Relato que describe la impresionante belleza de las Cañadas del Teide, declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Y cómo el entorno incita al amor.
2. Cuando llega la primavera,
El Parque Nacional de
las Cañadas del Teide,
se transforma en un
vergel. De entre la lava, la
piedra pómez, las escorias
y las rocas retorcidas,
brota la vida con una fuerza extraordinaria.
Tres estudiantes de botánica, planificamos una excursión
para el próximo fin de semana. Nos quedaríamos a dormir
en casetas la noche del viernes, en las inmediaciones
del Guajara, una montaña de 2.715 metros, situada frente
al Teide, que tiene un kilómetro más de altitud.
Regresaríamos el sábado por la tarde.
3. Aquella mañana de mayo, el cielo amaneció azulado,
limpio. El tibio sol invitaba a entrar en contacto con la
naturaleza. Mis amigos se hicieron acompañar de sus
novias. Yo iba sin pareja, pero en la guagua que nos subió
hasta El Portillo, las chicas me
presentaron a una
amiga, llamada Laura, que se
unía a nosotros en la
excursión. atravesó mi
Un flechazo
corazón cuando nos
presentaron y nos dimos el
beso de saludo en la mejilla.
Era realmente guapa, con una sonrisa preciosa. Los
pantalones se ajustaban a su hermoso cuerpo,
4. contorneándolo. Los pechos se adivinaban bajo la blusa
rosada en unas líneas maravillosas que continuaban bajo
el agradecido escote. La rubia coleta flotaba en el aire
yendo de un lado
a otro con los
graciosos
movimientos
de su cabecita.
Apenas podía dejar
de mirarla.
Con las mochilas
a las espaldas
nos pusimos en marcha. Las dos parejas de amigos iban
delante. Laura y yo, nos quedamos rezagados…
Ella no llevaba esterilla, ni saco de dormir, ni
5. tienda en la pequeña
mochila que cargaba. Le
comenté que teníamos
previsto dormir esta noche
bajo las estrellas. Ella me
sonrió con dulzura por toda
respuesta, encogiéndose de
hombros. Soy muy tímido con las chicas, pero di gracias al
cielo por la oportunidad que se me presentaba para
conquistar el corazoncito de aquella mujer tan guapa, que
el destino ponía a mi alcance. Decidí impresionarla con
mis conocimientos sobre la biodiversidad de la flora que
renace cada año en lo alto de la isla de Tenerife.
Laura, aunque me sonreía de vez en cuando y me miraba
candorosa, parecía despistada, y miraba a uno y otro lado
6. siguiendo con la vista los caminos que se perdían entre las
montañas.
-Fíjate en qué vergel se transforma Las Cañadas en
primavera --le decía, entusiasmado--. ¡Cómo brota la vida
en una explosión salvaje, entre el negro de las lavas y el
rojo de los cráteres en este paisaje agreste! ¡Mira qué
cantidad de retamas en flor! ¡Cómo lucen bañadas por el
sol de la mañana! Aspira la fragancia que emana de sus
florecillas blancas, sutilmente
cautivadoras… Hasta las abejas
parecen bailar entre las
ramas, y los saltamontes
brincan y saltan por los
alrededores
Aquellos matorrales de color amarillo canario son
escobones en flor. ¿Preciosos verdad?
7. Y los de más allá, que brillan con gotitas de rocío se llaman
codesos. Estas de aquí son margaritas; pero no son
margaritas comunes. Su nombre científico es
Argyranthemus teneriffae. Echa un vistazo a aquellas
hierbas pajoneras que dulcifican el aire… Observa los
elegantes tajinastes rojos, con su forma de cono
alargado, como un pirulí de más de tres metros de
alto, brillantes de néctar. Su nombre es Echium wildpretii.
También se le llama orgullo de Tenerife, y puede
considerarse como el más raro y vistoso por su
densa inflorescencia. También
los hay de color
púrpura, como aquellos de
allí; y azules… ¡Qué
hermosos son!
8. Mecidos por la suave
brisa, parecen invitarte
a un baile.
---¿Bailamos?
Hice una elegante
reverencia, estilo
siglo XVII, quitándome
la gorra de visera y llevándola hasta los pies. La sonrisa
de Laura me cautivaba. Ella no necesitaba hablar para
comunicarme sus emociones. La estaba conquistando, y
esto me daba alas para seguir explicándole toda la
belleza que aparecía ante nuestros ojos. Seguí haciendo
fotos con la cámara digital que llevaba colgada del
cuello, sin dejar de hablarle, apasionado, de toda belleza
que nos rodeaba.
9. -Aquella masa de lava
petrificada que parece rodar
por Montaña Blanca, se llama
La Cascada. Y estas formaciones
pétreas que parece un ejército
de soldados, son los Roques de
García, cuyo general es el
Cinchado, aquella magnífica escultura natural que se
asoma a los Llanos de Ucanca, y que, con tanta
frecuencia aparece en las postales del Teide. Tuvo que ser
impresionante el momento en que ese magma se
deslizaba pendiente abajo, abrasándolo todo, ¿verdad?
Recréate en la cantidad de flora endémica que, con
expresión de júbilo, crece, impetuosa, entre las rocas y
las lavas… Esta es la serrátula…. Aquella es una nepeta,
10. y las de más allá, alhelíes. Por las cumbres más altas, en
esta época del año, florece la violeta del Teide. Son como
estrellas caídas del firmamento durante el ocaso…
¿Verdad que enternece la poética soledad de las lavas
petrificadas, con los rayos del sol arrancando destellos de
sus aristas como si fueran diamantes? Resulta
sobrecogedor que, de estas
piedras retorcidas, brote la
vida, como si las lavas
mismas hubiesen germinado.
Se nota el olor silvestre de la
naturaleza.
Este silencio es música que adormece los sentidos.
Escucha, Laura, pon atención al cántico de la suave brisa…
11. Descansamos a la sombra de unas rocas. Compartimos
los bocadillos y enseñamos las fotos. Decidimos que allí
pasaríamos la noche. Yo no dejaba de pensar que sólo
teníamos tres casetas, una para cada pareja. Así que
Laura iba a compartir la misma tienda y, tal vez, el mismo
saco de dormir, conmigo. Esta idea me producía un
agradable cosquilleo en el estómago. Ella me
miraba, interrogativa…
Las dos parejas de amigos, se
besaron con ganas, y se metieron
entre risas en las casetas recién
montadas. La soledad, la
intimidad, la fuerza de la
naturaleza… todo invitaba al
amor. Laura y yo solos…
12. Me quedé mirándola, enamorado. En la claridad de sus
ojos, vi toda la flora de Las Cañadas
juntas, arremolinadas en el iris resplandeciente de sus
hermosos ojos azules, como el mismo cielo. Era
irresistible. Acerqué mis labios a los suyos, y pasé mi
brazo por sus hombros, seducido… Entonces ella levantó
de un salto, mientras llamaba, agitando los brazos:
-¡Eh, Manolo, aquí! ¡Estamos
aquí!
Por el fondo del camino, se
acercaba un hombre con una
gran mochila a la espalda.
Laura le salió al encuentro, y
se echó en sus brazos,
13. besándolo con frenesí.
-¿Cómo lo has pasado, cariño? –preguntó él.
-¿Por qué has tardado tanto? –casi gritó ella--. ¡Lo he
pasado fatal! ¡Ese chico está como una cabra! ¡Está loco
de remate! ¡No ha parado en todo día de decir tonterías!
¡Me tiene loquita la cabeza con tanto nombre científico!
¡Que se patatín, que si patatán! ¡Joder qué pesado!
¡Está como una chola! ¡Si
tardas un minuto más en
llegar, te juro que lo hubiera
asesinado aquí mismo! --Y
volvió a abrazarse a él con
todas sus fuerzas, a punto de
llorar de los nervios.
14. Aquellas palabras llegaron claras a mis oídos, y
restallaron en mis mejillas como bofetadas. Quedé rojo
como el tajinaste. La esplendorosa belleza del paisaje
de Las Cañadas, se tornó gris, inanimada. Y hasta el
mismo Teide me pareció una fea mole que se reía de
mí. Me eché la mochila a la espalda, y me alejé por el
mismo camino por el que había llegado el novio de
Laura.
fin
15. El Parque Nacional del Teide, en la isla de Tenerife,
(archipiélago canario), fue declarado
Patrimonio de la Humanidad
el 28 de junio del 2007 por la Unesco.
Es de una belleza impresionante.
El presente relato se ha extraído del libro
16 RELATOS PARA PASAR EL RATO,
de Marcial Betancor Suárez.
Puedes bajarlo completamente gratis en esta dirección:
www.bubok.es/libros/209248/16-relatos-para-pasar-el-rato
Que tengas un feliz día