Louis Jean François Lagrenée. Erotismo y sensualidad. El erotismo en la Hist...
Cuadro epocas
1. Antofagasta International School
Depto. Lengua Castellana y Comunicación
Enseñanza Media 2012
GUÍA # 1 CUADRO SINÓPTICO DE CONTEXTOS LITERARIOS HISTÓRICOS
NOMBRE:_____________________________________________ CURSO: IV MEDIO
ÉPOCA ANTIGÜEDAD EDAD MEDIA RENACIMIENTO
S. VIII a.C. –S. V d.C S. V-XV S. XVI
IDEAS POLITEÍSMO TEOCENTRISMO ANTROPOCENTRISMO
CLAVES ANTROPOCENTRISMO FEUDALISMO VIDA TERRENA
PREDOMINIO DE LA (SEÑOR –SIERVO) /SOBRENATURAL.
RAZÓN, MESURA Y VIDA AUSTERA IDEALISMO PLATÓNICO
EQUILIBRIIO. DOMINIO DEL HOMBRE
NORMAS Y LEYES SOBRE LA NATURALEZA.
ESTÉTICAS ARTE NORMATIVO.
(RETÓRICA). MIRADA A LA ANTIGÜEDAD
CLÁSICA.
HUMANISMO
AFÁN DE CONOCIMIENTO.
AUTOR • HOMERO • ANÓNIMO • TOMÁS MORO
• VIRGILIO • JUAN RUIZ • JUAN BOSCÁN
• SÓFOCLES • ALFONSO X, EL • DANTE ALIGHIERI
• EURÍPIDES SABIO • GIOVANNI BOCACCIO
• ESQUILO • MARQUÉS DE • GEOFREY CHAUCER
• ARISTÓFANES SANTILLANA. • GARCILASO DE LA VEGA
• JORGE MANRIQUE • FRAY LUIS DE LÉÓN
• GONZALO • SANTA TERESA DE JESÚS
BERCEO • SAN JUAN DE LA CRUZ
• JUAN MANUEL
• FERNANDO DE
ROJAS
1
2. EJEMPLOS:
A. La Eneida comienza con la azarosa salida de Eneas de Troya. La primera vicisitud a la que
tiene que hacer frente es a una tormenta que los lleva sin rumbo por el mar. Eolo por
orden de Juno, la gran enemiga de Eneas, desata los vientos que salen de su cueva.
Se recuerda a los más famosos héroes como Diomedes y Aquiles de entre los griegos.
También se cita a algunos de los caudillos troyanos que acompañan a Eneas en su viaje y
que perecen.
LA TEMPESTAD
CONTRA ENEAS
“Dicho esto, golpea1 con
la punta del cetro
la hueca montaña. Los
vientos, en columna,
se precipitan por la puerta
que se les ha abierto.
Soplando en torbellino por
las tierras, llegan
al mar, se abaten sobre
él, lo conmueven
desde sus más profundos
cimientos: son el Euro
y el Noto y el Ábrego
preñado de tempestades,
y todos juntos hacen que
las olas se hinchen y crezcan,
rompiendo con violencia en las costas.
Los hombres gritan y sus voces se mezclan
con el crujido de los cables. Las nubes, de repente,
oscurecen el cielo y arrebatan la luz a los troyanos.
Una lóbrega noche se cierne sobre el mar.
Truenan los cielos. El éter brilla y centellea.
Todo anuncia una muerte inminente para los navegantes.
Se le hielan los miembros a Eneas; gime y, alzando
las dos manos arriba, a las estrellas, grita:
' ¡Oh tres veces, y cuatro, afortunados los hombres
a quienes cupo en suerte morir al pie de Troya,
ante los altos muros de la ciudad de Príamo2!
¡Oh tú, el más valeroso de los Dánaos3, Diomedes,
hijo de Tídeo! ¡Ojalá hubiera yo sucumbido
en los campos de Ilión4, privado de la vida
bajo tus golpes, allí donde entregó Héctor el alma,
derribado por la lanza del Eácida5, allí donde cayó
2
3. el gigantesco Sarpedón, donde el río Simunte
arrebató tantos escudos de héroes, tantos yelmos,
tantos cuerpos hermosos y esforzados! ' “ (La Eneida, VIRGILIO)
ACTIVIDADES:
1. Vocabulario ( definiciones):
CETRO: ______________________________________________________________
CIMIENTOS: __________________________________________________________
LÓBREGA: ____________________________________________________________
YELMO: ______________________________________________________________
2. ¿Cómo se manifiesta la naturaleza en el episodio?
3. ¿Qué metáfora sobre la vida humana podemos descubrir en el relato?
4. ¿Qué referencias de tipo histórico, religioso o literario tiene en cuenta el relato, con qué
otra historia se conecta?
5. Identifica rasgos del contexto de producción en el texto en el texto. Justifica tu
respuesta.
6. Averigua quién es Virgilio y sintetiza su biografía, destacando su importancia en la
cultura occidental.
3
4. B. CANTO I
Peste - Cólera
“Después de una corta invocación a la
divinidad para que cante "la perniciosa ira de
Aquiles", nos refiere el poeta que Crises,
sacerdote de Apolo, va al campamento aqueo
para rescatar a su hija, que había sido hecha
cautiva y adjudicada como esclava a
Agamenón; éste desprecia al sacerdote, se
niega a darle la hija y lo despide con
amenazadoras palabras; Apolo, indignado,
suscita una terrible peste en el campamento;
Aquiles reúne a los guerreros en el ágora por
inspiración de la diosa Hera, y, habiendo dicho al adivino Calcante que hablara sin miedo, aunque
tuviera que referirse a Agamenón, se sabe por fin que el comportamiento de Agamenón con el
sacerdote Crises ha sido la causa del enojo del dios. Esta declaración irrita al rey, que pide que, si
ha de devolver la esclava, se le prepare otra recompensa; y Aquiles le responde que ya se la
darán cuando tomen Troya. Así, de un modo tan natural, se origina la discordia entre el caudillo
supremo del ejército y el héroe más valiente. La riña llega a tal punto que Aquiles desenvaina la
espada y habría matado a Agamenón si no se lo hubiese impedido la diosa Atenea; entonces
Aquiles insulta a Agamenón, éste se irrita y amenaza a Aquiles con quitarle la esclava Briseide, a
pesar de la prudente amonestación que le dirige Néstor; se disuelve el ágora y Agamenón envía a
dos heraldos a la tienda de Aquiles que se llevan a Briseide; Ulises y otros griegos se embarcan
con Criseide y la devuelven a su padre; y, mientras tanto, Aquiles pide a su madre Tetis que suba
al Olimpo a impetre de Zeus que conceda la victoria a los troyanos para que Agamenón
comprenda la falta que ha cometido; Tetis cumple el deseo de su hijo, Zeus accede, y este hecho
produce una violenta disputa entre Zeus y Hera, a quienes apacigua su hijo Hefesto; la concordia
vuelve a reinar en el Olimpo y los dioses celebran un festín espléndido hasta la puesta del sol, en
que se recogen en sus palacios.
Canta, oh diosa, la cólera del Pelida Aquiles; cólera funesta que causó infinitos males a los
aqueos y precipitó al Hades muchas almas valerosas de héroes, a quienes hizo presa de perros y
pasto de aves -cumplíase la voluntad de Zeus- desde que se separaron disputando el Atrida, rey
de hombres, y el divino Aquiles.
¿Cuál de los dioses promovió entre ellos la contienda para que pelearan? El hijo de Leto y de
Zeus. Airado con el rey, suscitó en el ejército maligna peste, y los hombres perecían por el ultraje
que el Atrida infiriera al sacerdote Crises. Éste, deseando redimir a su hija, se había presentado
en las veleras naves aqueas con un inmenso rescate y las ínfulas de Apolo, el que hiere de lejos,
que pendían de áureo cetro, en la mano; y a todos los aqueos, y particularmente a los dos
Atridas, caudillos de pueblos, así les suplicaba:
-¡Atridas y demás aqueos de hermosas grebas! Los dioses, que poseen olímpicos palacios, os
permitan destruir la ciudad de Príamo y regresar felizmente a la patria! Poned en libertad a mi
hija y recibid el rescate, venerando al hijo de Zeus, a Apolo, el que hiere de lejos.”
(HOMERO)
4
5. ACTIVIDADES:
7. Averigua el concepto de IRA y su concepción filosófica.
8. ¿Cómo se manifiesta la ira en el relato y cómo se relaciona con el poder?
9. ¿A quién se refiere la frase “ el que hiere de lejos” en el relato?
10. ¿En el relato qué tipo de narrador se presenta y qué importancia tiene en el relato?.
Justifica tu respuesta.
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6. C. Edipo Rey (fragmento)
" Tiresias.-Me voy; pero diciendo antes aquello por lo que fui llamado, sin temor a tu mirada;
que no tienes poder para quitarme la vida. Así, pues, te digo: ese hombre que tanto tiempo
buscas y a quien amenazas y pregonas como asesino de Layo, está aquí, se le tiene por
extranjero domiciliado; pero pronto se descubrirá que es tebano de nacimiento, y no se
regocijará al conocer su desgracia. Privado de la vista y caído de la opulencia en la pobreza,
con un bastón que le indique el camino se expatriará hacia extraña tierra. Él mismo se
reconocerá a la vez hermano y padre de
sus propios hijos; hijo y marido de la
mujer que lo parió, y comarido y asesino
de su padre. Retírate, pues, y medita
sobre estas cosas; que si me coges en
mentira, ya podrás decir que nada
entiendo del arte adivinatorio.
Edipo.-Que no sea lo mejor lo que he
hecho, ni tienes que decírmelo ni tampoco
darme consejos. Pues yo no sé con qué
ojos, si la vista conservara, hubiera podido
mirar a mi padre en llegando al infierno, ni
tampoco a mi infortunada madre, cuando
mis crímenes con ellos dos son mayores
que los que expían con la estrangulación.
Pero ¿acaso la vista de mis hijos
engendrados corno fueron engendrados podía serme grata? No, de ningún modo; a mis ojos,
jamás. Ni la ciudad, ni las torres, ni las imágenes sagradas de los dioses, de todo lo cual, yo,
en mi malaventura siendo el único que tenía la más alta dignidad en Tebas, me privé a mí
mismo al ordenar a todos que expulsaran al impío, al que los dioses y mi propia familia
hacían aparecer como impura pestilencia; y habiendo yo manifestado tal deshonra como mía,
¿podía mirar con buenos ojos a éstos? De ninguna manera; porque si del sentido del oído
pudiese haber cerradura en las orejas, no aguantaría yo el no habérselas cerrado a mí
desdichado cuerpo, para que fuese ciego y además nada oyese, pues vivir con el
pensamiento apartado de los males es cosa dulce.
(...)
El entonces arrancó los broches de oro que adornaban sus ropas, y enseguida los clavó en
sus ojos, exclamando que así ya no vería más, ni su miseria, ni su crimen En la oscuridad no
volverían ver a quien no debía ver, y que mejor jamás hubieran visto. Gritando así se
punzaba los ojos una y otra vez, la sangre que corría le bañaba hasta la barba, no eran
gotitas lo que fluía de sus ojos, era un torrente oscuro, como una granizada de sangre. En
todo esto ambos fueron los artífices, y la desgracia acabó con la mujer y con el hombre. Su
antigua felicidad fue en su momento verdadera. Ahora no es más que culpa, muerte,
vergüenza, de todos los males que tienen nombre, ninguno falta. "
(Edipo Rey, SÓFOCLES)
1. Vocabulario ( definiciones):
PREGOR: _____________________________________________________________
EXPIAR: _____________________________________________________________
REGOCIJAR: ___________________________________________________________
OPULENCIA:____________________________________________________________
IMPÍO: ________________________________________________________________
PESTILENCIA: __________________________________________________________
GRANIZAR:____________________________________________________________
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7. TABÚ:_________________________________________________________________
2. Investiga quién es TIRESIAS y qué función ha cumplido como arquetipo en la literatura
universal.
3. Desde un punto de vista cultural, ¿Por qué Edipo se auto-castiga arrancándose los ojos,
habrías hecho lo mismo en esa situación?
4. Analiza y formula una opinión sobre las acciones TABÚ en la sociedad occidental,
particularmente en Chile. Ejemplifica y explica.
D. “Primera Partida
Título 1: Que habla de las Leyes
A servicio de Dios y por comunal de todos hacemos este libro porque los que lo leyeran hallasen
en el todas las cosas cumplidas y ciertas para aprovecharse de ellas, y repartimos en títulos, que
quiere decir tanto como suma de las razones que son mostradas y en estas razones se muestran
las cosas complidamente según son y por el entendimiento que tienen son llamadas leyes. Las
gentes ladinas llaman leyes a las creencias que tienen los hombres, y cuidarían que las de este
libro no hablasen sino de aquellas, por ello, por sacarlos de esta duda, haremos entender qué
leyes son estas.
Ley 1: Para establecer de cómo los hombres han de creer y guardar la fe de Jesucristo, así
como ella es, y otrosí de cómo sepan vivir los unos con los otros bien y ordenadamente según el
placer de Dios y otrosí, según conviene a la vida de este mundo, viviendo en derecho y en
justicia. “ (ALFONSO X, EL SABIO)
1. Vocabulario ( definiciones):
LADINO: _____________________________________________________________
DERECHO: __________________________________________________________
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8. JUSTICIA: ____________________________________________________________
2. ¿Qué tipo de texto es este?
3. Averigua y explica por qué el texto no es anónimo, debiendo serlo en coincidencia con
su época).
4. ¿Cómo se manifiestan las características de la Edad Media en el texto?
E. CALISTO ENCUENTRA A MELIBEA
“CALISTO.- En esto veo, Melibea, la grandeza de Dios.
MELIBEA.- ¿En qué, Calisto?
CALISTO.- En dar poder a natura que de tan perfecta hermosura te dotase, y hacer a mi inmérito
tanta merced que verte alcanzase, y, en tan conveniente lugar, que mi secreto dolor manifestarte
pudiese. Por cierto, los gloriosos santos que se deleitan en la visión divina, no gozan más que yo
ahora contemplándote.
MELIBEA.- ¿Por gran premio tienes éste, Calisto?
CALISTO.- Téngolo por tanto, en verdad, que si Dios me diese en el cielo la silla sobre sus santos,
no lo tendría por tanta felicidad.
MELIBEA.- Pues aún más igual galardón te daré yo, si perseveras.
CALISTO.- ¡Oh bienaventuradas orejas mías, que indignamente tan gran palabra habéis oído!
MELIBEA.- Mas desventuradas de que me acabes de oír. Porque la paga será tan fiera cual
merece tu loco atrevimiento. Y el intento de tus palabras ha sido como de ingenio de tal hombre
como tú. ¡Vete, vete de ahí, torpe!” (FERNANADO DE ROJAS)
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9. 1. ¿Qué tipo de texto es este?
2. ¿Qué función del lenguaje se evidencia en el texto, por qué?
3. Investiga y averigua la polémica acerca de la autoría del texto.
F. Las artes y los oficios
“Pero ahora tenéis que mirar de más cerca una cosa. Os
engañaríais si creyereis que el trabajar solamente seis horas
trae necesariamente la escasez. No es así en modo alguno. Esas
pocas horas de trabajo, no solamente bastan, sino que aun son
demasiadas para tener grande abundancia de todas las cosas
que se necesitan para vivir cómodamente. Y lo comprenderéis
mejor si consideráis cuán grande es la parte de la población que
vive en la holganza en otros países. En primer lugar, casi todas las mujeres, que son la mitad
de la población. Y donde las hembras trabajan, los varones suelen holgar en vez de ellas.
Añadid la ociosa muchedumbre de los sacerdotes y religiosos, que así son llamados allí.
Además, todos los ricos, especialmente los que tienen hacienda en tierras, a los cuales llaman
hacendados y nobles, con sus criados, quiero decir esa caterva de jactanciosos vagos que van
armados de pies a cabeza; y también los mendigos robustos y sanos que se fingen enfermos
para encubrir su holgazanería. Veréis entonces que los que trabajan para que queden
atendidas las necesidades del humano linaje son menos de lo que suponéis. Considerad ahora
que bien pocos de esos que trabajan ejercen oficios necesarios. Donde el dinero es
todopoderoso, hay que ejercer muchos oficios superfluos, los cuales sólo sirven para
aumentar la suntuosidad y el desenfreno. Suponed que esa multitud de hombres que ahora
trabaja se repartiese entre los pocos oficios real y verdaderamente útiles; entonces habría tan
9
10. grande abundancia de cosas necesarias, que los precios, sin duda, serían demasiado bajos
para asegurar el sustento de los trabajadores. Mas si, todos los hombres que malgastan el
tiempo trabajando en oficios que no son útiles; si todas las personas que viven en el ocio,
cada una de las cuales consume tantas cosas como dos trabajadores juntos, fuesen obligadas
a trabajar, se tendría que trabajar muy pocas horas para hacer todas las cosas que se
necesitan para vivir holgadamente y sin privarse de los placeres verdaderos y naturales“.
5. Vocabulario ( definiciones):
HOLGANZA: ___________________________________________________________
CATERVA: ____________________________________________________________
JACTANCIOSO: _________________________________________________________
LINAJE:____________________________________________________________
SUPERFLUO____________________________________________________________
SUNTUOSO: __________________________________________________________
SUSTENTO:____________________________________________________________
6. ¿Cómo s relaciona la cantidad de horas de trabajo con el ideal de horas de horas que
debería trabajar?
7. ¿Cuál es la propuesta del autor para mejorar el mundo en las horas de trabajo?
10
11. G. Juan Boscan : Canción I (Fragmento)
"Quien dice que la ausencia causa olvido
merece ser de todos olvidado.
El verdadero y firme enamorado
está, cuando está ausente, más perdido.
Aviva la memoria su sentido;
la soledad levanta su cuidado;
hallarse de su bien tan apartado
hace su desear más encendido.
No sanan las heridas en él dadas,
aunque cese el mirar que las causó,
si quedan en el alma confirmadas.
Que si uno está con muchas cuchilladas,
porque huya de quien le acuchilló,
no por eso serán mejor curadas."
Extraído de la obra titulada Poesía Lirica del Siglo XVI (Varios), Primera edición.
Zaragoza, 1983.
H. Canto I° de la Divina Comedia
(Fragmento) Eres tu mi maestro, eres mi autor:
eres tu solo aquel, de quien yo hurto
Del camino a mitad de nuestra vida el bello estilo, que me ha dado honor.
encontréme por una selva oscura, Mira la bestia por la cual yo huyo:
que de derecha senda era perdida. de ella, famoso sabio, has de ayudarme,
¡Y cuánto en el decir es cosa dura que me hace estremecer venas y pulso."
esta selva salvaje, áspera y fuerte, Te conviene seguir distinto viaje,
que en el pensar renueva la pavura! -dijo, después de ver que yo lloraba-,
Tanto es amarga que es poco más muerte: si quieres huir de este lugar salvaje:
más, para hablar del bien que allí encontrara porque esta bestia, por la qual tu clamas,
diré otras cosas de que fui vidente. no deja que otro pase por su vía,
Yo no se bien decir cómo allí entrara; mas tanto se lo impide que lo mata;
tan lleno era de sueño en aquel punto y es su natura tan malvada e impía
que el derecho camino abandonara. que su rabiosa gana nunca llena,
Mas luego, al ser al pie de un monte junto y ha más hambre al comer que antes tenía.
en donde daba término aquel valle Con muchos animales se empareja,
que aflicto en miedo el corazón me tuvo, y aún serán muchos más, hasta que el Veltro
miré a lo alto, y vi que era en su talle vendrá, y hará que con dolor se muera.
vestido ya de rayos del planeta Este no comerá tierra ni peltro,
que nos guía derecho en cualquier calle. pero si amor, virtud, sabiduría,
Fue entonces la pavura un poco quieta, Poeta he sido, y yo canté del justo
que en el lago del pecho aún me duraba hijo de Anquises, que volvió de Troya
la noche, que pasara tanto inquieta. después que fuese el soberbio Ilión combusto.
Y como aquel que con cansadas ansias, Mas, ¿por qué a tanta pena tu retornas?
salido ya del piélago a la riba, ¿por qué no vas al deleitoso monte
se vuelve a ver las peligrosas aguas, que es principio y razón de dicha toda?"
así el ánima mía, aún fugitiva, "¿Eres tu aquel Virgilio, aquella fuente
se volvió atrás a remirar el paso que tan gran río en el hablar difunde?
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12. que no dejó jamás persona viva. -le respondí con vergonzosa frente-.
Cuando di algún reposo al cuerpo laso ¡Oh, de los otros poetas honra y lumbre!
aquella proseguí playa desierta, válgame el largo estudio y grande amor,
tal que el pie firme siempre era el más bajo. que a mí buscar me han hecho tu volumen.
Y he aquí, casi al comenzar la cuesta y su patria estará entre Feltro y Feltro;
una onza ligera y presta pronto, será salud de aquella humilde Italia,
que de pie maculada era cubierta: por quien murió la virginal Camila,
y no se me apartaba de ante el rostro, Euríalo y Turno y Niso en la batalla.
así tanto impedía mi camino Este la cazara por cada villa,
que muchas veces intenté el retorno. hasta arrojarla dentro del infierno,
Tiempo era el principio matutino, del que al principio la sacó la envidia.
y remontaba el sol con las estrellas Mas ahora por tu bien pienso y discierno
que eran con él, cuando el amor divino que tu me sigas, yo seré tu guía:
movió al principio aquellas cosas bellas; te sacaré de aquí a un lugar eterno,
tal que de esperar bien me dio ocasión, donde oirás espantosa gritería:
de la fiera de piel pintada aquella, verás viejos espíritus en duelo,
la hora del tiempo y dulce la estación: que todos la segunda muerte ansían;
mas no sin que temor no me infundiese luego aquellos verás, que están contentos
la aparecida vista de un león. en fuego, porque esperan la llegada
Este semblaba contra mi viniese entre los alabados, a su tiempo:
con la testa alta y apetito fiero, a los cuales, si tu ascender desearas,
que el aire parecía le temiese; otra alma te quiara que yo más digna,
mas una loba, que de todo anhelo te dejaré con ella cuando parta:
parecía cargada en su magrura, que aquel Emperador, que reina arriba,
y vivir mucha gente hizo con duelo, porque yo con su ley rebelde me hice,
esta causome turbación tan dura no quiere a su cuidad por mi la ida.
con el temor, nacido de su vista, En toda parte impera y allí rige,
que perdí la esperanza de la altura. allí está su ciudad y su alto asiento:
Y como aquel, que con placer aquista, ¡dichoso aquel, que al lado suyo elige!"
y llega el tiempo que perder le haga, Yo le dije: "Poeta, te requiero
que en todo su pensar llora y se atrista, por ese Dios que tu no conociste,
tal me hiciera la fiera de paz falta, para huir de este mal o más adverso,
que, viniendo a mi encuentro, poco a poco, que me lleves allá donde dijiste,
me rechazaba allí donde el sol falla. tal que yo vea la puerta de San Pedro
Mientras retrocedía al lugar hondo y aquellos que tu dices ser tan tristes."
ante mi vista se hizo descubierto Anduvo entonces, y seguí postrero.
quien mudo pareció en lo silencioso.
Cuando yo le miré en el gran desierto, Versión de: Carlos López Narváez
"Apiádate de mí -le grité al mismo-,
quienquiera seas, sombra u hombre cierto."
Respondiome: "Hombre no; hombre ya he sido,
los que diéronme el ser fueron lombardos,
y ambos por patria a Mantua la han tenido.
Nací sub Julio, bien que un poco tardo
y viví en Roma, bajo el buen Augusto,
en tiempos de engañosos dioses falsos.
I. PROEMIO
COMIENZA EL LIBRO LLAMADO DECAMERÓN, APELLIDADO PRÍNCIPE GALEOTO, EN EL
QUE SE CONTIENEN CIEN NOVELAS CONTADAS EN DIEZ DÍAS POR SIETE MUJERES Y POR
TRES HOMBRES JÓVENES.
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13. HUMANA cosa es tener compasión de los afligidos, y aunque a todos conviene sentirla, más propio es
que la sientan aquellos que ya han tenido menester de consuelo y lo han encontrado en otros: entre los
cuales, si hubo alguien de él necesitado o le fue querido o ya de él recibió el contento, me cuento yo.
Porque desde mi primera juventud hasta este tiempo habiendo estado sobremanera inflamado por altísimo
y noble amor (tal vez, por yo narrarlo, bastante más de lo que parecería conveniente a mi baja condición
aunque por los discretos a cuya noticia llegó fuese alabado y reputado en mucho ), no menos me fue
grandísima fatiga sufrirlo: ciertamente no por crueldad de la mujer amada sino por el excesivo fuego
concebido en la mente por el poco dominado apetito, el cual porque con ningún razonable límite me
dejaba estar contento, me hacía muchas veces sentir más dolor del que había necesidad. Y en aquella
angustia tanto alivio me procuraron las afables razones de algún amigo y sus loables consuelos, que tengo
la opinión firmísima de que por haberme sucedido así no estoy muerto. Pero cuando plugo a Aquél que,
siendo infinito, dio por ley inconmovible a todas las cosas mundanas el tener fin, mi amor, más que
cualquiera otro ardiente y al cual no había podido ni romper ni doblar ninguna fuerza de voluntad ni de
consejo ni de vergüenza evidente ni ningún peligro que pudiera seguirse de ello, disminuyó con el tiempo,
de tal guisa que sólo me ha dejado de sí mismo en la memoria aquel placer que acostumbra ofrecer a
quien no se pone a navegar en sus más hondos piélagos, por lo que, habiendo desaparecido todos sus
afanes, siento que ha permanecido deleitoso donde en mí solía doloroso estar. Pero, aunque haya cesado
la pena, no por eso ha huido el recuerdo de los beneficios recibidos entonces de aquéllos a quienes, por
benevolencia hacia mí, les eran graves mis fatigas; ni nunca se irá, tal como creo, sino con la muerte. Y
porque la gratitud, según lo creo, es entre las demás virtudes sumamente de alabar y su contraria de
maldecir, por no parecer ingrato me he propuesto prestar algún alivio, en lo que puedo y a cambio de los
que he recibido (ahora que puedo llamarme libre), si no a quienes me ayudaron, que por ventura no tienen
necesidad de él por su cordura y por su buena suerte, al menos a quienes lo hayan menester. Y aunque mi
apoyo, o consuelo si queremos llamarlo así, pueda ser y sea bastante poco para los necesitados, no deja de
parecerme que deba ofrecerse primero allí donde la necesidad parezca mayor, tanto porque será más útil
como porque será recibido con mayor deseo. ¿Y quién podrá negar que, por pequeño que sea, no
convenga darlo mucho más a las amables mujeres que a los hombres? Ellas, dentro de los delicados
pechos, temiendo y avergonzándose, tienen ocultas las amorosas llamas (que cuán mayor fuerza tienen
que las manifiestas saben quienes lo han probado y lo prueban); y además, obligadas por los deseos, los
gustos, los mandatos de los padres, de las madres, los hermanos y los maridos, pasan la mayor parte del
tiempo confinadas en el pequeño circuito de sus alcobas, sentadas y ociosas, y queriendo y no queriendo
en un punto, revuelven en sus cabezas diversos pensamientos que no es posible que todos sean alegres. Y
si a causa de ellos, traída por algún fogoso deseo, les invade alguna tristeza, les es fuerza detenerse en ella
con grave dolor si nuevas razones no la remueven, sin contar con ellas son mucho menos fuertes que los
hombres; lo que no sucede a los hombres enamorados, tal como podemos ver abiertamente nosotros.
Ellos, si les aflige alguna tristeza o pensamiento grave, tienen muchos medios de aliviarse o de olvidarlo
porque, si lo quieren, nada les impide pasear, oír y ver muchas cosas, darse a la cetrería, cazar o pescar,
jugar y mercadear, por los cuales modos todos encuentran la fuerza de recobrar el ánimo, o en parte o en
todo, y removerlo del doloroso pensamiento al menos por algún espacio de tiempo; después del cual, de
un modo o de otro, o sobreviene el consuelo o el dolor disminuye. Por consiguiente, para que al menos
por mi parte se enmiende el pecado de la fortuna que, donde menos obligado era, tal como vemos en las
delicadas mujeres, fue más avara de ayuda, en socorro y refugio de las que aman (porque a las otras les es
bastante la aguja, el huso y la devanadera) entiendo contar cien novelas, o fábulas o parábolas o historias,
como las queramos llamar, narradas en diez días, como manifiestamente aparecerá, por una honrada
compañía de siete mujeres y tres jóvenes, en los pestilentes tiempos de la pasada mortandad, y algunas
canciones cantadas a su gusto por las dichas señoras. En las cuales novelas se verán casos de amor
placenteros y ásperos, así como otros azarosos acontecimientos sucedidos tanto en los modernos tiempos
como en los antiguos; de los cuales, las ya dichas mujeres que los lean, a la par podrán tomar solaz en las
cosas deleitosas mostradas y útil consejo, por lo que podrán conocer qué ha de ser huido e igualmente qué
ha de ser seguido: cosas que sin que se les pase el dolor no creo que puedan suceder. Y si ello sucede, que
quiera Dios que así sea, den gracias a Amor que, librándome de sus ligaduras, me ha concedido poder
atender a sus placeres.
(Giovanni Bocaccio, El Decamerón)
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14. J. EL CUENTO DEL BULERO
Había en antaño en Flandes una pandilla de jóvenes entregados a toda clase de disipación tales como el juego,
orgías, frecuentación de prostíbulos y tabernas, donde día y noche jugaban a los dados y bailaban al son del arpa,
laúd y guitarra, comiendo y bebiendo más de lo debido.
De este modo, con los excesos más abominables, dedicaron al diablo los más viles sacrificios en aquel templo del
demonio: la taberna. Se os pondría la carne de gallina si escuchaseis los terribles juramentos y blasfemias con los
que destrozaban el sagrado cuerpo de Nuestro Señor, como si los judíos no lo hubiesen ya desfigurado bastante.
Se divertían con la perversidad de los demás, y entonces entraban las bonitas bailarinas, los cantores con sus arpas,
y mujeres jóvenes vendiendo fruta y caramelos, siendo éstas las auténticas representantes del diablo en atizar y
avivar el fuego de la lascivia, que sigue a la gula: las Sagradas Escrituras son testigo de que la lascivia surge del
vino y de las borracheras.
Fijaros cómo, sin saberlo, Lot 5, completamente borracho, se acostó con sus dos hijas, contra naturaleza; tan bebido
estaba, que no sabía lo que hacía. Cuando Herodes (como comprobaréis si consultáis las historias) estaba saturado
de vino celebrando un banquete en su propia casa, ordenó la muerte del inocente Juan, el Bautista 6. Y Séneca7 tiene,
indudablemente, mucha razón cuando afirma que no sabe distinguir entre un borracho y un loco (ahora bien, la
locura, cuando ataca a un pecador dura mucho tiempo más que una borrachera). ¡Ah, infame gula, causa primera de
nuestra perdición, origen de nuestra condenación, hasta que Jesucristo nos redimió con su sangre! En pocas
palabras, ¡cuán caro hemos pagado este maldito vicio! Todo el mundo está corrompido debido a la gula.
No hay duda: por este vicio nuestro padre Adán y su esposa, Eva, fueron arrojados del Paraíso a sufrir trabajos y
penalidades. Según yo lo veo, mientras Adán ayunó, permaneció en el Paraíso, pero a partir del momento en que
comió el fruto prohibido, fue arrojado a sufrir miseria y dolor. Tenemos todos los motivos para lamentarnos de la
intemperancia. ¡Ah! Si un hombre supiera solamente cuántas enfermedades son consecuencia de la gu la y las
borracheras, cuánto moderaría su dieta al sentarse a la mesa. ¡Oh! Cuánto hacen trabajar a los hombres el breve
placer de tragar y el delicado paladar -en Oriente y Occidente, al Norte y al Sur, por tierra y por mar y en el aire-
para que les traigan los manjares y las bebidas más exquisitas a los glotones.
Con qué acierto trata el apóstol este asunto. Así dice San Pablo: «El alimento para el vientre, y éste para los
alimentos: Dios los destruirá»8. Por la salvación de mi alma, qué desagradable resulta pronunciar esta palabra; sin
embargo, el acto todavía lo es más; debido a su falta de discernimiento un hombre bebe vino blanco y vino tinto
hasta que convierte su garganta en su dios mediante esta maldita debilidad.
También con lágrimas en los ojos dijo el apóstol: «Muchos de los que yo os he dicho caminan -os lo digo llorando y
con piadoso lamento- siendo enemigos de la cruz de Cristo. Su fin es la muerte y su dios es el vientre» 9.
¡Panza! ¡Vientre! Bolsa hedionda llena de excremento y corrupción que produce ruidos inmundos por ambos extre-
mos. ¡Qué terrible trabajo y gasto cuesta mantenerte satisfecha! ¡Cómo se esfuerzan esos cocineros machacando,
triturando y filtrando para que un plato no sepa igual que otro, todo para satisfacer vuestro libidinoso apetito!
Extraen el tuétano de los huesos más duros, pues no desperdician nada que pueda deslizarse y engullirse
dulcemente; para hacerlo todo más sabroso preparan salsas deliciosas mezclando especias de hoja, raíz y corteza.
Sin embargo, puede asegurarse que el que se sumerge en tales placeres está muerto mientras vive en esos vicios: el
vino excita la lascivia y las borracheras comportan peleas y desdichas.
Tú, imbécil, tienes el rostro lleno de manchas, tu aliento es acre y tus brazos disgustan; a través de tu nariz de borra-
cho parecen venir unos ruidos como si dijeses una y otra vez: «Sansón, Sansón», aunque sabe Dios que Sansón
nunca cató el vino. Y caes desplomado como un cerdo.
Tu lengua te ha abandonado y también tu propia estimación, pues una borrachera es una verdadera tumba para la in-
teligencia y el buen juicio. Nadie que esté bajo la influencia de la bebida sabe guardar un secreto: esto es
indiscutible. Por lo que manteneos apartados del vino, blanco o tinto, no importa, y muy especialmente alejaos del
vino blanco de Lepe que se vende en Fish Streets 10 y en Cheapside.
Pues de un modo misterioso este vino español parece contaminar los vinos que se crían cerca de él y de la mezcla se
desprenden vapores de tal fuerza que, después de beber tres vasos un hombre que se cree en su casa de Cheapside,
5
Génesis XIX: 30-38.
6
Mateo XIV: 1-12.
7
Cartas 83.
8
. I Corintios VI: 13.
9
Filipenses III: 18-19.
10
En la actualidad, Fish Hill Street, cerca del Puente de Londres.
14
15. se encuentra en España (no en la Rochela o en Burdeos, sino en la mismísima villa de Lepe 11) repitiendo: «Sansón,
Sansón.»
Pero escuchad, caballeros, solamente otra palabra más, por favor. Dejadme señalar que por gracia del Dios
verdadero, que es omnipotente, todas las victorias y hazañas del viejo Testamento se ganaron y realizaron con
abstinencia y oración. Consultad la Biblia y veréis.
Ved Atila, el gran conquistador, que murió en la vergüenza y el deshonor, sangrando por la nariz en su dormitar de
borracho. Un capitán debe mantenerse sobrio. Sobre todo debéis prestar mucha atención a la orden dada a Lemuel 12
-no Samuel, sino Lemuel, digo. Si queréis saber cuál es, no tenéis más que leer la Biblia y ver en ella el lugar donde
se señala de forma explícita sobre el dar vino a los que están sentados juzgando. Pero dejemos correr esto, ya he
hablado suficiente.
Ahora, después de haber hablado de la gula, os voy a prevenir contra el juego. Jugar es el verdadero origen de
mentiras, engaños, perjurios detestables, blasfemias contra Jesucristo, homicidios y dilapidación de tiempo y dinero.
Además, tener fama de jugador constituye una mancha y una deshonra para el buen nombre de una persona. C uanto
más elevada sea su posición, más se le rehúye. Pues si un príncipe es un jugador empedernido, su reputación para
dirigir asuntos y negocios públicos quedará perjudicada ante la opinión general.
Cuando Estilbón, el sabio embajador que se envió con gran pompa desde Esparta para establecer alianza con Corin-
to, llegó a esta ciudad, encontró a todos los principales hombres del país jugando a los dados, por lo que emprendió
el regreso a su propio país lo antes que pudo diciendo:
-No pienso perder mi buena reputación allí ni hacerme acreedor al reproche de que me he aliado con un hato de ju-
gadores. Enviad a otro embajador, pues yo, por mi honor, antes prefiero morir que haceros aliados con jugadores de
dados. No quiero ser el agente de un tratado entre jugadores y una nación tan gloriosa en honor como la vuestra.
Esto es lo que dijo el sabio filósofo.
Ved también al rey Demetrio. La Historia nos cuenta que el rey de Partia 13 1e envió un par de dados de oro en señal
de desprecio, ya que era un jugador empedernido, por lo que no daba ningún valor a toda la gloria y al renombre de
Demetrio14. La gente importante debería encontrar otros métodos mejores de matar el tiempo.
Ahora comentaré la cuestión de proferir palabrotas y cometer perjurio, según la consideran las autoridades antiguas.
La blasfemia es una abominación, pero el perjurio es todavía más reprensible. Dios no permite el decir palabrotas.
Ved lo que San Mateo 15 y, sobre todo, lo que el santo profeta Jeremías decían sobre el asunto de jurar:
«Pero jurar en vano es un pecado. Venid a contemplar lo que dicen la primera parte de las Tablas de la Ley; el
segundo16 de los Mandamientos del Señor es éste: No tomarás el nombre del Señor tu Dios en vano» 17.
Observad que Él prohíbe este tipo de juramento anteponiéndolo al asesinato y otros pecados abominables. Ved dón-
de está en el orden de los mandamientos: todo el que los conoce sabe que se trata del segundo Mandamiento de
Dios. Y además os diré sin ambages que si los juramentos de un hombre son demasiado ultrajantes, la venganza no
se apartará de su casa.
«¡Por el Sagrado Corazón! ¡Por los clavos de Cristo! ¡Por la sangre que Jesucristo derramó en el Calvario, mis
dados ganaron con un siete, los tuyos fueron un cinco y un tres!» Esta es la cosecha de los dados, estos malditos pe-
dacitos de hueso: perjurio, ira, estafa, crimen... Ahora, por amor de Cristo que murió por nosotros, evitemos toda
clase de juramentos. Pero, ahora, señores, me toca relatar mi cuento.
Mi historia es sobre tres trasnochadores. Mucho antes de que la campana tocase para las oraciones de las seis, ya
hacía rato que estaban bebiendo dentro de la taberna. Mientras se hallaban allí sentados, oyeron una campanilla que
sonaba precediendo a un cadáver que era conducido a la tumba. Uno de esos tres llamó al mozo y le dijo:
-Corre y averigua de quién es el cadáver que llevan. Espabílate y mira de enterarte bien del nombre.
-Señor -repuso el muchacho-, no hay necesidad de ello, pues me lo dijeron dos horas antes de que ustedes llegasen
aquí. Se trata, por cierto, de un viejo amigo de ustedes. Fue muerto de repente la noche pasada, mientras se hallaba
tendido sobre un banco, borracho como una cuba. Se le acercó un ladrón -al que llaman Muerte-, que anda por ahí
11
Población andaluza famosa por la gradación de sus vinos.
12
Proverbios 31, 4 y ss.
13
Persia.
14
Quizá Demetrio Nicanor, rey de Siria.
15
V: 34.
16
Para los protestantes, el tercero, ya que éstos dividen en dos el que la Iglesia Católica considera el primer mandamiento.
17
Eclesiástico VII, 11.
15
16. matando a todos los que puede en la comarca, y le atravesó el corazón con una lanza, yéndose luego sin pronunciar
palabra. Ha asignado a millares en la presente peste, y me parece, señores, que es preciso que toméis precauciones
antes de enfrentaros con un adversario así. Debéis estar siempre preparados por si os sale al encuentro (mi madre así
me lo advirtió). No os puedo decir nada más.
-¡Por Santa María! -intervino el posadero-. Lo que dice el muchacho es cierto. Este año ha matado a todo hombre,
mujer, niño, trabajador en la granja y criado en un gran pueblo que se halla a más o menos una milla de aquí, que es,
por cierto, el lugar en el que, creo, vive. Lo más juicioso resulta estar preparados para que no os hiera.
-¿Eh? -dijo el trasnochador-. ¡Por el Sagrado Corazón! ¿Tan peligroso resulta toparse con él? ¡Por los huesos del
Señor, juro que le buscaré por calles y caminos! Escuchad, amigos: nosotros tres somos uno; cojámonos de la mano
y jurémonos eterna hermandad recíprocamente, y entonces salgamos a matar a este falso traidor llamado Muerte.
Por el esplendor divino, este asesino deberá morir antes de medianoche.
Los tres juntos dieron su palabra de honor de vivir o morir por los demás, como si se hubiese tratado de hermanos
de la misma sangre. Entonces se levantaron, borrachos de ira, y se pusieron en camino hacia el pueblo del que el
posadero había hablado. Durante todo el trecho fueron desmembrando el santo cuerpo de Jesús con sus infames
juramentos. Darían muerte a la Muerte si podían ponerle la mano encima.
No habían andado aún media milla entera cuando un hombre pobre se topó con ellos en el mismo momento en que
iba a subir las escalerillas de una cerca.
El anciano les saludó humildemente:
-¡Que Dios les guarde y les acompañe, señores!
Pero el más altanero de los tres trasnochadores le replicó: -Maldito sea, rústico patán. ¿Por qué vas tapado hasta los
ojos? éY cómo es que sigues viviendo con tu chochez? -Porque aunque anduviese desde aquí hasta la India no
podría encontrar a nadie en ciudad o aldea que estuviese dispuesto a cambiar su juventud por mi edad -le dijo el
anciano mientras le miraba intensamente-. Por lo que debo soportar mi ancianidad hasta que Dios disponga. Ni la
Muerte, ¡ay, Dios mío!, quiere tomar mi vida. Por eso, como un prisionero incansable, ando golpeando con mi vara
la tierra -la puerta de mi madre- de noche y de día, rogando: «Querida madre, ¡déjame entrar! Mira cómo mi carne,
mi sangre y mi piel se marchitan. ¿Cuándo podrán descansar mis huesos? Madre, yo te cambiaría todos los vestidos
que tengo en el armario de mi cuarto desde hace tiempo, por un sudario con el que envolverme.» Sin embargo, sigue
sin querer concederme ese favor. Por eso es mi rostro tan pálido y escuálido.
»Pero, señores, éstos no son modales para hablar tan rudamente a un anciano que no os ha ofendido para nada.
Como podréis leer fácilmente en las sagradas Escrituras. Por consiguiente, os doy un consejo: no causéis daño a un
anciano ahora, del mismo modo que no querríais que os dañaran cuando seáis ancianos si es que viví s para serlo. Y
que Dios os acompañe en vuestro viaje dondequiera que vayáis. Debo proseguir mi camino.
-No, por Dios. No vayáis tan deprisa, anciano -replicó el otro jugador-. Por San Juan, no te vas a librar tan fácil-
mente. Ahora mismo hablaste de este traidor llamado Muerte que mata a todos nuestros amigos de la comarca. Por
mi vida que eres espía suyo. Dime dónde está o lo pagarás muy caro, por Dios y el Santísimo Sacramento. Tú y él
estáis confabulados para matarnos a nosotros los jóvenes, y ésta es la verdad, tú, esto sí que es verdad, maldito
embustero.
-Bueno, señores -replicó-, si tantas ganas tenéis de encontrar a Muerte, subid por esta carretera serpenteante; os juro
que le dejé sentado bajo un árbol en aquel bosquecillo esperando y os aseguro que vuestra baladronada no le hará
esconder. ¿Veis aquel roble? Allí mismo lo encontraréis. ¡Que el Salvador os guíe y proteja!
Así habló el anciano, a lo que cada uno de los trasnochadores apretó a correr hasta llegar al árbol, donde
encontraron un montón de florines de oro recién acuñados: casi ocho fanegas les pareció que había. Al verlos
dejaron de buscar a Muerte y se sentaron al lado de aquel precioso montón, excitado y alegre a la vista de aquellos
hermosos y relucientes florines.
El peor de los tres fue el primero en hablar:
-Hermanos -dijo-. Mirad lo que os digo, pues aunque hago bromas y el tonto, soy más listo de lo que parezco. La
Fortuna nos ha dado este tesoro para que podamos pasar el resto de nuestras vidas alegres y en plena francachela.
Lo que llegó con facilidad se diluye rápidamente. ¡Loado sea Dios bendito! ¿Quién se podía imaginar que
tendríamos tanta suerte? Ahora bien, si este oro pudiese ser transportado y lle vado a mi casa -o a la vuestra, quiero
decir-, estaríamos en el séptimo cielo. Pues resulta evidente que todo este oro es nuestro. Naturalmente, esto no lo
podemos hacer de día. La gente diría que somos salteadores de caminos y nos ahorcarían por robar nuestro propio
tesoro. No, debe ser transportado de noche y con todas las precauciones y prudencia que sea posible. Por tanto,
sugiero que lo echemos a suertes y veremos en quién recae. El que saque la paja más larga deberá ir corriendo a la
ciudad lo más rápidamente que pueda y nos traerá pan y vino sin despertar sospechas, mientras los otros dos
mantienen una constante vigilancia sobre el tesoro. Si no se entretiene, esta misma noche transportaremos el tesoro
al lugar que consideremos más apropiado.
16
17. Se colocó las tres pajas en el puño y dijo a los demás que sacasen una para ver en quién recaía la suerte. La sacó el
más joven de los tres, quien inmediatamente se encaminó hacia la ciudad.
Tan pronto como se hubo ausentado, uno de los que quedaban dijo al otro:
-Como sabes, tú eres mi hermano por juramento, y ahora te voy a decir algo que te beneficiará. Como has visto,
nuestro amigo se ha marchado y aquí hay oro en abundancia para repartírnoslo entre los tres. Pero supón que
pudiese arreglarlo de manera que nos lo repartiésemos entre nosotros dos. ¿No te beneficiaría esto?
-No sé cómo puede hacerse -repuso el otro-. Él sabe que el oro está aquí con nosotros.
¿Qué es lo que podemos hacer? ¿Qué le diremos?
-¿Debe ser un secreto? -dijo el primer bribón-. Entonces te diré en dos palabras lo que vamos a hacer para lle-
vámoslo.
-Conforme -dijo el otro-. No tengas miedo; te doy mi palabra y no te defraudaré.
-Bueno -replicó el primero-. Como sabes, somos dos, y dos son más fuertes que uno. Espera que se siente; entonces
te levantas como si fueras a pelear con él en broma y yo miraré de atravesarle; y, mientras tú haces ver que forcejeas
con él, procura hacer lo mismo con tu daga. Entonces, amigo mío, podremos repartimos todo este oro entre tú y yo y
podremos jugar a los dados a placer y hacer lo que queramos.
Así fue cómo estos dos canallas se pusieron de acuerdo para matar al tercero según he contado.
Ahora bien, el más joven de ellos, el que le tocó ir a la ciudad, estuvo todo el rato dando vueltas y más vueltas al
asunto, pensando en la belleza de aquellos relucientes florines de oro. «Oh, Dios -musitó él-, si pudiese tener todo el
tesoro para mí solo, ¿qué hombre bajo la bóveda celeste podría vivir más feliz que yo?» Y al final, el diablo, nuestro
común enemigo, puso en su mente la idea de comprar veneno con el que matar a sus dos compinches.
Como veis, el diablo le encontró llevando tan mala vida, que tuvo licencia para acarrearle la perdición, pues el joven
pretendía matar a ambos sin sentir el menor remordimiento; y, sin perder más tiempo, se dirigió a un boticario de la
ciudad y le pidió que le vendiese veneno para matar ratas, pues, dijo, había una mofeta que rondaba su corral y le
mataba las gallinas, por lo que estaba resuelto a ajustar las cuentas con el perillán que cada noche le hacía la pascua.
El boticario le contestó:
-Te daré algo. Te aseguro, como espero ganar la gloria del Cielo, que este veneno es tan fuerte que no existe criatu ra
viviente en el mundo que no pierda la vida inmediatamente; así caerá muerto en menos tiempo que canta un ga llo,
tanto si come como si bebe de esta poción, aunque solamente sea la cantidad necesaria para empapar un grano de
trigo.
El malvado tomó la caja de veneno con la mano y se fue a la calle siguiente, donde encontró un hombre a quien le
pidió en préstamo tres botellas grandes. Vertió el veneno en dos de ellas y guardó la tercera, limpia, para su uso
personal, pues esperaba pasarse toda la noche trabajando, acarreando aquel oro.
Y cuando aquel canalla -que el diablo le lleve- hubo llenado de vino las tres grandes botellas, regresó con sus
amigos.
¿Es preciso explicarlo con detalle? Le acuchillaron allí mismo como habían planeado, y, cuando hubieron
terminado, uno de ellos dijo:
-Ahora sentémonos y bebamos y pongámonos contentos. Luego sepultaremos el cuerpo.
Al decir esto cogió una de las botellas que contenían veneno y bebió, pasándola luego a su amigo, que también
bebió, con lo que ambos perecieron allí mismo.
Por cierto que no creo que el gran médico Avicena haya escrito en cualquier sección de su Libro del Canon en
Medicina síntomas de envenenamiento más horribles que los que sintieron aquellos dos desgraciados antes de morir.
Así fue cómo los dos asesinos, al igual que el envenenador, hallaron su fin.
¡Oh, iniquidad de iniquidades! ¡Traidores asesinos! ¡Oh, maldad! ¡Oh, codicia, lascivia y juego! ¡Tú, blasfemo
contra Jesucristo con los más infames juramentos surgidos de la soberbia y de la costumbre! i Oh, humanidad! ¿Por
qué eres tan falsa y agresiva hacia tu Creador, que te hizo y te redimió con la sangre de su precioso Corazó n?
Ahora, queridos hermanos, que Dios perdone vuestros pecados y os salve del pecado de la avaricia. Mi santo perdón
puede curaros a todos vosotros si hacéis ofrenda de peniques de plata o de buenas monedas de oro, broches de plata,
cucharas o anillos. Bajad vuestra cerviz ante este toro sagrado. Acercaos, señoras, y haced ofrenda de vuestra lana.
Yo anotaré vuestros nombres en mi lista, y así iréis al cielo bendito. Por mi santo poder yo os absuelvo y os dejo
limpios y puros como el día en que nacisteis, pero sólo a los que presentan ofrendas.
¡Bien! Así es, señoras, como predico. Que Jesucristo, el gran curador de almas, os conceda su perdón por lo mejor.
Yo no os engañaré.
Pero, señores, hay una cosa que olvidé mencionar en mi discurso. En mi bolso llevo las mejores reliquias y bulas
que podáis hallar en Gran Bretaña y que he recibido de las mismas manos del Papa. Si alguno de vosotros quiere
hacer una ofrenda devota y recibir mi absolución, que se acerque a mí, se arrodille aquí y, con humildad, recib a mi
perdón. También, si queréis, podéis hacerlo mientras vamos de camino; lo tendréis completamente nuevo en cada
17
18. mojón que pasemos, mientras repitáis vuestras ofrendas en buena moneda, plata u oro. ¡Qué gran honor para
vosotros tener aquí a un buen bulero que os perdone cualquier pecado que cometáis mientras cabalgáis por el país!
¿Quién sabe si uno o dos de vosotros caerá del caballo y se romperá el cuello?
Pensad en la protección que tenéis todos vosotros por el hecho de que yo, que puedo perdonar a no bles y plebeyos
cuando el alma abandona el cuerpo, me halle en vuestra compañía. Mi consejo es que nuestro anfitrión sea el que
empiece, pues es el que más hundido está en el pecado.
-Adelantaos, señor anfitrión, y haced vuestra ofrenda el primero y besaréis cada una de estas reliquias. Todo por seis
peniques. ¡Vamos, abrid vuestra bolsa!
-No, no -exclamó nuestro anfitrión-. Que Jesucristo me condene. ¿Dar dinero? Maldición, si lo hago. Vos me ha ríais
besar vuestros calzones y juraríais que eran la reliquia de un santo, aunque los hubieseis ensuciado con vuestro culo.
Por la Vera Cruz que encontró Santa Elena, antes agarraría vuestros cojones con la mano que vuestras reliquias y
recuerdos santos. Desprendeos de ellos y os ayudaré a llevarlos y se los colocaremos en excrementos de cerdo.
El bulero no contestó palabra; estaba demasiado furioso para hablar.
-Bueno, no voy a hacer más broma con ustedes o con cualquiera que pierda los estribos -dijo nuestro anfitrión. Pero,
en eso, al ver que todos los demás reían, el caballero intervino y dijo:
-¡Basta de chanzas! Ya es suficiente. Animaos, señor hulero, y dignaos sonreímos; en cuanto a vos, señor anfitrión,
amigo mío, os pido que hagáis las paces con el bulero, por favor, y riamos y divirtámonos como antes.
A continuación hicieron las paces y prosiguieron su camino.
AQUÍ TERMINA EL CUENTO DEL BULERO
K. Garcilaso de la Vega (1501-1536)
Egloga I
El dulce lamentar de dos pastores,
Salicio juntamente y Nemoroso,
he de contar, sus quejas imitando;
cuyas ovejas al cantar sabroso
estaban muy atentas, los amores, 5
(de pacer olvidadas) escuchando.
Tú, que ganaste obrando
un nombre en todo el mundo
y un grado sin segundo,
agora estés atento sólo y dado 10
el ínclito gobierno del estado
Albano; agora vuelto a la otra parte,
resplandeciente, armado,
representando en tierra el fiero Marte;
agora de cuidados enojosos 15
y de negocios libre, por ventura
andes a caza, el monte fatigando
en ardiente jinete, que apresura
el curso tras los ciervos temerosos,
que en vano su morir van dilatando; 20
espera, que en tornando
a ser restituido
al ocio ya perdido,
luego verás ejercitar mi pluma
por la infinita innumerable suma 25
de tus virtudes y famosas obras,
antes que me consuma,
faltando a ti, que a todo el mondo sobras.
En tanto que este tiempo que adivino
18
19. viene a sacarme de la deuda un día, 30
que se debe a tu fama y a tu gloria
(que es deuda general, no sólo mía,
mas de cualquier ingenio peregrino
que celebra lo digno de memoria),
el árbol de victoria, 35
que ciñe estrechamente
tu gloriosa frente,
dé lugar a la hiedra que se planta
debajo de tu sombra, y se levanta
poco a poco, arrimada a tus loores; 40
y en cuanto esto se canta,
escucha tú el cantar de mis pastores.
Saliendo de las ondas encendido,
rayaba de los montes al altura
el sol, cuando Salicio, recostado 45
al pie de un alta haya en la verdura,
por donde un agua clara con sonido
atravesaba el fresco y verde prado,
él, con canto acordado
al rumor que sonaba, 50
del agua que pasaba,
se quejaba tan dulce y blandamente
como si no estuviera de allí ausente
la que de su dolor culpa tenía;
y así, como presente, 55
razonando con ella, le decía:
Salicio:
¡Oh más dura que mármol a mis quejas,
y al encendido fuego en que me quemo
más helada que nieve, Galatea!,
estoy muriendo, y aún la vida temo; 60
témola con razón, pues tú me dejas,
que no hay, sin ti, el vivir para qué sea.
Vergüenza he que me vea
ninguno en tal estado,
de ti desamparado, 65
y de mí mismo yo me corro agora.
¿De un alma te desdeñas ser señora,
donde siempre moraste, no pudiendo
de ella salir un hora?
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo. 70
El sol tiende los rayos de su lumbre
por montes y por valles, despertando
las aves y animales y la gente:
cuál por el aire claro va volando,
cuál por el verde valle o alta cumbre 75
paciendo va segura y libremente,
cuál con el sol presente
va de nuevo al oficio,
y al usado ejercicio
do su natura o menester le inclina, 80
siempre está en llanto esta ánima mezquina,
19
20. cuando la sombra el mondo va cubriendo,
o la luz se avecina.
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.
¿Y tú, de esta mi vida ya olvidada, 85
sin mostrar un pequeño sentimiento
de que por ti Salicio triste muera,
dejas llevar (¡desconocida!) al viento
el amor y la fe que ser guardada
eternamente sólo a mí debiera? 90
¡Oh Dios!, ¿por qué siquiera,
(pues ves desde tu altura
esta falsa perjura
causar la muerte de un estrecho amigo)
no recibe del cielo algún castigo? 95
Si en pago del amor yo estoy muriendo,
¿qué hará el enemigo?
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.
Por ti el silencio de la selva umbrosa,
por ti la esquividad y apartamiento 100
del solitario monte me agradaba;
por ti la verde hierba, el fresco viento,
el blanco lirio y colorada rosa
y dulce primavera deseaba.
¡Ay, cuánto me engañaba! 105
¡Ay, cuán diferente era
y cuán de otra manera
lo que en tu falso pecho se escondía!
Bien claro con su voz me lo decía
la siniestra corneja, repitiendo 110
la desventura mía.
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.
L. ODA I - VIDA RETIRADA
¡Qué descansada vida
la del que huye del mundanal ruïdo,
y sigue la escondida
senda, por donde han ido
los pocos sabios que en el mundo han sido;
Que no le enturbia el pecho
de los soberbios grandes el estado,
ni del dorado techo
se admira, fabricado
del sabio Moro, en jaspe sustentado!
No cura si la fama
canta con voz su nombre pregonera,
ni cura si encarama
la lengua lisonjera
lo que condena la verdad sincera.
20
21. ¿Qué presta a mi contento
si soy del vano dedo señalado;
si, en busca deste viento,
ando desalentado
con ansias vivas, con mortal cuidado?
¡Oh monte, oh fuente, oh río,!
¡Oh secreto seguro, deleitoso!
Roto casi el navío,
a vuestro almo reposo
huyo de aqueste mar tempestuoso.
Un no rompido sueño,
un día puro, alegre, libre quiero;
no quiero ver el ceño
vanamente severo
de a quien la sangre ensalza o el dinero.
Despiértenme las aves
con su cantar sabroso no aprendido;
no los cuidados graves
de que es siempre seguido
el que al ajeno arbitrio está atenido.
Vivir quiero conmigo,
gozar quiero del bien que debo al cielo,
a solas, sin testigo,
libre de amor, de celo,
de odio, de esperanzas, de recelo.
Del monte en la ladera,
por mi mano plantado tengo un huerto,
que con la primavera
de bella flor cubierto
ya muestra en esperanza el fruto cierto.
Y como codiciosa
por ver y acrecentar su hermosura,
desde la cumbre airosa
una fontana pura
hasta llegar corriendo se apresura.
Y luego, sosegada,
el paso entre los árboles torciendo,
el suelo de pasada
de verdura vistiendo
y con diversas flores va esparciendo.
El aire del huerto orea
y ofrece mil olores al sentido;
los árboles menea
21
22. con un manso ruïdo
que del oro y del cetro pone olvido.
Téngase su tesoro
los que de un falso leño se confían;
no es mío ver el lloro
de los que desconfían
cuando el cierzo y el ábrego porfían.
La combatida antena
cruje, y en ciega noche el claro día
se torna, al cielo suena
confusa vocería,
y la mar enriquecen a porfía.
A mí una pobrecilla
mesa de amable paz bien abastada
me basta, y la vajilla,
de fino oro labrada
sea de quien la mar no teme airada.
Y mientras miserable-
mente se están los otros abrazando
con sed insacïable
del peligroso mando,
tendido yo a la sombra esté cantando.
A la sombra tendido,
de hiedra y lauro eterno coronado,
puesto el atento oído
al son dulce, acordado,
del plectro sabiamente meneado.
22