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“El Liberalismo
ideológico y sus
consecuencias en lo
religioso”
XXVIIª Jornadas de la Unidad Católica
07/07/2016
José Fermín Garralda Arizcun
Col. Bemba nº 5
Año 2016
“El Liberalismo ideológico y sus consecuencias en lo religioso”
2
Acueducto neoclásico de Noáin, de Ventura Rodríguez. No hay acueducto sin arco, ni época sin antecedente y
consecuente. Foto:JFG2016
Autor: José Fermín Garralda Arizcun
Título: “El Liberalismo ideológico y sus consecuencias en lo religioso”
XXVIIª Jornadas de la Unidad Católica
Pamplona, 7 de julio de 2016
C/ Arrieta nº 2
31002 Pamplona – Navarra - España
rargonz@gmail.com
Colección: Bemba nº 5
historiadenavarraacuba.blogspot.com
Sitio Web de José Fermín de Musquilda
* Queda prohibida la reproducción total o parcial de este trabajo y de sus imágenes
sin permiso del autor. Hay derechos de autor.
“El Liberalismo ideológico y sus consecuencias en lo religioso”
3
El Liberalismo ideológico y sus
consecuencias en lo religioso.
XXVIIª Jornadas de la Unidad Católica
Al Sr. D. Alberto Ruiz de Galarreta,
de quien tanto hemos aprendido.
Mantiene y sigue, inasequible al desaliento y sin desfallecer,
los principios y práctica católica
en medio de las inquietudes de los siglos XX y XXI,
y continúa los ideales
y prácticas fundamentales
de nuestra tradición católica y española.
Con admiración.
José Fermín Garralda Arizcun
XXVIIª Jornadas de la “Unidad Católica”
Zaragoza, 2 y 3 de abril de 2016
7 de Julio de 2016
ÍNDICE:
Introducción. Nuestras inquietudes.
PARTE I: Recordatorio básico sobre el Liberalismo en sus principios y
actuación: Qué es el liberalismo. Los grados de liberalismo. El liberalismo
católico. El liberalismo práctico.
PARTE II: Situaciones prácticas que expresan, conllevan y multiplican los
errores liberales: Efecto multiplicador. Consecuencias que con causas, causas
que son consecuencias. Conclusiones.
Apéndice histórico. 1) Magisterio de Juan Pablo II a los jóvenes. 2) La
esencia del liberalismo: la independencia del hombre respecto de Dios como
autoridad, justificación y fundamento. 3) Procedimientos fundamentales de
política según el catolicismo liberal y los liberales resabiados. 2.1.) En relación
con las posibilidades políticas y límites del católico. 2.2) En relación con los
propósitos y estrategia política del momento.
“El Liberalismo ideológico y sus consecuencias en lo religioso”
4
Introducción. Nuestras inquietudes.
OY COMO AYER, existen diversas razones que explican
la actual crisis mundial en las sociedades, instituciones y
las comunidades políticas, así como la crisis en las
familias –Iglesia doméstica- y la propia Iglesia católica. Trataremos
sobre algunas cuestiones al respecto, concretamente a las relativas a
cómo vivir la religión católica.
La práctica de la moral natural y la religión en la vida fue
controvertida por muchos, imbuidos del Liberalismo ayer y, hoy, del
llamado progresismo religioso que ha dejado tras sí un reguero de
mundanismo, secularización e inmoralidad. Reconocemos que las
circunstancias cambian demostrando el transcurso del tiempo, y que
no es lo mismo un siglo o largo período que otro. Pongamos un
ejemplo como fácil recurso. Hacia los años cincuenta del siglo
pasado hubo grandes discusiones sobre la licitud o no del “baile
agarrado” entre las gentes de nuestros reservados valles y pueblos, lo
que en nuestros días es discusión sobre otras cuestiones relativas a
una insolente promiscuidad y que se salen de las cuestiones
opinables. Lo cierto es que, además de las valoraciones culturales, lo
que es la psicología y naturaleza humana tienen sus límites y
exigencias con independencia del siglo en el que se vive. Por mucho
que las culturas cambien –la historia refleja este hecho-, las buenas
costumbres, la prudencia y las exigencias de la naturaleza humana
reclaman sus derechos.
Los organizadores de estas XXVIIª “Jornadas de la Unidad
Católica” han tenido la gentileza de limitar el contenido de la
presente exposición. He de agradecerles que hayan encargado otras
cuestiones a otros ponentes, tal como analizar las repercusiones del
Liberalismo en los tres ámbitos siguientes: en el ámbito del
pensamiento por lo que respecta a la Iglesia española actual, en el
campo moral en unos tiempos in crescendo amorales hasta llegar a
situaciones espasmódicas, y, por último, en la actualidad política
española.
H
“El Liberalismo ideológico y sus consecuencias en lo religioso”
5
Por nuestra parte, intentaremos analizar adecuadamente las
consecuencias del Liberalismo en el ámbito estrictamente religioso,
con exclusión –decimos- de la moral, del pensamiento y la política
actuales, aunque en realidad todo ello se encuentre interrelacionado.
Digamos que dicho Liberalismo ideológico no es de hoy, sino que
hunde sus raíces en el siglo XIX y antes, fruto del naturalismo y el
racionalismo secularizador.
Me referiré a las lamentables consecuencias del Liberalismo
en materia de religión en el ámbito o núcleo del yo personal, esto
es, en sí mismo, en su entorno familiar, y en la vida eclesial y social.
Para ello recordaremos las enseñanzas de siempre sobre algunos
aspectos de cómo vivir la moral y la religión revelada en Verdad.
También explicaré, en los apéndices, qué es el Liberalismo en
materia religiosa, su proyección en la cultura actual, y los
procedimientos nucleares de actuación pública derivados del propio
sentido de la fe –el denominado sensus fidei-. Tales apéndices
recogen varias perspectivas, que hemos visto reflejadas en nuestros
días.
En primer lugar, nuestros apéndices insertan un pedagógico
texto clásico del siglo XIX, totalmente vigente hoy, sobre qué es el
Liberalismo ideológico en el estricto ámbito de la religión, aunque
también pudiéramos aportar los escritos de San Ezequiel Moreno y
Díaz (obispo de Pasto, Colombia) que identifican las diferentes
tentaciones que nos acercan al Liberalismo.
En el segundo apéndice, se mencionan las perspectivas
pastorales de Juan Pablo II a los jóvenes, insertas en la crisis de la
actualidad, pastoral ésta que se conecta maravillosamente con la
crítica a la Ilustración anticristiana, en cuanto racionalista y
secularizadora, del siglo XVIII.
En tercer lugar, nos hacemos eco de las prácticas sociopolíticas
originadas en el siglo XIX y extendidas hasta el día de hoy. Cambian
los agentes aunque el marco y contenidos son similares. Aunque los
perfiles actuales sean diferentes a los ya conocidos de los siglos
XVIII y XIX, hoy día se mantienen en lo esencial, pues la situación
actual es en buena parte resultado del transcurso de un largo
período de siglos en la historia de Europa. Sobre esto, los temas son
recurrentes. Por ejemplo, recogemos que, sin venir a cuento toda vez
que no hay motivos al respecto ante la inexistencia de Estados
confesionales católicos, la más alta jerarquía de la Iglesia dijo este
año que la Iglesia católica no era partidaria de la confesionalidad de
los Estados. Lo que no decía es qué se entiende por Estado, si la
comunidad política con los poderes civiles supremos –que
ciertamente debe dar culto a Dios y dirigir hacia Él la legislación y
preocupación por la ciudad-, o bien el estatismo actual versus pre
“El Liberalismo ideológico y sus consecuencias en lo religioso”
6
totalitarismo moderno, o en la teocracia del Islam. La encíclica Quas
Primas (1925) de Pío XI es bien clara al respecto, de manera que el
poder civil puede y debe ser católico y por ello huir de lo que
podríamos llamar totalitarismo para el bien, alejarse de la teocracia
–que nunca hubo salvo un período en la Edad Media-, así como de
un modo de clericalismo liberal y demócrata-cristiano –tendencia
ésta a desaparecer-, sabiendo que hoy día el Liberalismo
teóricamente “neutro” es pre totalitarismo para el mal y que el
clericalismo de los “buenos” es una instrumentalización de las
realidades temporales al servicio de una supuesta libertad de la
Iglesia. Escuchar a los hombres y mujeres de hoy es no pocas veces
como escuchar las afirmaciones de los siglos XVI y XVII, y los
pensamientos y mañas de los racionalistas del llamado siglo de “las
luces” y del siglo XIX.
Los problemas más generales de la actualidad se empezaron a
explicar en obras como –por ejemplo- El problema de Occidente y
los cristianos (1964) de Federico D. Wilhelmsen, La crisis de la
conciencia europea (1680-1715) (1975) y El pensamiento europeo
en el siglo XVIII (1985) analizados por Paul Hazard, las diferentes
ilustraciones del siglo XVIII identificadas por Carlos Corona
Baratech, las aportaciones de Sarrailh sobre España en dicha época,
Para que Él Reine (1961, 1972) de Jean Ousset, el análisis de
Romano Guardini (n. 1885) sobre El ocaso de la Edad Moderna
(1958) en el que destaca la secularización de las conciencias y el
deseo de un poder inmanente y omnímodo para el hombre, las
perspectivas de Comellas García-Llera sobre la paz de Westfalia, las
grandes intuiciones de Hilaire Belloc en 1930 sobre el significado de
Richelieu, la crítica a la obra de Lutero y otros reformadores
protestantes, el pensamiento antropocéntrico del humanismo etc.
En otro orden de cosas, los riesgos de la actualidad en materia
más estrictamente religiosa se anunciaron en la Carta “Testem
Benevolentiae Nostrae” de León XIII sobre el “americanismo”,
dirigida al cardenal James Gibbons y fechada el 22-I-1899; le seguirá
la crítica a los errores modernistas hecha por Pío X en la Pascendi
(1907) como lo hizo el Syllabus (1867) de Pío IX, el
desenmascaramiento al movimiento Le Sillón francés planteada por
Pío X en Notre chargue apostolique (1910) etc. Así, desde entonces
hasta el presente y aunque haya situaciones cambiantes, muchos
juicios sobre temas nucleares y situaciones prudenciales se
mantienen en pleno vigor.
Existen temas profundamente humanos que aparecen y
reaparecen como el Guadiana en la historia. Su solución también es
similar. Por eso, por ejemplo, Pío XII trató en su tiempo cambiante
sobre temas como el amor, el noviazgo, los problemas
“El Liberalismo ideológico y sus consecuencias en lo religioso”
7
matrimoniales, la mujer moderna, la moda y el pudor, las buenas
compañías, los espectáculos públicos, el heroísmo cotidiano, el
compromiso cristiano, la educación, la televisión, las buenas y malas
lecturas, el cine, el deporte, el apostolado seglar, la teología del
martirio etc. (1). Lo mismo podríamos afirmar de los pontífices
posteriores.
También el ritmo del magisterio pontificio va a la par a los
maestros de espiritualidad antiguos y actuales. Dos sencillos
ejemplos podrían multiplicarse, pues hace algún tiempo un Servicio
de Documentación escribió Cuestiones y Respuestas aclarando
asuntos de actualidad durante la década de los setenta (2), mientras
que, hoy día, los trabajos del P. José María Iraburu en la Fundación
“Gratis Date” y en la Red tienen un gran interés.
La libertad es una consecuencia del bien obrar. La juventud es la esperanza, el futuro de la
sociedad, y desde la niñez hay que enseñar a vincular estrechamente verdad y libertad, justicia y
generosidad, misericordia y perdón, alegría y bien obrar.
“El Liberalismo ideológico y sus consecuencias en lo religioso”
8
PARTE I: Recordatorio básico sobre el
Liberalismo en sus principios y actuación.
L PRINCIPAL problema de hoy es de principios y también
práctico, concretamente sobre la gracia divina (3), y
respecto a cómo mantenernos en Gracia y amistad con Dios
en las diversas situaciones de la vida y cuando llega el infortunio más
hondo y vital. Por ejemplo, cuando una la de las partes del
matrimonio descubre que no es objeto del amor de la otra, a pesar
de décadas de abnegada y sacrificada convivencia, cuando la
enfermedad mental entró por medio. Por muchos motivos, ni la ética
de situación ni los hechos consumados con una supuesta buena fe,
pueden ser solución a las dificultades. Sobre esto enseñaron Juan
Pablo II y Benedicto XVI, sin establecer novedades que separan la
ortopraxis de la ortodoxia. La Gracia divina todo lo puede y de ello
dan fe no pocos matrimonios en sus graves dificultades.
En el ámbito de la actuación, todo esto es un problema
brutalmente práctico. Aportando razones, sí, pero el problema
actual, como en tiempos del ilustre publicista don Félix Sardá y
Salvany (el término brutalmente es suyo), se ha de resolver con
obras. Y obras de largo y amplio alcance.
Hagamos un recordatorio, necesario para el núcleo de
nuestra exposición, relativo a qué es la ideología del Liberalismo.
Seguiremos el magisterio tradicional de la Iglesia y el sensus fidei de
las generaciones anteriores al caos de la revolución cultural maoísta
de 1968, y observamos la validez plena de las enseñanzas de Sardá y
Salvany en su opúsculo El Liberalismo es pecado de 1884.
Reconocemos que las circunstancias de entonces no son las de 2016,
pero el núcleo fundamental es invariable, pues si en 1884 se hacía
hincapié en preservarse del mal, hoy, que se insiste en la vocación
apostólica de todo laico, también hay que poner los medios humanos
para que la sal no pierda su sabor, para protegerse, y para vivir
entregadamente en comunidad cristiana, cuidar las lecturas y
amistades etc. como antídoto a la corrupción del entorno.
E
“El Liberalismo ideológico y sus consecuencias en lo religioso”
9
Para aligerar la atención del lector, omitiremos la abundante
bibliografía que existe tanto en el ámbito filosófico-teológico como
divulgativo. También hoy es tiempo de buenas sorpresas. Por
ejemplo, hemos advertido que cuando Juan Pablo II hablaba a los
jóvenes, hacía numerosas referencias al racionalismo de la
ilustración ideológica anticristiana de finales del siglo XVIII. ¡Qué
paradoja, ser tan actual y referirse como origen de los males de hoy a
épocas tan antiguas! ¡Como para avergonzarse que llamen antiguos a
los católicos y bobadas como esas! De ahí que el magisterio de este
papa santo figure en los apéndices de este texto.
Esto es así, por lo mismo que –por ejemplo- Ludwig von Mises
(1881-1973), padre de la capitalista Escuela Austríaca de Economía,
y de la liberal Mont Pelerín Society (declaración de principios en
1947), creía que no podía construirse una moral social adaptada a las
necesidades de la vida terrena sobre las palabras del Evangelio. Pues
bien, ya hemos visto a qué se ha llegado en 2016. Claro es que el tal
Ludwig von Mises es judío de religión y consideraba al Liberalismo
como el producto de las luces y del racionalismo, que asestó un golpe
mortal –eso creía- a la Iglesia. La razón habría vuelto a los hombres
al mundo y a la vida, despertando fuerzas que los conducen muy
lejos del indolente tradicionalismo sobre el que reposaba la Iglesia
católica y sus enseñanzas.
Habría que ver qué dice la Antigua Alianza sobre esto, mientras
que ya vemos –repito- cómo está la sociedad occidental. Desde un
parámetro racionalista que ya de entrada se limita a sí mismo, sería
impresionante cuánto se puede lograr si no se tiene en cuenta el
resultado. (Algo dijo Harry Truman –el que dispuso lanzar las dos
bombas atómicas- sobre esto). Este iluminismo racionalista es fácil
que atraiga a espíritus que, a pesar de sus inseguridades personales,
quieren afirmarse en sus fuerzas naturales, como si la religión
negase o impidiese tal afirmación personal. Nada más contrario a
ello. Sí; esa tentación es tan vieja como la del Paraíso.
1. Qué es el Liberalismo
PRESENTEMOS un recuerda que sitúe el núcleo de esta
exposición. El Liberalismo es una ideología, es un sentimiento e
incluye hasta sensaciones y situaciones espirituales.
Se le puede llamar una ideología de la presunción, porque
implica un espíritu presumido y fatuo espiritualmente. Cree que el
hombre no está herido por el pecado original, considera que el
hombre es la medida de todas las cosas -fruto del libre examen y de
“El Liberalismo ideológico y sus consecuencias en lo religioso”
10
un nuevo paganismo-, y afirma extrañamente que no es sociable por
naturaleza. Si algún liberal en concreto no lo considerase así,
seguramente podría afirmar –aún contra toda lógica- que el poder
civil debe actuar como si el hombre fuese un buen salvaje y pudiese
vivir aislado como un Robinson Crusoe.
El Liberalismo es una ideología racionalista y pelagiana
porque aplica el libre examen a todas las cuestiones, hasta caer en el
fideísmo (sólo la Fe prescindiendo de la razón) o el nihilismo fruto
del agnosticismo, el relativismo, el indiferentismo, el naturalismo, y
la secularización. Demasiados “-ismos” en una vida bien ordenada.
El Liberalismo es una ideología de despacho pero también de
costumbres, en su caso viciadas de raíz. Halaga en falso al hombre
cuando le propone una radical autonomía hacia su creador, y
estimula un permanente espíritu de crítica.
Es una ideología práctica porque, en los hechos sociales,
elimina el reinado social de Jesucristo, del Dios encarnado y
redentor, y así como la elevación de la naturaleza humana al plano
sobrenatural y hasta la redención. Esta eliminación conduce, en la
práctica, a la corrupción de la misma naturaleza creada. Eliminar a
Cristo es eliminar al propio hombre. Así, ante la debilidad radical del
hombre, la Redención de Ntro. Sr. Jesucristo, que podía haberse
realizado de muchas maneras, era necesaria.
El Liberalismo aparenta ser optimista para el hombre y la
sociedad, pero ha causado grandes males durante 200 años hasta la
actualidad, con el camino al vacío existencial y el hundimiento de un
mundo que quiere afirmarse sin Dios y hasta sin alma, pero al que
Le busca a oscuras entre dolorosos espasmos. Nuestro mundo
paradójico y contradictorio es el del triunfo de la ciencia y la técnica,
de la medicina nuclear y la alta tecnología, pero, al prescindir de
Dios, se ha vuelto contra el hombre. Algún americano falsamente
indigenista plantea hoy día adorar la tierra (Gea, Cibeles…),
mientras en Occidente se destruye al hombre mediante el aborto, la
manipulación de embriones, el terrorismo, el Estado Islámico… Sí,
hablamos del hombre, de cada hombre en concreto, que es la
criatura más maravillosa de Dios, para quien creó un Paraíso y, tras
la caída, luego le ofrece la Redención.
El idealismo filosófico de izquierdas –háblese del socialismo
utópico y proletario, del marxismo o socialismo científico, y del
anarquismo, con todas las combinaciones posibles como el caso del
anarco-comunismo-, o bien el idealismo de derechas –háblese del
nazismo y fascismo…-, así como el actual Nuevo Orden Mundial, son
hijuelos del Liberalismo pues le llevan en sus entrañas.
El Liberalismo afecta a todos los ámbitos de la vida porque
supone una antropología, en realidad invertida hasta convertirse en
“El Liberalismo ideológico y sus consecuencias en lo religioso”
11
anti-teodicea. De todos dichos ámbitos, el más importante es el
religioso, que asume y debiera iluminar todo.
Pues bien, en materia religiosa, el Liberalismo es un gran error
y, en su primer grado, es una herejía para un católico. Como tiene
sus consecuencias –y pésimas- en todos los ámbitos, en realidad
afecta a los principios, la moral y la política.
Si identificamos brevemente el Liberalismo, éste proclama –o
actúa como si se proclamase- al hombre autosuficiente, como si
fuese origen de sí mismo. El hombre se haría a sí mismo con sus
capacidades solas, tentación en la que cae al advertir la indudable
maravilla de las potencias humanas. Termina así como la historia de
Narciso. El hombre liberal se considera el centro y origen de sí
mismo, anhela sentirse radicalmente “libre” y dueño de sí, y, por lo
que respecta a la libertad, confunde lamentablemente dos planos
distintos: la percepción intelectual o teoría del conocimiento
(gnoseología) y la realidad de las cosas (ontología).
Los liberales tienden a creer que cuando el hombre conoce algo
se hace creador de la cosa conocida: puro idealismo kantiano, torpe
krausismo de ayer y seguramente que orgullo de hoy como en otros
tiempos. Analicemos el inmanentismo, que es la actitud más propia
del pensamiento del s. XVI al XX, y que lleva consigo la negación de
la verdad como adecuación a la realidad. El inmanentismo conlleva
varios errores, pues reduce el ser del hombre a ser conciencia de sí, o
bien reduce el ser a la conciencia y a las ideas del pensamiento,
ignorando que sean distintos el ser real y la esencia pensada. El
inmanentismo es esencialista ignorando la existencia de otros seres
o “yo”. Afirma que lo primero conocido es el “yo pienso” lo que
implica una evidente sofisticación. Ignora que el hombre no es la
autoconciencia absoluta del yo y de todos los estados subjetivos de la
conciencia humana. También ignora que el pensamiento tiene
límites y que la voluntad debe aceptar las primeras evidencias,
siendo inútil la duda sistemática universal por ser un camino
cerrado para alcanzar la verdad del ser. Por último, el inmanentismo
subordina el entendimiento a la voluntad al establecer como criterio
de certeza la posibilidad de dudas –acto de voluntad- en vez de la
verdad.
Pasemos a otro tema complementario. Una cosa es la facultad
del conocimiento en sí misma, otra la verdad-adecuación, y otra la
verdad ontológica que se establece en relación a la ciencia divina.
Explayemos algo la verdad-adecuación -ajena al inmanentismo- que
es propiamente humana. La verdad-adecuación reconoce que el
conocimiento no es resultado de una sola facultad, sino la suma de
de la información sensible, la aplicación de los primeros principios
de la inteligencia, y la acumulación de la experiencia vivida por el
“El Liberalismo ideológico y sus consecuencias en lo religioso”
12
sujeto que realiza la vivencia. Así, la semejanza entre el objeto
conocido y la realidad es progresiva, la imagen representativa es
inmaterial e intencional, y la adecuación o semejanza entre el
pensamiento y la realidad es limitada, admite correcciones y es
perfectible. Por su parte, la verdad ontológica es la verdad absoluta
de los seres creados que imitan los modelos divinos; reside en Dios y
se identifica con la verdad divina. El subjetivismo sería un exceso en
el reconocimiento de la limitación del ejercicio de la facultad del
conocimiento
La autosuficiencia del hombre liberal es contradictoria porque
lo es el relativismo y el escepticismo, así como es el inmanentismo;
en efecto, si los dos primeros son inviables, el inmanentismo cae
solo porque si sólo hay pensamiento no puede haber adecuación del
mismo con una realidad que no existe.
La autosuficiencia del hombre calificado de liberal es un
imposible práctico y un mal moral raíz y, como tal, vulnera todos los
ámbitos a la vez, debido a la coherencia personal: no hay esfera
privada sin esfera social y pública, no hay esfera relativa a la Fe sin
moral, no hay doctrina sin práctica etc.
Establezcamos una cadena de sucesión cuyos eslabones
expresan los ámbitos en los que se manifiesta el ser humano, desde
el más lejano hasta el más íntimo. Establezcamos a modo de una
gran escalera con peldaños que fácilmente y por inercia se recorren
hacia abajo.
Detengamos la atención en el ámbito social. Esta fue la sucesión
de eslabones de la cadena y de alturas que configuran la escalera:
primero se deshizo el ámbito de la política. A la vez y a continuación
se deshizo la sociedad. A la vez y sucesivamente el mal se aproximó a
la persona concreta, desdibujando y hasta corrompiendo la familia y
el matrimonio para, al fin, morder con fuerza –y no soltar- la
intimidad de la persona. Con esto último se vulneró y hasta se
deshicieron las buenas costumbres personales, su humanidad y
hasta su fe católica, de forma distinta según cada plano pero
simultáneamente a todos ellos, por lo mismo que el todo influye en
las partes y las partes se influyen mutuamente y también en el todo.
El mismo error se expande cada vez a más ámbitos como una
enorme mancha de aceite, aunque en realidad el error vulnera
todos ellos a la vez en diferentes grados y perspectivas. Cuando se
quiebra el reinado social de Jesucristo algo hay en lo más íntimo de
la persona que se quiebra también.
Primero se asistió a la aparición de unos poderes civiles en
proceso de secularización, y luego a los Estados agnósticos y ateos
prácticos. Simultáneamente y como labor propia de zapa, los
Estados –el estatismo- han ido convirtiendo la sociedad directa o
“El Liberalismo ideológico y sus consecuencias en lo religioso”
13
indirectamente en una sociedad agnóstica y atea, pasando
lógicamente desde una incipiente e imposible apariencia de
“neutralidad” –la llamada tolerancia universal por el intolerante
Voltaire- a la intervención descarada versus manipulación, por
ejemplo en la educación de la juventud. Al final del proceso se ha
logrado disminuir en millones el número de los creyentes en Cristo.
Esto ocurrió con la primera Revolución francesa (Jean Ousset, Jean
de Viguerie…) y ha ocurrido en España desde la transición/ruptura
de 1978. Alarmados por estas fatales consecuencias, algunos obispos
católicos pudieran tener la tentación de dirigirse a quienes como el
hijo pródigo se alejan de la Casa del padre, pero abandonando ellos
mismos la propia Casa paterna en un sincretismo falsamente
religioso. Más de una vez hemos pensado qué significa que el Padre,
en la parábola del hijo pródigo, no salga de su casa a buscar al hijo, y
es que esa aparente quietud del padre en la parábola significa que el
pródigo debe “volver” arrepentido de donde salió. Significa que el
hijo tiene un “lugar” espiritual y con palabras de verdad en su
existencia. El hijo goza de una realidad sustentante que no se la ha
dado a sí mismo, le es regalado un “puesto” al lado del padre, siendo
configurando espiritualmente -como la corporeidad de Eva del
costado de Adán- del seno del Padre. El mismo Padre es la Casa del
hijo. Y en Él, el hijo descubre a sus hermanos, aspecto éste que no lo
entendió el hijo que se quejaba porque al padre agasajó al hijo
perdido que había vuelto a su regazo.
Esto último no lo admite el Liberalismo. En efecto, considera
torpemente que Dios es un adversario del que hay que protegerse,
una limitación contra la que hay que prevenirse y hasta rebelarse.
Este engaño, de proporciones colosales, se ha hecho cultura
(anticultura) en el hombre Occidental de comienzos del s. XXI, y fue
desvelado por León XIII en Libertas praestantissimum (1888).
Semejante trampa no cabía en las mentalidades cristianas anteriores
al Liberalismo, embebidas no sólo de la libertad creadora de Dios
sino sobre todo de su Amor redentor y asumidas en las realidades de
la vida. Bien conocían todos el libre albedrío del hombre y que la
libertad está para ser ejercida. El Dios que crea libremente, ¿cómo va
a crear esclavos? El Dios que actúa en el hombre, ¿cómo va a
contraponer obligación y libertad en la creatura? El Dios que se
encarna por exceso de Amor y redime libremente y además con el
escándalo de la Cruz, ¿cómo va a exigir amor si éste no es libre? La
relación entre gracia y naturaleza ya fue considerada en profundidad
por los clásicos españoles del siglo XVI y definida dogmáticamente
en el Concilio de Trento.
Creemos que la pastoral de Juan Pablo II se encaminó a mostrar
que el hombre no debe concebir a Dios como un límite a su
“El Liberalismo ideológico y sus consecuencias en lo religioso”
3
El Liberalismo ideológico y sus
consecuencias en lo religioso.
XXVIIª Jornadas de la Unidad Católica
Al Sr. D. Alberto Ruiz de Galarreta,
de quien tanto hemos aprendido.
Mantiene y sigue, inasequible al desaliento y sin desfallecer,
los principios y práctica católica
en medio de las inquietudes de los siglos XX y XXI,
y continúa los ideales
y prácticas fundamentales
de nuestra tradición católica y española.
Con admiración.
José Fermín Garralda Arizcun
XXVIIª Jornadas de la “Unidad Católica”
Zaragoza, 2 y 3 de abril de 2016
7 de Julio de 2016
ÍNDICE:
Introducción. Nuestras inquietudes.
PARTE I: Recordatorio básico sobre el Liberalismo en sus principios y
actuación: Qué es el liberalismo. Los grados de liberalismo. El liberalismo
católico. El liberalismo práctico.
PARTE II: Situaciones prácticas que expresan, conllevan y multiplican los
errores liberales: Efecto multiplicador. Consecuencias que con causas, causas
que son consecuencias. Conclusiones.
Apéndice histórico. 1) Magisterio de Juan Pablo II a los jóvenes. 2) La
esencia del liberalismo: la independencia del hombre respecto de Dios como
autoridad, justificación y fundamento. 3) Procedimientos fundamentales de
política según el catolicismo liberal y los liberales resabiados. 2.1.) En relación
con las posibilidades políticas y límites del católico. 2.2) En relación con los
propósitos y estrategia política del momento.
“El Liberalismo ideológico y sus consecuencias en lo religioso”
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una gran diversidad de grados. Es uno pero se expresa de muchas
maneras. El más radical sería un Liberalismo de corte masónico.
Los principios del Liberalismo ya los sabe el lector. Sintetizados
por Sardá y Salvany, son los siguientes:
“(…) la absoluta soberanía del individuo con entera
independencia de Dios y de su autoridad; soberanía de la sociedad
con absoluta independencia de lo que no nazca de ella misma;
soberanía nacional, es decir, el derecho del pueblo para legislar y
gobernar con absoluta independencia de todo criterio que no sea el
de su propia voluntad, expresada por el sufragio primero y por la
mayoría parlamentaria después; libertad de pensamiento sin
limitación alguna en política, en moral o en Religión; libertad de
imprenta, asimismo absoluta o insuficientemente limitada; libertad
de asociación con iguales anchuras. Estos son los amados principios
liberales en su más crudo radicalismo”. “(…) la corrupción y el error
públicamente autorizados en la tribuna, en la prensa, en las
diversiones, en las costumbres (…)” (El Liberalismo es pecado, ELP,
p. 17-18) (5). El “principio fundamental es que el hombre y la
sociedad son perfectamente autónomos o libres con absoluta
independencia de todo otro criterio natural o sobrenatural que no sea
el suyo propio” (ELP p. 25)
Para finalizar este epígrafe, mostremos las consideraciones de
Romano Guardini sobre la Imagen de Jesús ya en sí misma según el
Nuevo Testamento ya en su diálogo con el hombre. ¿Cristo limita y
constriñe al hombre, o lo libera? ¿No incide nuestra época en la
Libertad, presentada como objetivo fundamental frente a la
perspectiva anterior que era partir de la Verdad? Pues bien, diremos
como respuesta que no hay oposición alguna entre la facultad de la
libertad humana y la realidad o Verdad, que es la voluntad (libertad)
la que debe subordinarse propiamente al entendimiento (verdad), y,
sobre todo, que bastaría recordar esta sentencia divina: “La Verdad
os hará libres”.
La pregunta de si la Verdad o el mismo Cristo Nuestro Señor
constriñen al hombre es muy antigua. En 1960 la trató Guardini al
profundizar sobre la persona de Jesús (6). Entrando en materia
sobre cómo se aparece Jesús a San Pablo -persona insegura y
atormentada la de Saulo, oprimida por una Ley que era todo para él
pero que no podía cumplir-, Guardini dice así:
“En la hora de Damasco, Pablo es desatado del yugo de
tener que obrar por sí mismo –y, a par, del tormento de no poder-.
Entonces experimenta lo que dirá su palabra posterior: “Ya no vino
yo, sino que Cristo vive en mí” (Gal, 2, 20). Y la otra: “Todo lo puedo
en Aquél que me conforta, aunque por mí no puedo nada” (Phil, 4,
13). Por Cristo viene la gracia de Dios. Ella es la que obra. Pero al
obrarlo todo –iluminando la inteligencia, desatando el interior,
“El Liberalismo ideológico y sus consecuencias en lo religioso”
16
enderezando la voluntad, elevando y dando alas al ser- ahí
justamente es el hombre lo que propiamente tiene que ser. La gracia
arranca al hombre de sus propias manos, y, en el mismo momento,
respira el hombre y dice: “Ahora empiezo a ser”. Cuanto más
fuertemente obra Dios en él, con tanta mayor fuerza siente el hombre
ser él mismo; Pablo, ser Pablo mismo. Surge en él la conciencia de
una inmensa libertad. De una libertad absolutamente positiva, que
viene de Dios, del Pneuma, del Espíritu. Dios es el aire que respira, la
fuerza que lo sostiene, el suelo sobre que anda; pero Cristo es Aquel
por quien todo esto viene. Este es el Cristo paulino” (p. 50-51).
En su Carta a los Hebreos, Pablo es consciente que sólo en
Cristo él es esencialmente él mismo, y que sólo en Cristo lo de Pablo
es realmente suyo, de Pablo. Cristo no es un obstáculo, sino un
acceso, es el mediador ante Dios Padre, es luz de “cuanto fulge en la
tierra de real magnanimidad y de verdadero amor, es luz de esta luz”
(p. 66 y 69), y, además, Cristo nos hace hijos de Dios. Tan veraces y
tan libres como Dios por amor Suyo, en el que todo es una unidad. El
consuelo de Cristo no sería el consuelo del cuento de hadas, porque
aquel va más allá de la muerte.
Si pasamos a la imagen de Cristo en San Juan, la naturaleza
humana de Cristo, por hacer suya la voluntad de Dios, florece en su
más pura plenitud. Cristo es tan sobreabundante y sorprendente que
sobrepasa las categorías psicológicas, de manera que con estas no se
le puede aprehender. En efecto:
“En otro gran hombre cualquiera es siempre posible trazar
las leyes de su formación, la historia de su crecimiento, la lógica de su
vida interior, la ilación entre su obrar y su pensar; en Jesús no se
logra. Por dondequiera tropezamos en El con un alma viva, con un
trabajo del espíritu, con un carácter marcado, puesto que es un
hombre; por dondequiera corren líneas psicológicas inteligibles; pero
sólo se prosiguen durante unos momentos, para quedar luego
sorbidas. El camino desaparece bajo los pies, y el buscador se halla en
pleno misterio” (p. 125).
Ya por 1960 la crítica del modernismo a las Sagradas Escrituras
estableció la confusión y la destrucción de los textos bíblicos. A ello
salió al paso Guardini estableciendo el verdadero enfoque. Cristo no
es ni un hombre que se hace pasar por Dios, ni un Dios que se hace
pasar por hombre, ni el Nuevo Testamento permite una crítica desde
fuera de la realidad del mismo Cristo, ni puede afirmarse al hombre
al margen o separado de Cristo.
En su conclusión del libro Imagen de Jesús, el Cristo, en el
Nuevo Testamento, Guardini afirma que la manera de acercarse a
Cristo no puede ser el inmanentismo y el racionalismo, y que la
“El Liberalismo ideológico y sus consecuencias en lo religioso”
17
figura de Cristo da al hombre la verdadera medida de sí mismo y le
eleva al plano sobrenatural de hijo de Dios.
En relación con la manera de acercarse al nuevo testamento,
dice el autor:
“Así no puede ser. Los presupuestos han de invertirse. La
dirección del pensamiento ha de girar en redondo. El hombre no
puede acercarse orgullosamente a la Escritura y asentar, partiendo de
cualesquiera criterios de este mundo, cuál es en ella la auténtica
imagen de Cristo. Tiene que acercarse oyendo y obedeciendo, como a
palabra de Dios. Y ha de estar dispuesto a obedecer también con su
pensamiento, y con él precisamente. Con ello no se hace heterónomo,
ni peca contra el ethos de la verdad, sino que adquiere un orden
superior de la verdad, la categoría sacra de la revelación. La
revelación no significa que el hombre, dentro de lo que por sí mismo
sabe, adquiere un nuevo conocimiento o que, dentro del proceso de
su percepción o conciencia religiosa, se le abre una capa más
profunda. La revelación sienta un nuevo principio, un comienzo
realmente nuevo, tras el cual no puede retrotraerse nada ni siquiera
la ciencia. Consiguientemente, el entendimiento humano no puede
juzgar de este principio. Tiene que entrar en él, salir de él como
nuevo y empezar a pensar por él. “Yo soy el principio, que os hablo”
(Juan 8, 25, según la Vulgata). No se trata de retórica mística, sino de
exigencia rigurosa y sin distingos.
Es un verdadero supuesto para toda cuestión acerca del
Nuevo Testamento. En ese supuesto, la respuesta a la pregunta
planteada al principio ha de sonar de modo totalmente distinto” (p.
136-137).
Aquí se abre una nueva manera de acercarse a las Sagradas
Escrituras, desarrollada en nuestros días. Puede Vd. acercarse como
un racionalista y nada conseguirá sino confusión, agitación, una
situación siempre inconclusa y un desacuerdo permanente consigo
mismo… hasta desfallecer. Pero si Vd. se acerca desde la gran
posibilidad –realidad- de que Dios se revela al hombre, todo
adquiere forma, color, densidad y sentido. Aparece “otra cosa”, que
es la única manera de ser fiel a las Escrituras y al sentido de lo
divino, por el que Dios se acerca al hombre y le salva.
Guardini continúa así:
“Si bien se mira, la cuestión de si el Jesús de los sinópticos
puede ser el mismo que el de Juan está en absoluto mal planteada. Yo
no puedo juzgar por mí ni por el mundo quién sea o pueda ser
Jesucristo. Ni la psicología, ni la filosofía, ni la experiencia, ni la
historia ofrecen criterio para ello. Este criterio sólo puede venirme de
su propia y soberana libertad. Y en una actitud críticamente correcta,
lo único que yo puedo hacer es mirar, oír y obedecer. Así, la cuestión
de si es posible esto o lo otro no tiene sentido. Sólo tiene sentido la
disposición de aceptar lo que es. Y es todo lo que viene de la
“El Liberalismo ideológico y sus consecuencias en lo religioso”
18
revelación. Ahora bien, es revelación todo lo que se halla en la
Escritura, abonada por la iglesia. Todo otro punto de vista es falso y
disolvente. Se trata de la pureza de la categoría: revelación o juicio
mundano autónomo. Si se opta por la revelación, ha de hacerse
honrada y enteramente” (p. 137).
Está visto que en 1960 estaba plenamente formulada la crítica
racionalista, a la que Guardini responde con claridad y
contundencia: “revelación o juicio mundano autónomo”. Por el
dinamismo de las propias Escrituras, por los sinsentidos e
interrogantes que ofrece el juicio autónomo, por la oferta y
necesidad de verdadera salvación… por la Gracia de la Fe, Guardini
opta por la revelación. Así:
“Si reconocemos esto, hemos de dar de mano a los
criterios de personalidad e ideas que subyacen en toda cuestión de
posibilidad. Y entonces sabemos que aquí hay algo de especie propia
y suprema. Aquí habla, con figura, boca y destino, la palabra esencial
de Dios. Aquí no hay ni personalidad ni idea, sino el principio solo en
que se empieza lo verdadero.
Entonces aceptamos los rasgos de su figura, que nos
dibuja Pablo, los que aparecen en Juan y también los que nos
comunican los sinópticos. Todos le pertenecen, pero detrás se levanta
una realidad inmensa, que procede de Dios, y rompe toda medida
que venga de nosotros. Todo rasgo conduce a ella; pero ella los
devora a todos en su inefabilidad.
Así es y esto es Cristo” (p. 137-138).
Hasta aquí lo relativo al método o, mejor, a la manera de
acercarse a la comprensión del Nuevo Testamento, a la figura real de
Jesús, el Cristo. Pues bien, si las meras fuerzas humanas son
absolutamente incapaces para comprender las Escrituras, tampoco
puede afirmarse al hombre al margen o sin sujeción a Cristo.
“Si la fe es lo que su concepto significa: que el hombre
sitúe el centro de su vida en lo que viene de arriba, inversión,
consiguientemente, y reconstrucción de la vida o, por lo menos
propósito y comienzo de ello, la realización no puede menos de ser
dura y conducir una y otra vez al punto en que amenaza el escándalo.
Ahora bien, no toma uno sobre sí el escándalo por un medio Cristo.
Ni se puede siquiera. Porque la existencia de la fe se refiere a lo que el
hombre ha de ser propiamente y no puede, por otra parte, cumplir
por sí mismo, sino sólo por Dios y para Dios. Qué sea esto, sólo se
revela en Cristo. Así, en este principio, se comprendía todo. Sólo el
que por encima de todo criterio mundanal acepta de Cristo mismo lo
que es Cristo, recibe de Cristo mismo la revelación de lo que, visto
desde Dios, es propiamente el hombre. Sólo en El, que llena a quien
abiertamente se le acerca con el sentimiento de tan pura humanidad,
y es verdaderamente el hijo del hombre, porque es verdadero hijo de
“El Liberalismo ideológico y sus consecuencias en lo religioso”
19
Dios, sólo en El se ve claramente lo que el hombre puede y debe
hacer” (p. 138).
De esta manera concluimos la crítica al espíritu del Liberalismo,
que es la radical autonomía del hombre para entender las Sagradas
Escrituras así como la naturaleza humana, autonomía tan vinculada
al racionalismo y -con él- a un radical subjetivismo. Quien dice para
comprender, también dice para actuar, de manera que en el
Liberalismo el hombre se hace ley de sí mismo siguiendo el criterio
del libre examen. Se entiende así como Jaime Balmes, Donoso
Cortés y abundantes pensadores mostraron que el Liberalismo es
hijo espiritual del protestantismo. Pues bien, el Cristo del Nuevo
Testamento es el único que afirma al hombre –el rey de la creación-,
reconoce y desvela sus verdaderas potencialidades, le potencia a la
plenitud, hace posible ésta en la práctica, y sobreeleva al hombre a la
categoría de hijo de Dios. En su ser, en su inteligencia, voluntad,
sentidos y capacidad de amar.
Para Guardini, la deslealtad propia de la Edad Moderna es
considerar la religión cristiana como una mera “introducción” a los
valores de la naturaleza humana, valores que el hombre podría
cultivar –dicen- sin la necesidad de adherirse a Cristo. Ello reduciría
al hombre al límite de la naturaleza creada, ésta no debería ni podría
ser salvada de sí misma, y, más todavía, la elevación al plano
sobrenatural no sería una llamada universal a la salvación. Así se cae
en el pelagianismo moderno con una mayor o menos autosuficiencia
de la naturaleza y un mayor o menor desprecio al ámbito
sobrenatural. La crisis actual es muy comprensible.
“El Liberalismo ideológico y sus consecuencias en lo religioso”
20
Imagen del Arcángel San Miguel del Santuario de este nombre en Navarra (España): Nor
Jaungoikoa aña? Que significa: “¿Quién como Dios?” Y se responde: “¡Nadie como Dios!”.
Foto:JFG2016
“El Liberalismo ideológico y sus consecuencias en lo religioso”
4
Introducción. Nuestras inquietudes.
OY COMO AYER, existen diversas razones que explican
la actual crisis mundial en las sociedades, instituciones y
las comunidades políticas, así como la crisis en las
familias –Iglesia doméstica- y la propia Iglesia católica. Trataremos
sobre algunas cuestiones al respecto, concretamente a las relativas a
cómo vivir la religión católica.
La práctica de la moral natural y la religión en la vida fue
controvertida por muchos, imbuidos del Liberalismo ayer y, hoy, del
llamado progresismo religioso que ha dejado tras sí un reguero de
mundanismo, secularización e inmoralidad. Reconocemos que las
circunstancias cambian demostrando el transcurso del tiempo, y que
no es lo mismo un siglo o largo período que otro. Pongamos un
ejemplo como fácil recurso. Hacia los años cincuenta del siglo
pasado hubo grandes discusiones sobre la licitud o no del “baile
agarrado” entre las gentes de nuestros reservados valles y pueblos, lo
que en nuestros días es discusión sobre otras cuestiones relativas a
una insolente promiscuidad y que se salen de las cuestiones
opinables. Lo cierto es que, además de las valoraciones culturales, lo
que es la psicología y naturaleza humana tienen sus límites y
exigencias con independencia del siglo en el que se vive. Por mucho
que las culturas cambien –la historia refleja este hecho-, las buenas
costumbres, la prudencia y las exigencias de la naturaleza humana
reclaman sus derechos.
Los organizadores de estas XXVIIª “Jornadas de la Unidad
Católica” han tenido la gentileza de limitar el contenido de la
presente exposición. He de agradecerles que hayan encargado otras
cuestiones a otros ponentes, tal como analizar las repercusiones del
Liberalismo en los tres ámbitos siguientes: en el ámbito del
pensamiento por lo que respecta a la Iglesia española actual, en el
campo moral en unos tiempos in crescendo amorales hasta llegar a
situaciones espasmódicas, y, por último, en la actualidad política
española.
H
“El Liberalismo ideológico y sus consecuencias en lo religioso”
22
conquistarse a sí mismo, Dios no se sentirá desbancado de su trono.
También es absurdo pensar que Dios no vaya a ayudar al hombre a
su propósito de mejora y conquista de sí mismo, pues es
precisamente quien la quiere y hace posible, tanto respecto a las
facultades humanas y su ejercicio como a la capacidad de amar. Por
otra parte, ¿cuándo el hombre es más grande? ¿Cuándo con esfuerzo
conquista áreas del cerebro humano -¡oh luces!- o cuando ama
verdaderamente a los demás? ¿Quién es humanamente más grande,
un Premio Nobel o la Madre Teresa de Calcuta? ¿Cuál de ambos es
más digno de imitación, más fácil de imitar para todos, más
universal? ¿Qué dijo Nuestro Señor sobre el servicio, el hacerse
pequeño y sencillo etc.?
Tal hombre opone obediencia y libertad, como si la obediencia
cristiana no fuese una manifestación de libertad, como si el hombre
no debiera obedecer por eficacia natural y por amor natural y
sobrenatural, y como si la obediencia no supusiera madurez. Afirma
el supuesto derecho a corromperse a uno mismo, confundiendo
libertad con adicción, derecho con poder, y separando el derecho
respecto al deber.
Semejante postura se desliza inexorablemente a tomar la vida
como juego, a perder las increíbles posibilidades que ofrece la
apertura a Dios tal como Es, a confundir realidad con ficción, al
pelagianismo. Tal postura es propia de personas inmaduras, de
quien entiende imposible el amor propio y el desprendimiento
simultáneo, y bien que la fe brota de la libertad, de quien se olvida la
tendencia autoritaria de la sociedad permisiva, pasando del “se
puede” todo al “se debe” lo que diga el Estado, y de quien olvida que
la sociedad permisiva es una sociedad violenta.
La persona a la que me refiero, al hablar de la Pasión de Nuestro
Señor Jesucristo, se inclinó por decir que sí, que se crucificase a
Nuestro Señor por blasfemo. No admitía la existencia de un Dios
personal, y menos que un hombre diga de sí mismo que es Dios.
Todas estas derivaciones reduccionistas y psicologistas, reduce
a la persona a unas supuestamente ilimitadas capacidades del
cerebro humano -¡oh cuántas luces!-. Este es el pago del Maligno al
que le sigue por soberbia. Este es, al final, el núcleo profundo del
Liberalismo. Es el orgullo y el rechazo al Dios personal. Ya dijo
Nietzsche que si dios existía él no soportaría no ser Dios.
Ciertamente, tal persona, con salud y joven, de inteligencia normal y
rebosante de inquietud, estaba en una ciudad de importancia
masónica y creo yo que también influida por el ambiente vetero-
testamentario. Su excesiva sociabilidad todo lo absorbió, y la pena es
que fue absorbido por la soberbia. Este abrir puertas y ventanas para
que entre de todo en el corazón humano, embota el alma y agota el
“El Liberalismo ideológico y sus consecuencias en lo religioso”
23
cuerpo, concretamente la delicada por sublime dimensión
psicológica del ser humano, de naturaleza espiritual y como tal tan
unida a la moral y la verdad.
Las consecuencias del Liberalismo fruto del pensamiento y
política de ayer, son similares a las que observamos en la actualidad
aunque en menor escala, pues el Liberalismo crece de forma
multiplicativa. Por eso es, dejado a sí mismo, aparentemente
incontenible.
La crisis actual la origina el haberse hecho al hombre la medida
del propio hombre, el encerrar en sí mismo al hombre concreto y
limitado en todas sus facetas, en esa desconfianza hacia lo que no
proceda inmediatamente de la medida del propio yo. Así escribió el
poeta colombiano Eduardo Carranza en 1985, fallecido en dicho año:
“El humanismo renacentista que había hecho del hombre
la medida del hombre, del mundo y de las cosas, llevaba implícitos,
por ello precisamente, los gérmenes de su descomposición. De allí se
pasó al libre examen y de éste al racionalismo que niega toda realidad
sobrenatural. El sitio de Dios en la vida humana se fue reduciendo al
avance de estas filosofías. Se fue estrechando al ámbito de lo
sobrenatural. Se resquebrajó la unidad teológica, metafísica y moral
de la cultura cristiana. El alma europea, occidental, se dividió y
subdividió. Y el ensueño unitario, universo, de Occidente entró en
liquidación. En este límite vertiginoso fue fácil despeñarse en las
vaguedades humanitarias, en las ilusiones científicas, en la torrentera
del materialismo histórico, en el vacío existencialista. Así llegamos a
la historia que estamos viviendo y en la que es nuestro deber y
nuestro destino participar. Nos ha tocado, pues, vivir en el confín de
un mundo, en el sangriento atardecer de una edad histórica, en el
crepúsculo del Renacimiento, en vísperas de un nuevo milenario y
con el presentimiento de una catástrofe cósmica. Tal vez estamos en
la puerta de una nueva edad oscura. De una noche oscura sin alma”
(ABC, 23-II-1985).
3. El liberalismo católico.
DE TODOS los grados de Liberalismo el peor por más sutil y
próximo es el llamado catolicismo liberal. De él destacaremos dos
puntos.
Por el primero, para el catolicismo liberal la persona,
individualmente considerada, sí está ligada a la ley natural y al
Evangelio, pero no el Estado o poder civil supremo. Por ello insiste
en la manida máxima de “la Iglesia libre en el Estado libre”. Ahora
bien, olvida así que si el hombre debe -está obligado pues no es
optativo- subordinarse a la ley de Dios, también está obligado –con
deber moral- el ámbito público o social, lo que impide “caer en un
“El Liberalismo ideológico y sus consecuencias en lo religioso”
24
dualismo extravagante que somete al hombre a la ley de dos criterios
opuestos y de dos opuestas conciencias” (ELP p. 29).
Por el segundo punto, los católico-liberales:
“se llaman católicos porque creen firmemente que el catolicismo es la
única verdadera revelación del Hijo de dios; pero se llaman católico
liberales o católicos libres, porque juzgan que esta creencia suya no les
debe ser impuesta a ellos ni a nadie por otro motivo superior que el de su
libre apreciación”, cayendo así en el libre examen protestante, en el
naturalismo, en la tolerancia universal, en creer que “su inteligencia (es)m
libre de creer o de no creer, y juzgan asimismo libre la de todos los demás”
(ELP, p. 30-31).
En un escalón menos deprimido que el anterior, se encuentran
los liberales prácticos, tan frecuentes desde hace un tiempo en las
sacristías de las iglesias en España.
4. El Liberalismo práctico
ASÍ COMO el Liberalismo es una herejía doctrinal, también es
una herejía práctica (ELP, p. 172). El Liberalismo práctico es más
vergonzoso que el liberalismo doctrinal, porque es propio del
borreguismo al que se refería Sardá y Salvany, es decir, en inherente
a la masificación actual, a los que no cuidan su vida de piedad
cristiana, a los que tienen mucho de material que perder, a los que a
toda costa quieren alcanzar puestos sociales para así influir –dicen-
desde ellos para el bien.
Insistía Sardá y Salvany en decir que:
“el problema actual en que anda revuelto el mundo, es brutalmente
práctico con toda la propiedad del adverbio subrayado. Más que con
razones, pues, se ha de resolver con obras, que obras son amores u no
buenas razones, dice el refrán” (EPC p. 163).
Aclaremos un aspecto concreto relativo a las formas de
Gobierno: ser republicano no implica ser liberal. Sin embargo, en la
vida práctica –no hay otra- es preciso pasar a lo concreto. Así, tiene
que demostrarse que el republicanismo en España no ha sido
siempre liberal. Cuando hoy alguien habla de República en la
España de hoy, y salvo que sea alguna persona piadosa o ingenua
que se dice republicana para salvar a la Iglesia de la persecución
concreta de los radicales, generalmente es para justificar el laicismo
extremo, el jacobinismo de Estado, y la persecución religiosa abierta,
fruto de deificar el Estado.
“El Liberalismo ideológico y sus consecuencias en lo religioso”
25
Por otra parte, sí es ser liberal en España el ser monárquico
constitucional, pues en esta llamada monarquía se “declara
inviolable al monarca pero no se declara inviolable a Dios” (ELP p.
49). Con decir esto nos basta. Las consideraciones del verdadero
sentido religioso del pueblo llano son las mejores. Dios nos libre de
tantos “inteligentes” y “sabios” y más que “prudentes” que tienen
que dar mil vueltas al cerebro para afirmar algo tan sencillo como
que allá donde Dios y la Revelación cristiana no están, se encuentra
la herejía liberal con buena o mala fe.
Ser libre es mucho más profundo que rechazar cualquier forma
de sometimiento interior. De por sí, el término sometimiento nos
remite al marco de un sometimiento exterior, que es el ámbito que
menos influye en el interior del hombre. En efecto, ¿qué se entiende
por “sometimiento” si hablamos del interior del hombre? ¿Es
“sometimiento” recordar cómo es el hombre para que tenga a bien
aplicarse a su propia realización con total apertura y entrega en el
ámbito natural y sobrenatural? Ser libre es algo más profundo y
arriesgado que rechazar cualquier forma de “sometimiento”, pues el
hombre es libre cuando logra su realización aún sin buscarla expresa
y directamente, y cuando consigue ser el que de verdad es. La
libertad es una consecuencia, un fruto, un regalo. El que más ama
desinteresadamente, ése es el verdaderamente libre. En este
separarse de la realidad de las cosas, y en este huir de la seducción
de la verdad, radica la frivolidad cultural de la posmodernidad, por
la que según Deniel Bell la sociedad se convierte en una “olla
podrida” (ABC, 6-VII-1991).
Vista parcial del salón de conferencias de las Misioneras Eucarísticas de Nazaret,
calle Salduba, junto a El Pilar de Zaragoza. Foto:JFG2016
“El Liberalismo ideológico y sus consecuencias en lo religioso”
26
PARTE II: Situaciones prácticas que expresan,
conllevan y multiplican los errores liberales.
1. Efecto multiplicador
E HA DICHO -y con razón- que el mal es estéril y que hace
mucho daño. El mal hace daño aunque se realice de buena
fe. También se multiplica con más facilidad que el bien. En
efecto, el bien y la verdad en su dimensión espiritual, son mucho
más costosos y, para llegar a ellos y practicarlos, se necesita el
esfuerzo y la Gracia divina. No es fácil mirar siempre y con ojos
limpios al cielo. No es que la Gracia divina no sea potentísima, sino
que actúa a través de los hombres portadores del pecado original.
Cuando Dios actúa lo hace como la brisa ante Moisés, con un gran
respeto por el hombre, y no como el terremoto, el trueno, o
imponiéndose sobre el libre albedrío.
Dicho de otra manera: sólo hay una religión verdadera, la
católica, que tiene en sí todos los elementos de Verdad y todos los
medios ordinarios para la santificación, de modo que los católicos
tienen la misión de predicar el Evangelio por todo el mundo a toda
criatura.
¿Qué es el efecto multiplicador? Por el efecto multiplicador,
cualquier incremento de mal provoca sucesivos incrementos de mal
con un efecto muy superior a la caída o empujón inicial. Es como un
tobogán al que hay que sumarle la altura de caída, la pendiente, y el
deslizamiento aún con rozamiento. Cuando el hombre o las
sociedades dejan entrar el mal en su seno, se produce un acelerón
cuyo efecto sobre en punto de partida es mucho mayor que el mal
producido inicialmente. Imaginemos qué ocurre a medida que el mal
permitido sea mayor.
La naturaleza multiplicativa del Liberalismo ha conllevado que
el hombre actual permita anidar en él, el descreimiento y hasta la
apostasía, como hasta querer borrarse del libro de bautismo –el
Libro de la Vida- hijos que han recibido una educación cristiana.
El liberal quiere hacer “lo que quiere” sin por ello –afirmará-
identificar este querer con lo arbitrario, olvidando no obstante que
S
“El Liberalismo ideológico y sus consecuencias en lo religioso”
27
esto sólo es válido cuando dicho querer coincide con hacer lo que se
debe.
Se cree independiente y sin embargo es menos libre porque
piensa y actúa con una absoluta o radical autonomía. Cuando la
moderna idea de la autonomía del sujeto se vincula con la práctica
individualista derivada de ella, se mira con sospecha cualquier
ejercicio de la autoridad. Y sin la medida de la autoridad, que
procede “ad extra” del hombre, éste no puede salir de su propia
caverna interior.
Por varios motivos dicha autonomía radical que no existe. Y no
existe debido a la sociabilidad humana -naturalmente ajena a un
individualismo radical-, a la necesidad de aprender, al
reconocimiento de que se puede ser gigante subiéndose antes sobre
hombros de gigantes, debido a la conveniencia de no explorar en
solitario lo que otros ya han explorado, a preocuparse por la
posibilidad de perderse en caminos sin retorno, a respetar la
realidad y una naturaleza que no perdona los yerros.
Ansioso de independencia al considerar todo en abstracto, el
liberal acaba de hecho en la penosa tiranía de sí mismo. Sintiéndose
“más libre”, es esclavo de quien quizás le manipula. Si leía, ahora
recela del que le transmite algo. Si escuchaba, ahora no quiere ser
influido y sólo habla. Si interiorizaba, ahora se aleja de su
profundidad personal por recelo hacia sí mismo y por miedo al
compromiso. Si primero se actuaba mal, luego se justificará la
actuación, y si las pasiones llegaban a arrastrar (el vicio nos
subordina a la ley de su cuerpo, que nos sujeta y domina) luego se
afirmará con orgullo lo que en la profundidad y silencio de la
conciencia se considera falso, esto es, el autodominio y el supuesto
absoluto ejercicio del libre albedrío. ¡Ay de los absolutos que por
orgullo huyen de la sencillez! El liberal quiere volar sin alas y se
encuentra con las propias alas reducidas a la mayor limitación,
incapaces muchas veces de responder, sobre todo cuando los vientos
de la dificultad están en contra. Quiere caminar solo, pero sin
confiar en quien le puede ayudar.
Aplicando esto a la juventud, el doctor Cecilio de Miguel Pbro.,
presidente de la JUREC de La Plata, escribió a los egresados de los
colegios católicos de La Plata, en diciembre de 1990:
“Piensa que por allí pasaron otros. Muchos antes que tú, y
pueden ser más los que faltan. En la vida hay tres manera de indicar:
“vete, ven, vamos”. Con el primer verbo te sentirás solo, porque quien
te manda queda atrás. Te creerás más tú, porque lo hiciste solo, pero
con el riesgo de helarte por el miedo, el no sé, el no tengo o el no
valgo. Ni siquiera sabes si elegiste bien por dónde vas.
“El Liberalismo ideológico y sus consecuencias en lo religioso”
5
Por nuestra parte, intentaremos analizar adecuadamente las
consecuencias del Liberalismo en el ámbito estrictamente religioso,
con exclusión –decimos- de la moral, del pensamiento y la política
actuales, aunque en realidad todo ello se encuentre interrelacionado.
Digamos que dicho Liberalismo ideológico no es de hoy, sino que
hunde sus raíces en el siglo XIX y antes, fruto del naturalismo y el
racionalismo secularizador.
Me referiré a las lamentables consecuencias del Liberalismo
en materia de religión en el ámbito o núcleo del yo personal, esto
es, en sí mismo, en su entorno familiar, y en la vida eclesial y social.
Para ello recordaremos las enseñanzas de siempre sobre algunos
aspectos de cómo vivir la moral y la religión revelada en Verdad.
También explicaré, en los apéndices, qué es el Liberalismo en
materia religiosa, su proyección en la cultura actual, y los
procedimientos nucleares de actuación pública derivados del propio
sentido de la fe –el denominado sensus fidei-. Tales apéndices
recogen varias perspectivas, que hemos visto reflejadas en nuestros
días.
En primer lugar, nuestros apéndices insertan un pedagógico
texto clásico del siglo XIX, totalmente vigente hoy, sobre qué es el
Liberalismo ideológico en el estricto ámbito de la religión, aunque
también pudiéramos aportar los escritos de San Ezequiel Moreno y
Díaz (obispo de Pasto, Colombia) que identifican las diferentes
tentaciones que nos acercan al Liberalismo.
En el segundo apéndice, se mencionan las perspectivas
pastorales de Juan Pablo II a los jóvenes, insertas en la crisis de la
actualidad, pastoral ésta que se conecta maravillosamente con la
crítica a la Ilustración anticristiana, en cuanto racionalista y
secularizadora, del siglo XVIII.
En tercer lugar, nos hacemos eco de las prácticas sociopolíticas
originadas en el siglo XIX y extendidas hasta el día de hoy. Cambian
los agentes aunque el marco y contenidos son similares. Aunque los
perfiles actuales sean diferentes a los ya conocidos de los siglos
XVIII y XIX, hoy día se mantienen en lo esencial, pues la situación
actual es en buena parte resultado del transcurso de un largo
período de siglos en la historia de Europa. Sobre esto, los temas son
recurrentes. Por ejemplo, recogemos que, sin venir a cuento toda vez
que no hay motivos al respecto ante la inexistencia de Estados
confesionales católicos, la más alta jerarquía de la Iglesia dijo este
año que la Iglesia católica no era partidaria de la confesionalidad de
los Estados. Lo que no decía es qué se entiende por Estado, si la
comunidad política con los poderes civiles supremos –que
ciertamente debe dar culto a Dios y dirigir hacia Él la legislación y
preocupación por la ciudad-, o bien el estatismo actual versus pre
“El Liberalismo ideológico y sus consecuencias en lo religioso”
29
“- Colmado estás, majo”.
Si nos fijamos, esta libertad indiscriminada en la que son
responsables tanto los que tienen autoridad como los Estados es,
después de la presunción y autosuficiencia mencionadas, la
naturaleza del Liberalismo, y una de las principales causas de la
multiplicación del mal. Hasta se pueden dar hasta explicaciones
psicológicas del actuar humano.
2. Consecuencias que con causas, causas que son
consecuencias.
LA ORTOPRAXIS religiosa debe estar unida a la ortodoxia o
sana doctrina en los principios. Los procedimientos no pueden
separarse de la doctrina aunque se diferencien de ella. Suponen una
aplicación de la doctrina a la realidad, a la que siempre deben
iluminar y guiar. Entre los principios los hay de mayor o menor
rango y, en cualquier caso, orientan cualquier tipo de aplicaciones.
Los que viven la religión hoy, ¿cómo la viven? Esta es la
cuestión que más nos preocupa, pues abre las puertas a todos los
males o a todos los bienes.
Lo que explicó Sardá y Salvany en 1884, lo vemos aumentado en
Notre Chargue Apostolique de Pío X (1910) y en la publicística
católica posterior. De ello tenemos constancia en nuestra propia
experiencia personal así como en la de los jóvenes que nos rodean en
el ámbito de la educación.
¿Cuál es nuestra experiencia? Es que muchos llegan a pensar en
liberal por ingenua autosuficiencia, confundiéndola con la
autoafirmación del propio “yo” personal, ya por juvenil presunción,
ya por multiplicar quizás las ocasiones de pecado que -al final-
desbordan al sujeto no sin interrogar a su responsabilidad.
Los hay que no rezan a Dios ni se forman, que en su primera
formación fueron más emotivos que reflexivos, o bien que no
estudian la doctrina católica como –por ejemplo- el Catecismo de la
Iglesia Católica promulgado por Juan Pablo II, lo que para sus
padres fue el Catecismo Mayor de San Pío X. Si su ansiedad crece
por un afán de conocimiento indiscriminado, ignoran que hay que
conocer bien, y –por pereza- nada hacen por conocer con seriedad y
lo que las cosas son.
Quienes de estas personas gozan de una interesante vida
interior, están inclinados a huir del compromiso por creer que les
resta libertad, alejarse de las concreciones, y se refugian en las
abstracciones. En esto son muy cómodos. Es lo que ocurre a
algunos.
“El Liberalismo ideológico y sus consecuencias en lo religioso”
30
Los otros, los que tienen un exceso de sociabilidad, debieran de
tener más atención y cuidado. Les gusta tener miles de amigos en
todo tiempo y lugar, no digamos en las redes sociales, y se olvidan de
la medida prudencial de no hacer amistades de mera afición con
liberales, y de no codearse con ellos sin problema alguno. Les gusta
llevarse bien con todos sin pensarlo dos veces y a toda costa. Son
muy divertidos. Abren demasiado sus puertas y ventanas interiores
al mundo pero sin la debida preparación. Hablarán con todos y de
todo indistintamente, y cuanto más mejor, ignorando el peligro que
esto encierra. Les gusta disputar de todo con cierta frivolidad,
creyéndose bien formados. Desean saber de todo pero sin un estudio
sosegado, quizás lento, pausado y riguroso. Quieren verse
aplaudidos y atendidos por todos.
Unos y otros, más o menos sociables, se abren a todo y no
tienen capacidad de analizar y filtrar debidamente la información
que continuamente buscan y reciben. Se abandonan a una
curiosidad malsana. A lo mejor –o peor- tienen una imaginación
calenturienta y son amigos de novedades indiscriminadas.
Unos y otros hablan mucho de tolerancia y caridad, pero no
para trabajar, estudiar, esforzarse y negarse a sí mismos. La
tolerancia no debiera ser indiferencia, permisivismo o falta de celo
por la salvación eterna de las almas. No en vano, Sardá y Salvany
recordaba que “la suma intransigencia católica es la suma católica
caridad” (ELP p. 85).
Unos y otros compadrean con todo el mundo, en tumultos o en
petit comité. No se cuidan de rechazar las malas compañías, y
carecen de la preocupación de encontrar buenos amigos. Aita
Teodoro decía a sus seis hijos que una manzana podrida pudre el
cesto. Y con razón, pues lo vemos con frecuencia entre los jóvenes y
no tan jóvenes. Si uno tiene amigos alejados del bien y la verdad,
habrá que formarse y prevenirse con un singular denuedo. Ha hecho
mucho daño eso de ser amigo de todos e indistintamente por el mero
hecho de ser personas. Y más cuando nos damos todos el parabién
de ser muy buenas personas:
“ – Ya, ya, eso no se lo cree ni Vd.- Bueno sólo es Dios”.
La persona identificada como resabiada de liberalismo no tiene
doctrinas liberales pero en la práctica actúa muchas veces como si
las tuviera. Dice Sardá y Salvany que su fuerte es la caridad. Ahora
bien, la Caridad no es caer bien –estar a buenas- a todos y en todo.
El resabiado cree que no puede llamar malo a un hombre que
difunde malas ideas. Que no puede combatir el error combatiendo
también a quien lo sustenta, desautorizando su persona cuando se
debe y de la debida manera. Cree que no debe resistir ni combatir,
sino que siempre debe procurar atraer, siendo su máxima favorita la
“El Liberalismo ideológico y sus consecuencias en lo religioso”
31
de “ahogar el mal con la abundancia de bien”, lo que, siendo verdad,
no es toda la verdad. No quiere lastimar ni herir de alguna manera al
enemigo. Hoy, hablar de “enemigos” (- Ponga Vd. el sinónimo que
desee aún el más suavizado), es hablar de algo así como de
“extraterrestres”. Es certera la afirmación de que “el liberal fiero
ruge su Liberalismo; el liberal manso lo perora; el pobre resabiado lo
suspira y gimotea”, mostrándose híbrido, infecundo y estéril (ELP p.
71-73). Ayer se hablaba de caridad y hoy se hablará de esa otra
realidad maravillosa y necesaria, pero que algunos distorsionan
hasta el cansancio, que es la de misericordia.
Liberales y resabiados tienen mucho en común. He aquí su
heteropraxis.
En las conversaciones familiares y en el trabajo es frecuente no
hablar de religión o bien hablar con ironía sobre ella y con un estilo
más o menos anticlerical. A veces en dichas reuniones y saraos se
aclara que está prohibido hablar de religión y de política porque eso
produce distanciamientos y hasta riñas. Así son de aburridos, y
reducen la actividad humana a los deportes, la comida, la profesión y
el sueldo o las ganancias. Y sobre todo los viajes –muchos viajes
pero muy superficiales-. Pues bien, creemos que se debería hablar de
religión en las familias habitualmente y con toda naturalidad, a
veces buscando el momento y cuidando la manera o forma de
hacerlo.
Creen que los no católicos son siempre a modo de hermanitas
de la caridad, que quieren bien a todos, y hablan de todos bien. Vale
pues, pero la vida nos dice que no pocas veces eso no es así. No
seamos ingenuos porque no se debe ignorar que muchas veces los no
católicos son abierta u ocultamente beligerantes, quieren vencer más
que convencer con razones, no recomiendan las aportaciones de los
católicos, y aunque lo aportado “sea tan bello como lo suyo, antes
procuran obscurecerlo con la crítica y enterrarlo en silencio” (ELP p.
80).
No les importa mucho leer malos libros, incluso ofrecidos por
un clero aparentemente ortodoxo. Hemos visto como a algunos no
les importa ofrecer libros malos –confundidos en el epígrafe de
“distintas sensibilidades”- entre otros buenos, con el pretexto de que
el lector pueda leer para comparar, y que no vea que sólo se le
ofrecen un manjar.
También se suscriben a periódicos y revistas liberales, o a otros
periódicos ambiguos, indefinidos e indecisos.
Asisten a todos los espectáculos, ven cualquier programa de
televisión, desde los frívolos hasta contrarios a la fe y costumbres.
Al hecho de frecuentar los malos espectáculos se les suma el
gusto por vivir de noche, una vida noctámbula y desarreglada, al
“El Liberalismo ideológico y sus consecuencias en lo religioso”
32
margen del horario razonable y natural, y unas costumbres quizás
corrompidas “por arrastre”.
Esta es una posición de personas espiritualmente presumidas,
que por un soberbio criticismo, un exceso de información no
contrastada, y una falta de formación, van perdiendo la fe católica o
sobrenatural.
Critican mucho lo propio con cierto complejo de inferioridad,
creen que lo de otros es siempre mejor que lo propio, reniegan de su
suerte, y arrinconan los mayores tesoros que han recibido y podían
asimilar, sin ejercer el mismo grado de crítica hacia las propuestas
de los enemigos de la Fe católica. Lo peor que son petulantes cuando
van aceptando los argumentos racionalistas y que están de moda, y
se sitúan con cierta superioridad en su conversación con los que
antes eran sus correligionarios.
En la incredulidad no ven un vicio, ni una enfermedad, ni una
ceguera voluntaria de la inteligencia y del corazón. Para ellos la
incredulidad es “un acto lícito de la jurisdicción interna de cada uno,
tan dueño en eso de creer como en lo de no admitir creencia alguna”
(ELP, p. 31).
Tienen horror a la legislación coercitiva ya civil o bien de la
Iglesia, a cualquier influencia y presión moral o física exterior a la
persona que le ponga en prevenga, o finalmente a penalizar las
opciones tomadas.
Creen que lo importante es el número de seguidores en vez de la
calidad de lo seguido y del hecho del seguimiento o compromiso,
ignorando que un grupo reducido de hombres buenos pueden hacer
mucho bien.
Alquilan y ofrecen sus locales para actos que no pueden agradar
a Dios.
Aplauden situaciones corrompidas aunque –añaden- no por la
corrupción misma, o aplauden a personajes que no debieran ser
aplaudidos, lógicamente haciendo mil distingos por su parte,
exhibiendo su dominio al menos aparente de las teorías del mal
menor, de la colaboración formal y material con el mal, del
voluntario indirecto etc.
Creen que los ministros del Altar sólo pueden ser impecables y
nunca liberales, e ignoran la conducta que debe observar el buen
católico ante los ministros de Dios contagiados de liberalismo.
Confunden las relaciones diplomáticas de la Iglesia con los
Gobiernos de hecho, como si dichas relaciones fuesen una
aprobación hacia lo realizado por dichos Gobiernos.
Ignoran que no se puede votar moralmente a cualquier
candidato político.
“El Liberalismo ideológico y sus consecuencias en lo religioso”
6
totalitarismo moderno, o en la teocracia del Islam. La encíclica Quas
Primas (1925) de Pío XI es bien clara al respecto, de manera que el
poder civil puede y debe ser católico y por ello huir de lo que
podríamos llamar totalitarismo para el bien, alejarse de la teocracia
–que nunca hubo salvo un período en la Edad Media-, así como de
un modo de clericalismo liberal y demócrata-cristiano –tendencia
ésta a desaparecer-, sabiendo que hoy día el Liberalismo
teóricamente “neutro” es pre totalitarismo para el mal y que el
clericalismo de los “buenos” es una instrumentalización de las
realidades temporales al servicio de una supuesta libertad de la
Iglesia. Escuchar a los hombres y mujeres de hoy es no pocas veces
como escuchar las afirmaciones de los siglos XVI y XVII, y los
pensamientos y mañas de los racionalistas del llamado siglo de “las
luces” y del siglo XIX.
Los problemas más generales de la actualidad se empezaron a
explicar en obras como –por ejemplo- El problema de Occidente y
los cristianos (1964) de Federico D. Wilhelmsen, La crisis de la
conciencia europea (1680-1715) (1975) y El pensamiento europeo
en el siglo XVIII (1985) analizados por Paul Hazard, las diferentes
ilustraciones del siglo XVIII identificadas por Carlos Corona
Baratech, las aportaciones de Sarrailh sobre España en dicha época,
Para que Él Reine (1961, 1972) de Jean Ousset, el análisis de
Romano Guardini (n. 1885) sobre El ocaso de la Edad Moderna
(1958) en el que destaca la secularización de las conciencias y el
deseo de un poder inmanente y omnímodo para el hombre, las
perspectivas de Comellas García-Llera sobre la paz de Westfalia, las
grandes intuiciones de Hilaire Belloc en 1930 sobre el significado de
Richelieu, la crítica a la obra de Lutero y otros reformadores
protestantes, el pensamiento antropocéntrico del humanismo etc.
En otro orden de cosas, los riesgos de la actualidad en materia
más estrictamente religiosa se anunciaron en la Carta “Testem
Benevolentiae Nostrae” de León XIII sobre el “americanismo”,
dirigida al cardenal James Gibbons y fechada el 22-I-1899; le seguirá
la crítica a los errores modernistas hecha por Pío X en la Pascendi
(1907) como lo hizo el Syllabus (1867) de Pío IX, el
desenmascaramiento al movimiento Le Sillón francés planteada por
Pío X en Notre chargue apostolique (1910) etc. Así, desde entonces
hasta el presente y aunque haya situaciones cambiantes, muchos
juicios sobre temas nucleares y situaciones prudenciales se
mantienen en pleno vigor.
Existen temas profundamente humanos que aparecen y
reaparecen como el Guadiana en la historia. Su solución también es
similar. Por eso, por ejemplo, Pío XII trató en su tiempo cambiante
sobre temas como el amor, el noviazgo, los problemas
“El Liberalismo ideológico y sus consecuencias en lo religioso”
34
Apostolique (1910), condenando el movimiento sillonista, carta que,
aunque ha desaparecido de no pocas colecciones de documentos
pontificios, es de una suma actualidad. Leerla ayuda a comprender
la situación actual. El brillante y esperanzado movimiento católico
Le Sillon, terminó condenado por la Iglesia debido a sus errores
modernistas o liberales. Pero no desapareció sino que sus
afirmaciones y su talante perduran hoy. Es el precedente de la mal
llamada democracia cristiana, esta gran herejía de ámbito social y
uno de los orígenes de la enorme crisis de hoy día. Hablaban de la
triple emancipación del hombre: política, económica e intelectual o
moral; se equivocaban en el concepto de autoridad consentida y
negaban la obediencia, eliminaban toda jerarquía, caían en el
igualitarismo social, separaban la fraternidad de la caridad cristiana
y establecían como principio la tolerancia universal, defendían de
forma exclusivista la democracia política, se negaban a defender la
iglesia atacada, e incurría en el indiferentismo. Así, todo lo
perturbaba y desviaba lastimosamente.
La realidad tiene sus desarrollos lógicos. Después de tanta
dejación para el bien, ha triunfado el silencio de los buenos, el
apagar la luz del celemín, el éxito de lo malo que tanto daño hace, el
arrojo de los malos más que de los pícaros, llevando todo a un
sincretismo sociológico que anuncia el sincretismo doctrinal y una
religión universal o masónica.
Sociológicamente parece haber triunfado el ambiente sincretista
donde todo vale, todo es igual, hay que respetar todo por principio
(los hechos y no las personas), expresión refinada de eso también
refinado que es el agnosticismo, es decir, el relativismo y ateísmo
práctico. Para algunos la buena fe lo justifica todo; sin embargo, el
mal hace daño con independencia de la buena o mala fe con el que se
practica. Da la casualidad que el término sincretismo lo hemos visto
utilizado como término político en 1887, refiriéndose al centro
político (El Tradicionalista, nº 18, 12-XI-1886).
El americanismo o tomar la organización de los EE.UU. como
modelo general o principio, donde había separación Iglesia y Estado,
está en el espíritu de muchos católicos. Ahora bien, la
administración o Gobierno de Obama (2016) ha hecho temblar a los
médicos, enfermeras y centros asistenciales católicos de los EE.UU.,
al intentar imponer medidas contrarias a la vida humana desde su
concepción. Creen que dicha separación es la situación ideal, la
normal conforme a la realidad de las cosas, la que no necesita
conversión de parte alguna. León XIII rechazó este americanismo
en la encíclica Longinqua oceani (1895, nº 5).
“El Liberalismo ideológico y sus consecuencias en lo religioso”
35
Capilla de Ntra. Sra. del Pilar, obra de Ventura Rodríguez a finales del s. XVIII, en el interior de
la Basílica. Santa Misa a la que asistieron los presentes a las XVIIª Jornadas de la Unidad
Católica, A la derecha don José Ignacio Dallo Larequi, Zaragoza, 2-3 de abril, 2016.
Foto:JFG2016
Hoy, podemos incluir un texto publicado en momentos
supremos, cuando altas jerarquías llamadas católica realizan un
acercamiento al luteranismo de una manera que muchos no
entienden.
V CENTENARIO DEL INICIO DEL PROTESTANTISMO
Cardenal Müller: «Los católicos no tenemos
ningún motivo para celebrar el 31 de octubre de 1517»
En el libro «Informe sobre la esperanza. Diálogo con el
cardenal Gerhard Ludwig Müller», publicado por la BAC en España,
el Prefecto de la Congregación para la Doctrina y la Fe asegura que la
Iglesia Católica no tiene motivo alguno para celebrar el V Centenario
del inicio del protestantismo.
29/03/16 7:58 AM | Imprimir | Enviar
(Chiesa/InfoCatólica) El cardenal asegura que
«estrictamente hablando, los católicos no tenemos ningún
motivo para celebrar el 31 de octubre de 1517, es decir, la fecha
que se considera como el inicio de la Reforma que condujo a la
ruptura de la cristiandad occidental».
Y añade:
Si estamos convencidos de que la Revelación se ha
conservado íntegra e inalterada a través de la Escritura y la tradición
en la doctrina de la Fe, en los Sacramentos, en la constitución
jerárquica de la Iglesia por derecho divino, fundada sobre el
“El Liberalismo ideológico y sus consecuencias en lo religioso”
36
sacramento del Orden sagrado, no podemos aceptar que existan
motivos suficientes para separarse de la Iglesia.
El Prefecto de Doctrina de la Fe explica que «los
miembros de las comunidades eclesiales protestantes
consideran este evento desde otra óptica, pues piensan que es
la ocasión adecuada para celebrar el redescubrimiento de la «palabra
pura de Dios», presuntamente desfigurada a través de la historia por
tradiciones meramente humanas. Los Reformadores protestantes
concluyeron hace quinientos años que algunos jerarcas de la Iglesia
no solo eran moralmente corruptos, sino que habían distorsionado el
Evangelio y, en consecuencia, habían bloqueado el camino de
Salvación de los creyentes hacia Jesucristo. Para justificar la
separación, acusaron al Papa, presuntamente la cabeza de
este sistema, de ser el Anticristo».
Ecumenismo
El purpurado aborda la situación actual del ecumenismo
con los protestantes:
¿Cómo progresar hoy con realismo en el diálogo
ecuménico con las comunidades evangélicas? El teólogo Karl-Heinz
Menke está en lo cierto cuando afirma que la relativización de la
verdad y la adopción acrítica de las ideologías modernas
son el principal obstáculo hacia la unidad en la verdad.
Y advierte:
En este sentido, una protestantización de la Iglesia
católica desde un pensamiento secular sin referencia a la
trascendencia no nos puede reconciliar con los
protestantes ni tan siquiera puede permitir un encuentro con el
Misterio de Cristo, pues en Él somos depositarios de una Revelación
sobrenatural a la que todos nos debemos desde la completa
obediencia del intelecto y de la voluntad (cf. «Dei Verbum», 5).
Valor de la Dominus Iesus
El cardenal alemán cree que «los principios católicos del
ecumenismo, tal como fueron propuestos y desarrollados por el
decreto del Concilio Vaticano II, siguen siendo plenamente válidos
(cf. «Unitatis redintegratio», 2-4). Por otra parte, el documento de
la Congregación para la Doctrina de la Fe «Dominus Iesus»,
del Año santo del 2000, incomprendido por muchos e injustamente
rechazado por otros, creo que es, sin ningún género de dudas, la
carta magna contra el relativismo cristológico y
eclesiológico de este momento de tanta confusión».
Una conversa del luteranismo al catolicismo, Bärbel Martens,
ha dejado un extenso testimonio de su conversión titulado: “Sentía
la necesidad interior de decíroslo”. Las cinco amplias páginas del
periódico “Misión Santiago” (VI-VII 2016) finalizan con el
testimonio siguiente:
“La Religión Católica, el mensaje de Cristo, han sido
imbatidos en España hasta ahora, han sido defendidos contra el
“El Liberalismo ideológico y sus consecuencias en lo religioso”
37
mundo islámico y otras influencias, en contra de la Reforma
Protestante de forma oficial, institucional, desde los gobiernos, por
los distintos monarcas de todos los siglos, desde todos los estamentos
del país, y ha podido extenderse desde España al Nuevo Mundo: ¿Por
qué no defendéis este tesoro que tenemos con más convencimiento,
más entusiasmo, más energía, más unión, más entrega, más pureza,
más sentido de responsabilidad, y sobre todo con más intransigencia?
¿Por qué permitís que las cosas de las Iglesias cambien en pro de un
falso ecumenismo, ya que éstas nunca pueden y deben cambiar en su
esencia?: Arrancan directamente de las fuentes, los Evangelios, el
mensaje de Jesucristo. ¿Por qué permitís las dudas, las
componendas, el “descafeinado”, el camino hacia el protestantismo
encubierto en definitiva? ¿Por qué permitís (y es sólo un ejemplo)
que la Iglesia de los Mormones construya su segundo templo más
importante a escala mundial en el centro de España, en Madrid, y os
arrebate almas a raudales con malas artes y confundiendo a la gente?
¿Por qué dudáis, por qué no defendéis a la Iglesia de Cristo con más
vehemencia, con más audacia y más amor? Espero que sepáis
perdonar mi atrevimiento, pero sentía la necesidad interior de
decíroslo”.
3. Síntesis.
ABIERTOS A todas las maravillas por la Gracia de Dios desde la
pequeñez humana, y pidiendo perdón por nuestros tremendos
pecados en este Año de la Misericordia, tenemos entre manos
cuestiones extremas a solucionar.
En lo público, el problema es qué resolver -¿las consecuencias
lógicas de lo establecido o las premisas que las han provocado?-;
cómo hacerlo -¿manteniendo las ocasiones próximas de pecado?-;
en qué ámbitos -¿sólo como Iglesia o también como ciudadanos?;
con qué jefes –¿seguidismo clerical y vaticanismo desacertado
cuando se alíe con la política liberal?; y con qué medios.
Aunque hay aspectos que cambian en el tiempo, las
consecuencias del Liberalismo en materia de religión en el ámbito
privado y social, y en los procedimientos, no han cambiado mucho
durante los s. XIX y XX. La verdadera teología y antropología, los
principios morales universales, la experiencia, y las enseñanzas de
los santos, son tales que iluminan las circunstancias y no al revés.
Al preparar esta exposición había pensado proponer un acertijo.
Y era utilizar las consecuencias religiosas del Liberalismo que me
fueron surgiendo en una controversia mantenida entre Juan Cancio
Mena y Francisco de las Rivas y Velasco en 1886 y 1887, y
preguntarles al final de qué año les parecía que podía ser cada una
de sus afirmaciones. Seguramente me iban a decir que eran de hoy, y
“El Liberalismo ideológico y sus consecuencias en lo religioso”
7
matrimoniales, la mujer moderna, la moda y el pudor, las buenas
compañías, los espectáculos públicos, el heroísmo cotidiano, el
compromiso cristiano, la educación, la televisión, las buenas y malas
lecturas, el cine, el deporte, el apostolado seglar, la teología del
martirio etc. (1). Lo mismo podríamos afirmar de los pontífices
posteriores.
También el ritmo del magisterio pontificio va a la par a los
maestros de espiritualidad antiguos y actuales. Dos sencillos
ejemplos podrían multiplicarse, pues hace algún tiempo un Servicio
de Documentación escribió Cuestiones y Respuestas aclarando
asuntos de actualidad durante la década de los setenta (2), mientras
que, hoy día, los trabajos del P. José María Iraburu en la Fundación
“Gratis Date” y en la Red tienen un gran interés.
La libertad es una consecuencia del bien obrar. La juventud es la esperanza, el futuro de la
sociedad, y desde la niñez hay que enseñar a vincular estrechamente verdad y libertad, justicia y
generosidad, misericordia y perdón, alegría y bien obrar.
“El Liberalismo ideológico y sus consecuencias en lo religioso”
39
el ámbito privado, y en los procedimientos o actuación, no han
cambiado mucho –insisto- en un siglo, y son básicamente similares.
¿Por qué? Porque se parte de la misma antropología filosófica, de la
misma teología, de las mismas virtudes y errores teológicos, de la
misma forma de cómo se desarrolla la vida cotidiana del católico.
Ahí está, por ejemplo, el análisis clásico de Josef Pieper sobre Las
virtudes fundamentales cardinales y teologales (8). Las
circunstancias no sustituyen ni anulan una verdadera teología y
antropología, aunque las formas de 2016 no sean iguales a las de
1886. Y no sustituyen la verdadera moral porque no en vano ahí
están la experiencia en las diferentes circunstancias, las enseñanzas
de los santos, los principios morales, y hasta las Sagradas Escrituras.
El Liberalismo religioso en España se ha presentado, desde
finales de los años setenta, con un ropaje sociológico –la
reconciliación y la caridad- y político –la soberanía nacional o
popular-, siendo real y principalmente un error religioso en el
ámbito individual, social y político. Este es el producto de la ruptura
provocada por el progresismo religioso clerical –muy guay pero con
efectos deleznables- posterior a 1960, y la laicización del Estado con
la pérdida voluntaria del reinado social de Jesucristo en las
instituciones del Estado o poder civil supremo en 1978. Todo ello se
manifestó como RUPTURA religiosa con un falso ropaje
sociopolítico.
En España la Revolución se ha hecho –como siempre aquí-
desde arriba. El proceso descristianizador no se ha dirigido del
hombre hacia la sociedad y la política -como si apostasía de los
Estados fuese fruto de la apostasía previa de las personas- sino al
revés, de la política hacia el hombre. Así fue tras la Constitución de
1876 y tras la Constitución de 1976. Los procesos seguidos tras estas
fechas de distancia centenaria han sido similares, con la única
diferencia de que si tras 1876 los males atentaban contra los
derechos de Dios y de la Iglesia, tras 1976 atentan contra el mismo
hombre.
El proceso ha sido coherente. Primero se vulneró el ámbito más
externo o social y, al final, se ha hollado el yo íntimo del hombre
incluyendo su relación directa con Dios. El descreimiento y apostasía
del Estado ha modelado el ambiente social, y éste -¡qué se creían!-
la intimidad de muchos católicos.
La política y la sociedad cayeron en la autosuficiencia del
hombre y en una falsa reconciliación entre los españoles. Por
imitación, la persona se separó de Dios fruto de su autosuficiencia y
comodidad. Las leyes civiles y los malos colegios de religiosos –aquí
nadie pide perdón pero desaparecen de la sociedad- crearon un mal
ambiente y éste deshizo agrupaciones, familias y personas. Se abrió
“El Liberalismo ideológico y sus consecuencias en lo religioso”
40
las ventanas al mundo para que entrase aire nuevo -¿ha sido puro y
gratificante?- prevaleciendo después los peligros reales.
Es contradictorio que quienes hayan hecho necesaria la
recristianización y nueva evangelización sean ahora quienes la
propongan, aunque muchos de sus responsables ya han muerto.
¡Menuda herencia dejaron! Es contradictorio, incluso que pidan
perdón, por haber admitido las causas de tal ruina: el progresismo
religioso del clero y la apostasía de las instituciones públicas, sobre
todo el Estado español, impulsada por parte de ese mismo clero.
No invertimos lo real, ni ponemos las estructuras por encima
del hombre, como si éste estuviese al servicio de ellas y no al revés.
Reconquistar el corazón de cada hombre para el Señor es el paso
necesario para reconquistar la Unidad Católica. Sí, el hombre es
anterior al Estado, pero muchas veces la corrupción y tentación han
llegado al hombre desde fuera de aquel, azuzadas por importantes
grupos de presión con nombre y apellidos –aquí está el problema-,
retrayéndose el Estado de proteger al ciudadano y al fiel, e incluso
generando éste tales males. Por esto la crisis ha sido tan colosal y
rápida, y la corrupción y descristianización tan galopantes.
Mezclarse con la gente para llevarlos a Cristo, e iluminar la debilidad
e ignorancia de muchos, no debe suponer un peligro grave para el
apóstol.
Ofreceremos nuestro trabajo a la nueva evangelización pero
siguiendo a los buenos pastores y sin refugiarnos en la sacristía. Sin
dividir al hombre en dos, haremos Iglesia y, en paralelo, sociedad y
política, e intentaremos que el poder civil se comporte
cristianamente dentro de lo que la Fe tolera, permite o exige en cada
circunstancia. Y España, a pesar de los pesares, sigue en tesis
católica, aunque menos que antes: si no, adviertan Vds. las fiestas de
Navidad y la celebración de la Epifanía de los Reyes Magos, la
Semana Santa y Pascua en multitud de lugares de España, así como
la piedad popular en las fiestas patronales etc. Lo que ocurre en
España es un abismo entre la España real y la oficial, como a
comienzos del siglo XX, y que los políticos no expresen los
contenidos de la sociedad, espontáneos, en la verdad de la vida
cotidiana, sin intervenciones externas, artificiales y ocasionales.
No confundimos Iglesia y Estado; eso lo hacen los laicos y
clérigos católico-liberales. Ellos apoyan y sirven –si cada vez más
llorosos, allá ellos- a esta democracia falsa y engañosa,
partitocrática, contraria a Dios y que lógicamente se ha convertido
en inhumana. Tampoco llamamos unión verdadera cuando ésta se
basada en la autosuficiencia individual o mayoritaria, y el
sincretismo de creencias divergentes en cuestiones esenciales. Esto
“El Liberalismo ideológico y sus consecuencias en lo religioso”
41
no es unidad, ni da paz, ni da gloria a Dios, y sí perjudica una
restauración social y política.
Hay mucha confusión con la virtud de la prudencia. Unos la
invocan y en realidad son temerarios y discurren fuera de la
realidad, y otros llegan a ser claudicantes a fuerza de oportunos –
oportunistas- e ironizan sobre el “no buscar el martirio”. Cierto, hay
que ser prudentes, pero con la dirección y modos adecuados. Como
la prudencia es la virtud que tiene en cuenta las circunstancias, sus
consideraciones no pueden desgajarse de todo el árbol de la vida; es
decir, no es suficiente tener en cuenta los criterios barajados por
instituciones de una finalidad exclusivamente religiosa y a imitación
de la jerarquía eclesiástica. Para algunos su vida es únicamente el
apostolado religioso. Se entregan a ella de por vida con miles de
personas, multiplicando esfuerzos y compromisos como la
Compañía de Jesús antaño. Por eso –pensarán-, para mantener las
obras de apostolado están dispuestos a prescindir de todo lo
temporal y materias puramente civiles aunque las obras apostólicas
vivan en el tiempo y de él; están dispuestos a no tener Patria aunque
las obras apostólicas se desenvuelvan en Patrias; a silenciar parte del
mensaje no tan necesario para mantener lo que sea más necesario,
considerando como núcleo apostólico el apostolado de confidencia; a
armonizarse a nuestra sociedad y política absolutamente decadentes
y hasta corruptas, aunque se mezcle sin necesidad el trigo y la cizaña
y los malos políticos y hasta la política fagocite la sociedad que se
quiere salvar. Si los objetivos de una asociación apostólica
totalmente arraigada en la sociedad coinciden con los de la jerarquía
eclesiástica, sin embargo, aquella tiene autonomía en el ámbito de la
decisión ya que se debe a sí misma, mientras que la jerarquía tiene
una mayor y más delicada responsabilidad porque se debe a todos
los cristianos. Dicha asociación deberá ser vigilante para no utilizar
a la sociedad donde se enraíza ni la Patria donde se desarrolla,
trabajar social y –de forma indirecta- políticamente porque no se le
obligue a silenciar el mensaje apostólico, a que se multiplique la
cizaña de modo que ahogue al trigo, o bien entregarse ambiental e
indirectamente a una política equivocada.
Los católicos de vanguardia no deben dejarse utilizar para una
Reconquista parcial y sesgada. Cuando los fieles y ciudadanos se
alarman ante el avance de la revolución laicista, socialista y neo
comunista, ¿actuar como cipayos de la gente de orden y temerosa?
¿O decir?: “Mantengamos nuestra unidad (…) (y cuando) vuelvan
sus espantados ojos hacia nosotros, les diremos con la conciencia
tranquila: Es obra vuestra, sois la causa de ello, no queremos
aliarnos con vosotros para remediarla, queremos salvar á España, no
vuestras riquezas” (El Tradicionalista, nº 2, 23-X-1886). Dicho de
“El Liberalismo ideológico y sus consecuencias en lo religioso”
42
otra manera, no les va a salir “gratis” nuestra aportación en lo social
y político, que es –añadimos- el Reinado social de Jesucristo.
El grupo de jornadistas que resistió hasta el final sin necesidades de viaje.
Salón de Conferencias de las nazarenas. 3-IV-2016. Foto:JFG2016
Las imágenes recogidas a continuación están tomadas del Archivo de
la Hermandad de Caballeros Voluntarios de la Cruz, Pamplona (Navarra)
“El Liberalismo ideológico y sus consecuencias en lo religioso”
43
“El Liberalismo ideológico y sus consecuencias en lo religioso”
44
Apéndice histórico.
1) Magisterio de Juan Pablo II a los jóvenes.
L PONTÍFICE de origen polaco, aclaró con insistencia las
distorsiones y errores de nuestro tiempo, herencia de la
Ilustración en su versión anticristiana del siglo XVIII: las
confusiones sobre qué es la libertad, sobre la relación entre razón y
fe, qué es la felicidad, la relación entre criador y criatura, cómo Dios
no es una amenaza contra la libertad del hombre sino que la
permite, la quiere, la hace posible y le da cumplimiento,
sobreelevando además al hombre al plano sobrenatural, la relación
entre verdad y libertad, qué es el progreso humano, la humanización
de las realidades temporales, las relaciones entre lo natural y
sobrenatural, entre libertad y Gracia, entre Iglesia y Estado, la
relación entre reformismo y tradición etc. temas todos ellos
distorsionados y entendidos erróneamente por el racionalismo y la
secularización, por el Liberalismo en todos sus grados.
Estos fragmentos pueden ser ampliados en numerosas
enseñanzas de Juan Pablo II que abordan los temas de la ciencia, la
libertad, la entrega al hombre de la naturaleza como depósito, la vía
de las criaturas para llegar al criador, la relación entre la fe, ciencia y
cultura, los males que conlleva cosificar al hombre, el verdadero
progreso, y la defensa de la persona, la familia e instituciones
sociales.
Los fragmentos escogidos a continuación proceden del libro
Juan Pablo II a los jóvenes (9).
“En tiempos pasados los defensores de la ciencia moderna lucharon contra
la Iglesia con el siguiente lema: razón, libertad y progreso. Hoy, ante la crisis del
sentido de la ciencia, ante las múltiples amenazas para su libertad y ante las
dudas que el progreso suscita, los frentes de la lucha se han cambiado. Hoy es la
Iglesia la que entra en batalla.
- Por la razón y la ciencia, a quien ésta ha de considerar con capacidad para
la verdad, capacidad que la legítima como acto humano.
- Por la libertad de la ciencia, mediante la cual la ciencia misma adquiere
su dignidad como bien humano y personal.
E
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XXVIIª Jornadas Unidad Católica

  • 2. “El Liberalismo ideológico y sus consecuencias en lo religioso” 2 Acueducto neoclásico de Noáin, de Ventura Rodríguez. No hay acueducto sin arco, ni época sin antecedente y consecuente. Foto:JFG2016 Autor: José Fermín Garralda Arizcun Título: “El Liberalismo ideológico y sus consecuencias en lo religioso” XXVIIª Jornadas de la Unidad Católica Pamplona, 7 de julio de 2016 C/ Arrieta nº 2 31002 Pamplona – Navarra - España rargonz@gmail.com Colección: Bemba nº 5 historiadenavarraacuba.blogspot.com Sitio Web de José Fermín de Musquilda * Queda prohibida la reproducción total o parcial de este trabajo y de sus imágenes sin permiso del autor. Hay derechos de autor.
  • 3. “El Liberalismo ideológico y sus consecuencias en lo religioso” 3 El Liberalismo ideológico y sus consecuencias en lo religioso. XXVIIª Jornadas de la Unidad Católica Al Sr. D. Alberto Ruiz de Galarreta, de quien tanto hemos aprendido. Mantiene y sigue, inasequible al desaliento y sin desfallecer, los principios y práctica católica en medio de las inquietudes de los siglos XX y XXI, y continúa los ideales y prácticas fundamentales de nuestra tradición católica y española. Con admiración. José Fermín Garralda Arizcun XXVIIª Jornadas de la “Unidad Católica” Zaragoza, 2 y 3 de abril de 2016 7 de Julio de 2016 ÍNDICE: Introducción. Nuestras inquietudes. PARTE I: Recordatorio básico sobre el Liberalismo en sus principios y actuación: Qué es el liberalismo. Los grados de liberalismo. El liberalismo católico. El liberalismo práctico. PARTE II: Situaciones prácticas que expresan, conllevan y multiplican los errores liberales: Efecto multiplicador. Consecuencias que con causas, causas que son consecuencias. Conclusiones. Apéndice histórico. 1) Magisterio de Juan Pablo II a los jóvenes. 2) La esencia del liberalismo: la independencia del hombre respecto de Dios como autoridad, justificación y fundamento. 3) Procedimientos fundamentales de política según el catolicismo liberal y los liberales resabiados. 2.1.) En relación con las posibilidades políticas y límites del católico. 2.2) En relación con los propósitos y estrategia política del momento.
  • 4. “El Liberalismo ideológico y sus consecuencias en lo religioso” 4 Introducción. Nuestras inquietudes. OY COMO AYER, existen diversas razones que explican la actual crisis mundial en las sociedades, instituciones y las comunidades políticas, así como la crisis en las familias –Iglesia doméstica- y la propia Iglesia católica. Trataremos sobre algunas cuestiones al respecto, concretamente a las relativas a cómo vivir la religión católica. La práctica de la moral natural y la religión en la vida fue controvertida por muchos, imbuidos del Liberalismo ayer y, hoy, del llamado progresismo religioso que ha dejado tras sí un reguero de mundanismo, secularización e inmoralidad. Reconocemos que las circunstancias cambian demostrando el transcurso del tiempo, y que no es lo mismo un siglo o largo período que otro. Pongamos un ejemplo como fácil recurso. Hacia los años cincuenta del siglo pasado hubo grandes discusiones sobre la licitud o no del “baile agarrado” entre las gentes de nuestros reservados valles y pueblos, lo que en nuestros días es discusión sobre otras cuestiones relativas a una insolente promiscuidad y que se salen de las cuestiones opinables. Lo cierto es que, además de las valoraciones culturales, lo que es la psicología y naturaleza humana tienen sus límites y exigencias con independencia del siglo en el que se vive. Por mucho que las culturas cambien –la historia refleja este hecho-, las buenas costumbres, la prudencia y las exigencias de la naturaleza humana reclaman sus derechos. Los organizadores de estas XXVIIª “Jornadas de la Unidad Católica” han tenido la gentileza de limitar el contenido de la presente exposición. He de agradecerles que hayan encargado otras cuestiones a otros ponentes, tal como analizar las repercusiones del Liberalismo en los tres ámbitos siguientes: en el ámbito del pensamiento por lo que respecta a la Iglesia española actual, en el campo moral en unos tiempos in crescendo amorales hasta llegar a situaciones espasmódicas, y, por último, en la actualidad política española. H
  • 5. “El Liberalismo ideológico y sus consecuencias en lo religioso” 5 Por nuestra parte, intentaremos analizar adecuadamente las consecuencias del Liberalismo en el ámbito estrictamente religioso, con exclusión –decimos- de la moral, del pensamiento y la política actuales, aunque en realidad todo ello se encuentre interrelacionado. Digamos que dicho Liberalismo ideológico no es de hoy, sino que hunde sus raíces en el siglo XIX y antes, fruto del naturalismo y el racionalismo secularizador. Me referiré a las lamentables consecuencias del Liberalismo en materia de religión en el ámbito o núcleo del yo personal, esto es, en sí mismo, en su entorno familiar, y en la vida eclesial y social. Para ello recordaremos las enseñanzas de siempre sobre algunos aspectos de cómo vivir la moral y la religión revelada en Verdad. También explicaré, en los apéndices, qué es el Liberalismo en materia religiosa, su proyección en la cultura actual, y los procedimientos nucleares de actuación pública derivados del propio sentido de la fe –el denominado sensus fidei-. Tales apéndices recogen varias perspectivas, que hemos visto reflejadas en nuestros días. En primer lugar, nuestros apéndices insertan un pedagógico texto clásico del siglo XIX, totalmente vigente hoy, sobre qué es el Liberalismo ideológico en el estricto ámbito de la religión, aunque también pudiéramos aportar los escritos de San Ezequiel Moreno y Díaz (obispo de Pasto, Colombia) que identifican las diferentes tentaciones que nos acercan al Liberalismo. En el segundo apéndice, se mencionan las perspectivas pastorales de Juan Pablo II a los jóvenes, insertas en la crisis de la actualidad, pastoral ésta que se conecta maravillosamente con la crítica a la Ilustración anticristiana, en cuanto racionalista y secularizadora, del siglo XVIII. En tercer lugar, nos hacemos eco de las prácticas sociopolíticas originadas en el siglo XIX y extendidas hasta el día de hoy. Cambian los agentes aunque el marco y contenidos son similares. Aunque los perfiles actuales sean diferentes a los ya conocidos de los siglos XVIII y XIX, hoy día se mantienen en lo esencial, pues la situación actual es en buena parte resultado del transcurso de un largo período de siglos en la historia de Europa. Sobre esto, los temas son recurrentes. Por ejemplo, recogemos que, sin venir a cuento toda vez que no hay motivos al respecto ante la inexistencia de Estados confesionales católicos, la más alta jerarquía de la Iglesia dijo este año que la Iglesia católica no era partidaria de la confesionalidad de los Estados. Lo que no decía es qué se entiende por Estado, si la comunidad política con los poderes civiles supremos –que ciertamente debe dar culto a Dios y dirigir hacia Él la legislación y preocupación por la ciudad-, o bien el estatismo actual versus pre
  • 6. “El Liberalismo ideológico y sus consecuencias en lo religioso” 6 totalitarismo moderno, o en la teocracia del Islam. La encíclica Quas Primas (1925) de Pío XI es bien clara al respecto, de manera que el poder civil puede y debe ser católico y por ello huir de lo que podríamos llamar totalitarismo para el bien, alejarse de la teocracia –que nunca hubo salvo un período en la Edad Media-, así como de un modo de clericalismo liberal y demócrata-cristiano –tendencia ésta a desaparecer-, sabiendo que hoy día el Liberalismo teóricamente “neutro” es pre totalitarismo para el mal y que el clericalismo de los “buenos” es una instrumentalización de las realidades temporales al servicio de una supuesta libertad de la Iglesia. Escuchar a los hombres y mujeres de hoy es no pocas veces como escuchar las afirmaciones de los siglos XVI y XVII, y los pensamientos y mañas de los racionalistas del llamado siglo de “las luces” y del siglo XIX. Los problemas más generales de la actualidad se empezaron a explicar en obras como –por ejemplo- El problema de Occidente y los cristianos (1964) de Federico D. Wilhelmsen, La crisis de la conciencia europea (1680-1715) (1975) y El pensamiento europeo en el siglo XVIII (1985) analizados por Paul Hazard, las diferentes ilustraciones del siglo XVIII identificadas por Carlos Corona Baratech, las aportaciones de Sarrailh sobre España en dicha época, Para que Él Reine (1961, 1972) de Jean Ousset, el análisis de Romano Guardini (n. 1885) sobre El ocaso de la Edad Moderna (1958) en el que destaca la secularización de las conciencias y el deseo de un poder inmanente y omnímodo para el hombre, las perspectivas de Comellas García-Llera sobre la paz de Westfalia, las grandes intuiciones de Hilaire Belloc en 1930 sobre el significado de Richelieu, la crítica a la obra de Lutero y otros reformadores protestantes, el pensamiento antropocéntrico del humanismo etc. En otro orden de cosas, los riesgos de la actualidad en materia más estrictamente religiosa se anunciaron en la Carta “Testem Benevolentiae Nostrae” de León XIII sobre el “americanismo”, dirigida al cardenal James Gibbons y fechada el 22-I-1899; le seguirá la crítica a los errores modernistas hecha por Pío X en la Pascendi (1907) como lo hizo el Syllabus (1867) de Pío IX, el desenmascaramiento al movimiento Le Sillón francés planteada por Pío X en Notre chargue apostolique (1910) etc. Así, desde entonces hasta el presente y aunque haya situaciones cambiantes, muchos juicios sobre temas nucleares y situaciones prudenciales se mantienen en pleno vigor. Existen temas profundamente humanos que aparecen y reaparecen como el Guadiana en la historia. Su solución también es similar. Por eso, por ejemplo, Pío XII trató en su tiempo cambiante sobre temas como el amor, el noviazgo, los problemas
  • 7. “El Liberalismo ideológico y sus consecuencias en lo religioso” 7 matrimoniales, la mujer moderna, la moda y el pudor, las buenas compañías, los espectáculos públicos, el heroísmo cotidiano, el compromiso cristiano, la educación, la televisión, las buenas y malas lecturas, el cine, el deporte, el apostolado seglar, la teología del martirio etc. (1). Lo mismo podríamos afirmar de los pontífices posteriores. También el ritmo del magisterio pontificio va a la par a los maestros de espiritualidad antiguos y actuales. Dos sencillos ejemplos podrían multiplicarse, pues hace algún tiempo un Servicio de Documentación escribió Cuestiones y Respuestas aclarando asuntos de actualidad durante la década de los setenta (2), mientras que, hoy día, los trabajos del P. José María Iraburu en la Fundación “Gratis Date” y en la Red tienen un gran interés. La libertad es una consecuencia del bien obrar. La juventud es la esperanza, el futuro de la sociedad, y desde la niñez hay que enseñar a vincular estrechamente verdad y libertad, justicia y generosidad, misericordia y perdón, alegría y bien obrar.
  • 8. “El Liberalismo ideológico y sus consecuencias en lo religioso” 8 PARTE I: Recordatorio básico sobre el Liberalismo en sus principios y actuación. L PRINCIPAL problema de hoy es de principios y también práctico, concretamente sobre la gracia divina (3), y respecto a cómo mantenernos en Gracia y amistad con Dios en las diversas situaciones de la vida y cuando llega el infortunio más hondo y vital. Por ejemplo, cuando una la de las partes del matrimonio descubre que no es objeto del amor de la otra, a pesar de décadas de abnegada y sacrificada convivencia, cuando la enfermedad mental entró por medio. Por muchos motivos, ni la ética de situación ni los hechos consumados con una supuesta buena fe, pueden ser solución a las dificultades. Sobre esto enseñaron Juan Pablo II y Benedicto XVI, sin establecer novedades que separan la ortopraxis de la ortodoxia. La Gracia divina todo lo puede y de ello dan fe no pocos matrimonios en sus graves dificultades. En el ámbito de la actuación, todo esto es un problema brutalmente práctico. Aportando razones, sí, pero el problema actual, como en tiempos del ilustre publicista don Félix Sardá y Salvany (el término brutalmente es suyo), se ha de resolver con obras. Y obras de largo y amplio alcance. Hagamos un recordatorio, necesario para el núcleo de nuestra exposición, relativo a qué es la ideología del Liberalismo. Seguiremos el magisterio tradicional de la Iglesia y el sensus fidei de las generaciones anteriores al caos de la revolución cultural maoísta de 1968, y observamos la validez plena de las enseñanzas de Sardá y Salvany en su opúsculo El Liberalismo es pecado de 1884. Reconocemos que las circunstancias de entonces no son las de 2016, pero el núcleo fundamental es invariable, pues si en 1884 se hacía hincapié en preservarse del mal, hoy, que se insiste en la vocación apostólica de todo laico, también hay que poner los medios humanos para que la sal no pierda su sabor, para protegerse, y para vivir entregadamente en comunidad cristiana, cuidar las lecturas y amistades etc. como antídoto a la corrupción del entorno. E
  • 9. “El Liberalismo ideológico y sus consecuencias en lo religioso” 9 Para aligerar la atención del lector, omitiremos la abundante bibliografía que existe tanto en el ámbito filosófico-teológico como divulgativo. También hoy es tiempo de buenas sorpresas. Por ejemplo, hemos advertido que cuando Juan Pablo II hablaba a los jóvenes, hacía numerosas referencias al racionalismo de la ilustración ideológica anticristiana de finales del siglo XVIII. ¡Qué paradoja, ser tan actual y referirse como origen de los males de hoy a épocas tan antiguas! ¡Como para avergonzarse que llamen antiguos a los católicos y bobadas como esas! De ahí que el magisterio de este papa santo figure en los apéndices de este texto. Esto es así, por lo mismo que –por ejemplo- Ludwig von Mises (1881-1973), padre de la capitalista Escuela Austríaca de Economía, y de la liberal Mont Pelerín Society (declaración de principios en 1947), creía que no podía construirse una moral social adaptada a las necesidades de la vida terrena sobre las palabras del Evangelio. Pues bien, ya hemos visto a qué se ha llegado en 2016. Claro es que el tal Ludwig von Mises es judío de religión y consideraba al Liberalismo como el producto de las luces y del racionalismo, que asestó un golpe mortal –eso creía- a la Iglesia. La razón habría vuelto a los hombres al mundo y a la vida, despertando fuerzas que los conducen muy lejos del indolente tradicionalismo sobre el que reposaba la Iglesia católica y sus enseñanzas. Habría que ver qué dice la Antigua Alianza sobre esto, mientras que ya vemos –repito- cómo está la sociedad occidental. Desde un parámetro racionalista que ya de entrada se limita a sí mismo, sería impresionante cuánto se puede lograr si no se tiene en cuenta el resultado. (Algo dijo Harry Truman –el que dispuso lanzar las dos bombas atómicas- sobre esto). Este iluminismo racionalista es fácil que atraiga a espíritus que, a pesar de sus inseguridades personales, quieren afirmarse en sus fuerzas naturales, como si la religión negase o impidiese tal afirmación personal. Nada más contrario a ello. Sí; esa tentación es tan vieja como la del Paraíso. 1. Qué es el Liberalismo PRESENTEMOS un recuerda que sitúe el núcleo de esta exposición. El Liberalismo es una ideología, es un sentimiento e incluye hasta sensaciones y situaciones espirituales. Se le puede llamar una ideología de la presunción, porque implica un espíritu presumido y fatuo espiritualmente. Cree que el hombre no está herido por el pecado original, considera que el hombre es la medida de todas las cosas -fruto del libre examen y de
  • 10. “El Liberalismo ideológico y sus consecuencias en lo religioso” 10 un nuevo paganismo-, y afirma extrañamente que no es sociable por naturaleza. Si algún liberal en concreto no lo considerase así, seguramente podría afirmar –aún contra toda lógica- que el poder civil debe actuar como si el hombre fuese un buen salvaje y pudiese vivir aislado como un Robinson Crusoe. El Liberalismo es una ideología racionalista y pelagiana porque aplica el libre examen a todas las cuestiones, hasta caer en el fideísmo (sólo la Fe prescindiendo de la razón) o el nihilismo fruto del agnosticismo, el relativismo, el indiferentismo, el naturalismo, y la secularización. Demasiados “-ismos” en una vida bien ordenada. El Liberalismo es una ideología de despacho pero también de costumbres, en su caso viciadas de raíz. Halaga en falso al hombre cuando le propone una radical autonomía hacia su creador, y estimula un permanente espíritu de crítica. Es una ideología práctica porque, en los hechos sociales, elimina el reinado social de Jesucristo, del Dios encarnado y redentor, y así como la elevación de la naturaleza humana al plano sobrenatural y hasta la redención. Esta eliminación conduce, en la práctica, a la corrupción de la misma naturaleza creada. Eliminar a Cristo es eliminar al propio hombre. Así, ante la debilidad radical del hombre, la Redención de Ntro. Sr. Jesucristo, que podía haberse realizado de muchas maneras, era necesaria. El Liberalismo aparenta ser optimista para el hombre y la sociedad, pero ha causado grandes males durante 200 años hasta la actualidad, con el camino al vacío existencial y el hundimiento de un mundo que quiere afirmarse sin Dios y hasta sin alma, pero al que Le busca a oscuras entre dolorosos espasmos. Nuestro mundo paradójico y contradictorio es el del triunfo de la ciencia y la técnica, de la medicina nuclear y la alta tecnología, pero, al prescindir de Dios, se ha vuelto contra el hombre. Algún americano falsamente indigenista plantea hoy día adorar la tierra (Gea, Cibeles…), mientras en Occidente se destruye al hombre mediante el aborto, la manipulación de embriones, el terrorismo, el Estado Islámico… Sí, hablamos del hombre, de cada hombre en concreto, que es la criatura más maravillosa de Dios, para quien creó un Paraíso y, tras la caída, luego le ofrece la Redención. El idealismo filosófico de izquierdas –háblese del socialismo utópico y proletario, del marxismo o socialismo científico, y del anarquismo, con todas las combinaciones posibles como el caso del anarco-comunismo-, o bien el idealismo de derechas –háblese del nazismo y fascismo…-, así como el actual Nuevo Orden Mundial, son hijuelos del Liberalismo pues le llevan en sus entrañas. El Liberalismo afecta a todos los ámbitos de la vida porque supone una antropología, en realidad invertida hasta convertirse en
  • 11. “El Liberalismo ideológico y sus consecuencias en lo religioso” 11 anti-teodicea. De todos dichos ámbitos, el más importante es el religioso, que asume y debiera iluminar todo. Pues bien, en materia religiosa, el Liberalismo es un gran error y, en su primer grado, es una herejía para un católico. Como tiene sus consecuencias –y pésimas- en todos los ámbitos, en realidad afecta a los principios, la moral y la política. Si identificamos brevemente el Liberalismo, éste proclama –o actúa como si se proclamase- al hombre autosuficiente, como si fuese origen de sí mismo. El hombre se haría a sí mismo con sus capacidades solas, tentación en la que cae al advertir la indudable maravilla de las potencias humanas. Termina así como la historia de Narciso. El hombre liberal se considera el centro y origen de sí mismo, anhela sentirse radicalmente “libre” y dueño de sí, y, por lo que respecta a la libertad, confunde lamentablemente dos planos distintos: la percepción intelectual o teoría del conocimiento (gnoseología) y la realidad de las cosas (ontología). Los liberales tienden a creer que cuando el hombre conoce algo se hace creador de la cosa conocida: puro idealismo kantiano, torpe krausismo de ayer y seguramente que orgullo de hoy como en otros tiempos. Analicemos el inmanentismo, que es la actitud más propia del pensamiento del s. XVI al XX, y que lleva consigo la negación de la verdad como adecuación a la realidad. El inmanentismo conlleva varios errores, pues reduce el ser del hombre a ser conciencia de sí, o bien reduce el ser a la conciencia y a las ideas del pensamiento, ignorando que sean distintos el ser real y la esencia pensada. El inmanentismo es esencialista ignorando la existencia de otros seres o “yo”. Afirma que lo primero conocido es el “yo pienso” lo que implica una evidente sofisticación. Ignora que el hombre no es la autoconciencia absoluta del yo y de todos los estados subjetivos de la conciencia humana. También ignora que el pensamiento tiene límites y que la voluntad debe aceptar las primeras evidencias, siendo inútil la duda sistemática universal por ser un camino cerrado para alcanzar la verdad del ser. Por último, el inmanentismo subordina el entendimiento a la voluntad al establecer como criterio de certeza la posibilidad de dudas –acto de voluntad- en vez de la verdad. Pasemos a otro tema complementario. Una cosa es la facultad del conocimiento en sí misma, otra la verdad-adecuación, y otra la verdad ontológica que se establece en relación a la ciencia divina. Explayemos algo la verdad-adecuación -ajena al inmanentismo- que es propiamente humana. La verdad-adecuación reconoce que el conocimiento no es resultado de una sola facultad, sino la suma de de la información sensible, la aplicación de los primeros principios de la inteligencia, y la acumulación de la experiencia vivida por el
  • 12. “El Liberalismo ideológico y sus consecuencias en lo religioso” 12 sujeto que realiza la vivencia. Así, la semejanza entre el objeto conocido y la realidad es progresiva, la imagen representativa es inmaterial e intencional, y la adecuación o semejanza entre el pensamiento y la realidad es limitada, admite correcciones y es perfectible. Por su parte, la verdad ontológica es la verdad absoluta de los seres creados que imitan los modelos divinos; reside en Dios y se identifica con la verdad divina. El subjetivismo sería un exceso en el reconocimiento de la limitación del ejercicio de la facultad del conocimiento La autosuficiencia del hombre liberal es contradictoria porque lo es el relativismo y el escepticismo, así como es el inmanentismo; en efecto, si los dos primeros son inviables, el inmanentismo cae solo porque si sólo hay pensamiento no puede haber adecuación del mismo con una realidad que no existe. La autosuficiencia del hombre calificado de liberal es un imposible práctico y un mal moral raíz y, como tal, vulnera todos los ámbitos a la vez, debido a la coherencia personal: no hay esfera privada sin esfera social y pública, no hay esfera relativa a la Fe sin moral, no hay doctrina sin práctica etc. Establezcamos una cadena de sucesión cuyos eslabones expresan los ámbitos en los que se manifiesta el ser humano, desde el más lejano hasta el más íntimo. Establezcamos a modo de una gran escalera con peldaños que fácilmente y por inercia se recorren hacia abajo. Detengamos la atención en el ámbito social. Esta fue la sucesión de eslabones de la cadena y de alturas que configuran la escalera: primero se deshizo el ámbito de la política. A la vez y a continuación se deshizo la sociedad. A la vez y sucesivamente el mal se aproximó a la persona concreta, desdibujando y hasta corrompiendo la familia y el matrimonio para, al fin, morder con fuerza –y no soltar- la intimidad de la persona. Con esto último se vulneró y hasta se deshicieron las buenas costumbres personales, su humanidad y hasta su fe católica, de forma distinta según cada plano pero simultáneamente a todos ellos, por lo mismo que el todo influye en las partes y las partes se influyen mutuamente y también en el todo. El mismo error se expande cada vez a más ámbitos como una enorme mancha de aceite, aunque en realidad el error vulnera todos ellos a la vez en diferentes grados y perspectivas. Cuando se quiebra el reinado social de Jesucristo algo hay en lo más íntimo de la persona que se quiebra también. Primero se asistió a la aparición de unos poderes civiles en proceso de secularización, y luego a los Estados agnósticos y ateos prácticos. Simultáneamente y como labor propia de zapa, los Estados –el estatismo- han ido convirtiendo la sociedad directa o
  • 13. “El Liberalismo ideológico y sus consecuencias en lo religioso” 13 indirectamente en una sociedad agnóstica y atea, pasando lógicamente desde una incipiente e imposible apariencia de “neutralidad” –la llamada tolerancia universal por el intolerante Voltaire- a la intervención descarada versus manipulación, por ejemplo en la educación de la juventud. Al final del proceso se ha logrado disminuir en millones el número de los creyentes en Cristo. Esto ocurrió con la primera Revolución francesa (Jean Ousset, Jean de Viguerie…) y ha ocurrido en España desde la transición/ruptura de 1978. Alarmados por estas fatales consecuencias, algunos obispos católicos pudieran tener la tentación de dirigirse a quienes como el hijo pródigo se alejan de la Casa del padre, pero abandonando ellos mismos la propia Casa paterna en un sincretismo falsamente religioso. Más de una vez hemos pensado qué significa que el Padre, en la parábola del hijo pródigo, no salga de su casa a buscar al hijo, y es que esa aparente quietud del padre en la parábola significa que el pródigo debe “volver” arrepentido de donde salió. Significa que el hijo tiene un “lugar” espiritual y con palabras de verdad en su existencia. El hijo goza de una realidad sustentante que no se la ha dado a sí mismo, le es regalado un “puesto” al lado del padre, siendo configurando espiritualmente -como la corporeidad de Eva del costado de Adán- del seno del Padre. El mismo Padre es la Casa del hijo. Y en Él, el hijo descubre a sus hermanos, aspecto éste que no lo entendió el hijo que se quejaba porque al padre agasajó al hijo perdido que había vuelto a su regazo. Esto último no lo admite el Liberalismo. En efecto, considera torpemente que Dios es un adversario del que hay que protegerse, una limitación contra la que hay que prevenirse y hasta rebelarse. Este engaño, de proporciones colosales, se ha hecho cultura (anticultura) en el hombre Occidental de comienzos del s. XXI, y fue desvelado por León XIII en Libertas praestantissimum (1888). Semejante trampa no cabía en las mentalidades cristianas anteriores al Liberalismo, embebidas no sólo de la libertad creadora de Dios sino sobre todo de su Amor redentor y asumidas en las realidades de la vida. Bien conocían todos el libre albedrío del hombre y que la libertad está para ser ejercida. El Dios que crea libremente, ¿cómo va a crear esclavos? El Dios que actúa en el hombre, ¿cómo va a contraponer obligación y libertad en la creatura? El Dios que se encarna por exceso de Amor y redime libremente y además con el escándalo de la Cruz, ¿cómo va a exigir amor si éste no es libre? La relación entre gracia y naturaleza ya fue considerada en profundidad por los clásicos españoles del siglo XVI y definida dogmáticamente en el Concilio de Trento. Creemos que la pastoral de Juan Pablo II se encaminó a mostrar que el hombre no debe concebir a Dios como un límite a su
  • 14. “El Liberalismo ideológico y sus consecuencias en lo religioso” 3 El Liberalismo ideológico y sus consecuencias en lo religioso. XXVIIª Jornadas de la Unidad Católica Al Sr. D. Alberto Ruiz de Galarreta, de quien tanto hemos aprendido. Mantiene y sigue, inasequible al desaliento y sin desfallecer, los principios y práctica católica en medio de las inquietudes de los siglos XX y XXI, y continúa los ideales y prácticas fundamentales de nuestra tradición católica y española. Con admiración. José Fermín Garralda Arizcun XXVIIª Jornadas de la “Unidad Católica” Zaragoza, 2 y 3 de abril de 2016 7 de Julio de 2016 ÍNDICE: Introducción. Nuestras inquietudes. PARTE I: Recordatorio básico sobre el Liberalismo en sus principios y actuación: Qué es el liberalismo. Los grados de liberalismo. El liberalismo católico. El liberalismo práctico. PARTE II: Situaciones prácticas que expresan, conllevan y multiplican los errores liberales: Efecto multiplicador. Consecuencias que con causas, causas que son consecuencias. Conclusiones. Apéndice histórico. 1) Magisterio de Juan Pablo II a los jóvenes. 2) La esencia del liberalismo: la independencia del hombre respecto de Dios como autoridad, justificación y fundamento. 3) Procedimientos fundamentales de política según el catolicismo liberal y los liberales resabiados. 2.1.) En relación con las posibilidades políticas y límites del católico. 2.2) En relación con los propósitos y estrategia política del momento.
  • 15. “El Liberalismo ideológico y sus consecuencias en lo religioso” 15 una gran diversidad de grados. Es uno pero se expresa de muchas maneras. El más radical sería un Liberalismo de corte masónico. Los principios del Liberalismo ya los sabe el lector. Sintetizados por Sardá y Salvany, son los siguientes: “(…) la absoluta soberanía del individuo con entera independencia de Dios y de su autoridad; soberanía de la sociedad con absoluta independencia de lo que no nazca de ella misma; soberanía nacional, es decir, el derecho del pueblo para legislar y gobernar con absoluta independencia de todo criterio que no sea el de su propia voluntad, expresada por el sufragio primero y por la mayoría parlamentaria después; libertad de pensamiento sin limitación alguna en política, en moral o en Religión; libertad de imprenta, asimismo absoluta o insuficientemente limitada; libertad de asociación con iguales anchuras. Estos son los amados principios liberales en su más crudo radicalismo”. “(…) la corrupción y el error públicamente autorizados en la tribuna, en la prensa, en las diversiones, en las costumbres (…)” (El Liberalismo es pecado, ELP, p. 17-18) (5). El “principio fundamental es que el hombre y la sociedad son perfectamente autónomos o libres con absoluta independencia de todo otro criterio natural o sobrenatural que no sea el suyo propio” (ELP p. 25) Para finalizar este epígrafe, mostremos las consideraciones de Romano Guardini sobre la Imagen de Jesús ya en sí misma según el Nuevo Testamento ya en su diálogo con el hombre. ¿Cristo limita y constriñe al hombre, o lo libera? ¿No incide nuestra época en la Libertad, presentada como objetivo fundamental frente a la perspectiva anterior que era partir de la Verdad? Pues bien, diremos como respuesta que no hay oposición alguna entre la facultad de la libertad humana y la realidad o Verdad, que es la voluntad (libertad) la que debe subordinarse propiamente al entendimiento (verdad), y, sobre todo, que bastaría recordar esta sentencia divina: “La Verdad os hará libres”. La pregunta de si la Verdad o el mismo Cristo Nuestro Señor constriñen al hombre es muy antigua. En 1960 la trató Guardini al profundizar sobre la persona de Jesús (6). Entrando en materia sobre cómo se aparece Jesús a San Pablo -persona insegura y atormentada la de Saulo, oprimida por una Ley que era todo para él pero que no podía cumplir-, Guardini dice así: “En la hora de Damasco, Pablo es desatado del yugo de tener que obrar por sí mismo –y, a par, del tormento de no poder-. Entonces experimenta lo que dirá su palabra posterior: “Ya no vino yo, sino que Cristo vive en mí” (Gal, 2, 20). Y la otra: “Todo lo puedo en Aquél que me conforta, aunque por mí no puedo nada” (Phil, 4, 13). Por Cristo viene la gracia de Dios. Ella es la que obra. Pero al obrarlo todo –iluminando la inteligencia, desatando el interior,
  • 16. “El Liberalismo ideológico y sus consecuencias en lo religioso” 16 enderezando la voluntad, elevando y dando alas al ser- ahí justamente es el hombre lo que propiamente tiene que ser. La gracia arranca al hombre de sus propias manos, y, en el mismo momento, respira el hombre y dice: “Ahora empiezo a ser”. Cuanto más fuertemente obra Dios en él, con tanta mayor fuerza siente el hombre ser él mismo; Pablo, ser Pablo mismo. Surge en él la conciencia de una inmensa libertad. De una libertad absolutamente positiva, que viene de Dios, del Pneuma, del Espíritu. Dios es el aire que respira, la fuerza que lo sostiene, el suelo sobre que anda; pero Cristo es Aquel por quien todo esto viene. Este es el Cristo paulino” (p. 50-51). En su Carta a los Hebreos, Pablo es consciente que sólo en Cristo él es esencialmente él mismo, y que sólo en Cristo lo de Pablo es realmente suyo, de Pablo. Cristo no es un obstáculo, sino un acceso, es el mediador ante Dios Padre, es luz de “cuanto fulge en la tierra de real magnanimidad y de verdadero amor, es luz de esta luz” (p. 66 y 69), y, además, Cristo nos hace hijos de Dios. Tan veraces y tan libres como Dios por amor Suyo, en el que todo es una unidad. El consuelo de Cristo no sería el consuelo del cuento de hadas, porque aquel va más allá de la muerte. Si pasamos a la imagen de Cristo en San Juan, la naturaleza humana de Cristo, por hacer suya la voluntad de Dios, florece en su más pura plenitud. Cristo es tan sobreabundante y sorprendente que sobrepasa las categorías psicológicas, de manera que con estas no se le puede aprehender. En efecto: “En otro gran hombre cualquiera es siempre posible trazar las leyes de su formación, la historia de su crecimiento, la lógica de su vida interior, la ilación entre su obrar y su pensar; en Jesús no se logra. Por dondequiera tropezamos en El con un alma viva, con un trabajo del espíritu, con un carácter marcado, puesto que es un hombre; por dondequiera corren líneas psicológicas inteligibles; pero sólo se prosiguen durante unos momentos, para quedar luego sorbidas. El camino desaparece bajo los pies, y el buscador se halla en pleno misterio” (p. 125). Ya por 1960 la crítica del modernismo a las Sagradas Escrituras estableció la confusión y la destrucción de los textos bíblicos. A ello salió al paso Guardini estableciendo el verdadero enfoque. Cristo no es ni un hombre que se hace pasar por Dios, ni un Dios que se hace pasar por hombre, ni el Nuevo Testamento permite una crítica desde fuera de la realidad del mismo Cristo, ni puede afirmarse al hombre al margen o separado de Cristo. En su conclusión del libro Imagen de Jesús, el Cristo, en el Nuevo Testamento, Guardini afirma que la manera de acercarse a Cristo no puede ser el inmanentismo y el racionalismo, y que la
  • 17. “El Liberalismo ideológico y sus consecuencias en lo religioso” 17 figura de Cristo da al hombre la verdadera medida de sí mismo y le eleva al plano sobrenatural de hijo de Dios. En relación con la manera de acercarse al nuevo testamento, dice el autor: “Así no puede ser. Los presupuestos han de invertirse. La dirección del pensamiento ha de girar en redondo. El hombre no puede acercarse orgullosamente a la Escritura y asentar, partiendo de cualesquiera criterios de este mundo, cuál es en ella la auténtica imagen de Cristo. Tiene que acercarse oyendo y obedeciendo, como a palabra de Dios. Y ha de estar dispuesto a obedecer también con su pensamiento, y con él precisamente. Con ello no se hace heterónomo, ni peca contra el ethos de la verdad, sino que adquiere un orden superior de la verdad, la categoría sacra de la revelación. La revelación no significa que el hombre, dentro de lo que por sí mismo sabe, adquiere un nuevo conocimiento o que, dentro del proceso de su percepción o conciencia religiosa, se le abre una capa más profunda. La revelación sienta un nuevo principio, un comienzo realmente nuevo, tras el cual no puede retrotraerse nada ni siquiera la ciencia. Consiguientemente, el entendimiento humano no puede juzgar de este principio. Tiene que entrar en él, salir de él como nuevo y empezar a pensar por él. “Yo soy el principio, que os hablo” (Juan 8, 25, según la Vulgata). No se trata de retórica mística, sino de exigencia rigurosa y sin distingos. Es un verdadero supuesto para toda cuestión acerca del Nuevo Testamento. En ese supuesto, la respuesta a la pregunta planteada al principio ha de sonar de modo totalmente distinto” (p. 136-137). Aquí se abre una nueva manera de acercarse a las Sagradas Escrituras, desarrollada en nuestros días. Puede Vd. acercarse como un racionalista y nada conseguirá sino confusión, agitación, una situación siempre inconclusa y un desacuerdo permanente consigo mismo… hasta desfallecer. Pero si Vd. se acerca desde la gran posibilidad –realidad- de que Dios se revela al hombre, todo adquiere forma, color, densidad y sentido. Aparece “otra cosa”, que es la única manera de ser fiel a las Escrituras y al sentido de lo divino, por el que Dios se acerca al hombre y le salva. Guardini continúa así: “Si bien se mira, la cuestión de si el Jesús de los sinópticos puede ser el mismo que el de Juan está en absoluto mal planteada. Yo no puedo juzgar por mí ni por el mundo quién sea o pueda ser Jesucristo. Ni la psicología, ni la filosofía, ni la experiencia, ni la historia ofrecen criterio para ello. Este criterio sólo puede venirme de su propia y soberana libertad. Y en una actitud críticamente correcta, lo único que yo puedo hacer es mirar, oír y obedecer. Así, la cuestión de si es posible esto o lo otro no tiene sentido. Sólo tiene sentido la disposición de aceptar lo que es. Y es todo lo que viene de la
  • 18. “El Liberalismo ideológico y sus consecuencias en lo religioso” 18 revelación. Ahora bien, es revelación todo lo que se halla en la Escritura, abonada por la iglesia. Todo otro punto de vista es falso y disolvente. Se trata de la pureza de la categoría: revelación o juicio mundano autónomo. Si se opta por la revelación, ha de hacerse honrada y enteramente” (p. 137). Está visto que en 1960 estaba plenamente formulada la crítica racionalista, a la que Guardini responde con claridad y contundencia: “revelación o juicio mundano autónomo”. Por el dinamismo de las propias Escrituras, por los sinsentidos e interrogantes que ofrece el juicio autónomo, por la oferta y necesidad de verdadera salvación… por la Gracia de la Fe, Guardini opta por la revelación. Así: “Si reconocemos esto, hemos de dar de mano a los criterios de personalidad e ideas que subyacen en toda cuestión de posibilidad. Y entonces sabemos que aquí hay algo de especie propia y suprema. Aquí habla, con figura, boca y destino, la palabra esencial de Dios. Aquí no hay ni personalidad ni idea, sino el principio solo en que se empieza lo verdadero. Entonces aceptamos los rasgos de su figura, que nos dibuja Pablo, los que aparecen en Juan y también los que nos comunican los sinópticos. Todos le pertenecen, pero detrás se levanta una realidad inmensa, que procede de Dios, y rompe toda medida que venga de nosotros. Todo rasgo conduce a ella; pero ella los devora a todos en su inefabilidad. Así es y esto es Cristo” (p. 137-138). Hasta aquí lo relativo al método o, mejor, a la manera de acercarse a la comprensión del Nuevo Testamento, a la figura real de Jesús, el Cristo. Pues bien, si las meras fuerzas humanas son absolutamente incapaces para comprender las Escrituras, tampoco puede afirmarse al hombre al margen o sin sujeción a Cristo. “Si la fe es lo que su concepto significa: que el hombre sitúe el centro de su vida en lo que viene de arriba, inversión, consiguientemente, y reconstrucción de la vida o, por lo menos propósito y comienzo de ello, la realización no puede menos de ser dura y conducir una y otra vez al punto en que amenaza el escándalo. Ahora bien, no toma uno sobre sí el escándalo por un medio Cristo. Ni se puede siquiera. Porque la existencia de la fe se refiere a lo que el hombre ha de ser propiamente y no puede, por otra parte, cumplir por sí mismo, sino sólo por Dios y para Dios. Qué sea esto, sólo se revela en Cristo. Así, en este principio, se comprendía todo. Sólo el que por encima de todo criterio mundanal acepta de Cristo mismo lo que es Cristo, recibe de Cristo mismo la revelación de lo que, visto desde Dios, es propiamente el hombre. Sólo en El, que llena a quien abiertamente se le acerca con el sentimiento de tan pura humanidad, y es verdaderamente el hijo del hombre, porque es verdadero hijo de
  • 19. “El Liberalismo ideológico y sus consecuencias en lo religioso” 19 Dios, sólo en El se ve claramente lo que el hombre puede y debe hacer” (p. 138). De esta manera concluimos la crítica al espíritu del Liberalismo, que es la radical autonomía del hombre para entender las Sagradas Escrituras así como la naturaleza humana, autonomía tan vinculada al racionalismo y -con él- a un radical subjetivismo. Quien dice para comprender, también dice para actuar, de manera que en el Liberalismo el hombre se hace ley de sí mismo siguiendo el criterio del libre examen. Se entiende así como Jaime Balmes, Donoso Cortés y abundantes pensadores mostraron que el Liberalismo es hijo espiritual del protestantismo. Pues bien, el Cristo del Nuevo Testamento es el único que afirma al hombre –el rey de la creación-, reconoce y desvela sus verdaderas potencialidades, le potencia a la plenitud, hace posible ésta en la práctica, y sobreeleva al hombre a la categoría de hijo de Dios. En su ser, en su inteligencia, voluntad, sentidos y capacidad de amar. Para Guardini, la deslealtad propia de la Edad Moderna es considerar la religión cristiana como una mera “introducción” a los valores de la naturaleza humana, valores que el hombre podría cultivar –dicen- sin la necesidad de adherirse a Cristo. Ello reduciría al hombre al límite de la naturaleza creada, ésta no debería ni podría ser salvada de sí misma, y, más todavía, la elevación al plano sobrenatural no sería una llamada universal a la salvación. Así se cae en el pelagianismo moderno con una mayor o menos autosuficiencia de la naturaleza y un mayor o menor desprecio al ámbito sobrenatural. La crisis actual es muy comprensible.
  • 20. “El Liberalismo ideológico y sus consecuencias en lo religioso” 20 Imagen del Arcángel San Miguel del Santuario de este nombre en Navarra (España): Nor Jaungoikoa aña? Que significa: “¿Quién como Dios?” Y se responde: “¡Nadie como Dios!”. Foto:JFG2016
  • 21. “El Liberalismo ideológico y sus consecuencias en lo religioso” 4 Introducción. Nuestras inquietudes. OY COMO AYER, existen diversas razones que explican la actual crisis mundial en las sociedades, instituciones y las comunidades políticas, así como la crisis en las familias –Iglesia doméstica- y la propia Iglesia católica. Trataremos sobre algunas cuestiones al respecto, concretamente a las relativas a cómo vivir la religión católica. La práctica de la moral natural y la religión en la vida fue controvertida por muchos, imbuidos del Liberalismo ayer y, hoy, del llamado progresismo religioso que ha dejado tras sí un reguero de mundanismo, secularización e inmoralidad. Reconocemos que las circunstancias cambian demostrando el transcurso del tiempo, y que no es lo mismo un siglo o largo período que otro. Pongamos un ejemplo como fácil recurso. Hacia los años cincuenta del siglo pasado hubo grandes discusiones sobre la licitud o no del “baile agarrado” entre las gentes de nuestros reservados valles y pueblos, lo que en nuestros días es discusión sobre otras cuestiones relativas a una insolente promiscuidad y que se salen de las cuestiones opinables. Lo cierto es que, además de las valoraciones culturales, lo que es la psicología y naturaleza humana tienen sus límites y exigencias con independencia del siglo en el que se vive. Por mucho que las culturas cambien –la historia refleja este hecho-, las buenas costumbres, la prudencia y las exigencias de la naturaleza humana reclaman sus derechos. Los organizadores de estas XXVIIª “Jornadas de la Unidad Católica” han tenido la gentileza de limitar el contenido de la presente exposición. He de agradecerles que hayan encargado otras cuestiones a otros ponentes, tal como analizar las repercusiones del Liberalismo en los tres ámbitos siguientes: en el ámbito del pensamiento por lo que respecta a la Iglesia española actual, en el campo moral en unos tiempos in crescendo amorales hasta llegar a situaciones espasmódicas, y, por último, en la actualidad política española. H
  • 22. “El Liberalismo ideológico y sus consecuencias en lo religioso” 22 conquistarse a sí mismo, Dios no se sentirá desbancado de su trono. También es absurdo pensar que Dios no vaya a ayudar al hombre a su propósito de mejora y conquista de sí mismo, pues es precisamente quien la quiere y hace posible, tanto respecto a las facultades humanas y su ejercicio como a la capacidad de amar. Por otra parte, ¿cuándo el hombre es más grande? ¿Cuándo con esfuerzo conquista áreas del cerebro humano -¡oh luces!- o cuando ama verdaderamente a los demás? ¿Quién es humanamente más grande, un Premio Nobel o la Madre Teresa de Calcuta? ¿Cuál de ambos es más digno de imitación, más fácil de imitar para todos, más universal? ¿Qué dijo Nuestro Señor sobre el servicio, el hacerse pequeño y sencillo etc.? Tal hombre opone obediencia y libertad, como si la obediencia cristiana no fuese una manifestación de libertad, como si el hombre no debiera obedecer por eficacia natural y por amor natural y sobrenatural, y como si la obediencia no supusiera madurez. Afirma el supuesto derecho a corromperse a uno mismo, confundiendo libertad con adicción, derecho con poder, y separando el derecho respecto al deber. Semejante postura se desliza inexorablemente a tomar la vida como juego, a perder las increíbles posibilidades que ofrece la apertura a Dios tal como Es, a confundir realidad con ficción, al pelagianismo. Tal postura es propia de personas inmaduras, de quien entiende imposible el amor propio y el desprendimiento simultáneo, y bien que la fe brota de la libertad, de quien se olvida la tendencia autoritaria de la sociedad permisiva, pasando del “se puede” todo al “se debe” lo que diga el Estado, y de quien olvida que la sociedad permisiva es una sociedad violenta. La persona a la que me refiero, al hablar de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, se inclinó por decir que sí, que se crucificase a Nuestro Señor por blasfemo. No admitía la existencia de un Dios personal, y menos que un hombre diga de sí mismo que es Dios. Todas estas derivaciones reduccionistas y psicologistas, reduce a la persona a unas supuestamente ilimitadas capacidades del cerebro humano -¡oh cuántas luces!-. Este es el pago del Maligno al que le sigue por soberbia. Este es, al final, el núcleo profundo del Liberalismo. Es el orgullo y el rechazo al Dios personal. Ya dijo Nietzsche que si dios existía él no soportaría no ser Dios. Ciertamente, tal persona, con salud y joven, de inteligencia normal y rebosante de inquietud, estaba en una ciudad de importancia masónica y creo yo que también influida por el ambiente vetero- testamentario. Su excesiva sociabilidad todo lo absorbió, y la pena es que fue absorbido por la soberbia. Este abrir puertas y ventanas para que entre de todo en el corazón humano, embota el alma y agota el
  • 23. “El Liberalismo ideológico y sus consecuencias en lo religioso” 23 cuerpo, concretamente la delicada por sublime dimensión psicológica del ser humano, de naturaleza espiritual y como tal tan unida a la moral y la verdad. Las consecuencias del Liberalismo fruto del pensamiento y política de ayer, son similares a las que observamos en la actualidad aunque en menor escala, pues el Liberalismo crece de forma multiplicativa. Por eso es, dejado a sí mismo, aparentemente incontenible. La crisis actual la origina el haberse hecho al hombre la medida del propio hombre, el encerrar en sí mismo al hombre concreto y limitado en todas sus facetas, en esa desconfianza hacia lo que no proceda inmediatamente de la medida del propio yo. Así escribió el poeta colombiano Eduardo Carranza en 1985, fallecido en dicho año: “El humanismo renacentista que había hecho del hombre la medida del hombre, del mundo y de las cosas, llevaba implícitos, por ello precisamente, los gérmenes de su descomposición. De allí se pasó al libre examen y de éste al racionalismo que niega toda realidad sobrenatural. El sitio de Dios en la vida humana se fue reduciendo al avance de estas filosofías. Se fue estrechando al ámbito de lo sobrenatural. Se resquebrajó la unidad teológica, metafísica y moral de la cultura cristiana. El alma europea, occidental, se dividió y subdividió. Y el ensueño unitario, universo, de Occidente entró en liquidación. En este límite vertiginoso fue fácil despeñarse en las vaguedades humanitarias, en las ilusiones científicas, en la torrentera del materialismo histórico, en el vacío existencialista. Así llegamos a la historia que estamos viviendo y en la que es nuestro deber y nuestro destino participar. Nos ha tocado, pues, vivir en el confín de un mundo, en el sangriento atardecer de una edad histórica, en el crepúsculo del Renacimiento, en vísperas de un nuevo milenario y con el presentimiento de una catástrofe cósmica. Tal vez estamos en la puerta de una nueva edad oscura. De una noche oscura sin alma” (ABC, 23-II-1985). 3. El liberalismo católico. DE TODOS los grados de Liberalismo el peor por más sutil y próximo es el llamado catolicismo liberal. De él destacaremos dos puntos. Por el primero, para el catolicismo liberal la persona, individualmente considerada, sí está ligada a la ley natural y al Evangelio, pero no el Estado o poder civil supremo. Por ello insiste en la manida máxima de “la Iglesia libre en el Estado libre”. Ahora bien, olvida así que si el hombre debe -está obligado pues no es optativo- subordinarse a la ley de Dios, también está obligado –con deber moral- el ámbito público o social, lo que impide “caer en un
  • 24. “El Liberalismo ideológico y sus consecuencias en lo religioso” 24 dualismo extravagante que somete al hombre a la ley de dos criterios opuestos y de dos opuestas conciencias” (ELP p. 29). Por el segundo punto, los católico-liberales: “se llaman católicos porque creen firmemente que el catolicismo es la única verdadera revelación del Hijo de dios; pero se llaman católico liberales o católicos libres, porque juzgan que esta creencia suya no les debe ser impuesta a ellos ni a nadie por otro motivo superior que el de su libre apreciación”, cayendo así en el libre examen protestante, en el naturalismo, en la tolerancia universal, en creer que “su inteligencia (es)m libre de creer o de no creer, y juzgan asimismo libre la de todos los demás” (ELP, p. 30-31). En un escalón menos deprimido que el anterior, se encuentran los liberales prácticos, tan frecuentes desde hace un tiempo en las sacristías de las iglesias en España. 4. El Liberalismo práctico ASÍ COMO el Liberalismo es una herejía doctrinal, también es una herejía práctica (ELP, p. 172). El Liberalismo práctico es más vergonzoso que el liberalismo doctrinal, porque es propio del borreguismo al que se refería Sardá y Salvany, es decir, en inherente a la masificación actual, a los que no cuidan su vida de piedad cristiana, a los que tienen mucho de material que perder, a los que a toda costa quieren alcanzar puestos sociales para así influir –dicen- desde ellos para el bien. Insistía Sardá y Salvany en decir que: “el problema actual en que anda revuelto el mundo, es brutalmente práctico con toda la propiedad del adverbio subrayado. Más que con razones, pues, se ha de resolver con obras, que obras son amores u no buenas razones, dice el refrán” (EPC p. 163). Aclaremos un aspecto concreto relativo a las formas de Gobierno: ser republicano no implica ser liberal. Sin embargo, en la vida práctica –no hay otra- es preciso pasar a lo concreto. Así, tiene que demostrarse que el republicanismo en España no ha sido siempre liberal. Cuando hoy alguien habla de República en la España de hoy, y salvo que sea alguna persona piadosa o ingenua que se dice republicana para salvar a la Iglesia de la persecución concreta de los radicales, generalmente es para justificar el laicismo extremo, el jacobinismo de Estado, y la persecución religiosa abierta, fruto de deificar el Estado.
  • 25. “El Liberalismo ideológico y sus consecuencias en lo religioso” 25 Por otra parte, sí es ser liberal en España el ser monárquico constitucional, pues en esta llamada monarquía se “declara inviolable al monarca pero no se declara inviolable a Dios” (ELP p. 49). Con decir esto nos basta. Las consideraciones del verdadero sentido religioso del pueblo llano son las mejores. Dios nos libre de tantos “inteligentes” y “sabios” y más que “prudentes” que tienen que dar mil vueltas al cerebro para afirmar algo tan sencillo como que allá donde Dios y la Revelación cristiana no están, se encuentra la herejía liberal con buena o mala fe. Ser libre es mucho más profundo que rechazar cualquier forma de sometimiento interior. De por sí, el término sometimiento nos remite al marco de un sometimiento exterior, que es el ámbito que menos influye en el interior del hombre. En efecto, ¿qué se entiende por “sometimiento” si hablamos del interior del hombre? ¿Es “sometimiento” recordar cómo es el hombre para que tenga a bien aplicarse a su propia realización con total apertura y entrega en el ámbito natural y sobrenatural? Ser libre es algo más profundo y arriesgado que rechazar cualquier forma de “sometimiento”, pues el hombre es libre cuando logra su realización aún sin buscarla expresa y directamente, y cuando consigue ser el que de verdad es. La libertad es una consecuencia, un fruto, un regalo. El que más ama desinteresadamente, ése es el verdaderamente libre. En este separarse de la realidad de las cosas, y en este huir de la seducción de la verdad, radica la frivolidad cultural de la posmodernidad, por la que según Deniel Bell la sociedad se convierte en una “olla podrida” (ABC, 6-VII-1991). Vista parcial del salón de conferencias de las Misioneras Eucarísticas de Nazaret, calle Salduba, junto a El Pilar de Zaragoza. Foto:JFG2016
  • 26. “El Liberalismo ideológico y sus consecuencias en lo religioso” 26 PARTE II: Situaciones prácticas que expresan, conllevan y multiplican los errores liberales. 1. Efecto multiplicador E HA DICHO -y con razón- que el mal es estéril y que hace mucho daño. El mal hace daño aunque se realice de buena fe. También se multiplica con más facilidad que el bien. En efecto, el bien y la verdad en su dimensión espiritual, son mucho más costosos y, para llegar a ellos y practicarlos, se necesita el esfuerzo y la Gracia divina. No es fácil mirar siempre y con ojos limpios al cielo. No es que la Gracia divina no sea potentísima, sino que actúa a través de los hombres portadores del pecado original. Cuando Dios actúa lo hace como la brisa ante Moisés, con un gran respeto por el hombre, y no como el terremoto, el trueno, o imponiéndose sobre el libre albedrío. Dicho de otra manera: sólo hay una religión verdadera, la católica, que tiene en sí todos los elementos de Verdad y todos los medios ordinarios para la santificación, de modo que los católicos tienen la misión de predicar el Evangelio por todo el mundo a toda criatura. ¿Qué es el efecto multiplicador? Por el efecto multiplicador, cualquier incremento de mal provoca sucesivos incrementos de mal con un efecto muy superior a la caída o empujón inicial. Es como un tobogán al que hay que sumarle la altura de caída, la pendiente, y el deslizamiento aún con rozamiento. Cuando el hombre o las sociedades dejan entrar el mal en su seno, se produce un acelerón cuyo efecto sobre en punto de partida es mucho mayor que el mal producido inicialmente. Imaginemos qué ocurre a medida que el mal permitido sea mayor. La naturaleza multiplicativa del Liberalismo ha conllevado que el hombre actual permita anidar en él, el descreimiento y hasta la apostasía, como hasta querer borrarse del libro de bautismo –el Libro de la Vida- hijos que han recibido una educación cristiana. El liberal quiere hacer “lo que quiere” sin por ello –afirmará- identificar este querer con lo arbitrario, olvidando no obstante que S
  • 27. “El Liberalismo ideológico y sus consecuencias en lo religioso” 27 esto sólo es válido cuando dicho querer coincide con hacer lo que se debe. Se cree independiente y sin embargo es menos libre porque piensa y actúa con una absoluta o radical autonomía. Cuando la moderna idea de la autonomía del sujeto se vincula con la práctica individualista derivada de ella, se mira con sospecha cualquier ejercicio de la autoridad. Y sin la medida de la autoridad, que procede “ad extra” del hombre, éste no puede salir de su propia caverna interior. Por varios motivos dicha autonomía radical que no existe. Y no existe debido a la sociabilidad humana -naturalmente ajena a un individualismo radical-, a la necesidad de aprender, al reconocimiento de que se puede ser gigante subiéndose antes sobre hombros de gigantes, debido a la conveniencia de no explorar en solitario lo que otros ya han explorado, a preocuparse por la posibilidad de perderse en caminos sin retorno, a respetar la realidad y una naturaleza que no perdona los yerros. Ansioso de independencia al considerar todo en abstracto, el liberal acaba de hecho en la penosa tiranía de sí mismo. Sintiéndose “más libre”, es esclavo de quien quizás le manipula. Si leía, ahora recela del que le transmite algo. Si escuchaba, ahora no quiere ser influido y sólo habla. Si interiorizaba, ahora se aleja de su profundidad personal por recelo hacia sí mismo y por miedo al compromiso. Si primero se actuaba mal, luego se justificará la actuación, y si las pasiones llegaban a arrastrar (el vicio nos subordina a la ley de su cuerpo, que nos sujeta y domina) luego se afirmará con orgullo lo que en la profundidad y silencio de la conciencia se considera falso, esto es, el autodominio y el supuesto absoluto ejercicio del libre albedrío. ¡Ay de los absolutos que por orgullo huyen de la sencillez! El liberal quiere volar sin alas y se encuentra con las propias alas reducidas a la mayor limitación, incapaces muchas veces de responder, sobre todo cuando los vientos de la dificultad están en contra. Quiere caminar solo, pero sin confiar en quien le puede ayudar. Aplicando esto a la juventud, el doctor Cecilio de Miguel Pbro., presidente de la JUREC de La Plata, escribió a los egresados de los colegios católicos de La Plata, en diciembre de 1990: “Piensa que por allí pasaron otros. Muchos antes que tú, y pueden ser más los que faltan. En la vida hay tres manera de indicar: “vete, ven, vamos”. Con el primer verbo te sentirás solo, porque quien te manda queda atrás. Te creerás más tú, porque lo hiciste solo, pero con el riesgo de helarte por el miedo, el no sé, el no tengo o el no valgo. Ni siquiera sabes si elegiste bien por dónde vas.
  • 28. “El Liberalismo ideológico y sus consecuencias en lo religioso” 5 Por nuestra parte, intentaremos analizar adecuadamente las consecuencias del Liberalismo en el ámbito estrictamente religioso, con exclusión –decimos- de la moral, del pensamiento y la política actuales, aunque en realidad todo ello se encuentre interrelacionado. Digamos que dicho Liberalismo ideológico no es de hoy, sino que hunde sus raíces en el siglo XIX y antes, fruto del naturalismo y el racionalismo secularizador. Me referiré a las lamentables consecuencias del Liberalismo en materia de religión en el ámbito o núcleo del yo personal, esto es, en sí mismo, en su entorno familiar, y en la vida eclesial y social. Para ello recordaremos las enseñanzas de siempre sobre algunos aspectos de cómo vivir la moral y la religión revelada en Verdad. También explicaré, en los apéndices, qué es el Liberalismo en materia religiosa, su proyección en la cultura actual, y los procedimientos nucleares de actuación pública derivados del propio sentido de la fe –el denominado sensus fidei-. Tales apéndices recogen varias perspectivas, que hemos visto reflejadas en nuestros días. En primer lugar, nuestros apéndices insertan un pedagógico texto clásico del siglo XIX, totalmente vigente hoy, sobre qué es el Liberalismo ideológico en el estricto ámbito de la religión, aunque también pudiéramos aportar los escritos de San Ezequiel Moreno y Díaz (obispo de Pasto, Colombia) que identifican las diferentes tentaciones que nos acercan al Liberalismo. En el segundo apéndice, se mencionan las perspectivas pastorales de Juan Pablo II a los jóvenes, insertas en la crisis de la actualidad, pastoral ésta que se conecta maravillosamente con la crítica a la Ilustración anticristiana, en cuanto racionalista y secularizadora, del siglo XVIII. En tercer lugar, nos hacemos eco de las prácticas sociopolíticas originadas en el siglo XIX y extendidas hasta el día de hoy. Cambian los agentes aunque el marco y contenidos son similares. Aunque los perfiles actuales sean diferentes a los ya conocidos de los siglos XVIII y XIX, hoy día se mantienen en lo esencial, pues la situación actual es en buena parte resultado del transcurso de un largo período de siglos en la historia de Europa. Sobre esto, los temas son recurrentes. Por ejemplo, recogemos que, sin venir a cuento toda vez que no hay motivos al respecto ante la inexistencia de Estados confesionales católicos, la más alta jerarquía de la Iglesia dijo este año que la Iglesia católica no era partidaria de la confesionalidad de los Estados. Lo que no decía es qué se entiende por Estado, si la comunidad política con los poderes civiles supremos –que ciertamente debe dar culto a Dios y dirigir hacia Él la legislación y preocupación por la ciudad-, o bien el estatismo actual versus pre
  • 29. “El Liberalismo ideológico y sus consecuencias en lo religioso” 29 “- Colmado estás, majo”. Si nos fijamos, esta libertad indiscriminada en la que son responsables tanto los que tienen autoridad como los Estados es, después de la presunción y autosuficiencia mencionadas, la naturaleza del Liberalismo, y una de las principales causas de la multiplicación del mal. Hasta se pueden dar hasta explicaciones psicológicas del actuar humano. 2. Consecuencias que con causas, causas que son consecuencias. LA ORTOPRAXIS religiosa debe estar unida a la ortodoxia o sana doctrina en los principios. Los procedimientos no pueden separarse de la doctrina aunque se diferencien de ella. Suponen una aplicación de la doctrina a la realidad, a la que siempre deben iluminar y guiar. Entre los principios los hay de mayor o menor rango y, en cualquier caso, orientan cualquier tipo de aplicaciones. Los que viven la religión hoy, ¿cómo la viven? Esta es la cuestión que más nos preocupa, pues abre las puertas a todos los males o a todos los bienes. Lo que explicó Sardá y Salvany en 1884, lo vemos aumentado en Notre Chargue Apostolique de Pío X (1910) y en la publicística católica posterior. De ello tenemos constancia en nuestra propia experiencia personal así como en la de los jóvenes que nos rodean en el ámbito de la educación. ¿Cuál es nuestra experiencia? Es que muchos llegan a pensar en liberal por ingenua autosuficiencia, confundiéndola con la autoafirmación del propio “yo” personal, ya por juvenil presunción, ya por multiplicar quizás las ocasiones de pecado que -al final- desbordan al sujeto no sin interrogar a su responsabilidad. Los hay que no rezan a Dios ni se forman, que en su primera formación fueron más emotivos que reflexivos, o bien que no estudian la doctrina católica como –por ejemplo- el Catecismo de la Iglesia Católica promulgado por Juan Pablo II, lo que para sus padres fue el Catecismo Mayor de San Pío X. Si su ansiedad crece por un afán de conocimiento indiscriminado, ignoran que hay que conocer bien, y –por pereza- nada hacen por conocer con seriedad y lo que las cosas son. Quienes de estas personas gozan de una interesante vida interior, están inclinados a huir del compromiso por creer que les resta libertad, alejarse de las concreciones, y se refugian en las abstracciones. En esto son muy cómodos. Es lo que ocurre a algunos.
  • 30. “El Liberalismo ideológico y sus consecuencias en lo religioso” 30 Los otros, los que tienen un exceso de sociabilidad, debieran de tener más atención y cuidado. Les gusta tener miles de amigos en todo tiempo y lugar, no digamos en las redes sociales, y se olvidan de la medida prudencial de no hacer amistades de mera afición con liberales, y de no codearse con ellos sin problema alguno. Les gusta llevarse bien con todos sin pensarlo dos veces y a toda costa. Son muy divertidos. Abren demasiado sus puertas y ventanas interiores al mundo pero sin la debida preparación. Hablarán con todos y de todo indistintamente, y cuanto más mejor, ignorando el peligro que esto encierra. Les gusta disputar de todo con cierta frivolidad, creyéndose bien formados. Desean saber de todo pero sin un estudio sosegado, quizás lento, pausado y riguroso. Quieren verse aplaudidos y atendidos por todos. Unos y otros, más o menos sociables, se abren a todo y no tienen capacidad de analizar y filtrar debidamente la información que continuamente buscan y reciben. Se abandonan a una curiosidad malsana. A lo mejor –o peor- tienen una imaginación calenturienta y son amigos de novedades indiscriminadas. Unos y otros hablan mucho de tolerancia y caridad, pero no para trabajar, estudiar, esforzarse y negarse a sí mismos. La tolerancia no debiera ser indiferencia, permisivismo o falta de celo por la salvación eterna de las almas. No en vano, Sardá y Salvany recordaba que “la suma intransigencia católica es la suma católica caridad” (ELP p. 85). Unos y otros compadrean con todo el mundo, en tumultos o en petit comité. No se cuidan de rechazar las malas compañías, y carecen de la preocupación de encontrar buenos amigos. Aita Teodoro decía a sus seis hijos que una manzana podrida pudre el cesto. Y con razón, pues lo vemos con frecuencia entre los jóvenes y no tan jóvenes. Si uno tiene amigos alejados del bien y la verdad, habrá que formarse y prevenirse con un singular denuedo. Ha hecho mucho daño eso de ser amigo de todos e indistintamente por el mero hecho de ser personas. Y más cuando nos damos todos el parabién de ser muy buenas personas: “ – Ya, ya, eso no se lo cree ni Vd.- Bueno sólo es Dios”. La persona identificada como resabiada de liberalismo no tiene doctrinas liberales pero en la práctica actúa muchas veces como si las tuviera. Dice Sardá y Salvany que su fuerte es la caridad. Ahora bien, la Caridad no es caer bien –estar a buenas- a todos y en todo. El resabiado cree que no puede llamar malo a un hombre que difunde malas ideas. Que no puede combatir el error combatiendo también a quien lo sustenta, desautorizando su persona cuando se debe y de la debida manera. Cree que no debe resistir ni combatir, sino que siempre debe procurar atraer, siendo su máxima favorita la
  • 31. “El Liberalismo ideológico y sus consecuencias en lo religioso” 31 de “ahogar el mal con la abundancia de bien”, lo que, siendo verdad, no es toda la verdad. No quiere lastimar ni herir de alguna manera al enemigo. Hoy, hablar de “enemigos” (- Ponga Vd. el sinónimo que desee aún el más suavizado), es hablar de algo así como de “extraterrestres”. Es certera la afirmación de que “el liberal fiero ruge su Liberalismo; el liberal manso lo perora; el pobre resabiado lo suspira y gimotea”, mostrándose híbrido, infecundo y estéril (ELP p. 71-73). Ayer se hablaba de caridad y hoy se hablará de esa otra realidad maravillosa y necesaria, pero que algunos distorsionan hasta el cansancio, que es la de misericordia. Liberales y resabiados tienen mucho en común. He aquí su heteropraxis. En las conversaciones familiares y en el trabajo es frecuente no hablar de religión o bien hablar con ironía sobre ella y con un estilo más o menos anticlerical. A veces en dichas reuniones y saraos se aclara que está prohibido hablar de religión y de política porque eso produce distanciamientos y hasta riñas. Así son de aburridos, y reducen la actividad humana a los deportes, la comida, la profesión y el sueldo o las ganancias. Y sobre todo los viajes –muchos viajes pero muy superficiales-. Pues bien, creemos que se debería hablar de religión en las familias habitualmente y con toda naturalidad, a veces buscando el momento y cuidando la manera o forma de hacerlo. Creen que los no católicos son siempre a modo de hermanitas de la caridad, que quieren bien a todos, y hablan de todos bien. Vale pues, pero la vida nos dice que no pocas veces eso no es así. No seamos ingenuos porque no se debe ignorar que muchas veces los no católicos son abierta u ocultamente beligerantes, quieren vencer más que convencer con razones, no recomiendan las aportaciones de los católicos, y aunque lo aportado “sea tan bello como lo suyo, antes procuran obscurecerlo con la crítica y enterrarlo en silencio” (ELP p. 80). No les importa mucho leer malos libros, incluso ofrecidos por un clero aparentemente ortodoxo. Hemos visto como a algunos no les importa ofrecer libros malos –confundidos en el epígrafe de “distintas sensibilidades”- entre otros buenos, con el pretexto de que el lector pueda leer para comparar, y que no vea que sólo se le ofrecen un manjar. También se suscriben a periódicos y revistas liberales, o a otros periódicos ambiguos, indefinidos e indecisos. Asisten a todos los espectáculos, ven cualquier programa de televisión, desde los frívolos hasta contrarios a la fe y costumbres. Al hecho de frecuentar los malos espectáculos se les suma el gusto por vivir de noche, una vida noctámbula y desarreglada, al
  • 32. “El Liberalismo ideológico y sus consecuencias en lo religioso” 32 margen del horario razonable y natural, y unas costumbres quizás corrompidas “por arrastre”. Esta es una posición de personas espiritualmente presumidas, que por un soberbio criticismo, un exceso de información no contrastada, y una falta de formación, van perdiendo la fe católica o sobrenatural. Critican mucho lo propio con cierto complejo de inferioridad, creen que lo de otros es siempre mejor que lo propio, reniegan de su suerte, y arrinconan los mayores tesoros que han recibido y podían asimilar, sin ejercer el mismo grado de crítica hacia las propuestas de los enemigos de la Fe católica. Lo peor que son petulantes cuando van aceptando los argumentos racionalistas y que están de moda, y se sitúan con cierta superioridad en su conversación con los que antes eran sus correligionarios. En la incredulidad no ven un vicio, ni una enfermedad, ni una ceguera voluntaria de la inteligencia y del corazón. Para ellos la incredulidad es “un acto lícito de la jurisdicción interna de cada uno, tan dueño en eso de creer como en lo de no admitir creencia alguna” (ELP, p. 31). Tienen horror a la legislación coercitiva ya civil o bien de la Iglesia, a cualquier influencia y presión moral o física exterior a la persona que le ponga en prevenga, o finalmente a penalizar las opciones tomadas. Creen que lo importante es el número de seguidores en vez de la calidad de lo seguido y del hecho del seguimiento o compromiso, ignorando que un grupo reducido de hombres buenos pueden hacer mucho bien. Alquilan y ofrecen sus locales para actos que no pueden agradar a Dios. Aplauden situaciones corrompidas aunque –añaden- no por la corrupción misma, o aplauden a personajes que no debieran ser aplaudidos, lógicamente haciendo mil distingos por su parte, exhibiendo su dominio al menos aparente de las teorías del mal menor, de la colaboración formal y material con el mal, del voluntario indirecto etc. Creen que los ministros del Altar sólo pueden ser impecables y nunca liberales, e ignoran la conducta que debe observar el buen católico ante los ministros de Dios contagiados de liberalismo. Confunden las relaciones diplomáticas de la Iglesia con los Gobiernos de hecho, como si dichas relaciones fuesen una aprobación hacia lo realizado por dichos Gobiernos. Ignoran que no se puede votar moralmente a cualquier candidato político.
  • 33. “El Liberalismo ideológico y sus consecuencias en lo religioso” 6 totalitarismo moderno, o en la teocracia del Islam. La encíclica Quas Primas (1925) de Pío XI es bien clara al respecto, de manera que el poder civil puede y debe ser católico y por ello huir de lo que podríamos llamar totalitarismo para el bien, alejarse de la teocracia –que nunca hubo salvo un período en la Edad Media-, así como de un modo de clericalismo liberal y demócrata-cristiano –tendencia ésta a desaparecer-, sabiendo que hoy día el Liberalismo teóricamente “neutro” es pre totalitarismo para el mal y que el clericalismo de los “buenos” es una instrumentalización de las realidades temporales al servicio de una supuesta libertad de la Iglesia. Escuchar a los hombres y mujeres de hoy es no pocas veces como escuchar las afirmaciones de los siglos XVI y XVII, y los pensamientos y mañas de los racionalistas del llamado siglo de “las luces” y del siglo XIX. Los problemas más generales de la actualidad se empezaron a explicar en obras como –por ejemplo- El problema de Occidente y los cristianos (1964) de Federico D. Wilhelmsen, La crisis de la conciencia europea (1680-1715) (1975) y El pensamiento europeo en el siglo XVIII (1985) analizados por Paul Hazard, las diferentes ilustraciones del siglo XVIII identificadas por Carlos Corona Baratech, las aportaciones de Sarrailh sobre España en dicha época, Para que Él Reine (1961, 1972) de Jean Ousset, el análisis de Romano Guardini (n. 1885) sobre El ocaso de la Edad Moderna (1958) en el que destaca la secularización de las conciencias y el deseo de un poder inmanente y omnímodo para el hombre, las perspectivas de Comellas García-Llera sobre la paz de Westfalia, las grandes intuiciones de Hilaire Belloc en 1930 sobre el significado de Richelieu, la crítica a la obra de Lutero y otros reformadores protestantes, el pensamiento antropocéntrico del humanismo etc. En otro orden de cosas, los riesgos de la actualidad en materia más estrictamente religiosa se anunciaron en la Carta “Testem Benevolentiae Nostrae” de León XIII sobre el “americanismo”, dirigida al cardenal James Gibbons y fechada el 22-I-1899; le seguirá la crítica a los errores modernistas hecha por Pío X en la Pascendi (1907) como lo hizo el Syllabus (1867) de Pío IX, el desenmascaramiento al movimiento Le Sillón francés planteada por Pío X en Notre chargue apostolique (1910) etc. Así, desde entonces hasta el presente y aunque haya situaciones cambiantes, muchos juicios sobre temas nucleares y situaciones prudenciales se mantienen en pleno vigor. Existen temas profundamente humanos que aparecen y reaparecen como el Guadiana en la historia. Su solución también es similar. Por eso, por ejemplo, Pío XII trató en su tiempo cambiante sobre temas como el amor, el noviazgo, los problemas
  • 34. “El Liberalismo ideológico y sus consecuencias en lo religioso” 34 Apostolique (1910), condenando el movimiento sillonista, carta que, aunque ha desaparecido de no pocas colecciones de documentos pontificios, es de una suma actualidad. Leerla ayuda a comprender la situación actual. El brillante y esperanzado movimiento católico Le Sillon, terminó condenado por la Iglesia debido a sus errores modernistas o liberales. Pero no desapareció sino que sus afirmaciones y su talante perduran hoy. Es el precedente de la mal llamada democracia cristiana, esta gran herejía de ámbito social y uno de los orígenes de la enorme crisis de hoy día. Hablaban de la triple emancipación del hombre: política, económica e intelectual o moral; se equivocaban en el concepto de autoridad consentida y negaban la obediencia, eliminaban toda jerarquía, caían en el igualitarismo social, separaban la fraternidad de la caridad cristiana y establecían como principio la tolerancia universal, defendían de forma exclusivista la democracia política, se negaban a defender la iglesia atacada, e incurría en el indiferentismo. Así, todo lo perturbaba y desviaba lastimosamente. La realidad tiene sus desarrollos lógicos. Después de tanta dejación para el bien, ha triunfado el silencio de los buenos, el apagar la luz del celemín, el éxito de lo malo que tanto daño hace, el arrojo de los malos más que de los pícaros, llevando todo a un sincretismo sociológico que anuncia el sincretismo doctrinal y una religión universal o masónica. Sociológicamente parece haber triunfado el ambiente sincretista donde todo vale, todo es igual, hay que respetar todo por principio (los hechos y no las personas), expresión refinada de eso también refinado que es el agnosticismo, es decir, el relativismo y ateísmo práctico. Para algunos la buena fe lo justifica todo; sin embargo, el mal hace daño con independencia de la buena o mala fe con el que se practica. Da la casualidad que el término sincretismo lo hemos visto utilizado como término político en 1887, refiriéndose al centro político (El Tradicionalista, nº 18, 12-XI-1886). El americanismo o tomar la organización de los EE.UU. como modelo general o principio, donde había separación Iglesia y Estado, está en el espíritu de muchos católicos. Ahora bien, la administración o Gobierno de Obama (2016) ha hecho temblar a los médicos, enfermeras y centros asistenciales católicos de los EE.UU., al intentar imponer medidas contrarias a la vida humana desde su concepción. Creen que dicha separación es la situación ideal, la normal conforme a la realidad de las cosas, la que no necesita conversión de parte alguna. León XIII rechazó este americanismo en la encíclica Longinqua oceani (1895, nº 5).
  • 35. “El Liberalismo ideológico y sus consecuencias en lo religioso” 35 Capilla de Ntra. Sra. del Pilar, obra de Ventura Rodríguez a finales del s. XVIII, en el interior de la Basílica. Santa Misa a la que asistieron los presentes a las XVIIª Jornadas de la Unidad Católica, A la derecha don José Ignacio Dallo Larequi, Zaragoza, 2-3 de abril, 2016. Foto:JFG2016 Hoy, podemos incluir un texto publicado en momentos supremos, cuando altas jerarquías llamadas católica realizan un acercamiento al luteranismo de una manera que muchos no entienden. V CENTENARIO DEL INICIO DEL PROTESTANTISMO Cardenal Müller: «Los católicos no tenemos ningún motivo para celebrar el 31 de octubre de 1517» En el libro «Informe sobre la esperanza. Diálogo con el cardenal Gerhard Ludwig Müller», publicado por la BAC en España, el Prefecto de la Congregación para la Doctrina y la Fe asegura que la Iglesia Católica no tiene motivo alguno para celebrar el V Centenario del inicio del protestantismo. 29/03/16 7:58 AM | Imprimir | Enviar (Chiesa/InfoCatólica) El cardenal asegura que «estrictamente hablando, los católicos no tenemos ningún motivo para celebrar el 31 de octubre de 1517, es decir, la fecha que se considera como el inicio de la Reforma que condujo a la ruptura de la cristiandad occidental». Y añade: Si estamos convencidos de que la Revelación se ha conservado íntegra e inalterada a través de la Escritura y la tradición en la doctrina de la Fe, en los Sacramentos, en la constitución jerárquica de la Iglesia por derecho divino, fundada sobre el
  • 36. “El Liberalismo ideológico y sus consecuencias en lo religioso” 36 sacramento del Orden sagrado, no podemos aceptar que existan motivos suficientes para separarse de la Iglesia. El Prefecto de Doctrina de la Fe explica que «los miembros de las comunidades eclesiales protestantes consideran este evento desde otra óptica, pues piensan que es la ocasión adecuada para celebrar el redescubrimiento de la «palabra pura de Dios», presuntamente desfigurada a través de la historia por tradiciones meramente humanas. Los Reformadores protestantes concluyeron hace quinientos años que algunos jerarcas de la Iglesia no solo eran moralmente corruptos, sino que habían distorsionado el Evangelio y, en consecuencia, habían bloqueado el camino de Salvación de los creyentes hacia Jesucristo. Para justificar la separación, acusaron al Papa, presuntamente la cabeza de este sistema, de ser el Anticristo». Ecumenismo El purpurado aborda la situación actual del ecumenismo con los protestantes: ¿Cómo progresar hoy con realismo en el diálogo ecuménico con las comunidades evangélicas? El teólogo Karl-Heinz Menke está en lo cierto cuando afirma que la relativización de la verdad y la adopción acrítica de las ideologías modernas son el principal obstáculo hacia la unidad en la verdad. Y advierte: En este sentido, una protestantización de la Iglesia católica desde un pensamiento secular sin referencia a la trascendencia no nos puede reconciliar con los protestantes ni tan siquiera puede permitir un encuentro con el Misterio de Cristo, pues en Él somos depositarios de una Revelación sobrenatural a la que todos nos debemos desde la completa obediencia del intelecto y de la voluntad (cf. «Dei Verbum», 5). Valor de la Dominus Iesus El cardenal alemán cree que «los principios católicos del ecumenismo, tal como fueron propuestos y desarrollados por el decreto del Concilio Vaticano II, siguen siendo plenamente válidos (cf. «Unitatis redintegratio», 2-4). Por otra parte, el documento de la Congregación para la Doctrina de la Fe «Dominus Iesus», del Año santo del 2000, incomprendido por muchos e injustamente rechazado por otros, creo que es, sin ningún género de dudas, la carta magna contra el relativismo cristológico y eclesiológico de este momento de tanta confusión». Una conversa del luteranismo al catolicismo, Bärbel Martens, ha dejado un extenso testimonio de su conversión titulado: “Sentía la necesidad interior de decíroslo”. Las cinco amplias páginas del periódico “Misión Santiago” (VI-VII 2016) finalizan con el testimonio siguiente: “La Religión Católica, el mensaje de Cristo, han sido imbatidos en España hasta ahora, han sido defendidos contra el
  • 37. “El Liberalismo ideológico y sus consecuencias en lo religioso” 37 mundo islámico y otras influencias, en contra de la Reforma Protestante de forma oficial, institucional, desde los gobiernos, por los distintos monarcas de todos los siglos, desde todos los estamentos del país, y ha podido extenderse desde España al Nuevo Mundo: ¿Por qué no defendéis este tesoro que tenemos con más convencimiento, más entusiasmo, más energía, más unión, más entrega, más pureza, más sentido de responsabilidad, y sobre todo con más intransigencia? ¿Por qué permitís que las cosas de las Iglesias cambien en pro de un falso ecumenismo, ya que éstas nunca pueden y deben cambiar en su esencia?: Arrancan directamente de las fuentes, los Evangelios, el mensaje de Jesucristo. ¿Por qué permitís las dudas, las componendas, el “descafeinado”, el camino hacia el protestantismo encubierto en definitiva? ¿Por qué permitís (y es sólo un ejemplo) que la Iglesia de los Mormones construya su segundo templo más importante a escala mundial en el centro de España, en Madrid, y os arrebate almas a raudales con malas artes y confundiendo a la gente? ¿Por qué dudáis, por qué no defendéis a la Iglesia de Cristo con más vehemencia, con más audacia y más amor? Espero que sepáis perdonar mi atrevimiento, pero sentía la necesidad interior de decíroslo”. 3. Síntesis. ABIERTOS A todas las maravillas por la Gracia de Dios desde la pequeñez humana, y pidiendo perdón por nuestros tremendos pecados en este Año de la Misericordia, tenemos entre manos cuestiones extremas a solucionar. En lo público, el problema es qué resolver -¿las consecuencias lógicas de lo establecido o las premisas que las han provocado?-; cómo hacerlo -¿manteniendo las ocasiones próximas de pecado?-; en qué ámbitos -¿sólo como Iglesia o también como ciudadanos?; con qué jefes –¿seguidismo clerical y vaticanismo desacertado cuando se alíe con la política liberal?; y con qué medios. Aunque hay aspectos que cambian en el tiempo, las consecuencias del Liberalismo en materia de religión en el ámbito privado y social, y en los procedimientos, no han cambiado mucho durante los s. XIX y XX. La verdadera teología y antropología, los principios morales universales, la experiencia, y las enseñanzas de los santos, son tales que iluminan las circunstancias y no al revés. Al preparar esta exposición había pensado proponer un acertijo. Y era utilizar las consecuencias religiosas del Liberalismo que me fueron surgiendo en una controversia mantenida entre Juan Cancio Mena y Francisco de las Rivas y Velasco en 1886 y 1887, y preguntarles al final de qué año les parecía que podía ser cada una de sus afirmaciones. Seguramente me iban a decir que eran de hoy, y
  • 38. “El Liberalismo ideológico y sus consecuencias en lo religioso” 7 matrimoniales, la mujer moderna, la moda y el pudor, las buenas compañías, los espectáculos públicos, el heroísmo cotidiano, el compromiso cristiano, la educación, la televisión, las buenas y malas lecturas, el cine, el deporte, el apostolado seglar, la teología del martirio etc. (1). Lo mismo podríamos afirmar de los pontífices posteriores. También el ritmo del magisterio pontificio va a la par a los maestros de espiritualidad antiguos y actuales. Dos sencillos ejemplos podrían multiplicarse, pues hace algún tiempo un Servicio de Documentación escribió Cuestiones y Respuestas aclarando asuntos de actualidad durante la década de los setenta (2), mientras que, hoy día, los trabajos del P. José María Iraburu en la Fundación “Gratis Date” y en la Red tienen un gran interés. La libertad es una consecuencia del bien obrar. La juventud es la esperanza, el futuro de la sociedad, y desde la niñez hay que enseñar a vincular estrechamente verdad y libertad, justicia y generosidad, misericordia y perdón, alegría y bien obrar.
  • 39. “El Liberalismo ideológico y sus consecuencias en lo religioso” 39 el ámbito privado, y en los procedimientos o actuación, no han cambiado mucho –insisto- en un siglo, y son básicamente similares. ¿Por qué? Porque se parte de la misma antropología filosófica, de la misma teología, de las mismas virtudes y errores teológicos, de la misma forma de cómo se desarrolla la vida cotidiana del católico. Ahí está, por ejemplo, el análisis clásico de Josef Pieper sobre Las virtudes fundamentales cardinales y teologales (8). Las circunstancias no sustituyen ni anulan una verdadera teología y antropología, aunque las formas de 2016 no sean iguales a las de 1886. Y no sustituyen la verdadera moral porque no en vano ahí están la experiencia en las diferentes circunstancias, las enseñanzas de los santos, los principios morales, y hasta las Sagradas Escrituras. El Liberalismo religioso en España se ha presentado, desde finales de los años setenta, con un ropaje sociológico –la reconciliación y la caridad- y político –la soberanía nacional o popular-, siendo real y principalmente un error religioso en el ámbito individual, social y político. Este es el producto de la ruptura provocada por el progresismo religioso clerical –muy guay pero con efectos deleznables- posterior a 1960, y la laicización del Estado con la pérdida voluntaria del reinado social de Jesucristo en las instituciones del Estado o poder civil supremo en 1978. Todo ello se manifestó como RUPTURA religiosa con un falso ropaje sociopolítico. En España la Revolución se ha hecho –como siempre aquí- desde arriba. El proceso descristianizador no se ha dirigido del hombre hacia la sociedad y la política -como si apostasía de los Estados fuese fruto de la apostasía previa de las personas- sino al revés, de la política hacia el hombre. Así fue tras la Constitución de 1876 y tras la Constitución de 1976. Los procesos seguidos tras estas fechas de distancia centenaria han sido similares, con la única diferencia de que si tras 1876 los males atentaban contra los derechos de Dios y de la Iglesia, tras 1976 atentan contra el mismo hombre. El proceso ha sido coherente. Primero se vulneró el ámbito más externo o social y, al final, se ha hollado el yo íntimo del hombre incluyendo su relación directa con Dios. El descreimiento y apostasía del Estado ha modelado el ambiente social, y éste -¡qué se creían!- la intimidad de muchos católicos. La política y la sociedad cayeron en la autosuficiencia del hombre y en una falsa reconciliación entre los españoles. Por imitación, la persona se separó de Dios fruto de su autosuficiencia y comodidad. Las leyes civiles y los malos colegios de religiosos –aquí nadie pide perdón pero desaparecen de la sociedad- crearon un mal ambiente y éste deshizo agrupaciones, familias y personas. Se abrió
  • 40. “El Liberalismo ideológico y sus consecuencias en lo religioso” 40 las ventanas al mundo para que entrase aire nuevo -¿ha sido puro y gratificante?- prevaleciendo después los peligros reales. Es contradictorio que quienes hayan hecho necesaria la recristianización y nueva evangelización sean ahora quienes la propongan, aunque muchos de sus responsables ya han muerto. ¡Menuda herencia dejaron! Es contradictorio, incluso que pidan perdón, por haber admitido las causas de tal ruina: el progresismo religioso del clero y la apostasía de las instituciones públicas, sobre todo el Estado español, impulsada por parte de ese mismo clero. No invertimos lo real, ni ponemos las estructuras por encima del hombre, como si éste estuviese al servicio de ellas y no al revés. Reconquistar el corazón de cada hombre para el Señor es el paso necesario para reconquistar la Unidad Católica. Sí, el hombre es anterior al Estado, pero muchas veces la corrupción y tentación han llegado al hombre desde fuera de aquel, azuzadas por importantes grupos de presión con nombre y apellidos –aquí está el problema-, retrayéndose el Estado de proteger al ciudadano y al fiel, e incluso generando éste tales males. Por esto la crisis ha sido tan colosal y rápida, y la corrupción y descristianización tan galopantes. Mezclarse con la gente para llevarlos a Cristo, e iluminar la debilidad e ignorancia de muchos, no debe suponer un peligro grave para el apóstol. Ofreceremos nuestro trabajo a la nueva evangelización pero siguiendo a los buenos pastores y sin refugiarnos en la sacristía. Sin dividir al hombre en dos, haremos Iglesia y, en paralelo, sociedad y política, e intentaremos que el poder civil se comporte cristianamente dentro de lo que la Fe tolera, permite o exige en cada circunstancia. Y España, a pesar de los pesares, sigue en tesis católica, aunque menos que antes: si no, adviertan Vds. las fiestas de Navidad y la celebración de la Epifanía de los Reyes Magos, la Semana Santa y Pascua en multitud de lugares de España, así como la piedad popular en las fiestas patronales etc. Lo que ocurre en España es un abismo entre la España real y la oficial, como a comienzos del siglo XX, y que los políticos no expresen los contenidos de la sociedad, espontáneos, en la verdad de la vida cotidiana, sin intervenciones externas, artificiales y ocasionales. No confundimos Iglesia y Estado; eso lo hacen los laicos y clérigos católico-liberales. Ellos apoyan y sirven –si cada vez más llorosos, allá ellos- a esta democracia falsa y engañosa, partitocrática, contraria a Dios y que lógicamente se ha convertido en inhumana. Tampoco llamamos unión verdadera cuando ésta se basada en la autosuficiencia individual o mayoritaria, y el sincretismo de creencias divergentes en cuestiones esenciales. Esto
  • 41. “El Liberalismo ideológico y sus consecuencias en lo religioso” 41 no es unidad, ni da paz, ni da gloria a Dios, y sí perjudica una restauración social y política. Hay mucha confusión con la virtud de la prudencia. Unos la invocan y en realidad son temerarios y discurren fuera de la realidad, y otros llegan a ser claudicantes a fuerza de oportunos – oportunistas- e ironizan sobre el “no buscar el martirio”. Cierto, hay que ser prudentes, pero con la dirección y modos adecuados. Como la prudencia es la virtud que tiene en cuenta las circunstancias, sus consideraciones no pueden desgajarse de todo el árbol de la vida; es decir, no es suficiente tener en cuenta los criterios barajados por instituciones de una finalidad exclusivamente religiosa y a imitación de la jerarquía eclesiástica. Para algunos su vida es únicamente el apostolado religioso. Se entregan a ella de por vida con miles de personas, multiplicando esfuerzos y compromisos como la Compañía de Jesús antaño. Por eso –pensarán-, para mantener las obras de apostolado están dispuestos a prescindir de todo lo temporal y materias puramente civiles aunque las obras apostólicas vivan en el tiempo y de él; están dispuestos a no tener Patria aunque las obras apostólicas se desenvuelvan en Patrias; a silenciar parte del mensaje no tan necesario para mantener lo que sea más necesario, considerando como núcleo apostólico el apostolado de confidencia; a armonizarse a nuestra sociedad y política absolutamente decadentes y hasta corruptas, aunque se mezcle sin necesidad el trigo y la cizaña y los malos políticos y hasta la política fagocite la sociedad que se quiere salvar. Si los objetivos de una asociación apostólica totalmente arraigada en la sociedad coinciden con los de la jerarquía eclesiástica, sin embargo, aquella tiene autonomía en el ámbito de la decisión ya que se debe a sí misma, mientras que la jerarquía tiene una mayor y más delicada responsabilidad porque se debe a todos los cristianos. Dicha asociación deberá ser vigilante para no utilizar a la sociedad donde se enraíza ni la Patria donde se desarrolla, trabajar social y –de forma indirecta- políticamente porque no se le obligue a silenciar el mensaje apostólico, a que se multiplique la cizaña de modo que ahogue al trigo, o bien entregarse ambiental e indirectamente a una política equivocada. Los católicos de vanguardia no deben dejarse utilizar para una Reconquista parcial y sesgada. Cuando los fieles y ciudadanos se alarman ante el avance de la revolución laicista, socialista y neo comunista, ¿actuar como cipayos de la gente de orden y temerosa? ¿O decir?: “Mantengamos nuestra unidad (…) (y cuando) vuelvan sus espantados ojos hacia nosotros, les diremos con la conciencia tranquila: Es obra vuestra, sois la causa de ello, no queremos aliarnos con vosotros para remediarla, queremos salvar á España, no vuestras riquezas” (El Tradicionalista, nº 2, 23-X-1886). Dicho de
  • 42. “El Liberalismo ideológico y sus consecuencias en lo religioso” 42 otra manera, no les va a salir “gratis” nuestra aportación en lo social y político, que es –añadimos- el Reinado social de Jesucristo. El grupo de jornadistas que resistió hasta el final sin necesidades de viaje. Salón de Conferencias de las nazarenas. 3-IV-2016. Foto:JFG2016 Las imágenes recogidas a continuación están tomadas del Archivo de la Hermandad de Caballeros Voluntarios de la Cruz, Pamplona (Navarra)
  • 43. “El Liberalismo ideológico y sus consecuencias en lo religioso” 43
  • 44. “El Liberalismo ideológico y sus consecuencias en lo religioso” 44 Apéndice histórico. 1) Magisterio de Juan Pablo II a los jóvenes. L PONTÍFICE de origen polaco, aclaró con insistencia las distorsiones y errores de nuestro tiempo, herencia de la Ilustración en su versión anticristiana del siglo XVIII: las confusiones sobre qué es la libertad, sobre la relación entre razón y fe, qué es la felicidad, la relación entre criador y criatura, cómo Dios no es una amenaza contra la libertad del hombre sino que la permite, la quiere, la hace posible y le da cumplimiento, sobreelevando además al hombre al plano sobrenatural, la relación entre verdad y libertad, qué es el progreso humano, la humanización de las realidades temporales, las relaciones entre lo natural y sobrenatural, entre libertad y Gracia, entre Iglesia y Estado, la relación entre reformismo y tradición etc. temas todos ellos distorsionados y entendidos erróneamente por el racionalismo y la secularización, por el Liberalismo en todos sus grados. Estos fragmentos pueden ser ampliados en numerosas enseñanzas de Juan Pablo II que abordan los temas de la ciencia, la libertad, la entrega al hombre de la naturaleza como depósito, la vía de las criaturas para llegar al criador, la relación entre la fe, ciencia y cultura, los males que conlleva cosificar al hombre, el verdadero progreso, y la defensa de la persona, la familia e instituciones sociales. Los fragmentos escogidos a continuación proceden del libro Juan Pablo II a los jóvenes (9). “En tiempos pasados los defensores de la ciencia moderna lucharon contra la Iglesia con el siguiente lema: razón, libertad y progreso. Hoy, ante la crisis del sentido de la ciencia, ante las múltiples amenazas para su libertad y ante las dudas que el progreso suscita, los frentes de la lucha se han cambiado. Hoy es la Iglesia la que entra en batalla. - Por la razón y la ciencia, a quien ésta ha de considerar con capacidad para la verdad, capacidad que la legítima como acto humano. - Por la libertad de la ciencia, mediante la cual la ciencia misma adquiere su dignidad como bien humano y personal. E