El documento resume varios pasajes de Santiago 1:2-11 sobre la fe, las pruebas, la sabiduría y la riqueza. Santiago enseña que la fe se prueba y perfecciona a través de las diversas pruebas de la vida, y que debemos pedir sabiduría a Dios con fe sin dudar. También advierte que los ricos se marchitarán como la hierba, mientras que los humildes deben gloriarse en su exaltación. Elena White complementa que la riqueza solo es peligrosa cuando se la hace competir con el tes
2. Santiago
1:2-3
La
prueba
de
vuestra
fe
Santiago
1:4
La fe
que
hace
perfecto
Santiago
1:5-6
Pedir
con fe
Santiago
1:7-8
La fe y
la duda
Santiago
1:9-11
El pobre
y el rico
Santiago 1:2-11
3. “Hermanos míos, tened por sumo gozo
cuando os halléis en diversas pruebas,
sabiendo que la prueba de vuestra fe
produce paciencia” (Santiago 1:2-3)
Pedro nos dice que debemos ser “afligidos en
diversas pruebas” (1P. 1:6). ¿Cómo podemos
sentir “sumo gozo” cuando estamos afligidos
por las pruebas?
La expresión “prueba de vuestra fe” hace
referencia al proceso por el cual se prueba una
cosa. La fe del creyente es probada de diversas
maneras (tal vez dolorosas) de modo que
resplandezca como el oro y produzca su fruto:
paciencia (perseverancia).
Cómo ejercer la fe:
1. Creer en un Padre amante.
2. Confiar en su sabiduría.
3. Actuar sobre la base de su Palabra.
Aquel que es capaz de ver
por la fe el fruto final, más
allá de la aflicción presente,
es bienaventurado (Mt. 5:12).
Tendremos “sumo gozo” si
ponemos nuestra mira en el
oro ya refinado, en lugar de
mirar al fuego.
4. “Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis
perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna” (Santiago 1:4)
Fe Prueba Paciencia
Perfección
La meta que Dios nos propone es que
lleguemos a ser perfectos (madurez
espiritual) y cabales (totalmente
completos).
¿Cuándo alcanzaremos esta
perfección, según Efesios 4:13?
Solo cuando seamos como Cristo
seremos perfectos.
Pablo era consciente de no haberlo
alcanzado aún (Fil. 3:12-15). Nosotros,
como él, debemos proseguir siempre
hacia la meta.
5. “Y si alguno de vosotros tiene
falta de sabiduría, pídala a
Dios, el cual da a todos
abundantemente y sin reproche,
y le será dada. Pero pida con
fe, no dudando nada; porque el
que duda es semejante a la
onda del mar, que es
arrastrada por el viento y
echada de una parte a otra”
(Santiago 1:5-6)
Según la Biblia, la sabiduría no
consiste en tener conocimientos,
sino en saber cómo conducirse en el
“temor de Jehová” (Proverbios 9:10)
Saber oír, saber callar, saber
cuándo airarse (Stg. 1:19)
Saber discernir las necesidades de
los demás (Stg. 2:15-16)
Saber comportarse correctamente,
con mansedumbre (Stg. 3:13)
Esta sabiduría debe ser pedida con fe,
creyendo que Dios tiene poder para
cambiarnos, y así reflejar en nuestra
vida nuestra comunión con Cristo.
6. “No piense, pues, quien tal haga, que recibirá
cosa alguna del Señor. El hombre de doble ánimo
es inconstante en todos sus caminos” (Santiago 1:7-8)
Al igual que Elías, Santiago nos pregunta: “¿Hasta cuándo
claudicaréis vosotros entre dos pensamientos?” (1R. 18:21).
El “hombre de doble ánimo” vacila entre la fe y la duda.
Nuestra fe tiene que estar viva y
crecer. Esto sucede solo cuando
ejercemos esa fe buscando a Dios
y confiando en él en toda
circunstancia.
Una fe que proviene de
Dios y ha sido purificada
en el crisol de las pruebas
es una fe que mueve
montañas. Una fe exenta
de dudas.
7. “Las vicisitudes más difíciles de la vida cristiana deberían
ser las que proporcionen mayores bendiciones. Las
providencias especiales recibidas en las horas lóbregas
deben animar al alma en los futuros ataques de Satanás, y
prepararla para que permanezca firme en las fieras
pruebas. La prueba de nuestra fe es más preciosa que el
oro. Pero para soportar las pruebas debemos tener esa fe,
esa confianza en Dios que no será conmovida por los
argumentos y las tentaciones del engañador. Tomemos
como segura la palabra del Señor, estudiemos sus
promesas y apropiémonos de ellas. “La fe es por el oír, y el
oír, por la Palabra de Dios” (Romanos 10:17). Feliz aquella
alma que, cuando es tentada, se encuentra rica en el
conocimiento de las Escrituras y se escuda en las promesas
de Dios. Necesitamos esa fe perdurable y calmada, esa
valentía moral que solo Cristo puede dar, a fin de estar
capacitados para enfrentar las pruebas y fortalecidos para
cumplir con nuestro deber”
E.G.W. (Review and Herald, 17 de abril de 1894)
8. “El hermano que es de humilde condición, gloríese en su exaltación;
pero el que es rico, en su humillación; porque él pasará como la flor
de la hierba. Porque cuando sale el sol con calor abrasador, la
hierba se seca, su flor se cae, y perece su hermosa apariencia; así
también se marchitará el rico en todas sus empresas” (Santiago 1:9-11)
Aunque parecen extremistas, las enseñanzas de Santiago sobre los
ricos son iguales a las de Jesús:
Los ricos se marchitarán
(Stg. 1:11)
Deben preocuparse del huérfano
y la viuda (Stg. 1:27)
Solo se preocupan de sí mismos
(Stg. 5:1-4)
Retienen el jornal de sus
empleados (Stg. 5:4)
Las riquezas secan la semilla del
Evangelio (Lc. 8:14)
Deben preocuparse por los
necesitados (Mt. 25:37-40)
Solo se preocupan por sí mismos
(Lc. 12:16-21)
El obrero es digno de su salario
(Lc. 10:7)
9. “La Biblia no condena al rico por el hecho de ser rico;
tampoco declara que la adquisición de riquezas sea un
pecado, ni dice que el dinero es la raíz de todo mal. Todo
lo contrario, las Escrituras declaran que Dios es el que
da el poder para conseguir riquezas. Esta habilidad es
un talento precioso si se lo consagra a Dios y se lo
emplea para promover su causa. La Biblia no condena el
genio ni el arte, porque éstos proceden de la sabiduría
que Dios imparte. No podemos hacer que el corazón sea
más puro o más santo cubriendo el cuerpo de cilicio o
privando el hogar de todo lo que proporciona
comodidad, gusto o conveniencia.
Las Escrituras enseñan que la riqueza es una posesión
peligrosa únicamente cuando se la hace competir con el
tesoro inmortal. Se convierte en una trampa cuando lo
mundano y lo temporal absorben los pensamientos, los
afectos y la devoción que Dios reclama para sí”
E.G.W. (Consejos sobre mayordomía cristiana, pg. 144)