Conclusiones generales sobre la defensa animal en el mundo
1. CONCLUSIONES GENERALES SOBRE LA DEFENSA ANIMAL EN EL
MUNDO
En las últimas décadas del siglo XX, sobretodo desde la publicación en 1975 del libro Liberación
Animal de Peter Singer, se abre un debate en la filosofía moral de origen anglosajón sobre el
estatus moral y jurídico de los animales. La discusión gira en torno a si los animales no-humanos
deben o no estar incluidos en la comunidad moral. Pero las raíces del llamado “movimiento de
liberación animal”, o movimiento por los derechos de los animales, se extienden hasta finales del
siglo XVIII y principios del XIX, momento en que surge una cierta preocupación por dispensar a
éstos un trato más humanitario. Paladines de la Ilustración como Voltaire y Rousseau apoyan
tímidamente los argumentos en favor del vegetarianismo, aunque no llegan a practicarlo
personalmente.
Charles Darwin (1809 - 1882) publica en 1859 El origen de las especies, obra en la que presenta
por primera vez su controvertida teoría de la evolución, aunque en ella evita entrar en discusión
sobre si la teoría es aplicable a la especie humana. Darwin esperará a que gran parte de la
comunidad científica acepte su teoría para publicar, en 1871, El Origen del Hombre, donde
defiende la tesis de que la evolución del hombre arranca de un animal similar al mono, idea que
las autoridades religiosas consideran irreverente y blasfema. La principal conclusión de las
investigaciones de Darwin es que la diferencia entre las facultades mentales de los hombres y los
mamíferos superiores es de grado, y no de tipo, lo que supone un importantísimo cambio en la
visión que de sí mismo y de su puesto dentro del orden natural tiene el ser humano: éste deja de
ser la creación especial de Dios para convertirse en un mero animal. Sin embargo, esta nueva
forma de entender el origen del hombre encontrará una gran resistencia, y no redundará, a nivel
inmediato, en un cambio significativo en la forma general de relacionarnos con el resto de
animales.
A medida que avanza siglo XX, el movimiento vegetariano va alcanzando una notable envergadura.
Los conocimientos científicos permiten establecer sus bases dietéticas, lo que hace posible que la
dieta sin carne adquiera por fin el reconocimiento como alternativa saludable. El vegetarianismo,
sobretodo a partir de la segunda mitad de siglo, deja de ser una práctica marginal. Sin embargo, a
partir de la Segunda Guerra Mundial se inicia un proceso de creciente mecanización de la
ganadería, que hace aumentar de forma espectacular la producción -y el consumo- de carne, con
el fin de evitar en el futuro el problema de posibles privaciones, similares a las sufridas durante la
guerra. Este proceso se lleva a cabo sin apenas regulación del sector por parte de los gobiernos, y
en las granjas industriales se desarrollan los métodos más crueles de explotación animal conocidos
hasta el momento, siguiendo el criterio de conseguir la máxima producción al menor coste
posible. El número de animales maltratados y asesinados como consecuencia de esta actividad se
multiplica de forma espectacular, superando con creces el de individuos sometidos a cualquier
otra forma de explotación.
2. El movimiento de liberación animal, tal y como se entenderá a partir de entonces, consiste en el
propio cuestionamiento de la licitud de esa explotación, y no en la búsqueda de formas menos
crueles de utilizar a los animales. Esta lucha es en parte heredera del movimiento ecologista en sus
contenidos, así como del movimiento feminista en la forma de exponer sus razonamientos de
carácter igualitario.[1]
La confluencia de debates éticos, políticos y legales acerca del medio ambiente, y la discusión en
torno a si la ética medioambiental debe ser considerada una nueva doctrina, o simplemente la
continuación de teorías éticas ya existentes, se refleja en un marcado aumento de la conciencia
ecologista a nivel social, político, y académico. Durante la década de los 80, surgen en Europa
numerosos partidos que hacen de la defensa de la naturaleza su principal reivindicación (los
llamados partidos “verdes”). La emergencia de filósofos que denuncian la arbitraria exclusión de
los animales de la esfera moral proporciona fundamentos teóricos al activismo por los derechos de
los animales.
Tradicionalmente, se ha defendido la idea de que la frontera moral coincide exactamente con la
de la especie, de forma similar a como, en épocas pasada, se la hacía coincidir con la de la raza o el
sexo (sólo los humanos tienen derechos; sólo los blancos tienen derechos; sólo los varones tienen
derechos). Pero el conocimiento científico hoy disponible supone la refutación de la idea de una
diferencia esencial entre los seres humanos y el resto de los animales, en favor de una concepción
de la naturaleza como una gradación continua entre las diferentes formas de vida, de más simples
a más complejas. Ello no implica necesariamente la defensa de una igual consideración de todas
las formas de vida, sino de aquellas que satisfacen una condición necesaria: tener la capacidad de
sentir placer y/o dolor. Esto nos lleva a ampliar nuestro espectro de atención moral, situando la
línea divisoria, no en el raciocinio, sino en la sensibilidad:
-1977: se celebra, del 21 al 23 de septiembre, la Tercera reunión sobre los derechos del
animal, en la que la Liga Internacional de los Derechos del Animal adopta la Declaración Universal
de los Derechos del Animal, proclamada el 15 de octubre de 1978, y finalmente aprobada por la
UNESCO y por la Asamblea General de la ONU.
-1980: Ingrid Newkirk y Alex Pacheco fundan PETA (People for the Ethical Treatment of
Animals).
-1983: Tom Regan publica The Case for Animal Rights. Mientras Singer se preocupa
principalmente por mejorar el trato a los animales, aceptando que, por los menos a nivel
hipotético, algunos de ellos (humanos y no-humanos), en circunstancias concretas, podrían ser
utilizados para conseguir determinados fines, Regan cree que debemos aplicar a todos el principio
kantiano según el cual se debe considerar al otro siempre como un fin en sí, y nunca como un
medio. (Cabe remarcar que Kant no creía que los seres humanos tuviésemos ningún tipo de
obligación moral respecto a los animales, puesto que éstos no eran sujetos de la llamada “ley
moral”; consideraba, sin embargo, que es bueno sentir compasión hacia ellos, pero principalmente
porque la crueldad hacia los humanos nos haría proclives a la crueldad con otros seres humanos, y
no porque dañar a un animal esté mal en sí).
3. El movimiento por los derechos de los animales, según Regan, debería ser considerado una parte
del movimiento por los derechos humanos. Según él, los animales no-humanos tienen un valor
intrínseco, puesto que tienen sentimientos, deseos, preferencias, recuerdos, expectativas, etc. A
todos los individuos que reúnen estas características los denomina “sujetos de una vida”, porque a
todos ellos les importa lo que les suceda.
Así, Regan afirma que los animales no-humanos, en tanto que “sujetos de una vida”, son
poseedores de derechos como lo son los seres humanos. Esto significa que los animales tienen un
valor inherente como individuos, y no pueden ser considerados meros recursos a disposición de
los seres humanos (teoría del “deber directo” hacia los animales). Regan no hace extensible su
teoría a todos los animales, sino sólo a aquellos que pueden ser considerados “sujetos de una
vida”, entre los que incluye a todos los mamíferos con capacidades normales y de al menos un año
de vida.
A pesar de sus diferencias a nivel teórico, tanto Singer como Regan coinciden en lo que se debe
hacer en la práctica: por ejemplo, los dos están de acuerdo en que se debe adoptar una dieta
vegetariana y se debe, asimismo, abolir la práctica totalidad de las diferentes formas de
experimentación animal que se dan en la actualidad.
-1995: el profesor de Derecho norteamericano Gary L. Francione publica Animals, Property
and the Law, partiendo de la siguiente premisa: mientras los animales no-humanos sigan siendo
considerados propiedad de los humanos, todo derecho que se les conceda seguirá estando
minado por ese estatus de propiedad. Pone así de manifiesto que pedir que los intereses de
“nuestra propiedad” sean considerados de forma igualitaria, es decir, como nuestros propios
intereses, es una idea absurda. Sin el derecho básico a no ser tratados como propiedad humana,
los animales no-humanos no tienen en realidad ningún derecho. Para Francione, la sensibilidad
(facultad de sentir) es el único determinante válido del estatus moral de un individuo, a diferencia
de Regan, quien distingue niveles cualitativos en función de las experiencias subjetivas de los
individuos “sujetos de una vida”.
Para Francione, en EE.UU. no existe un movimiento por los derechos de los animales propiamente
dicho; se trata tan sólo de un movimiento pro-bienestar animal. En línea con sus posiciones
filosóficas y su trabajo a favor de la creación de una legislación que defienda verdaderamente los
derechos de los animales, Francione subraya la idea de que cualquier esfuerzo que no esté
destinado a abolir el estatus de propiedad de los animales estará mal encaminado, y dará como
inevitable resultado la institucionalización de la explotación animal. Una sociedad que considera a
perros y gatos partes integrantes de la familia mientras, al mismo tiempo, mata vacas, pollos,
cerdos, etc. para convertirlos en comida hace gala, según Francione, de una preocupante
“esquizofrenia moral”.