» que se justifican con una considerable variedad de «argumentos». Nos dábamos cuenta de que, al igual que su tiempo de la segunda posguerra, el nuestro tam- bién era uno de «premeditación y de crimen perfecto» 18 que racionalizaba, a gran escala, el asesinato de seres humanos mediante sentencias judiciales arropadas con el sello de las democracias constitucionales. Sabíamos que quienes caían pri- mero eran los más débiles, los no nacidos y los de edad avanzada, y que luego vendrían otros ámbitos de la vida humana, hasta alcanzar las creencias o la propia libertad. Cuando se llega al punto en que disfrazan la verdad y voluntariamente la esconden, y en que a la persona se la reduce a un «cero intercambiable», afloran cosas extraordinarias. Lejos estábamos de experimentar los sufrimientos a los que Niemeyer aludía cuando presentaba el caso de Aleksandr Solzhenitsyn en los campos soviéticos de trabajos forzados 19 . Pero sí que éramos conscientes de que el mal nos había tocado en el fondo también 20 . Lo que surgía era una fuerza inte- rior para resistir a los ideólogos porque habíamos comprendido que hay límites que nadie tiene el derecho a traspasar o porque teníamos la voluntad obstinada 16  Cfr. «This Terrible Century», en Within and Above Ourselves…, op. cit., p. 53. 17  Cfr. Science, Politics and Gnosticism, Washington, Regnery Gateway, 1990, pp. 22-23. 18  Nueva York, Random House, 1956, p. 4. 19  Cfr. «What Price “Natural Law”?», op. cit., 1988, passim. 20  D. Walsh, After Ideology. Recovering the Spiritual Foundations of Freedom, Nueva York, Harper- Collins, 1990, p. 45. GABRIEL MORA-RESTREPO
  • 19. EL PRECIO DE LA VERDAD EN TIEMPOS DE IDEOLOGÍAS 25 de saber que había cosas por las que valía la pena luchar, la «súbita percepción» de que había «algo valioso en el hombre» con lo que podíamos identificarnos 21 . El mayor legado que los estudiantes de Niemeyer encontramos en sus clases fue precisamente ese «hartarnos» del sinsentido y de nuestra propia complicidad con este siglo terrible. La toma de conciencia fue al mismo tiempo liberadora y forjadora de un camino que debíamos seguir, ese camino para encontrar la ver- dad en tiempos en los que parecen dominarnos por entero las ideologías, que hoy vemos insertadas en casi todo cuanto nos rodea. Ya lejos parecen estar los «sistemas» políticos que podían identificarse geográficamente como modelos del mal porque la globalización los ha asimilado perversamente en casi todos los fren- tes de la cultura. Y sin embargo, la luminosidad de la verdad y del bien sigue y seguirá atrayendo con fuerza, aunque tengamos que pagar un precio por ello. La vida y obra de Niemeyer nos ayudó a muchos a comprender ese precio. Pero tam- bién atestigua que ese camino de recuperación de la verdad y de encuentro con ella es posible. Desde luego, atestigua por qué algunos profesores dejan huellas indelebles en la vida de sus estudiantes. PARTE II 1.  ENTRE TENSIONES POLÍTICAS Y LUCHAS INTERIORES Quizás nuestro conocimiento «hispanoparlante» de Niemeyer provenga, lejanamente, de la edición y del prefacio que escribió para la obra de Hermann Heller Teoría del Estado (1934) 22 , con la que muchos estudiantes de Derecho y de Ciencias Políticas están familiarizados. Heller era el «mentor» de Niemeyer y, por aquella época, ambos residían en España, con motivo de la llegada de Hit- ler al poder en 1933. Luego de que Heller muriera intempestivamente a fines de ese mismo año, Niemeyer se encargó de la edición y publicación de la obra Staatslehre 23 de su maestro. Ambos hechos —el período de la Alemania nazi y su cercanía a Heller—, así como su conversión al cristianismo y su encuentro con Voegelin hacia 1947 marcaron hitos definitivos en su vida, como se irá viendo en lo sucesivo. Niemeyer nació en Essen, Alemania, en 1907. Siguiendo el ejemplo y los con- sejos de su padre, un prestigioso abogado, estudió Derecho en las universida- des de Cambridge (1925-1926), Múnich (1926-1927) y Kiel (1927-1930), donde 21  A. Camus, The Rebel..., op. cit., p. 14. 22  Para una edición relativamente reciente, donde aparece todavía la presentación de Niemeyer, vid. H. Heller, Teoría del estado, México, Fondo de Cultura Económica, 2010. 23  Paul Niemeyer relata que su padre mantenía una conversación a diario con Heller sobre los pormenores del libro. Cfr. A Path Remembered…, op. cit., p. 145.
  • 20. 159 ÍNDICE GENERAL PRESENTACIÓN ........................................................................................... 9 NOTA DEL EDITOR ..................................................................................... 13 PREFACIO ....................................................................................................... 15 ESTUDIO PRELIMINAR.   RESTAURANDO CAMINOS: LA VIDA Y OBRA DE GERHART NIEMEYER ..................................... 17 CAPÍTULO I.   EL HOMBRE «AUTÓNOMO» .......................................... 49 CAPÍTULO II.   ESTE SIGLO TERRIBLE .................................................. 59 CAPÍTULO III.   PÉRDIDA DE LA REALIDAD: GNOSTICISMO Y NIHILISMO MODERNO ...................................................................... 71 CAPÍTULO IV.   DE LA ILUSTRACIÓN A LA IDEOLOGÍA ................... 85 CAPÍTULO V.   RECONSTRUYENDO LA TEORÍA POLÍTICA ............. 111 CAPÍTULO VI.   GRANDEZA EN LA CIENCIA POLÍTICA: ERIC VOEGELIN (1901-1985) .................................................................. 117 CAPÍTULO VII.   DIOS Y EL HOMBRE, EL MUNDO Y LA SOCIEDAD: LA ÚLTIMA OBRA DE ERIC VOEGELIN ............. 127 CAPÍTULO VIII.   ¿A QUÉ PRECIO LA «LEY NATURAL»? ................... 145 Pág.