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ON MY ROAD; Prólogo

      Habríamos hecho unos 300 Km., Springsteen no paraba en el equipo del coche y aún no
veíamos nuestro destino. Conducía aquel famoso segundo coche, un Clío blanco del año catapún. Un
mechero que apenas consumía diesel por muchos kilómetros que le echaras. En aquel tiempo en los
que te multaban si pasabas de 110 km/h, créetelo.

      Sony, o así es como el decía que se llamaba, no para de hablar. Contaba historias de lo que
haríamos a llegar. De las borracheras que nos íbamos a pillar, las chicas a las que conoceríamos y
todas esas cosas que se hacen con alcohol y amigos de por medio.

       Era un personaje extraño, no raro, ni malo… solo extraño. No pasaba del metro setenta y algo,
pelo rizado casi siempre despeinado y barba perpetua de 20 días… un personaje.

       Lo que más me impresionaba de Sony era su forma de pensar. ¿Has escuchado alguna vez eso
de que la belleza más pura se encuentra en la simplicidad y hasta en la cosa más pequeña? Pues así
vivía él, segundo a segundo. También tenía una cara oscura, triste y taciturna que tapaba con su
máscara de euforia, alegría e inquietud perpetua. No iba a ser yo quien le preguntara por qué la
ocultaba, eso estaba claro.

       Íbamos a visitar a un amigo suyo, un “colega de la infancia”, decía. Los dos teníamos 25 años
sabíamos muy bien que mantener amigos de la infancia es prácticamente imposible. Hay amistades
muy fuertes, que pueden durar años. Pero por desgracia, la vida casi siempre termina separándolas.
Y si no se riegan con visitas, llamadas y un pequeño contacto, se pierden en el tiempo. A todos nos ha
pasado, admítelo.

      Sony no estaba por la labor de perder esta amistad y aunque su amigo viviera a más de 300
Km., quería ir a visitarlo. Y claro, ahora tenía coche - el mío -, así se ahorraba los viajes en bus y dedo.

      - ¿Sabes lo primero que haremos cuando lleguemos JJ? Soltamos las cosas y nos metemos con
Andy en el bar más hecho polvo que haya. Ese típico bar de viejos, donde aún se fuma dentro y se
mastica el olor a Massimo Dutty. Sé que allí no ligaremos, ni mucho menos… pero seguro que se nos
acerca algún viejo y nos echaremos unas risas. – empezó a reírse como un loco, a saber en que
conversaciones estaba pensando.

      - Lo veo. Nos tomamos un café y nos despejamos un poquito de carretera…

      - ¡¡Calla, calla!! Escucha... The River!!

      Con una sonrisa levantó la mano para hacerme callar con educación, cerró los ojos y disfrutó
como si fuera la primera vez que escuchaba The River de Bruce Springsteen. Un tema que en estos
últimos 200km había sonado por lo menos 5 veces… él era así y a su manera, era una gran persona.

      No creo que haga falta contar mi historia antes de estos 300km, simplemente me encontraba
en un momento de mi vida donde nada me ataba. Después de varios años viviendo independizado
con una pareja, me encontré sólo y sin trabajo. La carretera y los viajes largos se convirtieron en mi
válvula de escape. La música de Sprigsteen, Mark Knofler, Mike Oldfield, Bon Jovi (me encanta el
tema You Give Love A Bad Name, no puedo evitarlo) me acompañaban allí donde iba. Conocer gente
nueva y escuchar sus historias me hacían mantenerme cuerdo.

       Nunca me podré quejar de mis amistades hasta el momento. Soy una persona muy poco
familiar, pero muy amigo de mis amigos y los quiero con locura siempre que ellos se lo ganen.
Aunque vi el momento de conocer nuevas formas de pensar y mil locuras que me impedirían
caer en el agujero de la soledad y la depresión. Y ahí es donde entró Sony en mi camino.

      Acababa una semana más y con ella un septiembre de 2011 que ya parece lejano. Todo había
cambiado para mí y estaba intentando hacerme a la idea de lo que ahora tendría o dejaría de tener.
Sentado en la barra del Morrigan´s Irish Pub, un bar de Lucena. No un bar, mi bar. Las ideas se
amontonaban en mi cerebro, no era capaz de distinguir entre lo que quería, tenía o debía hacer.

       Con una sonrisa de oreja a oreja chocaba sus cinco con el camarero y contagiaba de euforia a
todo el personal. ¿De dónde narices ha salido este personaje? Camiseta de Iron Maiden, camisa negra
sin planchar, pantalones vaqueros, un pañuelo atado en la frente en forma de bandana y un cigarro
en la oreja. El pelo entre castaño y pelirrojo alborotado y una barba a lo Chuck Norris. Pidió una jarra
de cerveza más grande que su cabeza y repetía “¡¡Venga Ángel pon mi tema hombre!!“

       Ángel… otro personaje. De estatura media, ancho de hombros, una de esas caras que cuando
se ponen serias infunden respeto; ese es Ángel y aún sigue sirviéndome copas en el bar.
Pero no estaba serio con este personaje, ni siquiera algo molesto. Se reía y hacía bromas con este
heavy loco salido de una época que no había conocido. No lo entendía. Pensé que si yo fuera
camarero, lo habría puesto de patitas en la calle. No podía escuchar ni mis propios pensamientos con
los gritos de este energúmeno. Iba y venía de un lado para otro como si estuviera loco, hablando en
voz alta, saludando a la gente de la otra esquina del bar como si los conociera de toda la vida. Ese
tipo de personas que te sacan de quicio.

      Entonces se sentó, a mi lado. Me echó una mirada de arriba abajo. Mis pantalones vaqueros
eran parecidos a los suyos, pero mi camisa estaba planchada y mi americana no conocía el polvo.
Cuando terminó de examinarme dijo:

      - Tío… ¿de dónde coño sales tú? ¿De un entierro? Tan serio y tan de negro…

     - ¿Perdona?- le respondí intentando no sacudirle directamente. No tenía humor para que un
desconocido me criticara en mi propio bar y menos en ese momento de mi vida.

     - ¡¡Alegra esa cara hombre… que la vida son dos días y una la pasamos durmiendo!! – de
nuevo carcajadas.

      Mientras hacía todo lo posible por mantener una conversación sensata y no una discusión
acalorada con este chaval vi a Ángel acercarse al equipo de música, toquetear algo en los monitores y
sonreír.

      - Mira chaval, no sé de qué agujero has salido, ¿pero tú te crees que puedes ir por ahí
hablándole así a la gente?

      - ¡Oye oye! Que yo no me he metido contigo, solo digo que estas triste tío. Que se te ve triste
y un bar no es sitio para estar así… si no para alegrarse – levantó las manos y se señalaba la boca
mientras mostraba una sonrisa de oreja a oreja, un payaso.

     - Bueno ¿y tú no crees…? – no me dio tiempo a terminar la frase cuando el chaval levantó la
mano, me hizo callar educadamente y señalando hacia los altavoces del bar dijo.
- ¡Tío tío! ¡Mi tema! – Miró hacia Ángel que sonreía y nos observaba de reojo. Soltó un grito y
se puso a cantar a pleno pulmón - ¡¡¡ Shot through the heart, and you to blame, Darling you give
love…!!!

       Un millón de ideas llegaron a mi cabeza… no entendía muy bien la situación. Nunca he sido
una persona explosiva, ni que demuestre abiertamente alegría sin motivos. Pero en ese momento no
sentí la tristeza que había estado ahí los últimos días, ni la soledad, ni tampoco la añoranza de
tiempos pasados… simplemente me sentí bien. Alcé la mirada hacia aquel extrovertido personaje
mientras saltaba y le robaba un sombrero de plástico al camarero. Pensé rápidamente en sus
palabras, “que la vida son dos días y una la pasamos durmiendo”. Ya había pasado mi día durmiendo,
ahora necesitaba despertar y vivir. Vivir como nunca había vivido antes, sentir como nunca había
sentido antes y conocer todo aquello que me habría dado miedo o recelo en otros tiempos…

      Y como mejor empezar todo aquello, que cantando y bailando con un desconocido:

      - ¡¡¡ Shot through the heart, and you to blame, Darling you give love a bad name!!!
ON MY ROAD
      01 LUCENA-GRANADA-GERGAL:

       La carretera es como la vida misma. Siempre tienes elección. Rutas alternativas más o menos
largas. Llenas de coches que estorban o carreteras tranquilas. El colega de la infancia de Sony vivía en
Gergal (Almería), a unos 220 Km. de donde residíamos, Lucena (Córdoba).

       Se pueden elegir varias rutas hacia el mismo destino, lo importante es saber a dónde quieres
llegar. Normalmente siempre elegíamos la ruta tranquila, autovías largas y tranquilas, donde 50 Km.
era una grata charla y un silencio incomodo, el espacio entre dos postes de la luz.

       Esta vez elegimos la ruta larga, carreteras estrechas que pasan por pueblos cordobeses como
Priego de Córdoba, Almedinilla, bordeando Alcalá la Real… preciosos puntos de interés para turistas y
enamorados de Andalucía. Aunque las carreteras sean malas, los paisajes que se cruzaban en nuestro
camino eran increíbles. Entre Cabra y Priego de Córdoba la carretera cruza por zona montañosa.
Laderas verdes e inundadas en olivos. El olivo, ese árbol que te es extraño en cuanto sales por
Despeñaperros. Y ese amigo que te saluda en cuanto llegas a tu tierra. No sé como lo sienten los
demás, personalmente siempre me alegra ver el primer olivo. “Mira mira, el primer olivo que vemos…
¡¡¡Ya estamos en Andalucía!!!”. A casi nadie le gusta su propio pueblo, la gente, los sitios… porque no
valoramos lo que tenemos. Pero solo hace falta pasar un tiempo fuera, para alegrarte con la llegada a
tu tierra, Andalucía que grande eres joder.

      Seguíamos en carretera y pasábamos Priego de Córdoba. Knopfler sonaba en el estéreo con su
Sultan of Swing y Sony hacía su característico air-guitar. Según decía era uno de los mejores solos
que había escuchado en su vida. El Sultan of Swing del disco Alchemy, “¿sabías que el tío toca sin
púa?” me recordaba una y otra vez.

      - Hace poco tuve la oportunidad de ir a verlo a Córdoba ¿Sabes?... Pero ahí se quedó la cosa.

      - ¿Y por qué no fuiste hombre? Te encanta Dire Straits.- le pregunté. Sabía que algo muy
importante tendría que haberle pasado para dejar pasar la oportunidad de ver a Mark Knopfler en
directo. Ante todo, para Sony, estaba la música. Era su forma de filtrar los problemas y desconectar.
Éramos muy parecidos en eso.

       - Por una chica. – rió entre dientes – Ya sabes… un día conoces a alguien que te llama la
atención, te da charla, la escuchas y es que… no lo puedo evitar. Escucho sus problemas, sus historias
e inquietudes. Las esperanzas que pone en alguna meta que se ha propuesto… y claro, no puedo
evitar decirle lo guapa que está. Me es imposible no decírselo…- otra carcajada al aire.

       - ¿Y qué pasó? ¿Te liaste con ella y la dejaste plantada?- le pregunté. No teníamos problemas
para contarnos esas cosas. No nos conocíamos desde hace mucho, pero ese tipo de preguntas se
habían convertido el algo tan común como preguntar por tu último resfriado o como está el tiempo.
Además para Sony le era una imposibilidad física no contar la verdad. Una sinceridad de las que te
tiran para atrás, de las que no sabes si soltarle una galleta o darle la razón… la verdad es dura, pero
solo necesita tiempo para encajar.

      - ¡No! No que va. ¡Tenía novio! – dijo poniéndose serio, algo cambió en su cara en una
milésima de segundo.

       - ¿Y? Pensaba que tú no eras celoso…- ahora el que se reía era yo. Chiste malo y antiguo. Que
te diga una chavala, “perdona pero es que tengo novio” y tú le respondas, “No tranquila, no soy
celoso”. La proporción de que esa conversación salga bien es muy pequeña. Y cuando sale, sabes
seguro que ese no será el amor de tu vida.

      - No, no no no no… yo no soy así. No meto mi cuchara en la sopa de otro. No no no no… eso
está mal tío. Como liarte con la ex de un colega justo después de que él haya terminado. Son cosas
que no están bien tío… no no no no no.

       - Vale, vale… en el primer millón de “No” ya he cogido la idea. ¿Qué? ¿Te pones en la piel del
“otro”? – era otra de esas preguntas que normalmente no tendrían importancia, pero la respuesta
fue algo extraña.

       Silencio. Sony bajo la ventanilla del coche comentando que hacía algo de calor, sacó la cabeza
y cerró los ojos disfrutando del viento en la cara.

       - ¿No lo sientes JJ?- Dijo desde fuera del coche. - ¿No sientes la libertad que tenemos ahora
mismo? Podemos ir a donde queramos, hacer todo lo que queramos sin que nadie nos ponga
impedimentos. Tenemos el universo en la palma de la mano y el horizonte es nuestra imaginación.
Esta vida es genial JJ.- Abrió los ojos, me miró y dentro del coche repitió- Esta vida es genial si la
sabes aprovechar colega.- De nuevo una sonrisa, vista al frente y kilómetros, muchos kilómetros.

       Pasamos Puerto Lope, Pinos Puente y Atarfe como rayos. Y delante nuestra se levantaba
majestuosa y blanco marfil Sierra Nevada. Increíble macizo montañoso pálido y brillante que nos da
la bienvenida a la maravillosa Granada. No hizo falta más que una mirada para acordar que
pararíamos en la ciudad. Es obligatorio caminar por las antiguas calles de Granada, ver algún
monumento y lógicamente, irse de tapeo por sus bares. Es de los pocos sitios donde al camarero le
hemos tenido que decir:

      - ¡Jefe, otra cerveza!

      - Y de tapa ¿Qué queréis?

      - Nada, nada,… déjate de tapas que se nos salen por las orejas.

      No exagero cuando digo que los bares de Granada son de lo mejorcito que he visto en tapeo.
Vas con alguien, pedís un par de cervezas y siempre vendrán acompañadas de montaditos de lomo,
carne en salsa, patatas fritas… lo que sea para empapar el alcohol, lo mejor para el medio día.
Cerveza tras cerveza, tapa tras tapa pasábamos el rato andando por las estrechas calles de Granada.
Nos encontramos con alguna granadina despistada, que fiándose de nuestro pelo pelirrojo y piel
blanca, nos confundió por guiris.

      - Hola perdonad. ¿Tenéis hora? – nos dijo tocándose la muñeca izquierda.

      Sony y yo nos quedamos mirando, sabíamos perfectamente que la chica pensaba que éramos
extranjeros.

      - Time…mmm.....… o´clock? – repitió.

      Los dos nos encogíamos de hombros e intentábamos ser amables con la muchacha.

      - Hour… you have hour? – nos decía molesta.
Nos quedamos mirando, Sony me dijo algo al oído. Algo así como “psss... pssps pssssp spsss”,
más o menos. La muchacha perdió la paciencia y dijo:

      - Guiris de mierda… no se enteran de náh.- nos dio la espalda y empezó a caminar en dirección
contraria a nosotros.

       No podíamos parar de reír, pero no estaba bien reírse de una desconocida y aún menos si la
chica era mona. Nos acercamos a ella por detrás y le toqué el hombro.

      - Perdona mujer… si nosotros somos más de pueblo que un olivo. Lo que pasa es que nos ha
hecho mucha gracia que nos confundieras con dos guiris. Disculpa en serio.- le dije lo más amable
posible y mostrando un poco de vergüenza.

      - Seréis hijos de… - pero no estaba enfadada. Se dio cuenta de lo último que había dicho y que
la habíamos entendido. Entonces sonrío y nos dijo.- Bueno entonces… ¿Qué hora es?

      Los tres nos reímos de la tontería de conversación que habíamos tenido. Al parecer era de
Granada, se llamaba Sofía. Unos veintitantos, metro setenta de altura y el pelo negro como el
carbón. Unos ojos rasgados y oscuros de estos que cuando te miran, parece que están viendo mucho
más. Hay cosas, que las simples palabras no pueden describir. Quizá adornar o embellecer, pero una
mirada como la suya no se puede describir con palabras.

       La convencimos para que nos enseñara más bares de tapas y alguna que otra esquina de
Granada. Y así pasamos las siguientes dos horas, de cervezas y viendo las iglesias que se encuentran
entre las calles de la ciudad. Le dijimos que solo estábamos de paso, que nos diera su Facebook o
Tuenti para seguir en contacto y si algún día volvíamos, avisarla. Saco un papel, apunto algo y se lo
dio a Sony, le guiñó un ojo y se fue despidiéndose con la mano.

      - Maldito bastardo… ¿Cómo coño lo haces? – le dije.

      - JJAajjajajaj, tío tío, me ha puesto el Tuenti, el Factbook y su móvil. Menos mal que solo
hemos pasado un par de horas con ella, que si no me pone hasta el color de las bragas.- Se reía como
un loco, me dio el papel a mí y se lo guardé para administrarlo más tarde… maldito bastardo.

      Fuimos al coche y dormimos la mona unas tres horas hasta que se nos pasó el efecto de las
cervezas. Esta vez le dejé el coche a Sony, le dije que fuera con cuidado, no apretara mucho el
acelerador y quizá se lo dejaría en otras ocasiones. Pero pasó de mí.

      Nunca había visto en mi vida alejarse con tanta velocidad Granada a mi espalda. La prohibición
de 110 Km/h no estaba hecha para él, lo suyo era la velocidad y para mí la multa que nos pondrían si
saltaba algún radar.

       Pronto estuvimos en Guadix, donde hicimos una pequeña parada. Hay algo de Sony que al
principio no me gustó nada. Fumaba como un carretero. No podía no tener un cigarro en la boca.
Decía que le relajaba, que el estrés y los nervios se iban con el humo. Pues ya tendría que echar
humo para soltar todo ese nervio.

      Pero no solo fumaba tabaco. Con lo que de verdad hacía fiestas era con la hierba. La usaba
para todo; relajarse, Marihuana. Irse a andar por ahí, Marihuana. Se acostaba con alguna chica,
antes, Marihuana. María siempre va con él allí a donde iba y como dentro de poco habríamos llegado
a nuestro destino, antes tuvo que parar para encontrar a su querida María y poderla saludarla.
No sé si los camellos se anuncian en las Páginas Amarillas o simplemente este chaval tenía un
sexto sentido para encontrarlos, pero solo hacía falta media hora en un pueblo o ciudad, para que él
se pillara sus 10 € de María. Era algo increíble. Simplemente llegamos a Guadix, buscó un
aparcamiento por la calle central y me dijo “Tío espera que ya vengo”. Media hora después tenía una
sonrisa de oreja a oreja y me estaba pidiendo que condujera yo.



      GUADIX-GERGAL

       Ya solo faltaban unos 70 Km para llegar a nuestro destino, Gergal. Al parecer el colega de Sony,
un tal Andy, vivía allí y era guarda jurado o algo así. Tenía su propio piso y vivía con un compañero del
trabajo. Les encantaba la juerga, las cervezas, los bares y las mujeres. Buena compañía para después
de un largo viaje. Pensé en la hierba que llevaba Sony guardada y supuse que no tendríamos
problemas en un pueblo tan pequeño como Gergal, no creí que la policía nos fuera a parar en un
pueblo tan pequeño… pero las cosas no son siempre como uno piensa.

      Justo en la puerta del pueblo paramos a repostar gasolina y comprar algo salado, ya sabes. “La
canina” la llama Sony, esa hambre voraz que le entra después de fumarse un porro.

      Pues resulta que al subirnos al coche, no funcionaba. Bueno, se encendía, pero no arrancaba.
No era la primera vez que le pasaba, pero esperaba no encontrarme con este problema. Bajamos del
coche maldiciendo, levantamos el capó y revisamos el motor. Como no éramos mecánicos y no
entendíamos de coches, nos miramos y entramos en el bar de la gasolinera. Pero no para preguntar…
no, no. Una cerveza y que se arregle sólo. Esa era nuestra lógica.

      Soy informático y creo que eso me viene por costumbre, si algo no funciona una de dos;
prueba resetearlo o métele una cerilla dentro… ya se arreglará sólo. Quizá esto no diga mucho de mi
profesionalidad, pero prometo que a veces funciona.

      Pero aunque parezca mentira, he arreglado coches así. No con la cerilla lógicamente. Lo paro,
me bajo, abro el capo para mirar y no hacer nada –lógico, no sé lo que estoy viendo-, y le dejo unos
quince minutos para que se reinicie. Si me subo y no funciona, se llama a la grúa y otro problema
resuelto.

      Arrancó… después de treinta minutos y un tercio de Cruzcampo, nos subimos para probar y el
coche arrancó. La magia del reseteo, no lo olvides nunca.

      Mientras entrábamos en Gergal, Sony llamó desde su móvil a Andy para ver por donde
quedaba su piso. Al parecer estaba cerca, justo en la entrada del pueblo a la izquierda. Mi sorpresa
cuando me encuentro justo delante del único edificio que había al final de la carretera. Bueno había
dos, una cooperativa de aceite y un cuartel de la Guardia Civil.

      - Sony… dime que tu colega vive en una cooperativa de aceite… que es el dueño y vive aquí.

      - ¡No! Que va. Es guardia civil. Y vive aquí en el cuartel.- me dijo totalmente despreocupado.

      - ¡¡Pero tío!! Que llevas 10€ de María en el bolsillo, ¿tú estás chalao?

      - Tío relájate, la María la dejamos en el coche, no la voy a meter ahí. Joder con los agobios.
- Tu colega es guardia civil. Qué te crees que pasará cuando te vea con los ojos como tomates
y el pestazo a porro que llevas encima. Tío en serio que no sé como piensas.- estaba de los nervios.
No podía entender en que cabeza cabía la idea de entrar en un cuartel de la guardia civil, por su
propio pie.

      - Relájate JJ. Que ya somos mayorcitos. Mi colega no se mete en mis asuntos. La María no es
mala tío, hasta el agua es mala si te pones así. Tengo una amiga psicóloga que me contó un caso de
un tipo que bebía tanta agua, que se le salía por los poros. Si fumas mucho tabaco te mueres de
cáncer, de cerveza por cirrosis y de follar por cualquier mierda que te peguen… y no son ilegales.
Deja de ver las cosas con ese prisma JJ.- Es de las pocas veces que he oído a Sony hablar tan
tranquilamente y serio desde que lo conozco. No intentaba cambiar mi forma de pensar, pero me
daba otras opciones a parte de las que ya conocía para abrir mi mente.- Andy sabe que fumo, pero
me respeta y yo lo respeto a él no fumando en su casa ni delante suya. ¿Entiendes?

      Asentí con la cabeza como un niño pequeño al que acaban de regañar y accedí a entrar en el
cuartel.

       Dime tú, ponte en mi lugar y piensa que la juerga por la que has hecho 300 Km. está en el
cuartel de la guardia civil de un pueblo de Almería. ¿Qué se siente? ¿Te lo digo? Libertad. Tienes la
posibilidad de hacer cualquier cosa que quieras, el universo está en la palma de tu mano, no lo
olvides.
02. VUELTA A CASA…


      La fiesta en Gergal no fue tanto como habíamos esperado. Al parecer los parroquianos del
único bar del pueblo no eran muy hospitalarios con la pareja de guardia civiles local. Así que
decidimos montarlo por nuestra cuenta en el mismo cuartel. Cerveza, hamburguesas, más cerveza…

      Pasamos la noche -en el cuartelillo- hablando y bebiendo. Resulta que Andy y yo ya nos
conocíamos del instituto. Habíamos cursado 4º de ESO juntos. El mundo es un pañuelo.

      Sony no paraba de dar charla, preguntaba dónde estaban las chicas en este pueblo, si no había
más bares para salir o alguna discoteca cercana para hacer el gamba. Odiaba la música de discoteca,
una vez me contó que solo iba para “bichear” a las chavalas e incluso en alguna ocasión entró con su
walkman escuchando heavy metal. Imagina, un tipo subido en uno de los podios de la disco, con su
camiseta de Iron Maiden, una chaqueta sin mangas, bailando como un poseso con sus antiguos
auriculares. Esos auriculares que eran dos esponjas negras, todos los de nuestra edad los hemos
tenido y mira que eran incómodos. Un show vamos.

      La noche pasó tranquila y nos dispusimos a volver. Andy y su compañero se acercaron al coche
para despedirnos, nos dimos la mano y prometimos volver a vernos en algún otro sitio con más
cerveza de por medio.

       Como no nos pasamos con el alcohol, aquella mañana no había resaca. Así la carretera se hizo
un poco más amena. Esta vez me tocó a mí poner la música y elegí el Tubular Bells 2 de Mike
Oldfield.

      - JJ te vas a quedar dormido con esta música. – Sony echaba la cabeza hacia atrás y resoplaba.

      - Relájate. Un poquito de Oldfield no te va a venir mal.

      Aunque yo me había acostado temprano, Sony estuvo casi toda la noche charlando con Andy
de sus cosas, sus historias de jóvenes. De cómo fueron desde Lucena a Cabra – a unos 10km de
distancia - una noche de septiembre a las dos de la mañana, por el simple hecho de ir de discoteca,
andando.

      Locos, simplemente locos.

       El camino a casa fue simple. Pasamos Granada de largo, la autovía del Mediterráneo hasta
llegar casi a Antequera y camino para Córdoba. Lucena nos esperaba siempre con los brazos abiertos
y ahora nos tocaba pensar; ¿Cuál es el siguiente destino?

      ¿Alguna vez te ha pasado esto? Estás en la carretera, has hecho cientos de kilómetros de viaje,
el cansancio te puede pero se respira tan buen ambiente en el coche (música, charla, compañía,…)
que cuando ves que queda poco para llegar piensas, “me gustaría que el camino fuera un poco más
largo”. Pues me encontré con ese sentimiento volviendo de nuestra fiesta con la guardia civil.

      Recorríamos la autovía de Málaga A-45 desde Antequera-Lucena. Y a la altura de un pequeño
pueblo llamado “El Tejar” -donde por cierto preparan los mejores bocadillos de tacos de lomo del
mundo- me invadió ese sentimiento… “no quería llegar a casa”. No quería encontrarme con lo de
siempre.
Sony había cambiado la música en el equipo del coche y ahora se escuchaba la banda sonora
de “Hacia Rutas Salvajes” de Eddie Vedder. La película contiene un mensaje profundo. Sobre como el
espíritu humano se alimenta de las nuevas experiencias y la necesidad de viajar hacia otros
horizontes. No lo pude resistir.

     A la altura de El Tejar giré bruscamente hacia el este en una salida que rezaba “Camino de las
Cuevas Bajas”. Habíamos cambiado la autovía de dos carriles asfaltada por un camino de tierra
donde apenas cabían dos coches. Sony me miró, revisó la ruta que marcamos en el GPS y preguntó:

      - Emmmm… JJ, ¿A dónde vamos? – no había preocupación en sus ojos. Solo curiosidad. A él
tampoco lo esperaba nadie en el pueblo, no había planes pendientes, ni prisas y tampoco una
bienvenida calurosa para los viajeros de la autovía del mediterráneo. - ¡Tío! ¡Esto es un puñetero
camino de cabras! – Y empezó a reír como un poseso y a dar pataletas. Subió el volumen a la música
(en ese momento se escuchaba Society, de dicha banda sonora), sacó la cabeza por la ventanilla y
exclamó - ¡¡¡¡¡YUHUUUUUUUUU!!!!!!!! ¡¡¡¡¡IZNÁJAR ALLÁ VAMOS!!!!!

       Exacto. Sony lo había deducido con solo ver hacia donde había cogido el desvío. Iznájar es un
pequeño pueblo que se encuentra a unos 40 Km. de Lucena. Pero para mí, lo más bello del lugar, no
es el pueblo si no su embalse. En Iznájar se encuentra el tercer pantano más grande de España y el
mayor de Andalucía. Ocupa terrenos de Málaga, Córdoba, Granada y posee más de 100 Km. de orilla.
Uno de mis lugares favoritos.

      El recorrido hasta este nuevo destino no fue fácil, alguna que otra vez tuvimos que parar el
coche al lado del camino para dejar paso a otros vehículos. Incluso nos perdimos a la altura de
Cuevas Bajas. Todo lo que nos rodeaba era campo, montañas y olivos. Un río con poco caudal se
apreciaba a la izquierda de la carretera pero se perdía entre las montañas, supuse que si lo
seguíamos llegaría hasta el embalse. La necesidad nos hizo parar en una gasolinera y preguntar. A
nuestro encuentro salió una señora de mediana edad, le preguntamos cómo llegar a Iznájar desde
donde estábamos y dijo:

      - Chicos… ¿De dónde sois?

      - De Lucena señora – respondí yo.

       - Pues habéis cogido el camino más largo, ¿Lo sabéis? Si vais de Lucena a Iznájar lo mejor es
tirar por Rute, que solo hay unos 40 Km.

       Sony y yo nos miramos, sonreímos. Ya sabíamos que el mejor camino para llegar a Iznájar era
por Rute, ¡pero veníamos desde Almería!… ¿Cómo se lo explicábamos sin quedar como locos o
idiotas? Entonces habló Sony:

     - Disculpe señora, es que fuimos a El Tejar a pegarnos una buena comida a base de lomo y
bueno… ya ve. Pensamos en visitar el pantano de Iznájar por aquello de hacer carretera.

      - Está bien chicos no hace falta que me deis explicaciones. Tirad hacia El Pilar y luego seguís
hasta Cuevas de San Marcos. Una vez allí preguntad para ir hasta el embalse.

      - Muchísimas gracias.- respondí amablemente y nos fuimos.

      Antes de salir de allí Sony vio algo que le llamó la atención. Un sombrero de vaquero. Como los
que te ofrecen los vendedores ambulantes en las ferias, marrón con bordados, ala ancha y un poco
desgarrado.
- ¡Me lo llevo!. – Gritó Sony mirándome con una sonrisa de oreja a oreja.

      Y aquel sombrero nos acompañó en todos nuestros viajes.

      Seguimos el camino que nos dijo la señora de la gasolinera y llegamos directamente a la presa
del pantano. Una carretera cruza la presa por la parte superior y a los lados se encuentran sendos
balcones que muestran, por un lado la altura del embalse y por el otro las escotillas por donde se
dejan caer los litros y litros de agua. En aquel entonces el pantano estaba en un 64% de su capacidad,
había sido un año de mucha lluvia y llegó a estar al 83% por lo que las escotillas se abrían a menudo
para aliviar la fuerza del agua.

      Allí estábamos, mirando como simples turistas el pantano de Iznájar. Riéndonos al pensar que
pasaría si… nos tiramos de cabeza al agua, hacemos surf por la ladera donde salen los enormes caños
de agua… chiquillos divirtiéndose. Sony escupía hacia abajo y soltaba carcajadas. Yo me dediqué a
sacar alguna foto del lugar, era tan grande que la sensación de pequeñez me embriagaba. No era
más que una mota de polvo entre tantísima agua y arboleda. He pensado en ello muchas veces y
siempre llego a la misma conclusión. Es bueno sentirse pequeño. Es bueno sentir que hay algo
muchísimo más grande que nosotros mismos. No somos más que la naturaleza que nos rodea,
simplemente estamos en ella. Somos parte de ella.

      La conocemos, la estudiamos, sabemos cómo funciona y en más o menos medida la
respetamos. Pero será por su brusquedad o fiereza, no nos sentimos parte de ella. La mayoría de las
personas ven la naturaleza como algo que está ahí, que las plantas y animales nacen, crecen, se
reproducen y mueren… pero no ligan su existencia a ese principio elemental.

       Quizá sea mi educación o simplemente las lecciones que me ha dado la vida, respeto y abrazo
la naturaleza como parte de mí mismo. La acepto y no me veo como un ser superior, sino como algo
más que la compone. Gracias a esto… aprecio cada detalle que me rodea en un lugar como este. El
brillo de los últimos rayos de Sol sobre el agua o escabulléndose curiosos entre las ramas y hojas de
los árboles. El seseo del viento sobre las aguas sin olas… todo es hermoso. El día es increíble e incluso
la música que se escapa por las ventanillas abiertas del Clío blanco hacen del momento algo
maravilloso. La belleza está ahí, delante de nuestras narices… no en una tienda, ni tampoco en tu
programa de televisión semanal preferido. Si existe un Dios, este impregnó la naturaleza con una
belleza infinita… y la mayoría no sabe apreciarla, que triste.

      Sony tiró de mí y señalando un camino que, según él, bordeaba el pantano dijo:

     - JJ si seguimos por ahí llegaremos a la entrada de Iznájar, cruzaremos el pantano por el
puente y si quieres, podemos pasar por la playa de Valdearenas. ¿Qué me dices?

       Como ya he dicho antes, nadie nos esperaba en nuestro pueblo. Allí solo habría monotonía,
calles y gentes que ya conocíamos. ¿Qué importaba llegar un poco más tarde?

      Cogimos el camino de cabras que indicó Sony y bordeando el pantano (recuerda que tiene más
de 100km de borde) encontramos algunas esquinas curiosas. En una parte de la carretera la Junta de
Andalucía había instalado un parador para los turistas y viajeros. En este parador había una gran
piedra con mármol incrustado donde quedaba dibujado el pantano de Iznájar e indicaciones con las
zonas que lo formaban. La playa de Valdearenas, el pueblo de Iznájar, alguna aldea y la presa.
Gigantesco. No nos paramos mucho rato pues el sol ya desaparecía detrás de nosotros y seguimos
con nuestro camino. Pasamos por delante de Iznájar sin parar en el pueblo y cruzamos el puente del
pantano. Una idea me llegó a la mente en ese momento. Una idea que me encantó y no entendía
como no se me había ocurrido antes.

      Antes de coger el desvió que indicaba “Playa de Valdearenas” aparqué junto a un bar. Paré el
motor del coche, me baje sin decir nada y entré en el bar. Escuche a Sony sacar la cabeza por la
ventanilla y gritar barbaridades como “¡¡Tío, anda que no tienes sitio donde mear en la playa!!”,
cosas así mientras se reía a carcajadas.

       Tardé dos minutos en salir del bar con una bolsa en cada mano. En una tres litronas se cerveza
y en la otra cuatro bocadillos de diferentes sabores, chorizo, jamón de York, salami y chóped. Entré
en el coche mientras Sony me miraba como queriendo preguntar y antes de que abriera la boca le
dije.

      - Sony, acampemos esta noche aquí. – sonreí y no hizo falta más para aceptar aquel plan.

      En aquel momento no necesitábamos más de lo que llevábamos encima. Teníamos comida y
bebida. Encendedor para hacer un fuego y una guitarra acústica en el maletero,… Explícame tú, ¿Qué
más le pides a la vida? ¿Tienes la obligación de necesitar algo más? ¿En serio? Piénsalo bien. Si tú no
haces por crear grandes momentos, nadie lo va a hacer por ti. Simplifica y abraza el momento.
Vivimos aquel atardecer de Mayo tocando la guitarra junto a una gran hoguera, cantando canciones
que nos hacen reír, bebiendo cerveza y durmiendo sobre la arena con las estrellas sobre nuestras
cabezas… y todo después de más de 500 Km. de viaje. ¿Te apuntas al siguiente?
ON MY ROAD:
      CAP 03; Lucena – Un mal viaje.

       Y ahí estaba Sony. Tirado en el suelo apenas sujetándose con las rodillas y las palmas de las
manos pegadas a la tierra. Introducía sus dedos largos y huesudos en la garganta dando arcadas una
y otra vez…

      Parecía querer sacar un demonio interno. Algo que le quemaba y le carcomía las entrañas.
Aquello era un mal viaje.

      Licores mezclados, cerveza, chupitos, más whisky, más ron, vino y algo de fumeteo habían
hecho de su gran noche las compañeras oníricas en su camino de autodestrucción. ¿Qué le podía
decir? ¿Qué podría hacer por él? Lo sujetaba y dejaba caer contra la pared. Pero me apartaba, se
daba la vuelta y volvía a intentar vomitar.

       Me veía a mí mismo desde sus ojos marcados por las venas que se le señalaban del esfuerzo
provocado por las arcadas. Se le señalaban en la mirada y pequeñas motas de sangre se pintaban en
la cara… pero aunque le hablaba, sus oídos no escuchaban palabras. Veían el movimiento de los
labios y la preocupación en mi mirada… pero no escuchaba mi voz. “¿Qué hacemos?” Intentaba
decirle, pero su mirada se perdía en el infinito que nos separaba.

      ¿Cuánto iba a durar esto?

       Eran las 7 de la mañana. No hacía frio, mayo amanecía cálido y el Sol se empezaba a asomar
por el horizonte de pequeñas casas blancas.

      Nos encontrábamos en un parque cerca del centro de Lucena. La noche había sido larga y la
juerga cantaba sus últimas estrofas. Un estribillo a base de arcadas y para puentear la canción, la
impotencia de ver a un amigo que lo pasa mal y no saber qué hacer.

      Ya le había pasado antes. Me lo describía como una pequeña bajada a los infiernos.

       La caída del espíritu cuando se halla en el más bello de los paraísos, al infierno más crudo e
implacable que el espíritu humano puede soportar. Ese demonio interior se revolvía en su pecho una
y otra vez. Saliendo poco a poco en forma de arcadas…

      -JJ. – dijo cogiendo un poco de aire.- JJ. lo siento – apenas podía respirar.- No quería hacerte
pasar por esto.

      -No te preocupes tío. Te pondrás bien. Has mezclado mucho y claro. Si vemos que empeoras
tiramos para el hospital y verás como mejoras.

     Hubo un segundo de silencio. La brisa de la mañana acariciaba los arboles que nos rodeaban.
Mecía un columpio que había junto a nosotros y nos refrescó el cuerpo. Creo que le sentó bien
porque respondió:

      -¡Putos médicos! Voy a llegar allí y me van a rallar con sus gilipolleces.

      -Como quieras. Pero como te vea peor no me lo pienso.
Se dio la vuelta y apartándose un poco de su propio charco se sentó contra la pared.

      Me sorprendió ver como se autocontrolaba. Cerró los ojos por un momento y aspiró con
fuerza por la nariz, para luego soltar el aire despacio por la boca. Se limpió los labios con la manga de
la camiseta – estos heavys – y me di cuenta como su cara tomaba mejor color.

      -Lo siento tío. Ahora mismo no puedo moverme – me dijo – pero estoy bien. Me gustaría que
hablásemos. No quiero quedarme dormido. Cuenta algo…

      -¿Qué te digo tío? – pregunté sorprendido.

      -No sé JJ. Pregúntame algo. – Dijo cerrando los ojos y echando la cabeza hacia atrás.

      -Bueno vale. ¿Qué te ha pasado?

      -¿Eh? ¿A qué te refieres?

      -Vamos tío… esa forma de beber. Es extremadamente heavy hasta para ti. ¿Qué te ha pasado?

     -Maldito hijo de perrilla… sabes que cuando estoy ciego soy supersinceridad personificada.
Que perro eres.

      Tosió un poco y volvió a limpiarse los labios con la manga… sonrió y dijo:

      -Me gusta que seas mi colega JJ. Eres el control que me falta. Ese freno de seguridad que
pulsas justo antes del punto de no retorno… si sabes lo que te quiero decir…

      -Déjate de peloteo nene… ¿Qué te ha pasado?

     Sony se acomodó contra la pared y acercó una rodilla a su pecho. Puso la barbilla sobre la
misma y empezó a hablar. Parecía un niño pequeño confesando sus travesuras.

       -Ya sabes cómo están las cosas en mi casa. No aprueban mi forma de vivir. ¡Te juro que intento
contenerme! Me callo… me callo… pero es entrar en casa ¡¡Mi propia casa!!- dijo señalándose con el
dedo- y empezar las peleas. Hoy por la ropa, ayer por llevar sin llamar a casa unos días, la semana
pasada por llevar sucias las botas… ¡¡Tío por las botas!! Llevas sin ver a tu hijo dos semanas y lo que
le dices al verlo es… ¡¡¿Tú te puedes creer como tienes las botas?!! – paró un segundo y clavó la
mirada en sus botas. Manchadas y llenas de polvo, sacudió la cabeza y volvió a mirarme- Y bueno.
Salí de casa algo deprimido y cabreado. Me encontré con unos ex-compañeros de trabajo, charlamos
y tal… Tío necesito currar. No puedo estar quieto. No puedo estar sin hacer nada. Me es impensable
levantarme a las dos de la tarde para comer y ver los Simpson y acto seguido quedarme otra vez
dormido viendo Sálvame. ¡¿Qué puta vida es esa JJ!? – gritó. Y los ojos casi se le salen de las órbitas.-
y después… Una vez ya llegamos al botellón y estaba contigo… me crucé con ella.

     -¡Venga ya! – dije poniéndome en pie y levantando los brazos - ¿Otra vez? ¡Tienes que
desengancharte tío! Tienes que pasar página.
-Son muchos años JJ. Tú no lo entiendes.

     -Sí… vale. Son muchos años, pero tú eres el tío que más vive el presente de las personas que
conozco.- Me puse a andar hacia un lado y otro.- ¿Por qué no puedes ser igual con este tema?

      -No lo sé tío… no lo sé.- Agachó la cabeza y creí que iba a romper a llorar.

      -¡No, no! Venga dime. ¿Qué más paso? – le levanté la cara y mirándolo a los ojos lo incitaba a
responder diciéndole – “¡Snake! ¡Snake! ¡¡Enter me!!” – le decía de broma.

       Me miró y sonrió. Una sonrisa sincera. Como si esas cuatro palabras le hubieran movido algo
en su interior. Algo agradable.

      -Que friki eres cabrón. – por desgracia él no era tan agradable. – Vale. Mira.

       << La vi y empezamos a hablar. Había bebido bastante y ya sabes… “bla bla bla bla”… no paró.
Y claro, ya empiezan las frases tipo; “Y te acuerdas de…” “Y cuando estuvimos o hicimos aquello…” Y
eso me mata JJ. Me hace polvo. Me hace recordar todo lo bueno que perdí, por mi egoísmo. Por
idiota.>>

      -Tío. Tomasteis una decisión.

     -No JJ. Tomé una decisión. Nadie quería decirlo pero el tema siempre estaba en el ambiente.
Como si fuera una partida de ajedrez y ninguno quisiera mover cierta pieza. Por ejemplo, la reina.

      -Te sigo, continua. – cuando Sony se pone así, bueno… no tan mal. Pero por el estilo. Siempre
habla con metáforas y algunas veces, con sinsentidos que solo él comprende.

      -Pues eso… y yo decidí moverla. Ya no había más piezas que mover JJ. O movía o el rey se iba a
la mierda. Y yo no me jodo JJ, yo no me jodo – decía con una voz y una mirada que me hizo entender
que lo expresaba con toda su alma.

       -Yo no creo… sinceramente, que una pareja tenga que ser infeliz y no viva bien simplemente,
porque se quieran. Así que moví la reina. Yo propuse lo de dejarlo. Yo lo dejé y aunque me culpo por
el dolor que siento… más me culpo por el que le he hecho sentir a ella. Simplemente deseo que algún
día sea feliz… porque sé que conmigo le sería imposible serlo. – volvió a poner la barbilla sobre la
rodilla y yo lo escuchaba con atención.- no pienso cambiar mi forma de ser JJ. Y lógicamente, si ella
cambiaba la suya, dejaría de ser “ella” misma. Es la medida más razonable, sincera y, sin lugar a
dudas, la más jodida.

      Me agache y clavé una rodilla en el suelo. Le puse una mano en el hombro y regalándole la
más tranquilizadora de las sonrisas le dije:

      -Lo sé tío, lo sé. Sony… no has hecho nada malo. Eres una buena persona. Solo hiciste lo que
tenías que hacer. Por tu bien… y lo que es mejor, por el suyo. Miraste por ella casi antes que por ti
mismo.
Nos quedamos mirando por un segundo y sonriendo asentí con la cabeza. Él me miró, sonrió y
también asintió.

      -Sí tío, sí… gracias.
      -Y bueno… - dije mirándolo con cara de broma.- ¿Y ya está? ¿Hablasteis y te hizo polvo? Sony
estás hecho una maricona.

      Ante este repentino momento de surrealismo los dos rompimos a reír. Las carcajadas se
escuchaban en todas las esquinas del parque, su eco nos decía que el escándalo estaba siendo
mayúsculo.

      -Que cabrón eres. Anda ayúdame a levantarme. Creo que ya puedo caminar sin problemas.

      Metí mi brazo bajo su hombro y lo levanté sin dificultad. Es curioso que cuando vemos a
alguien vomitar en la calle nos invade un sentimiento repulsivo hacia esa persona. La simple idea de
acercarnos y tocarlo nos da asco. Pero en ese momento levantaba a un amigo del suelo y en lo último
que pensaba era en sus vómitos:

      -Mira que eres puerco Sony. Fíjate cómo has dejado la fachada a la pobre señora.

       Miró la fachada de la casa. Un charco empapaba la pared y se extendía por casi todo el ancho
de la acera. Miró hacia el parque, señaló las papeleras y dijo:

      -¡Calla coño! Así tendrán trabajo los barrenderos. Por cierto, he visto a una barrendera que
está cañón tío… ¿Cómo se llamará?

     Mientras él seguía con su charla conseguí incorporarlo. Pasé el brazo bajo el suyo y le ayudé a
caminar…

      -¿Entonces qué? Llega tu ex y te me deprimes, no aguantas una Sony.

      -Bueno JJ. También me bebí dos whiskys con Beato, un par de chupitos con Fátima, un vodka
con Angulo y alguna cerveza contigo… creo que ha sido la última cerveza que me ha sentado mal.

      Un par de carcajadas y cruzábamos las calles del pueblo. Los delgados rayos del Sol asomaban
sobre las casas y nos lamían las espaldas. Los caminantes del mediterráneo volvían a casa.
CAPITULO 04. – SE ACABARON LAS JUERGAS.

      PART 01: Recuerdos

       Corro. El sudor resbala por mi frente dejándose caer por los ojos haciendo que todo se torne
borroso. Tengo la guitarra bien agarrada por el asa de la funda y corro todo lo deprisa que puedo. No
llego a girar la cabeza pero escucho como la puerta por la que acabo de salir se abre una y otra vez,
dando portazos que retumban por todo el callejón… ¡Tengo que correr más!

       Voces. Gritan una y otra vez que me esté quieto. Que los espere… claro que sí, con una cerveza
en la mano para cada uno. Gracias a Dios apenas he bebido y me siento en perfecto estado para
forzar las piernas todo lo que pueda. Las farolas pasan silbando a mi lado y poco a poco, voy a
alejándome de la puerta del local.

      Por un momento cierro los ojos e intento visualizar como he llegado hasta ahí. Ese segundo se
vuelven horas, días, semanas… un par de años atrás. Las juergas habían sido legendarias; el alcohol,
las mujeres y el rock and roll no había parado de llovernos a Sony y a mí. Pero por suerte o por
desgracia las cosas siempre cambian. No recuerdo muy bien donde fue. Creo que cerca de Lucena.
No sé si en el campo de un amigo, en la discoteca de alguno de los pueblos… no lo recuerdo. Solo sé
que aquel día conocimos gente. Gente que cambió nuestro mundo tal y como lo conocíamos.

     Recuerdo que el lugar era oscuro, húmedo, muy concurrido y con buena música…. Muy buena
música.

      Sony y yo nos dejamos caer contra una de las columnas cerveza en mano. Como él decía
“bicheando” al personal.

     Habríamos dado un par de vueltas al garito, lo que nos costó las últimas tres horas de la noche.
Conocíamos a la mayoría de la gente que allí se agrupaba y no parábamos de charlar con ellos. Nos
dejamos caer contra la columna pidiendo al cielo unos minutos de cortesía, Sony se giró y me dijo:

      - ¿Sabes JJ? Creo que esa chica tiene algo.

      - ¿Quién?

      - Coño esa.- dijo señalando a un grupito frente a nosotros.

      - Joder será por mujeres en esa jauría.

       Y la vi... lo entendí de momento. No era más alta que yo y su sonrisa iluminaba el lugar. El pelo
largo y liso. De un color rubio muy claro… ¿rubio ceniza quizás?
       A tomar por culo los minutos de cortesía.

      - Bueno Sony... pues al ataque.

      Él me miró, sonrió y dijo:

      - Jjejejeje... se va a cagar la perra.

      Y ahora veo que ahí empezó la locura de mi vida. ¿Sabes de esos momentos en los que
piensas...? Joder... ¿qué coño estoy haciendo con mi vida? ¿Cómo cojones he llegado hasta aquí?
Vale, pues esa misma pregunta me estoy planteando ahora mismo mientras corro como alma
que lleva el diablo - por un momento pienso que me voy a dar un golpe en la nuca con mis propios
talones - perseguido por dieciocho seguratas de discoteca más altos que un armario ropero.

      Y no, no vienen a darme la enhorabuena por mi concierto. Ni tampoco a echar un ratito de
charla y cervecita. Por la forma con la que aprietan las barras de hierro que llevan por arma... diría yo
que no.

       Miro hacia atrás y veo que siguen saliendo guardias de seguridad por la puerta del local. Y
entre ellos, un tipo raquítico, alto, delgado y más blanco que las tetas de la Barbie - la antigua claro -.
Con un pañuelo enrojecido intenta parar la hemorragia que algún desgraciado le ha ocasionado en la
nariz.

      ¿Quién me iba a decir a mí que una jarra de cerveza en la cara y un buen par de cabezazos
contra una mesa de mármol provocara tal sangría? ¿Ahora entiendes por qué corro, verdad?
Una leve sonrisa se dibuja en mi cara cuando veo cómo le he dejado la nariz al jefe del local donde
hace solo veinte minutos estaba dando un pequeño concierto.

     Bien por mí... mal por mis brazos, piernas y mi persona en general como los armarios
empotrados me cojan.

      En verdad... no soy muy bueno tocando la guitarra, ni cantando... si quiera tengo ese arte que
suelen tener la gente del sur. Pero te puedo decir algo... cuando corro... no hay quien me pille. Así
que mientras huyo me giro y les grito a mis amigos trajeados:

      - ¡¡¡Suerte atrapando al galgo!!! ¡¡¡Malditos bastardos!!!

       Seis metros más adelante tropiezo con un saliente de las losas que forman el suelo... y ahí,
tirado en el suelo con la nariz aplastada contra las losas pensé: ¡ay Dios! La que se me viene encima...
PART 2: Paliza.

      Te voy a hacer una pregunta... y como sé que esto es un medio de comunicación
unidireccional, en verdad no voy a escuchar tu respuesta, pero quiero que pienses en ella
detenidamente.

      ¿Cuál ha sido el momento más intensamente doloroso de tu vida?

       ¿Te cuento el mío? Hasta la fecha no hay duda. Recuerdo que tendría unos veinte años y
bajaba unas escaleras antiguas como hacen los veinteañeros rebosantes de hormonas, a saltos. En el
último salto hubo un pequeño error de cálculo y sin saber cómo toqué con el tobillo izquierdo el
suelo. Un tremendo crack retumbó en mis oídos.

       En menos de dos minutos tenía el tobillo que parecía una pelota de futbol. Pero ese no fue el
dolor más enorme, ahí incluso me reía cuando vi el tamaño tan colosal que cogía mi propio tobillo. El
dolor llegó dos meses más tarde, cuando dije de quitarme la escayola que me habían puesto. El
médico me dio instrucciones claras de quitármela yo mismo. Que para paliar un poco el dolor me
metiera en la bañera y con el agua se despegaría un poco la tela de la carne a la hora de quitar la
escayola.

       Me acordaré toda la vida de ese médico, recuerdos a su padre, su madre y toda la familia que
tenga hasta las raíces de su árbol genealógico. Pues el gran genio no se acordó de poner venda entre
la escayola y la pierna. Así que cuando dije de quitarme el armatoste de la pierna tuve que hacerlo a
tirones, ya que ésta se había quedado pegada totalmente a la piel.

      Tirón tras tirón se despegaban trocitos de escayola y el dolor era insoportable. Hasta el punto
de tener que morder un peine para no hacerme daño en los dientes.

      Bien… pues como he dicho al principio. Hasta el momento había sido el dolor más insoportable
que había sentido. Pero cuando cinco guardias de seguridad con cara de tener muchísimos amigos te
están ayudando a poner las costillas en su sitio a base de patadas, me planteo poner este
sentimiento en el primer lugar del top ten de dolores insufribles.

      Yo estaba tirado en el suelo. Acurrucado como pude y poniendo los brazos sobre la cara
intentando llevarme los mínimos golpes posibles… “por favor, soy demasiado guapo para que me
estropeéis… o quizá me hacéis un favor, no sé”.

      Patada tras patada conseguía ver a mis atacantes por los resquicios que dejaba entre los
brazos. Golpes en el costado, alguien estaba intentando esforzarse en llegar a mi entrepierna… “no
amigo… ahí no.” Por un momento observé cómo se acercaba el dueño del bar.

       Agarró el palo de hierro que tenía uno de los guardias en las manos y dijo:

    - ¡¡Quietos!! Dejadme un poco a mí.

       Los segundos pasaban como horas tirado en el suelo y parecía que todo a mí alrededor se
moviera a cámara lenta. El tipejo este levantó el palo con dificultad y en su mirada se veía que no, no
me iba a acariciar con él. Dejaría mi cabeza machacada en el suelo y me tirarían a saber dios que
agujero para que me encontraran sin documentación ni ropa. Ala pues nada… algo tendremos que
hacer.
En ese momento recordé las palabras que me dijo un antiguo profesor de artes marciales que
tuve. Me explicó lo que era la explosión de adrenalina. Como un combate de 3 minutos pueden
parecer días enteros recibiendo golpes y los 3 minutos de descanso entre combate y combate, el
tiempo que tarda en caer una gota de sudor desde la barbilla al suelo. Supe que si podía hacer algo
para salir de allí… ese era el momento. El corazón parecía que quisiera salirse del pecho y el sudor
que antes me hacía ver borroso, ahora se teñía de un tono rojizo ante mis ojos.

       Rápidamente, en ese segundo en el que este hombre levantaba el palo, metí la mano en mi
bolsillo, agarré las llaves de casa, me puse en pie a su altura a una velocidad que creí imposible. No
me libré del golpe del palo, pero conseguí que fuera lo menos doloroso posible interceptándolo con
el antebrazo en la parte más cercana a la empuñadura.

       Aparté el palo y le di el gancho más fuerte que le he soltado a nadie en mi vida. ¡Ala! Ya tienes
un hoyuelo en la barbilla hijo de perra. Había colocado las llaves en mi puño derecho de forma que
sobresalieran entre mis dedos y el gancho fue de lo más efectivo. La sangre manaba de su barbilla y
parte del cuello como si hubiera abierto un grifo. El hombre soltó el palo y se echó las manos al
cuello intentando gritar algo… pero solo se oía un sonido gutural que se podría traducir –o al menos
eso creo yo- como:
       “Iyo, pisha, tráeme otra tapita de bravas que esta me ha sabido a poco”.

      Bueno por echarle imaginación a la cosa que no sea.

      De reojo vi como los seguratas soltaban las armas e iban a socorrer a su jefe, supongo que si se
quedaban sin jefe, también perderían sus nóminas. Que buenos han salido estos guardias de
seguridad vaya…

      No perdí ni un segundo, recogí rápidamente la funda de la guitarra que estaba en el suelo y salí
corriendo. Giré la cabeza antes de doblar la primera esquina y vi como esta vez no me seguía nadie.
Todos los guardias de seguridad rodeaban a su jefe intentando ayudarlo para que no se desangrara.

     Y así pues, antes de perderme entre las callejuelas de aquel sucio lugar, me giré a una distancia
prudente y les dije con mi sonrisa más burlona:

    - ¡¡Señores y mariconas!! ¡¡Si desean otro concierto solo tienen que ponerse en contacto
        conmigo en mi correo irseachuparla@hijosdeperrilla.com!! ¡¡MUY BUENAS NOCHES… ELVIS
        HA SALIDO DEL EDIFICIO!!

      Giré la esquina y me fundí entre las oscuras callejuelas de Cuidad Real… el mejor concierto que
he dado en mi vida.
CAPITULO 05: “To Madrid”

      La mañana se levantaba despejada. Al abrir los ojos tuve esa sensación de “¿Dónde cojones
estoy?” que me invade cuando me despierto en cualquier sitio que no sea en casa. Tardé unos
segundos en situarme y recordar donde estaba.

       Madrid. Mi viaje al norte seguía ciudad por ciudad. Sé que aún no he explicado el porqué de mi
viaje; por ahora solo has de saber que Sony y yo nos habíamos separado. Que tenía que encontrarlo
antes de que fuera tarde y que en medio de todo, como no… había una chica.

       ¿Y qué hacía un cateto como yo en la gran capital? Apenas tenía dinero para viajar al norte,
donde se suponía que estaba Sony. Viajaba a dedo de pueblo en pueblo para llegar a casa de
antiguos compañeros de estudios y amigos que vivían por toda España. Cuando la situación lo
permitía pasaba la noche en algún albergue o incluso al raso, si el tiempo me dejaba. Tocar la
guitarra en la calle me daba algo de dinero para poder comer y limpiar mi ropa en las lavanderías
públicas. ¿Alguna vez has estado en una lavandería de estas y has visto a un tipo en calzoncillos
esperando ver su ropa limpia mientras toca la guitarra? ¿Sí? Pues encantado, porque seguramente
era yo.

       Después de hacer noche en Ciudad Real y que casi me mataran en un Pub, seguí con mi viaje
hacia el centro de España. Viajé dirección norte con una familia muy amable que me recogió en la
salida de Ciudad Real. Al parar en una gasolinera a la altura de Toledo saqué mi ITouch y usando la
wifi de la gasolinera me conecté a Internet. Dios bendiga todas las amistades que he hecho en el
pasado y la facilidad de contactar con ellos a través de la red. Me puse en contacto con un viejo
amigo que había conseguido un buen trabajo en Madrid, Miguel Pereda.

       Habíamos sido muy buenos colegas desde hacía años y ahora me daba la noticia de que se
casaba. Incluso antiguos amigos y conocidos andaluces subirían a Madrid para la boda dentro de dos
semanas. Incluso me dijo que había intentado ponerse en contacto conmigo para invitarme pero le
había sido imposible – lógico, algunos días ni yo sabía dónde estaba.- Después de hablarme sobre su
prometida y los planes de boda le comenté mi viaje hacia el norte.

      Miguel, que es una de las personas más amables que he conocido, de momento me ofreció su
hogar para pasar unos días y seguir mi viaje. La conversación fue algo así como:
JJ dice:                               M. Pereda dice:
      Pereda no quiero ser                   ¡¡Cállate la boca!!
ninguna molestia. Se como son los     Coge el bus más cercano
nervios pre-boda y todas esas         que haya y tira para
cosas. En serio te lo agradezco       Madrid. Te mando la
muchísimo pero… no quisiera           dirección por mail, si no
molestar.                             tienes pasta para pagar un
                                      taxi avísame donde te deje
                                      el bus que iré a recogerte.



      JJ dice:                                M. Pereda dice:
      Te lo agradezco tío, ¿Pero              ¡Naaaaaaaah! Tú
qué pensará tu nov… prometida?        tranquilo. No hay
Que tú sabes que como nos             problema. Simplemente no
juntemos los dos jejejejejejejje…     le hables sobre la boda y
vamos a terminar tirados en           ya…. ¡¡Jajajajajajajjaj!!! Es
cualquier bar de mala muerte…         que se pone de los nervios
                                      en cuanto se da cuenta que
                                      le falta por averiguar algo.


      JJ dice:                              M. Pereda dice:
      OK Migue… muchísimas                  ¡Pues perfecto! Oye
gracias tío. Si necesitas cualquier   JJ… XDDD ijijiji
cosa ya sabes…



      JJ dice:                              M. Pereda dice:
      Te leo… dime.                         ¿Sigues llevando esa
                                      cochambrosa guitarra a
                                      todos lados?



       JJ. dice:                             M. Pereda dice:
       ¡Si claro! La guitarra y el           ¡Perfecto! Pues
ITouch nunca se me olvidan. Algún     avísame cuando llegues.
día se me quedará atrás un brazo o    ¡Nos vemos! Ya te
la cabeza… pero esos dos siempre      comentaré luego… e
van conmigo.                          intenta ¡no quedarte de
                                      cachondeo con nadie por
                                      ahí! ¡Qué te veo venir!
Y eso hice. Seguí viajando con la familia hasta la altura de Getafe. Allí paramos en una
gasolinera y como agradecimiento, pagué el combustible para que siguieran su camino. Me despedí y
fui en busca de la parada de autobuses. El viaje a Madrid no era caro y salía pronto, solo tuve que
esperar 5 horas en la estación. Algo de música, alguna charla con los típicos abuelos que se sientan a
ver pasar las horas y ya estaba de camino a la gran capital.

       El bus me dejó en una estación que no conocía. Había estado en Madrid solo una vez para ver
un concierto de música. Nunca había hecho turismo por allí y perderme era lo más fácil del mundo.
Así que decidí que lo mejor sería molestar a Miguel y que me recogiera él. Miré en el ITouch la
dirección de donde me encontraba y le envié un sms. Cuantas veces me habrá salvado el culo mi
ITouch, se que suena pesado pero es la mejor herramienta que puedes llevar a la hora de hacer este
tipo de viajes. No hace falta tener una conexión 3G, ni un contrato de telefonía para poder estar en
contacto con tu gente y tener la información que necesites en el instante. Solo hay que saber donde
tienes una wifi libre cerca; gasolineras, cafeterías, bibliotecas,… y echarle morro.

       Mi ITouch era negro piano, del tamaño de un Iphone, pero muchísimo más delgado. En la
parte trasera tenía un grabado en el que se leía “Lo que no nos mata… nos hace más fuertes”, un
regalo de la empresa por haber hecho el pedido directamente por teléfono. Aplicaciones de mapas,
rutas, traductores de idiomas, localización… todo lo que un viajero bohemio puede necesitar. Un
cargador que se conectaba a USB y otro para el mechero del coche. Y lógicamente una capacidad de
32GB lleno de la mejor música para los viajes. Empezando por la música relajante de Oldfield para los
momentos de tranquilidad; amaneceres y atardeceres en el campo… pasando por el mejor rock n roll
de Ac/Dc, Motorhead, Springsteen… hasta el más duro metal de Metallica, Maiden, Black Sabatth
para arriba. Cada momento tiene su melodía y en 32GB cabe tanta como momentos puede tener un
largo viaje.

     La respuesta de Miguel a mi sms fue casi inmediata y dijo que me recogería en unos quince
minutos aproximadamente.

       Hora y media más tarde aparecía Miguel Pereda en su C4 reluciente. ¿Cuántos golpes se
habrían llevado aquel pobre coche? Era un misterio, pero más que dedos en mis manos seguro.
Pereda era un imán para los golpes en el coche, milagrosamente nunca le había ocurrido nada serio.
Pero cada vez que alguno de los colegas decía que Miguel había tenido un accidente, lo primero que
se oía era -¡Ooooootra vez! -.

       Un Pereda más regordete de lo que recordaba se bajaba del coche y con una sonrisa de oreja a
oreja se acercó a mí dándome un fuerte abrazo de oso.

      - ¿Qué hay tío? ¿Cómo te va por Lucena? – me preguntó al soltarme sin dejar de sonreír.

       Miguel era un tipo grandote. Metro setenta y pico de altura, espalda anchota y buenísima
gente. De mirada amigable oculta tras unas gafas de geek informático. Siempre dispuesto a decir SI
cuando algún amigo le pedía algo. A pocas personas te encontrarás así en la vida, pero si la
encuentras nunca pierdas el contacto con ellas. Pereda también tenía una parte juerguista y
borrachuza que nos dejaba a mí y a Sony a la altura de la suela de un zapato. Es de ese tipo de
personas que no suelen beber, que normalmente beben coca cola mientras los demás se ponen de
cerveza hasta las cejas. Pero el día que bebe… como decimos aquí. El día “que se le ponen los dientes
largos”… hay que temerle. Juergas acabadas en caída de una moto, con tres tíos subidos en pelotas.
Otras veces cerrando todos los bares del pueblo con una cogorza enorme y cantando a voces por las
calles. Un personaje. Es como un oso de peluche gigante que cuando bebe se convierte en un oso
fiestero y destructivo.
Aún recuerdo la última vez que tuvimos que llevarlo a casa; no quería que nadie cogiera su
coche así que un amigo le robó las llaves, lo metió en su propio coche a la fuerza y para poder volver
yo cogí el automóvil del chaval que lo llevaba. “Por cojones” tuvo que meter el coche en su cochera…
rozó dos columnas, una pared y creo que le hizo daño al tubo de escape. ¿Qué? Todos tenemos
nuestro pasado oscuro.

      Atravesamos Madrid como una bala y en un cuarto de hora estábamos en el piso de Miguel.
Me presentó a su prometida Elena y en seguida conectamos muy bien. Había un ambiente muy
ameno en aquella reunión improvisada que hicimos. Resulta que ya había coincidido con su
prometida en una visita que hizo al sur haría un año aproximadamente, pero lógicamente, no me
acordaba de ella. Gracias a Dios lo entendió y me dio la razón porque mi estado en el momento en
que nos presentaron era de lo más etílico.

      Al mediodía almorzamos en el mismo piso y allí les expliqué el porqué de mi viaje.

      - Entonces… deja que me aclare JJ. ¿Vas al norte en busca de Sony para…?

      - Exacto. – corté a Miguel. Parecía como si la simple pronunciación de la frase me hiriera de
alguna forma.

      - Pero JJ eso es una cabronada. ¿Lo sabes no?

      - Yo me tengo que poner de parte de JJ, lo siento cariño.- Dijo Elena.

      - ¡Gracias! Al menos alguien que entiende mi punto de vista. Es un alivio, joder…

      - ¡Pero JJ! ¡Vas para joder la boda de tu colega! ¿Tú ves eso normal?

      Un pequeño nudo se me hizo en la garganta y noté como la boca se me secaba de momento.
Cogí una lata de coca cola que había robado con permiso del frigorífico, di un largo sorbo y le
respondí con aire triste:

       - Lo sé. Es una putada Miguel, lo sé. Pero no lo hago porque sí. Es importante que él sepa toda
la historia…

       - ¿Pero qué historia tío? ¿Vas a llegar allí simplemente y… qué le vas a decir…? – preguntaba
inquisitivo. Se veía un reflejo de ira en su mirada. Miguel había conocido a Sony en sus visitas a
Lucena y habían hecho buenas migas. Sabía que lo haría polvo. Incluso creo que se sentía muy
identificado con Sony. Pensar que un colega te llega antes de tu boda y suelta una bomba de ese
tipo… sería deprimente.

       Pereda había preparado una bonita habitación para invitados. La verdad que se me hacía raro
estar tan cómodo; habitaciones de pensiones cochambrosas, zonas de descanso… aunque nada se
puede comparar como dejarse caer en mitad de un campo desconocido bajo la sombra de un
puñetero roble. Qué coño, era una pasada.

       Eran las siete de la tarde y me sentía de puta madre. Mis amigos me habían tratado genial y el
lugar era perfecto… pero no sé por qué, quería salir de allí. Quería seguir con mi camino, la verdad no
pensaba en el destino, solo quería seguir en movimiento. Seguro que tú también lo has sentido
alguna vez. Solo andar… seguir hacia adelante. Nada de sentirse estancado. En el fondo todos nos
hemos sentido así… digo yo. O eso, o me estoy volviendo totalmente loco. Me encendí un cigarrillo.
Un “toc toc” en la puerta me sacó de mis pensamientos y Pereda entró con aire sombrío.

      -¿Qué hay tío? ¿Cómo estás? – me preguntó.

      -Bien Migue, aquí pensando en mis cosas… ya sabes. El viaje y todo eso.

      -Lo siento JJ. No tenía que haberte hablado así antes. Es que, no sé, solo me pongo en la piel
de Sony y creo que sería una gran putada. Compréndeme, yo me voy a casar. Y si ahora me llegara un
colega para decirme que se ha tirado a mi prometía… no sé lo que haría. – se sentó en una silla que
había junto a un escritorio y se quedó mirando mi cigarrillo.- te mataría JJ. Te lo juro.

       -Lo sé – sonreí al responderle y viendo que no separaba la mirada del cigarro se lo ofrecí- estoy
preparado para la más dolorosa de las muertes. Y los golpes de Sony… bueno. Simplemente espero
que esté lo suficientemente bebido o fumado como para que se canse rápido. – Miguel cogió el
cigarro con timidez y le dio una calada. Dios, tenía que estar deseándolo- tranquilo colega, te vas a
casar. Son los nervios, prometo no decirle nada a Elena.

      -Ya, ya… - dijo sonriendo. Al parecer la nicotina le había relajado un poco. – ¿Es lo que tienes
que hacer, verdad? Quiero decir… sé cómo eres. Sé que no eres un cabrón que se va acostando con
todo coño andante… ¿Qué cojones te ha pasado? ¿Cómo te terminaste follando a la novia de Sony? –
me dijo y volvió a ponerse serio. La verdad que tenía que hablarlo con alguien y en el fondo agradecí
que Pereda me preguntara.

       -Pasó hace tiempo tío. La verdad es que no sé cómo esa chica lo hace, pero es como si tuviera
dos caras… o tres no sé. ¿Alguna vez te habló Sony del día que la conoció? Él le entro en un bar, en
un concierto no lo recuerdo muy bien ahora mismo. Estaba con un grupo de amigas y él se puso de
charla con la muchacha. Yo me quedé de charla con las chicas y bueno ya sabes cómo soy… “Jaja, ji
ji”. Me gusta animar el ambiente y no tengo problemas para hacer que la gente se lo pase bien.
Mientras hablaba con las chicas vi como Sony se alejaba con… ay dios, se me fue hasta su nombre de
la cabeza, ¿te lo puedes creer?

       -¿Viniendo de ti? Me lo creo.- dijo sonriendo. – Eres la persona con más mala memoria que he
visto en mi vida. Te dejarías la cabeza en mi piso si no te recordara que la cogieras.- Le dio otra
calada al cigarrillo e hizo ademán de devolvérmelo.- Continua anda y ve al grano.

      -No no, cogeré otro. Te hace falta para paliar los nervios más que a mí. – saqué otro cigarro y
mientras lo encendía vi como Miguel se levantaba y salía por la puerta. – Vale tío, sé que no
estudiaste psicología, pero hijo de perra deja que termine la historia, que eres tú el que me has
preguntado.

      -Cállate y fuma tranquilo. Se te ha pegado la forma de hablar de Sony, ¿Lo sabías? Algún día te
lavarán la boca con lejía.- dijo desde otra habitación. Y pensé en ello, supongo que después de tantos
años juntos, era lógico. Cuando volvió traía dos latas de cerveza y me entregó una de ellas. – Chaval
no habré estudiado psicología, pero no me jodas que te molaría que todos fueran así.- tengo que
admitirlo. Me dio en la boca, mi enorme bocaza.

       -¿Continuo con la gran historia?- asintió con la cabeza, aspire una gran calada de humeante
nicotina y sentado en la cama continué hablando.- Nada, iré al grano como tú dices. Él la conoció y se
liaron. Yo por mi parte no me estuve quieto y me lié con una de sus amigas. Digamos que
empezamos a dejar de salir los dos solos y comenzamos a ir de bares con este grupo de chicas. No
habían roces entre nosotros, había una química entre todos perfecta. Charlábamos, salíamos,
bebíamos y follábamos… (cada uno con su chica lógicamente) ¿Qué más se le puede pedir a la vida?
Pero claro, se ve que las cosas tienen que cambiar sí o sí. ¿Recuerdas la boda de Carlos, el batería de
mi grupo? Él nos había dejado la despedida de soltero en manos de Sony y mías.- un tío con cabeza,
sí señor. Sabía que si sobrevivía a su propia despedida tendría que darnos las gracias, somos un poco
heavys con las despedidas y más si las montamos los dos.- El problema es que me pelee con Carlos.
Una de esas peleas estúpidas que ahora mismo ni recuerdo el por qué. Lo único que sé es que yo no
fui a la despedida, pero Sony sí. Así que ese fin de semana yo salí con las chicas sólo. Se ve que no era
mi semana de suerte, pues esa noche también terminé de pelea con la chavala con la que me liaba.
¿Qué quieres que te diga?, tenía 25 años y eso de pensar en vivir para toda la vida juntos… era un
poco estúpido. Una pena que no sepa hablar ese tipo de cosas con tacto.

      -Te entiendo tío. Pero que sepas que eso cuando llega, llega sin más. Y si tú no lo veías, lo
mejor que hiciste es terminar.- me dijo.

      -Supongo que tienes razón, pero por mí, que tarde unos añitos aún.- sonreí y levanté la lata
para brindar con él.

      La verdad que en el fondo tenía una envidia sana por Miguel. Había encontrado a una persona
que le hacía sentir completo y con la que compartiría su vida para siempre. En ese momento Elena
llamó a la puerta y preguntó.

      -¿Se puede? Si estáis hablando de cosas de tíos no os molestaré.

      -No, no.- le dije de momento.- ¿Cómo voy a pedirte que te vayas de tu propia casa?- saqué mi
sonrisa más amigable y le hice un gesto para que entrara. Se sentó y dijo.

      -Bueno… ¿de qué hablabais?

      -JJ me contaba qué pasó con la prometida de Sony. Continúa JJ. – dijo Miguel mientras le daba
un trago a la fresca cerveza.

       -Bueno resumiendo, porque no voy a empezar otra vez desde el principio. Nos quedamos su
novia y yo solos. Por mi parte acababa de tener una mala ruptura con una de sus amigas y ella por su
parte estaba bastante cabreada por la despedida de Carlos. Conocía perfectamente a Sony y sabía
que iba a desfasar como si no hubiera mañana. La despedida la habíamos preparado en Granada. Un
hotel, quince de los mejores amigos de Carlos y todos los bares, pubs y discotecas para salir durante
todo el día y la noche.

<< Fuimos de bar en bar y las copas no pararon de desfilar ante nosotros. Nos juntamos con varias
peñas de amigos, pero no nos acoplamos en ninguna de ellas. Estábamos en Lucena y como era
normal pasamos por el Morrigans. Saludamos a Ángel al entrar y le pregunté por la noche. La verdad
que el bar estaba hasta arriba y me extrañaba que solo estuviera Ángel de camarero. Así que le
pregunté y me comentó que ninguna de las niñas que tenía para echarle una mano estaban
disponibles. En una de esas maravillosas ideas que tuve me giré hacia Tere y le pregunté… eeeeeso
Tere. ¡Me acordé de su nombre! Pues eso… le pregunté qué le parecía, si quería que los dos le
echáramos una mano a Ángel en la barra… lógicamente tendríamos cerveza gratis toda la noche y
eso es difícil de rechazar. Así que aceptamos. Fue brutal, estábamos súper compenetrados. Era como
un ballet de cervezas, cogíamos los vasos y el otro le pasaba los hielos. Agarrábamos la botella de
alcohol y nos apoyábamos a la hora de servir a los clientes. Saludábamos a los amigos que se
acoplaban como parroquianos en el bar, pero por mucho que nos decían de irnos con ellos, decíamos
que no. Estábamos bien, nos sentíamos cómodos, quizá el no parar de servir copas nos evadía de los
problemas que teníamos cada uno. Yo no pensaba en su amiga y ella, supongo, dejaba un poco de
lado la despedida. >>

      -¿Entonces estuvisteis toda la noche en el Morri de camareros? Supongo que Ángel sería
amable con vosotros.- sonrió porque Miguel también conocía al mejor camarero de Lucena.- Vamos
que os pusisteis de cerveza hasta el culo.

      -Oye que confianzas tenéis con el camarero ¿no?- preguntó Elena que nos escuchaba con
atención.

       -Si bueno. Supongo que es lógico.- dije- Le hemos pagado la universidad de sus hijos a base de
cervezas y cócteles. No podemos hablar mal de él y la verdad que se portó. La cosa empezó a
confundirse un poco a última hora. La barra no es muy ancha y los roces eran típicos. Ya serían las
cuatro de la mañana y en el bar empezaban a quedar menos clientes. En un momento dado me di
cuenta cómo se debía de sentir Ángel a estas horas de la noche, cuando ya solo quedan los típicos
borrachos en la barra. Pegando voces, golpeando la barra, tirando algún que otro vaso. En un
momento dado Ángel tuvo que sacar a uno de los clientes porque los golpes y gritos ya se estaban
saliendo de madre. Mientras Ángel sacaba a este individuo, otro parroquiano le pidió un whisky a
Tere. Esta le dijo que era el último, que el dueño le había dicho que ya íbamos a cerrar y sería la
última ronda. Ahí empezó a liarse…

       << El chaval se volvió un energúmeno de momento. Empezó a gritar a Tere y a decirle de todo
menos bonita. La muchacha que tampoco se sabe quedar callada le replicaba y gritaba que solo eran
órdenes del dueño. El personaje incluso llegó a coger un vaso y tirarlo dentro de la barra y ahí ya
entré yo. Tú sabes que no soy de los que buscan bronca. Pero la situación lo pedía a gritos. Salí de la
barra hecho una furia y le grité cuatro órdenes al borracho. En ese momento solo vi un gran
pantallazo blanco y un golpe en la cabeza. El tío me había soltado un puñetazo entre los ojos sin
vacilar y yo me había caído de espaldas contra la barra. Abrí los ojos de momento y la escena me
sorprendió. Tere había saltado por encima de la barra y golpeaba al personaje con todas sus fuerzas.
El tipo le sacaba dos cabezas y la pobre tenía pocas posibilidades de imponerse. Entonces lo vi, aquel
borracho asqueroso echó el cuerpo hacia atrás y observé como cerraba el puño con cara de odio. Me
levanté como un rayo y cuando él soltaba un golpe que habría dejado a Tere sin conocimiento, salté
con las rodillas en dirección al pecho del enfurecido borracho y lo empotré contra la máquina de
tabaco. La sangre manaba de su cara golpe tras golpe. No era dueño de mí mismo, una rabia que
nunca había sentido me invadió y descargué toda mi irá contra aquel desgraciado. Tenía la mente en
blanco, solo quería darle una lección. Nunca se le ocurriría volver a cerrar el puño para golpear a otra
mujer, eso me prometí. Ángel entró en el bar y vio la escena, me separó como pudo y echó al cliente
a patadas.
Ángel cerró el bar y bajó las rejas de la puerta. Nos quedamos solos. Encendió las luces y me
puso una jarra de cerveza helada. Le expliqué lo que había ocurrido y él me creyó sin problemas.
Conocía al borracho y sabía que yo no habría actuado así sin un motivo de peso. >>

      -Joder tío, vaya noche entonces ¿no? Que completo. – dijo Miguel.

      En ese momento se levantó Elena y se fue de la habitación sin decir nada.

      -Mujer no te vayas, tranquila. – le dije. Quizá se habría sentido incomoda por mi forma de
expresarme o simplemente no estaba acostumbrada a los marrones de barra de bar, ¿Quién sabe?

      Volvió al momento con dos latas de cerveza más y una coca cola.

       -Cállate y sigue la historia JJ. La cosa se empieza a poner interesante.- dijo mientras me echaba
una de las latas de cerveza y se sentaba junto a mí en la cama.- La cosa empieza a coger algo de
color.
       Abrí la lata de cerveza y le di un gran sorbo. La cerveza fría corría por mí gaznate, algo seco de
tanta charla y continué mi historia, no sin antes hacer un apunte mirando a Miguel:

      -Tío, estáis hechos el uno para el otro. Me alegro por los dos. Sois increíbles.- levanté mi lata y
brindé con los dos. Me hicieron señas con la cabeza para que siguiera con la historia y eso hice.-
Bueno. Pues… seguimos en el bar bastante rato y las cervezas siguieron cayendo como si fuera una
abundante lluvia fresca que me devolvía la vida después de la pelea de antes. Tere me dio un cigarro,
cuando lo fui a coger me agarró el brazo y me agradeció lo que había hecho por ella. Seguimos
bebiendo e intentamos pasar un poco del tema hablando de otras cosas, riendo con algunos chistes y
recordando antiguas anécdotas.

       << Entonces a nuestro camarero preferido se le ocurrió la gran idea de empezar con los
chupitos. Puso una ronda de vodka negro y brindamos por nosotros. Las 6 de la mañana rozaban en
el gran reloj y Ángel dijo que tenía que irse. Al levantarme de la silla me di cuenta de lo curioso que
es que hagan el suelo de los bares en forma vertical. Las paredes se movían y me era difícil mantener
la mirada en un punto fijo. Vi que a Tere también le estaba afectando el alcohol pues casi se cae al
bajar del banco. La ayudé a que no callera y nos despedimos de Ángel.

       Bueno… y ya sabes. Una cosa lleva a la otra. Era tarde, no quedaban bares abiertos y nos
quedamos en su piso a terminar unas litronas frías. Lo demás… pues te lo podrás imaginas, empezó
el cachondeo, el típico tonteo y terminamos follando como conejos. >>

       -¿Y ya? – dijo Miguel con cara de decepcionado.- ¿Un polvo? La pobre tiene un traspié contigo
y ya es una zorra asquerosa.

      -Espera Migue, espera. Como sabes fue solo sexo sin sentido una noche de locura. Pero no fue
solo esa noche Miguel.

      -¡¿Cómo?!- gritó Elena.- ¿Qué te la seguiste tirando?
-No, no, no, no, ni mucho menos…- me levanté de la cama con las manos en alto y respondí
ofendido.- Pero después de lo fácil que lo hizo conmigo la vigilé un poco… por así decirlo. Y tíos,… lo
mío no fue la primera ni la última vez. Cada pelea que tenía con Sony, cada discusión que dejaban de
verse un par de días, ella se tiraba al que se le pusiera en medio. Normalmente lo hizo en pueblos de
alrededor y siempre cuidando que Sony no se enterara.

       -Joder tío.- Miguel respondía con la boca abierta.- lo siento. Eso ya tiene otro color. Es una
zorra, bueno… ¿y qué piensas?

       -Pues tío. Ir a por Sony, soltárselo y que sea lo que Dios quiera.- me volví a sentar y encendí
otro cigarrillo.- Él tiene que saberlo todo. Y con esa información en las manos tomar una decisión,
que sea sabia o no… eso ya depende de él.

      -Tiene lógica. Tu típica y retorcida lógica. – Dijo Miguel y levantándose cambió de tema
radicalmente.- Caballero y señora… preparémonos para la cena.

      -Que hombre más selecto tenemos aquí. En cuanto le suena el reloj interno te conviertes en el
mejor comensal. Venga vamos anda…

      Salía Miguel por la puerta y noté un tirón del brazo que me devolvía a la habitación. Era Elena.
Clavaba sus ojos sobre mi misma alma y me preguntó.

     -Hay algo más, ¿verdad JJ? No te conozco desde hace mucho pero tú sabes lo que te estoy
preguntando… entre tú y ella.

       -Déjalo Elena. Esa información, por mucho peso que tenga, no cambia el sentido de la historia.
Solo la vuelve más oscura. Por favor… déjalo.- le dije seriamente.

       Elena asintió con la cabeza y me dedicó una sonrisa amistosa. Me adelantó y ahí acabó la
tarde. Después fuimos todos a cenar a una cadena típica de allí, de la cual no recuerdo el nombre. La
cena fue relajada y tranquila. Pero no podía quitarme de la cabeza aquella pregunta… ¿Qué más
ocurrió?

       ¿Qué que más ocurrió? Que me volví adicto. A una droga que no se compra, una droga que no
se presta ni se pide. Me enganché a Ella. El dolor que sentía al no estar juntos solo era comparable a
la euforia enloquecida que alimentábamos al vernos. Fue como si coges toda tu vida, tus planes,
pasado y futuro… los mezclas en una batidora, aprietas el botón anaranjado y lo haces trizas. Solo
para después tirarlo por el lavabo… nada tiene importancia. Los principios que te rigen los ves como
cadenas y las amistades sacos pesados que no puedes trasportar.

       Supongo que Miguel tendrá que perdóname por omitir partes de la historia. Pero así fue como
siguió la noche en el bar.

       Después de todo el problema con el borracho y dar un poco de limpieza al bar, Ángel tuvo que
ausentarse. Dijo que tenía que recoger a una amiga – o “ir a follar un mandao”, como decimos por
aquí- y volvería en un par de horas. Eran sobre las 5 de la mañana. Nos dejó encomendado limpiar las
últimas mesas y fregar el suelo. Que no tuviéramos reparos en coger alguna cerveza si queríamos,
estábamos en nuestra casa. Que cerráramos más tarde y si queríamos volver al día siguiente
tendríamos barra libre como agradecimiento por cerrar.

      Mientras nos encargábamos de limpiar y recoger el bar seguíamos dándonos nuestros
“homenajes” a base de chupitos y cervezas. Risas y algún que otro toque en la espalda por la gran
noche que habíamos tenido. Estábamos solos, pero parecía que nuestra simple presencia inundara
cada rincón del bar. El Morrigans seguía teniendo vida incluso cerrado. En el equipo habíamos puesto
algo de música para animarnos –Gotthard, si no recuerdo mal -.

     Vi como Tere tampoco escatimaba en lo que llamó nuestros “homenajes” y me impresionó
muchísimo el aguante que tenía para el alcohol.

      -JJ, ¿Puedes echarme una mano a llevar estas cajas al almacén?

      -Si claro mujer, tú agarra de ahí… bien, bien y… ¡aaarriba!

       El almacén del bar estaba en la parte trasera y se accedía por una vieja puerta de madera al
fondo del local. Abrí la puerta como pude con una mano y haciendo malabarismos sujetando la caja
con una mano y una rodilla elevada. Tuvo que ser bastante cómico verme hacer equilibrios con la
caja – que pesaba lo suyo, lo prometo – y abrir la puerta al mismo tiempo, pues vi como ella me
miraba y se reía.

      -¡Eres un payaso JJ! – dijo entre risas.

      Entonces la puerta se abrió hacia dentro para mi sorpresa y perdí el equilibrio. Me desplomé
hacia el interior y mientras caía, vi como Tere también se precipitaba al suelo agarrada a la caja.
Como pude, aparté la caja que llevábamos agarrada lanzándola hacia una esquina antes de caer.

       Tere calló sobre mí. Tumbados sobre las frías losas del almacén ella reía a carcajadas con esos
ojos rasgados que siempre me han vuelto loco, en otras caras, en otras sonrisas. Su pecho contra el
mío se contraía con cada carcajada y me dio la impresión de que la señora estaba bastante cómoda,
ya que no se quitaba de encima. Entonces dejó de reír, la música paró un momento y se me quedó
mirando. Ahora si podía ver aquellos grandes ojos almendrados y claros. Algo se rompió en mi
interior – no… no fue la bragueta.

      -Gracias JJ… gracias por todo. Hacía mucho tiempo que no…

       No la dejé acabar… la besé. Un impulso intuitivo que salió sin pensar ni razonar, simplemente…
lo hice y ya. “Back to you” de Gotthard empezó a sonar en el equipo y aquello fue el principio del fin.
       ¿Alguna vez has escuchado a un bombero dar instrucciones sobre, qué hacer si te encuentras
en un incendio? Te haré un pequeño resumen… y tranquilo, no me he vuelto loco.

       Primero, no te escondas – nosotros cerramos la puerta – intenta mantener la calma y la mente
fría – que más quisieras – y si por algún caso ves una habitación con la puerta cerrada y piensas que
dentro no hay fuego, no la abras. A veces las llamas se auto extinguen con la ausencia de oxígeno en
la habitación y eso hace que en apariencia no haya fuego. Muchas veces ocurre que algún incauto
abre la puerta y al reavivar las llamas con una nueva fuente de aire, las llamas suelen carbonizar al
pobre que se le ocurrió abrir. Pasa a menudo y es algo tremendamente peligroso… - nosotros
abrimos la puerta a patadas-.
En la habitación no había amor. No había sentimientos, razón, ni cariño… solo pasión. Las
paredes ardían a nuestro alrededor – ahora hablo metafóricamente, no te me pierdas – mientras nos
arrancábamos la ropa y la tirábamos al suelo. Mi chaqueta podía servir de colchón improvisado pero
preferíamos chocar contra todas las estanterías del almacén. Aquello era una caverna oscura, no
existía nada más. Ni calles, ni coches, gente,… amigos. Mi mente estaba solo en cada curva, en sus
labios, en su cabello y en esos ojos que me hacían arder por dentro.

      Siento no poder ser un Ebony Clark, ni un Shakespeare a la hora de explicar lo ocurrido, así que
lo cuento tal y como pasó.

      Después de tirar algunas cajas y romper alguna botella – gracias a dios estaban vacías –
dejamos de forcejear contra las estanterías y paredes. Agarrándola de los muslos la colgué en mis
caderas y ella cerró sus piernas con fuerza a mí alrededor. Dejamos de besarnos por un momento y
en sus ojos vi una fiereza desconocida para mí. Un fuego, una fuerza o energía – llámalo como
quieras – que me impedía parar aquel desenfreno. De forma brusca y tirando más botellas – Ángel
me va a matar, pensé más tarde – la coloqué sobre una pequeña mesa que había en una de las
esquinas. Una y otra vez rellenamos los tristes huecos que la noche había guardado en nuestras vidas
con toda la pasión que nuestros cuerpos en éxtasis nos exigía.

      Como ya he dicho y quiero hacer ahínco en este punto, en aquella habitación había de todo
menos amor, solo pasión. Quizá solo lo digo para poder dormir mejor por las noches, eso y que el
alcohol tuvo algo que ver. Éramos simples marionetas de nuestros cuerpos dejándose llevar por el
momento… y nos sentíamos de puta madre – que te voy a contar-.

       La noche se hizo sobre nosotros y el alba nos saludó a través de una pequeña ventana en una
de las esquinas del almacén, nos habíamos dormido. Me daban vueltas hasta las muelas dentro de la
boca y en mi cabeza había un martillo percutor a toda potencia haciendo agujeros del tamaño de un
puño. La boca me sabía a alcohol y a cenicero. Creo que ya he hablado antes de este fenómeno que
me ocurre – como supongo a mucha más gente – de no saber donde estoy justo cuando me
despierto.

       Pues imagínate después de cantidades ingentes de alcohol. Recibía señales de dolor de la
espalda, la cabeza y… bueno, muchas partes de mi cuerpo. Pero lo peor vino cuando miré a la
izquierda y vi a Tere desnuda por completo medio tapada por mi camisa y durmiendo sobre mi
chaqueta. ¡Mi chaqueta!

      -“Ay Dios JJ… ¿Qué cojones ha ocurrido aquí? – pensé – No creo que haga falta ser un Sherlock
para verlo… ¿no? – sí, lo sé, soy irónico hasta conmigo mismo, cierto.

      Las siguientes escenas ocurrieron como a cámara rápida. Ella no pareció sorprenderse tanto al
despertarse, nos vestimos y dimos gracias a que Ángel no había vuelto, pero sin duda no tardaría en
hacerlo. Recogimos a toda prisa el almacén, limpiamos el suelo y tiramos todo las botellas que
habíamos roto. Mientras esperábamos a Ángel apenas hablamos, solo esos monosílabos que tanto
odio y que crean momentos incómodos tan jodidos.

       Ángel llegó con palabras de disculpa y una sonrisa de oreja a oreja en la boca – se ve que todo
el mundo mojó el churro aquella noche – nos dio una paga como agradecimiento y nos despedimos
de él. Apenas hubo palabras de despedida para los amantes del almacén. Dos besos secos en la
mejilla, un “ya nos vemos” y cada uno para su casa. Por desgracia aquello se repitió una y otra vez; en
su casa, en la mía… no podíamos parar. Engañábamos a Sony y aprovechábamos cada una de sus
escapadas para vernos.
Aquella había sido una de las noches más loca, apasionada y extraña de mi vida. Aún guardo
aquella chaqueta llena de agujeros y rasgaduras… menos mal que ella no puede hablar, por
desgracia, seré yo el que tenga que hacerlo.
ON THE ROAD
      Capitulo 06: La boda – parte I

      Los días pasaban rápidamente en la capital. Parecía estar de vacaciones visitando museos,
campos de futbol y todas aquellas esquinas curiosas que, al parecer, es obligatorio ver para sentirse
uno más en aquella furiosa ciudad. Soy de pueblo y no puedo evitar mirar los enormes edificios que
te dejan sin habla, mi cuello por desgracia no lo agradecía.

      Se acercaba el día de la boda de Pereda y aunque mis nervios no se alteraban, en casa de
Miguel estaban a flor de piel. Me hizo prometerle que me quedaría en casa hasta después de la
boda, “ya que estas aquí aprovecha la barra libre” me decía. Que unos días viviendo como una
persona decente no empeorarían mi viaje al norte. ¿Cómo podía negar tal invitación?

       Era octubre, un octubre que arrastraba aún las altas temperaturas de septiembre. Aunque
para un sureño como yo, la capital se apreciaba fresca y alegre. Había llegado el día de la boda y ante
la imposibilidad de aguantar en el piso salí a dar una vuelta por las calles de Madrid. Visité El Retiro y
me perdí entre la gente y sus altos árboles. Caminando me tropecé con la Fuente del Ángel Caído y vi
la oportunidad perfecta de quitarle el polvo a la guitarra. Abrí la funda y me senté en el borde. Dejé
que el sonido del agua me invadiera y comencé una improvisada melodía. Las notas sonaban
melancólicas y tristes, quizá inspiradas por aquella estatua que agonizaba con los ojos clavados en un
cielo del que había sido desterrado. Cambié el chip, me centré en mi tierra, en sus montañas y en los
olivos que echaba de menos en la lejanía. Una canción de mi tierra, un tema compuesto por unos
sevillanos allá en los 70” que hoy en día se recuerda con alegría, “En el lago” de Triana. Pasé las
horas allí sentado, tocando para todos y para nadie, dejando que el recuerdo de la misión que me
había autoimpuesto se tapara entre letras de mi tierra.

     Llegó la hora JJ – pensé - , guardé la guitarra y me sorprendió ver que alguien se había
preocupado en echar 5 euros y una caja de cerillas dentro de la funda… pues gracias machote.

       Llegué al piso de Miguel y la tensión se palpaba en el ambiente. Me prestó unos pantalones
finos negros, una camisa blanca y una americana que me quedaban como un guante.

      -¿De dónde has sacado esto Pereda? Porque no me digas que es tuyo. – le dije con una sonrisa
burlona entre los dientes

        -Es de un amigo, sabía que no traerías ropa para la boda y se lo pedí prestado. Venga
cámbiate, coge el coche y ve tirando ya para la iglesia, luego ya nos vemos.- hizo una pequeña pausa
mientras se giraba, se volvió hacia mí y me dijo con voz seria.- JJ, si por lo que sea no quieres estar en
la iglesia, que nos conocemos ya, tira directamente para el hotel donde será el convite.

       -Miguel después de todo lo que has hecho por mí estos días sería una falta por mi parte no
estar ahí cuando digas el sí quiero. – le di la mano y le deseé suerte. Mi más profunda enhorabuena y
salí por la puerta enfundado en un traje que me quedaba la mar de bien. Echaba de menos mi
chaqueta raída, pero vaya, a falta de pan…


      Enfilé la carretera montado en el C4 de Miguel – pidiendo por favor que no se chocara con
nada por el camino – y pronto estaba en la capilla donde se celebraría la boda. Una pequeña iglesia
colocada entre un par de carreteras donde se amontonaba la gente que esperaba a los novios. Mi
sorpresa fue mayúscula, allí estaban todos mis amigos del pueblo. Ángel del Morri, Andy y su
compañero guardia civil, Angulo y Fátima, Beato y muchos más. De repente dejé de sentirme sólo en
aquella monstruosa ciudad desconocida para mí y aquello me alegró el día. La boda pasó como pasan
este tipo de cosas; una vez leí que los lugares más parecidos a una iglesia son los bares, así que me lo
tomé con esa filosofía. Mientras el sacerdote daba su sermón en mi cabeza se repetía –Bueno… hay
un tipo detrás de una barra, con una copa de vino, una banda tocando música y de un momento a
otro se van a liar a repartir ostias – me di cuenta que lo había dicho en voz alta cuando una
muchacha que había a mi lado comenzó a reírse.

-   Perdona mujer, no me había dado cuenta que estaba hablando en voz alta. - sonreí y le toqué el
    hombro.- No me hagas caso, las misas me ponen nervioso, mi nombre es JJ. – hice un gesto para
    darle la mano.

-   No pasa nada hombre, me ha hecho gracia. ¿Tú eres amigo del novio, verdad? – apartó la
    mirada del sacerdote y me observó con curiosidad aún con alguna lagrima en los ojos después
    las risas. ¡Qué ojazos, Dios! La muchacha tenía unos ojazos penetrantes y oscuros, de esos que
    suelen dejarme sin habla. El pelo ondulado le caía sobre los hombros de color rojo intenso y
    pensé que ese tono infernal deshacía todo lo sacrosanto que tenía el lugar. Joder, si ligaba allí…
    ya sí que sería aquello un bar para mí.

-   Si bueno… ¿lo has deducido por mi inconfundible assento cordobés o porque eres amiga de la
    novia y no me conoces? – dije ya con mi típico tono gracioso de cuando me siento en la barra de
    los bares con alguna guapa parroquiana.

-   Traes el coche de Pereda… Sherlock. – dijo sonriendo y me desarmó por completo. Vaya con la
    pelirroja…

     En ese momento sentí un codazo a mi derecha, era Andy y me decía que me acercara. Que
dejara el ligoteo para otro momento y no hiciera ruido en la iglesia, que se me oía más a mí que al
cura.

-   Si ya… yo es que de pequeño quería que ser sacerdote, pero ya ves… lo del voto de castidad es
    que no me va mucho ¿Sabes?

    Andy se levantó del asiento y me movió para la derecha, se puso a mi izquierda y con una
mirada inquisitiva me dejó claro que no permitiría más escándalo en su banco. ¡Si señor… puede
usted seguir su camino! ¿Necesita usted mi carnet de conducir? – pensé mientras el guardia civil me
daba órdenes. Vi de reojo como la chavala sin nombre sonrió ante mi pequeña refriega con la
benemérita y volvió esa mirada penetrante hacia el altar, donde Miguel y Elena se daban el sí quiero
que hasta la fecha, les ha hecho una de las parejas más felices que conozco.
La boda – parte II

     Pasaban las 8 de la tarde y el cielo madrileño se pintaba de azul oscuro. El aire fresco me decía
que hoy todo iba a salir sobre ruedas, que estábamos aquí para celebrar un momento memorable
para mi amigo y los malos tragos había que dejarlos para otro día. Poco sabía de todo lo que la noche
tenía preparada para este pobre pueblerino pelirrojo.

    El hotel Pullman se erguía enorme ante nosotros y un botones la mar de amable nos invitaba a
entrar recogiendo nuestras invitaciones de la boda.

     Antes de entrar en la sala todos los amigos nos sentamos en las mesas que habían preparado en
el bar para los invitados. Un cafelito y charlas de cómo nos iba a todos. El que no estaba en el paro,
volvía a vivir con los padres porque el sueldo no le daba ni para un alquiler. Había quien estrenaba
novia o incluso alguna noticia de churumbel en camino. Echaba de menos aquellos ratos con los
amigos del pueblo, sentados en alguna mesa del Morrigans o simplemente en unas escaleras
desiertas con un buen puñado de litronas y pipas. Sabía que aquellos momentos ya no se repetirían,
cada uno había cogido su vida y esta, puñetera, nos había separado sin piedad. Al menos todos
apreciábamos aquellos momentos y los disfrutamos, sabiendo que cada vez serían menos comunes.

      Un empleado del hotel, con cara de haber comido mucha fibra aquella mañana, nos hizo pasar a
la sala del convite y nos indicó donde podíamos sentarnos. Teníamos una mesa para todos los
amigos, éramos “Los amigos del novio”. Allí se agrupaban decenas de personas que apenas
conocíamos, familiares de la novia, amigos del nuevo trabajo de Pereda,… pero nos teníamos a
nosotros para disfrutar. La fiesta empezó tranquila, incluso se podría decir que otras mesas la
estaban liando muchísimo más que nosotros, “¡¡ Hola fondo sur!!” se les oía decir y nosotros
respondíamos con nuestro más escandaloso… “¡¡Hola fondo norte!!” Esa clase de tonterías que se
suelen hacer en las bodas. Pero claro, la cosa empezó a mejorar.

     La mesa en la que nos habían sentado era bastante grande para todos. Redonda y con una sola
pata que la sujetaba en el centro, “Veo los vasos en el suelo en breve” – pensaba. Alguna que otra
broma tipo “Uuuuuyyy!!!” y cada vez se veían las copas más cerca del suelo y a las invitadas llorando
con sus vestidos nuevos empapados en a saber Dios que salsa que había en la mesa.

-    Camarero… ¿No tendrían una mesa un poco más rígida? – le pregunté la quinta vez que vino a
    rellenar las copas de cerveza.

-    Tranquilo. Estas mesas son robustas como para soportaros. – Respondió.

     “Eso es lo que tú te crees… torres más altas hemos tirado figura.”- me decía a mí mismo y veía
en los ojos de los demás, que estaban pensando lo mismo.

-   Mire, si quiere, tráiganos un par de jarras de cerveza, jefe. Que te vamos a tener yendo y
    viniendo sin parar. Te lo recomiendo.

-    Vendré las veces que haga falta, no se preocupe. – Este hombre no cogía las indirectas ni las
    finuras. Así que me di por vencido y no quise hacer más hincapié. Siempre me he terminado
    haciendo amigo de los camareros en las bodas, por lo mismo. Los tenía casi toda la noche a mi
    lado rellenando.
On the road.
On the road.
On the road.
On the road.
On the road.
On the road.
On the road.
On the road.
On the road.
On the road.
On the road.
On the road.
On the road.
On the road.
On the road.
On the road.
On the road.

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On the road.

  • 1.
  • 2. ON MY ROAD; Prólogo Habríamos hecho unos 300 Km., Springsteen no paraba en el equipo del coche y aún no veíamos nuestro destino. Conducía aquel famoso segundo coche, un Clío blanco del año catapún. Un mechero que apenas consumía diesel por muchos kilómetros que le echaras. En aquel tiempo en los que te multaban si pasabas de 110 km/h, créetelo. Sony, o así es como el decía que se llamaba, no para de hablar. Contaba historias de lo que haríamos a llegar. De las borracheras que nos íbamos a pillar, las chicas a las que conoceríamos y todas esas cosas que se hacen con alcohol y amigos de por medio. Era un personaje extraño, no raro, ni malo… solo extraño. No pasaba del metro setenta y algo, pelo rizado casi siempre despeinado y barba perpetua de 20 días… un personaje. Lo que más me impresionaba de Sony era su forma de pensar. ¿Has escuchado alguna vez eso de que la belleza más pura se encuentra en la simplicidad y hasta en la cosa más pequeña? Pues así vivía él, segundo a segundo. También tenía una cara oscura, triste y taciturna que tapaba con su máscara de euforia, alegría e inquietud perpetua. No iba a ser yo quien le preguntara por qué la ocultaba, eso estaba claro. Íbamos a visitar a un amigo suyo, un “colega de la infancia”, decía. Los dos teníamos 25 años sabíamos muy bien que mantener amigos de la infancia es prácticamente imposible. Hay amistades muy fuertes, que pueden durar años. Pero por desgracia, la vida casi siempre termina separándolas. Y si no se riegan con visitas, llamadas y un pequeño contacto, se pierden en el tiempo. A todos nos ha pasado, admítelo. Sony no estaba por la labor de perder esta amistad y aunque su amigo viviera a más de 300 Km., quería ir a visitarlo. Y claro, ahora tenía coche - el mío -, así se ahorraba los viajes en bus y dedo. - ¿Sabes lo primero que haremos cuando lleguemos JJ? Soltamos las cosas y nos metemos con Andy en el bar más hecho polvo que haya. Ese típico bar de viejos, donde aún se fuma dentro y se mastica el olor a Massimo Dutty. Sé que allí no ligaremos, ni mucho menos… pero seguro que se nos acerca algún viejo y nos echaremos unas risas. – empezó a reírse como un loco, a saber en que conversaciones estaba pensando. - Lo veo. Nos tomamos un café y nos despejamos un poquito de carretera… - ¡¡Calla, calla!! Escucha... The River!! Con una sonrisa levantó la mano para hacerme callar con educación, cerró los ojos y disfrutó como si fuera la primera vez que escuchaba The River de Bruce Springsteen. Un tema que en estos últimos 200km había sonado por lo menos 5 veces… él era así y a su manera, era una gran persona. No creo que haga falta contar mi historia antes de estos 300km, simplemente me encontraba en un momento de mi vida donde nada me ataba. Después de varios años viviendo independizado con una pareja, me encontré sólo y sin trabajo. La carretera y los viajes largos se convirtieron en mi válvula de escape. La música de Sprigsteen, Mark Knofler, Mike Oldfield, Bon Jovi (me encanta el tema You Give Love A Bad Name, no puedo evitarlo) me acompañaban allí donde iba. Conocer gente nueva y escuchar sus historias me hacían mantenerme cuerdo. Nunca me podré quejar de mis amistades hasta el momento. Soy una persona muy poco familiar, pero muy amigo de mis amigos y los quiero con locura siempre que ellos se lo ganen.
  • 3. Aunque vi el momento de conocer nuevas formas de pensar y mil locuras que me impedirían caer en el agujero de la soledad y la depresión. Y ahí es donde entró Sony en mi camino. Acababa una semana más y con ella un septiembre de 2011 que ya parece lejano. Todo había cambiado para mí y estaba intentando hacerme a la idea de lo que ahora tendría o dejaría de tener. Sentado en la barra del Morrigan´s Irish Pub, un bar de Lucena. No un bar, mi bar. Las ideas se amontonaban en mi cerebro, no era capaz de distinguir entre lo que quería, tenía o debía hacer. Con una sonrisa de oreja a oreja chocaba sus cinco con el camarero y contagiaba de euforia a todo el personal. ¿De dónde narices ha salido este personaje? Camiseta de Iron Maiden, camisa negra sin planchar, pantalones vaqueros, un pañuelo atado en la frente en forma de bandana y un cigarro en la oreja. El pelo entre castaño y pelirrojo alborotado y una barba a lo Chuck Norris. Pidió una jarra de cerveza más grande que su cabeza y repetía “¡¡Venga Ángel pon mi tema hombre!!“ Ángel… otro personaje. De estatura media, ancho de hombros, una de esas caras que cuando se ponen serias infunden respeto; ese es Ángel y aún sigue sirviéndome copas en el bar. Pero no estaba serio con este personaje, ni siquiera algo molesto. Se reía y hacía bromas con este heavy loco salido de una época que no había conocido. No lo entendía. Pensé que si yo fuera camarero, lo habría puesto de patitas en la calle. No podía escuchar ni mis propios pensamientos con los gritos de este energúmeno. Iba y venía de un lado para otro como si estuviera loco, hablando en voz alta, saludando a la gente de la otra esquina del bar como si los conociera de toda la vida. Ese tipo de personas que te sacan de quicio. Entonces se sentó, a mi lado. Me echó una mirada de arriba abajo. Mis pantalones vaqueros eran parecidos a los suyos, pero mi camisa estaba planchada y mi americana no conocía el polvo. Cuando terminó de examinarme dijo: - Tío… ¿de dónde coño sales tú? ¿De un entierro? Tan serio y tan de negro… - ¿Perdona?- le respondí intentando no sacudirle directamente. No tenía humor para que un desconocido me criticara en mi propio bar y menos en ese momento de mi vida. - ¡¡Alegra esa cara hombre… que la vida son dos días y una la pasamos durmiendo!! – de nuevo carcajadas. Mientras hacía todo lo posible por mantener una conversación sensata y no una discusión acalorada con este chaval vi a Ángel acercarse al equipo de música, toquetear algo en los monitores y sonreír. - Mira chaval, no sé de qué agujero has salido, ¿pero tú te crees que puedes ir por ahí hablándole así a la gente? - ¡Oye oye! Que yo no me he metido contigo, solo digo que estas triste tío. Que se te ve triste y un bar no es sitio para estar así… si no para alegrarse – levantó las manos y se señalaba la boca mientras mostraba una sonrisa de oreja a oreja, un payaso. - Bueno ¿y tú no crees…? – no me dio tiempo a terminar la frase cuando el chaval levantó la mano, me hizo callar educadamente y señalando hacia los altavoces del bar dijo.
  • 4. - ¡Tío tío! ¡Mi tema! – Miró hacia Ángel que sonreía y nos observaba de reojo. Soltó un grito y se puso a cantar a pleno pulmón - ¡¡¡ Shot through the heart, and you to blame, Darling you give love…!!! Un millón de ideas llegaron a mi cabeza… no entendía muy bien la situación. Nunca he sido una persona explosiva, ni que demuestre abiertamente alegría sin motivos. Pero en ese momento no sentí la tristeza que había estado ahí los últimos días, ni la soledad, ni tampoco la añoranza de tiempos pasados… simplemente me sentí bien. Alcé la mirada hacia aquel extrovertido personaje mientras saltaba y le robaba un sombrero de plástico al camarero. Pensé rápidamente en sus palabras, “que la vida son dos días y una la pasamos durmiendo”. Ya había pasado mi día durmiendo, ahora necesitaba despertar y vivir. Vivir como nunca había vivido antes, sentir como nunca había sentido antes y conocer todo aquello que me habría dado miedo o recelo en otros tiempos… Y como mejor empezar todo aquello, que cantando y bailando con un desconocido: - ¡¡¡ Shot through the heart, and you to blame, Darling you give love a bad name!!!
  • 5. ON MY ROAD 01 LUCENA-GRANADA-GERGAL: La carretera es como la vida misma. Siempre tienes elección. Rutas alternativas más o menos largas. Llenas de coches que estorban o carreteras tranquilas. El colega de la infancia de Sony vivía en Gergal (Almería), a unos 220 Km. de donde residíamos, Lucena (Córdoba). Se pueden elegir varias rutas hacia el mismo destino, lo importante es saber a dónde quieres llegar. Normalmente siempre elegíamos la ruta tranquila, autovías largas y tranquilas, donde 50 Km. era una grata charla y un silencio incomodo, el espacio entre dos postes de la luz. Esta vez elegimos la ruta larga, carreteras estrechas que pasan por pueblos cordobeses como Priego de Córdoba, Almedinilla, bordeando Alcalá la Real… preciosos puntos de interés para turistas y enamorados de Andalucía. Aunque las carreteras sean malas, los paisajes que se cruzaban en nuestro camino eran increíbles. Entre Cabra y Priego de Córdoba la carretera cruza por zona montañosa. Laderas verdes e inundadas en olivos. El olivo, ese árbol que te es extraño en cuanto sales por Despeñaperros. Y ese amigo que te saluda en cuanto llegas a tu tierra. No sé como lo sienten los demás, personalmente siempre me alegra ver el primer olivo. “Mira mira, el primer olivo que vemos… ¡¡¡Ya estamos en Andalucía!!!”. A casi nadie le gusta su propio pueblo, la gente, los sitios… porque no valoramos lo que tenemos. Pero solo hace falta pasar un tiempo fuera, para alegrarte con la llegada a tu tierra, Andalucía que grande eres joder. Seguíamos en carretera y pasábamos Priego de Córdoba. Knopfler sonaba en el estéreo con su Sultan of Swing y Sony hacía su característico air-guitar. Según decía era uno de los mejores solos que había escuchado en su vida. El Sultan of Swing del disco Alchemy, “¿sabías que el tío toca sin púa?” me recordaba una y otra vez. - Hace poco tuve la oportunidad de ir a verlo a Córdoba ¿Sabes?... Pero ahí se quedó la cosa. - ¿Y por qué no fuiste hombre? Te encanta Dire Straits.- le pregunté. Sabía que algo muy importante tendría que haberle pasado para dejar pasar la oportunidad de ver a Mark Knopfler en directo. Ante todo, para Sony, estaba la música. Era su forma de filtrar los problemas y desconectar. Éramos muy parecidos en eso. - Por una chica. – rió entre dientes – Ya sabes… un día conoces a alguien que te llama la atención, te da charla, la escuchas y es que… no lo puedo evitar. Escucho sus problemas, sus historias e inquietudes. Las esperanzas que pone en alguna meta que se ha propuesto… y claro, no puedo evitar decirle lo guapa que está. Me es imposible no decírselo…- otra carcajada al aire. - ¿Y qué pasó? ¿Te liaste con ella y la dejaste plantada?- le pregunté. No teníamos problemas para contarnos esas cosas. No nos conocíamos desde hace mucho, pero ese tipo de preguntas se habían convertido el algo tan común como preguntar por tu último resfriado o como está el tiempo. Además para Sony le era una imposibilidad física no contar la verdad. Una sinceridad de las que te tiran para atrás, de las que no sabes si soltarle una galleta o darle la razón… la verdad es dura, pero solo necesita tiempo para encajar. - ¡No! No que va. ¡Tenía novio! – dijo poniéndose serio, algo cambió en su cara en una milésima de segundo. - ¿Y? Pensaba que tú no eras celoso…- ahora el que se reía era yo. Chiste malo y antiguo. Que te diga una chavala, “perdona pero es que tengo novio” y tú le respondas, “No tranquila, no soy
  • 6. celoso”. La proporción de que esa conversación salga bien es muy pequeña. Y cuando sale, sabes seguro que ese no será el amor de tu vida. - No, no no no no… yo no soy así. No meto mi cuchara en la sopa de otro. No no no no… eso está mal tío. Como liarte con la ex de un colega justo después de que él haya terminado. Son cosas que no están bien tío… no no no no no. - Vale, vale… en el primer millón de “No” ya he cogido la idea. ¿Qué? ¿Te pones en la piel del “otro”? – era otra de esas preguntas que normalmente no tendrían importancia, pero la respuesta fue algo extraña. Silencio. Sony bajo la ventanilla del coche comentando que hacía algo de calor, sacó la cabeza y cerró los ojos disfrutando del viento en la cara. - ¿No lo sientes JJ?- Dijo desde fuera del coche. - ¿No sientes la libertad que tenemos ahora mismo? Podemos ir a donde queramos, hacer todo lo que queramos sin que nadie nos ponga impedimentos. Tenemos el universo en la palma de la mano y el horizonte es nuestra imaginación. Esta vida es genial JJ.- Abrió los ojos, me miró y dentro del coche repitió- Esta vida es genial si la sabes aprovechar colega.- De nuevo una sonrisa, vista al frente y kilómetros, muchos kilómetros. Pasamos Puerto Lope, Pinos Puente y Atarfe como rayos. Y delante nuestra se levantaba majestuosa y blanco marfil Sierra Nevada. Increíble macizo montañoso pálido y brillante que nos da la bienvenida a la maravillosa Granada. No hizo falta más que una mirada para acordar que pararíamos en la ciudad. Es obligatorio caminar por las antiguas calles de Granada, ver algún monumento y lógicamente, irse de tapeo por sus bares. Es de los pocos sitios donde al camarero le hemos tenido que decir: - ¡Jefe, otra cerveza! - Y de tapa ¿Qué queréis? - Nada, nada,… déjate de tapas que se nos salen por las orejas. No exagero cuando digo que los bares de Granada son de lo mejorcito que he visto en tapeo. Vas con alguien, pedís un par de cervezas y siempre vendrán acompañadas de montaditos de lomo, carne en salsa, patatas fritas… lo que sea para empapar el alcohol, lo mejor para el medio día. Cerveza tras cerveza, tapa tras tapa pasábamos el rato andando por las estrechas calles de Granada. Nos encontramos con alguna granadina despistada, que fiándose de nuestro pelo pelirrojo y piel blanca, nos confundió por guiris. - Hola perdonad. ¿Tenéis hora? – nos dijo tocándose la muñeca izquierda. Sony y yo nos quedamos mirando, sabíamos perfectamente que la chica pensaba que éramos extranjeros. - Time…mmm.....… o´clock? – repitió. Los dos nos encogíamos de hombros e intentábamos ser amables con la muchacha. - Hour… you have hour? – nos decía molesta.
  • 7. Nos quedamos mirando, Sony me dijo algo al oído. Algo así como “psss... pssps pssssp spsss”, más o menos. La muchacha perdió la paciencia y dijo: - Guiris de mierda… no se enteran de náh.- nos dio la espalda y empezó a caminar en dirección contraria a nosotros. No podíamos parar de reír, pero no estaba bien reírse de una desconocida y aún menos si la chica era mona. Nos acercamos a ella por detrás y le toqué el hombro. - Perdona mujer… si nosotros somos más de pueblo que un olivo. Lo que pasa es que nos ha hecho mucha gracia que nos confundieras con dos guiris. Disculpa en serio.- le dije lo más amable posible y mostrando un poco de vergüenza. - Seréis hijos de… - pero no estaba enfadada. Se dio cuenta de lo último que había dicho y que la habíamos entendido. Entonces sonrío y nos dijo.- Bueno entonces… ¿Qué hora es? Los tres nos reímos de la tontería de conversación que habíamos tenido. Al parecer era de Granada, se llamaba Sofía. Unos veintitantos, metro setenta de altura y el pelo negro como el carbón. Unos ojos rasgados y oscuros de estos que cuando te miran, parece que están viendo mucho más. Hay cosas, que las simples palabras no pueden describir. Quizá adornar o embellecer, pero una mirada como la suya no se puede describir con palabras. La convencimos para que nos enseñara más bares de tapas y alguna que otra esquina de Granada. Y así pasamos las siguientes dos horas, de cervezas y viendo las iglesias que se encuentran entre las calles de la ciudad. Le dijimos que solo estábamos de paso, que nos diera su Facebook o Tuenti para seguir en contacto y si algún día volvíamos, avisarla. Saco un papel, apunto algo y se lo dio a Sony, le guiñó un ojo y se fue despidiéndose con la mano. - Maldito bastardo… ¿Cómo coño lo haces? – le dije. - JJAajjajajaj, tío tío, me ha puesto el Tuenti, el Factbook y su móvil. Menos mal que solo hemos pasado un par de horas con ella, que si no me pone hasta el color de las bragas.- Se reía como un loco, me dio el papel a mí y se lo guardé para administrarlo más tarde… maldito bastardo. Fuimos al coche y dormimos la mona unas tres horas hasta que se nos pasó el efecto de las cervezas. Esta vez le dejé el coche a Sony, le dije que fuera con cuidado, no apretara mucho el acelerador y quizá se lo dejaría en otras ocasiones. Pero pasó de mí. Nunca había visto en mi vida alejarse con tanta velocidad Granada a mi espalda. La prohibición de 110 Km/h no estaba hecha para él, lo suyo era la velocidad y para mí la multa que nos pondrían si saltaba algún radar. Pronto estuvimos en Guadix, donde hicimos una pequeña parada. Hay algo de Sony que al principio no me gustó nada. Fumaba como un carretero. No podía no tener un cigarro en la boca. Decía que le relajaba, que el estrés y los nervios se iban con el humo. Pues ya tendría que echar humo para soltar todo ese nervio. Pero no solo fumaba tabaco. Con lo que de verdad hacía fiestas era con la hierba. La usaba para todo; relajarse, Marihuana. Irse a andar por ahí, Marihuana. Se acostaba con alguna chica, antes, Marihuana. María siempre va con él allí a donde iba y como dentro de poco habríamos llegado a nuestro destino, antes tuvo que parar para encontrar a su querida María y poderla saludarla.
  • 8. No sé si los camellos se anuncian en las Páginas Amarillas o simplemente este chaval tenía un sexto sentido para encontrarlos, pero solo hacía falta media hora en un pueblo o ciudad, para que él se pillara sus 10 € de María. Era algo increíble. Simplemente llegamos a Guadix, buscó un aparcamiento por la calle central y me dijo “Tío espera que ya vengo”. Media hora después tenía una sonrisa de oreja a oreja y me estaba pidiendo que condujera yo. GUADIX-GERGAL Ya solo faltaban unos 70 Km para llegar a nuestro destino, Gergal. Al parecer el colega de Sony, un tal Andy, vivía allí y era guarda jurado o algo así. Tenía su propio piso y vivía con un compañero del trabajo. Les encantaba la juerga, las cervezas, los bares y las mujeres. Buena compañía para después de un largo viaje. Pensé en la hierba que llevaba Sony guardada y supuse que no tendríamos problemas en un pueblo tan pequeño como Gergal, no creí que la policía nos fuera a parar en un pueblo tan pequeño… pero las cosas no son siempre como uno piensa. Justo en la puerta del pueblo paramos a repostar gasolina y comprar algo salado, ya sabes. “La canina” la llama Sony, esa hambre voraz que le entra después de fumarse un porro. Pues resulta que al subirnos al coche, no funcionaba. Bueno, se encendía, pero no arrancaba. No era la primera vez que le pasaba, pero esperaba no encontrarme con este problema. Bajamos del coche maldiciendo, levantamos el capó y revisamos el motor. Como no éramos mecánicos y no entendíamos de coches, nos miramos y entramos en el bar de la gasolinera. Pero no para preguntar… no, no. Una cerveza y que se arregle sólo. Esa era nuestra lógica. Soy informático y creo que eso me viene por costumbre, si algo no funciona una de dos; prueba resetearlo o métele una cerilla dentro… ya se arreglará sólo. Quizá esto no diga mucho de mi profesionalidad, pero prometo que a veces funciona. Pero aunque parezca mentira, he arreglado coches así. No con la cerilla lógicamente. Lo paro, me bajo, abro el capo para mirar y no hacer nada –lógico, no sé lo que estoy viendo-, y le dejo unos quince minutos para que se reinicie. Si me subo y no funciona, se llama a la grúa y otro problema resuelto. Arrancó… después de treinta minutos y un tercio de Cruzcampo, nos subimos para probar y el coche arrancó. La magia del reseteo, no lo olvides nunca. Mientras entrábamos en Gergal, Sony llamó desde su móvil a Andy para ver por donde quedaba su piso. Al parecer estaba cerca, justo en la entrada del pueblo a la izquierda. Mi sorpresa cuando me encuentro justo delante del único edificio que había al final de la carretera. Bueno había dos, una cooperativa de aceite y un cuartel de la Guardia Civil. - Sony… dime que tu colega vive en una cooperativa de aceite… que es el dueño y vive aquí. - ¡No! Que va. Es guardia civil. Y vive aquí en el cuartel.- me dijo totalmente despreocupado. - ¡¡Pero tío!! Que llevas 10€ de María en el bolsillo, ¿tú estás chalao? - Tío relájate, la María la dejamos en el coche, no la voy a meter ahí. Joder con los agobios.
  • 9. - Tu colega es guardia civil. Qué te crees que pasará cuando te vea con los ojos como tomates y el pestazo a porro que llevas encima. Tío en serio que no sé como piensas.- estaba de los nervios. No podía entender en que cabeza cabía la idea de entrar en un cuartel de la guardia civil, por su propio pie. - Relájate JJ. Que ya somos mayorcitos. Mi colega no se mete en mis asuntos. La María no es mala tío, hasta el agua es mala si te pones así. Tengo una amiga psicóloga que me contó un caso de un tipo que bebía tanta agua, que se le salía por los poros. Si fumas mucho tabaco te mueres de cáncer, de cerveza por cirrosis y de follar por cualquier mierda que te peguen… y no son ilegales. Deja de ver las cosas con ese prisma JJ.- Es de las pocas veces que he oído a Sony hablar tan tranquilamente y serio desde que lo conozco. No intentaba cambiar mi forma de pensar, pero me daba otras opciones a parte de las que ya conocía para abrir mi mente.- Andy sabe que fumo, pero me respeta y yo lo respeto a él no fumando en su casa ni delante suya. ¿Entiendes? Asentí con la cabeza como un niño pequeño al que acaban de regañar y accedí a entrar en el cuartel. Dime tú, ponte en mi lugar y piensa que la juerga por la que has hecho 300 Km. está en el cuartel de la guardia civil de un pueblo de Almería. ¿Qué se siente? ¿Te lo digo? Libertad. Tienes la posibilidad de hacer cualquier cosa que quieras, el universo está en la palma de tu mano, no lo olvides.
  • 10. 02. VUELTA A CASA… La fiesta en Gergal no fue tanto como habíamos esperado. Al parecer los parroquianos del único bar del pueblo no eran muy hospitalarios con la pareja de guardia civiles local. Así que decidimos montarlo por nuestra cuenta en el mismo cuartel. Cerveza, hamburguesas, más cerveza… Pasamos la noche -en el cuartelillo- hablando y bebiendo. Resulta que Andy y yo ya nos conocíamos del instituto. Habíamos cursado 4º de ESO juntos. El mundo es un pañuelo. Sony no paraba de dar charla, preguntaba dónde estaban las chicas en este pueblo, si no había más bares para salir o alguna discoteca cercana para hacer el gamba. Odiaba la música de discoteca, una vez me contó que solo iba para “bichear” a las chavalas e incluso en alguna ocasión entró con su walkman escuchando heavy metal. Imagina, un tipo subido en uno de los podios de la disco, con su camiseta de Iron Maiden, una chaqueta sin mangas, bailando como un poseso con sus antiguos auriculares. Esos auriculares que eran dos esponjas negras, todos los de nuestra edad los hemos tenido y mira que eran incómodos. Un show vamos. La noche pasó tranquila y nos dispusimos a volver. Andy y su compañero se acercaron al coche para despedirnos, nos dimos la mano y prometimos volver a vernos en algún otro sitio con más cerveza de por medio. Como no nos pasamos con el alcohol, aquella mañana no había resaca. Así la carretera se hizo un poco más amena. Esta vez me tocó a mí poner la música y elegí el Tubular Bells 2 de Mike Oldfield. - JJ te vas a quedar dormido con esta música. – Sony echaba la cabeza hacia atrás y resoplaba. - Relájate. Un poquito de Oldfield no te va a venir mal. Aunque yo me había acostado temprano, Sony estuvo casi toda la noche charlando con Andy de sus cosas, sus historias de jóvenes. De cómo fueron desde Lucena a Cabra – a unos 10km de distancia - una noche de septiembre a las dos de la mañana, por el simple hecho de ir de discoteca, andando. Locos, simplemente locos. El camino a casa fue simple. Pasamos Granada de largo, la autovía del Mediterráneo hasta llegar casi a Antequera y camino para Córdoba. Lucena nos esperaba siempre con los brazos abiertos y ahora nos tocaba pensar; ¿Cuál es el siguiente destino? ¿Alguna vez te ha pasado esto? Estás en la carretera, has hecho cientos de kilómetros de viaje, el cansancio te puede pero se respira tan buen ambiente en el coche (música, charla, compañía,…) que cuando ves que queda poco para llegar piensas, “me gustaría que el camino fuera un poco más largo”. Pues me encontré con ese sentimiento volviendo de nuestra fiesta con la guardia civil. Recorríamos la autovía de Málaga A-45 desde Antequera-Lucena. Y a la altura de un pequeño pueblo llamado “El Tejar” -donde por cierto preparan los mejores bocadillos de tacos de lomo del mundo- me invadió ese sentimiento… “no quería llegar a casa”. No quería encontrarme con lo de siempre.
  • 11. Sony había cambiado la música en el equipo del coche y ahora se escuchaba la banda sonora de “Hacia Rutas Salvajes” de Eddie Vedder. La película contiene un mensaje profundo. Sobre como el espíritu humano se alimenta de las nuevas experiencias y la necesidad de viajar hacia otros horizontes. No lo pude resistir. A la altura de El Tejar giré bruscamente hacia el este en una salida que rezaba “Camino de las Cuevas Bajas”. Habíamos cambiado la autovía de dos carriles asfaltada por un camino de tierra donde apenas cabían dos coches. Sony me miró, revisó la ruta que marcamos en el GPS y preguntó: - Emmmm… JJ, ¿A dónde vamos? – no había preocupación en sus ojos. Solo curiosidad. A él tampoco lo esperaba nadie en el pueblo, no había planes pendientes, ni prisas y tampoco una bienvenida calurosa para los viajeros de la autovía del mediterráneo. - ¡Tío! ¡Esto es un puñetero camino de cabras! – Y empezó a reír como un poseso y a dar pataletas. Subió el volumen a la música (en ese momento se escuchaba Society, de dicha banda sonora), sacó la cabeza por la ventanilla y exclamó - ¡¡¡¡¡YUHUUUUUUUUU!!!!!!!! ¡¡¡¡¡IZNÁJAR ALLÁ VAMOS!!!!! Exacto. Sony lo había deducido con solo ver hacia donde había cogido el desvío. Iznájar es un pequeño pueblo que se encuentra a unos 40 Km. de Lucena. Pero para mí, lo más bello del lugar, no es el pueblo si no su embalse. En Iznájar se encuentra el tercer pantano más grande de España y el mayor de Andalucía. Ocupa terrenos de Málaga, Córdoba, Granada y posee más de 100 Km. de orilla. Uno de mis lugares favoritos. El recorrido hasta este nuevo destino no fue fácil, alguna que otra vez tuvimos que parar el coche al lado del camino para dejar paso a otros vehículos. Incluso nos perdimos a la altura de Cuevas Bajas. Todo lo que nos rodeaba era campo, montañas y olivos. Un río con poco caudal se apreciaba a la izquierda de la carretera pero se perdía entre las montañas, supuse que si lo seguíamos llegaría hasta el embalse. La necesidad nos hizo parar en una gasolinera y preguntar. A nuestro encuentro salió una señora de mediana edad, le preguntamos cómo llegar a Iznájar desde donde estábamos y dijo: - Chicos… ¿De dónde sois? - De Lucena señora – respondí yo. - Pues habéis cogido el camino más largo, ¿Lo sabéis? Si vais de Lucena a Iznájar lo mejor es tirar por Rute, que solo hay unos 40 Km. Sony y yo nos miramos, sonreímos. Ya sabíamos que el mejor camino para llegar a Iznájar era por Rute, ¡pero veníamos desde Almería!… ¿Cómo se lo explicábamos sin quedar como locos o idiotas? Entonces habló Sony: - Disculpe señora, es que fuimos a El Tejar a pegarnos una buena comida a base de lomo y bueno… ya ve. Pensamos en visitar el pantano de Iznájar por aquello de hacer carretera. - Está bien chicos no hace falta que me deis explicaciones. Tirad hacia El Pilar y luego seguís hasta Cuevas de San Marcos. Una vez allí preguntad para ir hasta el embalse. - Muchísimas gracias.- respondí amablemente y nos fuimos. Antes de salir de allí Sony vio algo que le llamó la atención. Un sombrero de vaquero. Como los que te ofrecen los vendedores ambulantes en las ferias, marrón con bordados, ala ancha y un poco desgarrado.
  • 12. - ¡Me lo llevo!. – Gritó Sony mirándome con una sonrisa de oreja a oreja. Y aquel sombrero nos acompañó en todos nuestros viajes. Seguimos el camino que nos dijo la señora de la gasolinera y llegamos directamente a la presa del pantano. Una carretera cruza la presa por la parte superior y a los lados se encuentran sendos balcones que muestran, por un lado la altura del embalse y por el otro las escotillas por donde se dejan caer los litros y litros de agua. En aquel entonces el pantano estaba en un 64% de su capacidad, había sido un año de mucha lluvia y llegó a estar al 83% por lo que las escotillas se abrían a menudo para aliviar la fuerza del agua. Allí estábamos, mirando como simples turistas el pantano de Iznájar. Riéndonos al pensar que pasaría si… nos tiramos de cabeza al agua, hacemos surf por la ladera donde salen los enormes caños de agua… chiquillos divirtiéndose. Sony escupía hacia abajo y soltaba carcajadas. Yo me dediqué a sacar alguna foto del lugar, era tan grande que la sensación de pequeñez me embriagaba. No era más que una mota de polvo entre tantísima agua y arboleda. He pensado en ello muchas veces y siempre llego a la misma conclusión. Es bueno sentirse pequeño. Es bueno sentir que hay algo muchísimo más grande que nosotros mismos. No somos más que la naturaleza que nos rodea, simplemente estamos en ella. Somos parte de ella. La conocemos, la estudiamos, sabemos cómo funciona y en más o menos medida la respetamos. Pero será por su brusquedad o fiereza, no nos sentimos parte de ella. La mayoría de las personas ven la naturaleza como algo que está ahí, que las plantas y animales nacen, crecen, se reproducen y mueren… pero no ligan su existencia a ese principio elemental. Quizá sea mi educación o simplemente las lecciones que me ha dado la vida, respeto y abrazo la naturaleza como parte de mí mismo. La acepto y no me veo como un ser superior, sino como algo más que la compone. Gracias a esto… aprecio cada detalle que me rodea en un lugar como este. El brillo de los últimos rayos de Sol sobre el agua o escabulléndose curiosos entre las ramas y hojas de los árboles. El seseo del viento sobre las aguas sin olas… todo es hermoso. El día es increíble e incluso la música que se escapa por las ventanillas abiertas del Clío blanco hacen del momento algo maravilloso. La belleza está ahí, delante de nuestras narices… no en una tienda, ni tampoco en tu programa de televisión semanal preferido. Si existe un Dios, este impregnó la naturaleza con una belleza infinita… y la mayoría no sabe apreciarla, que triste. Sony tiró de mí y señalando un camino que, según él, bordeaba el pantano dijo: - JJ si seguimos por ahí llegaremos a la entrada de Iznájar, cruzaremos el pantano por el puente y si quieres, podemos pasar por la playa de Valdearenas. ¿Qué me dices? Como ya he dicho antes, nadie nos esperaba en nuestro pueblo. Allí solo habría monotonía, calles y gentes que ya conocíamos. ¿Qué importaba llegar un poco más tarde? Cogimos el camino de cabras que indicó Sony y bordeando el pantano (recuerda que tiene más de 100km de borde) encontramos algunas esquinas curiosas. En una parte de la carretera la Junta de Andalucía había instalado un parador para los turistas y viajeros. En este parador había una gran piedra con mármol incrustado donde quedaba dibujado el pantano de Iznájar e indicaciones con las zonas que lo formaban. La playa de Valdearenas, el pueblo de Iznájar, alguna aldea y la presa. Gigantesco. No nos paramos mucho rato pues el sol ya desaparecía detrás de nosotros y seguimos con nuestro camino. Pasamos por delante de Iznájar sin parar en el pueblo y cruzamos el puente del
  • 13. pantano. Una idea me llegó a la mente en ese momento. Una idea que me encantó y no entendía como no se me había ocurrido antes. Antes de coger el desvió que indicaba “Playa de Valdearenas” aparqué junto a un bar. Paré el motor del coche, me baje sin decir nada y entré en el bar. Escuche a Sony sacar la cabeza por la ventanilla y gritar barbaridades como “¡¡Tío, anda que no tienes sitio donde mear en la playa!!”, cosas así mientras se reía a carcajadas. Tardé dos minutos en salir del bar con una bolsa en cada mano. En una tres litronas se cerveza y en la otra cuatro bocadillos de diferentes sabores, chorizo, jamón de York, salami y chóped. Entré en el coche mientras Sony me miraba como queriendo preguntar y antes de que abriera la boca le dije. - Sony, acampemos esta noche aquí. – sonreí y no hizo falta más para aceptar aquel plan. En aquel momento no necesitábamos más de lo que llevábamos encima. Teníamos comida y bebida. Encendedor para hacer un fuego y una guitarra acústica en el maletero,… Explícame tú, ¿Qué más le pides a la vida? ¿Tienes la obligación de necesitar algo más? ¿En serio? Piénsalo bien. Si tú no haces por crear grandes momentos, nadie lo va a hacer por ti. Simplifica y abraza el momento. Vivimos aquel atardecer de Mayo tocando la guitarra junto a una gran hoguera, cantando canciones que nos hacen reír, bebiendo cerveza y durmiendo sobre la arena con las estrellas sobre nuestras cabezas… y todo después de más de 500 Km. de viaje. ¿Te apuntas al siguiente?
  • 14. ON MY ROAD: CAP 03; Lucena – Un mal viaje. Y ahí estaba Sony. Tirado en el suelo apenas sujetándose con las rodillas y las palmas de las manos pegadas a la tierra. Introducía sus dedos largos y huesudos en la garganta dando arcadas una y otra vez… Parecía querer sacar un demonio interno. Algo que le quemaba y le carcomía las entrañas. Aquello era un mal viaje. Licores mezclados, cerveza, chupitos, más whisky, más ron, vino y algo de fumeteo habían hecho de su gran noche las compañeras oníricas en su camino de autodestrucción. ¿Qué le podía decir? ¿Qué podría hacer por él? Lo sujetaba y dejaba caer contra la pared. Pero me apartaba, se daba la vuelta y volvía a intentar vomitar. Me veía a mí mismo desde sus ojos marcados por las venas que se le señalaban del esfuerzo provocado por las arcadas. Se le señalaban en la mirada y pequeñas motas de sangre se pintaban en la cara… pero aunque le hablaba, sus oídos no escuchaban palabras. Veían el movimiento de los labios y la preocupación en mi mirada… pero no escuchaba mi voz. “¿Qué hacemos?” Intentaba decirle, pero su mirada se perdía en el infinito que nos separaba. ¿Cuánto iba a durar esto? Eran las 7 de la mañana. No hacía frio, mayo amanecía cálido y el Sol se empezaba a asomar por el horizonte de pequeñas casas blancas. Nos encontrábamos en un parque cerca del centro de Lucena. La noche había sido larga y la juerga cantaba sus últimas estrofas. Un estribillo a base de arcadas y para puentear la canción, la impotencia de ver a un amigo que lo pasa mal y no saber qué hacer. Ya le había pasado antes. Me lo describía como una pequeña bajada a los infiernos. La caída del espíritu cuando se halla en el más bello de los paraísos, al infierno más crudo e implacable que el espíritu humano puede soportar. Ese demonio interior se revolvía en su pecho una y otra vez. Saliendo poco a poco en forma de arcadas… -JJ. – dijo cogiendo un poco de aire.- JJ. lo siento – apenas podía respirar.- No quería hacerte pasar por esto. -No te preocupes tío. Te pondrás bien. Has mezclado mucho y claro. Si vemos que empeoras tiramos para el hospital y verás como mejoras. Hubo un segundo de silencio. La brisa de la mañana acariciaba los arboles que nos rodeaban. Mecía un columpio que había junto a nosotros y nos refrescó el cuerpo. Creo que le sentó bien porque respondió: -¡Putos médicos! Voy a llegar allí y me van a rallar con sus gilipolleces. -Como quieras. Pero como te vea peor no me lo pienso.
  • 15. Se dio la vuelta y apartándose un poco de su propio charco se sentó contra la pared. Me sorprendió ver como se autocontrolaba. Cerró los ojos por un momento y aspiró con fuerza por la nariz, para luego soltar el aire despacio por la boca. Se limpió los labios con la manga de la camiseta – estos heavys – y me di cuenta como su cara tomaba mejor color. -Lo siento tío. Ahora mismo no puedo moverme – me dijo – pero estoy bien. Me gustaría que hablásemos. No quiero quedarme dormido. Cuenta algo… -¿Qué te digo tío? – pregunté sorprendido. -No sé JJ. Pregúntame algo. – Dijo cerrando los ojos y echando la cabeza hacia atrás. -Bueno vale. ¿Qué te ha pasado? -¿Eh? ¿A qué te refieres? -Vamos tío… esa forma de beber. Es extremadamente heavy hasta para ti. ¿Qué te ha pasado? -Maldito hijo de perrilla… sabes que cuando estoy ciego soy supersinceridad personificada. Que perro eres. Tosió un poco y volvió a limpiarse los labios con la manga… sonrió y dijo: -Me gusta que seas mi colega JJ. Eres el control que me falta. Ese freno de seguridad que pulsas justo antes del punto de no retorno… si sabes lo que te quiero decir… -Déjate de peloteo nene… ¿Qué te ha pasado? Sony se acomodó contra la pared y acercó una rodilla a su pecho. Puso la barbilla sobre la misma y empezó a hablar. Parecía un niño pequeño confesando sus travesuras. -Ya sabes cómo están las cosas en mi casa. No aprueban mi forma de vivir. ¡Te juro que intento contenerme! Me callo… me callo… pero es entrar en casa ¡¡Mi propia casa!!- dijo señalándose con el dedo- y empezar las peleas. Hoy por la ropa, ayer por llevar sin llamar a casa unos días, la semana pasada por llevar sucias las botas… ¡¡Tío por las botas!! Llevas sin ver a tu hijo dos semanas y lo que le dices al verlo es… ¡¡¿Tú te puedes creer como tienes las botas?!! – paró un segundo y clavó la mirada en sus botas. Manchadas y llenas de polvo, sacudió la cabeza y volvió a mirarme- Y bueno. Salí de casa algo deprimido y cabreado. Me encontré con unos ex-compañeros de trabajo, charlamos y tal… Tío necesito currar. No puedo estar quieto. No puedo estar sin hacer nada. Me es impensable levantarme a las dos de la tarde para comer y ver los Simpson y acto seguido quedarme otra vez dormido viendo Sálvame. ¡¿Qué puta vida es esa JJ!? – gritó. Y los ojos casi se le salen de las órbitas.- y después… Una vez ya llegamos al botellón y estaba contigo… me crucé con ella. -¡Venga ya! – dije poniéndome en pie y levantando los brazos - ¿Otra vez? ¡Tienes que desengancharte tío! Tienes que pasar página.
  • 16. -Son muchos años JJ. Tú no lo entiendes. -Sí… vale. Son muchos años, pero tú eres el tío que más vive el presente de las personas que conozco.- Me puse a andar hacia un lado y otro.- ¿Por qué no puedes ser igual con este tema? -No lo sé tío… no lo sé.- Agachó la cabeza y creí que iba a romper a llorar. -¡No, no! Venga dime. ¿Qué más paso? – le levanté la cara y mirándolo a los ojos lo incitaba a responder diciéndole – “¡Snake! ¡Snake! ¡¡Enter me!!” – le decía de broma. Me miró y sonrió. Una sonrisa sincera. Como si esas cuatro palabras le hubieran movido algo en su interior. Algo agradable. -Que friki eres cabrón. – por desgracia él no era tan agradable. – Vale. Mira. << La vi y empezamos a hablar. Había bebido bastante y ya sabes… “bla bla bla bla”… no paró. Y claro, ya empiezan las frases tipo; “Y te acuerdas de…” “Y cuando estuvimos o hicimos aquello…” Y eso me mata JJ. Me hace polvo. Me hace recordar todo lo bueno que perdí, por mi egoísmo. Por idiota.>> -Tío. Tomasteis una decisión. -No JJ. Tomé una decisión. Nadie quería decirlo pero el tema siempre estaba en el ambiente. Como si fuera una partida de ajedrez y ninguno quisiera mover cierta pieza. Por ejemplo, la reina. -Te sigo, continua. – cuando Sony se pone así, bueno… no tan mal. Pero por el estilo. Siempre habla con metáforas y algunas veces, con sinsentidos que solo él comprende. -Pues eso… y yo decidí moverla. Ya no había más piezas que mover JJ. O movía o el rey se iba a la mierda. Y yo no me jodo JJ, yo no me jodo – decía con una voz y una mirada que me hizo entender que lo expresaba con toda su alma. -Yo no creo… sinceramente, que una pareja tenga que ser infeliz y no viva bien simplemente, porque se quieran. Así que moví la reina. Yo propuse lo de dejarlo. Yo lo dejé y aunque me culpo por el dolor que siento… más me culpo por el que le he hecho sentir a ella. Simplemente deseo que algún día sea feliz… porque sé que conmigo le sería imposible serlo. – volvió a poner la barbilla sobre la rodilla y yo lo escuchaba con atención.- no pienso cambiar mi forma de ser JJ. Y lógicamente, si ella cambiaba la suya, dejaría de ser “ella” misma. Es la medida más razonable, sincera y, sin lugar a dudas, la más jodida. Me agache y clavé una rodilla en el suelo. Le puse una mano en el hombro y regalándole la más tranquilizadora de las sonrisas le dije: -Lo sé tío, lo sé. Sony… no has hecho nada malo. Eres una buena persona. Solo hiciste lo que tenías que hacer. Por tu bien… y lo que es mejor, por el suyo. Miraste por ella casi antes que por ti mismo.
  • 17. Nos quedamos mirando por un segundo y sonriendo asentí con la cabeza. Él me miró, sonrió y también asintió. -Sí tío, sí… gracias. -Y bueno… - dije mirándolo con cara de broma.- ¿Y ya está? ¿Hablasteis y te hizo polvo? Sony estás hecho una maricona. Ante este repentino momento de surrealismo los dos rompimos a reír. Las carcajadas se escuchaban en todas las esquinas del parque, su eco nos decía que el escándalo estaba siendo mayúsculo. -Que cabrón eres. Anda ayúdame a levantarme. Creo que ya puedo caminar sin problemas. Metí mi brazo bajo su hombro y lo levanté sin dificultad. Es curioso que cuando vemos a alguien vomitar en la calle nos invade un sentimiento repulsivo hacia esa persona. La simple idea de acercarnos y tocarlo nos da asco. Pero en ese momento levantaba a un amigo del suelo y en lo último que pensaba era en sus vómitos: -Mira que eres puerco Sony. Fíjate cómo has dejado la fachada a la pobre señora. Miró la fachada de la casa. Un charco empapaba la pared y se extendía por casi todo el ancho de la acera. Miró hacia el parque, señaló las papeleras y dijo: -¡Calla coño! Así tendrán trabajo los barrenderos. Por cierto, he visto a una barrendera que está cañón tío… ¿Cómo se llamará? Mientras él seguía con su charla conseguí incorporarlo. Pasé el brazo bajo el suyo y le ayudé a caminar… -¿Entonces qué? Llega tu ex y te me deprimes, no aguantas una Sony. -Bueno JJ. También me bebí dos whiskys con Beato, un par de chupitos con Fátima, un vodka con Angulo y alguna cerveza contigo… creo que ha sido la última cerveza que me ha sentado mal. Un par de carcajadas y cruzábamos las calles del pueblo. Los delgados rayos del Sol asomaban sobre las casas y nos lamían las espaldas. Los caminantes del mediterráneo volvían a casa.
  • 18. CAPITULO 04. – SE ACABARON LAS JUERGAS. PART 01: Recuerdos Corro. El sudor resbala por mi frente dejándose caer por los ojos haciendo que todo se torne borroso. Tengo la guitarra bien agarrada por el asa de la funda y corro todo lo deprisa que puedo. No llego a girar la cabeza pero escucho como la puerta por la que acabo de salir se abre una y otra vez, dando portazos que retumban por todo el callejón… ¡Tengo que correr más! Voces. Gritan una y otra vez que me esté quieto. Que los espere… claro que sí, con una cerveza en la mano para cada uno. Gracias a Dios apenas he bebido y me siento en perfecto estado para forzar las piernas todo lo que pueda. Las farolas pasan silbando a mi lado y poco a poco, voy a alejándome de la puerta del local. Por un momento cierro los ojos e intento visualizar como he llegado hasta ahí. Ese segundo se vuelven horas, días, semanas… un par de años atrás. Las juergas habían sido legendarias; el alcohol, las mujeres y el rock and roll no había parado de llovernos a Sony y a mí. Pero por suerte o por desgracia las cosas siempre cambian. No recuerdo muy bien donde fue. Creo que cerca de Lucena. No sé si en el campo de un amigo, en la discoteca de alguno de los pueblos… no lo recuerdo. Solo sé que aquel día conocimos gente. Gente que cambió nuestro mundo tal y como lo conocíamos. Recuerdo que el lugar era oscuro, húmedo, muy concurrido y con buena música…. Muy buena música. Sony y yo nos dejamos caer contra una de las columnas cerveza en mano. Como él decía “bicheando” al personal. Habríamos dado un par de vueltas al garito, lo que nos costó las últimas tres horas de la noche. Conocíamos a la mayoría de la gente que allí se agrupaba y no parábamos de charlar con ellos. Nos dejamos caer contra la columna pidiendo al cielo unos minutos de cortesía, Sony se giró y me dijo: - ¿Sabes JJ? Creo que esa chica tiene algo. - ¿Quién? - Coño esa.- dijo señalando a un grupito frente a nosotros. - Joder será por mujeres en esa jauría. Y la vi... lo entendí de momento. No era más alta que yo y su sonrisa iluminaba el lugar. El pelo largo y liso. De un color rubio muy claro… ¿rubio ceniza quizás? A tomar por culo los minutos de cortesía. - Bueno Sony... pues al ataque. Él me miró, sonrió y dijo: - Jjejejeje... se va a cagar la perra. Y ahora veo que ahí empezó la locura de mi vida. ¿Sabes de esos momentos en los que piensas...? Joder... ¿qué coño estoy haciendo con mi vida? ¿Cómo cojones he llegado hasta aquí?
  • 19. Vale, pues esa misma pregunta me estoy planteando ahora mismo mientras corro como alma que lleva el diablo - por un momento pienso que me voy a dar un golpe en la nuca con mis propios talones - perseguido por dieciocho seguratas de discoteca más altos que un armario ropero. Y no, no vienen a darme la enhorabuena por mi concierto. Ni tampoco a echar un ratito de charla y cervecita. Por la forma con la que aprietan las barras de hierro que llevan por arma... diría yo que no. Miro hacia atrás y veo que siguen saliendo guardias de seguridad por la puerta del local. Y entre ellos, un tipo raquítico, alto, delgado y más blanco que las tetas de la Barbie - la antigua claro -. Con un pañuelo enrojecido intenta parar la hemorragia que algún desgraciado le ha ocasionado en la nariz. ¿Quién me iba a decir a mí que una jarra de cerveza en la cara y un buen par de cabezazos contra una mesa de mármol provocara tal sangría? ¿Ahora entiendes por qué corro, verdad? Una leve sonrisa se dibuja en mi cara cuando veo cómo le he dejado la nariz al jefe del local donde hace solo veinte minutos estaba dando un pequeño concierto. Bien por mí... mal por mis brazos, piernas y mi persona en general como los armarios empotrados me cojan. En verdad... no soy muy bueno tocando la guitarra, ni cantando... si quiera tengo ese arte que suelen tener la gente del sur. Pero te puedo decir algo... cuando corro... no hay quien me pille. Así que mientras huyo me giro y les grito a mis amigos trajeados: - ¡¡¡Suerte atrapando al galgo!!! ¡¡¡Malditos bastardos!!! Seis metros más adelante tropiezo con un saliente de las losas que forman el suelo... y ahí, tirado en el suelo con la nariz aplastada contra las losas pensé: ¡ay Dios! La que se me viene encima...
  • 20. PART 2: Paliza. Te voy a hacer una pregunta... y como sé que esto es un medio de comunicación unidireccional, en verdad no voy a escuchar tu respuesta, pero quiero que pienses en ella detenidamente. ¿Cuál ha sido el momento más intensamente doloroso de tu vida? ¿Te cuento el mío? Hasta la fecha no hay duda. Recuerdo que tendría unos veinte años y bajaba unas escaleras antiguas como hacen los veinteañeros rebosantes de hormonas, a saltos. En el último salto hubo un pequeño error de cálculo y sin saber cómo toqué con el tobillo izquierdo el suelo. Un tremendo crack retumbó en mis oídos. En menos de dos minutos tenía el tobillo que parecía una pelota de futbol. Pero ese no fue el dolor más enorme, ahí incluso me reía cuando vi el tamaño tan colosal que cogía mi propio tobillo. El dolor llegó dos meses más tarde, cuando dije de quitarme la escayola que me habían puesto. El médico me dio instrucciones claras de quitármela yo mismo. Que para paliar un poco el dolor me metiera en la bañera y con el agua se despegaría un poco la tela de la carne a la hora de quitar la escayola. Me acordaré toda la vida de ese médico, recuerdos a su padre, su madre y toda la familia que tenga hasta las raíces de su árbol genealógico. Pues el gran genio no se acordó de poner venda entre la escayola y la pierna. Así que cuando dije de quitarme el armatoste de la pierna tuve que hacerlo a tirones, ya que ésta se había quedado pegada totalmente a la piel. Tirón tras tirón se despegaban trocitos de escayola y el dolor era insoportable. Hasta el punto de tener que morder un peine para no hacerme daño en los dientes. Bien… pues como he dicho al principio. Hasta el momento había sido el dolor más insoportable que había sentido. Pero cuando cinco guardias de seguridad con cara de tener muchísimos amigos te están ayudando a poner las costillas en su sitio a base de patadas, me planteo poner este sentimiento en el primer lugar del top ten de dolores insufribles. Yo estaba tirado en el suelo. Acurrucado como pude y poniendo los brazos sobre la cara intentando llevarme los mínimos golpes posibles… “por favor, soy demasiado guapo para que me estropeéis… o quizá me hacéis un favor, no sé”. Patada tras patada conseguía ver a mis atacantes por los resquicios que dejaba entre los brazos. Golpes en el costado, alguien estaba intentando esforzarse en llegar a mi entrepierna… “no amigo… ahí no.” Por un momento observé cómo se acercaba el dueño del bar. Agarró el palo de hierro que tenía uno de los guardias en las manos y dijo: - ¡¡Quietos!! Dejadme un poco a mí. Los segundos pasaban como horas tirado en el suelo y parecía que todo a mí alrededor se moviera a cámara lenta. El tipejo este levantó el palo con dificultad y en su mirada se veía que no, no me iba a acariciar con él. Dejaría mi cabeza machacada en el suelo y me tirarían a saber dios que agujero para que me encontraran sin documentación ni ropa. Ala pues nada… algo tendremos que hacer.
  • 21. En ese momento recordé las palabras que me dijo un antiguo profesor de artes marciales que tuve. Me explicó lo que era la explosión de adrenalina. Como un combate de 3 minutos pueden parecer días enteros recibiendo golpes y los 3 minutos de descanso entre combate y combate, el tiempo que tarda en caer una gota de sudor desde la barbilla al suelo. Supe que si podía hacer algo para salir de allí… ese era el momento. El corazón parecía que quisiera salirse del pecho y el sudor que antes me hacía ver borroso, ahora se teñía de un tono rojizo ante mis ojos. Rápidamente, en ese segundo en el que este hombre levantaba el palo, metí la mano en mi bolsillo, agarré las llaves de casa, me puse en pie a su altura a una velocidad que creí imposible. No me libré del golpe del palo, pero conseguí que fuera lo menos doloroso posible interceptándolo con el antebrazo en la parte más cercana a la empuñadura. Aparté el palo y le di el gancho más fuerte que le he soltado a nadie en mi vida. ¡Ala! Ya tienes un hoyuelo en la barbilla hijo de perra. Había colocado las llaves en mi puño derecho de forma que sobresalieran entre mis dedos y el gancho fue de lo más efectivo. La sangre manaba de su barbilla y parte del cuello como si hubiera abierto un grifo. El hombre soltó el palo y se echó las manos al cuello intentando gritar algo… pero solo se oía un sonido gutural que se podría traducir –o al menos eso creo yo- como: “Iyo, pisha, tráeme otra tapita de bravas que esta me ha sabido a poco”. Bueno por echarle imaginación a la cosa que no sea. De reojo vi como los seguratas soltaban las armas e iban a socorrer a su jefe, supongo que si se quedaban sin jefe, también perderían sus nóminas. Que buenos han salido estos guardias de seguridad vaya… No perdí ni un segundo, recogí rápidamente la funda de la guitarra que estaba en el suelo y salí corriendo. Giré la cabeza antes de doblar la primera esquina y vi como esta vez no me seguía nadie. Todos los guardias de seguridad rodeaban a su jefe intentando ayudarlo para que no se desangrara. Y así pues, antes de perderme entre las callejuelas de aquel sucio lugar, me giré a una distancia prudente y les dije con mi sonrisa más burlona: - ¡¡Señores y mariconas!! ¡¡Si desean otro concierto solo tienen que ponerse en contacto conmigo en mi correo irseachuparla@hijosdeperrilla.com!! ¡¡MUY BUENAS NOCHES… ELVIS HA SALIDO DEL EDIFICIO!! Giré la esquina y me fundí entre las oscuras callejuelas de Cuidad Real… el mejor concierto que he dado en mi vida.
  • 22. CAPITULO 05: “To Madrid” La mañana se levantaba despejada. Al abrir los ojos tuve esa sensación de “¿Dónde cojones estoy?” que me invade cuando me despierto en cualquier sitio que no sea en casa. Tardé unos segundos en situarme y recordar donde estaba. Madrid. Mi viaje al norte seguía ciudad por ciudad. Sé que aún no he explicado el porqué de mi viaje; por ahora solo has de saber que Sony y yo nos habíamos separado. Que tenía que encontrarlo antes de que fuera tarde y que en medio de todo, como no… había una chica. ¿Y qué hacía un cateto como yo en la gran capital? Apenas tenía dinero para viajar al norte, donde se suponía que estaba Sony. Viajaba a dedo de pueblo en pueblo para llegar a casa de antiguos compañeros de estudios y amigos que vivían por toda España. Cuando la situación lo permitía pasaba la noche en algún albergue o incluso al raso, si el tiempo me dejaba. Tocar la guitarra en la calle me daba algo de dinero para poder comer y limpiar mi ropa en las lavanderías públicas. ¿Alguna vez has estado en una lavandería de estas y has visto a un tipo en calzoncillos esperando ver su ropa limpia mientras toca la guitarra? ¿Sí? Pues encantado, porque seguramente era yo. Después de hacer noche en Ciudad Real y que casi me mataran en un Pub, seguí con mi viaje hacia el centro de España. Viajé dirección norte con una familia muy amable que me recogió en la salida de Ciudad Real. Al parar en una gasolinera a la altura de Toledo saqué mi ITouch y usando la wifi de la gasolinera me conecté a Internet. Dios bendiga todas las amistades que he hecho en el pasado y la facilidad de contactar con ellos a través de la red. Me puse en contacto con un viejo amigo que había conseguido un buen trabajo en Madrid, Miguel Pereda. Habíamos sido muy buenos colegas desde hacía años y ahora me daba la noticia de que se casaba. Incluso antiguos amigos y conocidos andaluces subirían a Madrid para la boda dentro de dos semanas. Incluso me dijo que había intentado ponerse en contacto conmigo para invitarme pero le había sido imposible – lógico, algunos días ni yo sabía dónde estaba.- Después de hablarme sobre su prometida y los planes de boda le comenté mi viaje hacia el norte. Miguel, que es una de las personas más amables que he conocido, de momento me ofreció su hogar para pasar unos días y seguir mi viaje. La conversación fue algo así como:
  • 23. JJ dice: M. Pereda dice: Pereda no quiero ser ¡¡Cállate la boca!! ninguna molestia. Se como son los Coge el bus más cercano nervios pre-boda y todas esas que haya y tira para cosas. En serio te lo agradezco Madrid. Te mando la muchísimo pero… no quisiera dirección por mail, si no molestar. tienes pasta para pagar un taxi avísame donde te deje el bus que iré a recogerte. JJ dice: M. Pereda dice: Te lo agradezco tío, ¿Pero ¡Naaaaaaaah! Tú qué pensará tu nov… prometida? tranquilo. No hay Que tú sabes que como nos problema. Simplemente no juntemos los dos jejejejejejejje… le hables sobre la boda y vamos a terminar tirados en ya…. ¡¡Jajajajajajajjaj!!! Es cualquier bar de mala muerte… que se pone de los nervios en cuanto se da cuenta que le falta por averiguar algo. JJ dice: M. Pereda dice: OK Migue… muchísimas ¡Pues perfecto! Oye gracias tío. Si necesitas cualquier JJ… XDDD ijijiji cosa ya sabes… JJ dice: M. Pereda dice: Te leo… dime. ¿Sigues llevando esa cochambrosa guitarra a todos lados? JJ. dice: M. Pereda dice: ¡Si claro! La guitarra y el ¡Perfecto! Pues ITouch nunca se me olvidan. Algún avísame cuando llegues. día se me quedará atrás un brazo o ¡Nos vemos! Ya te la cabeza… pero esos dos siempre comentaré luego… e van conmigo. intenta ¡no quedarte de cachondeo con nadie por ahí! ¡Qué te veo venir!
  • 24. Y eso hice. Seguí viajando con la familia hasta la altura de Getafe. Allí paramos en una gasolinera y como agradecimiento, pagué el combustible para que siguieran su camino. Me despedí y fui en busca de la parada de autobuses. El viaje a Madrid no era caro y salía pronto, solo tuve que esperar 5 horas en la estación. Algo de música, alguna charla con los típicos abuelos que se sientan a ver pasar las horas y ya estaba de camino a la gran capital. El bus me dejó en una estación que no conocía. Había estado en Madrid solo una vez para ver un concierto de música. Nunca había hecho turismo por allí y perderme era lo más fácil del mundo. Así que decidí que lo mejor sería molestar a Miguel y que me recogiera él. Miré en el ITouch la dirección de donde me encontraba y le envié un sms. Cuantas veces me habrá salvado el culo mi ITouch, se que suena pesado pero es la mejor herramienta que puedes llevar a la hora de hacer este tipo de viajes. No hace falta tener una conexión 3G, ni un contrato de telefonía para poder estar en contacto con tu gente y tener la información que necesites en el instante. Solo hay que saber donde tienes una wifi libre cerca; gasolineras, cafeterías, bibliotecas,… y echarle morro. Mi ITouch era negro piano, del tamaño de un Iphone, pero muchísimo más delgado. En la parte trasera tenía un grabado en el que se leía “Lo que no nos mata… nos hace más fuertes”, un regalo de la empresa por haber hecho el pedido directamente por teléfono. Aplicaciones de mapas, rutas, traductores de idiomas, localización… todo lo que un viajero bohemio puede necesitar. Un cargador que se conectaba a USB y otro para el mechero del coche. Y lógicamente una capacidad de 32GB lleno de la mejor música para los viajes. Empezando por la música relajante de Oldfield para los momentos de tranquilidad; amaneceres y atardeceres en el campo… pasando por el mejor rock n roll de Ac/Dc, Motorhead, Springsteen… hasta el más duro metal de Metallica, Maiden, Black Sabatth para arriba. Cada momento tiene su melodía y en 32GB cabe tanta como momentos puede tener un largo viaje. La respuesta de Miguel a mi sms fue casi inmediata y dijo que me recogería en unos quince minutos aproximadamente. Hora y media más tarde aparecía Miguel Pereda en su C4 reluciente. ¿Cuántos golpes se habrían llevado aquel pobre coche? Era un misterio, pero más que dedos en mis manos seguro. Pereda era un imán para los golpes en el coche, milagrosamente nunca le había ocurrido nada serio. Pero cada vez que alguno de los colegas decía que Miguel había tenido un accidente, lo primero que se oía era -¡Ooooootra vez! -. Un Pereda más regordete de lo que recordaba se bajaba del coche y con una sonrisa de oreja a oreja se acercó a mí dándome un fuerte abrazo de oso. - ¿Qué hay tío? ¿Cómo te va por Lucena? – me preguntó al soltarme sin dejar de sonreír. Miguel era un tipo grandote. Metro setenta y pico de altura, espalda anchota y buenísima gente. De mirada amigable oculta tras unas gafas de geek informático. Siempre dispuesto a decir SI cuando algún amigo le pedía algo. A pocas personas te encontrarás así en la vida, pero si la encuentras nunca pierdas el contacto con ellas. Pereda también tenía una parte juerguista y borrachuza que nos dejaba a mí y a Sony a la altura de la suela de un zapato. Es de ese tipo de personas que no suelen beber, que normalmente beben coca cola mientras los demás se ponen de cerveza hasta las cejas. Pero el día que bebe… como decimos aquí. El día “que se le ponen los dientes largos”… hay que temerle. Juergas acabadas en caída de una moto, con tres tíos subidos en pelotas. Otras veces cerrando todos los bares del pueblo con una cogorza enorme y cantando a voces por las calles. Un personaje. Es como un oso de peluche gigante que cuando bebe se convierte en un oso fiestero y destructivo.
  • 25. Aún recuerdo la última vez que tuvimos que llevarlo a casa; no quería que nadie cogiera su coche así que un amigo le robó las llaves, lo metió en su propio coche a la fuerza y para poder volver yo cogí el automóvil del chaval que lo llevaba. “Por cojones” tuvo que meter el coche en su cochera… rozó dos columnas, una pared y creo que le hizo daño al tubo de escape. ¿Qué? Todos tenemos nuestro pasado oscuro. Atravesamos Madrid como una bala y en un cuarto de hora estábamos en el piso de Miguel. Me presentó a su prometida Elena y en seguida conectamos muy bien. Había un ambiente muy ameno en aquella reunión improvisada que hicimos. Resulta que ya había coincidido con su prometida en una visita que hizo al sur haría un año aproximadamente, pero lógicamente, no me acordaba de ella. Gracias a Dios lo entendió y me dio la razón porque mi estado en el momento en que nos presentaron era de lo más etílico. Al mediodía almorzamos en el mismo piso y allí les expliqué el porqué de mi viaje. - Entonces… deja que me aclare JJ. ¿Vas al norte en busca de Sony para…? - Exacto. – corté a Miguel. Parecía como si la simple pronunciación de la frase me hiriera de alguna forma. - Pero JJ eso es una cabronada. ¿Lo sabes no? - Yo me tengo que poner de parte de JJ, lo siento cariño.- Dijo Elena. - ¡Gracias! Al menos alguien que entiende mi punto de vista. Es un alivio, joder… - ¡Pero JJ! ¡Vas para joder la boda de tu colega! ¿Tú ves eso normal? Un pequeño nudo se me hizo en la garganta y noté como la boca se me secaba de momento. Cogí una lata de coca cola que había robado con permiso del frigorífico, di un largo sorbo y le respondí con aire triste: - Lo sé. Es una putada Miguel, lo sé. Pero no lo hago porque sí. Es importante que él sepa toda la historia… - ¿Pero qué historia tío? ¿Vas a llegar allí simplemente y… qué le vas a decir…? – preguntaba inquisitivo. Se veía un reflejo de ira en su mirada. Miguel había conocido a Sony en sus visitas a Lucena y habían hecho buenas migas. Sabía que lo haría polvo. Incluso creo que se sentía muy identificado con Sony. Pensar que un colega te llega antes de tu boda y suelta una bomba de ese tipo… sería deprimente. Pereda había preparado una bonita habitación para invitados. La verdad que se me hacía raro estar tan cómodo; habitaciones de pensiones cochambrosas, zonas de descanso… aunque nada se puede comparar como dejarse caer en mitad de un campo desconocido bajo la sombra de un puñetero roble. Qué coño, era una pasada. Eran las siete de la tarde y me sentía de puta madre. Mis amigos me habían tratado genial y el lugar era perfecto… pero no sé por qué, quería salir de allí. Quería seguir con mi camino, la verdad no pensaba en el destino, solo quería seguir en movimiento. Seguro que tú también lo has sentido alguna vez. Solo andar… seguir hacia adelante. Nada de sentirse estancado. En el fondo todos nos hemos sentido así… digo yo. O eso, o me estoy volviendo totalmente loco. Me encendí un cigarrillo.
  • 26. Un “toc toc” en la puerta me sacó de mis pensamientos y Pereda entró con aire sombrío. -¿Qué hay tío? ¿Cómo estás? – me preguntó. -Bien Migue, aquí pensando en mis cosas… ya sabes. El viaje y todo eso. -Lo siento JJ. No tenía que haberte hablado así antes. Es que, no sé, solo me pongo en la piel de Sony y creo que sería una gran putada. Compréndeme, yo me voy a casar. Y si ahora me llegara un colega para decirme que se ha tirado a mi prometía… no sé lo que haría. – se sentó en una silla que había junto a un escritorio y se quedó mirando mi cigarrillo.- te mataría JJ. Te lo juro. -Lo sé – sonreí al responderle y viendo que no separaba la mirada del cigarro se lo ofrecí- estoy preparado para la más dolorosa de las muertes. Y los golpes de Sony… bueno. Simplemente espero que esté lo suficientemente bebido o fumado como para que se canse rápido. – Miguel cogió el cigarro con timidez y le dio una calada. Dios, tenía que estar deseándolo- tranquilo colega, te vas a casar. Son los nervios, prometo no decirle nada a Elena. -Ya, ya… - dijo sonriendo. Al parecer la nicotina le había relajado un poco. – ¿Es lo que tienes que hacer, verdad? Quiero decir… sé cómo eres. Sé que no eres un cabrón que se va acostando con todo coño andante… ¿Qué cojones te ha pasado? ¿Cómo te terminaste follando a la novia de Sony? – me dijo y volvió a ponerse serio. La verdad que tenía que hablarlo con alguien y en el fondo agradecí que Pereda me preguntara. -Pasó hace tiempo tío. La verdad es que no sé cómo esa chica lo hace, pero es como si tuviera dos caras… o tres no sé. ¿Alguna vez te habló Sony del día que la conoció? Él le entro en un bar, en un concierto no lo recuerdo muy bien ahora mismo. Estaba con un grupo de amigas y él se puso de charla con la muchacha. Yo me quedé de charla con las chicas y bueno ya sabes cómo soy… “Jaja, ji ji”. Me gusta animar el ambiente y no tengo problemas para hacer que la gente se lo pase bien. Mientras hablaba con las chicas vi como Sony se alejaba con… ay dios, se me fue hasta su nombre de la cabeza, ¿te lo puedes creer? -¿Viniendo de ti? Me lo creo.- dijo sonriendo. – Eres la persona con más mala memoria que he visto en mi vida. Te dejarías la cabeza en mi piso si no te recordara que la cogieras.- Le dio otra calada al cigarrillo e hizo ademán de devolvérmelo.- Continua anda y ve al grano. -No no, cogeré otro. Te hace falta para paliar los nervios más que a mí. – saqué otro cigarro y mientras lo encendía vi como Miguel se levantaba y salía por la puerta. – Vale tío, sé que no estudiaste psicología, pero hijo de perra deja que termine la historia, que eres tú el que me has preguntado. -Cállate y fuma tranquilo. Se te ha pegado la forma de hablar de Sony, ¿Lo sabías? Algún día te lavarán la boca con lejía.- dijo desde otra habitación. Y pensé en ello, supongo que después de tantos años juntos, era lógico. Cuando volvió traía dos latas de cerveza y me entregó una de ellas. – Chaval no habré estudiado psicología, pero no me jodas que te molaría que todos fueran así.- tengo que admitirlo. Me dio en la boca, mi enorme bocaza. -¿Continuo con la gran historia?- asintió con la cabeza, aspire una gran calada de humeante nicotina y sentado en la cama continué hablando.- Nada, iré al grano como tú dices. Él la conoció y se
  • 27. liaron. Yo por mi parte no me estuve quieto y me lié con una de sus amigas. Digamos que empezamos a dejar de salir los dos solos y comenzamos a ir de bares con este grupo de chicas. No habían roces entre nosotros, había una química entre todos perfecta. Charlábamos, salíamos, bebíamos y follábamos… (cada uno con su chica lógicamente) ¿Qué más se le puede pedir a la vida? Pero claro, se ve que las cosas tienen que cambiar sí o sí. ¿Recuerdas la boda de Carlos, el batería de mi grupo? Él nos había dejado la despedida de soltero en manos de Sony y mías.- un tío con cabeza, sí señor. Sabía que si sobrevivía a su propia despedida tendría que darnos las gracias, somos un poco heavys con las despedidas y más si las montamos los dos.- El problema es que me pelee con Carlos. Una de esas peleas estúpidas que ahora mismo ni recuerdo el por qué. Lo único que sé es que yo no fui a la despedida, pero Sony sí. Así que ese fin de semana yo salí con las chicas sólo. Se ve que no era mi semana de suerte, pues esa noche también terminé de pelea con la chavala con la que me liaba. ¿Qué quieres que te diga?, tenía 25 años y eso de pensar en vivir para toda la vida juntos… era un poco estúpido. Una pena que no sepa hablar ese tipo de cosas con tacto. -Te entiendo tío. Pero que sepas que eso cuando llega, llega sin más. Y si tú no lo veías, lo mejor que hiciste es terminar.- me dijo. -Supongo que tienes razón, pero por mí, que tarde unos añitos aún.- sonreí y levanté la lata para brindar con él. La verdad que en el fondo tenía una envidia sana por Miguel. Había encontrado a una persona que le hacía sentir completo y con la que compartiría su vida para siempre. En ese momento Elena llamó a la puerta y preguntó. -¿Se puede? Si estáis hablando de cosas de tíos no os molestaré. -No, no.- le dije de momento.- ¿Cómo voy a pedirte que te vayas de tu propia casa?- saqué mi sonrisa más amigable y le hice un gesto para que entrara. Se sentó y dijo. -Bueno… ¿de qué hablabais? -JJ me contaba qué pasó con la prometida de Sony. Continúa JJ. – dijo Miguel mientras le daba un trago a la fresca cerveza. -Bueno resumiendo, porque no voy a empezar otra vez desde el principio. Nos quedamos su novia y yo solos. Por mi parte acababa de tener una mala ruptura con una de sus amigas y ella por su parte estaba bastante cabreada por la despedida de Carlos. Conocía perfectamente a Sony y sabía que iba a desfasar como si no hubiera mañana. La despedida la habíamos preparado en Granada. Un hotel, quince de los mejores amigos de Carlos y todos los bares, pubs y discotecas para salir durante todo el día y la noche. << Fuimos de bar en bar y las copas no pararon de desfilar ante nosotros. Nos juntamos con varias peñas de amigos, pero no nos acoplamos en ninguna de ellas. Estábamos en Lucena y como era normal pasamos por el Morrigans. Saludamos a Ángel al entrar y le pregunté por la noche. La verdad que el bar estaba hasta arriba y me extrañaba que solo estuviera Ángel de camarero. Así que le
  • 28. pregunté y me comentó que ninguna de las niñas que tenía para echarle una mano estaban disponibles. En una de esas maravillosas ideas que tuve me giré hacia Tere y le pregunté… eeeeeso Tere. ¡Me acordé de su nombre! Pues eso… le pregunté qué le parecía, si quería que los dos le echáramos una mano a Ángel en la barra… lógicamente tendríamos cerveza gratis toda la noche y eso es difícil de rechazar. Así que aceptamos. Fue brutal, estábamos súper compenetrados. Era como un ballet de cervezas, cogíamos los vasos y el otro le pasaba los hielos. Agarrábamos la botella de alcohol y nos apoyábamos a la hora de servir a los clientes. Saludábamos a los amigos que se acoplaban como parroquianos en el bar, pero por mucho que nos decían de irnos con ellos, decíamos que no. Estábamos bien, nos sentíamos cómodos, quizá el no parar de servir copas nos evadía de los problemas que teníamos cada uno. Yo no pensaba en su amiga y ella, supongo, dejaba un poco de lado la despedida. >> -¿Entonces estuvisteis toda la noche en el Morri de camareros? Supongo que Ángel sería amable con vosotros.- sonrió porque Miguel también conocía al mejor camarero de Lucena.- Vamos que os pusisteis de cerveza hasta el culo. -Oye que confianzas tenéis con el camarero ¿no?- preguntó Elena que nos escuchaba con atención. -Si bueno. Supongo que es lógico.- dije- Le hemos pagado la universidad de sus hijos a base de cervezas y cócteles. No podemos hablar mal de él y la verdad que se portó. La cosa empezó a confundirse un poco a última hora. La barra no es muy ancha y los roces eran típicos. Ya serían las cuatro de la mañana y en el bar empezaban a quedar menos clientes. En un momento dado me di cuenta cómo se debía de sentir Ángel a estas horas de la noche, cuando ya solo quedan los típicos borrachos en la barra. Pegando voces, golpeando la barra, tirando algún que otro vaso. En un momento dado Ángel tuvo que sacar a uno de los clientes porque los golpes y gritos ya se estaban saliendo de madre. Mientras Ángel sacaba a este individuo, otro parroquiano le pidió un whisky a Tere. Esta le dijo que era el último, que el dueño le había dicho que ya íbamos a cerrar y sería la última ronda. Ahí empezó a liarse… << El chaval se volvió un energúmeno de momento. Empezó a gritar a Tere y a decirle de todo menos bonita. La muchacha que tampoco se sabe quedar callada le replicaba y gritaba que solo eran órdenes del dueño. El personaje incluso llegó a coger un vaso y tirarlo dentro de la barra y ahí ya entré yo. Tú sabes que no soy de los que buscan bronca. Pero la situación lo pedía a gritos. Salí de la barra hecho una furia y le grité cuatro órdenes al borracho. En ese momento solo vi un gran pantallazo blanco y un golpe en la cabeza. El tío me había soltado un puñetazo entre los ojos sin vacilar y yo me había caído de espaldas contra la barra. Abrí los ojos de momento y la escena me sorprendió. Tere había saltado por encima de la barra y golpeaba al personaje con todas sus fuerzas. El tipo le sacaba dos cabezas y la pobre tenía pocas posibilidades de imponerse. Entonces lo vi, aquel borracho asqueroso echó el cuerpo hacia atrás y observé como cerraba el puño con cara de odio. Me levanté como un rayo y cuando él soltaba un golpe que habría dejado a Tere sin conocimiento, salté con las rodillas en dirección al pecho del enfurecido borracho y lo empotré contra la máquina de tabaco. La sangre manaba de su cara golpe tras golpe. No era dueño de mí mismo, una rabia que nunca había sentido me invadió y descargué toda mi irá contra aquel desgraciado. Tenía la mente en blanco, solo quería darle una lección. Nunca se le ocurriría volver a cerrar el puño para golpear a otra mujer, eso me prometí. Ángel entró en el bar y vio la escena, me separó como pudo y echó al cliente a patadas.
  • 29. Ángel cerró el bar y bajó las rejas de la puerta. Nos quedamos solos. Encendió las luces y me puso una jarra de cerveza helada. Le expliqué lo que había ocurrido y él me creyó sin problemas. Conocía al borracho y sabía que yo no habría actuado así sin un motivo de peso. >> -Joder tío, vaya noche entonces ¿no? Que completo. – dijo Miguel. En ese momento se levantó Elena y se fue de la habitación sin decir nada. -Mujer no te vayas, tranquila. – le dije. Quizá se habría sentido incomoda por mi forma de expresarme o simplemente no estaba acostumbrada a los marrones de barra de bar, ¿Quién sabe? Volvió al momento con dos latas de cerveza más y una coca cola. -Cállate y sigue la historia JJ. La cosa se empieza a poner interesante.- dijo mientras me echaba una de las latas de cerveza y se sentaba junto a mí en la cama.- La cosa empieza a coger algo de color. Abrí la lata de cerveza y le di un gran sorbo. La cerveza fría corría por mí gaznate, algo seco de tanta charla y continué mi historia, no sin antes hacer un apunte mirando a Miguel: -Tío, estáis hechos el uno para el otro. Me alegro por los dos. Sois increíbles.- levanté mi lata y brindé con los dos. Me hicieron señas con la cabeza para que siguiera con la historia y eso hice.- Bueno. Pues… seguimos en el bar bastante rato y las cervezas siguieron cayendo como si fuera una abundante lluvia fresca que me devolvía la vida después de la pelea de antes. Tere me dio un cigarro, cuando lo fui a coger me agarró el brazo y me agradeció lo que había hecho por ella. Seguimos bebiendo e intentamos pasar un poco del tema hablando de otras cosas, riendo con algunos chistes y recordando antiguas anécdotas. << Entonces a nuestro camarero preferido se le ocurrió la gran idea de empezar con los chupitos. Puso una ronda de vodka negro y brindamos por nosotros. Las 6 de la mañana rozaban en el gran reloj y Ángel dijo que tenía que irse. Al levantarme de la silla me di cuenta de lo curioso que es que hagan el suelo de los bares en forma vertical. Las paredes se movían y me era difícil mantener la mirada en un punto fijo. Vi que a Tere también le estaba afectando el alcohol pues casi se cae al bajar del banco. La ayudé a que no callera y nos despedimos de Ángel. Bueno… y ya sabes. Una cosa lleva a la otra. Era tarde, no quedaban bares abiertos y nos quedamos en su piso a terminar unas litronas frías. Lo demás… pues te lo podrás imaginas, empezó el cachondeo, el típico tonteo y terminamos follando como conejos. >> -¿Y ya? – dijo Miguel con cara de decepcionado.- ¿Un polvo? La pobre tiene un traspié contigo y ya es una zorra asquerosa. -Espera Migue, espera. Como sabes fue solo sexo sin sentido una noche de locura. Pero no fue solo esa noche Miguel. -¡¿Cómo?!- gritó Elena.- ¿Qué te la seguiste tirando?
  • 30. -No, no, no, no, ni mucho menos…- me levanté de la cama con las manos en alto y respondí ofendido.- Pero después de lo fácil que lo hizo conmigo la vigilé un poco… por así decirlo. Y tíos,… lo mío no fue la primera ni la última vez. Cada pelea que tenía con Sony, cada discusión que dejaban de verse un par de días, ella se tiraba al que se le pusiera en medio. Normalmente lo hizo en pueblos de alrededor y siempre cuidando que Sony no se enterara. -Joder tío.- Miguel respondía con la boca abierta.- lo siento. Eso ya tiene otro color. Es una zorra, bueno… ¿y qué piensas? -Pues tío. Ir a por Sony, soltárselo y que sea lo que Dios quiera.- me volví a sentar y encendí otro cigarrillo.- Él tiene que saberlo todo. Y con esa información en las manos tomar una decisión, que sea sabia o no… eso ya depende de él. -Tiene lógica. Tu típica y retorcida lógica. – Dijo Miguel y levantándose cambió de tema radicalmente.- Caballero y señora… preparémonos para la cena. -Que hombre más selecto tenemos aquí. En cuanto le suena el reloj interno te conviertes en el mejor comensal. Venga vamos anda… Salía Miguel por la puerta y noté un tirón del brazo que me devolvía a la habitación. Era Elena. Clavaba sus ojos sobre mi misma alma y me preguntó. -Hay algo más, ¿verdad JJ? No te conozco desde hace mucho pero tú sabes lo que te estoy preguntando… entre tú y ella. -Déjalo Elena. Esa información, por mucho peso que tenga, no cambia el sentido de la historia. Solo la vuelve más oscura. Por favor… déjalo.- le dije seriamente. Elena asintió con la cabeza y me dedicó una sonrisa amistosa. Me adelantó y ahí acabó la tarde. Después fuimos todos a cenar a una cadena típica de allí, de la cual no recuerdo el nombre. La cena fue relajada y tranquila. Pero no podía quitarme de la cabeza aquella pregunta… ¿Qué más ocurrió? ¿Qué que más ocurrió? Que me volví adicto. A una droga que no se compra, una droga que no se presta ni se pide. Me enganché a Ella. El dolor que sentía al no estar juntos solo era comparable a la euforia enloquecida que alimentábamos al vernos. Fue como si coges toda tu vida, tus planes, pasado y futuro… los mezclas en una batidora, aprietas el botón anaranjado y lo haces trizas. Solo para después tirarlo por el lavabo… nada tiene importancia. Los principios que te rigen los ves como cadenas y las amistades sacos pesados que no puedes trasportar. Supongo que Miguel tendrá que perdóname por omitir partes de la historia. Pero así fue como siguió la noche en el bar. Después de todo el problema con el borracho y dar un poco de limpieza al bar, Ángel tuvo que ausentarse. Dijo que tenía que recoger a una amiga – o “ir a follar un mandao”, como decimos por aquí- y volvería en un par de horas. Eran sobre las 5 de la mañana. Nos dejó encomendado limpiar las últimas mesas y fregar el suelo. Que no tuviéramos reparos en coger alguna cerveza si queríamos,
  • 31. estábamos en nuestra casa. Que cerráramos más tarde y si queríamos volver al día siguiente tendríamos barra libre como agradecimiento por cerrar. Mientras nos encargábamos de limpiar y recoger el bar seguíamos dándonos nuestros “homenajes” a base de chupitos y cervezas. Risas y algún que otro toque en la espalda por la gran noche que habíamos tenido. Estábamos solos, pero parecía que nuestra simple presencia inundara cada rincón del bar. El Morrigans seguía teniendo vida incluso cerrado. En el equipo habíamos puesto algo de música para animarnos –Gotthard, si no recuerdo mal -. Vi como Tere tampoco escatimaba en lo que llamó nuestros “homenajes” y me impresionó muchísimo el aguante que tenía para el alcohol. -JJ, ¿Puedes echarme una mano a llevar estas cajas al almacén? -Si claro mujer, tú agarra de ahí… bien, bien y… ¡aaarriba! El almacén del bar estaba en la parte trasera y se accedía por una vieja puerta de madera al fondo del local. Abrí la puerta como pude con una mano y haciendo malabarismos sujetando la caja con una mano y una rodilla elevada. Tuvo que ser bastante cómico verme hacer equilibrios con la caja – que pesaba lo suyo, lo prometo – y abrir la puerta al mismo tiempo, pues vi como ella me miraba y se reía. -¡Eres un payaso JJ! – dijo entre risas. Entonces la puerta se abrió hacia dentro para mi sorpresa y perdí el equilibrio. Me desplomé hacia el interior y mientras caía, vi como Tere también se precipitaba al suelo agarrada a la caja. Como pude, aparté la caja que llevábamos agarrada lanzándola hacia una esquina antes de caer. Tere calló sobre mí. Tumbados sobre las frías losas del almacén ella reía a carcajadas con esos ojos rasgados que siempre me han vuelto loco, en otras caras, en otras sonrisas. Su pecho contra el mío se contraía con cada carcajada y me dio la impresión de que la señora estaba bastante cómoda, ya que no se quitaba de encima. Entonces dejó de reír, la música paró un momento y se me quedó mirando. Ahora si podía ver aquellos grandes ojos almendrados y claros. Algo se rompió en mi interior – no… no fue la bragueta. -Gracias JJ… gracias por todo. Hacía mucho tiempo que no… No la dejé acabar… la besé. Un impulso intuitivo que salió sin pensar ni razonar, simplemente… lo hice y ya. “Back to you” de Gotthard empezó a sonar en el equipo y aquello fue el principio del fin. ¿Alguna vez has escuchado a un bombero dar instrucciones sobre, qué hacer si te encuentras en un incendio? Te haré un pequeño resumen… y tranquilo, no me he vuelto loco. Primero, no te escondas – nosotros cerramos la puerta – intenta mantener la calma y la mente fría – que más quisieras – y si por algún caso ves una habitación con la puerta cerrada y piensas que dentro no hay fuego, no la abras. A veces las llamas se auto extinguen con la ausencia de oxígeno en la habitación y eso hace que en apariencia no haya fuego. Muchas veces ocurre que algún incauto abre la puerta y al reavivar las llamas con una nueva fuente de aire, las llamas suelen carbonizar al pobre que se le ocurrió abrir. Pasa a menudo y es algo tremendamente peligroso… - nosotros abrimos la puerta a patadas-.
  • 32. En la habitación no había amor. No había sentimientos, razón, ni cariño… solo pasión. Las paredes ardían a nuestro alrededor – ahora hablo metafóricamente, no te me pierdas – mientras nos arrancábamos la ropa y la tirábamos al suelo. Mi chaqueta podía servir de colchón improvisado pero preferíamos chocar contra todas las estanterías del almacén. Aquello era una caverna oscura, no existía nada más. Ni calles, ni coches, gente,… amigos. Mi mente estaba solo en cada curva, en sus labios, en su cabello y en esos ojos que me hacían arder por dentro. Siento no poder ser un Ebony Clark, ni un Shakespeare a la hora de explicar lo ocurrido, así que lo cuento tal y como pasó. Después de tirar algunas cajas y romper alguna botella – gracias a dios estaban vacías – dejamos de forcejear contra las estanterías y paredes. Agarrándola de los muslos la colgué en mis caderas y ella cerró sus piernas con fuerza a mí alrededor. Dejamos de besarnos por un momento y en sus ojos vi una fiereza desconocida para mí. Un fuego, una fuerza o energía – llámalo como quieras – que me impedía parar aquel desenfreno. De forma brusca y tirando más botellas – Ángel me va a matar, pensé más tarde – la coloqué sobre una pequeña mesa que había en una de las esquinas. Una y otra vez rellenamos los tristes huecos que la noche había guardado en nuestras vidas con toda la pasión que nuestros cuerpos en éxtasis nos exigía. Como ya he dicho y quiero hacer ahínco en este punto, en aquella habitación había de todo menos amor, solo pasión. Quizá solo lo digo para poder dormir mejor por las noches, eso y que el alcohol tuvo algo que ver. Éramos simples marionetas de nuestros cuerpos dejándose llevar por el momento… y nos sentíamos de puta madre – que te voy a contar-. La noche se hizo sobre nosotros y el alba nos saludó a través de una pequeña ventana en una de las esquinas del almacén, nos habíamos dormido. Me daban vueltas hasta las muelas dentro de la boca y en mi cabeza había un martillo percutor a toda potencia haciendo agujeros del tamaño de un puño. La boca me sabía a alcohol y a cenicero. Creo que ya he hablado antes de este fenómeno que me ocurre – como supongo a mucha más gente – de no saber donde estoy justo cuando me despierto. Pues imagínate después de cantidades ingentes de alcohol. Recibía señales de dolor de la espalda, la cabeza y… bueno, muchas partes de mi cuerpo. Pero lo peor vino cuando miré a la izquierda y vi a Tere desnuda por completo medio tapada por mi camisa y durmiendo sobre mi chaqueta. ¡Mi chaqueta! -“Ay Dios JJ… ¿Qué cojones ha ocurrido aquí? – pensé – No creo que haga falta ser un Sherlock para verlo… ¿no? – sí, lo sé, soy irónico hasta conmigo mismo, cierto. Las siguientes escenas ocurrieron como a cámara rápida. Ella no pareció sorprenderse tanto al despertarse, nos vestimos y dimos gracias a que Ángel no había vuelto, pero sin duda no tardaría en hacerlo. Recogimos a toda prisa el almacén, limpiamos el suelo y tiramos todo las botellas que habíamos roto. Mientras esperábamos a Ángel apenas hablamos, solo esos monosílabos que tanto odio y que crean momentos incómodos tan jodidos. Ángel llegó con palabras de disculpa y una sonrisa de oreja a oreja en la boca – se ve que todo el mundo mojó el churro aquella noche – nos dio una paga como agradecimiento y nos despedimos de él. Apenas hubo palabras de despedida para los amantes del almacén. Dos besos secos en la mejilla, un “ya nos vemos” y cada uno para su casa. Por desgracia aquello se repitió una y otra vez; en su casa, en la mía… no podíamos parar. Engañábamos a Sony y aprovechábamos cada una de sus escapadas para vernos.
  • 33. Aquella había sido una de las noches más loca, apasionada y extraña de mi vida. Aún guardo aquella chaqueta llena de agujeros y rasgaduras… menos mal que ella no puede hablar, por desgracia, seré yo el que tenga que hacerlo.
  • 34. ON THE ROAD Capitulo 06: La boda – parte I Los días pasaban rápidamente en la capital. Parecía estar de vacaciones visitando museos, campos de futbol y todas aquellas esquinas curiosas que, al parecer, es obligatorio ver para sentirse uno más en aquella furiosa ciudad. Soy de pueblo y no puedo evitar mirar los enormes edificios que te dejan sin habla, mi cuello por desgracia no lo agradecía. Se acercaba el día de la boda de Pereda y aunque mis nervios no se alteraban, en casa de Miguel estaban a flor de piel. Me hizo prometerle que me quedaría en casa hasta después de la boda, “ya que estas aquí aprovecha la barra libre” me decía. Que unos días viviendo como una persona decente no empeorarían mi viaje al norte. ¿Cómo podía negar tal invitación? Era octubre, un octubre que arrastraba aún las altas temperaturas de septiembre. Aunque para un sureño como yo, la capital se apreciaba fresca y alegre. Había llegado el día de la boda y ante la imposibilidad de aguantar en el piso salí a dar una vuelta por las calles de Madrid. Visité El Retiro y me perdí entre la gente y sus altos árboles. Caminando me tropecé con la Fuente del Ángel Caído y vi la oportunidad perfecta de quitarle el polvo a la guitarra. Abrí la funda y me senté en el borde. Dejé que el sonido del agua me invadiera y comencé una improvisada melodía. Las notas sonaban melancólicas y tristes, quizá inspiradas por aquella estatua que agonizaba con los ojos clavados en un cielo del que había sido desterrado. Cambié el chip, me centré en mi tierra, en sus montañas y en los olivos que echaba de menos en la lejanía. Una canción de mi tierra, un tema compuesto por unos sevillanos allá en los 70” que hoy en día se recuerda con alegría, “En el lago” de Triana. Pasé las horas allí sentado, tocando para todos y para nadie, dejando que el recuerdo de la misión que me había autoimpuesto se tapara entre letras de mi tierra. Llegó la hora JJ – pensé - , guardé la guitarra y me sorprendió ver que alguien se había preocupado en echar 5 euros y una caja de cerillas dentro de la funda… pues gracias machote. Llegué al piso de Miguel y la tensión se palpaba en el ambiente. Me prestó unos pantalones finos negros, una camisa blanca y una americana que me quedaban como un guante. -¿De dónde has sacado esto Pereda? Porque no me digas que es tuyo. – le dije con una sonrisa burlona entre los dientes -Es de un amigo, sabía que no traerías ropa para la boda y se lo pedí prestado. Venga cámbiate, coge el coche y ve tirando ya para la iglesia, luego ya nos vemos.- hizo una pequeña pausa mientras se giraba, se volvió hacia mí y me dijo con voz seria.- JJ, si por lo que sea no quieres estar en la iglesia, que nos conocemos ya, tira directamente para el hotel donde será el convite. -Miguel después de todo lo que has hecho por mí estos días sería una falta por mi parte no estar ahí cuando digas el sí quiero. – le di la mano y le deseé suerte. Mi más profunda enhorabuena y salí por la puerta enfundado en un traje que me quedaba la mar de bien. Echaba de menos mi chaqueta raída, pero vaya, a falta de pan… Enfilé la carretera montado en el C4 de Miguel – pidiendo por favor que no se chocara con nada por el camino – y pronto estaba en la capilla donde se celebraría la boda. Una pequeña iglesia colocada entre un par de carreteras donde se amontonaba la gente que esperaba a los novios. Mi sorpresa fue mayúscula, allí estaban todos mis amigos del pueblo. Ángel del Morri, Andy y su
  • 35. compañero guardia civil, Angulo y Fátima, Beato y muchos más. De repente dejé de sentirme sólo en aquella monstruosa ciudad desconocida para mí y aquello me alegró el día. La boda pasó como pasan este tipo de cosas; una vez leí que los lugares más parecidos a una iglesia son los bares, así que me lo tomé con esa filosofía. Mientras el sacerdote daba su sermón en mi cabeza se repetía –Bueno… hay un tipo detrás de una barra, con una copa de vino, una banda tocando música y de un momento a otro se van a liar a repartir ostias – me di cuenta que lo había dicho en voz alta cuando una muchacha que había a mi lado comenzó a reírse. - Perdona mujer, no me había dado cuenta que estaba hablando en voz alta. - sonreí y le toqué el hombro.- No me hagas caso, las misas me ponen nervioso, mi nombre es JJ. – hice un gesto para darle la mano. - No pasa nada hombre, me ha hecho gracia. ¿Tú eres amigo del novio, verdad? – apartó la mirada del sacerdote y me observó con curiosidad aún con alguna lagrima en los ojos después las risas. ¡Qué ojazos, Dios! La muchacha tenía unos ojazos penetrantes y oscuros, de esos que suelen dejarme sin habla. El pelo ondulado le caía sobre los hombros de color rojo intenso y pensé que ese tono infernal deshacía todo lo sacrosanto que tenía el lugar. Joder, si ligaba allí… ya sí que sería aquello un bar para mí. - Si bueno… ¿lo has deducido por mi inconfundible assento cordobés o porque eres amiga de la novia y no me conoces? – dije ya con mi típico tono gracioso de cuando me siento en la barra de los bares con alguna guapa parroquiana. - Traes el coche de Pereda… Sherlock. – dijo sonriendo y me desarmó por completo. Vaya con la pelirroja… En ese momento sentí un codazo a mi derecha, era Andy y me decía que me acercara. Que dejara el ligoteo para otro momento y no hiciera ruido en la iglesia, que se me oía más a mí que al cura. - Si ya… yo es que de pequeño quería que ser sacerdote, pero ya ves… lo del voto de castidad es que no me va mucho ¿Sabes? Andy se levantó del asiento y me movió para la derecha, se puso a mi izquierda y con una mirada inquisitiva me dejó claro que no permitiría más escándalo en su banco. ¡Si señor… puede usted seguir su camino! ¿Necesita usted mi carnet de conducir? – pensé mientras el guardia civil me daba órdenes. Vi de reojo como la chavala sin nombre sonrió ante mi pequeña refriega con la benemérita y volvió esa mirada penetrante hacia el altar, donde Miguel y Elena se daban el sí quiero que hasta la fecha, les ha hecho una de las parejas más felices que conozco.
  • 36. La boda – parte II Pasaban las 8 de la tarde y el cielo madrileño se pintaba de azul oscuro. El aire fresco me decía que hoy todo iba a salir sobre ruedas, que estábamos aquí para celebrar un momento memorable para mi amigo y los malos tragos había que dejarlos para otro día. Poco sabía de todo lo que la noche tenía preparada para este pobre pueblerino pelirrojo. El hotel Pullman se erguía enorme ante nosotros y un botones la mar de amable nos invitaba a entrar recogiendo nuestras invitaciones de la boda. Antes de entrar en la sala todos los amigos nos sentamos en las mesas que habían preparado en el bar para los invitados. Un cafelito y charlas de cómo nos iba a todos. El que no estaba en el paro, volvía a vivir con los padres porque el sueldo no le daba ni para un alquiler. Había quien estrenaba novia o incluso alguna noticia de churumbel en camino. Echaba de menos aquellos ratos con los amigos del pueblo, sentados en alguna mesa del Morrigans o simplemente en unas escaleras desiertas con un buen puñado de litronas y pipas. Sabía que aquellos momentos ya no se repetirían, cada uno había cogido su vida y esta, puñetera, nos había separado sin piedad. Al menos todos apreciábamos aquellos momentos y los disfrutamos, sabiendo que cada vez serían menos comunes. Un empleado del hotel, con cara de haber comido mucha fibra aquella mañana, nos hizo pasar a la sala del convite y nos indicó donde podíamos sentarnos. Teníamos una mesa para todos los amigos, éramos “Los amigos del novio”. Allí se agrupaban decenas de personas que apenas conocíamos, familiares de la novia, amigos del nuevo trabajo de Pereda,… pero nos teníamos a nosotros para disfrutar. La fiesta empezó tranquila, incluso se podría decir que otras mesas la estaban liando muchísimo más que nosotros, “¡¡ Hola fondo sur!!” se les oía decir y nosotros respondíamos con nuestro más escandaloso… “¡¡Hola fondo norte!!” Esa clase de tonterías que se suelen hacer en las bodas. Pero claro, la cosa empezó a mejorar. La mesa en la que nos habían sentado era bastante grande para todos. Redonda y con una sola pata que la sujetaba en el centro, “Veo los vasos en el suelo en breve” – pensaba. Alguna que otra broma tipo “Uuuuuyyy!!!” y cada vez se veían las copas más cerca del suelo y a las invitadas llorando con sus vestidos nuevos empapados en a saber Dios que salsa que había en la mesa. - Camarero… ¿No tendrían una mesa un poco más rígida? – le pregunté la quinta vez que vino a rellenar las copas de cerveza. - Tranquilo. Estas mesas son robustas como para soportaros. – Respondió. “Eso es lo que tú te crees… torres más altas hemos tirado figura.”- me decía a mí mismo y veía en los ojos de los demás, que estaban pensando lo mismo. - Mire, si quiere, tráiganos un par de jarras de cerveza, jefe. Que te vamos a tener yendo y viniendo sin parar. Te lo recomiendo. - Vendré las veces que haga falta, no se preocupe. – Este hombre no cogía las indirectas ni las finuras. Así que me di por vencido y no quise hacer más hincapié. Siempre me he terminado haciendo amigo de los camareros en las bodas, por lo mismo. Los tenía casi toda la noche a mi lado rellenando.