Compromisos de las Instituciones Educativas en los procesos del posconflicto ...
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1. Reconciliación luego de conflictos violentos:
un marco teórico
(extractos del documento)
CARLOS MARTÍN BERISTAIN1
Reconciliación y democracia
Un debate actual
El presente artículo resume algunos aspectos básicos desarrollados en el libro
Reconciliation After Violent Conflict: A Handbook (2003), publicado por Internacional
IDEA, cuyo objetivo es ofrecer un conjunto de conocimientos, experiencias y
herramientas que ayuden en el diseño e implementación de procesos de reconciliación
para afrontar el legado de la violencia.
En los últimos años ha habido un interés creciente en la reconciliación posterior a
conflictos violentos en diferentes partes del mundo. La mayor parte de las veces el
contenido de este concepto se refiere a cuestiones genéricas como la posibilidad de
rescatar la convivencia entre grupos enfrentados, reconstruir el tejido social y
organizativo fracturado, y el establecimiento de un nuevo consenso social después de
enfrentamientos armados o de regímenes basados en la represión política. Todas esas
situaciones han sido frecuentes en América Latina en las pasadas dos décadas.
……..
Se plantea, por lo tanto, que la reconciliación, como recuperación de relaciones sociales
fracturadas, necesita abordar la justicia económica y la participación en el poder
político, dado que ambos aspectos están relacionados entre sí. La búsqueda de
soluciones políticas a los conflictos no debe contemplar únicamente la dimensión
armada o los efectos de la propia violencia o represión, pues en la base de los mismos
existe un fuerte componente de marginación política y de conflictividad social asociadas
a condiciones de pobreza y exclusión en amplias capas de la población.
Esta perspectiva destaca que la reconciliación refuerza la democracia al fomentar una
recuperación de las relaciones fundamentales necesarias para la implementación de los
cambios.
……………………….
Por otra parte, el concepto de reconciliación tiene sus detractores por no contemplar las
relaciones de poder y por ser demasiado ingenuo y unívoco para definir un proceso tan
complejo y lleno de contradicciones. Este libro, por su parte, se centra en la noción de
reconciliación como proceso global e inclusivo, que comprende instrumentos
fundamentales como la justicia, la verdad y la reparación, entre otros, a través de los
cuales una sociedad pasa de un conflicto violento a un futuro compartido.
Se afirma que una efectiva reconciliación es la mejor garantía de que la violencia del
pasado no volverá.
1
Médico, especialista en educación para la salud y doctor en psicología. Ha orientado su profesión a la
atención a víctimas de tortura y violaciones de derechos humanos en países como Guatemala, El
Salvador, Colombia, México, Brasil, Perú o Ecuador entre otros.
Ha sido asesor de varias Comisiones de la Verdad (Paraguay, Ecuador, Perú, Guatemala) y perito para la
evaluación psicosocial y médica de varios casos ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos.
Profesor del Máster Universitario Europeo en Ayuda Humanitaria Internacional
2. Algunas características de estos procesos
La reconciliación de una sociedad enfrentada, con graves fracturas sociales o políticas,
no excluye el conflicto y a lo largo de sus etapas existe siempre el riesgo de un
retroceso. Los procesos de reconciliación resultan más complejos en aquellas
sociedades fracturadas en grupos sociales o étnicos que se han enfrentado
violentamente, o cuando es preciso superar divisiones comunitarias históricas,
ampliadas como consecuencia de la militarización; tal es el caso de la ex Yugoslavia,
Ruanda o Guatemala. En situaciones así, la reconciliación debería entenderse como la
posibilidad de convivir con los que fueron considerados como “enemigos”; de coexistir
y lograr algún grado de cooperación necesaria para compartir la sociedad juntos.
Características de los Procesos de Reconciliación
• Es un proceso largo que necesita tiempo, lejos de la visión a corto plazo que con tanta
frecuencia caracteriza a las agendas de negociación política, o a los ritmos que la
presión internacional impone en muchos conflictos.
• Es un proceso amplio en el que debe implicarse todo el mundo, no sólo aquellas
personas que sufrieron directamente o que perpetraron los actos violentos. Las actitudes
y creencias que subyacen en un conflicto violento se extienden a toda la comunidad y el
proceso de reconciliación debe contemplar esa dimensión.
• Es un proceso profundo, ya que implica un cambio en actitudes, expectativas,
emociones e inclusive en creencias sociales; son retos difíciles y dolorosos que
necesitan acciones convergentes y sostenidas en el tiempo. En este sentido, en muchos
procesos de paz, los sectores armados o dirigentes políticos enfrentados han llevado a
cabo procesos de diálogo y negociación para llegar a acuerdos sobre espacios de
participación política.
• No hay recetas únicas para lograr el éxito dada la especificidad de cada situación…
En los procesos de reconciliación se deben usar enfoques complementarios. Por lo
general, las autoridades establecen enfoques de arriba-a-abajo, que plantean acciones
orientadas a la búsqueda de acuerdos de paz o transición. Pero las autoridades no
pueden perdonar en nombre de las víctimas, ni imponer etapas individuales o colectivas
para la reconciliación; lo que sí pueden, es ayudar a mejorar las condiciones políticas y
sociales, creando un clima que anime los pasos privados hacia esos procesos, como en
el caso de Nelson Mandela en Sudáfrica. Existen experiencias basadas en enfoques de
abajo-a-arriba, que estimulan la participación y la reconstrucción de las relaciones
interpersonales o grupales en el ámbito comunitario. Estas iniciativas locales y de base
son claves a mediano plazo, pero necesitan un contexto facilitador: el enfoque de
arriba-a-bajo, al priorizar las acciones a nivel nacional, constituye ese contexto.
Ambos enfoques son esenciales para llevar a cabo una acción congruente y con
posibilidades de éxito.
Por último, se debe señalar que la reconstrucción de relaciones sociales polarizadas y
fracturadas también demanda la desmilitarización del conflicto que incluye un
cuestionamiento de las actitudes, prejuicios y estereotipos negativos del enemigo. Esto
es aún más importante por cuanto el concepto de enemigo no sólo tiene que ver con
quienes dirigen la guerra y la política, sino que a menudo se extiende a comunidades
enteras (palestinos contra israelíes, o protestantes contra católicos) o a quienes apoyan
un gobierno (sandinistas o talibanes) como generalización de la población.
……..
3. Verdad, justicia y reconciliación
La búsqueda de la verdad respecto a los hechos acaecidos en el pasado es un paso
fundamental en el proceso de reconciliación. En diversos contextos postconflicto las
personas hablan de verdad y reconciliación, y con frecuencia se establecen comisiones
exactamente con ese nombre. El establecimiento de la verdad le permite a las víctimas
contar su historia, muchas veces negada por la historia oficial. La empatía no es posible
si los perpetradores no aceptan escuchar a las víctimas o si los grupos enfrentados no
reconocen el dolor del otro. Sin embargo, la verdad por sí misma no trae la
reconciliación; es sólo un ingrediente de la misma.
La justicia es también un requerimiento vital para que los perpetradores rindan cuentas
de sus actos, se curen las heridas y se puedan restablecer las relaciones de equidad y
respeto. Pero tampoco la justicia por sí sola conduce al éxito a los procesos de
reconstrucción postconflicto. En muchas ocasiones, las víctimas que han sufrido graves
daños ven con suspicacia los procesos de reconciliación pues los perciben como excusas
para ignorar sus sufrimientos o pasar rápidamente por encima de ellos. En muchas
ocasiones su percepción es correcta por cuanto se apresura la reconciliación al ser vista
sólo como una meta olvidando que se trata también de un proceso; en él, verdad y
justicia forman parte por igual de un trabajo a largo plazo para ayudar a crear
oportunidades objetivas que permitan llegar a ver el pasado en términos de una
responsabilidad y un sufrimiento colectivos, y el futuro como una tarea compartida.
Del mismo modo, los procesos de reconstrucción postconflicto no podrían ser
sostenibles si las injusticias estructurales –políticas, legales y económicas– se
mantienen. En este sentido un proceso de reconciliación debe ser afirmado por la
distribución del poder, el cumplimiento de los compromisos políticos y un clima
favorable a la protección de los derechos humanos y de la justicia económica.
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La situación de víctimas y sobrevivientes
Se suele afirmar que las víctimas están en el centro del proceso de reconciliación. Pero,
¿quiénes son y qué significa esto para ellas? Con demasiada frecuencia se tiende a poner
sobre los hombros de las víctimas esos procesos, sin que se produzcan las acciones
necesarias por parte de los perpetradores, como reconocimiento de los hechos,
sometimiento a la justicia, aceptación de su responsabilidad, compromiso de prevención
y acciones de reparación.
Los múltiples rostros de las víctimas
A pesar de que haya colectivos enteros que frecuentemente son victimizados, las
víctimas difieren considerablemente en sus necesidades y competencias; no son un
conglomerado homogéneo aunque hayan sufrido experiencias similares en muchos
casos.
Una persona es víctima cuando, como resultado de acciones u omisiones que
constituyen violaciones de derechos humanos o normas del derecho humanitario, sufre
daño físico o mental, sufrimiento emocional, pérdidas económicas o imposibilidad de
ejercer sus derechos fundamentales como persona. (Declaración de Derecho a la
Restitución para las Víctimas de Violaciones Graves de Derechos Humanos. Comisión
de Derechos Humanos de Naciones Unidas, 1999).
…….
Puede considerarse que existen varios tipos de víctimas. Las víctimas directas son las
que han sufrido directamente la violencia, y las indirectas, aquellas que por sus lazos
familiares o sociales sufren también las consecuencias de la misma. Hay que tener en
cuenta que en muchos casos, como en las desapariciones forzadas, las consecuencias de
4. las violaciones masivas de derechos humanos llegan a la segunda generación, de ahí que
se hable de víctimas de primera o de segunda generación. En esta transmisión influyen
tanto el mantenimiento de las situaciones de amenaza o discriminación, como la
vivencia del impacto traumático en el medio familiar y los patrones de comunicación –
especialmente el silencio– o los mecanismos de transmisión de memorias focalizadas en
el daño.
Es importante tener en cuenta los derechos de las víctimas, pero deben evitarse los
procesos de victimización secundaria; es decir, la adquisición de una identidad de
víctima como estigma, que se convierte en el centro de las creencias, sentimientos,
conductas e interacciones sociales.
…El estigma social persigue con frecuencia a las personas que fueron desplazadas o a
las mujeres que sufrieron violación sexual, por poner dos ejemplos frecuentes. Esos
estigmas limitan las posibilidades de apoyo y transmiten una imagen deteriorada de sí
mismas a las víctimas. Esto no es una consecuencia sólo del hecho traumático, sino que
influyen en ello las reacciones individuales y especialmente, los procesos de influencia
de familiares o grupos de referencia y las expectativas sociales. Por eso algunas
prefieren considerarse como sobrevivientes, haciendo énfasis en su capacidad de
resistencia y recuperación. Hay que tener en cuenta estas consideraciones para evitar los
efectos no deseados de ciertas intervenciones orientadas a las víctimas.
Los conflictos violentos causan inmenso sufrimiento a todas las personas, pero sin duda
tienen un impacto diferente en los diversos grupos de población.
Las víctimas prefieren considerarse
Identidad y participación de las víctimas
Para la implementación de programas de atención o reparación, la identificación de las
víctimas es un aspecto importante pero también problemático. Las instancias oficiales
definen quiénes son víctimas reconocidas, y debido a sus criterios restrictivos de tipo
político, de tiempo o económico, excluyen a veces a otras muchas cuyo dolor no está
dentro de los términos de referencia.
En otros casos, la accesibilidad a las víctimas o la visibilidad de ciertos hechos
traumáticos puede hacer que unas tengan más atención que otras. Por ejemplo, los
desplazados internos tienden a ser invisibilizados y reciben menos apoyo que las
poblaciones refugiadas que pueden acceder a los sistemas de protección internacional.
Tanto la Declaración del Derecho a la Indemnización de las Víctimas de Violaciones
Graves de Derechos Humanos, preparada por la Comisión de Derechos Humanos de la
ONU en 1999, como los estatutos de los Tribunales ad hoc para Yugoslavia y Ruanda, y
los de la Corte Penal Internacional, contienen definiciones formales sobre las víctimas.
Si bien pueden existir criterios legales, la interpretación de los mismos está sujeta
habitualmente al criterio de los jueces o de mecanismos específicos como comisiones de
la verdad o de resarcimiento.
……
Por último, hay que señalar que la participación social de las víctimas es vital. Los
movimientos de víctimas cumplen un papel fundamental, ya que actúan como grupos de
presión, ayudan a mantener la memoria viva, informan a la opinión pública, ofrecen
apoyo legal y contribuyen a restaurar la dignidad y la confianza personal. Sin embargo,
también pueden convertirse en grupos cerrados cuando ejercen un liderazgo rígido, se
focalizan en el daño de forma permanente o se muestran demasiado renuentes a aceptar
una visión de futuro. Es importante que los afectados pasen de víctimas a sobrevivientes
para llegar finalmente a percibirse como ciudadanos normales de pleno derecho.
….
5. Los perpetradores
En los conflictos violentos se encuentra una amplia variedad de perpetradores. En
principio, un proceso de reconstrucción postconflicto debería incluir a todos ellos para
establecer la gravedad de sus violaciones y la diversidad de sus culpas. Se estima que
conocer y entender el porqué y el cómo los perpetradores cometieron actos atroces, no
es lo mismo que exculparlos o tratar de legitimar su acción, pero es una precondición de
toda política de reconciliación.
Los perpetradores pueden ser clasificados según varios criterios. Los que pueden ser
culpados por actos criminales específicos, con base en las leyes nacionales e
internacionales, ya sea por su acción directa o su autoría intelectual, son los
perpetradores primarios. Los indirectos, que en este libro que se resume se denominan
ofensores, son aquellos cuya culpa es de naturaleza política o moral; cometieron
agravio por una acción involuntaria dañina o por las ventajas de las que gozaron como
resultado de los delitos de otros; por su inacción, los espectadores se convierten en
cómplices al ser testigos de violaciones. En algunos casos, los espectadores pertenecen a
la comunidad internacional. Las personas beneficiarias indirectas que se refugian en el
silencio, no matan o abusan directamente pero sacan provecho de la situación porque
han mejorado sus condiciones económicas, de educación, estatus o poder político.
Frecuentemente esos beneficios se extienden hacia el presente y el futuro,
contribuyendo a la marginación de las víctimas.
Por otra parte, puede haber mucha gente que haya permanecido como espectadora
impasible de la violencia, paralizada por el miedo o indiferente frente a lo que pasaba,
que se defiende en la falsa ignorancia o la justificación con expresiones tan frecuentes
como “algo habrán hecho”. Esta suerte de complicidad colectiva constituye
frecuentemente un contexto facilitador sin el cual difícilmente se pueden llevar a cabo
las atrocidades.
….
La búsqueda de la justicia
La búsqueda de la justicia es un anhelo universal; su papel en los procesos de
reconciliación es múltiple y puede valorarse desde diferentes perspectivas: la
retributiva, basada en el proceso legal; la restaurativa, basada en la mediación; la
histórica, basada en las comisiones de la verdad; y la compensatoria, basada en la
reparación.
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La justicia retributiva: Beneficios y riesgos
Beneficios de la justicia penal en el proceso de reconciliación
• Reducir el riesgo de venganzas personales, como los ajusticiamientos y los procesos
sumarios.
• Proteger a la sociedad de la posible vuelta al poder de los perpetradores, creando la
confianza de que el pasado no se repetirá.
• Satisfacer una obligación para con las víctimas, dado que restaura la autoconfianza,
indica quién tenía razón, señala lo que está bien y mal con una sanción, y ayuda a la
dignificación de las víctimas.
• Individualizar la culpa. Esto es crucial para evitar la peligrosa percepción de que la
responsabilidad en las atrocidades es de toda una comunidad.
• Fortalecer la legitimidad y el proceso de democratización. La justicia se constituye en
un ritual ético y de renacimiento político que consolida el valor de la democracia. La
impunidad produce descrédito de la democracia, como ha sucedido en muchos países de
América Latina en los procesos de transición.
6. • Romper el círculo de la impunidad, como una forma de prevención de nuevos abusos
contra los derechos humanos.
• La justicia puede hacer también que muchos responsables de la violencia contra la
gente salden cuentas con su pasado. La posibilidad de dar sus testimonios bajo
condiciones de seguridad y confianza, de reconocer la dignidad de las víctimas y
participar en actividades de reparación social a los sobrevivientes, así como someterse a
la sanción social, son elementos clave para la reestructuración ética y la reintegración
social de los victimarios.
………………..
c) Justicia restaurativa
La insatisfacción creciente con el manejo puramente punitivo de los crímenes ha
propiciado la búsqueda de mecanismos complementarios o alternativos a la retribución.
La inspiración ha provenido de las prácticas de mediación presentes en las instituciones
de la justicia indígena en Nueva Zelanda, Canadá, África, Australia y América Latina,
dando origen al modelo de justicia restaurativa.
La justicia restaurativa aborda las violaciones de manera distinta: trabaja con la
participación total de las víctimas y las comunidades involucradas, discutiendo los
hechos, identificando las causas de los delitos y definiendo las sanciones. Prestan gran
importancia al arrepentimiento, aceptación de la responsabilidad así como la reparación
por parte de los ofensores. El objetivo fundamental es restaurar en el mayor grado
posible, las relaciones tanto entre las víctimas y los perpetradores –en el caso de que sea
posible–, como dentro de la comunidad a la que pertenecen. Esta última es una meta
más comprensiva pero también más ambiciosa y hay que valorar su grado de realismo.
Entre los elementos que caracterizan a los mecanismos de justicia restaurativa se
destaca el hecho de que involucran a toda la comunidad y su énfasis principal está en la
reconciliación y restauración de la armonía social. Estos mecanismos se utilizan en
muchas comunidades indígenas o con un fuerte componente de cultura tradicional,
como parte de los mecanismos habituales de resolución de conflictos y son gestionadas
con mediadores tradicionales pertenecientes a la comunidad, nombrados sobre la base
del estatus o el linaje; se manejan con reglas flexibles, el proceso es voluntario y las
decisiones se basan en acuerdos. Por último, se enfatizan las penalidades restaurativas;
el cumplimiento de las decisiones se asegura mediante la presión social y las decisiones
son confirmadas a través de rituales cuyo objetivo es la reintegración.
Comisiones de la Verdad
El establecimiento de la verdad es otro de los elementos indispensables para avanzar en
los procesos de reconciliación. Las comisiones de la verdad son uno de los mecanismos
más utilizados para conseguir ese objetivo. En las últimas tres décadas se han puesto en
marcha comisiones de este tipo en más de 25 países, aunque con diferentes nombres y
mandatos. En América Latina todas las experiencias que se incluyen en este libro han
tenido una comisión de la verdad.
Las comisiones de la verdad no son cuerpos judiciales ni deben considerarse como
sustitutos de los juicios penales. Son entidades temporales que investigan patrones de
abusos y violaciones de derechos humanos y normas humanitarias cometidos en un
periodo de tiempo. Están oficialmente facultadas por el Estado y en algunos casos por la
oposición o por un acuerdo de paz respaldado por las Naciones Unidas. Por su
independencia, constituyen valiosos instrumentos que pueden facilitar o impulsar
procesos de reconciliación social o política. No obstante, en ocasiones pueden resultar
poco útiles y generar nuevas frustraciones al fomentar expectativas poco realistas acerca
de sus resultados.