2. «¿Está alguno entre vosotros afligido? Haga oración.
¿Está alguno alegre? Cante alabanzas» (Santiago 5:13)
Las personas cambiamos muy
fácilmente de estado de ánimo.
Santiago quiere que, sea cual sea
nuestro estado de ánimo, sintamos
siempre la presencia divina con
nosotros.
¿Estamos afligidos? Hablemos con
Dios a través de la oración.
¿Estamos alegres? Hablemos con
Dios a través del canto.
¿Y, además de esto, cuántas veces
se ha convertido nuestra tristeza en
gozo y alegría cuando hemos
comenzando a cantar un himno?
3. «¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los
ancianos de la iglesia, y oren por él, ungiéndole con
aceite en el nombre del Señor. Y la oración de fe
salvará al enfermo, y el Señor lo levantará; y si
hubiere cometido pecados, le serán perdonados»
(Santiago 5:14-15)
El caso presentado por Santiago parece ser
el de un creyente al que le ha sobrevenido
una enfermedad (grave) cuya curación
desea poner en manos divinas.
Los ancianos, siguiendo el ejemplo de
los apóstoles comisionados por Jesús,
ungen al enfermo y oran por él.
«Y echaban fuera muchos demonios, y
ungían con aceite a muchos enfermos,
y los sanaban» (Marcos 6:13)
4. «¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos
de la iglesia, y oren por él, ungiéndole con aceite en el
nombre del Señor. Y la oración de fe salvará al enfermo, y el
Señor lo levantará; y si hubiere cometido pecados, le serán
perdonados» (Santiago 5:14-15)
Observa el doble sentido que parece tener aquí
la expresión «el Señor lo levantará».
En última instancia, es Dios el que sana al
enfermo (lo «levanta» de su lecho), o permite
que éste vaya al descanso, esperando ser
«levantado» el día de la resurrección.
Por último, la oración por sanidad debe ir
siempre acompañada del deseo de vivir
en armonía con las leyes divinas. Por
tanto, debe haber sincero
arrepentimiento, que irá siempre
acompañado del perdón de los pecados.
5. «Confesaos vuestras ofensas unos
a otros, y orad unos por otros,
para que seáis
sanados. La oración
eficaz del justo
puede mucho»
(Santiago 5:16)
Una vez que se ha ocupado de la sanidad del
cuerpo, Santiago nos habla de la sanidad del alma.
La confesión mutua de las ofensas y la oración
intercesora de unos por otros dará sanidad al alma,
que repercutirá también en la sanidad física.
El justo, cuya oración es eficaz, no es justo
porque sea perfecto. Es justo porque ha
perdido perdón por sus pecados, ha confesado
sus ofensas, y ora por sus hermanos. Su
oración es eficaz.
6. «Elías era hombre sujeto a pasiones semejantes a las nuestras, y oró
fervientemente para que no lloviese, y no llovió sobre la tierra por tres años y
seis meses. Y otra vez oró, y el cielo dio lluvia, y la tierra produjo su fruto»
(Santiago 5:17-18)
Para reafirmar la importancia de la oración
en la sanidad, Santiago nos presenta el
ejemplo de un «justo» que ascendió al cielo
en un carro de fuego.
Dios escuchó la oración de un hombre
como nosotros para realizar prodigios
maravillosos. Este es el ejemplo de oración
que tiene poder para sanar.
Según Malaquías 4:5-6, Elías representa
también al precursor del Mesías (tanto en
su primera como en su segunda venida).
Como pueblo de Dios, estamos llamados a
una obra de reavivamiento y reforma para
preparar al mundo para la Venida
del Salvador.
7. «Hermanos, si alguno de entre vosotros se ha extraviado de
la verdad, y alguno le hace volver, sepa que el que haga
volver al pecador del error de su camino, salvará de muerte
un alma, y cubrirá multitud de pecados» (Santiago 5:19-20)
El final de la epístola
de Santiago está
especialmente escrito
para los Elías del
último tiempo.
«He aquí, yo os envío el profeta Elías,
antes que venga el día de Jehová,
grande y terrible. El hará volver el
corazón de los padres hacia los hijos,
y el corazón de los hijos hacia los
padres, no sea que yo venga y hiera la
tierra con maldición» (Malaquías 4:5-6)
Éste es un llamado
a restaurar las
relaciones rotas y a
conducir a la gente
de regreso a Dios.
8. «Cristo es el mismo médico compasivo que cuando
desempeñaba su ministerio terrenal. En él hay
bálsamo curativo para toda enfermedad, poder
restaurador para toda dolencia. Sus discípulos de
hoy deben rogar por los enfermos con tanto empeño
como los discípulos de antaño. Y se realizarán
curaciones, pues “la oración de fe salvará al
enfermo.” Tenemos el poder del Espíritu Santo y la
tranquila seguridad de la fe para aferrarnos a las
promesas de Dios. La promesa del Señor: “Sobre los
enfermos pondrán sus manos, y sanarán” (Marcos
16:18), es tan digna de crédito hoy como en tiempos
de los apóstoles, pues denota el privilegio de los hijos
de Dios, y nuestra fe debe apoyarse en todo lo que
ella envuelve. Los siervos de Cristo son canales de su
virtud, y por medio de ellos quiere ejercitar su poder
sanador. Tarea nuestra es llevar a Dios en brazos de
la fe a los enfermos y dolientes. Debemos enseñarles a
creer en el gran Médico»
E.G.W. (El ministerio de curación, pg. 171)