2. LÍO EN LA CLASE DE CIENCIAS
El profesor de ciencias, Don Estudiete, había pedido a sus alumnos que
estudiaran algún animal, hicieran una pequeña redacción, y contaran sus
conclusiones al resto de la clase. Unos hablaron de los perros, otros de los
caballos o los peces, pero el descubrimiento más interesante fue el de la
pequeña Sofía:
- He descubierto que las moscas son unas gruñonas histéricas - dijo
segurísima Todos
sonrieron, esperando que continuara. Entonces Sofía siguió contando:
- Estuve observado una mosca en mi casa durante dos horas. Cuando
volaba tranquilamente, todo iba bien, pero en cuanto encontraba algún
cristal, la mosca empezaba a zumbar. Siempre había creído que ese ruido
lo hacían con las alas, pero no. Con los prismáticos de mi papá miré de
cercay ví que lo que hacía era gruñir y protestar: se ponía tan histérica, que
era incapaz de cruzar una ventana, y se daba de golpes una y otra vez;
pom!, pom!, pom!. Si sólo hubiera mirado a la mariposa que pasaba a su
lado, habría visto que había un hueco en la ventana... la mariposa incluso
trató de hablarle y ayudarle, pero nada, allí seguía protestando y gruñendo.
Don Estudiete les explicó divertido que aquella forma de actuar no tenía
tanto que ver con los enfados, sino que era un ejemplo de los distintos
niveles de inteligencia y reflexión que tenían los animales, y acordaron llevar
al día siguiente una lista con los animales ordenados por su nivel de
inteligencia...
Y así fuecomo se armó el gran lío de la clase de ciencias, cuando un montón
de papás protestaron porque sus hijos.. ¡¡les habían puesto entre los menos
inteligentes de los animales!! según los niños, porque no hacían más que
protestar, y no escuchaban a nadie. Y aunque Don Estudiete tuvo que hacer
muchas aclaraciones y calmar unos cuantos padres, aquello sirvió para que
algunos se dieran cuenta de que por muy listos que fueran, muchas veces
se comportaban de forma bastante poco inteligente.
Pedro Pablo Sacristán
3. y lo imprudente que fue al romperlo tan alegremente. Pero amaba tanto
aquellos jardines y aquellos animales, que decidió construir un inmenso
palacio junto a las tierras de la joven. Y con miles de hombres trabajando en
la obra, pudo verla terminada en muchísimo menos tiempo del que hubiera
sido necesario para reestablecer el equilibrio natural de aquellos jardines en
cualquier otro lugar.
4. - Quiero escuchar la historia. De las mil mentiras que he oído, ninguna había
empezado así.
La joven siguió muy seria, y comenzó a explicar cómo los grandes animales
de aquellos jardines se alimentaban principalmente de pequeños pájaros de
vivos colores, que debían su aspecto a su comida, compuesta por unos
coloridos gusanos a su vez se alimentaban de varias especies rarísimas de
plantas y flores que sólo podían crecer en aquel lugar del mundo, siempre
que hubiera suficiente excremento de polillas... y así siguió contando cómo
las polillas también eran la base de la comida de muchos otros pájaros,
cuyos excrementos hacían surgir nuevas especies de plantas que
alimentaban otros insectos y animales, que a su vez eran vitales para la
existencia de otras especies... Y hubiera seguido hablando sin parar, si el
rey no hubiera gritado.
- ¡Basta! ¿Y se puede saber cómo sabes tú todas esas cosas, siendo tan
joven?- preguntó.
- Pues porque ahora todo ese jardín ahora está en mi casa. Antes de haber
nacido yo, mi padre recuperó aquel viejo árbol arrancado del centro de los
jardines reales y lo plantó en su jardín. Desde entonces, cada primavera, de
aquel árbol surgen miles y miles de polillas. Con el tiempo, las polillas
atrajeron los pájaros, y surgieron nuevas plantas y árboles, que fueron
comida de otros animales, que a su vez lo fueron de otros... Y ahora, la
antigua casa de mi padre está llena de vida y color. Todo fue por las polillas
del gran árbol.
- ¡Excelente! -exclamó el rey-. Ahora podré recuperar mis jardines. Y a tí, te
haré rica. Asegúrate de que dentro de una semana todo esté listo. Utiliza
tantos hombres como necesites.
- Me temo que no podrá ser majestad- dijo la joven-. Si queréis, puedo
intentar volver a recrear los jardines, pero no viviréis para verlo. Hacen falta
muchísimos años para recuperar el equilibrio natural. Con mucha suerte,
cuando yo sea anciana podría estar listo. Esas cosas no dependen de
cuántos hombres trabajen en ellas.
El rostro del anciano rey se quedó triste y pensativo, comprendiendo lo
delicado que es el equilibrio de la naturaleza,
5. EL JARDÍN NATURAL
Hubo una vez un rey que tenía un gran palacio cuyos jardines eran
realmente maravillosos. Allí vivían miles de animales de cientos de especies
distintas, de gran variedad y colorido, que convertían aquel lugar en una
especie de paraíso del que todos disfrutaban.
Sólo una cosa en aquellos jardines disgustaba al rey: prácticamente en el
centro del lugar se veían los restos de lo que siglos atrás habia sido un
inmenso árbol, pero que ahora lucía apagado y casi seco, restando brillantez
y color al conjunto. Tanto le molestaba, que finalmente ordenó cortarlo y
sustituirlo por un precioso juego de fuentes.
Algún tiempo después, un astuto noble estuvo visitando al rey en su palacio.
Y en un momento le dijo disimuladamente al oído:
- Majestad, sois el más astuto de los hombres. En todas partes se oyehablar
de la belleza de estos jardines y la multitud de animales que los recorren.
Pero en el tiempo que llevo aquí, apenas he podido ver otra cosa que no
fuera esta fuente y unos pocos pajarillos... ¡Qué gran engaño!
El rey, que nunca pretendió engañar a nadie, descubrió con horror que era
verdad lo que decía el noble. Llevaban tantos meses admirando las fuentes,
que no se habían dado cuenta de que apenas quedaban unos pocos
animales. Sin perder un segundo, mandó llamar a los expertos y sabios de
la corte. El rey tuvo que escuchar muchas mentiras, inventos y suposiciones,
pero nada que pudiera explicar lo sucedido. Ni siquiera la gran recompensa
que ofreció el rey permitió recuperar el esplendor de los jardines reales.
Muchos años después, una joven se presentó ante el rey asegurando que
podría explicar lo sucedido y recuperar los animales.
- Lo que pasó con su jardín es que no tenía suficientes excrementos,
majestad. Sobre todo de polilla.
Todos los presentes rieron el chiste de la joven. Los guardias se disponían
a expulsarla cuando el rey se lo impidió.
6. - ¡La tierra entonces, sintió un enorme alivio cuando vio la
transparencia de sus ojos; solo esperaba que de adultos no
olvidaran su promesa!
7. LA TIERRA ESTÁ TRISTE
Habían hecho una reunión en el universo.
- La Tierra tiene muy mala cara (dijo la luna)
- ¡Tienes razón; está muy apagada! (asintió el sol)
- He oído que la gente que vive en ese planeta, no la cuida nada bien
(dijeron las estrellas)
- ¡Creemos que está enferma! (exclamaron las osas)
Y todos se acercaron al planeta para preguntarle que le pasaba.
- Hola Tierra ¿Te encuentras bien? (habló primero la luna)
La Tierra la miró con los ojos llenos de lágrimas y no pudo contestar
- ¡Nos estás asustando, Tierra! ¿qué te sucede? (preguntaron de
nuevo las estrellas muy preocupadas
- ¡Cuéntanos! (insistieron todos)
- Creo que las personas no son conscientes del daño que se están
haciendo (contesto la Tierra muy afligida)
La luna, el sol, las estrellas y las dos osas la miraron callados esperando
que continuara hablando.
- Los hombres están quemando bosques, talando árboles, llenando el
mar de basura, exterminando a los animales (dijo sollozando de
nuevo)
- El calentamiento global está deshelando mis polos. ¿¡cómo no se dan
cuenta!? ¡Están destruyendo la naturaleza! (dijo tapándose la cara
que ahora lucía colorada y febril
Unos niños que estaban jugando en la calle escucharon la conversación
- ¡Tierra, Tierra! ¡No llores más, por favor! (gritaron con todas sus
fuerzas para que los oyera)
- ¡Decidme pequeños! (les dijo tragándose las lágrimas)
- ¡Nosotros te vamos a cuidar! ¡No permitiremos que mueras!
(prometieron con voz temblorosa
8.
9. No Puedo, No Quiero y Lo Intentaré
Esta es la historia de tres hermanos, que vivían con su mamá y su papá en una
casita del pueblo PROGRESO, el mayor se llamaba No Quiero, el siguiente No
Puedo y el mas pequeñito Lo Intentaré. Un día la mamá le pidió al mayor de
sus hijos que sacará una moneda que tenía guardada en lo alto del estante
para comprar el pan y la respuesta de este fue “nooo, no quiero, mande a otro”;
su mamá no lo obligó y le pidió lo mismo a su segundo hijo, este dijo: “no puedo
estoy ocupado, dígale a otro, yo no puedo”, ella tampoco lo obligo y decidió
hacer la tarea ella misma, pero su hijo menor le dijo “mamá, yo lo intentaré solo
me tienes que esperar un poco mas”; así lo hizo, acercó una silla, luego puso
un cajón sobre ella y con mucho cuidado se encaramó hasta sacar la moneda,
fue corriendo a su mamá y se la entregó, ella muy complacida le sonrió y le dio
un tierno beso en la mejilla. Pasaban los días y siempre era lo mismo los padres
mandaban al mayor y nunca quería, mandaban al segundo y nunca podía y el
mas pequeño hacía todo para lograr lo que le pedían, a veces con ayuda pero
siempre terminaba su trabajo, Lo Intentaré siempre estaba dispuesto para
lograr todo aquello que se proponía. Llego el invierno y fueron con sus padres
a vacunarse contra una enfermedad muy terrible. A No Quiero fue imposible
vacunarlo pues lloró, pataleo y al final salio corriendo. A No Puedo tampoco lo
pudieron vacunar, porque entre pataletas y llanto gritaba “no puedo, no puedo”,
y el papá no lo obligó. El mas pequeño, Lo Intentaré, puso su brazo sin un
gesto de dolor y la enfermera lo vacunó sin ningún problema. Al cabo de un
tiempo sucedió que la enfermedad se hizo presente y No Quiero cayó enfermo
con unas manchas en la cara y dolores de cabeza, además se le hicieron unos
hoyitos en la cara que lo ponían muy feo. No Puedo también se enfermó y
ambos estuvieron en cama mucho tiempo. Lo Intentaré sin embargo, estuvo
siempre sano y feliz jugando con sus amigos. En la víspera de navidad los tres
hermanos escribieron a Santa Clauss, y grande fue su sorpresa cuando en
noche buena encontraron en el árbol las respuestas para ellos:
“No Quiero, este año no llegará tu regalo porque el encargado de fabricarlo no
quiere hacerlo mas, lo siento mucho, Santa.”
“No Puedo, este año no puedo llevarte lo que me pediste porque no pude
encontrarlo, lo siento mucho, Santa.”
“Lo Intentaré, como este año no pediste nada para ti me pareció bueno llevarte
esta bicicleta ya que no gaste en los regalos de tus hermanos. Un abrazo,
Santa.” Desde ese momento en adelante No Quiero y No Puedo empezaron a
querer y a poder para así lograr todo lo que su pequeño hermano Lo Intentaré
había logrado.
10. EL PADRE, un cuento de Olegario Lazo Baeza (Chile, 1878-1964)
Un viejecito de barba blanca y larga, bigotes enrubiecidos por la nicotina,
manta lacre, zapatos de taco alto, sombrero de pita y un canasto al brazo,
se acercaba, se alejaba y volvía tímidamente a la puerta del cuartel. Quiso
interrogar al centinela, pero el soldado le cortó la palabra en la boca, con el
grito:
-¡Cabo de guardia!
El suboficial apareció de un salto en la puerta, como si hubiera estado en
acecho.Interrogado con la vista y con un movimiento de la cabeza hacia
arriba, el desconocido habló:
-¿Estará mi hijo?
El cabo soltó la risa. El centinela permaneció impasible, frío como una
estatua de sal.
-El regimiento tiene trescientos hijos, falta saber el nombre del suyo -repuso
el oficial.
-Manuel… Manuel Zapata, señor.
El cabo arrugó la frente y repitió, registrando su memoria.
-¿Manuel Zapata…? ¿Manuel Zapata…?
Y con tono seguro.
-No conozco ningún soldado de ese nombre.
El paisano se irguió sobre las gruesas suelas de sus zapatos, y sonriendo
irónicamente.
-¡Pero si no es soldado! Mi hijo es oficial, oficial de línea.
El trompeta, que desde el cuerpo de guardia oía la conversación, se acercó,
codeó al cabo diciéndole por lo bajo:
-Es el “nuevo”; el recién salido de la Escuela.
11. El campesino volvió a la guardia, desconcertado, tembloroso. Hizo un
esfuerzo, sacó la gallina del canasto y se la dio al sargento.
-Tome, para ustedes, para ustedes solos.
Dijo adiós y se fue arrastrando los pies, pesados por el desengaño. Pero
desde la puerta se volvió para agregar, con lágrimas en los ojos:
-Al niño le gusta mucho la pechuga. ¡Delen un pedacito!…
-¡Diablos! El que nos “palabrea” tanto…
El cabo envolvió al hombre en una mirada investigadora, y como lo encontró
pobre, no se atrevió a invitarlo al casino de oficiales. Lo hizo pasar al cuerpo
de guardia.
El viejecito se sentó sobre un banco de madera y dejó su canasto al lado, al
alcance de su mano. Los soldados se acercaron, dirigiendo miradas
curiosas al campesino e interesadas al canasto. Un canasto chico, cubierto
con un pedazo de saco. Por debajo de la tapa de lona empezó a picotear,
primero, y a asomar la cabeza después, una gallina de cresta roja y pico
negro abierto por el calor.
Al verla, los soldados palmotearon y gritaron como niños:
-¡Cazuela! ¡Cazuela!
El paisano, nervioso por la idea de ver a su hijo, agitado por la vista de tantas
armas, reía sin motivo y lanzaba atropelladamente sus pensamientos:
-¡Ja, ja, ja!… Sí. Cazuela…, pero para mi niño.
Y con su cara sombreada por una ráfaga de pesar, agregó:
-¡Cinco años sin verlo…!
Más alegre, rascándose detrás de la oreja:
-No quería venirse a este pueblo. Mi patrón lo hizo militar. ¡ja, ja, ja!
Uno de guardia, pesado y tieso por la bandolera, el cinturón y el sable, fue
a llamar al teniente.
Estaba en el picadero, frente a las tropas en descanso, entre un grupo de
oficiales. Era chico, moreno, grueso, de vulgar aspecto.
El soldado se cuadró, levantando tierra con sus pies al juntar los tacos de
sus botas, y dijo:
-Lo buscan…, mi teniente.
12. No sé por qué fenómeno del pensamiento, la encogida figura de su padre
relampagueó en su mente…
Alzó la cabeza y habló fuerte, con tono despectivo, de modo que oyeran sus
camaradas:
-En este pueblo… no conozco a nadie…
El soldado dio detalles no pedidos:
-Es un hombrecito arrugado, con manta…Viene de lejos. Trae un
canastito…
Rojo, mareado por el orgullo, llevó la mano a la visera:
-Está bien… ¡Retírese!
La malicia brilló en la cara de los oficiales. Miraron a Zapata… Y como éste
no pudo soportar el peso de tantos ojos interrogativos, bajó la cabeza, tosió,
encendió un cigarro, y empezó a rayar el suelo con la contera de su sable.
A los cinco minutos vino otro de guardia. Un conscripto muy sencillo, muy
recluta, que parecía caricatura de la posición de firmes. A cuatro pasos de
distancia le gritó, aleteando con los brazos como un pollo.
-¡Lo buscan, mi teniente! Un hombrecito del campo… Dice que es el padre
de su mercé…
Sin corregir la falta de tratamiento del subalterno, arrojó el cigarro, lo pisó
con furia y repuso:
-¡Váyase! Ya voy…
Y para no entrar en explicaciones, se fue a las pesebreras.
El oficial de guardia, molesto con la insistencia del viejo, insistencia que el
sargento le anunciaba cada cinco minutos, fue a ver a Zapata.
* * *
Mientras tanto, el pobre padre, a quien los años habían tornado el corazón
de hombre en el de niño, cada vez más nervioso, quedó con el oído atento.
Al menor ruido, miraba hacia fuera y estiraba el cuello, arrugado y rojo como
cuello de pavo. Todo paso lo hacía temblar de emoción, creyendo que su
hijo venía a abrazarlo, a contarle su nueva vida, a mostrarle sus armas, sus
arreos, sus caballos…
El oficial de guardia encontró a Zapata simulando inspeccionar las
caballerizas. Le dijo, secamente, sin preámbulos…
-Te buscan… Dicen que es tu padre.
Zapata, desviando la mirada, no contestó.
-Está en el cuerpo de guardia… No quiere moverse…
Zapata golpeó el suelo con el pie, se mordió los labios con furia y fue allá.
Al entrar, un soldado gritó:
-¡Atenciooón!
La tropa se levantó rápida como un resorte. Y la sala se llenó con ruido de
sables, movimientos de pies y golpes de taco.
El viejecito, deslumbrado con los honores que le hacían a su hijo, sin
acordarse del canasto y de la gallina, con los brazos extendidos, salió a su
encuentro. Sonreía con su cara de piel quebrada como corteza de árbol
viejo. Temblando de placer, gritó:
-¡Mañungo! ¡Mañunguito…!
El oficial lo saludó fríamente.
Al campesino se le cayeron los brazos. Le palpitaban los músculos de la
cara.
El teniente lo sacó con disimulo del cuartel. En la calle le sopló al oído:
-¡Que ocurrencia la suya!… ¡Venir a verme!… Tengo servicio… No puedo
salir.
Y se entró bruscamente.