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INSTITUTO SUPERIOR PEDAGOGICO HUARAZ


NOMBRE: rosario huamancayo obregon
AREA: tic
CARRERA: inicial I
AÑO: 2012-07-24
PROFESOR: angel duran tarazona
DEDICATORIA:
 Este trabajo va dedicado a toda la poblacion
huaracina para asi dar a conocer los
problemas climatologicos y ambientales de
la ciudad de huaraz.
PRESENTACION:
EL trabajo presente esta detallado y especificado
en contaminacion ambiental por ende eligi el rio
quilcay que esta demaciado contaminado y no
hacen nada para su cambio.
1
rio Santa
Orígen: Se origina en la laguna Aguash, ubicada en el extremo sureste del Callejón de Huaylas, (la
que vierte sus aguas a través del río Tuco a la laguna Conococha) y llega hasta el Océano
Pacífico.




Longitud:Aproximadament                                                            e 316 km.
Cuenca: Se ubica en la Costa Norte del Perú, pertenece a la vertiente del Pacífico; drena un área
total de 14,954 km2. Se ha establecido que el rendimiento medio anual de la cuenca húmeda es
del orden de 44,589 m3/km2/.
Campos agrícolas: Están distribuidos a lo largo del río Santa, siendo la zona más explotada la
correspondiente al valle costero; la parte alta y media se riega principalmente con el agua
proveniente de las quebradas y tributarios y en menor gr
ado con el de los manantiales. Existe también un gran número de pequeñas captaciones para riego
de los terrenos bajos o áreas muy cercanas al río.
Río Quilcay
Origen: Se origina al confluir los ríos Auqui y Paria, en el extremo norte de la ciudad y desemboca
en el río Santa.
Longitud: Aproximadamente 3 km.
Ubicación: Cruza la ciudad de Huaraz de este a oeste.




Río Auqui
Ubicado al este de la cuidad de Huaraz, cuenta c




                          on un promedio de caudal anual de 9 m3/seg.
                                            Río Paria
Ubicado al sureste de la ciudad de Huaraz, cuenta con un promedio de caudal anual de 6 m3/seg.




                   Contaminación por basura
Con respecto a la basura, hasta hace 5 años atrás, los camiones de basura del consejo provincial
de Huaraz, vertían todos los desechos directamente al río, gracias al funcionamiento de una planta
 de tratamiento, este procedimiento ha cesado, pero por encontrarse prácticamente cruzando por
     medio de la ciudad de Huaraz, el río Quilcay es el lugar donde la mayoría de vendedores
 ambulantes y vendedores del mercado hechan sus desperdicios, especialmente en los puentes
  Bolívar y Centenario, tal es el grado de contaminación que las truchas que existían hasta hace
                                  pocos años hoy en día no existen.
Ríos profundos relacionados con huaraz


 Al visitar los andes peruanos, Nicole, en una aventura
   de impactante contraste encontró ríos similares al
    Susquahanna, al Potomac, Hudson, Delaware y
    Missisipi, ríos de su país y, donde practicar a sus
anchas el ecoturismo, el canotaje y el kayak, ya que las
 reservas del paisaje son maravillosas; un viaje único,
personalmente siempre me ha gustado, como dicen de
  sus pueblitos y ciudades enclavadas en los cerros y
   bañadas por las aguas caudas de ríos profundos.

     Nicole nos cuenta que estos ríos están sobre




                                  territorios de los indios
  Chavinos y Huaylas que poblaron las Andes miles de
 años atrás y es de rigor oír sus aguas o perderse en su
silencio. Ni en los más dulces de sus sueños, se hubiera
imaginado lo que le deparaba el destino a toda su vida.
  Había compadecido a las mujeres cuyos maridos se
  enamoraban de otras y las dejaban plantadas en la
mitad de la vida, con sus niños, sin papá en la casa, sus
   ilusiones hecha pedazos y mucho más pobres que
antes. No, a ella jamás le auguraría el destino algo así.

Pero no se equivocó de medio a medio. Un día cruzó las
 alturas de las punas y miró en las aguas de estos ríos,
  reflejado su destino y encontró un viajero errante en
         medio de su camino quien le habló así:

  “Los ríos en Ancash están dispuestos como un quipo
incaico. Aquí se refleja el pensamiento de quien los mira
 y se da cuenta que vive. Es un léxico y su lira: el rumor
 parlero de sus voces y la sonora melodía de sus notas
                     llenan el paisaje”

 En todo el largo del Callejón de Huaylas se extiende el
Santa, dando su potente tono cromático. Los demás rios
afluyen de él y el conjunto es una orquesta sinfónica de
                   riquísimas partituras.

  Las vertientes de Cashapampa, Yanahuanca, Raju-
   Pallas, Pachacoto y Quesqueyacu cabriolean en la
 Pampa de Lampas. En verano son como las primas de
   un violín: el viento les arranca gélidas melodías; en
invierno son como los bordones de una guitarra, roncos
 y taciturnos nos dice Damián. La cordillera nevad a le
 presta la sonoridad de sus tormentas y las sábanas de
la pampa la melodía de su nostalgia. El Yanacuyacu en
  Recuay se desprende del nevado de Cahuish y de la
pulcra y legendaria laguna de Querococha, es como una
cuerda de platino por cuyas notas estilará la melodía de
la soledad y de la puna; toda la angustia del nevado y la
  nostalgia de la laguna se vierten por él. En el pasado,
 Pueblo Viejo, cuyas ruinas nos muestran su osatura, le
    dan prestigio y nombradía social, al presente el rio
 rememora su grandeza. Más abajo el río Negro aporta
sus aguas cargadas de limo. Es un río fogoso y gusta de
 su lecho profundo. El terreno arcilloso y deleznable se
 desliza sobre el río y el aluvión pone su nota tremente.
Baja de los nevados de Yanashalla y de las mesetas de
  Canray, se deja abrevar en el agro; en el poblado de
   Olleros se informa del parco movimiento social y se
precipita al Santa revolviendo su lecho, carcomiendo sus
 orillas, sumergiéndose bajo el peso de su carga. Es un
   río histriónico y sus notas tienen el rumor de un eco
                          geológico.

  El “Arzobispo” es un río veleidoso. Baja precipitado y
sus aguas se escurren como cuchillas. Las curvas de su
      lecho guardan emboscadas que los malevos
 aprovechan para el asalto. En sus aledaños un Curaca
   lascivo, reacio al consejo envenenaba al arzobispo
 Gonzalo de Ocampo el 19 de diciembre de 1626. El río
   entra al Santa por entre orillas surcadas de cruces.




El “Mashuán” es un río corto pero caudaloso, sus aguas
límpidas se avienten sobre un cause pedregoso y caen
como cristales rotos sobre remolinos. Desciende de las
lagunas y quebradas de Cashán y Shacsha. El nevado
de Jauna le ha dado sus espejos claros y las piedras de
  su lecho un compass rimado. Entra al Santa con una
tremola melodía por entre el sutil y furtivo aroma de las
                     antahuetas.

    De Macashca baja el Paris. Es un río generoso y
musical. Trae en sus aguas el rumor de las tempestades
de sus cumbres y la euforia de sus pagos y cortijos. A su
vera cipreses solemnes mecen sus copas melancólicas.
    El río desciende alegre, luego cauto para acabar
                 torrentoso en el Santa.

    En Huarás, está el río Quilcay. A la derecha de la
población recibe las aguas del Auqui y Paria que bajan
   de las lagunas de Cojup, Tullpa-Raju, Mancaruri y
   Quellg-huanca. El Quilcay es una lira musical y un
 númen poético. Tiene mito, leyenda e historia. En sus
   nevados y lagunas genios benignos y maléficos se
disputan el destino de los pueblos; y sus aguas son un
emporio de felicidad o un reservorio de tragedia. Vegas
     y campiñas policromas florecen en sus orillas
 enriquecidas por la tradición bucólica del lugar. Otras
  veces el aluvión arrasa y siembra la muerte. Con un
rumor de aventura e idilio y de color transido el Quilcay
 entra al Santa llevando su partitura de himno y elegía.

El “Palmira” es un río virgiliano, nace de los vertientes y
     manantiales de Huanchac y Marián. Sus aguas
   transportan la albura de sus cumbres nevadas y el
escenario pastoral de la estancia. Un espléndido paisaje
     le precede. La comarca es la media luna de un
anfiteatro; llanuras verdes salpicadas de casas y
     lagunas cercadas por barreras de nieve. Baja El
 “Palmira” ledo y suave por entre casas y huertos; luego
  crece y busca su lecho en las quebradas para retozar
 por pendientes y llegar al Santa en tono de fiesta. En el
  pasado Inca, los palacios de Wilca-Huain, captaron la
   belleza de sus ñustas y el eco de sus romances, que
  ahora el río rememora y esparce. Al presente aquellos
       monumentos de civilización antigua atraen al
investigador y acogen a las parejas para arrobarlos en la
                    leyenda de sus idilios.

    El “brioso”, “Mullaca” y “Luena”, son vertientes
   geórgicas. Tienen el rumor de agro, en sus aguas
     resuena el “huají”, voz de virilidad y estímulo.

  El “Pariahuanca”, es un río reseco. En su cause las




piedras                     hacen canciones tronitantes y
     acuarelas cósmicas. El “Marcará” es un río de
  caminantes. A su borde va una mísera senda que le
 hace aflictiva en la quebrada, anhelante en la puna o
  invisible en el nevado. Son huellas de una ruta y un
    destino. El río ha captado la fatiga del caminate y
  aquella música melancólica que el viajero modula al
pasar una encañada. Hay en sus aguas el reflejo atónito
  de pupilas deslumbradas por la majestad del paisaje
 nevado. Y en la corriente ejecuta una música telúrica
que se hace cortesana en Chancos y Marcará. Ingresa
al Santa en tono tremolo de gaitas y en un compás de
                   tango arrabalero.

    El “Huanchac”, “Ueucha” y “Chuchún” son ríos de
  oropel. El hombre ha hurtado sus aguas para el agro
     carhuasino y hebras de plata se vierten por las
   quebradas. Una melodía queda de laúd esparce la
   música de sonatas y las almas arrullan ensueños y
              romances a su vera sosegada.

 El “Buhín” es un río histórico y bravío. Una batalla de la
   Confederación le dió nombradía. En estas aguas el
  Mariscal Castilla dejó la resonancia de su braveza de
 militar y más tarde en su travesía a San Luís, el clamor
   de su pena de enamorado. En la quebrada de Ulta,
   hatos de Ganado embravecido barman y mugen su
   ansiedad y el viajero que transmonta la cumbre da a
escuchar su hombría imprecando incesante a la peara y
al destino. Y el rio trae aquellas impaciencias y protestas
   de una música de pífanos y timbales para acabar en
     torrentes de bordones de arpa emuladoras de la
           explosión y del fragor de los cañones.

El río “Mancos” es visicolor. Formado por el deshielo de
los nevados desciende por la campiña ensanchando su
   cause y su vida, aromándose por el perfume de las
 flores de retama y embriagándose en la evocación de
    los apasionados idilios de Huashcao y Piscuy. En
Yánac, el Conde de San Donás vino a vivir un romance
 y un poema de amor. La real pareja renunció las galas
palatinas a cambio del espléndido paisaje. Y floreció un
exquisito ensueño principesco orlado de poesía y
    melodía de ópera. El óleo de la bella princesa, los
  indígenas de la región heredaron para convertirlo en
icono; al presente una cauda de humo y veneración han
 puesto patina en el lienzo que veneran y ocultan. Y las
      aguas del río tienen aún las resonancia de lo




                         s ósculos, el rumor de versos y cantares, el éco de diálogos y coloquios,
el escozor de los deseos, el p erfil ebúrneo de la belleza de las mujeres que ofrendaron sus tesoros
al amor.

El “Ranrahirca” es arrogante y discursivo. Tiene la pompa y la magnificencia de sus genitores. Sus
aguas llevan los cielos impolutos y los horizontes infinitos captados por las lagunas de Llanganuco
y el nevado del Huascarán. Hay en su corriente el orgullo de grandezas soberbias y en sus
burbujas se sincronizan los colores del arco iris.

Franjas de espumas escarlata bordan y festonan la orilla y por en medio bloques de nieve navegan
como cisnes de armiño. El viajero ha dejado su oración al pasar por ;la “barbacoa”, el turista su
admiración atónita y los visitantes lugareños su aventura amorosa. Una leyenda de tremola
urdiembre da al rio una nota de romance. Es “Maria Josefa”, flor de castidad y símbolo de pureza.
Su belleza incitó una pasión fatal. Prefirió el sacrificio a la mansilla y ofrendó su vida como una
mártir. El hombre brutal cegó una vida que se negaba al goce malsano de la pasión. Desde
entonces en la corriente hay voces lúgubres de deseos insatisfechos que estallan y se ahogan,
lamentos que flotan y resuenan en la comarca como admonición y protesta, melodías lúgubres que
pontifican el inmemorial de la virgen y que llenan de tribulación al viajero. Una ermita que los
pasajeros han improvisado a la vera del camino recoge la oración y el tributo de los transeúntes. El
río baja con una nota de soprano por los quinuales, se hace angustiosa en Maria Josefa, pasa
galante y decidor por Ranrahirca para entrar al Santa, con su tono de órgano y una melodía de
liturgia cósmica.

En Yungay el río es una fantasía. Un cause soberbio y un puente artístico le prestan su ilusión. Por
el fondo discurren hebras discretas que pasan por el poblado en una sinfonía de silencio monacal.
El río ha querido pasar así, para no distraer el arrobo de la ciudad y perturbar el sueño del
camposanto y a las almas del cementerio. El río se pierde en las praderas de Utcush, lo absorbe el
agro y de vez en cuando entra al Santa llevando su fantasía de río y su ensueño de trovador.

El “Ancash “es un río exhausto, sus aguas han emigrado y dejado playas desoladas. Los andes
jamás vaciaron un aluvión de aquellas proporciones para arrasar un pueblo y barrer la campiña.
Una cuenca disforme y un hacinamiento de piedras es la osamenta del río. Algunas hebras de
agua destilan su pena y una aflictiva melodía de quena recorre el cause como una elegía de
dolor.

El “Llulanca” en Caraz es un río cortesano y galante. El clima ardiente de su campiña obliga
abrevar en él y, la sombra de sus bosques y la arena de sus playas cobijan a los amantes y les
ofrecen un recreo apacible. La laguna de Parón le da sus aguas y la carga de sus fiórdicos
paisajes. Una música de serenata ejecuta el río y voces de violines y guitarras pueblan el cause
plagado ya de juramentos y coloquios. Margina el río vergeles y moradas risueñas como ofrendas y
templ os del amor. Ingresa al Santa con el paso medroso y sensual de una odalisca.

El “Shangol” y el “Colcas” vierten melodias sobre campos pastosos y cálidos. En sus aguas
navegan el rumor de los cañaverales. El río de “Los Cedros” es de melodía filosofal y gnóstica.
Desciende de los nevados y un cause de granito sólido le ofrece su lecho limpio y descarnado. Se
precipita por las pendientes de las montañas y sus aguas se golpean implacables levantando una
cortina de nube como cauda y aventando el torrente de sus espumas como una avalancha de
brillantes. El estruendo del río tiene la magnitud de gigante de sus cumbres; es la música
proteiforme de las montañas. Por sus aguas bajan el fragor de las tempestades y el retumbar de
los truenos, brillan y bullen en ella el reflejo del rayo y el eco de las tormentas, el ruido de las
estrellas fugitivas y el restallar de los bólidos que ruedan y de los mundos en formación. Es una
música fantástica, como si los elementos en furia ejecutaran óperas geológicas y metafísicas para
un auditorio de dioses y genios mitológicos. Entran en escena armonías planetarias con engarces
siderales, la furia desbocada de los elementos en un raro concierto con la púrpura de las auroras y
el torbellino de los vientos.

Y finalmente está la cascada del Cañón, es una miniatura de catarata. Es un raudo río cascabelero
y resonante que baja de las cumbres en saltos gráciles y elásticos de jilguero y con alardes
plásticos y acrobáticos de colibrí. Sus aguas cristalinas se cuelgan como luengas laminas de
esmalte estucados de diamantes y llevan joyeles troquelados con oriflamas de estrellas y auroras
de amaneceres. Es una larga y sutil cuerda de violín que rebota y se tiembla en el traste de
malaquita de la montaña. Trina y gorjea, es una música de alondra al amanecer y por la tarde un
arrullo de palomas o un efluvio de capullos. El céfiro y la brisa arpegian acordes dulcísimos y el
viento y el huracán arrancan voces airadas de flautín que la encañada trasmite al paisaje.
El “Quitaraxa” es un río ascético. Baja silenciosamente de la cordillera y se escurre en su lecho de
rocas por en medio de quebradas profundas. Sin playas, sin setos ni Vegas el río trae solo el rumor
de su soledad de anacoreta y el rosario cristalino de sus burbujas.

El “Coronguillo” es un filtro de cidras para Yuramarca. La cordillera lo descarga por una pendiente
abrupta a la cálida campiña y da a crujir sus aguas en los terrenos pastosos y resecos. Las piedras
del río están teñidas de rojo-gris y las espumas de la corriente le prestan su capa de armiño. El río
se refunde por entre los frutales y lleva al Santa su aroma enervador.

El “Cuyuchín” es una orquesta. Primero el “Manta” que baja de Huarirca,luego el “Polla” que se
precipita de Cuzca, el “Cuyllurón” que resume de Aco, el Taricá´que viene de Urcón y del
Champará; el de “Corongo” que viene de Tuctubamba y el río Negro de Ashacush le prestan su
embrujo y melodía, su canción y el rico anecdotario de los pueblos y de la puna. Una brisa cálida
que comenzando en Pakatqui sube de tono en La Pampa, sirve de diapasón al río. La estridencia
de los trapiches se alterna con el rumor de la corriente y, algo así como un aroma de mieles y una
leyenda de romances navega al Santa.

El “Tablachaca” es un bordón entorchado en oro, en sus playas pululan los lavaderos de oro, la
fantasía y la ambición se entrelazan. Legendario, trae su prestigio desde muy lejos. El río “Taule” y
“El Consuso” en Conchucos, le han dado el eco de sus taladros, el bruñido de sus hatos y el
temple del tunsgteno de sus minas; el “Sacaycacha” le presta el ritmo social de las poblaciones de
Bolognesi y Huandoval; el “Llactabamba” la algazara de Cabana y Tauca y “El Ancos” el embrujo
del carbón. Negro pero con caudas de oro y melodías furtivas, el Tablachaca entra al Santa con
garbo sensorial y filantrópico, ostentando riquísimas partituras y regalando caudales maravillosos.

El “Santa” es el colector de melodías, un orfeón cósmico, una antología musical con partituras
telúricas y folklóricas. Sale del Aguash con una pulcritud de remanso, en Conococha forma su seno
lacustre, es hermosa en las ondas y se embriaga en las espirales de los remolinos. Gentil, lleno de
donaire y señorío recorre la pampa de Lampas en una cadencia de flautas y clarines. Las garzas
han puesto sobre su apostura la semblanza de euritmias impolutas y el ritmo alado de sus vuelos
ledos e infinitos. El nevado y la altura dan un cromatismo de acusada posición artística al paisaje
musical y discursivo del rio, cuyo dulce andante moderato es premonitorio de excelsos
vencimientos melódicos, de giros recónditos, de expresiones luminosas e inauditas. Da saltos de
gamo y gorjeos de canario en Utcuyacu y borda las márgenes de Ticapampa y Recuay con voces
floridas y allegros traviesos, para entrar con su tono y paso trenzado de danza a los collados
huaracinos, donde la música sacude las lentejuelas de los corpiños y hace temblar los senos en
una tortura íntima de grandeza airosa y presumida. Por Carhuaz cobra arrobos y deliquios
dulcísimos en el valle tibio y acariciador y sus notas de piano van dando paso al tono grave del
violín que ofrece el Santa en Yungay, donde la música ganado por el arte se arrebata y angustia en
la madurez exacerbada y anhelante de las grandes oblaciones de la naturaleza y de la ópera.

Corre el Santa en un lecho encandilado y entra a Caras bajo un dombo azul irídico refrescando la
égloga virgiliana con los plácidos temas de la sonata. Bajo el influjo de la floresta el Santa se ufana
y embriaga de fragancias. En Mate capta de los jazmines, tónicas de perfume para la música. El
hechizo sube a lo sublime en el Cañón; la música se deshumaniza y la fantasía abarca partituras
metafísicas. La brisa sonora y fluida asume cadencias arrebatadoras, llena de estruendos telúricos
y de acordes angélicos. Con una maravillosa maestría el Santa pasa de la melodía pía y tierna del
callejón al scherzo susurrante de la encañada. La transición es más sutil en el encanto
contrapuesto que ofrece ya el suspiro o el apostrofe, el trueno o la amenaza, la bondad o la ira.
Desbordante y tormentoso, con virtudes ascéticas y caprichos histriónicos, rico en las cascadas y
cataratas el Santa rebasa a la costa dando a escuchar melodías y rememorando en la lujuria del
valle su fanfarria de don Juan criollo, más` atrás laureado conquistador de náyades y vergeles.

Al finalizar el viaje fueron Nicole y Damián a merendar al campo riéndose de la situación que
habían vivido por los augurios de los ríos.




CAUSAS DE LA
CONTAMINACION DEL RIO
QUILCAY:
muchas causas: * la gente que vive al contorno del rio
quilcay no toman importancia, a causa de ello votan
basura al rio,todo tipo de desechos(animales muertos,
botellas).
la contaminación del río quiycay se debe al aumento de
la población huaracina y al aumento del turismo y así
como el desarrollo mismo de la industria. Y porqué no
decir la globalización.
*Los impactos no solo afectan el agua, sino también
repercuten en los seres vivos que habitan en el río y en
las actividades económicas que ofrece. Es por ello, que
esta contaminación afecta a todo el ecosistema.
ALUMNA: HUAMANCAYO OBREGON ROSARIO MILAGROS

AREA: INICIAL   I

CURSO: TIC

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Rio quilcall

  • 1. INSTITUTO SUPERIOR PEDAGOGICO HUARAZ NOMBRE: rosario huamancayo obregon AREA: tic CARRERA: inicial I AÑO: 2012-07-24 PROFESOR: angel duran tarazona
  • 2. DEDICATORIA: Este trabajo va dedicado a toda la poblacion huaracina para asi dar a conocer los problemas climatologicos y ambientales de la ciudad de huaraz.
  • 3. PRESENTACION: EL trabajo presente esta detallado y especificado en contaminacion ambiental por ende eligi el rio quilcay que esta demaciado contaminado y no hacen nada para su cambio.
  • 4. 1
  • 5. rio Santa Orígen: Se origina en la laguna Aguash, ubicada en el extremo sureste del Callejón de Huaylas, (la que vierte sus aguas a través del río Tuco a la laguna Conococha) y llega hasta el Océano Pacífico. Longitud:Aproximadament e 316 km. Cuenca: Se ubica en la Costa Norte del Perú, pertenece a la vertiente del Pacífico; drena un área total de 14,954 km2. Se ha establecido que el rendimiento medio anual de la cuenca húmeda es del orden de 44,589 m3/km2/. Campos agrícolas: Están distribuidos a lo largo del río Santa, siendo la zona más explotada la correspondiente al valle costero; la parte alta y media se riega principalmente con el agua proveniente de las quebradas y tributarios y en menor gr
  • 6. ado con el de los manantiales. Existe también un gran número de pequeñas captaciones para riego de los terrenos bajos o áreas muy cercanas al río. Río Quilcay Origen: Se origina al confluir los ríos Auqui y Paria, en el extremo norte de la ciudad y desemboca en el río Santa. Longitud: Aproximadamente 3 km. Ubicación: Cruza la ciudad de Huaraz de este a oeste. Río Auqui Ubicado al este de la cuidad de Huaraz, cuenta c on un promedio de caudal anual de 9 m3/seg. Río Paria Ubicado al sureste de la ciudad de Huaraz, cuenta con un promedio de caudal anual de 6 m3/seg. Contaminación por basura Con respecto a la basura, hasta hace 5 años atrás, los camiones de basura del consejo provincial de Huaraz, vertían todos los desechos directamente al río, gracias al funcionamiento de una planta de tratamiento, este procedimiento ha cesado, pero por encontrarse prácticamente cruzando por medio de la ciudad de Huaraz, el río Quilcay es el lugar donde la mayoría de vendedores ambulantes y vendedores del mercado hechan sus desperdicios, especialmente en los puentes Bolívar y Centenario, tal es el grado de contaminación que las truchas que existían hasta hace pocos años hoy en día no existen.
  • 7. Ríos profundos relacionados con huaraz Al visitar los andes peruanos, Nicole, en una aventura de impactante contraste encontró ríos similares al Susquahanna, al Potomac, Hudson, Delaware y Missisipi, ríos de su país y, donde practicar a sus anchas el ecoturismo, el canotaje y el kayak, ya que las reservas del paisaje son maravillosas; un viaje único, personalmente siempre me ha gustado, como dicen de sus pueblitos y ciudades enclavadas en los cerros y bañadas por las aguas caudas de ríos profundos. Nicole nos cuenta que estos ríos están sobre territorios de los indios Chavinos y Huaylas que poblaron las Andes miles de años atrás y es de rigor oír sus aguas o perderse en su silencio. Ni en los más dulces de sus sueños, se hubiera
  • 8. imaginado lo que le deparaba el destino a toda su vida. Había compadecido a las mujeres cuyos maridos se enamoraban de otras y las dejaban plantadas en la mitad de la vida, con sus niños, sin papá en la casa, sus ilusiones hecha pedazos y mucho más pobres que antes. No, a ella jamás le auguraría el destino algo así. Pero no se equivocó de medio a medio. Un día cruzó las alturas de las punas y miró en las aguas de estos ríos, reflejado su destino y encontró un viajero errante en medio de su camino quien le habló así: “Los ríos en Ancash están dispuestos como un quipo incaico. Aquí se refleja el pensamiento de quien los mira y se da cuenta que vive. Es un léxico y su lira: el rumor parlero de sus voces y la sonora melodía de sus notas llenan el paisaje” En todo el largo del Callejón de Huaylas se extiende el Santa, dando su potente tono cromático. Los demás rios afluyen de él y el conjunto es una orquesta sinfónica de riquísimas partituras. Las vertientes de Cashapampa, Yanahuanca, Raju- Pallas, Pachacoto y Quesqueyacu cabriolean en la Pampa de Lampas. En verano son como las primas de un violín: el viento les arranca gélidas melodías; en invierno son como los bordones de una guitarra, roncos y taciturnos nos dice Damián. La cordillera nevad a le presta la sonoridad de sus tormentas y las sábanas de la pampa la melodía de su nostalgia. El Yanacuyacu en Recuay se desprende del nevado de Cahuish y de la
  • 9. pulcra y legendaria laguna de Querococha, es como una cuerda de platino por cuyas notas estilará la melodía de la soledad y de la puna; toda la angustia del nevado y la nostalgia de la laguna se vierten por él. En el pasado, Pueblo Viejo, cuyas ruinas nos muestran su osatura, le dan prestigio y nombradía social, al presente el rio rememora su grandeza. Más abajo el río Negro aporta sus aguas cargadas de limo. Es un río fogoso y gusta de su lecho profundo. El terreno arcilloso y deleznable se desliza sobre el río y el aluvión pone su nota tremente. Baja de los nevados de Yanashalla y de las mesetas de Canray, se deja abrevar en el agro; en el poblado de Olleros se informa del parco movimiento social y se precipita al Santa revolviendo su lecho, carcomiendo sus orillas, sumergiéndose bajo el peso de su carga. Es un río histriónico y sus notas tienen el rumor de un eco geológico. El “Arzobispo” es un río veleidoso. Baja precipitado y sus aguas se escurren como cuchillas. Las curvas de su lecho guardan emboscadas que los malevos aprovechan para el asalto. En sus aledaños un Curaca lascivo, reacio al consejo envenenaba al arzobispo Gonzalo de Ocampo el 19 de diciembre de 1626. El río entra al Santa por entre orillas surcadas de cruces. El “Mashuán” es un río corto pero caudaloso, sus aguas límpidas se avienten sobre un cause pedregoso y caen como cristales rotos sobre remolinos. Desciende de las
  • 10. lagunas y quebradas de Cashán y Shacsha. El nevado de Jauna le ha dado sus espejos claros y las piedras de su lecho un compass rimado. Entra al Santa con una tremola melodía por entre el sutil y furtivo aroma de las antahuetas. De Macashca baja el Paris. Es un río generoso y musical. Trae en sus aguas el rumor de las tempestades de sus cumbres y la euforia de sus pagos y cortijos. A su vera cipreses solemnes mecen sus copas melancólicas. El río desciende alegre, luego cauto para acabar torrentoso en el Santa. En Huarás, está el río Quilcay. A la derecha de la población recibe las aguas del Auqui y Paria que bajan de las lagunas de Cojup, Tullpa-Raju, Mancaruri y Quellg-huanca. El Quilcay es una lira musical y un númen poético. Tiene mito, leyenda e historia. En sus nevados y lagunas genios benignos y maléficos se disputan el destino de los pueblos; y sus aguas son un emporio de felicidad o un reservorio de tragedia. Vegas y campiñas policromas florecen en sus orillas enriquecidas por la tradición bucólica del lugar. Otras veces el aluvión arrasa y siembra la muerte. Con un rumor de aventura e idilio y de color transido el Quilcay entra al Santa llevando su partitura de himno y elegía. El “Palmira” es un río virgiliano, nace de los vertientes y manantiales de Huanchac y Marián. Sus aguas transportan la albura de sus cumbres nevadas y el escenario pastoral de la estancia. Un espléndido paisaje le precede. La comarca es la media luna de un
  • 11. anfiteatro; llanuras verdes salpicadas de casas y lagunas cercadas por barreras de nieve. Baja El “Palmira” ledo y suave por entre casas y huertos; luego crece y busca su lecho en las quebradas para retozar por pendientes y llegar al Santa en tono de fiesta. En el pasado Inca, los palacios de Wilca-Huain, captaron la belleza de sus ñustas y el eco de sus romances, que ahora el río rememora y esparce. Al presente aquellos monumentos de civilización antigua atraen al investigador y acogen a las parejas para arrobarlos en la leyenda de sus idilios. El “brioso”, “Mullaca” y “Luena”, son vertientes geórgicas. Tienen el rumor de agro, en sus aguas resuena el “huají”, voz de virilidad y estímulo. El “Pariahuanca”, es un río reseco. En su cause las piedras hacen canciones tronitantes y acuarelas cósmicas. El “Marcará” es un río de caminantes. A su borde va una mísera senda que le hace aflictiva en la quebrada, anhelante en la puna o invisible en el nevado. Son huellas de una ruta y un destino. El río ha captado la fatiga del caminate y aquella música melancólica que el viajero modula al pasar una encañada. Hay en sus aguas el reflejo atónito de pupilas deslumbradas por la majestad del paisaje nevado. Y en la corriente ejecuta una música telúrica
  • 12. que se hace cortesana en Chancos y Marcará. Ingresa al Santa en tono tremolo de gaitas y en un compás de tango arrabalero. El “Huanchac”, “Ueucha” y “Chuchún” son ríos de oropel. El hombre ha hurtado sus aguas para el agro carhuasino y hebras de plata se vierten por las quebradas. Una melodía queda de laúd esparce la música de sonatas y las almas arrullan ensueños y romances a su vera sosegada. El “Buhín” es un río histórico y bravío. Una batalla de la Confederación le dió nombradía. En estas aguas el Mariscal Castilla dejó la resonancia de su braveza de militar y más tarde en su travesía a San Luís, el clamor de su pena de enamorado. En la quebrada de Ulta, hatos de Ganado embravecido barman y mugen su ansiedad y el viajero que transmonta la cumbre da a escuchar su hombría imprecando incesante a la peara y al destino. Y el rio trae aquellas impaciencias y protestas de una música de pífanos y timbales para acabar en torrentes de bordones de arpa emuladoras de la explosión y del fragor de los cañones. El río “Mancos” es visicolor. Formado por el deshielo de los nevados desciende por la campiña ensanchando su cause y su vida, aromándose por el perfume de las flores de retama y embriagándose en la evocación de los apasionados idilios de Huashcao y Piscuy. En Yánac, el Conde de San Donás vino a vivir un romance y un poema de amor. La real pareja renunció las galas palatinas a cambio del espléndido paisaje. Y floreció un
  • 13. exquisito ensueño principesco orlado de poesía y melodía de ópera. El óleo de la bella princesa, los indígenas de la región heredaron para convertirlo en icono; al presente una cauda de humo y veneración han puesto patina en el lienzo que veneran y ocultan. Y las aguas del río tienen aún las resonancia de lo s ósculos, el rumor de versos y cantares, el éco de diálogos y coloquios, el escozor de los deseos, el p erfil ebúrneo de la belleza de las mujeres que ofrendaron sus tesoros al amor. El “Ranrahirca” es arrogante y discursivo. Tiene la pompa y la magnificencia de sus genitores. Sus aguas llevan los cielos impolutos y los horizontes infinitos captados por las lagunas de Llanganuco y el nevado del Huascarán. Hay en su corriente el orgullo de grandezas soberbias y en sus burbujas se sincronizan los colores del arco iris. Franjas de espumas escarlata bordan y festonan la orilla y por en medio bloques de nieve navegan como cisnes de armiño. El viajero ha dejado su oración al pasar por ;la “barbacoa”, el turista su admiración atónita y los visitantes lugareños su aventura amorosa. Una leyenda de tremola urdiembre da al rio una nota de romance. Es “Maria Josefa”, flor de castidad y símbolo de pureza. Su belleza incitó una pasión fatal. Prefirió el sacrificio a la mansilla y ofrendó su vida como una mártir. El hombre brutal cegó una vida que se negaba al goce malsano de la pasión. Desde entonces en la corriente hay voces lúgubres de deseos insatisfechos que estallan y se ahogan, lamentos que flotan y resuenan en la comarca como admonición y protesta, melodías lúgubres que pontifican el inmemorial de la virgen y que llenan de tribulación al viajero. Una ermita que los pasajeros han improvisado a la vera del camino recoge la oración y el tributo de los transeúntes. El río baja con una nota de soprano por los quinuales, se hace angustiosa en Maria Josefa, pasa galante y decidor por Ranrahirca para entrar al Santa, con su tono de órgano y una melodía de liturgia cósmica. En Yungay el río es una fantasía. Un cause soberbio y un puente artístico le prestan su ilusión. Por el fondo discurren hebras discretas que pasan por el poblado en una sinfonía de silencio monacal. El río ha querido pasar así, para no distraer el arrobo de la ciudad y perturbar el sueño del camposanto y a las almas del cementerio. El río se pierde en las praderas de Utcush, lo absorbe el agro y de vez en cuando entra al Santa llevando su fantasía de río y su ensueño de trovador. El “Ancash “es un río exhausto, sus aguas han emigrado y dejado playas desoladas. Los andes jamás vaciaron un aluvión de aquellas proporciones para arrasar un pueblo y barrer la campiña. Una cuenca disforme y un hacinamiento de piedras es la osamenta del río. Algunas hebras de agua destilan su pena y una aflictiva melodía de quena recorre el cause como una elegía de
  • 14. dolor. El “Llulanca” en Caraz es un río cortesano y galante. El clima ardiente de su campiña obliga abrevar en él y, la sombra de sus bosques y la arena de sus playas cobijan a los amantes y les ofrecen un recreo apacible. La laguna de Parón le da sus aguas y la carga de sus fiórdicos paisajes. Una música de serenata ejecuta el río y voces de violines y guitarras pueblan el cause plagado ya de juramentos y coloquios. Margina el río vergeles y moradas risueñas como ofrendas y templ os del amor. Ingresa al Santa con el paso medroso y sensual de una odalisca. El “Shangol” y el “Colcas” vierten melodias sobre campos pastosos y cálidos. En sus aguas navegan el rumor de los cañaverales. El río de “Los Cedros” es de melodía filosofal y gnóstica. Desciende de los nevados y un cause de granito sólido le ofrece su lecho limpio y descarnado. Se precipita por las pendientes de las montañas y sus aguas se golpean implacables levantando una cortina de nube como cauda y aventando el torrente de sus espumas como una avalancha de brillantes. El estruendo del río tiene la magnitud de gigante de sus cumbres; es la música proteiforme de las montañas. Por sus aguas bajan el fragor de las tempestades y el retumbar de los truenos, brillan y bullen en ella el reflejo del rayo y el eco de las tormentas, el ruido de las estrellas fugitivas y el restallar de los bólidos que ruedan y de los mundos en formación. Es una música fantástica, como si los elementos en furia ejecutaran óperas geológicas y metafísicas para un auditorio de dioses y genios mitológicos. Entran en escena armonías planetarias con engarces siderales, la furia desbocada de los elementos en un raro concierto con la púrpura de las auroras y el torbellino de los vientos. Y finalmente está la cascada del Cañón, es una miniatura de catarata. Es un raudo río cascabelero y resonante que baja de las cumbres en saltos gráciles y elásticos de jilguero y con alardes plásticos y acrobáticos de colibrí. Sus aguas cristalinas se cuelgan como luengas laminas de esmalte estucados de diamantes y llevan joyeles troquelados con oriflamas de estrellas y auroras de amaneceres. Es una larga y sutil cuerda de violín que rebota y se tiembla en el traste de malaquita de la montaña. Trina y gorjea, es una música de alondra al amanecer y por la tarde un arrullo de palomas o un efluvio de capullos. El céfiro y la brisa arpegian acordes dulcísimos y el viento y el huracán arrancan voces airadas de flautín que la encañada trasmite al paisaje.
  • 15. El “Quitaraxa” es un río ascético. Baja silenciosamente de la cordillera y se escurre en su lecho de rocas por en medio de quebradas profundas. Sin playas, sin setos ni Vegas el río trae solo el rumor de su soledad de anacoreta y el rosario cristalino de sus burbujas. El “Coronguillo” es un filtro de cidras para Yuramarca. La cordillera lo descarga por una pendiente abrupta a la cálida campiña y da a crujir sus aguas en los terrenos pastosos y resecos. Las piedras del río están teñidas de rojo-gris y las espumas de la corriente le prestan su capa de armiño. El río se refunde por entre los frutales y lleva al Santa su aroma enervador. El “Cuyuchín” es una orquesta. Primero el “Manta” que baja de Huarirca,luego el “Polla” que se precipita de Cuzca, el “Cuyllurón” que resume de Aco, el Taricá´que viene de Urcón y del Champará; el de “Corongo” que viene de Tuctubamba y el río Negro de Ashacush le prestan su embrujo y melodía, su canción y el rico anecdotario de los pueblos y de la puna. Una brisa cálida que comenzando en Pakatqui sube de tono en La Pampa, sirve de diapasón al río. La estridencia de los trapiches se alterna con el rumor de la corriente y, algo así como un aroma de mieles y una leyenda de romances navega al Santa. El “Tablachaca” es un bordón entorchado en oro, en sus playas pululan los lavaderos de oro, la fantasía y la ambición se entrelazan. Legendario, trae su prestigio desde muy lejos. El río “Taule” y “El Consuso” en Conchucos, le han dado el eco de sus taladros, el bruñido de sus hatos y el temple del tunsgteno de sus minas; el “Sacaycacha” le presta el ritmo social de las poblaciones de Bolognesi y Huandoval; el “Llactabamba” la algazara de Cabana y Tauca y “El Ancos” el embrujo del carbón. Negro pero con caudas de oro y melodías furtivas, el Tablachaca entra al Santa con garbo sensorial y filantrópico, ostentando riquísimas partituras y regalando caudales maravillosos. El “Santa” es el colector de melodías, un orfeón cósmico, una antología musical con partituras telúricas y folklóricas. Sale del Aguash con una pulcritud de remanso, en Conococha forma su seno lacustre, es hermosa en las ondas y se embriaga en las espirales de los remolinos. Gentil, lleno de donaire y señorío recorre la pampa de Lampas en una cadencia de flautas y clarines. Las garzas han puesto sobre su apostura la semblanza de euritmias impolutas y el ritmo alado de sus vuelos ledos e infinitos. El nevado y la altura dan un cromatismo de acusada posición artística al paisaje musical y discursivo del rio, cuyo dulce andante moderato es premonitorio de excelsos vencimientos melódicos, de giros recónditos, de expresiones luminosas e inauditas. Da saltos de gamo y gorjeos de canario en Utcuyacu y borda las márgenes de Ticapampa y Recuay con voces floridas y allegros traviesos, para entrar con su tono y paso trenzado de danza a los collados huaracinos, donde la música sacude las lentejuelas de los corpiños y hace temblar los senos en una tortura íntima de grandeza airosa y presumida. Por Carhuaz cobra arrobos y deliquios dulcísimos en el valle tibio y acariciador y sus notas de piano van dando paso al tono grave del violín que ofrece el Santa en Yungay, donde la música ganado por el arte se arrebata y angustia en la madurez exacerbada y anhelante de las grandes oblaciones de la naturaleza y de la ópera. Corre el Santa en un lecho encandilado y entra a Caras bajo un dombo azul irídico refrescando la égloga virgiliana con los plácidos temas de la sonata. Bajo el influjo de la floresta el Santa se ufana y embriaga de fragancias. En Mate capta de los jazmines, tónicas de perfume para la música. El hechizo sube a lo sublime en el Cañón; la música se deshumaniza y la fantasía abarca partituras metafísicas. La brisa sonora y fluida asume cadencias arrebatadoras, llena de estruendos telúricos y de acordes angélicos. Con una maravillosa maestría el Santa pasa de la melodía pía y tierna del
  • 16. callejón al scherzo susurrante de la encañada. La transición es más sutil en el encanto contrapuesto que ofrece ya el suspiro o el apostrofe, el trueno o la amenaza, la bondad o la ira. Desbordante y tormentoso, con virtudes ascéticas y caprichos histriónicos, rico en las cascadas y cataratas el Santa rebasa a la costa dando a escuchar melodías y rememorando en la lujuria del valle su fanfarria de don Juan criollo, más` atrás laureado conquistador de náyades y vergeles. Al finalizar el viaje fueron Nicole y Damián a merendar al campo riéndose de la situación que habían vivido por los augurios de los ríos. CAUSAS DE LA CONTAMINACION DEL RIO QUILCAY:
  • 17. muchas causas: * la gente que vive al contorno del rio quilcay no toman importancia, a causa de ello votan basura al rio,todo tipo de desechos(animales muertos, botellas).
  • 18. la contaminación del río quiycay se debe al aumento de la población huaracina y al aumento del turismo y así como el desarrollo mismo de la industria. Y porqué no decir la globalización. *Los impactos no solo afectan el agua, sino también repercuten en los seres vivos que habitan en el río y en las actividades económicas que ofrece. Es por ello, que esta contaminación afecta a todo el ecosistema.
  • 19. ALUMNA: HUAMANCAYO OBREGON ROSARIO MILAGROS AREA: INICIAL I CURSO: TIC