La pasión y el pensamiento están integrados en las conductas humanas y no están enfrentados. La interacción entre sentimientos y razón es natural en las operaciones intelectivas humanas, donde el vivir racionaliza los sentimientos y las razones se sentimentalizan al valorarse en relación con la realidad. La toma de decisiones, que impulsa tanto la existencia subjetiva como la social y política, es la pasión esencial ya que es la energía que logra los cambios y el progreso.
1. Pasión y pensamiento
El juicio y la pasión son manifestaciones de la capacidad pensante y
sentiente humana. La supuesta oposición entre la razón y la emoción
que es falsa no oculta el hecho de su profunda interconexión en los
sujetos. Es evidente que el foco del pensamiento se proyecta sobre
contenidos que, aunque sean abstractos, poseen un cierto contenido
definible que puede ser conceptual o empírico. Ya un filósofo español
Carlos Gurméndez escribe en su Crítica de la pasión pura: «El
pensamiento es una actividad cognoscente que clasifica y auna las
impresiones del mundo exterior sobre las que reflexiona». En efecto, la
reflexión crítica es lo esencial para la construcción y la creación de
nuevos proyectos, tanto desde la perspectiva individual como social.
La interacción entre los sentimientos y la razón es algo completamente
natural en las operaciones intelectivas de los seres humanos. Por lo que
es indudable que el vivir racionaliza los sentimientos, y las razones al
ser valoradas en relación con la realidad se sentimentalizan. Si bien el
razonar desde la lógica supone un proceso deductivo con premisas y
conclusión, también es cierto que desde otra interpretación es la
expresión explícita de lo que sentimos a través de una razón
comunicativa o dialógica. Aunque es verdad que existen diversos tipos
de razón. Por ejemplo, la razón analítica se fundamenta en la
valoración rigurosa de los resultados de las ciencias particulares
progresando con nuevos conocimientos acerca de la realidad empírica
en toda su amplitud.
En la actualidad, ante la extraordinaria cantidad de sensaciones que
aprehendemos a través de la sensibilidad corpórea parece que se hace
necesaria una mayor memoria y reflexión, acerca de lo que somos o de
nuestra identidad como ciudadanos pensantes autónomos y libres.
Porque es cierto que existe un riesgo de excesiva dispersión en este
mundo globalizado y digitalizado en el que vivimos. Y si bien, la
apertura a la realidad es algo positivo y útil en sí mismo,
probablemente debe ser equilibrada con actitudes que no se
abandonen a la masificación y a la despersonalización. De todos
modos, la libertad individual es compatible con la deconstrucción de la
persona en su singularidad y diferencia, al menos desde un
planteamiento puramente especulativo.
La pasión y el pensamiento no están enfrentados sino integrados en las
conductas humanas. Como escribe Gurméndez: «La palabra pasión
viene de la griega épathon, sufrir un sentimiento, y apatía procede de
aphateria, carencia de él». En cualquier caso, la ausencia de pasión o la
indiferencia siempre es algo negativo porque puede causar la inacción,
y ya se sabe que lo fundamental en todos los órdenes de la existencia es
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2. la actividad. Ciertamente, la distinción entre pensar y sentir era muy
clara en la filosofía kantiana hasta tal punto que el mismo Kant no
entendió que el pensamiento siente y viceversa. En cambio Unamuno
con los grandes avances de la ciencia de su tiempo influyendo en su
raciocinio, considera que los pensamientos se sienten y los sentimientos
se piensan, algo que ya ha sido corroborado por la neurociencia,
también en este siglo XXI.
El entendimiento de la pasión como energía de cada sujeto es una
forma abstracta de contemplarla. Pero el pensamiento y la emoción de
las pasiones pensadas son fuerzas que nos impulsan tanto en el campo
individual como el social y político. Las decisiones son el impulso
decisivo tanto de la existencia subjetiva como de la social y política. Por
tanto la toma de decisiones es la pasión esencial, ya que es la energía
que logra los cambios y el progreso. Frente a la inercia inexorable del
paso del tiempo, la capacidad constructiva de la pasión y el
pensamiento es nuestra mejor herramienta de transformación en
todos los ámbitos.
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