Prosper (una migración "indocumentada" en primera persona
1. Prosper Talla
2 de marzo de 2004
Buenos días. Me llamo Prosper Talla y soy de Camerún.
Antes de comenzar a contarles mi experiencia de viaje a
este país, quiero agradecer a la Universidad Carlos III y a la
Capellanía Africana, en la que participo, la oportunidad que
me brindan para hacer llegar una realidad que es
parcialmente conocida. Pero, sobre todo, porque me ha
permitido pararme a pensar qué me ha supuesto esta
experiencia.
Soy un joven camerunés de 31 años, que cuando tenía 28
decidió emprender un viaje. Por aquel entonces, yo vivía en
Douala, la capital económica de Camerún y trabajaba en
una carnicería, vivía con mi pareja y tenía un niño de cuatro
años. Mi familia es muy grande, mi padre tiene 16 hijos de
dos esposas. Mi debilidad ha sido siempre el deporte y, de
hecho, creo ser un buen boxeador.
Llevo en España un año y tres meses, mi castellano ha
mejorado bastante, pero no lo suficiente como para
expresarme con soltura, por ello pido disculpas por hacer la
exposición leyendo, pero es una manera de asegurar que
se me entienda mejor. La he preparado con muchísima
ilusión, pues me parece a mí que una Universidad es un
sitio importante. La redacté en francés, la traduje (fue
terrible) y después me ayudaron a redactarla al castellano.
Me ha llevado su tiempo, pero ha merecido la pena.
Voy a contar por qué salí de Camerún, cómo fue el viaje y
qué me ha aportado esta experiencia.
Primero. ¿Por qué salí de Camerún?. Salí de mi país
porque había mucha pobreza, por la corrupción y por la
dictadura del Gobierno. África es un continente muy rico,
pero muy pobre por sus deudas. La gran mayoría de las
cosas que hay en África las han realizado los europeos y
los americanos, pero las ayudan que estos países dan se
las queda el presidente del Gobierno.
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Hoy la UE y América dan dinero a un país de África y
mañana ese dinero va a parar a donde siempre, al
presidente y sus ministros. Desde los 16 años me he
buscado la vida, pues mi padre no podía mantenernos a
todos y uno sueña con salir en algún momento de la
precariedad y tener lo que todo el mundo tiene.
Segundo. El viaje. El viaje comienza en Douala donde
residía en el año 2001. Hasta entonces yo había estado
viviendo en Bafoussam que es donde nací. Un año antes,
esto es, en el 2000, un amigo y yo empezamos a preparar
el viaje a Europa. Y el 10 de enero de 2001 comenzó
nuestra aventura.
Salimos a las nueve de la noche con una bolsa en la que
habíamos metido: comida enlatada, cosas de aseo, ropa,
documentación y unos 1000 Euros.
Fuimos en tren hasta la frontera de Camerún con Nigeria, a
Garouna, y llegamos el 12 de enero de 2001. Una vez allí,
un hombre (de la mafia) se ofreció a llevarnos por la noche
hasta Yola (en el centro de Nigeria). Una vez en Nigeria,
nos deshicimos de la documentación de Camerún,
enterrando el pasaporte en la arena ya que, si te pilla la
policía con pasaporte de Camerún, te deporta y el hombre
de la mafia nos dio una documentación nueva de otro país,
de Guinea Conakry.
Al día siguiente, el 14 de enero de 2001, otro hombre nos
llevó en otro coche por la noche hasta Kano, que es una
ciudad de Nigeria que hace frontera con Níger. Pasamos
una noche en un hostal y por la mañana tuvimos que
comprar comida, porque ya no nos quedaba nada. El 16 de
enero de 2001 por la noche, otro hombre nos llevó hasta
Maradi, en Níger, pero para que la policía nos dejase pasar
la frontera tuvimos que pagar unos 20 Euros.
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Maradi es un lugar muy, muy pobre. Se pasa mucha
hambre. Tú no puedes comer tranquilamente en la calle,
porque te quitan la comida. Allí compramos dos bidones de
agua de 20 litros cada uno y unas mantas, pues al día
siguiente iba a comenzar nuestra aventura en el desierto.
El 18 de enero de 2001 por la noche apareció un camión de
arroz y el chico al que habíamos pagado nos dijo que
íbamos a viajar en él con unas 200 personas más (éramos
muchísima gente). El camión nos llevó hasta Agades.
Pasamos mucho frío, y fue imposible dormir pues cada
poco había que bajar a empujar el camión. A las cuatro de
la tarde estábamos en Agades y nos cogió la policía. Nos
registraron, pero no nos pudieron quitar el dinero porque lo
habíamos escondido en el doble de los bajos y de la
cinturilla del pantalón.
Después, la gente de la mafia nos llevó a una casa, por la
que pagamos unos 100 Euros, y ese mismo día, por la
noche, 25 personas viajamos en un cuatro por cuatro en
dirección a Argelia. El viaje por el desierto lo dirigen los
Tuareg, quienes lo conocen a la perfección. Pasamos dos
semanas en el desierto durmiendo sobre la arena. Por la
noche hacía un frío terrible y por la mañana un calor
extremo. No sabría decir qué era peor, si el frío o el calor.
Después de dos semanas, paramos para comprar comida.
Entregamos el dinero para comprarla al hombre que nos
dirigía y él se acercó hasta un pueblo, pero ya no volvió
más, así que estuvimos una semana esperando, sin agua y
sin comida. Tres compañeros murieron y únicamente
pudimos enterrarlos en la arena.
Aproximadamente, el 10 de febrero de 2001, decidimos
comenzar a andar por un camino y, afortunadamente, nos
encontró la policía que nos recogió y nos llevó tres días
más tarde en un camión hasta la frontera. Habíamos salido
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a las tres de la mañana y llegamos a las cinco de la tarde.
Nos expulsaron a Mali.
Anduvimos unos 15 kilómetros y llegamos a un pueblo (el
14 de febrero) en el que había unas treinta personas y allí
pasamos tres días. Yo ya me había quedado sin ropa (en el
desierto se destrozó la mayoría), sin dinero y sin comida.
Así que, si me quedaba allí, comprendí que iba a morir.
El 18 de febrero, decidí volver a Argelia para trabajar y
ganar algo de dinero, pues en aquel pueblo era imposible.
Me separé de mi amigo, pues a él todavía le quedaba
dinero y pudo continuar su viaje.
Llegué a Tinsabuto y fui puerta por puerta pidiendo comida.
Contacté con un señor que me acogió en su casa para
trabajar con él en la construcción. Me quedé allí un año y
medio. Me pagaban unos tres euros al día, así que pude
ahorrar otros 1000 o 1200 euros. Para marcharme sin
ofender al señor que me había acogido durante ese tiempo,
le dije que tenía que volver a mi país pues mi madre había
enfermado, sólo así podría entender que me marchara.
A finales de agosto de 2002 volví al pueblo de Mali, donde
me había separado de mi amigo y contacté de nuevo con la
mafia. Compré un bidón de 20 litros, una manta y pan.
Pagué mi viaje y a las seis de la tarde marchamos de
Tamanrasel a Djanet (frontera con Libia). En dos días se
nos terminó el agua, pero en septiembre llueve, así que
bebimos el agua de las montañas, no nos quedaba más
remedio.
Durante el viaje cambiamos en numerosas ocasiones de
coche. Una vez en Djanet, continuamos hasta la frontera
con Marruecos y allí pagamos unos 1500 Euros para ir a
Oujda. Después, a la una de la madrugada nos dirigimos a
otra ciudad de Marruecos y llegamos a las cinco y media de
la mañana. Había que llegar antes de las seis de la
mañana, que es cuando la policía cambia su turno.
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Una vez allí, cogimos un autobús, rompimos de nuevo el
pasaporte y nos dieron documentación de estudiantes por
la que pagamos unos 100 Euros.
El autobús nos llevó a Rabat (capital de Marruecos).
Viajamos toda la noche. Nos llevaron a una casa y tuvimos
que estar un mes allí dentro (hasta principios de octubre de
2002). Éramos unas 60 personas, no podíamos salir,
estábamos como en la prisión. Por esa estancia y el viaje
en patera pagamos 800 Euros.
Un día el jefe del viaje nos dijo que debíamos prepararnos
y nos pidió más dinero con el que compró pan y galletas.
Por la noche cogimos un camión que nos llevó a Agadir y
de allí hasta El Aaiún, en el desierto del Sáhara, dónde
pasamos unos 15 días para arreglar la patera (barco
pequeños de madera que se pinta y al que se le coloca un
motor pequeño para llegar a Europa). Durante esos 15 días
nos dejaban comer sólo una vez al día un trozo de pan y
beber en dos momentos: a las doce de la mañana y a las
seis de la tarde. Teníamos que ir a mendigar comida y no
podíamos ponernos enfermos.
Cinco días antes de la salida, nos hicieron quitarnos las
cadenas, relojes y anillos. Metimos la patera en un coche y
anduvimos unos 60 kms hasta el mar. Bajamos la patera
del coche, la empujamos hasta dentro del mar y, cuando
teníamos el agua a la altura del cuello, nos subimos. Al ver
el vaivén de las olas pasé mucho miedo, si hubiera sabido
lo que era la patera no habría hecho este viaje. De hecho,
le dijimos al jefe que no hacíamos el viaje, pero él no quería
devolvernos el dinero, así que nos montamos.
En la patera íbamos 28 personas, en cuclillas, sin
movernos por miedo a volcar, haciéndonos nuestras
necesidades encima, empapados y sacando el agua que
entraba cada muy poco tiempo.
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Nos guiábamos con una brújula pequeñísima. Pasamos
unas 21 horas en el mar y llegamos todos.
Unos 10 kms antes de llegar a la costa canaria, nos dijeron
que nos tirásemos al agua y nos recogió la Guardia Civil.
Teníamos mucho frío y mucha sed. Había periodistas
sacando fotos. Nos llevaron a un centro de internamiento y
pasamos allí 40 días.
Después, nos metieron en un avión y nos trajeron a Madrid.
Llegamos a las once de la noche. La policía nos hizo firmar
un papel y nos indicó mediante gestos que nos
marcháramos.
Yo no sabía hablar castellano, no conocía ningún sitio,
jamás había visto el metro. Me quedaban 100 euros, cogí el
autobús y no sé cómo, llegué hasta la estación de Sol,
donde me quedé a dormir. A la mañana siguiente, pregunté
por algún sitio en el que descansar y me dijeron que fuera a
la Cruz Roja.
Este fue mi viaje, llegué a Madrid a finales de noviembre
del año 2002.
Tercero.- ¿Qué me ha aportado esta experiencia?
Llevo un año y tres meses en España y no puedo trabajar
legalmente ya que la Ley de Extranjería por el momento
sólo permite tener una autorización de trabajo una vez que
llevemos cinco años de estancia en España. Están
intentando que sea menos tiempo, pero por el momento
esto es lo que hay.
No obstante, he trabajado. A veces me han pagado y a
veces, no. Ahora estoy de guardia de seguridad en una
discoteca y gano 130 Euros a la semana, sin contrato
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lógicamente. En España hay trabajo, pero es duro si no
tienes papeles.
La única alternativa que nos dejan es trabajar con papeles
falsos y les aseguro que no es agradable.
Cuando llegué fue todo muy difícil. Tuve que estar
durmiendo en un parque cerca de Sol y me dediqué a
aparcar coches en Guzmán el Bueno.
Poco a poco fui haciendo amigos. Conocí primero a Txaro
que siempre me tuvo confianza y cariño, y a un señor que
se llama Cruz, que tiene una tienda de muebles y me
ayuda muchas veces.
Fui a una parroquia que se llama San Juan de Ávila, donde
encontré mucha gente simpática y ya no me sentía tan
solo, porque ellos se convirtieron en mi familia.
Conocí a dos familias: la de María y Carlos, que me tenían
mucho cariño y mucha confianza y nos llevaron a mí y a
mis hermanos (paisanos) a vivir a su casa, y la de Juan y
Mari Carmen, que me han apoyado mucho e invitado en
numerosas ocasiones a pasar con ellos ratos agradables.
El Padre Daniel, siempre me ha demostrado mucho afecto
igual que el párroco, Padre José Ramón. En la escuela que
hay en la parroquia me enseñan español y ahora ya hablo
un poco.
Con todas esas personas, que ahora son mi familia, estoy
feliz en España. Pienso muchas veces en mi familia que
sigue en África, pero aquí no estoy solo. Tengo a todos
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esos amigos españoles y, además, siempre ha estado
conmigo Dawa, un camerunés que es como mi hermano,
con quien comparto todas las cosas y al que quiero mucho.
Espero algún día tener un buen trabajo, encontrar una
mujer buena con la que poder vivir y, si la madre de mi hijo
me deja, traerme a mi hijo. Deseo vivir con alegrías y en
paz.
Muchas gracias por escucharme.
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