Este documento presenta extractos de las notas de Elena G. de White sobre la lección 4 del primer trimestre de 2015 de la Escuela Sabática. Los extractos describen la sabiduría divina y cómo se revela a través de Cristo y la creación. También discuten cómo Adán y Eva experimentaron gozo y regocijo al contemplar la creación de Dios y cómo la sabiduría invita a los hombres a conocer a Dios.
ACERTIJO LA RUTA DEL MARATÓN OLÍMPICO DEL NÚMERO PI EN PARÍS. Por JAVIER SOL...
Notas de Elena | Lección 4 | Sabiduría Divina | Escuela Sabática
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I Trimestre de 2015
Proverbios
Notas de Elena G. de White
Lección 4
24 de enero 2015
Sabiduría divina
Sábado 17 de enero
La verdad en Cristo y por medio de Cristo es inconmensurable. El que
estudia las Escrituras, mira, por así decirlo, dentro de una fuente que se
profundiza y se amplía a medida que más se contemplan sus profundidades.
No comprenderemos en esta vida el misterio del amor de Dios al dar a su
Hijo en propiciación por nuestros pecados. La obra de nuestro Redentor
sobre esta tierra es y siempre será un tema que requerirá nuestro más eleva-
do esfuerzo de imaginación. El hombre puede utilizar toda facultad mental
en un esfuerzo por sondear este misterio, pero su mente desfallecerá y se
abatirá. El investigador más diligente verá delante de él un mar ilimitado y
sin orillas.
La verdad, tal como se halla en Cristo, puede ser experimentada, pero
nunca explicada. Su altura, anchura y profundidad sobrepujan nuestro co-
nocimiento. Podemos esforzar hasta lo sumo nuestro imaginación para ver
solo turbiamente la vislumbre de un amor inexplicable, tan alto como los
cielos, pero que ha descendido hasta la tierra a estampar la imagen de Dios
en todo el género humano.
Sin embargo, nos es posible ver todo lo que podemos soportar de la
compasión divina. Ésta se descubre al alma humilde y contrita. Entendere-
mos la compasión de Dios en la misma proporción en que apreciamos su
sacrificio por nosotros. Al estudiar la Palabra de Dios con humildad de co-
razón, el grandioso tema de la redención se abrirá a nuestra investigación.
Aumentará en brillo mientras lo contemplemos, y mientras aspiremos a
entenderlo, su altura y profundidad irán continuamente en aumento (Pala-
bras de vida del Gran Maestro, pp. 99, 100).
Domingo 18 de enero: La sabiduría clama
¡Sí! ¡Nosotros podemos llegar a conocer a Dios! Es un conocimiento
que no se puede expresar por medio del lenguaje. ¿Qué palabras podríamos
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encontrar para expresar la convicción que nos embarga cuando Cristo reve-
la su presencia con nosotros y nuestros corazones son subyugados y suavi-
zados por su poder? Tal conocimiento no se puede expresar con palabras;
no podemos explicarlo, y sin embargo sabemos que lo poseemos. Los que
en verdad tienen un conocimiento de Dios trabajarán con Cristo para alcan-
zar el ideal que él tiene para ellos. Cada hombre y cada mujer ha recibido
esa tarca.
Cristo invita a todos a reflexionar. Haced cálculos honrados. Poned en
un platillo de la balanza a Jesús, que significa tesoro eterno, vida, verdad,
ciclo, y gozo de Cristo en las almas redimidas; poned en el otro todas las
atracciones que el mundo pueda ofrecer. En un platillo de la balanza poned
la pérdida de vuestra propia alma y de las almas de aquellos para cuya sal-
vación podríais haber sido un instrumento; en el otro, para vosotros y para
ellos, una vida que se mide con la vida de Dios. Pesad para el tiempo y la
eternidad. Mientras estáis así ocupados, Cristo habla: “¿Qué aprovecha al
hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?"
Dios desea que escojamos lo celestial en vez de lo terrenal. Nos presenta
las posibilidades de una inversión celestial. Quisiera estimular nuestros más
elevados blancos, asegurar nuestro más selecto tesoro. Declara: "Haré más
precioso que el oro fino al varón, y más que el oro de Ofir al hombre".
Cuando hayan sido arrasadas las riquezas que la polilla devora y el orín
corrompe, los seguidores de Cristo podrán regocijarse en su tesoro celestial,
las riquezas imperecederas (Mensajes para los jóvenes, pp. 127, 128).
En todas las épocas la curiosidad de los hombres los ha llevado a buscar
el árbol del conocimiento; a menudo creen que están juntando frutos de la
mayor utilidad cuando como en el caso de Salomón, hallan que todo es
vanidad e insignificancia en comparación con la ciencia de la verdadera
santidad que les abrirá las puertas de la ciudad de Dios (Conflicto y valor,
p. 17).
No basta poseer un conocimiento intelectual de la verdad... La palabra
debe penetrar en nuestro corazón. Debe arraigarse en nosotros mediante el
poder del Espíritu Santo. La voluntad debe ser puesta en armonía con sus
requerimientos. No solo el intelecto sino el corazón y la conciencia deben
concurrir en la aceptación de la verdad.
La Palabra de Dios da entendimiento a las gentes sencillas, a los que no
han aprendido la sabiduría del mundo. El Espíritu Santo hace comprender
las verdades salvadoras de las Escrituras a todos los que desean conocer y
realizar la voluntad de Dios...
Necesitamos sobre todo otro conocimiento, el conocimiento proporcio-
nado por la Palabra de Dios. Necesitamos saber qué debemos hacer en este
tiempo para escapar de las trampas satánicas y ganar la corona de gloria (A
fin de conocerle, p. 194).
Lunes 19 de enero: La sabiduría y la Creación
Puesto que Dios es la fuente de todo conocimiento verdadero, el princi-
pal objeto de la educación es, según hemos visto, dirigir nuestra mente a la
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revelación que él hace de sí mismo. Adán y Eva recibieron conocimiento
comunicándose directamente con Dios, y aprendieron de él por medio de
sus obras. Todas las cosas creadas, en su perfección original, eran una ex-
presión del pensamiento de Dios. Para Adán y Eva, la naturaleza rebosaba
de sabiduría divina. Pero por la transgresión, el hombre fue privado del
conocimiento de Dios mediante una comunión directa, y en extenso grado
del que obtenía por medio de sus obras. La tierra, arruinada y contaminada
por el pecado, no refleja sino oscuramente la gloria del Creador. Es cierto
que sus lecciones objetivas no han desaparecido. En cada página del gran
volumen de sus obras creadas se puede notar todavía la escritura de su
mano. La naturaleza aun habla de su Creador. Sin embargo, estas revela-
ciones son parciales e imperfectas. Y en nuestro estado caído, con las facul-
tades debilitadas y la visión limitada, somos incapaces de interpretarlas
correctamente. Necesitamos la revelación más plena que Dios nos ha dado
de sí en su Palabra escrita (La educación, pp. 16, 17).
Cristo declaró mediante Salomón: “Jehová me poseía en el principio, ya
de antiguo, antes de sus obras... Cuando ponía al mar su estatuto, para que
las aguas no traspasasen su mandamiento; cuando establecía los fundamen-
tos de la tierra, con él estaba yo ordenándolo todo, y era su delicia de día en
día, teniendo solaz delante de él en todo tiempo" (Proverbios 8: 22, 29, 30).
Al hablar de su preexistencia. Cristo transporta la mente al pasado de las
edades sin fin. Nos ofrece la certeza de que nunca hubo un tiempo cuando
él no estuviera en compañerismo eterno con Dios. Aquel cuya voz escucha-
ban los judíos entonces, había estado con Dios como alguien que siempre lo
hubiera acompañado.
Las palabras de Cristo fueron habladas con dignidad tranquila y con una
seguridad y poder que trajeron convicción a los corazones de los escribas y
fariseos. Les impactó el poder del mensaje enviado por el cielo. Dios estaba
tocando a la puerta de sus corazones, suplicándoles que le permitieran en-
trar.
Era igual a Dios, infinito y omnipotente... El es el Hijo eterno, que posee
vida eterna (Exaltad a Jesús, p. II).
El mundo fue hecho por él, "y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue
hecho” (S. Juan 1:3). Si Cristo creó todo lo que existe, entonces él existía
antes de todas las cosas. Las palabras expresadas con relación a esto son tan
decisivas que nadie necesita quedar presa de las dudas. Cristo era Dios
esencialmente y en el sentido más elevado. Era con Dios desde toda la eter-
nidad. Dios sobre todo, bendito para siempre.
El Señor Jesucristo, el divino Hijo de Dios, existió desde la eternidad
como una persona distinta, y sin embargo era uno con el Padre. Era la ex-
celsa gloria del cielo. Era el Comandante de las inteligencias celestiales, y
el homenaje de la adoración de los ángeles era recibido por él con todo de-
recho (Exaltad a Jesús, p. 10).
La verdad tiene poder para transformar las enseñanzas de Cristo en espí-
ritu y vida. Si se la estima y respeta, desviará al hombre de sus malos cami-
nos. La verdad y el error no pueden habitar en el mismo corazón. “El que
no es conmigo, contra mí es-declara Cristo- y el que conmigo no recoge,
desparrama" (S. Mateo 12:30).
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La sabiduría, el intelecto, el poder, no son Dios. Pero Dios es el Autor
de toda sabiduría, toda gracia y todo poder. El dio a Lucifer toda su sabidu-
ría y poder, y sin embargo ese intelecto no era Dios mismo. Hemos de co-
nocer a Dios por su revelación en sus obras maravillosas. ¿Quién puede
encontrar a Dios por medio de la investigación? Esto no es parte de nuestra
obra. El carácter de Dios está expresado en los Diez Mandamientos. La
ciencia de toda bondad, verdad y justicia, es conocer a Dios como él es.
Debemos obedecer toda expresión de su carácter como lo revela su Ley
(Alza tus ojos, p. 345).
Martes 20 de enero: Regocijo en la Creación
Cristo compara el amor de un padre por sus hijos, al proveerles todas sus
necesidades, con el amor del Padre celestial. Quiere que sus seguidores
comprendan su verdadera relación con Dios: que son sus hijos por creación
y por redención; que su relación con él es más grande que la que tiene un
hijo con sus padres terrenales, porque “de tal manera amó Dios al mundo,
que ha dado a su hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se
pierda, mas tenga vida eterna”. Si los padres terrenales saben cómo dar
buenas dádivas a sus hijos, cuánto más nuestro Padre celestial dará el Espí-
ritu Santo a los que le piden.
En sus enseñanzas. Cristo presentó la relación que debiera existir entre
los seres humanos con Dios, y entre ellos mismos. No nos deja a oscuras en
cuanto a quién es la Fuente de nuestra fuerza. Nos indica la oración como el
refugio para nuestra perplejidades y desánimo. Nos dice: “Por tanto, os
digo que todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá"
(S. Marcos 11:24). El alma necesitada recibirá gracia si la pide con una fe
confiada, simple, como la de un niño, y lo hace a través de Jesús su Salva-
dor. Cristo comprende las necesidades de la humanidad y no será indiferen-
te a quien desea su amor y su presencia. Está esperando para impartir los
brillantes rayos de su justicia. Para eso vino a este mundo: para llamar a los
pecadores al arrepentimiento. No obstante, él espera nuestro consentimiento
para liberamos de la esclavitud satánica. Dice: “Al que a mí viene, no le
echo fuera" (S. Juan 6:37) (Signs of the Times, enero 14, 1897).
La santa pareja vivía muy dichosa en el Edén. Tenía dominio ilimitado
sobre todos los seres vivientes. El león y el cordero jugueteaban pacífica e
inofensivamente a su alrededor, o se tendían a dormitar a sus pies. Aves de
todo color y plumaje revoloteaban entre los árboles y las flores, y en tomo
de Adán y Eva, mientras sus melodiosos cantos resonaban entre los árboles
en dulce acuerdo con las alabanzas tributadas a su Creador.
Adán y Eva estaban encantados con las bellezas de su hogar edénico. Se
deleitaban con los pequeños cantores que los rodeaban revestidos de bri-
llante y primoroso plumaje, que gorjeaban su melodía alegre y feliz. La
santa pareja unía sus voces a las de ellos en armoniosos cantos de amor,
alabanza y adoración al Padre y a su Hijo amado, por las muestras de amor
que la rodeaban. Reconocían el orden y la armonía de la creación que ha-
blaban de un conocimiento y una sabiduría infinitos. Continuamente descu-
brían en su edénica morada alguna nueva belleza, alguna gloria adicional,
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que henchía sus corazones de un amor más profundo, y arrancaba de sus
labios expresiones de gratitud y reverencia a su Creador (La historia Je la
redención, pp. 22, 23).
Miércoles 21 de enero: La apelación de la sabiduría
De nada vale profesar simplemente ser discípulo. La fe en Cristo que
salva al alma no es la que muchos enseñan. “Creed, creed -dicen- , y no
tenéis necesidad de guardar la ley”. Pero una creencia que no lleva a la
obediencia, es presunción. Dice el apóstol Juan: “El que dice: Yo le conoz-
co, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está
en él”. Nadie abrigue la idea de que las providencias especiales o las mani-
festaciones sobrenaturales han de probar la autenticidad de su obra ni de las
ideas que proclama. Cuando los hombres dan poca importancia a la Palabra
de Dios y ponen sus impresiones, sus sentimientos y sus prácticas por en-
cima de la norma divina, podemos saber que no tienen la luz.
La obediencia es la prueba del discipulado. La observancia de los man-
damientos es lo que prueba la sinceridad del amor que profesamos. Cuando
la doctrina que aceptamos destruye el pecado en el corazón, limpia el alma
de contaminación y produce frutos de santidad, entonces podemos saber
que es la verdad de Dios. Cuando en nuestra vida se manifiesta benevolen-
cia, bondad, ternura y simpatía; cuando el gozo de realizar el bien anida en
nuestro corazón; cuando ensalzamos a Cristo, y no al yo, entonces podemos
saber que nuestra fe es correcta. “Y en esto sabemos que nosotros le cono-
cemos, si guardamos sus mandamientos” (El discurso maestro de Jesucris-
to, p. 123).
Si hay alguien que debe estar continuamente agradecido, es el cristiano.
Si hay alguien que disfruta de felicidad, aun en esta vida, es el fiel seguidor
de Jesucristo. Los hijos de Dios tienen el deber de ser alegres. Deberían
estimular una actitud feliz. Dios no puede ser glorificado por sus hijos que
viven continuamente bajo una nube y que arrojan sombras dondequiera que
van. El cristiano debería arrojar luz en vez de sombra... Debe tener un ros-
tro alegre (Conducción del niño, p. 135).
Corra una fe viva cual hilo de oro, en toda la ejecución de los deberes
aún más humildes. Entonces toda la tarea diaria promoverá el crecimiento
cristiano. Habrá una continua contemplación de Jesús. El amor por él dará
fuerza vital a cuanto se emprenda. Y así, mediante el uso debido de nues-
tros talentos, podemos unimos por medio de una cadena de oro al mundo
más elevado. Esta es la verdadera santificación; porque la santificación
consiste en la alegre ejecución de los deberes diarios en perfecta obediencia
a la voluntad de Dios (Palabras de vida del Gran Maestro, p. 294).
La Biblia presenta ante nuestra vista las inescrutables riquezas y los te-
soros inmortales de los cielos. Los impulsos-más fuertes del hombre lo
arrastran a tratar de procurar su propia felicidad. La Biblia reconoce este
deseo y nos muestra que todo el cielo se unirá a los esfuerzos que el hom-
bre haga por conseguir la dicha. Además, revela la condición según la cual
se da la paz de Cristo a los hombres. Describe un hogar de dicha y resplan-
dor sempiternos, donde no habrá lágrimas ni necesidades...
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Morar para siempre en este hogar de los bienaventurados, y a través de
los siglos sin fin progresar en sabiduría, conocimiento y santidad, exploran-
do siempre nuevos campos del pensamiento, hallando siempre nuevos pro-
digios y nuevas glorias, creciendo siempre en capacidad de conocer, disfru-
tar y amar, sabiendo que quedan todavía delante de nosotros gozo, amor y
sabiduría infinitos, tal es el fin hacia el cual se dirige la esperanza del cris-
tiano (La maravillosa gracia de Dios, p. 363).
Jueves 22 de enero: Uno u otro
A los ojos del mundo, los que sirven a Dios pueden parecer débiles.
Aparentemente se pueden estar hundiendo bajo las ondas, pero cuando vie-
ne la próxima ola se los ve aparecer de nuevo más cerca de la orilla. “Yo
les doy vida eterna -dice nuestro Señor- nadie las arrebatará de mi mano”
(S. Juan 10:28). Aunque caigan los reyes y las naciones desaparezcan, las
almas que por fe se vinculen con los propósitos divinos, vivirán para siem-
pre. “Los entendidos resplandecerán como el resplandor del firmamento; y
los que enseñan la justicia a la multitud, como las estrellas a perpetua eter-
nidad" (Daniel 12:3) (Cada día con Dios, p. 352).
Despertando como de un sueño al oír esta sentencia de juicio pronuncia-
da contra él y su casa, Salomón sintió los reproches de su conciencia y em-
pezó a ver lo que verdaderamente significaba su locura. Afligido en su espí-
ritu, y teniendo la mente y el cuerpo debilitados, se apartó cansado y se-
diento de las cisternas rotas de la tierra, para beber nuevamente en la fuente
de la vida... No podía esperar que escaparía a los resultados agostadores del
pecado; no podría nunca librar su espíritu de todo recuerdo de la conducta
egoísta que había seguido; pero se esforzaría fervientemente por disuadir a
otros de entregarse a la insensatez (Conflicto y valor, p. 196).
La verdadera sabiduría es un tesoro tan duradero como la eternidad. Mu-
chos de los que el mundo llama sabios lo son solo en su propia estima. Con-
tentos con las adquisiciones de la sabiduría mundanal, nunca entran en el
jardín de Dios, para llegar a relacionarse con los tesoros de sabiduría conte-
nidos en su Santa Palabra. Considerándose sabios, son ignorantes con res-
pecto a la sabiduría que todos deben tener para alcanzar la vida eterna... El
hombre ignorante, si conoce a Dios y a Jesucristo, tiene una sabiduría más
duradera que la del hombre más sabio que desprecia la instrucción de Dios.
La sabiduría divina ha de ser una lámpara a sus pies... Todo lo que pue-
da ser sacudido, lo será; pero arraigado y basado en la verdad, usted podrá
mantenerse con aquellas cosas que no pueden ser conmovidas (Dios nos
cuida, p. 28).
Los que consideran como valiente y viril el tratar los requerimientos de
Dios con indiferencia y desprecio, revelan con esto su propia insensatez e
ignorancia. Mientras que se jactan de su libertad e independencia, están
realmente en la servidumbre del pecado y de Satanás.
Un claro concepto de lo que es Dios y de lo que él requiere que seamos,
producirá en nosotros una sana humildad. El que estudia correctamente la
Sagrada Palabra aprenderá que el intelecto humano no es omnipotente.