1. Los cursis "gourmets" del aceite
"Como me temía, los camelos que los enólogos
usan al describir los vinos han llegado
a los catadores de aceite"
¿Mira que si mando a Rappel a los albañiles? Está resultando que tengo más
dotes adivinatorias de las que creía. ¿No se acuerdan que les dije que con esta moda
del aceite de oliva y de su promoción pronto habría gastrónomos y gourmets del
aceite, que te hablarían de sus cosechas, sus marcas y su acidez como los expertos en
Rioja te comentan las añadas? Bueno, pues ya los hay. Cuanto más sodomiza Europa
el aceite español proclamemos sus excelencias. Hasta el punto de que en Andalucía,
Chaves coge hasta al mismo González para anunciarlo, ¿sabrá González de pringue,
y de estar pringado, y de pringar, que es la parte oscura de la brillante luna del aceite
sobre la plata de los olivares de Jaén, de Córdoba y de Sevilla?
En el suplemento dominical de El Mundo, y quizá para no dejarme por embustero,
resulta que le han puesto paño al púlpito del cocinero Abraham García, que ha
seleccionado los quince mejores aceites de oliva extra virgen españoles, quizá como
un homenaje póstumo al señor Núñez de Prado, de Baena, el gran defensor de la
calidad de estas grasas y de su codeo en las tiendas de delicadezas con el caviar, el
salmón y el champán. Aceites leridanos de aceituna arbequina de Les Garrigues;
aceites aragoneses de la variedad empeltre; andaluces de picual, hojiblanca y picuda;
aceites valencianos, aceites extremeños... Ánforas de vidrio que recuerdan el barro de
la Bética con el que los romanos de César Augusto rellenaron el Monte Testaccio e
inventaron, de paso, los envases desechables de un solo uso. Botellas alargadas, como
litúrgicas, que por algo la Santa Madre Iglesia hace sacramental al aceite en los Santos
Oleos.
Hasta aquí, todo perfecto, y me apunto a la promoción de nuestros aceites de oliva
extra virgen para que con el consumo interno remediamos los males que nos ha
infringido el señor Fischler. Pero, como me temía, la cursilería y los camelos que los
enólogos usan al describir las propiedades de los vinos han llegado, exactamente
igual, a los catadores de aceite. Usted, que habitualmente sólo puede decir de un vino
si está bueno o está malo, si le gusta o no le gusta, si pega fuerte o no pega fuerte, si
es cabezón o no lo es, en cuanto ingresa en la cofradía de los catadores de cosechas
empieza automáticamente a decir tonterías tales como que tiene un sabor afrutado
con un suave gusto retronasal que deja un recuerdo de almendras frescas y limones
salvajes del Caribe... o tonterías por el estilo. Tales tonterías, exclusivas de los vinos,
han llegado, ay, a los aceites. La imaginación que hay que echarle, maestro, a un
aceite de Estepa, para decir cuanto afirma García sin pestañear: Tiene un aroma
intenso, profundo y vegetal y un sabor dulce y frutal, con reminiscencias florales, y
un ascendente tramo final con atisbos de nuez verde. ¡ Toma castaña, Ocaña! O lo del
sabor del aceite de Priego de Córdoba: Toques cítricos que se potencian en la boca y
2. a los que cabría añadir cierto exotismo de frutas tropicales (maracuyá, mango)... ¿Y
a papaya no te sabe, hijo mío, a papaya no te sabe?
Hasta quince sartas de gilipolleces de este tenor, distintas todas ellas, dice don
Abraham en su análisis de los aceites. El del mentado señor Núñez de Prado, q.s.G.g.,
es amarillo verdoso con notable turbidez, tiene un aroma de nariz fragante con
matizado verdor y un sabor agradable, intenso y con final amargo-picante (regaliz,
pimientos de Padrón). Desconozco la causa del fallecimiento del señor Núñez de
Prado, pérdida para la industria agroalimentaria que lamento, pero mucho me temo
que el insigne olivarero de Baena haya muerto del disgusto, cuando se enteró que hay
un cursi que dice que su aceite sabe a pimientos de Padrón. ¿Y a pimientos del
piquillo no sabe, don Abraham? ¿Y por qué no a pimientos morrones, alma mía?
No un pimiento debe importarnos que con la moda del aceite nos lleguen incorporadas
estas cursilerías, y lo sostiene quien, como servidor, hace muchos años viene diciendo
que no hay mejor desayuno que la tostada de pan de pueblo con un buen aceite
también de pueblo, a ser posible de primera presión. Hay que seguir el ejemplo de los
Reyes, que tras visitar en Málaga la Casa de Picasso en ese circuito republicano-
andaluz que me traen (de Alberti a Lorca, y de Lorca a Picasso), fueron a Antequera
a visitar la cooperativa donde se hace el Hojiblanca, uno de los aceites recomendados
por don Abraham. Y los Reyes hicieron lo que hay que hacer: coger pan y mojarlo en
el aceite, y ponerse morados y oro con el oro líquido de Andalucía. Afortunadamente,
Don Juan Carlos no ha leído el reportaje de los gourmets del aceite, porque hubiera
sido terrible que, tras mojar el pan en el aceite de hojiblanca de Antequera, hubiera
dicho:
-Mira, Sofía, huele este aroma levemente tostado con marcados toques salinos, y
fíjate en el sabor no muy largo, pero dulce, ligero, fresco (apio) y elegante...
El Rey, como afortunadamente no es un gourmet del aceite y no tiene ni un pelo de
cursi, diría lo que todos cuando nos encontramos ante una buena veta de oro líquido
catalán, valenciano, extremeño, aragonés o andaluz:
--- Qué buen aceite, joé...