ACRÓNIMO DE PARÍS PARA SU OLIMPIADA 2024. Por JAVIER SOLIS NOYOLA
Tema 6 la cuestion del genero
1. La cuestión del Género
“¡Oh Zeus! ¿por qué, pues, sacaste a la luz
del sol a las mujeres, una calamidad ambigua
para los hombres?
Hipólito, Eurípides vv. 616-617
2. El sentido del concepto “Género”
- Gisela Bock: «género es una categoría fundamental de la realidad
socio-cultural e histórica, así como de la percepción y el estudio de
dicha Realidad»
-Gerda Lerner: «género es la definición cultural de la conducta
definida como apropiada a los sexos en una sociedad dada en una
época dada... una serie de roles culturales... un disfraz, una máscara,
una camisa de fuerza en la que hombres y mujeres bailan su desigual
danza»
- Milagros Rivera Garreta: «género es una construcción social, y lo que
entendemos por hombre y mujer no son conjuntos anatómicos sino
construcciones sociales y culturales con una apoyatura biológica
ambigua e inestable»
Entendido así el género, como una relación socio-cultural, el campo de
investigación se amplia e incluye la familia, la economía, la cultura, la
religión, la sexualidad, la raza, la edad, la libertad..., y un largo etcétera.
3. “Porque devolverle a la mujer su historia (que es afirmar y
desarrollar la conciencia de su propia existencia social), también
en esa parcela de tiempos que llamamos Antigüedad, es
reconocer su identidad, su individualidad, su propia condición
humana, su especificidad “hetero-designada”, de mujer, por
encima de tiempos y espacios... porque afirmar su identidad no
sólo zahiera uno de los mecanismos ideológicos de la
reproducción del sistema sexo-género sino que también
contribuye a reconstruir su condición de sujeto histórico. Y
devolver a la mujer su historia robada implica el reconocimiento
previo del grado extremo con que el discurso patriarcal ha
deformado nuestra conciencia social... Hemos de reconocer con
cuánta frecuencia (y frivolidad) casi todos (y casi todas,
también) hemos concebido lo social al margen de lo femenino,
este es, contra lo femenino”
(J. Cascajero, “Género, dominación y conflicto: perspectivas y propuestas para la Historia
Antigua”, en Género Dominación y conflicto: la mujer en el mundo antiguo, Studia
Historica, vol 18(2000) p. 39.
4. De modo diverso la divinidad hizo el talante de la mujer desde un comienzo. A la una la sacó de la híspida cerda:
en su casa está mugriento por el fango, en desorden y rodando por los suelos. Y ella sin lavarse y con vestidos
sucios, revolcándose en estiércol se hincha de grasa. A otra la hizo Dios de la perversa zorra, una mujer que lo
sabe todo. No se le escapa inadvertido nada de lo malo ni de lo bueno. De las mismas cosas muchas veces dice
que una es mala y otras que es buena. Tiene un humor diverso en cada caso. Otra, de la perra salió; gruñona e
impulsiva, que pretende oírlo todo, sabérselo todo, y va por todas partes fisgando y vagando y ladra de continuo,
aun sin ver nadie. No la puede contener su marido, por más que la amenace, ni aunque, irritado, le parte los
dientes a pedradas, ni tampoco hablándole con ternura, ni siquiera cuando está sentada con extraños; sino que
mantiene sin pausa su irrestañable ladrar. A otra la moldearon los Olímpicos de barro, y la dieron al hombre
como algo tarado. Porque ni el mal ni el bien conoce una mujer de esta clase. De las labores sólo sabe una:
comer. Ni siquiera cuando Dios envía un mal invierno, por más que tirite de frío, acerca su banqueta al fuego.
Otra vino del mar. Ésta presenta dos aspectos. Un día ríe y está radiante de gozo. Cualquiera de fuera que la ve
en su hogar la elogia: no quiere hacer bien a ninguno, sino que lo que mira y de lo que todo el día delibera es
justo esto: cómo causar a cualquiera el mayor mal posible. A otra la sacaron de la abeja. Pues es la única a la que
no alcanza el reproche, y en sus manos florece y aumenta la hacienda. Querida envejece junto a su amante
esposo y cría una familia hermosa y renombrada. Y se hace muy ilustre entre todas las mujeres, y en torno suyo
se derrama una gracia divina. Y no le gusta sentarse con otras mujeres cuando se cuentan historias de amoríos.
Tales son las mejores y más prudentes mujeres que Zeus a los hombres depara. Y las demás, todas ellas existen
por un truco de Zeus, y así permanecen junto a los hombres. Pues éste es el mayor mal que Zeus creó: las
mujeres. Incluso si parecen ser de algún provecho, resultan, para el marido sobre todo, un daño. Pues no
tranquilo un día entero todo aquel que con mujer convive, y no va a rechazar rápidamente de su casa al hambre,
odioso compañero del hogar, dios de mal temple.
La que parece en efecto que es la más sensata, ésa resulta ser la que más ofende a su marido, y mientras anda él
de pasmarote, sus vecinos se ríen a su costa, viendo cuánto se equivoca. Cada uno hará elogios cuando evoque a
su propia mujer, y censuras cuando evoque la de otro. ¡y no advertimos que es igual nuestro destino! Porque
éste es el mayor mal que Zeus creó, y nos lo echó en torno como una argolla irrompible, desde la época aquella
en que Hades acogiera a los que por causa de una mujer se hicieron guerra
Simónides de Amorgos, 7.
5. Aunque a Licurgo que les dio las leyes, a cuya obediencia debieron ellos su prosperidad, a éste sí que le admiro y
le reputo por hombre e extremada sabiduría; pues sin imitar a las demás ciudades, con un criterio opuesto
incluso al de la mayoría de ellas, llevó a la patria a una pujante prosperidad.
Por ejemplo, con respecto a la procreación de los hijos (empezaré por el principio): los demás, a las doncellas
que con el tiempo han de ser madres, y que reciben la educación que se juzga honesta, las alimentan con los
manjares más moderados y con el más sobrio condimento que darse puede; además, les hacen abstenerse en
absoluto de vino, o beberlo, a lo sumo, mezclado con agua.
Y, como la mayoría de los que tienen un oficio son sedentarios, así los demás griegos consideran conveniente
que también las doncellas lleven una vida apacible, trabajando la lana. Pues bien, de las que son así criadas,
¿cómo esperar que puedan dar vida a nada grande? Licurgo, por el contrario, pensó que para proveerse de
ropas basta con las esclavas, y que para las mujeres libres la más importante misión, a su parecer, es la
procreación de los hijos; ordenó, pues, en primer lugar, que el sexo femenino ejercitase no menos que el
masculino su cuerpo; y además, instituyó certámenes de ligereza y fuerza entre las mujeres, al igual que entre
los hombres, en la idea de que de padre y madre fuertes nacen igualmente hijos más vigorosos. Y en cuanto a las
mujeres, después de casadas, observando que los demás acostumbraban a mantener con ellas, en los primeros
tiempos; en efecto, declaró cosa vergonzosa que un hombre fuese visto en el momento de entrar al tálamo o al
abandonarlo. Con lo cual, era forzoso que se mantuvieran unidos los esposos por un mayor deseo, y que el hijo,
que en estas condiciones engendraran, fuese más fuerte, que si estuvieran ya uno de otro saciados. Además,
para impedir que cada cual tomara mujer cuando bien le pareciera, ordenó que los casamientos se hicieran en la
plenitud del vigor físico, mirando también en esto a las conveniencias de la prole. Y si acaso sucedía que un viejo
estuviera casado con una mujer joven, viendo Licurgo que los hombres en tal edad suelen ser celosísimos
guardadores de sus esposas, se opuso igualmente a ello; pues obligó al marido a engendrar hijos en su mujer,
llevando a su casa a un hombre cuyas ofrendas físicas y espirituales fuesen de su agrado. Y declaró legal que, si
alguno no quería cohabitar con su mujer, pero deseaba tener hijos de la que le pareciera fecunda y saludable. Y
en otras muchas cosas a éstas semejantes consentía; pues las mujeres quieren ser dueña en dos hogares, y por
su parte los hombres gustan de dar hermanos a sus hijos, que participen en su estirpe y poder, mas no rivalicen
con ellos en la herencia. Si, con criterio tan opuesto al común en materia de procreación, logró para Esparta
hombres superiores en fuerza y robustez, examínelo el que quiera.
Jenofonte La República de los lacedemonios, I,2-10.
6. Sobre el matrimonio romano.
Las fuentes nos suministran dos definiciones del matrimonio romano.
-nupcias son unión de marido y mujer y consorcio de toda la vida, y comunicación
del derecho humano.
-Matrimonio es unión de hombres y mujeres, contiene el compartir la vida de los
individuos. (Inst. I,9,1)
En los tiempos antiguos era frecuente que el matrimonio estuviese acompañado
por el sometimiento de la mujer a la manus, en términos de formar parte de la
familia del marido.
Requisitos para la licitud del matrimonio:
1- Capacidad natural. No pueden contraer matrimonio los menores de catorce
años en el varón y doce en la hembra.
2- Capacidad jurídica. Es necesario ser libre y ciudadano. No es matrimonio, sino
contubernio la unión entre esclavos. También está excluido el matrimonio entre
libres y esclavos.
3- Consentimiento de los esposos, manifestado de forma continua. No puede
contraer matrimonio el loco, ni se tiene por válido el contraído con violencia.
4- Consentimiento del paterfamilias. La jurispruedencia llegó a decidir que el
pater da siempre su consentimiento, si no muestra evidentemente su disenso.
7. Se llaman esponsales de spondere, porque fue costumbre de los antiguos
hacerse prometer para sí y prometer por contrato verbal a sus futuras
mujeres. De donde nació la denominación de esposo (sponsus) y esposa
(sponsa) (Digesto XXTII 1).
En los esponsales nada importa que se convoquen testigos o que alguien
prometa sin escritura. En los esponsales ha de exigirse también el
consentimiento de aquellos de quienes se requiere en las nupcias; Juliano
escribe, sin embargo, que se entiende que el padre da su consentimiento a
la hija, siempre que no disienta evidentemente (Digesto VI1 1).
Sólo se concede a la hija licencia para disentir del padre cuando éste elija
un esposo indigno por sus costumbres o inmoral
(Digesto XII 1).
No está señalada la edad de los contrayentes para contraer esponsales,
como lo está para los matrimonios; por lo cual pueden contraer esponsales
desde tierna edad, con tal que una y otra persona entiendan que se hace
esto, es decir, siempre que no sean menores de siete años (Digesto XIV).
8. Esta costumbre (confarreatio) llevaba a una unión forzosa de parentesco
indisoluble y no era posible anular estos casamientos. Esta ley obligó a las mujeres
casadas, pues no tenían otro escape a vivir de acuerdo con el carácter de su
marido y a los hombres a conservar a su mujer como una posesión necesaria y
segura. Al ser así modesta y obedecer en todo a su marido, la mujer era de esta
manera señora de su casa, como el hombre, y si moría su marido se convertía en
heredera de sus bienes, como una hija de su padre ;si él no tenía hijos y moría sin
dejar testamento, ella era dueña de todo lo que dejara, y si tenía descendencia,
quedaba a partes iguales con los hijos. Si ella cometía algún delito, tomaba como
juez al perjudicado que fijaba la gravedad del castigo. Pero en los siguientes casos
la juzgaban los parientes del marido: cuando había adulterio y, lo que parecía a los
griegos una falta mínima, si se descubría que una mujer había bebido vino.
Rómulo permitió castigar estas dos faltas con la muerte ... Y el largo tiempo es
testigo de que, esta ley sobre las mujeres era acertada, pues se reconoce que
durante quinientos veinte años ningún matrimonio se disolvió en Roma; sin
embargo, en la CXXXVII Olimpiada (231 a.c.), bajo el consulado de Marco
Pomponio y Cayo Papirio, se dice que Espurio Calvirio, hombre ilustre, el primero
en divorciarse de su esposa, fue obligado por los censores a jurar que se había
cado con su mujer para tener hijos (su mujer era estéril), y por este hecho, que se
produjo por necesidad, vivió hasta el final odiado por su pueblo.
(Dionisio de Halicarnaso, Hª Antigua de Roma 11 25).
9. Tabla V
Los ancestros quisieron, así, que las mujeres, incluso adultas,
quedasen bajo tutela en razón de su ligereza de espíritu (...)
salvo las vírgenes Vestales que quisieron fueran libres: y así se
previene en la Ley de las XII Tablas.
Quienes no hayan recibido tutor por testamento, por la ley de
las XX Tablas tendrán como tutores a sus agnados. Si alguien
está loco y no tiene custodio, que la potestad sobre él y sus
bienes sea de sus agnados y gentiles.
Tabla VI
Se prevé en la Ley de las XII Tablas que si una mujer no quiere
caer bajo la "manus" del marido se ausente tres noches cada
año y que de ese modo interrumpa cada año la usucapión.
10. ¡Esposa querida! No en demasía tu corazón se acongoje, que nadie
me enviará al Hades antes de lo dispuesto por el hado; y de su
suerte ningún hombre, sea cobarde o valiente, puede librarse una
vez nacido. Vuelve a casa, ocúpate en las labores del telar y la
rueca, y ordena a las esclavas que se apliquen al trabajo; y de la
guerra nos cuidaremos cuantos varones nacimos en Ilión, y yo el
primero.
ILIADA.VI,486
Resígnate en tu corazón y en tu ánimo a oír ese canto, ya que no
fue Odiseo el único que perdió en Troya la esperanza de volver;
hubo otros muchos que también perecieron. Mas, vuelve ya a tu
habitación, ocúpate en las labores que te son propias, el telar y la
rueca, y ordena a las esclavas que se apliquen al trabajo, y de
hablar nos cuidaremos los hombres y principalmente yo, cuyo es el
mando en esta casa.
ODISEA. I, 356-9
11. Te voy a decir lo que debes hacer y cómo debes comportarte con los
hombres – le dice Crobile a su hija Corina -. En efecto, ése es nuestro único
medio de vida, y tú no puedes saber de qué manera tan miserable hemos
vivido desde la muerte de tu padre., hace dos años. Cuando él vivía, no nos
faltaba de nada. Era herrero y muy afamado en todo El Pireo; todavía hoy,
se dice que jamás habrá un herrero mejor que Filinos. Al principio vendí sus
tenazas por dos minas, así como su yunque y su martillo. Vivimos siete
meses con esas dos minas. Luego, tejí e hilé para alimentarnos. Calculé que,
cuando tuvieras la edad que tienes ahora, te sería fácil alimentarme y
procurarte riquezas, vestidos de púrpura y sirvientas. ¿Qué quieres decir? –
le pregunta Corina. Saldrás a conocer hombres jóvenes, beberás y te
acostarás con ellos a cambio de dinero. -¿Como Lira, la hija de Dafnis? -Sí.
-Pero ¡si es una prostituta! -¡Eso no es tan terrible! Te harás rica y tendrás
numerosos amantes. ¿Por qué lloras? Las prostitutas son numerosas y
codiciadas. ¡Ganan mucho dinero! ¡He visto a la hija de Dafnis cubierta de
harapos cuando era niña, y la veo ahora con sus joyas, sus vestidos de
colores y sus cuatro criadas!
Terencio, Formio, V.80-90.
12. ¿Quieres encontrarte entre esas miserables prostitutas, esas
amigas de mozos de panadería, esos desechos que sólo
sirven para criados cubiertos de harina, esas muchachas
famélicas, empapadas de perfume malo, placeres repulsivos
de la hez de las esclavas? Apestan al humo de sus tugurios,
donde se agachan en sus taburetes. Un hombre libre no las
toca jamás ni se las lleva a su casa. ¡Cuántas pieles viejas!
¡Los esclavos más hediondos las tomas por dos óbolos!
Plutarco, Poenulus V, 365-370.
13. “Desde el punto en que el sustento y la vida del hombre debían ser
dispuestos no en lugares silvestres y al aire libre, como para los animales
salvajes, sino en el interior de la casa, bajo techo, fue necesario que uno
de los dos saliera fuera y a la intemperie, para que con su trabajo y
actividad procurase lo que se guardaría luego en las casas”.
“La naturaleza conformó a la mujer para el cuidado atento de la casa, y al
hombre para las actividades desarrolladas fuera, en el exterior. Y así, la
divinidad asignó al hombre la misión de soportar los calores y los fríos, las
caminatas y las fatigas de la paz y de la guerra, es decir, los trabajos del
campo y del servicio militar, mientras que a la mujer, a la que no hizo
apta para todas estas funciones, le confió el cuidado de los trabajos
domésticos”.
“Y sin embargo no deberá ser su único cuidado custodiar y mantener
guardados los bienes traídos a casa y que ella reciba, sino examinarlos de
vez en cuando y estar atenta a que ningún utensilio o vestido que esté
guardado se deteriore por abandono, y a que no se echen a perder los
frutos o provisiones por descuido o desidia suya”.
Columela, Los Trabajos del Campo.XII.
14. Y en cuanto a lo que me preguntabas, nunca paso el día dentro de mi casa,
pues mi mujer se basta por sí sola para administrarla”.
Esa es también una cuestión, Isómaco, sobre la que me gustaría mucho
interrogarte: ¿la educaste tú personalmente hasta que llegó a ser como es
debido o, cuando la recibiste de su padre y madre, ya sabía administrar lo que
te incumbe?”.
“Y qué podía saber cuando la recibí por esposa, si cuando vino a mi casa aún
no había cumplido los quince años y antes vivió sometida a una gran
vigilancia, para que viera, oyera y preguntara lo menos posible?
¿No te parece que pude estar contento si llegó a mi casa sin saber otra cosa
que hacer un manto, si recibía la lana o sin haber visto otra cosa que cómo se
reparte el trabajo de la hilatura entre las criadas? Y en cuanto a la gula se
refiere, Sócrates, vino perfectamente educada. Lo cual, en mi opinión, es lo
más importante en la educación del hombre y de la mujer”.
“Y en los demás aspectos, Isómaco”, le pregunté, “educaste tu mismo a tu
mujer hasta que fue capaz de encargarse de los deberes que le
corresponden?”. “Sí, por Zeus”, replicó Isómaco, “pero no lo hice sin haber
ofrecido antes sacrificios a los dioses y haberles suplicado que me
concedieran a mi enseñar y a ella aprender lo que fuera mejor para ambos”.
Jenofonte, Económico.