Presentación de la exposición “Bodegones. Otras visiones de las cosas”, compuesta por esculturas exentas y en relieve (realizadas con materiales sólidos, objetos y pintura) y construcciones fotográficas. Las obras están ejecutadas empleando técnicas muy variadas en las distintas artes. Ver vídeo en: https://www.youtube.com/watch?v=F-hhb6-hzyQ
Ver exposición: https://luisjferreira.es/1-obra-plastica-exposiciones/5-enigmas-en-blanco-entre-la-concrecion-y-la-abstraccion/
Enigmas. Entre la concreción y la abstracción. Texto de catálogo
1. “ENIGMAS. ENTRE LA CONCRECIÓN Y LA ABSTRACCIÓN”
La obra plástica que presento bajo esta denominación, resalta una de
las características de mi trabajo plástico, cada vez más notoria: su
carácter enigmático; y en ella transito entre la concreción y la abstracción,
tendencia ésta manifiesta también en mis creaciones. Estas piezas
muestran, pues, una continuidad en mi actividad plástica, al tiempo que
nuevas investigaciones y resultados. Están agrupadas en 14 esculturas
exentas, 14 esculturas en relieve y 14 construcciones fotográficas, 2 de
las cuales están integradas en sendos relieves.
En esta ocasión ofrezco enigmas: esculturas en relieve, esculturas
exentas y composiciones fotográficas que encierran algún misterio, algún
secreto oculto o interrogante, alguna extrañeza quizás desencajante,
algún sentido encubierto de difícil entendimiento o interpretación. Del
mismo modo que todo enigma, éstos se plantean de forma ambigua,
equívoca u oscura; pero, a diferencia de las adivinanzas y jeroglíficos,
carecen de una respuesta concisa y exclusiva. Al igual que una persona
enigmática, los enigmas que ofrezco no se presentan claramente
definidos, de manera que no es muy posible conocerlos a fondo, ni
admiten la aplicación de una interpretación única o unidimensional;
alguno, incluso, pudiera ser indescifrable, aunque paradójicamente pueda
encontrársele desciframiento.
He procurado conferir a estas obras un cierto poder enigmático,
sirviéndome de la magia; aunque contrariamente al mago que hace creer
que transforma una cosa en otra mediante trucos, desarrollando una
actividad ilusionista, yo transformo realidades, haciendo posible lo que
puede parecer imposible, no concebible o inaudito, sin que el espectador
sepa muy bien cómo se ha hecho, al igual que en la acción del mago (no
obstante, en este aspecto existe también una diferencia, pues mientras el
mago no desvela cómo lo hace, cómo consigue sorprender, yo no lo
oculto y, documentando las obras, lo manifiesto). Al igual que el
prestidigitador, me valgo de simples elementos de la realidad cotidiana
para crear un clima poético que consiga sorprender e incluso desconcertar
y, quizás, perturbar, para así, desafiando nuestras certidumbres y
habituales visiones de las cosas, bordear y alcanzar el misterio a ellas
inherente; misterio que, aunque brote de las realidades materiales que nos
rodean, a pesar de que esté en todas partes, es preciso suscitarlo, crearlo
verdaderamente, buscando en ellas nuevas dimensiones de impacto
sensorial, emocional, mental y estético.
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2. Lo enigmático, lo poético, emerge allá donde el orden, donde la
disposición corriente, vulgar y convencional de las palabras, de los
objetos, de las imágenes, de las realidades en definitiva, es contestado y
transformado con capacidad de conmoción; donde de lo ordinario surge lo
extraordinario, como si experimentara una metamorfosis, así como cuando
un gusano se torna en mariposa, o como cuando poniendo en juego la
metáfora visual, a una sartén le brota un desagüe, o de un calentador de
agua para infusiones nace una planta xerófita, o como cuando una pistola
de dar aire se trueca en bailarina. Esa especie de milagro se produce
sencillamente por el intento de trasladar las cosas más allá, o a otro lugar,
desquiciándolas quizás, por ese concebir una posibilidad de existencia
que antes de materializarse era inconcebible. Lo enigmático, pues, surge
dialécticamente del rechazo de una realidad, pero también del desarrollo
de una nueva relación, de la neorrealidad que ese rechazo ha liberado.
Las realidades cotidianas, objetos y materiales se transfiguran
mágicamente en nuevas síntesis, en las que lo ordinario, común, vulgar,
real… se muta en lo pretendidamente extraordinario, particular,
excepcional, imaginario…, y un orden distinto, personal, aparece como por
arte de magia; un orden tan flexible que admite múltiples respuestas e
interpretaciones de distinto orden.
En esa mutación y en ese nuevo orden, en el que los objetos de uso
común o sus imágenes se distancian de la realidad y se subvierten
poéticamente transformándose en enigmas, nace la dimensión fantástica
como una formulación concreta de lo real, no como su antítesis, puesto
que la fantasía explora constantemente la realidad en busca de lo nuevo y
lo desacostumbrado e intenta hacerlo visible. Al ahondar en lo real, la
expresión fantástica refleja con su énfasis las innumerables facetas de las
distintas percepciones de la realidad, y puede dar pie a una compleja,
significativa e inquietante ampliación del punto de vista del espectador.
A veces lo enigmático aflora como ironía, ese distanciamiento que
abunda en el desconcierto y que, al suponer un replanteamiento de las
cosas, nos induce a replanteárnoslas; ese recurso habitualmente verbal,
pero también plástico, que implica duda y que hace dudar, que supone
toma de conciencia de lo complejo y contradictorio, posicionándose en la
ambigüedad, que implica diversidad de interpretación y que aporta riqueza
y emancipación del espíritu. Ni que decir tiene que sin duda o
cuestionamiento no hay acto creativo.
La ambigüedad, consustancial al enigma, e inherente a la metáfora, es
quizás la fuente más rica de creación de sentido; no en vano, puede
afirmarse que la potencia y significado del arte posmodernista descansa
en la ambigüedad que dicho arte encarna; característica que, por otra
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3. parte, estaba ya presente en la mayoría de los movimientos de las
denominadas primera y segunda vanguardia; una ambivalencia que
impregna nuestra realidad y de la que se hace eco la expresión
considerada artística. Con la activación de la ambigüedad, el espectador
es forzado a tomar una posición de enjuiciamiento, de crítica, y ello
favorece, a mi modo de ver, una relación objeto plástico (o fotográfico) –
espectador más intensa.
Estos enigmas, ambiguos por naturaleza, están planteados
consecuentemente de modo ambiguo entre la concreción y la abstracción,
particularmente las esculturas (exentas o en relieve). Por lo general son
composiciones resueltas con un sentido abstracto, pero están
materializadas o concretizadas con objetos y materiales concretos,
reconocibles y, a la par, disimulados en mayor o menor medida,
añadiendo al ofrecimiento que hago mayor ambigüedad. Todo ello nos
fuerza a movernos, con cierto subjetivismo, por la amplia zona de “las
medias tintas” (ese territorio que no pertenece a nadie y que es de todos),
con espíritu relativista y libre; porque, al fin y al cabo, no toda realidad
ocupa posiciones extremas, incluso podría afirmarse, más bien, que las
diferentes realidades no suelen ubicarse en los extremos, que por otra
parte suelen estar relativamente definidos. Sabido es que las cosas no
siempre son blancas o negras, buenas o malas, deseables o
indeseables…; es más, normalmente en su sentido puro, absoluto, no
suelen ser así, precisamente porque son relativas y no absolutas.
Desde los albores del siglo XX se inició de manera natural, como por
evolución de la figuración, un tipo de expresión plástica no representativa,
que se denominó abstracción, a pesar de que algunos de los pintores
fundamentales en su nacimiento y definición renunciaran a denominarse
abstractos. Esa tendencia rechazaba la representación imitativa y
concebía la obra como entidad autónoma, sin más referencia que sus
propios elementos configurativos: líneas, colores, materias o texturas.
Enseguida figuración o concreción y no figuración o abstracción se
tomaron como realidades antagónicas, como dicotomías irreconciliables o
antinomias irreductibles; hasta el punto de que esta tópica oposición ha
constituido uno de los dogmas del arte contemporáneo, y de que la vida
artística, incluso la historia del arte de ese período, y durante algo más de
medio siglo, ha sido testigo de auténticas batallas entre un movimiento y
otro; pero, como en cualquier otra disputa o querella, había bastante de
pasionalidad, de vísceralidad y poco de raciocinio y, por consiguiente,
bastante de sinrazón. Ha habido autores que han sido incondicionales
seguidores de una forma u otra de expresión, y que se han mostrado
incorruptiblemente fieles a su opción; pero también es conocido que los ha
habido que, habiéndose iniciado en la figuración, han evolucionado hasta
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4. registros más o menos abstractos, y que otros se han desplazado
siguiendo la dirección contraria; se sabe también que algunos alternan,
con sus desarrollos personales, ambas tendencias en periodos de mayor
o menor extensión, y que otros las simultanean con total naturalidad,
incluso con planteamientos pictóricos semejantes; por último, los hay que
sintetizan sendas expresiones, armonizándolas y, por tanto, superando la
dicotomía histórica planteada, entre los que me encuentro, aunque
ciertamente también el alternar ambas manifestaciones entraña alguna
resolución de ese divorcio.
En realidad, el planteamiento dicotómico no solamente se ha
evidenciado como innecesario, aunque haya tenido su “vidilla”, sino que
además ha carecido de fundamento, ya que si se ha afirmado que todo
arte, figurativo y no figurativo, es siempre concreto, que supone algo
nuevo y real, que siempre parte de algo existente, concreto, y que toda
actividad creativa se define esencialmente como voluntad de concreción,
contrariamente también se ha sostenido que todo arte es abstracto, que
abstracto es lo figurativo o no figurativo que siempre se abstrae de la
realidad, y que la abstracción siempre está presente en la realización
artística, en mayor o menor grado, puesto que la obra no se identifica con
la realidad. Puede ser que el arte sea concreto y también que sea
abstracto, pero nunca exclusivamente una cosa u otra. Parece claro que el
arte se mueve entre un polo y otro, pero sin tocarlos, dado que resultan
inexistentes la concreción y la abstracción absolutas. Puede considerarse
que cuando en una obra se produce más concreción existe menos
abstracción, e inversamente cuando la abstracción es mayor menor es la
concreción, pero no son dicotomías sin posibilidad de conciliación; nunca
la posibilidad de una excluye la posibilidad de la otra, y siempre en lo
concreto está presente lo abstracto, en mayor o menor medida, y en lo
abstracto lo concreto.
No solamente, la abstracción y la concreción son inexistentes de forma
absoluta, polar o extrema en la actividad plástica, como en la vida misma,
sino que además tampoco existe una línea divisoria entre la una y la otra;
ambas realidades conforman un continuo y, por lo tanto, se yuxtaponen,
se intercambian, confluyen, y pueden dialogar y coexistir armónicamente,
incluso confundirse e identificarse, pudiendo ser la concreción abstracción
y la abstracción concreción. La frontera definitoria entre un espacio
plástico y otro se abrió en las dos últimas décadas del siglo XX, pero hay
que reconocer que ya con el cubismo (en la primera década de ese siglo),
movimiento de figuración reductiva, o de abstracción progresiva, apareció
con notoriedad el germen de la abstracción, se abrió una realidad plástica
de gran potencial y riqueza y, con ella, la posibilidad de diálogo y
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5. entendimiento entre ambos mundos; de manera que mientras unos
trazaban fronteras, otros contribuían a irlas desdibujando.
Con el empleo en mi obra plástica de objetos comunes (totales,
parciales, modificados o creados) reconocibles o irreconocibles en menor
o mayor grado, o con imágenes de ellos en las composiciones
fotográficas, y con el tipo de composiciones que efectúo, reafirmo de
manera personal y enigmática la posibilidad de síntesis entre lo concreto y
lo abstracto, amplio territorio por donde me muevo libremente, al igual que
lo han hecho otros autores en el seno de diferentes movimientos o sin
pertenecer a movimiento alguno.
Todo enigma posee una cierta complejidad, se plantee de manera
cerrada o abierta, como en este caso, por lo que su formulación entraña
alguna agudeza o ingenio, pero también lo supone, lógicamente, su
resolución o resoluciones. De cualquier manera, para su percepción y
disfrute no se hace imprescindible el esfuerzo mental, puesto que estos
enigmas también admiten rehusar a posibles interpretaciones y permiten
limitarse a sentir o a liberar emociones ante su presencia, sin más.
Para estos enigmas preveo una presentación en dos fases: la primera
en blanco (las composiciones fotográficas en blanco y negro) y la segunda
en color. Ello obedece al simple deseo de ofrecer dos caras o dos
resoluciones distintas de cada obra; lógicamente la primera será
provisional en el caso de los relieves y esculturas exentas, ya que no será
la que probablemente acabe siendo definitiva, no así en el de las
fotografías puesto que pueden coexistir ambas versiones; no obstante, no
debe entenderse que esta primera fase sea desmerecedora, secundaria o
de menor relevancia que la posterior. Hay que tener en cuenta que una
obra está concluida cuando su autor así lo determina, y que todas ellas
podrían quedar perfectamente acabadas en blanco (las fotografías en
blanco y negro) tanto como policromadas. El empeño de mostrarlas de
dos formas posibles viene a añadir al panorama presentado más
ambigüedad y relativismo; es decir, más riqueza.
Cuéllar, Julio de 2006
Luis J. Ferreira Calvo
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