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En este número:
1. En la pasión del Señor, de Ramón Domínguez
2. Sólo puede cargar la cruz… de Isaura Díaz Figueiredo
3. En verdad te digo, que hoy estarás conmigo en el paraíso,
de Pedro Becerro
4. Muerte y resurrección. (Meditaciones de Cuaresma y
Pascua, de Thomas Merton) recopilación de Pedro Becerro
5. Poesía de José Mª Requejo, dedicada a D. Miguel, en su
primera misa.
6. La mirada, de Isidro Barcala
7. Reflexión última de Isaura Díaz
---------- Mensaje enviado ----------
De: Ramón Domínguez Fraile Fecha: 19 de marzo de 2016, 11:19
Asunto: Aportación al Boletín de Semana Santa
Para: Cofradía del Santísimo Albercana <csati2013albercana@gmail.com>
Buenos días: Os envío mi pequeña aportación al próximo boletín de la
Cofradía.
En estos días os acompañaré en la distancia. Pero todo mi cariño para
todos los miembros de la Cofradía del Santísimo. También mi oración por
cada uno de vosotros. Unidos en la Vela al Santísimo. Os recordaré en la
Hora Santa del Jueves ante el Señor Eucaristía.
Unidos en el Corazón, el de Cristo,
Ramón, scj.
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Presentación
A cuantos leáis estas sencillas líneas, un saludo de
esperanza, en medio de los tiempos casi apocalípticos que
nos está tocando vivir. Escribo en la mañana del miércoles
santo, conmocionado con los terribles sucesos de ayer en
Bruselas; pero siendo eso muy gordo, es muy poca cosa,
comparado con lo que está pasando en las puertas de
Europa, con lo que está pasando en Siria, con lo que está
pasando en Hispanoamérica y en África, donde la gente es
desplazada de sus casas, que son destruidas, para provecho
de multinacionales sin escrúpulos, como recientemente ha
ocurrido en la República Dominicana, con lo que le está
pasando a los las minorías, especialmente cristianas; pero
eso no sale en los telediarios. Por tanto no existe, como
dicen los teóricos de la información; pero la cruda realidad
es que si existe. Allí está Cristo sufriendo, al que entregó
Judas por un puñado de monedas, como nos cuenta el
evangelio, de hoy, miércoles Santo, cuando escribo estas
líneas.
No tenemos sin embargo, que quedarnos aquí. Tenemos a
Cristo en la Eucaristía, todo gracia y a María, Dolorosa en
estos días; pero Reina de la Sabiduría, que tanto
necesitamos. La Pascua está cerca, Jesús resucita y el
mundo encontrará la paz, el equilibrio ecológico, la justicia
y la solidaridad; pero no lo olvidemos: Jesús actúa
mediante nuestras acciones. Una vez más hemos de
recordar que las obras de Misericordia, que transformarán
el mundo las tenemos que hacer nosotros.
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En la Pasión del Señor
Hoy es Viernes Santo. Cristo crucificado atrae nuestra
mirada. Las lecturas de hoy nos describen, plásticamente la
Pasión del Señor. La primera lectura es el Canto del Siervo
de Yahvé. Sorprende al presentar el triunfo y la exaltación
del Siervo a través de la humillación, abandono y
padecimiento. Más aún, el Siervo toma nuestras
enfermedades, dolores, y hasta pecados de los hombres,
para liberarlos y sanarlos. Aquí se reconoce la imagen de
Jesús. Él es el desfigurado por su pasión y muerte en cruz.
Su silencio impresiona. Es humillado y lo acepta. Todas las
lecturas del Viernes Santo nos invitan a vivir la pasión y la
muerte de Cristo a partir de la mirada, de la contemplación
del crucificado. Es lo que vamos a hacer hoy, vamos a vivir
con pasión la muerte de Cristo y poner nuestros ojos fijos
en su mirada.
Cristo crucificado en la cruz atrae nuestra mirada y
nuestros corazones. Hoy se nos retuerce y encoge el
corazón al ver morir al Señor. Pero vamos a fijarnos en Él.
Vamos a posar nuestros ojos en su mirada, en el crucificado.
Vamos a contemplarlo en su dolor y vamos a apasionarnos
con Él.
Nos encontramos con un Crucificado que tiene un rostro
dolorido pero hermoso. Se trasluce en él una serena
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grandeza en su agonía. La boca entreabierta, entregando su
último aliento y su Espíritu, ese Espíritu que impulsó toda
su vida, prometido a sus amigos en la tarde de la despedida
y entregado en el último suspiro a las manos del Padre. Los
ojos, a punto de cerrarse para siempre a la luz de aquel
Viernes Santo de las afueras de Jerusalén. Cierra sus ojos a
la luz el que se proclamó Luz del mundo, el que es lámpara
de nuestros pasos y luz de nuestros caminos. Luz que
brillará en todo su esplendor en el día más luminoso de los
días: el Día de Pascua. El costado abierto, la sangre
derramada por todos los hombres, sangre para dar vida al
mundo. Se han cumplido hasta el fin las palabras y
promesas de la Última Cena, la cena del amor, del servicio
y de la entrega. Éste es el crucificado que hoy
contemplamos. Es el Cristo que hoy nos describen las
lecturas. Es el Jesús muerto que hoy preside esta
celebración. Contemplemos. Oremos. Hagamos silencio. Un
gran silencio interior. Y, también, lloremos. Hagamos luto
de nuestro interior. Porque ha muerto Cristo. Ha muerto
nuestra esperanza, nuestra VIDA, con mayúsculas.
¡Cuántas veces me he quedado contigo a solas,
Mirándote clavado en el madero!
Sin palabras, sumido en el silencio –en tu silencio-,
Te he mirado de arriba abajo sin decirte nada.
Mi nada, Cristo crucificado, ante tu Todo.
Porque en cruz eres el Todo que se ha hecho nada.
Porque en cruz eres el hombre abatido y roto
Que habla al corazón –sólo al corazón-, sin palabras.
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¡Oh Cristo Crucificado, llagado y humillado,
Reducido a polvo, hundido en la basura;
Tentado y burlado por los que ostentan el poder;
Silenciado y amordazado por los que todo lo saben;
Abandonado y marginado por los que un día te
aplaudieron.
¡Oh Cristo Crucificado, yo te amo así, yo te adoro, yo creo
en ti!
Emilio Mazariegos
Pero hoy, sobre todo, se nos invita a vivir con pasión la
Pasión del Señor. Muchas veces nos apasionamos por algo o
por alguien: una determinada afición, una comida que nos
hace disfrutar al máximo, un deporte; pero especialmente,
cuando surge la pasión por otra persona, por la persona
amada. En Jesús podemos reconocer un hombre
apasionado: gastó años en vocear por todos los sitios y sin
morderse la lengua que tenía una buena noticia que
anunciar; se apasionó en romper esquemas sobre ese Dios
terrible y guerrero al que él se atrevió a llamarle “papá”, se
apasionó es estar con la gente, en vivir con ellos, en
compartir su comida, su techo, sus alegrías, sus esperanzas,
sus lágrimas, sus enfermedades,… y así gastó hasta el
último día de su vida apasionadamente. Pero no hay pasión
sin cruz. No. Vivir con pasión es ya en sí una cierta cruz con
la que cargar cada día… implica renuncias, cansancio,
dudas,… ¿Valdrá realmente la pena lo que estoy haciendo?
Pero hoy tenemos el ejemplo de Cristo.
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La celebración de hoy, más que tristeza y pesimismo, es una
invitación a vivir apasionados, a vivir la misma pasión que
vivió Cristo: la pasión de darse a los otros, al que tenemos a
nuestro lado. En Jesús tenemos el modelo a seguir. Ese
modelo que se apasiona por el hombre, por ser cercano
servicial, disponible, sanador, sensible, tierno, pacífico,
enamorado, apasionado.
El ejemplo lo encontramos en la entrega, en la muerte de
Jesús en la Cruz. En su corazón traspasado.
(Después de esto, sabiendo Jesús que todo había llegado a
su término, para que se cumpliera la Escritura dijo: Tengo
sed. Había allí un jarro lleno de vinagre. Y, sujetando una
esponja empapada en vinagre a una caña de hisopo, se la
acercaron a la boca. Jesús, cuando tomó el vinagre, dijo:
Está cumplido. E, inclinando la cabeza, entregó el espíritu.
Los judíos entonces, como era el día de la Preparación, para
que no se quedaran los cuerpos en la cruz el sábado, porque
aquel sábado era un día solemne, pidieron a Pilato que les
quebraran las piernas y que los quitaran. Fueron los
soldados, le quebraron las piernas al primero y luego al
otro que habían crucificado con él; pero al llegar a Jesús,
viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas,
sino que uno de los soldados, con la lanza, le traspasó el
costado, y al punto salió sangre y agua. El que lo vio da
testimonio, y su testimonio es verdadero, y él sabe que dice
verdad, para que también vosotros creáis. Esto ocurrió para
que se cumpliera la Escritura: “No le quebrarán un hueso”;
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y en otro lugar la Escritura dice: “Mirarán al que
atravesaron”).
En este texto lo importante no es la sangre y el agua. Por
esto puede ser un hecho natural. Lo esencial es el hecho de
derramarse. Jesús, aún después de muerto, se sigue
entregando, se sigue dando, gratuitamente. Se dona hasta el
final. Ofrece lo último que le queda de vida: la sangre y el
agua. Jesús se rompe, Él rasga su corazón para darnos todo
lo que posee. Se deja traspasar para darnos todo. Y este
TODO es con mayúsculas. Aquí se simboliza toda su vida.
Si Cristo vivió entregado, ¿Por qué no entregar todo
después de la muerte? Jesús se ofrece oblativamente al
hombre. Se desgarra por amor. En este símbolo del corazón
traspasado encontramos y descubrimos el amor apasionado
de Jesús para con el hombre. Dios tiene tanta pasión por el
hombre que se ofrece por nuestra salvación, por amor. En el
corazón traspasado contemplamos, no sólo la muerte de
Cristo, sino, lo más importante, contemplamos la vida que
se entrega, que se da, que se dona en gratuidad y con
pasión.
Así es nuestro Dios. Un Dios loco, apasionado, que escapa a
nuestra comprensión, que muere por amor y amando. Un
Dios que rompe esquemas, que muere. Pero este es nuestro
Dios
Ramón Domínguez Fraile, SCJ.
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Sólo puede cargar con la cruz quien ve…
El sufrimiento que pesa sobre nuestra almas, o echa raíces
en el cuerpo, sólo se transforma y sublimiza, cuando es
consciente de la cercanía de Dios. Es esa, y solo esa, la
certeza que va dar paz interior y alegría espiritual, para el
hombre que generosamente ofrece “su dolor”, viendo en el
sufrimiento la hostia viva y consagrada (Rm12, 1) He visto
por mi profesión, personas que con fuertes dolores por
enfermedad terminal, ven esos momentos de otra forma, así
no resultan carga, para los que están cercanos, sino que
contribuyen a la salvación con el sufrimiento
ejemplarizante en su momento final.
Vista de esta forma la enfermedad, el dolor, del tipo que
fuera, físico, psicológico, o ambos, son momentos oscuros
de la existencia humana, adquiriendo una dimensión
profunda e incluso esperanzadora. Nunca se está solo ante
el sufrimiento, el cristiano sabe que Jesús está a su lado, que
camina con nosotros aunque no le reconozcamos, como
ocurrió a los apóstoles de Emaús, pero sus corazones ardían de
paz y amor, eso nos ocurre diariamente, y da sentido a la
vida, alternamos momentos de alegría, con momentos de
aflicción y pena. En Cristo todo tiene sentido, incluso la
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muerte, diferente es muerte que cumple su ciclo biológico,
que también es dolor, a muertes que no tienen su ciclo vital
cumplido, siendo solo bulbo de gamón, vistas a la luz del
Señor cobran sentido, sin Él nada es explicable, ni siquiera
los legítimos placeres que a lo largo de nuestra existencia
podemos disfrutar.
Benedicto XVI amante de palabras profundas en textos
cortos dice sobre el dolor:” una sociedad que no acepta al que
sufre no es una sociedad humana”, de acuerdo, el que sufre
molesta, carga, es un ser débil…y a la sociedad del siglo XXI, no
le gusta el ser débil, (20 de agosto de 2011”)
Es cierto que la actual generación tiene dolor físico, no
obstante a mi juicio, es más grande el dolor moral que
atribula y encoge la vida del ser humano del siglo XXI.
Si a través de los siglos el sufrimiento, y el dolor, fue tema
universal porque nos acompaña durante toda la vida,
coexiste en el mundo, y por esto, una y miles de veces es
tratado en Foros, Congresos, Sesiones Científicas,
Conferencias. La dimensión subjetiva es irrepetible en cada
individuo, inefable e intransferible, por lo cual ha de ser
tratado y concebido como problema explicito, exigiendo
al entorno que se formulen respuestas y preguntas, y
juntos
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Busquemos buenos resultados para el sufriente
Sufrimiento palabra profunda como el mismo interior del
ser humano, suscita compasión, respeto, y a la vez
atemoriza y angustia como la misma muerte.
Para los estoicos, el dolor no es un mal, sino un bien, desde
el momento que pone a prueba el ánimo de la fortaleza.
Aseguran que las cosas buenas, solo suceden -al pobre
hombre-, mientras que los grandes dolores, son propios de
las almas cercanas a Dios, el fuego prueba al oro, y la
desgracia al hombre fuerte. Para mí, el ser humano no está
llamado-y respeto a los postulados estoicos- Considero que
el ser humano ha sido llamado a la alegría, a la felicidad, no
como el estoico que siente aversión a todo aquello fuera del
dolor y sufrimiento, pero reconozco que diariamente en
mayor o menor grado experimentamos formas de dolor que
no se pueden evitar, deberíamos llevarlas con fortaleza de
ánimo y esperanza a la Luz de Cristo.
Solo los humanos sabemos porque sufrimos y cuando
sufrimos.
El pensamiento cristiano, parte de la base que el dolor es un
misterio inescrutable, la mayoría de las veces a la razón
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humana, sabemos que sufrimos a causa de un mal, que es
una falta, limitación o distorsión del bien. Sufre cuando en
circunstancias normales debería disfrutar del bien y no lo
tiene. Los cristianos debemos ver a Jesús que inocente,
carga con los sufrimientos del todos los hombres,
alcanzando el culmen, en la pasión y muerte de cruz, donde
nos unió en el amor infinito. Consiguientemente todo
hombre, en su dolor, en sus penas, debe hacerse participe
del Sufrimiento Redentor de Cristo.
La cruz cristiana, símbolo del dolor supremo: desgracias,
aflicciones, sufrimientos, penas y tormentos que pesan
sobre el alma, transformemos esos momentos en cercanía al
Señor.
Ojala nosotros fuéramos recordados como Jesús que sin
bajarse de la cruz y precisamente porque no se bajó,
públicamente lo confesaron Hijo de Dios, reconocieron que
era justo y no en horas de triunfo, sino en momentos de
tribulación.
Después de veintiún siglos seguimos mirando a la cruz,
para encontrar consuelo y luz en el peregrinar diario,
aprendiendo a amar a Dios sobre todas las cosas,
perdonando las ofensas, y recordando que al mal se le
combate con el bien,
La cruz amigos, nunca va a pasar de moda, por mucho
hedonismo que invada el mundo actual, abramos nuestro
corazón al mejor amigo y veremos como la pena es menos
gravosa.
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Un feliz Pascua de Resurrección en la Paz y amor de Jesús,
vencedor de la muerte, y que el dolor sea la llave que nos
abra la Puerta Santa.
Isaura Díaz Figueiredo
Semana Santa de 2016
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“En Verdad te digo, que hoy estarás conmigo en el
Paraíso”
Todos somos Dimas, andamos por la vida, no digo yo
que robando (algunos sí); pero si con “el pecado original a
cuestas”, que aunque se nos borró teológicamente por el
bautismo. Ahora me refiero a dicho “pecado”, no desde el
punto de vista teológico, sino desde el punto de vista
psicológico. Muchos estudiosos de las ciencias humanas, lo
identifican, como las “pulsiones de la humana naturaleza”
que aflora una y otra vez, como la mancha de aceite, que
quita el detergente y vuelve una y otra vez a salir.
Esas pulsiones, que afloran del subconsciente, a veces
de una forma inesperada, y que hacen que actuemos, como
decía San Pablo, “haciendo el mal que no queremos”. No es
cuestión sólo de propósito de enmienda, sino de reconocer
esa naturaleza y ese “estado desfondado”, en el que nos
movemos por este mundo. Nuestras fuerzas, solas no
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pueden superarlo. Todos somos Dimas, como dije al
principio y todos también ¡ojo! podemos ser “el ladrón
malo”. Cristo está en el centro, Redentor nuestro. Un leve
gesto de humildad, “una mirada de fe, una mirada de
amor, es lo que puede salvar al pecador”, como dice una
canción. “Cristo, ¡Oh, Cristo, ven y sananos!.” Acuérdate de
nosotros, cuando estés en tu reino y la respuesta ya la
sabemos. No defrauda: “En Verdad te digo, que hoy estarás
conmigo en el Paraíso”. Cristo, está en el centro de nuestra
vida, y en la Eucaristía lo sentimos, lo palpamos y viene a
nosotros, con su amor y compasión por todo el género
humano. “Venid a mí los que estáis cansados y agobiados,
que yo os aliviaré. Venid a mí, benditos de mi Padre, porque
tuve hambre, sed, estaba enfermo, triste, desnudo y y me
disteis de comer, de beber, me curásteis, me consolásteis, me
vestisteis y enterrasteis mi cuerpo muerto” Estas son las
obras de Misericordia, que este año, nos las recuerda el
papa Francisco.
No podemos superar a veces nuestras pulsiones; pero si se
nos es dado, estar a su derecha, como Dimas,
humildemente y confiados. Si estamos a su izquierda, mal
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asunto: “Apartaos de mí, porque tuve hambre y no me
disteis de comer…”
Señor, yo quiero estar a tu lado y a tu derecha.
Tú sabes mis defectos y mis carencias.
Sólo tú tienes palabras de Vida Eterna.
Acuérdate de mí, que estás en la Eucaristía.
Pero no sólo de mí, acuérdate de mis hermanos, en
especial de los que sufren, que son muchos. Cambia
nuestro corazón de piedra y danos entrañas de
Misericordia.
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. AMEN
Pedro Becerro Cereceda
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Muerte y resurrección
1.- Cargar con la cruz
“El que quiera salvar su alma, cargue con su cruz y que me
siga”, dice Jesús.
¿Quién no tiene cruces? grandes o pequeñas y a veces,
imaginarias; pero no menos reales que las pesadas cruces
de la vida. Y Ahí está, alguien tiene que cargarla. A veces
hay Cirineos; pero no siempre. Tu cruz es tuya y tú debes
cargar con ella. Si no lo haces, el pesado madero caerá sobre
ti y te destruirá. Si al Maestro sigues, se tornará liviana y
podrás soportar su peso, por muy pesada que sea; pero si te
apartas del centro donde está él, te ocurrirá como al ladrón
malo, que está a la Izquierda del redentor, no percibirás su
luz y caerás en las terribles tiniebla.
Si vuelves los ojos al que pende del madero, oirás su voz:
“En verdad te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso”.
Aceptas la cruz y sigues con confianza. Tu salvación está
próxima. La empinada cuesta se allana y el peso del madero
se reduce. Has encontrado al perfecto Cirineos, el que cargó
antes con su cruz, para cargar también con la tuya. Tu
pasión se transformará en Pascua de resurrección,
alcanzarás el paraíso.
“La séptima petición del Padrenuestro (“líbranos del mal”) hay
que entenderla en el mismo sentido que tiene la súplica de
Getsemaní: “Si es posible, pase de mí en este vaso.” En
principio parece no es dispensar al hombre del conflicto, es decir,
del mal. Por esto es completamente humano expresar el deseo de
ser liberado de él; pero este deseo no puede ser elevado a la
categoría de principio, ya que se dirige contra la voluntad de Dios
y se apoya únicamente en la debilidad y el temor humanos.
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2.- Si el grano no muere…
Si el grano no muere, dentro del surco,
no brota la planta, no nace el fruto
Jn 12,24
En este tiempo de cuaresma, hemos de llevar una vida
ascética; pero contando con la ayuda del Espíritu Santo,
olvidándonos de nosotros, para que desaparezca nuestro
ego y demos paso a nuestro verdadero yo, en el que nuestro
centro sea el mismo Cristo. Para ello vamos a dejarnos
aconsejar por algunas citas de Thomas Merton, extraídas
del capítulo 8: “La negación cristiana de sí mismo”, de su
libro “Tiempos de celebración” (Ed. Sal Terrae.)
Jesucristo, que pidió a sus discípulos que lo dejaran todo y lo
siguieran, insistió que Él no era de este mundo (Jn 8,23). El
mundo en el sentido que lo emplea el nuevo testamento, se refiere
a la sociedad de quienes ni querían ni podían conocer al Dios
Vivo…. Este modo de existencia es el “modo de la carne”, obedece,
pues a la “voluntad de la carne” o a la voluntad del hombre de
afirmarse a sí mismo aparte de Dios. Un ascetismo que se ajuste a
este sentido, puede ser en efecto muy riguroso y extremadamente
“espiritual”, obstinado en su empeño de “perfección”; pero “lo
que hay en el mundo, la codicia de la carne y el orgullo de la
riqueza, no viene del Padre, sino del mundo” (1 Jn 2, 16). Jesús
dijo a sus discípulos que aun los profesionalmente piadosos, los
fariseos… se habían hecho incapaces de recibir su palabra y su
Espíritu Santo… ya que “El Espíritu es el que vivifica; la carne
no sirve para nada” (Jn 6,63)
En la tradición del platonismo cristiano, el ascetismo llega a verse
como la liberación del alma saliendo del cuerpo, que es como una
especie de “prisión”. Las cosas temporales, pertenecientes al
cuerpo, son malas, o en todo caso inferiores a las cosas espirituales
pertenecientes al alma; pero ¿Es esta una auténtica perspectiva
cristiana? La negación de sí mismo ¿consiste meramente en
liberal el alma y retirarla de las distracciones y cuidados
temporales?¿No es la verdadera función de nuestra negación de sí
19. 19
mismo la clarificación de la voluntad de Dios con respecto a
nosotros y al unificación de todo nuestro ser, cuerpo y alma, a su
servicio?
Los que son animados a una vida divina en Cristo por su Espíritu
entran en comunión íntima con la verdad. Poseen la verdad, que
vive en su entero ser y se manifiesta en todas sus actividades,
cuerpo y alma… El mismo Cristo es la Verdad. Y para esa unión
con Él…, debemos necesariamente purificar nuestros corazones de
todo apego a falsos valores centrados en el Yo y toda confianza en
nuestra propia voluntad. Pues no hay libertad en el egoísmo… y
no hay visión salvadora en el intelecto sin ayuda del hombre
caído.
… la negación cristiana de nosotros mismos ha de ayudarnos a
encontrar la felicidad perfecta, llevándonos rápidamente al
cumplimiento de nuestro destino sobrenatural. Los principios en
que San Juan de la Cruz basa su doctrina de la “Subida al
Monte Carmelo” son, sin duda, plato fuerte; pero esos principios
siguen siendo claros y verdaderos: “Para venir a gustarlo todo,
no quieras gustar algo en nada”…, aunque es cierto que las
pasiones y los deseos de la naturaleza humana caída, nos impiden
realizar nuestras más altas capacidades…
La llamada a hacer penitencia no está basada en el hecho de que
esa penitencia nos mantenga en forma sino en el hecho de que “el
reino de los cielos está cerca”. Nuestra penitencia –metanoia- es
nuestra respuesta al mensaje del Evangelio, el “kerigma” que
anuncia nuestra salvación si oímos a Dios y no oscurecemos
nuestros corazones. La función de la penitencia y la negación de sí
mismo son la contrición o “ruptura” de esa dureza de corazón que
nos impide entender el mandato de amor de Dios y obedecerlo.
El ascetismo cristiano es notable sobre todo por su equilibrio y el
sentido de la proporción. No acentúa demasiado el lado negativo
de la vida ascética… Nos advierte que hemos de romper sin
compromiso con el mundo y todo lo que este significa, pero no
deja de animarnos a comprender que nuestra existencia en el
20. 20
“mundo” y en el tiempo se hace fecunda y significativa en función
de nuestra capacidad de asumir una responsabilidad espiritual y
cristiana por nuestra vida, por nuestro trabajo y por el mundo en
que vivimos… no proporciona una huida del mundo ni un refugio
[contra la maldad]. Nos hace capaces de entrar en la confusión
del mundo llevando algo de la Verdad… y el poder misterioso y
transformador de la Cruz, de amor y sacrificio.
…Dios ha puesto [en manos de la iglesia] instrumentos divinos
para nuestra conversión y santificación: los Sacramentos. De
hecho, es Él mismo quien, mediante la iglesia, actúa por medio de
ellos en nuestras vidas…… Los que ofrecemos el Santo Sacrificio
y recibimos en nuestros corazones el Cuerpo y la Sangre del
Salvador construimos el Reino de los Cielos en la tierra y en la
historia…
… Al entrar en la vida ascética y avanzar por los caminos de la
negación de nosotros mismos, descubrimos que nuestro mayor
obstáculo y nuestra mayor carga es el “hombre viejo”, este cuerpo
de muerte, este “ego” que nos acompaña, que es la caricatura de lo
que deberíamos ser y que nos hace actuar conforme a la “sabiduría
de la carne”… que nos impide transformarnos en Cristo y hace
que nuestra vida y nuestro trabajo sea una aserción de nuestra
propia futilidad… y nunca seremos capaces de sacudírnoslo de
encima si no contamos con la omnipotente ayuda de Dios.
… Nuestro ascetismo no va dirigido contra las cosas creadas como
tales. Nuestro enemigo está dentro de nuestro castillo. Sólo
porque ese enemigo se rodea de las imágenes y sensaciones y
deleites de las cosas creadas y se fortalece así contra todos los
esfuerzos de la gracia por desalojarlo, es por lo que hemos de
dominar por fuerza nuestro amor a las cosas buenas para luchar
contra él. Cuando la iglesia ora, para que Dios nos conceda la
gracia de despreciar las cosas terrenales y desear las cosas del
cielo, no quiere implicar que la Creación sea mala, sino que un
amor a las cosas buenas de la vida centrado en el “ego” es una
fuente de tinieblas y maldad en el mundo…
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“Toda criatura de Dios es buena, y no se ha de rechazar
nada, tomándolo con acción de gracias: pues por la palabra
de Dios y la oración queda santificada” (1 Tim 4,4)… [Pero,
el demonio, el mundo y la carne] producen actitudes mentales,
modos de ver y hacer las cosas, que hay que desarraigar de la vida
cristiana, negándonos a nosotros mismos… La verdadera
santidad… consiste en usar las cosas buenas de la vida para hacer
la voluntad de Dios, en usar la creación de Dios, de tal modo que
cuanto toquemos, veamos, usemos y amemos dé nueva gloria a
Dios… El santo está unido a Dios en las profundidades de su
propio ser, ve y toca a dios en todo y en todos cuantos le rodean…
[para ello] es necesario en nuestra situación presente, una
práctica generosa y aún severa de la mortificación… “Si alguno
quiere venir tras de mí, que se niegue a sí mismo, que cargue
con su cruz y que me siga” (Mt 16,24)
San Gregorio Nacianceno habla del cristiano como “un
instrumento tocado por el Espíritu Santo”. El objetivo del
ascetismo es mantener templado ese instrumento. La
mortificación no es simplemente el dominio progresivo del
instrumento matando los apetitos del corazón. Esta es una
perspectiva muy tosca. Es más bien como tensar una cuerda de un
violín. No le damos vueltas y vueltas hasta que se rompa. Eso no
sería santidad, sino locura. No. Lo que hacemos es elevar las
cuerdas de ese delicado instrumento que es nuestro ser hasta el
tono exacto que desea de nosotros el Espíritu Santo...
La negación de sí mismo puede sin duda aportar paz al ama que
está turbada por todos los cuidados, preocupaciones, tristezas e
inquietudes que se derivan inevitablemente del apego a las cosas
creadas. El ascetismo desarraiga toda planta en la que crecen los
frutos de la angustia. El asceta, entonces debería ser hombre
tranquilo y feliz. Su alma ha de ser sencilla y límpida, como un
estanque de agua clara en la que puede entrar el sol de la
presencia de Dios… pero esa tranquilidad depende de la virtud de
la discreción. La negación de sí mismo, no es la misma para una
madre de familia con diez hijos, que para un monje cisterciense.
22. 22
Puede ocurrir que la madre de familia esté más mortificada que el
monje, pero no se espera de ella que haga penitencia del mismo
modo. La negación de sí misma se medirá por las obligaciones de
su estado.
No hemos de imaginar que la negación de sí mismo es un camino
de tranquilidad y paz ininterrumpidas. No resuelve todas las
dudas ni nos libera de todas las preocupaciones como por arte de
magia. La negación de nosotros mismos nos atempera al espíritu
de Dios, el cual no siempre entona una melodía que armonice con
nuestra naturaleza, puede haber incluso terribles discordias… por
eso el deseo de obras ascéticas que pacifiquen nuestros ánimos y
nos den una sensación de logro puede resultar de hecho, una
huida de la verdadera negación radical de nosotros mismos que
nos exige Dios…
Todo ascetismo cristiano está caracterizado por la integridad y el
equilibrio. Cristo no admite división. Quien no está con Jesús está
contra Él. La luz y las tinieblas no son compatibles, ni el templo
de Dios y los ídolos… El verdadero asceta no es quien nunca se
relaja, sino el que se relaja en el momento y en la medida
oportuna,… descansa cuando Dios quiere que descanse y actúa
cuando Dios quiere que actúe y reza constantemente mientras
tanto, con una mirada sencilla y amorosa que mantiene que
mantiene su corazón y su mente unidos al Espíritu que reside en
su interior…
Santo Tomás de Aquino, parafraseando a San Pablo afirma:
”Porque estoy clavado a la cruz con Cristo, tengo poder
para hacer el bien”. Sin la cruz hay poca vitalidad espiritual en
nuestros esfuerzos por Dios y por la Iglesia… Nuestra salvación
no se ha de buscar en el ascetismo solo, sino en la cruz de Cristo.
La negación de sí mismo, por rigurosa que sea, carece de todo
significado cristiano si se prescinde de la cruz y resurrección de
Cristo.
Aunque la Iglesia ha aliviado las leyes generales del ayuno
en cuaresma, esta sigue siendo una época de mortificación
23. 23
y de renuncia. Le toca al cristiano, individualmente, en la
sinceridad de su conciencia ante Dios, asumir tales actos de
negación de sí mismo y de caridad que signifiquen
verdaderamente su voluntad de morir a sí mismo y de vivir
en el Espíritu de Cristo Resucitado.
3.- Flores aparuerunt in terra nostra. Tempus putationis
advenit
Así comienza una antigua antífona de cuaresma. También
debe aparecer en el Cantar de los Cantares y sobre todo se
observa, se ve, se palpa, se huele en el ambiente. Tiempo de
primavera, tiempo de poda, tiempo de renovación. Eliminar
lo viejo, renovarse, para dar el paso, para vivir y celebrar la
Pascua, renovados y haciendo que nuestras obras sean
eficientes, fecundas y abundantes.
Thomas Merton, en el mismo libro, nos hace una preciosa
meditación de 12 páginas en el capítulo siguiente, “Pascua:
la nueva vida”, del que entresacamos los siguientes
párrafos:
“Que el hecho histórico de la resurrección de Cristo sea la clave
de toda la construcción de la fe cristiana no es razón suficiente
para que la Pascua sea la gran fiesta que es,... esa celebración no
recuerda meramente el acto por el que somos liberados, sino que
reaviva nuestra misma libertad en la renovación del misterio en
que llegamos a ser libres... En todo caso, el misterio de Pascua no
se celebra sólo en Pascua, sino todos los días del año, porque la
misa es el Misterio Pascual. El tiempo de la Pasión, la Semana
Santa, la Pascua y los “cincuenta días santos” del tiempo de
Pascua, que culminan en Pentecostés, se combinan todos ellos
para extender entre nosotros el misterio de la Pascua en su
momento con todo detalle; pero la plenitud del Viernes Santo,
Pascua y Pentecostés también se condensa en el ámbito de la misa
de cada día. Pues cada vez que participamos en los Misterios
sagrados,... morimos con Cristo, resucitamos con Él y recibimos
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de Él el Espíritu de promesa que nos transforma y nos une al
Padre en y por medio del Espíritu Santo...
El poder de la Pascua ha irrumpido en nosotros con la
resurrección de Cristo. Ahora encontramos una fuerza que no es
nuestra y que se nos da libremente siempre que la necesitemos,
elevándonos por encima de la ley, dándonos una nueva ley que
está oculta en Cristo: la ley de su misericordioso amor hacia
nosotros: Ahora ya no tratamos de ser buenos porque tengamos
que hacerlo, por obligación, sino porque nuestra alegría es
complacer a quien nos ha dado todo su amor, y ahora nuestra vida
está llena de sentido...
... [Para el cristiano] su “Ley” es Cristo... la nueva vida que se le
ha dado en Cristo. Su ley ya no está escrita en libros,... sino en el
fondo de su corazón y no por pluma de hombre, sino por el dedo de
Dios... Esta verdad es el gran “escándalo” del cristianismo. Es la
piedra que constantemente es rechazada por los constructores. Es
el elemento de nuestra fe que tememos y nos negamos a mirar de
frente,... como los judíos que temieron el reto que les lanzó Jesús al
curar en sábado. Escuchemos a Pablo: “Cristo nos ha liberado
para la libertad: sosteneos, entonces y no os dejéis poner
otra vez el yugo de la esclavitud... La ley se hizo nuestro
pedagogo (acompañante)... pero ahora, conociendo a Dios,
o mejor dicho, siendo conocidos por Él ¿Cómo volvéis otra
vez a los elementos sin fuerza ni valor, a los que otra vez
queréis esclavizaros como antes?” (Gal 5,1; 3,24; 4,9)
Traducido a nuestros términos: La Pascua es el misterio de
nuestra redención. Los que hemos muerto y resucitado con Cristo
ya no somos pecadores. El pecado ha muerto en nosotros. La Ley
ya no tiene dominio sobre nosotros...
... Ese don, esa misericordia, ese amor ilimitado de Dios por
nosotros se nos ha regalado como resultado de la victoria de
Cristo. Probar ese amor es tomar parte en su victoria. Darnos
cuenta de nuestra libertad, exultar en nuestra liberación de la
muerte, del pecado y de la Ley, es cantar el aleluya que
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verdaderamente glorifica a Dios en este mundo y en el mundo
futuro...
... Ese gozo en Dios, esa libertad que nos eleva en fe y en
esperanza por encima de la agria lucha que es el destino del
hombre atrapado entre la carne y la Ley, tal es el nuevo cántico en
que nos unimos con los bienaventurados, ángeles y santos en
alabanza a Dios.
“Dios siendo rico en misericordia, por el mucho amor con
que nos amó, y estando nosotros muertos por el pecado, nos
hizo revivir junto a Cristo... y con Él nos ha resucitado...
estáis salvados... no por vosotros, sino que es don de Dios:
no por obras, para que no os gloriéis” (Ef 2,4; 8-9)
No oscurezcamos, pues, el gozo de la victoria de Cristo
siguiendo en el cautiverio y en las tiniebla, sino
proclamemos su poder viviendo como hombres libres que
han sido llamados por Él a salir de las tiniebla a su luz
admirable.
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“Alter Christus”
Poema de José María Requejo, dedicado a D. Miguel
Cilleros, en su primera misa en 1950
Hermano, hoy te elevas airoso
En la cumbre inundada de luz.
Te contemplo feliz y dichoso
Coronando tu frente Jesús.
Fueron tiempos lejanos en flor
Cuando Cristo besara tu frente
Como Él sabe besar. ¡Con amor!
Intuyendo a la par en tu mente
Vocación de celeste fulgor.
Tú seguiste sus huellas divinas
Caminando seguro y ligero,
Unas veces por sendas de espinas
Y otras veces por plácido otero.
Porque así fue tu vida sencilla
En el seminario.
Ratos de sagrario
De una florecilla
Con estudios de un joven formal;
Juegos y emociones,
Áureos eslabones
Que engarzara un amor estival.
Ya han pasado los tiempos aquellos
Con ensueños felices no vistos.
Han pasado veloces y bellos
A ofrecer realidades: “Ser Cristo”.
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“Alter Christus”, mi caro Miguel.
Ser apóstol fogoso y valiente,
Jardinero en cualquier vergel,
De aguas puras cristalina fuente.
Segador de las mieses doradas,
Son tus manos viril de oro fino,
Son dos rosas aromatizadas
Que mitigan calvarios con tino.
El mirar de Jesús en tus ojos.
En tus pies andariegos, camina,
Y en tus labios está, labios rojos,
Su palabra y sonrisa divina.
¡Otro Cristo!... ¿Qué importa fatiga?
¿Qué… si penas o sufres dolor?
¿Si tienes que ser roja espiga
Donde reine, hecho hostia el Señor?
Y ahora tú, sacerdote, permite,
Pues lo pide exaltada emoción,
Que a escuchar en silencio te invite
Entusiasta felicitación.
Yo me asocio también a este canto
Y me siento feliz al cantar
Porque siento en el alma un encanto
Que no sabe la lengua explicar.
Que tu vida holocausto de amor,
Se prolongue feliz y dichosa,
Con tus padres, que guarda el Señor
Para ver esta fiesta gloriosa.
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Bien merecen preciada corona,
Son felices estando a tu lado
Muy juntitos a ti, a tu persona
Viendo al hijo Ministro sagrado.
Y allá entre los muros violeta escondida,
Que sabe rezar por tus almas cercanas
Te acompaña feliz, de lejos unida,
Quien mucho te quiere la monja tu hermana.
Gozosa y alegre la Vale está aquí
Viendo realizado un lejano soñar:
Estar a tu lado velando por ti
Y en tu ministerio poderte ayudar.
Termino pidiendo recuerdo perenne
Para estos amigos que nunca te olvidan.
José María Requejo Vicente
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-LA MIRADA-
Ya tocan las campanillas / Ya sale la procesión.
Unos de pie, o de rodillas
La siguen con devoción.
El palio, escoltado en capas / Que llevan con esplendor.
La Custodia es quien te atrapa
Y el incienso acogedor.
Desde la puerta del templo/ Llega la flauta, el tambor.
Y la mirada. Contemplo
No está en el Altar Mayor.
Nadie mira para allá. / Gira el cuerpo alrededor
Y así sigues donde va
Con el máximo fervor.
En un instante, ¿ves?, pasa / De Santa Ana, a San Antón.
El coro. San Pedro. Y en masa.
Junto al Cristo del Sudor
La capilla. Media vuelta/ Y ni un segundo se atrasa.
Aunque la gente más suelta
Siga así en la procesión:
Cuatro pasos. Reverencias.
La mirada. Devoción.
La Custodia. Su presencia.
Tantum Ergo. Bendición.
Isidro Barcala del Castillo
30. 30
Casi al cerrar le edición, Isaura Díaz Figueiredo, nos envía
esta sencilla reflexión cargada de esperanza, ante el paso de
la procesión del Cristo de la Luz, anoche en Salamanca. La
foto de nuestra Virgen de los Dolores, también es suya.
En ésta noche, el dolor dolía,
la luz de la Luna siendo pura
me pareció fría, triste y pensativa
vi la serenidad en Tú rostro,
Jesús de La Luz
y supe que a pesar de la ceguera del hombre
Tú nos guías.
Madre de la Sabiduría no quise mirar el pañuelo que hoy enjuga
tanto llanto
solo vi que tus lágrimas no existían
eran vaho de ternura, acompañando al mundo en una noche oscura.
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Propuestas para la Cofradía:
Oremos a Jesús Sacramentado, ante la Virgen de los Dolores, por
todos los enfermos, necesidades y miserias que hay en el mundo,
para que transforme nuestro corazón en entrañas de misericordia.
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Recorramos gozosos, este camino cuaresmal,
para que nuevos brotes, florezcan, no sólo en la
renovada naturaleza, sino también en nosotros,
en la próxima Pascua Florida