EL TRABAJO EN EQUIPO Y LA CONCILIACIÓN EN LA ESCUELA, HACIA UNA CULTURA Y CONVIVENCIA DEMOCRÁTICA
1. EL TRABAJO EN EQUIPO Y LA CONCILIACIÒN EN LA ESCUELA, HACIA UNA
CULTURA Y CONVIVENCIA DEMOCRATICA
Universidad Cooperativa de Colombia
Maestría en Educación
Módulo de Educación para la convivencia
Quevedo Trujillo, Liz Vanesa1
Paredes Balbín, Nancy2
Bogotá, junio de 2013
RESUMEN: Este artículo resalta la importancia de propiciar el trabajo en equipo y la
utilización de la conciliación, desde la escuela, como medios para la resolución de
conflictos y avanzar a una cultura ciudadana democrática, comprendiendo que la
escuela es un sistema social en el cual se presentan relaciones interpersonales
dinámicas, siendo por tanto un espacio esencial para aprender el ejercicio de la sana
convivencia.
PALABRAS CLAVE: Escuela, convivencia, conciliación, trabajo en equipo, conflicto.
Las investigaciones actuales sobre la naturaleza humana, la emotividad y el cerebro
apoyan la idea de que los sentimientos y emociones inciden en la toma de decisiones
y en el actuar; como lo plantea Velandia (2011e), “Al considerar que somos seres
emocionales que piensan y actúan o que actúan y luego piensan, se está afirmando
que nuestras emociones determinan nuestras razones y prácticas”. Por tanto, se
considera fundamental en la formación integral del individuo, que se aprenda la
importancia del reconocimiento del otro y se desarrollen en ese sentido
competencias socioemocionales que permitan reflexionar ante el conflicto, en
relación consigo mismo y los demás, y en esa medida afrontarlo adecuadamente.
Según Velandia (2013c), estas competencias se logran mediante estrategias de
enseñanza y aprendizaje, conscientes, que optimizan los procesos que el ser lleva a
cabo para la realización de actividades en este sentido, es claro que la escuela debe
apoyar el desarrollo de dichas competencias, favorecidas desde el trabajo en equipo,
1
Docente del área de Tecnología e informática, Ingeniera de Sistemas (UN), Especialista en Docencia
Universitaria (UCC), candidata a Maestra en educación (UCC). E-mail:lizvanesaquevedo@yahoo.com.
2
Docente de Educación Básica, Psicóloga (UnIinca), Especialista en Docencia Universitaria (UCC),
candidata a Maestra en educación (UCC).E-mail:nparedes09@hotmail.com.
2. como oportunidad para la práctica de valores y habilidades asociadas, que según
Betancourt y Velandia (2012) son de tipo intrapersonal, interpersonal y social, así
como de la utilización de diversos mecanismos de solución de conflictos como la
conciliación, “a través del cual, dos o más personas gestionan por sí mismas la
solución de sus diferencias, con la ayuda de un tercero neutral y calificado,
denominado conciliador” (Velandia, 2011d). Lo anterior, teniendo en cuenta que en
“la escuela como el agente de socialización moral más relevante, y como el espacio
para resaltar el papel de la educación en la profundización de la democracia... se
aprende el respeto por las reglas, pues opera como una pequeña sociedad” (Delgado,
Lara, 2008).
Por otro lado, considerando, según Velandia (2013b), que en el transcurso de la vida
se experimentan cambios frente a los valores ideales y su importancia, partiendo de
valores como justicia, paz, solidaridad, armonía, fraternidad, que surgen en la
infancia en la cultura matrística llegando luego en la edad adulta a negar estos, en
una cultura patriarcal y opuesta, fundada en la competencia, en la apariencia, en la
negación del otro, se evidencia, por tanto la necesidad de aprender en la vida
escolar a conciliar estos valores y necesidades personales, en torno a una cultura
democrática neomatristica que se expande a las relaciones humanas, a las
emociones, a las acciones y a las reflexiones, creando espacios de cooperación,
acuerdo, reflexión, reconocimiento y comprensión, reemplazando la autoridad, la
hegemonía, el control y la obediencia y que puede solucionar los conflictos a través
de la conversación, la conspiración en un proyecto común (Velandia,2013b).
Es claro entonces, como lo afirma Velandia (2011e), que “toda persona no es un ser
terminado, sino uno en permanente desarrollo” y comprender como afirma
Fernández (2001) que:
“La escuela tiene que educar para la vida, esto supone facilitar a los alumnos
los instrumentos necesarios para que éstos sean capaces de tener una buena
autoestima, de tomar decisiones responsables, de relacionarse adecuadamente
con los demás, de resolver los conflictos de forma positiva y más adecuada”. (p.
111)
En este sentido, Delgado y Lara (2008) comparten que las experiencias de
participación activa por parte de los estudiantes promueven el desarrollo moral, el
tratamiento de los conflictos y la convivencia en la escuela, y en la medida en que la
escuela se convierta en un espacio de cooperación, donde se aprenda el valor que
3. encierran la autonomía, la solidaridad y el cuidado por los otros, será posible que
emerjan sentimientos altruistas y de responsabilidad social; así, para estos autores es
necesario en la cotidianidad escolar, implementar modelos de prevención de la
violencia, enfoques de conciliación y mediación escolar.
Por el contrario, para Camargo (1997) esto no es sencillo, ya que para ella “lo que
parece revelarse en la institución educativa es la ausencia de espacios y mecanismos
formativos y creativos de canalización de la rabia, el desespero, la inconformidad, la
frustración y el conflicto”, porque además “no se reconoce la existencia de la
violencia, no se hace consciente, no es un tema importante de reflexión y se niega su
existencia”. A su vez, para Velandia (2013c) las instituciones educativas no forman
en las Competencias Sociales, y no profundizan en las motivaciones, los valores y la
capacidad de relación que los diferentes miembros de la comunidad deben poseer
para aprender a convivir en un contexto social determinado.
En este sentido, para Delgado y Lara (2008) se debe comprender que:
“la escuela es un lugar de encuentros y desencuentros, donde no se niega el
conflicto, sino que, por el contrario, tiene la capacidad de acoger la diferencia,
reconocer la conflictividad del ser humano, y generar propuestas emancipadoras
que se enmarcan en una concepción positiva del conflicto”.
Y en concordancia, Delgado y Lara (2008) plantean que “para hacer de la
democracia escolar una realidad, es necesario, concebir la escuela como un espacio
político para la formación ciudadana”, además dichos autores señalan, que el
instaurar en la escuela una cultura de paz y de justicia con enfoques democráticos
permite configurar el aprendizaje cooperativo, en una dinámica del aprender
haciendo democráticamente, como es el caso de los centros de conciliación y/o
mediación escolar, los cuales no se limitan a aplicar procedimentalmente la
resolución de los conflictos, sino que constituyen espacios de formación, en que los
estudiantes pueden potenciar y ejercer sus habilidades para la escucha, la
argumentación, el análisis, la resolución de problemas y el fortalecimiento de
vínculos.
Lo anterior representa un punto fundamental en la formación de competencias
socioemociales mediante el trabajo en equipo y la conciliación, aunque para
Camargo (1997), la escuela no encuentra en el diálogo, la argumentación, el acuerdo
y la conciliación, mecanismos para resolver las diferencias de opinión, las
contravenciones y el incumplimiento a sus obligaciones explícitas e implícitas, lo
4. cual, desde su punto de vista, porque tampoco está suficientemente documentada la
violencia intraescolar, afirma además dicha autora que en la escuela “se afectan de
manera negativa los proyectos de vida, las relaciones interpersonales, las visiones de
sociedad y sus posibilidades de construcción y, por ende, las maneras de vivir en los
ámbitos público y privado”.
Sin embargo, estas situaciones o conflictos, constituyen una oportunidad de
aprendizaje; de acuerdo con Velandia (2011d), “el conflicto se considera como un
instrumento esencial para la transformación de las estructuras educativas, que es, en
definitiva, a lo que aspira la teoría crítica de la educación”, lo cual es positivo si se
aprende a enfrentar el conflicto, conciliando y construyendo una convivencia pacífica
y un cambio cultural; y aunque para (Camargo,1997), en la escuela prevalecen
“conductas, relaciones y comportamientos de agresión dirigidos a lastimar o dañar al
otro, desde algún punto de vista —físico, psicológico, moral— así como situaciones
donde se expresa intolerancia, discriminación, desconocimiento del otro” es posible
desde el principio del juego tríadico que se plantea en la Cibernética social,
aprender a enfrentar dichos conflictos transformándolos en acuerdos justos,
comprendiendo que siempre en todo grupo o estructura social algunos tomarán una
posición ya sea como oficiales, anti-oficiales u oscilantes (Velandia,2011d).
Comprender las posiciones del juego tríadico es crucial en el trabajo en equipo y la
conciliación, además porque
“de uno u otro modo, nuestra conducta se ve condicionada y modelada por el
entorno grupal. Así una persona puede actuar en forma más libre y creativa en
un grupo que en otro; puede potenciarse en sus facetas agresivas y competitivas
en determinados contextos y replegarlas drásticamente en otros”. (Barreiro
2000, p. 74)
Por tanto, es importante comprender que nuestras emociones obedecen según
Velandia (2013a) al amor y la aceptación en reconocimiento del otro; a lo contrario,
el rechazo o descuerdo, donde el interés es comprender las razones del otro para
poder debatir y destruir sus argumentos, siendo así un potencial para llegar a la
comprensión y reconocimiento del otro y de esta forma poder conciliar; pero también
la emoción obedecer a una tercera pero peligrosa posición que corresponde a la
indiferencia, cuando el otro simplemente no existe para nosotros, siendo así
contraria a la responsabilidad social.
5. Por lo anterior, es importante también renovar el concepto de conciliador en la
resolución de conflictos, no como una persona neutral, lo cual se podría asociar a
“indiferente” sino como una persona oscilante, desde el principio tríadico, que esté
dispuesta y sea capaz de reconocer a las partes y comprender sus posturas para así
poder guiar un consenso; porque de acuerdo con Barreiro (2000) “Es importante
aclarar que entender las motivaciones o la causalidad de la conducta no implica
justificar, ni consentir ni tolerar. Sólo entender, para ver hasta qué punto puede
revertirse o prevenirse estas situaciones” (p. 63). Lo anterior es fundamental para el
trabajo en equipo y lograr la conciliación, sin embargo para aplicar eficazmente este
mecanismo es Importante comprender también sus efectos y etapas, las cuales se
especifican por Velandia (2011d) en su escrito Estrategias para resolver conflictos.
Para terminar, el proceso de aprender el trabajo en equipo, mediar, conciliar y en
general desarrollar competencias socioemocionales para la vida requiere a su vez de
los componentes: “Aprender a Conocer ” que implica adquirir los conocimientos de
los instrumentos de la comprensión como también el placer de comprender, de
conocer, de descubrir, estimular el sentido crítico que permita descifrar la realidad y
poder enjuiciarla; “Aprender a Hacer” o es estar en capacidad de transformar el
entorno y abordar las situaciones que se presentan; “Aprender a Ser” o posibilitar
que emerja la propia personalidad y obrar con plena autonomía, juicio y
responsabilidad personal y “Aprender a vivir juntos” con los demás, al desarrollar la
comprensión del otro y la percepción de las formas de interdependencia, observando
los valores de pluralismo, comprensión mutua y paz (Velandia, 2013c).
6. REFERENCIAS
Barreiro, T. (2000). Conflictos en el aula. Buenos Aires, Argentina, ediciones
novedades educativas.
Betancourt, S., Velandia, M. (2012). Competencias socioemocionales. España:
Universidad Cooperativa de Colombia. Recuperado el 5 de junio de 2013, de
http://es.scribd.com/doc/143717866/
Camargo, M. (1997). Violencia escolar y violencia social. Revista Colombiana de
Educación. v.34 fasc. p.5 – 24. http://www.acosomoral.org/pdf/rce34_03ensa.pdf
Delgado, R., Lara, M.(2008). De la mediación del conflicto escolar a la construcción
de comunidades justas. Universitas Psychologica. v.7 n.3. Recuperado el 5 de junio
de 2013, de http://www.scielo.unal.edu.co/scielo.php?script=sci_arttext&pid=
S1657-92672008000300006&lng=es&nrm=
Fernández, I. (2001). Prevención de la violencia y Resolución de conflictos; el clima
escolar como factor de la calidad. Madrid, ediciones Narcea.
Velandia, M. (2013). Amor, rechazo e indiferencia: emociones básicas para construir
la convivencia. España. Recuperado el 5 de junio de 2013, de
http://es.scribd.com/doc/59276213
Velandia, M. (2013). Cultura red de conversaciones. España: Universidad Cooperativa
de Colombia. Recuperado el 6 de junio de 2013, de http://es.scribd.com/
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Velandia, M. (2013). De qué hablamos cuando lo hacemos sobre aprender a convivir.
España. Recuperado el 5 de junio de 2013, de http://www.acosomoral.org/pdf/
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Velandia, M. (2011). Estrategias para resolver conflictos. España: Universidad
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Velandia, M. (2011). Sujetos de acción de la educación para la convivencia. España:
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http://es.scribd.com/doc/143627943/